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EL PROBLEMA DE LA RELACION

INVESTIGACION-DOCENCIA:
¿ENSENAR LO QUE SE INVESTIGA?
Es una vieja cuestión: si es conveniente separar la docencia de la investigación. Hay
docentes universitarios que no investigan; hay también investigadores que enseñan porque
no tienen más remedio, pero se sienten investigadores y sin vocación para la enseñanza
¿Qué hacer? A esto se añade que hay docentes no investigadores que saben transmitir bien
las enseñanzas de otros (a veces tan solo conocen poco más que algunos manuales u obras
generales, pero son buenos comunicadores); en el otro lado, hay investigadores, excelentes
investigadores de prestigio, que son un desastre para la enseñanza: parece que sus
desordenadas e ininteligibles clases no tienen otros interlocutores que ellos mismos.

Entre los casos extremos, el ideal es el del investigador-docente: un investigador que


enseñe lo que ha investigado porque no hay nadie mejor que él para hacerlo, puesto que
domina la materia, pero un investigador instruido en las artes de la docencia, que se ponga
a la altura de los alumnos y sepa transmitir sus enseñanzas. En mi opinión, no se justifican
en la universidad los docentes sin investigación, entre otras razones porque al universitario
le caracterizan la docencia y la investigación conjuntamente, y si se reduce su horario de
clases (en comparación con docentes de otros niveles educativos) es precisamente para
que cuente con tiempo suficiente para investigar. Me parece un ejemplo de incumplimiento
de deberes laborales el de los profesores universitarios que se limitan a dar sus clases y no
investigan ni ofrecen resultados de investigación, puesto que en el cómputo de su horario
laboral se incluye un buen número de horas para la investigación. Pero también los
investigadores deben saber enseñar y prepararse a tal efecto, realizando los cursos de
metodología docente necesarios, que no es sólo problema suyo, sino de la universidad
donde trabaja. Las universidades deben tomarse muy en serio la cuestión olvidada de la
preparación docente de sus enseñantes, obligándoles (sic) a pasar por cursos
metodológicos y por encuestas evaluadoras de la calidad de su enseñanza; nunca estas
segundas sin los previos cursos preparatorios. Los planes de estudio y los programas de
doctorado debieran contener asignaturas básicas de iniciación a la investigación y de
metodología docente. El ideal de que un investigador enseñe lo que ha investigado se
contrapone con la práctica habitual de la enseñanza universitaria, en la que los profesores
explican todo un largo programa, sobre cuyos temas no han investigado, salvo algunas
pocas excepciones. Sólo en algunas asignaturas de escasos créditos podría establecerse la
relación investigación-docencia. La solución posible consistiría en desglosar las asignaturas
en apartados, siendo explicados cada uno de ellos por el profesor pertinente: el que
domina mejor la materia, porque a ella ha aplicado sus investigaciones. Recuerdo que mis
compañeros de Filosofía del Derecho de una universidad española dividían la asignatura de
primer año (Teoría del Derecho) en bimestres, de cada uno de los cuales se encargaba un
determinado profesor. El profesor especialista en los temas del bimestre explicaba su
materia en todos los grupos de primer curso; disponía después del resto del curso para
investigar sin carga docente. ¿Es un buen sistema?

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