Você está na página 1de 3

Contra el crepúsculo del deber

de Área Psicopedagógica, el Lunes, 22 de noviembre de 2010 a las


19:54

Así como se habló en un momento de “la muerte de Dios”, hoy se


habla del “crepúsculo del deber” y de la “caída del padre” como
metáfora que, en una sociedad patriarcal, alude a la caída de la
respetabilidad de la función de conducir, de guiar, de señalar un
camino, y que define la noción misma de autoridad. Uno de sus
efectos es que ha cundido una extraordinaria permisividad a las
conductas de niños y adolescentes, extendiéndose sobre padres y
educadores una ideología que sataniza el castigo y gran parte de las
restricciones morales y exigencias de deberes, por el solo hecho de
ser restricciones. El descrédito ideológico de toda autoridad,
considerada autoritarismo –al cual contribuye el descrédito de las
dirigencias políticas, económicas, sindicales y gran parte de las
dirigencias sociales–, ha desacreditado también las funciones
docentes y parentales, de las cuales lo más temible parece ser la
coartación de la “espontaneidad”, la “individualidad” y de lo que los
psicoanalistas llamamos “el principio de placer”. Gran parte de estas
ideologías posmodernas ha sufrido la impronta de psicólogos,
psicoanalistas y otros científicos sociales que creyeron que sus
ciencias enseñaban la doctrina rousseauniana del buen salvaje al
que sólo se lo debía “dejar ser”. Nada está más lejos de la verdad:
tanto el yo como el superyó son instancias legítimamente
restrictoras de los impulsos sexual-agresivos del ello, sin cuyas
restricciones se hacen imposibles la sublimación, como proceso
productivo de bienes psíquicos y culturales, pensamientos
abstractos y críticos, y la elaboración de afectos discriminados y
variados que enriquecen y pacifican el espíritu humano, que los
psicoanalistas denominamos aparato psíquico. En los adolescentes,
alumnos del polimodal, la ignorancia sobre las fuentes de la
violencia, del amor y de las tendencias sexual-agresivas se agrava
por la permisividad de hecho o la desmentida de los hechos, sin
posibilidad de reflexión sobre la dialéctica permiso-abstención,
liberación-inhibición, que todo ser humano y hasta los animales
deben tener para sobrevivir. Es un problema el aumento de la
maternidad adolescente e infantil, de la paternidad juvenil, de
sujetos inmaduros que todavía no aprendieron a hacerse cargo de sí
mismos, en una sociedad contradictoria donde el deber entra en
ocaso pero las exigencias de las condiciones para sobrevivir son
cada vez más altas. Es un problema que se haya entendido la
libertad como permisividad a los impulsos que, al igual que las
commodities en economía, tienen bajo valor agregado de
elaboración psíquica; es un problema que la sexualidad y las
maternidades-paternidades adolescentes se entiendan como actos
heroicos de chicos madurados por la experiencia; muy por el
contrario, generalmente prolongan la dependencia de sus propios
padres y dificultan la producción de complejidades subjetivas,
afectivo-cognitivas. No hay libertad sin responsabilidad sobre uno
mismo y los demás, pero estas dos responsabilidades no son
congénitas: son parte de la socialización-educación, son parte de la
violencia simbólica necesaria por parte de padres, docentes y de
una sociedad responsable de garantizar la verdadera igualdad de
oportunidades para todos sus miembros, que no esconda la altísima
exigencia que hará recaer sobre sus individuos al tiempo que les
exacerba los deseos de todo calibre pero que confluyen en la
estimulación del consumo. Vinculo gran parte de esta incapacidad
creciente de administrar y contener los impulsos –que llega al
extensivo síndrome del déficit de atención con hiperactividad– con el
derrumbe del prestigio de la autoridad, con una idea equivocada
sobre la libertad y subjetivación individuada y con una ignorancia
sobre las condiciones humanas de producción de la sexualidad y la
agresión. Creo que la restauración de la autoridad y no el
autoritarismo del docente, en este momento histórico pasa más por
la elevación de sus sueldos y honorarios a un nivel de dignidad y
jerarquización que sea reconocido por la sociedad. Pero debe ser
motivo de reflexión el concepto de autoridad. Tanto para docente
como para padres y autoridades académicas debería haber talleres
donde se debatan los conceptos de autoridad, autoritarismo,
libertad, responsabilidad; donde se pueda examinar si la
constitución subjetiva es posible en el contexto de laissez faire o si
necesita violencia primaria o violencia simbólica, transmisión de
normas, valores y leyes, como deberes sociales-docentes-paternales
necesarios para la producción de tejido psíquico, sobre todo del yo,
encargado de la representación de realidad, y del superyó,
encargado de la direccionalidad axiológica y ética del aparato
psíquico. Sería interesante que por estos talleres rotaran diversos
profesionales: psicoanalistas, psicólogos cognitivistas, filósofos y
antropólogos que pudieran hablar de las diferentes formas de
regulación sexual que todas las sociedades conocidas tienen. Otros
talleres deberían dirigirse a los alumnos, y en éstos, junto con los
mismos temas de los debates de padres y docentes, se trataría el
problema ético de la responsabilidad. Por supuesto, son necesarias
clases de anatomía y fisiología sexuales e información amplia sobre
medidas anticonceptivas y de higiene preventiva de las
enfermedades de transmisión sexual. Pero esas informaciones
deben ser acompañadas por el planteo del sexo, el deseo y el amor
como producciones psíquicas complejas y que ni siquiera en los
animales responden a un impulso mecánico (uno de los motivos por
los que se está revisando la noción de instinto en el campo mismo
de la biología). No he tomado como centro de este ensayo la
cuestión de la violencia escolar, pseudópodo actual de la violencia
social y que tiene muchas causas comunes con la impulsión sexual,
como con otras impulsiones. Pero para todas las conductas
impulsivas hay que enseñar la ética como un sistema de
restricciones que a su vez abren nuevas posibilidades, y considerar
el desarrollo del pensamiento y las cogniciones más avanzadas
como sistemas intrapsíquicos de administración y contención de los
impulsos. Planteo dos tipos de talleres porque primero deben
formarse los formadores: padres y maestros, quienes, luego,
deberán definir con más precisión los talleres para los jóvenes, que
deberían estar coordinados por docentes, padres y diferentes
especialistas a lo largo de todo el Polimodal. Esto serviría además
para la contención de la violencia, que también se presenta
articulada como violencia sexual. Hay ataques sexuales que se
perpetran dentro del colegio y entre compañeros. No sólo los padres
son factores de socialización u hominización ontogenética, aunque
sean los primeros y fundamentales. Muy tempranamente la cultura
de cada tiempo histórico da sustancia psíquica, forma las redes de
cogniciones y emociones que constituirán al sujeto admitido o
excluido en su sistema económico social. Aun los excluidos tienen
procesos de socialización y subjetivación como excluidos.

Você também pode gostar