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El Proyecto de Apoyo a la Reforma Procesal Penal de la Agencia Técnica de Cooperación Alemana GTZ, acom-
paña desde el año 1997 al Estado boliviano en el proceso de implementación del nuevo sistema procesal penal,
teniendo como objetivo central, lograr la aplicación coordinada, coherente y efectiva del procedimiento penal.
CYAN MAGENTA YELLOW BLACK
Actualmente, las áreas de trabajo de la fase de desarrollo del proyecto, tienen que ver con la Coordinación
Interinstitucional, Normativización y Capacitación. En esta tarea se advirtió que en nuestro país existen profesio-
nales del derecho dedicados a la investigación y estudio de las instituciones introducidas por el Código Procesal
Penal y demás normas conexas. Sin embargo, no todos tienen la oportunidad de publicar sus trabajos.
Para superar ese déficit, desde el inicio de las funciones del Proyecto se posibilitó la publicación y distribución
gratuita, a un número importante de operadores del sistema, de una serie de trabajos relativos al nuevo sistema.
A partir de esta nueva fase, se creó la "COLECCIÓN JURIDICA GTZ - APOYO A LA REFORMA PROCE-
SAL PENAL", destinada a promover el análisis, reflexión y difusión del nuevo sistema, procurando lograr su con-
solidación en el marco del Estado de Derecho, a través del financiamiento de la publicación de material bibliográ-
fico producido por estudiosos del nuevo sistema procesal penal, mediante medios impresos o digitales.
• "LA AUTOPSIA".
Jorge Nuñez de Arco (2005)
I.S.B.N. 978-99905-855-4-4
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PRIMER CONCURSO NACIONAL DE ENSAYOS JURIDICOS
SOBRE LA REFORMA PROCESAL PENAL
® Derechos Reservados
Para la calificación de los ensayos, se invitó a las principales autoridades del sis-
tema de administración de justicia penal, habiendo finalmente el Jurado Califica-
dor, quedado compuesto por la Fiscal Adjunta Dra. Edith Romero Cruz en repre-
sentación de la Fiscalía General de la República; la Ministra de la Sala Penal de la
Los ensayos con MENCION ESPECIAL fueron: “Salidas Alternativas: una solu-
ción pacífica” de la abogada paceña Nadia Alejandra Cruz Tarifa; “La Prueba y la ca-
dena de custodia” del abogado del Foro paceño Cristian Marcelo Alanes Flores; “Ré-
gimen de garantías del proceso penal y su importancia en la evidencia científica”
del abogado cochabambino Richard Andrade Vallejos; “Criterios de oportunidad
en el nuevo sistema procesal” de la Fiscal de Materia de la Fiscalía de Distrito de
Chuquisaca María Beth Vásquez Castro y “La huella genética: sujeto de prueba u
objeto de prueba”, del Dr. Jorge Nuñez de Arco, ex Director Nacional del Instituto
de Investigaciones Forenses.
Luego se informó que de las 28 ponencias recibidas hasta la fecha límite del 15
de enero de 2006, se admitieron y entregaron a los miembros del Jurado para su
estudio en fecha 21 de febrero de 2006, un total de 27 ensayos; siendo rechazado
el enviado por el Dr. Jaime R. Villamil Velasco, por incumplir la convocatoria en el
punto referido a tratarse de un trabajo inédito, toda vez que el ensayo enviado fue
ya publicado conforme da cuenta el libro acompañado por el propio interesado y
que fue publicado por la Universidad Juan Misael Saracho en agosto de 2004, bajo
el título de “Principios Procesales Vs. Procedimiento Abreviado”.
GTZ – Proyecto de Apoyo a la Reforma Procesal Penal, no formó parte del Tribunal Calificador.
I. Introducción
II. Naturaleza Jurídica del Procedimiento Abreviado
III. Constitucionalidad del Procedimiento Abreviado
III. 1. Derecho al Juicio Previo - III. 2. Derecho a la No Auto -Incriminación
III. 3. Derecho a un Juicio Público
IV. Régimen de La Ley 1970
IV. 1. Procedencia y Oportunidad - IV. 2. Trámite - IV. 3. Posibilidad de rechazo por parte del
Juez - IV. 4. La Sentencia - IV. 5. Vías Recursivas - IV. 6. Varios Imputados
V. Conclusiones y Recomendaciones
V. 1. Conclusiones - V. 2. Recomendaciones - V. 2. 1. La cuestión de Conformidad
V. 2. 2. Facultad de control por parte de los Jueces - V. 2. 3. Inclusión de una vía recursiva
ante el Rechazo del Acuerdo - V. 2. 4. Garantías de la Víctima - V. 2. 5. Delimitación del Pro-
cedimiento Abreviado a Delitos que tienen pena mínima legal de seis años o menos.
I. INTRODUCCIÓN
El Código de Procedimiento Penal plantea un serio conflicto entre una parte, la socie-
dad, que reclama seguridad jurídica, protección y sanción a los que cometen un hecho ilí-
cito y otra, que exige respeto a la observancia de los derechos de la persona y el cumpli-
miento del debido proceso y el juicio previo.
Todo sistema penal responde al régimen político imperante de cada nación o estado
y en la época en que estos se encuentran. Si el régimen es autoritario o despótico su sis-
tema penal será lo propio, si es democrático y rige un estado de derecho, sus instituciones
de la misma manera; en el primer caso se fortalece el poder del Estado ejercitando la per-
secución penal, avasallando los derechos de la persona, en el segundo se otorga al indivi-
duo las suficientes garantías para enfrentar a ese poder punitivo, preservando su dignidad
en un plano de igualdad.
Pese a tener una Constitución Política que preserva los derechos y garantías de la per-
sona y consagra principios básicos que limitan el poder punitivo del Estado, como el debi-
De esta manera el antiguo código rebasó a la misma Constitución Política, con la se-
cuela de prolongar la tramitación de un proceso penal ad eternum, confirmando aquel di-
cho que afirma: que la justicia que tarda ya no es justicia sino injusticia. Como consecuen-
cia de este sistema la sociedad en su conjunto perdió confianza en la administración de
justicia, creando el clima propicio para el caos, la convulsión social, permitiendo que el
hombre retorne a la época primitiva de hacerse justicia por sus propias manos.
El actual Código de Procedimiento Penal ahora quiere marcar distancia con el anterior,
a partir del respeto de la persona y sus derechos, creando mecanismos de control jurisdic-
cional desde la investigación, las medidas cautelares, las salidas alternativas y la conforma-
ción de tribunales con ciudadanos legos, consagrando así el sistema acusatorio, oral, públi-
co y contradictorio.
la mayéutica adjetiva represiva del estado, el legislador ha visto por conveniente incluir es-
te instrumento para que de este modo cumpla en nuestro país los siguientes objetivos pa-
ra los que está diseñado: 1) lograr una racional distribución de los recursos que el Estado
afecta al proceso penal, 2) llegar a condenas judiciales en un sistema procesal en el cual
son mucho más los presos sin condena que aquellos que están cumpliendo una, 3) agili-
zar los procesos penales, 4) abaratar considerablemente el costo del juicio penal, 5) aliviar
la tarea de los tribunales orales y 6) tomar en consideración el interés del acusado, quien
mediante la colaboración prestada en el acuerdo puede obtener una reducción de la pe-
na, dentro de los límites de la escala que éstas tienen.
A pesar de todas las bondades que este instituto ofrece, trae consigo además ciertas di-
ficultades, y aparentes contradicciones que podrían traducirse más allá en incredulidad en
la justicia penal boliviana por parte de la población y sociedad, debido a que no procura
ciertas limitantes y restricciones en su uso.
En el caso del procedimiento abreviado, el papel del consenso no sólo tiene trascen-
dencia en lo que ataña a la reducción temporal y económica del proceso, sino que el
acuerdo puede incidir también en la normativa de fondo. Ello se hace patente al prohibir
al juez la imposición de penas superiores a las solicitadas por quien representa al Ministe-
rio Público Fiscal, que son el fruto del acuerdo con el imputado y su defensor. Por otra par-
te, si se ubica a las normas que lo reglamentan dentro del campo de las normas optativas1,
resulta evidente que no se trata de una imposición que restrinja el derecho de cualquier
persona a ser juzgada en forma oral y pública, si ése es su deseo.
Es importante recordar que para la aplicación del juicio abreviado según el régimen
dispuesto por la ley 1970, la voluntad del imputado constituye sólo una parte – siempre ne-
Por lo tanto, lo que sostiene Marchisio3 en cuanto a que la conformidad no puede asi-
milarse a un convenio transaccional por medio del cual las partes deciden desistir del de-
bate y pasar directamente al dictado de la sentencia, sí parece tener validez para la natu-
raleza del procedimiento abreviado, en la que el reconocimiento de los hechos – sí un ac-
to unilateral de la defensa – es sólo una parte. Mientras no se alteren los límites punitivos
que disponen las leyes penales de fondo, un acuerdo sobre la pena no modifica el princi-
pio de legalidad, ni amerita sostener que el régimen tenga características sustantivas.
Adrián Marchisio4 afirma que en cuanto a que la conformidad del imputado no impor-
ta la aceptación de la pena, sin embargo, es justamente el monto punitivo que requiere ex-
presamente el fiscal siendo éste el producto de la previa negociación con el imputado y su
defensor, que se contentan con que el eventual castigo no pueda superar lo acordado. Es
que en realidad, la conformidad es sólo sobre la cuantía de la pena, único objeto de la ne-
gociación si se tiene en cuenta que la norma no admite vulneraciones a los principios de
legalidad procesal y de búsqueda de la verdad real.
Por cierto que tampoco se agota la cuestión en la transacción entre el fiscal y el impu-
tado, pues es también necesaria la posterior intervención del juez, no ya en la negociación,
pero sí en el análisis del acuerdo a contraluz del plexo probatorio reunido y de los requisi-
tos de la admisibilidad que emergen de la ley. La eventual posibilidad de rechazo por par-
te del juez, hace que su decisión al respecto resulta decisiva para la concreción del proce-
dimiento abreviado no es únicamente convencional, y que cuando existe un acuerdo ex-
preso entre las partes se requiere luego el respaldo del juez.
