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2- El dispositivo de la persona

1. Es indudable que el texto en el cual el término «per-


sona» adquiere por primera vez una precisa connotación
teológica es el tratado Aduersus Praxeam de Tertuliano.
Seguramente el autor conoce tanto su significado dramá-
tico de «personaje», ya en uso en la producción literaria de
ese tiempo, como el gramatical, de persona pronominal,
comoresulta de las expresiones «in persona» y «ex sua per-
sona», referidas primero al Padre y después al Hijo (VII, 2-
3).1 En otros momentos emplea el término en el sentido
genérico de entidad humana, singular o múltiple, dotada
de una individualidad propia. Lo que queda más opaco es,
por el contrario, la relación entre la semántica teológica y
la jurídica. ¿Cuál de las dos genera, o al menos precede, a
la otra? Respecto de esta cuestión -capital para la defini-
ción del concepto de «teología política»-, los pareceres de
los intérpretes divergen. Harnack, salvo rectificación pos-
terior de su propia opinión, se inclina por una matriz jurí-
dica originaria.é por lo que puede reducir la fórmula trini-
taria «una substantia, tres personae» a tres sujetos posee-
dores de un bien en común, así como la cristo lógica «una
persona, duae substantiae», a un único sujeto que posee
dos bienes distintos. Schlossmann tiene una opinión con-
traria: para él es, en todo caso, la codificación jurídica ro-
~~na la que obtiene ventajas de la fórmula teológica.é Da
dalmpresión de que, dentro de esta lógica, por así decirlo,
e la precedencia, no sólo es difícil resolver la cuestión, si-
no que se termina por perder su aspecto decisivo, que radi-

l
al cr. Q. S. F. Tertullianus, Adversus Praxeam; ed. it.: Contra Prassea,
iUldado de G. Scarpat, Turín, 1985, pág. 156.
193cr. A. von Harnack, Lehrbuch der Dogmengeschichte, Tubinga,
31.1932, págs. 825 y sigs.
lichCf. S. Schlossmann, Persona und prasopon im Recht und im christ-
en Dogma, Kiel, 1906, págs. 118-28.

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ea precisamente en el punto de recíproca implicación en- ta, llevándola a la luz: el Paráclito es «la tercera persona
tre los dos léxicos, o sea, como ya se ha dicho a propósito de la divinidad y el tercer grado de la majestad, el heraldo
del dispositivo teológico-político, en los efectos performati- (predicator) de una única monarquía, pero también el in-
vos que uno produce dentro del otro. térprete (interpretator) de la economía» (XXX, 5), aquel
Tanto Joseph Moingt'' como René Braun'' dan un paso que conecta, revelándolo a los hombres, el plano ontológi-
adelante en esta dirección, cuando esclarecen que la cate- ea de la monarquía con el plano administrativo de la eco-
goría de persona constituye el modo en que Tertuliano nomía. En resumen, el problema al cual el autor intenta
conjuga unidad y dualidad, dentro de la dogmática cristia- responder a través del paradigma de persona consiste -an-
na, mediante la invención de un léxico especializado pro- tes que en la relación entre los Tres, que sin embargo es su
visto de la misma capacidad de abstracción que el derecho consecuencia- en la relación entre los Dos, esto es, entre
romano y también que la filosofía griega. No obstante, el el Padre y el Hijo, como está representada en la Binidad
carácter de operador semántica que el terminus technicus de Winchester, que ya hemos mencionado a propósito de
«persona» tiene respecto de la prestación de la máquina Kantorowicz.
teológica-política es todavía más relevante. Sabemos que En su seno resuenan las enigmáticas palabras de Juan
esta última consiste en una unificación del Dos, de modo (1, 1): «En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con
que subordina una parte a la preeminencia de la otra. Es- Dios, y el Verbo era Dios», que parecen identificar a dos
to sucede justamente mediante la categoría teológica de sujetos, declarándolos al mismo tiempo distintos. No obs-
persona, ya sea en su formulación trinitaria como en la tante, ¿cómo puede una única entidad desdoblarse en dos
cristológica. En ambos casos, la exigencia a la que ella o cómo pueden dos entidades distintas unificarse conser-
responde es la de articular una unidad por medio de una vando su diferencia? ¿Y qué significado hay que conferir al
división, como más tarde se expresará Gregario Naciance- otro pasaje de Juan --«Yo y el Padre somos uno» (10, 30)-,
no, al completar el recorrido abierto genialmente por Ter- en el cual plural y singular parecen superponerse sin
tuliano: las personas -que Gregario llama también «hi- residuo? Este problema capital, ya en el siglo II, recibe
póstasis»- «son divididas sin división, si así puedo decir- esencialmente dos clases de respuesta, ambas juzgadas
lo, y están unidas en la división» (Oratio, XXXIX, 11). Se heréticas por quienes se consideran intérpretes de la orto-
trata, en este caso, nada menos que de pensar una división doxia. La primera es la así llamada «diteísta», formulada
que no divide sino que une, aunque sin dejar de diferen- también en clave gnóstica, que duplica la entidad divina
ciar. Es verdad que, según la fórmula niceno-constantino- en dos principios separados y, por lo tanto, de hecho, con-
politana, las Personas son tres, pero ya enseguida -a lo currentes. A esta primera opción, de cuño politeísta, le co-
largo de una línea que llegará por lo menos hasta Hilario rresponde otra, llamada «monarquiana» por su tendencia
de Poitiers y Basilio de Ancira- el Tercero, es decir, el a eliminar la dualidad en favor del único Dios, o «modalis-
Espíritu Santo, no parece gozar del mismo rango que el ta», llevada a pensarla como su simple «modo» de ser. Es
Primero y el Segundo, colocándose, más que junto a ellos, en contra de esta segunda herejía -representada sobre
en el punto medio de su unión. Por lo demás, el propio Ter- todo por Noeto, ya impugnado por Hipólito en Contra Noe-
tuliano le atribuye una tarea, si no marginal, ciertamente tum, y justamente por Prasea- que se alinea Tertuliano a
peculiar, que lo sitúa a la vez fuera y dentro de la figura través de la distinción programática entre sustancia única
trinitaria. Por un lado, el Tercero forma parte de ella, pre- y personas distintas. Cuando Tertuliano polemiza con quie-
cisamente como tal, pero, por el otro, es lo que la interpre- nes «duos unum volunt esse ut idem Pater et Filius habea-
tur» (V, 1), se refiere precisamente a la tesis de que, para
no renunciar del todo a la distinción, la transfiere dentro
4 cr. J. Moingt, Théologie trinitaire de Tertullien, 4 vols., París, 1966-
1969, vol. II, págs. 564-5. de la figura de Cristo, entendido como la encarnación del
5 cr. R. Braun, Deus Christianorum. Recherches sur le oocabulaire Padre mismo por medio de un proceso de autogeneración
doctrinal de Tertullien, París, 1962, pág. 232. que concluye por volverlo Hijo de sí mismo. Así, aunque

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dentro de una única persona, el Hijo resulta desdoblado por tantos millares de potencias (tanta milia uirtuturns»
en un principio humano, de nombre Jesús, y otro divino, (III,4).
de nombre Cristo, sujeto también él al nacimiento, a la pa- Lo que sorprende en esta distribución económica de las
sión ya la muerte. part~s es la conexión instituida entre máquina teológico-
Es respecto de este enredo de contradicciones que Ter- políb?a y dispositivo de la persona. Es este último el que
tuliano aplica un dispositivo distinto, fundado en la ar- permite el plano divino de salvación del hombre volvién-
ticulación entre dos planos diferentes y relacionados: el dolo al mismo tiempo manifiesto. No debe descuidarse el
ontológico, de la monarquía, y el técnico, de la economía. hecho de que su carácter misterioso -declarado, después
Mientras que el primero asegura el anclaje, en todo caso de Pablo .(~r.3, 9), por Clemente de Alejandría, Ireneo de
irrenunciable, al dogma monoteísta, el segundo permite Ly?n e Hipólito=-v lo torna curiosamente similar a la «ma-
modularlo en términos binarios y eventualmente incluso qumacion» a la que se ha hecho referencia varias veces:
trinitarios: «Nosotros -afirma el autor- [... ] fijamos por e~te carácter rñi~terioso no sólo se oculta a nuestros ojos,
cierto dos planos, el Padre y el Hijo, e incluso tres, con el smo qu~ en ocas:ones se presenta con el ropaje del propio
Espíritu Santo, según el criterio de la economía que hace contrario, es decir, en el relato gnóstico del diseño derniúr-
la pluralidad, a fin de que no se crea [... ] que el Padre en gico. La creación del mundo, en este caso, habría sido obra
persona nació y murió» (XIII, 5). Una vez diferenciada la d~ un demonio distinto y opuesto al verdadero Dios. Ahora
figura del Hijo de la del Padre, la presencia del Espíritu no b~e~,la categoría de persona, al presentar al Hijo y al Es-
plantea un problema ni requiere ulteriores demostracio- píritu Santo como articulaciones internas de una única
nes. No es por casualidad que la acusación más recurrente sustancia divina, tiene el efecto de restaurar la verdad del
en relación con Tertuliano, a menudo asociada a la del gnos- plano sa!vífico, aunque para hacerla debe reforzar el polo
ticismo o marcionismo, es más de «diteismo» que de «tri- de la unidad respecto del de la diversidad. Al inicio, Dios
teísmo». Por otra parte, es innegable que el dispositivo es ~olo y por lo tanto no todavía Padre. Únicamente des-
económico -la traducción latina del término griego «oiho- pue~ se vuelv.~Padre, cuando decide engendrar al Hijo. De
nomio» es justamente «dispositio» o «diepensation-« pre- ~qUl la relación no sólo de dependencia sino también de
supone el mismo elemento binario que Peterson encontra- mherencia de este último respecto del primero, del cual
ba en el corazón de la teología política, es decir, la distin- nunca se s~para por completo, terminando finalmente por
ción, dentro del régimen monárquico, entre la autoridad regresar a el. Es engendrado del mismo modo en que nace
suprema y la administración de los hombres. Es precisa- el brote de la raíz, el río de la fuente, el rayo del sol: en
mente esa distinción la que permite a Tertuliano situarse o~ras palabras, sin jamás separarse de él. Tertuliano in-
a igual distancia entre monistas y politeístas: «Si luego SIste en el hecho de que la diferenciación entre los Dos no
-advierte- quien ostenta la monarquía tiene un hijo, la es ~na forma de «separación» (divisio) sino, precisamente
monarquía no se divide o deja de ser si también el hijo se s~gun e~nu.evo léxico económico, de «disposición» (disposi-
hace partícipe de ella, sino que continúa perteneciendo, ha) o «dIstrIbución» (distributio), entendiendo de esta ma-
ante todo, a aquel que se la transmite al hijo, y dado que nera la coesencialidad del Segundo y luego del Tercero
con lP . , ,
sigue siendo suya, por esto es monarquía también aquella Si e ~m~ero,que es también el Todo que los comprende.
que ostentan dos personas estrechamente unidas» (IlI, 3). di es a~I:~I el Segundo es ~ar~e.integrante del Primero, la
Si está dentro de la monarquía, entonces, el principio del . S?OsH:lOnno puede no significar también dependencia
Dos puede hacerse también Tres y además multiplicars~ ~:rarqUICa,~omo lo confirma, por lo demás, el propio autor
en un ejército de funcionarios angélicos: «Por lo tanto, ~I es a;?0 sostiene que «el Padre es distinto del Hijo, porque
también la monarquía divina es administrada por medIO as grande que el Hijo, porque uno es el que engendra
de tantas legiones y ejércitos de ángeles [... ] no por e~to
ha dejado de pertenecer a uno solo y, como consecuencIa, 6 V' b
Scar ease, so re. este tema, la amplia y profunda introducción de G.
de ser una monarquía, por el hecho de ser administrada pat a Tertuliano, Contra Prassea, op. cit., págs. 55-6.

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y uno el que es engendrado; porque uno es el que manda y El pasaje desde la fórmula trinitaria una substantia,
uno el que es mandado; porque uno es el que crea y uno a tres personae hacia la cristológica una persona, duae subs-
través del cual ocurre la creación» (IX, 2). tantiae, que ocupa los capítulos finales del tratado, marca
Esta inherencia-subordinación es inevitable en la es- el tránsito del dispositivo de la persona desde una modali-
tructura lógica, aun antes que teológica, del régimen me. dad activa hacia una pasiva. Mientras que, en la figura de
noteísta. No obstante, cuando Tertuliano afirma que «el la Trinidad, persona es lo que diferencia la unidad, en la
Padre es de hecho toda la sustancia, mientras que el Hijo figura del Hijo encarnado, es el lugar mismo en el cual se
es una derivación y una porción del todo» (IX, 2), aproxi- efectúa la diferenciación en dos partes, también en este
mándose así al lenguaje emanatista de los valentinianos, caso distintas pero no separadas, unidas pero no confun-
la relación entre los Dos adquiere un carácter cada vez didas. Se trata, una vez más, de articular el Uno con el
más intrínseco. Más que dos elementos unidos, parecen Dos de una manera tal que no se disuelva uno en el otro,
articulaciones internas de un mismo elemento que hace pero sin producir tampoco a un tercero de su fusión. Así
de una de las dos partes el instrumento operativo de la como entre el Padre y el Hijo no hay conmixtión sino dis-
otra. De aquí la marcada connotación teológico-política, de tribución económica, igualmente, en la persona de Cristo,
la cual la semántica de la persona constituye al mismo espíritu y carne no se compenetran sino que se articulan
tiempo el efecto y el operador interno. Su resultado último en una forma que los deja íntegros, aun en su unión. En la
termina condensado sobre todo en un pasaje, de particular teología de los primeros siglos, el tránsito del léxico trini-
relieve, en el que se anuncia el regreso de todo el poder tario al cristológico nunca fue fácil, por la falta de homoge-
-inicialmente confiado al Hijo- a la persona del Padre: neidad esencial de sus semánticas. En la confluencia de
la monarquía «permanece inalterada en su esencia, aun- ambas queda la figura de doble naturaleza de la persona
que sea introducida una trinidad, a tal punto que debe ser como dispositivo de decisión, en el sentido etimológico de
restituida al Padre por el Hijo, según lo que escribe el división. * Lo que en un caso separa, en el otro es separado.
Apóstol en referencia al fin último "cuando él le repondrá Incluso en la heterogeneidad de función, se mantiene in-
el Reino al Dios y Padre". Porque él debe reinar "hasta que cólume el carácter asimétrico de la distinción, típico de la
Dios haya puesto a los enemigos bajo sus pies"» (IV, 2). Se máquina teológico-política. En lugar de conservar las dos
recordará que precisamente a este salmo se refería, inten- partes en el mismo plano, esta las «dispone» en dos niveles
tando darle expresión, la Binidad de Winchester, en una diferentes, uno superior, en contacto con el Cielo, y el otro
modalidad que reunificaba al Dos a través del dominio de inferior, enraizado en la Tierra: «a tal punto permanece
su parte prevalente. Cristo aparece, por un lado, sujetan- inalterada la realidad particular de cada una de las dos
do el mundo a su majestad, pero, por el otro, sujetándose sustancias, que el Espíritu cumplió en él las acciones que
él mismo a aquel que le confía temporalmente ese señorío, le son propias, esto es, milagros, obras y señales, mientras
antes de arrogárselo para sí. Lo que de ello resulta, para la carne pudo estar sujeta a sus sufrimientos: el hambre
usar un léxico que nos es familiar, es una singular super- con el demonio, la sed con la samaritana, las lágrimas por
posición de subjetividad y sujetamiento, como aparece a Lázaro, la angustia de muerte y, por último, también mo-
continuación del salmo, reproducido por Tertuliano, «que rir» (XXVII, 11). Hasta en el teólogo cristiano más dis-
dice: "Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemi- Puesto a conferirle importancia a la carne," como es preci-
gos por estrado de tus pies", cuando, por lo tanto, todas las samente Tertuliano, esta sigue estando subordinada a la
cosas serán sujetadas a él, excepto aquel que ha sujetado a
él todas las cosas, para que Dios pueda ser todo en todo» ,. El verbo castellano «decidir» deriva del latín «decidere», que signifi-
ca cortar, dividir, resolver, definir, y se refiere principalmente a contro-
(IV, 2). La Segunda persona -de la cual la humana se g~-
ve~sias o cue.stiones similares. (N. de los T.)
nera- es entonces un sujeto que puede sujetar a otros so- Sobre la importancia de la carne en Tertuliano, véase J. Alexandre,
lo si se sujeta a aquel que le ha conferido tal prerrogativa- f!ne chair pour la gloire. L'anthropologie réaliste et mystique de Tertul-
hasta el momento en que este no lo reabsorba dentro de SI. l¡en, París, 2001.

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otra sustancia en la cual la persona, aun sin desunirse, suen~ como una suerte de oxímoron, una conjugación de
permanece dividida: una, con la tendencia ad opera et sig- térmmos contradictorios. Si para Friedrich Karl von Sa-
na; la otra, ad mortem, conforme a una economía no sólo vigny se debería haber esperado que a los esclavos dada
de la disposición, sino también de la subordinación. Como su. tot~~ i~capacidad jurídica, les fuera negada esa' deno-
se ha dicho, el extraordinario esfuerzo exegético de Tertu- mmacion, Schlossmann habla de «anomalía» 10 mientras
liano se concentra en la ardua tarea de resistir al impulso que hay quien llega a considerarla un verdadero error.U
disolutivo que a la sazón ejercieron dualistas y monistas. Por mucho q~e pueda extenderse, una categoría no puede
El dispositivo de la persona es el gran katékhon que él com~ren~er mcluso, a su ~ropio opuesto. La respuesta que
construye para bloquear la doble deriva herética en una ~a historiografía mas reciente ha ofrecido a esa aparente
figura inédita que hace del Dos el contenido del Uno, y del m~ongruenCIa se desplaza en direcciones divergentes.
Uno, la forma del Dos. Mientras que algunos intérpretes tienden a acentuar el
elemento de la división entre los dos tipos de hombres otros
2. La noción de persona, en relación con la de «cosa», redimensionan su relevancia, apuntando en cambio a la
constituye el epicentro semántico y el eje categorial en tor- unidad que une, dentro del propio continente condiciones
no al cual gira todo el sistema jurídico romano.f Situada hart~ diversas, como las de los liberi y los servi, pero no del
por Gayo en la apertura de su tratado, comprende en su todo mcomparables. lnfluenciado por la tradición estoica
interior todos los tipos de hombres, tal como un mismo gé- si no también por una sensibilidad de ascendencia cristia-
nero puede abarcar especies distintas. En este sentido, no na, Gayo se habría arrojado al límite de su propia cultura
puede identificarse ni con un determinado status ni, pro- jurídica: as~milando en la categoría de homines tipologías
piamente, con un predicado, aunque puede predicarse de que estan situadas en polos opuestos de la estratificación
todo ser humano, cualquiera que sea su condición. De esto social romana.
da testimonio el célebre pasaje de las Institutiones que No obstante, también en este caso hay algo que no en-
reza: «Et quidem summa divisio de iure personarum haec caja. Si el género común al cual Gayo intentaba dirigirse,
est, quod omnes homines aut liberi sunt aut servi» (1, 9). Ya para englobar condiciones distintas, hubiera sido el de los
esta primera formulación plantea, sin embargo, un pro- homines, ¿por qué habría empleado el término persona
blema de difícil solución, en torno al cual confrontan desde más técnico? Y repárese en el hecho de que horno, con el
hace tiempo interpretaciones diversas y en ocasiones opues- p.aso del tiempo, había adoptado el significado prevale-
tas. ¿Cómo puede la especie de los esclavos, de por sí ca- cI~nte de «esclavo», desprovisto de cualidades jurídicas,
rente de todo atributo personal-al punto de entrar, para mientras l~ especificación de iure, en el texto de Gayo, indi-
el mismo autor, en el régimen de la cosa apropiada-, for- ca con .clandad el plano, precisamente jurídico, en el que
mar parte del género de la persona? Es verdad que Gay.o debe situarse el discurso, El único modo de deshacer la
no emplea para el servus el simple sustantivo persona: ~l- apare~te paradoja consiste, más que en contraponerlas,
no, siempre, la expresión persona servi o persona eervilis. en articular unidad y división en una misma lógica, cuyo
pero es precisamente esta, en el horizonte romano, la que operador semántico parece ser justamente el concepto de
persona. La divisio de la cual habla Gayo es, en este caso,
8 Para una redefinición conceptual del término persona en el derecho summa, no porque sea infranqueable, sino porque consti-
romano, véase, en particular, E. Stolfi, «La nozione di "persona" nell'es· tuye el dispositivo que produce la unidad jurídica median-
perienza giuridica romana», en Filosofia Politica, n° 3 (2007), págs. 379·
91, Ytambién 11diritto, la genealogia, la storia. Itinerari, Bolonia,. 2010, B 9 ~. K. von Savigny, System des heutigen Riimischen. Rechts, 3 vols.,
págs. 1~9 y s~g.s.;U. Vincenti, «Persona e di~itto: trasformazlOOl ~~~ erlín, 1940, vol. 1, págs. 32 y sigs. .
categona política fondamentale», en G. Boniolo, G. de Anna y U. ~~S. Schlossman~, Per:ona und prosopon, op. cit., pág. 32.
centi, Individuo e persona. Tre saggi . su c ñi ¡ srcrno, Milá
1 an,
2007'".A Coro b Sobre la c~estlOn, vease R. Quadrato, «La persona in Gaio. Il pro-
bino, M. Humbert y G. Negri (eds.), Homo, caput, persona. La costrusw: Blema dello schiavo», en Gaius dixit. La uoce di un giurista di [rontiera,
ne giuridica delt'identita nell'esperienza romana, Pavía, 2010. arr, 2010, págs. 2 y sigs.

