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https://www.elnuevodiario.com.

ni/nacionales/60142-240-mil-ninos-trabajan-sobrevivir/

http://www.radiolaprimerisima.com/noticias/general/8501/la-chureca-el-basurero-de-la-
supervivencia/

https://confidencial.com.ni/la-vida-despues-la-chureca/

http://www.fao.org/americas/noticias/ver/es/c/274825/

https://es.wikipedia.org/wiki/La_Chureca

http://www.envio.org.ni/articulo/3736

https://www.laprensa.com.ni/2013/11/02/opinion/168406-una-chureca-no-totalmente-nueva

https://elpais.com/economia/2014/03/23/agencias/1395584032_433841.html
«La Chureca», el basurero de la
supervivencia
Diario Gara, de Donostia, Gipuzkoa, Euskal Herria. | 14 de Enero de 2007 a las 00:00

En el vertedero municipal de Managua, denominado "La Chureca", alrededor de mil toneladas


de desperdicios son arrojados diariamente por los camiones de la Alcaldía de la capital
nicaragüense. Medio ocultos entre todo tipo de desechos urbanos, cuatrocientos niños y
niñas, con un saco atado a la cintura y una vara larga de madera, se disputan durante doce
horas diarias su espacio o "cuota" de basura junto a sus familiares, amigos y competidores.
Buscan allí cualquier papel, plástico, tela o metal que pueda ser susceptible de venderse tras
previa selección y limpieza. Esta práctica de riesgo expone a estos "recicladores",
especialmente a los menores, ante todo tipo de sustancias contaminantes y peligrosas. Los
niños y niñas son los más vulnerables al tener su sistema inmunológico aún en desarrollo. En
diversos estudios realizados recientemente, se constata que un porcentaje de los menores
examinados presentan altos índices de elementos contaminantes en su sangre. La mayoría de
ellos, además, tiene problemas respiratorios y cuenta con un sinfín de parásitos en todo el
cuerpo, estando muy extendidas también las enfermedades de la piel. Pese a que hace
algunos años el "Primer foro sobre trabajo infantil" en Managua ya alertó de que cerca de 400
de los 300.000 niños y niñas que en Nicaragua ayudan con su trabajo a sostener sus hogares
lo hacen en condiciones insalubres y situaciones de alto riesgo en el mayor basurero de
Managua, "La Chureca" así es conocido popularmente el vertedero municipal, porque en el
argot nicaragüense significa "traste viejo" sigue siendo el lugar a donde acuden diariamente
cientos de menores a remover los desperdicios entre montañas de basura en busca de
alimentos o artículos desechados que les sirva para vender y poder así contribuir a la
supervivencia familiar. Los niños, una vez cumplidos los tres años, comparten con sus padres,
hermanos y vecinos las tareas en el vertedero, ubicado en el barrio Acahualinca, al noroeste
de la capital, sobre una extensión de 42 hectáreas. Son familias enteras las que dedican una
media de doce horas diarias a revolver, buscar y recoger desechos de papel, plástico,
aluminio y todo lo vendible, desde botellas de plástico y latas de cerveza vacías hasta hierros
viejos y cobre..., para después seleccionar el material acumulado, limpiarlo, y venderlo
después una vez culminado el proceso de reciclaje. Un saco de nailon atado a la cintura y una
larga vara de madera. Es lo único que necesitan para trabajar largas jornadas. De esa forma
es como esperan ilusionados los nuevos desperdicios que arrojan los camiones de la Alcaldía,
sin perder la esperanza de descubrir algún objeto de valor. Pero no son los únicos; también
están esperando otros cientos de adultos. Y los zopilotes, que marcan el terreno, su terreno,
desde el aire. En cuanto llega el vehículo, todos corren hacia él, que, tras abrir sus
compuertas, descarga la basura prácticamente sobre la impaciente multitud, que se abalanza
sobre los desperdicios alrededor de mil toneladas diarias antes incluso de que haya concluido
la operación. Porque el sustento del día depende tanto de la suerte como de la rapidez. Pero
hay que tener cuidado, porque, tal y como lo cuentan ellos mismos, "aquí hay personas que se
matan por una simple latita de aluminio". Además, pese a compartir la miseria, no es fácil
"ingresar" a trabajar en el basurero, porque los veteranos en ese empleo lo consideran su
"coto" particular para sobrevivir.

Chozas con desechos


La mayoría de las familias cerca de 300 vive allí mismo, en La Chureca, entre olores a basura
podrida y fermentada, hacinados en chozas construidas con los mismos desechos que
recolectan: plástico, zinc, madera, ladrillos reciclados, cañas, barro... Otras, sin embargo, se
acercan a diario desde los barrios de los alrededores. Pero tanto los niños que sobreviven allí
mismo como los que se acercan a diario saben cuál es su papel ya desde temprana edad:
"Tenemos que venir aquí a trabajar porque les tenemos que ayudar a nuestros papás, a darles
reales, para que comamos". Ellos son, sin duda, los más expuestos a los riesgos, porque está
comprobado que son más vulnerables a todos los contaminantes del medio ambiente por
tener un sistema inmune todavía en formación, en desarrollo. Un reciente informe así lo
confirma: "El 88% de los menores que acude al basurero tiene problemas respiratorios; un
62% sufre de parásitos y un 42% tiene problemas en la piel". Por eso, no fue extraño que hace
apenas dos años murieran intoxicados tres hermanos de tres, cuatro y seis años, tras comer
golosinas recogidas del vertedero y guardarlas en un frasco que había contenido veneno.
Ocurrió un mes de diciembre, cuando regresaban a casa, como lo hacían todos los días, tras
pasar la jornada hurgando en los desperdicios del basurero cercano a su casa. Los llevaron al
hospital, a los tres, con dolor de estómago, mareos y vomitando, pero ingresaron ya
cadáveres.

Plomo y mercurio en la sangre


Un estudio practicado por la UNAN a un grupo de niños de "La Chureca" ya reveló que 240 de
los examinados presentan altos índices de sustancias contaminantes en su sangre debido a la
exposición a la basura y al consumo de pescados del Lago de Managua. La cifra es elevada si
se tiene en cuenta que supone más del 30% de los menores que habitan en el basurero
municipal. La investigación, realizada por la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma
de Nicaragua, demostró que los menores están contaminados principalmente con plomo,
mercurio y DDT. Para el doctor Steven Cuadra, quien estuvo a cargo de la investigación, los
resultados deben preocupar a las autoridades gubernamentales por las consecuencias
irreversibles que estas sustancias pueden causar a los menores, entre las que destacan los
problemas de crecimiento y desarrollo durante sus primeros años de vida. También su sistema
nervioso puede presentar alteraciones, a lo que hay que agregar los problemas reproductivos,
una vez adultos. "Se deben establecer estrategias para la reducción de este riesgo; no se
puede sacar a los niños de La Chureca porque sería muy complejo, pero se les puede
proporcionar materiales de protección como guantes, máscaras o decirles que no traten la
basura directamente con sus manos", aconseja. El estudio demostró que estas sustancias
contaminantes se hallan principalmente en la basura, pero también se comprobó que existen
otras vías de contaminación, entre ellas el consumo frecuente de pescado del cercano lago de
Managua. "El consumo de pescado del lago Xolotlán es uno de los principales factores de
mercurio en la sangre de estos niños. Los alimentos son la principal vía de contaminación,
pero el plomo está en el polvo y puede llegar a los niños por medio de la boca fácilmente",
indicó Cuadra. Para Eddy Pérez, del Centro Dos Generaciones, organismo que colaboró en la
investigación, los resultados deben ser tomados en cuenta no sólo por el Gobierno, sino
también por la clase empresarial y cualquier otro organismo que se preocupe por la niñez
nicaragüense. "El problema de La Chureca hay que verlo como problema estructural, porque
niños y niñas tienen que ir a trabajar en ese lugar. Tenemos que involucrarnos todos. No
podemos dejar que más niños mueran debido a la falta de respuestas a los problemas a los
que se enfrentan". - El proyecto barajado desde la Alcaldía de cerrar "técnicamente" el
vertedero para instalar en su lugar una gigantesca planta procesadora de basura y trasladar
las toneladas de desperdicios de "La Chureca" al cráter Santiago ha levantado gran polémica,
especialmente entre geógrafos y ecologistas que califican de "inaudita" e "insensata" la
pretensión "escatológica" de convertir el atractivo e histórico primer Parque Nacional de
Nicaragua en el primer basurero del país. La Alcaldía promete levantar en ese lugar una
planta que, además de producir a partir de los desechos energía eléctrica y abono orgánico y
biodiésel, ofrecería empleo a todos los que actualmente viven en ese lugar. Pero quienes se
oponen al proyecto vaticinan consecuencias terribles y casi apocalípticas si se traslada la
basura para que sea incinerada por la lava del volcán Masaya, el único de tipo hawaiano en
América: "El candente magma que surgió por tercera vez en 1965 se mantuvo visible en el
fondo del cráter por catorce años y, desde entonces, ha descendido por el angosto cuello de la
chimenea volcánica, reduciendo su voracidad ígnea y eructando en cambio espesas
fumarolas. De llevarse a cabo tan peligrosa iniciativa, el tapón de basura terminaría volando
por los aires los desechos urbanos, provocando una continua lluvia de desperdicios y
gérmenes sobre toda la región metropolitana de Managua". La Alcaldía, sin embargo, ha
desvelado incluso el nombre de la empresa que se encargará del proyecto: la italiana
Marcopolo, quien, además, ha elegido ya un simbólico nombre para su polémico proyecto:
"Empresa de Salvación Ecológica de Managua". Ante tanta promesa, los ecologistas y
geógrafos insisten en las graves consecuencias de la idea: "Los parques nacionales son las
áreas más representativas que un país ofrece para conservar y mostrar al mundo la
singularidad de su geografía, la riqueza de su ecología o algún importante hecho histórico allí
acontecido. Que nosotros sepamos, el Parque Nacional Volcanes de Hawai, donde las lavas
son muy fluidas y candentes, nunca ha sido utilizado para incinerar basuras en la caldera
Kilauea. Tampoco hemos escuchado planes para utilizar la gran hondura del Cañón del
Colorado para acumular en ella los desperdicios urbanos de Arizona o Nuevo México. Que el
error cometido con Tiscapa no se repita en el Volcán Masaya", advierten quienes califican de
"disparatada y sucia fantasía" este proyecto que ya ha sido bautizado como "el churecazo
volcánico".

