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Hasta San Lorenzo

El 20 de junio, el mismo día de


la ocupación por el enemigo de
las Vegas de Jibacoa, le ordené a
Raúl Castro Mercader y a Angelito
Verdecia que cubrieran con sus
hombres la subida hacia Minas
del Infierno y Mompié desde las
Vegas. Como se recordará, los dos
capitanes estaban situados en ese
momento detrás de Las Mercedes,
esa posición resguardaba la subida hacia el firme de la
Maestra en la zona de San Lorenzo, por la vía de la loma
de El Gurugú.
A pesar de que nuestra apreciación era que el siguiente
paso del enemigo, una vez ocupada Las Mercedes, sería
avanzar en dirección a San Lorenzo, la presencia en las
Vegas de una tropa planteaba otra amenaza de cierto pe-
ligro: la posibilidad de un avance desde las Vegas también

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en dirección al firme, pero en este caso por una zona


mucho más céntrica y cercana a nuestro territorio base,
como sería Mompié y el alto de la tiendecita de la Maestra.
De ahí mi decisión de cambiar momentáneamente las
prioridades en la defensa del sector noroeste. Raúl Castro
Mercader y Angelito incorporaron en estas nuevas po-
siciones a personal de las tropas de Horacio Rodríguez y
Orlando Lara, que habían participado en la derrotada de-
fensa del acceso a las Vegas.
Sin embargo, dos días después, el grueso de las fuer-
zas que ocuparon las Vegas de Jibacoa se retiró a sus bases
de partida en Arroyón y Las Mercedes. En las Vegas quedó
solamente la Compañía 92 del Batallón 19, que en los días
subsiguientes se limitó a realizar exploraciones en los al-
rededores del propio caserío.
Al tener noticias de este movimiento el día 22, me
percaté de que mi apreciación inicial era la correcta, y
que el siguiente golpe principal del enemigo en este
sector estaría dirigido hacia San Lorenzo. Por esta razón,
dispuse el traslado de la escuadra de Angelito Verdecia
hacia el camino de La Yegua, que sube a Minas de Frío
desde las Vegas. Desde allí, en caso necesario, Angelito
podría moverse rápidamente a cubrir la subida hacia San
Lorenzo si los guardias intentaban acceder por esa vía.
Pocos días después, el mando enemigo realizó un
movimiento al que todavía hoy resulta difícil encon-
trar explicación. Las Compañías 91 y 93 del Batallón 19

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recibieron la orden de entrar de nuevo a las Vegas y,


junto con la otra compañía que había quedado allí, seguir
avanzando, pero no en dirección al firme por los cami-
nos de Minas del Infierno, Mompié o Minas de Frío, como
hubiese sido lo lógico, sino en dirección al barrio de Taita
José, lo cual desviaba completamente a esa tropa del firme
de la Maestra. Taita José, por su ubicación al suroeste de
las Vegas, no tenía en esos momentos significación militar
alguna. Tal vez el mando enemigo recibió alguna infor-
mación, en el sentido de que allí existían determinadas
instalaciones rebeldes, lo cual no era cierto.
A estas alturas, todos los accesos a la Maestra des-
de las Vegas habían sido cubiertos por el Che, quien es-
taba a cargo directamente de la defensa de este sector
desde su puesto de mando en Minas de Frío. Una es-
cuadra al mando de Ramón Fiallo cubría el camino de
Minas del Infierno y otra, a las órdenes de Roberto Ruiz
Borrego, estaba ubicada en el camino de Purgatorio,
que asciende desde las Vegas a Minas de Frío. Angelito
Verdecia se mantuvo en la subida de La Yegua, mien-
tras que Orlando Pupo y Daniel Readigo protegían los
accesos por las lomas de La Vela y de El Pino, respec-
tivamente. Esta última escuadra sostuvo el día 27 de
junio un breve encuentro con la tropa enemiga que iba
camino de Taita José, en el que el Ejército sufrió dos bajas.
Por su parte, Alfonso Zayas se situó en el camino
de Gabiro y Raúl Castro Mercader y sus hombres fueron

