Você está na página 1de 3

TEXTO. Inicio de la obra, hasta “T.

Pues para mí no era menester más que la


primera promessa”. Edición de C. Barbolani, Cátedra, pp. 117-118.

I. EL TEXTO EN LA OBRA

Este texto constituye el inicio del Diálogo de la lengua, un fragmento en el que


ya aparecen los cuatro personajes que participarán en aquél: Marcio, Valdés,
Coriolano y Torres, según este orden de aparición. Marcio se presenta a sí mismo como
un “curioso” de la lengua castellana, que habla mejor que escribe; toma la iniciativa de
comenzar el diálogo, como se observa en el texto, y se convertirá en su organizador
estructural. El menos familiarizado con la lengua es Coriolano. Torres, militar,
representa al nativo, como “nacido y criado en España”.

El autor, Juan de Valdés, participa en la conversación con su nombre verdadero,


como era normal en la tradición italiana del género. Ya en este pasaje inicial se advierte
el tono de confianza entre personas de un mismo status social, que exhiben unos
modales urbanos y decorosos. Podemos considerar el diálogo como un duelo entre
Valdés, molesto por tener que declararse en la materia, y los otros tres interlocutores,
ávidos de hacer preguntas. Por el número de intervenciones, Marcio es el principal
interlocutor en el diálogo, después de Valdés, por tanto tenemos ante todo el contraste
entre un español (Valdés) y un italiano (Marcio), quedando algo más relegados
Coriolano y Torres.

La ambientación, parca en detalles, se da en un lugar familiar a Valdés y a los


valdesianos, una finca próxima a Nápoles; se mencionan los siervos o “moços”. Hay
alusiones a los antecedentes del diálogo, en concreto a varias conversaciones en aquel
mismo paraje, “esta mañana”.

II. EL TEXTO Y EL CONTEXTO

Los intereses de Juan de Valdés no eran, como reformador y evangelizador que


fue, sólo políticos y religiosos, sino también lingüísticos, como revela esta obra. Su
status de magister en el Diálogo de la lengua está más que justificado por su formación
universitaria de carácter lingüístico en Alcalá, donde aprendió latín, griego y hebreo, y
su labor traductora; a ello hay que añadir que había aprendido rápidamente el italiano al
instalarse en Italia. Este magisterio en la obra que comentamos es coherente con la labor
de educador de Valdés, que llegó a tener verdaderos discípulos, un círculo de
valdesianos culto y selecto, que constituía el receptor fundamental de sus obras.

No hay que olvidar además, para contextualizar esta obra, que en Italia
arreciaban las polémicas sobre la questione della lingua, comprensible en un país que,
en el s. XV y como precedente de la Reforma, había visto nacer, junto con el
Humanismo (los studia humanitatis et litterarum), los estudios de filología y crítica
textual. El problema de la lengua está estrechamente vinculado al problema religioso,
debido al papel de las Escrituras en el conflicto entre Reforma y Contrarreforma.
También Valdés se entregó a la reflexión acerca de la lengua durante toda su vida,
acrecentándose quizá en Italia.

Literatura española del Renacimiento, UNED-A Coruña, J. Félix Neira Pérez 1


En lo tocante el género literario, los que se consagran en el Humanismo son la
carta y el diálogo. Será el diálogo latino el molde escogido por los humanistas italianos
para tratar los temas básicos del ambiente cultural en que vivían, y ello porque pesaba
mucho el ejemplo de Petrarca que, excitado por Cicerón, había escogido también el
diálogo para su libro más sugestivo, el De secreto conflictu curarum mearum. Con
respecto a Valdés, es esta la segunda vez que recurre al diálogo, después del De
Doctrina Christiana.

III. RESUMEN Y ESTRUCTURA

Aprovechando que se han quedado solos y, por tanto, nadie les molesta, Marcio
le propone a Valdés retomar la conversación iniciada por la mañana. Este acepta, tras
haber impuesto Marcio la condición de responder a lo que se le preguntare. Valdés
asiente, y todos quedan contentos: Marcio, promotor de la conversación; y los otros dos
participantes, Coriolano y Torres.

Aunque pueda resultar obvio señalarlo, el hecho de que cada intervención se


indique con la inicial del interlocutor constituye un rasgo típicamente dialógico, pero
ello no tenía por qué ser siempre así. Valdés sigue a Petrarca, quien había aprendido
este mecanismo de Cicerón, y este de Platón. En vez de intercalar los verbos de lengua
(dice, dixo, etc.), para evitar que su repetición fuese “prolixa y enojosa”, opta Valdés
por el sistema aprendido de Petrarca.

A pesar de su apariencia de conversación muy libre y desordenada, la obra se


organiza conforme a una dispositio previa. El texto mismo señala cuál es su estructura
interna. Tras una pequeña introducción a modo de contextualización -a la que pertenece
este pasaje-, donde se presenta el contexto histórico, los personajes y el tema sobre el
que versará el diálogo, este comienza el desarrollo de los temas: origen de la lengua
castellana y otras habladas en España, gramática, ortografía, eliminación de sílabas, etc.