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te la inclusión formal de la parte excluida de hecho. Si en que no posee capacidad patrimonial pero puede obrar
prestamos atención, en el derecho romano, la categoría en nombre del amo, llegando en ocasiones a administrar
positiva -la de liber respecto de servus, la de ingenuus parte de su patrimonio. No puede unirse en matrimonio,
respecto de libertus o la de sui iuris respecto de alieni iu: sino que convive more uxorio conforme al instituto del con-
ris- nunca es definida por sí misma sino siempre por con- tubernium. No puede ser llevado a juicio, pero sí dar tes-
traste, o como remanente, respecto de la connotación ne- timonio bajo tortura. Si le da muerte alguien que no sea su
gativa. El hombre libre, en Roma, es aquel que no pertene- amo, se puede, al arbitrio de este, incriminar al homicida
ce a otro, así como es sui iuris quien no es alienis iuris. por daño patrimonial o por asesinato, según la víctima sea
Igualmente, de manera aún más obvia, res nec mancipi considerada cosa o persona.l-' Todavía más sintomático de
son las cosas que no son mancipi. Antes bien, frente a la esta perpetua oscilación entre dos dimensiones no sólo con-
falta de una plena definición del status libertatis, la condi- trapuestas, sino incluso superpuestas, es el tránsito siem-
ción de esclavitud, aunque entraña la exclusión de la esfe- pre posible de una a la otra, a tenor del doble procedimien-
ra del derecho, es quizá la institución jurídica romana de- to de la manumissio y la mancipatio.
finida y regulada con mayor minuciosidad. Esto indica Si la primera, relativa al pasaje de la esclavitud a la li-
que lo negativo es, al mismo tiempo, incluido en el plano bertad, es regulada por un complejo ritual, productor de
del sentido -como lo que da relevancia positiva a su con- determinados regímenes, la segunda resulta aún más ex-
trario- y excluido en el de las atribuciones cualitativas. presiva de un dispositivo que personaliza a unos mediante
Únicamente de este modo se entiende la funcionalidad de la despersonalización de otros, convertidos en objetos de
la inserción de la condición servil dentro de un dispositivo, dominio por los primeros. En Roma se nace esclavo de una
precisamente el de la persona, que en otros sentidos la ex- mujer ya esclava, mas también es posible convertirse en
cluye, empujándola hacia la dimensión impersonal de la res. esclavo en toda una serie de circunstancias, que van desde
La división -no sólo aquella summa, sino también to- caer prisionero del enemigo hasta evadir el servicio mili-
das las otras que descienden de ella en cadena- no es, en tar o rehusarse a la inscripción en el censo, pasando por la
este sentido, lo que separa en forma definitiva clases dis- flagrancia de hurto y la cópula de una mujer con un escla-
tintas, sino lo que las articula en una unidad constituida vo de otro. Luego, en el pasaje de la esclavitud a la libertad
por dos partes asimétricas, una sometida a la otra, ten- hay toda una serie de etapas intermedias, o temporales,
diente, de tal modo, a coincidir con el todo. Desde este pun- como la de la liberación sub condicione, tras la muerte del
to de vista, la figura del esclavo no pertenece por completo dominus, de que se verifique un hecho previsto en la
ni al ámbito de la persona ni al de la cosa, sino.a la zona in- cláusula, antes del cual la libertad es suspendida, dejando
definida que a la vez las compone y las yuxtapone. Si se al servus en la posición transitoria de statuliber; o la de los
considera la condición del servus, se reconoce con facilidad esclavos liberados aunque, a causa de la comisión de gra-
esta dimensión demediada y anfibológica. Retorna, por es- ves delitos, privados de la ciudadanía y asimilados así a
te lado, la conexión paradigmática entre la teología Y el los latinos de las colonias: autorizados a comerciar pero no
derecho que unifica toda la semántica de la persona en el a hacer testamento, de modo tal, como ya se dijo, que vi-
signo del «dos en uno»: así como la persona de Cristo tiene van como libres pero mueran como esclavos, así como la
una doble naturaleza, divina y humana, también la del es- mujer libre, condenada a la esclavitud por haber yacido
clavo es, como se ha observado.Ié una Doppelnatur, con- con un esclavo ajeno, puede evitar la reducción a servi-
junto de hombre y de cosa. Definido como «instrumento dumbre sólo haciéndose liberar por el amo de él. En todos
parlante», él es, al mismo tiempo, persona y no-persona estos pasajes, pues, de progresión hacia un nuevo estado o
-la no-persona dentro de la persona-, desde el momento de regresión al viejo, es siempre el dispositivo de la perso-

12 Cf. H. Wagner, Studien zur allgemeinen Rechtslehre des Gaius, 13 Véase, al respecto, G. Cricenti, «Persona, soggetto e corpo», en 1 di-
Zutphen, 1978, pág. 76. riu; sul carpa, Nápoles, 2008, págs. 35 y sigs.

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na el que define el punto exacto en el cual todo ser humano cual eran sólo momentáneamente emancipados para ser
es colocado a lo largo de la línea que va desde la cosa hacia definitivamente adoptados y, de ese modo, poseídos por el
la persona, y viceversa. Cosa corporal, res corporalis, des- nuevo padre, adquiriendo una transitoria autonomía an-
de este punto de vista, no es una dimensión opuesta a la de tes de sufrir la nueva despersonalización.
la persona, sino una de sus modalidades internas, por cuan- La equivalencia entre cuerpo y cosa, determinada por
to está degradada, incluida en la forma de la exclusión de el dispositivo de la persona, se expresaba de la forma más
toda prerrogativa de tipo personal. atroz en la así llamada «ejecución personal», referida a la
Sin embargo, esta condición,que alcanza en la esclavitud adquisición material del cuerpo del deudor insolvente por
su manifestación más extrema, no puede reducirse a ella. el acreedor como garantía de la suma adeudada.l+ Resulta
Quienquiera que se encuentre en un estado de dependencia sorprendente, en este caso, no tanto el ritual de la degra-
jurídica -de hecho, todos, salvo los patres familias- par- dación pública, que en una suerte de ceremonia fúnebre
ticipa de ella como subiectus, es decir, objeto del dominio inversa decretaba la ignominia o la infamia del deudor,
de otro. Si existían en Roma seres humanos reducidos al sino su carácter eminentemente físico.15 Lo que se agre-
simple estatuto de cosa, como los servi, había muchos día, junto con todo el patrimonio, era, de hecho, el cuerpo
otros, alieni iuris, cuya dimensión subjetiva se deslizaba del insolvente, arrastrado en cadenas por el acreedor con-
continuamente hacia la objetiva. Se trata de personae que, forme a un uso establecido, con una obvia desproporción
dentro de la summa divisio, son catalogadas en el ámbito respecto del daño pecuniario sufrido y una intención, más
de los liberi pero con limitaciones tan gravosas como para que resarcitoria, aflictiva. No contaba tanto la fuerza de
aproximarlas a la condición de servi. Uxores in matrimo- trabajo adquirida o la aleatoria expectativa de un rescate
nio, filii in potestate, mulieres in manu, liberi in mancipio, de los parientes o amigos del reo, sino, sobre todo, la feroz
addicti, nexi, auctorati, ducti son grupos de seres huma- venganza sobre este último, forzado a arrastrarse detrás
nos caracterizados por una capacidad jurídica decreciente, de su verdugo. Lo valedero, más que beneficios económi-
hasta caer, de hecho, en un estado muy próximo al servil. cos muy dudosos -ya que el acreedor debía mantener al
Lo que determinaba el grado de subordinación, en un or- deudor-, era el aumento simbólico de su persona, inver-
den jurídico de impronta tan intensamente patrimonialis- samente proporcional a la disminución de la persona del
ta como el romano, era siempre la relación con las cosas, ductus, como prueba del nexo constitutivo entre persona-
incluyendo también a los cuerpos, considerados un tipo lización y despersonalización que caracteriza a todo el ius
particular de cosa. Sui iuris eran, en primera instancia, personarum.
los propietarios de cosas (comenzando por su propio cuer- La tradición romanista -con las debidas excepciones-
po), pero asimismo, en la mayoría de los casos, del cuerpo no se detuvo lo suficiente en estos procedimientos: o los re-
de otros, en distinto grado de disponibilidad de los prime- montaba a una etapa arcaica o, a la inversa, los proyecta-
ros como objeto de ganancia, de placer o de poder. Si los es- ba, situándolos en una fecha posterior, ya en una fase me-
clavos entraban en la primera categoría y las mujeres en dievaL No obstante, todos los intentos dirigidos a raciona-
la segunda, la tercera se extendía desde los hijos, sujetos a lizar prácticas similares chocan no sólo contra una serie
la soberanía paterna, hasta los deudores insolventes, so- de testimonios indubitables, sino, más en general, contra
metidos a la mano implacable de sus acreedores. Si se pien- una profunda corriente de la jurisprudencia romana que
sa que cada cual, antes de emanciparse o convertirse a su
vez en padre, había sido hijo, se tiene la medida de la su- 14 Véase el clarísimo ensayo de L. Peppe, «Fra corpo e patrimonio. Obli-

bordinación a la que estaban destinados todos los ciuda- gatus, addictus, ductus, persona in causa mancipi», en A. Corbino, M.
Humbert y G. Negri (eds.), Homo, caput, persona. La costruzione giuri-
danos romanos. Los [ilii no sólo podían ser, al menos en la
dica dell'identita nell'esperienza romana, op. cit., págs. 435-90.
fase arcaica, matados, expuestos o vendidos al arbitrio d~l 15 Cf. J. G. Wolf, «Lo stigma dell'ignominia», en A. Corbino, M. Hurn-
pater, sino que incluso en caso de venta continuaban baJO bert y G. Negri (eds.), Hamo, caput, persona. La costruzione giuridica
su potestad por lo menos hasta la tercera cesión, tras la dell'identita nell'esperiercza romana, op. cit., págs. 491-550.

122 123
se origina en el dispositivo excluyente de la persona. En dito, al tratar de estas cuestiones, los cuales no encontra-
realidad, tales comportamientos siguen siendo signi- ron en su léxico palabras más apropiadas para expresar lo
ficativos de algo extremo, situado no fuera sino dentro del que ellos sin palabras entendían» (De Trinitate, V, 9).17
ius, en una zona de la pena suspendida entre la posibili- Dado que no quiere subordinar las tres Personas como
dad y la efectividad. En la fase que transcurría entre la hacen los arrianos, ni confundirlas como los sabelianos
condena y la ejecución efectiva, que el carcelero dilataba Agustín le asigna a cada una de ellas una identidad pro:
arbitrariamente según su conveniencia, los hombres -in- pia, pero de ese modo termina por perder su relación con-
distintamente libres o esclavos- eran denominados sier- sustancial. Una vez que la categoría de persona es super-
vos de la pena o devotos de la muerte.16 Al igual que el ho- puesta a la de hipóstasis, y esta, a la de sustancia, la tripli-
mo sacer -pero de manera inversa a él, dado que no era cidad no llega a componerse lógicamente con la unidad.U'
expulsado fuera de los muros, sino retenido a la fuerza Desde el momento en que el Padre no es el Hijo, así como es-
dentro de ellos-, también el servus poenae, acaso por el te no es el Espíritu Santo, permanece en lo oscuro el víncu-
nombre de una de las Furias que se imaginaba que lo ator- lo intrínseco entre ellos: «cuando se nos pregunta qué son
mentaban, estaba a plena disponibilidad de aquellos que estos Tres, tenemos que reconocer la indigencia extrema-
lo mantenían en una vida enteramente prometida a la da de nuestro lenguaje. Decimos Tres personas para no
muerte ad gladium, ad furcam o ad bestias. En el polo guardar silencio, no para decir lo que es la Trinidad» (De
opuesto de la persona, aunque dentro de su dispositivo, el Trinitate, V, 9).
cuerpo del damnatus era tan sólo la última etapa de una No menos compleja se presenta la relación entre uni-
gradación descendente que la summa divisio implicaba dad y dualidad en el ser humano, compuesto de alma y
como su presupuesto negativo. cuerpo, en paralelo con la Encarnación de Cristo. Lo que
está en juego es la relación entre las dos naturalezas, la
3. Agustín es el autor cristiano en el cual el dispositivo espiritual y la corporal, que Agustín organiza en una mo-
de la persona y la máquina teológico-política se conectan dalidad destinada a durar mucho tiempo, pese a los cam-
más estrechamente en el signo del Dos. Es verdad que to- bios que suceden en el curso de su obra.19 Agustín le asig-
da una vertiente de sus reflexiones se concentra en la es- na una neta primacía al alma sobre el cuerpo, concibién-
tructura trinitaria de la sustancia divina, de una manera dolos como sustancias no sólo deshomogéneas sino incluso
que reelabora originalmente la perspectiva de Tertuliano.
Sin embargo, es él mismo quien reconoce una dificultad 17 Para el De Trinitate de Agustín, véase la traducción de Concettina

nunca resuelta por entero para conjugar la lógica mono- ~orgogno, con introducción de A. Landi, Roma, 1977. Sobre la especifi-
cidad del léxico cristiano latino respecto del griego, cf. J. Schrijnen,
teísta del Uno con la lógica triádica de las personas divi- Charakteristik des altchristlichen. Latein, Nouiomagi, 1932; trad. it.: 1
nas. Al no ver en el concepto de persona el punto de sutura caratteri del latino cristiano antico, Bolonia, 1977. Cf. también Ch.
entre identidad y relación, como harán los intérpretes su- M~~rmann, Études sur le latin. des .Chréti~ns, 4 vols., Roma, 1958-1977.
cesivos a lo largo de una línea que llega hasta Tomás, Agus- Sobre las dificultadas de art.iculación del discurso trinitario en
tín no encuentra nada mejor que atribuir su uso a una Agustín, cf. A. Milano, Persona in teologia. Al/e origini del significato di
persona nel cristianesimo antico, Nápoles, 1984; M. Quatrefages, «Au-
suerte de inmadurez expresiva del cristianismo latino:
gustIn et "persona"», en B. Meunier (ed.), La personne et le christianis-
«Mas como en nuestra habla corriente se toman en el mis- lile oncien, París, 2006, págs. 73-104.
mo sentido las palabras "esencia" y "sustancia", por eso no 19 Acerca del predominio agustiniano de la naturaleza espiritual so-
nos atrevemos a decir: "una esencia y tres sustancias", si- bre la corporal, 9f. Ph. Cormier, «La fondation augustinienne de la per-
no que decimos "una esencia (o sustancia) y tres perso- ~on~e», en Les Etudes Philoeophiques, n" 2 (2007), págs. 147-62. Ya se
nas". Así dijeron nuestros latinos, y dignos son de todo cré- abia expresado en ese sentido E. Gilson, Introduction a l'étude de
Satnt Augustin, París, 1943, págs. 57 y sigs. Acentúa más los elementos
de di.Iscontinuid
mur a d en su recorrido H. R. Drobner, Person-Exegese und
16 Sobre la figura del siervo de la pena, véase A. McClintock, Servi Chnstol
. . b ez. A ugustinus.
ogie . Z ur Herkunft der Formel «una persona»,
della pena. Condannati a morte nella Roma imperiale, Nápoles, 2010. Lelden, 1986, págs. 117 y sigs.

124 125
FLACSJ - S;J::C!2

opuestas. Esto no quiere decir que el autor se alinee con la rentes, no son, en rigo~, dos sino tres --«Dios, el alma y la
concepción platónica, como hace, por ejemplo, Orígenes, carne», como puntualiza Agustín (De Trinitate, XIII, 17,
cuando considera al cuerpo una prisión del alma. Este úl- 22)- , en la p;rso~a humana son sólo dos. Con todo, lo que
timo sólo puede convertirse en tal únicamente a condición resulta todavía mas relevante, en la lógica del dispositivo
de que su propia alma, dejándose desviar, lo consienta. es que su co-pertenencia tiene el significado de una subor-
Subsiste, sin embargo, el hecho de que el instrumento de dinación de uno al otro. Es cierto que la persona humana
la caída es siempre el cuerpo, caracterizado, por esta ra- conpeva siempre la presencia de un cuerpo, sin el cual no
zón, como la parte animal del hombre, al punto de que la sena tal, ~ero de una forma que reduce su rango ontológi-
co, excluyendolo de la asimilación, por imagen, a Dios: «He
tendencia humana a satisfacer sus necesidades puede ser
definida como una enfermedad (infirmitas, aegritudo: De a~uí por qué ,cada hom~re individual, llamado imagen de
Trinitate, XI, 1, 1). El problema de fondo sigue siendo el de DIOS,no segun la amplitud de su naturaleza sino única-
mente en cuanto es espíritu (secundum solam mentem), es
su relación con la sustancia divina, que se vuelve posible
por la mediación del alma. Es esta, y sólo esta, en su natu- una sola persona y la Imagen de la Trinidad está en el es-
raleza espiritual, la que entra en contacto con las ideas di- píritu» (De Trinitate, XV, 7, 11). De aquí la necesidad teoló-
vinas, a diferencia del cuerpo, extendido en el espacio y gico-política de una doble sumisión del hombre al mismo
por ese motivo arrinconado en una dimensión irreducti- tiempo a sí mismo y al otro distinto de él: sólo dominando
blemente materiaL De aquí la prioridad in discutida del al- plenamente su cuerpo podrá su alma obedecer resuelta-
ma sobre el cuerpo, en el sentido de que es la primera la mente a Dios. De no conseguir el primer resultado -si la
que le confiere vida y subsistencia al segundo. Es cierto carne permanece bajo la ley del pecado-, también el se-
que también el cuerpo es necesario para la existencia del gundo permanecerá fuera de su alcance: «La carne siem-
alma, pero siempre como algo pasivo respecto del único pre padece algo que le impide ser sometida. ¿Interesa mu-
principio activo, que «hace uso» .de él (utens corpore) para c~o conocer la razón? Aunque nosotros, al no someternos a
sus propias exigencias (De mor., I, 27-52). DIOS,podamos dañarnos a nosotros y no a Él, es no obstan-
Es tal vez una carta del año 411, por lo tanto ya tardía te a ~ravés de la justicia del Señor Dios, a la cual no hemos
en la producción del autor, la que le confiere a este léxico querido someternos para servirlo, que nuestra carne ter-
utilitarista un marcado significado teológico-político ins- mina por dañarnos a nosotros, a quienes había estado so-
tituyendo un parangón entre el uso que el alma hace del metida, rechazando servirnos» (De Civitate Dei, XIV, 15, 2).
cuerpo y el que Dios hace del hombre en la figura de Cris- . El hecho de que esta última cita esté tomada de De Ci-
intcue Dei -vale decir, de la primera gran obra teológica
to: «Nam. sicut in unitate personae anima utitur corpore,
ut homo sit: ita in unitate personae Deus utitur homine, ut de toda la tradición cristiana- hace evidente el pasaje di-
Christus sit» (Epistolae, 137). No sorprende que, también recto desde plano antropológico de la relación entre el al-
en este caso, el operador semántica del tránsito de un do- ma y el c~er~o.hacia el plano metafisico, el del choque en-
tre los prmcrpios opuestos que se disputan el destino del
minio al otro esté constituido por el paradigma de perso-
na. Puesto en duda con relación al dogma trinitaria, el ~fmbre. Ta~bién desde esta perspectiva, asistimos aquí
operador semántica juega un papel decisivo en la articula- enfrentamIento entre el Uno y el Dos -o mejor entre
ción del doble vínculo binario que liga al hombre con Dios f DI·
los os por a conquista del Uno-o La ciudad " terrenal
y al alma con el cuerpo. Aquello que los pone en relación ~ndada por Caín y parcialmente encarnada por el Impe-
simétrica es la soberanía que en cada caso un término rIO Romano, nace de la ruptura de la unidad divina por
ejerce sobre el otro. Naturalmente, entre la encarnación Una humanidad que tiende a sustituirla. Agustín inter-
de Cristo y la incorporación del alma subsiste una diferen- Preta toda la historia como el intento de conquista del Uno
cia de fondo, que es precisamente la que distingue a la per- P?r un sujeto humano que apunta a incluir el principio di-
VIno
, en su diimension
.,. Inmanente tomando su lugar En
sona divina de la persona humana. Mientras que en Cristo sint . 1 . ' .
esis, os que se disputan el campo no son simplemente
los elementos que se unen, a pesar de seguir siendo dife-

