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ni/nacionales/60142-240-mil-ninos-trabajan-sobrevivir/
http://www.radiolaprimerisima.com/noticias/general/8501/la-chureca-el-basurero-de-la-
supervivencia/
https://confidencial.com.ni/la-vida-despues-la-chureca/
http://www.fao.org/americas/noticias/ver/es/c/274825/
https://es.wikipedia.org/wiki/La_Chureca
http://www.envio.org.ni/articulo/3736
https://www.laprensa.com.ni/2013/11/02/opinion/168406-una-chureca-no-totalmente-nueva
https://elpais.com/economia/2014/03/23/agencias/1395584032_433841.html
«La Chureca», el basurero de la
supervivencia
Diario Gara, de Donostia, Gipuzkoa, Euskal Herria. | 14 de Enero de 2007 a las 00:00
Y si considero una suerte que ahora estemos más pendiente de la relación que
mantenemos con la naturaleza, es porque la devastación sistemática del
medioambiente tiene desde hace décadas un impacto terriblemente nocivo
sobre la vida de los niños de los países pobres. Lugares como Kibera o como La
Chureca, que visitamos en este blog, son un ejemplo paradigmático.
Según UNICEF, la mortalidad infantil en el mundo se ha reducido. En 1990, la
cifra de niños que fallecían cada año alcanzaba los 13 millones. Hoy, este
número ha bajado a 9,7 millones. Sin embargo, la mitad de estos fallecimientos
se produce por causas evitables como la malnutrición, la falta de acceso a agua
potable y saneamientos, íntimamente relacionadas con la degradación de nuestro
planeta.
En América Latina, el 86% de las aguas residuales urbanas se vierten sin tratar en
ríos, lagos y mares. En la India, el río Ganges recibe cada minuto 1,1 millones
de litros de aguas residuales que en apenas un gramo de heces pueden
contener hasta diez millones de virus y un millón de bacterias causantes de
enfermedades como cólera, diarrea, fiebre tifoidea, disentería y tracoma.
La lista sigue… Y esa foto que hice a Melanie mientras avanzaba por el lodo que
se acumula en las arterias que recorren La Chureca, me parece todo un símbolo
de las condiciones de degradación extrema a las que hemos empujado a
nuestro planeta, y a través de las cuales los niños más postergados luchan con
ahínco por abrirse paso cada día.
* Pedro, de 10 años, busca entre la basura lo que le sirve para reciclar, en lugar de
encontrar conocimientos en un aula de clases * Lo mismo ocurre con Magdalena y
María, que cantan en un bus y a una de ellas la escuela le parece aburrida
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24 Octubre 2009 |
8:30 p.m. |
END
Aquí, en La Chureca, un niño de diez años que ha preferido llamarse Pedro, juega
con una bandera de plástico de Nicaragua que se encontró tirada en la playa de
basura. Sabe que ésa es la bandera del país donde nació. Aparentemente los
colores azul y blanco y el escudo no representan nada para él; después de
restregarla sobre su camisa para limpiarla, la sujetó a una vara que luego clavó
como un asta sobre el montículo de basura y se sentó a un lado para contemplar
su obra creativa mientras espera que lleguen más camiones recolectores de
basura de la capital para buscar un pedazo de metal o un trozo de plástico para
vender a la artesanal industria del reciclaje.
Pedro es uno más de los 361 niños, niñas y adolescentes que trabajan en La
Chureca. Él también forma parte de unos 171 niños que viven y trabajan en este
basurero y además no asisten a la escuela. “Esto significa que vive
permanentemente en riesgo su integridad”, explicó Reina Isabel Velásquez,
Subdirectora del Centro Nicaragüense de Promoción de la Juventud y la Infancia
Dos Generaciones.
En La Chureca se vive una de las peores formas de trabajo infantil prohibida por la
Organización Internacional del Trabajo, OIT, en el Convenio 182. Se considera
como peores formas de trabajo infantil el trabajo que “por su naturaleza o por las
condiciones en que se lleva a cabo, es probable que dañe la salud, la seguridad y
la moralidad de los niños”
Desde los últimos tres gobiernos, Nicaragua es el país de América Latina que
menos invierte en su población, es decir, en educación y salud. En 2003 el país
invirtió en educación 32 dólares por persona, apenas la mitad de lo que destinó
Honduras y Bolivia, países que tienen características similares respecto a sus
niveles de pobreza.
