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PRÁCTICAS PROFESIONALES
SUPERVISADAS

CONTEXTO CLÍNICO

“La historia de la Psicología en Argentina”

EQUIPO DE CÁTEDRA DE PPS:

 Profesora Titular: Dra. Griselda Cardozo


 Profesora Adjunta: Esp. Ana Silvia Gonzalez
 Docente Supervisor del Contexto Clínico: Lic. Soledad Graglia

ALUMNO: Ulla, Carolina María


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La historia de la Psicología en Argentina

La profesión del psicólogo en la Argentina ha ido evolucionando desde finales del siglo XIX
hasta hoy en día. La disciplina consolidada y con respaldo de ley que hoy conocemos dista
mucho de lo que fue en sus comienzos. La psicología tuvo que atravesar por períodos de vacío
legal, de persecución ideológica, de no reconocimiento de las facultades de los profesionales;
restricciones que fueron incrementadas por los gobiernos de facto.

Con el retorno de la democracia en el país, se sancionan las leyes actuales que rigen el pleno
ejercicio profesional del psicólogo, se reconoce la existencia de diferentes campos de la práctica
profesional, y las instituciones gremiales pasan a regular el control deontológico de la profesión.

Desde los años 80 hasta la actualidad, el foco legal se fue desplazando. Ya legalizado el
ejercicio del psicólogo, las leyes comenzaron a orientarse hacia la formación académica en las
universidades y, posteriormente, a la protección de los derechos de las personas con sufrimiento
mental.

Su historia en Argentina comienza a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, período
de una “Psicología sin Psicólogos” (Vezzetti,1998), ya que la disciplina formaba parte de otras
prácticas.

En 1908 se crea la Sociedad de Psicología de Buenos Aires, la primera de América Latina,


que reunió a todos aquellos que publicaban trabajos sobre la disciplina. Si bien en un principio, la
Psicología carecía de autonomía, los profesores que participaban de la Sociedad propugnaban su
desarrollo independiente y para lograrlo comenzaron a producir saberes psicológicos científicos
que se aplicaban en campos profesionales ya conformados, como la clínica médica, la
criminología y la educación (Ríos y Talak, 1999).

El año 1954 marca un hito en la historia de la Psicología, dando lugar al Primer Congreso
Argentino de Psicología organizado por la Universidad Nacional de Tucumán. En este congreso
se declara la necesidad de crear “la carrera universitaria del psicólogo profesional”
(Anónimo,1954; citado por Dafgal, 1997).
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En los años siguientes se fueron abriendo las facultades en distintas provincias del país. En
1958 se abre en la Universidad Nacional de Córdoba, la carrera de Psicología dentro de la
Facultad de Filosofía y Humanidades, y queda allí establecido el primer plan de estudio.

El plan tenía un enfoque completamente humanista, en donde se combinaban elementos de la


medicina y de la filosofía. La clínica, se impuso como la elección privilegiada de los alumnos y la
fuerte impronta psicoanalista de la época generó una ardua competencia con los psiquiatras en la
comprensión y tratamiento de la enfermedad mental (Talak, 2000). La hegemonía del
psicoanálisis sobre otras corrientes se debió al hecho de que fue lo primero que apuntaló la
psicología en América.

Además, la primacía del psicoanálisis se debió a que los profesionales que daban clases de
psicología eran médicos psicoanalistas muy prestigiosos que venían del exterior. El doctor
Mocchiutti en una entrevista nos ejemplifica lo que sucedía en la época: “… yo, por ejemplo,
psicología social lo hice con un norteamericano, de una Universidad norteamericana porque no
había psicólogos sociales”…. “la parte del área clínica, psicoanálisis, lo hicimos con los
autores… por ejemplo, yo fui alumno de Bleger… Pichón Riviére… porque eran ellos los que
sabían, entonces venían de Buenos Aires acá (Córdoba)…” (Mocchiutti, 2014)

Ya a principios de la década del sesenta surgen los primeros profesionales de la Psicología.


Como pioneros en la disciplina debían aprender lo que era ser psicólogo y, por otro lado, debían
insertarse en espacios e instituciones que consideraban óptimos para desarrollar su práctica aún
sin tener delineadas sus áreas disciplinares ni su campo profesional.

De a poco, fueron construyendo su rol profesional en diversas instituciones en donde se


fueron incorporando y la existente vinculación entre la psicología y la medicina sentó las bases
necesarias para la inserción del psicoanálisis en los hospitales. Su incorporación en el ámbito
hospitalario acrecentó el desarrollo de la psicología social.

