A.
9 Transferencia y
contratransferencia en grupos
SaulTuttman, M.D., Ph. D.
INTRODUCCION
En 1909, cuando Sigmund Freud
habló en la Clark Uníversity dé
Worcester, Massachusetts, su conferencia
final estuvo dedicada a sus recientes ideas
sobre transferencia. El concepto de
transferencia y su correlato,
contratransferencia, los desarrolló Freud
(1958b) en colaboración con su joven
colega Sandor Ferenczi (1950). Los
términos «transferencia» y resultado productivo de analizar la
«contratransferencia» se formularon
originalmente en el contexto del
tratamiento psicoanalítico individual, la
interacción diádica entre paciente y
psicoanalista. Desde entonces otros los
han revisado, modificado y completado.
Son los terapeutas grupales de orientación
dinámica quienes han recogido estos
conceptos aplicándolos y extendiéndolos.
Ser terapeuta grupal requiere, entre
otras cosas, que el terapeuta no actué sus
reacciones contratransferenciales, sino
que mantenga una orientación de trabajo
grupal, respetuosa y orientada hacia la
realidad; fomentando en los miembros y
en el grupo global, la observación y
experimentación yoicas. Para hacerlo de
forma eficaz, el terapeuta necesita
comprender las transferencias y Campbell (1974) añadieron que «la
contratransferencias que operan
continuamente en la situación de grupo.
Los terapeutas grupales que se sienten
cómodos trabajando con la
contratransferencia y la transferencia
pueden ofrecer identificaciones
provechosas para el conjunto y los
miembros como individuos. Esa
influencia terapéutica puede incrementar
el potencial adaptativo de los pacientes.
La disolución exitosa de las resistencias y
la elaboración de los factores
transferenciales favorece los resultados
terapéuticos.
HISTORIA
En la definición de Freud (1958b) de
transferencia en 1912, el paciente dirige
hacia el terapeuta sentimientos intensos
que se basan en relaciones no reales con
él, pero que pueden retrotraerse a antiguas
fantasías e impulsos, cargados de deseo y
conflicto y frecuentemente reprimidos.
Como resultado de la terapia, los deseos
inconscientes pueden hacerse conscientes,
esto es, librarse y expresarse. Un
transferencia podría ser que los impulsos
y emociones inconscientes, cuyo uso
efectivo ha quedado impedido por el
confito y la represión, se manifiesten en el
curso de la exploración y comprensión de
la transferencia y puedan liberarse con
propósitos de utilidad.
Anna Freud (1942) subrayó que las
fantasías transferenciales tienen su origen,
con frecuencia, en las relaciones objétales
de la vida temprana, que son revividas
bajo la influencia de la compulsión a la
repetición. Debido a que tales necesidades
irrumpen y no son nuevas, tienen un valor
incomparable como medios de
proporcionar información sobre las
experiencias emocionales pretéritas del
paciente. Leland E. Hinsie y Robert J.
transferencia puede ser positiva o
negativa y puede existir fuera de la
situación analítica en las relaciones con
otras personas del entorno del individuo».
Hermán Nunberg (1955) observó que las
relaciones infantiles más importantes se
dan con los padres; en consecuencia «la
relación entre paciente y analista que se
establece en la transferencia se torna
análoga, y en ocasiones similar, a las
(107) relaciones que el paciente mantuvo
en su infancia con sus padres”. Por ello,
1
los pacientes a menudo dotan a sus
terapeutas de los poderes mágicos
originalmente atribuidos a los padres.
Nunberg (1955) concluyó que “los
pacientes actúan la transferencia y a veces
lleva mucho tiempo ver la irracionalidad
de las conductas basadas en la
transferencia ... que está profundamente
enraizada en la vida inconsciente infantil
(de los pacientes)».
También en 1910 Freud introdujo el
concepto de contratransferencia. Freud
(1958b) escribió «Nos hemos visto
llevados a prestar atención a la
"contratransferencia" que se instala en (el
analista) por el influjo (incluyendo los
sentimientos transferenciales que el
paciente ejerce en su sentir inconsciente».
Freud añadió «hemos notado que cada
psicoanalista sólo llega hasta donde se lo
permiten sus propios complejos y
resistencias interiores». Desde entonces
los terapeutas con orientación más
psicodinámica, tanto individuales como
grupales se han ocupado de la
contratransferencia como un factor
primordial del tratamiento psicodinámico.
Daniel Lagache (1964) se centró en la
contratransferencia como reacción del
analista a la transferencia del paciente.
También subrayó el interjuego entre
transferencia y contratransferencia en el
paciente, factor operante probablemente
en la mayoría de las relaciones. Jean
Laplanche y J.B. Pontalis (1973)
definieron la contratransferencia como el
«conjunto de las reacciones inconscientes
del analista frente a la persona del
analizado y, especialmente, frente a la
transferencia de éste». Laplanche y
Pontalis (1973) observaron que Freud era
consciente de la importancia del influjo
que el paciente ejerce sobre los
sentimientos inconscientes del terapeuta;
posteriormente sugirió que los analistas se
sometieran, por estas razones, a un
análisis personal.
Desde Freud, los factores
contratransferenciales han acaparado cada
vez más importancia dentro de la relación
terapéutica. Estas dinámicas, no sólo se
aplican al vínculo analista-paciente, sino a
otras relaciones terapéuticas y díadas:
entre el terapeuta y el grupo como un
todo, entre los propios miembros dentro
del grupo, y entre el terapeuta y cada uno
de los miembros. Laplanche y Pontalis
(1973) proponen «reducir todo lo posible
las manifestaciones contratransferenciales
mediante el análisis personal (del
analista), de tal forma que... la situación
quede estructurada, como una superficie
proyectiva, sólo por la transferencia del
paciente». Se refieren al comentario de
Freud de 1913: todo hombre posee en su
inconsciente propio un instrumento con el
que es capaz de interpretar las
exteriorizaciones de lo inconsciente en
otro». Esta afirmación implica que las
reacciones contratransferenciales pueden
utilizarse de forma controlada y
sistemática para perfeccionar el
tratamiento dinámico.
TEORIA
Los conceptos de transferencia y
contratransferencia pueden ser muy útiles
para los terapeutas grupales a medida que
se aprende más sobre los temas con que
están relacionados en la literatura
psicodinámica aplicable. Aunque la
mayoría de los terapeutas consideran la
transferencia y la contratransferencia
fenómenos inconscientes fundamentales
que están siempre presentes en la terapia,
se utilizan de muy diferentes maneras.
Por un lado, los terapeutas formulan
sus interpretaciones guiados por sus
reacciones contra-transferenciales.
Paciente y terapeuta sólo pueden trabajar
a través de transferencias en el curso de
un ambiente adecuado: la alianza
terapéutica, en la cual las respuestas
2
empalicas y la disolución definitiva de las
resistencias del paciente, le permitirán
afrontar y superar lo reprimido;
incluyendo añoranzas que pueden ser
irracionales y generar culpa, cuando
chocan con los ideales del paciente, pero
que, a pesar de todo, luchan por su
expresión. Todo esto se puede explorar
cuando hay empatía y apoyo acompañado
de interpretaciones útiles. Sin la
elaboración de las resistencias y la
exposición y análisis de las transferencias,
el tratamiento no tendría éxito. También
debe elaborarse la contratransferencia del
analista hacia el paciente (Racker, 1968),
de forma que no contamine la
oportunidad del paciente de resolver sus
conflictos.