Al avanzar entre las montañas de desperdicios que dan vida al vertedero de La


Chureca, no sólo percibo el lacerante olor de la basura en descomposición,
también siento cómo la tierra se hunde bajo mis pies desprendiendo una
sustancia hedionda, viscosa, consecuencia de la acumulación progresiva a lo
largo de las décadas de las más de mil toneladas de residuos urbanos que son
depositados cada día en este lugar.
Eddie me guía a través de este universo poblado de montañas de basura,
camiones, buitres. Tenía razón: el número de niños resulta sobrecogedor. En
cada sector encontramos al menos una docena. Inclinados sobre los desperdicios,
con sus bolsas de arpillera en las espaldas y sus palos en las manos, hurgando en
busca de algo de valor.

Infancia y cambio climático

El cambio climático ha hecho que finalmente nos fijemos en nuestro entorno. Es


un avance, aunque aún no hayamos reaccionado al desafío que nos espera,
aunque sigamos en una suerte de negación colectiva de la realidad y nuestra
reacción sólo haya sido superficial, cosmética.

Y si considero una suerte que ahora estemos más pendiente de la relación que
mantenemos con la naturaleza, es porque la devastación sistemática del
medioambiente tiene desde hace décadas un impacto terriblemente nocivo
sobre la vida de los niños de los países pobres. Lugares como Kibera o como La
Chureca, que visitamos en este blog, son un ejemplo paradigmático.
Según UNICEF, la mortalidad infantil en el mundo se ha reducido. En 1990, la
cifra de niños que fallecían cada año alcanzaba los 13 millones. Hoy, este
número ha bajado a 9,7 millones. Sin embargo, la mitad de estos fallecimientos
se produce por causas evitables como la malnutrición, la falta de acceso a agua
potable y saneamientos, íntimamente relacionadas con la degradación de nuestro
planeta.

En América Latina, el 86% de las aguas residuales urbanas se vierten sin tratar en
ríos, lagos y mares. En la India, el río Ganges recibe cada minuto 1,1 millones
de litros de aguas residuales que en apenas un gramo de heces pueden
contener hasta diez millones de virus y un millón de bacterias causantes de
enfermedades como cólera, diarrea, fiebre tifoidea, disentería y tracoma.

Catástrofes naturales, explotación, malaria

Si hablamos de catástrofes naturales, potenciadas en la última década por el


efecto invernadero, la Cruz Roja estima que afectarán a 175 millones de niños
en los próximos diez años. Save the Children, en su informe “El impacto del
cambio climático en la infancia”, señala que los menores constituyen hoy el 50%
de las víctimas de estos fenómenos. De los 260 mil muertos del tsunami, dos
terceras partes eran niños.

En África, al tratarse un continente en el que el 70% de la población depende de la


producción agrícola para subsistir, la variación de temperatura, que amenaza las
cosechas en las latitudes bajas y en las zonas tropicales, podría empujar al
hambre a unos 200 millones de personas para el año 2080.

Al poner en juego el sustento económico y la salud de millones de familias, el


cambio climático potencia la vulnerabilidad de sus hijos a sufrir abusos,
explotación o desplazamientos forzosos. También los expone a conflictos
armados. Un informe de Naciones Unidas del 22 de julio de 2007, señala que la
región de Darfur, en Sudán, difícilmente alcanzará la paz si no se buscan
soluciones a los problemas medioambientales que subyacen en la base del
conflicto.

El cambio de temperatura hará que la población mundial potencialmente


afectada por la malaria pase de un 40% a un 65%. Esta enfermedad, considera
una de las principales causas de muerte en pequeños menores de cinco años,
llegará a zonas de países en la que era desconocida como Zimbabue, Etiopía,
Kenia, Ruanda y Burundi.

La lista sigue… Y esa foto que hice a Melanie mientras avanzaba por el lodo que
se acumula en las arterias que recorren La Chureca, me parece todo un símbolo
de las condiciones de degradación extrema a las que hemos empujado a
nuestro planeta, y a través de las cuales los niños más postergados luchan con
ahínco por abrirse paso cada día.

Un reto a la vergüenza nacional

240 mil niños trabajan para sobrevivir

* Pedro, de 10 años, busca entre la basura lo que le sirve para reciclar, en lugar de
encontrar conocimientos en un aula de clases * Lo mismo ocurre con Magdalena y
María, que cantan en un bus y a una de ellas la escuela le parece aburrida
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 24 Octubre 2009 |
 8:30 p.m. |

 END

Especial para EL NUEVO DIARIO

Aquí, en La Chureca, un niño de diez años que ha preferido llamarse Pedro, juega
con una bandera de plástico de Nicaragua que se encontró tirada en la playa de
basura. Sabe que ésa es la bandera del país donde nació. Aparentemente los
colores azul y blanco y el escudo no representan nada para él; después de
restregarla sobre su camisa para limpiarla, la sujetó a una vara que luego clavó
como un asta sobre el montículo de basura y se sentó a un lado para contemplar
su obra creativa mientras espera que lleguen más camiones recolectores de
basura de la capital para buscar un pedazo de metal o un trozo de plástico para
vender a la artesanal industria del reciclaje.

Pedro es uno más de los 361 niños, niñas y adolescentes que trabajan en La
Chureca. Él también forma parte de unos 171 niños que viven y trabajan en este
basurero y además no asisten a la escuela. “Esto significa que vive
permanentemente en riesgo su integridad”, explicó Reina Isabel Velásquez,
Subdirectora del Centro Nicaragüense de Promoción de la Juventud y la Infancia
Dos Generaciones.

En La Chureca se vive una de las peores formas de trabajo infantil prohibida por la
Organización Internacional del Trabajo, OIT, en el Convenio 182. Se considera
como peores formas de trabajo infantil el trabajo que “por su naturaleza o por las
condiciones en que se lleva a cabo, es probable que dañe la salud, la seguridad y
la moralidad de los niños”

La Chureca es el vertedero municipal de la capital y está situado en el noroeste de


Managua. 173 familias viven alrededor del basurero, 1,500 personas vienen a
trabajar.

Cambio de mentalidad o se reproducirá pobreza

Si la sociedad nicaragüense no comprende que su mayor tesoro son los niños,


niñas y adolescentes, y que es una prioridad nacional invertir en educación y
salud, estaremos condenados a reproducir el ciclo de la pobreza y cada vez habrá
más niños en el trabajo infantil, una creciente mano de obra descalificada que no
reúne los 12 años de escolaridad requeridos para evitar caer en la pobreza, según
la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).

Desde los últimos tres gobiernos, Nicaragua es el país de América Latina que
menos invierte en su población, es decir, en educación y salud. En 2003 el país
invirtió en educación 32 dólares por persona, apenas la mitad de lo que destinó
Honduras y Bolivia, países que tienen características similares respecto a sus
niveles de pobreza.

Según la última Encuesta Nacional sobre Trabajo Infantil 2005 (Entia), elaborada
por el Ministerio del Trabajo, el trabajo infantil en Nicaragua se ha reducido en un
5.6 por ciento en los últimos cinco años. La encuesta calculó que actualmente
existen unos 239 mil niños, niñas y adolescentes nicaragüenses entre cinco a 17
años que se dedican al trabajo.

Del total de 361 niños que trabajan en La Chureca, 230 están fuera de las aulas
de clase. Para Reina Isabel Velásquez esto significa que en los próximos años el
país sólo va a contar con mano de obra con menos calificación, y el círculo de la
pobreza y la exclusión no se va a romper para los niños, niñas y adolescentes.

A partir de 2007 hay avances en la inversión para la niñez y la adolescencia en


Nicaragua a través de un ligero incremento de la inversión social en el
Presupuesto General de la República. El Presupuesto para Salud pasó de 3.4% a
3.8% del Producto Interno Bruto, y el presupuesto para Educación aumento de
3.1% en 2006 al 3.7%.

Una muestra que vale invertir en educación

Miguel Mendoza es un ejemplo vivo de que solamente invirtiendo en educación y


salud se puede romper el ciclo de la pobreza. A los 12 años empezó a estudiar la
primaria después de abandonar La Chureca, gracias a al apoyo de Dos
Generaciones, y ahora es un sociólogo egresado de la Universidad
Centroamericana.

Actualmente trabaja en su tesis que se titula “Causas y Efectos del trabajo infantil
en La Chureca”. Para él “no hay que permitir que los niños trabajen, porque eso
bloquea su desarrollo moral, espiritual, mental y físico. Los niños tienen que estar
en la escuela, comer bien y recrearse, para que cuando sean adultos puedan ser
más productivos”.

Teodora Miranda tiene 62 años y vive en el populoso barrio San Judas, ella mandó
a sus tres hijos a estudiar mientras trabajaba lavando y planchando ropa ajena y
vendiendo nacatamales los fines de semana.

“Es muy difícil para una madre soltera criar y educar a sus hijos, pero yo siempre
tuve la visión de que si mis hijos estudiaban, no repetirían la pobreza que me tocó
vivir a mí y a mis antecesores”, dice ahora al saber que una de sus hijas es una
doctora que brinda consultas en el barrio donde se crió, otro es periodista y el
menor abogado.

Según doña Teodora, los padres y el Estado deben comprender que no es un


gasto la educación de sus hijos, sino una inversión. “Se necesita tener una actitud
positiva”, dice. Piensa además que el país debe masificar la educación técnica en
estos momentos de crisis.

Lo que no debe ocurrir

Las niñas Magdalena y María son dos hermanas que cantan en los buses del
transporte colectivo de Managua. Magdalena es la menor y no le gusta la escuela,
le parece aburrida; los niños se burlan de ella porque canta en los buses, actividad
que realiza con el consentimiento de sus padres. Ella y su hermana salen tres
veces a la semana a cantar a los buses y luego piden dinero a los pasajeros.
Tanto ellas como sus padres piensan que es más atractivo cantar en los buses
que ir a la escuela, ya que en dos horas reúnen 200 córdobas.

En su casa del barrio “Hugo Chávez”, Luis Pastrana habla por las niñas. Lamenta
que a la menor no le guste la escuela, pero eso no representa mayor
preocupación como la necesidad de comprar un carro para mover al mariachi a los
eventos. Las paredes de su casa están hechas de latas, piso de tierra, están
pegados ilegalmente al suministro de energía eléctrica y no cuentan con servicios
de aguas negras, aunque su mayor aspiración es comprarse un carro.