Esta intervención ex post del juez permite controlar el acuerdo, y pone coto a cualquier
posible extralimitación por parte de los fiscales. De ese modo, se evita las críticas que de-
3 Adrián Marchisio, El juicio abreviado y la instrucción sumaria, Ad-Hoc, Buenos Aires, 1998, p. 121
4 Adrián Marchisio, op. cit., p. 121
5 Santiago Marino Aguirre, op. cit., p. 71
nuncian la existencia de un pacto entre desiguales6, las que soslayan tanto al margen de
negociación y de responsabilidad de los representantes del ministerio público como la ca-
pacidad de los abogados defensores tendiente a conseguir la mejor solución posible para
sus clientes en cada caso particular.
La participación del querellante que prevé la ley no tiene una real incidencia respecto
del consenso arribado, mas al ejercer su posibilidad de opinar sobre lo acordado puede in-
fluir en la convicción del juez para dar curso, o no, a la vía abreviada. 9
6 Gabriel Ignacio Anitua, “En defensa del juicio”, Cuadernos de Doctrina y Jurisprudencia Penal, nro. 8-A,
Ad-Hoc, Buenos Aires, 1998
7 Santiago Marino, El Juicio Penal Abreviado, p. 69
8 Santiago Marino Aguirre, op. cit., p. 72
9 Santiago Marino Aguirre, op. cit., p. 72
ra etapa negocial entre acusador y acusado, la facultativa opinión del querellante, y la pos-
terior actuación del juez para dar la definitiva respuesta jurisdiccional.
Es una realidad irrefutable que la puesta en práctica del procedimiento abreviado im-
plica que no se realice la audiencia de debate, brindando como resultado una sentencia
cuya sustancia no emerge de los preponderantes principios de oralidad, inmediación y pu-
blicidad del juicio. A esto se suma el hecho de que, para hacer admisible el nuevo meca-
nismo procesal, la normativa requiere que el imputado asuma una actitud determinada,
cuyos rasgos conducen a que algunos autores hablen de una coactiva autoincrimación.
La Carta Magna de la Nación Boliviana consagra como un derecho inalienable del im-
putado el de ser juzgado en juicio oral y público y sentenciado luego de una efectiva pro-
ducción de las pruebas en dicha audiencia, con plena vigencia de los principios de la con-
tradicción y la inmediación.
Como una mención habitual se da el ejemplo de Bauman. Una persona que se aludie-
ra como autora de un homicidio y que se presentase ante la autoridad penitenciaria para
cumplir una pena12. A su vez, esta situación, a simple vista es engañosa e inadecuada, pues
el juicio abreviado sólo admite la supresión del debate, sin que ello implique el dictado de
una sentencia sin sustento probatorio o que carezca de los elementos esenciales de todo
juicio penal.
11 Gustavo Bruzzone, “Acerca de la adecuación constitucional del juicio abreviado”, Cuadernos de Doctrina y
Jurisprudencia Penal, nro. 8, Ad-Hoc, Buenos Aires, 1998, p. 582
12 Citado, por Gabriela Córdova, en “El juicio abreviado en el Código Procesal Penal de la Nación”, en
Procedimiento Abreviados, Editores del Puerto, Buenos Aires, 2001, p. 239
El juicio oral y público, con la vigencia o no de la ley que autoriza la vía abreviada, siem-
pre podrá realizarse13. La única posibilidad de que el derecho a un juicio oral y público apa-
rezca restringido, se podría dar con una aplicación extorsiva del procedimiento como,
Langbein14, y que es aplicable al sistema norteamericano, sistema del que dista bastante el
nuestro.
Por otra parte, no corresponde obviar la necesaria intervención del abogado defensor
en todo el trámite del acuerdo, la cual, en definitiva, constituye también una garantía en la
prevención de eventuales abusos por parte de los fiscales.
A más de las opiniones ya resaltadas sobre las consecuencias que acarrearía la no-rea-
lización del debate oral y público, a su vez, otra parte minimiza la validez de la sentencia
que resulta de un procedimiento abreviado con el razonamiento de que sus fundamentos
se extraen de probanzas colectadas en la etapa preparatoria, en donde las posibilidades de
defensa están significativamente restringidas.
Si bien estos argumentos tienen parte de razón, por cuanto es innegable que se arriba
a la sentencia sin la realización del debate, esa tesis pierde peso mientras se mantenga vi-
gente la opción de la oralidad, es decir de la puesta en escena del debate. Es cierto que
con el juicio abreviado el procedimiento debe ser necesariamente escrito, y que un mejor
y más adecuado modo de juzgar los hechos es a través del juicio oral; pero mientras el de-
recho al juicio oral se mantenga intacto, no puede censurarse tal situación.
Por otra parte, no es legítimo cuestionar las sentencias manifestando que no se apun-
talan en evidencia producida en el debate, pues sería lo mismo impugnar un sobresei-
miento por estar basado en pruebas de la etapa preparatoria que demuestran la inocen-
cia de un imputado. Los elementos probatorios legalmente incorporados serán valorados
Además, Cafferata Nores, afirma efusivamente que las sentencias derivadas de un pro-
cedimiento abreviado mantienen todos los elementos del juicio propiamente dicho.18 Afir-
ma el distinguido procesalista cordobés que existe acusación, defensa, que se ejercita a tra-
vés de un reconocimiento de participación en el delito libremente formulada, debidamen-
te asesorado por el defensor; prueba, la recibida en la etapa preparatoria, estimada idónea
para fundar un pedido de condena por parte del fiscal, analizada por el imputado y su de-
fensor y finalmente evaluada por el juez; sentencia, que deberá reunir todos los requisitos
de cualquier sentencia y se fundará en las pruebas de la etapa preparatoria y en el corro-
borante reconocimiento de culpabilidad del acusado, y recursos, que procederán por las
causales comunes.
Es posible ratificar que el derecho – siempre vigente – del imputado a ser juzgado en
un debate oral y público y con todas las garantías constitucionales, puede dejar de ejercer-
se si él mismo lo considera conveniente y cuenta con una alternativa legal para ello, así co-
mo con el omnipresente asesoramiento letrado.
15 José I. Cafferata Nores, La prueba en el proceso penal, Depalma, Buenos Aires, 1986, p. 42
16 José I. Cafferata Nores, cit., p. 43
17 Santiago Marino, op. cit. p. 110
18 José I. Cafferata Nores, op. cit., p. 168
19 Claus Roxin, Derecho procesal penal, Editores del Puerto, Buenos Aires, 2000.
Doctrinalmente, una de las críticas más frecuentes frente a este instituto, es la que se
basa en una supuesta vulneración al derecho constitucional a permanecer callado ante
una imputación. Se afirma que la posibilidad de una mayor sanción para el imputado que
elija ejercer su derecho de defensa plenamente en un debate oral y público, funciona co-
mo un modo coercitivo para obligarlo a confesar el delito que se le imputa.20
Sin embargo, lo mismo podría decirse de cualquier imputado que desee confesar su
responsabilidad durante un juicio oral con el ánimo de ser favorecida su situación proce-
sal, lograría así, una condena menos gravosa. Además en el caso de la confesión durante el
juicio el imputado no tiene ninguna garantía de que su confesión le beneficie, pues su con-
sideración estará en manos de los juzgadores, mientras que en el caso del juicio abreviado
su opción por el procedimiento le dará la certeza de que no podrá ser condenado a una
pena superior a la acordada.21
20 Miguel Angel Almeyra, “Juicio abreviado ¿o la vuelta al inquisitivo?, en Procedimientos abreviados, Editores del
Puerto, Buenos Aires, 2001, p. 353 y ss.
21 Santiago Marino Aguirre, op. cit., p. 110
22 Gabriela Córdoba, op. cit., p. 236
cambio un tope máximo de pena que no puede ser superado por los jueces? No, señor,
nosotros vamos a protegerlo e imponerle su derecho al juicio como manda la Constitu-
ción. Eso sí, va a ser condenado a una pena mayor, pero no se olvide de que esto es para
salvaguardar sus derechos”. 23
Un ejemplo al respecto sería: “A” tiene un crédito de Bs. 10 sobre “B”. “A” – necesitado de
dinero en efectivo – le propone a “B” que le pague Bs. 8 y la deuda estará saldada y que, si
no se aviene a esa propuesta, le hará un juicio en donde hará valer los documentos que
acreditan la deuda en cuestión. ¿Se puede afirmar seriamente que “A” está amenazando a
“B”? Si “B” estima que la deuda no existe o no puede ser probada, hará caso omiso a la
“amenaza” y discutirá en juicio su derecho. Si por el contrario, “B” entiende que en caso de
recurrir a la vía judicial será condenado a pagar los Bs. 10 puede estimar beneficioso el pa-
gar los Bs. 8 antes. Si las dos partes ven como más favorable a sus intereses esta última so-
lución, no se entendería que ella no pueda ser escogida. Al Estado le conviene “político-cri-
minalmente” en algunos casos no realizar el debate, y los imputados se benefician con una
pena menor.
Además, una interpretación íntegra del derecho a negarse a declarar puede incluir la
facultad de resistirse a ocupar al estrado, es decir la llamada “pena de banquillo”, o la pe-
na adicional24, especialmente si se toma en cuenta que el juicio oral y público expone al
imputado de un modo estigmatizante frente al resto de la sociedad.
¿Necesita el Estado de esa “confesión” para tener por acreditado el hecho? Si la res-
puesta fuese afirmativa, manifestaría una importante carencia de elementos probatorios
para proceder a la condena de un imputado. Entonces, ¿es posible sostener que ante esa
debilidad probatoria el acusado accedería a la vía abreviada, en lugar de concurrir a un jui-
cio en donde tendría un alto grado de posibilidad de ser absuelto?. Es evidente que si ése
fuera el caso, ningún imputado se avendría a realizar un acuerdo, ni los abogados defenso-
res aconsejarían actuar en ese sentido.