126 127
las potencias de la unidad y la separación, sino las de una estatal, respetan la justicia humana. El fratricidio del cual
unidad que se separa en dos partes superpuest~s y una se- nace Roma, repitiendo el de Abel por parte de Caín, expre-
paración que lucha por la conquista de la ~mdad. E~ el sa el carácter violento de la unificación romana. El appeti-
origen, Adán extraía su propio ser de la umdad con DIOS, tus unitatis et omnipotentiae del Imperio, aunque unifica
en una condición en la cual también el alma y el cuerpo al mundo bajo su dominio, es el fruto de una destrucción
forman un todo único. Tal integración nacía de la perfecta de la alteridad, de la supresión de toda otra parte en favor
obediencia del cuerpo al alma y del hombre a Dios; luego, de la propia, que sólo de este modo se vuelve única. Todos
la rebelión, dirigida a afirmar una unidad hu~~na alter- los pasajes decisivos de la historia romana -a partir de su
nativa al Unus divino; y de esta primera efraccIOn metafí- origen- no hacen más que repetir esta misma lógica de
sica también la ruptura de la unión entre el alma y el cuer- unificación por exclusión de lo que se incluye en el círculo
po ; el levantamiento de este último contra su propio prin- de su creciente dominio, como sucede en la ciudad de Alba
ci~io formador. En vez de la hegemonía del espíritu sobr.e cuya «gente se mandó a pasar a Roma para hacer de dos
la carne, la que así se realiza, contraviniendo la orden di- ciudades una sola [... ] y la fusión de cuanto quedó de los
vina es la de la carne sobre el espíritu: «El hombre que, dos pueblos resultó una desafortunada unión que costó
resp~tando el mandamiento, se volviera espirit~~l tam- mucha sangre derramada por ambas partes» (De Civitate
bién en la carne, se vuelve en cambio carnal también en el Dei, lII, 14,3). De esa materia -sangre, violencia y muer-
espíritu» (De Civitate Dei, XIV, 15, 1). La división respecto te- está hecha la pax de un imperium vuelto absoluto só-
de Dios se refleja en el desacuerdo del hombre consigo lo por la eliminación de todo lo que se le opone.
mismo: no sólo del cuerpo respecto del alma sino asimismo Frente a él se levanta la unidad de la Iglesia represen-
de esta última entre dos voluntades contrapuestas. Ha- tativa del Unus divino, en la medida en que vuelve propio
biendo pretendido encarnar la unidad, hiriendo la.d~v~~i- su significado universal. Agustín insiste en los elementos
dad de la cual proviene, el hombre se entrega a la dIvIs~on, de contraste entre los dos reinos, a su vez expresión del en-
de la que únicamente Cristo puede salvarlo recompom~n- frentamiento metafísico entre las dos civitates del cual son
do lo que él ha roto, de modo que, «reconciliados con DIOS manifestación. Lo más llamativo de su extraordinaria des-
por su ministerio de Mediador, debemos adherir al U.rIOg, o- cripción, lo que le confiere su específica tonalidad teoló-
zar del Uno, perseverar en la Unidad (aereamus Uni, trua- gico-política, más que la divergencia, es, empero, la sime-
mur Uno, permaneamus Unumi» (De Trinitate, IV, 7, 11). tría entre ambas, construida a través de una serie de re-
Sin embargo, ese diseño salvífico -el «dispositivo eco- misiones análogas, fundadas, en último análisis, en la co-
nómico», en el lenguaje de los Padres- no se realiza e~ rrespondencia entre Dios y un hombre creado a su ima-
plenitud porque choca con la tenaz persiste.ncia.del espi- gen. 20 Ya se ha visto cómo las dos ciudades tienden al Uno
ritu de escisión. Puede decirse que toda la historia se um- y, por lo tanto, a la absorción de la otra en su propio seno.
fica por la separación entre dos ciudades contraria~, en SU Es cierto que la lógica que las mueve es contrapuesta: en
principio metafísico, pero mezcladas en proporclOn va- Un caso, el aumento desmesurado del propio poder y, en el
riable en la vicisitud terrena. Para nada homogéneas en- ?tr.o,la salvación en el nombre de Cristo. No obstante, el ob-
tre ellas, las ciudades están divididas también en su lllte- ~t¡vo que se prop?n~~ es el ~ismo: el de encarnar la uni-
rior sin coincidir nunca por completo con las esferas del ad del proceso histórico-universal. Precisamente porque
, t n eS- co·Illplten en el mismo
. campo, su enfrentamiento dernues-
Estado y la Iglesia, que no obstante las represen an e
te mundo. En tanto que la ciudad celeste se Istlllgue, por
disti 2
lli : Sobre el isomorfismo ~e las dos ciudades, cf. G. Lettieri, «Riflessio-
un lado entre la fila de los ángeles Y los santos y, por el otro, (ed ulla te?logla po li tica In A~ostino», en P. Bettiolo y G. Filoramo
, l 1 . d d te-
la de los hombres puros, peregrini in saecu o, a ciu a •• 8.), Il Dio mortale, op. cu., pags. 215-65, y también en G. Lettieri, Il
rrena se divide, a su vez, por la diferencia entre aquel~?~ Ci. d e11a stona
,"",llso . A gostino
. m . d ,'Ippona. Il «Saeculum» e la gloria nel "De
que están perdidos y aquellos que, dentro de la institucIO Vltate Dei", Roma, 1988.

129
128
tra ser irremediable. Ambas tienen una finalidad religio- nida como «agustinismo político»,21no es imaginable que
sa, una auténtica teología política opuesta a la otra: la ciu- e,st~no !enga a~guna relaci,ó~con s~ obra. Por cierto, Agus-
dad terrena, que Varrón define como theologia civilis, ten- tm Jan:a~ pens~ que lo político pudiera vestir las ropas de
diente a la divinización del poder político; la ciudad de lo teolo~~o -SIempre dejó libre un espacio de excedencia
Dios, el plano salvífico conducido por el comando divino. escat~logIca al advenimiento de la Gracia-, y mucho me-
Amor Dei y amor sui, trascendencia e inmanencia, fe e nos, ~un, que ~oteológico tuviera un papel directamente
idolatría, en su perenne enfrentamiento, 'se espejan entre político. El remo de Dios no tiene necesidad de ello sino
ellas como las dos mitades de un mismo todo. Ambas antes bie~, lo rehúye. No obstante, sobre su trono apare~
-tanto la ciudad aeterna en la Tierra como la aeterna en ce? los m,Ismos signos gloriosos del poder soberano, los
el Cielo- apuntan a cumplir el tiempo en una duración mismos símbolos ~el triunfo terreno, cuando su voluntad,
infinita. Y ambas se autorrepresentan en la trinidad de «que hace de los VIentos sus mensajeros, de las llamas de
aeternitas, veritas y caritas. Así como la concepción cris- fuego sus ministros», expresa su poder absoluto sobre todo
tiana absorbe en su propio interior la lógica jurídica roma- lo ~ue se mueve en el mundo: «En consecuencia, la causa
na, del mismo modo, Varrón concibe la religio romana se- prImera'y suprema de todas las cosas y mociones corpó-
gún una figura trinitaria. reas es.siempre la voluntad de Dios. Nada acontece sensi-
El elemento que unifica a las dos ciudades, más allá y ble y VIsIb~:mente, en esta inmensa y dilatada república
dentro de su propio contraste, en un mismo léxico teológi- ~e ~a.creacI.on,que no sea o permitido o imperado desde el
co-político es, precisamente, la máquina de la inclusión ex- n~vIsIbl.ee mteli~ibl~ ~lcázar del supremo emperador, se-
cluyente. Ninguna de las dos quiere, o puede, aniquilar a gun .la mefable justicia de los premios y castigos, de las
la otra, al menos antes del fin de los tiempos: a lo que am- gracias y de las retribuciones» (De Trinitate, III, 4, 9).
bas tienden es al sometimiento de la rival. El intento de la
ciudad terrena de apropiarse del sacrum a través de sus ~. Si se comparan las dos concepciones de la persona
propios cultos idolátricos constituye el centro de la narra- nacIdas.' p.orun lado, de la tradición romana y, por el otro,
ción agustiniana. En este sentido, la suya es una teología de l~ .~rIstIana, es posible identificar el punto de su super-
política dirigida a la adquisición y el uso de lo divino para posición en una común tendencia al desdoblamiento o al
sus propios fines de poder, pero también la civitas Dei ac- redoblamiento, de las entidades a las cuales se refieren.
túa a su vez una teología política, aunque sea «negativa». ~n lo que concier.ne ~ la primera, ya se ha visto que los ju-
Desde este punto de vista, tienen razón tanto Peterson co- ~stas romanos disociaron con la máxima claridad al indi-
mo Schmitt: es verdad, como afirma el primero, que la teo- viduo concreto del papel que este tiene en la escena del de-
logía política agustiniana nada tiene que ver con aquella, recho. Perso~a es, 'p~ra ellos, el dispositivo formal que se-
imperial, de Eusebio y Orosio. Su sujeto no es un imperio para la realidad física y psíquica del hombre individual
cristianizado, revestido de insignias mundanas, sino acaso respecto de su identidad jurídica, en cuanto tal privada de
una Iglesia autónoma en sus propios fines. Sin embargo, estat~to. ontológico.22 Es un artefacto técnico que no sólo
el Imperio Romano, al menos tras el giro constantiniano, :~ coincide con.un ser viviente dado, sino que lo desdobla
se convirtió en su instrumento esencial. No sólo esto, sino . d~s planos diferentes, al punto de poder referirse a va-
que fue usado para reprimir a quienes negaban el cristia- ~os individuos o de que un único individuo pueda asumir
versas personas. Esto -el hecho de ser inherente a una
nismo y para conquistar a quienes no lo conocían, exacta-
mente como hizo el Imperio Romano con los pueblos que
no reconocían su supremacía. Sobre esta potencia coerciti- lo ~l Cf. e~clásico H.·X. Arquilliéra, L'augustinisme politiqueo Essai sur
va y expansiva de la religión cristiana -en contra, pero 2~rmatLOn des théories politiquee du Moyen-Áge París 1934
también a través del Imperio-, Agustín es todo meno.s p Sobre el carácter artificial de la persona ro~ana ; su e~tendida
p:;sencla en la historia del derecho, cf. Y. Thomas, «Le sujet de droit, la
unívoco. Si surgió una corriente teocrática que fue def¡- sonne et la nature», en Le Debat, n° 100, 1998, págs. 85-107.

130
131
clase general de seres humanos, en vez de serio de un cier- dad y Encarnación -los dos grandes laboratorios cris-
to sujeto- implica que la cualidad personal, m~~ que con- tianos del concepto de persona- organizan este nexo
ferir una identidad permanente, puede modificarse de constitutivo de unidad y separación: una sustancia distin-
continuo en función de un aumento o una disminución de ta en tres personas y una persona distinta en dos natura-
estatus. Los canonistas y comentadores medievales, desde lezas son las fórmulas, infinitamente reelaboradas, que
Sinibaldo dei Fieschi hasta Bártolo, ampliando la dis- condicionan la unidad a la separación entre partes subor-
tancia entre el individuo y la persona, aplican este térmi- dinadas. De este modo, respecto del derecho romano, bien
no también a sujetos colectivos como universidades y cole- puede decirse que se pasa de una división de tipo funcio-
gios, según la teoría de la persona ficta o rep~aesenta~a, es nal entre persona y hombre a una de carácter ontológico,
decir no existente por sí misma sino construida mediante dentro del compuesto hombre-persona, entre sus dos dife-
un puro acto mental. En esa dirección de abstracción cada rentes sustancias. Bajo el perfil jurídico, este ulterior des-
vez mayor, la persona, que por lo general tiene ~,n cuerpo doblamiento da lugar a la diferenciación en la persona, ya
viviente como sustrato, puede representar también un en- incorporada en el hombre, entre un nivel real y uno artifi-
te no humano -en cuanto «persona moral»- o no vivien- cial, al cual solamente se refiere la esfera del derecho. El
te, como un hombre ya muerto, aun cuando n~ privado de resultado de ese giro, signado por la superposición entre
titularidad jurídica. A pesar de todos los pliegues y los dos lógicas, ambas binarias, como la romana y la cristiana,
desfases internos que marcarán su recepción, se trata de es la expulsión de la res servile de la categoría de persona,
un constructo de larguísima data, destinado a caracteri- pero también una subdivisión, cada vez más marcada, en-
zar no sólo el antiguo régimen sino también la formación tre hecho y derecho, realidad natural y realidad jurídica.
del Código Civil. Alcanza con pensar que incluso pocos Así, no debe sorprender que, en el ámbito de la jurispru-
años antes de aquella Revolución que proclamará los dencia sistemática de antiguo régimen, si para Hugues
derechos inalienables del ciudadano, Joseph Pothier, en Doneau «seruus [. . .] homo est, non persona», desde el mo-
su Traité des personnes et des choses, 23 distiístínguia, a 1as mento en que «horno naturae, persona iuris civilis vocabu-
personas en seis categorías general~s, asignando a cada lum», Hermann Woehl circunscribe la calificación de per-
una de ellas determinadas prerrogativas en función de la sona al «horno habens caput ciuile», mientras Arnold Vin-
definición de su estatus, que iba desde el de esclavo hasta nen afirma que «persona est horno statu quodam veluti in-
el nobiliario. dutus». Cada vez más marcada en todos ellos es, en suma,
Por cierto, respecto de esta propensión a la disociación la idea de que si, conforme a la perspectiva cristiana, todos
formal que connota a todo el derecho romano, la elabora- los hombres son considerados iguales en cuanto a sus ca-
ción de procedencia cristiana, sobre todo en la versió~ ~ue racterísticas naturales, sólo a algunos les atañen esos de-
de ella brinda Agustín, va en el sentido de una reuniflca- rechos subjetivos cuya propiedad distingue a aquellos a
ción de la experiencia subjetiva a través de la incorpora- quienes debe asignárseles el título de persona de aquellos
ción de la persona en cada hombre, considerado así porta- a quienes este se les niega sobre la base de un orden jurídi-
dor de un valor inalienable a imagen y semejanza de Aq,:el co objetivo presupuesto a las prerrogativas de los sujetos.é?
que lo creó. Mas, como ya se ha visto, en la concepción CrIS- No es por azar que el sintagma subiectum iuris no se
tiana, la división, ya no referida a la relación entre perso- afirma antes del siglo XVII. Con anterioridad, ese término
na e individuo viviente, se reconstituye dentro de este,. e~ no designa al titular de determinados derechos, sino al ob-
los dos componentes distintos del alma y el cuerpo. TrIUl- jeto de una normativa jurídica. Subiectum no es el agente
sino el destinatario de una norma que lo presupone. Co-
.'t'
23 Cf. R. J. Pothier, Traité des personnes et des choses, de la proprw e,
de la possession de la prescription, de l'hypothéque, du contrat de nant¡s:e- 24 Para la transformación del significado del término persona del or-
merü, de cens, des champarts, en CEuvres de R. J. Pothier, contenant es den jurídico clásico al posclásico, cf. R. Orestano, Il problema delle per-
traités du droit [rancais, 8 vols., París, 1823-1825. SOne giuridiche in diritto romano, Turín, 1968, págs. 5 y sigs.

132 133
rrespondientemente, por derecho no se entiende una pre- mediac~ó?-de ~omás y, luego, de la segunda Escolástica,
rrogativa subjetiva, sino algo así como la contraparte de cond~clra a la Idea de sujeto agente, dueño voluntario y
un orden jurídico objetivo. Por lo demás, aun Kelsen, re- consclen~e de sus propios actos. Desde luego, en Boecio esa
chazando toda indebida naturalización, ve en el sujeto de «sustanCIa» -que tra.duce el término hypostasis, emplea-
derecho un simple punto de imputación de reglas jurídicas do por los Padres gnegos en clave trinitaria- no debe
predeterminadas. Es verdad que en cierto momento, en entenderse en el sentido moderno de principio subjetivo
correspondencia con el desarrollo de la tradición jusnatu- SInOen ese otro, a~terior, de suppositum, o sea, de sustra~
ralista, se determina un giro que, aunque sin cancelar del to al ?ualle son Inherentes determinadas propiedades
todo la semántica precedente, tiende a llevarla en una di- esenclal~s o accidentales. No obstante, su carácter indivi-
rección subjetiva. Según una propensión hecha propia, en- dual ya .Introduce,.de cierta manera, la determinación de
tre las postrimerías del siglo XVIII y los comienzos del si- una entIdad peculiar dotada de una identidad específica
glo XIX, por la pandectística alemana, y llevada a su resul- Para qu~ esta semilla encuentre un desarrollo adecuad~
tado más maduro por Savigny, el subiectum iuris, más que se deber~ esperar, por un lado, a la teoría de la mens hu-
sometido a una reglamentación objetiva, se convierte en mana, orientada, ya en la tradición agustiniana hacia la
su centro motor. Es en esta línea que, también a continua- figura de .l,ayoidad, !'. por el otro, a la elaboració~ tomista
ción de la Revolución Francesa, todos los hombres son con- de la, nocion anstotelica de hypokeimenon. Cuando estas
siderados portadores de derechos subjetivos, de modo de dos lInea~ conflu~an, en particular por medio de las tesis
sustraer del sistema normativo la capacidad de crear, o del francIscano Plerre de Jean Olieu en un úni bl
' . '. ' umco oque
modificar, situaciones jurídicas dadas y de reservarle úni- semantIc.o, ~omenzara a delinearse el primer esbozo de un
camente la función de tutelar derechos preexistentes, in- ente subjetivo presupuesto a sus propios actos percepti-
herentes en cuanto tales a la naturaleza humana. De este vos. A~te~ de q~e este último adopte la configuración de
modo, también la categoría de persona comienza poco a un autentIco sujeto, será necesario llegar no tanto a Des-
poco a cambiar su carácter rígidamente funcional, vol- cart~s (~om?q.Ulerela vulgata heideggeriana), ni tampoco
viéndose el punto de coincidencia entre el status hominis a Lelbmz (s~bien este entrevé su puesta en acto sin alcan-
naturalis y el status hominis civilis. Desde esta perspecti- za~ ~ enunclarla ~onclaridad), sino al Kant de la primera
va, en estrecha simbiosis con la nueva noción de sujeto de CntLca. Es a partir de él que se atribuirán las condiciones
derecho, la unidad parece ya prevalecer sobre la separa- trascendentales de acceso a la objetividad a un Subjekt
ción hasta absorberla pOfcompleto. Formando un todo con percep~or Y agente. Sólo a partir de ese momento el térmi-
el sujeto, es factible quéla persona se convierta en un nú- n.o~ubLectum, que hasta entonces había significado algo
cleo activo, al mismo tiempo racional y voluntario, dotado ::mllar a lo q~e.hoy entendemos por «objeto»,adquirirá su
a la vez de valor particular y universal. tatuto defimtlvo ~e principio ordenador de la realidad.é>
Esta autointerpretación de la modernidad jurídica Pa~a recorrstrtrir toda la relación semántica entre los
-que ve en el paradigma de sujeto el lugar de unificación ~~~~dI?mas de sujeto y persona es menester observar su
entre la persona y el individuo viviente- no tiene en con- .Ia,ectíca en la clave teológico-política que marca caracte-
sideración un elemento decisivo, que deja oculto. Se trata rlzandol~ a toda la vicisitud. Si el significado fil~sóficode
del carácter binario de la noción misma de sujeto, plena- ente du.eno de sus actos modifica el jurídico orientándolo
mente reconocible sólo mediante la comparación de la ge- en sent 1do su bietivi
ti ,
jetivista, el valor jurídico de matriz romana
nealogía filosófica con la genealogía jurídica y teológica de d~l:esefecto :et~oactivo e~ la acepción filosófica, replegán-
la persona. En su confluencia se asienta la definición de obre SImisma. Subiectus, en términos jurídico-polí-
Boecio, según la cual persona es una sustancia individual
25 U .
de naturaleza racional (<<naturaerationalis individua subs:
concep~:a~7pli~ y p~ofundareconstrucción de esta evolución histórico-
tantio», De persona et duabus naturis, 3). En ella puede Naissanc d ue eva a a cabo por A. de Libera, Archéologie du sujet 1
hallarse el primer núcleo conceptual que, a través de la e u sujet, parís, 2007. ' .