Para la directora ejecutiva de la Coordinadora de ONG que trabajan en pro de la


niñez, María de Jesús Gómez, existen varias fuentes para incrementar el
presupuesto en salud y educación, una de ellas sería no aumentar las reservas
nacionales a costa de la inversión social, aumentar los ingresos fiscales, disminuir
las exoneraciones, renegociar la deuda interna y destinar el ahorro de las
condonaciones a la educación y la salud.

“Si no lo hacemos ahora no podremos recuperar la esperanza de romper el ciclo


de la pobreza”, enfatizó Gómez.

Las paredes de la sala están adornadas con veintisiete cuadros. Cada uno
representa una historia diferente: el cumpleaños de su hija, el paseo al antiguo
malecón de Managua, la foto de la niña cuando cursó tercer nivel, todos símbolos
de alegría. Freddy Mercado no quiere traer su pasado al presente. “No hay
necesidad, lo voy a recordar, pero tenerlo en fotos, eso no quiero”, asegura con
aplomo.

El pasado que vivió Freddy Mercado está ligado con el vertedero municipal más
grande que existió en Nicaragua: La Chureca. Un inmundo basurero que
ocupaba 40 hectáreas en la periferia noroccidental de Managua y que durante
cuarenta años acumuló alrededor de cuatro millones de metros cúbicos de
desechos.

Freddy llegó al vertedero a los veintitrés años. Le dijeron que en ese sitio podía
ganar buen dinero si se lo proponía. Agobiado por no contar con otro trabajo,
empezó su aventura recogiendo desechos sólidos que se encontraban en las pilas
de basura que los camiones recolectores dejaban cada vez que entraban al
vertedero.

“A mí no me da pena decirlo. Cuando teníamos hambre, esperábamos los


camiones que sabíamos que venían de los restaurantes, de los hoteles.
Cuando llegaban nos lanzábamos para agarrar el mejor botín”, cuenta Mercado.

Para poder comer “sabroso”, algunos hablaban con los conductores de los
camiones para que antes de entrar al basurero, les guardaran las sobras alimento
en una bolsa de plástico. A cambio de unos córdobas, el chofer entregaba el
encargo y el churequero comía “más fino”.
Freddy Mercado trabajó por más de diez años en la Chureca. Recibió una casa
por dejar el vertedero y actualmente trabaja en la planta de reciclaje Acahualinca.
Confidencial | Carlos Herrera

“Una vez, era tanta el hambre que me andaba, que me comí un macho… sí, un
macho. Me comí una toalla sanitaria creyendo que era un hot dog y no me da
pena decirlo. Menos mal nunca me comí algo envenenado”, dice a carcajadas.
Freddy soportó los picotazos que los zopilotes le daban en su cabeza cuando
jalaba los sacos de los desperdicios de los hoteles. A veces tenía suerte y
encontraba un pedazo de pollo. Cuando no había fortuna, se conformaba con una
gaseosa que compraba en la venta y un pedazo de pan. En un día de trabajo,
fácilmente podía ganar por lo menos 1,200 córdobas.

La Chureca era un centro de trabajo y un hogar. Algunos vivían en champas


cerca de la basura y otros habitaban fuera del vertedero. Estas personas
acostumbraron sus narices al hedor permanente del basurero. Durante el invierno
emulaban a las arañas, construyendo y reconstruyendo sus casas cada vez que la
lluvia las arrastraba. Eran más de mil 500 personas, entre niños, adolescentes,
jóvenes y adultos, condenados al mismo estilo de vida.

La única promesa cumplida

Sandra Méndez lava el plástico, lo seca y después se lo pasa a su marido para


que lo acomode en el carretón de madera. Ella también trabajó en la Chureca,
junto a su esposo y sus cinco hijos. Se despertaba en la madrugada a palmear
tortillas para llegar a vender al vertedero. Cuando terminaba su venta, sacaba un
saco y empezaba a recoger vidrio.

Trabajar en el vertedero nunca representó una opción de vida para Sandra.


Sin embargo, lo hizo para poder alimentar bien a sus hijos, quienes le ayudaban a
recoger todo el vidrio que encontraban a lo largo y ancho del basurero.
Sandra Méndez trabaja en la planta de reciclaje Acahualinca. También recibió una
casa y vive con cinco hijos y su esposo. Confidencial | Carlos Herrera

“Habían muchos riesgos y a mí me preocupaba que mis hijos salieran cortados.


Siempre andaba detrás de ellos, cuidando que no comieran alguna cosa extraña o
se hirieran con una aguja. Vivir en la Chureca era bueno y malo. Bueno porque
podías reunir suficiente dinero, y malo porque estábamos expuestos a la
contaminación”, dice Sandra.

Todos los años, al llegar el mes de diciembre Freddy, Sandra y miles de


churequeros, recibían la visita de cantantes, actores o diputados, que llevaban
comida y regalos. “Recibíamos mucho apoyo. Y creo que por eso no nos
íbamos. La gente decía, pobrecitos los del basurero, pero nosotros no
éramos pobres. Teníamos dinero, pero claro, para eso pasábamos bajo el sol.
Es que también era lo único que podíamos hacer”, considera Freddy.

La visita de unos señores “cheles” junto al alcalde Dionisio “Nicho” Marenco, dio
una señal de esperanza a las personas del basurero. A pesar de que en ocasiones
anteriores habían escuchado que los iban a sacar de la pobreza y les donarían
una casa, esta vez, hubo “algo” que les hizo creer en las promesas.

El cambió empezó bajo la administración edilicia de Marenco (2004-2008) cuando


la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) y la
Alcaldía de Managua iniciaron la ejecución del proyecto de Desarrollo Integral
del Barrio Acahualinca.

El componente medioambiental de la obra incluyó el sellado del vertedero, que


favoreció al saneamiento del Lago Xolotlán, además de la instalación de una
planta de clasificación de residuos y una de compostaje para abono orgánico,
además de las mejoras en las condiciones del barrio.
Confidencial | Infografía | Olga Sánchez
Se construyeron 258 casas bajo los parámetros de vivienda social. Actualmente,
en el complejo existen todos los servicios básicos, además de un puesto de salud,
una escuela, un CDI, áreas verdes y de recreación, una estación policial y un
centro histórico. El costo total de la inversión fue de 41.2 millones de euros.

“La primera dama de España (la vicepresidenta María Teresa Fernández de la


Vega), le dijo a mi hijo que si quería una casa y salir del basurero, y mi hijo le dijo
que sí. Al inicio dudé, porque tantas cosas que decían, y tantos millones que
iba a costar esto. Pero después nos dijeron que ya habían casas, que había de
todo, fue algo muy alegre”, menciona Sandra.

“Es que a veces decían muchas cosas. Yo creí para esa vez como el 70 por ciento
y tenía fe de que algún día saliéramos de la pobreza, de ese basurero. Los
españoles hicieron un convenio con nuestro presidente y nos dijeron que íbamos
a desalojar pero que nos iban a dar una casa bien bonita y una fuente de
trabajo y así fue”, reafirma Freddy.

Cada casa tiene una sala, tres cuartos, un baño y un patio donde se pueden
construir dos cuartos más. Freddy vive con su esposa y su hija de diez años.
Sandra comparte su vivienda con su esposo y cinco hijos.

El aporte a la obra de parte de la Alcaldía de Managua no fue dineraria sino en


especie. Las subvenciones facilitó el trabajo de Aecid al momento de
empezar el proyecto, además la comuna se encargó de solucionar la
problemática surgida con la propiedad de los terrenos donde estaba el vertedero.

Aecid entrega la obra a la Alcaldía

En 2012 la Aecid entregó a la Alcaldía de Managua el vertedero sellado y la obra


horizontal de la urbanización Villa de Guadalupe. La comuna también recibió las
infraestructuras sociales (centros de salud, escuela) y la planta de reciclaje.

La Planta de reciclaje fue diseñada para clasificar residuos sólidos urbanos


y recuperar plástico, vidrio, papel, cartón, metales y materia orgánica para
producir abono orgánico.

Confidencial solicitó una entrevista con Mauricio Díaz, director de la


empresa, para mostrarle a la población cómo está funcionando la planta de
reciclaje obra, sin embargo, ni el funcionario, ni la comuna, atendieron la
solicitud.
Enrique Armas, vicealcalde de Managua, inaugura un proyecto en Villa
Guadalupe. Confidencial | Carlos Herrera

Durante la elaboración de este reportaje, Confidencial estuvo presente en la


inauguración que realizó el vicealcalde de Managua, Enrique Armas, en una
extensión de proyecto de drenaje pluvial en Villa Guadalupe.
El vicealcalde se rehusó a responder las preguntas de este medio de
comunicación, sobre los beneficios del proyecto para la comunidad. “Otro día lo
hablamos, hoy no”, fue lo único que dijo Armas.

En Villa Guadalupe, los pobladores de la comunidad, hablan con orgullo de su


nueva forma de vida.

Marisol Martínez mencionó que la situación de todas las personas ha mejorado,


no solo por las casas, sino por el trabajo fijo que tienen los ciudadanos.

“Es otro ambiente, es otra infraestructura de nuestras viviendas, también lo


económico, de igual forma, cambió todo lo que era el ambiente con todas las
personas”, aseguró Silvia Guido, otra habitante.

Levi Sánchez, vecino del barrio, aseguró que los problemas de hace 31 años, ya
no están presentes. “En la época de invierno, el mosquero era insoportable y el
hedor terrible, ahora no es así, y es bueno, el cambio positivo todos lo vemos”,
reflexiona.

Para Kamilo Lara, director del Fondo Nacional de Reciclaje (Fonare), la


desaparición de la Chureca ayudó a eliminar una de las peores
manifestaciones de contaminación para la ciudad de Managua.

Las emisiones de gases de metano y de efecto invernadero hacia la atmósfera, los


grandes incendios que afectaban a la comunidad occidental de la capital, eran
parte del combo de contaminantes que ofrecía el vertedero.

“Aquí hay un paquete importante de beneficios, partamos de la calidad de vida de


las personas que antes convivían hurgando comida dentro de los
desperdicios, peleando con los zopilotes, la amenaza a la salud pública que
había dentro de ese colectivo de familias”, explica Lara.

El proyecto también tuvo un impacto positivo en la recuperación del lago de


Managua, pues la impermeabilización total del suelo ayudó a que la infiltración de
líquidos, que antes contaminaban el lago, no cayeran en el manto acuífero.