La frase de Theodor Reik (1948)
«escuchar con la tercera oreja» es,
parcialmente, la descripción poética del
trabajo de los terapeutas que prestan
atención a las voces del inconsciente de
cada uno de los participantes, para poder
comprender mejor las comunicaciones
inconscientes en su trabajo. Nos
encontramos, no sólo con la pregunta de
hasta qué punto el analista debe atender a
la contratransferencia, sino también si
debería mostrar sus sentimientos y
reacciones al paciente o, por el contrario,
debería callarlas y elaborarlas,
internamente. En esencia el debate se
reduce a si la terapia es un proceso
técnico a través del cual el terapeuta
corrige las dificultades (108) de los
miembros del grupo. Se dice que las
representaciones mentales internas
atenidas libidinal o agresivamente,
emocionales y primitivas, están
incrustadas en la vida psíquica infantil y
siguen inconscientemente presentes en las
capas más primitivas. El mecanismo
kleiniano de la identificación proyectiva
tiene aplicaciones en las psicodinamias
grupales.
León Grinberg (W3, 1979) utilizó
estos conceptos en su estudio de
fenómenos transferenciales y
contratransferenciales grupales. Utilizó el
término «contraidentificación proyectiva»
para referirse a un aspecto parcial
especifico de la contratransferencia.
Grimberg (1973) afirmó «Es muy
importante subrayar la diferencia entre la
respuesta del terapeuta cuando se trata de
una reacción especifica a las proyecciones
de los miembros del grupo y las
reacciones contratransferenciales que
resultan de las propias actitudes
emocionales del terapeuta o de sus
remanentes neuróticos, reactivados por
los conflictos del paciente».
En la terapia grupal, los roles
asumidos por uno o varios miembros a
menudo proceden de las motivaciones
inconscientes de otros miembros, como
reacción a las fantasías inconscientes
proyectadas por unos miembros sobre
otros. Un miembro se adapta al rol
asignado inconscientemente cuando dicho
rol corresponde a la propia fantasía del
paciente. Todos los miembros proyectan
aquellos aspectos propios que rechazan,
sea cual sea la razón. Sólo elaborando
esas proyecciones arcaicas, el terapeuta
puede superar las fantasías distorsionantes
y centrarse en las relaciones adaptativas y
perfeccionantes de la realidad.
A.10 Resistencia y
elaboración en terapia grupal
Leslie Rosenthal, Ph.D.
RESISTENCIA
Historia
La resistencia y los intentos de
analizarla y resolverla han ido
inextricablemente unidos desde el
3
nacimiento de la terapia psicoanalítica y
el descubrimiento de la resistencia. En
«Estudios sobre la histeria» (Breuer,
Freud, 1895), considerado como el primer
documento significativo del psicoanálisis,
Sigmund Freud plasmó el caso de
Elizabeth von R., a quien trató con el
método catártico, basado en la evocación
de los recuerdos. Observó que las
asociaciones de su paciente a veces
surgían suavemente, mientras que en otras
ocasiones se tomaba afectada e
indiferente, afirmando que nada venia a
su mente. Freud pensó que su silencio
estaba al servicio de la exclusión de
pensamientos autocríticos sobre los
sentimientos e impulsos que inundaban su
mente. Entonces acuñó la frase que
contiene, por vez primera, una referencia
a la resistencia; «En el curso de este
difícil trabajo empecé a atribuir una
significación más profunda a las
resistencias que la enferma mostraba a
reproducir sus recuerdos, y a compilar
con cuidado las ocasiones a raíz de las
cuales aquélla se denunciaba de un modo
particularmente llamativos. Freud siguió
observando que algunos pacientes no
respondían a la hipnosis, herramienta del
método catártico, y presionaba a los
pacientes para que produjeran recuerdos:
«Dado que esta presión exigía mucho
esfuerzo de mi parte y demostraba que
tenía que superar una resistencia, formulé
lo siguiente: a través de mi trabajo
psíquico he tenido que superar una fuerza
psíquica del paciente que se oponía a que
la idea patógena se hiciera consciente».
Freud era consciente de la
inevitabilidad de la resistencia: «Es
notable de qué forma tan completa se
olvidan los pacientes (incluso los más
tratables y los más inteligentes) del
acuerdo que previamente han pactado».
Freud describió la naturaleza ubicua de la
resistencia en 1912: «Cada paso del
tratamiento va acompañado de la
resistencia, cada pensamiento, cada acto
mental del paciente, debe rendir tributo a
la resistencia (113) y representa un
compromiso entre fuerzan que empujan
hacia la cura y aquéllas que se unen en su
contra».
El descubrimiento de la resistencia, se
ha tenido como uno de los logros más
singulares de Freud. Greenson (1978),
autor psicoanalítico, observó que el
descubrimiento de la importancia de
analizar la resistencia dio pie al comienzo
del psicoanálisis y atestigua la posición
nuclear en este campo: Este concepto es
de una importancia fundamental para la
técnica psicoanalítica, y sus
ramificaciones enlazan con todos los
temas técnicos de relevancia. La
resistencia se opone al procedimiento
analítico, al analista y al yo razonable del
paciente. La resistencia defiende la
neurosis, lo antiguo, lo familiar y lo
infantil, de su emergencia y cambio».
En «La interpretación de los sueños»,
publicada en 1900, Freud sugería que la
resistencia y censura estaban
interconectadas, relacionándose la
censura con los sueños y la resistencia
con la asociación libre. En ese trabajo
Freud escribió esa famosa cita: «Todo lo
que se opone al progreso del trabajo
analítico es resistencia». La frase supone
un concepto de resistencia que va más
allá de su concepción inicial, como
proceso primario conectado con la
represión.
En «El método psicoanalítico de
Freud», publicado en 1904, sugería que el
concepto de la resistencia era una de las
piedras angulares de su teoría. Describía
su método psicoanalítico como un
ramificación del método catártico descrito
en «Estudios sobre la histeria». Explicaba
el abandono de la hipnosis a causa de que
ocultaba la resistencia «y por esta razón
ha obstruido el acceso del físico al juego
de las fuerzas psíquicas. La hipnosis no
4
erradica la resistencia, sino que la elude y
por ello sólo aporta una información
incompleta y un éxito terapéutico
transitorio».
En el caso Dora, descrito en 1905 en
«Fragmento de análisis de un caso de
histeria», identifica cómo la transferencia
de los sentimientos de venganza de Dora
hacia un amante traidor, sobre el propio
Freud se convirtieron en la fuente más
poderosa de resistencia y llevaron a la
paciente a interrumpir el tratamiento.
Desde el intento inicial de disipar la
amnesia con la intención paralela de
superar y burlar la resistencia, Freud se
aproximó gradualmente a la decisión de
dedicarse de forma prioritaria a las
resistencias que interferían con el
recuerdo (114) y verbalización del
material necesario para el progreso de la
terapia. En el articulo de 1914 «Recordar,
repetir y reelaborar Freud citó, por vez
primera un tipo especial de resistencia, la
compulsión a la repetición; esto es, la
necesidad de repetir y actuar una
experiencia pasada, en vez de recordarla:
«Podemos decir que el analizado no
recuerda, en general, nada de lo olvidado
y reprimido, sino que lo actúa. No lo
reproduce como recuerdo, sino como
acción; lo repite, sin saber, desde luego,
que lo hace». Freud observó que mientras
más fuertes son las resistencias, más
extensivas son la repetición y actuación
sustitutivas del recuerdo: «Las
resistencias comandan la secuencia de lo
que se repetirá. El enfermo extrae del
arsenal del pasado las armas con que se
defiende de la continuación de la cura, y
que nos es preciso arrancarle pieza por
pieza».