134 135
~im~ perfección del hombre Person
ticos, quiere decir «sometido al dominio de otro»~ precisa- ámbito donde las sust .. a es para Tomás el
.. ancias racio 1 .
mente como subiectum, en su etimología originatria, alude « d ormmo de sus propios actos» (~a es ejercen el ~bsoluto
a algo subyacente, o presupuesto, respecto de lo que está 29, a.L). El autor centra toda su umm?; theologica, I, q.
puesto. Es cierto que siempre queda un margeO diferen- que la razón actúa de t 1 d atención en el dominio
' a mo o en r 1 . ,
n la afirmada unidad d 1 ~. e aCIOncon el cuerpo
cial, desde el punto de vista léxico, entre el ser «puesto de- fE e ser VIVIentes nf .
bajo [so-metido]» Yel ser «sometido», pero ello nOborra la ase, que podríamos considera lit" e e renta un des-
evidente relación entre ambos, reconocible en la contigüi- da y lo que obedece P r po ICO,entre lo que man-
. ara ser perso
dad etimológica entre los conceptos modernos de subjeti- pena
1 posesión de una m teri ~a es necesario tener
. t d a erra corporea d '
vidad, sujeción y sujetamiento.26* Ahora bien, el elemento VISa e valor porque está e por SI despro-
. ' a encerrada en
decisivo, en orden a nuestro discurso, consiste en que el neo Sm desmerecer el papel d un cuerpo de car-
lugar de indistinción entre estos tres términos está consti- Tomás respecto del eSPirituali:~uPtura desempeñado por
do en lo que atan-e al. o agustiniano -sobre to
tuido justamente por el dispositivo de la persona que des- a concepció trini . -
de el inicio opera en la distinción romana entre personas r~ entre razón y cuerpo, o entre:o nmtana-:-, esta fractu-
sui iuris y personas alieni iuris, formulada poI' Gayo con tmada a constituir uno de los má mbre y ammal, está des-
los efectos excluyente s que conocemos, a partir del mo- dispositivo de la persona e Nc mas estables presupuestos del
mento en que la línea de separación entre las varias tipo- XX, el filósofo católico· o sorpr~nde que, en pleno siglo
' Ypersonahsta J .
logías pasa, precisamente, por el nexo lógico que conecta a re t ome exactamente los mi ' acques Maritain
. . os mIsmos té .
la persona con el subiectus. El diferente grado depersona- significado de la persona h rmmos para definir el
de sí mismo y de sus a t u~ana. Ella es «todo un dueño
lidad, dentro del género humano, se define porel hecho de . e os», para en id
estar sujetos a sí mismos o a otros, así como el diferente que «SIuna concepción sana de 1 ,S~gUIa especificar
grado de sujeción está en función de la distinw ubicación todo, de la consideración d 1 a política depende, ante
d b t e a persona h
dentro de la clase de las personas. e. e ener en cuenta el hecho d umana, a la vez
También el giro de Tomás, a través de la reelaboración amm~l dotado de razón e que esta persona es un
de categorías aristotélicas, respecto del duali5mo agusti- la am~alidad es inmen~~J~~~~o~~a mezcla la par~e de
niano puede interpretarse en esta clave autoapropiativa. es dueno de su parte animal. Co re es.persona solo si
Es cierto que su intención principal es valoriZif toda la ex- nen .esta tendencia, o esta dis I??, es ObVIO,no .todos tie-
periencia humana, pero con una clara tendellcia a privi- malización. De su mayor o m~OSICI?n,a s~ propia desani-
legiar la parte racional sobre la anima1.27 T to acentúa grado de humanidad qu h nor intensidad derivará el
Tomás esta superioridad que hace de ella ellu"mrde la má- tanto, también la diferen~ia ala e~ c~d~ hombre y, por lo
de ser definido con pleno d e PhrmcIPIOentre quien pue-
pu d' erec o como p .
26 En relación con todo esto, remito a la excelente de É. Balibar, e e serio solo con ciertas co di . ersona y quien
S. h n cienes
«sujet», en B. Cassin (ed.), Vocabulaire européen des ¡itilosophies. Dic· 1 ay algo que el dispositiv .
tionnaire des intraduisibles, París, 2004, págs. 1233·Dt.Para la rela· persona proyecta hast o, romano y cristiano de la
nud ' . a nosotros es p. '
ción entre sujeto y persona, cf. S. Rodota, «Dal sogge alla persona. o teológico-político entr .. '. recisaments, este
Trasformazioni di una categoria giuridica», en Filoso Politica, n° 3 Por lo demás el eje de co e sU~J,etIvldadYsujetamiento
(2007), págs. 365.77, e Il diritto di avere diritti, Roma!Jlari,2012, págs.
~d y obedie~cia no está z;~!ac~n semántica entre liber:
140 y sigs.
* Esta contigüidad etimológica es mucho más clara,¡n italiano (sog· a.ra constituirse en «sui e~o»sa o en ~nego sino en latín.
geto, soggetivita, soggezione y assoggettamento) y en f"tlllcés(sujet, sub· SUjetado a otros y a sí . J Les preCISOestar subiectus
vl mismo. a que hace de la obediencia
jectivité, sujétion, assujettissem.ent) que en castellanoliujeto, subjetl ·
dad, sujeción, sometimiento). Véase, además, nuestra ta sobre el neO·
28 J
logismo «sujeta miento» por «sometimiento», supra, pág.l1. (N. de los n T.) . Maritain, Les droits de l'h
27 Cf. C. de Belloy, «Personne divine, personne h ine selo Tho· 19~2; t~ad. it.: 1diritti dell'uomo ~n~me et la loi naturelle, Nueva York
Ibid., pág. 52. e a egge naturale, Milán, 1991, pág. 60.'
mas d'Aquin: l'irréductible arialogie», en Les Études p1osophiques, n° 2
(2007), págs. 163·81.

137
136
rLACSO - Biblioteca

por el otro, de manera paralela, el reconocimiento del po-


la modalidad de la salvación no es ciertamente la pólis
der pastoral que caracteriza a la teología política cristia-
griega, sino la teología política del Imperio Romano, a tra-
na. Mientras que la función soberana considera que la
vés de la adopción del theologumenon cristiano. Es enton-
obediencia es el precio inevitable de la protección, el poder
ces cuando, por primera vez, se determina la transform~-
del pastor sobre la grey de los creyentes nace de su libre
ción del subiectus en subditus: primero, en la forma servil
convencimiento de que tiene por resultado la salvación de
impuesta a todos los habitantes del Imperio y, luego, en la
las almas. A diferencia del soberano, el pastor no obliga a
condición de súbditos del soberano en el Estado absoluto.
que sujetos ya constituidos respeten la ley, sino que los
Antes bien, justamente en esta última la rela~i?n antinó-
mica entre sujeto y súbdito alcanza su perfección por me- vuelve tales extrayéndoles su verdad interior mediante el
rito de la confesión. Nunca como en este caso subjetivación
dio de la categoría hobbesiana de autorización, en función
y sujetamiento se funden en un único segmento, que divi-
de la cual el poder de los hombres se entrega a aquel que
los vuelve a todos sujetos del propio sujetamiento. La figu- de al sujeto de sí mismo según la máquina de la persona.
ra emblemática que sirve de trasfondo a esta dinámica es Cuando Foucault vuelva a interrogarse sobre el papel del
aquella que Étienne de la Boétie denominaba «servidum- cristianismo en la constitución de la subjetividad, durante
bre voluntaria».30 Su duración más que milenaria supera sus últimos cursos, lo conectará, quizá demasiado estre-
la distinción consuetudinaria entre concepciones políticas chamente, por un lado, al helenismo tardío y, por el otro,
en apariencia contrapuestas. Basta con pensar que quien al despertar del mundo moderno, una vez más sin dete-
lleva a su conclusión lógica a la teología política seculari- nerse en la categoría de persona; pero, justamente de este
zada de Hobbes es precisamente Rousseau, su adversario modo, al dejar inexplorado lo que sin embargo rezumaba
democrático, que identifica al ciudadano con el sujeto en el revés de su discurso, abría el espacio para una nueva
obediente a la voluntad general. Lo que para él cuenta es investigación.
que el sujetamiento sea libremente querido. No obstante,
un sujetamiento libre no es distinto de una libertad suje- 5. El nexo entre subjetividad y sujetamiento, implícito
tada, separada y contrapuesta a sí misma por el mismo en la formulación teológico-jurídica de la categoría de per-
mecanismo teológico-político que divide al sujeto en par- sona, es transpuesto por Thomas Hobbes al terreno políti-
tes asimétricas. co. A fin de captar la importancia de ese pasaje es necesa-
Es difícil no conectar este paradigma influyente con lo rio desarticular el léxico hobbesiano de la tradición jusna-
que Foucault teorizó en sus trabajos en torno al poder dis- turalista con la cual en ocasiones todavía se asocia. En vez
ciplinario. Como es sabido, a él le debemos el más comple- de unificar status naturalis y status civilis, como tiende a
to análisis del nexo entre producción de subjetividad y su- hacer la escuela de derecho natural, Hobbes los contrapo-
jetamiento. Que Foucault lo vincule con la institución de ne de la forma más clara, sustrayendo la idea de naturale-
la confesión es una ulterior confirmación de su carácter in- za de toda posible interpretación normativa. Los dos ám-
trínsecamente teológico-político. Si se releen sus páginas bitos no sólo resultan desconectados, sino que el estado
en esta clave, queda, empero, sin respuesta la pregunta civil, para constituirse, debe negar drástica mente el natu-
sobre su falta de comparación con la categoría de persona. ral. De aquí el giro convencionalista que adopta su discur-
Tenía todas las herramientas conceptuales para remon- so. Como en el ius romano -pero transferida del derecho
tarse a ella, ya sea por la vertiente jurídica o por la teológi- privado al público-, Hobbes caracteriza la categoría de
ea: por un lado, la elaboración del concepto de dispositivo; persona en un sentido estrechamente funcional. Más que
de un ente sustancial, se trata de una construcción lin-
30 Cf. É. de la Boétie, Discours de la servitude volontaire, París, 19~7;
güística que apunta a hacer posible el orden político. Por
trad. it.: Discorso della servitu volontaria, U. M. Olivieri (ed.), TurlO, esta razón, incluso cuando habla de «persona natural»
1995. Véase también la edición del Discorso, con introducción de P. --como aquella cuyas palabras y acciones son considera-
Flores d'Arcais, Milán, 2011.

139
138
das propias-, Hobbes la distingue con claridad del hom- político, sino su traducción en términos seculares, activa-
bre empírico que es su portador.v! Persona, incluso en ca- da precisamente mediante el dispositivo de la persona. Ya
so de que se represente a sí misma, nunca es e~homb.re en se ha identificado el hilo que vincula el uso hobbesiano del
cuanto tal, sino el papel que este interpreta bajo la mirada término con la concepción tardomedieval de la fictio. Si
de los demás, según una acepción teatral que se vuelve bien esta presupone un trasfondo sustancialista de matriz
explícita por la cita del De oratore de Cicerón: «(... ) por lo aristotélica, que Hobbes supera en dirección nominalista,
que una persona es lo mismo que un actor, tanto ~~ el es- sigue teniendo en común el desdoblamiento funcional en-
cenario como en la conversación común, Y personificar es tre el cuerpo natural y el cuerpo político. Cuando Hobbes
actuar o representarse a sí mismo, o a un otro; y de aquel escribe que «el hombre, en efecto, no es sólo un cuerpo na-
que actúa por un otro se dice que es porta~or de s~ .pers~- tural, sino que también forma parte de un Estado o sea
na o que actúa en su nombre. En este sentido lo utüi~a CI- por así decirlo, de un cuerpo político»,34de hecho, ~sa u~
cerón donde dice: "Unus sustineo tres personas; mez, ad- lenguaje no muy distinto del reconstruido por Kantoro-
versan . et jú. diLCLS." ».32 wicz en sus estudios de teología política medieval. Lo que
Para que se considere la personificación son necesa- cambia, respecto de estos últimos, es la relación entre cuer-
rios, por lo tanto, tres términos: el representante, el repre- po y persona. Mientras en la Inglaterra de los Tudor pre-
sentado y aquellos ante cuyas miradas se da la represen- valece aún la semántica del cuerpo conforme a una tradi-
tación. Naturalmente, esto vale a fortiori para la «persona ción bastante antigua, con Hobbes, el centro de la escena
simulada o artificial», designada para representar a un lo ocupa ya el principio personal. Es cierto que en The
otro y, por ende, totalmente autónoma del cuerpo en el c~al Elements of Law Natural and Politic aquel todavía recu-
reside. Recapitulando, persona no es algo que se e~, smo rre a la metáfora del cuerpo político, si bien asociándola
que se tiene en función de una atribución, o de una Impu- enseguida al término, técnicamente bastante más elabo-
tación, de tipo jurídico y no natural. A ese mode~odesnat;t- rado, de persona, entendido como lo que unifica a una mul-
ralizado remite explícitamente la tesis hobbesiana segun titud, de otro modo dispersa, de hombres: «Esta unión he-
la cual el que puede habere personam no es necesa~iamen- cha de tal manera es lo que en la actualidad los hombres
te un ser humano, o un conjunto de hombres, smo que llaman cuerpo político o sociedad civil; y los griegos la lla-
también puede ser una cosa o una institución, como una man pólis, es decir, ciudad, que puede definirse como una
iglesia, un puente o un hospital. multitud de hombres unidos como una persona por un po-
Si en Hobbes la acepción retórico-teatral de la persona der común, para su común paz, defensa y beneficio».35Lue-
juega un papel fundamental, no es preciso suponer, sin go, en el De cive, el léxico de la persona prevalece con cre-
embargo, que eso suceda a expensas de la teológica. De.lo ces sobre el del cuerpo, hasta volverlo residual. En él, el
contrario, escaparía al sentido de la frase de Schmitt autor toma distancia de aquellos que, parangonando al
según la cual en la doctrina del Estado de Hobbes pue.de Estado con un hombre, identifican la soberanía con la ca-
verse «un pasaje de su teología política».33 Contraria- beza, antes que con el alma.36 La sustitución propuesta
mente a cuanto pueda parecer, el aporte fund~ment~l.del por Hobbes es bastante relevante porque marca un signifi-
pensador inglés no es la ruptura con el lenguaje teológico:
34 T. Hobbes, De homine, en Opera philosophica, quae latine scripsit,
31 T. Hobbes, Leviathan, en The English Works, 11 vols., Londres, on~nia, Sir W. Molesworth (ed.), 5 vols., Londres, 1839·1845; trad. it.:
1829-1845, vol. III; trad. it.: Leviatano, Florencia, 1976,pág. 155. «~uomo», en Elementi di filosofia ·11 corpo - L'uomo, A. Negri (ed.), Tu-
32 Ibid., págs. 155·6. ín nn, 1972,pág. 3.
33 C. Schmitt, «Die vollendete Reform~tion. Bemerkungen und H~~ 35 T. Hobbes, The Elements of Law Natural and Politic, en The En.
weise zu neuen Leviathan·InterpretatlOnen», en Der Staat, vol. . g/¡sh Works, op. cit., vol. IV; trad. it.: Elementi di legge naturale e politi-
(1965) págs. 51-69'trad. it.: «11 compimento della Riforma. OsservazlO~ ca; Florencia, 1968,pág. 160.
"
ni e cenni su a1cune nuove interpretazlOlll . . d e I "Levia
. t ano "», en Scnttl o 6 T. Hobbes, Elementa p~ilosophica de cive, en Opera philosophica,
su Hobbes, al cuidado de C. Galli, Milán, 1986,pág. 162. 'P. CIt., vol. II; trad. it.: De cwe, T. Magri (ed.), Roma, 1979,pág. 142.

140 141
cativo distanciamiento del paradigma de la incorporación tituye la ruptura de la unidad sustancial de la divinidad
que, a través de la analogía entre Imperio e Iglesia, había como consecuencia de un uso inédito de la categoría de re:
constituido el núcleo generativo de toda la teología política presentación. Los tres -Cristo, Espíritu Santo y Moisés-
medieval: así como la Iglesia es el corpus mysticum cuya no son entendidos como parte integrante de la única sus-
cabeza es Cristo, de igual modo, el Imperio es el corpus rei- tancia divina, sino precisamente como sus representantes,
publicae cuyo jefe es el emperador. La que articulaba la ya sea separados entre ellos, ya sea en relación con aque-
doble metáfora, dentro de un mismo lenguaje organicista, lla, al punto de manifestarse en momentos históricos di-
era la lógica de la inclusión, que si en el cuerpo de Cristo versos: «Tenemos aquí -argumenta el autor- a la perso-
une la naturaleza humana y la naturaleza divina, en el or- na de Dios nacida ahora por tercera vez. En efecto, así co-
ganismo político integra en una relación de mutua impli- mo Moisés y los sumos sacerdotes eran representantes de
cación el poder y la sociedad. Dios en el Antiguo Testamento, y como lo era el Salvador
Es justamente de esta lógica inclusiva que se distancia mismo, en cuanto hombre, durante su estancia en la Tierra
Hobbes, por medio de la categoría de representación, sin del mismo modo, el Espíritu Santo [... ] lo ha representad¿
romper el hilo que liga la política y la teología, sino reanu- desde entonces y hasta ahora».39
dándolo en una forma que desplaza la semántica de la per- Es evi~efo1tede qué maner~ esa interpretación rompe el
sona desde el lado de la unidad hacia el de la separación. nexo, teológicamente necesario, entre la Trinidad y la En-
La sustitución metafórica de la cabeza por el alma es fun- carn~ción: Cristo, en su carácter de simple representante
cional a ese pasaje. Distinta de la cabeza, orgánicamente de DIOS,~o puede compartir su naturaleza. No obstante,
radicada en el cuerpo, el alma está comprendida en su in- e~ta ~ermI~~ por deconstruir también la figura de la peri-
terior pero sin jamás integrarse del todo con él. En el pla- coresis, utilizada por Agustín para indicar la insoluble co-
no teológico, esta prevalecencia de la separación sobre la implicación de las tres Personas divinas. Una vez que se
unidad se traduce en una transferencia de la atención del s~strae a la lógica de la recíproca incorporación, el disposi-
dogma de la Encarnación al de la Trinidad. Precisamente tivo ~e la persona, del modo en que Hobbes lo piensa, de-
en torno a la cuestión trinitaria había surgido en Ingla- termma de hecho una disolución de la unidad intradivina.
terra la más importante polémica de la segunda mitad del Sostener que Cristo se limita a representar a Dios, en lu-
siglo XVII. Aunque no es posible reconstruirla aquí, al me- gar de compartir su sustancia, quiere decir que no partici-
nos debe recordarse que, originada por la llamada contro- pa de su misma esencia. Cuando Hobbes, en el apéndice a
versia sociniana, participaron en ella, con una serie con- la edición latina del Leviatán, para defenderse de las acu-
siderable de escritos, autores como Stephen Nye, William sac~ones.que se.le dirigieron afirma que los Padres capa-
Sherlock, Robert South, pero también filósofos del peso de dOCIOS hipostasiaron a las personas divinas alcanzando
Locke y Leibniz, de una manera por lo general crítica ha- a~í una suerte de triteísmo, no hace sino confirmar su pro-
cia la posición, en modo alguno ortodoxa, adoptada por pía posición. Incluso cuando llega a plantear la hipótesis
Hobbes.37 En particular, en un pasaje del Leviatán, cues- de una comparación entre el Tres de la Trinidad y las tres
tionado con fiereza por el obispo Bramhall, aquel había p~rsonae interpretadas por el orador ciceroniano -la pro-
sostenido que Dios «puede ser representado» por Moisés, p~a,la del acusado y la del juez-, amplía ulteriormente la
por el Hijo y por el Espíritu Santo.38 Aquí, incluso más dIstancia en relación con la formulación ortodoxa, acen-
allá de la vistosa incongruencia de la inclusión de Moisés tuando todavía más el elemento de la división.4o Sin em-
dentro de la Tríada divina, el elemento disruptivo lo cons-
39 Ibid., pág. 487.
40 S.obre la concepción de la Trinidad en Hobbes, además del ya citado
37 Sobre la posición de Hobbes en la controversia trinitaria inglesa de ~ab~J? de Ph. Crignon, «L'altération du christianisme. Hobbes et la
la época, cf. Ph. Crignon, «L'altération du christianisme. Hobbes et la r~lllte», véase A. Matheron, «Hobbes, la Trinité et les caprices de la re-
Trinité», en Les Études Philosophiques, abril de 2007, págs. 235-63. ~~e.sentati.on», en y.
C. ~arka y J. B~rnhardt (eds.), Thomas Hobbes.
38 T. Hobbes, Leviatano, op. cit., págs. 158·9. ¡losoph¡e premiere, théorie de la sc¡ence et politique, París, 1990;G.