No siempre un diálogo se deja estructurar fácilmente, por su misma esencia de


construcción fragmentaria. Sin embargo, en líneas generales podemos advertir tres
partes. En la primera (las seis primeras intervenciones), a modo de acotación, las
palabras de Marcio sitúan la conversación en un marco espacial y temporal. La segunda
se centra en el tira y afloja de Marcio y Valdés, en relación a una exigencia planteada
por aquél. Las tres últimas intervenciones expresan la satisfacción de Marcio, Coriolano
y Torres ante la promesa de Valdés, con lo cual queda ya presentada la situación para
entrar en materia.

IV. ESTILO

Por ser un texto dialógico, revisten interés los procedimientos de mímesis


conversacional destinados a lograr efectos de dramatismo e inmediatez escénica,
ilusión de intimidad entre los interlocutores, familiaridad y distensión propias de una
charla, y circunstancias y emotividad que la envuelven. El tono afable y amistoso con
que se tratan Marcio y Valdés, que se intercambian elogios y expresiones irónicas, nos
sitúa en un ambiente familiar. Valdés es, según Marcio, “cortés y bien criado”, y
promete ser “obediente” a las demandas de Marcio, ya que este está adornado por la
“discreción” incompatible con “cosa que no sea razonable y honesta”.

Literatura española del Renacimiento, UNED-A Coruña, J. Félix Neira Pérez 2


Finalmente, los tres interlocutores de Valdés expresan, agradecidos, su
satisfacción por acceder este a las peticiones de Marcio. En fin, en el pasaje se respira
un ambiente de cordialidad propicio para la conversación informal.

El dramatismo y la inmediatez escénica se manifiestan en algunas expresiones


deícticas y temporales como "esta mañana" y "esta tarde", que permiten ubicar los
hechos en unas coordenadas concretas. También la alusión a los criados o “moços”
contribuye a crear el ambiente más o menos íntimo, doméstico.

Cabe señalar asimismo mecanismos de acotación entrelazada, cuya función es


conectar las partes de la argumentación para dotarla de una estructura unitaria. El lector
sabe así algo que en principio ignoraba: que ya los interlocutores han conversado por la
mañana, esto es, en un espacio temporal diferente al del espacio ficticio en que se
desarrolla el diálogo. Algunas frases son las que establecen esta conexión: "comencé a
deziros" (M); "No me acuerdo de qué cosa queréis dezir" (V); "¿No os acordáis que os
dixe como... avíamos platicado... platicar?" (M); "Ya me acuerdo" (V). Sabemos que
Valdés no puede negarse a la petición de Marcio, pues el diálogo que va a comenzar
surge de un compromiso previo: por la mañana Valdés ha aprendido mucho de Marcio
("os avemos respondido a todo lo que nos avéis preguntado"), y ahora no puede negarse
a corresponderle, porque así lo exigen las normas de la cortesanía ilustrada, "siendo vos
tan cortés y tan bien criado con todo el mundo como todos dizen que sois", en palabras
de Marcio a Valdés.

La prosa de Valdés es sobria y escueta, inclinada a un ideal clasicista presidido


por la medietas, por el equilibrio y la mesura. Lengua y estilo de la obra se caracterizan
ante todo porque son sencillos, claros y directos, sin alardes retóricos, aspecto este
rechazado incluso en una intervención de Valdés: “Si no adornárades esta vuestra
demanda con tanta retórica, liberalmente me ofreciera a obedeceros”.

El principio de naturalidad, sencillez y claridad une a Valdés y a Erasmo, con el


consiguiente rechazo de cualquier retórica opaca. Pero esa “ausencia de retórica” es
también retórica, pues no faltan paralelismos, oposiciones, antítesis persuasivas, figuras
etimológicas y una preocupación por la elegancia formal. La hipérbole intensifica la
expresión, magnificando su significado, y se combina con la antítesis: “Ya me acuerdo;
no tenía cosa más olvidada”, dice Valdés. Uno de los rasgos apuntados en su estilo son
los equilibrados binomios resultantes del encarecimiento, rasgo de ornato retórico,
como se aprecia en los sintagmas “obedeceros y serviros”, “respondiéndonos y
satisfaciéndonos”, “razonable y honesta”.

La abundancia de interrogaciones y la presencia de interjecciones como “ora


sus” constituyen rasgos propios del registro coloquial. Merecen mención algunos
italianismos, comprensibles si tenemos en cuenta el ambiente italiano en que se
desarrolla la obra; así, “qualque” (it. qualche, ‘algún, alguna’) y “ora sus” (it. orsù, ‘ea
pues’). Cabe recordar que el destinatario de esta obra es un lector más italiano que
castellano.

Literatura española del Renacimiento, UNED-A Coruña, J. Félix Neira Pérez 3

Você também pode gostar