En ese artículo Freud hace la primera
referencia a la elaboración. Afirmó que
las resistencias de la compulsión a la
repetición son particularmente tenaces y
requieren elaboración: «Es preciso dar
tiempo al enfermo para enfrascarse en la
resistencia, no consabida para él: para
reelaborarla, vencerla prosiguiendo el
trabajo en desafió a ella y obedeciendo a
la regla psicoanalítica fundamental».
Freud afirmó la importancia de este
proceso al escribir:
Esta reelaboración de las resistencias
puede convertirse en una ardua tarea para
el analizado y en una prueba de paciencia
para el médico. No obstante, es la pieza
del trabajo que produce el máximo efecto
acelerador sobre el paciente y que
distingue al tratamiento analítico de todo
influjo sugestivo.
En la 19a Conferencia Introductoria
(1916-1917), Freud trata a fondo la
resistencia. Llamó la atención sobre el
extraño fenómeno por el que cuando se
intenta aliviar a los pacientes de su
enfermedad, responden con una fuerte
oposición que persiste durante todo el
tratamiento:
El enfermo, a quien sus síntomas
hacen penar tanto y ve sufrir también a
sus parientes: que se aviene a tantos
sacrificios de tiempo, de dinero, de
trabajo; que se empeña en vencerse a si
mismo para liberarse de ellos... ¿se
rebelaría acaso como a su auxiliador en
beneficio de su enfermedad? ¡Cuan
inverosímil tiene que sonar esta
aseveración! No obstante así es.
Freud sigue ilustrando alguna de las
maniobras de los pacientes pare eludir la
regla fundamental de decir todo lo que se
les ocurra. También observó la utilización
de la resistencia intelectual en los
pacientes que se centran en la (115) teoría
psicoanalítica y hacen todo tipo de
preguntas sobre ella al analista. Este
paciente «esta dispuesto a hacerse
partidario del psicoanálisis bajo la
condición de que el psicoanálisis deje a
salvo su persona».
5
 Freud hace entonces la famosa
declaración que confirma de forma
autoritaria la centralidad en psicoanálisis
del concepto de resistencia:
«Entendemos, en definitiva, que el
vencimiento de estas resistencias es la
operación esencial del análisis y la única
pieza del trabajo que nos asegura que
hemos conseguido algo con el enfermo».
En «Inhibición, síntoma y angustiar
publicada en 1926, se realiza otra
contribución significativa a la teoría de la
resistencia. Freud categorizó cinco tipos
básicos de resistencia, de acuerdo con el
origen en la estructura mental: (1)
oposición proveniente del yo a recordar y
verbalizar material significativo
emocionalmente; (2) resistencia por
beneficio secundario, en la que el yo
manipula para obtener o retener cualquier
tipo de ventaja que los pacientes hayan
logrado a causa de su enfermedad; (3)
resistencia del super-yo, caracterizada por
un sentimiento de culpa o vergüenza y
una necesidad de castigo; (4) resistencia
por compulsión-repetición que proviene
del ello y que se expresa en una lucha por
alguna forma de acción, sea agresiva o
sexual; (5) resistencia de transferencia.
En ese libro Freud vuelve a referirse a
la elaboración cuando observa que «el yo
sigue hallando dificultades para deshacer
las represiones aun después que se formó
el designio de resignar sus resistencias, y
llamamos ''reelaboración" a la fase de
trabajoso empeño que sigue a ese loable
empeño».
El articulo «Análisis terminable e
interminable» de 1937 contiene
formulaciones posteriores sobre la
naturaleza de la resistencia. Freud se
preguntaba porqué el proceso analítico
era tan laborioso con algunos pacientes.
Describe a estos pacientes con una
ausencia de motilidad o rigidez en sus
estructuras libidinales; parecen incapaces
de distinguir sus sentimientos de un
objeto a otro. Freud adscribió esa
característica a un tipo de resistencia que
denominó «adhesión de la libido».
Sugirió que los pacientes con resistencias
inmutables que se aferran a su
enfermedad muestran una «resistencia del
ello» basada en un sentimiento de culpa
autodestructivo.
Freud consideraba necesaria la
elaboración a la hora de vencer las
potentes resistencias del «ello, la
necesidad de mantener la inercia psíquica,
la adhesividad de la libido y la
compulsión de repetición.
Principios básicos
Las resistencias que emergen en los
grupos son tan variadas y poco plausibles
como las de la terapia individual. Alguna
(como la monopolización, la búsqueda de
chivos expiatorios, la formación de
subgrupos, la necesidad de eliminar a los
hermanos y la instigación a la disensión)
son características o más visibles en
terapia grupal. Bry (1951) afirma que
todas las formas de resistencia que se
observan en terapia individual se
encuentran igualmente en el tratamiento
grupal. H. Spotnitz (1952) observó la
emergencia en el grupo de los cinco tipos
básicos de resistencia descritos por Freud
para la terapia individual. Aunque las
resistencias son similares en los dos
encuadres, el entorno grupal las dota de
características particulares.
Técnicas
Miembro a miembro. La principal
de estas dimensiones exclusivas de la
resistencia grupal es el hecho de que los
miembros tienen que enfrentarse a las
resistencias y defensas de otros
miembros. Por ello Bry (1951) informa
que «Lo primero con que se encuentra
6
uno al manejar la resistencia grupal es
que no hay por qué manejarla
necesariamente, al menos por parte del
terapeuta. El propio grupo es
llamativamente eficaz abordando este
fenómeno».
Spotnitz (1952) observó la tendencia
natural del grupo a abordar las
resistencias de otros miembros y afirmó
que la resistencia, en el encuadre grupal,
sería más difícil de resolver «si no fuera
porque el terapeuta puede aprovechar la
ayuda de los miembros para contrarrestar
las resistencias de los demás».
Slavson (1964) también se refiere a
esa característica exclusiva del grupo: Los
grupos analíticos facilitan el insight
porque los pacientes tienen que
enfrentarse con sus propias resistencias
especialmente las defensas y las rigideces
de carácter, mucho antes y de manera más
reveladora, debido a las reacciones de sus
compañeros».
Se ilustra ese compromiso con las
resistencias de los compañeros en las
siguientes secuencias clínicas:
(116) “El Sr. W se oponía,
cuestionaba y mostraba su desacuerdo
continuo con cualquier comentario que el
terapeuta realizara a los demás. Un
compañero le dijo: «¡Tengo la sensación
de que no estás aquí para que te
ayudemos, sino para pelearte!». (Era una
interpretación acertada de la
resistencia).”
En un grupo mixto, el Sr. F inquiría
persistentemente al resto de sus
compañeros sobre su adaptación sexual.
Estos interrogatorios continuaron hasta
que un miembro le respondió: «¡Me estoy
hartando de tomar parte en tu espectáculo
pornográfico; así es como nos estás
utilizando. Porqué no retiras el ojo de la
cerradura y te unes al grupo». La
confrontación con esta resistencia ayudo
al Sr. F a verbalizar sus impulsos
sexuales, en vez de gratificar sus
tendencias voyeuristicas con el grupo.