Según la última Encuesta Nacional sobre Trabajo Infantil 2005 (Entia), elaborada
por el Ministerio del Trabajo, el trabajo infantil en Nicaragua se ha reducido en un
5.6 por ciento en los últimos cinco años. La encuesta calculó que actualmente
existen unos 239 mil niños, niñas y adolescentes nicaragüenses entre cinco a 17
años que se dedican al trabajo.
Del total de 361 niños que trabajan en La Chureca, 230 están fuera de las aulas
de clase. Para Reina Isabel Velásquez esto significa que en los próximos años el
país sólo va a contar con mano de obra con menos calificación, y el círculo de la
pobreza y la exclusión no se va a romper para los niños, niñas y adolescentes.
Actualmente trabaja en su tesis que se titula “Causas y Efectos del trabajo infantil
en La Chureca”. Para él “no hay que permitir que los niños trabajen, porque eso
bloquea su desarrollo moral, espiritual, mental y físico. Los niños tienen que estar
en la escuela, comer bien y recrearse, para que cuando sean adultos puedan ser
más productivos”.
Teodora Miranda tiene 62 años y vive en el populoso barrio San Judas, ella mandó
a sus tres hijos a estudiar mientras trabajaba lavando y planchando ropa ajena y
vendiendo nacatamales los fines de semana.
“Es muy difícil para una madre soltera criar y educar a sus hijos, pero yo siempre
tuve la visión de que si mis hijos estudiaban, no repetirían la pobreza que me tocó
vivir a mí y a mis antecesores”, dice ahora al saber que una de sus hijas es una
doctora que brinda consultas en el barrio donde se crió, otro es periodista y el
menor abogado.
Las niñas Magdalena y María son dos hermanas que cantan en los buses del
transporte colectivo de Managua. Magdalena es la menor y no le gusta la escuela,
le parece aburrida; los niños se burlan de ella porque canta en los buses, actividad
que realiza con el consentimiento de sus padres. Ella y su hermana salen tres
veces a la semana a cantar a los buses y luego piden dinero a los pasajeros.
Tanto ellas como sus padres piensan que es más atractivo cantar en los buses
que ir a la escuela, ya que en dos horas reúnen 200 córdobas.
En su casa del barrio “Hugo Chávez”, Luis Pastrana habla por las niñas. Lamenta
que a la menor no le guste la escuela, pero eso no representa mayor
preocupación como la necesidad de comprar un carro para mover al mariachi a los
eventos. Las paredes de su casa están hechas de latas, piso de tierra, están
pegados ilegalmente al suministro de energía eléctrica y no cuentan con servicios
de aguas negras, aunque su mayor aspiración es comprarse un carro.
Las paredes de la sala están adornadas con veintisiete cuadros. Cada uno
representa una historia diferente: el cumpleaños de su hija, el paseo al antiguo
malecón de Managua, la foto de la niña cuando cursó tercer nivel, todos símbolos
de alegría. Freddy Mercado no quiere traer su pasado al presente. “No hay
necesidad, lo voy a recordar, pero tenerlo en fotos, eso no quiero”, asegura con
aplomo.
El pasado que vivió Freddy Mercado está ligado con el vertedero municipal más
grande que existió en Nicaragua: La Chureca. Un inmundo basurero que
ocupaba 40 hectáreas en la periferia noroccidental de Managua y que durante
cuarenta años acumuló alrededor de cuatro millones de metros cúbicos de
desechos.
Freddy llegó al vertedero a los veintitrés años. Le dijeron que en ese sitio podía
ganar buen dinero si se lo proponía. Agobiado por no contar con otro trabajo,
empezó su aventura recogiendo desechos sólidos que se encontraban en las pilas
de basura que los camiones recolectores dejaban cada vez que entraban al
vertedero.
Para poder comer “sabroso”, algunos hablaban con los conductores de los
camiones para que antes de entrar al basurero, les guardaran las sobras alimento
en una bolsa de plástico. A cambio de unos córdobas, el chofer entregaba el
encargo y el churequero comía “más fino”.
Freddy Mercado trabajó por más de diez años en la Chureca. Recibió una casa
por dejar el vertedero y actualmente trabaja en la planta de reciclaje Acahualinca.
