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Q y ensayos.
Lo que nos congrega aquí, entonces, son los libros que Foucault lanzó
alguna vez, y que siguen lanzando las editoriales después de su muerte,
cual si fuesen vampiros secos, ávidos de lectores, de todos y cada uno de
nosotros como lectores potenciales, para poder hincharse con nuestro calor
y nuestros sueños.
Michel Tournier nos muestra, a través de esta imagen, esa relación es-
trecha, íntima y casi pasional que se establece entre la letra del escritor y el
lector. Para él, el libro es inexistente en tanto no encuentre su lector; la letra
no adquiere vida sin aquellos que intentan acercarse a él, sin aquellos que
se enamoran de sus palabras, sin aquellos que lo critican o bien, por sen-
tirse tan concernidos, quisieran destrozarlo. Línea tenue que separa el amor
del odio.
Yo me inscribo (y hablo en primera persona) entre aquellos lectores o
lectoras de Foucault que entraron en esa relación íntima, estrecha y pasional
que une al lector con la letra del escritor y que convierten a aquel que escribe
en un ser cercano, próximo, que crean con él un lazo de inagotable amistad.
1 Michel Tournier, "El vuelo del vampiro", en El vuelo del vampiro: notas de lectura, México, Fondo
de Cultura Económica, 1988, p. 10.
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Parece que lo que hago es una confesión, por lo tanto confieso: a partir
de la lectura de sus textos mi acercamiento a los objetos, mi visión de la
historia, de la política, de la sexualidad, del sujeto, del poder... se vieron
atravesados por la fuerza y la precisión, por la pasión y el vigor de su pen-
samiento: Foucault me exigió hacer desplazamientos en la forma de plan-
tear los problemas, me obligó a modificarme, me exigió pensar de otro modo.
He de confesar también que más de una vez he repetido sus palabras
casi textualmente, como si fuesen propias, sin darle crédito, lo que quiere
decir que no lo cité y esto, sin duda, es un robo. Pero creo que en esa rela-
ción vampírica todo lector se convierte en ladrón de pensamientos, pero si
se acuerda con Deleuze, filósofo francés, amigo muy cercano de Foucault,
podemos decir que "robar es lo contrario de plagiar, de copiar, de imitar, o
de hacer COMO ...",2 es hacer propios los pensamientos ajenos. Si todos so-
mos un sueño soñado en sueño ajeno, es un acto de libertad elegir quién
será aquel que nos esté soñando.
Robar pensamientos, para Deleuze, no es más que apropiarse de un
pensamiento ajeno, logrando la indistinción; es recibir a esos alados seres
de papel, esos vampiros secos, con placer, sin quejarse nunca de que somos
víctimas de ellos, sino, por el contrario, mostrarnos agradecidos de que el
azar (¿qué otra cosa?) permitiera su llegada hasta nosotros, al tiempo que
como lectores nos convertimos también en vampiros ávidos ele la letra del
escritor, como si su letra fuese la sangre que necesitamos para seguir en el
mundo de los vivos.
Yo estoy aquí, más que para repetir lo que Foucault dijo en este o aquel
texto, para contarles lo que me dijo a mí, lo que me obligó a pensar, lo que
fabulé con su obra, el cúmulo de ficciones que inventé alrededor de lo leído,
el despertar de un nuevo tipo de imaginación, lo que me obligó a pregun-
tarme sobre el mundo y sobre mí misma, y todo lo que aún me exige que me
pregunte... Les relataré lo que me hizo pensar e imaginar sin dejar, ni por
un instante, de repetirlo.
Quisiera, al comenzar a hablar sobre Foucault, repetir las palabras con
las que Georges Canguilhem abrió, en 1988, el coloquio que reunió a inte-
lectuales de diferentes latitudes para replantear y revalorar la obra de Michel
Foucault, a cuatro años de su muerte:
Al igual que todos los filósofos que dejan tras sí una obra inconclusa, viuda
de su autor, Michel Foucault se ha convertido en objeto de examen, de com-
paración, de suspicacia incluso. También lo era su vida. Pero sus respuestas
mordaces a objeciones a menudo rutinarias, no sólo constituían una defensa,
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sino también, las más de las veces, la iluminación fulminante de sus incursio-
nes en el inconsciente de los conocimientos, de sus preguntas y respuestas.3
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El hombre es una invención cuya fecha reciente muestra con toda facilidad la
arqueología de nuestro pensamiento. Y quizá también su próximo fin. Si es-
tas disposiciones desaparecieran tal como aparecieron [...] entonces podría
apostarse a que el hombre se borraría, como en los límites del mar un rostro
en la arena.6
6 Michel Foucault, Las palabras y las cosas, México, Siglo XXI, 1968, p. 375.
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Michel Foucault, "El sujeto y el poder", en H. Dreyfus y P. Rabinow, Michel Foucault: más allá del
estructuralismo y la hermenéutica, México, UNAM, 1988.
