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Nombre: Álvarez Vázquez Isaac

Grupo: 511
Título: reseña
Festival internacional de las luces México

Es la luz que mantiene la vida en el planeta Tierra, es una serie de ondas que se
mantienen en constante movimiento, con mucha o poca energía, que cautivan y llaman
la atención cuando estas son visibles. ¿Qué mejor medio de expresión que la luz?
Además su visibilidad es, quizá, un privilegio para los humanos; ¿no es acaso excusa
suficiente para hacerle honor en el arte, otro privilegio humano, a ésta que da color a
nuestra vida? La creación del Festival internacional de las luces es un homenaje; una
experiencia inolvidable.

La combinación de una magnitud de luces de colores que simbolizaban mil cosas en


cada una de las obras presenciadas en una noche fuera de lo común, en el centro
histórico de la Ciudad de México. En este recorrido nos hallamos ante diversas obras
de arte. Una de ellas, “intromisión”, deja de qué hablar, no debido a su significado en sí,
sino a la impresión que dejaba en los espectadores, quienes no paraban para leer el
mensaje de la artista australiana Amanda Parer, y que sólo se tomaban fotos
concluyendo con frases como: “se verá muy bien en Facebook”.

Es claro que a primera vista la obra causa una gran conmoción, no se entiende aún lo
que pretende, sin embargo es posible crear analogías: son cinco los continentes que
dividen el mundo, son cinco los grandes conejos en diferentes posturas que muestran
distintas expresiones; dos de ellas muestran poder, las demás rendición, sumisión, al
poder imperante. Utilizando el significado real que la artista pretendía plasmar, pueden
ser la clara representación de la globalización.

Para continuar con el tópico de la globalización, es necesario dirigirse a una de sus


consecuencias económicas directas: la migración. Nada lo expresa mejor que la obra
que tiene por nombre la etiqueta que a sus víctimas les han adjudicado: “A los
migrantes en su camino” de Betsabeé Romero. La obra consiste en un conjunto de
llantas de camión marcadas con las huellas que han dejado en su transitoriedad por
este mundo desigual; las huellas son una serie de símbolos que muestran las cosas,
materiales y espirituales, que los migrantes han dejado detrás de sí; la posición de las
llantas nos indica el movimiento hacia la ilusión de una mejor vida.

La situación de estas personas no deja de ser agonizante, es un hecho actual que,


como se muestra en esta obra, nos concierne a todos. En este mismo lugar, Palacio de
la autonomía, se presenció la instalación de luz “11,5 Hz” de Kai van der Puij, una obra
que nos muestra los movimientos de la luz y sus contornos; el movimiento y su potencia
llaman la atención, recordando a una cadena de ADN, esto es, no importa cuán
diferentes, y variados, seamos exteriormente, todos compartimos y estamos hechos de
la misma materia.

Hasta este momento pareciera que nos alejamos de la realidad, sin embargo es cuando
más adentro estamos. Nos situamos en otro punto del festival, centro cultural del
México contemporáneo, para admirar una obra en la que se es parte de la misma,
“Jardín colorama” de Ghiju Díaz de León; es impresionante la descomposición de la luz
en sus diferentes colores como elemento atrayente para postrarse en el escenario, pero
más interesante es observar cómo ésta nos “descompone”, demostrando que nunca
somos lo que creemos; nos escinde de nosotros mismos para otorgarnos un
significado: no sólo somos nosotros, nosotros somos todos.

Este festival consiste en experimentar con la luz, proyectarla de diversas maneras para
crear alucinantes imágenes, tal y como lo hacen Narcissus y Orfeo Quagliata en la
exposición de sus obras que justamente tiene este verbo como tema principal:
“Experimentos con luz”. Ambos logran, a través de distintas estructuras de vidrio, crear
imágenes o ilusiones, aludiendo a los sistemas solares. Entre todas sus presentaciones
captó mi atención la obra titulada “premonición”, debido al impacto que causa la luz
sobre este marco de cristal, formando un gran ojo unido a una cabeza humana,
teniendo en sí misma su significado.

A las afueras del lugar en el que se presentaron las obras de los autores antes
mencionados, se presenció “Cactania”, de Miguel Bolívar, como un escape de la
realidad en la que se había estado anteriormente. El cambio de luz en los distintos
cactus era una alucinación, pero también una representación de los tiempos severos;
éstos por lo general se encuentran en zonas desérticas, con escases y falta de
recursos. En una analogía severa, pero se podría redactar que se hace a las personas
que aún en condiciones terribles como las que hay en México, o en el mundo, siguen de
pie, firmes como un cactus, ante las adversidades.

Continuando con los escapes de la realidad, tenemos “Rapitae 11, 154 – 11, 518” obra
de Yupica, en el museo de arte de la SHCP, consiste en la conexión entre tiempo y
espacio, dos percepciones que en esta actualidad acelerada parecen perder sentido;
bombardeo de información del otro lado del mundo en cuestión de segundos, prisa de
llegar a la oficina para no perder el trabajo, o a la escuela para no perder un futuro
puesto económico; el artista se encarga de condensarlas, detallando lo absurdo que es
ir a ningún lugar.

Cuando la realidad y la fantasía, o ficción, se unen dan lugar al amor; una


representación, impresionante por su contenido subjetivo, es la obra “Vestidos” de Tae
Gon Kim; este artista conmueve con su fascinación por la unión de dos seres que se
aman y se convierten en uno solo. Los vestidos son sólo “la cáscara del material que se
funde…”1; la oscuridad profunda a su alrededor es la máxima expresión de que los
actos sexuales siempre son privados por considerarlos socialmente impuros, sin
embargo, presenciamos esta unión sin percatarnos del acto acometido en sí, el brillo
que despliegan dos amantes que se han unido y transgredido a la sociedad.

Finalmente, después de una velada llena de realidad, fantasía, ficción y alucinaciones,


se apreció una serie de luces, que surgían del Monumento a la revolución, atravesando
el cielo; expresando la diversidad sexual, la unión y la paz mundial.

1. Fragmento del texto de Roland Barthes; en el cual se inspiró Tae Gon para crear sus obras.

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