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trasladados hacia Polo Norte, cerca de Minas de Frío, don-


de se mantuvieron como reserva, dispuestos a moverse
hacia donde las circunstancias lo requirieran.
Con muy buen sentido, si consideramos que la vía de
Gabiro era una de las que con mayor probabilidad utili-
zarían el enemigo si pretendía continuar hacia el interior
de la montaña, el Che ordenó también a Angelito Frías,
quien permanecía en El Jíbaro, que reforzara a Zayas y en-
viara para allí a César Suárez con 20 hombres.
Entre el 28 y el 29 de junio, posiblemente después de
comprobar que en el barrio no había nada de lo que bus-
caban, los guardias abandonaron Taita José y regresaron a
las Vegas. En esos días, toda mi atención estaba enfocada
en los combates que tenían lugar en Pueblo Nuevo y Casa
de Piedra, con los que se iniciaba la primera Batalla de
Santo Domingo, a la que nos referiremos en un capítulo
posterior.
Concentradas de nuevo las fuerzas de tres compa-
ñías enemigas en las Vegas, el día 30 de junio intentaron
penetrar en dirección al firme de la Maestra, pero fueron
rechazadas en la loma del Infierno por la emboscada re-
belde de las escuadras de Orlando Pupo y Ramón Fiallo,
en la subida de la loma de La Vela, con el apoyo de los
hombres de Angelito Verdecia, Daniel Readigo y Roberto
Ruiz, que acudieron con prontitud en auxilio de sus com-
pañeros. Los rebeldes causaron una baja al enemigo. El
Ejército se retiró precipitadamente hacia las Vegas.

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Ese mismo día fui entrevistado en La Plata, vía te-


lefónica, desde la tiendecita de la Maestra, por el perio-
dista Norton Silverstein, de la televisión norteamericana.
Desgraciadamente, no ha sido posible encontrar esa gra-
bación, pero expliqué al periodista las razones de nuestra
lucha y expresé el mayor optimismo ante el desarrollo de
las acciones de contención de la gran ofensiva enemi-
ga. Ya en ese momento, con la primera Batalla de Santo
Domingo, la iniciativa había comenzado a estar de nues-
tra parte.
Al día siguiente del combate en la loma de La Vela,
las Compañías 91 y 93 se retiraron de las Vegas en direc-
ción a Las Mercedes. Obviamente, como consecuencia de
este combate, el mando enemigo consideró que los acce-
sos al firme desde las Vegas estaban bien protegidos por
nuestras fuerzas, y decidió probar la vía alternativa de San
Lorenzo.
El día 1ro. de julio, las Compañías 71 y 72 del
Batallón 17 iniciaron el avance en dirección a Gabiro des-
de Las Mercedes. Las fuerzas rebeldes al mando de Raúl
Castro Mercader, Alfonso Zayas, César Suárez y Angelito
Frías combatieron con tenacidad durante más de una hora,
pero al cabo se vieron obligadas a retirarse. Bajo un agua-
cero torrencial, los combatientes rebeldes se replegaron
sucesivamente a lo largo de las líneas defensivas escalo-
nadas, dispuestas con anticipación, y frenaron el avance
enemigo durante el resto de la tarde. Al anochecer, sin

