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CAPÍTULO PRIMERO

EL ABOGADO Y LOS COLEGIOS DE ABOGADOS

1. Concepto.
El abogado es un profesional. Abogado es sinónimo de letrado, pero no de jurista, ni de
jurisconsulto, ni de licenciado.
El abogado es un colaborador imprescindible de la administración de justicia y el garante
del derecho constitucional a la defensa.

2. Definición legal.
La LOPJ (art. 542) dispone que corresponde en exclusiva el título de abogado al licenciado
en derecho que ejerza profesionalmente la dirección y defensa de las partes en toda clase
de procesos, o el asesoramiento y consejo jurídico.
El Estatuto General de la Abogacía Española define la abogacía como una profesión libre e
independiente que presta un servicio a la sociedad en interés público y que se ejerce en
régimen de libre y leal competencia, por medio del consejo y la defensa de derechos e
intereses públicos o privados, mediante la aplicación de la ciencia y la técnica jurídicas, en
orden a la concordia, a la efectividad de los derechos y libertades fundamentales y a la
justicia.

3. Definición jurisprudencial.
Abogado es aquella persona que, en posesión del título de licenciado en derecho, previa
pasantía, o sin ella, previo curso en Escuela de Práctica Jurídica, o sin él, se incorpora a un
Colegio de abogados y, en despacho propio o compartido, efectúa los actos propios de esa
profesión y, en general, la defensa de intereses ajenos, judicial o extrajudicialmente.

4. Campos de actuación de la abogacía.


Los campos propios de la abogacía son la defensa y el asesoramiento o consejo jurídicos.
Dentro de las actividades propias, hay una que corresponde en exclusiva al abogado: la
defensa.

5. Características esenciales del abogado.


Son:
- Ser licenciado en derecho (o graduado).
- Estar incorporado a un Colegio de abogados en calidad de ejerciente (la colegiación
como no ejerciente no faculta para el ejercicio de la profesión ni confiere el derecho a
denominarse abogado; existe la categoría de abogados sin ejercicio, los que pasan a la
categoría de no ejercientes después de haber ejercido por lo menos durante 20 años).

6. El abogado en la Constitución española.


Es el único profesional mencionado en la CE y anda menos que en cuatro oportunidades
(arts. 17, 24, 122 y 159).

7. Colegiación obligatoria.
La incorporación a un Colegio de abogados es requisito sine qua non para ser abogado
(exigencia sólo de rango legal, por lo que una ley ordinaria puede modificarla).

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8. Constitucionalidad de la colegiación obligatoria.
Es plenamente compatible, a juicio del TC, la colegiación obligatoria y la libertad negativa
de asociación.
Sin embargo, el TC ha declarado que la colegiación obligatoria debe responder a una
necesidad de servir un interés público.
En el caso de los Colegios de abogados, cumplen con determinadas funciones que pueden
considerarse de interés público:
- Tienen a su cargo la organización y gestión de los servicios de asistencia letrada y de
defensa según la Ley 1/1996 de 10 de enero de Asistencia Jurídica Gratuita.
- Emiten informes cuando se impugnan las tasaciones de costas por considerarse
excesivos los honorarios de los abogados.
- Ejercen la potestad disciplinaria sobre los abogados según dispone la Ley de Colegios
Profesionales.
- Llevan el registro de las Sociedades Profesionales.
- Pueden crear un órgano centralizado de Prevención del blanqueo de capitales.

9. Concepto, fines, funciones y normas aplicables a los Colegios de abogados.


Los Colegios de abogados son, a tenor del art. 2.1 del vigente EGAE, corporaciones de
derecho público amparadas por la ley y reconocidas por el Estado, con personalidad
jurídica propia y plena capacidad para el cumplimiento de sus fines (la ordenación del
ejercicio de la profesión, su representación exclusiva, la defensa de los derechos e
intereses profesionales de los colegiados, su formación profesional permanente, el control
deontológico, la aplicación del régimen disciplinario…).
Las funciones de los Colegios son públicas y privadas (naturaleza bifronte); en cuanto a sus
funciones públicas se rigen por el derecho administrativo y en cuanto a las restantes, por
el derecho privado:
- Son Corporaciones de derecho público en los que la administración delega
determinadas facultades y poderes.
- Son entes que podrían ser comparados a una asociación gremial que se mantiene
fundamentalmente con las aportaciones de sus miembros y ellos prestan un servicio.
El TC las considera como corporaciones sectoriales de base privada, corporaciones públicas
que realizan una actividad en gran parte privada y tienen delegadas por la ley funciones
públicas.

10. La organización colegial en España.


En la actualidad existen 83 Colegios de abogados en España (se dividen en uniprovinciales,
aquellos cuyo ámbito de competencia corresponde a toda la provincia en cuya capital
tienen su sede, provinciales, aquellos que teniendo su sede en la capital de la provincia no
extienden su ámbito a todo su territorio por existir otros Colegios en la zona, y los que
tienen competencia en uno o más partidos judiciales, denominados antes <<de partido>>);
el ámbito de la competencia de cada Colegio no está establecido en la ley y el EGAE se
limita a dar una idea general sobre la materia.

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11. Estructura y funcionamiento de los Colegios de abogados.
El EGAE contempla una gran libertad de organización de los Colegios. Sin embargo, su
estructura responde a las siguientes pautas:
- Está presidido por un Decano.
- El gobierno de la institución corresponde a una Junta de gobierno.
- Los Estatutos de cada Colegio pueden prever la creación de una Asamblea Colegial
permanente, con facultades económicas.
- Propenden a la descentralización funcional y territorial.
- Territorialmente, se crean Delegaciones en los diversos partidos judiciales para el
mejor cumplimiento de sus fines y para acercar los Colegios a los colegiados.

12. Colegiación única.


Para el ejercicio de la profesión era requisito indispensable estar colegiado en el Colegio en
cuyo ámbito territorial se ejerciese.
Hoy se puede, incorporado en el Colegio correspondiente al del domicilio único o principal,
ejercer en todo el territorio nacional, en el de otro Estado miembro de la Unión Europea y
del Espacio Económico Europeo según lo dispuesto en la normativa vigente en aplicación
del derecho comunitario.

13. La coordinación nacional de los Colegios. El Consejo general de la abogacía española.


El CGAE es el órgano representativo, coordinador y ejecutivo superior de los Colegios de
abogados de España y tiene, a todos los efectos, la condición de corporación de derecho
público, con personalidad jurídica propia y plena capacidad (vela por el correcto
cumplimiento de la profesión de abogado y por la defensa de los derechos fundamentales
de los ciudadanos).
En las CCAA se han creado Consejos Autonómicos y, allí donde existen, los Colegios están
integrados tanto en el Consejo Autonómico cuanto en el Consejo General.

14. La CCBE.
Un organismo denominado Consejo de Colegios de Abogados de Europa, CCBE, representa
a los Colegios de abogados europeo y a sus miembros en todos los asuntos de interés
mutuo relacionados con el ejercicio de la profesión transnacional e internacional a nivel
europeo.
Ha aprobado un Código de Deontología que el CGAE ha acogido y que rige en las
actuaciones transnacionales.

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CAPÍTULO SEGUNDO LA DEONTOLOGÍA EN GENERAL

1. Introducción.
El término <<deontología>> fue acuñado por el filósofo y abogado inglés Jeremías
Bentham (1748-1832) que escribió una obra póstuma que tituló “Deontología o ciencia de
la moral”.
Bentham considera que la deontología debe sustentarse (como, en general, la moral) en el
principio de utilidad (según tal principio, los actos de los hombres -buenos o malos- sólo se
explican y tienen tal carácter en función de la felicidad o bienestar que puedan
proporcionar).
A pesar de su condición de abogado, Bentham no aplicó sus estudios sobre deontología a
los deberes profesionales (la deontología no viene a ser aplicada al estudio de estos
deberes sino a partir de 1845, cuando Max Simon escribe una obra sobre los deberes de la
profesión médica).
De una manera simple, la ontología es la parte de la metafísica que trata del ser en general
y de sus propiedades trascendentales (si la ontología es la ciencia del ser, la deontología es
la ciencia del deber ser).
En todas sus acepciones, el concepto de deber es equivalente al de obligación o tener
obligación (sin embargo, el concepto de obligación tiene resonancia jurídica y el de deber
moral o ética).

2. Las normas y sus clases.


Clases de normas:
- Normas sociales de urbanidad o de las llamadas <<de buena educación>> (exigen la
alteridad y no traen aparejadas más sanción que el menosprecio o la exclusión de la
sociedad), su fuente es la costumbre.
- Norma moral o ética (no exige la existencia de otro para su existencia, pertenecen al
fuero interno, a las acciones o caracteres de las personas, desde el punto de vista de la
bondad o malicia; su obligado cumplimiento es una imposición personal a la que nadie
puede ser constreñido)1.
- Norma jurídica (comparte con la norma simplemente social la necesidad de la
alteridad pero se diferencia de ella en que es de obligado cumplimiento, su
vulneración tiene consecuencias también reguladas por el derecho y, siempre que sea
posible, es exigible in natura; cuando no es posible exigir el cumplimiento forzoso, tare
aparejada una sanción)2.
La deontología del abogado, así definida, fue mucho tiempo consuetudinaria y este
tratamiento la acerca a la moral. Pero ya hace un buen tiempo que se ha introducido el
derecho escrito en estos dominios como en otros, y hoy el origen de las normas se ha
hecho otro.

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La norma ética o moral se convierte en jurídica cuando adquiere tal relevancia que la colectividad
estima que debe ser obligatoria para todos (lo que se persigue no es la perfección individual sino la
convivencia y el bien común).
2
La norma jurídica manda, prohíbe o permite actos humanos (la antijuricidad es la falta de conformidad
de los actos humanos con la norma jurídica). No toda norma jurídica tiene un contenido moral (hay
muchas cuyo contenido es de simple ordenación).

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3. La aportación de la Constitución española a la deontología.
Existe una afirmación del carácter estrictamente jurídico de las normas deontológicas en la
constitución española, que en su art. 26 dispuso: se prohíben los Tribunales de Honor en el
ámbito de la Administración civil y de las organizaciones profesionales (los tribunales de
honor, formados por individuos de la misma categoría del inculpado, decidían si su
dignidad le permitía pertenecer al cuerpo o profesión del que era miembro).
Los tribunales de honor no juzgaban actos concretos sino conductas y personalidades (el
bien protegido no era el honor del sometido a su juicio sino la dignidad del conjunto de sus
iguales).
El TC tiene declarado que las normas de deontología profesional aprobadas por los
Colegios profesionales no constituyen simples tratados de deberes morales sin
consecuencias en el orden disciplinario (tales normas determinan obligaciones de
necesario cumplimiento por los colegiados y responden a las potestades públicas que la ley
delega en favor de los Colegios).
El carácter estrictamente jurídico de las normas deontológicas no menoscaba en absoluto
el que tengan un contenido ético y unos principios esenciales que cada normativa se
encarga de reiterar.
La deontología no es filosofía, ni siquiera filosofía del derecho, es derecho en estado puro
(inspirado en principios de contenido).
Cabe plantearse si es derecho público o privado:
- Derecho privado (su destinatario, el abogado, es un ciudadano particular que en sus
actividades privadas se rige por normas de carácter privado).
- Derecho público (la pertenencia obligatoria del abogado a una corporación de derecho
público, los Colegios profesionales, le confieren una dimensión pública).
El abogado ha abandonado su carácter privado de profesional al servicio de su cliente con
su inmersión completa en lo público ya que realiza una función social imprescindible.