Como puede observarse, el espectro
de resistencias es tan amplio en el grupo
como en la relación diádica. Los
miembros del grupo son poco
cooperativos, rebeldes, complacientes,
sumisos, abrasivos y seductores. Algunos
pretenden monopolizar, otros permanecer
en silencio, tranquilos. Llegan tarde y
abandonan el tratamiento sin previo
aviso. Pueden competir para recibir
atención, intentar quedar por encima de
los demás, competir entre sí para que les
consideren los pacientes más enfermos o
más desadaptados y, con ello, recibir
mayor atención. Pueden intentar que otros
dejen el grupo, o que el grupo les expulse.
Algunos pacientes se entregan en
cuerpo y alma a instigar la agresión y las
desavenencias, otros median, neutralizan
y suavizan cualquier situación conflictiva
que se intuya. Unos usan sus energías
para oponerse al terapeuta y otros le
hacen reverencias con tal de complacerle.
Hay personalidades púdicas que son
intolerantes con los sentimientos
adecuados de tristeza, dolor, depresión,
desesperación y cólera ajenos. Se
enfrentan a estos sentimientos con
actitudes arrolladoras: «¿Por qué no
buscar el lado bueno?», «No te preocupes,
es por tu bien», «Después de todo, la
sangre es más dulce que la miel», «Eres
demasiado sensible», «Por qué no lo
olvidas, es algo del pasado». Estos
pacientes sienten que no tienen derecho a
su propia agresión y pretenden evitarla
consigo y con los demás, otros no se
frenan a la hora de vomitar su agresión
sobre el grupo, ignorando
deliberadamente las consecuencias y
efectos en el resto del grupo (Rosenthal,
1985).
Algunos miembros que se quejan,
pero rechazan la ayuda, se presentan
7
como casos perdidos y muestran
reticentes a cualquier ofrecimiento de
ayuda. Otros sólo pueden ayudar a los
demás si se descuidan a sí mismos.
Algunos, igual que niños muertos de
hambre, parecen chupar cada gota de
atención que exprimen del grupo. Otros
mantienen sus labios clausurados, como
si retaran al grupo para que les diera de
comer. Algunos vienen al grupo a mirar,
ver y observar la desnudez emocional
ajena, otros lo utilizan como escenario
donde poder desarrollar su
exhibicionismo. Se embarcan en una
lucha por recibir la atención del sexo
opuesto, o se alistan en la guerra salvaje
entre sexos. Unos derivan gratificación
vicaria de sus propios impulsos instando a
otros a realizar conductas prohibidas y
otros gratifican sus mentalidades
puritanas condenando severamente los
deslices sexuales o morales ajenos.
Miembros hacia el terapeuta. La
segunda resistencia característica más
importante del encuadre grupal es la
tendencia del grupo a funcionar de forma
organizada en relación con el terapeuta.
Dicha tendencia a aproximarse de la
misma manera libidinal o agresiva, hacia
el terapeuta, produce resistencia grupal.
La mayor parte del grupo comparte el
mismo modelo resistencial. Esa
proclividad a actuar en base a emociones
compartidas fue descrita por Freud en su
ensayo sobre psicología grupal en 1921.
Algunas resistencias grupales son
claramente identificables: el grupo que
permanece en silenció, el chismorreo, un
grupo que queda fijado en un único plano
emocional como dar consejos, un grupo
que funciona como si fuera el club de la
mutua admiración. Quizás la más
frecuente es la de no compartir el tiempo
democráticamente, otra es la de
concentrarse en el terapeuta, ignorando y
minimizando las contribuciones de los
demás. La opuesta: ignorar al terapeuta,
es también resistencia. En algunos grupos
se comparte la resistencia gratificando los
impulsos agresivos en el ataque mutuo.
Otros grupos diluyen todo sentimiento
negativo, admitiendo sólo el apoyo y los
sentimientos de calidez. En un caso, hay
una ausencia total de sentimientos
sexuales, en otro se observa el abordaje
de los temas sexuales con el fin de
obtener placer. Otros grupos se dedican al
ejercicio del acting-in y acting-out, los
sentimientos e impulsos quedan
postergados, se citan fuera del grupo,
mantienen relaciones sexuales, mascan
chicle o fuman durante las sesiones.
(117) Todos estos fenómenos
resistenciales se detectan a primera vista.
Sin embargo hay otros que pasan
desapercibidos, porque se camuflan como
resistencia de uno o dos participantes.
Ormont (1969) describió estas
manifestaciones:
Se produce resistencia al trabajo en
cualquier ocasión en que el grupo tolera y
pasa por alto la violación del contrato
analítico por parte de uno o varios
miembros. El miembro desviacionista
expresa la resistencia abiertamente, el
resto de forma encubierta. Se permite que
el miembro desviacionista persista en su
actitud sin que nadie le llame la atención
porque lleva a cabo las actitudes veladas
del resto.
El autor (Rosenthal, 1987) ofrece una
descripción de apoyo fraternal a un
miembro inconformista:
En un grupo de padres de una clínica
de orientación infantil, Ralph, flamante
detective privado, entretenía
persistentemente a sus compañeros con
historias sensacionalistas de adulterio,
crimen y violencia. En cada sesión el
grupo estaba pendiente de la próxima
historia de Ralph. El terapeuta trató de
8
abordar esta conducta, como si fuera una
resistencia individual, preguntándole al
grupo si veían alguna conexión entre el
funcionamiento de Ralph y la conducta
sobreexcitada e hiperactiva de su hijo en
el colegio. La pregunta pareció caer en
saco roto. Se encontró con una descarga
de apoyo a Ralph por parte del grupo.
«Mira, mi trabajo es lo más
importante de mi vida, ¿Cómo no voy a
hablar aquí de él?».
«Si le ayuda a relajarse debería
hacerlo a toda costa. Creo que le ayudará
a ser un buen padre, así que ¡A por ello,
Ralph!».
«¡Venga ya, hombre!. Nos interesan
los demás, por eso hablamos de sus
problemas, sus familias y sus trabajos. ¿A
qué viene todo este jaleo?».
«¿Tendrías algún problema si
dejamos de hablar de los niños durante un
rato?».
El terapeuta se refugió en la pasividad
mientras se sentía indefenso y derrotado.
La resistencia se mantuvo intocable y
Ralph siguió divirtiendo al grupo con sus
historias. El proceso de resolución se
puso en marcha la siguiente sesión,
cuando el terapeuta animado por el
reconocimiento de que lo que estaba
ocurriendo era una resistencia grupal,
abrió la reunión preguntando: «¿Cómo
nos gustaría que Ralph nos excitara
hoy?». Durante varias sesiones, las
intervenciones del terapeuta dirigidas
hacia la gratificación del grupo a través
de la conducta estimulante de Ralph,
hicieron que la resistencia se disolviera.
La secuencia anterior sugiere que, si
no se está al tanto del factor de
gratificación grupal y se apoya al
portavoz de la resistencia grupal, los
terapeutas pueden verse envueltos en un
intento, generalmente infructuoso, de
atacar lo que aparenta ser una resistencia
individual, cuando lo que está sucediendo
es precisamente una resistencia grupal.
Aplicaciones
A través de la evocación de las
dinámicas de la familia de origen
(transferencias múltiples), el terapeuta
analítico de grupo extrae patrones de
conducta que surgen como resistencias.