8 Michel Foucault, Dit el écrits, 3 ts., nrf, París, Gallimard, 1994. La editorial Paidós realizó una
selección y traducción de este material en tres volúmenes: Michel Foucault, Obras esenciales. Volumen 1,
"Entre filosofía y literatura"; volumen 2, "Estrategias de poder"; y volumen 3, "Estética, ética y herme-
néutica".
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"El lenguaje al infinito", texto publicado por la revista Tel Quel en 1963, se
inicia con la siguiente frase:
Escribir para no morir, como decía Blanchot, o tal vez incluso hablar para no
morir, es una tarea tan vieja sin duda como el habla. Las más mortales de las
decisiones, inevitablemente, permanecen todavía en suspenso el tiempo de
un relato. El discurso [...j tiene el poder de retener la flecha, ya lanzada, en un
retraimiento del tiempo que es su espacio propio.`'
9 Michel Foucault, "El lenguaje al infinito", en De lenguaje y literatura, Barcelona, Paidós ¡CE.!
UAB (Pensamiento contemporáneo, 42), 1996, p. 143.
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instante (el tiempo que dura un relato), ya que mientras se habla y se escri-
be se le impedirá a la parca imponer su silencio. Hablar con más fuerza y
con la voz más alta para tapar el silencio, para llenar la nada; escribir, aba-
rrotar de grafos las páginas en blanco para alargar el tiempo en que la muerte
logrará su cumplimiento.
Pero en este juego desmedido de hablar y hablar, de escribir y escribir
para retener la flecha disparada, para dejar marca, grafía sobre "la pared
negra de la muerte" que se presenta como límite sin frontera a traspasar, se
produce un hecho singular: el lenguaje se repite a sí mismo, genera su pro-
pia imagen, se convierte en espejo que refleja su propio reflejo.
Repetición doble ya que, por un lado, la escritura no repite la cosa que
representa sino el habla, la voz, el sonido, es decir, repite la palabra hablada,
se hace doble de la voz; y, por el otro, repetición de lo ya dicho, una y otra y
otra vez porque hay que llenar de voces y grafos el vacío, la nada, es la
lucha contra la muerte. En esta duplicación y reduplicación incesante surge
el juego infinito de espejos, la repetición desenfrenada, el relato del relato,
la figura del doble y del doble del doble, para transformarse el lenguaje en
el continuo fluir de un murmullo.
El murmullo del lenguaje está hecho de repetición de repeticiones, de
relato de relatos, de doble de dobles, de juegos espectrales, de figuras
de implicación y autoimplicación, tal como lo muestra Las mil y una noches,
en que Scherezada vuelve a recomenzar su narración en la noche mil uno, y
el cuento de esta noche que sobra es espejo de las mil noches pasadas: ella,
Scherezada, relató mil cuentos, durante mil noches, para detener el cumpli-
miento de su muerte que se mantiene a la espera el tiempo que dure su
relato: si su relato se detiene, la muerte caerá sobre ella inexorablemente. En
esta noche de más el proceso se reinicia, se abre un espacio sin detención ni
parada, se constituye en murmullo que se mantiene al infinito, sin final. Ese
tiempo retenido se transforma en el espacio mismo del lenguaje.
Como el cuento de Borges, que Foucault también cita en este texto, "El
milagro secreto",10 historia de un condenado a muerte quien solicita a dios,
"quienquiera que sea", le regale un año de vida para terminar su obra, año
que transcurre en el lapsus que las balas salidas de las carabinas con que lo
apuntan los soldados recorren el trayecto hasta su pecho, en el tiempo de la
difuminación del humo del último cigarro, del deslizamiento por su mejilla
de una gota de lluvia. En esas milésimas de segundo el año transcurre inexo-
rablemente, y en ese tiempo el escritor termina su obra en un lenguaje silen-
cioso que inscribe en su memoria y repite, en ese tiempo que detiene la
muerte, todo lo escrito.
70 J. L. Borges, "El milagro secreto", en Ficciones. Obras completas, op. cit., pp. 508-513.
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2) LA EXPERIENCIA LÍMITE
" J. L. Borges, "La biblioteca de Babel", en Ficciones, op. cit., pp. 465-471.
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3) LA FICCIÓN
Me he dado cuenta que no he escrito más que ficciones. No quiero, sin embar-
go, decir que esté fuera de la verdad. Me parece que existe la posibilidad de
hacer funcionar la ficción en la verdad; de inducir efectos de verdad con un
discurso de ficción, y hacer de tal suerte que el discurso de verdad suscite,
"fabrique" algo que no existe todavía, es decir "ficcione".12
12 Michel Foucault, "Las relaciones de poder penetran en los cuerpos", en Microfísica del poder,
Madrid, La Piqueta, 1980, p. 162.
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