Confidencial | Carlos Herrera
“Una vez, era tanta el hambre que me andaba, que me comí un macho… sí, un
macho. Me comí una toalla sanitaria creyendo que era un hot dog y no me da
pena decirlo. Menos mal nunca me comí algo envenenado”, dice a carcajadas.
Freddy soportó los picotazos que los zopilotes le daban en su cabeza cuando
jalaba los sacos de los desperdicios de los hoteles. A veces tenía suerte y
encontraba un pedazo de pollo. Cuando no había fortuna, se conformaba con una
gaseosa que compraba en la venta y un pedazo de pan. En un día de trabajo,
fácilmente podía ganar por lo menos 1,200 córdobas.
La visita de unos señores “cheles” junto al alcalde Dionisio “Nicho” Marenco, dio
una señal de esperanza a las personas del basurero. A pesar de que en ocasiones
anteriores habían escuchado que los iban a sacar de la pobreza y les donarían
una casa, esta vez, hubo “algo” que les hizo creer en las promesas.
“Es que a veces decían muchas cosas. Yo creí para esa vez como el 70 por ciento
y tenía fe de que algún día saliéramos de la pobreza, de ese basurero. Los
españoles hicieron un convenio con nuestro presidente y nos dijeron que íbamos
a desalojar pero que nos iban a dar una casa bien bonita y una fuente de
trabajo y así fue”, reafirma Freddy.
Cada casa tiene una sala, tres cuartos, un baño y un patio donde se pueden
construir dos cuartos más. Freddy vive con su esposa y su hija de diez años.
Sandra comparte su vivienda con su esposo y cinco hijos.
Levi Sánchez, vecino del barrio, aseguró que los problemas de hace 31 años, ya
no están presentes. “En la época de invierno, el mosquero era insoportable y el
hedor terrible, ahora no es así, y es bueno, el cambio positivo todos lo vemos”,
reflexiona.
Sandra Méndez, quien trabaja dentro de la planta, evita hablar sobre los despidos.
Pero asegura que con el salario que gana en la planta de reciclaje, no
completa para comprar la canasta básica. Ella gana entre 150 y 200 córdobas
al día.
Lara menciona que si se deja entrar a esta gente a la planta de reciclaje, el trabajo
que se hizo con el cierre de la Chureca se vendría abajo, pues estarían más
ciudadanos en peligro y expuestos a muchos riesgos. “Ya tenemos que superar
esto”, consideró.
En Villa Guadalupe
Mientras tanto, en las calles de Villa Guadalupe, ya no se respira la
contaminación de antes. Las casas no son de cartón y con la llegada del
invierno, no hay peligro de que el agua inunde la vivienda.
Freddy se despide de nosotros, pero antes de marcharnos recuerda que solo tiene
algo que nunca va a botar. Es el instrumento que usaba para escarbar en la
basura. “Esto siento que es como una reliquia”, menciona con un poco de
nostalgia.
El basurero "La Chureca" es una mina de oro para los más pobres de
Nicaragua. Es el más grande de Nicaragua y Centroamérica y dentro viven
800 personas (250 familias) y otras 450 familias más habitan en los
alrededores.
Esas dos mil personas recogen basura durante todo el día y si logran vender, por
ejemplo 20 kilogramos de plástico, apenas obtienen ingresos por 2.5 dólares de
los Estados Unidos, con lo cual compran el mínimo de alimentos para ellos y sus
familias.
Dentro del basurero más grande de Nicaragua y Centroamérica viven 800
personas (250 familias) y otras 450 familias más habitan en los alrededores.
Todas las personas están expuestas al plomo y otros contaminantes tóxicos, así
como a la violencia sexual y juvenil, de acuerdo al INIDE.
Desde el amanecer las dos mil personas esperan con ansias los primeros
camiones con basura y entonces inicia una dura batalla por obtener "los mejores"
desperdicios.
Rodeado de basura, gases tóxicos, buitres y moscas, está Álvaro José Arvizú, un
joven de 25 años que trabaja en La Chureca desde que tenía seis años.
"Buscamos vidrio, plástico, papel y lo que casi no hay, y por lo que se pelea más,
es por el cobre y el hierro", explicó Arvizú, quien no terminó la escuela secundaria
e integra una familia de 16 personas que sobrevive recogiendo basura en "La
Chureca".