Algunas resistencias salen a la superficie
paulatinamente y se pueden trabajar sin
prisas, hasta que se desarrollan
completamente en forma de
transferencias. Otras, como la necesidad
de ser servicial con los demás, o
funcionar como coterapeuta, no
representan un peligro real y pueden
esperar a resolverse a través de las
reacciones de los demás miembros del
grupo. Por último, ciertas formas de
resistencia pueden amenazar la integridad
del grupo o exponer a algún miembro a
una confrontación probablemente
perjudicial.
Spotnitz (1968) propone un
acercamiento secuencial a la resistencia
que refleja la urgencia relativa de la
intervención ante cada tipo de resistencia.
La aproximación va dirigida a los cinco
modos resistenciales que pueden operar a
nivel individual, subgrupal o de grupo
global: (1) resistencia destructiva para el
tratamiento, (2) resistencia de status-quo,
(3) resistencia al progreso, (4) resistencia
al equipo de trabajo y (5) resistencia a la
terminación. Hay un acuerdo general
sobre la prioridad de la primera de ellas.
Resistencia destructiva para el
tratamiento. Se define como cualquier
forma de comportamiento no cooperativo
que, de permitirse su, funcionamiento,
interrumpiría el desarrollo terapéutico del
grupo o amenazaría el tratamiento de
alguno de los miembros. Esta categoría
incluye: ausencias sin previo aviso,
retrasos persistentes, manifestaciones
destructivas de acting-out (como negarse
a hablar o prevenir a otros de hacerlo),
abandono precipitado de la habitación, y
9
retrasos injustificados y prolongados en el
pago de los honorarios. Irvin Yalom
(1985) subrayó la necesidad de
mantenerse alerta frente a estas
resistencias (118) el terapeuta debe
reconocer y negociar cualquier aspecto
que fomente o presagie la disolución del
grupo. Los retrasos continuados,
ausencias, formación de subgrupos.
socialización extragrupo, búsqueda de
chivos expiatorios; todas amenazan la
integridad del grupo y demandan la
actuación del terapeuta».
Una de las formas más prevalentes de
resistencia destructiva es la terminación
prematura. Yalom (1985) observó que en
el proceso normal del 10 al 35 por ciento
de los miembros abandona en las
primeras 12 ó 20 sesiones y un porcentaje
similar de sustituciones abandona en la
primera docena de sesiones. Los
candidatos más seguros para el abandono
prematuro son aquéllos que se integran
bajo alguna coacción (por ejemplo, la
amenaza de ruptura matrimonial a menos
que el paciente realice una terapia). Estos
pacientes inicialmente se presentan
preocupados por la posibilidad de la
ruptura. Incluso puede que deseen algún
tipo de ayuda, pero están esperando la
primera oportunidad para alejarse del
tratamiento. En las siguientes conductas
hay pistas de una posible terminación
prematura: retrasos en pacientes
generalmente puntuales, ausencias sin
previo aviso, impagos sin una explicación
convincente, quejas de ser
malinterpretado, estar confundido o
molesto con el grupo; olvido de sesiones,
participación decreciente, movimiento
ligero de la silla hacia fuera del circulo,
dormirse en el grupo, cortes en las
comunicaciones sobre aspectos vitales
que se ha querido tratar en momentos
anteriores.
El siguiente grupo de adolescentes
predelincuentes ilustra la actuación de
todo el grupo de una resistencia
destructiva. Las chicas quedaban antes de
las reuniones para tramar una serie de
actos sexuales perversos o sádico-
agresivos dirigidos a impactar al
terapeuta. Una resistencia destructiva
actuada por un subgrupo es la de dos
miembros que discuten violentamente a
cada sesión, hasta el punto que el clima
grupal se inunda de ansiedad y tensión, lo
cual obstaculiza realmente el progreso
terapéutico.
El intento de evitar las conductas
destructivas del tratamiento pasan por una
anticipación por parte del terapeuta de las
resistencias a la expresión verbal de
sentimientos negativos. Una forma de
minimizar la actuación de los impulsos
consiste en centrar el foco de atención en
trabajarlos. El terapeuta hace preguntas
como: «¿Cómo nos sentís con el
funcionamiento o no funcionamiento de
este grupo?», «¿Pensáis que John volverá
al grupo la semana que viene'?», «¿Qué
es lo que esto y haciendo o dejando de
hacer para que permanezcáis callados u os
peleéis todo el tiempo?». Otro enfoque es
educar al grupo desde el principio en el
sentido de que se trata de un grupo para
hablar. Según esto, la diferencia entre
comunicación verbal y actividad motora
se mantiene presente con algunos
recordatorios oportunos, cuando los
miembros intentan expresar impulsos a
través de actividades motoras: «¿Podrías
poner esa mirada (ese puño, esa sonrisa)
en palabras?», «¿Qué transmite la postura
de John?». El terapeuta también debería
explorar los inicios de la formación de un
subgrupo: «¿Porqué se interesan John y
Mary el uno por el otro más que por nadie
del grupo?», «¿Porqué Mary le está
contando su sueño sólo a John?».
El autor (Rosenthal, 1992) observó
que el fundamento de las conductas
destructivas para el tratamiento, se
apoyan en la deficiente o errónea
10
selección y preparación de los miembros.
Integrar a los pacientes en un grupo
cuando todavía no tienen los recursos
yoicos necesarios para enfrentar las
tensiones de la terapia grupal equivale a
pedirle a un niño de 2 años que se adapte
a un colegio público. También es
indicativo de abandono prematuro, la
integración en el grupo antes de
establecer una alianza de trabajo con el
terapeuta individual.
Resistencia de status-quo. La
resistencia de inercia o de mar en calma
aparece generalmente cuando la
presentación de problemas por parte de
los pacientes se ha aliviado. Refleja el
sentimiento de que lo más que se puede
esperar de los miembros es el
mantenimiento del grado de
funcionamiento imperante en el presente.
Esta constelación se traduce en el deseo
de simplemente seguir la corriente y pasar
un rato agradable juntos.
Resistencia al progreso. Se basa en
el miedo al cambio y la ansiedad a
avanzar por terrenos emocionales
desconocidos. Un grupo en plena
resistencia puede hacer silencios
duraderos e incómodos, mostrar
indecisión en los temas a discutir e
insistentes demandas de dirección por
parte del terapeuta.
Resistencia al equipo de trabajo. Se
caracteriza por una preocupación por lo
individual, escasa intención de escuchar,
aprender o ayudar a otros: y escasa o nula
responsabilidad del bienestar,
funcionamiento positivo, e integridad del
grupo. Una racionalización de estas
actitudes poco cooperadoras que escucha
a menudo es: «Difícilmente sobrevivo yo,
cómo voy a ayudar a los demás». Cuando
se produce esta resistencia (119) los
miembros reaccionan con indiferencia a
la ausencia de otros y se interrumpen
frecuentemente con el fin de satisfacerse
narcisísticamente.
Resistencia a la terminación. Esta
resistencia se caracteriza por la vuelta a
conductas resistentes que aparentemente
se habían superado. Algunos miembros
pueden tener crisis, traer problemas que
se habían resuelto previamente, informar
de discusiones y conflictos maritales o
tomar impulsivamente decisiones vitales
sin previa discusión. Como afirmó
Edward Glover (1928), cuando se
aproxima la terminación del tratamiento,
el paciente intenta ponerse enfermo de
nuevo.
