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“LA FAMILIA: UN OBJETO POLÉMICO. CAMBIOS EN LA DINÁMICA DE LA VIDA
FAMILIAR Y CAMBIOS DE ORDEN SOCIAL”. **
En: María Rosa Neufeld, Mabel Grimberg, Sofía Tiscornia y Santiago Wallace
(comps.): Antropología social y política. Hegemonía y poder: el mundo en movimiento,
Buenos Aires, Eudeba, 1999, pp. 95-119.
E
n general, las ciencias sociales se han ocupado del cambio social teniendo
como referente principal los procesos del mundo público. Ellos fueron, a la
vez, el camino de llegada al ámbito doméstico, sobre la base de un supuesto
más o menos implícito según el cual aquella dinámica arrastra, impone o requiere
transformaciones en la organización doméstica.
Sin embargo, resulta sumamente estimulante hacer un camino diferente
atendiendo a que las relaciones familiares se entrelazan —pero no se subordinan—
a una red compleja y multideterminada de relaciones sociales de distinto orden; a
que el carácter histórico de la familia indica que es el resultado de la práctica social;
y a la capacidad de dicha práctica de constituirlas y de transformarlas.
Las reflexiones contenidas en este artículo parten de los supuestos enunciados
y se refieren a las transformaciones en la dinámica de las relaciones familiares, y a
las redefiniciones producidas en las representaciones sociales acerca de los órdenes
que estructuran la vida social moderna: la distinción y separación del ámbito y el
espacio de la privacidad.
En esta distinción, que constituye lo que podemos denominar el “núcleo duro”
de tales representaciones, puede detectarse un proceso de sutil cambio de sentido,
en dirección de una mayor “publicidad” de la vida privada.
Esto da lugar a un fenómeno paradójico, porque se vuelve paulatinamente
transparente aquello que el pensamiento crítico, particularmente el feminista, había
denunciado como el contenido oculto de esta separación: el carácter histórico y
político de las relaciones “de la vida privada”. Hoy los conflictos propios de las
relaciones privadas se resuelven cada vez más “en público” y con la participación de
múltiples y novedosas instancias de este ámbito (desde los comunicadores
mediáticos, hasta los mediadores judiciales).
A la inversa, los conflictos característicos de las relaciones sociales que
estructuran el ámbito de la producción, tienden a parecer cada vez más “cuestiones
entre particulares”, a personalizarse y a excluir la intervención de instancias
“públicas” de resolución o de mediación (el sindicato, la justicia, el ministerio
público).
A partir de aquí, la propuesta es hacer un repaso de los ángulos posibles desde
los cuales puede enfocarse la “cuestión de la familia”, organizando la exposición
según los “tipos de objeto” en que ésta es constituida y desde los cuales —a la vez—
se construye socialmente “la familia” como institución.
En cada uno de estos modos de constituirla se ponen de manifiesto, no
solamente diferentes versiones acerca de lo que ésta es, sino también los múltiples
LA “OBVIEDAD” DE LA FAMILIA
Constituir a la familia en objeto de análisis es una de las cuestiones más
escurridizas, a pesar de una abundante producción por parte de las ciencias
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LA FAMILIA: UN OBJETO POLÉMICO. CAMBIOS EN LA DINÁMICA DE LA VIDA FAMILIAR Y CAMBIOS DE ORDEN SOCIAL
1 Sobre este punto, puede verse Durham (1983). Esta autora, privilegiando el eje de la reproducción
como perspectiva del análisis, debate al respecto con Lévi-Strauss (1976, 1982), quien se inclina por
adoptar la definición de “átomo de parentesco” para referirse a una unidad constituida por esposas,
esposos e hijos en todas las sociedades humanas. No obstante, el propio Lévi-Strauss da cuenta de
sociedades en las cuales un tal grupo no tiene ningún significado social y no constituye unidad de
parentesco, en las que la figura del esposo es enteramente ritual, o en las cuales, el varón no tiene
función reconocida en la generación (Lévi-Strauss, 1976).
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2 En palabras de Durham (1983), “grupos de parientes o afines a los que son incorporados los recién
nacidos y que son responsables de su cuidado y protección”. El problema de la reproducción no se
limita, entonces, a la procreación y las unidades de reproducción no coinciden naturalmente con
ésta.
3 Privado y público son términos polisémicos. “Privado se entiende, por un lado, como todo aquello
que se sustrae al Estado; desde este punto de vista se define en contraposición a público/estatal.
Cuando por privado se entiende «la vida privada» tiene, a su vez, un doble sentido: de intimidad (de
los afectos, pero también de los dramas familiares) y de autoconciencia. En cualquier caso, se trata
de un espacio sustraído no sólo del Estado, sino además de las miradas y de los juicios del exterior
(del público). Por oposición, entonces, el público es el colectivo que mira y/o participa; juzga y/o
decide...” (Grassi, 1994).