Arvizú añadió que con los 2.5 dólares que se gana cada día puede comprar dos
libras de arroz, dos de frijoles y un poco de aceite para cocinar.
Pero otras personas ni siquiera pueden comprar comida, sino que se dedican a
buscar incansablemente la carne podrida que a veces encuentran entre la
montaña de basura.
"Cuando vienen a botar carne, allí sí se pone peligroso, porque todos quieren un
pedazo y al final todo mundo se 'malmata' por conseguir un trozo de carne", relató
brevemente Arvizú, mientras recogía basura.
En "La Chureca", a la mayoría de las personas no les gusta hablar con extraños.
Junto a Arvizú estaba otro joven, quien admitió que tenía 20 años de edad, pero
prefirió no revelar su nombre.
"La carne viene hedionda y verde, pero vos sabés que el fuego mata todo, bien
cocida pues ni se siente el mal olor. Nunca nos ha dado nada. No nos hemos
enfermado", dijo el joven de baja estatura, tostado por el sol y de apariencia
raquítica.
Informes de la prensa local dieron a conocer que en La Chureca, hace tres años,
un hombre mató a otro de una puñalada, cuando luchaban por un trozo de cartón.
Arvizú recordó la historia, pero aseguró que ahora la situación no es tan peligrosa.
"Pues ahora nos hemos compuesto un poco, antes era peor. Pero lo malo es que
hay algunos 'traviesos' que te quieren robar lo que recogiste, y pues debemos de
pelear por lo que es nuestro", afirmó el joven "pepenador" o "churequero", como
se les llama popularmente a las dos mil personas que trabajan en el vertedero.
René López, delegado del Distrito II de la Alcaldía de Managua, que tiene bajo su
jurisdicción el vertedero de "La Chureca", informó que la gran concentración de
basura provoca en los habitantes de la zona cáncer en la piel y en los pulmones,
así como otras enfermedades respiratorias que han reducido la esperanza de vida
a los 50 años de edad. El promedio de vida de la población nicaragüense es
superior a los 60 años.
La Chureca
Índice
[ocultar]
1Ubicación
2Situación ambiental
3Actividad en el vertedero
4Situación social
5Escuela La Esperanza
6Enlaces externos
Ubicación[editar]
Situación ambiental[editar]
Con una dimensión superficial de unas 40 hectáreas y una profundidad media de
30 metros, el vertedero recibe unas 1.300 toneladas diarias de residuos sólidos
urbanos.
Actividad en el vertedero[editar]
Esperando al camión.
"Carreterones" en el vertedero.
Escuela La Esperanza[editar]
Cuenta con una población de alrededor 237 estudiantes, 8 maestros, de los cuales
solamente dos han estudiado en la universidad; tiene dos turnos y cuenta con los
tres niveles de educación preescolar y con primaria completa. (Datos del 2006)
La Chureca hoy en día 2015, ha cambiado completamente, ya no es un basurero,
se han implementado muchos proyectos en este sitio, trayendo muchos beneficios
para la gente que vivía en sus alrededores.
La Chureca está a la par del museo que guarda las huellas humanas y animales
más antiguas que se conservan en el continente americano, las famosas Huellas
de Acahualinca, con unos seis mil años de antigüedad. ¿Es natural ver tanta
basura a la par de un museo? ¿No resulta terriblemente irónico que niños y niñas
escarbando basuras vivan tan cerca de este tesoro arqueológico? ¿No es
inmensamente contradictorio que el registro del principio de nuestra civilización se
encuentre justo al lado de este inmenso vertedero de basura, que coincidan tan
cercanos este apocalipsis del género humano con el génesis de nuestros
antepasados?
Esta pequeña asociación surgió para dar clases de pintura y flauta a los niños de
estos dos barrios, pero después sus familias se animaron con el proyecto y
empezaron a apoyar voluntariamente el trabajo. Se construyeron casas-bases con
salones y hasta una biblioteca comunitaria, donde hoy se dan clases de
matemáticas, hay lectura de cuentos, se imparten talleres de pintura y se juega
ajedrez. La casa-biblioteca es pequeña, pero cuenta con bastantes libros, usados
y nuevos, y con archivos y muebles que facilitan a los niños la aventura de leer.
