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1. Concepto.
El abogado es un profesional. Abogado es sinónimo de letrado, pero no de jurista, ni de
jurisconsulto, ni de licenciado.
El abogado es un colaborador imprescindible de la administración de justicia y el garante
del derecho constitucional a la defensa.
2. Definición legal.
La LOPJ (art. 542) dispone que corresponde en exclusiva el título de abogado al licenciado
en derecho que ejerza profesionalmente la dirección y defensa de las partes en toda clase
de procesos, o el asesoramiento y consejo jurídico.
El Estatuto General de la Abogacía Española define la abogacía como una profesión libre e
independiente que presta un servicio a la sociedad en interés público y que se ejerce en
régimen de libre y leal competencia, por medio del consejo y la defensa de derechos e
intereses públicos o privados, mediante la aplicación de la ciencia y la técnica jurídicas, en
orden a la concordia, a la efectividad de los derechos y libertades fundamentales y a la
justicia.
3. Definición jurisprudencial.
Abogado es aquella persona que, en posesión del título de licenciado en derecho, previa
pasantía, o sin ella, previo curso en Escuela de Práctica Jurídica, o sin él, se incorpora a un
Colegio de abogados y, en despacho propio o compartido, efectúa los actos propios de esa
profesión y, en general, la defensa de intereses ajenos, judicial o extrajudicialmente.
7. Colegiación obligatoria.
La incorporación a un Colegio de abogados es requisito sine qua non para ser abogado
(exigencia sólo de rango legal, por lo que una ley ordinaria puede modificarla).
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8. Constitucionalidad de la colegiación obligatoria.
Es plenamente compatible, a juicio del TC, la colegiación obligatoria y la libertad negativa
de asociación.
Sin embargo, el TC ha declarado que la colegiación obligatoria debe responder a una
necesidad de servir un interés público.
En el caso de los Colegios de abogados, cumplen con determinadas funciones que pueden
considerarse de interés público:
- Tienen a su cargo la organización y gestión de los servicios de asistencia letrada y de
defensa según la Ley 1/1996 de 10 de enero de Asistencia Jurídica Gratuita.
- Emiten informes cuando se impugnan las tasaciones de costas por considerarse
excesivos los honorarios de los abogados.
- Ejercen la potestad disciplinaria sobre los abogados según dispone la Ley de Colegios
Profesionales.
- Llevan el registro de las Sociedades Profesionales.
- Pueden crear un órgano centralizado de Prevención del blanqueo de capitales.
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11. Estructura y funcionamiento de los Colegios de abogados.
El EGAE contempla una gran libertad de organización de los Colegios. Sin embargo, su
estructura responde a las siguientes pautas:
- Está presidido por un Decano.
- El gobierno de la institución corresponde a una Junta de gobierno.
- Los Estatutos de cada Colegio pueden prever la creación de una Asamblea Colegial
permanente, con facultades económicas.
- Propenden a la descentralización funcional y territorial.
- Territorialmente, se crean Delegaciones en los diversos partidos judiciales para el
mejor cumplimiento de sus fines y para acercar los Colegios a los colegiados.
14. La CCBE.
Un organismo denominado Consejo de Colegios de Abogados de Europa, CCBE, representa
a los Colegios de abogados europeo y a sus miembros en todos los asuntos de interés
mutuo relacionados con el ejercicio de la profesión transnacional e internacional a nivel
europeo.
Ha aprobado un Código de Deontología que el CGAE ha acogido y que rige en las
actuaciones transnacionales.
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CAPÍTULO SEGUNDO LA DEONTOLOGÍA EN GENERAL
1. Introducción.
El término <<deontología>> fue acuñado por el filósofo y abogado inglés Jeremías
Bentham (1748-1832) que escribió una obra póstuma que tituló “Deontología o ciencia de
la moral”.
Bentham considera que la deontología debe sustentarse (como, en general, la moral) en el
principio de utilidad (según tal principio, los actos de los hombres -buenos o malos- sólo se
explican y tienen tal carácter en función de la felicidad o bienestar que puedan
proporcionar).
A pesar de su condición de abogado, Bentham no aplicó sus estudios sobre deontología a
los deberes profesionales (la deontología no viene a ser aplicada al estudio de estos
deberes sino a partir de 1845, cuando Max Simon escribe una obra sobre los deberes de la
profesión médica).
De una manera simple, la ontología es la parte de la metafísica que trata del ser en general
y de sus propiedades trascendentales (si la ontología es la ciencia del ser, la deontología es
la ciencia del deber ser).
En todas sus acepciones, el concepto de deber es equivalente al de obligación o tener
obligación (sin embargo, el concepto de obligación tiene resonancia jurídica y el de deber
moral o ética).
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La norma ética o moral se convierte en jurídica cuando adquiere tal relevancia que la colectividad
estima que debe ser obligatoria para todos (lo que se persigue no es la perfección individual sino la
convivencia y el bien común).
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La norma jurídica manda, prohíbe o permite actos humanos (la antijuricidad es la falta de conformidad
de los actos humanos con la norma jurídica). No toda norma jurídica tiene un contenido moral (hay
muchas cuyo contenido es de simple ordenación).
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3. La aportación de la Constitución española a la deontología.