4. Definición de deontología.
La deontología profesional se dirige a quienes tienen tal carácter porque en ellos concurre:
- La alta capacitación que se presume viene dada por la posesión de un título académico
después de cursar estudios de nivel superior.
- La reglamentación del acceso y ejercicio de la actividad.
- La independencia en su ejercicio.
- La relación con el cliente.
- La responsabilidad personal por las actuaciones que se lleven a cabo.
- La partencia a una corporación.
La relación es fundamental en el objeto de las normas deontológicas. El abogado se
relaciona habitualmente con su cliente, con la parte adversa o contraria, con sus
compañeros de profesión, con los tribunales de justicia, con los diversos operadores
jurídicos y con su Colegio.
Podría definirse la deontología del abogado como el conjunto de normas jurídicas que
regulan sus relaciones con su cliente, con la parte adversa, con sus compañeros de
profesión, con los órganos y funcionarios ante los que actúa y con su Colegio profesional,
normas cuyo origen y tutela son corporativos.
Clasificación de las normas deontológicas:
- Sustantivas (aquellas que establecen derechos y obligaciones del abogado frente a las
demás personas y entidades con las que se relaciona).
- Adjetivas (regulan los procedimientos para hacer efectivo el cumplimiento de las
normas sustantivas).
- Penales o sancionadoras (tipifican las infracciones, contienen un auténtico catálogo de
conductas, prevén las sanciones y sus contingencias).

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5. Precisión del concepto de abogado a los efectos deontológicos.
Al abogado no se le debe exigir más en sus actuaciones, cuando actúa como ciudadano,
que a cualquier otro ciudadano.
La abogacía es una profesión y como tal debe ejercerse constantemente para estar sujeto
a los derechos y obligaciones que ella impone (no se es abogado a secas, se es abogado de
alguien; por ello, la obligación que impone la profesión para los compañeros es exigible
cunado los letrados están actuando en ese carácter).
Las normas especiales que rigen la deontología tienen sentido en la medida en que se
ejerce la profesión (carecen de él cuando se trata de relaciones personales o privadas aun
cuando estén vinculadas de modo más o menos directo con el ejercicio de la profesión).
El abogado está sujeto a una serie de obligaciones, pero como ciudadano el abogado no es
de peor ni diferente condición que la del resto, por eso, los abogados pueden tener toda
clase de relaciones con sus compañeros de índole privada.
Sólo por excepción, el incumplimiento del pago de algunas deudas de carácter civil tiene
contenido disciplinario.
La zona más difusa se produce en las situaciones en que el abogado se defiende a sí
mismo.

6. Fuentes de la deontología.
La deontología profesional de la abogacía había venido siendo prácticamente hasta hace
unos pocos años una disciplina jurídica sin desarrollo doctrina que se transmitía de
generación en generación en el interior de los despachos (este sistema consuetudinario de
transmisión de las normas ya no es válido).
Hemos asistido en los últimos años a un proceso de codificación de la deontología que más
que codificación ha resultado una verdadera compilación de normas establecidas por la
costumbre.
Se distingue entre normas corporativas o endógenas (Estatuto General de la Abogacía
Española, aprobado por RD 658/2001 de 22 de junio3, que sustituye al Estatuto General de
la Abogacía aprobado por RD 2090/1982, de 24 de julio, los Códigos deontológicos, los
Estatutos particulares cada Colegio, las normas y circulares del CGAE, los Códigos de los
Consejos Autonómicos y los acuerdos de las Juntas de Gobierno de los Colegios de
abogados de España) y normas emanadas del parlamento o exógenas (Constitución
española, la LOPJ, el CP, la LEC, la LECrim, Ley 2/1974, de 13 de febrero, de Colegios
profesionales y leyes que regulan las CCAA).

7. Codificación de la deontología.
La plena conversión de la norma que disciplina el quehacer del abogado (moral en sus
orígenes) en norma jurídica trae como corolario inevitable la codificación.
En aras de la seguridad jurídica, cuando la norma deviene por imperio del estado de
derecho en jurídica se produce una tendencia a su plasmación escrita (esta codificación,
que es más una recopilación de usos y costumbres, corre el riesgo de la petrificación que
toda labor de codificación supone, petrificación contraria a la naturaleza misma de la
deontología que debe ir adaptándose a los modos y maneras del ejercicio de la abogacía).

3
No es el gobierno sino el Consejo General de la profesión de que se trate quien elabora el Estatuto de
la misma, por más que luego ese texto aprobado por el Consejo General deba ser aprobado también por
el gobierno de la nación.

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8. Los códigos deontológicos.
Aprobado el Estatuto, la Asamblea de Decanos del CGAE celebrada en 1987 aprobó unas
denominadas <<normas deontológicas de la abogacía española>>.
En otra Asamblea de Decanos celebrada en 1995 se introdujeron algunas modificaciones a
las Normas y se le denominó <<Código Deontológico>> al que habría de ser el primer
Código Deontológico de la Abogacía Española.
El segundo Código Deontológico de la Abogacía Española fue aprobado por el Pleno del
CGAE en el año 2000 (el nuevo Código no deroga expresamente el de 1995, ni siquiera lo
menciona, produciéndose una derogación orgánica tácita del antiguo Código, ya que se
regula la totalidad de una misma materia, pero en forma diferente).
La validez del Código deontológico ha sido declarada por los tribunales de justicia.
Como consecuencia de la aprobación del EGAE, el Pleno del Consejo aprueba un nuevo
Código Deontológico en 2002 adaptado al Estatuto (modificado en diciembre de 2002 y en
otras 2 oportunidades). Este nuevo cuerpo normativo abroga expresamente el anterior al
disponerlo así su Disposición derogatoria.

9. Normas deontológicas del Estatuto general de la abogacía española y su impugnación.


Por RD 658/2001 de 22 de junio se aprueba el nuevo Estatuto General de la Abogacía
Española sobre la base de un proyecto elaborado por el Consejo General. El Estatuto fue
objeto de numerosas impugnaciones ante los tribunales de justicia. A la fecha, se han
resuelto todas las impugnaciones con resultado de desestimación, salvo dos que han
producido la declaración de nulidad de sendos preceptos.

10. Las modernas tendencias sobre la codificación; la deontología y la libre competencia. La


directiva de servicios.
La Directiva, conocida como Directiva Bolkestein fue transpuesta a la legislación interna
española por Leyes 17/2009 y 25/2009.
La evolución de las normas deontológicas continuará porque es necesario adaptarlas a los
nuevos tiempos que se caracterizan por una abogacía diferente a la tradicional.

11. Unidad y pluralidad de la deontología: un código deontológico universal.


Cuando se publica el proyecto de propuesta de Directiva de servicios en noviembre de
2003, el CCBE inicia los trabajos para el desarrollo de un Código Deontológico uniforme de
aplicación nacional. A pesar del gran esfuerzo desplegado y la inteligencia y calidad del
proyecto no ha pasado de tal categoría y la idea ha sido aplazada sine die contentándose
de momento con la elaboración de los Principios deontológicos comunes para los
Abogados.

12. El código de conducta de los abogados ante el Tribunal penal internacional.


No hace mucho se ha aprobado el Código d conducta de los abogados ante el tribunal
Penal Internacional.
Además de muchas imperfecciones, el Código contiene algunas situaciones que resultan
preocupantes para el ejercicio de la abogacía.

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13. Legalidad, tipicidad, publicidad y previsibilidad de la norma deontológica.
La norma deontológica (jurídica) es de obligado cumplimiento y su vulneración trae
aparejada una sanción.
Hay, sin embargo, algunas peculiaridades que la caracterizan y que han sido objeto de
debate judicial y análisis por parte de los tribunales.
Se ha discutido la naturaleza de verdadera norma jurídica de las normas deontológicas
contenidas en los Códigos, porque no definirían por sí mismas conductas típicas. Por otra,
porque no cumplen los requisitos de la publicación en un diario oficial que establece el art.
52 de la Ley 30/1992 de Régimen Jurídico de las AAPP (esta objeción se refiere a las
normas concretas contenidas en los Códigos deontológicos y no a las normas
deontológicas en sí).
Es posible, de acuerdo con el TC, que, en razón de la especial relación de dependencia,
asumida por el colegiado cuando solicita su admisión a la profesión, que las actuaciones
sancionables y las sanciones no estén definidas por la ley, siempre que la ley las remita a
una norma de inferior rango.
Como resumen puede afirmarse que las normas deontológicas que no están consagradas
con rango formal de ley son igualmente válidas respecto de sus destinatarios ya que por su
especial relación con los órganos que las aplican tienen la obligación de conocerlas y la
oportunidad también porque tales normas no se mantienen ocultas, son dadas a conocer,
y quienes las aplican y exigen su cumplimiento tienen una habilitación legal que es
suficiente en este caso.
Además, aun cuando no está definida en su integridad la conducta reprochable, su
descripción, aún en términos generales y abstractos, es suficientemente clara para ser
entendida por los profesionales a quienes s eles aplica (la tipificación por incumplimiento
de las normas deontológicas que gobiernan la actuación de los abogados constituye una
predeterminación normativa con certeza suficiente para predefinir las conductas
sancionables debido a la naturaleza de tales normas y a la potestad pública delegada por la
ley a favor de los Colegios profesionales).

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CAPÍTULO TERCERO LOS PRINCIPIOS INSPIRADORES DE LA DEONTOLOGÍA. LA
INDEPENDENCIA

1. Los principios de la deontología.


Si la deontología del abogado es un conjunto de normas jurídicas que regulan sus
actuaciones profesionales, las normas deontológicas crean una pléyade de derechos y
obligaciones para aquéllos con los que se relaciona.
La costumbre surge cuando la sociedad percibe que esos hábitos son <<buenos>> para su
desarrollo y esa percepción es tan fuerte que se estima de obligatorio cumplimiento su
observancia.
Esas <<bondades>> se han catalogado en los llamados <<principios>> que la inspiran.
La deontología no sólo sanciona sino plasma en un conjunto de normas la conducta recta,
aquella que será demandada por la sociedad.
El abogado no es solamente el operador jurídico que vela por los intereses de su cliente; es
el que presta un servicio a la sociedad garantizando el derecho de defensa sin el cual el
Estado de derecho no existe.
La definición de la abogacía contenida en el EGAE recalca dos de los principales principios
que la rigen: la libertad y la independencia.
Puede efectuarse la siguiente enumeración de principios:
- Independencia.
- Libertad.
- Dignidad.
- Confianza e integridad.
- Reserva y confidencialidad.
- Lealtad.
- Transparencia.
- Colegialidad.
La LOPJ sujeta la actuación del abogado al que denomina <<principio de buena fe>>. El TS
ha venido a añadir un nuevo principio: la prudencia.