“Teníamos una afectación del paisaje, el mismo tema de la dirección de los


vientos, esos incendios llevaban contaminantes al sector ahora desarrollado en el
puerto Salvador Allende y evidentemente se limpió el rostro y creo que es cuando
le hemos comenzado a dar la cara al lago Xolotlán”, continúa Lara.
Vista aérea de Villa Guadalupe. Un barrio en el que habitan alrededor de 1500
personas que antes trabajaron en la Chureca. Confidencial | Carlos Herrera

Los problemas post-Chureca


Irónicamente, a pesar de la extinción de un oficio peligroso y precario que les
permitía ganar el sustento, ahora algunas familias se quejan de falta de
oportunidades económicas, o no están preparados para aprovecharlas.

Marisol Martínez, habitante de Villa Guadalupe, sostiene que existen despidos


en la planta y no se conoce el motivo. Al final esto lleva a las personas a
regresar al vertedero y exponerse a los peligros de hace años.

Sandra Méndez, quien trabaja dentro de la planta, evita hablar sobre los despidos.
Pero asegura que con el salario que gana en la planta de reciclaje, no
completa para comprar la canasta básica. Ella gana entre 150 y 200 córdobas
al día.

En los últimos meses, un grupo de exchurequeros demandaron el ingreso al


antiguo basurero. Pero el director de la Planta de Reciclaje no les permitió el
acceso.

Los exchurequeros se agruparon y demandan a la Alcaldía de Managua que


les permita el ingreso a la planta. Alegan que son personas que desde los
inicios estuvieron en el basurero y es un “derecho” que les corresponde poder
entrar a la planta.

German Salgado es el coordinador de los exchurequeros. Su esposa recibió una


casa y el trabajo se lo dieron a su hijo. “Dijeron que era mejor que trabajara mi hijo
y así nos quedamos varios. Lo que ellos no pensaron fue en que todos
necesitábamos trabajar. Al inicio nos permitían el ingreso a la planta pero
ahora no, nos sacan con la Policía”, reclamó.
La remuneración económica que recibe Sandra Méndez en la planta Acahualinca
es poca. Por las tardes recoge plástico para venderlo a los acopios. Confidencial |
Carlos Herrera

Las autoridades de la Alcaldía de Managua, argumentan razones de seguridad,


para impedirles el ingreso.
El ambientalista Kamilo Lara, propone una solución alternativa a la planteada
por los afectados. “Una de las opciones para esta gente, es que formen con
apoyo de Rednica, cooperativas que tengan el apoyo municipal. Y que sean
multiservicios. Que seleccionen basura orgánica de las comunidades y la
comercialicen. Porque basura es lo que sobra y abunda en el país”, refirió el
ambientalista.

Lara menciona que si se deja entrar a esta gente a la planta de reciclaje, el trabajo
que se hizo con el cierre de la Chureca se vendría abajo, pues estarían más
ciudadanos en peligro y expuestos a muchos riesgos. “Ya tenemos que superar
esto”, consideró.

Algunas personas que trabajan en la planta, y que pidieron el anonimato,


esperan que se llegue a un acuerdo entre la Alcaldía y exchurequeros,
para evitar que las protestas continúen.
Una calle del barrio Villa Guadalupe. Los exchurequeros fueron beneficiados con
258 casas que fueron donadas por la Agencia de Cooperación Española.
Confidencial | Carlos Herrera

En Villa Guadalupe
Mientras tanto, en las calles de Villa Guadalupe, ya no se respira la
contaminación de antes. Las casas no son de cartón y con la llegada del
invierno, no hay peligro de que el agua inunde la vivienda.

Sandra termina de limpiar el plástico y junto a su esposo consiguen pesar el


material. Auguran que tengan una ganancia de 500 córdobas con lo que van a
vender al acopio.

Se sienta en su hamaca y dice con ahínco que aunque se gane poco, no


cambiaría lo que tiene ahora por lo que padeció en el pasado.

Freddy se despide de nosotros, pero antes de marcharnos recuerda que solo tiene
algo que nunca va a botar. Es el instrumento que usaba para escarbar en la
basura. “Esto siento que es como una reliquia”, menciona con un poco de
nostalgia.

Combatiendo el hambre desde el basurero más grande de Managua

El basurero "La Chureca" es una mina de oro para los más pobres de
Nicaragua. Es el más grande de Nicaragua y Centroamérica y dentro viven
800 personas (250 familias) y otras 450 familias más habitan en los
alrededores.

"La Chureca" es un monstruo de 40 hectáreas que se convirtió desde 1973 en el


basurero municipal de Managua, capital de Nicaragua, y donde dos mil personas -
entre niños, adultos y ancianos- sobreviven trabajando como recolectores y
vendedores de hierro, cobre, plástico, cartón y vidrio que encuentran entre las
1,200 toneladas métricas de desperdicios sólidos que se depositan allí cada día.

Esas dos mil personas recogen basura durante todo el día y si logran vender, por
ejemplo 20 kilogramos de plástico, apenas obtienen ingresos por 2.5 dólares de
los Estados Unidos, con lo cual compran el mínimo de alimentos para ellos y sus
familias.
Dentro del basurero más grande de Nicaragua y Centroamérica viven 800
personas (250 familias) y otras 450 familias más habitan en los alrededores.

Cifras del Instituto Nacional de Información de Desarrollo de Nicaragua, (INIDE),


indican que el 77 por ciento de los habitantes de "La Chureca" vive en extrema
pobreza, 50 por ciento no tiene acceso al agua potable, 42.4 por ciento sufre
hacinamiento, 38.8 por ciento no tiene acceso a servicios higiénicos, 29.1 por
ciento es analfabeta y el 43 por ciento es menor a los 15 años.

Todas las personas están expuestas al plomo y otros contaminantes tóxicos, así
como a la violencia sexual y juvenil, de acuerdo al INIDE.

Las personas que trabajan en La Chureca visten con pantalones, camisas de


mangas largas y gorros para cubrirse del sol, y también utilizan un pañuelo para
tapar sus bocas y narices de los poderosos gases tóxicos que produce la
concentración de basura.

Desde el amanecer las dos mil personas esperan con ansias los primeros
camiones con basura y entonces inicia una dura batalla por obtener "los mejores"
desperdicios.

Rodeado de basura, gases tóxicos, buitres y moscas, está Álvaro José Arvizú, un
joven de 25 años que trabaja en La Chureca desde que tenía seis años.

"Buscamos vidrio, plástico, papel y lo que casi no hay, y por lo que se pelea más,
es por el cobre y el hierro", explicó Arvizú, quien no terminó la escuela secundaria
e integra una familia de 16 personas que sobrevive recogiendo basura en "La
Chureca".

Arvizú añadió que con los 2.5 dólares que se gana cada día puede comprar dos
libras de arroz, dos de frijoles y un poco de aceite para cocinar.

Pero otras personas ni siquiera pueden comprar comida, sino que se dedican a
buscar incansablemente la carne podrida que a veces encuentran entre la
montaña de basura.

"Cuando vienen a botar carne, allí sí se pone peligroso, porque todos quieren un
pedazo y al final todo mundo se 'malmata' por conseguir un trozo de carne", relató
brevemente Arvizú, mientras recogía basura.

En "La Chureca", a la mayoría de las personas no les gusta hablar con extraños.
Junto a Arvizú estaba otro joven, quien admitió que tenía 20 años de edad, pero
prefirió no revelar su nombre.

"La carne viene hedionda y verde, pero vos sabés que el fuego mata todo, bien
cocida pues ni se siente el mal olor. Nunca nos ha dado nada. No nos hemos
enfermado", dijo el joven de baja estatura, tostado por el sol y de apariencia
raquítica.

Informes de la prensa local dieron a conocer que en La Chureca, hace tres años,
un hombre mató a otro de una puñalada, cuando luchaban por un trozo de cartón.

Arvizú recordó la historia, pero aseguró que ahora la situación no es tan peligrosa.
"Pues ahora nos hemos compuesto un poco, antes era peor. Pero lo malo es que
hay algunos 'traviesos' que te quieren robar lo que recogiste, y pues debemos de
pelear por lo que es nuestro", afirmó el joven "pepenador" o "churequero", como
se les llama popularmente a las dos mil personas que trabajan en el vertedero.

"La Chureca" está ubicada en el barrio Acahualinca, al noroeste de Managua, a la


orilla del Lago Xolotlán. Las autoridades estiman que desde 1973 se han
depositado 8 millones de metros cúbicos de basura (equivalentes a una montaña
de 30 metros de altura) provenientes de los municipios de Managua, Tipitapa,
Ticuantepe y El Crucero.

René López, delegado del Distrito II de la Alcaldía de Managua, que tiene bajo su
jurisdicción el vertedero de "La Chureca", informó que la gran concentración de
basura provoca en los habitantes de la zona cáncer en la piel y en los pulmones,
así como otras enfermedades respiratorias que han reducido la esperanza de vida
a los 50 años de edad. El promedio de vida de la población nicaragüense es
superior a los 60 años.

López también declaró que en La Chureca ha proliferado la endogamia,


ocasionando que las nuevas generaciones sufran de males genéticos.

En medio de la pobreza y la violencia, en mayo de 2008 nació el proyecto


"Desarrollo Integral del Barrio de Acahualinca", donde está ubicada "La Chureca".

La iniciativa es auspiciada por la Agencia Española de Cooperación Internacional


para el Desarrollo (AECID), que desembolsará 45 millones de dólares
(aproximadamente 30 millones de euros). El Gobierno de Nicaragua aportará otros
5 millones de dólares (3.6 millones de euros).

El programa de la AECID tiene como objetivo específico "mejorar las condiciones


ambientales, sociales, económicas y habitacionales en el entorno del barrio de
Acahualinca, en Managua", afirmó López.

Con el millonario proyecto se construirá una planta de separación de materiales


inorgánicos de reciclaje, con lo cual se pretende brindar seguridad laboral e
higiénica a los dos mil recolectores de basura que llegan a diario a "La Chureca".
Además, con el proyecto se beneficiará a los 18 mil habitantes de Acahualinca y
otros 14 barrios y asentamientos, incluyendo a las 250 familias que viven dentro
de La Chureca y a las 450 familias que viven en sus alrededores.

La AECID también planifica construir nuevas viviendas, mejorar el acceso a los


servicios de salud y proporcionar a los niños, niñas y adolescentes educación de
calidad. Las autoridades de España y Nicaragua han dicho que el programa podría
ejecutarse en 4 años y medio.