4 Cicerchia (1994) ubica su estudio en la sociedad “que nace en 1776, con la creación del Virreinato
del Río de la Plata y muere a mediados del XIX, en las postrimerías del nacimiento del proyecto
nacional”.
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LA FAMILIA: UN OBJETO POLÉMICO. CAMBIOS EN LA DINÁMICA DE LA VIDA FAMILIAR Y CAMBIOS DE ORDEN SOCIAL
5 Sobre esto es sumamente ilustrativo el texto de Cicerchia: al tiempo que muestra la vigencia y el
consenso, en las capas populares, de prácticas familiares alejadas de las representaciones sociales
dominantes acerca de la vida familiar (“amancebamientos, entrega de hijos o mujeres como cabeza
de familia”), da cuenta de una extendida práctica de recurrencia al arbitrio de las instituciones
públicas, para saldar conflictos de orden doméstico (“tutela de menores, juicios de disenso, reclamo
de alimentos, malos tratos y calumnias e injurias”) (Cicerchia, 1994).
6 Esto dejando a un lado la legislación que regula el matrimonio, las relaciones entre los cónyuges,
entre padres e hijos, etc. porque allí, más que un supuesto, se explicita un modelo y se regulan las
relaciones intrafamiliares en consecuencia.
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remarcar un momento de la historia reciente, con el que es posible trazar una línea de continuidad
relativamente directa con nuestros días y que forma parte de los avatares de un período (comenzado
en los 70) al que puede reconocerse como globalidad. Tampoco queremos decir que, a partir de aquí,
la familia sea objeto claramente explicitado de planes, a su vez, claramente formulados en sus
objetivos, metas y acciones. Pero las políticas públicas no se limitan a estas formulaciones, las que
por su parte, no registran en toda su complejidad, los sentidos y argumentos hegemónicos o en
disputa en diferentes y plurales ámbitos del espacio político público.
9 En otro lugar señalábamos que “las medidas pronatalistas coactivas no han sido la norma en la
Argentina, pero sí medidas indirectas o trabas objetivas, con efectos diferenciados para los distintos
sectores sociales” (Grassi et al., 1992). Pero el pronatalismo pragmático es coincidente con una
ideología fuertemente tradicionalista, de origen católico, que se pone de manifiesto con virulencia
toda vez que se debaten temas que atañen a la vida familiar y a los derechos reproductivos: el
matrimonio civil y el divorcio, a finales del siglo pasado y nuevamente en los años 70 y 80; la
cuestión de la anticoncepción (que resultó en la norma prohibitiva antes citada); y cada vez que
asoma la cuestión del aborto. El resultado es, finalmente, un espacio amplio de posibilidades que
depende de la “arbitrariedad” de los funcionarios políticos, pero también de los agentes que se
desempeñan en los diversos ámbitos del Estado. Finalizando 1995, volvió a quedar pendiente en el
Senado de la Nación, un proyecto de ley sobre Derechos Reproductivos, en torno al cual se reiteran
los viejos argumentos. Asimismo, en lo que va de 1996, fueron vetados por los Ejecutivos de las
provincias de Córdoba y del Chaco, sendos proyectos de Salud Reproductiva, aprobados por las
legislaturas respectivas. Sobre estos temas puede verse la interesante investigación de Susana
Novick (1993).
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LA FAMILIA: UN OBJETO POLÉMICO. CAMBIOS EN LA DINÁMICA DE LA VIDA FAMILIAR Y CAMBIOS DE ORDEN SOCIAL
porque el funcionamiento del sistema político había sido paralizado, sino en el sentido mismo de la
política como medio de constitución de sujetos sociales. Quienes expresaban su pensamiento, por
entonces, no confrontaban con otras representaciones de la vida social, sino que obligaban a oír las
propias, por la fuerza y como verdad suprema.
12 A tal peligro aludía el título de una conferencia pública que se ofrecía en la Basílica de Luján (Pcia.
de Buenos Aires), cuando se debatía la ley de divorcio, ya en épocas de democracia (Grassi, 1990).
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13 El Gobernador Duhalde hizo de esta modalidad el sustento ideológico de su campaña cuando era
candidato a vicepresidente de la Nación, y luego en su primera presentación a la Gobernación de la
Provincia de Buenos Aires. La excusa era el consumo de drogas por parte de los jóvenes y el llamado
era a un máximo control por parte de la familia, donde radicaba potencialmente “la culpa”. El
presidente Menem apela a la amenaza solapada cada vez que se agudizan los conflictos y las
protestas sociales.
