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UNIVERSIDAD CATÓLICA LUMEN GENTIUM

HISTORIA DEL PENSAMIENTO CRISTIANO I


JOSÉ MANUEL ARIAS CÓRDOVA
MAESTRÍA EN FILOSOFÍA
Los caminos de lo sagrado.
Nunca el hombre se encuentra completamente en paz, se debate entre la desesperación y la
náusea, entre la rebelión y el sometimiento, entre tentaciones de dominio prometeico y el
oscurecimiento de los valores. Experimenta una profunda ansia de trascendencia, una
necesidad no alcanzada de posterioridad, que le deja enteramente insatisfecho.
Inquietum est cor nostrum, esta es la condición que marca a fuego la existencia del hombre,
un modo de concebir que irrumpe con fuerza, especialmente en ciertas situaciones, pero que
se encuentra siempre latente en todos.
Hay quien, concreto y realista, formula a la baja los proyectos y esperanzas sobre el futuro.
La pregunta sobre la necesidad de abrirse a instancias de orden trascendente, la necesidad de
recurrir a fueras más altas, que, precisamente por localizarse más allá de la esfera humana,
garantizan la realización de proyectos del hombre.
Actualmente, el contraste parece atenuarse, ya que, junto a la actitud apasionada de quienes
apoyan o, en el punto contrario, denuncian los errores de la fe en Dios, se va imponiendo la
indiferencia creciente de los apáticos, los abúlicos, de quienes consideran que las creencias
religiosas son una dimensión insignificante a nivel teórico y sin influencia en el nivel
práctico.
La primera oposición se establece entre el alcance de la religión como liberación y su
significado esclavizante en relación con la existencia humana en su conjunto. El hombre se
presenta como una realidad radicalmente frágil, parece anhelar horizontes de salvación que,
por ser de orden trascendente, postulan un salvador divino, un amigo que le comprenda y
socorra, un Dios que le perdone y le ayude a alcanzar estas metas que solo no puede alcanzar.
No se puede negar que la razón vive motivada por un ansia incurable de comprender. La fe
es esa nueva forma de conocimiento, misteriosa y real, que abre nuevos horizontes a la
inteligencia, empujando su mirada más allá de las fronteras que se le asignan naturalmente.
La razón debe renunciar a lo que es más propio y dar un salto en el vacío, debe fiarse de
alguien sin poder establecer si lo que se le impone tiene un fundamento objetivo.
Hoy se comprende sobre el esquema de una weltanschauung cada vez más laica una
concepción en la que la referencia a Dios es progresivamente callada, cuando no
explícitamente negada. Según P. M. Buren el hombre moderno es irreparablemente secular
en sus actitudes y en su pensamiento. Vive en un mundo de inmanencia radical, un mundo
en el que los valores humanísticos más elevados, todas las verdades y significados, son
esencialmente empíricos.
El fenómeno del ateísmo constituye una de las dimensiones más significativas del vivir
contemporáneo y ha pasado de ser un fenómeno elitista a un movimiento que comprende
pueblos enteros, clases sociales y generaciones, con una notable influencia a todos los niveles
de la vida en sociedad.
El cristianismo, entendido como la religión por excelencia, se entiende como el núcleo central
de la resistencia, la encarnación residual de las fuerzas que luchan por la supervivencia de lo
que se plantea como antítesis de todo progreso y moralidad racional.
La perspectiva agnósticas es ni se, ni sabré. Para el agnosticismo, el hombre no está en
condiciones, ni nunca lo estará, de demostrar de un modo universalmente convincente que
Dios existe.
No obstante, no niega la autenticidad del problema, difiriendo en esto del ateísmo semántico,
que considera como carentes de significado los intentos de elaboración racional sobre la
cuestión teológica. Los fundamentos de la cultura moderna no son ni no-cristianos ni
anticristianos, son post-cristianos. Derivan del cristianismo pero, en ellos, el cristianismo no
sufre una muerte cruel sino una dulce eutanasia.
El hombre que no vive sumergido en un puro Vorhandensein, experimenta un ansia profunda
de trascendencia, intuye que el puro dato de hecho, aunque vaya acompañado del aplauso
general, ni es ni puede ser suficiente para apagar su sed de verdad.
Comprende que la existencia humana no se puede conducir siguiendo los parámetros de una
praxis que solo busca la eficiencia, sino que exige un camino serio de búsqueda de la verdad.
La búsqueda de la verdad no está marcada por la mirada del espectador desinteresado. El
desinterés, al menos en su acepción de indiferencia, constituye una actitud extraña para quien
se encuentra movido por la pasión por la verdad, porque, o no se busca realmente la verdad
o, si se es consciente de aquello hacia lo que se va, no es posible quedarse indiferente ante la
majestad y la belleza de la meta a la que se aspira.
La verdad alcanzada no sacia sólo al apetito de la razón, sino que también apela de modo
esencial, aunque indirecto, a todas las potencialidades del hombre. Dentro de esa totalidad es
posible distinguir una doble polaridad emergente. A un lado se encuentra el hombre en la
integridad de su ser, de su realidad corpórea dotada de interioridad. En el otro lado, a través
de una oposición que no hay que exagerar, se sitúa el conjunto poliédrico de las realidades
cósmicas.
Conocer la realidad significa, de hecho, atrapar su esencia más profunda, significa llegar a
las causas que lo hacen inteligible.
La ciencia cognitio rerum per causas conocimiento de las cosas por sus causas, conocimiento
fundamentado y riguroso que, sin embargo, puede tener diferentes grados de comprensión.
La filosofía scientia rerum per causas ultimas ciencia de las cosas en sus últimas causas, el
intento fáctico de adentrarse con humildad, y a la vez con decisión, en las capacidades de
captación humanas hasta el corazón mismo de la realidad.
La religión se puede definir inicialmente como conjunto de actitudes existenciales que el
hombre experimenta ante una o más divinidades que percibe como realidades eminentemente
sagradas.
Religioso es todo lo que hace referencia al orden de lo sagrado, de lo eminente, de lo que se
sitúa más allá, de lo que constituye el último más allá de las aspiraciones mismas del corazón
del hombre.
La filosofía de la religión no es filosofía religiosa. La primera modalidad la constituye la
disolución de la filosofía dentro de la instancia religiosa. Filosofía y religión concurren para
dar vida a una filosofía religiosa, es decir, una forma de sabiduría universal en la que el
adjetivo religioso informa completamente al sustantivo filosófico.
La filosofía de la religión no es la religión filosófica. Desde el punto de vista teórico, esta
concepción se puede definir como el intento, más o menos explícito y consciente, de negar
la existencia autónoma del dato religioso. Desde esta perspectiva, la religión se entiende
como producto derivado, manifestación subalterna de la ciencia filosófica.
El hecho religioso como dato histórico cultural. Filosofía de la religión tiene como campo de
investigación el hecho religioso entendido como dato histórico cultural. La filosofía de la
religión no se identifica ni con la elaboración racional filosófica ni con la propiamente
teológica sobre dios, sino que su atención se dirige al hombre religioso, al creyente en cuanto
sujeto de específicas experiencias.

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