Mientras el proyecto auspiciado por la AECID se desarrolla en "La Chureca", el


joven Arvizú continúa recolectando y separando manualmente los desechos que le
dan de comer. "'La Chureca' no es un paraíso, pero aquí nos sentimos 'tuani'
(felices). Esta es nuestra vida", dijo Arvizú rodeado por la inmundicia y un sol que
a ratos es opacado por una densa nube de gases tóxicos.

La Chureca

La Chureca es el basurero municipal más grande de Nicaragua, situado


en Managua. Con unas 42 hectáreas de extensión, en él se botan unas
1000 toneladas de basura diariamente.

Índice

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 1Ubicación
 2Situación ambiental
 3Actividad en el vertedero
 4Situación social
 5Escuela La Esperanza
 6Enlaces externos

Ubicación[editar]

La Chureca se encuentra ubicada en el barrio Acahualinca, en el distrito número II


de Managua, en el extremo noroeste de la ciudad y a orillas del Lago Xolotlán y es
el más grande de Nicaragua. Acahualinca es uno de los barrios con menor calidad
de acceso a los servicios básicos.

Además es importante mencionar que en este barrio se encuentran las Huellas de


Acahualinca, como evidencia más antigua de la existencia de habitantes en
Nicaragua.

Situación ambiental[editar]
Con una dimensión superficial de unas 40 hectáreas y una profundidad media de
30 metros, el vertedero recibe unas 1.300 toneladas diarias de residuos sólidos
urbanos.

Debido a su ubicación, a sus dimensiones crecientes y a su falta de tratamiento


adecuado, La Chureca supone un enorme problema medioambiental: Los
efluentes lixiviados se infiltan en los acuíferos y contaminan sus aguas, así como
las del lago. El gas metano generado por la descomposición de los residuos
orgánicos escapa a la atmósfera contribuyendo a reforzar el efecto invernadero a
escala global. Constantes fuegos espontáneos producen una atmósfera
irrespirable que afecta a los habitantes de los barrios cercanos.

Actividad en el vertedero[editar]

Esperando al camión.

El problema pudiera ser mucho mayor si no se contara con la acción de los


“churequeros”, ciudadanos pobres que, en número aproximado de 1500,
seleccionan en el propio vertedero los materiales que pueden ser reciclados o
tienen alguna posibilidad
de comercialización (vidrio, plásticos, metales, papel y cartón, fundamentalmente).
Esto genera una intensa actividad económica de la que se benefician miles de
familias, alguno de cuyos miembros se dedican a la recolección de materiales, al
lavado, al acopio, al transporte o a su comercialización. Hasta 2500 personas
pudieran estar directamente implicadas en alguna de estas tareas, principalmente
en los barrios colindantes con La Chureca, donde se utilizan las propias viviendas
como almacenes de acopio y distribución. Uno de los barrios, habitado por unas
200 familias, está ubicado dentro del mismo vertedero.
Situación social[editar]

"Carreterones" en el vertedero.

Con una población aproximada de 18 000 personas, la situación socioeconómica


en los barrios colindantes con La Chureca es de
extrema pobreza, marginalidad y exclusión social. La mayor parte de las casas
están construidas con materiales de desecho, básicamente chapas de cinc y
de acero, y carecen en gran medida de los servicios urbanos básicos.

En el vertedero confluyen a un mismo tiempo los 1500 churequeros, los camiones


de recogida de basuras, la maquinaria de nivelación y los empleados de la
Alcaldía, más unos 60 carros tirados por uno o dos caballos que sirven para el
transporte de materiales a los centros de acopio y con doscientas vacas cebú que
“pastan” allí diariamente. Todo ello unido al humo permanente que surge de la
basura y a los centenares de zopilotescarroñeros que acuden a alimentarse sin
mayores dificultades.

Escuela La Esperanza[editar]

Atiende a los niños/as del sector de la Chureca, apoyándoles, ya que se encuentra


ubicada directamente en la misma. Brinda educación formal en preescolar y
primaria en turnos matutino y vespertino.

Cuenta con una población de alrededor 237 estudiantes, 8 maestros, de los cuales
solamente dos han estudiado en la universidad; tiene dos turnos y cuenta con los
tres niveles de educación preescolar y con primaria completa. (Datos del 2006)
La Chureca hoy en día 2015, ha cambiado completamente, ya no es un basurero,
se han implementado muchos proyectos en este sitio, trayendo muchos beneficios
para la gente que vivía en sus alrededores.

La “nueva” Chureca: de la basura a la dignidad humana

Durante el conflicto social y político estallado en La Chureca de Managua en


marzo, y yendo más allá de él, un joven estudiante se asoma por primera vez al
hediondo basurero de la capital... ¿Qué ve? ¿Qué escucha? ¿Qué aprende y
descubre allí, entre los cerros de desperdicios?

William Grigsby Vergara

Existe desde 1973. Más de 30 años después, en diciembre de 2007, se ganó un


lugar entre “Los 20 Horro-res del Mundo Actual” en un concurso organizado por la
revista española Interviú. Son 42 hectáreas ocupadas por infinitos estratos de
basura en la zona occidental de Managua. Es La Chureca, uno de los botaderos
de basura a cielo abierto más grandes de América Latina.

ANTE UN PAISAJE DANTESCO

La Chureca es el paraíso de los zopilotes, buitres carroñeros que deambulan en


una zona que parece de guerra, un mini-mundo de pestilencia, enorme asidero de
moscas, microbios, comida descompuesta, chatarra quemada y centenares de
bolsas plásticas que vuelan entre niños cargando sacos hediondos y jóvenes
hurgando entre harapos sucios, sobras y nubes de polvo. La vi desde el barrio
Rafael Ángel Ríos. Este basurero parece no acabar nunca y ante mis ojos se
despliega como una montaña de colores desteñidos, donde el humo tóxico crece
con el calor del día y parece tomar fuego hasta convertir el paisaje en el
mismísimo infierno.

Día a día, continuamente, entran allí grandes camiones repletos de desperdicios:


hules, harapos, vidrios y metales sarrosos. Mil doscientas toneladas de basura
diarias produce Managua. Intoxican el contiguo barrio Acahualinca, que termina
casi a las orillas del lago de Managua, el Xolotlán, altamente contaminado desde
hace décadas. A la par de los camiones entran en La Chureca niños, niñas,
jóvenes, adolescentes, hombres y mujeres, que caminan con sus caras cubiertas
con trapos, cundidos de tierra y suciedad, usando gorras de lodoso camuflaje,
armados de unos improvisados arpones hechos con varillas de hierro puntiagudas.
Les sirven para escarbar en la basura y seleccionarla. Los brazos quemados por
el sol incandescente, los pies descalzos y rotos, la mirada perdida en el caos
común que comparten. El olor a pega de zapato, a plomo, a excrementos, resulta
insoportable. Pero no es un paisaje sacado de la Divina Comedia, ni propio de la
literatura de ficción. Es el hogar y el centro de trabajo de muchas familias de
“churequeros”.
LAS HUELLAS DE AYER Y LAS DE HOY

La Chureca está a la par del museo que guarda las huellas humanas y animales
más antiguas que se conservan en el continente americano, las famosas Huellas
de Acahualinca, con unos seis mil años de antigüedad. ¿Es natural ver tanta
basura a la par de un museo? ¿No resulta terriblemente irónico que niños y niñas
escarbando basuras vivan tan cerca de este tesoro arqueológico? ¿No es
inmensamente contradictorio que el registro del principio de nuestra civilización se
encuentre justo al lado de este inmenso vertedero de basura, que coincidan tan
cercanos este apocalipsis del género humano con el génesis de nuestros
antepasados?

Las huellas de Acahualinca, impresas en una tierra maleable que el tiempo


guardó, quedaron conservadas tras la erupción de un volcán cercano a las
antiguas comunidades indígenas de la zona occidental de la capital, y son hoy
vecinas de otras huellas más recientes, las de niños y niñas descendientes de
aquella cultura nahuatl, descalzos por razones diferentes a las de sus
antepasados. Por las de la precariedad. Los niños descalzos de hoy son víctimas
de otra erupción, aún más temible, la de un volcán social: la extrema pobreza.

UNA VENTANA A LA ESPERANZA

Para recuperar a estos niños y a sus familias un grupo de ONG y la cooperación


internacional se han proyectado desde hace años en La Chureca buscando
rescatar la dignidad de sus habitantes, en medio de un mar de dificultades. La
mayor, la inercia de una cultura en que miseria y basura se combinan con el
abandono social para crecer al ritmo de las promesas incumplidas de un gobierno
tras otro.

La Asociación Sonrisa y Esperanza de los Niñ@s, presidida por Justina Cháves y


fundada por el sociólogo Jimmy Chavarría, ha logrado reunir a 18 promotores
voluntarios que apoyan a niños y niñas que viven en los barrios Los Martínez y
Rafael Ángel Ríos, cercanos a La Chureca.

Esta pequeña asociación surgió para dar clases de pintura y flauta a los niños de
estos dos barrios, pero después sus familias se animaron con el proyecto y
empezaron a apoyar voluntariamente el trabajo. Se construyeron casas-bases con
salones y hasta una biblioteca comunitaria, donde hoy se dan clases de
matemáticas, hay lectura de cuentos, se imparten talleres de pintura y se juega
ajedrez. La casa-biblioteca es pequeña, pero cuenta con bastantes libros, usados
y nuevos, y con archivos y muebles que facilitan a los niños la aventura de leer.
Alumnos del Colegio Centroamérica llegan los viernes a apoyar a los chavalos en
sus estudios. La ASSEN ha establecido también conexiones con trabajadores de
empresas privadas, que colaboran mes a mes con un aporte de 50 córdobas para
financiar como “padrinos” las tareas escolares.

“Hacemos muchos esfuerzos, pero es imposible retener a los niños cuando


acaban la primaria. Después ya empiezan a trabajar como recolectores y
vendedores de basura. Imposible que estudien a la vez”, confiesa Justina Cháves.
Otra gran dificultad es que estas niñas y niños se “casan” rápido: a los 13 y 14
años. Hay mucha violencia en estas jóvenes familias, que viven de “pepenar” en la
basura plásticos, metales y otros desechos reciclables. A pesar de todo, tras seis
años presente en La Chureca, ASSEN representa una de las células de apoyo
más importantes para los niños que viven aquí. Les ha abierto una ventana por
donde se asoman a la esperanza.