14 La referencia a la insolvencia social del Estado no abre, en principio, ningún juicio respecto de la
dimensión del gasto social, el que —por sí solo— no dice todo acerca del carácter del Estado. Lo que
da cuenta de tal insolvencia del Estado neoliberal, es el hecho de que ha dejado de ser un ámbito
que respalda derechos sociales. La política social es, en buena medida, reducida a una asistencia
eventual y casi volátil que depende de la irregularidad de recursos extraordinarios, de la capacidad
de presión y negociación de fracciones sociales múltiples, del rédito político de las intervenciones,
etc. Este carácter del Estado neoliberal trasciende al “modelo menemista” (lo que sería confundir al
proyecto de gobierno con la estructura del Estado). Viene conformándose largamente, atado a las
propuestas políticas de descentralización del Estado y de “organización de la sociedad civil” desde el
poder y por decreto. En la práctica esto permitió, por un lado, descentralizar la eventual
deslegitimación derivada de políticas sociales ineficientes e insuficientes para compensar las
consecuencias sociales del ajuste estructural. Por otro, derivó en una fuerte fragmentación de la
sociedad civil (contraria al declarado objetivo de su fortalecimiento) cuyas organizaciones locales
compiten denodadamente entre sí por recursos, espacios de poder, etc. Con “socialmente insolvente”
queremos decir, entonces, que lo social dejó de tener prioridad en las decisiones políticas, que la
inseguridad social se instaló como un dato en la vida cotidiana de los grupos sociales y que la
sobrevivencia, el mantenimiento cotidiano y la reproducción a largo plazo, pasaron a depender de
acciones públicas irregulares, fragmentarias y volátiles; y de una organización familiar cuya
dinámica y las exigencias a que se ven sometidos sus miembros, reduce su capacidad de absorción
de los problemas sociales que se abren.
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LA FAMILIA: UN OBJETO POLÉMICO. CAMBIOS EN LA DINÁMICA DE LA VIDA FAMILIAR Y CAMBIOS DE ORDEN SOCIAL
EL DEBATE POLÍTICO-CULTURAL
Desde hace ya algunas décadas, la familia es —también— objeto de debate.
Desde la ruptura generacional en los años 60 y por parte de las corrientes
feministas; en el interior de instituciones como la propia Iglesia (que sostiene buena
parte de su autoridad doctrinaria y su hegemonía religiosa en el control de los
comportamientos “privados”); o en los partidos políticos, se confrontan posiciones
acerca de las relaciones de género, las obligaciones paternas y maternas, el control
de la fertilidad, el aborto, etcétera.
Muchas veces, la contienda ideológica se plantea en términos a-históricos. Así,
para el pensamiento más tradicionalista, la familia es el ámbito sagrado a preservar;
por su parte, algunas corrientes políticas y del feminismo encontraron en ella el
huevo de la serpiente: del autoritarismo o de la dominación sobre las mujeres. No
pocas feministas depositaron su fe libertaria en el desarrollo de las tecnologías
reproductivas.
Sacralizada o satanizada, en el debate llevado en estos términos, la familia
cobra autonomía y se hace abstracta, ajena a las prácticas de los actores concretos
y a los marcos normativos que los sujetos confrontan en estos (y otros) debates, que
son propiamente públicos, aunque atañen al mundo de la vida que se lleva en la
intimidad.
Un debate de ese tipo se hace también ajeno a las familias; es decir, a aquellos
grupos de personas íntimas, que cada día enfrentan sus existencias solidariamente
o con fuertes tensiones y conflictos; amable o violentamente; respetuosos de cada
uno o en condiciones de desigualdad; entre muchos o en un núcleo reducido; en
pareja o solos.
En un contexto de pronunciados cambios sociales se debate en torno de la
familia, aunque tal vez sea más adecuado decir que se debate acerca del carácter y
el tipo de las relaciones familiares, siendo las relaciones de género el núcleo de ese
debate. Cuestión paradójica, pues las necesidades de la reproducción y la des-
socialización de los medios para la satisfacción de necesidades, empujan a
hipotetizar en favor de una estrategia de fortalecimiento de los lazos familiares. Por
otra parte, históricamente se vincula a las mujeres con la función de estabilización
y ordenamiento familiar.
Respecto de lo indicado en primer término, no fueron exitosas las estrategias
estrictamente conservadoras. El debate en torno del divorcio fue ilustrativo, pues
una fuerte campaña apocalíptica como la llevada a cabo por la Iglesia, se dio de
frente con unas consecuencias por demás “light” de la nueva legislación: no estalló
la familia (como se anunciaba); y paulatinamente, se regularizaron las uniones de
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hecho en las que uno (o ambos) de los miembros de la pareja venía de una
experiencia matrimonial frustrada. 15
En cuanto al papel de las mujeres (sin exceso de optimismo) su constitución
como sujeto histórico ha significado el más fuerte impacto en el campo político-
cultural en general y en la desestabilización de las relaciones de desigualdad entre
los géneros, en la vida familiar. Un proyecto de vida autónomo se hizo legítimo
también para las mujeres, aunque se reproduzcan fuertes condicionamientos para
su efectiva realización. 16
En un escenario similar, la brasileña Quartim de Moraes (1994) delinea los
contornos de lo que para ella son dos modelos contrapuestos de reorganización de
la vida privada (o dos proyectos de vida opuestos, presentes en los debates
actuales): en uno, la procreación es la razón del matrimonio y da forma a la familia
tradicional; el segundo excluye la descendencia y el objetivo es, únicamente, la
“pareja igualitaria”, conformada por individuos estrictamente autocentrados.