ELABORACION
Teoría
Ralph Greenson (1978) definió la
elaboración como el análisis de aquellas
resistencias u otros aspectos que impiden
que el insight produzca cambios
significativos y duraderos. El objeto de la
elaboración es hacer eficaz al insight.
Consiste fundamentalmente en la
repetición y elaboración de los mismos
procedimientos interpretativos que se han
realizado en el trabajo analítico del día a
día. Las resistencias del ello (las que se
expresan en la compulsión a la repetición
y en la transferencia) necesitan
elaboración. Como se dijo antes, Freud
introdujo el concepto en 1914, cuando
identificó un tipo particular de resistencia,
la necesidad de repetir y actuar la
experiencia pasada, en vez de recordarla.
Indicó que estas resistencias eran
particularmente insidiosas y requerían
elaboración.
Karl Menninger (1958) observó que
este tipo general de material y de
resistencias reaparecía en el análisis:
La resistencia nunca se evapora o
desaparece, tiene que ser combatida
11
consistente y persistentemente. A menudo
parece como si el paciente nunca hubiera
oído esa interpretación del analista. Esta
necesidad de «elaboración, de que el
analista repita las interpretaciones hasta
que hayan sido aprehendidas por el
paciente, es un reflejo de la extensión de
la neurosis a otras vertientes diferentes de
la vida del paciente.
Peter Giovacchini (1987) afirmó que
la compulsión a la repetición es a la vez
un patrón adaptativo de la infancia y una
cualidad intrínseca de los instintos. El
niño necesita repetir el hecho traumático
para poder manejarlo, transforma una
posición de vulnerabilidad pasiva en un
control activo. Giovacchini escribió:
“Cuando se expresa en actos dirigidos al
terapeuta, se es incorporado a la
transferencia», y sugirió que cuando la
transferencia empieza a estar dominada
por la compulsión a la repetición se llega
a la fase inicial en que puede empezar a
elaborarse
Greenson (1978) observó que la
introducción por Freud del concepto de
elaboración fue posterior a la finalización
del primer análisis del Hombre de los
lobos, en cuyo tratamiento se había
estancado durante tres años. Greenson
sugiere que la experiencia de Freud con
pacientes intratable le había llevado al
concepto de elaboración.
En uno de sus primeros trabajos de
aplicación de la elaboración a la terapia
grupal, Henriet Glazer (1969) sostenía
que «La elaboración el fundamento y
materia prima del trabajo analítico y... es
tan esencial en la terapia grupal con lo es
en la individual y requiere constantes
vistas al mismo material con repetición y
elaboración de las interpretaciones, de
forma que 1as defensas se vuelvan menos
rígidas». Observó que se facilita la
elaboración debido a que el encuadre
grupal acelera la regresión y, por tanto,
accede rápidamente al material
conflictivo inconsciente. Subrayó el papel
terapéutico del grupo en la resolución de
las resistencias superyoicas: «A menudo
los otros miembros refuerzan al terapeuta
en sus interpretaciones del masoquismo
del paciente. Señalan (al paciente)
necesidad compulsiva de autoatacarse por
al que es inevitable. Le convencen de que
está un error, que no necesita
atormentarse». Se cita como elementos
facilitadores de la elaboración la alerta del
grupo hacia las distorsiones
transferenciales persistentes y su
disposición a ayuda al terapeuta cuando
se enreda en el problema transferencial
-contratransferendal.
Algunos terapeutas grupales
psicoanalítico expresan sus dudas sobre la
prolongación de elaboración en el
contexto grupal. E. James A Honey
(1971) argumenta que en grupo la
neurosis de transferencia se puede
desarrollar sólo ha cierto punto. Piensa
que, por su propia naturaleza, el grupo
impide las regresiones requerido para la
activación completa de las relaciones
tempranas. Wilfred Bion (1961) y otros
analistas que han utilizado la terapia
grupal consideran suficiente la regresión
que se produce en el grupo afirman que
conlleva el desarrollo de transferencias
preedípicas intensas hacia el grupo con un
todo (transferencia materna temprana),
hacia los compañeros y hacia el terapeuta.
Ramón Ganzarain (1989), un analista que
trabaja en terapia individual y grupal,
afirma haber observado el desarrollo de
neurosis transferenciales en grupo «con
regresiones profundas que permitieron la
elaboración de ansiedades psicóticas y
mecanismos de defensa primitivos».
Acompaña sus afirmaciones de material
clínico. Ganzarain señaló que la
elaboración es la característica esencial de
la terapia grupal que la distingue de otras
modalidades terapéuticas y observó que
12
los grupos no psicoanalíticos tienden a ser
más breves a la vez que trabajan con la
abreacción y la catarsis.
Aplicación
Fay era una mujer de 36 años, casada
y con un largo historial de síntomas
somáticos. Aunque poseía una buena
inteligencia, funcionaba simplemente en
un trabajo como funcionaría civil. Su
problema nuclear se centraba alrededor de
una rivalidad fiera con su hermano menor,
gravemente enfermo y cuyas múltiples
enfermedades e incapacitación
progresiva, desde la infancia, había
absorbido por completo la atención de los
padres. El nacimiento del hermano, dijo
Fay en una ocasión, «arruinó mi vida».
Esa rivalidad se actuó en el grupo en
varias ocasiones, con muestras de
hostilidad hacia otros miembros, con su
necesidad de monopolizar la atención
grupal, con prolongados relatos sobre sus
inadecuaciones, quejas sobre sus
compañeros de trabajo y superiores, así
como sobre los efectos perniciosos del
trato de sus padres. También mostraba el
patrón conductual de sentarse en una
postura de congelación corporal y rigidez
facial cuando alguien atraía la atención
del grupo durante un rato. Aunque eran
conscientes de sus patrones de conducta,
los compañeros tendían a apoyar a Fay.
Le tomaban el pelo sobre su incapacidad
de soportar que otro fuera el centro de
atención, pero se le trataba como a un
niño consentido. Esa indulgencia tenía el
efecto de reforzar su ya instalada
resistencia de compulsión - repetición, la
cual tenía como meta eliminar a los
rivales, quedándose ella como el bebé en
posesión exclusiva de la madre.
Cuando el terapeuta se centró en su
patrón resistencial, Fay ya llevaba casi
dos años en el grupo. Hacía una terapia
individual paralela con otro terapeuta que
le remitió al grupo, con la esperanza de
que se pudiera incidir en su deteriorada
autoimagen, sus tendencias
autodestructivas y su disposición a hablar
de sus insighs intelectualmente, insights
que parecían no tener efectos visibles en
su vida. El apoyo grupal le había
permitido casarse y adaptarse al
matrimonio, pero sus resistencias, tal
como las actuaba en el grupo,
permanecían intactas. El insight no había
producido cambio alguno.
El proceso de resolución de sus
resistencias se puso en marcha una sesión
en que había utilizado su tiempo y
manifestó su disposición a seguir
hablando, aunque estaba indecisa, pues
pensaba que el grupo podría sentir que ya
había hablado demasiado. En ese
momento el analista explicó (interpretó) a
Fay y al grupo que cuando se dirigía al
grupo, hablaba, más que recordar, por lo
que estaba constantemente actuando sus
sentimientos hacia el hermano, al intentar
distraer la atención del grupo hacia él, ya
que cada persona que atraía la atención se
convertía en su hermano Joey. El
terapeuta también se refirió a la
resistencia grupal, señalando que parecían
haber investido la instalación de Fay en la
resistencia con dicha conducta.