Por el contrario, el Estado no necesita de esa confesión para – con los elementos reu-
nidos en la etapa preparatoria – probar el hecho. El principal beneficiado en realizar un
acuerdo será el imputado, quien podrá renunciar a éste y obtener una sanción razonable-
mente menor. Eso en modo alguno significa declinar su derecho de defensa en juicio, sino
todo lo contrario: es utilizar una vía que le otorga el ordenamiento legal para obtener el re-
sultado más conveniente a sus intereses.
Expresa Bovino26 “la vía abreviada obliga al imputado a colaborar con el acusador que
no cuenta con pruebas suficientes para condenar, consintiendo una condena sin pruebas”.
La realidad es muy distinta: si no hay pruebas, el imputado y su defensor optarán por la ce-
lebración del juicio oral y el ejercicio pleno del derecho de defensa en el debate. A esto se
le suma un detalle grande y mismo que obviar no se puede y que está plasmada en la la-
bor de los fiscales y los jueces. ¿Se puede afirmar, teniendo en consideración el cometido
constitucional de los fiscales en proteger la legalidad, que estén facultados para ofrecer un
arreglo cuando no obran en la causa elementos de cargo, y llegar incluso a pedir pena en
el caso concreto?. De la misma manera en que, luego de producido el material probatorio
en un juicio oral y público en el que no se haya acreditado un hecho o la culpabilidad del
imputado corresponde, lógicamente, que pidan la absolución, tampoco habrá de solicitar
una condena por vía abreviada si no hubiera las pruebas necesarias para ello.27
Sin embargo, si los fiscales fueran capaces de tanta irresponsabilidad, queda aún el res-
guardo del juez, pues, aunque obre la conformidad del imputado y su defensor, sumada a
la acusación y al requerimiento de pena del fiscal, no se podría fundamentar una senten-
cia si no hubiera elementos de prueba agregados a la causa que permitiesen acreditar esa
responsabilidad. Queda claro entonces, que el juez de garantías no necesita de esa “con-
fesión” para fundamentar su sentencia, y que la conformidad del imputado ofrece una res-
puesta más rápida y económica que redunda en su propio provecho y en el descongestio-
namiento de todo el sistema. No es pertinente hablar tan alegremente sobre la existencia
de una coacción con el fin de sacar confesiones de los imputados, sino al revés: se premia
a quienes facilitan el accionar de la justicia con una sentencia menos gravosa. Ello, siem-
pre con la limitación de las penalidades previstas en la normativa sustantiva (principio de
legalidad) y sin que se dé una alteración en los hechos (principio de búsqueda de la ver-
dad-correspondencia). La responsabilidad de los fiscales en el cumplimiento de su labor,
el obligado asesoramiento de un profesional letrado y el posterior control jurisdiccional ex-
hiben un apropiado soporte para que no se produzcan situaciones “extorsivas”. Impedir al
imputado su opción de decidir por la vía abreviada redundaría en la restricción a su dere-
cho – también constitucional – de obtener una sentencia rápida que ponga coto a la in-
certidumbre procesal que le toca vivir.28 Así como una simple y llana confesión en la au-
26 Alberto Bovino, “Procedimiento abreviado y juicio por jurados”, en Procedimientos Abreviados, Editores del
Puerto, Buenos Aires, 2001, p. 90
27 Santiago Marino Aguirre, op. cit., p. 114
28 Santiago Marino Aguirre, op. cit., p. 115
diencia de debate oral y público no alcanza por sí sola para dar fundamentos en una sen-
tencia, la simple conformidad del imputado resulta insuficiente a los mismos fines, pues el
correcto control del juez se constituye en la principal protección para evitar respuestas in-
justas. A esta actividad jurisdiccional se le suma el asesoramiento del defensor letrado y el
inevitable control de los elementos de prueba que debe hacer el representante del Minis-
terio Público Fiscal, antes de efectuar un ofrecimiento de juicio abreviado.
Parecería de esta manera, que en el procedimiento abreviado este principio está mini-
mizado o burlado. Esto porque la negociación entre el fiscal y el defensor no es pública, y
porque la sentencia a la que se puede arribar en forma posterior no es resultado de un jui-
cio oral y público. Por ende, debe interpretarse cuál es el verdadero sentido de la publici-
dad en este caso: un derecho del imputado que pueda ser renunciado si le resulta conve-
niente, o el derecho de todos los ciudadanos a controlar el proceso judicial30. Por lo tanto,
tratándose principalmente de un derecho constitucional del imputado, quien puede exi-
gir su estricto respeto y exigir ser sometido a un juicio penal público, parece razonable que
esa garantía no sea utilizada en su contra y lo desfavorezca. Es conocido que las normas de
derechos humanos incorporadas a la Constitución deben ser entendidas siempre a favor
del imputado; por lo tanto, forzar esas normas e interpretar las garantías de un modo con-
trario al de su interés real y efectivo luce como un verdadero despropósito.31 Es sensato
creer que la publicidad es un derecho del pueblo a verificar los actos jurisdiccionales, y que
deba ceder ante una garantía que, inequívocamente, se instituyó para proteger a la perso-
na a quien se le atribuyó un delito, y que por lo tanto puede renunciarla si ello le favorece.
Esa posibilidad de disposición del derecho al juicio público le permite al acusado, ade-
más de obtener una condena presumiblemente más leve, evitar “la pena de banquillo”. Es
innegable que son muchos los casos en que los imputados utilizan la vía abreviada, princi-
palmente, para evitar la exposición pública que implica el sometimiento al juicio oral; al in-
controvertible castigo que ya en sí importa generalmente un proceso penal, e incluso a la
sanción que los jueces dispongan en caso de condenar, se suma el obligado “escarnio pú-
blico” que a menudo conlleva la presencia de los ciudadanos en juicio. La defensa de los
derechos de los ciudadanos a controlar los actos de los funcionarios no puede ser esgrimi-
da para solventar un plus de sanción al imputado, que desvirtúa completamente la finali-
dad real a la que debe tender un proceso penal acorde con las directivas constitucionales
que lo rigen. Ello se enmarca en la antes mencionada asimilación que Darritchon esboza
entre juicio abreviado y derecho de rendición en situaciones de guerra. Pareciera ser que,
aunque el imputado desee rendirse ante el cuadro incriminante que obra en su contra e
incluso acepte una condena por ello, igual se lo quiere someter a la expiación pública por
su conducta; por cierto que bajo el argumento del respeto a garantías constitucionales su-
yas y del pueblo para actuar en ese sentido.32
La tesitura de que los ciudadanos sean excluidos del juicio no debe escandalizar, por
cuanto existen en un proceso penal numerosas instancias en las que el pueblo no partici-
pa, no pudiéndose colegir razonablemente que ese déficit implique la violación de normas
constitucionales. El sobreseimiento después de la etapa preparatoria, no es el fruto de un
proceso en el que el pueblo tenga participación, sin que por ello pueda censurarse ese re-
conocible “acto de gobierno” y atribuírsele una violación a normas constitucionales.33
El primer requisito legal para la procedencia del juicio abreviado está dado por la cir-
cunstancia de que la pena privativa de libertad, respecto al delito cometido, no sea fija. Es
decir, que según Instructivo No. 005/01 de la Fiscalía General de la República, en relación
con el Código Penal y Ley de Protección a las Víctimas de Delitos contra la Libertad Sexual
y en relación con la Ley de Régimen de la Coca y Sustancias Controladas, todos los deli-
tos que tengan una pena ya determinada, como por ejemplo el asesinato: 30 años de pre-
sidio, omisión de declaración de bienes y rentas: 30 días multa, etc., no proceden ante el
procedimiento abreviado, precisamente por la razón de que dichas penas no pueden ser
objeto de “negocios” con el fiscal.
La redacción de la ley permite inferir que la adopción o no del trámite abreviado de-
penden – principio – de la voluntad del fiscal interviniente. Es él quien debe evaluar si in-
tentará llegar a un acuerdo, y estimar si la pena a requerir es suficiente en cada caso y si
con el cuadro probatorio que tiene en su poder y que pueda tornar innecesaria la celebra-
ción del debate oral y público, crea él sin dudas el mejor modo de intentar arribar a la “ver-
dad real”. De todo esto se desprende que no se trata de un trámite “automático” cuya fac-
tibilidad depende sólo de que se verifique objetivamente cierto número de requisitos exi-
gidos por la ley, sino que se demanda una decisión anterior del fiscal actuante en cada ca-
so, luego del correspondiente análisis de sus particularidades (características del hecho, da-
ño provocado, etc.).
Esto no implica, sin embargo, que la negociación no pueda intentarse desde el lado del
imputado y su defensor – como ocurre muchas veces -, pero al enunciar la ley que el pro-
cedimiento puede aplicarse sólo a través de la estimación de pena concreta que haga el
fiscal, convierte a esa decisión en determinante para su viabilidad. No debe entenderse
con esto que el fiscal sea quien deba iniciar la negociación, lo cual podría interpretarse qui-
zás como un intento de coerción, sino que las conversaciones con los abogados defenso-
res sólo podrá llegar a buen puerto si existe la venia del fiscal para el empleo del mecanis-
mo.34
El art. 373 prevé una oportunidad para el intento de la vía abreviada por parte del repre-
sentante del ministerio fiscal. Esta ocasión para realizar un acuerdo es después, obviamen-
te, de hecha la investigación, en su requerimiento conclusivo. En la práctica, no es habitual
que los imputados escojan producir acuerdos con el fiscal que interviene en la investiga-
ción ya que, podría suponerse que tal reticencia se origina en que ese agente es el que
aportó su esfuerzo para intentar acreditar prima facie la responsabilidad del imputado.
