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Muchos retos y problemas tiene la filosofía ante el nuevo siglo: el medio ambiente, la
inteligencia artificial, la bioética, el diálogo intercultural, las formas de racionalidad, la
posmodernidad, la globalización y las siempre presentes preguntas humanas sobre la
muerte, el sentido de la existencia, la felicidad, etcétera. Ahora bien, en México existe el
reto de leer y dialogar con nuestros compatriotas y no limitarnos a la simple repetición de los
europeos y estadounidenses[1]. Bajo dicho postulado, hemos querido rescatar el
respecto. Posiblemente sea el filósofo mexicano –ya en un programa radiofónico así fue
considerado- que más ha tratado el fenómeno mítico, incluso más que y la gente del Centro
Regional de Investigaciones Multidisciplinarias de la UNAM[3]. Estamos, pues, sin duda,
frente a un pionero que ha reflexionado sobre un tema antes ignoto, y ahora de moda, al
menos, en ciertos círculos nacionales y extranjeros.
Sin más preámbulo, analicemos su pensamiento.
Desde una base hermenéutica, Cristóbal Acevedo se ha interesado por la
racionalidad del mito. Entiende que el conocimiento es interpretación y por ende un proceso
de identidad frente al mundo[4]. Los diversos modos de interpretación[5] -como el ético y el
artístico-, pueden ser considerados formas de conocimiento[6], pero no porque reduzca sus
ámbitos al mero conocer, sino porque reconoce en ellos un operar cognoscitivo (inseparable
del lenguaje[7], la comprensión[8], la intencionalidad[9] y la simbolización) oscilando entre
como interpretaciones culturales que dan cuenta de la realidad, aunque admite Acevedo
que las formas de conocimiento más consistentes –siguiendo la línea de Scheller, Apel,
Habermas y la escuela de Frankfurt- son: la mítica, la religiosa, la ética, la estética y la
científica[11]. Lo esencial al conocimiento no es la relación sujeto-objeto positivistamente
sépase: la vida del habla, el discurrir de la vida; y cuando hace tradición, adquiere el estatuto
de “mítico”[18], pero lejos de ser monolíticamente estable, está abierto a la transformación
del mito es dialogal, dinámica. En cuanto dialogal Acevedo cree que ella es opuesta a lo
escrito[21]. El dinamismo del mito no fija un solo sentido, sino más bien aparece como una
formulación de la unión entre contrarios, pero tal unión lejos de mostrar homogéneamente
contenidos (significaciones) opuestos a priori, muestra una ruptura a posteriori con la fijeza
de la univocidad [22]. Vaya, los símbolos opuestos en una sociedad, en otra no
forma de la razón que además de conjugarse con otras, también es su raíz. Tal raigambre
contiene en su estructura a las categorías del espacio y tiempo, concebidas como sagrada,
la primera, y originaria, la segunda. Mas no lo hace de la manera arbitraria de Eliade donde
se vuelven un a priori con un significado invariable. Por el contrario, espacio y tiempo son
así (sagrado y originario) debido a un nivel anterior de gestación que consiste en la dialéctica
fuerza-cosa[24]. Ciertamente que Acevedo no ahonda en las profundidades de dicha tesis;
y si esa dialéctica en alguno de sus elementos es innata o es artificial, tampoco lo aclara del
todo, aunque sugiere que a través del símbolo, tal operar tiene un nexo con el mundo de
sentido[25] pues el símbolo es un ámbito trascendental[26] cuya mecánica está en
como más lleno de fuerza, de energías, tanto de la naturaleza (sol, luna, tormenta), como
del hombre (héroes, reyes) y en una acción sui geneis condensa la disparidad de sus
manifestaciones fenomenológicas para enrarecerlas en la expresión de un discurso[28]. En
elemento estructural.
Ahora bien, en un segundo plano –y sin desvincularse del primero- para Acevedo,
los mitos son narraciones tradicionales y “una narración persigue las influencias que ejerce
una energía. La fortaleza, por ejemplo, está lo mismo en el hombre que en los animales; en
el rayo, en el agua. Y esta diversa presencia es la que queda plasmada en la narración”[33].