2. El principio de independencia.
Se dice que la abogacía es independiente porque no está subordinada a ningún poder del
Estado o grupo social que condicione sus actuaciones y que un abogado es independiente
porque no recibe órdenes de nadie (instrucciones, recomendaciones, solicitudes,
requerimientos, sí, pero órdenes no).
A diferencia de la independencia que es abstracta y absoluta, la libertad es concreta y
relativa (se refiere necesariamente a una determinada facultad y sólo cuando la libertad
no viene sucedida de ningún complemento se está aludiendo a la libertad personal como
contrapuesta a la detención o prisión).
Así pues, se empleará la expresión independencia del abogado como equivalente a la no
subordinación y libertad como facultad para realizar una o más actuaciones determinadas.
El art. 2.1 del Código dispone que <<La independencia del abogado es una exigencia del
Estado de derecho y del efectivo derecho de defensa de los ciudadanos, por lo que para el
abogado constituye un derecho y un deber>>.

3. La independencia ante el juez.


A diferencia del juez, el abogado es independiente pero no es imparcial (no obstante, juez
y abogado están a la misma altura).
La Sala está siempre presidida por un juez que como tal presidente está asistido de unas
facultades que si no se ejercitan correctamente pueden llegar a menoscabar la
independencia del abogado para evitar lo cual se han establecido mecanismos colegiales
previstos en el EGAE.

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4. El amparo colegial.
Frente a la posible amenaza para la independencia que puede representar una excesiva
intervención judicial, los Colegios han desarrollado la institución del amparo.
El EGAE establece en su art. 41 que <<Si el abogado actuante considerase que la autoridad,
tribunal o juzgado coarta la independencia y libertad necesarias para cumplir sus deberes
profesionales, o que no se le guardase la consideración debida a su profesión, podrá
hacerlo constar así ante el propio juzgado o tribunal bajo la fe del secretario y dar cuenta a
la Junta de Gobierno. Dicha Junta, si estima fundada la queja, adoptará las medidas
oportunas para amparar la libertad, independencia y prestigio profesionales>>.
Así, sería el amparo colegial el conjunto de medidas que adopta el órgano de gobierno de
un Colegio profesional para restablecer la independencia, libertad o prestigio profesionales
cuando estos valores son amagados por una autoridad o tribunal.
No todos los valores de la abogacía ni todos los principios que la inspiran son susceptibles
de amparo colegial pero sí la independencia, la libertad y el prestigio o dignidad.

5. La independencia frente al cliente y frente a sí mismo: el conflicto de intereses.


El abogado no puede depender de su cliente ni de sí mismo.
El art. 2.4 del CD dispone en su primera parte que <<La independencia del abogado le
permite rechazar las instrucciones que, en contra de sus propios criterios profesionales,
pretenda imponerle su cliente…>>.
La relación cliente-abogado no es, desde el punto de vista civil, un mandato, que sitúa al
mandatario en la obligación de atenerse a las instrucciones del mandante, sino un
arrendamiento de servicios.
El abogado está sometido a una pléyade de obligaciones que constituyen derechos para un
conjunto de titulares. Existirá conflicto de intereses cuando estas obligaciones le impongan
actuaciones contradictorias (conflicto de obligaciones).
Pueden agruparse las situaciones de conflicto de intereses en tres:
- El conflicto entre las obligaciones que tiene para con su cliente con sus deberes para
con la sociedad.
- Aquellas colisiones entre sus obligaciones y su posición personal.
- El conflicto que se produce cuando un abogado actúa para dos o más clientes.

6. Actuación en beneficio de todas las partes; la actuación en temas matrimoniales.


El art. 13.4 CD permite la intervención profesional <<…en interés de todas las partes en
funciones de mediador o en la preparación y redacción de documentos de naturaleza
contractual, debiendo mantener en tal supuesto una estricta y exquisita objetividad>>.
La misión del abogado en estos casos es limitada: debe constreñirse a su actuación como
mediador o a preparar o redactar documentos contractuales pero, en ningún caso, a
negociar, transar o convenir determinados elementos del contrato, ni asesorar para su
concierto limando diferencias, más allá de su función de mediador. Debe haberse
alcanzado previamente el acuerdo y el abogado limitarse a redactarlo, ponerlo por escrito,
formalizarlo y explicar a todos los intervinientes su significado y alcance, siempre con la
máxima objetividad.
La actuación en interés de todas las partes será siempre excepcional.
En los casos de separación y divorcio de común acuerdo, las partes pueden valerse de un
solo abogado. El art. 750 LEC así lo permite, pero nunca podrá actuar después en interés
de uno y en contra del otro consorte.

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7. Las incompatibilidades como salvaguarda de la independencia.
El Código deontológico de la abogacía española no establece causas de incompatibilidad
para el abogado. Se limita a regular las obligaciones del que en ellas incurra al disponer su
art. 6 que debe solicitarse la baja cuando se esté incurso en causa de incompatibilidad
absoluta para el ejercicio de la abogacía.
El EGAE sí establece en sus arts. 22 y ss. las normas sobre la incompatibilidad para el
ejercicio de la profesión disponiendo que hay una incompatibilidad genérica con cualquier
actividad que pueda suponer un menosprecio de la libertad, la independencia a la dignidad
que le son inherentes y con el desempeño de cargos, funciones o empleos públicos en el
Estado y en las AAPP y con las profesiones de Procurador, Graduado Social, Agente de
Negocios, Gestor Administrativo y cualquiera otra cuya propia normativa reguladora así lo
especifique.
En la última modificación experimentada en la Ley 2/1974, de 13 de febrero, sobre
Colegios Profesionales, su art. 2, apartado 5, quedó redactado así: <<En todo caso, los
requisitos que obliguen a ejercer de forma exclusiva una profesión o que limiten el
ejercicio conjunto de dos o más profesiones, serán los que se establezcan por ley>>
El ejercicio de la abogacía es incompatible con la intervención ante aquellos Organismos
jurisdiccionales en que figuren como funcionarios o contratados el cónyuge, el conviviente
permanente con análoga relación de afectividad o los parientes del abogado, dentro del
segundo grado de consanguinidad o afinidad.

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CAPÍTULO CUARTO LOS PRINCIPIOS INSPIRADORES DE LA DEONTOLOGÍA: LA LIBERTAD

1. Libertad e independencia.
Concibo la independencia como un principio esencial que no está generalmente sujeto a
rebaja ni limitación alguna. La libertad, en cambio, es graduable, limitada por su propia
naturaleza y de carácter relativo, siempre referida a un objeto determinado.
Se puede afirmar que el abogado es independiente peor no puede decirse que el abogado
es libre, así, a secas.
Lo que sí puede decirse es que el abogado es <<libre para>> o que goza de <<libertad
de>>.
El abogado goza del haz de libertades que consagra la Constitución y el conjunto de
normas de inferior jerarquía que han ido desarrollándolas (esa pléyade de facultades
justifica que en lugar de libertad se hable de libertades).

2. La libertad de defensa.
Desde los albores de la civilización a quien ejercía el poder le venía atribuido la facultad de
castigar (el ius puniendi). Frente a ese poder se levanta un contrapoder que está
constituido por la defensa (ese contrapoder se encomienda al abogado). Ese derecho de
defensa se constituye como garantía para los presuntos infractores tanto en la vía penal
cuanto en la vía civil y es un componente inescindible de la administración de justicia.
No es sino hasta la Constitución española de 1978 que se consagra y como derecho
fundamental el derecho a la defensa y a la asistencia de letrado.
El derecho a la defensa para el justiciable se ha transformado en una suerte de obligación:
a defenderse y en la mayor parte de los casos, a contratar una defensa técnica.
Establece el art. 3.1 CD que el abogado tiene el derecho y el deber de defender y asesorar
libremente a sus clientes, sin utilizar medios ilícitos o injustos, ni el fraude como forma de
eludir las leyes. El abogado es quien decide la forma y la estrategia de la defensa (sólo se
limitará a complacer al cliente si los medios que le sugiere son tan buenos como los que él
había empleado sin su consejo).
Cuando existe disentimiento personal con el cliente en opiniones o en conducta, el CD
prevé la abstención o renuncia del letrado (el asunto es siempre del cliente y no del
abogado por lo que le está vetado tratar de obligar a su cliente a pasar por sus criterios).

3. La libertad de elección del cliente.


A pesar de su obligatoriedad, en algunos casos, la defensa es libre. El justiciable tiene
derecho a elegir su abogado.
La designación de un abogado en turno de oficio cuando se ostenta el derecho a la
asistencia jurídica gratuita quiebra pues quiebra el principio de la libertad de elección del
cliente del abogado que estima digno de su confianza y tiene que aceptar el que le designa
el Colegio de abogados a quien la ley confiere esa misión.
No sólo el cliente elige libremente a su abogado: el abogado elige libremente a su cliente
(esta libertad está restringida también en el caso de nombramiento en turno de oficio).
El art. 26.1 EGAE establece que los abogados tendrán plena libertad de aceptar o rechazar
la dirección del asunto, así como de renunciar al mismo en cualquier fase del
procedimiento, siempre que no se produzca indefensión al cliente (el abogado no aceptará
ningún asunto si no se considera o no debiera considerarse competente para dirigirlo, a
menos que colabore con un abogado que lo sea).

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4. La libertad de establecimiento.
Consiste en la facultad de moverse libremente, residir allí donde parezca oportuno y
funcionar de la manera que se estime más conveniente.
Está consagrada en la Directiva 985/CE del Parlamento europeo y del Consejo del 16 de
febrero de 1998 encaminada a facilitar el ejercicio permanente de la profesión de abogado
en un Estado distinto de aquel en el que se haya adquirido la calificación (desde mucho
antes, el abogado gozaba de libertad de establecimiento dentro de España; puede
establecerse en cualquier parte del territorio nacional, colegiarse en cuantos Colegios
estime convenientes…).
No obstante, el abogado está obligado a mantener despacho profesional abierto, propio,
ajeno o de empresa, en el territorio del Colegio en cuyo ámbito esté incorporado y ejerza
habitualmente su profesión.

5. La libertad funcional.
Al no estar reconocidas las especialidades del derecho, el abogado puede dedicarse
libremente a cualquiera de ellas sin necesitar de acreditar conocimientos o aptitudes
especiales. Su única limitación se encuentra en lo previsto en el art. 13.8 CD que le impide
aceptar asuntos para los cuales no se considera o no debería considerarse capacitado,
salvo que se encuentre en colaboración con otro abogado que sí lo esté.
Dentro de esta libertad funcional se encuentra la posibilidad de acudir ante los tribunales
de cualquier grado o jurisdicción sin restricción de ninguna clase, desde el instante mismo
de su colegiación.
En España, no hay más restricciones que las que se establecen para asumir la defensa en
turno de oficio en razón de la Orden Ministerial de 3 de junio de 1997 que establece los
requisitos generales mínimos de formación y especialización necesarios para prestar los
servicios de asistencia jurídica gratuita exigiendo la necesidad de contar con un plazo
mínimo de colegiación, tres años, para acceder a los servicios del turno de oficio y la
aprobación de los cursos de la Escuela de práctica jurídica u otros equivalentes.