Insertarse en la sociedad profesional era tarea difícil ya que en esa época no existían leyes que
reglamentaran el ejercicio de la práctica profesional y debían salir al mercado de trabajo a
competir con profesionales ya consolidados de otras disciplinas como los médicos psicoanalistas,
con habilitación legal y mayor legitimidad social. Además en esa época “se tendía a descalificar a
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la psicología caracterizándola como una ciencia social blanda, relacionada con la política de
izquierda” (González Aguirre, 2012).

Si bien la profesión estaba en vías de consolidación, la crisis social, económica y política y


los sucesivos golpes de estado, incidieron de manera directa y negativa en el desarrollo de la
Piscología y sus primeros pasos fueron interrumpidos. En la “Noche de los bastones largos” del
año 1966, el gobierno de facto hizo desaparecer a docentes e investigadores.

La persecución ideológica se dirigió en particular a los intelectuales de la disciplina que


resultaban amenazantes porque aparecían como estimuladores de reflexión y promotores del
cambio social. Los profesionales fueron perseguidos y censurados y la carrera de Psicología en la
Universidad Nacional de Córdoba cerró su ingreso, mientras que en otras universidades
directamente cerraron la carrera (De Georgi, 2013).

Los psicólogos habían comenzado a insertarse en el ámbito hospitalario, y su participación


comenzaba a generar conflictos de competencia con los médicos, sin embargo, como
consecuencia de los gobiernos de facto, el psicoanálisis fue retirado de los hospitales, y la
psicología clínica desde esa corriente nunca volvió a insertarse en el ámbito hospitalario.

Todo esto derivó en la elaboración de leyes nacionales que restringían la práctica profesional
del psicólogo.

En 1967 se sanciona la Ley Nacional 17.132 que además de regular el ejercicio de la


Medicina, Odontología y otras actividades de colaboración, prohibía a los psicólogos el ejercicio
de la psicoterapia, el psicoanálisis, la clínica y la prescripción de drogas psicotrópicas. Por
último, lo colocaba como auxiliar del médico. Con esta ley, se los denominaba psicólogos y
simultáneamente se les restringía su actividad profesional (Duarte, 1992).

En la entrevista anteriormente mencionada realizada en 2014 al doctor Juan Mocchiutti, éste


explica que cualquier decisión tomada por un psicólogo en el ámbito clínico tenía que tener el
aval y la firma de un médico, sin importar si éste último se especializaba en áreas que nada tenían
que ver con la clínica, como por ejemplo ginecología.
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Frente a la realidad social y política, las restricciones académicas y el vacío legal, los
psicólogos comenzaron a unirse para luchar por sus derechos y crearon en el año 1971 la
Confederación de Psicólogos de la República Argentina (COPRA), que tenía como objetivo
cubrir la falta de legislación que protegía a los psicólogos. Esta entidad sentó las bases para la
creación del Colegio de Psicólogos. El gobierno de facto limitó su accionar, sin embargo, a nivel
nacional se crea en 1977 la Federación de Psicólogos de la República Argentina (FEPRA) que lo
sustituye y que existe hasta la fecha.

En 1980, el Ministerio de Cultura y Educación dicta la Resolución 1560/80 de Incumbencias


de Psicólogos y Licenciados en Psicología. En dicha resolución quedaba asentado que a los
psicólogos les incumbía la obtención de test psicológicos y la colaboración en tareas de
investigación psicológica. Además, resaltaba la tarea de auxiliar de la medicina y continuaba
restringiendo la práctica del psicólogo en el psicoanálisis, la psicoterapia, la clínica y la
prescripción de drogas psicotrópicas. Las incumbencias del psicólogo venían a definirse por sus
restricciones o prohibiciones en relación a actividades consideradas de incumbencia médica.

Un mes después, el Consejo de Rectores de Universidades Nacionales dictaminó la


Resolución 2350/80 con el objetivo de corregir la resolución anterior. Se logró la habilitación de
los psicólogos en las áreas educacional, jurídica, y laboral; sin embargo, se mantuvo la
prohibición del ejercicio en el ámbito clínico. En esta resolución se reconocía que el psicólogo no
era auxiliar de ninguna otra disciplina, sino un profesional independiente, autónomo, diferente al
médico. A diferencia de la primera resolución, se les reconocía la existencia de “métodos y
técnicas propios de esta disciplina” (Klappenbach, 2006).

Con el retorno de la democracia en la década del ochenta, se reabrieron los ingresos en las
facultades y se aprueba la modificación del plan de estudios en la carrera de Psicología, en la
Universidad Nacional de Córdoba. Este, el cuarto plan de estudio, eliminó a la filosofía de la
currícula.