Existe una afirmación del carácter estrictamente jurídico de las normas deontológicas en la
constitución española, que en su art. 26 dispuso: se prohíben los Tribunales de Honor en el
ámbito de la Administración civil y de las organizaciones profesionales (los tribunales de
honor, formados por individuos de la misma categoría del inculpado, decidían si su
dignidad le permitía pertenecer al cuerpo o profesión del que era miembro).
Los tribunales de honor no juzgaban actos concretos sino conductas y personalidades (el
bien protegido no era el honor del sometido a su juicio sino la dignidad del conjunto de sus
iguales).
El TC tiene declarado que las normas de deontología profesional aprobadas por los
Colegios profesionales no constituyen simples tratados de deberes morales sin
consecuencias en el orden disciplinario (tales normas determinan obligaciones de
necesario cumplimiento por los colegiados y responden a las potestades públicas que la ley
delega en favor de los Colegios).
El carácter estrictamente jurídico de las normas deontológicas no menoscaba en absoluto
el que tengan un contenido ético y unos principios esenciales que cada normativa se
encarga de reiterar.
La deontología no es filosofía, ni siquiera filosofía del derecho, es derecho en estado puro
(inspirado en principios de contenido).
Cabe plantearse si es derecho público o privado:
- Derecho privado (su destinatario, el abogado, es un ciudadano particular que en sus
actividades privadas se rige por normas de carácter privado).
- Derecho público (la pertenencia obligatoria del abogado a una corporación de derecho
público, los Colegios profesionales, le confieren una dimensión pública).
El abogado ha abandonado su carácter privado de profesional al servicio de su cliente con
su inmersión completa en lo público ya que realiza una función social imprescindible.
4. Definición de deontología.
La deontología profesional se dirige a quienes tienen tal carácter porque en ellos concurre:
- La alta capacitación que se presume viene dada por la posesión de un título académico
después de cursar estudios de nivel superior.
- La reglamentación del acceso y ejercicio de la actividad.
- La independencia en su ejercicio.
- La relación con el cliente.
- La responsabilidad personal por las actuaciones que se lleven a cabo.
- La partencia a una corporación.
La relación es fundamental en el objeto de las normas deontológicas. El abogado se
relaciona habitualmente con su cliente, con la parte adversa o contraria, con sus
compañeros de profesión, con los tribunales de justicia, con los diversos operadores
jurídicos y con su Colegio.
Podría definirse la deontología del abogado como el conjunto de normas jurídicas que
regulan sus relaciones con su cliente, con la parte adversa, con sus compañeros de
profesión, con los órganos y funcionarios ante los que actúa y con su Colegio profesional,
normas cuyo origen y tutela son corporativos.
Clasificación de las normas deontológicas:
- Sustantivas (aquellas que establecen derechos y obligaciones del abogado frente a las
demás personas y entidades con las que se relaciona).
- Adjetivas (regulan los procedimientos para hacer efectivo el cumplimiento de las
normas sustantivas).
- Penales o sancionadoras (tipifican las infracciones, contienen un auténtico catálogo de
conductas, prevén las sanciones y sus contingencias).
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5. Precisión del concepto de abogado a los efectos deontológicos.
Al abogado no se le debe exigir más en sus actuaciones, cuando actúa como ciudadano,
que a cualquier otro ciudadano.
La abogacía es una profesión y como tal debe ejercerse constantemente para estar sujeto
a los derechos y obligaciones que ella impone (no se es abogado a secas, se es abogado de
alguien; por ello, la obligación que impone la profesión para los compañeros es exigible
cunado los letrados están actuando en ese carácter).
Las normas especiales que rigen la deontología tienen sentido en la medida en que se
ejerce la profesión (carecen de él cuando se trata de relaciones personales o privadas aun
cuando estén vinculadas de modo más o menos directo con el ejercicio de la profesión).
El abogado está sujeto a una serie de obligaciones, pero como ciudadano el abogado no es
de peor ni diferente condición que la del resto, por eso, los abogados pueden tener toda
clase de relaciones con sus compañeros de índole privada.
Sólo por excepción, el incumplimiento del pago de algunas deudas de carácter civil tiene
contenido disciplinario.
La zona más difusa se produce en las situaciones en que el abogado se defiende a sí
mismo.
6. Fuentes de la deontología.
La deontología profesional de la abogacía había venido siendo prácticamente hasta hace
unos pocos años una disciplina jurídica sin desarrollo doctrina que se transmitía de
generación en generación en el interior de los despachos (este sistema consuetudinario de
transmisión de las normas ya no es válido).
Hemos asistido en los últimos años a un proceso de codificación de la deontología que más
que codificación ha resultado una verdadera compilación de normas establecidas por la
costumbre.
Se distingue entre normas corporativas o endógenas (Estatuto General de la Abogacía
Española, aprobado por RD 658/2001 de 22 de junio3, que sustituye al Estatuto General de
la Abogacía aprobado por RD 2090/1982, de 24 de julio, los Códigos deontológicos, los
Estatutos particulares cada Colegio, las normas y circulares del CGAE, los Códigos de los
Consejos Autonómicos y los acuerdos de las Juntas de Gobierno de los Colegios de
abogados de España) y normas emanadas del parlamento o exógenas (Constitución
española, la LOPJ, el CP, la LEC, la LECrim, Ley 2/1974, de 13 de febrero, de Colegios
profesionales y leyes que regulan las CCAA).