Como la cara opuesta al requisito de solicitud de pena por parte del fiscal intervinien-
te, aparece en la norma la condición de que el imputado – asistido por su defensor – ex-
prese su conformidad sobre la admisión del hecho y su participación en él, del modo des-
crito en el requerimiento conclusivo y con la calificación legal allí recaída.
Sin dudas que esa formalidad constituye una de las cuestiones más espinosas de la ley,
especialmente en cuanto a si es o no el fruto de una presión del fiscal para lograr la autoin-
criminación del imputado. Como se dijo, no es correcto afirmar que este reconocimiento
por parte del imputado signifique una confesión, ni que la conformidad otorgada sea el re-
sultado de la coacción. Se trata de una expresión del acuerdo sobre la adopción del trámi-
te abreviado y también sobre la pena, que es fruto de la negociación con el fiscal.
IV. 2. TRÁMITE
Es evidente que los diálogos entre el representante del Ministerio Público Fiscal y el im-
putado imponen una obligada sumisión tanto a la inalterabilidad de los hechos objeto del
proceso como a los marcos punitivos establecidos en la normativa de fondo para el delito
que se trate. No existe, entonces, riesgo de que se produzcan alteraciones similares a las
admitidas en sistemas extranjeros, como el plea bargaining estadounidense, en donde pri-
ma la solución consensual del conflicto por sobre lo verdaderamente acontecido en la rea-
lidad.
Más allá del omnipresente asesoramiento letrado, quien tiene la última palabra sobre
la aceptación de la vía abreviada es siempre el imputado. Ello se condice con la trascen-
dencia de una decisión que, en la generalidad de los casos, culmina en una sentencia con-
denatoria. Vale decir, igualmente, que la autoridad jurisdiccional para sustanciar y resolver
Por otra parte, si el juez encuentra que el plexo probatorio reunido carece del peso su-
ficiente para llevar a la convicción condenatoria, tiene carta blanca para rechazar el acuer-
do, conforme lo autorizan las prescripciones de la ley. Por cierto que dicha decisión debe
ser fundada, y tendrá como consecuencia la realización del juicio oral y público ante el tri-
bunal de sentencia.37
El art. 373, en su tercer párrafo, prevé la posibilidad de que el juez rechace el acuerdo,
prescribiendo para ello sólo dos fundamentos: la argumentación de la necesidad de un
mejor conocimiento de los hechos mediante el procedimiento común y la oposición fun-
dada de la víctima.
Tal denegación no consistirá en el mero enunciado de su causal sino que deberá fun-
darlo. Lamentablemente, el régimen no previó ninguna vía recursiva contra esta eventual
negativa de los jueces a convalidar el acuerdo, insuficiencia, que, en definitiva, va en des-
medro del imputado, quien sufrirá un palmario perjuicio si es condenado en forma más
gravosa a la acordada en un posterior juicio oral y público.
Otra causal para rechazar el acuerdo, y que está íntimamente ligada a la especificada
en la ley, puede ser la divergencia sobre la calificación legal asignada al caso. Así como la
norma restringió facultad del juez al imposibilitar que condenen de una manera más gra-
vosa que la solicitada por el fiscal en el acuerdo, mantuvo la prerrogativa de que sea el juez
quien efectúe la calificación legal definitiva de los hechos traídos a juzgamiento. De este
modo, se evita atribuirle al juez una mera función homologatoria, permitiéndole el control
de los acuerdos para prevenir la vulneración de los principios de legalidad procesal y de
verdad-correspondencia. 38
Si se entiende que el juez no puede rechazar el acuerdo por considerar que la pena
convenida es insuficiente, se torna litigioso determinar si está facultado o no para denegar
la solicitud por convenir en que corresponde una calificación más gravosa para el imputa-
do basándose en los hechos y pruebas recolectadas en la etapa preparatoria. Ello si tene-
mos en cuenta que el fiscal no está autorizado a efectuar ninguna modificación de los he-
chos (principio de congruencia), y que entonces el rechazo puede redundar en una con-
dena más grave luego de producido el debate oral. De todas maneras, se sabe que serán
otros jueces naturales quienes conocerán y substanciarán el debate oral.
Este hecho, es decir el pase de la causa a otro tribunal, según ciertas voces, puede im-
plicar la vulneración de la garantía constitucional del juez natural. Sin embargo, así como
cuando cualquier magistrado que tenga disminuida su imparcialidad debe ser apartado,
un juez que realiza una apreciación global de la prueba y adopta una resolución en con-
secuencia, pone en serias dudas su capacidad de ser objetivo en el mismo caso en el futu-
ro. Justamente, la garantía del juez natural tiene su razón de ser en la necesaria imparcia-
lidad de los juzgadores, por lo que el apartamiento de los jueces que ya tomaron una po-
sición respecto de un imputado, más que vulnerar dicha garantía, tiende a hacerla efecti-
va. 39
siempre un interés que parcializa su actuación en el asunto de que se trate, pero esa acti-
vidad debe encuadrarse dentro de los límites que le impone nuestra Carta Magna, debién-
dosele garantizar a cada imputado que va a ser llevado a juicio un ánimo únicamente in-
teresado en la defensa de la legalidad. 40
La ley es terminante cuando dispone, en el art. 374 que, ante el rechazo del acuerdo, el
pedido de pena no vincula al fiscal que intervenga en el debate. Es claro que de ese mo-
do expresa que, el representante del ministerio fiscal debe ser otro. Es claro también, que
la norma restringe el poder punitivo de los jueces limitándolo a la pena solicitada por el
fiscal, la misma que debe ser acatada por el juez. Aunque si bien, esta norma parece alte-
rar los topes punitivos máximos previstos en la ley sustantiva, esta modificación es sólo
aparente. Al momento de realizar un acuerdo, el fiscal no puede alterar los hechos, ni sus-
traerse a las penalidades estipuladas en el Código Penal.
40 Santiago Marino Aguirre, La imparcialidad del fiscal en el proceso penal, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1999,
p. 33.
41 Gustavo Bruzzone, op. cit., p. 583
IV. 4. LA SENTENCIA
Si el acuerdo al que arriban las partes no es rechazado por el juez corresponderá, en-
tonces, la dictación de la sentencia. Para este caso, rigen requisitos similares a los de cual-
quier sentencia, aunque sus fundamentos se extraerán de las pruebas reunidas en la eta-
pa preparatoria, con el complemento de la conformidad expresada sobre los hechos por
parte del imputado y la aceptación de la víctima. Es decir que más allá de cualquier acuer-
do, existe una respuesta jurisdiccional inevitable para el conflicto penal de que se trate.
Si está el juez limitado por la imposibilidad de imponer una pena superior a la solici-
tud del fiscal, sin duda se trata de una de las disposiciones que mayor reticencia puede ge-
nerar en algunos jueces, pero lo cierto es que ningún provecho sacaría un imputado en
avenirse a realizar un acuerdo si no existiera un resguardo para su cumplimiento en el mar-
co consensuado, en atención a la naturaleza transaccional que caracteriza al instituto. Ade-
más, dentro de una tendencia legislativa y doctrinaria, si el caso se diera, el pedido de ab-
solución del fiscal en juicio no autoriza al tribunal a condenar, es por ende, coherente que
la solicitud de pena que realice el encargado de impulsar la acción no se vea superada de
un modo más gravoso por parte del juez.
Esa circunstancia torna enmarañado el asunto de si son ahora los fiscales los que de-
ben examinar los lineamientos para la determinación de la pena, en razón de la imposibi-
lidad del juez en superar el monto requerido.42 La vigencia de este instituto permite a los
representantes del Ministerio Público Fiscal a sopesar las atenuantes y agravantes de cada
caso en particular. Por supuesto, que esa evaluación no debe permanecer tácita ni plas-
marse ni suponerse, sino que explícitamente debe exponerse en forma conjunta al pedi-
do de pena, su fundamentación para tornarlo legítimo.
Los principios constitucionales y legales que imponen que los jueces son los únicos fa-
cultados para la aplicación de una pena, no resultan vulnerados por las mayores atribucio-
nes del Ministerio Público Fiscal, pues la sentencia condenatoria sigue estando en sus ma-
nos, aunque con la mencionada acotación respecto del quantum de la pena.
tado. Una resolución en tal sentido no altera las previsiones de la ley, ya que esa respuesta
jurisdiccional no constituye una condena más gravosa, sino todo lo contrario. Sin embar-
go, así como es posible que el juez rechace un acuerdo por discrepar con la calificación le-
gal admitida, no habría obstáculos en que se arribe a una solución absolutoria en el caso
de entender que los hechos imputados resultaran atípicos.
Acaso sean los excluidos del acuerdo – querellante, víctima y actor civil- quienes se pre-
senten como los posibles recurrentes si resultan agraviados creyendo que la pena impues-
ta está muy por debajo de la magnitud del hecho y no basándose estrictamente en el ma-
terial probatorio recolectado.
No hay duda uno de los fines de la ley es la descongestión de los tribunales, lo cual se
corresponde con la no-realización del juicio oral. Si el imputado sólo se aviene de un mo-
do parcial, la finalidad de la norma no se efectivizaría pues igualmente sería necesaria la
celebración de la audiencia de debate.
Sin embargo, para el caso de que existan varios imputados en un mismo procedimien-
to no impedirá la aplicación de las reglas del juicio abreviado a alguno de ellos. Sin embar-
go, pareciera que el consenso de sólo algunos no lograría evitar la producción del juicio
oral, y porque existe el riesgo de que uno de ellos quede a merced del reconocimiento de
los hechos que pudieran hacer los demás. Podría tomarse como excepción de que si uno
de los imputados se encontrara en rebeldía, ya que en principio, no luciría justo que la in-
comparecencia de un co-imputado perjudique al resto de los causantes y les restringiría la
posibilidad de avenirse a un régimen que pueda, eventualmente beneficiarlos.
