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FACULTAD DE PSICOLOGIA
La autora tiene como objetivo determinar a este qué punto el tribunal de Jerusalén
consiguió satisfacer las exigencias de la Justicia, es decir que lo que quería
demostrar Arendt era el sentido banal que adquiere el mal cuando no se es capaz
de juzgar las acciones propias y ajenas. Con respecto a lo anterior la autora aborda
tres puntos importante los cuales son: a) Analizar las características adquiridas por
la conciencia moral humana y sus efectos a nivel individual, en especial en el caso
de Eichmann, b) también describe sociológicamente los elementos que
caracterizaron al Holocausto y c) por ultimo destaca la autora la crítica de las de la
administración de justicia, representadas en el tribunal israelí. Cabe resaltar que
Arent menciona algo muy importante que la banalidad del mal que divide en dos
aspectos fundamentales, por un lado, pensar es el opuesto a lo banal e irreflexivo.
Y por otro lado, reconoce una diferencia entre la racionalidad formal que es propia
de las estructuras burocráticas y el pensar.
La crítica de Hannah Arendt recae en las grandes deficiencias del juicio llevado a
cabo en Jerusalén y las acciones de los comités judíos que se relacionan con el
Estado nazi en términos del “mal menor”. Sus observaciones son de una serena
mordacidad: se trataba de un crimen contra la humanidad y, por lo tanto, había una
dificultad moral que consistía en no considerar un concepto nuevo en torno de la
producción del mal, cuál era su condición de ser portado por un burócrata menor
del Estado que hablaba con el lenguaje propio de la administración y los flujos de
instrumentalidad que correspondían a la lengua oficial de cualquier organización
técnica. Si un solo burócrata podía ser juzgado, había que crear un juicio basado en
la relación entre el orden burocrático y las planificadas masacres. Se trataba de la
célebre cuestión de la banalidad del mal, que sin duda tiene su raíz en trabajos
heideggerianos como Qué significa pensar (el pensar es lo contrario al cálculo, al
aditamento, a lo indiferente, a la donación) y en cierta anticipación en con su clásica
crítica a la cultura como “administración”.
En su ensayo hubo Tres fueron los temas que indignaron a los lectores. El primero,
el concepto de la “banalidad del mal” que ya se mencionó anteriormente. Mientras
que el fiscal en Jerusalén, de acuerdo con la opinión pública, retrató a Eichmann
como a un monstruo al servicio de un régimen criminal, como a un hombre que
odiaba a los judíos de forma patológica y que fríamente organizó su aniquilación,
para Arendt Eichmann no era un demonio, sino un hombre normal con un
desarrollado sentido del orden que había hecho suya la ideología nazi, que no se
entendía sin el antisemitismo, y, orgulloso, la puso en práctica. Arendt insinuó que
Eichmann era un hombre como tantos, un disciplinado, aplicado y ambicioso
burócrata: no un Satanás, sino una persona “terriblemente y temiblemente normal”;
un producto de su tiempo y del régimen que le tocó vivir.
REFERENCIAS: