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Introducción
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Este trabajo es resultado de la tesis para optar por el título de Filósofo otorgado por la Pontificia Universidad
Javeriana el pasado octubre de 2013. Fue dirigido por el Doctor en filosofía y profesor de la PUJ, Miguel Ángel Pérez
y obtuvo una mención honorífica. Se trata de un ejercicio filosófico que se encuentra en deuda, tanto con el grupo de
investigación De interpretatione, como con el grupo de estudio de Wittgenstein, fundado en el primer semestre del
2011. Por supuesto, la mayor deuda es para con el profesor Luis Eduardo Suárez; sin sus lecciones habrían sido
imposibles este y estoy seguro que muchos otros trabajos de gran valor a propósito del autor del TLP y las PI.
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Que se pueda decir que Wittgenstein habla de “filosofía” en un tono dogmático no significa que traicione su manera
de hacer filosofía, sino que no dedica un examen a la palabra “filosofía” como sí lo hace con otro tipo de palabras y
aquellas expresiones que nos ponen en malentendidos al usarlas en contra de su gramática.
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se han dado en filosofía y en prevenir algunos que podrían darse por un mal uso del lenguaje; esto
es lo que se conoce como el sentido positivo o “terapéutico” de la filosofía (Cfr. Hallet 1977: 192)3.
El recurso wittgensteiniano que aprovecho para desarrollar esta tesis es la imagen del
lenguaje como una ciudad: “nuestro lenguaje puede verse como una vieja ciudad: una maraña de
callejas y plazas, de viejas y nuevas casas […] y esto rodeado de un conjunto de barrios nuevos
con calles rectas y regulares y con casas uniformes” (PI §18). En la medida en que el lenguaje es
significativo, interpreto la imagen de la ciudad como un lugar poblado de signos vivos, o sea,
signos con significado. Del desarrollo de esta imagen se desprende lo que es un filósofo exiliado
y un filósofo que tiene un lugar en la comunidad del lenguaje.
Para Wittgenstein hay una clase de filósofo que “no es ciudadano de ninguna comunidad
de pensamiento [y justamente] esto es lo que lo convierte en filósofo” (Z §455); en otras palabras,
cuando un filósofo, conducido por el mismo lenguaje y por sus aspiraciones científicas, trabaja
con signos sin uso o signos muertos, queda exiliado de la ciudad. Mientras que, por otro lado,
cuando un filósofo es capaz de trabajar con los problemas en su estado civil (Cfr. PI §125e)4 y no
descuida la significatividad del lenguaje – la carta de ciudadanía de los signos; su vitalidad – en
su labor filosófica, está en plena capacidad hacer parte de la ciudad. Entre otras cosas, diríamos:
está en capacidad de desempeñar un papel en ella.
De acuerdo con esto, los capítulos de los que se compone este trabajo siguiendo la analogía
anteriormente mencionada, son: La ciudad, donde se da cuenta de la relación entre el lenguaje
significativo y la ciudad; El exilio, donde se explica el carácter destructivo de la filosofía y cómo
se pone en evidencia al filósofo que queda por fuera de la comunidad del lenguaje; y, por último,
El retorno, donde se muestra en qué consiste el carácter positivo o terapéutico de la filosofía y la
manera en que a través de éste, el filósofo puede volver a hacer parte de la ciudad5.
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Hay un tercer sentido en que Wittgenstein habla de filosofía. Se trata de un sentido íntimo, que el filósofo usa para
referirse a sus intranquilidades más personales y el modo de disolverlas. En este trabajo hago énfasis en los sentidos
positivo y negativo, que son los que corresponden al ámbito público de la filosofía.
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“El estado civil de la contradicción, o su estado en el mundo civil: ése es el problema filosófico”.
5 Las obras del segundo Wittgenstein que usé como fuentes principales en este trabajo son: las PI (§§1-184), el BT
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I. La ciudad
El tema de este apartado es la significatividad del lenguaje. La idea a la que le doy curso
es que la vida de los signos que componen la ciudad y que los hace significativos es el uso (Cfr.
PI §43) en relación a las formas de vida (Cfr. PI §23). La ciudadanía de los signos está dada por
cierta normatividad de este uso, la cual es susceptible de mostrarse en la gramática (Cfr. PI §90).