La realidad es que si en ocasión de un juicio oral uno de los imputados confiesa su res-
ponsabilidad, el resto de los co-imputados ocasionalmente puede ver más comprometida
su situación.
V. CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES
V. 1. CONCLUSIONES
En general, los delitos leves son de mayor facilidad probatoria. Señala correctamente
José I, Cafferata Nores el absurdo resultado de asignar los mayores esfuerzos en perseguir
los delitos más fáciles de juzgar, que son generalmente los de menor entidad.44 En nume-
rosas oportunidades se ha criticado ya en nuestro medio el hecho de que el procedimien-
to abreviado sea aplicable y procedente para todos los delitos, exceptuando obviamente
que poseen una pena fija, y se está proponiendo grandemente su aplicabilidad al trata-
miento de los hechos de menor entidad, aunque también en la realidad es posible perci-
bir que en muchos casos la comisión de delitos más graves no presentan dificultad proba-
toria.
Es por ello, que en muchas o en las más ocasiones, parece censurable la extensión del
procedimiento abreviado a casi la mayoría de los delitos, sean estos graves o no, cuando
sería más aceptable que sea destinado a delitos de mediana entidad, es decir aquellos cu-
yo máximo legal sea de seis o menos años. De este modo sería posible destinar los esfuer-
zos para la persecución y juzgamiento de los delitos de mayor complejidad o extrema gra-
vedad.
Es imposible la realización de un juicio oral y público – y rápido – para todos los he-
chos. La puesta en funcionamiento del juicio abreviado genera el dictado de sentencias en
un plazo razonable – como constitucionalmente corresponde -, y de ese modo se reduce
sensiblemente el número de presos sin condena. Esa celeridad actúa tanto a favor del im-
putado que presta su acuerdo como en de la víctima del delito, ya que ambos reciben una
más rápida respuesta jurisdiccional al conflicto. Pero también afecta favorablemente a los
que no escogen la vía abreviada, pues la descongestión resultante de los que sí optan por
la utilización del instituto opera a favor de una mayor celeridad en la realización del resto
de las audiencias de debate oral y público.45
Y más allá del innegable ahorro atinente al plano económico, el hecho de no movilizar
testigos, policías, peritos, etc., importa evitar pérdida de tiempo y de molestias para ellos.
Esa referencia adquiere importancia también para la víctima que, en la concepción inqui-
sitiva, podía además resultar revictimizada durante el proceso. A la desgraciada situación
que le haya tocado padecer, se le impone el tener que incurrir en gastos dinerarios y de
tiempo para participar en una audiencia en la que, en muchos casos, es tratada como una
mera fuente de información – objeto de prueba.
Por cierto que los principales detractores del juicio abreviado ponen énfasis en la su-
puesta vulneración de las garantías del imputado. En ese sentido, es conveniente señalar
algunas de las consecuencias que le puede acarrear optar por la solución abreviada.
El juicio abreviado, entonces, no debe ser visto como la panacea de los instrumentos
para la descongestión de los tribunales, sino como un mecanismo más – ni siquiera el me-
jor – que coadyuva a una mejor administración de justicia. 46
V. 2. RECOMENDACIONES
V. 2. 1. La cuestión de la conformidad
La ley No. 1970 exige, como requisito para acceder al juicio abreviado, que el imputa-
do dé su conformidad con el hecho y su participación en él. Ya se expuso que la discordan-
cia con quienes considerar esta conformidad como una confesión. Una de las propuestas
que se propicia, como así también y acertadamente lo señala Luis Alonso Salazar Rodrí-
guez47 que no tiene sentido el requisito de la admisión del hecho para la aplicación del pro-
cedimiento abreviado, pues su razón de ser se motiva en la simplicidad de lo que se quie-
re juzgar, y esa circunstancia objetiva trasciende a la confesión o no del delito por parte del
imputado.
En ese marco, no resulta del todo descabellada la propuesta que auspiciaría la posibi-
lidad de declarar inconstitucional parte de la ley que requiere el reconocimiento de los he-
chos por parte del acusado, sin que ello obste a la aplicación del instituto. Esto significaría
reafirmar la inconveniencia de considerar las manifestaciones del imputado como una
confesión, y ratificaría la utilización del mecanismo como un derecho del imputado a ob-
tener una respuesta más rápida y efectiva, con los consiguientes beneficios para él y para
la administración de justicia en general.
Esto permite inferir que la mera conformidad no alcanza para fundamentar la sentencia,
sino que serán los elementos colectados en la etapa preparatoria su verdadero cimiento.48
Es que esta suerte de confesión, con una naturaleza jurídica tan oscura, es fácil blanco
para los que afirman que se trata de un precio a pagar por el imputado para beneficiarse
con una pena menor, cuando en realidad su recompensa se origina en la colaboración
prestada para simplificar el proceso. Esa circunstancia constituye, objetivamente, un modo
de evitar el desgaste que implicaría la realización del debate oral y público.
De algún modo, pareciera ser que se busca el reconocimiento del imputado como un
aditivo “tranquilizador” para los jueces, cuando en realidad el temperamento condenato-
rio o no de los jueces únicamente debe sustentarse en las probanzas existentes.
Pese a que por ejemplo en Estados Unidos y en Italia, los jueces están claramente apar-
tados de todo el proceso de acuerdo entre las partes, mantienen un trascendente rol de vi-
gilancia del modo en que el imputado presta el consentimiento y sobre la efectiva com-
prensión de sus alcances.
Por ende, la legislación Boliviana debiera merecer una modificación en este aspecto,
con la inclusión de una norma que contemple la obligatoria actuación de los jueces de ins-
trucción con la orientación sugerida. Esta modificación también tendría el efecto de con-
trolar más efectivamente la posibilidad de que se produzcan presiones sobre el imputado,
desterrando de ese modo las críticas que refieren la existencia de prácticas extorsivas.
Riego, autor italiano, sugiere las siguientes preguntas para cumplir con la verificación
de la libre voluntad del imputado: ¿Comprende que por medio de su aceptación al proce-
Ya se expresó anteriormente que la ley debiera prever alguna vía recursiva para posibi-
litar el control de las decisiones del juez ante la eventualidad del rechazo del procedimien-
to abreviado. Esa actual falencia no admite la posibilidad del re examen de las disposicio-
nes del juez sobre el particular, lo que puede ir en desmedro de un derecho adquirido por
el imputado conforme lo autoriza una ley nacional.
En primer lugar, corresponde considerar el supuesto de rechazo por las causales que
surgen de la ley (necesidad de un mejor conocimiento de los hechos), que debe estar ba-
sado en elementos objetivos de la causa. Para el caso que la denegatoria no sea razonable-
mente fundada, el régimen no estipula recurso alguno, estimando que sería saludable la
creación de algún modo impugnativo.
49 Cristián Riego, “El procedimiento abreviado en Chile”, en El procedimiento abreviado, Editores del Puerto,
Buenos Aires, 2001, p. 459
Así como se escuchan voces de lo que bregan por la defensa del juicio oral y público,
deviene lógico sostener que a partir del dictado de la ley 1970, corresponde el resguardo
del derecho de la persona que acuerda con un órgano del Estado un monto punitivo, a
mantener ese acuerdo, que no puede ser rechazado si no se comprueba la existencia fun-
dada de las causales previstas por la normativa de ese efecto.51 A su vez, este medio tam-
bién podría tener utilidad para tratar el caso de la oposición de la víctima en el caso de que
ésta oposición no sea verdadera y legítimamente fundada y el juez llegue a rechazarlo.
V. 2. 4. Garantías de la víctima
Ahora con la nueva visión que el Código de Procedimiento Penal tiene con respecto a
la víctima, se puede colegir varias situaciones. Hoy en día el sistema penal no relega el pro-
blema de los verdaderos perjudicados por un accionar delictivo, y obviamente también di-
rige el proceso en la dirección de quien vulnera la ficción denominada “bien jurídico pro-
tegido”, esto es la persecución se efectúa por la transgresión de una norma estatal, y tam-
bién por el menoscabo de los derechos de una persona de carne y hueso. Por ende, y co-
mo resultado, ahora ya se da y todo se compadece con los trascendentes avances de la vic-
timología y con los fines a los que constitucionalmente está orientado en el proceso. De
esta manera se está yendo acorde con un mandato de los Arts. 1.1, 8,1 y 25 de la Conven-
ción Americana de los Derechos Humanos mismo que indica que el fin del proceso no se
agota en el castigo al delincuente, sino también – y de modo primordial – en la situación
de la víctima, en lo que se da a llamar “la tutela judicial efectiva”.
