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PRÁCTICAS PROFESIONALES
SUPERVISADAS
CONTEXTO CLÍNICO
La profesión del psicólogo en la Argentina ha ido evolucionando desde finales del siglo XIX
hasta hoy en día. La disciplina consolidada y con respaldo de ley que hoy conocemos dista
mucho de lo que fue en sus comienzos. La psicología tuvo que atravesar por períodos de vacío
legal, de persecución ideológica, de no reconocimiento de las facultades de los profesionales;
restricciones que fueron incrementadas por los gobiernos de facto.
Con el retorno de la democracia en el país, se sancionan las leyes actuales que rigen el pleno
ejercicio profesional del psicólogo, se reconoce la existencia de diferentes campos de la práctica
profesional, y las instituciones gremiales pasan a regular el control deontológico de la profesión.
Desde los años 80 hasta la actualidad, el foco legal se fue desplazando. Ya legalizado el
ejercicio del psicólogo, las leyes comenzaron a orientarse hacia la formación académica en las
universidades y, posteriormente, a la protección de los derechos de las personas con sufrimiento
mental.
Su historia en Argentina comienza a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, período
de una “Psicología sin Psicólogos” (Vezzetti,1998), ya que la disciplina formaba parte de otras
prácticas.
El año 1954 marca un hito en la historia de la Psicología, dando lugar al Primer Congreso
Argentino de Psicología organizado por la Universidad Nacional de Tucumán. En este congreso
se declara la necesidad de crear “la carrera universitaria del psicólogo profesional”
(Anónimo,1954; citado por Dafgal, 1997).
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En los años siguientes se fueron abriendo las facultades en distintas provincias del país. En
1958 se abre en la Universidad Nacional de Córdoba, la carrera de Psicología dentro de la
Facultad de Filosofía y Humanidades, y queda allí establecido el primer plan de estudio.
Además, la primacía del psicoanálisis se debió a que los profesionales que daban clases de
psicología eran médicos psicoanalistas muy prestigiosos que venían del exterior. El doctor
Mocchiutti en una entrevista nos ejemplifica lo que sucedía en la época: “… yo, por ejemplo,
psicología social lo hice con un norteamericano, de una Universidad norteamericana porque no
había psicólogos sociales”…. “la parte del área clínica, psicoanálisis, lo hicimos con los
autores… por ejemplo, yo fui alumno de Bleger… Pichón Riviére… porque eran ellos los que
sabían, entonces venían de Buenos Aires acá (Córdoba)…” (Mocchiutti, 2014)
Insertarse en la sociedad profesional era tarea difícil ya que en esa época no existían leyes que
reglamentaran el ejercicio de la práctica profesional y debían salir al mercado de trabajo a
competir con profesionales ya consolidados de otras disciplinas como los médicos psicoanalistas,
con habilitación legal y mayor legitimidad social. Además en esa época “se tendía a descalificar a
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la psicología caracterizándola como una ciencia social blanda, relacionada con la política de
izquierda” (González Aguirre, 2012).
Todo esto derivó en la elaboración de leyes nacionales que restringían la práctica profesional
del psicólogo.
Frente a la realidad social y política, las restricciones académicas y el vacío legal, los
psicólogos comenzaron a unirse para luchar por sus derechos y crearon en el año 1971 la
Confederación de Psicólogos de la República Argentina (COPRA), que tenía como objetivo
cubrir la falta de legislación que protegía a los psicólogos. Esta entidad sentó las bases para la
creación del Colegio de Psicólogos. El gobierno de facto limitó su accionar, sin embargo, a nivel
nacional se crea en 1977 la Federación de Psicólogos de la República Argentina (FEPRA) que lo
sustituye y que existe hasta la fecha.
Con el retorno de la democracia en la década del ochenta, se reabrieron los ingresos en las
facultades y se aprueba la modificación del plan de estudios en la carrera de Psicología, en la
Universidad Nacional de Córdoba. Este, el cuarto plan de estudio, eliminó a la filosofía de la
currícula.
inmersos, y comenzaron a centrarse en lo universal, ya que nadie podía ser perseguido por
enseñar algo totalmente neutro a la política local (Galende, 2005).
De a poco, las carreras de Psicología pasaron a tener importancia dentro de las universidades
y consiguieron autonomía (Toro y Villegas, 2001). A este período se lo llama “período de la
plena institucionalización” y se legaliza el ejercicio profesional en todo el territorio nacional
(Klappenbach, 1996).
En esta época se sancionan las leyes, reglamentaciones y disposiciones actuales que rigen el
pleno ejercicio profesional del psicólogo; las instituciones gremiales pasan a desempeñar el rol de
reguladoras de las prácticas y de control deontológico de la profesión; y se constituye una
tradición académica en torno a la enseñanza y a la investigación en psicología (Klappenbach,
2006).
