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Grupo: 511
Título: reseña
Festival internacional de las luces México
Es la luz que mantiene la vida en el planeta Tierra, es una serie de ondas que se
mantienen en constante movimiento, con mucha o poca energía, que cautivan y llaman
la atención cuando estas son visibles. ¿Qué mejor medio de expresión que la luz?
Además su visibilidad es, quizá, un privilegio para los humanos; ¿no es acaso excusa
suficiente para hacerle honor en el arte, otro privilegio humano, a ésta que da color a
nuestra vida? La creación del Festival internacional de las luces es un homenaje; una
experiencia inolvidable.
Es claro que a primera vista la obra causa una gran conmoción, no se entiende aún lo
que pretende, sin embargo es posible crear analogías: son cinco los continentes que
dividen el mundo, son cinco los grandes conejos en diferentes posturas que muestran
distintas expresiones; dos de ellas muestran poder, las demás rendición, sumisión, al
poder imperante. Utilizando el significado real que la artista pretendía plasmar, pueden
ser la clara representación de la globalización.
Hasta este momento pareciera que nos alejamos de la realidad, sin embargo es cuando
más adentro estamos. Nos situamos en otro punto del festival, centro cultural del
México contemporáneo, para admirar una obra en la que se es parte de la misma,
“Jardín colorama” de Ghiju Díaz de León; es impresionante la descomposición de la luz
en sus diferentes colores como elemento atrayente para postrarse en el escenario, pero
más interesante es observar cómo ésta nos “descompone”, demostrando que nunca
somos lo que creemos; nos escinde de nosotros mismos para otorgarnos un
significado: no sólo somos nosotros, nosotros somos todos.
Este festival consiste en experimentar con la luz, proyectarla de diversas maneras para
crear alucinantes imágenes, tal y como lo hacen Narcissus y Orfeo Quagliata en la
exposición de sus obras que justamente tiene este verbo como tema principal:
“Experimentos con luz”. Ambos logran, a través de distintas estructuras de vidrio, crear
imágenes o ilusiones, aludiendo a los sistemas solares. Entre todas sus presentaciones
captó mi atención la obra titulada “premonición”, debido al impacto que causa la luz
sobre este marco de cristal, formando un gran ojo unido a una cabeza humana,
teniendo en sí misma su significado.
A las afueras del lugar en el que se presentaron las obras de los autores antes
mencionados, se presenció “Cactania”, de Miguel Bolívar, como un escape de la
realidad en la que se había estado anteriormente. El cambio de luz en los distintos
cactus era una alucinación, pero también una representación de los tiempos severos;
éstos por lo general se encuentran en zonas desérticas, con escases y falta de
recursos. En una analogía severa, pero se podría redactar que se hace a las personas
que aún en condiciones terribles como las que hay en México, o en el mundo, siguen de
pie, firmes como un cactus, ante las adversidades.
Continuando con los escapes de la realidad, tenemos “Rapitae 11, 154 – 11, 518” obra
de Yupica, en el museo de arte de la SHCP, consiste en la conexión entre tiempo y
espacio, dos percepciones que en esta actualidad acelerada parecen perder sentido;
bombardeo de información del otro lado del mundo en cuestión de segundos, prisa de
llegar a la oficina para no perder el trabajo, o a la escuela para no perder un futuro
puesto económico; el artista se encarga de condensarlas, detallando lo absurdo que es
ir a ningún lugar.
1. Fragmento del texto de Roland Barthes; en el cual se inspiró Tae Gon para crear sus obras.