Alumnos del Colegio Centroamérica llegan los viernes a apoyar a los chavalos en
sus estudios. La ASSEN ha establecido también conexiones con trabajadores de
empresas privadas, que colaboran mes a mes con un aporte de 50 córdobas para
financiar como “padrinos” las tareas escolares.
EL MEGAPROYECTO ESPAÑOL
Actualmente hay más esperanzas, porque hay cambios más radicales en marcha.
En una gira por Centroamérica y América del Sur en agosto de 2007, la
vicepresidenta del gobierno español, María Teresa Fernández de la Vega, visitó
Nicaragua cuando la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI)
estudiaba la posibilidad de hacer un proyecto en conjunto con la Alcaldía de
Managua para mejorar la vida de las zonas urbanas más marginadas de la capital.
Fernández de la Vega visitó La Chureca y quedó sobrecogida. A partir de
entonces el futuro del basurero dio un giro. La vicepresidenta del gobierno
socialista del PSOE se comprometió personalmente a hacer realidad una
transición de la basura a la dignidad.
Desde el inicio, Dos Generaciones -ONG con más influencia en la zona- incluyó en
el proyecto la educación, la salud, la protección y la seguridad económica de los
churequeros. En torno a esta propuesta se deben reunir todos los ONG en un plan
único de intervención en La Chureca y sus barrios aledaños. Hay 13 ONG
trabajando en la zona, forman una alianza y la AECI avanza con ellos, y con la
Alcaldía de Managua, contraparte natural del proyecto.
El paisaje final que tendrá este gran proyecto todavía se desconoce. La AECI está
en proceso de formulación y no sabe todavía si habrá una planta de
procesamiento o si habrá cooperativas de explotación de la basura en lo que será
la nueva Chureca. Todavía no han concluido los diálogos con los churequeros y
con los intermediarios de las cadenas de reciclaje.
Se calcula que son 3 mil las familias que viven de la venta y recolección de basura
en La Chureca. “Son cadenas laborales: uno recoge el vidrio, el otro lo limpia, el
otro lo machaca y lo recicla, y luego lo venden a su acopiador. Muchos
intermediarios ya tienen sus proveedores.
“Se prevé que en el primer semestre de este año 2008 empiecen algunas
actividades de carácter social. Aún no está definido dónde vamos a construir, pero
sí que haremos alcantarillado, alumbrado y todo lo necesario para lograr una
transformación integral y profunda en La Chureca”, me dice Elena Montobbio,
soñando ya con la metamorfosis.
El proyecto de la AECI incluye generar energía a partir del gas que producen los
residuos acumulados durante décadas en La Chureca, hasta ahora sólo
descomponiéndose, sin ninguna otra utilidad. Miguel Torres, director del proyecto
de AECI y experto en medioambiente, nos dice: “Hay una potencialidad en la
basura acumulada y en la que está llegando: generar gas metano, el que se
obtiene por la descomposición de la materia orgánica. Pero aún no conocemos
bien cuáles serían los rendimientos de ese ciclo biológico. ¿Será rentable esta
generación de energía? Hay que estudiarlo”.
DG cree que para lograr profundos cambios en los niños y niñas para que logren
asumir un trabajo digno y acepten estudiar y aspiren a superarse, tiene que haber
una intervención sostenida que los desarrolle integralmente. Uno de los obstáculos
es la “cultura juvenil” de La Chureca y sus barrios aledaños, donde los
adolescentes se emparejan muy pronto, comienzan a tener hijos frenéticamente y
abandonan la escuela. Los embarazos prematuros y las relaciones sexuales a
temprana edad son un grave problema.
Sin embargo, hay logros. Hay jóvenes de la primera camada con la que trabajó
DG que ya son profesionales. Con Dos Generaciones trabajan cinco de ellos, tres
estudiando Comunicación Social, uno estudiando Derecho y otro ya es sociólogo.
Otros jóvenes no terminaron la educación formal, pero sí recibieron capacitación
laboral y abandonaron La Chureca para entrar a otros trabajos. “El más importante
logro es que ya no quieren que sus hijos sigan trabajando en la basura. Lograron
desarrollar una conciencia de superación personal muy grande, muy destacada,
cambiaron”, subraya Chamorro.