A esta interpretación siguió una
intervención de Iris diciendo que se había
estado callando una cosa, desde que Fay
entró en el grupo: la mirada de enfado de
Fay cuando alguien hablaba. También
dijo que ésta nunca mostraba su interés
por nadie y que se sentía utilizada.
Entonces Fay habló de los
sentimientos de depresión que sufría
cuando el grupo no le haga caso. Recordó
sentimientos parecidos cuando sus padres
decían que su hermano valía más que ella.
Dijo: «Sé que soy un persona egoísta». Al
final de la sesión, después que otros
hubieran hablado, le preguntaron a Fay
13
cómo se sentía. Contestó que al principio
estaba prestando atención, pero que luego
se había despistado y el pensamiento que
se le había ocurrido era: «¿Y qué pasa
conmigo?». Dijo que, aunque la sesión
había sido dolorosa, era muy útil, «porque
este es el meollo de mi problema».
A la siguiente sesión Hannah estuvo
hablando mucho rato de la relación con su
hijo. Más tarde Fay describió sus
sentimientos: «Me estaba quedando
dormida, realmente no quería oír lo que
estaba diciendo Hannah; ¡Me hubiera
encantado coserle la boca!, me sentía
envidiosa de su profesión y de ese hijo
tan maravilloso». Luego añadió: «Debo
haber querido matar a mi hermano».
Hannah le dijo con resentimiento que
nunca había querido oírla hablar y Fay le
contestóle que se sentía mal por eso. Sam,
en un tono amable, le dijo a Fay: «Tuviste
una madre que te daba tan poco, que
cualquier cosa que te diera era
insuficiente, es por eso por lo que querías
matar a tu hermano, cuando acaparaba la
atención». Hannah siguió quejándose de
Fay, diciéndole que siempre le había
prestado atención, y que a cambio, no
había recibido nada. Añadió: «Por lo
menos, podía intentarlo».
En ese momento el terapeuta sugirió
que mostrar interés sería un buen
ejercicio, incluso si no le apetecía. Poco
después Fay le preguntó algo a Hannah
sobre su hijo, a lo que respondió muy
contenta, agradeciéndole su interés.
En la siguiente sesión un paciente que
había faltado a las dos sesiones previas
contó muy contento sus vacaciones por
Europa. Fay estaba sentada en su posición
de congelación. El terapeuta le preguntó:
«¿Fay, qué es lo que transmite tu falta de
expresión?» Fay contestó que era
consciente de que estaba celosa de su
compañero. Sylvia anadió en forma
tolerante «¿Porqué no te compras una
escopeta y nos matas a todos?». Fay se rió
y dijo: «Supongo que odio a todo el
mundo».
Hannah informó que al oír a Fay la
sesión anterior había entendido los
rencores de su hermana contra ella. Iris
dijo que nunca le contaba nada bueno
sobre sí misma a su hermana, para no
poner en marcha el odio asesino que le
tenía. Siguió contando la historia de su
relación con su hermana. En un momento
miró a Fay y dijo: «Debes estar deseando
matarme, he estado hablando mucho
rato». Fay sonrió y empezó a contar en
serio lo que había sentido mientras Iris
hablaba: «Creí que no lo iba a soportar,
pensaba ¡A quién le importa!. Intenté
ponerme en su lugar, pero sólo lo logré un
poco».
Llegando al final de la sesión, el
terapeuta se dio cuenta de que Fay no le
había firmado el cheque, mientras lo
exploraba se dio cuenta de la cólera que
estaba sintiendo hacia él: «Estoy bastante
enfadada por las cosas que me estás
haciendo trabajar aquí». Los demás
miembros felicitaron a Fay por sentir y
expresar sus sentimientos. Sonia le
recordó que además de verbalizar sus
sentimientos, se suponía que debería
mostrar interés por los demás, incluso si
no lo sentía. Fay sonrió y respondió:
«Supongo que me las he arreglado para
olvidarme de ese detalle».
La sesión posterior Fay dio muestras
de una reacción regresiva frente al
compromiso del grupo para abordar su
resistencia y el intento de que mantuviera
una actitud más madura. En tono
despreciativo informó sobre sus
comportamientos irresponsables en el
trabajo: llegar tarde, alargándose en las
pausas para tomar café, retrasándose con
su trabajo y animando a sus compañeros a
hacer lo mismo. DIJO lastimeramente: «Es
tan difícil actuar de forma responsable, y
especialmente sentirme mayor y con
éxito». Los demás miembros hablaron de
14
su necesidad de comportarse como si
buscara la autodestrucción. Sam, un
miembro emocionalmente brillante y con
un don especial para ilustrar
dramáticamente los impulsos
inconscientes de los demás miembros,
sugirió que se dedicara a «joder» de
verdad en el trabajo, podía llegar dos
horas tarde e inmediatamente avisarle al
jefe que iba a salir de compras esa tarde
durante el café. Fay se rió y le dijo: «Tu sí
que me entiendes». Sam le dijo a Fay:
¿Puedo tentar la suerte hablando de mí
mismo?». Fay dio las gracias al grupo por
ayudarle a controlarse en el trabajo y le
dijo a Sam que ahora podía hablar sano y
salvo.
Una sesión varias semanas después,
tres miembros hablaron durante la
primera hora, entonces Fay dijo: «¡No
puedo soportar oír a uno más esta tarde!».
Contó las fantasías que había tenido de
extirpar las cuerdas vocales de los que
hablaban. Iris le preguntó a Fay si en
alguna ocasión anterior se le había
ocurrido lo mismo en el grupo. Fay
contestó que no. Iris le sugirió que quizás
su postura congelada y su expresión
rígida la defendían de estos pensamientos.
Fay lo confirmó y añadió que en el
pasado se guardaba su cólera para sí
misma.
Fay informó, entonces, de dos
encuentros agradables con mujeres: una
nueva amiga y una jefe benevolente en el
trabajo. También contactó con otro
miembro explicándole como manejarse
con un problema familiar. Fay parecía
estar comunicando la idea de que estaba
respondiendo a la actitud del grupo hacia
ella. En el proceso de elaboración, el rol
fundamental del grupo es ser notado, a
través de traer a la luz y centrarse en los
temas resistenciales de ella, a la vez que
le apoyan en sus excursiones por estos
territorios psicológicos inexplorados.
En la siguiente reunión participó
constructivamente y la elogiaron. Casi al
final de la sesión, la expresión de deseo
sexual en la cara de Sylvia provocó una
amplia sonrisa en Fay. Hannah, como una
madre cariñosa, exclamó: «¡Mira que
sonrisa más bonita!». En ese momento la
cara de Fay resplandeció. En los meses
siguientes Fay respondía a los demás
miembros, al tiempo que transmitía sus
sentimientos de deprivación y
resentimiento cuando otros miembros
acaparaban la atención del grupo. Habló
de sus defectos sociales e identificó su
mayor problema en todas las relaciones
como: «Simplemente es que no quiero
dar». Varios miembros le subrayaron su
relación profunda con el grupo.