Teniendo como punto de referencia el planteo de Quartim de Moraes, conviene
suspender momentáneamente este ítem para revisar la cuestión de la familia como
objeto de conocimiento de las ciencias sociales. Los aportes de estas disciplinas
ayudarán a retomar el debate acerca de la reorganización de las relaciones
familiares, en conexión con las propuestas cultural-normativas que organizan los
demás vínculos sociales. Se podrá ver, entonces, si es adecuado plantear estos
problemas en términos de modelos contrapuestos.
15 Según datos de la Directora de Registro Civil, Dra. Guzmán Novoa, publicados en Viva N° 973, la
revista dominical del diario Clarín del 24/12/94, “en el 81 se casaron 16.606 parejas. El nivel se
mantuvo hasta que en el 88 —ley de divorcio en 1986, mediante— la cifra trepó a los 27.496, para
descender hasta hoy, aunque en general, desde el año pasado [1993] tiende a estabilizarse”.
16 Condicionamientos de distintas y complejas aristas, que obligan a mirar en los comportamientos
subjetivos, tanto como en las estructuras normativas, reglas sociales y estrategias de competencia en
los espacios públicos.
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social. Esto llevó a poner atención en las familias y en las redes de parentesco y dio
lugar a una profusa producción académica en torno a la cuestión de las “estrategias
de sobrevivencia”, en cuya configuración la unidad familiar es central. 17
Al estallido de la crisis en los años 70, hay que agregar —además— las
políticas de ajuste estructural en los 80, con sus efectos negativos en las
condiciones de vida, especialmente de las poblaciones más pobres.
Los cambios globales en la dinámica de la producción, en los criterios de
jerarquización de necesidades y en la redefinición de ámbitos de responsabilidad
colectiva, necesariamente se articulan a modificaciones en el espacio social de la
familia (en tanto lugar de la reproducción), en la dinámica de las relaciones en su
interior y en la organización doméstica.
De ahí, entonces, que las preguntas se dirigieran a este ámbito, cuando el
cambio social dejó paso a la reproducción como problema.
II. La configuración del feminismo como movimiento político fue otro campo
fértil para el desarrollo de investigaciones sobre la familia.
A la investigación académica se enlazaron los desarrollos de la teoría feminista,
en la que se hacía explícito el objetivo de hacer visible la participación de las
mujeres en la producción vía el “trabajo doméstico”. Es decir, ese cúmulo de
actividades tendientes a producir bienes de consumo inmediato, desconsiderado
hasta entonces por la teoría social y económica, pero imprescindible para la
reproducción de la fuerza de trabajo.
Aunque bastante tardíamente, el campo académico reconoce y legitima hoy la
producción de investigadoras feministas en el “estado del conocimiento” sobre tales
cuestiones, sobre la economía informal y el papel en ella de las unidades
domésticas, el trabajo (doméstico y extradoméstico) de las mujeres en las
estrategias familiares de vida y demás cuestiones implicadas.
Más recientemente, los estudios sobre la participación laboral de las mujeres
están dando cuenta de la relación que se establece entre la siempre “flexible mano
de obra femenina” y la actual pérdida de derechos laborales de los trabajadores en
general (Oliveira, 1995).
Las instituciones y organismos técnicos encargados de proponer acciones
políticas durante el ajuste jugaron, a su vez, un papel significativo en la producción
de conocimientos sobre el tema. El crecimiento de la pobreza, el desempleo y la
desprotección social, hicieron ineludible a “la familia” como foco de intervención de
planes y programas sociales. En torno de ellos se abrió entonces, un amplio campo
de acción política de las mujeres y de investigaciones sobre familias, trabajo de las
mujeres, participación de éstas en las organizaciones de base, etcétera.
III. Como resultado, hoy se cuenta con un cúmulo de información y de estudios
de diverso alcance, que dan cuenta de la orientación de los cambios acaecidos en la
organización doméstica, las relaciones entre los géneros y las expectativas de los
sujetos acerca de la vida familiar, e ilustran acerca de la profundidad de los
mismos. Los de mayor significación, se refieren a los siguientes ítems:
17 Clásicos de la época fueron los libros de Larissa Lomnitz ¿Cómo sobreviven los marginados?,
publicado por Siglo XXI en 1975; y Mujeres, graneros y capitales de Claude Meillassoux, traducido al
castellano en 1977, también por Siglo XXI.
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18 En 1980 los hogares unipersonales constituían el 2,7% de la población total y en 1991, el 3,7%.
En términos absolutos, esto significa alrededor de 440.000 personas que viven solas, más que en
1980.