manera, el alma (poseedora de dicha racionalidad) expresa en los mitos sus potencias en
pugna: razón, deseo, ánimo, valor, coraje[35]. Ahora bien, tales narraciones no pueden ser
entendidas aisladamente, sino en el sistema de relatos que ellas conforman. He ahí una
manera de ver la realidad, una dimensión sapiencial que cohesiona una sociedad, le da
identidad y ad intra da cuenta del mundo[36]. Ahí, “la narración rastrea y arrastra los
secretos sagrados de los pueblos y con sus narraciones también arremete el futuro”[37]. Se
acoraza con artesanías, ritos, instituciones, comportamientos, costumbres[38]. Y
aunque los mitos unifican a los hombres y su racionalidad es universal[39], el lenguaje de
esas narraciones es local y cultural[40]. De la estructura narrativa de los mitos cabe
mencionar que no es normada (pero lo pudiera ser en alguna cultura), ni tan elaborada
como la que establece la teorización de la creación literaria –aunque en ocasiones se
pueden presentar literariamente-, mas, generalmente, es laxa, sencilla y conversacional,
abierta para ser modificada mediante el diálogo. Los mitos son productos sociales, y a sus
creaciones, no sería prudente verlas bajo la óptica de hipostizaciones, animaciones o
personificaciones como si fuesen dolosamente planeadas por los mitógrafos o narradores
a la manera de escritores haciendo cuentos. Lo que hay son categorizaciones abstraídas en
un colectivo esfuerzo interpretativo sobre el mundo que representa la realidad en haces de
fuerza antropomorfizados[41]. Que el funcionar del mito sea explicado como metáfora,
analogía, alegoría, parábola, signo o símbolo[42] es válido dado que el lenguaje tiene una
dimensión metafórica,[43], pero los mitos son producciones anómimas y colectivas que
dilucidar sobre la causa de sus contradicciones, al menos no al estilo científico porque éste
demanda demostraciones. En cambio, el mito resuelve sus paradojas0 existencialmente, es
decir, con el interés proyectado hacia la explicación y asunción de fines y en esto coincide
con la filosofía[45]. Entonces, es el hombre quien de manera unitaria debe generar una
conciencia crítica del mundo combinando sus diversos modos de conocimiento y así
interpretar sus narraciones míticas[46]:
saber analítico (científico) del mundo o de las cosas del mundo. Este saber situarse en el mundo,
como cosmovisión y como identificación del hombre, es el conocer pleno del hombre”[47].
vaya, no puede reflejar la realidad tal cual es, ni tampoco es capaz de responder a todas las
interrogantes del destino del hombre[49]. Lo que los mitos proponen, puede ser criticado
científicamente; pero lo que la racionalidad mítica hace, no puede ser sustituido por la
ciencia, ya que:
propicia la poetización e la realidad; anuda fuerzas y establece equilibrios, armoniza a cada ser
con el todo o con todos, etc [...]. El mito apunta sólo a relaciones trascendentes, las trae a la
conciencia para que se desarrollen por la ciencia, por la poesía, por la pragmática de cada quien
o de cada pueblo. Y realizando tal proceso, es el mismo mito el que vuelve a unir esas
respuestas, que son poderes para la vida y la acción. La captación mítica, precisamente como
conocimiento, es también la posibilidad de todo dinamismo humano. Que lo digan las utopías”
”[50].
vuelven poderes en los órdenes político, religioso y sapiencial. Los mitos hacen de sus
fuerzas[55] principios ordenadores. Pero para la cultura hegemónica, o bien para la exótica,
estos símbolos que no tienen mucho o igual sentido en su horizonte cultural, se vuelven
fetiches[56].
estructuras sapienciales, gesta tradiciones. Las tradiciones son el producto de una razón
aculturada que no sólo pertenece al sujeto, sino también a la comunidad; en ella se
depositan la historia, la memoria de los pueblos, el saber popular[58], y es éste último, el
su conocimiento, porque yendo más allá del mito, tomamos conciencia de que somos
hombres[64]. Eterno problema en la Historia del hombre que transversalmente atraviesa los
senderos de la Filosofía del nuevo siglo. Actualmente la pregunta por el mito, no es una
indagación obsoleta sobre el pasado, es la pregunta del hombre por el hombre, hoy.
Cobijados bajo el reto de dialogar con nuestros connacionales, respetuosamente
interpelamos a este mítico mitotero, Cristóbal Acevedo, y lo exhortamos a explayarse más
sobre las excelentes intuiciones de su teoría del mito, pues justamente en su articulación,
es donde guarda silencio. Desde y en contra del primer Wittgenstein, le diríamos, que hable
justamente de aquello que ha callado[65].
(Si se desea profundizar más en el tema del mito, recomiendo leer el artículo: Mito y política).
propia estructura (ya lograda) y no como una comparación con otros filósofos de otras
nacionalidades que han hablado sobre el mito.