7. Codificación de la deontología.
La plena conversión de la norma que disciplina el quehacer del abogado (moral en sus
orígenes) en norma jurídica trae como corolario inevitable la codificación.
En aras de la seguridad jurídica, cuando la norma deviene por imperio del estado de
derecho en jurídica se produce una tendencia a su plasmación escrita (esta codificación,
que es más una recopilación de usos y costumbres, corre el riesgo de la petrificación que
toda labor de codificación supone, petrificación contraria a la naturaleza misma de la
deontología que debe ir adaptándose a los modos y maneras del ejercicio de la abogacía).
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No es el gobierno sino el Consejo General de la profesión de que se trate quien elabora el Estatuto de
la misma, por más que luego ese texto aprobado por el Consejo General deba ser aprobado también por
el gobierno de la nación.
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8. Los códigos deontológicos.
Aprobado el Estatuto, la Asamblea de Decanos del CGAE celebrada en 1987 aprobó unas
denominadas <<normas deontológicas de la abogacía española>>.
En otra Asamblea de Decanos celebrada en 1995 se introdujeron algunas modificaciones a
las Normas y se le denominó <<Código Deontológico>> al que habría de ser el primer
Código Deontológico de la Abogacía Española.
El segundo Código Deontológico de la Abogacía Española fue aprobado por el Pleno del
CGAE en el año 2000 (el nuevo Código no deroga expresamente el de 1995, ni siquiera lo
menciona, produciéndose una derogación orgánica tácita del antiguo Código, ya que se
regula la totalidad de una misma materia, pero en forma diferente).
La validez del Código deontológico ha sido declarada por los tribunales de justicia.
Como consecuencia de la aprobación del EGAE, el Pleno del Consejo aprueba un nuevo
Código Deontológico en 2002 adaptado al Estatuto (modificado en diciembre de 2002 y en
otras 2 oportunidades). Este nuevo cuerpo normativo abroga expresamente el anterior al
disponerlo así su Disposición derogatoria.
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13. Legalidad, tipicidad, publicidad y previsibilidad de la norma deontológica.
La norma deontológica (jurídica) es de obligado cumplimiento y su vulneración trae
aparejada una sanción.
Hay, sin embargo, algunas peculiaridades que la caracterizan y que han sido objeto de
debate judicial y análisis por parte de los tribunales.
Se ha discutido la naturaleza de verdadera norma jurídica de las normas deontológicas
contenidas en los Códigos, porque no definirían por sí mismas conductas típicas. Por otra,
porque no cumplen los requisitos de la publicación en un diario oficial que establece el art.
52 de la Ley 30/1992 de Régimen Jurídico de las AAPP (esta objeción se refiere a las
normas concretas contenidas en los Códigos deontológicos y no a las normas
deontológicas en sí).
Es posible, de acuerdo con el TC, que, en razón de la especial relación de dependencia,
asumida por el colegiado cuando solicita su admisión a la profesión, que las actuaciones
sancionables y las sanciones no estén definidas por la ley, siempre que la ley las remita a
una norma de inferior rango.
Como resumen puede afirmarse que las normas deontológicas que no están consagradas
con rango formal de ley son igualmente válidas respecto de sus destinatarios ya que por su
especial relación con los órganos que las aplican tienen la obligación de conocerlas y la
oportunidad también porque tales normas no se mantienen ocultas, son dadas a conocer,
y quienes las aplican y exigen su cumplimiento tienen una habilitación legal que es
suficiente en este caso.
Además, aun cuando no está definida en su integridad la conducta reprochable, su
descripción, aún en términos generales y abstractos, es suficientemente clara para ser
entendida por los profesionales a quienes s eles aplica (la tipificación por incumplimiento
de las normas deontológicas que gobiernan la actuación de los abogados constituye una
predeterminación normativa con certeza suficiente para predefinir las conductas
sancionables debido a la naturaleza de tales normas y a la potestad pública delegada por la
ley a favor de los Colegios profesionales).
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CAPÍTULO TERCERO LOS PRINCIPIOS INSPIRADORES DE LA DEONTOLOGÍA. LA
INDEPENDENCIA
2. El principio de independencia.
Se dice que la abogacía es independiente porque no está subordinada a ningún poder del
Estado o grupo social que condicione sus actuaciones y que un abogado es independiente
porque no recibe órdenes de nadie (instrucciones, recomendaciones, solicitudes,
requerimientos, sí, pero órdenes no).
A diferencia de la independencia que es abstracta y absoluta, la libertad es concreta y
relativa (se refiere necesariamente a una determinada facultad y sólo cuando la libertad
no viene sucedida de ningún complemento se está aludiendo a la libertad personal como
contrapuesta a la detención o prisión).
Así pues, se empleará la expresión independencia del abogado como equivalente a la no
subordinación y libertad como facultad para realizar una o más actuaciones determinadas.
El art. 2.1 del Código dispone que <<La independencia del abogado es una exigencia del
Estado de derecho y del efectivo derecho de defensa de los ciudadanos, por lo que para el
abogado constituye un derecho y un deber>>.
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4. El amparo colegial.
Frente a la posible amenaza para la independencia que puede representar una excesiva
intervención judicial, los Colegios han desarrollado la institución del amparo.
