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Podría interpretarse como: “…Solo vienen a robar y se van…”, lo que de fondo quiere decir el
desafortunado tweet que dedica Trump a la comunidad inmigrante salvadoreña.
Sin embargo no es difícil calcular que ello tiene el propósito de distraer la atención al problema
que imprima la segunda enmienda constitucional, y que concierne al derecho de la ciudadanía
a poseer y portar armas, a las que pueden acceder en ferias y tiendas, y que dependiendo del
estado, pueden detentar requisitos más o menos relajados: poseer 18 años para adquirir
armas largas, incluidas las versiones civiles del AR15, y 21 para armas cortas; donde no se
deniega el derecho de adquirirlas incluso a individuos como el asesino de Florida, con 17
víctimas en una secundaria: 3 docentes y demás educandos, desarmados y desprevenidos.
Este movimiento surge entonces como respuesta a los continuos delitos de éste tipo,
ejecutados por criminales con el mismo perfil: ciudadanos estadounidenses, caucásicos,
masculinos, protestantes, de relativa estabilidad financiera, republicanos, con marcadas
conductas narcisistas además de inestables emocionalmente, pero además, con tendencias
xenófobas.
Luego de la citada protesta y al recibir a los ciudadanos de la misma, Trump sugirió la más
descabellada de las soluciones: armar a los docentes, lo que además de contradecir el
propósito formativo del educador, deslinda al estado de proteger al ciudadano, derivando tal
obligación a particulares para luego distraerse con el discurso del muro.
El hecho es que en el caso particular de los salvadoreños ilegales en EU, si bien un porcentaje
menor delinque, la mayoría es productiva, paga impuestos y no delinque, por lo que su status
es el problema; pero el problema de los EU es su idiosincrasia agotada, su estima por la
violencia y su decadencia, la que no afronta y en cambio, oculta, desviando la atención o su
responsabilidad.