142 143
bargo, lo que cuenta más aún es que esta perspectiva, que dividuos que dieron lugar al pacto- para aSumir
Hobbes adopta dentro de la disputa trinitaria, se evidencia ., D su repre
seritación. e tal modo, dado que toda acción del soh -
también en el ámbito político. Es evidente el nexo concep- t . d . erano
es au eriza a previamente por todos los súbditos nin
tual que pasa entre la intransigente defensa de la unici- d e e11os pod'ra ya rebelarse ante algo de lo cual él ,mismguno
dad divina -contra toda concepción sustancialista de la autor, como se infiere del hecho de que tampoco un ino o es
Trinidad- y la del carácter absoluto del poder del sobera- cen-
te pue d ~ lamentarse de ser condenado en forma injusta.
no dentro de su reino. Así como la Segunda y la Tercera Es pre~Isamente aquí donde el dispositivo de la persona
persona, con el singular agregado de Moisés, no compar- determma un punto de indistinción entre subjetividad
ten la sustancia de la Primera y a lo sumo pueden ejercer sujeción, implícito en el término mismo «subiectues. Lo~
como sus ministros, del mismo modo, los representantes súbditos son sujetos de su propio sujetamiento desde el
de los sistemas parciales, políticos y privados, los minis- momento en que, «cuando el actor celebra un pacto por
tros públicos nombrados por el soberano, no comparten su autorización, obliga con ello al autor no menos que si lo
poder y se limitan a desempeñar una función delegada y hubiera hecho él mismo, y no lo sujeta menos a todas las
subalterna. Lo cual es aún más válido para los individuos consecuencias de aquel».42 El eje rector del dispositivo de
que, no obstante, han creado con su pacto al Leviatán y en la persona desde el polo de la subjetivación hacia el del su-
el mismo momento son instituidos y destituidos como per- jetamiento pasa, pues, por la relación entre el autor y el
sonas. Instituidos, porque, por fuera del sistema normati- actor. Como se ha señalado.éf justamente acerca de esta
vo establecido por el soberano, no tenían todavía una per- relación, Hobbes opera una clara reconversión semántica
sonalidad jurídica, y destituidos, porque, tan pronto como que modifica de raíz el significado de ambos términos. Con-
la obtienen, su persona es enteramente absorbida por la forme a la etimología latina «augere», el auctor es origina-
persona soberana, conforme a una modalidad que articula riamente entendido como aquel que toma, pero también
la inclusión de derecho y la exclusión de hecho: «Una mul- conserva cerca de sí, la iniciativa en el plano ya sea del de-
titud de hombres -explica Hobbes- se hace una persona recho público, ya sea del privado; por ejemplo, como tutor
cuando estos son representados por un hombre o por una de alguien. De la misma manera, en el derecho penal, el
persona, siempre que se haya hecho con el consentimiento autor de un crimen es también su actor. Remitido, por el
de cada uno en particular de aquella multitud, pues es la contrario, como sucede en Hobbes, al verbo «to authorize»
unidad del representante, no la unidad del representado, y al sustantivo «authoritys, el author transfiere definitiva-
lo que hace de la persona una, y es el representante quien mente el derecho y, por lo tanto, el poder a las manos del
sostiene a la persona, y a una persona sola; la unidad en actor, que de tal modo termina por vestir los ropajes del
una multitud no puede entenderse de otro modo».41 Sin primero.
duda, el representante incluye al representado pero al Es a partir de esta transferencia léxica que el sujeto se
mismo tiempo lo excluye de la forma activa de la re- convierte en subditus, mientras que, correspondiente-
presentación, manteniendo así la unidad en una intrín- mente, la personalización está siempre a punto de desli-
seca separación. zarse hacia una forma de despersonalización. Al ser au-
En el origen de esta antinomia se halla la compleja fi- to~izado no por un período o un objetivo limitado, sino ili-
gura jurídica de la autorización. En el Leviatán, Hob~éS nlltadamente, el soberano, de actor se convierte también
condiciona el poder soberano a la autorización -de los in- en autor de aquello para lo cual ha sido originariamente
autorizado, y de una vez y para siempre, por quienes,
Wright, «Hobbes and the Economic Trinity», en British Journal [or ale
History of Philosophy, VII (1999),n° 3, págs. 397·428;G. Pagan1U1, 42 Ibid., pág. 157.
«Hobbes, Valla and the Trinity», en British Journal [or the History o]
43 Cf. F. Lessay, «Le vocabulaire de la personne», en Y. C. Zarka
Philosophy, XI (2003),n° 2, págs. 183·218.
(comp.), Hobbes et son uocabulaire. Études de lexicographie philosophi-
41 T. Hobbes, Leuiatano, op. cit., pág. 159. que, París, 1992,págs. 155-86.

144
145
transitados por un instante en la figura de la persona, le En tanto que la identidad del animal-hombre cons' t
han transmitido su personalidad. Confiriendo a los mu- 1a par tici
ICIpaCIOn. , dee laa mi IS e «en
misma vida continua, de part' 1
chos el título de uno, que de otra manera ellos no podrí~n .
SIempre h UIidiIzas dee materia,
materi unidas al mismo CuerlCUas
. d ., . 45 po or-
tener, la persona soberana, haciéndose ac~or, viste al.mIs- gamza o en una sucesion VItal», la identidad pers 1
1 . d fi ona
mo tiempo los ropajes del autor, en el sentido de que ejerce e~, p~r e cont~ano, e mida por la continuidad de la con-
plena autoridad sobre aquellos que, para volverse persona CIenCIaen ~l tiempo. Ello determina necesariamente Un
colectiva, pierden toda prerrogativa indivi~ual: «y puesto ne~o cons~ItutIvo con la memoria hasta tal punto que el
que la multitud, por naturaleza, no es uno smo muchos, no olvido deviene, para Locke, el signo de una suerte de ca-
se los puede considerar como uno, sino como muchos au- rencia ontológica. Si la memoria le permite a la conciencia
tores de todas las cosas que su representante diga o haga experimentarse idéntica a sí misma en diversos momen-
en su nombre, entregando cada uno al representante co- tos de la vida, el olvido interrumpe la dialéctica entre exis-
mún la autorización de sí mismo en particular y recono- tencia actual y'existencia pasada, abriendo un hiato en la
ciendo todas las acciones que el representante haga, en 44
el autoidentificación. De aquí la importancia conferida al
. .'
caso de haberle dado una autoridad sm restncCIOnes». nombre propio, como lo que permite atribuir determina-
Por lo demás desde otro punto de vista, el representante dos actos o palabras al mismo individuo. Desde este punto
máximo puede él mismo hacerse representar -por ejem- de vista, el sujeto no es, como en la tradición escolástica, la
plo, por los jueces- sin por ello perder el dominio de la re- suma de un cuerpo y un alma, sino la de un cuerpo vivien-
presentación. Como en el antiguo ius personarum romano, te con un nombre propio. Al ser tanto el elemento de iden-
lo que permanece inalterado, en este juego móvil de la re- tificación de sí como el de diferenciación del otro, el nom-
presentación, es la posibilidad de articular continuamente bre es, precisamente, el protocolo mediante el cual cada
unidad y separación, o inclusión y exclusión, de una mane- uno se percibe como persona.
ra que hace de una el contenido de la otra. En ello reside la afinidad, pero también el alejamiento,
de Locke respecto de Hobbes. Aun cuando persona es, pa-
6. Quien separa de un modo todavía más drástico. a la ra ambos, un elemento no sustancial, bien distinto del
persona del cuerpo viviente es John Locke, en una direc- cuerpo en el cual resulta instalado, mientras que Locke la
ción que, por un lado, hace propia la posición antisus~an- liga a la especificidad del nombre, Hobbes la conecta ante
cialista de Hobbes y, por el otro, le confiere una tonalidad todo con la función. Esto no significa que en el concepto
teológico-política distinta. Si bien su definición de persona lockeano de persona falte un preciso valor jurídico, que
-tal como se formula, sobre todo, en el Ensayo sobre el en- por el contrario, en otro sentido, aparece incluso más pro-
tendimiento humano- parece retomar la definición clá- nunciado. Y tampoco, mucho menos, que falte una rela-
sica, de Boecio, en realidad, la priva de su estatuto sustan- ~ión profunda con la máquina teológico-política en cuyo
cial, para fijarla a la relación interior de la concie~ci~ con: lll~erior el dispositivo de la persona trabaja. Sólo que
sigo misma. Desde este punto de vista -que no cOl~cIdeni mientras que Hobbes se acerca a ella desde el costado de
con la fórmula escolástica del alma encarnada m con el la Trinidad, Locke lo hace desde la doble vertiente de la
registro cartesiano de un sujeto dividido en dos s~s~an- Resurrección y el Juicio. Su intención ya no es definir la
cias-, Locke reformula, en todo caso, la idea agustInIan~ relación entre las varias personas de una única sustancia,
de una mente extendida en el flujo del tiempo, aunque prI- como en la disputa trinitaria, ni tampoco identificar el jus-
vada del ámbito trascendente Y llevada a uno entera~en- to nexo entre el alma y el cuerpo, en los modos de la Encar-
te terreno. Hablar de self, antes que de subiectum, qUIere nación, sino articular el cuerpo animado con la c~alidad
decir, para él, que la identidad de la perso~a es ~istinta d:
la del hombre como ejemplar de una especIe animal dad· 45 J. Loc~e, An Essay concerning Human Understanding, Oxford,
1975; trad. it.: Saggio sull'intelletto umano, M. y N. Abbagnano (eds.),
Turín, 1971, pág. 391.
44 T. Hobbes, Leviatano, op. cit., pág. 159.

147
146
personal que lo vuelve sujeto de atribución. ¿Qué garanti- niño deforme nacido con dos cabezas. En arnh
za que el viejo de hoy sea la misma persona que fue de jo- di d . os casos po
la ecirse que se trataba de una persona con d -
ven, o que el loco tenga la misma identidad personal que d 1 . os cuerpos
o e un so o cuerpo pertenecianto a dos personas 47L
cuando estaba sano? Es evidente que estas preguntas de- Locke recababa de ellos era la definitiva superac·ié °dqule
terminan un salto de paradigma respecto de la semántica . , daví on e a
simetrja, to avia presente en el derecho romano di
y lver-
precedente, empujando la diferencia entre hombre y per- samente confirmada por la concepción cristiana entr
sona, formulada en el plano jurídico por la tradición roma- sona e m . divid h '
Vl uo umano. Tanto en uno como en la otra
e per-_
na, hacia un terreno filosófico. Sin embargo, el dato que lo ~o se ha visto, la si.metría no impedía, antes bien pres~~~_
caracteriza más acabadamente es que ese desplazamiento ma~ ~~ desdoblamIento: en el primer caso, entre persona
léxico, antes que despedazar la envoltura teológica, se si- artificial y ho~bre: natural y, en el segundo, entre cuerpo
túa en su interior, como lo demuestra la referencia explíci- mortal y alma mmortal, pero sin que desapareciera la co-
ta a la figura de la Resurrección. El Ensayo sobre el enten- rre~ponde~cia biunívoca entre los dos términos. La cate-
dimiento humano -en particular, el capítulo XXVII, agre- gorra medIeval de persona ficta -que Hobbes llevó a ex-
gado en la segunda edición justamente a continuación de tr~mas consecuencias artificiales- hacía avanzar aún
las controversias teológicas desarrolladas en Inglaterra mas este proceso de desencarnación, volviéndolo funcional
en la década de 1690- regresa a ella en más de una oca- a la lógi.carepresentativa de la soberanía. Locke da un pa-
sión. La cuestión de fondo reside en saber si «una persona so ulterior, dentro del dispositivo de la persona, al liberar-
es la misma en el momento de la resurrección, aunque sea la po~ completo del sustrato corpóreo y vincularla a un pu-
en un cuerpo que no es exactamente el mismo en la estruc- ro pr:nclpIO de atribución: para que alguien pueda asumir
tura o en las partes que tenía aquí debajo».46 A Locke no le ese ~ltulo.de~e.probar, en primer lugar a sí mismo, que es
interesa tanto la cuestión en sí como la consecuencia que el mismo individuo a lo largo del tiempo y, una vez acepta-
de ella deriva, sobre la definición de la identidad personal do el dogma de la Resurrección, incluso de muerto, cuando
y sobre su emancipación de toda perspectiva sustancialis- su alm,a ?ebe~ía ~asar al interior de otro cuerpo. Respecto
ta: si se admite que la persona, tras la muerte, puede en- de la lógica binaria que hasta aquí hemos reconstruido, se
carnarse en un cuerpo que no era el suyo, eso significa que trata de un claro salto de calidad: lo doble no sólo pasa, co-
está privada de cualquier sustrato sustancial y que por ffi? en Roma, entre persona y cuerpo, sino que penetra en la
esa causa puede asociarse, en cada ocasión, tanto a uno co- misma persona, dividida o multiplicada por dos o más de
mo al otro. dos, .en función de estados de conciencia distintos o, más
El tema introduce la parte más problemática de la pers- prec~samente, de la percepción que de ellos puede tenerse.
pectiva lockeana, relativa a la posibilidad de imaginar a ~ll~ embargo, para reconocer plenamente el significado
un hombre individual que encarne, en fases diferentes, a teologlco-polítlco de la puesta en acto es necesario asociar
dos personas o a una misma persona compartida por dos la semántica de la Resurrección a la del Juicio Divino en-
hombres. El problema de las personalidades múltiples es- tendido como prototipo de toda justicia secular. El funda-
taba conectado, en aquella etapa, con los debates teológi- Dlento de este pasaje es el nexo constitutivo entre los con-
cos sobre la metempsicosis o transmigración de las almas. ;:ptos de atribuci~n (to attribute) e imputación (to impu-
que llegaron al filósofo a través de Cudworth y los plató- )~ ambos tradUCCIOnesdel verbo griego kategorein. Atri-
buir a alaui
nicos de Cambridge. En el mismo período se había abierto a gUlen, o a SI,.mismo, algo --como puede ser un acto
una amplia discusión sobre el caso de dos gemelas siame- o Un pensamiento- nunca es independiente del juicio mo-
sas, unidas en la vagina y en el recto, de quienes se pre- ral que tal atribución comporta. Antes bien, el elemento
guntaba cuántas almas tendrían, si una o dos; así como se
preguntaba acerca de las modalidades del bautismo de un 47 S
Po .. ?bre el debate teológico y filosófico de la época, así como sobre la
de ~I,clOn~e.Lock~, véase A. de Libera, Archéologie du sujet, Ir. La quéte
46 Ibid., pág. 400. tdentLte, París, 2008, en particular págs. 121 y sigs.

148 149
FLACSO - Blb'·IICt2:

en su contra, mientras que la falta de conciencia, COlho


decisivo en la definición lockeana de ~er~o~a es, precisa-
descargo, no puede ser probada. Sin embargo, en el Gran
mente, la posibilidad de imputar a u~ I~~lVIdu~la respon-
sabilidad de sus acciones segun un JUICIO,de mocencta o Día en el que se harán patentes los secretos de todos los
culpabilidad, formulado por un juez virtual que puede ser corazones, tal vez sea razonable pensar que a nadie se lo
hará responsable de algo que desconocía totalmente, sino
un otro o también uno mismo. Locke s~braya c~~ fuerza
esta dimensión ética aun cuando tambIen específI~amen- que recibirá su condena, y será su conciencia la que lo acu-
se o lo excuse».49
te jurídica: persona «es un térmi,n~ fore~se [forensLc term]
que imputa las acciones Y su mento; aSI, pues, pertenece Esta lógica de la retribución, balanceada entre la ética
únicamente a agentes inteligentes que son capaces de un~ y el derecho, nos permite regresar a la cuestión de la sub-
ley, así como de ser felices y desgraci~dos. Est~ per~onalI- jetividad y a su relación, en el dispositivo teológico-político
dad no se extiende ella misma más alla de la e:ust~ncIa pre- de la persona, con la sujeción. Cuando Locke sostiene que
sente hacia lo pasado sino porque tiene concIencI~, que es «en esta identidad personal están fundados el derecho y la
por lo que se preocupa Y es responsable ,de ~as acciones p.a- justicia del premio y del castigo»,50 si bien, por un lado,
sadas; y las reconoce y se las imputa a SI misma con el mIS- confiere a la personalización un papel constitutivo de la
mo fundamento y la misma razón con que lo hace respecto propia ley, por el otro, al mismo tiempo, ve en la persona el
de lasas acci
acciones presen t es».48 .. eje sobre el cual giran el sujeto y el objeto de derecho. Para
Aquí, determinadas por el léxico de la respo~sabIlId~,d, comprender el sentido de este tránsito categorial, interior
la atribución de la calificación de persona y la Imput~cIOn a la semántica de la persona, entre sujeto y objeto, resulta
de sus acciones se presentan como los dos lados d~l mismo oportuno leer lo que escribe Edmund Law, en respuesta a
dispositivo. No importa si aquel que dice «yo» tiene una Joseph Butler, en un texto publicado en 1769 con el título
determinada sustancia -si a su cuerpo le corre~ponde un de «A Defence ofMr. Locke's Opinion concerning Personal
alma o si a esa alma se le pueden adscribir cualidades da- Identity». Allí, tras haber afirmado que «persona» es un
das~. Basta con que responda por sí y por sus actos, reco- término forense y, por lo tanto, debe emplearse en sentido
nociendo que ha sido él quien los realizó. ~s .10 que L~cke estrictamente jurídico, el autor observa cómoeste convierte
entiende por accountability, como caractenstIca esencIal e al agente moral, a la vez, en sujeto de ley (subject of law) y
irrenunciable de la persona en cuanto agente moral (mo- objeto de premios y castigos (a true object of rewards and
ral agent), y ya no en el sentido medievalde ~a person~ punishments).51 Dentro del umbral de indistinción que el
moralis, es decir, colectiva, sino en el del JUICIO~ob~e SI dispositivo de la persona determina entre moral y dere-
mismo. El tribunal-incluido el de su propia conCIenCIa- cho, el hombre resulta agente, o sea, sujeto, sólo en cuanto
debe determinar si el hombre presente ante la corte es la está sujetado a las leyes y, por consiguiente, es objeto de
misma persona que cometió un determinado acto y conoce imputación. Desde este punto de vista, la brillante opera-
sus consecuencias. Naturalmente, Locke sabe bien q~e n.o ción de desustancialización, realizada por Locke a lo largo
siempre la justicia humana está en condiciones de discri- de una línea que se origina en la teología agustiniana, lle-
. . 1 ba aSI
minar entre culpa objetiva y culpa íntenciona , Y aca ga a objetivar a ese mismo sujeto que se declara tal. Este
castigando ambas de la misma manera. Precisam~nte po; último, transferido al dispositivo ético-jurídico de la perso-
este motivo el juicio de la propia conciencia sigue sIendo e na, resulta constantemente sometido a un doble juez, al
más confiable, en espera del definitivo, el de Dios:.«A~n-
que es verdad que el castigo..
va unido a la personahda ,y
1 b . de no ser 49Ibid., pág. 404.
la personalidad, a la conCIenCIa,Y que e e no pue obs- 50Ibid., pág. 402.
consciente de lo que hizo, los tribunales humanos, n\ do 51 E. Law, «A Defence of Mr. Locke's Opinion concerning Personal
tante, lo castigan justamente porque el hecho es pro a Identity, in Answer to the First Part of a Late Essay on that Subject»,
Cambridge (UK), 1769, en The Works of John Locke, 10 vols., Londres,
1823, vol. II, pág. 301.
48 J. Locke, Saggio sull'intelletto untano, op. cit., pág. 407.