su lugar, es decir, actúe “como si” fuera la víctima; la hace hablar cuando desee callar, y la
hace callar cuando desea hablar. 52
V. 2. 5. Delimitación del Procedimiento Abreviado a delitos que tienen una pena del máxi-
mo legal de seis años o menos
Por lo tanto, los delitos que serían aplicables y procedentes frente al procedimiento
abreviado serían:
ARTÍCULO TIPO PENAL PENA PROCEDENCIA
114 Actos hostiles 2 a 4 años Sí
115 Revelación de secretos 1 a 6 años Sí
116 Delito por culpa 6 meses a 2 años Sí
117 Infidelidad en negocios con el Estado 2 a 6 años Sí
119 Incumplimiento de contratos de interés militar 2 a 6 años Sí
122 Concesión de facultades extraordinarias 2 a 6 años Sí
123 Sedición 1 a 3 años Sí
1 a 2 años Sí
129 Ultraje a los símbolos nacionales 6 meses a 2 años Sí
130 Instigación pública a delinquir 1 mes a 1 año Sí
3 meses a 2 años Sí
131 Apología pública de un delito 1 mes a 1 año Sí
132 bis Organización criminal
134 Desórdenes o perturbaciones públicas 1 mes a 2 años Sí
prestación trabajo
136 Violación de inmunidades 6 meses a 2 años Sí
137 Violación de tratados, treguas, armisticios 6 mese a 2 años Sí
o salvoconductos
140 Entrega indebida de persona 1 a 2 años Sí
141 Ultraje a la bandera, escudo o el himno 3 meses a 1 año Sí
de un Estado extranjero
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dencia Penal, año IV, Nro. 8, Editorial Ad-Hoc, Buenos Aires, 1998
Introducción
1.- Métodos Generales de Investigación
1.1.- La observación
1.2.- La comparación - 1.3.- La descripción - 1.4.- La reconstrucción - 1.5.- Análisis y síntesis
1.6.- La planificación
2.- Métodos Específicos de Investigación Criminal
2.1.- Clasificación del tipo delictivo - 2.2.- Establecer las circunstancias - 2.3.- Estructurar la re-
lación con el hecho - 2.4.- Análisis de los elementos primarios - 2.5.- Acciones preliminares
3.- Estrategias de la Investigación Criminal
3.1.- Establecer el modo de operar - 3.2.- Planteamiento de hipótesis - 3.3.- Establecer
conclusiones
4.- Estrategias para Establecer Circunstancias del Hecho
4.1.- Relación con el hecho - 4.2.- Con relación a las personas vinculadas al hecho - 4.3.- Re-
lación con el tiempo del hecho - 4.4.- Relación con el modo del hecho - 4.5.- Relación con
el lugar del hecho - 4.6.- Relación con el móvil del hecho - 4.7.- Aspectos circunstanciales
en la investigación
5.- Técnicas de Investigación Criminal
5.1.- Aproximación al lugar del hecho - 5.2.- Pautas para la aproximación - 5.3.- Seguridad y
protección del lugar del hecho - 5.4.- Reglas de seguridad - 5.5.- Reglas de protección
5.6.- Registro del lugar del hecho
6.- Técnicas de Fijación del Lugar del Hecho
6.1.- Descripción escrita - 6.2.- Croquis planimétrico - 6.3.- Planimetría - 6.4.- Fijación fotográ-
fica - 6.5.- Sistema de filmación
7.- Técnicas de Colección de Evidencias
7.1.- Embalaje - 7.2.- Etiquetado - 7.3.- Rotulado de evidencias - 7.4.- Medidas básicas para la
colección de evidencias - 7.5.- Manipulación de huellas dactilares - 7.6.- Colección de otras
evidencias físicas
8.- Perfil del Investigador
8.1.- Actitud - 8.2.- Certidumbre - 8.3.- Confianza - 8.4.- Conocimiento - 8.5.- Constancia
8.6.- Discernimiento - 8.7.- Discreción - 8.8.- Habilidad - 8.9.- Honestidad - 8.10.-
Imparcialidad - 8.11.- Ingenio - 8,12.- Integridad - 8.13.- Inteligencia - 8.14.- Intensidad - 8.15.-
Lealtad - 8.16.- Memoria - 8.17.- Persistencia - 8.18.- Personalidad - 8.19.- Serenidad
BIBLIOGRAFIA
INTRODUCCIÓN.
Una decisión fundamental que marcó la reforma procesal en nuestro país, es lo relati-
vo al establecimiento de un verdadero poder de investigación que tenga capacidad real
para investigar delitos, con respeto a los principios constitucionales y garantías procesales.
Sin embargo el funcionario actual sistema de justicia penal y aún haciendo abstracción
del cumplimiento de las garantías, podemos comprobar que dedica sus esfuerzos sola-
mente al cumplimiento del servicio y atención al público con la recepción de la denuncia
e informe al fiscal sin la consecuente reacción contra los delitos mas leves y sencillos; con-
trariamente ha mostrado incapacidad en la investigación de los hechos graves y comple-
jos, como los del crimen organizado, del narcotráfico y de la corrupción de funcionarios
públicos, orientándose la persecución de hechos que se presentan a diario, cuando los au-
tores de estos ilícitos son ya identificados.
El proceso se inicia como una contienda entre partes iguales. La fiscalía tiene el domi-
nio de la investigación con la dirección del fiscal y controlada por los jueces. Sin embargo
la Policía Técnica Judicial como la encargada de la investigación de delitos, pues es la úni-
ca que ha estudiado para cumplir este cometido, por eso se debe interpretar el Art 74 CPP
en sentido de que la Policía Nacional, bajo la supervisión del Ministerio público y a través
de las divisiones correspondientes es la encargada de la investigación de delitos.
No puede desconocerse que la policía es el primero que se encuentra con la realidad
de los hechos y de su criterio, como de su conocimiento, experiencia y facultades, pueden
encaminarse de la mejor manera posible las investigaciones futuras. Sin embargo es pre-
ciso hacer notar que la falta de apoyo presupuestario y técnico son las limitaciones que
atraviesa el investigador.
Método en sentido general, es la marcha racional del espíritu, para llegar al conoci-
miento de la verdad, de la realidad objetiva, investigar los fenómenos de la naturaleza y de
la sociedad, para llegar a la obtención de un resultado o alcanzar un objetivo.
La finalidad de todo método es llegar a un fin, comprobar una realidad objetiva, adqui-
rir nuevos conocimientos, etc.
1. La observación
a) Fenómenos materiales, las huellas del delito y las dejadas por el delincuente que pue-
dan conducir a su identificación; objetos documentados; sus propiedades, composi-
ción, estado, etc.
c) La acción de las personas, mecanismo de realización del delito, autores, participes del
hecho criminal.
La cuestión esencial de la observación del objeto está referida al análisis del mismo. El
conocimiento del objeto de observación su análisis nos conduce al establecimiento de los
factores, tanto externos, como internos, pero esta observación siempre dependerá en gran
medida de los medios y métodos que se emplean para la misma, así como de la capacita-
ción y experiencia del investigador.
2. La comparación
3. La descripción
4. La reconstrucción
5. Análisis y Síntesis
Forman estas dos categorías metodológicas una unidad que está referida a la necesi-
dad de descubrir, de probar las relaciones superiores o sea partiendo de las relaciones ge-
nerales de los delitos, sus pluralidades, llegar al conocimiento de las particularidades de de-
terminados casos. Este método, utilizado en toda la valoración de los elementos de prue-
ba contribuye con el proceso de elaboración y comprobación de la hipótesis del investiga-
dor a descubrir y formular consecuentemente las relaciones existentes en realidad como
elementos fundamentales del proceso de conocimiento en la investigación criminal.
6. La Planificación
se acredita teniendo en cuenta que en la práctica policial y judicial, donde se enfrentan las
garantías constitucionales y la responsabilidad jurídico social, no basta saber que se ha co-
metido un hecho punible, sino que, además, se necesita probar, como, donde, cuando,
quién lo realizó, para imponer una sanción.
Con arreglo de los principios de mayor importancia para el esclarecimiento del hecho
delictivo, lo cual nos viene dado a través del mecanismo empleado en la comisión del mis-
mo, el conocimiento de los medios o instrumentos y móviles del factor del hecho son el
conjunto de elementos que forman las pruebas. La clasificación abre un campo de traba-
jo contra el delito en concreto, creando las premisas de orientación y ordenamiento nece-
sarios de las situaciones que enfrentaremos posteriormente y actuar consecuentemente
en la selección de las posteriores acciones y tareas que seguiremos y el correcto plantea-
miento de la hipótesis de ahí, que como elemento circunstanciales no debemos conside-
rar simplemente los aspectos formales, tales como hecho ocurrido (delictivo) hora, lugar,
método empleado, móvil, personalidad del autor, circunstancias modificativas, daños, etc.,
sino la manifestación concreta de las mismas de acuerdo con la figura delictiva que se nos
presenta al análisis concreto, una cuestión del trabajo de investigación a la mayor breve-
dad posible. Toda pérdida tiempo y excesiva tramitación burocrática conspira contra el rá-
pido esclarecimiento del hecho delictivo, en aras de la rapidez, tampoco debe, efectuarse
una investigación superficial.
Los elementos materiales que inicialmente se obtiene en cada tipo de delito poseen
particularidades que nos ayudaran a identificar al culpable, pero si a partir de eso elemen-
tos primarios son totalmente claros que no existe elementos de que el hecho no constitu-
ye el delito. Cuando los indicios primarios no dejan dudas de que se cometió un delito:
puertas forzadas; averías a una industria, resultado de una auditoria, etc. En el esclareci-
miento de un delito es de esencial importancia la rápida investigación de esta manera se
crea las posibilidades de recopilar con más efectividad las pruebas a través de las distintas
acciones de investigación y operativas, e incluso, hace que al autor del delito le sea más di-
fícil escapar a la acción de la justicia, ocultándose u ocultando las huellas del delito.
Hay ocasiones en que los elementos primarios no permiten obtener la suficiente fun-
damentación para la apertura de un caso, como tampoco nos niega la posibilidad de un
hecho delictivo. En estos caso es necesario realizar un grupo de actuaciones que caen den-
tro de las denominadas acciones investigación, que se practican antes de iniciar el caso, es
imprescindible realizarla, pero su realización requiere una previa selección de las acciones
que se van a lleva a cabo, orden y secuencia de las mismas, así como estrategia a emplear,
que no son otra cosa que verificaciones o comprobaciones preliminares, observando lo si-
guiente:
a) Realizar rápidamente
b) No dar posibilidad a los delincuentes para que destruyan pruebas o las oculten.
c) No realizar ninguna acción operativa.
d) De obtenerse elementos constitutivos de delito, continuar con la investigación para
efectuar detenciones correspondientes.
5. Acciones Preliminares
a) Cuando es preciso practicar el registro del lugar del hecho, (robos, asesinatos, etc.).
b) Cuando no es necesario la inspección, (malversaciones, estafa, cohecho, etc.).
Dentro del primer grupo es necesario generalmente en todos los casos el peritaje so-
bre pruebas materiales, el interrogatorio de los testigos presénciales, el registro, la deten-
ción, las acciones de búsqueda y captura, etc.