El EGAE establece en su art. 41 que <<Si el abogado actuante considerase que la autoridad,
tribunal o juzgado coarta la independencia y libertad necesarias para cumplir sus deberes
profesionales, o que no se le guardase la consideración debida a su profesión, podrá
hacerlo constar así ante el propio juzgado o tribunal bajo la fe del secretario y dar cuenta a
la Junta de Gobierno. Dicha Junta, si estima fundada la queja, adoptará las medidas
oportunas para amparar la libertad, independencia y prestigio profesionales>>.
Así, sería el amparo colegial el conjunto de medidas que adopta el órgano de gobierno de
un Colegio profesional para restablecer la independencia, libertad o prestigio profesionales
cuando estos valores son amagados por una autoridad o tribunal.
No todos los valores de la abogacía ni todos los principios que la inspiran son susceptibles
de amparo colegial pero sí la independencia, la libertad y el prestigio o dignidad.
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7. Las incompatibilidades como salvaguarda de la independencia.
El Código deontológico de la abogacía española no establece causas de incompatibilidad
para el abogado. Se limita a regular las obligaciones del que en ellas incurra al disponer su
art. 6 que debe solicitarse la baja cuando se esté incurso en causa de incompatibilidad
absoluta para el ejercicio de la abogacía.
El EGAE sí establece en sus arts. 22 y ss. las normas sobre la incompatibilidad para el
ejercicio de la profesión disponiendo que hay una incompatibilidad genérica con cualquier
actividad que pueda suponer un menosprecio de la libertad, la independencia a la dignidad
que le son inherentes y con el desempeño de cargos, funciones o empleos públicos en el
Estado y en las AAPP y con las profesiones de Procurador, Graduado Social, Agente de
Negocios, Gestor Administrativo y cualquiera otra cuya propia normativa reguladora así lo
especifique.
En la última modificación experimentada en la Ley 2/1974, de 13 de febrero, sobre
Colegios Profesionales, su art. 2, apartado 5, quedó redactado así: <<En todo caso, los
requisitos que obliguen a ejercer de forma exclusiva una profesión o que limiten el
ejercicio conjunto de dos o más profesiones, serán los que se establezcan por ley>>
El ejercicio de la abogacía es incompatible con la intervención ante aquellos Organismos
jurisdiccionales en que figuren como funcionarios o contratados el cónyuge, el conviviente
permanente con análoga relación de afectividad o los parientes del abogado, dentro del
segundo grado de consanguinidad o afinidad.
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CAPÍTULO CUARTO LOS PRINCIPIOS INSPIRADORES DE LA DEONTOLOGÍA: LA LIBERTAD
1. Libertad e independencia.
Concibo la independencia como un principio esencial que no está generalmente sujeto a
rebaja ni limitación alguna. La libertad, en cambio, es graduable, limitada por su propia
naturaleza y de carácter relativo, siempre referida a un objeto determinado.
Se puede afirmar que el abogado es independiente peor no puede decirse que el abogado
es libre, así, a secas.
Lo que sí puede decirse es que el abogado es <<libre para>> o que goza de <<libertad
de>>.
El abogado goza del haz de libertades que consagra la Constitución y el conjunto de
normas de inferior jerarquía que han ido desarrollándolas (esa pléyade de facultades
justifica que en lugar de libertad se hable de libertades).
2. La libertad de defensa.
Desde los albores de la civilización a quien ejercía el poder le venía atribuido la facultad de
castigar (el ius puniendi). Frente a ese poder se levanta un contrapoder que está
constituido por la defensa (ese contrapoder se encomienda al abogado). Ese derecho de
defensa se constituye como garantía para los presuntos infractores tanto en la vía penal
cuanto en la vía civil y es un componente inescindible de la administración de justicia.
No es sino hasta la Constitución española de 1978 que se consagra y como derecho
fundamental el derecho a la defensa y a la asistencia de letrado.
El derecho a la defensa para el justiciable se ha transformado en una suerte de obligación:
a defenderse y en la mayor parte de los casos, a contratar una defensa técnica.
Establece el art. 3.1 CD que el abogado tiene el derecho y el deber de defender y asesorar
libremente a sus clientes, sin utilizar medios ilícitos o injustos, ni el fraude como forma de
eludir las leyes. El abogado es quien decide la forma y la estrategia de la defensa (sólo se
limitará a complacer al cliente si los medios que le sugiere son tan buenos como los que él
había empleado sin su consejo).
Cuando existe disentimiento personal con el cliente en opiniones o en conducta, el CD
prevé la abstención o renuncia del letrado (el asunto es siempre del cliente y no del
abogado por lo que le está vetado tratar de obligar a su cliente a pasar por sus criterios).
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4. La libertad de establecimiento.
Consiste en la facultad de moverse libremente, residir allí donde parezca oportuno y
funcionar de la manera que se estime más conveniente.
Está consagrada en la Directiva 985/CE del Parlamento europeo y del Consejo del 16 de
febrero de 1998 encaminada a facilitar el ejercicio permanente de la profesión de abogado
en un Estado distinto de aquel en el que se haya adquirido la calificación (desde mucho
antes, el abogado gozaba de libertad de establecimiento dentro de España; puede
establecerse en cualquier parte del territorio nacional, colegiarse en cuantos Colegios
estime convenientes…).
