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Sobre la importancia del plagio

Claudio Lomnitz*

NEXOS, 1 octubre de 2016. Disponible en: http://www.nexos.com.mx/?p=29759

En conversaciones informales me he dado cuenta de que varios amigos piensan que el


plagio en una tesis de licenciatura carece de mayor importancia. Dicen que muchos lo
hacen. Un amigo lo comparó con hacer pipí en la ducha. Otra amiga, más filosófica, dijo
que todos nos copiamos unos a otros y que la originalidad es muy escasa. Ambos
coincidían en que el plagio en una tesis es peccata minuta, comparable quizá a comer carne
en viernes de cuaresma.

¿Cuándo importa el plagio, y por qué?

Usualmente se condena al plagio como una forma de robo. Finalmente se trata de un


escritor que se está apropiando del trabajo de otros sin reconocerlos. La condena vale, sin
duda, pero es quizá demasiado general. En nuestra sociedad todo robo es condenado, pero
no juzgamos igual a un timador de cuello blanco que al que roba pan por hambre. Incluso
en el plano jurídico se distingue la gravedad de distintas clases de robo.

Ilustración: Patricio Betteo

Los colegios y universidades mexicanos no han desarrollado aún reglas claras con respecto
del plagio, y por eso se ha tendido a redimir el problema en la opinión pública, que no
tendría en principio por qué tener criterios consistentes respecto de la importancia o
gravedad de un caso u otro.

Para comprender la relevancia de un plagio importa saber para qué se plagió. No es igual
que un escritor famoso, como Alfredo Bryce, plagie artículos para cobrar por el trabajo
ajeno, a que un estudiante de licenciatura copie párrafos de autores famosos para hacer un
trabajo que nadie sino su profesor leerá. En el primer caso, un profesional le está robando el
trabajo a otro; en el otro, un aprendiz utiliza secretamente el trabajo de los profesionales
para hacer creer que ha estudiado.

Importa reconocer que el plagio relacionado con la falsificación del proceso educativo tiene
implicaciones éticas particulares. Así, por ejemplo, el requisito de la tesis forma parte del

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proceso de certificación que acredita que un estudiante conoce una materia al grado de estar
listo para ejercerla como profesión. Como requisito, la tesis fue diseñada para hacer de
prueba de competencia profesional de un candidato ante la sociedad, por eso es presentada
en solemne examen público. En una tesis de licenciatura no necesariamente se espera que
haya una contribución original a una materia, pero sí que el estudiante se haya adentrado en
ella a profundidad. La manera más socorrida de medir si alguien conoce o no su materia no
es la originalidad, sino su capacidad de parafrasear trabajos importantes en el campo, y
traerlos a colación cuando sean pertinentes.

Por eso en un contexto educativo el problema mayor del plagio no es la falta de


originalidad del candidato, y ni siquiera el robo en sí mismo, ya que los autores plagiados
son mucho más reconocidos que el triste tesista, sino la incapacidad del estudiante de usar
palabras propias para resumir y explicar ideas. Ante todo, es la incapacidad de parafrasear
la que está en juego. El plagio estudiantil sugiere que el alumno no ha sabido asimilar los
hallazgos a que (no) hace referencia.

Pongo un ejemplo de la discusión reciente acerca de la tesis de licenciatura del presidente


Peña Nieto. El reportaje que hizo Aristegui Noticias dice que en una sección de la tesis,
dedicada a la biografía de Álvaro Obregón, 35 de 36 párrafos fueron copiados
textualmente. Ahora bien, la tesis del joven Enrique Peña Nieto no pretendía aportar
novedad alguna a la biografía del general Obregón. No era ni siquiera su tema. La sección
copiada era en realidad de antecedentes. Lo que está en juego en este caso no es la
originalidad de contenido, sino la capacidad de leer y resumir lo que se ha investigado.

En esto el caso refleja en mucho la situación promedio del sistema educativo privado y
público del país, donde desde la secundaria los alumnos se acostumbran a escribir trabajos
copiando la Enciclopedia Encarta. Tenemos una escolaridad fraguada en la cultura de la
estampita y la monografía de papelería, y que se graduó al copia y pega cibernético con
Encarta y Wikipedia; una escolaridad escrupulosamente puntillosa en observar saludos a la
bandera y días de las madres, pero negligente en la enseñanza de la comprensión en la
lectura.

La reacción de la Oficina de la Presidencia en el sentido de que no había plagio en el caso


sino una falla estilística en que el mecanógrafo olvidó poner comillas no salva este
problema. Si el 30% de una tesis son citas textuales, significa que el alumno no digirió bien
el material, con o sin citas. La costumbre del plagio en el sistema educativo importa no sólo
porque devela una juventud que está dispuesta a robar ideas ajenas, sino ante todo porque
refleja un bajo nivel de comprensión en lectura. No encuentro un mejor argumento para
llevar a fondo el impulso de reformar la educación, pública y privada.

*Claudio Lomnitz
Profesor de antropología de la Universidad de Columbia. Su libro más reciente es El
regreso del camarada Ricardo Flores Magón.

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