19 El 95,9% en 1980 y el 95,5%, en 1991 son hogares de este tipo.
20 Jelin (1994) registra que en casos de mujeres solas con hijos, son los varones de la familia de
origen (padre, hermanos), los que constituyen el principal apoyo para estas mujeres, cuando el ex-
marido y/o el padre de los hijos pierde relación con la unidad familiar. En otros términos, aquellos
lazos primarios, en estos casos, resultan de una mayor estabilidad y consistencia que los derivados
de la formación de una unidad conyugal. En un estudio de tipo etnográfico, con familias pobres de
San Pablo (Brasil), Cynthia Sarti (1994) arriba a conclusiones similares.
21 Información como la que difunde la Directora del Registro Civil de Capital Federal (nota 15) da
cuenta de un aumento en los casamientos, con posterioridad a la ley que habilitó las nuevas nupcias
de los divorciados. El descenso posterior estaría indicando la estabilización y no aún una reducción
de estos eventos.
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LA FAMILIA: UN OBJETO POLÉMICO. CAMBIOS EN LA DINÁMICA DE LA VIDA FAMILIAR Y CAMBIOS DE ORDEN SOCIAL
década del 80 fue aquella en la que se registró la mayor incidencia de la crisis socio-
económica y del ajuste estructural, fenómenos que afectaron más fuertemente a los
sectores sociales y a las regiones más pobres.
Otra vez, serían necesarios estudios comparativos y de mayor profundidad por
sectores sociales y regiones, que permitan conocer quiénes son aquellos que
deciden formar parejas sin pasar por el registro civil, y qué fundamentos tienen
estas opciones. Sabemos que, históricamente, son más habituales las uniones
consensuales en los sectores populares. Pero para el AMBA, con datos hasta 1989,
Wainerman y Geldstein (1994) encuentran que el aumento de este tipo de uniones
fue proporcionalmente mayor en sectores de ingresos altos, y en grupos de edades
que hacen presuponer un recasamiento.
Las separaciones y divorcios, por su parte, son fenómenos difíciles de
dimensionar. En primer lugar, puede sospecharse que la condición de separado/a
no siempre es informada cuando se responden preguntas sobre “estado civil” en
censos y encuestas. Hasta hace poco tiempo (y aún hoy en algunos, contextos
sociales y regionales) esta condición constituía (o constituye) un estigma, sobre todo
para las mujeres.
En segundo lugar, es difícil saber qué pasa con las uniones consensuales, ya
que en general se responde “soltera/o” cuando se ha roto una unión de este tipo,
salvo que se indague específicamente al respecto. Las hipótesis que derivan mayor
inestabilidad de las uniones consensuales no tienen mayor sustento. Por un lado,
porque los datos empíricos son insuficientes; pero además porque hoy, en buena
medida, estas uniones se sostienen en idénticos ideales románticos y de libre
elección que el matrimonio formalizado; 22 y finalmente, porque los mecanismos de
control social no son únicamente aquellos instituidos estatalmente o por la religión.
Los sentimientos de fracaso, inseguridad, baja autoestima, etc., asociados al
divorcio, valen también para la ruptura de uniones consensuales. En un estudio de
caso hecho por nosotros en un barrio del Conurbano, en el que se registra una alta
incidencia de uniones consensuales, al detenernos en “la historia matrimonial” de
las mujeres, encontramos que el número de separaciones era estrictamente
proporcional entre uno u otro tipo de unión. 23
3) Tamaño de la familia: el número de hijos que una pareja decide tener está
relacionado con las expectativas respecto de la vida familiar y de pareja, y con el
proyecto de vida de cada uno de sus miembros. Así, tasas bajas de fecundidad se
asocian, en general, a procesos de modernización: expansión de la escolaridad
(especialmente entre las mujeres) y mayor participación laboral de éstas. 24
En nuestro país, las tasas de fecundidad tienen un ritmo decreciente desde
fines del siglo pasado, con breves repuntes a mediados de siglo y en la década del
22 O a la inversa, la formalización del matrimonio hoy no es, para todos los casos, “una decisión para
toda la vida”. Estas son cuestiones que aún no han sido estudiadas y respecto de las cuales, los
datos que existen —básicamente los cuantitativos— resultan cualitativamente insuficientes para
hacer inferencias en cualquier sentido.
23 El 54% de las parejas conformaban uniones de hecho y el 42% de las parejas habían pasado por el
registro civil. De las mujeres separadas, el 53% había roto una unión consensual y el 46%, un
vínculo legal (Grassi, 1995). Esta es población urbana, en condiciones de pobreza estructural.
Habría que poder comparar con otros sectores sociales, con otras regiones, etcétera.
24 Esta relación no es por sí el resultado de un proceso evolutivo según el cual la modernización
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ESTELA GRASSI
25 Al comparar proporcionalidad, hay que considerar también las bases sobre las cuales se obtienen
estos porcentajes, ya que habiendo una diferencia mínima en la proporción de cada grupo, en
términos absolutos la diferencia tiene mayor significación, pues hay más mujeres que varones.