No obstante, el abogado está obligado a mantener despacho profesional abierto, propio,
ajeno o de empresa, en el territorio del Colegio en cuyo ámbito esté incorporado y ejerza
habitualmente su profesión.
5. La libertad funcional.
Al no estar reconocidas las especialidades del derecho, el abogado puede dedicarse
libremente a cualquiera de ellas sin necesitar de acreditar conocimientos o aptitudes
especiales. Su única limitación se encuentra en lo previsto en el art. 13.8 CD que le impide
aceptar asuntos para los cuales no se considera o no debería considerarse capacitado,
salvo que se encuentre en colaboración con otro abogado que sí lo esté.
Dentro de esta libertad funcional se encuentra la posibilidad de acudir ante los tribunales
de cualquier grado o jurisdicción sin restricción de ninguna clase, desde el instante mismo
de su colegiación.
En España, no hay más restricciones que las que se establecen para asumir la defensa en
turno de oficio en razón de la Orden Ministerial de 3 de junio de 1997 que establece los
requisitos generales mínimos de formación y especialización necesarios para prestar los
servicios de asistencia jurídica gratuita exigiendo la necesidad de contar con un plazo
mínimo de colegiación, tres años, para acceder a los servicios del turno de oficio y la
aprobación de los cursos de la Escuela de práctica jurídica u otros equivalentes.
6. La libertad de expresión.
En relación al abogado, la LOPJ equipara la libertad de expresión a la libertad de defensa
porque resultan inescindibles ya que para defender es preciso expresar una idea, un
argumento, un criterio.
El estudio de la libertad de expresión de los abogados se centra en los límites de tal
libertad para determinar qué expresiones son las que legítimamente pueden proferirse y
cuáles, si algunas, no.
El TC se ha pronunciado en numerosas oportunidades sobre la calificación de las
expresiones, partiendo siempre de la base de la distinción entre la función y la persona
que la ejerce, por una parte, y el límite del ejercicio de la libertad: el insulto y la
descalificación.
La libertad de expresión no puede estar protegida cuando se falta clamorosamente y a
sabiendas a la verdad o se realizan ataques de todo punto innecesarios.
Conclusiones de la libertad de expresión:
- Es un derecho fundamental.
- La del abogado es aún más cualificada que la del resto de ciudadanos.
- Esa especial calificación no s emotiva por el titular del derecho sino por el objeto que
se persigue, el derecho de defensa.
- El derecho no es absoluto pero, sin embargo, es preferente.
- Es límite en la libertad de expresión el respeto estando proscritos el insulto y la
descalificación ad hominem y cunado es gratuito.
- En la depuración de las responsabilidades por el abuso de la libertad de expresión, la
vía disciplinaria es preferente a la penal, salvo que constituyan delito.
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- Puede criticarse, incluso con dureza y vehemencia y utilizando expresiones molestas
las resoluciones judiciales y que tal crítica no afecta a la persona de tales resoluciones.
- Las expresiones deben estimarse siempre en su contexto.
- No sólo puede ejercerse ante los tribunales sino en cualquier otra actuación en la que
se actúe en defensa de su cliente.
- La actuación esperable de un abogado en Sala es diferente a la que puede tener en la
oficina judicial.
- La línea entre lo permitido y lo proscrito en cuanto al ejercicio de la libertad de
expresión es tenue y sinuosa y depende de las circunstancias del caso y hasta de los
criterios de los jueces.
- Corresponde a los Colegios de abogados el amparo de sus colegiados para proteger la
efectividad del derecho a la libertad de expresión como manifestación del derecho de
defensa.
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CAPÍTULO QUINTO LOS PRINCIPIOS INSPIRADORES DE LA DEONTOLOGÍA: LA
DIGNIDAD
2. La dignidad en el EGAE.
Es función de los Colegios de abogados ordenar la actividad profesional de los colegiados,
velando por la formación, la ética y la dignidad profesionales (art. 4.1 h EGAE).
Además, es deber de los colegiados ex art. 34 c denunciar al Colegio cualquier atentado a
la libertad, independencia o dignidad de un abogado en el ejercicio de sus funciones.
Es infracción muy grave <<… los actos y omisiones que constituyan ofensa grave a la
dignidad de la profesión, a las reglas éticas que la gobiernan y a los deberes establecidos
en el presente Estatuto general>>.
4. La toga y el atuendo.
El art. 37.1 EGAE dispone que los abogados comparecerán ante los tribunales vistiendo
toga y potestativamente birrete, sin distintivo de ninguna clase salvo el colegial y
adecuarán su indumentaria a la dignidad y prestigio de la toga que visten y al respeto a la
justicia.
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6. Concepto de dignidad.
La dignidad es la <<cualidad de digno>> y también <<excelencia, realce, gravedad y decoro
de las personas en la manera de comportarse>> además de <<cargo o empleo honorifico y
de autoridad>> y <<persona que posee una de estas prebendas>>.
La dignidad no es sino un comportamiento, un modo de comportarse acorde con las reglas
aplicables a la situación y al momento.
Estriba en el cumplimiento del deber (el realizar en cada caso aquello que corresponde).