EL MEGAPROYECTO ESPAÑOL

Actualmente hay más esperanzas, porque hay cambios más radicales en marcha.
En una gira por Centroamérica y América del Sur en agosto de 2007, la
vicepresidenta del gobierno español, María Teresa Fernández de la Vega, visitó
Nicaragua cuando la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI)
estudiaba la posibilidad de hacer un proyecto en conjunto con la Alcaldía de
Managua para mejorar la vida de las zonas urbanas más marginadas de la capital.
Fernández de la Vega visitó La Chureca y quedó sobrecogida. A partir de
entonces el futuro del basurero dio un giro. La vicepresidenta del gobierno
socialista del PSOE se comprometió personalmente a hacer realidad una
transición de la basura a la dignidad.

Según Elena Montobbio, Coordinadora General de AECI en Nicaragua, el proyecto


español en La Chureca contempla tres ejes. Primeramente, el “cierre técnico” del
basurero: el vertedero actual quedará sellado, lo que se hará de forma
programada. Después se creará una nueva industria alternativa de reciclaje para
la selección de los residuos. Y finalmente se buscarán alternativas de vivienda y
de inserción social para quienes trabajan en el basurero y sus alrededores.

El gobierno de España se ha comprometido a destinar 30 millones de euros (45


millones de dólares) para este proyecto, considerado el mayor de los emprendidos
por la cooperación española en Nicaragua. Hasta ahora ningún proyecto de
ningún país cooperando con Nicaragua había tenido un tan amplio horizonte inicial
de impacto. “Hasta ahora hemos trabajado normalmente con cantidades más
modestas -dice Montobbio- y este proyecto rompe esquemas por su integralidad,
por la aportación económica y por la combinación de distintos instrumentos de
cooperación. No es un presupuesto que viene de un solo cajón, sino que vamos a
combinar distintos instrumentos: sistemas de microcrédito y fondos de
multilaterales. Por eso resulta un proyecto tan complejo en su contenido y también
será compleja su gestión”.
Desde que la vicepresidenta española se animó a transformar el basurero más
grande de América Latina en otra cosa, la AECI ha enviado comisiones técnicas
para dialogar y discutir con las ONG que trabajan en La Chureca, con los
pobladores, con los empresarios del reciclaje, con las instituciones públicas y con
la municipalidad de Managua, haciendo análisis exhaustivos de la problemática
desde sus diferentes aristas.

Desde el inicio, Dos Generaciones -ONG con más influencia en la zona- incluyó en
el proyecto la educación, la salud, la protección y la seguridad económica de los
churequeros. En torno a esta propuesta se deben reunir todos los ONG en un plan
único de intervención en La Chureca y sus barrios aledaños. Hay 13 ONG
trabajando en la zona, forman una alianza y la AECI avanza con ellos, y con la
Alcaldía de Managua, contraparte natural del proyecto.

El paisaje final que tendrá este gran proyecto todavía se desconoce. La AECI está
en proceso de formulación y no sabe todavía si habrá una planta de
procesamiento o si habrá cooperativas de explotación de la basura en lo que será
la nueva Chureca. Todavía no han concluido los diálogos con los churequeros y
con los intermediarios de las cadenas de reciclaje.

MILES DE PERSONAS DEPENDIENTES


DE MILES DE RESIDUOS DESAPROVECHADOS

Se calcula que son 3 mil las familias que viven de la venta y recolección de basura
en La Chureca. “Son cadenas laborales: uno recoge el vidrio, el otro lo limpia, el
otro lo machaca y lo recicla, y luego lo venden a su acopiador. Muchos
intermediarios ya tienen sus proveedores.

La idea es dignificar a la actual generación para que trabaje en otras condiciones y


así cambiar el futuro de las nuevas generaciones”, explica Montobbio. Y añade: “Si
el vertedero queda sellado, la imagen de la nueva Chureca sería un espacio
público y lúdico. Pero aún esta idea está muy tierna y falta estudiarla. Habrá
posiblemente una planta generadora de energía a partir de los residuos orgánicos.
Y un parque para los niños. Todavía no sabemos. Se están analizando los pros y
los contras de cada elemento del proyecto”.

La AECI pretende concluir este proyecto en cuatro años. La población meta se


inscribe en círculos concéntricos: son casi 18 mil las personas que circulan en
torno a La Chureca. Los que viven dentro, los que viven en los barrios cercanos,
los que llegan diariamente al basurero. La población de La Chureca es bastante
movible y no todas las fuentes de información registran la misma cantidad de
habitantes.

“Se prevé que en el primer semestre de este año 2008 empiecen algunas
actividades de carácter social. Aún no está definido dónde vamos a construir, pero
sí que haremos alcantarillado, alumbrado y todo lo necesario para lograr una
transformación integral y profunda en La Chureca”, me dice Elena Montobbio,
soñando ya con la metamorfosis.

El proyecto de la AECI incluye generar energía a partir del gas que producen los
residuos acumulados durante décadas en La Chureca, hasta ahora sólo
descomponiéndose, sin ninguna otra utilidad. Miguel Torres, director del proyecto
de AECI y experto en medioambiente, nos dice: “Hay una potencialidad en la
basura acumulada y en la que está llegando: generar gas metano, el que se
obtiene por la descomposición de la materia orgánica. Pero aún no conocemos
bien cuáles serían los rendimientos de ese ciclo biológico. ¿Será rentable esta
generación de energía? Hay que estudiarlo”.

Explica Torres: “No sabemos si es viable económicamente montar una planta de


producción de energía ni cuanto produciría esa planta. Depende mucho de hasta
qué punto esté degradada la materia orgánica que en La Chureca se ha ido
acumulando. Este basurero tiene décadas y mucha de la basura orgánica
depositada allí ya está totalmente mineralizada, inerte. Ya no es materia orgánica,
es tierra. Aun así, suponemos que sí hay una cantidad de energía factible. Se ha
hablado de una planta que produzca de 5 a 8 megavatios. No es mucho, pero ya
es algo, si se logra inyectar esa energía en la propia planta. Lo que es incierto es
el rendimiento del gas metano. Si la cantidad de gas metano es insuficiente,
simplemente se recoge y se quema”.

NO BASTA CON QUE VAYAN A LA ESCUELA

Desde 1992 Dos Generaciones (DG) inició un proyecto de intervención social en


La Chureca. Un proyecto muy ambicioso. Pretendía erradicar el trabajo infantil en
el basurero y lograr que niñas y niños churequeros entraran a la escuela y
permanecieran en ella. Además, pretendía mejorar las relaciones familiares.
Muchas familias tienen al frente a mujeres solas, con muchos hijos y con
compañeros eventuales que las maltratan. Muy pronto DG se dio cuenta de las
dificultades: si los niños no iban a rebuscar al basurero disminuían los ingresos
familiares y si iban a la escuela aumentaban los gastos para uniformes, lápices,
cuadernos... DG trató de trabajar con las familias buscando asegurar que no
sacaran a los niños de las escuelas y habló con los maestros para que aceptaran
a los niños aunque llegaran sucios y a veces con comportamientos difíciles hacia
sus compañeros de aula. Eran niños habituados a un trabajo muy violento y muy
competitivo: expertos en la guerra por apropiarse del mejor material reciclable.

Poco a poco DG asumió que no estaba haciendo mucho. La situación de los


niños, de sus familias y del barrio en general era mucho más compleja de lo que
habían calculado. Mario Chamorro, coordinador de DG, lo recuerda: “Nosotros
sólo estábamos poniendo un parche que detenía los defectos de esa situación,
pero para resolver el problema de los niños teníamos que resolver antes el
profundo problema de las familias y tratar de mejorar las condiciones de la
comunidad”.

Con el convencimiento de que el basurero era una fuente de trabajo indispensable


para los pobladores de Acahualinca, su recurso económico, DG se replanteó todo
su trabajo. Hoy, la propuesta de DG ha variado mucho. “Entendimos que no basta
enfocarnos en el niño y la niña trabajadores. Nos interesa su desarrollo integral.
No basta con que vayan a la escuela, hay que prevenir la violencia, hay que
atender su salud y hay que garantizar alternativas económicas para quienes
trabajan en la basura”, dice Chamorro.

EL MAYOR LOGRO EN LOS ADULTOS

DG cree que para lograr profundos cambios en los niños y niñas para que logren
asumir un trabajo digno y acepten estudiar y aspiren a superarse, tiene que haber
una intervención sostenida que los desarrolle integralmente. Uno de los obstáculos
es la “cultura juvenil” de La Chureca y sus barrios aledaños, donde los
adolescentes se emparejan muy pronto, comienzan a tener hijos frenéticamente y
abandonan la escuela. Los embarazos prematuros y las relaciones sexuales a
temprana edad son un grave problema.

Sin embargo, hay logros. Hay jóvenes de la primera camada con la que trabajó
DG que ya son profesionales. Con Dos Generaciones trabajan cinco de ellos, tres
estudiando Comunicación Social, uno estudiando Derecho y otro ya es sociólogo.
Otros jóvenes no terminaron la educación formal, pero sí recibieron capacitación
laboral y abandonaron La Chureca para entrar a otros trabajos. “El más importante
logro es que ya no quieren que sus hijos sigan trabajando en la basura. Lograron
desarrollar una conciencia de superación personal muy grande, muy destacada,
cambiaron”, subraya Chamorro.

A otro grupo importante de jóvenes, los que decidieron emparejarse y tener hijos,
les ha costado más salir adelante. Pero son poquísimos quienes trabajaron con
DG y siguen vinculados a la basura. Asegura Chamorro: “El 90 por ciento de ellos
han logrado ser microempresarios, llegaron a niveles de educación técnica,
trabajan en el comercio formal y lo más importante: crearon conciencia y
convicción para evitar que sus hijos trabajen en el negocio de la basura”.

LA PEOR HUELLA EN LOS NIÑOS

Dos Generaciones trabaja con niños y niñas que clasifican la basura en centros de
acopio, con quienes trabajan lavando botellas, vidrios y plásticos, con quienes
trabajan vendiendo la basura, y también con niñas y niños que trabajan en
siembras cercanas al lago Xolotlán -donde la gente aprovecha sus aguas para
producir hortalizas, frutas y verduras- y con niños que trabajan pescando en el
lago y con niñas que trabajan como empleadas domésticas.