2. Planteamiento de Hipótesis
c) Establecer responsables del hecho, en virtud del cargo que ocupan es necesario de-
terminar la culpabilidad individual de cada uno de ellos.
d) Identificar el móvil del hecho, por el cuál se pudo haber cometido el delito para be-
neficiarse una persona o de determinado círculo de influyentes por la posición que
ocupa. En estos casos debe conocerse concretamente el objetivo del delito y el he-
cho de que alguien haya podido beneficiarse concretamente con sus resultados.
investigación debe estar orientada obtener la mayor cantidad de datos posibles sobre
las cuestiones que caracteriza al autor, (huellas dactilares y documentos de identifica-
ción de personas), Estableciendo círculo de sospechosos, conducta de éstos, etc.
3. Establecer Conclusiones
En la metodología que trata sobre los distintos tipos de delitos están reflejadas las par-
ticularidades de la aplicación de los métodos tácticos, de las acciones de investigación y
operativas que derivan de las iniciales. Esto lo observamos en los siguientes casos:
a) Delitos donde existen elementos de que esas acciones pudieron ser cometidas con
probabilidades con personas no interesadas en resultado mediatos sin inmediatos
(destrucción por incendio para ocultar una malversación), en ese caso se debe orien-
tar las acciones posteriores al estudio de la conducta de cada uno de los integrantes
del circulo y sospechosos y establecer los beneficios que lograría.
La evidencia tiene directa relación con el hecho, se dice que cada hecho tiene su ras-
tro peculiar o característico y que su naturaleza es el elemento indicador de la clase de ras-
tro que debe buscarse.
Con el delincuente.- Con el autor del hecho punible, pues corresponde al objetivo de
la investigación. Cuando se logra esta relación puede considerarse exitosa la pesquisa.
Coincide esta referencia con la propia identificación criminal. Los hechos delictuosos fue-
ron cometidos por un sujeto y su actividad fue el elemento generador del rastro.
Con terceros.- El rastro se relaciona con terceros, llamado por este calificativo a las per-
sonas o cosas que no siendo objeto del delito o su sujeto pasivo, tienen referencia indicia-
ría con la producción del rastro. Personas que tuvieron acceso al lugar, cosas que aparecie-
ron luego en él, elementos robados utilizados en otro crimen, sitios recorridos por el delin-
cuente, contactos realizados, etc., son un cúmulo de capacidades productoras de rastros re-
ferenciales que pueden conducir al descubrimiento del hecho o a la identificación del au-
tor: esta relación indica el deber investigativo de no concretar la búsqueda a las cosas ob-
jeto del delito, sino a todas aquellas que pudieron tener relación con el hecho.
produce su propio rastro. Algunas gotas de aceite pueden caer al piso, las llantas en piso
blando pueden dejar huella bajo relieve, el chofer de los asaltantes pudo arrojar una coli-
lla o la envoltura vacía de un paquete de cigarrillos, etc. el rastro del tiempo concomitan-
te será el más abundante. Los rastros del tiempo posterior son vestigios de la ruta de esca-
pe y de las actividades ocultatorias de la consumación. Como ejemplo clásico, el botín en
los delitos contra la propiedad y los empaques empleados para su transporte, los medios
de venta o guarda, etc., serán efectos productores de un rastro determinado.
El clima, la temperatura ambiente, el sol, la lluvia, el día o la noche, son datos que con-
ducen a determinados rastros, a su preservación o desaparición, lo cual hace referencia al
estado del rastro. El año, mes, día, fecha, hora, minuto y segundo. Además de constituir as-
pectos circunstanciales de tiempo indispensables de determinar, son igualmente necesa-
rios de considerar en la búsqueda y en su conservación especialmente.
Este tiempo influye en razón del oportuno hallazgo de evidencias, pues el transcurso
del tiempo cronológico los afecta o los beneficia. Tal como se destacó en el tiempo del de-
lito, el momento concomitante o de su ejecución es aquel en que más rastros se produci-
rán. En relación con el tiempo cronológico, será el instante mismo, la hora exacta del he-
cho, el tiempo más importante en la producción de indicios físicos.
Cuando se trató sobre la importancia de determinar la modalidad del hecho, nos refe-
ríamos al modo o manera como éste se cometió. Este modo es otro elemento productor
de rastros. Homicidio con arma de fuego, tendrá que indicar la necesidad lógica de buscar
el arma, los proyectiles, las vainas, los impactos, etc. esta relación indiciaría que trata de es-
tablecer el ¿Cómo se realizó el hecho?, ¿Con que se ejecutó?, ¿Cuáles fueron las conse-
cuencias de la ejecución? Y ¿Cómo quedaron las personas y las cosas? ¿Cuáles fueron los
motivos para que el hecho ocurriera?
Por ejemplo, en el robo aparecerán rastros de los instrumentos empleados, del ejerci-
cio de la violencia, de las rupturas propias de la penetración y los vestigios de la huida. En
Las circunstancias personales contienen los aspectos que se refieren a las personas que in-
tervienen en le hecho o a sus participantes, que son el sujeto activo; El autor o autores, los
coautores, cómplices, encubridores y auxiliadores; el sujeto pasivo, singular o plural; La víc-
tima o victimas y los terceros, que corresponde a establecer los testigos del hecho.
TEMPORALES: ¿Cuándo?
Las circunstancias temporales llevan consigo, los aspectos circunstanciales de tiempo, que
son tres: tiempo cronológico referible al segundo, con la mayor precisión posible: el tiem-
po geográfico o físico. referible al estado del tiempo, tal como lluvioso, claro, despejado, se-
co, húmedo, caliente, frío, etc., y el tiempo del hecho dividido en anterior, concomitante y
posterior.
LOCALES: ¿Dónde?
Las circunstancias locales involucran los aspectos circunstanciales de lugar, que son tres en
todo caso criminal. La escena del crimen, las vías de procedencia o acceso y las de salida
u ocultamiento. Estos aspectos circunstanciales locativos, como todo otro aspecto, tiene
especial relación con la prueba material, evidencia o indicios físicos, pues es fácil deducir
que es en la escena del delito donde habrá mayor acopio de objetos, sin descartar que ha-
brá otros en las rutas de acceso, salida y ocultamiento.
MORALES: ¿Cómo?
Las circunstancias modales son las que abundan en aspectos circunstanciales del modo
como ocurrió el hecho en su infinita variedad de maneras de ejecución. Es claro que exis-
te una relación sustancial de circunstancias y de estos aspectos con las circunstancias fác-
ticas en lo tocante al aspecto modalidad del hecho.
Finalmente las circunstancias causales o motivadoras se refieren al móvil del hecho y éste
es de muy variada naturaleza. Son variados los aspectos circunstanciales motivadores, co-
mo, por ejemplo, la necesidad, la pasión, la compulsión, la defensa, la venganza, etc. bien
es sabido que todo hecho tiene una razón y si no la hay nos situamos en el terreno del im-
posible jurídico penal cual sería el caso del inimputable que comete el hecho sin motivo
alguno.
Para el trabajo en el lugar del hecho, se ha estructurado una serie de técnicas, pasos
metódicos, sistemáticos y cronológicos en su aplicación, que de no cumplirlos, se causaría
desorden y confusión para los operadores de justicia, lo cual restaría eficacia a la persecu-
ción penal.
El personal policial que se encuentre listo para responder al llamado de un registro del
lugar del hecho, debe estar alerta con respecto a una serie de cosas que pueden estar fi-
nalmente conectadas con la investigación. La gente, los vehículos y objetos observados por
los efectivos policiales, pueden proporcionar detalles con relación al hecho punible inves-
tigado y la persona responsable del mismo.
Por ejemplo, el autor puede haberse desprendido de la evidencia en la ruta que utili-
zó para darse a la fuga, pueden verse testigos potenciales a medida que el personal poli-
cial se acerca al lugar del hecho y se puede descubrir la presencia de posibles vehículos
utilizados para huir.
A fin de obtener toda la información pertinente, todo el personal en el área debe estar
alerta a cualquier situación observada, aunque aparentemente en ese momento parezca
insignificante, puede proporcionar el vínculo necesario para la resolución exitosa del caso.
b) Registrar el apellido, nombre y cargo del funcionario policial que recibió la informa-
ción.
f) Anotar la hora de llegada al lugar de los hechos y la identidad de las personas que ya
se encontraban en el lugar.
g) Tomar nota sobre los posibles testigos presentes en el lugar, registrando sus nombres
y apellidos, domicilio, etc.
La policía deberá vigilar y proteger el lugar de los hechos a fin de que no sean borra-
dos los vestigios y huellas de los delitos según lo dispone el artículo 295 inc 8 del Código
El aislamiento y cierre del lugar del hecho debe ser efectuado a tiempo y con una am-
plitud adecuada, pues ello es fundamental para la conservación de las huellas asociadas al
hecho punible investigado.
Para la realización del registro en el lugar del hecho, se recomienda que el asignado al
caso esté a cargo de la coordinación del trabajo.
Estará a su cargo realizar la inspección preliminar y seleccionar las áreas por donde se
va a caminar e establecer quienes solamente podrán ingresar.
a) Conservar en forma primitiva el lugar del hecho después de ocurrido el suceso (fijan-
do los objetos que se muevan, protegiendo las huellas que puedan deteriorarse, etc.),
permitiendo con ello, que las operaciones y diligencias posteriores, sean realizadas
sobre huellas verdaderas.
4. REGLAS DE SEGURIDAD
a) Llegar con rapidez al lugar del hecho y estar atento ante cualquier circunstancia que
pueda ser relevante en la investigación.
c) Acordonamiento del lugar de los hechos a una distancia adecuada, mantener aleja-
das a personas de la prensa y a todo otro funcionario policial que nada tenga que ver
en la inspección del lugar. En casos complejos, se aconseja un doble acordonamien-
to.
d) El oficial policial, designado como coordinador, deberá tomar control efectivo del lu-
gar, preguntando al personal policial ya presente sobre el hecho acaecido, las medi-
das de seguridad adoptadas y las personas que entraron al lugar.
e) El personal policial que primero intervenga en el lugar, como así también los encar-
gados de la inspección del lugar, no deben hablar acerca del hecho o circunstancias
del mismo con terceras personas.