Bajo la expresión de dignidad se incluye a prácticamente todo el contenido de la
deontología (por ello, la norma que sanciona la actuación contraria a la dignidad de la
profesión permite casi todo).
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CAPÍTULO SEXTO LOS PRINCIPIOS INSPIRADORES DE LA DEONTOLOGÍA: LA CONFIANZA E
INTEGRIDAD
1. Significado.
Las relaciones del abogado con los tribunales, con su cliente y con sus compañeros deben
estar presididas por la confianza. El CD ya avanza en su preámbulo que la abogacía ha sido
desde siempre depositaria de la confianza de valores y que las relaciones de confianza
entre el abogado y el cliente son necesarias, estando cimentadas en la honradez, probidad,
rectitud, lealtad, diligencia y veracidad.
3. La probidad y la transparencia.
La confianza no es un valor en sí, es el resultado de la práctica de ciertos valores que
pueden resumirse en uno: integridad o probidad.
Probidad es sinónimo de honradez y honradez es rectitud de ánimo, integridad en el obrar.
Hoy el concepto de probidad ha sido sustituido por el de transparencia.
El abogado debe ser íntegro, leal, probo o transparente en sus relaciones con los demás y
sólo así conseguirá inspirar la confianza que necesita para actuar ante los tribunales, con
sus compañeros y con su cliente. Esos valores los obtendrá mediante la observancia de las
normas deontológicas.
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6. La actuación a favor de personas con intereses en conflicto.
El art. 13.4 CD dispone que <<El abogado no puede aceptar la defensa de intereses
contrapuestos con otros que esté defendiendo, o con los propios del abogado>>.
Termina la disposición con la siguiente norma: <<Sin embargo el abogado podrá intervenir
en interés de todas las partes en funciones de mediador o en la preparación y redacción de
documentos de naturaleza contractual, debiendo mantener en tal supuesto una estricta y
exquisita objetividad>>
7. La mediación.
Mientras el juez está investido de origen con la potestad para imponer la solución y al
árbitro s ele atribuye de mutuo acuerdo de las partes la misma facultad, el tercero que
media no tiene facultad de imponer la solución (ayuda a las partes a buscar la solución).
En efecto, la actividad de mediación es una labor propia de, entre otras profesiones, la del
abogado ex art. 9.1 del Estatuto.
Si el abogado interviene como mediador de todas las partes no podrá actuar por una de
ellas en un procedimiento posterior.
8. El desinterés y la veracidad.
Cabe cuestionarse hasta dónde llega la obligación del abogado de ser veraz.
El deber de decir la verdad está modulado por la obligación de guardar secreto que no es
ni más ni menos que una manifestación del derecho fundamental a no declarar contra sí
mismo que consagra el art. 24 CE.
El deber de veracidad no es absoluto y vale en la medida en que con su ejercicio se
contribuya a la confianza que debe inspirarse. Por eso, no hay comparación en el deber de
veracidad que debe cumplirse frente al cliente o frente a terceros (frente a los tribunales,
el deber no es de veracidad, es de lealtad).
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CAPÍTULO SÉPTIMO LOS PRINCIPISO INSPIRADORES DE LA DEONTOLOGÍA: LA
CONFIDENCIALIDAD Y EL SECRETO PROFESIONAL
1. El secreto profesional.
La obligación de guardar el secreto profesional es de no revelar cualquier hecho que haya
llegado a conocimiento del abogado en razón de su ejercicio profesional.
El CP en su art. 199 castiga al que revelare secretos ajenos, de los que tenga conocimiento
por razón de su oficio o sus relaciones laborales y al profesional que, con incumplimiento
de su obligación de sigilo o reserva, divulgue los secretos de otra persona (esto no es así,
desde el punto de vista deontológico, campo en el que no se necesita que el hecho sea
secreto para que concurra el deber de no revelarlo).
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6. El deber de guardar secreto de las condiciones económicas del cliente de oficio.
Existe una situación paradójica que impone la obligación de guardar el secreto profesional
cuando se defiende en turno de oficio a quien tiene reconocido el derecho a la asistencia
jurídica gratuita.
Se ha planteado la situación con trascendencia deontológica que puede producirse si el
letrado designado de oficio da a conocer a la Comisión de Asistencia Jurídica Gratuita los
datos de carácter económico de su cliente (su interés radicaría en que esa comunicación
pudiera traer aparejada la revocación del derecho a la asistencia jurídica gratuita y el
derecho que para él surge de percibir honorarios).
Si el abogado designado en turno de oficio descubre, durante su relación con el cliente por
cualquier medio, que el justiciable ha falseado u ocultado datos o ha efectuado una
declaración errónea, no puede, sin vulnerar la obligación de guardar el secreto profesional,
revelar los hechos por él conocidos o averiguados ni siquiera si fuese requerido para ello
por la Comisión de Asistencia Jurídica Gratuita.
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11. Secreto profesional y blanqueo de capitales.
La Ley 10/2010, de 28 de abril, de prevención del blanqueo de capitales y de la
financiación del terrorismo mantiene la inclusión de los abogados entre los sujetos que
quedan obligados a colaborar con la unidad financiera en la prevención del blanqueo de
dinero.
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CAPÍTULO OCTAVO LOS PRINCIPIOS INSPIRADORES DE LA DOENTOLOGÍA: LA
TRANSPARENCIA
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2.4. La libertad total de pactos.