151
150
mismo tiempo externo e interno. Su condición «justifica- hombre tiene una propiedad en su propia persona» (<<hasa
ble» -en presencia de un tribunal y, más ~ún~ del de ~u Property in his own Person»)53 o que «el hombre, al ser amo
conciencia- se desliza sin solución de contInUld~~ ~a~Ia de sí mismo y propietario de su persona (Proprietor of his
una dimensión «justiciable», es decir, sujeta a un JUlCIOIn- own Person) y de sus acciones y trabajo, tiene en sí mismo
apelable que lo trasciende. " . el gran fundamento de la propiedad»,54 hace de la auto-
Desde este punto de vista, estamos más alla de la lógica apropiación personal el arquitrabe de un orden político
hobbesiana de la autorización. Mientras que en esta la re- fundado en la reducción de lo común a lo propio. Con la pro-
lación que obliga a cada súbdito a la obediencia pasa por piedad de sí mismo de cada hombre se corresponde la de
un elemento externo -€l querer del soberano que lo repre- sus bienes, en una modalidad que hace de la propia liber-
senta- en el caso de Locke, el comando, antes aún que tad, a la vez, condición y resultado de un proceso de apro-
ser sufrido desde lo alto, es introyectado en la mis~a con- piación. Al afirmar que cada quien tiene la propiedad de
ciencia del sujeto, transformado de ese modo en objeto del su persona, Locke abre una línea al final de la cual, reacti-
propio convencimiento interior. Esta circunstancIa puede vando el léxico teológico-político de la soberanía, Mili po-
ser interpretada, sin duda, como un progre~~ ~mel pro~eso drá afirmar que «sobre sí mismo, sobre su propio cuerpo y
de subjetivación, pero también como exposición del sUJe~o, sobre su propia mente el individuo es soberano».55 Por
así constituido, a un control interno que tarrmna por obje- cierto, ya Descartes había escrito que creía «que aquel
tivarlo. No por azar, en la constitución de la. per.s,ona,.los cuerpo, que por un derecho especial llamaba mío, me per-
dos procedimientos complementarios de atribución e Im- tenecía con mayor propiedad y más estrechamente que
putación convergen en ese otro, más cargado de reson~n- ninguna otra cosa»;56 pero en tanto que para él tener un
cias políticas, de apropiación. Ya en el Ensayo sobre el Ln- cuerpo era todavía función del serlo, con Locke las relacio-
telecto humano, la conciencia es la percepción de lo que nes se invierten. A partir de ese momento, más que «ser
acontece en el propio espíritu, aunque también del he~ho un cuerpo», se tratará de «tenerlo». Es evidente el nexo que
de que ese espíritu es precisamente «propi?», en el sentI~o conecta ese presupuesto a cuanto se ha dicho acerca de la
estricto de que le pertenece como cua lqu ier otra propie- identidad personal como conciencia de los propios actos y
dad. La accountability tiene el significado de la resp?n~a- pensamientos. Así como en esta la constitución de la sub-
bilidad -de la necesidad interior de dar cuenta de SI mis- jetividad se vincula con la autoidentificación, de igual ma-
mo-, pero también de la certificación contable de la pro- nera, en el caso de la persona civil, es la propiedad de sí
piedad de sí mismo. Sólo quien se posee plenamente es ca- mismo la que legitima la de los propios bienes. No obstan-
paz de dominar sus actos. Así co~o la l.ó~ica, la ~?ral y ~l te, si la posesión de la cosa surge de la posesión de la per-
derecho convergen en el mismo dISPOSItIVO teológico-peli: sona, quiere decir que la separación de la persona respecto
tico de igual modo, la memoria, la responsabilidad y l~ del ser viviente se reproduce en la bipolaridad entre una
, .., d SI
apropiación se superponen en la misma percepcion e parte poseedora y otra poseída. A la persona moral-suje-
como objeto de la propia identificación subjetiva. 52 to de derecho-le corresponde una persona-cuerpo, objeto
En los escritos políticos de Locke, y en particular en el de posesión no distinto de la cosa poseída y consumada.
Segundo ensayo sobre e~gobierno ~i~il, el.tema de ~~a~~~
53 J. Locke, Two Treatises of Government, Cambridge, 1970; trad. it.:
piación adquiere un relieve ontológico, SI no también Trattato sul gouerno, L. Formigari (ed.), Roma, 1992, pág. 23.
tafísico íntimamente ligado al léxico de la persona. Cu~n- 54 Ibid., pág. 35.
, . d 1 CrIa-
do el filósofo escribe que «aunque la tierra y to as as 55 J. S. Mill, On Liberty, en The Collected Works of John Stuart Mili,
turas inferiores sean comunes a todos los hombres, cada Toronto-Londres, 1963-1991; trad. it.: Sulla liberta, G. Mollica (ed.),
Milán, 2000, pág. 55.
., "' d É Bali:
52 Sobre este dispositivo teórico, véase la rrca lOtroduccl.on e. 'd la 56 R. Descartes, Méditations métaphysiques, en IEuores de Descartes,
bar a la traducción francesa del capítulo XXVII, sobre la iderrtida y _ 12 vols. (1897-1913), París, 1964-1976; trad. it.: Meditazioni metafisi-
., ddtér L'LnvelL
diferencia, del ensayo lockeano (J. Locke, Ideniité et uterence. che sulla [ilosofia prima, en Opere [ilosofiche, B. Widmar (ed.), Turín,
tion de la conscience, París, 1998, págs. 9-101). 1969, pág. 246.

152 153
FLACSO .
- B¡b¡icteo

7. La relación antinómica entre persona Y cosa está en menon, considerándolo a todos los efectos una per
el centro de la Metafísica de las costumbres de Kant. A di- .
tinta dee eél:« Cuan d o, por lo tanto, sanciono una 1sana di s-
ferencia de las direcciones opuestas tomadas, por un lado, en mi contra, como delincuente, entonces es en mí~Ya pen.a1
. ídi 1 . razon
por Hume y, por el otro, por Leibni~ ~l primero ~n cl~v.e pura.Jun icamente egisladora (Horno noumenon) aquella
antisustancialista y el segundo en termmos noo-aristotéli- que, Junto con todos los otros miembros de una socied a d ~.
cos-, Kant adopta el léxico lockeano de la imputabilidad v il ,me somete a esta ley penal comoser capaz de cometer de-
jurídica, acentuando su connotación moral: «Perso.na es litos, aunque como otra persona (Horno phaenomenon)>>.59
aquel sujeto cuyas acciones son susceptibles de una tmpu- Aquella que para Locke era siempre una hipótesis de
tación. La personalidad moral no es, por tanto, otra cosa manual-el hecho de que un mismo hombre pudiera en-
que la libertad de un ser racional bajo leyes morales] ... ], carnar dos personas distintas encontrándose en estados
de donde se deduce que una persona no puede ser sujeta a diferentes: el de la razón y el de la locura- se vuelve, para
ninguna otra ley que aquella que ella misma (obien sola, o Kant, el dato constante que concierne a cualquier ser hu-
por lo menos al mismo tiempo con otros) se ~a».57yuelve, mano, separado en cada fase de su existencia en dos perso-
en una formulación libre de elementos psicologistas, el nas distintas, una objeto de juicio por la otra. El autor que,
dispositivo de la subjetivación por sujetamiento: persona desde este punto de vista, hace de puente entre Locke y
es el modo de constitución del sujeto que lo somete a la ley Kant es Christian Wolff.60 Si, por un lado, retorna la defi-
que él mismo se ha dado. Sin embargo, si la leyes impues- nición lockeana de persona basada en la memoria (<<perso-
ta solamente por el sujeto mismo, podría preguntarse en na dicitur ens, quod memoriam sui conservat»),61 por el
qué sentido esta lo somete, o bien, si lo somete, cómo pue- otro, condiciona la lógica de la imputación a la previa divi-
de decirse que él sigue siendo su sujeto. ¿Cómo puede ser sión del ser humano en Homo spiritualis, al cual le compe-
este al mismo tiempo, artífice e imputado de la ley de la ten las facultades superiores, y Horno carnalis, caracteri-
cual es autor? Kant no sólo no oculta la dificultad lógica zado, al contrario, por las inferiores.62 No obstante, más allá
contenida en su propio razonamiento, sino que la enuncia de ese precedente, es Kant quien sitúa el Dos en el corazón
de modo explícito: «Es imposible que yo, que ayudo a que de la identidad personal. Desde luego, esto no significa que
se haga la legislación, es decir, que dicto la ley penal, sea restaure una suerte de dualismo cartesiano, o, mucho me-
la misma persona que, como súbdito, es castigada en nom- nos, platónico, entre dos sustancias distintas. Las que han
bre de esta ley, porque como tal, esto es, como delincuente, de separarse, en el pliegue trascendente, son dos cualida-
es imposible que yo tenga voz en la obra legislativa».58 La des de la misma naturaleza humana, respecto de las cua-
estrategia para escapar a esta dificultad desemboca una les lo que se define como sujeto debe adoptar una postura
vez más en la semántica de la persona, utilizada por Kant diferenciada, como corresponde en relación, por un lado,
para desdoblar al sujeto en dos órdenes diferentes ~ inclu- con un ser animal y, por el otro, con uno moral. De ese mo-
so opuestos -el inteligible, de los fines, y el sensible, de do, Kant puede especificar que no quiere referirse a «una
las causas eficientes-: mientras en el primero la libertad doble personalidad (doppelte Personlichheits; porque sólo
coincide plenamente con la ley, en el segundo tiende regu- yo, yo que pienso e intuyo, es la persona; el yo objetivado,
larmente a divergir de ella. Es por esta causa que, para
cumplir con el imperativo, el hombre noumenon debe so- 59 ¡bid.
meter a consideración del propio juicio al hombre phaeno- ,60 Sobre la relación entre Kant y Wolff en torno al tema de la persona,
~.a~e F. Sciacca, Il concetto di persona in Kant. Normatiuita e politica,
57 1. Kant, Die Metaphysik der Sitten, en Kants Gesammelte schr~: llan, 2000, págs. 3-27.
ten 23 vols. Berlín 1900·1955, vol. VI; trad. it.: Fondazione delta met't 61 C. Wolff, Psychologia rationalis, methodo scientifica pertractata,
' , , .' . Scrt -
[isica dei costumi. Principi metafisici della dottnna del diritto, en V ~cc. IV, par. 741, en Gesammelte Werke, 2 vols., Hildeshe im-Zúrich-
ti politici e di [ilosofia della storia e del diritto, N. Bobbio, L. Fu-po Y . Ueva York, 1983, pág. 660
Mathieu (eds.), Turín, 1965, pág. 399. 62 C. Wolff, Jus naturae, ~ethodo scieruifica pertractatum 8 tomos
58 Ibid., pág. 525.
en ibid., parte 1, secc. 1, par. 40. "

154 155
intuido por mí, es la cosa (Sache), al igual que otros objetos p.or él mismo-, es decir, el de ser el instrumento de otro
fuera de mí».63Aquello que de tal modo se determina no es c~~d~da,n~ (lo que no puede suceder sino por una valora-
un esquema simplemente binario entre sujeto y objeto, si- cion jurídica), es. un esclavo [servus in sensu stricto) y per-
no un modelo más complejo, en el cual la persona es, a la ten~ce a la propiedad [dominium) de otro, que por eso no
vez, uno de los dos polos y el régimen en el que estos se ca- es solo su amo [h~rus) sino también su propietario [domi-
racterizan. Se restaura, en este sentido, ese singular efec- nus), y puede enajenarlo como si fuera una cosa, emplear-
to por el cual, a través del dispositivo personal, una parte lo. como le plazca (salvo para propósitos vergonzosos) y
incluye a la otra como su negativo, arrastrándola al mismo d.Lsponer de sus fuerzas, aunque no puede disponer de su
tiempo fuera de los propios límites. Mientras que el sujeto vida y de sus extremidades». 64
pensante, abstraído de toda determinación física, y enton- Si ya el esclavo, en virtud de la humanidad del amo (no
ces capaz de representar principios universales, es inte- de la .suya), no puede ser usado para propósitos vergonzo-
rior al régimen de la persona, el hombre natural, por un sos m privado de su vida o afectado en sus extremidades
lado, participa en ese régimen y, por el otro, permanece esto es v~lido a fortiori para aquellos que, pese a encon-
excluido de éL Es persona cuando se reconoce en un siste- trarse bajo el dominio de alguien, no están en su posesión,
ma de fines que lo predetermina; no lo es cuando, domina- cOI?o en el caso de los empleados domésticos y de los tra-
do por su parte animal, se sale de dicho sistema. bajadores por contrato. En el origen de esta distinción se
La misma oscilación parece caracterizar a las relacio- hall~ la d~erencia entre dominio y propiedad, que el autor
nes domésticas, como Kant las define, atinentes a la fami- habla aplicado, antes que a la relación con los demás a la
lia y a la esclavitud. Es verdad que, contrariamente al prin- relación, originaria, consigo mismo: «un hombre p~ede
cipio romano de la summa divisio -que incluye al esclavo perf~cta~ente ser amo de sí mismo (sui iuris), pero no
entre las personas-, todavía adoptado por autores como pro~let~rlO de sí mismo (sui dominus) (no puede disponer
Pufendorf y Wolf, Kant reserva la calificación de persona de SI mismo a su antojo), y con mayor razón no puede ha-
únicamente para el sujeto provisto de capacidad jurídica. cerlo. con otros hombres, porque es responsable de la hu-
Es persona sólo aquel a quien, en razón de su propia condi- ~a~ld~~ que reside en su propia persona».65 La misma
ción de libertad, pueden atribuírsele obligaciones y dere- dlstmclOn se da entre uso y abuso: mientras que una per-
chos, a diferencia del esclavo, a quien, por el contrario, no sona de la cual se es amo puede usarse como una cosa, no
se le pueden atribuir. Sin embargo, una vez establecido es- pue~e a~usarse de ella más allá de cierto límite, pero _y
te criterio absoluto, cuando pasa luego al terreno concreto aquí radica el problema al que el autor no consigue darle
de las relaciones interhumanas, el filósofo propone una se- una respuesta clara-, ¿cuál es ese límite? ¿Por dónde pa-
rie de especificaciones limitativas que terminan por desdi- sa ~e? el ser humano controlado según una relación de
bujar los contornos de la alternativa, superponiendo, al domlll1o, que no de propiedad- el límite entre su ser cosa y
menos por un tramo, las dos condiciones: «Quien se en- su ser persona?
cuentra en este último caso -argumenta Kant, interpo- La cuestión, indecidible dentro de la semántica de la
niendo una primera reserva respecto del criterio adoptado persona, es impuesta por Kant mediante la elaboración de
Una cat egona,. juriídiica tan fl uida
. que él mismo la compara
631. Kant, «Über die von der Kónigl. Akademie der Wissenschaften ~on una estrella fugaz en el cielo del derecho.66 Se trata
zu Berlin für das Jahr 1791 ausgesetzte Preisfrage: Welches sind die el «derecho personal de naturaleza real». Si «derecho
wirklichen Fortschritte, die Metaphysik seit Leibnizens und Wolffs Zel- tea!» es el que se tilene so b re una cosa y «derecho personal»
ten in Deutschland gemacht hat?», en Werkausgabe, Fráncfort, 1977; es el poder de determinar el comportamiento de otra per-
trad. it.: «Sul tema del Concorso a premio indetto per il 1791 dall'Acca: 64
demia Reale delle Scienze di Berlino: Quali sono gli effettivi progreSS1 1
8tor· . Kant, J:'fetatisica dei costumi, en Scritti politici e di [ilosofia della
compiuti dalla Metafísica in Germania dall'epoca di Leibniz e di Wolff?», 6SLa ~ del diritto, op. cit., pág. 519.
en 1 progressi della metafisica, P. Manganaro (ed.), Nápoles, 1977, pág. 66 Ib~d., pág. 452.
77. iu«, pág. 55l.

156 157
sana, exigirle una determinada prestación, entonces, el Entre los tres «objetos» de derecho personal d
derecho personal de naturaleza real es una mezcla entre l~~a real-vale decir, los domésticos por parte de~:atura_
los dos, que consiste «en poseer un objeto externo como hIJOSpor parte de los progenitores y la mujer po lllo,los
una cosa y usarlo como una personw>.67 Ya en esta defini- mariid0-, es t e urlti
timo caso es el mas, probatorio rparted e1
ción, la precisión con que se distingue entre persona y cosa to Kant lo justifica a fuerza de una doble desig~:ldordcuan-
tambalea a tal punto que lleva a que una se superponga . ídiica. En lo que respecta a la desiguald a na
t ura 1 y juri d -
con la otra. Sin embargo, Kant intensifica la antinomia de duda en sostener que «cuando la ley le dice al hOlll~ ,no
su razonamiento, hasta minar su propia enunciabilidad . , con 1a mujer:
re 1acion '", el debe ser tu amo" (él sera' 1 re en
a parte
jurídica. Se trata de un derecho que es al mismo tiempo al- que or dena; ella, la que obedece) (... ), esto no debe Consi-
go menos y algo más que un derecho, un prederecho o un derarse contrario a la igualdad natural de los miemb
metaderecho, irreductible ya sea a un dato fáctico, ya sea d e ~n~ pareja,. ros
porque este dominio se funda sólo en la su-
a una relación contractual, porque es expresión de una ley penondad natural de las facultades del hombre sobre la
que coincide con el propio dispositivo de persona: «... aho- delamujer».71 s
ra bien -explica Kant-, puesto que este no es un derecho En torno, pues, a la igualdad jurídica, el cortocircuito
sobre una cosa y tampoco simplemente un derecho hacia entre persona y cosa alcanza su ápice. Dado que el matri-
una persona, sino a la vez una posesión de esta persona moni~ ;s «la ,unión de dos personas de distinto sexo para la
misma, debe ser un derecho por encima del derecho real y posesion recíproca de sus facultades sexuales durante to-
personal, es decir, el derecho de la humanidad que reside ~~s sus vidas»,72 Kant reconoce la incongruencia,lógica y
en nuestra propia persona, el cual tiene por consecuencia ética, de la reducción del cuerpo a puro objeto de consumo
una ley natural, que nos permite y nos hace posible tal P,o~part~ de otra persona, sancionada por un contrato ju-
adquisición». 68 rídico. Sm embargo, en vez de disolver el vínculo, que de
Ni siquiera cuando, al defender de las críticas su propia ese modo se determina, entre persona y cosa, separándo-
elaboración, se pregunta «si se puede, no digo ya tratar a l~s netamente, lo redobla, reintegrando el principio de pa-
las personas en todos los modos como cosas, sino poseerlas ridad a través de la reciprocidad del uso: «En este acto, el
de manera análoga, y bajo iguales relaciones comportarse hombre se reduce a sí mismo a una cosa, lo cual es contra-
con ellas como con cosas»,69 Kant logra evitar la contradic- rio al derecho de la humanidad que reside en su propia
ción, limitándose a desplazarla al plano del léxico. Antes persona. Este derecho no es posible sino con una condi-
bien, la distinción a la cual se apela, entre la forma adjeti- ción, es decir, que mientras una de las dos personas es ad-
va, no necesariamente posesiva, y la sustantiva «mío»,en- quirida por la otra, precisamente como una cosa, esta a su
tendida como «lo mío» (meum, das Meine), marca un ulte- vez adquiere de manera recíproca a la otra; de ese modo se
rior desvío hacia la superposición entre persona y cosa, reencuentra consigo misma, y restablece su personali-
como en el caso de la relación con la propia mujer: «... cuan- dad».73Así, la personalización se vuelve el resultado de la
do digo: "mi mujer", "mi esposa", eso significa una relación de~personalización del otro, a condición de que también la
particular, es decir, una relación jurídica del poseedor con prImera persona sea despersonalizada por la segunda. La
un objeto (a pesar de que este es una persona) como cosa. categoría de persona se coloca, de este modo, en el punto
La posesión (física) es, por lo tanto, la condición de posibi- de cruce jurídico de una doble reificación, tal como el autor
lidad del uso [manipulatio] de algo como cosa, aunque es- l~ confirma, inmediatamente después, en lo que atañe a la
ta, bajo otra relación, deba ser tratada al mismo tiempo hIpótesis, delictiva, de la sustracción de uno de los cónyu-
como una persona».70 ges de la posesión del otro: «Lo que demuestra, por lo de-
67 Ibid., pág. 458.
68 [bid. 71 Ibid., pág. 461.
69 Ibid., pág. 550. 72 Ibid., pág. 459.
73 [bid.
70 Ibid., pág. 551.