Según estudios de la Facultad de Medicina de la UNAN-Managua y de la


Universidad de Suecia, hay altos niveles de mercurio y de plomo en la sangre de
los niños de La Chureca por los tóxicos que emanan del basurero y porque
consumen pescados del lago, contaminados con estos metales. Se calcula que al
menos el 30% de los 240 niños que fueron investigados padecen esta grave
contaminación. Aunque DG trabaja para sacarlos de las fuentes de contaminación,
lo más grave es que estas intoxicaciones son de por vida y no existe tratamiento
eficaz para curarse. “La urgencia ahora es evitar que sean más los que se
contaminen con estas sustancias”, dice Mario Chamorro. La AECI planea un
apoyo especial para niños y jóvenes intoxicados con plomo y también con DDT.

MARTILLANDO ALUMINIO
Y LAVANDO ENVASES PARA CHILEROS

La institución de microcrédito Fondo de Desarrollo Local (FDL) -que tiene una


cartera de más de mil millones de córdobas colocados en todo el país, con más de
73 mil clientes, 63% créditos agropecuarios y 64% clientes mujeres- también tiene
abiertas sus puertas financieras a los churequeros.

Desde su pequeño taller, descamisado y sudoroso después de tanto martillar


aluminio, José Dolores Ortega nos cuenta que tiene cuarenta años de fabricar y
vender estufas. Desde hace tres años recibe préstamos del FDL. Con el préstamo
compra el material que sale de La Chureca y que le venden por montón las
chatarreras, que también compran metales en el basurero. Este chichigalpino
vende sus estufas artesanales en el Mercado Oriental de Managua. Precios:
desde 45 hasta 300 córdobas, según el tamaño. Con 57 años encima, don José
empieza a trabajar diariamente desde las siete de la mañana hasta las seis de la
tarde, cuando el sol cae amargamente sobre La Chureca, su paisaje habitual. “Mi
familia vive en el barrio La Costa del Lago, allí hay como 400 casas. Yo trabajo
para darle de comer a mis hijos”. A veces logra fabricar hasta una docena de
estufas por día. Algo heroico. “Antes de tener préstamos sólo hacía tres o cuatro al
día, ahora puedo más”. Don José paga quincenalmente su préstamo al FDL y
confiesa no haber quedado mal nunca. El último préstamo que recibió fue de
10,500 córdobas.

Liseth del Carmen Sequeira, 29 años, habla con cierta rudeza, luce un poco
estresada y responde rápidamente a las preguntas que le hago. Nació en el barrio
Acahualinca y desde hace quince años trabaja acopiando en los alrededores de
La Chureca, donde compra envases de cristal, de aluminio, de plástico, de lo que
sea, para después venderlos para hacer chileros. Su casa parece una bóveda
oscura, un mini-almacén donde se amontonan bolsas de basura llenas de los
envases que son su material de trabajo. Liseth gana unos 2 mil córdobas a la
semana vendiendo sacos de envases a 300 córdobas el saco en el Mercado
Oriental y el Mercado de Mayoreo. Logró un préstamo de 1,500 córdobas en el
FDL. En siete meses y medio deberá pagarlo. Tiene cuatro hijos, vive con su
esposo, su mamá y sus hermanos. Todos trabajan en el peligroso Mercado
Oriental y también la ayudan a lavar los envases que Liseth compra en puestos de
los camiones recolectores de basura de la Alcaldía de Managua. “Desde hace tres
años me dan préstamos en el FDL. Invierto, voy pagando, tengo bastante
mercadería y gracias al banco la he ido aumentando”, me dice. Y continúa en su
trabajo sin levantar la vista.

EL QUE FABRICA VELADORAS,


LA QUE EVOLUCIONÓ DE LA PEPENA AL ACOPIO

Domingo de los Ángeles Díaz saca muy amablemente sus sillas de plástico para
atender a sus visitantes en su pequeño “cuchitril”. Así llama él a su casita de
aluminio y madera, que se mantiene en pie a la orilla de un enorme cauce donde
día y noche fluyen corrientes de basura. Se anima a responder cualquier pregunta
y parece disfrutar cuando habla de sus negocios con la basura, con la que ha
logrado sacar adelante a su familia. Don Domingo, 36 años, es candelero: hace
artesanalmente veladoras. Sólo desde finales de 2007 empezó a recibir préstamos
del FDL. El primero, de 5 mil córdobas. Lleva once años fabricando las velas con
que los devotos expresarán su fe en dioses y santos. Don Domingo compra sacos
de esperma en La Chureca y en las Catedrales de Managua y de Granada, a
donde llega todos los jueves y domingos de la semana. Acopia y compra también
mechas, vasos de vidrio y colorantes. Con tres o cuatro cajas en donde da forma a
la esperma y con gas keroseno, saca unas 50-70 veladoras. Vive con su esposa y
tres hijos, que van a la escuela más cercana, a unas cinco cuadras de su cuchitril,
y que son sus socios en el mismo negocio.

A pocos metros de la casa de don Domingo vive hacinada doña Johanna


Mercedes Tapia, con un racimo de siete niños. Luce desconfiada. Sus pequeños
andan sucios y semidesnudos. Ruidosos rodean a su madre, buscando afecto y
raspando la tierra con sus pies descalzos. Como la interrumpen en su tequiosa
labor, los regaña. Cae la tarde en La Chureca. Johanna recopila plástico, hierro,
aluminio, bronce, cobre, botellas y pichingas. Se las venden desde la Chureca.
Confiesa que con los préstamos del FDL empezó a evolucionar: “Ahora, en vez de
ir a rebuscar en la basura, yo la compro y luego la vendo por libras. Comencé con
1,500 córdobas de préstamo en el 2007, luego nos subieron a 3 mil y ahora me
dieron 5 mil”, cuenta agradecida. Originaria de Niquinohomo, 39 años, fue criada
en el Mercado Oriental de Managua, del cual se separó para trabajar en un mejor
lugar, La Chureca, donde conoció a su esposo.
UNA GUERRA DE POBRES CONTRA POBRES

A lo largo de todo el mes de marzo los medios de comunicación nacional se


ocuparon prioritariamente de una compleja crisis en el atormentado basurero de
La Chureca. Habitantes y trabajadores del basurero bloqueaban la entrada al
botadero de los camiones recolectores de basura de la Alcaldía de Managua,
amenazando con quemarlos si entraban. Respondían así a lo que consideraban
una injusticia: los camiones se estaban quedando con la “basura buena” (aluminio,
hierro, cobre, bronce, papel, cartón) y sólo estaban dejándole a los churequeros la
basura peor: desechos orgánicos, plásticos y vidrios, los materiales de menor
precio en el negocio del reciclaje, afectando así los ingresos de cientos de familias
que viven de la basura.

El reclamo explosivo de los churequeros inició con una silenciosa ola de quejas
nacida en el seno del barrio Acahualinca, cuando los centros de acopio de basura
“de calidad” empezaron a perder dinero, hasta terminar estallando en las narices
del edil capitalino. Los churequeros acusan a los trabajadores de la Alcaldía de
estar en complicidad con las empresas que se lucran del reciclaje de la basura y la
compran ya seleccionada. Después de los primeros quince días de la crisis, con
cerros de basura en las calles de Managua, la Alcaldía capitalina decidió limpiar
Managua e ir a depositar sus toneladas de basura a vertederos alternativos en
Nindirí y Tipitapa, lo que fue celebrado por los churequeros de estas dos ciudades,
que empezaron a acopiar más y mejor basura.

Lo más grave en esta guerra de pobres contra pobres por las mejores basuras es
que el conflicto retrase los proyectos que esperan hacer de La Chureca un mundo
aún con basura, pero más digno y habitable. Porque, como me dijo Mario
Chamorro, “trabajar en el reciclaje de basura es un trabajo digno en cualquier
parte del mundo. Lo que hace indigna a La Chureca son las condiciones de
insalubridad, de contaminación y de riesgo con que la gente trabaja aquí. Aquí se
pierde la dignidad”.

¿SERÁN SÓLO PROMESAS?

El paisaje dantesco que vi por primera vez desde el barrio Rafael Ángel Ríos
golpeó mis sentidos. Golpea a cualquiera que lo vea, a cualquiera que intercambie
palabras con quienes allí viven y trabajan.

El paisaje ya no luce tan desolador, al menos en la mesa de planes de la AECI. El


dinero español ya está aprobado y todos los organismos que aquí conocí -Dos
Generaciones, FDL, ASSEN- y tantos otros que aquí trabajan, están en camino
para resolver de una vez las tragedias sociales, laborales, sanitarias y humanas
de este rincón de Managua. El mayor desafío estará en convencer a la gente que
vive aquí de que puede cambiar. Confiar en el nuevo proyecto y apoyarse entre
ellos mismos: ése será el gran desafío. Abandonar las formas en que hasta ahora
se ganaron la vida, asumir un cambio tan drástico en su modo de vivir y de
trabajar supondrá un esfuerzo de concientización hasta lograr cambiar el
imaginario de los pobres de Acahualinca.

Algunos esperan que por fin ahora las promesas no sean sólo promesas, que ya
no se retrase más el calendario del traslado y la capacitación laboral que prometen
los ONG. Esperan que no sean ciertas las palabras de Payo, un churequero que
llega todos los domingos a recolectar pichingas: “Aquí se habla de cambios desde
hace diez años que vengo aquí, pero nunca cambia nada, nunca cumplen”. O las
de Víctor Manuel, otro joven recolector de basura: “Eso de los cambios son puros
cuentos de la cripta. Desde hace un año vienen diciendo que nos van a mover…y
nada”.

Maria Auxiliadora Martínez tiene su casa sobre enormes capas de tierra y basuras
descompuestas, en medio de un paisaje putrefacto. Las paredes de su vivienda
están peligrosamente inclinadas y su vida parece convidada al desmantelamiento.
Aunque su casa pende de un hilo por la deformidad del terreno, sus hijos juegan
entre los montículos de basura. Son su único “parque de diversiones”. Ella
también se queja de que se vienen retrasando las fechas del traslado y de la
construcción de viviendas nuevas: “Sí, vino un español a darnos una charla y nos
dijo que primero iban a construir una planta, pero lo que esperamos ahora son las
casas que nos prometieron”, dice resignada.

Verónica Hernández, cubierta la cabeza con un trapo y una gorra y enfundadas


sus manos en guantes, reúne pichingas en la tina de una vieja camioneta y se
queja rotundamente: “Ojalá sea cierto lo que se escucha ahora. Aquí nos viven
diciendo que van a cambiar las cosas, pero nosotros seguimos en las mismas
penurias”.