Como fenómeno post dictadura, la currícula de las facultades de psicología comenzaron a


reducirse a lo que se enseñaba en Londres o París. En ese entonces, los gobiernos de facto se
sentían amenazados por el accionar de los psicólogos cuyos objetivos eran promover la reflexión
y el cambio social. Se eliminó el debate crítico, se desentendieron del contexto en el que estaban
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inmersos, y comenzaron a centrarse en lo universal, ya que nadie podía ser perseguido por
enseñar algo totalmente neutro a la política local (Galende, 2005).

De a poco, las carreras de Psicología pasaron a tener importancia dentro de las universidades
y consiguieron autonomía (Toro y Villegas, 2001). A este período se lo llama “período de la
plena institucionalización” y se legaliza el ejercicio profesional en todo el territorio nacional
(Klappenbach, 1996).

En esta época se sancionan las leyes, reglamentaciones y disposiciones actuales que rigen el
pleno ejercicio profesional del psicólogo; las instituciones gremiales pasan a desempeñar el rol de
reguladoras de las prácticas y de control deontológico de la profesión; y se constituye una
tradición académica en torno a la enseñanza y a la investigación en psicología (Klappenbach,
2006).

La totalidad de las leyes sancionadas, tanto en el orden nacional como en el provincial


coinciden en al menos tres características: reconocimiento de la plena autonomía del psicólogo, la
existencia de diferentes campos de la práctica profesional y la pertinencia del tratamiento
psicoterapéutico en el campo clínico (Federación de Psicólogos de la República Argentina,
1985).

Una de las leyes sancionadas en los años ochenta fue la Ley Provincial N° 7106
“Disposiciones para el ejercicio de Psicología en la Provincia de Córdoba” (1984). Es a partir de
esta ley que se definen las áreas clínica, jurídica, laboral y social, y que agrega con posterioridad
el área sanitaria (1989).

Si bien la ley describe detalladamente las funciones que debe desempeñar el psicólogo en
cada una de las áreas, en ese entonces, todavía seguían vigentes las resoluciones sobre
incumbencias de título dictadas en 1980, que prohibían el ejercicio de la profesión en el ámbito
clínico. En 1985 a pedido de FePRA, representantes de las universidades nacionales y privadas
donde se dictaba la carrera de psicología, junto con representantes de la mencionada Federación
de psicólogos, elaboraron el proyecto de Resolución 2447/85 que fue aprobado por el Ministerio
de la Nación.
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Entre las características principales de la resolución hay que destacar, en primer lugar, que
surgió a partir de una amplia participación de la comunidad psicológica nacional. En segundo
lugar, se contemplaron tanto las capacidades científicas como aquellas relacionadas con los
distintos campos del ejercicio profesional (el clínico, el educacional, el jurídico, el laboral y el
socio-comunitario). Y por último, se reconoció la incumbencia del psicólogo en la psicoterapia.
Es por todo lo mencionado anteriormente que la Resolución 2447 significó un giro fundamental
respecto a las dos resoluciones anteriores sobre incumbencias (Klappenbach, 2000).

La legalización del ejercicio del psicólogo en el área clínica sentó las bases para detallar las
funciones específicas que se esperan del profesional en dicha área.

La mencionada ley N° 7106 establece que la esfera de acción del psicólogo clínico “se halla
en Hospitales Generales, Psiquiátricos, Neuropsiquiátricos, Centros de Salud Mental, Clínicas e
Instituciones Privadas de la misma índole y en práctica privada de la profesión”.

Y continúa: “El psicólogo clínico es el encargado de explorar la estructura, la dinámica y el


desarrollo de la personalidad; de promover y prevenir el equilibrio de la personalidad; de
investigar diseños experimentales, de diagnosticar y tratar los conflictos y tensiones mediante la
psicoterapia”. González (2013) agrega que “se especializa en el análisis, predicción, tratamiento y
comprensión de la conducta humana y de la red multicausal que la determina”.

Las funciones que desarrolla un psicólogo clínico son tan amplias y abarcativas que no debían
limitarse sólo a hospitales o instituciones monovalentes. Es por ello que diez años después, en
1995, se presenta una modificación de la ley en donde se amplía su esfera de trabajo incluyendo
aquellos espacios en los que se desarrollen acciones de Promoción, Prevención, Asistencia y
Rehabilitación de la Salud.