6. La libertad de expresión.
En relación al abogado, la LOPJ equipara la libertad de expresión a la libertad de defensa
porque resultan inescindibles ya que para defender es preciso expresar una idea, un
argumento, un criterio.
El estudio de la libertad de expresión de los abogados se centra en los límites de tal
libertad para determinar qué expresiones son las que legítimamente pueden proferirse y
cuáles, si algunas, no.
El TC se ha pronunciado en numerosas oportunidades sobre la calificación de las
expresiones, partiendo siempre de la base de la distinción entre la función y la persona
que la ejerce, por una parte, y el límite del ejercicio de la libertad: el insulto y la
descalificación.
La libertad de expresión no puede estar protegida cuando se falta clamorosamente y a
sabiendas a la verdad o se realizan ataques de todo punto innecesarios.
Conclusiones de la libertad de expresión:
- Es un derecho fundamental.
- La del abogado es aún más cualificada que la del resto de ciudadanos.
- Esa especial calificación no s emotiva por el titular del derecho sino por el objeto que
se persigue, el derecho de defensa.
- El derecho no es absoluto pero, sin embargo, es preferente.
- Es límite en la libertad de expresión el respeto estando proscritos el insulto y la
descalificación ad hominem y cunado es gratuito.
- En la depuración de las responsabilidades por el abuso de la libertad de expresión, la
vía disciplinaria es preferente a la penal, salvo que constituyan delito.

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- Puede criticarse, incluso con dureza y vehemencia y utilizando expresiones molestas
las resoluciones judiciales y que tal crítica no afecta a la persona de tales resoluciones.
- Las expresiones deben estimarse siempre en su contexto.
- No sólo puede ejercerse ante los tribunales sino en cualquier otra actuación en la que
se actúe en defensa de su cliente.
- La actuación esperable de un abogado en Sala es diferente a la que puede tener en la
oficina judicial.
- La línea entre lo permitido y lo proscrito en cuanto al ejercicio de la libertad de
expresión es tenue y sinuosa y depende de las circunstancias del caso y hasta de los
criterios de los jueces.
- Corresponde a los Colegios de abogados el amparo de sus colegiados para proteger la
efectividad del derecho a la libertad de expresión como manifestación del derecho de
defensa.

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CAPÍTULO QUINTO LOS PRINCIPIOS INSPIRADORES DE LA DEONTOLOGÍA: LA
DIGNIDAD

1. La dignidad como elemento inspirador de la deontología.


En el preámbulo del actual CD se anuncia que pervive como principio fundamental en el
ejercicio de la profesión de abogado la dignidad.
Dignidad que se estima afectada en su totalidad cuando se incumple la obligación de
actuar siempre honesta y diligentemente, con competencia, con lealtad al cliente, respeto
a la parte contraria, guardando secreto de cuanto conociere por razón de su profesión
(cuando cualquier abogado así no lo hiciere, su actuación individual afecta al honor y
dignidad de toda la profesión).
La dignidad es también la razón por la cual la sustitución de un abogado por otro en un
acto procesal sin previo aviso al sustituido se considera falta muy grave en virtud de lo que
dispone el art. 9 CD.
No obstante, la dignidad ya no es un principio que inspire la abogacía española, por lo
menos según el CD que no le da tratamiento sustantivo (sin embargo, pervive como
elemento inspirador y se encuentra en multitud de textos derivados de la autorregulación
de la abogacía).

2. La dignidad en el EGAE.
Es función de los Colegios de abogados ordenar la actividad profesional de los colegiados,
velando por la formación, la ética y la dignidad profesionales (art. 4.1 h EGAE).
Además, es deber de los colegiados ex art. 34 c denunciar al Colegio cualquier atentado a
la libertad, independencia o dignidad de un abogado en el ejercicio de sus funciones.
Es infracción muy grave <<… los actos y omisiones que constituyan ofensa grave a la
dignidad de la profesión, a las reglas éticas que la gobiernan y a los deberes establecidos
en el presente Estatuto general>>.

3. La dignidad en los congresos de la abogacía.


En los Congresos de la Abogacía, la dignidad ha sido una constante referencia.

4. La toga y el atuendo.
El art. 37.1 EGAE dispone que los abogados comparecerán ante los tribunales vistiendo
toga y potestativamente birrete, sin distintivo de ninguna clase salvo el colegial y
adecuarán su indumentaria a la dignidad y prestigio de la toga que visten y al respeto a la
justicia.

5. Otros <<privilegios>> de la abogacía.


Un privilegio es la exención de una obligación o ventaja exclusiva o especial que goza
alguien por determinada circunstancia propia.
El abogado tiene derecho a todas las consideraciones honorificas debidas a su profesión y
tradicionalmente reconocidas.
El sitio establecido para los letrados tiene dos particularidades: el nivel de los estrados que
están previstos a la misma altura según la LOPJ y, de acuerdo con el EGAE, la mesa y su
ubicación.
Por último, en materia de honorarios, hay múltiples situaciones que pueden estimarse
contrarias a la dignidad: no rendir cuentas de los fondos que se han recibido del cliente,
utilizarlos en provecho propio sin estar autorizado para ello, pagar con el producto de los
honorarios…

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6. Concepto de dignidad.
La dignidad es la <<cualidad de digno>> y también <<excelencia, realce, gravedad y decoro
de las personas en la manera de comportarse>> además de <<cargo o empleo honorifico y
de autoridad>> y <<persona que posee una de estas prebendas>>.
La dignidad no es sino un comportamiento, un modo de comportarse acorde con las reglas
aplicables a la situación y al momento.
Estriba en el cumplimiento del deber (el realizar en cada caso aquello que corresponde).
Bajo la expresión de dignidad se incluye a prácticamente todo el contenido de la
deontología (por ello, la norma que sanciona la actuación contraria a la dignidad de la
profesión permite casi todo).

16
CAPÍTULO SEXTO LOS PRINCIPIOS INSPIRADORES DE LA DEONTOLOGÍA: LA CONFIANZA E
INTEGRIDAD

1. Significado.
Las relaciones del abogado con los tribunales, con su cliente y con sus compañeros deben
estar presididas por la confianza. El CD ya avanza en su preámbulo que la abogacía ha sido
desde siempre depositaria de la confianza de valores y que las relaciones de confianza
entre el abogado y el cliente son necesarias, estando cimentadas en la honradez, probidad,
rectitud, lealtad, diligencia y veracidad.

2. La confianza e integridad en el Código deontológico.


El Código consagra un artículo. El 4, cuyo epígrafe es <<Confianza e integridad>> al tema,
dándoles a uno y a otra el carácter de principios.
Las normas contenidas en este artículo sólo se refieren a las relaciones con el cliente por lo
que habría sido más propio incluirlas en el apartado que se refiere especialmente a ese
aspecto especial de la actividad del profesional.
La confianza que el abogado debe inspirar se adquiere y se conserva frente a clientes,
compañeros, tribunales y hasta frente a la parte contraria mediante este proceder íntegro.
Y la integridad, para un profesional, no es más que el actuar conforme a las normas de la
deontología que en el caso del abogado no sólo sustentan el prestigio de la profesión, sino
del sistema de la administración de justicia y, en último término, el del propio Estado de
derecho.

3. La probidad y la transparencia.
La confianza no es un valor en sí, es el resultado de la práctica de ciertos valores que
pueden resumirse en uno: integridad o probidad.
Probidad es sinónimo de honradez y honradez es rectitud de ánimo, integridad en el obrar.
Hoy el concepto de probidad ha sido sustituido por el de transparencia.
El abogado debe ser íntegro, leal, probo o transparente en sus relaciones con los demás y
sólo así conseguirá inspirar la confianza que necesita para actuar ante los tribunales, con
sus compañeros y con su cliente. Esos valores los obtendrá mediante la observancia de las
normas deontológicas.

4. El juramento o promesa como compromiso público de actuación.


Los abogados y procuradores, antes de iniciar su ejercicio profesional, prestarán juramento
o promesa de acatamiento a la Constitución y al resto del ordenamiento (art. 544.1 LOPJ).
EL art. 16 EGAE regula el juramento o promesa permitiendo que se preste privadamente
con compromiso de ratificación publica ante la junta de gobierno del Colegio donde se
incorpora por primera vez el abogado.

5. Parcialidad e imparcialidad del abogado.


La imparcialidad no es propia del abogado.
Cuando el abogado defiende, no puede actuar imparcialmente sino exactamente de la
manera contraria (es parcial).
Efectuado el encargo por el cliente y asumido por el abogado, éste se despoja de su
objetividad y pasa a hablar por el cliente.

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6. La actuación a favor de personas con intereses en conflicto.
El art. 13.4 CD dispone que <<El abogado no puede aceptar la defensa de intereses
contrapuestos con otros que esté defendiendo, o con los propios del abogado>>.
Termina la disposición con la siguiente norma: <<Sin embargo el abogado podrá intervenir
en interés de todas las partes en funciones de mediador o en la preparación y redacción de
documentos de naturaleza contractual, debiendo mantener en tal supuesto una estricta y
exquisita objetividad>>

7. La mediación.
Mientras el juez está investido de origen con la potestad para imponer la solución y al
árbitro s ele atribuye de mutuo acuerdo de las partes la misma facultad, el tercero que
media no tiene facultad de imponer la solución (ayuda a las partes a buscar la solución).
En efecto, la actividad de mediación es una labor propia de, entre otras profesiones, la del
abogado ex art. 9.1 del Estatuto.
Si el abogado interviene como mediador de todas las partes no podrá actuar por una de
ellas en un procedimiento posterior.

8. El desinterés y la veracidad.
Cabe cuestionarse hasta dónde llega la obligación del abogado de ser veraz.
El deber de decir la verdad está modulado por la obligación de guardar secreto que no es
ni más ni menos que una manifestación del derecho fundamental a no declarar contra sí
mismo que consagra el art. 24 CE.
El deber de veracidad no es absoluto y vale en la medida en que con su ejercicio se
contribuya a la confianza que debe inspirarse. Por eso, no hay comparación en el deber de
veracidad que debe cumplirse frente al cliente o frente a terceros (frente a los tribunales,
el deber no es de veracidad, es de lealtad).

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CAPÍTULO SÉPTIMO LOS PRINCIPISO INSPIRADORES DE LA DEONTOLOGÍA: LA
CONFIDENCIALIDAD Y EL SECRETO PROFESIONAL

1. El secreto profesional.
La obligación de guardar el secreto profesional es de no revelar cualquier hecho que haya
llegado a conocimiento del abogado en razón de su ejercicio profesional.
El CP en su art. 199 castiga al que revelare secretos ajenos, de los que tenga conocimiento
por razón de su oficio o sus relaciones laborales y al profesional que, con incumplimiento
de su obligación de sigilo o reserva, divulgue los secretos de otra persona (esto no es así,
desde el punto de vista deontológico, campo en el que no se necesita que el hecho sea
secreto para que concurra el deber de no revelarlo).

2. Antecedentes históricos del secreto.


La CE protege el derecho al secreto profesional y determina que será la ley la que lo
regulará.
El art. 542.3 LOPJ dispone que los abogados deberán guardar secreto de todos los hechos
o noticias de que conozcan por razón de cualquiera de las modalidades de su actuación
profesional, no pudiendo ser obligados a declarar sobre los mismos.
En el EGAE se menciona el secreto profesional en numerosas disposiciones.
El art. 416 LECrim dispensa al abogado del procesado de declarar sobre los hechos que
éste le hubiese confiado en su calidad de defensor.