158
159
rsonal es al mismo tiempo un de- de la sociedad política, iniciada por Hobbes, le contrapone
más, que este derecho pe el hecho de que, si uno de .l?s
recho de naturaleza real es . bandonado a la posesion la prohibición de plantear preguntas acerca de la génesis
h se hu biera a del poder: «Si en el origen un contrato real precedió, como
dos esposos uyera o 1 t tá autorizado en todo mo-
ona e o ro es ., un hecho, a la sumisión al poder (pactum subiectionis civi-
de una tercera pers , bl lver a tomar posesion
mento y de forma incontesta e a va lis), o si en cambio este poder fue anterior y la ley vino sólo
a» 74 ., después, o de cualquier modo este pudo establecerse, estos
de él como de una cos . d. ional de la intrínseca conexion
Es esta una prueba a lC el paradigma soberano. son para el pueblo, que ya está bajo la ley civil, sofismas y
. iti de la persona con . d 1 sutilezas completamente sin sentido, que empero pueden
del dlSPOSllVO .. 1 id sobre la mujer, e os
amenazar con peligro al Estado».76 Es muy marcado el
La relación de dominio del m~n SO obre el siervo no sólo no
Padres sobre 1os hiilJOs y de senor . .. sello teológico-político que Kant le imprime aquí a su dis-
. K t contra d.lCt oriia respecto del prmcipio curso. Si el precepto paulino según el cual «toda autoridad
la percibe an como 1 trario la infiere de este.
d· e por e con , .. proviene de Dios» no «expresa un fundamento histórico de
de igualda ,smo qu , 1 rsona alieni iuris -pa-
. anera en que a pe .. . la constitución civil, sino una idea como principio práctico
De la misma m . , mana- es sUJietada a la SUL wns que1 de la razón», 77de ello deriva la consecuencia de que el so-
ra usar la expreston ro d las personas que forman e
ejerce dominio sobre ella, to as del soberano. Vuelve berano tiene, hacia los súbditos, sólo derechos y ningún
Estado están subiectae a la pebr~ot~aacióny sujetamiento. deber, tanto que estos en ningún caso pueden oponerle re-
d 1 o entre su je IV . sistencia. A quien lo hiciere no sólo se le daría muerte, si-
por este la o e ~ex su. eto de derecho, es sujeto a
Subiectus, antes l?cl~so qu:su Juesto al ejercicio de liber- no que se lo expulsaría fuera del ámbito de la ley (exlex).
un deber de obe~lencla~ pr lo ue presenta excepciones
tad, que no preve exenciones. 1principio de igualdad de los
Su condena -de la persona soberana respecto de otra que
ya no es tal porque está enteramente ocupada por su parte
restrictivas, en t?do caso, es e a la nobleza hereditaria, animal y, por lo tanto, arrastrada por esta a la abyecta es-
den fera de la cosa- supera la línea de la muerte para hacerse
súbditos -por ejemplo, en or por la extinción natural
. edera a no ser . K t eterna, como la ofensa que él le infirió al poder supremo:
declarada imperec T bié esta circunstancia, an
. b s- am ien en . d d «Este es considerado un delito que perdura eternamente y
de sus mrern.. ro .. bajo. e 1 per fil 10, e rmal entre prople a
alcanza a distinguir, d 1 primera al territorio
. que jamás puede ser expiado (crimen immortale, inexpia-
y señorío del soberano, r~~erva~l oe: decir la multitud de bile) , semejante a ese pecado del cual los teólogos dicen
y el segundo al pueblo;« pue . ,o, (es su ~ueblo), pero no que no puede ser perdonado ni en este mundo ni en el
otro».78
b
los súbditos, le pertenece t~mt l~n (según el derecho real),
un propie ano
como le pertenece a (segú el derecho perso-
. f supremo segun 8. Es precisamente la indebida superposición entre
sino como a un je e , . ue el soberano, en s~
nal»).75 Lo cual no es obl~et pat~~uiar de todo derecho y u Personas y cosas la que Hegel pone en entredicho en la ca-
condición de person~ abso u a, 1 los súbditos, ocupe en tegoría kantiana de los derechos personales de naturaleza
bre de toda obligación res~e?~o d~r completo asimétrica, !'eal, dentro de una polémica que tiene Comoobjetivo fun-
relación con estos un~ POS.ICl?b~ p . demás como «ines- damental todo el cuadro jurídico de matriz romana. De-
definida no sólo como lrreslstl. e sm~ aque ello anule o re- trás de la confusión, atribuida a Kant, entre derechos que
crutable». Desde esta perspectiva -l.tSlnymás francamente Se refieren a relaciones sustanciales y derechos relativos a

dimensione la vertien . t e cosmopo_ 1 aKant parece retrae e-_ la mera personalidad abstracta, el autor entrevé la partí.
iluminista de otros textos suyos ecto de la tradición ~onn ~ió?-entre personas sui iuris y personas alieni iuris, estas
mas
der, al menos en un pu.nto,. :esp alógica sobre el onge 'lltl inclinadas hacia el régimen de la cosa: «En Kant,
trae t ua lista . A la investigación gene
76[b·
77 i«, pág. 505.
[b·d
74 Ibid. 78 ia., pág. 506.
75 Ibid., pág. 511.
[b¡d., pág. 508.

160
161
las relaciones de familia son los derechos personales de
naturaleza real. Por consiguiente, el derecho romano de cuanto tal, per~on~: «Pertenece a la educación, al pensar
las personas no es el derecho de la persona como tal, pero en cua.nto concrericra del individuo en la forma de la uni-
sí de la persona porticularoP' En la base de esta crítica versalidad -escribe en un pasaje de tono paulino--, el he-
-dirigida también a Savigny-,80 se halla la universali- cho de que yo sea concebido como persona universal en la
zación hegeliana de la idea de persona, condensada en el cual todos son idénticos. El hombre vale porque es h;mbre
imperativo ético según el cual «se personifica y respeta a no porqu~4sea judío, católico, protestante, alemán, italia~
los demás como personas-.f ' Contra la coacción romana no, ~tc.». Basta con la cualidad natural para que se le
que condiciona la autonomía personal a la posesión de un confle~a plena personalidad, de tal modo que nadie está
determinado status -€l de los patres-, Hegella extiende por prmcipio excluido. No obstante, la crítica de Hegel al
a todos los seres humanos de conformidad con una perspec- d.erec~o ~0r.nanoparece concernir más al acceso a la capa-
tiva emancipadora que generaliza la realización concreta c~dadjurídica que a su definición. Es cierto que, a diferen-
de la libertad. cia de Kant, Hegel no incluye entre los bienes poseídos a
Sin embargo, las cosas no son tan simples, ya sea por lo otras persor:~s, smo ~ue el análisis permanece gobernado
que concierne a la relación con el derecho romano o, más por la relación constit.utiva entre derecho y propiedad, al
aún, por lo que de él deriva para la conceptualización de la punto de que esta se presenta como el arquetipo de todos
categoría de persona.82 En cuanto a la primera, téngase los otros .derechos.civiles. Es como si los ciudadanos, en la
presente que la polémica explícita de Hegel contra el ius perspectiva hegeliana, debieran ser todos patres, converti-
no excluye la adopción de su léxico conceptual, a menudo dos en tale.s por la posesión de res utilizables, intercambia-
mediada por los Elementa iuris civilis de Heinecio. Antes bles o enajenablss. La personalidad jurídica coincide con
bien, en cierto sentido puede decirse que lo generaliza a l~ capacidad. patrimonial de los propietarios. La que la ea-
todo el ámbito de las relaciones interpersonales. Lo que el l~ca es precisaments la propiedad (Eigentum), no necesa-
filósofo rechaza en la categoría romana de persona es la rIamente de algo, sino en cuanto capacidad abstracta de
inclusión en esta de seres humanos privados de todo esta- poseer. Es sólo a través de esta que las personas se relacio-
tuto jurídico, y por ese motivo, asimilables a la cosa: «Se- n~n. en térmi?os. jurídicos e?tr~ ellas: «La persona que se
gún la determinación no-jurídica y no-ética del derecho ro- distingue a si misma, por si misma, se relaciona con otra
mano, los hijos eran cosas para el padre, y este, en conse- pe:sona: es decir, ambas sólo como propietarias tienen
cuencia, estaba en posesión jurídica de sus hijos [... ]. En existencia la una para la otra»_85
esto tenía lugar una unificación de las dos determinacio- Para comprender, sin embargo, todo el movimiento del
nes cosa y no-cosa, completamente antijurídica».83 Para p~nsamiento hegeliano, la relación entre persona y pro-
Hegel, diversamente de los juristas del antiguo régimen, pledad debe mirarse también desde el otro lado. Así como
que continúan diferenciando entre persona y homo, todo la per~on~lidad presupone la propiedad, esta, a su vez, se
hombre, sin distinción de procedencia o condición, es, en halla hml;ad.a y, por así decirlo, contenida por aquella. Si
Hegel esta lejos de Kant, lo está más aún de Locke, al pun-
to de que su filosofía puede ser interpretada, si se la obser-
79 G. w. F. Hegel, Grundlinien der Philosophie des Rechts, Hambur·
go, 1955; trad. it.: Lineamenti di [ilosofia del diritto, G. Marini (ed.), Ro- va desde la perspectiva de la sociedad civil y, más todavía
ma-Bari, 1965, pág. 50. de.lEstado P?lít~c~,como una suerte de freno al pleno des~
80 Cf., al respecto A. Schiavone, Al/e origini del diritto borghese. He- pl~egue del individualismo propietario. La apropiación
gel contra Sauigny, Rorna-Bari, 1984. PrIvada, central en la sección sobre el derecho abstracto
81 G. W. F. Hegel, Lineamenti di [ilosofia del diritto, op. cit., pág. 48. encuent~a, en efecto, una especie de relativización en l~
82 Sobre propiedad y persona, véase J. Ritter, Metaphysih und Po/¡-
esfera, sItuada por encima de ella, de la eticidad, que la
tih. Studien zu Aristoteles und Hegel, Fráncfort, 1969; trad. it.: Metaf¡-
sica e politica. Studi su Aristotele e Hegel, Génova, 1997, págs. 139 Ysigs.
83 G. W. F. Hegel, Lineamenti di [ilosofia del diritto, op. cit., pág. 52. 84 Ibid., pág. 169.
85 Ibid., pág. 49.

162
163
..;e ~o . 6iblioteca

subsume en su interior como un dato ineludible pero par- dinámica conceptual deriva de la circunstancia de que
ciaL En resumen, si la propiedad define, en. sus orí~e~;s, Hegel se mueve simultáneamente en dos planos del pro-
la personalidad, esta comprende a aquella, circunscribién- ceso de autoconstitución del espíritu. Si desde el punto de
dola a su propio horizonte de sentido, aun cuando, en una vista del derecho privado, que él mismo define como abs-
suerte de continuo vuelco dialéctico, esto termina por con- tracto, el paradigma propietario de la persona constituye
firmar la centralidad de la posesión, desde el momento en el único medio de relación entre los hombres, desde el
que la persona es ella misma el resultado de ll!-~ás plena punto de vista de la sociedad civil no representa sino un
apropiación -es decir, la de sí mismo-.86 Umcamente modo parcial e inadecuado de observar la esfera de la vida
poseyéndose por completo uno se vuelve persona. Hegel en sociedad, por cuanto es indiferente al conjunto de nece-
distingue dos tipos de apropiación: una, ~xterna, de las co- sidades concretas que escapan de las redes del sistema
sas poseídas como patrimonio, Y la otra, ~nterna.a la perso- jurídico. Este último, circunscripto al léxico privatista del
na misma, de los propios elementos corporeos e ~ntelectua- contrato, el uso y la enajenación de la cosa, deja fuera de él
les entre los cuales están la vida, las extremidades, las todas las relaciones sustanciales. Y no sólo esto; es más: en
ideas los talentos, las convicciones religiosas. En tanto una sociedad basada en las simples relaciones de propie-
que la primera se caracteriza por un dominio pl~n~ y sin dad, todo individuo es separado del otro, pero, antes toda-
límites, la segunda está sujeta a algunas restnc:lOnes, vía, es separado incluso de sí mismo. Como Hegel com-
como la de un cierto grado de inalienabilidad. Por ejemplo, prende perfectamente, el dispositivo de la persona corta la
el autor de un libro, pese a ser propietario de sus propias subjetividad en dos partes, una constituida como objeto
ideas, no puede desprenderse de ellas, incluso si l~s trans- exterior de la otra: «La personalidad sólo tiene comienzo
fiere a un editor. En general, las propiedades mternas aquí en cuanto el sujeto tiene no sólo una autoconciencia
pueden ser enajenadas, o sea, exteriorizad~s, conv~rtidas de sí en general, como Yo concreto, determinada de algún
en disfrutables por otros, sólo si ello no lesiona los mtere- modo, sino más bien una auto conciencia de sí como Yo
ses de la persona a la cual son originariamente inheren- completamente abstracto y en el cual toda limitación con-
tes. Esto no obsta para que, a pesar de estas restriccion~s, creta y validez se niegan y no tienen ningún valor. Por lo
ambas relaciones de la persona -con las cosas y consigo tanto, en la personalidad existe el saberse a sí mismo
misma- remitan a la categoría de apropiación, que sigue como objeto».87 En tal sentido, fijado por el ius romano y
siendo el eje lógico sobre el cual gira todo el discurso. An- asumido en una tradición jurídica que, al menos desde
tes bien, Hegel destaca que mientras que la relación de este punto de vista, llega hasta Kant, en el horizonte for-
apropiación con las cosas nunca es integral-desde el m~- malizado de la persona vuelve a destacarse el perfil suavi-
mento en que estas tienden a resistirse a una completa aSI- zado de la cosa. Si es la cosa apropiable, o apropiada, la
milación por el sujeto--, eso sucede, en cambio,respecto de la que conecta a los individuos en el horizonte del derecho,
autoapropiación, que es, por ende, en su plenitud, la forma ello quiere decir que todas las relaciones que este traduce
más perfecta de propiedad y modelo para todas las otras. resultan reificadas de raíz. Como ya afirmaba Hegel en
De esta manera, Hegel se sitúa en la línea limítrofe 0, Fenomenología del espíritu, «lo universal, desperdigado
.. , t e el
mejor aún, a lo largo de una zona de superposición en r. en los átomos de la absoluta multiplicidad de los indivi-
derecho patrimonial romano Y el individualismo poseslv~ duos, este espíritu muerto, es una igualdad en la que to-
moderno. Uno penetra, y a la vez altera, los contornos de dos valen como cada uno, comopersonas». 88 Más que dife-
otro con un efecto de radical conmutación semántica. Esa renciarse de las cosas, las personas, privadas de subjetivi-

86 Sobre esta dialéctica, cf. M. Xifaras, «L'individualisme possess~~ 87 G. W. F. Hegel, Lineamenti di [ilosofia del diritto, op. cit., pág. 47.
spéculatif (et néanmoins roma in) de Hegel. Quelques remarques sur e 88 G. W. F. Hegel, Phiinomenologie des Geistes, en Gesammelte Wer-
théorie hégélienne de la propriété», en J.-F. Kervégan y G. Marmass he, 22 vols., Hamburgo, 1968 y sigs.; trad. it.: Fenomenologia dello spi-
(eds.), Hegel penseur dú droit, París, 2004, págs. 63-79. rito, 2 vols., E. De Negri (ed.), Florencia, 1963, vol. II, pág. 36.

164 165
pli~" la categoría de persona llega a perder esa caracteri-
dad peculiar y perfectamente homologadas entre ellas, se zacion abstractamente formal que mantenía en el terre
deslizan hacia la misma indistinción de aquellas. Es difícil del derecho privado, para readquirir una nueva valenc~~
encontrar, en el cuerpo de la tradición filosófica moderna, ~o.se trata tanto de la figura, adquirida en la tradiciónju-
expresiones de tal nitidez crítica. Constituida en el punto rídica moderna, de la «persona moral», que Hegel confina
de intersección con la cosa, la categoría romana de perso- a la esfera preestatal, sino de la propia personalidad del
na pierde contacto tanto con la vida individual como con la Estado, ent~ndi.~a como presupuesto y fin último del pro-
universal: «el derecho de la persona no se vincula ni a un ceso de realización del Espíritu. Como sabemos la d fi .
., dIE ' e mi-
ser-ahí más rico o más poderoso del individuo como tal, ni c,IOn e stado ~n términos de persona se remonta a una
tampoco a un espíritu viviente universal, sino más bien al ~nea de pensamiento que tiene en Hobbes al teórico más
puro Uno de su realidad abstracta o a este Uno como auto- mfluy;nte, a través de la elaboración de la categoría de so-
conciencia en generaD>.89Dentro del dispositivo jurídico beranía. No obs~ante.' mientras Hobbes intenta, si bien a
de la persona, el principio del U no lleva en su seno las costa de las antinornias ya mencionadas hacerla deri
d 1 1 .,. ,var
huellas indelebles de una irreductible dualidad. Todo el ~ a e eccion pactista de los súbditos mediante el meca-
régimen romano, al cual Hegelle atribuye con justicia la msmo de la autorización, Hegel subraya su elemento de
invención jurídica de la persona, es atribuido por él al des- ~utonomía. Es como si, contra la lógica artificial moderna,
garramiento entre la inconexa precisión del individuo y el el acentuar~ los rasg~s naturalistas del soberano en una
carácter absoluto, igualmente abstracto, de un poder ili- form~, que tiende a aislarlo no sólo de los súbditos, sino
mitado. En vez de integrar la lógica del interés particular también de los otros órganos del Estado. En la dimensión
con la del interés general, la persona termina por oponer- e~tatal, ~a persona no se refiere ni a una función institu-
los irremediablemente. Es por esta causa que Hegelllega c~onal ~lla. u.n procedimiento de representación, sino a la
a decir que «llamar a un individuo persona es la expresión figura mdlvldual del soberano, entendido en el carácter
del desprecio».90 ~o~c~etode su presencia física: «La personalidad y la sub-
Esta no es, sin embargo, su última palabra, ni siquiera JetIvl~ad ~n general, en cuanto infinito referirse a sí mis-
dentro de los Principios de la filosofía del derecho. Como mo, ~olotienen verdad, y más aún su verdad próxima e in-
siempre sucede en su poderosa máquina dialéctica, tam- mediata, como persona, como sujeto existente por sí y lo
bién el concepto de persona, deconstruido en su efecto de que es por sí es necesariamente uno. La personalidad del
desdoblamiento y de abstracción, se recupera en otro pla- Estado sólo es efectivamente real si se la entiende como
no del discurso, destinado no a negar al primero sino a in- una persona, el monarcG».91
tegrarlo en un orden distinto de argumentos. En este nue- .CO~? es sabido, estos pasajes de la última sección de
vo nivel de análisis, relativo a la esfera de la eticidad, la ~nnctPWs de filosofía del derecho están sujetos a diversas
idea de persona, inicialmente cerrada en el formalismo del I~terpretaciones, también porque ellos mismos fueron mo-
derecho abstracto, vuelve a nutrirse de savia vital en las dificados, en el tono y en los argumentos, en las redaccio-
instituciones de la sociedad civil, como la familia y la cor- nes que anteceden y siguen a la edición entregada a la im-
poración, interconectadas en el círculo, todavía más ar- pre~ta. No ~~y duda de que, incluso por motivos de opor-
ticulado, del Estado. Solamente cuando los individuos, an- tUmdad política, en esta última Hegel acentuó los elemen-
tes que pretender la construcción del organismo político !~s absol~tistas, filtrados o difuminados, por el contrario,
basándose en un contrato arbitrario, se perciben a sí mis- na otr?s c~closde lec.c~ones,según un armazón constitucio-
mos como sus expresiones internas, pueden despedazar el 1mas VIvazy equilibrado en la relación entre los distin-
escudo que los separa de ellos mismos en el vínculo propie- tos ~oderes. Con todo, subsiste la circunstancia de que
tario con las cosas. Dentro de esta perspectiva más aro- PreCIsamente a través de la categoría de persona, el auto;