A otro grupo importante de jóvenes, los que decidieron emparejarse y tener hijos,
les ha costado más salir adelante. Pero son poquísimos quienes trabajaron con
DG y siguen vinculados a la basura. Asegura Chamorro: “El 90 por ciento de ellos
han logrado ser microempresarios, llegaron a niveles de educación técnica,
trabajan en el comercio formal y lo más importante: crearon conciencia y
convicción para evitar que sus hijos trabajen en el negocio de la basura”.
Dos Generaciones trabaja con niños y niñas que clasifican la basura en centros de
acopio, con quienes trabajan lavando botellas, vidrios y plásticos, con quienes
trabajan vendiendo la basura, y también con niñas y niños que trabajan en
siembras cercanas al lago Xolotlán -donde la gente aprovecha sus aguas para
producir hortalizas, frutas y verduras- y con niños que trabajan pescando en el
lago y con niñas que trabajan como empleadas domésticas.
MARTILLANDO ALUMINIO
Y LAVANDO ENVASES PARA CHILEROS
Liseth del Carmen Sequeira, 29 años, habla con cierta rudeza, luce un poco
estresada y responde rápidamente a las preguntas que le hago. Nació en el barrio
Acahualinca y desde hace quince años trabaja acopiando en los alrededores de
La Chureca, donde compra envases de cristal, de aluminio, de plástico, de lo que
sea, para después venderlos para hacer chileros. Su casa parece una bóveda
oscura, un mini-almacén donde se amontonan bolsas de basura llenas de los
envases que son su material de trabajo. Liseth gana unos 2 mil córdobas a la
semana vendiendo sacos de envases a 300 córdobas el saco en el Mercado
Oriental y el Mercado de Mayoreo. Logró un préstamo de 1,500 córdobas en el
FDL. En siete meses y medio deberá pagarlo. Tiene cuatro hijos, vive con su
esposo, su mamá y sus hermanos. Todos trabajan en el peligroso Mercado
Oriental y también la ayudan a lavar los envases que Liseth compra en puestos de
los camiones recolectores de basura de la Alcaldía de Managua. “Desde hace tres
años me dan préstamos en el FDL. Invierto, voy pagando, tengo bastante
mercadería y gracias al banco la he ido aumentando”, me dice. Y continúa en su
trabajo sin levantar la vista.
Domingo de los Ángeles Díaz saca muy amablemente sus sillas de plástico para
atender a sus visitantes en su pequeño “cuchitril”. Así llama él a su casita de
aluminio y madera, que se mantiene en pie a la orilla de un enorme cauce donde
día y noche fluyen corrientes de basura. Se anima a responder cualquier pregunta
y parece disfrutar cuando habla de sus negocios con la basura, con la que ha
logrado sacar adelante a su familia. Don Domingo, 36 años, es candelero: hace
artesanalmente veladoras. Sólo desde finales de 2007 empezó a recibir préstamos
del FDL. El primero, de 5 mil córdobas. Lleva once años fabricando las velas con
que los devotos expresarán su fe en dioses y santos. Don Domingo compra sacos
de esperma en La Chureca y en las Catedrales de Managua y de Granada, a
donde llega todos los jueves y domingos de la semana. Acopia y compra también
mechas, vasos de vidrio y colorantes. Con tres o cuatro cajas en donde da forma a
la esperma y con gas keroseno, saca unas 50-70 veladoras. Vive con su esposa y
tres hijos, que van a la escuela más cercana, a unas cinco cuadras de su cuchitril,
y que son sus socios en el mismo negocio.
El reclamo explosivo de los churequeros inició con una silenciosa ola de quejas
nacida en el seno del barrio Acahualinca, cuando los centros de acopio de basura
“de calidad” empezaron a perder dinero, hasta terminar estallando en las narices
del edil capitalino. Los churequeros acusan a los trabajadores de la Alcaldía de
estar en complicidad con las empresas que se lucran del reciclaje de la basura y la
compran ya seleccionada. Después de los primeros quince días de la crisis, con
cerros de basura en las calles de Managua, la Alcaldía capitalina decidió limpiar
Managua e ir a depositar sus toneladas de basura a vertederos alternativos en
Nindirí y Tipitapa, lo que fue celebrado por los churequeros de estas dos ciudades,
que empezaron a acopiar más y mejor basura.