A medida que se flexibilizaba la
estructura defensiva de Fay, sus
comunicaciones se fueron desarrollando,
hasta emerger material antiguo suprimido
y reprimido. Recordó haber rechazado,
hostigado y torturado psicológicamente a
su hermano. Se puso en contacto con su
intenso sentimiento de culpa por su
pasado y por no llevar una vida mejor que
la de él. También temía tener que
responsabilizarse de su hermano si le
ocurría algo a sus padres. Se sentía celosa
de que mantuvieran a su hermano y no le
diera nada a ella. Sam le dijo: «Todavía te
están entrenando para odiarlo». Fay
reconoció que sus padres recompensaban
la enfermedad. Sólo la llamaban para
contarle si alguien de la familia estaba
enfermo.
Después de seis meses de la primera
interpretación de la resistencia, Fay
empezó a trabajar en mejorar sus
relaciones familiares. Buscó la ayuda del
grupo para interactuar de forma
constructiva con sus padres y hermano,
diciendo: «En este terreno soy como un
niño de dos años». Observó que Sylvia
parecía tensa y la invitó a hablar.
15
 Un mes más tarde Fay volvió a un
modelo de conducta anterior: hacerse la
remolona en el trabajo. No tenia
esperanzas de llegar a controlar sus
impulsos destructivos y dijo en tono
desesperado: «Continuamente la cagó».
Los otros miembros respondieron
intuitivamente a esa referencia anal y le
hablaron de la necesidad de desafiar a su
madre convirtiendo su vida en un
desastre. Cheryl le dijo: «Lo mismo
puedes gratificarte actuando de esa
manera retadora, que comportarte
adecuadamente, a pesar de tu historia».
Sam le sugirió que quería castigar a sus
padres, fracasando en la vida. Ted añadió:
«Puede que incluso quiera satisfacerles».
Fay escuchó atentamente y agradeció «la
ayuda del grupo para defenderme de mi
misma».
En las siguientes cuatro o seis
semanas Fay contó los logros en su
intento de comportarse adecuadamente en
el trabajo. Indicó que las intervenciones
del grupo le habían sido muy útiles y
destacó que la idea de cooperar con su
madre fracasando ella había movilizado
su negativismo y le había influido para
actuar de forma responsable.
En un ataque de madurez Fay dijo,
por vez primera, que deseaba abandonar
ese trabajo sin futuro y matricularse en
una escuela de enfermería. El grupo
seguía controlando el comportamiento de
Fay dentro y fuera de él. Cuando surgían
conductas irresponsables temporales, Ted
le amonestaba: «Tienes que hablar más y
hacer menos, y sobre todo hablar de tus
sentimientos de venganza». Una vez,
cuando el terapeuta le indicó que su
preferencia era actuar los sentimientos en
vez de hablarlos, Fay le dirigió toda su
rabia diciendo: «Te mataría». Añadió con
sarcasmo: ¿Qué es lo que te ha llevado a
esa conclusión tan brillante?, habrás
estado estudiando».
Otro aspecto vital tocado en el
proceso de elaboración grupal fue su
necesidad de evitar el conocimiento.
Mientras se mantuviera ignorante de las
consecuencias, podía seguir actuando sus
impulsos. Dijo: «Voy por la vida con los
ojos tapados». Indicó que cuando se
comportaba en el trabajo
inadecuadamente: «no quiero enterarme,
no quiero darme cuenta de que me están
juzgando, que estoy haciendo que me
odien, y que estoy provocando que me
echen». Habló de cómo su madre la
inutilizaba, forrándole los libros, pero sin
enseñarle a hacerlo. No le enseñó a
cocinar o coser, ni le habló nunca de sexo.
Iris hizo una intervención reveladora:
«Quieres que te tratemos igual que ella,
como un niño del que no se puede esperar
nada. Tienes 37 años, cuando yo tenía 8
me ocupaba de dos niños y limpiaba la
casa. Por qué no dejas esa mierda antigua
y te comportas como una persona
mayor». En este momento Fay
experimentó la madre que debía haber
tenido, la que quería que creciera, se
hiciera mayor y tuviera éxito.
En los meses siguientes Fay dio los
pasos necesarios para empezar a estudiar.
Obtuvo una beca y consiguió la ayuda del
marido para pedir la excedencia y poder
dedicarse completamente al estudio.
Paralelamente, en el grupo, mostró una
mayor capacidad para tolerar que se
centraran en otros y permanecer atenta.
Cuando expresó la ansiedad que le
producía enfrentarse a las demandas de la
escuela de enfermería, el terapeuta atacó
los elementos residuales de su patrón de
minusvaloración diciéndole: «No te
preocupes, Fay. Podrás seguir
«jodiéndolo» llegando tarde, saltándote
las clases, no haciendo los ejercicios y
haciéndóle saber a todo el mundo lo
inadecuada que eres. Fay se rió y le dijo
que ahora si que se sentía segura. Luego
dijo en serio que cosas como esa le
16
ayudaban a mantener el control en su vida En un artículo de 1992 sobre terapia
y en la escuela. En este momento Fay grupal con pacientes que presentan poca
parecía estar validando la eficacia de las capacidad para llevar a cabo tareas
intervenciones dirigidas a inmunizarla básicas del desarrollo, Elaine Cooper
contra los efectos perniciosos de sus Lonergan afirmó: Integrarse en un grupo
patrones repetitivos. en que se afrontan las tareas básicas de
Fay siguió hasta graduarse y desarrollo saca a estas mujeres de la
afianzarse en su primer trabajo. Sus infancia para llevarles a la madurez.
relaciones con sus padres y hermano Cuando participan tienen la oportunidad
mejoraron considerablemente, y dijo de trabajar los aspectos orales, anales y
sentir que «había crecido» y se sentía edipicos. Progresan en el manejo de
capaz de tener y criar un hijo. temas como la confianza y la intimidad,
Después de la primera interpretación generando un nivel superior de
de la resistencia por parte del analista, el funcionamiento individual y grupal.
proceso de elaboración supuso que el I. Harwood llega a similares
terapeuta y el grupo volvieran repetidas conclusiones en un artículo sobre
veces sobre su patrón repetitivo con pacientes con fijaciones y regresiones. En
diferentes intervenciones elaborativas, él afirma: «Los aspectos narcisísticos y
interpretativas y transmisoras de borderline disminuyen cuando se
emociones (Ormont, 1992). El objetivo, entienden como maniobras defensivas
con Fay, no era obligarle a rendir sus para proteger un self frágil, herido o
resistencias, sino más bien, liberarla de la inexistente. Una vez que se experimenta
tiranía de su conducta compulsiva. Una esa protección, la persona, incluso con un
de las primeras resistencias que se self no cohesivo, puede atreverse a
abordaron fue el uso que hacia de la reanudar el viaje del
comunicación pre-verbal (impasividad autodescubrimiento».
facial y rigidez corporal). Esa resistencia
se disolvió gradualmente ayudándole a
verbalizar los sentimientos que escondía
(rivalidad fraterna cuando recibían
atención por parte del grupo, madre
simbólica). Otros patrones repetitivos que
estaban relacionados eran su necesidad de
seguir siendo la niña desadaptada y su
necesidad de sabotear su propio éxito, así
como competir con su hermano frente a
los padres en la enfermedad y el fracaso.
La elaboración se llevó a cabo en un
clima emocional en que, más que obligar
a la niña deprivada a que creciera, los
otros miembros le animaban y ayudaban a
madurar actuando como madre nutriente
(Rosenthal, 1991). El grupo funcionó
como agente de maduración y como
aliado excepcional del terapeuta, para
ayudarte a liberarse de la dictadura de sus
patrones impulsivos.

17