En 1987 el Consejo de Psicólogos de la Provincia de Córdoba sanciona la Resolución N°5,


Código de Ética de la Provincia. El objetivo central de la Resolución es “fijar principios y
sistematizar un cuerpo de reglas a las que deberán ajustarse para evitar errores en su actuación
profesional”.
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De esta manera el rol del psicólogo clínico queda enmarcado dentro del quehacer en las
normas establecidas en el Código de Ética. El consentimiento informado y el secreto profesional
son las principales normas que rigen el área clínica. Su no cumplimiento puede traer como
consecuencia sanciones que van desde un apercibimiento, multa económica hasta la
inhabilitación de la matrícula.

La total habilitación del psicólogo para poder desempeñar su función en las diversas áreas no
era el único tema a tratar legalmente. En la década del 90 se sanciona otra ley que, a diferencia de
las leyes sancionadas en los 80 (encargadas de regular el ejercicio profesional), centra su atención
en la regulación de la carrera y del título del psicólogo.

En 1995 el Senado y la Cámara de Diputados sancionan la Ley Nacional N°24.521 “Ley de


Educación Superior” (1995), que “regula las instituciones de formación superior, sean
universitarias o no universitarias, nacionales, provinciales o municipales, tanto estatales como
privadas”.

El artículo 43 de la ley regula el título del psicólogo. En él queda asentado que “cuando se
trate de títulos correspondientes a profesiones reguladas por el Estado, cuyo ejercicio pudiera
comprometer el interés público poniendo en riesgo de modo directo la salud, la seguridad, los
derechos, los bienes o la formación de los habitantes, se requerirá que se respeten los siguientes
requisitos: a) Los planes de estudio deberán tener en cuenta los contenidos curriculares
básicos(…) : b) Las carreras respectivas deberán ser acreditadas periódicamente por la Comisión
Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria o por entidades privadas constituidas con
ese fin debidamente reconocidas (…)”.

Este artículo explica que hay ciertas carreras que tienen que estar reguladas por el Estado
porque se relacionan de manera directa con la sociedad y afectan a la formación humana. De esta
manera, la Ley nos obliga a actuar como psicólogos ante cualquier situación donde nuestro rol
sea fuente de ayuda, sosteniéndonos en el conocimiento y responsabilizándonos con lo humano,
tendiendo puentes simbólicos y haciendo de continente en situaciones de crisis.

La anteriormente mencionada Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria


“es un organismo descentralizado, que funciona en jurisdicción del Ministerio de Cultura y
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Educación. y que tiene por funciones: a) Coordinar y llevar adelante la evaluación externa, b)
Acreditar las carreras de grado a que se refiere el artículo 43, así como las carreras de posgrado
(…)”.

En lo que refiere a nuestra carrera, en el año 2011 CONEAU modificó el plan de estudio
2006 que comenzó a implementarse en el 2013.

Esto fue necesario ya que, tal como plantea el artículo 43 de “Ley de Educación Superior”,
esta profesión que está en constante contacto con la sociedad en general y con el individuo y su
condición en lo particular, requiere de constantes actualizaciones que nos acerquen como futuros
profesionales de la Salud Mental a las más novedosas teorías y prácticas de todos los ámbitos en
los que un psicólogo puede desempeñarse.

A modo general, el principal cambio fue la incorporación no solo de materias que siguen
corrientes diferentes al psicoanálisis como la Teoría Sistémica, Teoría Cognitiva y Neurociencia
aplicada; sino también de materias formadoras en las distintas áreas donde el psicólogo puede
desempeñar su función tales como jurídica, laboral y social.

En las siguientes décadas, comienzan a surgir leyes provinciales que apuntan a la protección
de los derechos de las personas con sufrimiento mental. Se empieza a utilizar el término
sufrimiento o padecimiento mental en lugar de enfermedad o trastorno y se reglamenta el
régimen de internaciones y su consideración como recurso excepcional.

Las normas provinciales sirvieron de antecedente para que en el año 2010, el Senado y la
Cámara de Diputados de la Nación, sancionen la Ley Nacional de Salud Mental 26.657. Esta ley
busca que todas las normas provinciales anteriormente sancionadas, que difieren unas de otras en
diversos puntos específicos, se ajusten a ella para así sentar las bases para un Sistema de Salud
Mental articulado, que posibilite una atención igualitaria a todo ciudadano argentino (García,
2008).

La ley tiene como principal objetivo “asegurar el derecho a la protección de la salud mental
de todas las personas, y el pleno goce de los derechos humanos de aquellas con padecimiento
mental que se encuentran en el Territorio Nacional”.
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Esta ley modifica el paradigma que entiende a la persona con padecimiento mental como
objeto que recibe asistencia y tratamiento, para considerarlo sujeto de derechos. En el artículo 7°
se enumeran todos los derechos que el Estado reconoce a las personas con padecimiento mental.