[2] Específicamente a nivel universitario ha trabajado en la Universidad Iberoamericana, la
Universidad del Claustro de Sor Juana, la Universidad Anahuac, El Centro Cultural Helénico
y la Universidad La Salle.
[3] Podríamos pensar en Mauricio Beuchot como un filósofo altamente vinculado con los
estudios filosóficos del mito en México, ya que que ha asesorado a muchas personas que
estudiandicho fenómeno: Leticia Flores, Alberto Sauret y el propio Acevedo. Así pues, este
último fue asesorado por Beuchot en su posgrado y se ha apoyado en sus ideas de la
analogía para hablarnos de una crítica de la racionalidad universal desde lo particular.
[4] Cfr. ACEVEDO, Cristóbal. Mito y conocimiento. Edit. UIA. Mëxico, 1993. Pág. 129.
[5] Parece que por modos de interpretación tiene en mente a los siguientes: el mágico-
religioso, científico, jirídica, literaria, mítica, bíblica, histórica y toda cuanta interpretación
cultural surja.
[6] Cfr. ACEVEDO, Cristóbal. “Las formas de conocimiento como problema hermenéutico”
en Gaceta del Claustro de Sor Juana y el Centro Universitario de Ciencias Humanas. Año
3. Número 4. Mayo, 1990. Pág. 14.
[7] Ahora bien, para Cristóbal Acevedo el lenguaje no sólo es mediador entre las formas de
conocimiento, sino también con la realidad (en cuanto trasponedor de una cosa por otra: la
palabra) y también es de suyo constructor del hombre porque está en su intimidad, mienta
la fuerza del espíritu, a su discurrir: “La energía que es el lenguaje, es torrente discursivo” y
es además un constructor inter-subjetivo, por ende “dia-lógico” simbólico y misterioso en
su operar en la materia (Cfr. ACEVEDO, Cristóbal.”Mito y Mundo de Sentido”. Revista de
Filosofía. No. 78. Edit. UIA , septiembre-diciembre, 1993. Pág. 426, 432 y 442).
[8] Acevedo define la comprensión es la fuente del sentido, en ella se incrusta la carga
[12] Cfr. ACEVEDO, Cristóbal. Mito y conocimiento. Edit. UIA. México, 1993. Pág. 267 y
269.
[13] Ibidem. Pág. 272 y 273.
[16] Ibidem. Pág. 148. Mito está emparentado con el verbo indoeuropeo “myo” , cerrar,
ocultar, con el “mutus” latino de callar y con el verbo myeo” (iniciar). Igualmente el logos
es palabra y también su variante verbal legein implica contar, recoger, cosechar.
[17] Ibidem. Pág. 105. En Acevedo la palabra en ocasiones cobra el sentido de lenguaje y
son intercambiables ambos términos. Aún en los casos donde entiende la palabra como un
signo con su respectivo significante, también entiende que es producido por el lenguaje y
que éste es discurrir en el hombre.
[18] Ibidem. Pág. 41.
[21] No obstante hemos de objetar aquí ante el hecho de que los mitos también se
[23] Pensemos el caso de la ciencia, donde para él el mito subsiste en la visión energetista
[26] Cfr, ACEVEDO, Cristóbal. .”Mito y Mundo de Sentido”. Revista de Filosofía. No. 78. Edit.
[31] Ibid. Pág. 201. Creemos que sobre este punto también sería interesante profundizar y
no sólo enunciar.
[32] Esto lo deducimos de que si para Cristóbal un relatar, un hablar ya es producto de la
libertad, según cuenta en Mito y Conocmiento, y que si en “Mito y mundo e sentido” dice
que comprender es interpretar y la interpretación se da entre seres libres, entonces ya el
relato es producto, lo hablado ya es producto de la comprensión.
[33] Ibidem. Página 121.
[35] Cfr, ACEVEDO, Cristóbal. .”Mito y Mundo de Sentido”. Revista de Filosofía. No. 78.
UIA, mayo-agosto, 1997. Pág. 217. Claramente los mitos versan sobre el presente, el
pasado y el futuro.
[38] Ibidem. Pág. 229.
[40]Acevedo, Cristóbal. Mito y Conocimiento. . Pág. 455. esto se reitera cuando afirma que
el lenguaje vital de la forma mítica no se identifica con ella, sino que se incorpora a su
devenir. Luego, este lenguaje tiene un grado de arbitrariedad en sus construcciones, a pesar
de que en todos los hombres el lenguaje universalmente se comparta.