Lo más grave en esta guerra de pobres contra pobres por las mejores basuras es
que el conflicto retrase los proyectos que esperan hacer de La Chureca un mundo
aún con basura, pero más digno y habitable. Porque, como me dijo Mario
Chamorro, “trabajar en el reciclaje de basura es un trabajo digno en cualquier
parte del mundo. Lo que hace indigna a La Chureca son las condiciones de
insalubridad, de contaminación y de riesgo con que la gente trabaja aquí. Aquí se
pierde la dignidad”.
El paisaje dantesco que vi por primera vez desde el barrio Rafael Ángel Ríos
golpeó mis sentidos. Golpea a cualquiera que lo vea, a cualquiera que intercambie
palabras con quienes allí viven y trabajan.
Algunos esperan que por fin ahora las promesas no sean sólo promesas, que ya
no se retrase más el calendario del traslado y la capacitación laboral que prometen
los ONG. Esperan que no sean ciertas las palabras de Payo, un churequero que
llega todos los domingos a recolectar pichingas: “Aquí se habla de cambios desde
hace diez años que vengo aquí, pero nunca cambia nada, nunca cumplen”. O las
de Víctor Manuel, otro joven recolector de basura: “Eso de los cambios son puros
cuentos de la cripta. Desde hace un año vienen diciendo que nos van a mover…y
nada”.
Maria Auxiliadora Martínez tiene su casa sobre enormes capas de tierra y basuras
descompuestas, en medio de un paisaje putrefacto. Las paredes de su vivienda
están peligrosamente inclinadas y su vida parece convidada al desmantelamiento.
Aunque su casa pende de un hilo por la deformidad del terreno, sus hijos juegan
entre los montículos de basura. Son su único “parque de diversiones”. Ella
también se queja de que se vienen retrasando las fechas del traslado y de la
construcción de viviendas nuevas: “Sí, vino un español a darnos una charla y nos
dijo que primero iban a construir una planta, pero lo que esperamos ahora son las
casas que nos prometieron”, dice resignada.
Hace más de treinta años, Leonel Rugama soñaba con el cambio en este
dantesco paisaje de tantas penurias. Ya entonces el joven poeta de Estelí alistaba
sus versos sobre el dolor de Acahualinca en uno de sus más famosos poemas,
“La tierra es un satélite de la Luna”, en donde dice: Los abuelos de la gente de
Acahualinca tenían menos hambre que los padres / Los abuelos murieron de
hambre. Rugama imaginó ya entonces a esta generación de churequeros sin
horizontes, miembros de un trágico y extenso árbol genealógico de gente
hambrienta: Los padres de la gente de Acahualinca tenían menos hambre que los
hijos de la gente de allí / Los padres se murieron de hambre.
Ahora parece haber llegado por fin la hora de una nueva esperanza. Esperamos
que el dinero español se invierta en algo seguro, que se resuelva la crisis por la
basura “de calidad” y que por fin todos los comprometidos emprendan una acción
común que termine con la oscura manera de vivir en La Chureca. Entonces, los
versos de Rugama -denuncia lírica frente a una realidad desgarradora- tendrán
eco y trascendencia.
A pesar de lo siniestro del paisaje, desde cierto punto, pude ver algo
increíblemente paradójico: a la par del desconcierto de la basura acumulada,
varias garzas blancas volaban sobre una laguna que riega una siembra de
hortalizas. Viéndolas volar con su belleza en lo alto, evoqué a Rugama: Los hijos
de la gente de Acahualinca no nacen por hambre / y tienen hambre de nacer para
morirse de hambre / Bienaventurados los pobres porque de ellos será la Luna.
Webmaster La Prensa02/11/2013
Christopher Hartmann
1.-la mayoría de la gente cree que han mejorado las condiciones ambientales (72
%) y sociales (70 %) en su barrio, pero solo la mitad (51 %) cree que han
mejorado las condiciones económicas.
2.-el 78 por ciento de los hogares encuestados indicó que al menos un adulto
trabajaba en La Chureca (el promedio de los adultos cada hogar fue 1.6); el 74 por
ciento de los hogares indicó que la recolección de material en La Chureca era el
ingreso primario del hogar; y el promedio de años trabajando en La Chureca fue
de 12 años.
4.-el 82 por ciento de los adultos que antes trabajaban en La Chureca y ahora no
trabajan en la planta están sin empleo y por consiguiente ganan menos que antes.