Una de las leyes sancionadas en los años ochenta fue la Ley Provincial N° 7106
“Disposiciones para el ejercicio de Psicología en la Provincia de Córdoba” (1984). Es a partir de
esta ley que se definen las áreas clínica, jurídica, laboral y social, y que agrega con posterioridad
el área sanitaria (1989).
Si bien la ley describe detalladamente las funciones que debe desempeñar el psicólogo en
cada una de las áreas, en ese entonces, todavía seguían vigentes las resoluciones sobre
incumbencias de título dictadas en 1980, que prohibían el ejercicio de la profesión en el ámbito
clínico. En 1985 a pedido de FePRA, representantes de las universidades nacionales y privadas
donde se dictaba la carrera de psicología, junto con representantes de la mencionada Federación
de psicólogos, elaboraron el proyecto de Resolución 2447/85 que fue aprobado por el Ministerio
de la Nación.
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Entre las características principales de la resolución hay que destacar, en primer lugar, que
surgió a partir de una amplia participación de la comunidad psicológica nacional. En segundo
lugar, se contemplaron tanto las capacidades científicas como aquellas relacionadas con los
distintos campos del ejercicio profesional (el clínico, el educacional, el jurídico, el laboral y el
socio-comunitario). Y por último, se reconoció la incumbencia del psicólogo en la psicoterapia.
Es por todo lo mencionado anteriormente que la Resolución 2447 significó un giro fundamental
respecto a las dos resoluciones anteriores sobre incumbencias (Klappenbach, 2000).
La legalización del ejercicio del psicólogo en el área clínica sentó las bases para detallar las
funciones específicas que se esperan del profesional en dicha área.
La mencionada ley N° 7106 establece que la esfera de acción del psicólogo clínico “se halla
en Hospitales Generales, Psiquiátricos, Neuropsiquiátricos, Centros de Salud Mental, Clínicas e
Instituciones Privadas de la misma índole y en práctica privada de la profesión”.
Las funciones que desarrolla un psicólogo clínico son tan amplias y abarcativas que no debían
limitarse sólo a hospitales o instituciones monovalentes. Es por ello que diez años después, en
1995, se presenta una modificación de la ley en donde se amplía su esfera de trabajo incluyendo
aquellos espacios en los que se desarrollen acciones de Promoción, Prevención, Asistencia y
Rehabilitación de la Salud.
De esta manera el rol del psicólogo clínico queda enmarcado dentro del quehacer en las
normas establecidas en el Código de Ética. El consentimiento informado y el secreto profesional
son las principales normas que rigen el área clínica. Su no cumplimiento puede traer como
consecuencia sanciones que van desde un apercibimiento, multa económica hasta la
inhabilitación de la matrícula.
La total habilitación del psicólogo para poder desempeñar su función en las diversas áreas no
era el único tema a tratar legalmente. En la década del 90 se sanciona otra ley que, a diferencia de
las leyes sancionadas en los 80 (encargadas de regular el ejercicio profesional), centra su atención
en la regulación de la carrera y del título del psicólogo.
El artículo 43 de la ley regula el título del psicólogo. En él queda asentado que “cuando se
trate de títulos correspondientes a profesiones reguladas por el Estado, cuyo ejercicio pudiera
comprometer el interés público poniendo en riesgo de modo directo la salud, la seguridad, los
derechos, los bienes o la formación de los habitantes, se requerirá que se respeten los siguientes
requisitos: a) Los planes de estudio deberán tener en cuenta los contenidos curriculares
básicos(…) : b) Las carreras respectivas deberán ser acreditadas periódicamente por la Comisión
Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria o por entidades privadas constituidas con
ese fin debidamente reconocidas (…)”.
Este artículo explica que hay ciertas carreras que tienen que estar reguladas por el Estado
porque se relacionan de manera directa con la sociedad y afectan a la formación humana. De esta
manera, la Ley nos obliga a actuar como psicólogos ante cualquier situación donde nuestro rol
sea fuente de ayuda, sosteniéndonos en el conocimiento y responsabilizándonos con lo humano,
tendiendo puentes simbólicos y haciendo de continente en situaciones de crisis.
Educación. y que tiene por funciones: a) Coordinar y llevar adelante la evaluación externa, b)
Acreditar las carreras de grado a que se refiere el artículo 43, así como las carreras de posgrado
(…)”.
En lo que refiere a nuestra carrera, en el año 2011 CONEAU modificó el plan de estudio
2006 que comenzó a implementarse en el 2013.