Las estrategias metodológicas de Wittgenstein a las que acudo para mostrar esto son los juegos de
lenguaje y los parecidos de familia que aparecen en diferentes casos a lo largo de los parágrafos
1-182 de las PI. Del tratamiento de este asunto se desprenden los dos sentidos que se han
mencionado de la filosofía: aquella que queda en el exilio por trabajar con signos sin significado
y aquella que tiene en cuenta la significatividad del lenguaje y por ello es capaz de retornar a la
ciudad.
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(verbigracia: el compuesto de sujeto y predicado) es que sean asertivas (Cfr. Baker y Hacker 2005:
8).
Wittgenstein logra sacudir el hechizo que tiene esta imagen sobre nosotros al mostrarnos
casos sencillos de usos de palabras, donde se puede comprender mejor el funcionamiento del
lenguaje; y esto es lo que se conoce como juegos de lenguaje. Gracias a estos juegos podemos
descubrir que “si tuviésemos que designar algo que sea la vida del signo, tendríamos que decir que
es su uso (BB 31)” y gracias a los parecidos de familia podemos deshacernos de las ansias por
establecer algo como una esencia del lenguaje, es decir, algo común a todos los juegos (Cfr. PI
§66). De este modo Wittgenstein, en un acto de coherencia a propósito de lo que piensa es la
filosofía, devuelve al problema del significado su lugar en la ciudad, mostrando, principalmente,
que no es tanto un problema, sino un malentendido lingüístico que descansa en nuestras formas de
expresión.
Cuando Wittgenstein afirma que el significado es el uso, es en relación a unas reglas dadas
por cierta constancia en las prácticas o formas de vida (Cfr. PI §23). En otras palabras, lo que a
Wittgenstein le importa del lenguaje es su estado civil: el hecho de que pertenezca a una
comunidad, ya sea esta una comunidad de dos constructores (Cfr. PI §2) o la de una ciudad entera.
En virtud de que el uso de una palabra es normativo es que se puede asimilar a su significado (Cfr.
Flórez 2001: 124). De aquí que la idea de gramática (Cfr. PI §§ 90, 232, 574) llame la atención en
la medida que hablar un lenguaje es, entre otras cosas, participar en una actividad que sigue reglas.
En últimas, la gramática en Wittgenstein nos ayuda a ver cómo trabajan los signos, pues
nos ayuda a constatar si están funcionando correctamente o en contra de su ciudadanía. Así, lo que
el filósofo austríaco logra con sus notas gramaticales es enseñarnos: “cómo pasar de un sinsentido
no evidente a uno evidente” (PI §464). Como Sherlock Holmes, Wittgenstein nos da un claro
conocimiento de lo obvio. Wittgenstein, en una suerte de hermenéutica inversa, hace para nosotros
comprensible el sinsentido que habita inadvertidamente en nuestro lenguaje.
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II. El exilio
Sin embargo, aunque la filosofía quede en el exilio por no trabajar sobre el lenguaje como
fuente del error, su afuera no está en la ciencia, ni mucho menos en la metafísica. Una pregunta
filosófica no se resuelve formulando hipótesis ni haciendo teorías (Cfr. PI §109). Aún así, esta
actitud científica a resolver las preguntas, aparece, por un lado, porque el filósofo tiene delante el
método de la ciencia como un referente que podría garantizar su avance seguro, logrando
solamente que su manera de hacer filosofía se ponga en cuestión ella misma una y otra vez; y, por
otro lado, aparece porque también esta actitud está sembrada en nuestro lenguaje y es lo que
Wittgenstein denomina en el Cuaderno azul una tentación, un ansia constante a generalizar.
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Esta aspiración de la filosofía a captar lo esencial y lo más general es la verdadera fuente
de la metafísica (Cfr. Kenny 1982: 203). Dice Wittgenstein: “la característica de una pregunta
metafísica es que expresamos una falta de claridad respecto de la gramática como una pregunta
científica” (BB 65). El afuera de la filosofía, por ende, tampoco es la metafísica, pues esta solo
hace mal uso de los signos, cuando realiza sus postulados teóricos de aparente profundidad. El
filósofo metafísico usa palabras como “ser”, “saber”, “cosa”, en contra de su gramática normal
(Cfr. BT §91), y esto se descubre cuando vemos que se usan estos signos por fuera del lenguaje
para el que han sido creados. En últimas, el filósofo metafísico usa signos con una aparente
vitalidad, pero en realidad las palabras que emplea no tienen ningún uso y, por tanto, lo único que
hace es trabajar con signos muertos en una labor sin ningún sentido.