[41] Ibidem. Pág. 133 y ss
[43] Ibidem 238. La dimensión metafórica del mito es explicada de la siguiente manera por
Acevedo: “Esto es lo que caracteriza la metáfora radical que se redescubre en el mito. Pero,
como en el caso del sentido, la trasposición dinamicista que se decubre en el mito no se
puede identificar con otras transposiciones que la mente realiza. No se puede identificar
mito y metaforización. El mito simboliza desde el enfoque dinamicista de la visión total de la
realidad. La simbolización mítica es total, pero no es el todo de la simbolización (Ibidem.
Pág. 427-428). Más adelante aclara que toda metaforización está en todo proceso sígnico
y consiste en la sustitución de una cosa por otra (Ibidem. Pág. 456). Pero también la
dimensión metafórica es esbozo de una la dialogicidad del hombre, en el sentido de que nos
complementamos en la palabra, en el “dia-logos” y estamos comunicados ya por ella.,
metáfora es intersubjetividad, pues metáfora(y no la literaria) y símbolo son intercambiables
en cierto sentido para Acevedo. El símbolo, la dimensión metafórica es un nexo metafísico.
[44] Ibidem. Pág. 239.
[52] Cfr, ACEVEDO, Cristóbal. .”Mito y Mundo de Sentido”. Revista de Filosofía. No. 78. Edit.
enero-abril, 1994. Pág. 170, 184 y 186. En este sentido el mito es muy parecido a la ética y
a la religión. Cabe mencionar que la fe para Cristóbal, -producto de la coincidencia entre
mito y religión- más que la creencia en un Alguien, es el enraizamiento del mundo de sentido,
enraizamiento que en el crisitianismo coincide con la creencia en Dios.
[54] Ibidem. Pág. 190.
[55] Cinco niveles de fuerza hay en la naturaleza para Cristóbal: físicas, biológicas,
Cfr. Acevedo, Cristóbal. “Mito cultura y hermenéutica”. Revista de Filosofía. No. 89. UIA.
Mayo-agosto, 1997. Pág. 228.
[57] Ibidem. Pág. 231. Para Cristóbal Acevedo la cultura es palabra de la comunidad, es
tradición. Cfr. Mito, poder y cultura. Crítica de la razón particular. Tesis de doctorado. UIA.
México, 2002. Pág. 37. Ahora bien, la tesis es discutible si creemos que el estudiar un mito
libera ética y políticamente a nuestras conciencias, pues es la voluntad de liberación más
bien la que nos salva y puede quizá ser detonada por escuchar un mito en combinación con
otros factores, pero el propio mito escuchado y estudiado, no libera a nadie. Creemos que
Acevedo supone tal voluntad de liberación cuando se refiere a la salvación por el
conocimiento de los mitos.
[58] Es concebido siguiendo a Scannone como el alma crítica de la estabilidad y de la
[61] Esta idea se la debemos a las observaciones del Mtro. Enrique Aguayo respecto a la
solución para que no caiga en contradicción. Sin embargo, no se trata de salvarlo por
salvarlo, sino que él se mueve en dos planos que rara vez distingue explícitamente y que
convendría hacerlo así. Ibid. Págs. 349 y 140. Como comentario crítico hemos de expresar
que consideramos muy valioso que Acevedo recupera la discusividad o narratividad del
hombre y la vincula con el conocimiento y sus formas. No obstante, nos deja picados
(valiéndome de esta expresión coloquial) y nunca desarrolla por escrito y con más
aclaraciones los rasgos de su epistemología y de su antropología estrechamente unidas. El
hombre es un animal mítico que interpreta y relata.
[64] Ibid. Pág. 371. Pero este ir más allá del mito, es ir más allá del relato específico, para
llegar al mito como fundamento raíz y fin del conocimiento. Sin embargo, esta dimensión
profunda del hombre, llamándola mítica o no, nos muestra un aspecto que había sido poco
estudiado cuando surgió como disciplina moderna la Antropología Filosófica.
[65] Obviamente este es un recurso retórico que no pretende descalificar al propio
Wittgenstein, ya que éste valoró en realidad lo que se callaba. Sólo que no lo consideró
como posible hacerlo desde la filosofía, según la entendía en el Tractatus. Ahora bien,
tampoco con esto pretendemos descalificar a Acevedo, sino retarlo a que explicite los puntos
oscuros de su teoría, que lo son, quizá porque no ha escrito sobre ellos. Especialmente
vemos un gran valor en sus postulados, pues estos niegan la debilidad del apriorismo del
Círculo de Eranos. Su concepto de razón mítica, pues tiene que ser fundamentado con
mayor fuerza, me parece.