El concepto de claroscuro se emplea en el ámbito de la pintura para nombrar al
contraste que se produce entre las sombras y la luz en una obra. Se trata de una técnica que apela a estos contrastes para resaltar ciertos elementos del cuadro y para desarrollar efectos visuales de modelado y relieve. El claroscuro surgió en el siglo XVI, en el marco del periodo artístico conocido como Cinquecento. Los pintores italianos y flamencos comenzaron a ensayar esta técnica que tuvo su apogeo durante el Barroco. Caravaggio (1571-1610) fue uno de los grandes artistas que apeló al claroscuro. “La flagelación de Cristo” y “Muerte de la virgen” están entre sus obras que evidencian el uso de esta técnica. Rembrandt (1606-1669) también se lució con su manejo de la luz y la sombra en cuadros como “El joven Rembrandt”, “El filósofo en meditación” y otros. La radicalización del claroscuro recibió el nombre de tenebrismo. En este estilo, impulsado por artistas como José de Ribera, El Greco y el propio Caravaggio, el contraste entre luz y sombra es muy marcado. Más allá de la pintura, el claroscuro también llegó al grabado en xilografía. Conocido en este caso específicamente como chiaroscuro, su desarrollo requería el uso de diversas planchas para colorear las imágenes. Cabe destacar que, con el paso de los años, el claroscuro irrumpió en el cine. Puntillismo El puntillismo fue un estilo pictórico que surgió en Francia en 1884 a partir del postimpresionismo. Su técnica consiste en aplicar sobre el lienzo –en vez de trazos o pinceladas– pequeños puntos de colores primarios que combinados y mirados desde cierta distancia forman en la retina la imagen y el cromatismo deseados por el artista. Al igual que los postimpresionistas, los puntillistas usaron como motivo la naturaleza, pero con un rigor más científico a partir de las ideas del crítico y estudioso de la luz Charles Blanc. Según este, así como hay relaciones matemáticas entre los tonos musicales, existen conexiones físicas armónicas entre los colores. De hecho, algunos compositores trasladaron las conclusiones del método puntillista al campo musical. La idea era que, al igual que el ojo compone colores que no están presentes físicamente, el oído relaciona los sonidos separados y los interpreta como una melodía. El principal impulsor y representante del puntillismo pictórico fue el pintor francés Georges Seurat (1859-1891), quien en 1884 fundó la Société des Artistes Indépendants. Allí trabó amistad con Paul Signac, que compartió con él las ideas y técnicas puntillistas. Ese mismo verano, Seurat comenzó la creación de su obra maestra, Tarde de domingo en la isla de la Grande Jatte, que le llevó dos años de trabajo y se convirtió en uno de los iconos de la pintura del siglo XIX.