Mientras los varones de 15 y más años son 10.897.578, las mujeres del mismo grupo alcanzan a
11.747.354 (849.776 mujeres más). Esto hace una tasa de masculinidad de 92,8 varones por 100
mujeres. A la universidad asisten, sin embargo, 105,4 varones por cada 100 mujeres.
Esto vale también para el párrafo siguiente, en el que se alude a la población sin ninguna
escolaridad. No obstante, estas cifras absolutas no modifican la tendencia a la igualación que
remarcan los analistas de estos temas.
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LA FAMILIA: UN OBJETO POLÉMICO. CAMBIOS EN LA DINÁMICA DE LA VIDA FAMILIAR Y CAMBIOS DE ORDEN SOCIAL
Por último, es sabido que las tasas de actividad femenina han aumentado
progresivamente. Sin embargo, si se compara con los niveles de educación
alcanzados por las mujeres, éstas no parecen guardar estrecha proporcionalidad,
pues si en términos generales puede decirse que las mujeres están siendo más
educadas, las tasas de actividad indican aún, una menor presencia femenina en el
mercado laboral. Para la región metropolitana de Buenos Aires, la tasa de actividad
femenina en mayo de 1993 era de 33% y la masculina de 56,3% (aproximadamente,
un 37% de la PEA era femenina). No obstante, el mayor incremento se produjo en la
última década, ya que entre 1970 y 1980 la PEA femenina se mantuvo en un 27%.
Simultáneamente, se registra una persistente baja en las tasas de actividad
masculina.
Por otra parte, es necesario conocer en qué condiciones se incorporaron estas
nuevas trabajadoras. Monza (1993), por ejemplo, sostiene que el aumento general
de las tasas de actividad producido en los últimos años, se vio favorecido por el
ingreso de mano de obra secundaria de los hogares, para hacer frente a la crisis de
reproducción. Entre ésta, mujeres que se sumaron al mercado del empleo doméstico
o a otras ocupaciones “no plenas”.
En cuanto a la desocupación, si bien, como se sabe, alcanzó a todos los
trabajadores, sigue teniendo mayor incidencia en la PEA femenina que en la
masculina (13 y 9,1% respectivamente, en mayo de 1993).
En relación al trabajo de las mujeres, investigadoras como Geldstein (1994),
registran que se ha dado un proceso por el cual “la contribución relativa al ingreso
familiar por parte de las mujeres” ha aumentado. Geldstein sostiene que “la
proporción de hogares del AMBA que tenían una mujer como principal sostén
económico, pasó del 19% (uno de cada 5,2 hogares) en 1980, al 27% en 1992 (uno
de cada 3,7 hogares)”.
En estos hogares, las mujeres que logran ingresos altos son mayormente
aquellas que tienen niveles también altos de educación.
Contrariamente, los bajos ingresos coinciden con niveles bajos de educación,
situación que se concentra básicamente en el servicio doméstico. 26 La incidencia de
la pobreza es mayor en estos hogares. Entre ellos, Geldstein registra la mayor
frecuencia de una dinámica familiar conflictiva, con situaciones de agresividad,
abandono, etc., por parte del compañero de estas mujeres, que ven invertirse su
condición de proveedores del hogar.
Sin embargo, la problemática de tensiones entre la vida familiar y el trabajo de
las mujeres se reitera, aunque con distintas características, en los diferentes
sectores de la sociedad. Casos típicos son las mujeres profesionales, que deben
lidiar con hacer compatibles dos dedicaciones que le exigen exclusividad en la
misma etapa de su vida: cuando son adultas jóvenes. Este es el momento de la
fundación de una nueva familia y de la procreación; y, simultáneamente, es el
momento de la “acumulación” de antecedentes profesionales, en un mercado laboral
cada vez más competitivo y en el que —aún hoy— las mujeres deben redoblar su
esfuerzo para dar cuenta de su idoneidad.
Esto tiene como correlato el tipo de inserción profesional de muchas mujeres o
la postergación de la maternidad, con la que guarda relación, a su vez, el desarrollo
26En el mismo sentido, en el estudio hecho por nosotros en una villa del Gran Buenos Aires,
encontrábamos que más de dos tercios de las mujeres trabajadoras, mantenían relaciones precarias
con sus empleadores. Esto no variaba si su condición era de jefas de hogar (Grassi, 1995).
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RETOMANDO EL DEBATE
Este conjunto de indicadores y los diagnósticos aludidos, permiten pensar en el
ámbito familiar de fin de siglo, como un ámbito potencialmente conflictivo. En su
intimidad se procesan, además, los problemas propios de una sociedad
profundamente desigual, desentendida de la suerte de cada uno de sus miembros,
que vuelve a depender del grupo primario como último recurso de eventual
solidaridad. La privatización de sectores de la producción que permanecían en la
órbita del Estado, fue parte de transformaciones culturales que incluyeron un
proceso amplio de privatización de la vida.