3. El secreto profesional en el Código deontológico.


El CD enumera en su preámbulo el secreto profesional como uno de los principios
fundamentales de la abogacía y como razón para establecer ciertas limitaciones en el
régimen de incompatibilidad y en la publicidad, la no-limitación a la libre competencia y la
función social de la abogacía.
El Código dedica el art. 5 al tratamiento del secreto profesional.
Se fundamenta en el derecho del que goza el cliente a la intimidad y en el derecho a no
declarar en su contra.
Lo concibe como un deber y un derecho para el abogado.
El secreto incluye las comunicaciones con clientes, con compañeros, con el adversario, las
confidencias y propuestas y en general todos los hechos y documentos de que haya tenido
noticia o haya recibido por razón de cualquiera de las modalidades de su actuación
profesional.
Se extiende por parte de los sujetos obligados a los empleados, dependientes y
colaboradores del abogado.
El CD no sujeta la obligación de guardar el secreto profesional a ningún límite de tiempo.

4. Naturaleza del secreto profesional.


Se dice que es un deber y un derecho (en su faceta de derecho, el secreto sería un derecho
negativo, a no declarar, y sólo se ejercita cuando se insta al abogado a prestar declaración
aun cuando su presencia ronda en la comunicación entre defendido y defensor).
La LOPJ lo califica simplemente como deber refiriéndose implícitamente al factor derecho
al consagrar la imposibilidad a ser obligado a declarar (la paridad se contiene en el art. 5.2
y 5.8 CD).

5. Doctrina constitucional del secreto.


En Sentencia 6/1988 de 21 de enero, el TC declaró que el quebrantamiento del secreto
profesional es una contravención que, desde luego, nunca podría legitimarse esgrimiendo
una libertad de información.

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6. El deber de guardar secreto de las condiciones económicas del cliente de oficio.
Existe una situación paradójica que impone la obligación de guardar el secreto profesional
cuando se defiende en turno de oficio a quien tiene reconocido el derecho a la asistencia
jurídica gratuita.
Se ha planteado la situación con trascendencia deontológica que puede producirse si el
letrado designado de oficio da a conocer a la Comisión de Asistencia Jurídica Gratuita los
datos de carácter económico de su cliente (su interés radicaría en que esa comunicación
pudiera traer aparejada la revocación del derecho a la asistencia jurídica gratuita y el
derecho que para él surge de percibir honorarios).
Si el abogado designado en turno de oficio descubre, durante su relación con el cliente por
cualquier medio, que el justiciable ha falseado u ocultado datos o ha efectuado una
declaración errónea, no puede, sin vulnerar la obligación de guardar el secreto profesional,
revelar los hechos por él conocidos o averiguados ni siquiera si fuese requerido para ello
por la Comisión de Asistencia Jurídica Gratuita.

7. Configuración penal de la vulneración del deber de guardar secreto.


La protección del secreto profesional del abogado en la Europa continental se desarrolla
no sólo en virtud de normas deontológicas sino penales (es el caso de España).

8. Objeto del secreto.


El abogado no sólo debe guardar sigilo respecto de aquello que es desconocido por todos
sino por el contrario de todas las noticias, hechos o documentos que han llegado a su
conocimiento o a su poder por cualquier medio y cualquiera que sea la forma que revista
su quehacer profesional, defensa, asesoramiento o gestión jurídica.
A pesar de la generalidad de la obligación de guardar el secreto, sólo se exige a los
abogados que actúan en tal carácter, no como particulares (las normas deontológicas
obligan al abogado cuando actúa como tal y no simplemente cuando en el sujeto concurre
tal condición).

9. La dispensa de la obligación de guardar el secreto.


El secreto profesional siempre ha estado expuesto a entrar en conflicto con otros valores y
principios de la abogacía. Si un abogado se entera de la comisión de un delito, su
obligación será el denunciarla ante las autoridades para su investigación y para el castigo
de los responsables. Sin embargo, si esa noticia le llega a través de su ejercicio profesional
debe ceder el deber de cooperación con la justicia frente al deber de preservar la
confidencialidad.
Nadie podría intervenir y relevar al abogado de su obligación de conservar para siempre el
conocimiento de los hechos o noticias que hasta él llegan como consecuencia de su
ejercicio profesional (tampoco el cliente).

10. Excepciones a la obligación de guardar el secreto.


Hay situaciones en las que es inevitable dar cuenta de determinadas situaciones que
podrían considerarse cubiertas por esta obligación de confidencialidad.
Sobre la obligación de colaborar e informar a la Administración Tributaria debe tenerse en
cuenta el art. 93 LGT.
Córdoba Roda elabora las excepciones al secreto a partir del estado de necesidad con
apoyo en el art. 20 CP.

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11. Secreto profesional y blanqueo de capitales.
La Ley 10/2010, de 28 de abril, de prevención del blanqueo de capitales y de la
financiación del terrorismo mantiene la inclusión de los abogados entre los sujetos que
quedan obligados a colaborar con la unidad financiera en la prevención del blanqueo de
dinero.

12. El secreto profesional del abogado-testigo.


El abogado está obligado a comparecer a la presencia judicial incurriendo, si no lo hace, en
la correspondiente responsabilidad. Pero antes de prestar declaración debe hacer
presente al juzgador que los hechos sobre los que se le va a preguntar, en caso de
conocerlos, están cubiertos por la obligación de mantener el secreto profesional (en el
caso de que algún juez obligase al abogado a prestar declaración éste debe negarse a
hacerlo y pedir amparo a la Junta de gobierno de su Colegio en virtud del art. 41 EGAE).

13. Entrada y registro de despachos.


El art. 32 EGAE dispone que el Decano del Colegio deberá personarse en el despacho de un
letrado cuando sea avisado de la entrada y asistir a las diligencias que allí se practiquen
para velar por el secreto profesional.
La STC 167/2000 de 7 de julio considera bastante garantía la presencia del secretario
judicial en el registro en el despacho de un abogado a pesar de lo que se decidió en la
STEDH en el caso Niemietz.

14. El secreto de las comunicaciones entre cliente y abogado.


El secreto profesional no cubre la correspondencia de los clientes y sus abogados internos
in house.
El secreto profesional ampara las comunicaciones del abogado con su cliente si se
producen telefónicamente.

15. El secreto profesional en el ejercicio en grupo.


La deontología, para la Ley de sociedades profesionales, es una constante a respetar.
Pero no se prevé en el texto de la ley la dificultad con relación a la inoponibilidad de la
obligación de guardar secreto profesional a los socios no profesionales.

21
CAPÍTULO OCTAVO LOS PRINCIPIOS INSPIRADORES DE LA DOENTOLOGÍA: LA
TRANSPARENCIA

1. Los honorarios y el derecho a percibirlos como retribución del trabajo.


El EGAE consagra el derecho del abogado a percibir honorarios por sus servicios en su art.
44.1 incluyendo el de reintegrarse de los gastos incurridos. Lo mismo repite el art. 15 CD.
Hay una conmutatividad entre el trabajo realizado y los honorarios a percibir pero bajo la
exigencia de que el trabajo debe beneficiar al cliente y no al abogado.
El contrato entre un cliente y su abogado es un contrato de arrendamiento de servicios,
incluso cuando la retribución depende del resultado.

2. Breve desarrollo histórico.


2.1. Los honorarios máximos.
No fue sino hasta el año 47 de nuestra era cuando un abogado de nombre Suilio
obtuvo un pronunciamiento favorable sobre su derecho a cobrar la retribución que le
debía su cliente por la defensa que había desempeñado alegando el que la abogacía
era una auténtica necesidad social, poniendo el énfasis en la defensa de los intereses
de los débiles contra los poderosos.
Consecuencia de su actuación fue la promulgación del famoso senadoconsulto,
dictado durante el reinado del Emperador Claudio, que establecía el derecho de los
abogados de cobrar por sus servicios, pero limitaba sus honorarios a la cantidad de
diez mil sestercios.
Es muy minuciosa la legislación española antigua en relación con los honorarios de los
abogados y siempre con la idea de establecer unas cantidades máximas para evitar los
abusos de los abogados.

2.2. Las tarifas mínimas.


Para defender esta práctica se desplegaban un conjunto de argumentos. El primero
era el de sostener que los servicios profesionales eran peculiares.
Se defendía también el no sometimiento a la liberalización de la prestación de
servicios profesionales a su larga historia y al hecho de que esta restricción era común
y general porque existía en todos los países del mundo.
Siguiendo a Boccara se pueden clasificar los regímenes de honorarios del abogado en
tres grandes grupos:
o El régimen convencional (una total libertad de fijación, es el modelo
americano).
o El régimen legal o arancelario (una tarifa fijada por ley, el modelo alemán).
o El régimen judicial o parajudicial (el modelo francés).
La regulación de los emolumentos a percibir por tarifa o arancel tenía un doble
propósito: proteger a los consumidores que estaban en ciertos casos obligados a
contratar determinados servicios para conseguir ciertos fines y también para proteger
a los propios profesionales.

2.3. Los baremos orientadores.


El informe sobre el libre ejercicio de las profesiones elaborado por el Tribunal de
defensa de la competencia en 1992 determinó un cambio fundamental en el
concepto que se sostenía tradicionalmente en materia de honorarios (las tarifas
mínimas fueron eliminadas como consecuencia de ese informe mediante la reforma
que se introdujo en la Ley 2/1974 sobre Colegios Profesionales por el RDL 5/1996 y
por Ley 7/1997 de 14 de abril de medidas liberalizadoras en materia de suelo y de
Colegios profesionales.
Se faculto a los Colegios el establecimiento de baremos meramente orientativos.

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2.4. La libertad total de pactos.
Hoy es la libertad de pacto la que rige para la fijación de los honorarios (así lo dispone
el EGAE y lo ratifica el art. 15 CD).

2.5. La situación actual.


Los honorarios deben ser incluidos en minuta detallada y el necesario detalle de la
minuta del letrado no es una exigencia baladí, tiene por objeto el posibilitar que los
honorarios sean susceptibles de ser impugnados por el obligado al pago.
El obligado al pago de la minuta de honorarios es el cliente del letrado y a través del
procedimiento de la tasación de costas, cuando existe condena, surge su derecho de
resacirse de los honorarios abonados por su defensa y representación (el crédito para
cobrar las costas pertenece al cliente y no al abogado, que a su vez tiene un crédito
contra su propio cliente para cobrar sus honorarios).
El condenado puede, de acuerdo con la ley, impugnar la tasación alegando lo excesivo
del importe de los honorarios que la parte contraria pretende cobrarle (esos
honorarios serán excesivos en la medida en que sean superiores al precio de
mercado).
Estamos frente a una obligación de carácter legal (será el juez el que determine
directamente la cantidad adecuada; la ley, consciente de que entre las obligaciones
del juez no está la de determinar el importe justo esto es lo que no es excesivo,
encomienda a los Colegios de abogados esa misión).

3. La previsibilidad de los honorarios: la hoja de encargo.


Es bueno que el cliente sepa las condiciones en las que está contratando a su abogado.
El abogado está obligado a informar a sus clientes el importe aproximado de sus
honorarios, o de las bases para determinarlos.
El CD recomienda la llamada hoja de encargo en su art. 13.1 (expresión escrita que liga al
abogado con su cliente y que debe contener el ámbito de las actuaciones que se
encomiendan al abogado y la retribución que se conviene por la recta ejecución de esas
actividades amén de otros detalles).

4. La provisión de fondos.
El art. 17 CD autoriza al abogado a solicitar una provisión de fondos a cuenta de honorarios
y gastos previamente o durante la tramitación del asunto y a renunciar o condicionar el
inicio, la continuación o la finalización de su encargo por la falta de la provisión.
La falta de provisión de fondos permite al abogado apartarse del asunto, pero en ningún
caso incumplir con sus obligaciones.

