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Cuando acabo la Guerra del Pacifico, Chile tenía una gran influencia sobre el Perú al
extremo que el Presidente Miguel Iglesias era tildado de afín al país del sur. La crisis
económica de post guerra en el Perú fue terrible, ya no existía más las minas de salitre,
ni el guano de islas. Fue necesario aumentar los impuestos, y aquellos dirigidos a los
indígenas fueron en moneda (2 soles de plata). La aplicación de esta medida varia a
lo largo y ancho del Perú, en Huaraz el prefecto Javier Noriega añadió una
contribución adicional en mano de obra gratuita, conocida como las “republicas”.
a) Causas de la revolución campesina de 1885:
b) El detonante de la revolución:
La imposición del pago de la Contribución Personal, decretada por el Prefecto
Noriega, fue la gota que colmó la paciencia campesina. El prefecto, en su
pretensión de restablecer la Corte Superior de Justicia de Ancash, cerrada desde
fines de la guerra, no tuvo mejor idea que imponer el pago de la Contribución
Personal a los campesinos. El monto fijado era de dos soles de plata.
La gente en esos días ya no conocía las monedas. A raíz de la guerra se había
impuesto el papel moneda; pero también, éste se había desvalorizado. Se
cambiaba un sol de plata, por veinte soles en billete. Precaviendo una caída en el
precio, el Prefecto ordenó se paguen treinta soles en billete si no se conseguían
los dos soles de plata.
Imaginémonos la reacción de la población campesina, que apenas ganaba
jornales de cinco reales, y tenía que reunir treinta soles en un plazo mínimo,
Realmente la disposición de la autoridad era absurda. Los campesinos buscaron
quien les haga un memorial solicitando el retiro de la disposición. El prefecto, en
vez de buscar soluciones, se puso a buscar enemigos. A fines de febrero, hizo
encarcelar a Atusparia, líder de los alcaldes campesinos y mandó azotarlo por “el
zambo Vergara”, ayudante del Gobernador Collazos, para que denuncie al
redactor del memorial. Al saber esto, los alcaldes fueron a reclamar a la prefectura,
Noriega ordenó detenerlos y con enorme falta de tino, dispuso se les humille
cortándoles las largas trenzas, símbolo andino de su autoridad. Era el día 1 de
marzo.
Hay quienes argumentan que el mayor baldón para la revolución fue el hecho de
que se restableciera la tan repudiada contribución personal, apenas se develó el
movimiento.
No ha faltado quien me pregunte ¿por qué profesor, sigue insistiendo en que fue
una revolución cuando una revolución supone cambios profundos; mejor no sería
llamarle insurrección, asonada, o motín?
No crean que no he sopesado la situación. He vuelto a consultar todos los textos
escritos sobre el tema; el último incluso de Marcos Yauri, quien esboza la
peregrina tesis de que Atusparia y “Uchcu Pedro” no se conocieron. Y cuanto más
le doy vueltas al asunto, más me convenzo de que lo acontecido en 1855 fue una
revolución.
Una revolución supone cambios profundos. Acá se prefiere llamar ‘revolución
aprista del 32’ a la asonada de los apristas, que en realidad no ocasionó ningún
tipo de cambio. Pero si analizamos bien lo sucedido en 1885, sí estamos frente a
una revolución. Pruebas al canto.
Una verdadera revolución, produce cambios en las conciencias. Eso pasó en
Ancash. Luego de la revolución, los “mishtis” del Callejón de Huaylas, cambiaron
su actitud frente a los campesinos. Los trataban con temor, con cierto respeto. Ya
los abusos no podían ser tan flagrantes. Había la sospecha de que en cualquier
momento se podían volver a levantar. Soy testigo de que hasta antes del sismo
del 70, en Huarás existía un sordo temor a los campesinos.
El campesino ancashino fue valorado a partir de 1885. Y él también se sintió
diferente. Sabía de su fuerza, conocía del poder de su unidad y lucha. Es por ello
que no permitió que los hacendados lo humillen como antes de la revolución.