En la intimidad del ámbito familiar se procesan también cambios estructurales
y culturales profundos en la relación entre los géneros. Y junto a esto, la intimidad
también conlleva un sentido de autonomía cuando las personas toman decisiones
que las comprometen primariamente.
I. Ahora bien, el sentido de la “intimidad” está hoy en revisión. La privacidad de
la vida familiar y de la pareja, ha sido un valor celosamente guardado por la familia
moderna y, simultáneamente, ha despertado proporcional curiosidad. Es posible
presuponer que el anonimato de la vida en las grandes ciudades y la nuclearización
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LA FAMILIA: UN OBJETO POLÉMICO. CAMBIOS EN LA DINÁMICA DE LA VIDA FAMILIAR Y CAMBIOS DE ORDEN SOCIAL
27 No solamente la vida de los famosos adquiere publicidad, sino también la de seres ignotos, cuyos
litigios y padecimientos son materia de opinión pública. El “caso Daniela” se conoció en Buenos Aires
entre marzo y abril de 1995. La niña es disputada por sus padres, ambos de nacionalidad argentina,
pero con residencia en Canadá (el padre) y en el país (la madre). El de los estudiantes del Colegio
medio “Dámaso Centeno”, ocurrió en 1990, cuando una joven fue expulsada a raíz de su embarazo.
Estos son los casos más polémicos, de mayor trascendencia y si se quiere, paradigmáticos, porque
hacen más visibles algunas de las cuestiones tratadas en este artículo. Fueron, además, tomados por
la “prensa seria”: diarios, programas de radio y programas televisivos de la noche, incluyeron en sus
ediciones el tratamiento de estos casos. “Hora Clave”, el programa de Mariano Grondona, reputado
por su seriedad y el tono doctoral de su conductor, puso al aire la comunicación vía satélite entre el
padre de Daniela, que desde el living de su casa en Canadá, discutía con su ex-mujer, instalada en
los estudios del Canal 9. El tono era íntimo y de reproches mutuos, como sostiene cualquier pareja
en crisis, en su habitación y a puertas cerradas.
Hubo otros casos, pero por vía de los “reality shows”. La diferencia con éstos es que son tomados
“por la prensa seria”.
28 “Causa Común” es conducido por María Laura Santillán y se emite por Canal 13, a las 16 horas.
Por su parte, Lía Salgado conduce “Sin Vueltas” por Canal 2, a las 18 horas. Los debates tienen
como protagonistas a personas anónimas y como temas, a sus dramas más íntimos: las
infidelidades, los amores contrariados, la soledad, los encuentros y desencuentros en el lecho
matrimonial y hasta las preferencias en materia de juegos eróticos, suelen contarse frente a una
cámara de televisión. Los programas se emiten por canales de aire, ocupan el horario clásico de las
telenovelas y suelen tener una importante participación femenina, tanto en los protagónicos como en
la platea.
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ESTELA GRASSI
29 Las respuestas habituales del Ministro de Economía (D. Cavallo) a las opiniones críticas acerca del
plan económico o de resultados puntuales del mismo (por ejemplo, “ese señor es un ignorante”; “no
sabe lo que dice”; “desconoce los datos”; “deben ir a lavar los platos”; “los curas no saben nada de
economía”, etc.), no son únicamente producto de la exasperación del Ministro, sino que devienen en
una estrategia que apunta a deslegitimar toda opinión de “no especialistas”.
30 “Nosotros queremos privatizar las relaciones laborales, queremos que el tema sea un problema
entre trabajadores y empresarios [...] Es un acuerdo entre partes y el Estado no participa”, declaraba
el Ministro de Trabajo de la Nación, Enrique Rodríguez, al diario Clarín (1/3/93).
31 Simultáneamente a que se limita la acción de “mediadores” clásicos de los conflictos laborales,
como son los abogados laboralistas (o los delegados gremiales, o el propio Ministerio de Trabajo, que
cada vez tiene un menor peso relativo en la estructura política del Estado) se viene conformando una
nueva especialidad de “mediación” en los conflictos privados familiares, que incluye a abogados,
trabajadores sociales y psicólogos. Sobre este tema (“la mediación” como técnica de intervención) se
dictan cursos, se traen capacitadores del exterior, etcétera.
Durante el desarrollo del juicio por la restitución de la niña Daniela a Canadá intervinieron —
además de los medios de comunicación y el público— nuevos especialistas, el Procurador General de
la Nación, la Cancillería, la Secretaria de Derechos Humanos y hasta el propio Presidente de la
Nación.
32 En su programa “Hora Clave”, Mariano Grondona hizo una explícita defensa de la madre de la
niña en disputa. Durante su argumentación, comparó el sentimiento materno (al que aludió como
“instinto”) con la actitud de una leona que defiende sus cachorros; acompañó su argumentación con
imágenes de estos animales y de la película “La guerra del fuego”, aludiendo a este sentimiento como
innato, primitivo, que liga al hombre con su condición animal. “Hora Clave” es un programa de
opinión sobre temas de trascendencia política. Se emite por Canal 9 los jueves a las 22.