5. La intervención de los Colegios de abogados en materia de honorarios.


Los Colegios de abogados no tienen competencia para entrar a valorar si los honorarios
que presenta un letrado a su cliente son ajustados o no. Sus atribuciones en esta materia
le vienen conferidas por las leyes de enjuiciamiento: dictaminar a requerimiento de los
tribunales si los honorarios son excesivos o ajustados pero sólo en materia de tasaciones
de costas o jura de cuentas.
El EGAE amplía la intervención de los Colegios de abogados a la posibilidad de emitir
dictamen a requerimiento de letrado (tienen carácter no vinculante).

23
6. La rendición de cuentas como obligación del abogado.
El abogado tiene la obligación de rendir cuentas de las cantidades que le han sido
entregadas o que ha recibido para su cliente.
La obligación de rendir cuentas tiene tanto un contenido de derecho civil como
deontológico y constituye falta sancionable el no rendir cuentas de las cantidades
percibidas, sin perjuicio de las demás responsabilidades en que pueda incurrir.

7. La compensación de honorarios con fondos del cliente.


Ha de rechazarse la aplicación del instituto de la compensación en el que podría apoyarse
el letrado para retener en concepto de honorarios profesionales las cantidades que estime
procedentes.
Es importante que quienes acuerden pactos en virtud de los cuales el cliente autoriza al
abogado a cobrar sus honorarios de cantidades recibidas por o para el cliente documenten
ese convenio, no solamente en lo relativo al derecho de cobrarse la minuta sino también
respecto al quantum.

8. La retención de documentación como garantía para el cobro.


El CC confiere en diversas disposiciones derechos de retención; por ejemplo, al mandatario
mientras el mandante no le indemnice todos los daños y perjuicios que le haya causado el
cumplimiento del mandato y las cantidades que hubiera anticipado para la ejecución del
mandato (esta norma no puede, sin embargo, aplicarse extensivamente ya que no puede
considerarse que la relación cliente-abogado constituya un mandato).
La retención no autorizada por la ley o por acuerdo entre las partes se transforma de un
derecho en un delito.
El art. 13.12 CD obliga a tener la documentación recibida del cliente siempre a su
disposición, sin que el abogado pueda retenerla, ni bajo pretexto de tener pendiente cobro
de honorarios.

9. Aspectos deontológicos de la impugnación de honorarios.


El derecho a impugnar las minutas de compañeros puede transformarse en un abuso
sancionable deontológicamente.
Subsiste lo dispuesto en el art. 18 CD que considera infracción deontológica el reiterado
intento de percibir honorarios que hayan sido objeto de impugnaciones procedentes o de
quejas justificadas por razón de su importe excesivo.
También se considera infracción deontológica la impugnación habitual e irracional de las
minutas a otros abogados.
El CD en su art. 12.7 considera sancionable la impugnación maliciosa o fraudulenta de
minutas y el simple comentario respecto de lo que ha minutado un compañero.

10. Tratamiento de fondos ajenos.


Deben mantenerse perfectamente identificados, separados de los del abogado y siempre a
disposición del cliente.

24
11. La cuota litis.
Es el pacto entre un abogado y su cliente logrado antes de terminar el asunto encargado
por el que se fija la retribución de aquél en na proporción o porcentaje del resultado
obtenido, en dinero o en cualquier otro beneficio que obtenga el cliente.
Para que exista cuota Litis, es necesaria la concurrencia de:
- Un concierto entre abogado y cliente.
- Que el encargo que se haga al abogado como consecuencia de ese concierto pueda
tener un cauce procesal, actual o futuro.
- Que el pacto sea previo a la conclusión del asunto.
- Que el encargo que se ha hecho al abogado tenga un contenido económico.
Si nada obtiene el cliente nada obtiene su abogado (quien corre con los gastos puede ser
libremente pactado).

12. La partición de honorarios.


El concepto abarca varias modalidades, desde la auténtica repartición del producto del
trabajo hasta el pago de verdaderas comisiones por el suministro de clientes o de asuntos.
El art. 15 CD dispone que los honorarios deben acceder no al abogado que trabaja en el
asunto sino al que lleva su dirección efectiva (el precepto debe ser interpretado en
relación con lo dispuesto en el art. 27.2 EGAE que prevé que los honorarios deben ser
satisfechos al titular del despacho, aunque el trabajo lo hubiese realizado otro por encargo
de aquél).

13. Pagos pro captación de clientela.


El CD dedica el art. 19 a prohibir <<…pagar, exigir ni aceptar, comisiones, ni ningún otro
tipo de compensación a otro abogado, ni a ninguna otra persona por haberle enviado un
cliente o recomendado a posibles clientes futuros>>.
Estas prácticas pueden ser constitutivas de competencia desleal (art. 8.2 d CD).

14. Otras obligaciones deontológicas del abogado en relación a los honorarios.


El CD establece la obligación del abogado de procurar la solucione extrajudicial de las
disputas sobre honorarios.
Otra obligación que asiste al abogado es informar a su cliente de la posibilidad de obtener
el derecho a la asistencia jurídica gratuita.

15. Intereses de los fondos de terceros.


Los fondos de clientes deben estar en cunetas a la vista, de disponibilidad inmediata.
No hay ninguna norma deontológica que obligue al abogado a abonar a sus clientes el
producto de esos depósitos.
Hay un argumento lógico que abona la conclusión de que los intereses que puedan
producir las cantidades entregadas por clientes o terceros al abogado quedan en beneficio
de éste: en el caso de pérdida de los fondos, será el abogado el que responda ante su
cliente, salvo pacto en contrario.

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CAPÍTULO NOVENO LAS RELACIONES DEL ABOGADO CON SUS COMPAÑEROS DE
PROFESIÓN

1. Necesidad de que el abogado actúe como tal para que las relaciones se rijan por la
deontología.
Las relaciones entre abogados están regidas por la deontología, pero no porque los
abogados sean de diferente condición que el resto de los profesionales sino porque actúan
en interés de los demás, de sus clientes y en definitiva de la sociedad entera.
Pero, en sus relaciones privadas, deben estar sujetos al derecho común cuando actúan
como particulares.
En sus relaciones laborales de naturaleza especial o general, los abogados no actúan como
tales abogados.

2. Peculiaridades de la relación del abogado con sus colegas.


El abogado es una de las escasísimas profesiones en la que se produce una especial
relación con los compañeros de profesión.
El abogado no se relaciona con sus colegas sólo en los órganos corporativos, en los
congresos científicos o profesionales o en la vida social sino que necesariamente, se
enfrenta, colabora con quien defiende o asesora a la parte con quien su cliente está, a su
vez, enfrentado.

3. Relaciones con quien le suceda o a quien suceda en la defensa: la venia.


Se establece una relación sucesiva cuando el abogado sucede a otro en la defensa o en el
asesoramiento o es sucedido por un compañero en tales menesteres (el procedimiento de
sucesión se denomina venia).
Literalmente sería el permiso que se solicita al anterior letrado para hacerse cargo del
asunto.
Con el sistema aprobado por el CD de 2000 desapreció la facultad del letrado sustituido
para denegar la venia, bastando la solicitud de venia y pasando a ser sinónima solicitud de
venia de advertencia previa escrita de hacerse cargo del asunto profesional encomendado
anteriormente a otro compañero.
Al desaparecer la posibilidad del letrado sustituido de negar la venia, desaparecía
consecuentemente la llamada venia decanal, que no venía sino a reemplazar la voluntad
del letrado sustituido de concederla.
El EGAE de 2001 vino a confirmar todo lo anterior.

4. Situaciones especiales: el cliente preso y el letrado de oficio.


Se produce con demasiada frecuencia el fenómeno de lo que podríamos denominar la
concurrencia de defensas del preso.
A veces, algún abogado se apresura a intervenir en el procedimiento, a solicitar libertad,
sin pararse en trámites deontológicos como la venia (por mucho estado de necesidad en
que se encuentre el cliente, las relaciones entre abogados deben mantenerse de acuerdo
con las normas).
El segundo elemento de interés es que el letrado sustituido había sido designado para la
defensa en turno de oficio (debe erradicarse la errónea idea de que el abogado en turno
de oficio no es digno de que solicite su venia si se le sustituirá en la defensa).

26
5. Relaciones entre abogados que defienden intereses contrapuestos.
La lealtad debe presidir las actuaciones del abogado, no sólo con sus compañeros sino
también con su cliente y con los tribunales de justicia.
Existe una casuística muy nutrida sobre las faltas de respeto a compañeros. En el
procedimiento sancionador se prevé una mediación ante el decano para dar la
oportunidad al ofensor a recapacitar y solicitar las pertinentes disculpas (este sistema
permite la solución de múltiples asuntos que acabarían en un expediente disciplinario).
El compañerismo, vínculo que existe entre compañeros y la armonía y buena
correspondencia está consagrado en el art. 5.1 CD que debe existir en interés del cliente.

6. Acciones contra abogados: la mediación decanal.


El art. 12.3 CD impone al abogado que pretenda iniciar acciones judiciales por actuaciones
profesionales someterse a la mediación decanal.
Quedan excluidas todas las acciones en que se pretenda reclamar algo del abogado
derivado de hechos ajenos al ejercicio profesional.
Precauciones:
- En caso de duda sobre si las actuaciones son o no derivadas del ejercicio profesional,
debe entenderse que lo son.
- No se cumple con la obligación deontológica notificando al decano el que se
interpondrá la acción y haciéndolo seguidamente, sin darle la oportunidad de mediar.
- Hay situaciones en las cuales la mediación del decano no es posible.
- El cumplimiento de las obligaciones deontológicas debe entenderse en un sentido
amplio y adecuado a la finalidad para la que se imponen.

7. Comunicaciones escritas entre letrados. Correspondencia recibida y remitida.


El art. 5.3 CD prohíbe al abogado aportar a los tribunales, ni facilitarle a sus clientes, las
cartas, comunicaciones o notas que reciba del abogado de la otra parte, salvo expresa
autorización del mismo.
La obligación, que se refiere a la correspondencia recibida, se extiende también a la
correspondencia remitida según dispone el art. 34 e EGAE que establece como deber de
los colegiados el mantener como materia reservada las conversaciones y correspondencia
habidas con el abogado o abogados contrarios, con prohibición de revelarlos o
presentarlos en juicio sin su previo consentimiento.
La terminología de ambas disposiciones es diferente. Mientras el Código consagra en dos
apartados, por una parte, <<las cartas, comunicaciones o notas>>, esto es, las que
constituyen un testimonio escrito y, por otra, las <<conversaciones mantenidas>>, el EGAE
da el mismo tratamiento a las <<conversaciones y correspondencia>>. El Código no, ya que
lo que queda protegido parecieran ser las grabaciones y no las conversaciones.
Se ha planteado si la presentación de más de una carta entre abogados, ya sea recibida o
enviada, puede constituir una falta o tantas faltas como documentos:
- Si todos los documentos estaban relacionados con los mismos clientes y la aportación
se hizo en el mismo acto procesal, se entiende que se ha cometido una sola infracción
aun cuando la correspondencia se refiera a una pluralidad de objetos.
- Si, por el contrario, los varios documentos se presentan ya sea en procedimientos
distintos, se refieren a diferentes clientes o a diferentes asuntos del mismo cliente o se
aporten en el mismo procedimiento, pero en actos procesales diversos, se entenderá
que se ha cometido más de una infracción.