Otra novedad que introduce la ley es la consideración de la salud mental como campo
interdisciplinario en donde “se incluyen las áreas de psicología, psiquiatría, trabajo social,
enfermería, terapia ocupacional y otras disciplinas o campos pertinentes”.

El eje principal de la ley gira en torno a la limitación de las internaciones. Se considera a la


internación “como un recurso terapéutico de carácter restrictivo, y sólo puede llevarse a cabo
cuando aporte mayores beneficios terapéuticos que el resto de las intervenciones realizables en su
entorno familiar, comunitario o social”. Además agrega que “debe ser lo más breve posible, en
función de criterios terapéuticos interdisciplinarios”.

En caso de internación, se debe elaborar un diagnóstico multidisciplinario que justifique la


internación, se deben buscar datos sobre el entorno familiar y la identidad de la persona internada
y se debe contar con el consentimiento informado de la persona o del representante legal.

La ley prohíbe “la creación de nuevos manicomios, neuropsiquiátricos o instituciones de


internación monovalentes, públicos o privados. En el caso de los ya existentes se deben adaptar a
los objetivos y principios expuestos, hasta su sustitución definitiva por los dispositivos
alternativos”. Finalmente agrega que en caso de internaciones éstas deben realizarse en hospitales
generales.

Conclusiones

A lo largo de muchos años los psicólogos han luchado para alcanzar los derechos que les
corresponden para su accionar profesional: han logrado la plena autonomía profesional, han
alcanzado el reconocimiento en los diferentes campos del ejercicio profesional, clínico,
educacional, laboral, institucional y forense; y han alcanzado el reconocimiento de la práctica de
la psicoterapia, a cargo del psicólogo en el área clínica. (FEPRA, 1985).

Todo esto fue posible gracias a la creación de las instituciones gremiales en donde los
psicólogos elevaron la voz para hacer valer sus derechos y para ser tenidos en cuenta en los
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diversos ámbitos en donde pueden desempeñar su función. A su vez, han ampliado el foco de su
intervención, desplazándola de la mirada individual a una mirada más compleja.

Sin embargo creo que queda mucho por alcanzar. La psicología sigue en posición de
desventaja respecto a otras disciplinas como la medicina en general o la psiquiatría en particular.
Si bien la opinión del psicólogo es tenida en cuenta, en general, es la palabra del médico
psiquiatra la que tiene mayor importancia a la hora de elaborar un informe o tomar decisiones.

Una herramienta que permite educar contra la desigualdad entre profesiones es la


interconsulta. Si bien se está estableciendo cada vez más en ámbitos como los hospitales pienso
que sería muy positivo incluirla como un eje común en la currícula de todas las carreras
humanistas, ya que resulta indispensable que los futuros profesionales entiendan que el
intercambio con otras disciplinas enriquece nuestro saber frente a determinada temática y a su
vez, ayuda a eliminar el imaginario colectivo de que una disciplina se ubica en un lugar superior
a otra.

Otra cuestión que debe someterse a revisación es la formación académica en la universidad.


Hoy en día sigue existiendo la desvinculación entre el contexto en el que estamos inmersos y la
enseñanza de la profesión. Por un lado, los estudiantes de psicología aprenden prácticamente sin
tener en cuenta el contexto social y cultural en donde desempeñarán su función y por otro lado,
los profesionales de la psicología están demasiado inmersos en un solo modelo teórico, en su
mayoría el psicoterapéutico, en detraimiento de otros modelos que lo ayudarían a actuar en los
distintos campos.

Es por ello que no puedo evitar pensar que las diversas intervenciones de CONEAU en la
carrera de psicología resultan de vital importancia ya que las sociedades y los individuos se
encuentran en constante cambio y evolución, por lo que las demandas cambian y esto nos lleva a
que como profesionales debamos estar permanente actualizados y con la mente lo más abierta
posible a nuevas teorías y prácticas que nos permitan responder de manera satisfactoria a lo que
tanto sociedad como individuos nos demandan.

En palabras de Galende (2005) la formación del futuro psicólogo se debería sostener en


tres ejes: sólidos fundamentos académicos, con un conocimiento preciso sobre cómo insertar
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estos conocimientos en campo y una capacidad crítica para saber cómo procesar las relaciones
con otros campos disciplinarios en los lugares de trabajo.
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Bibliografía

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