“DE ELLOS SERÁ LA LUNA”

Hace más de treinta años, Leonel Rugama soñaba con el cambio en este
dantesco paisaje de tantas penurias. Ya entonces el joven poeta de Estelí alistaba
sus versos sobre el dolor de Acahualinca en uno de sus más famosos poemas,
“La tierra es un satélite de la Luna”, en donde dice: Los abuelos de la gente de
Acahualinca tenían menos hambre que los padres / Los abuelos murieron de
hambre. Rugama imaginó ya entonces a esta generación de churequeros sin
horizontes, miembros de un trágico y extenso árbol genealógico de gente
hambrienta: Los padres de la gente de Acahualinca tenían menos hambre que los
hijos de la gente de allí / Los padres se murieron de hambre.

Ahora parece haber llegado por fin la hora de una nueva esperanza. Esperamos
que el dinero español se invierta en algo seguro, que se resuelva la crisis por la
basura “de calidad” y que por fin todos los comprometidos emprendan una acción
común que termine con la oscura manera de vivir en La Chureca. Entonces, los
versos de Rugama -denuncia lírica frente a una realidad desgarradora- tendrán
eco y trascendencia.

A pesar de lo siniestro del paisaje, desde cierto punto, pude ver algo
increíblemente paradójico: a la par del desconcierto de la basura acumulada,
varias garzas blancas volaban sobre una laguna que riega una siembra de
hortalizas. Viéndolas volar con su belleza en lo alto, evoqué a Rugama: Los hijos
de la gente de Acahualinca no nacen por hambre / y tienen hambre de nacer para
morirse de hambre / Bienaventurados los pobres porque de ellos será la Luna.

Una Chureca no totalmente nueva

El Proyecto de Desarrollo Integral de Barrio Acahualinca, auspiciado por la


Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid) y la
Alcaldía de Managua (Alma), es un proyecto inmenso y de beneficios enormes. La
transformación del vertedero municipal a cielo abierto en una planta de tratamiento
de desechos sólidos afecta positivamente al ambiente del barrio Acahualinca, la
ciudad capital, y la región. También están la construcción de casas dignas, una
escuela primaria, un centro de salud, y un centro comunitario cultural, cambios que
mejoran la calidad de vida de los pobladores de Villa Guadalupe y del barrio
Acahualinca.

Webmaster La Prensa02/11/2013

Christopher Hartmann

El Proyecto de Desarrollo Integral de Barrio Acahualinca, auspiciado por la


Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid) y la
Alcaldía de Managua (Alma), es un proyecto inmenso y de beneficios enormes. La
transformación del vertedero municipal a cielo abierto en una planta de tratamiento
de desechos sólidos afecta positivamente al ambiente del barrio Acahualinca, la
ciudad capital, y la región. También están la construcción de casas dignas, una
escuela primaria, un centro de salud, y un centro comunitario cultural, cambios que
mejoran la calidad de vida de los pobladores de Villa Guadalupe y del barrio
Acahualinca.

Sin embargo, este proyecto todavía no ha cambiado el aspecto económico de


barrio Acahualinca. De hecho, creo que la situación económica del barrio hoy en
día está peor que antes. En agosto realicé una encuesta aleatoria, anónima y
voluntaria en tres comunidades ubicadas al lado de la nueva planta de reciclaje,
antes conocida como vertedero municipal La Chureca. Entrevisté a 108 jefas y
jefes de hogares en Villa Guadalupe, Alemania Democrática y Alfredo Silva. Los
siguientes son algunos resultados:

1.-la mayoría de la gente cree que han mejorado las condiciones ambientales (72
%) y sociales (70 %) en su barrio, pero solo la mitad (51 %) cree que han
mejorado las condiciones económicas.
2.-el 78 por ciento de los hogares encuestados indicó que al menos un adulto
trabajaba en La Chureca (el promedio de los adultos cada hogar fue 1.6); el 74 por
ciento de los hogares indicó que la recolección de material en La Chureca era el
ingreso primario del hogar; y el promedio de años trabajando en La Chureca fue
de 12 años.

3.-el 43 por ciento de los hogares encuestados donde al menos un adulto


trabajaba en La Chureca indicó que ahora al menos un adulto trabaja en la planta
de reciclaje; el 36 por ciento de los hogares donde al menos un adulto trabajaba
en La Chureca indicó que ahora ninguno trabaja en la planta de reciclaje; el
promedio de adultos por hogar que antes trabajaba en La Chureca y ahora no
trabaja en la planta de reciclaje es 1.1 (en el barrio Alemania Democrática, un
promedio de 1.6 adultos churequeros de cada hogar no recibieron trabajo en la
planta).

4.-el 82 por ciento de los adultos que antes trabajaban en La Chureca y ahora no
trabajan en la planta están sin empleo y por consiguiente ganan menos que antes.
La planta emplea aproximadamente 500 personas de un total de 1,000 a 1,500
churequeros adultos.

5.-más de la mitad (52 por ciento) de las personas que trabajan en la planta de
reciclaje indicaron que ganan menos o igual que antes cuando churequeaban.

Los resultados de esta encuesta muestran que la condición económica de Villa


Guadalupe y barrio Acahualinca sigue siendo muy crítica. El proyecto de Aecid y la
Alma todavía no se ha convertido en un beneficio económico para todos los
churequeros, incluso para los que vivían dentro y alrededor del vertedero
municipal. Si la situación económica en estos barrios no cambia, nuevos
problemas ambientales y sociales podrían aparecer. Por ejemplo, algunos
pobladores notaron un aumento de basura en la calle dejada por los churequeros
que, como todavía no han recibido un puesto de trabajo en la nueva planta, han
sido expulsados a churequear en la calle para poder ganar el pan de cada día.
También es posible que las condiciones sociales de cada barrio se deterioren por
causa de la falta del trabajo.

El Aecid y la Alma deben tomar en cuenta la realidad que la nueva planta, tal
como está en el presente, no sirve para mejorar la situación económica de toda la
población de churequeros de Villa Guadalupe y barrio Acahualinca. Por eso, creo
firmemente que deben buscar una alternativa más inclusiva y justa para todos
quienes eran churequeros. El autor es estudiante de posgrado, Departamento
de Geografía, Ohio State University, EE. UU
La Chureca de Managua, de la inmundicia al más moderno vertedero de América Latina

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EFE ECONOMÍA

Managua 23 MAR 2014 - 15:13 CET

Ampliar fotoEn la imagen, un hombre recolecta


botellas de refrescos en el basurero municipal de la Chureca, en Managua (Nicaragua).
EFE/ArchivoEFE

El vertedero de La Chureca, situado a orillas del lago Xolotlán, o de Managua, y el mayor habitado
de Latinoamérica, pasó de ser un basurero donde las personas convivían con perros, cerdos y
vacas y trabajaban hurgando en los desperdicios, a contar ahora con una moderna planta de
reciclaje.

La Chureca, que ocupa 40 hectáreas en la periferia noroccidental de Managua, durante cuatro


décadas recibió sin control miles de toneladas de desperdicios.

Allí sus 1.500 habitantes, 300 de ellos menores, vivían escarbando día y noche entre las montañas
de basura, rebuscando restos reciclables entre los desperdicios en descomposición para sobrevivir,
de los que obtenían ingresos de entre 85 centavos de dólar y 1,85 dólares al día.

En ese lugar los niños harapientos, muchos desnutridos y raquíticos, se disputaban con aves
carroñeras, perros, cerdos y vacas las migajas de los alimentos que se arrojaban diariamente al
vertedero, un emblema de la pobreza en Nicaragua.

Hace seis años, el Gobierno español y la Alcaldía de Managua suscribieron un protocolo para
transformar La Chureca, tras una visita al terreno de la entonces vicepresidenta española, María
Teresa Fernández de la Vega.

Allí la vicepresidenta ratificó el compromiso del Ejecutivo español para mejorar las condiciones de
vida de los vecinos del barrio de Acahualinca, donde está enclavado el vertedero, y proporcionar a
los niños la educación que les permita salir de esa situación.
Hace un año, España entregó en su totalidad a la Alcaldía de Managua el sellado del vertedero,
que forma parte de un proyecto integral valorado en unos 48 millones de dólares y considerado el
programa insignia de la cooperación española en Nicaragua.

El proyecto de desarrollo integral del barrio de Acahualinca-La Chureca de Managua incluye una
moderna planta de tratamiento que procesa residuos sólidos como vidrio, plástico, papel, cartón y
metales, entre otros.

Además, se llevó a cabo la construcción de 258 viviendas a un coste de 6 millones de dólares, que
beneficia a 1.500 habitantes.

También se construyeron un centro de desarrollo infantil, un comedor, una escuela, un puesto de


salud, una estación policial, un centro comunitario y un parque.

La planta es "la más moderna que hay en América Latina" y recicla al menos 1.000 toneladas de
desperdicios diario, dijo a Efe el gerente general de la Empresa Municipal de Tratamiento Integral
de Desechos Sólidos, Mauricio Díaz.

Díaz destacó que desde que entró en funcionamiento la planta de reciclaje, además de mejorar las
condiciones ambientales de Nicaragua y disminuir la contaminación en el lago de Managua, ha
significado una oportunidad de desarrollo para los habitantes que trabajaban hurgando entre la
basura.

El proyecto beneficia a 500 personas con empleos directos y a otras 4.000 con indirectos, subrayó
el funcionario.

Esas 500 personas antes eran "churequeros", llamados localmente así por recolectar basura en
medio de la inmundicia.

En la actualidad, ese vertedero recibe de 1.200 a 1.300 toneladas de desechos de la capital


nicaragüense, de las cuales el 60 % es material orgánico, de acuerdo con datos de la Alcaldía de
Managua.

Mucha de la basura pasa al relleno sanitario, donde se entierra el material que la planta no puede
procesar.

El relleno sanitario es uno de los métodos más adecuados para tratar la basura, explicó el
funcionario municipal, quien dijo que están buscando otras alternativas una vez el terreno ya no
tenga más espacio para la acumulación de desperdicios.

Una de esas alternativas es generar energía a través de la incineración de desperdicios que la


planta no procesa, adelantó.

La técnica consistiría en la oxidación térmica de la basura para generar vapor a través del calor de
los gases, hasta que se genere energía eléctrica.

Las autoridades celebran que las 1.200 toneladas de basura que Managua produce a diario ya no
contaminan con líquidos el lago Xolotlán, ni con desechos sólidos, tampoco con dióxido de
carbono.
Ahora los desechos sólidos de Managua no son acumulados sin control en el vertedero, sino
acopiados y seleccionados para comercializar una parte de ellos.

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