27
8. Sustitución en la defensa y confidencialidad de las comunicaciones.
Cuando un abogado cesa en la defensa de su cliente porque la asume un compañero, se
producen una serie de acontecimientos y surgen una serie de derechos y obligaciones para
el abogado sustituido y para el abogado sustituto. El abogado sustituido debe facilitar a su
compañero todos los antecedentes que le ayuden para continuar con su labor de defensa
o asesoramiento sin que se produzcan dificultades para el cliente.
Si consideramos el deber de ser leales como un deber genérico no existe razón ninguna
para considerar que un abogado no debe facilitar al compañero que le sucede en la
defensa la documentación que había recibido o remitido al abogado contrario siempre que
le sea necesaria para continuar con la defensa o el asesoramiento porque en razón de ese
mismo deber de lealtad no hay ninguna razón para considerar que el nuevo abogado
queda liberado de las obligaciones que tenía su compañero de considerar como materia
confidencial la correspondencia habida con el letrado de la parte adversa.
Se produce un auténtico endoso de las obligaciones que pesaban del abogado al que ha
sustituido.
La documentación que debe entregarse debe ser aquella que sea estrictamente necesaria.
Por otro lado, la posibilidad de facilitar esa defensa entregando la documentación
confidencial sólo surge cuando la venia la solicita otro compañero y no es el cliente
directamente el que reclama <<su>> documentación por cesar la relación profesional con
su abogado (en tal caso, la correspondencia debe ser conservada por su remitente o
destinatario rigiendo plenamente la prohibición de entregarla al cliente).

9. La segunda opinión.
Dentro de las relaciones entre abogados, esta vez no de clientes diferentes sino del mismo
cliente, es de la opinión que se pide a un letrado sobre determinados aspectos de un
asunto que tiene encomendado a otro (si la consulta se efectúa sobre un asunto que no
está en trámite no se trataría de una segunda opinión).
El art. 6.2 CD prevé que la relación entre abogado y cliente debe fundarse en una reciproca
confianza, pero no prevé específicamente esta situación.
En el ámbito del derecho privado todo lo que no está prohibido debe entenderse
permitido y a esa conclusión también lleva una interpretación extensiva y a contrario
sensu de lo que dispone el art. 12.7 CC referido solamente a honorarios.
La emisión de la segunda opinión es perfectamente licita, siempre y cuando el primer
abogado haya sido previamente consultado por su cliente al efecto (si aparece un cliente
en el despacho de un letrado con pretensión de obtener una segunda opinión, el abogado
debe inquirir si la consulta se realiza con el consentimiento del abogado director).
El primer abogado debe permitir al cliente realizar esa consulta.

10. El abogado de los clientes del despacho donde prestó servicios.


Se presenta con cierta frecuencia el caso del letrado que abandona el bufete donde se
encuentra colaborando y, disponiendo de la identidad y direcciones de los clientes, se
dirige a ellos con la finalidad de dar a conocer sus nuevas señas, generalmente con el
objeto de inducirles directa o indirectamente a contratar sus servicios.
La simple comunicación de las nuevas señas del abogado que abandona el despacho o
cualquier otro dato objetivo son datos que pueden comunicarse de manera irreprochable.
La duda surge cuando se transmite otra clase de ideas, tales como la dedicación preferente
o los honorarios que van a cobrarse o cualquier otra ventaja que pueda inducir al cliente a
abandonar a su abogado.
Es necesaria en todo caso la observancia de la Ley Orgánica sobre protección de datos de
carácter personal (habrá de irse caso por caso determinando cuando la salida de un
despacho y el contacto con los clientes constituyen o no competencia desleal).

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CAPÍTULO DÉCIMO LAS RELACIONES DEL ABOGADO CON SU CLIENTE

1. El máximo celo y diligencia como principal obligación con el cliente.


Para el abogado, el deber de guardar el secreto profesional es instrumental, está al
servicio de la defensa y de la intimidad de su cliente.
Su principal deber con su cliente es desempeñar la misión que se le ha confiado con el
máximo celo y diligencia (art. 42.1 EGAE).

2. La figura del cliente en el Código deontológico. El origen de la expresión.


El art. 13 CD dedica doce apartados a las relaciones del abogado con su cliente.
La actuación del abogado debe estar presidida por la honradez, probidad, rectitud, lealtad,
diligencia y veracidad (base de las necesarias relaciones de confianza abogado-cliente y del
honor y la dignidad de la profesión).
Los abogados tienen una cierta responsabilidad en la actuación de sus clientes ante los
tribunales de justicia.
Cliente es, según su tercera acepción, la persona que está bajo la protección o tutela de
otra.

3. La relación de confianza; la hoja de encargo; la actuación del abogado que carece de


instrucciones; el error del abogado como infracción deontológica.
Es importante obtener precisas instrucciones del cliente frente al resultado adverso del
encargo ya que no es infrecuente la denuncia del cliente contra su letrado porque éste se
habría aquietado frente a una resolución desfavorable sin interponer los correspondientes
recursos.
Un error lo sufre cualquiera y tal circunstancia, si bien puede hacer incurrir responsabilidad
civil (cubierta generalmente por la póliza de seguros) en quien se equivoca no siempre le
hará incurrir en responsabilidad deontológica (esta exige dolo o culpa y los Colegios
tienden en estos casos a ponderar las circunstancias del caso).
El abogado es el director del procedimiento y es a él a quien compete la adopción de las
medidas oportunas y de las decisiones importantes para hacer valer los derechos de su
cliente (la deontología no puede entrar a calibrar lo acertado o desacertado de los
consejos o decisiones del abogado).
Una elemental prudencia exige recurrir ya que el abogado tiene la obligación, mientras
esté asumiendo la defensa, de llevarla a término en su integridad (art. 13.11 CD).
El deber frente al cliente es, a pesar de que su misión no es de resultados sino de medios,
encontrar el mejor medio procesal para la defensa y asesoramiento de la situación de su
cliente.
Cuando para complacer al cliente se emprende una actuación contraria al criterio propio,
es preciso salvar la responsabilidad y hacer constar al cliente las advertencias que se hacen
contra su propósito.
Los requisitos para que sea exigible la responsabilidad civil del abogado frente a su cliente
son: la preexistencia de una obligación para con el cliente, el incumplimiento de la
obligación debido a dolo, culpa, negligencia o falta de diligencia, la acreditación de los
perjuicios ocasionados por parte del cliente y la relación causal.
Cosa distinta es la determinación del quantum indemnizatorio que es objeto de numerosas
discusiones y registra una evolución jurisprudencial importante.

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4. Establecimiento de la relación cliente-abogado. Naturaleza jurídica del encargo del
cliente. Mandato y arrendamiento de servicios.
Según el art. 13.2 CD el abogado sólo podrá encargarse de un asunto por mandato de su
cliente, encargo de otro abogado que represente al cliente o pro designación colegial.
La relación entre el cliente y el abogado es intuitu personae y, por eso, no puede intervenir
un tercero, salvo que esté facultado por el cliente.
Tres son las formas como puede establecerse la relación cliente-abogado:
- Encargo directo.
- Proveer abogados por instituciones públicas, semipúblicas o privadas.
- Encargo de otro abogado (el Código pide que exista una relación entre el abogado que
efectúa el encargo y el cliente cuyos intereses son confiados y que el primero responda
de esa existencia y de sus facultades).

5. Especialidad de la relación cuando hay designación colegial en turno de oficio.


Otra fuente de establecimiento de la relación cliente-abogado es por designación colegial.
El turno de oficio es el turno que establecen los Colegios de abogados y procuradores para
una distribución objetiva y equitativa de designación de los colegiados que deben actuar
en la defensa y representación de los litigantes que no han designado los profesionales
respectivos, generalmente porque carecen de los medios para afrontar sus honorarios y
derechos y que, por eso, impetran el derecho a la asistencia jurídica gratuita.
Está regulado por normas colegiales y por la Ley 1/1996 de Asistencia Jurídica Gratuita.
El turno está previsto para que nadie quede sin defensa letrada mientras que la justicia
gratuita trata de dotar de abogado a quien no tiene medios para abonar sus honorarios.
Se presentó como un gran logro para la abogacía el que el turno dejase de ser gratuito y
pasase a ser remunerado (a la cantidad que se empezaría a abonar a los abogados que lo
prestasen s ele dio el simbólico nombre de indemnización).
La percepción de honorarios al cliente designado en turno de oficio es falta muy grave.

6. Obligación de identificarse ante el cliente.


Está establecida en el art. 13.2 CD y en el art. 26 EGAE.
Tiene una finalidad de establecimiento de la personalidad del responsable de los servicios
prestados.

7. Renuncia de la actuación frente al cliente.


Aceptado el encargo puede el abogado dejarlo en cualquier caso, no solamente cuando
existan discrepancias con el cliente o se atente contra los principios de la profesión.
El abogado puede, en cualquier circunstancia, dejar de actuar para el cliente debiendo
adoptar ciertas precaucioes cuando renuncia a seguir con la defensa o asesoramiento del
encargo que le ha sido hecho para evitar la indefensión de su cliente.

8. El deber de informar al cliente.


Se refiere a la información como comunicación de noticias al cliente y a terceros.
Es suficiente que se haga en un plazo razonable sin que precluya ningún plazo o se cause
un perjuicio.

9. La obligación de continuar con la defensa.


El art. 13.11 CD dispone que el abogado tiene la obligación, mientras esté asumiendo la
defensa, de llevarla a término en su integridad (lo que le está vedado es abandonarla).

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10. La utilización de medios legítimos y la prolongación indebida de los juicios.
Los medios de los que se puede valer el abogado deben ser legítimos y obtenidos de forma
lícita.
También es obligación del letrado el abstenerse a utilizar medios de defensa que aunque
sean legítimos y se hayan obtenido de manera lícita sólo tiendan a alargar
injustificadamente los pleitos.

11. Retención de documentos.


El art. 13.12 CD prohíbe expresamente la retención de documentos del cliente ni siquiera
bajo pretexto de tener pendiente cobro de honorarios.

12. El aseguramiento de la responsabilidad civil.


En otros países, el contratar un seguro que garantice la responsabilidad del abogado es
obligatorio (entre nosotros, no pasaba de ser recomendable). El art. 21.1 CD así lo dispone.
El EGAE se limita a considerar como una de las funciones de los Colegios de abogados la de
organizar entre otros servicios el aseguramiento obligatorio de la responsabilidad civil
profesional cuando legalmente se establezca.
El art. 21 Ley 17/2009 sobre el libre acceso a las actividades de servicios y su ejercicio
dispone que por ley se podrá exigir a los prestadores de servicios la suscripción de un
seguro de responsabilidad civil profesional u otra garantía equivalente que cubra los
perjuicios que se puedan producir para la seguridad del destinatario o de un tercero.

31
CAPÍTULO UNDÉCIMO LAS RELACIONES DEL ABOGADO CON LA PARTE CONTRARIA

1. Definiciones.
El abogado es de los pocos que, en el ejercicio de su actividad, se relaciona con sus
compañeros de manera habitual.
La expresión <<parte>> es de las palabras con más acepciones del idioma, no obstante, la
expresión <<parte contraria>> tiene un matiz procesal, de enfrentamiento.
Respetando la utilización del adjetivo contraria para denominar a la que se enfrenta en un
procedimiento judicial, parece más adecuado en la normativa deontológica utilizar un
término más amplio que podría ser <<otra parte>>.