Esto fue necesario ya que, tal como plantea el artículo 43 de “Ley de Educación Superior”,
esta profesión que está en constante contacto con la sociedad en general y con el individuo y su
condición en lo particular, requiere de constantes actualizaciones que nos acerquen como futuros
profesionales de la Salud Mental a las más novedosas teorías y prácticas de todos los ámbitos en
los que un psicólogo puede desempeñarse.
A modo general, el principal cambio fue la incorporación no solo de materias que siguen
corrientes diferentes al psicoanálisis como la Teoría Sistémica, Teoría Cognitiva y Neurociencia
aplicada; sino también de materias formadoras en las distintas áreas donde el psicólogo puede
desempeñar su función tales como jurídica, laboral y social.
En las siguientes décadas, comienzan a surgir leyes provinciales que apuntan a la protección
de los derechos de las personas con sufrimiento mental. Se empieza a utilizar el término
sufrimiento o padecimiento mental en lugar de enfermedad o trastorno y se reglamenta el
régimen de internaciones y su consideración como recurso excepcional.
Las normas provinciales sirvieron de antecedente para que en el año 2010, el Senado y la
Cámara de Diputados de la Nación, sancionen la Ley Nacional de Salud Mental 26.657. Esta ley
busca que todas las normas provinciales anteriormente sancionadas, que difieren unas de otras en
diversos puntos específicos, se ajusten a ella para así sentar las bases para un Sistema de Salud
Mental articulado, que posibilite una atención igualitaria a todo ciudadano argentino (García,
2008).
La ley tiene como principal objetivo “asegurar el derecho a la protección de la salud mental
de todas las personas, y el pleno goce de los derechos humanos de aquellas con padecimiento
mental que se encuentran en el Territorio Nacional”.
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Esta ley modifica el paradigma que entiende a la persona con padecimiento mental como
objeto que recibe asistencia y tratamiento, para considerarlo sujeto de derechos. En el artículo 7°
se enumeran todos los derechos que el Estado reconoce a las personas con padecimiento mental.
Otra novedad que introduce la ley es la consideración de la salud mental como campo
interdisciplinario en donde “se incluyen las áreas de psicología, psiquiatría, trabajo social,
enfermería, terapia ocupacional y otras disciplinas o campos pertinentes”.
Conclusiones
A lo largo de muchos años los psicólogos han luchado para alcanzar los derechos que les
corresponden para su accionar profesional: han logrado la plena autonomía profesional, han
alcanzado el reconocimiento en los diferentes campos del ejercicio profesional, clínico,
educacional, laboral, institucional y forense; y han alcanzado el reconocimiento de la práctica de
la psicoterapia, a cargo del psicólogo en el área clínica. (FEPRA, 1985).
Todo esto fue posible gracias a la creación de las instituciones gremiales en donde los
psicólogos elevaron la voz para hacer valer sus derechos y para ser tenidos en cuenta en los
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diversos ámbitos en donde pueden desempeñar su función. A su vez, han ampliado el foco de su
intervención, desplazándola de la mirada individual a una mirada más compleja.
Sin embargo creo que queda mucho por alcanzar. La psicología sigue en posición de
desventaja respecto a otras disciplinas como la medicina en general o la psiquiatría en particular.
Si bien la opinión del psicólogo es tenida en cuenta, en general, es la palabra del médico
psiquiatra la que tiene mayor importancia a la hora de elaborar un informe o tomar decisiones.
Es por ello que no puedo evitar pensar que las diversas intervenciones de CONEAU en la
carrera de psicología resultan de vital importancia ya que las sociedades y los individuos se
encuentran en constante cambio y evolución, por lo que las demandas cambian y esto nos lleva a
que como profesionales debamos estar permanente actualizados y con la mente lo más abierta
posible a nuevas teorías y prácticas que nos permitan responder de manera satisfactoria a lo que
tanto sociedad como individuos nos demandan.
estos conocimientos en campo y una capacidad crítica para saber cómo procesar las relaciones
con otros campos disciplinarios en los lugares de trabajo.
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Bibliografía
Duarte, A. (1992). “La fundación”, en Gaceta Psicológica, N.º 93. FEPRA, (1985). “Leyes del
Ejercicio Profesional de la Psicología en Argentina”, en Revista N.º 3 “Espacios y Propuestas”,
Julio-agosto.
Ley N° 26.657. Ley Nacional de Salud Mental. Buenos Aires. 25 de Noviembre de 2010.
Ríos, J. y Talak, A. M. (1999). “La articulación entre el saber académico y diversas prácticas de
la Psicología, en la Sociedad de Psicología de Buenos Aires entre 1908 y 1913” en VI Anuario de
Investigaciones, Facultad de Psicología. Universidad de Buenos Aires.