89 Ibid., pág. 38. 91 G. W. F. Hegel, Lineamenti di filosofia del diritto, op. cit., pág. 225.
90 Ibid., pág. 39.

167
166
le corrfiere a su propio discurso una tonalidad teológico-
política explícita.92 Es como si la necesidad de recomp~ner
el paradigma desdoblado de persona jurídica lo hubIe.ra más próximo a la verdad, porque en tal concep ., ,
inducido a configurarlo en clave acentuadament~ moms- contenid . .. .
ern a su mcondIcIOnalIdad». 96 El hecho de ClOnesta
'.
versiones sucesrvas Hegel evite este argumento que ap 1en '.las
ta, contraponiéndolo, como un único punt.o .~uperIor a to- b
do, al resto del cuadro. Para subsanar la eSCISlOn entre hom- co no orra a necesi ad rntenor por la cual al cumplío ogeh-
1 idad i

bre y persona, más que hacer de cada hombre una p~rso- p~raib o1a moderna, el paradigma de persona 'rse parece su_
".
mrse con su OrIgmarIa matrIZ. teológica. reu
na, como también anuncia contra el derecho de matriz r~-
mana, Hegel reserva la personalidad concreta de la deci-
sión a un solo hombre, aislado del resto del pueblo al q~e 9. Si, en la línea del paradigma soberano la teolo '
Iíti d H ' gla
sin embargo representa. También desde este punto de VIS- ~o .tica e egel encuentra en Carl Schmitt su resultado
ta resulta más cercano a Hobbes que a Rousseau: no ta~to último, en el origen de la que se define Comobioética libe-
porque rechaza todo concepto de soberanía popular, ~mo ral puede reconocerse el utilitarismo de Bentham y Mill.
porque le asigna al monarca una dimensión ~aturalIsta ~ue ella más que «teología política» pueda con mayor pro-
que lo pone en competencia con los otros organ~~mos sobe- piedad llamarse «teología económica» no cambia demasia-
ranos según la nuda ley de la autoconserva.cIOn.:,«En su do l~ sustancia ?-e las cosas, desde el momento en que a
concepto mismo yace, por lo tanto, la determinación d~ la partir de Tertuliano el dispositivo teológico-político de la
naturalidad. Por consiguiente, el monarca es esencIa~- persona emplea el léxico de la oikonomia para indicar el
mente este individuo, abstraído de cualquier otro contem- gobierno divino sobre los hombres. Por otra parte si to-
do y está destinado a la dignidad del monarca de un modo mamos a Peter Singer y a Hugo Tristram Engelha~dt co-
in:nediatamente natural, por el nacimiento natural»: 9~,A mo los más significativos representantes de esta corriente
ese derecho por nacimiento responde un ~oder de,de~IsIon s0.rprende que det.rás de las remisiones a Locke, Kant ;
«que supera toda particularidad en el simple SI rmsmo, Mill reaparezcan figuras y categorías directamente toma-
ajusta el balanceo de las ca~sas ~ contra-cau~as entre las ~as del derecho romano. En contraste con el principio cris-
cuales siempre permanece indeciso, y los decide por el yo t~ano de la sacralídad de la vida, de hecho, el personalismo
quiero e inicia toda acción y re.alidad».94 ~? puede sor- liberal recurre no sólo a los autores modernos sino tam-
prender, entonces, que la inmediata concrecion del q,uerer b~én a un horizonte, anterior al cristianismo, e~ el cual la
soberano en la realidad efectiva lleve a Hegel ~ coteJ~r su vida humana no es considerada el valor primero: «Si nos
dispositivo con la prueba ontológica de la ex~~tencIa de remontamos al origen de la civilización occidental --ex-
Dios del cual comparte «la misma transformación del con- plica Singer para legitimar sus propias opciones- es de-
cePt~ absoluto en ser».95 El motivo propuesto por Hegel cir, a la época griega y romana, observamos que 1;
perte-
para juzgar el deslizamiento semántico des~e el terre.no ~~ncia a la especie no alcanzaba para garantizar la protec-
cion de la vida. No había respeto por la vida de los esclavos
jurídico hacia el teológico-político es que, mIentras. elI~i
telecto procede por nexos causales de tipo deductivo, o de otros "bárbaros"; e incluso entre los griegos y los roma-
concepto de monarca no puede ser d e ducid UCI o porqu e «co- nos, los neonatos no tenían un derecho a la vida automá-
mienza puramente a partir de Sto'C'donsi erar que e1 ,\-l..lere- tico: los enfermos o deformes eran asesinados exponiendó-
selos a la intemperie».97
cho del monarca se funda en la autoridad divina se halla
En cuanto a Engelhardt, su referencia al ius persona-
92 Para una clara síntesis de la filosofía d e la re liaié
19lOnen Hegel '.véase n
T'Um es todavía más explícita. Para sostener la propiedad ab-
..
S. Achella, Rappreseniazione e concetto. Religione e [il¡ oso[i¡a nel sistenw So!uta de los niños en manos de sus padres, este autor re-
hegeliano, con prefacio de G. C~ntil~o, Nápoles, 2~.1O. . á. 228. unte, ciertamente, al paradigma de propietario de Locke y
93 G. W. F. Hegel, Lineamenti di [ilosofia del dir itto, op. cu., p g
94 Ibid., pág. 225.
95 Ibtá., pág. 228.
96Ibid., pág. 225.
97 P S' W ..
. : mger, ntmgs on an Ethical Life, Nueva, York, 2000;trad. it.:
Scntl¡ su una vita etica, Milán, 2004,págs. 149-50.

168

169
.J - O,DIIOreCa
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tricto alcanzan el ser sólo después de algún tiempo -pro-


al derecho personal de Hegel, pero ubicándolos en una lí- bablemente algunos años- tras el nacimiento y proba-
nea de continuidad con las Instituciones de Gayo, de don- blemente dejan de existir algún tiempo antes de la muerte
.
d e1 organismo». 100 .
de cita el pasaje (I, 67) según el cual, «si capturamos a un La personahdad, en su forma más aca-
animal salvaje, un ave o un pez, lo que de ese modo captu- bada, es decir, plenamente consciente, llega a su punto más
ramos se vuelve nuestro inmediatamente, y sigue siendo alto sólo en los adultos con buena salud, luego de un perío-
nuestro mientras lo mantengamos bajo nuestrocontrobi.ff do n? breve de latencia y antes de una fase de insoslayable
De la misma manera, dice Engelhardt, con una formula- dechve. En tal sentido, la comparación con el derecho
ción que adhiere aún más al léxico romano, «los hijos, en r~mano es inevitable. Como en Roma, en el universo de
tanto no se emancipan, no dejan la familia y se mantienen Smger y Engelhardt, las relaciones entre los seres huma-
a sí mismos, quedan en las manos de sus progenitores y nos se modulan y dividen por una serie de umbrales móvi-
son en parte de su propiedad (o, para recordar la antigua les, en función de un diferente índice de personalidad. De
costumbre romana, permanecen in manu o en la potestas aquí se desprende la escala decreciente que va desde las
de los padres)>>.99Si se recuerda que los patres romanos personas en sentido pleno hasta las personas potenciales
podían disponer de la vida de los hijos, con mayor razón si (como los niños de más corta edad), pasando por las semi-
eran deformes, la analogía con los principios bioéticos de personas (como los viejos que ya no se valen por sí mismos
nuestros autores resulta además sorprendente. por deterioro físico o mental), hasta las no-personas (como
Es como si ellos, superando a la inversa a la filosofía los enfermos en estado terminal) y las antipersonas (esto
moral moderna -respecto de la cual declaran, no obstan- es, los tontos propuestos por Singer, respecto de los indivi-
te, que quieren llevar a su realización-, se remontaran a duos más inteligentes) en la misma relación que se da en-
la fuente misma del dispositivo de la persona, con los efec- tre el animal y el hombre normal. Es impresionante cómo
tos jerárquicos y excluyente s que de él derivan. Lo que una vez más, y con una potencia de exclusión de intensi-
vincula a Singer y a Engelhardt con la semántica de ma- dad siempre creciente, el paradigma de persona determi-
triz romana -alejándolos así de la tradición jusnaturalis- na un efecto de despersonalización para aquellos a quie-
ta que se esforzaba por volver a juntar persona y hom- nes confina a los márgenes externos de la categoría: «Las
bre- es la restauración de su clarísima distinción. Para personas -afirma Engelhardt- tienen una importancia
ellos, no sólo no todas las personas son seres humanos, co- central para la idea y empresa misma de la moral. (... )
mo lo demuestra la posible atribución de rasgos persona- Sólo las personas tienen problemas morales y obligaciones
les a figuras mitológicas o fantásticas, sino que no todos morales. El propio mundo de la moral se apoya en las per-
los seres humanos son personas. Algunos se limitan a per- sonas. El problema es que no todos los seres humanos son
tenecer a la especie viviente del Homo sapiens, aunque sin personas. (... ) Al menos, no son personas en el sentido es-
acceder al escalón superior de la personalidad. Si las carac- trict.o d~ agentes morales. (... ) Los niños no son personas.
terísticas de esta última son, como sostiene Locke, la ra- Los individuos en estado de senilidad avanzada y de retar-
cionalidad, la conciencia de sí mismo y el sentido moral, es do mental muy grave no son personas en este sentido im-
evidente que no todos los hombres las tienen en la misma P or t an tísi
~~Imoy central». 101Desde esta perspectiva emerge
proporción. No solamente esto, sino que esas característi- la relación real que, al menos en este tipo de «bioética» es-
cas duran un tiempo breve respecto de la totalidad de la trec~a ~~ el mismo nudo teológico-político a la ética y l~ vi-
vida biológica, ya que surgen en un cierto momento del cre- da biológica de una manera que, al querer inferir de la pri-
cimiento y se atenúan hasta desaparecer, con frecuencia mera una definición de la segunda, hace de esta el presu-
bastante antes de la muerte: «Las personas en sentido es- puesto de aquella.

98 H. T. Engelhardt, The Foundations of Bioethics, Nueva York, 1986; 100 Ibid., pág. 233.
101 Ibid., pág. 232.
trad. it.: Manuale di bioetica, Milán, 1991,pág. 153.
99 Ibid., pág. 152.

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Por supuesto, dentro de ese proyecto intensamente se- sentido de que se la deduce de la suma de las felicidades
lectivo, las no-personas humanas -quienes todavía no lo individuales-, el nacimiento de un hijo defectivo, o defec-
son o ya dejaron de serlo- permanecen a disposición de tuoso, puede impedir el nacimiento, posterior, de otro nor-
las personas, las cuales, al mismo tiempo, asumen su cui- maL Y esto es ya un motivo ampliamente suficiente para
dado y deciden su destino. Hacia aquellas -los individuos bloquear cualquier nacimiento sospechado de dañar, junto
pertenecientes a la especie Homo sapiens pero excluidos al nacido, a aquellos que deben proveer a su sustento.
del recinto de las personas-, estas últimas tienen, por Si tal razonamiento es válido para quienes todavía no
cierto, obligaciones de beneficencia, también en razón de han nacido, consintiendo así una práctica abortiva indis-
una natural simpatía entre los miembros de una misma criminada por razones económicas, como sucede en China
especie, que sin embargo encuentra un límite preciso, más o en Tahití, ¿por qué motivo no debería valer asimismo
allá del cual es inútil y contraproducente aventurarse. Na- para los ya vivos? «No entiendo por qué -se pregunta
turalmente, el establecimiento de este límite, como, por lo Singer- deberíamos defender la tesis de que los fetos
demás, la atribución del «índice de humanidad», les com- pueden ser "reemplazados" cuando aún no han sido dados
pete únicamente a las personas «verdaderas», árbitros ex- a luz pero no cuando ya han nacido. Ni existe algo (comola
clusivos de la suerte de los seres humanos despersonaliza- capacidad de vida autónoma) que pueda proveer esta
dos. Más allá de la benevolencia subjetiva de aquellas res- demarcación entre feto y neonato».1°3 Un criterio dife-
pecto de estos, existe, no obstante, un criterio objetivo, rencial-continúa Singer- podría estar constituido, con-
provisto por el modelo utilitarista, que de manera radical forme a la elaboración lockeana, por la presencia de la au-
restringe el ámbito, en teoría ilimitado, del universalismo toconciencia, pero justamente esta no se encuentra ni en
kantiano. Mientras que, según Kant, ningún ser humano el feto ni en el neonato. Ninguno de los dos está en condi-
puede ser tratado como un medio de cualquier otro, para ciones de comprenderse a sí mismo como una entidad dis-
el utilitarismo bioético se diría que nadie puede ser trata- tinta, dirigida al futuro con un determinado proyecto de
do como fin, es decir, que todos entran en una red de utili- vida, de forma tal de convertir en moralmente condenable
zación recíproca. Para ser mantenidas y custodiadas por su eliminación. En efecto, si al menos el niño pudiera te-
las personas, es necesario que las no-personas no desequi- mer su propia muerte -admite Singer-, podría encon-
libren la balanza de la relación entre costos y beneficios en trarse una motivación ética para dejarlo con vida, aunque
favor de los primeros. Y en lo que respecta al plano global, debiera resultar antieconómico. Sin embargo, es precisa-
el aumento de personas potenciales daña de todos modos a mente lo que puede excluirse: «Sóloun ser capaz de conce-
las actuales, obligadas a compartir con ellas los mismos birse a sí mismo con existencia en el tiempo puede temer
recursos: «Las reflexiones sobre las consecuencias de la la muerte y pensar que, si la gente puede ser asesinada con
superpoblación pueden conducir a la conclusión racional impunidad, también su vida está en peligro. Por el contra-
de que sería mejor que no hubiera personas de más para rio, ni los niños ni los animales no humanos incapaces de
alimentar, asistir y respetar. Además, podría concluirse concebirse a sí mismos como existentes en el tiempo pue-
que las personas de un género determinado, como las que den temer su propia muerte».104 De aquí surge la conclu-
tienen graves impedimentos físicos y mentales, crearían sión de que si está bien y, más aún, es moralmente necesa-
obligaciones morales particularmente graves, que sería rio tutelar la vida de las personas, ello no es válido para
mejor evitar».102 También en el caso de individuos ya los humanos que todavía no son personas o ya han dejado
vivientes puede determinarse un déficit en el conteo de los de serlo. La única precaución que debe tomarse, según el
beneficios en relación con los costos. Desde el momento en autor, es la de cerciorarse de que el ser humano suprimido
que, según el modelo utilitarista, la felicidad, como por lo no sufra, o que su sufrimiento sea inferior al beneficio pro-
demás el dolor, se calcula en términos integrales -en el
~~3 P. Singer, Scritti su una vita etica, op, cit., pág. 210.
4 Ibid., pág. 254.
102 Ibtd., pág. 100.

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ducido por su muerte, para sí mismo y para la sociedad; de
aquí «la obligación de asegurarse de que el bien persegui- no digna de ser vivida», ya tristemente famoso en la Ale-
do, como evitar el nacimiento de un niño con síndrome de mania de los años veinte y aplicado con absoluta ferocidad
Down, supere el mal del dolor infligido al organismo ani- en la década siguiente. Tanto Singer como Engelhardt lo
mal que se va a matar». 105 utilizan ampliamente en sus textos, aun cuando sin refe-
Sería dificil hallar un ejemplo igualmente marcado por rirse en verdad a aquellos embarazosos antecedentes. No
el entrelazamiento entre teología política y teología econó- obstante, precisamente el silencio en relación con ellos
mica, entre teo-bio-economía y teo-bio-política, invertida hace todavía más evidente una proximidad no sólo léxica.
en tanatopolítica. Aquí, la economía no es sólo la adminis- Cuando Singer subraya la diferencia entre su concepción
tración, por interposita persona, del mundo humano por la de una vida «que no merece ser vivida» y aquella otra, na-
autoridad divina, como en la antigua oikonomia salvífica zi, de una vida «no digna de ser vivida»,106-en el sentido
de los Padres. Esta es, ante todo, el horizonte en el que es- de que sólo la primera tendría en debida cuenta la exigen-
tán incluidas todas las relaciones interhumanas para po- cia del sujeto en cuestión-, no se percata de que también
der excluir una de sus partes, reducida en la nuda zoé, de los nazis proclamaban igual intención, llegando a exigir
la esfera del bíos. Es la conveniencia económica la que fija peticiones de muerte por determinados sujetos discapaci-
el número y la cualidad de aquellos que pueden ser «aho- tados. El problema no reside, evidentemente, en establecer
rrados», en el doble sentido, económico y militar, del tér- quién da la orden de muerte, sino en la preliminar exclu-
mino. Con todo, el que define el umbral de exclusión, en sión del conjunto de las personas de seres humanos pre-
esta economía del bíos, es --como en el derecho romano viamente reducidos a un rango antropológico, o incluso
arcaico- el poder soberano de vida y de muerte ejercido zoológico,inferior.
por los patres sobre todos los seres alieni iuris. Natural- Esa indistinción parcial, implícita en la bioética liberal
mente, tal resultado no sólo excede, sino que contradice de de Singer y Engelhardt, entre antropología y zoología
raíz, la intención ética que mueve a los autores. No es ca- constituye la otra conexión con la biocracia nazi. Como se
sual que Singer, en varias ocasiones, sienta la necesidad sabe, la tesis animalista de ambos --en sí no sólo aceptable,
de enfatizar la distancia que lo separa de las prácticas eu- sino también moralmente elevada- prevé una equipara-
genésicas del nazismo, a las que a menudo se les ha atri- ción de la condición animal a la humana. El dominio in-
buido cercanía con su propia perspectiva. Esta necesidad condicionado de los hombres sobre los animales, destina-
de esclarecimiento ya es el síntoma de una objetiva -por dos a su propia nutrición y a su explotación intensiva, lo
cuanto inconsciente- relación permitida, precisamente, consideran otro legado, que debe rechazarse, de la cultura
por ese dispositivo de la persona que debería haber evita- cristiana: «El hecho de que un ser sea o no sea un miembro
do, más que ningún otro, cualquier tipo de contigüidad con de nuestra especie no es, en sí, más relevante para la in-
esas prácticas. Reactivado, a mediados del siglo XX, jus- moralidad de asesinarlo que cuanto lo es la pertenencia,
tamente para responder al intento nazi de reducir la expe- por ejemplo, a nuestra raza».107 Llegará el día en que el
riencia humana a la nuda biología, el dispositivo termina, modo en el cual todavía hoy tratamos a los animales será
de forma inconsciente, por reproducir, al menos concep- comparado, por su intensidad homicida, con algunas ca-
tualmente, algunos de sus presupuestos tanatológicos. Es racterísticas de los genocidios modernos. Sin embargo, un
una prueba ulterior del corrimiento de perspectiva de un problema distinto surge cuando, para equiparar la con-
paradigma naturalmente expuesto a la conversión en su dición animal a la humana, en lugar de elevar algunos ti-
contrario. Los puntos de coincidencia o, cuando menos, de pos de animales al género humano, se rebajan algunos ti-
posible superposición respecto de la tanatopolítica nazi pos de hombres al nivel animal. Sostener que «el estatus
son, en sustancia, dos. El primero es el concepto de «vida moral de los mamíferos adultos, ceteris paribus, sería su-

105 H. T. Engelhardt, Manuale di bioetica, op. cit., pág. 134. 106 P. Singer, Scritti su una vita etica, op. cit., pág. 222.
107 Ibid., pág. 176.

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FLACSQ - S'bo'
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perior al de los fetos o los niños h~man~~»,108o qu~ en lo.s Pasaje. Nexum (teología económica 1)
países densamente poblados «la mversion en las mvestl-
gaciones para salvar a los ma~íferos. ~o hu~ano~ te~~a
una prioridad mayor»109que la mversion en ínvestígacion
de las enfermedades humanas, comporta consecuencias
precisas. Sin dejar de observar que los jefes nazis, comen-
zando por Hitler, eran animalistas convencidos, cuando se
sostiene que «con seguridad habrá animales no humanos
cuya vida cualquiera que sea el punto de vista, tiene más
, 110 En 1848, el gran jurista francés Raymond Théodore
valor que la vida de algunos humanos», se traspasa un
límite entre el hombre y el animal sólo para construir otro, Troplong, en su comentario al Código Civil napoleónico,
no menos excluyente, dentro del género humano. A esta dedica todo un volumen a la institución jurídica de la con-
altura, el animal, más que un antepasado nuestro, o inclu- trainte par corps [detención personal, o prisión por deu-
so un «semejante» nuestro, se vuelve la cuña que se inserta das], 111es decir, el encarcelamiento por deuda impaga,
entre grupos de seres humanos: unos, acogidos en el ámbi- acogido en 1865 también en el Código italiano con el nom-
to de la persona, y otros, expulsados de él. Nunca como en bre de «arresto personal».112 Sin perder de vista esta su-
este caso el género humano resulta dividido en dos partes peroposición semántica entre la persona y el cuerpo del
asimétricas, una de las cuales pretende representarlo por deudor, que sitúa una pena de carácter corporal, como de
entero, empujando a la otra a los confines de la nada. hecho lo es la detención, en la rúbrica de la ejecución per-
sonal, detengámonos en el texto de Troplong. A pesar de
lamentar que la ley francesa de 1832 se limita a reducir,
sin llegar a abolirla, la contrainte par corps, el texto sostie-
ne que esta no sólo está en conformidad con el derecho, si-
no que es la garantía necesaria para el acreedor y el ba-
luarte de la propiedad privada. Ya desde el comienzo, sin
embargo, el autor imprime al propio tratamiento una to-
nalidad que de ninguna manera es neutra, al establecer
un siniestro paralelo entre la ejecución personal y la pena
de muerte: «La contrainte par corps est la plus extreme ri-
gueur du droit civil, de méme que la peine de mort est le
dernier degré de la sévérité pénale».113 La proposición
recuerda indirectamente el juicio expresado por Cicerón, en
el Pro Quinctio, según el cual quien es sujeto a la bonorum

111 R. T. Troplong, «La contrainte par corps», en Le Droit Civil expli-


qué suivant l'ordre du Codeo Commentaires des titres XVI et XVII, liure
III du Code Civil, Bruselas, 1848.
n re acion con e 1 arresto persona 1e [detención
112 El" .. personal], véase L.
Peppe, «Fra corpo e patrimonio. Obligatus, addictus, ductus, persona in
~ausa mancipi», op. cit., págs. 435·90. Más en general con respecto a la
Insolvencia, cf. I. Kroppenberg, Die Insolvenz im klassischen romischen.
Recht. Tatbestánde und Wirkungen ausserhalb des Konkursuerfahrens,
108 H. T. Engelhardt, Manuale di bioetica, op. cit., pág. 248. Colonia, 200l.
109 Ibid., pág. 252. 113 R. T. Troplong, «La contrainte par corps», op. cit., pág. iv.
110 P. Singer, Scriui su una vita etica, op. cit., pág. 63.

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