2. Regulación positiva.
El abogado ha de abstenerse de toda relación y comunicación con la parte contraria
cuando le conste que está representada o asistida por otro abogado, a menos que el
compañero autorice expresamente el contacto con su cliente.
Cuando la parte contraria no disponga de abogado, deberá recomendarle que designe uno
(art. 14 CD).
El art. 43 EGAE dispone que son obligaciones del abogado para con la parte contraria el
trato considerado y cortés, así como la abstención u omisión de cualquier acto que
determine una lesión injusta para la misma.
La autorización del abogado de la parte contraria debe ser expresa.

3. Bien jurídico protegido.


La norma que regula las relaciones del abogado con la parte contraria tiene por objeto,
más que la protección de esa parte, el salvaguardar las relaciones entre abogados por lo
que su estudio podría incluirse dentro del referido a las relaciones entre abogados (sólo la
particularidad del consejo a la parte que no dispone de abogado de que solicite o contrate
uno le dará un carácter distinto).

4. Originalidad de la norma española.


La normativa deontológica que regula la relación con la parte contraria no es sólo
novedosa en nuestro ordenamiento jurídico, es casi única.

5. Excepciones a la norma de abstención.


Hay situaciones en las que es necesario establecer contacto con la parte contraria aun
cuando conste que está siendo defendida por un compañero.
Piénsese en un contrato cuyos efectos se están discutiendo y que necesita de un
requerimiento para que el deudor quede constituido en mora.

6. La lesión a la parte contraria.


Es contrario a la deontología lesionar los derechos de la parte contraria cuando esa lesión
no es necesaria para la defensa (esta infracción es independiente de las responsabilidades
civiles o del orden penal en que se pueda también incurrir, del resarcimiento del perjuicio
y de las posibilidades de reacción de la parte contraria).
La prohibición de mantener relaciones o comunicaciones con la parte contraria es absoluta
y el objeto de la prohibición es toda relación o comunicación (la prohibición se refiere al
asunto).

32
CAPÍTULO DUODÉCIMO LAS RELACIONES DEL ABOGADO CON SU COLEGIO

1. Especialidad de esta relación.


Para que rijan las normas deontológicas es preciso, en general, que el abogado actúe como
tal abogado y que lo hará cuando defienda o asesore a un cliente. Sin embargo, las
relaciones del abogado con su Colegio son una excepción a esa regla general (aquí, el
letrado sólo precisa hallarse incorporado al Colegio y no importa si hay cliente o no).
La mera pertenencia al Colegio impone unas obligaciones al abogado y no debe verse en la
existencia de derechos para el abogado una necesaria y correlativa obligación para el
Colegio ya que eso daría un carácter ius privatista a la deontología y transformaría a los
Colegios en sujetos de esta rama del derecho; la mayor parte de los derechos que s ele
reconocen a los colegiados, más que derechos son facultades de naturaleza pública.

2. Las obligaciones en el vigente Código deontológico.


Donde se regulan las obligaciones del abogado con su Colegio es en el art. 10 CD.
El art. 31 a EGAE impone como deberes generales de los abogados el cumplir las normas
legales, estatutarias y deontológicas, así como los acuerdos de los diferentes órganos
corporativos.

3. El respeto a los órganos de gobierno de los Colegios.


El art. 10.2 CD lo impone al abogado traduciéndolo en la atención a las comunicaciones y
citaciones que emanan de tales órganos en el ejercicio de sus funciones.

4. La contribución a las cargas colegiales.


El art. 10.3 CD incluye como obligación de esta naturaleza la de contribuir al
mantenimiento de las cargas profesiones y demás imputaciones económicas del Colegio en
la forma y tiempo que se hayan establecido.
Todo abogado podrá estar incorporado a cuantos Colegios desee, mediante el
cumplimiento de los requisitos señalados y el abono de las cuotas colegiales
correspondientes.

5. La baja colegial por impago de cuotas.


El pago de las cuotas colegiales es un presupuesto indispensable para que la actuación
profesional sea legítima en cuanto constituye un deber ineludible para el colegiado (la baja
colegial por impago de cuotas y la supeditación de nueva incorporación colegial para el
ejercicio de la profesión no resulta ser una medida coercitiva ni sancionadora, por lo que
no precisa la incoación de un expediente disciplinario).
La medida de baja colegial es mera consecuencia de desaparecer la razón sustentadora del
derecho del colegiado de actuar como tal.

6. La rehabilitación.
Permite la reincorporación pagando lo adeudado, los intereses legales y la cantidad que
correspondiere como nueva incorporación.

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7. Las habilitaciones y la comunicación de la actuación en ámbito distinto del ámbito
colegial.
La Ley 25/2009, de 22 de diciembre, de modificación de diversas leyes para su adaptación
a la Ley sobre el libre acceso a las actividades de servicios y su ejercicio ha modificado la
Ley de Colegios profesionales dándole una nueva redacción que elimina del todo la
obligación de comunicación, bastando para ejercer en todo el territorio español la
incorporación al del domicilio único o principal y prohibiendo a los Colegios exigir
comunicación ni habilitación alguna ni el pago de contraprestaciones económicas distintas
de aquellas que exijan habitualmente a sus colegiados por la prestación de los servicios de
los que sean beneficiarios y que no se encuentren cubiertos por la cuota colegial.

8. La denuncia del intrusismo.


El art. 10.4 CD impone al abogado la obligación de denunciar al Colegio todo acto de
intrusismo o de ejercicio ilegal (similar disposición se contiene en el art. 34 b EGAE).

9. La denuncia de los agravios y atentados.


El art. 10 CD dispone que el abogado está obligado en sus relaciones con el Colegio a poner
en conocimiento del Colegio los agravios de que tanto él como cualquiera de sus
compañeros hubieran sido objeto con ocasión o como consecuencia del ejercicio
profesional.
Similar norma se encuentra en el art. 34 c EGAE referida al atentado a la libertad,
independencia o dignidad de un abogado en el ejercicio de sus funciones.

10. La comunicación de las circunstancias personales y de las incidencias.


Comunicar al Colegio las circunstancias personales que afecten al ejercicio profesional es
otra obligación del abogado con su Colegio comprendida en el art. 10.6 CD.

11. La obligación de mantener despacho: concepto de despacho abierto.


El art. 31 EGAE establece deberes generales del abogado y entre ellos el de la letra b:
mantener despacho profesional abierto, propio, ajeno o de empresa, en el territorio del
Colegio en cuyo ámbito esté incorporado y ejerza habitualmente su profesión.
No es suficiente con la designación de un domicilio a efectos de oír notificaciones.

12. Los deberes de abstención.


Se colige del art. 84 f EGAE que sanciona como falta muy grave la realización de
actividades, constitución de asociaciones o pertenencia a éstas, cuando tengan como fines
o realicen funciones que sean propias y exclusivas de los Colegios.

13. Derechos del abogado frente a su Colegio: el derecho de petición.


En cuanto al derecho de petición, resulta oportuno recordar una STS que consideró no
sancionable el haberse arrogado por una colegiada una petición de interés general para el
Colegio.
El derecho de protección se transforma en el amparo colegial del art. 41 EGAE.

14. La utilización del título de abogado y su traducción.


Un letrado que tiene clientela extranjera se siente impulsado a utilizar la traducción de su
título de abogado a alguna de las lenguas más usadas en los países de nuestro entorno.
El Consejo ha acordado autorizar la traducción de abogado, siempre que en evitación de
confusiones se añada, junto con la indicación de abogado y su traducción, la indicación del
Colegio español al que pertenece.

34
CAPÍTULO DECIMOTERCERO LAS RELACIONES DEL ABOGADO CON LOS TRIBUNALES

1. El abogado como colaborador de la Administración de Justicia.


El abogado no ayuda a que se administre justicia, trabaja en ello, en esa labor de dar a
cada uno lo suyo.

2. El protocolo de Sala.
No es una facultad del abogado el situarse en el sitio que libremente decida. Dentro del
llamado protocolo de sala le corresponde precisamente uno, a la derecha del tribunal
cuando defiende al imputado o cuando es recurrente y a la izquierda cuando ejerce la
acusación particular o defiende a la parte recurrida.

3. El respeto como obligación de forma.


El art. 11 CD abunda en la obligación de guardar respeto.

4. Las obligaciones de fondo: la lealtad y la veracidad.


El art. 11.1 CD establece como obligación primera de los abogados en sus actuaciones ante
los tribunales el actuar entre ellos con buena fe y lealtad.
El deber de veracidad significa no distorsionar la realidad mediante técnicas repudiables
(no atenta contra el deber de veracidad el abogado que guarda silencio).

5. Otras normas contenidas en el EGAE sobre la materia.


El art. 18.2 permite el auxilio o la sustitución en cualquier diligencia judicial por un
compañero bastando la declaración del sustituto.
El art. 42.2 permite valerse de colaboradores y otros compañeros para la realización
diligente de las actividades profesionales.

6. La puntualidad.
Es materia deontológica, jurídica (art. 11 h CD).

7. La <<policía de estrados>>.
Los abogados y procuradores que intervienen en los pleitos pueden ser corregidos
disciplinariamente por el juez o la sala ante la que se siguen las actuaciones siempre que
los hechos que motiven dicha sanción no sean constitutivos de delito.

8. La inasistencia a juicio.
Art. 553 LOPJ.

9. La renuncia a la defensa.
Es sancionable en vía de policía de estrados la renuncia injustificada a la defensa o
representación que se ostente en un procedimiento dentro de los siete días anteriores a la
celebración del juicio aunque no se suspenda o se retrase o de cualquier manera se
entorpezca su celebración.

35
CAPÍTULO DECIMOCUARTO LAS OTRAS RELACIONES DEL ABOGADO

1. Relaciones con otros profesionales y con terceros.


2. La obligación de contestar la correspondencia.
3. Relaciones con los procuradores de los tribunales.
4. Relaciones con notarios, con oficiales de notarías y con registradores de la propiedad y
mercantiles.
5. Relaciones con abogados del Estado, letrados y funcionarios de las Cortes.
6. Relaciones con graduados sociales.
7. Relaciones con los <<agentes de negocios>>.
8. Relaciones con los agentes de la propiedad industrial.
9. Relaciones con los agentes de la propiedad inmobiliaria y con los gestores intermediarios
de promociones de edificación.
10. Relaciones con agentes y corredores de seguros.
11. Incompatibilidades con gestores administrativos.
12. El asesoramiento fiscal.
13. El mantenimiento de vínculos profesionales con profesionales incompatibles: los derechos
adquiridos.
14. La compatibilidad con la profesión de administrador de fincas.
15. Relaciones con los auditores de cuentas: la sentencia nova.
16. Las relaciones con socios no profesionales en las sociedades profesionales.
17. Las relaciones con los cuerpos de seguridad.
18. Relaciones con árbitros y mediadores.
19. Relaciones con testigos.
20. Relaciones con peritos.
21. Las relaciones con la Administración en la prestación de los servicios de asistencia jurídica
gratuita.
22. Relaciones con los medios de comunicación.
23. Relaciones con el público en general: la publicidad.

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