La planta emplea aproximadamente 500 personas de un total de 1,000 a 1,500
churequeros adultos.
5.-más de la mitad (52 por ciento) de las personas que trabajan en la planta de
reciclaje indicaron que ganan menos o igual que antes cuando churequeaban.
El Aecid y la Alma deben tomar en cuenta la realidad que la nueva planta, tal
como está en el presente, no sirve para mejorar la situación económica de toda la
población de churequeros de Villa Guadalupe y barrio Acahualinca. Por eso, creo
firmemente que deben buscar una alternativa más inclusiva y justa para todos
quienes eran churequeros. El autor es estudiante de posgrado, Departamento
de Geografía, Ohio State University, EE. UU
La Chureca de Managua, de la inmundicia al más moderno vertedero de América Latina
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EFE ECONOMÍA
El vertedero de La Chureca, situado a orillas del lago Xolotlán, o de Managua, y el mayor habitado
de Latinoamérica, pasó de ser un basurero donde las personas convivían con perros, cerdos y
vacas y trabajaban hurgando en los desperdicios, a contar ahora con una moderna planta de
reciclaje.
Allí sus 1.500 habitantes, 300 de ellos menores, vivían escarbando día y noche entre las montañas
de basura, rebuscando restos reciclables entre los desperdicios en descomposición para sobrevivir,
de los que obtenían ingresos de entre 85 centavos de dólar y 1,85 dólares al día.
En ese lugar los niños harapientos, muchos desnutridos y raquíticos, se disputaban con aves
carroñeras, perros, cerdos y vacas las migajas de los alimentos que se arrojaban diariamente al
vertedero, un emblema de la pobreza en Nicaragua.
Hace seis años, el Gobierno español y la Alcaldía de Managua suscribieron un protocolo para
transformar La Chureca, tras una visita al terreno de la entonces vicepresidenta española, María
Teresa Fernández de la Vega.
Allí la vicepresidenta ratificó el compromiso del Ejecutivo español para mejorar las condiciones de
vida de los vecinos del barrio de Acahualinca, donde está enclavado el vertedero, y proporcionar a
los niños la educación que les permita salir de esa situación.
Hace un año, España entregó en su totalidad a la Alcaldía de Managua el sellado del vertedero,
que forma parte de un proyecto integral valorado en unos 48 millones de dólares y considerado el
programa insignia de la cooperación española en Nicaragua.
El proyecto de desarrollo integral del barrio de Acahualinca-La Chureca de Managua incluye una
moderna planta de tratamiento que procesa residuos sólidos como vidrio, plástico, papel, cartón y
metales, entre otros.
Además, se llevó a cabo la construcción de 258 viviendas a un coste de 6 millones de dólares, que
beneficia a 1.500 habitantes.
La planta es "la más moderna que hay en América Latina" y recicla al menos 1.000 toneladas de
desperdicios diario, dijo a Efe el gerente general de la Empresa Municipal de Tratamiento Integral
de Desechos Sólidos, Mauricio Díaz.
Díaz destacó que desde que entró en funcionamiento la planta de reciclaje, además de mejorar las
condiciones ambientales de Nicaragua y disminuir la contaminación en el lago de Managua, ha
significado una oportunidad de desarrollo para los habitantes que trabajaban hurgando entre la
basura.
El proyecto beneficia a 500 personas con empleos directos y a otras 4.000 con indirectos, subrayó
el funcionario.
Esas 500 personas antes eran "churequeros", llamados localmente así por recolectar basura en
medio de la inmundicia.
Mucha de la basura pasa al relleno sanitario, donde se entierra el material que la planta no puede
procesar.
El relleno sanitario es uno de los métodos más adecuados para tratar la basura, explicó el
funcionario municipal, quien dijo que están buscando otras alternativas una vez el terreno ya no
tenga más espacio para la acumulación de desperdicios.
La técnica consistiría en la oxidación térmica de la basura para generar vapor a través del calor de
los gases, hasta que se genere energía eléctrica.
Las autoridades celebran que las 1.200 toneladas de basura que Managua produce a diario ya no
contaminan con líquidos el lago Xolotlán, ni con desechos sólidos, tampoco con dióxido de
carbono.
Ahora los desechos sólidos de Managua no son acumulados sin control en el vertedero, sino
acopiados y seleccionados para comercializar una parte de ellos.