Hoy es la libertad de pacto la que rige para la fijación de los honorarios (así lo dispone
el EGAE y lo ratifica el art. 15 CD).
4. La provisión de fondos.
El art. 17 CD autoriza al abogado a solicitar una provisión de fondos a cuenta de honorarios
y gastos previamente o durante la tramitación del asunto y a renunciar o condicionar el
inicio, la continuación o la finalización de su encargo por la falta de la provisión.
La falta de provisión de fondos permite al abogado apartarse del asunto, pero en ningún
caso incumplir con sus obligaciones.
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6. La rendición de cuentas como obligación del abogado.
El abogado tiene la obligación de rendir cuentas de las cantidades que le han sido
entregadas o que ha recibido para su cliente.
La obligación de rendir cuentas tiene tanto un contenido de derecho civil como
deontológico y constituye falta sancionable el no rendir cuentas de las cantidades
percibidas, sin perjuicio de las demás responsabilidades en que pueda incurrir.
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11. La cuota litis.
Es el pacto entre un abogado y su cliente logrado antes de terminar el asunto encargado
por el que se fija la retribución de aquél en na proporción o porcentaje del resultado
obtenido, en dinero o en cualquier otro beneficio que obtenga el cliente.
Para que exista cuota Litis, es necesaria la concurrencia de:
- Un concierto entre abogado y cliente.
- Que el encargo que se haga al abogado como consecuencia de ese concierto pueda
tener un cauce procesal, actual o futuro.
- Que el pacto sea previo a la conclusión del asunto.
- Que el encargo que se ha hecho al abogado tenga un contenido económico.
Si nada obtiene el cliente nada obtiene su abogado (quien corre con los gastos puede ser
libremente pactado).
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CAPÍTULO NOVENO LAS RELACIONES DEL ABOGADO CON SUS COMPAÑEROS DE
PROFESIÓN
1. Necesidad de que el abogado actúe como tal para que las relaciones se rijan por la
deontología.
Las relaciones entre abogados están regidas por la deontología, pero no porque los
abogados sean de diferente condición que el resto de los profesionales sino porque actúan
en interés de los demás, de sus clientes y en definitiva de la sociedad entera.
Pero, en sus relaciones privadas, deben estar sujetos al derecho común cuando actúan
como particulares.
En sus relaciones laborales de naturaleza especial o general, los abogados no actúan como
tales abogados.
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5. Relaciones entre abogados que defienden intereses contrapuestos.
La lealtad debe presidir las actuaciones del abogado, no sólo con sus compañeros sino
también con su cliente y con los tribunales de justicia.
Existe una casuística muy nutrida sobre las faltas de respeto a compañeros. En el
procedimiento sancionador se prevé una mediación ante el decano para dar la
oportunidad al ofensor a recapacitar y solicitar las pertinentes disculpas (este sistema
permite la solución de múltiples asuntos que acabarían en un expediente disciplinario).
El compañerismo, vínculo que existe entre compañeros y la armonía y buena
correspondencia está consagrado en el art. 5.1 CD que debe existir en interés del cliente.
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8. Sustitución en la defensa y confidencialidad de las comunicaciones.
Cuando un abogado cesa en la defensa de su cliente porque la asume un compañero, se
producen una serie de acontecimientos y surgen una serie de derechos y obligaciones para
el abogado sustituido y para el abogado sustituto. El abogado sustituido debe facilitar a su
compañero todos los antecedentes que le ayuden para continuar con su labor de defensa
o asesoramiento sin que se produzcan dificultades para el cliente.
Si consideramos el deber de ser leales como un deber genérico no existe razón ninguna
para considerar que un abogado no debe facilitar al compañero que le sucede en la
defensa la documentación que había recibido o remitido al abogado contrario siempre que
le sea necesaria para continuar con la defensa o el asesoramiento porque en razón de ese
mismo deber de lealtad no hay ninguna razón para considerar que el nuevo abogado
queda liberado de las obligaciones que tenía su compañero de considerar como materia
confidencial la correspondencia habida con el letrado de la parte adversa.
Se produce un auténtico endoso de las obligaciones que pesaban del abogado al que ha
sustituido.
La documentación que debe entregarse debe ser aquella que sea estrictamente necesaria.
Por otro lado, la posibilidad de facilitar esa defensa entregando la documentación
confidencial sólo surge cuando la venia la solicita otro compañero y no es el cliente
directamente el que reclama <<su>> documentación por cesar la relación profesional con
su abogado (en tal caso, la correspondencia debe ser conservada por su remitente o
destinatario rigiendo plenamente la prohibición de entregarla al cliente).
9. La segunda opinión.
Dentro de las relaciones entre abogados, esta vez no de clientes diferentes sino del mismo
cliente, es de la opinión que se pide a un letrado sobre determinados aspectos de un
asunto que tiene encomendado a otro (si la consulta se efectúa sobre un asunto que no
está en trámite no se trataría de una segunda opinión).
El art. 6.2 CD prevé que la relación entre abogado y cliente debe fundarse en una reciproca
confianza, pero no prevé específicamente esta situación.
En el ámbito del derecho privado todo lo que no está prohibido debe entenderse
permitido y a esa conclusión también lleva una interpretación extensiva y a contrario
sensu de lo que dispone el art. 12.7 CC referido solamente a honorarios.