III. El retorno
6Sin embargo, el sentido en que es una actividad esclarecedora no es el mismo. En el TLP, la filosofía como ejercicio
de clarificación está vinculado a la teoría lógica del lenguaje en el TLP, donde Wittgenstein se ocupa “única y
exclusivamente de la función lógica del simbolismo en general y en particular de la función lógica del lenguaje”
(Tomasini 2011:39).
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absurdas al trabajar con signos sin significado. Los problemas en filosofía aparecen por la falta de
claridad sobre el lenguaje, “a nuestra gramática le falta visión sinóptica” (PI §122), dice
Wittgenstein.
Si hacemos una clasificación de los problemas, diremos que hay unos que estriban en la
falta de información o en que nuestro conocimiento acerca de un asunto sea incompleto; problemas
para los que puede estar equipada la ciencia. Pero, los problemas que aparecen por la falta de
claridad sobre el lenguaje, tienen otro campo que no es el científico; el error, precisamente, consiste
en tratar los malentendidos lingüísticos como si fueran problemas de la ciencia. A los problemas
por falta de claridad estamos expuestos todos los hablantes del lenguaje, de aquí que la filosofía
no sea solo contra los filósofos de profesión, sino contra el filósofo que hay en cada uno de nosotros
(Cfr. Kenny 1982: 83).
La tarea de la filosofía de cara a los malentendidos gramaticales es llegar a una visión clara
del enredo, no encubrirlo. En oposición al ansia de generalidad que han tenido la mayoría de los
filósofos, Wittgenstein habla del trabajo sobre la gramática como un ejercicio que consiste en ver
detalles y encontrar diferencias, al describir los usos efectivos de los signos del lenguaje, poniendo
todo delante, como al final de una partida de póker; no explicando, ni deduciendo nada (Cfr. PI
§126).
Esta es justamente la razón por la que no se necesitan palabras nuevas en filosofía (Cfr. BT
§89n), sino que debemos recordar el uso de las palabras del lenguaje de cada día, ver cómo están
funcionando y cómo se ocasionó el malentendido. La labor filosófica, por ello, no representa
nuevos aportes al conocimiento, sino que esclarece el lenguaje ya conocido que, por un mal uso
inadvertido, nos conduce a enredos o, incluso, a hacer una filosofía que queda exiliada de cualquier
comunidad de pensamiento.
En este sentido, Wittgenstein muestra que los problemas filosóficos introducidos por mal
uso de los signos, o por falsas analogías lingüísticas entre dos o más modos de expresión son
completamente solubles, a diferencia de los antiguos problemas filosóficos. Los problemas
ocasionados por malentendidos gramaticales son como franjas horizontales finitas; los problemas
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de la metafísica, por ejemplo, tienen la forma de franjas verticales infinitas (Cfr. BT §92e). Si los
problemas se pueden disolver por completo, el filósofo wittgensteiniano puede llevar la filosofía
al descanso, hasta que, por supuesto, un nuevo malentendido aparezca7.
Conclusiones
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Está disolución de los problemas, ya no es como en el TLP, donde Wittgenstein afirmaba que era de la opinión de
haber resulto en lo esencial todos los problemas (Cfr. prólogo), sino que, por un lado, los problemas se disuelven en
cada caso particular, esto es, cuando aparecen; y por el otro, según se ha visto, una vez aparece un malentendido este
queda disuelto en forma completa, de modo que ya no cause más inconvenientes.
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dogmático. Sin embargo, esto no es un defecto o una contradicción en su manera filosofar.
Al contrario, resulta complementaria a la actividad filosófica misma.
Bibliografía
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Moulines. Barcelona: UNAM-Crítica. 1988.
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Z Wittgenstein, L. Zettel. Trad. Octavio Cruz y Ulises Moulines. México D.F: UNAM. 1985
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