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embargo, ya los guardias alcanzaban el alto de la Maestra


sobre San Lorenzo. Los rebeldes se retiraron en dirección
a Polo Norte y El Tabaco. El Ejército sufrió ese día algunas
bajas.
En la mañana del 2 de julio, el grueso del Batallón 17
llegó a San Lorenzo y, luego de ocupar el caserío desha-
bitado, estableció allí su campamento avanzado. Una vez
tomadas las alturas colindantes y asegurado el perímetro,
esa misma tarde, las compañías 91 y 93 del Batallón 19,
recién llegadas el día anterior a Las Mercedes, se trasla-
daron a San Lorenzo por el mismo camino de Gabiro.
Como ya dije, la ocupación de San Lorenzo por fuer-
zas enemigas era una de las alternativas previstas por
nosotros en este sector noroeste, aunque en realidad no
era lo más preocupante que podría ocurrir, pues solo
requería la adopción de algunas medidas de reajuste de
las líneas defensivas. El mando del Ejército decidió lanzar
su golpe principal en este sector, en una dirección que
lo alejaba del territorio central rebelde, motivado tal vez
por el temor de una resistencia mucho más fuerte en la
zona de las Vegas y en un terreno más favorable a nuestras
fuerzas. No obstante, el movimiento hacia San Lorenzo
tendría para el enemigo la ventaja de adentrarse en un
frente que, precisamente por su condición más periférica,
podía estar menos defendido y donde era más factible la
maniobra de la infantería atacante, la cual podía, incluso,
ser apoyada en una buena parte del trayecto por medios

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mecanizados. Si su propósito era continuar en dirección


a Minas de Frío, podría lograrlo ocupando este punto, a
través de un rodeo de las principales líneas de defensa re-
beldes y no mediante el asalto frontal desde las Vegas.
Por eso, una vez conocida la noticia de la ocupación
de San Lorenzo por el grueso del Batallón 17 y dos com-
pañías del Batallón 19, decidí concentrar los principales
efectivos de ese sector en la defensa del acceso a Minas
de Frío. Desde ese propio día, comencé a tomar las dis-
posiciones necesarias. En la madrugada del 3 de julio yo
mismo salí de La Plata hacia Minas de Frío para estar más
cerca de este frente de combate y dirigir desde allí las
operaciones. Llevé conmigo a Andrés Cuevas y su pelo-
tón y a una escuadra de la tropa de Camilo a las órdenes
de Felipe Cordumy.
Aparte de los grupos rebeldes que habían defendido
San Lorenzo, en la zona permanecían las tropas de Raúl
Castro Mercader y Angelito Verdecia, situadas en ese
momento en Polo Norte y Gran Tierra, respectivamen-
te, además del personal de la escuela de reclutas de las
Minas, que podía ser armado con parte de lo ocupado en
la Batalla de Santo Domingo. Por el momento, yo con-
sideraba que estas fuerzas eran suficientes. Otros grupos
de los que habían participado en las acciones de Santo
Domingo podrían ser movidos hacia este sector, y ubica-
dos en posiciones desde donde pudieran moverse como
refuerzo, según las circunstancias.

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Pero había que prever también la posibilidad de que


la intención del enemigo después de la ocupación de San
Lorenzo no fuese continuar en dirección a Minas de Frío,
sino seguir hacia El Tabaco, con el propósito de cruzar ha-
cia Meriño, lo cual podría significar una amenaza de cier-
ta consideración, aunque menos inmediata y grave que
la planteada por la posibilidad del asalto directo a Minas
de Frío, pero para la que también debíamos prepararnos.
La ocupación de Meriño colocaría al enemigo en la pro-
fundidad del sector noroeste de nuestro territorio, con el
agravante de que desde allí podría enlazar con las fuerzas
del Batallón 18 que venían avanzando desde el Sur.
Junto con el avance y la ocupación de San Lorenzo,
las fuerzas enemigas estacionadas en Cienaguilla pene-
traron ese día hasta Aguacate. También algunas tropas
llegaron a Cupeyal, donde fueron tiroteadas por grupos
de escopeteros de la columna de Crescencio Pérez. Pero
no siguieron más allá. El propio día 3 tomé la decisión de
ordenar la evacuación del hospital de Pozo Azul hacia la
zona de Limones, debido a que este se encontraba direc-
tamente amenazado por la ocupación de Aguacate.

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