La emisión de la segunda opinión es perfectamente licita, siempre y cuando el primer
abogado haya sido previamente consultado por su cliente al efecto (si aparece un cliente
en el despacho de un letrado con pretensión de obtener una segunda opinión, el abogado
debe inquirir si la consulta se realiza con el consentimiento del abogado director).
El primer abogado debe permitir al cliente realizar esa consulta.
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CAPÍTULO DÉCIMO LAS RELACIONES DEL ABOGADO CON SU CLIENTE
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4. Establecimiento de la relación cliente-abogado. Naturaleza jurídica del encargo del
cliente. Mandato y arrendamiento de servicios.
Según el art. 13.2 CD el abogado sólo podrá encargarse de un asunto por mandato de su
cliente, encargo de otro abogado que represente al cliente o pro designación colegial.
La relación entre el cliente y el abogado es intuitu personae y, por eso, no puede intervenir
un tercero, salvo que esté facultado por el cliente.
Tres son las formas como puede establecerse la relación cliente-abogado:
- Encargo directo.
- Proveer abogados por instituciones públicas, semipúblicas o privadas.
- Encargo de otro abogado (el Código pide que exista una relación entre el abogado que
efectúa el encargo y el cliente cuyos intereses son confiados y que el primero responda
de esa existencia y de sus facultades).
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10. La utilización de medios legítimos y la prolongación indebida de los juicios.
Los medios de los que se puede valer el abogado deben ser legítimos y obtenidos de forma
lícita.
También es obligación del letrado el abstenerse a utilizar medios de defensa que aunque
sean legítimos y se hayan obtenido de manera lícita sólo tiendan a alargar
injustificadamente los pleitos.
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CAPÍTULO UNDÉCIMO LAS RELACIONES DEL ABOGADO CON LA PARTE CONTRARIA
1. Definiciones.
El abogado es de los pocos que, en el ejercicio de su actividad, se relaciona con sus
compañeros de manera habitual.
La expresión <<parte>> es de las palabras con más acepciones del idioma, no obstante, la
expresión <<parte contraria>> tiene un matiz procesal, de enfrentamiento.
Respetando la utilización del adjetivo contraria para denominar a la que se enfrenta en un
procedimiento judicial, parece más adecuado en la normativa deontológica utilizar un
término más amplio que podría ser <<otra parte>>.
2. Regulación positiva.
El abogado ha de abstenerse de toda relación y comunicación con la parte contraria
cuando le conste que está representada o asistida por otro abogado, a menos que el
compañero autorice expresamente el contacto con su cliente.
Cuando la parte contraria no disponga de abogado, deberá recomendarle que designe uno
(art. 14 CD).
El art. 43 EGAE dispone que son obligaciones del abogado para con la parte contraria el
trato considerado y cortés, así como la abstención u omisión de cualquier acto que
determine una lesión injusta para la misma.
La autorización del abogado de la parte contraria debe ser expresa.
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CAPÍTULO DUODÉCIMO LAS RELACIONES DEL ABOGADO CON SU COLEGIO
6. La rehabilitación.
Permite la reincorporación pagando lo adeudado, los intereses legales y la cantidad que
correspondiere como nueva incorporación.
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7. Las habilitaciones y la comunicación de la actuación en ámbito distinto del ámbito
colegial.
La Ley 25/2009, de 22 de diciembre, de modificación de diversas leyes para su adaptación
a la Ley sobre el libre acceso a las actividades de servicios y su ejercicio ha modificado la
Ley de Colegios profesionales dándole una nueva redacción que elimina del todo la
obligación de comunicación, bastando para ejercer en todo el territorio español la
incorporación al del domicilio único o principal y prohibiendo a los Colegios exigir
comunicación ni habilitación alguna ni el pago de contraprestaciones económicas distintas
de aquellas que exijan habitualmente a sus colegiados por la prestación de los servicios de
los que sean beneficiarios y que no se encuentren cubiertos por la cuota colegial.
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CAPÍTULO DECIMOTERCERO LAS RELACIONES DEL ABOGADO CON LOS TRIBUNALES
2. El protocolo de Sala.
No es una facultad del abogado el situarse en el sitio que libremente decida. Dentro del
llamado protocolo de sala le corresponde precisamente uno, a la derecha del tribunal
cuando defiende al imputado o cuando es recurrente y a la izquierda cuando ejerce la
acusación particular o defiende a la parte recurrida.
6. La puntualidad.
Es materia deontológica, jurídica (art. 11 h CD).
7. La <<policía de estrados>>.
Los abogados y procuradores que intervienen en los pleitos pueden ser corregidos
disciplinariamente por el juez o la sala ante la que se siguen las actuaciones siempre que
los hechos que motiven dicha sanción no sean constitutivos de delito.
8. La inasistencia a juicio.
Art. 553 LOPJ.
9. La renuncia a la defensa.
Es sancionable en vía de policía de estrados la renuncia injustificada a la defensa o
representación que se ostente en un procedimiento dentro de los siete días anteriores a la
celebración del juicio aunque no se suspenda o se retrase o de cualquier manera se
entorpezca su celebración.
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CAPÍTULO DECIMOCUARTO LAS OTRAS RELACIONES DEL ABOGADO
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