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LA FAMILIA: UN OBJETO POLÉMICO. CAMBIOS EN LA DINÁMICA DE LA VIDA FAMILIAR Y CAMBIOS DE ORDEN SOCIAL
disputa judicial con el ex marido, son (en el marco de esta interpretación social) el
resultado de un impulso instintivo.
Simultáneamente, la cuestión del “instinto maternal” aparece como un recurso
eficaz para las propias mujeres: la representación simbólica de una hembra débil,
haciéndose poderosa en defensa de su cachorro, fue la imagen que aglutinó las
opiniones femeninas.
Más que todos los datos estadísticos, esta adhesión genérica con la madre en
nombre del instinto y la naturalidad del vínculo, mostró el estado de la
confrontación entre el pensamiento feminista —que pretendió reconstruir las bases
sociales de la subordinación de género— y el pensamiento tradicional más atávico.
Pero fue elocuente también en otro sentido: cada acto de estas mujeres desmentía
por sí mismo la supuesta reacción instintiva y daba cuenta de acciones racionales,
en gran parte calculadas, aunque dicho cálculo incluyera sinceramente el “instinto
materno” como razón de estos actos.
Hay profundas transformaciones al nivel del mundo de la vida; pero hay
cuestiones que mantienen casi intacta su carga simbólica. Una de ellas es la
maternidad como instinto, vigente en las representaciones sociales acerca de los
géneros. Y renovada en corrientes internas de campos científicos constituidos en
relación con la maternidad y con las relaciones parentales; o en algunos discursos
del propio movimiento de mujeres, que proponen una “vuelta a la naturaleza” en
materia de procreación y crianza (Grassi et al., 1992).
COMENTARIOS FINALES
En síntesis, la familia no es una institución a-histórica: es una forma (o son las
variadas formas) en que organizamos nuestro mundo de vida más inmediato, sobre
la base de valores que no son ajenos a las propuestas normativas que organizan los
demás vínculos sociales. Por eso es que el debate sobre las relaciones familiares
conduce siempre más allá de la familia.
Dejamos en suspenso el planteo acerca de los modelos contrapuestos,
formulado por Quartim de Moraes. Es útil retomarlo para terminar, ya que trata del
carácter de las relaciones familiares y del problema de la individualidad y la
autonomía de sus miembros.
Dice Lechner (citado por Massolo, 1994) que “desprendemos de nuestra
experiencia cotidiana buena parte de los criterios con que enfrentamos las
decisiones políticas”. Ahora bien, la experiencia de la vida familiar puede incluir
relaciones de subordinación y desigualdad; pero también de cooperación y
solidaridad, con base en la libertad y el respeto por la individualidad de cada uno.
Dicha experiencia puede limitarse, incluso, al contrato acordado entre individuos
autocentrados (más allá de la celebración o no del matrimonio) si la atomización y la
fragmentación de la vida social se replica a nivel de las relaciones familiares.
Pero estas relaciones no son, por sí, el nido de la serpiente, ni la simple caja de
resonancia de lo “público”. La vida familiar puede estructurarse como un lugar más
íntimo, más libre, más solidario; o más autoritario, más egoísta o más
individualista. Es un espacio que compromete lo más vital de lo humano, pero es
un ámbito social y —valga la reiteración— una construcción de la práctica social.
Como cualquier otro espacio de interacción, la vida familiar es potencialmente
conflictiva. Hoy, esta conflictividad guarda relación con una sociedad fuertemente
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ESTELA GRASSI
orientada por valores egoístas, que transforma a los pequeños grupos familiares en
la expresión mínima de eventual solidaridad. Pero simultáneamente se procesan allí
transformaciones en las pautas de relación entre sus miembros, en dirección de
una mayor igualdad y autonomía. En ese marco, puede delinearse el perfil de un
ámbito de intimidad en el cual la autonomía no esté reñida con la solidaridad y la
cooperación; y donde la libertad no se reduzca a la simple expresión de los
“intereses egoístas” de individuos incapaces de convivencia.
Cualquiera de estas alternativas no será el resultado de un movimiento
independiente de la voluntad de los sujetos. De ahí la conveniencia de mantener
abiertos los espacios de debate acerca de las relaciones y los marcos normativos que
estructuran la vida familiar.
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LA FAMILIA: UN OBJETO POLÉMICO. CAMBIOS EN LA DINÁMICA DE LA VIDA FAMILIAR Y CAMBIOS DE ORDEN SOCIAL
ANEXO
Educación:
Cuadro 3. Porcentaje de población de 15 y más años, según nivel de educación completado, por
sexo
Egresaron del nivel: Varones Mujeres
Secundario 11,3 12,7
Terciario 1,6 4,3
Universitario 3,8 2,7
Fuente: Censo Nacional 1991
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BIBLIOGRAFÍA
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