5. REGLAS DE PROTECCION
a) No mover ni tocar nada, tampoco permitir que otro lo haga, hasta que no haya sido
examinado y fijado el lugar por quién corresponda.
c) Seleccionar las áreas por donde se va a caminar, con el objeto de no alterar o borrar
las huellas del hecho punible: Esta tarea debe ser realizada por el oficial policial de-
signado como coordinador del trabajo en el lugar” del hecho.
f) En presencia de un cadáver, salvo que medien justificadas razones para quitarlo con
prontitud (entorpecimiento del tránsito, etc.), no hay motivo para moverlo: de su po-
sición original con urgencia.
g) Cuando el cadáver deba ser trasladado a la morgue u otro lugar sin haber sido revi-
sado previamente, se deberá cubrir las manos con una pequeña bolsa y ajustaría en
las muñecas, ante la posibilidad de que las mismas contengan alguna evidencia (ca-
bello, sangre, etc.).
Una vez asegurado y protegido el lugar del hecho, se procederá a su registro en forma
deliberada y reiterada, de tal manera que pueda captarse toda la información indiciaría y
asociativa al hecho que se investiga. La inspección ocular es la observación integral del lu-
gar del hecho efectuado por el personal policial designado previamente como coordina-
dor. Éste deberá llevar a cabo un recorrido inicial por el lugar, a los fines de asimilar un co-
nocimiento integro del lugar. El recorrido durante la inspección debe incluir todos los es-
pacios involucrados, comenzando por las áreas de más fácil acceso. Es importante hacer
constar que el recorrido inicial debe ser realizado por la menor cantidad de personas po-
sible, para evitar la contaminación o destrucción de las huellas y objetos relacionados al
hecho investigado.
a) Determinar el tipo de lugar del hecho de que se trata, su ubicación geográfica, sus ca-
racterísticas generales, sus vías de acceso y las condiciones climáticas, de iluminación
y visibilidad.
b) Primeramente, se debe examinar de manera minuciosa los muros, las puertas, las
ventanas y el techo, dirigiendo la vista de arriba hacia abajo y viceversa, sin que nada
quede por revisar.
c) Luego, se debe observar todas las áreas cercanas y distantes alrededor de la principal
huella o evidencia, efectuando el desplazamiento con sumo cuidado, sin que quede
sin revisar ningún espacio del piso o soporte y sus muebles, hasta llegar al centro.
d) Cuando sea necesario, se deberá utilizar una lupa para la mejor observación de las
huellas o evidencias.
e) Recordar siempre que la inspección ocular corresponde a una fijación mental del lu-
gar del hecho y de ella depende la planificación para el trabajo posterior.
f) Tomar nota conforme se vayan descubriendo los indicios asociativos y dar las indica-
ciones para su posterior fijación y descripción.
g) También se anotará la ausencia de las huellas, que de acuerdo a las características del
hecho, se supone que deberían encontrarse en el lugar y que no fueron halladas, así
como todos aquellos indicios sospechosos que se localicen en el lugar del hecho.
La fijación debe ser realizada por los investigadores especiales designados para el efec-
to en cumplimiento al Art. 295 inc. 9 del Código de Procedimiento Penal.
1. DESCRIPCION ESCRITA
Consiste básicamente en narrar por escrito lo que se encuentran en el lugar del hecho,
tales como sus características, ubicación geográfica, su orientación, sus dimensiones y for-
mas, los elementos o muebles que en él existen, la distribución en que se hallen y, por su-
puesto, todo lo relacionado con el hecho punible investigado, incluyendo la descripción y
ubicación precisa de cada huella o evidencia que se observe. Se recomienda efectuar la
descripción escrita según el mismo orden en que se llevó a cabo la inspección ocular, es
decir, de lo general a lo particular y de lo particular al detalle y del detalle al más mínimo
detalle.
El relato descriptivo escrito debe ser preciso, detallado, realista e imparcial, de tal for-
ma que permita a la persona que lea la descripción, formarse un idea clara del lugar, de lo
sucedido y de la ubicación de las huellas detectadas, aunque la misma nunca haya estado
en la escena del crimen o delito.
2. CROQUIS PLANIMETRICO
Debe ser realizado en el sitio del suceso, el cual constituye el antecedente previo para
la posterior confección del plano respectivo.
El croquis es un dibujo a mano alzada del lugar del hecho, esquemático, orientado, con
leyenda explicativa, con medidas reales y sin usar una escala determinada. El croquis refle-
ja las dimensiones del lugar, la distribución del escenario y la localización de las víctimas,
objetos y huellas del hecho punible investigado que deban ser registradas. Para la elabora-
ción del croquis se deben observar las siguientes reglas generales:
• En lo posible el croquis debe ser elaborado a escala, especialmente en los hechos gra-
ves.
• Primero, delimitar el perímetro del lugar del hecho, luego dibujar los objetos y mobi-
liarios, para finalmente consignar en el croquis toda la evidencia levantada.
• Todo croquis debe contar con una leyenda explicativa o referencia, que debe figurar al
pie o al costado del mismo.
3. PLANIMETRIA
Consiste en dibujar el lugar del hecho, mediante un plano o croquis, consignando las
huellas asociadas al hecho punible investigado. La planimetría permite tener una visión es-
quemática, de conjunto, en forma gráfica, de lo hallado en el lugar. Complementará la des-
cripción escrita y fotográfica. Las importancia de la planimetría radica, fundamentalmen-
te, en que permite efectuar una adecuada reconstitución de escena del crimen, a pesar de
haber transcurrido un gran lapso, ya que a través de ella es posible ubicar cada una de las
huellas o evidencias físicas en el lugar exacto en que fueron halladas el día en que el equi-
po policial y pericial se constituyó para practicar la inspección.
El plano del lugar se realiza luego de finalizada la inspección de la escena del hecho.
Es un dibujo esquemático, orientado, a escala y con una leyenda explicativa, por lo que sus
características son:
• Escala. Todo plano se debe dibujar a escala, entendiéndose por esta, la reducción pro-
porcional que se hace del lugar del hecho, es decir, el número de veces que se puede
reducir las dimensiones del lugar para la confección del plano.
4. FIJACIÓN FOTOGRÁFICA,
Ofrece una visión total y detallada del lugar al tiempo de efectuarse la toma fotográfi-
ca. A través de la fotografía se registra y se comunica el estado en que se encontraban las
evidencias físicas, como así también las operaciones realizadas por los agentes, funciona-
rios y técnicos de la Policía intervinientes al momento del levantamiento de las evidencias.
La visión total o de conjunto, abarcará los puntos referenciales, lo cual ayudará a situar los
objetos, cadáveres, vehículos, en el lugar del hecho.
• La vista general se debe enfocar de los cuatro ángulos diferentes del lugar, de manera
tal que se pueda tener una visión de conjunto de los aspectos generales del lugar, lo
que ayuda a la exactitud en la descripción y ubicación de las huellas.
• La vista media, va en directa relación a los objetos, evidencias, huellas, lesiones corpo-
rales, es decir, abarca específicamente el punto que es necesario resaltar, tratando
siempre de anexar un elemento de referencia.
• La vista de detalle, se refiere a tomas de aproximación y que deben realizarse con tes-
tigo métrico y, en caso de ser posible, usando aparatos de macro y micro fotografías.
• Fotografiar todas las etapas que habría cubierto el autor o los partícipes del hecho pu-
nible investigado.
• Preservar los negativos aun en el caso de que la calidad deseada no se haya obtenido.
5. SISTEMA DE FILMACIÓN:
Con los avances científicos de los últimos tiempos, interesó la utilización de las moder-
nas técnicas documentativas, tanto para las evidencias, las investigaciones periciales, los
procesos orales, etc., a través del sistema de filmación e informatización de los Procesos Pe-
riciales Técnicos.
Cuando existe la posibilidad de que un perito acuda a la escena del crimen, lo mejor,
como regla para toda persona no capacitada, es no tocar nada, limitándose a la simple ob-
servación.
Un objeto puede tener impresiones digitales, polvo, sangre, cabellos y otros fragmentos
materiales o contener algo que corra peligro de perderse o desplazarse, si éste se toma
descuidadamente.
Los indicios sobre el objeto, suelen tener gran valor y en cambio carecer de él, si los en-
contramos separadamente. Es por ello que se recuerda el examen cuidados de todo aque-
llo que se vaya a tocar, antes de hacerlo, si tenemos que efectuarlo imprescindiblemente.
Se recordaran algunos detalles importantes, para resguardar, por lo menos, las huellas más
valiosas.
Los indicios mas valiosos, como las huellas digitales y otros, son sumamente frágiles y
pueden destruirse al menor contacto, así que no es solo cuestión de no dejar las propias
impresiones digitales, sino que evitar, además, borrar las ajenas o desplazar o destruir otros
de los indicios ya citados.
1. EMBALAJE
Las piezas de convicción deben separarse para evitar contaminaciones entre sí y no de-
ben embalarse, salvo que se tenga plena seguridad de cómo hacerlo y que no contengan
indicios que puedan destruirse con tal maniobra.
Los medios y modos de embalaje varían mucho según los objetos y no podríamos fijar
una norma para todos.
Si se trata de papeles o documentos escritos sobre soportes planos, se pueden usar so-
bres de papel limpio o celofán.
En caso de objetos sólidos de tamaño pequeño que tengan indicios adheridos, fáciles
de perderse, se colocarán en sobres de celofán o papel parafinado o pequeñas cajas que
se cierran con cinta adhesiva.
Los recipientes de vidrio son magníficos si están limpios, sobre todo para muestras de
polvos o líquidos, pero necesitan tubos o cajas de madera de protección para su transpor-
te dada su fragilidad.
Cada evidencia debe ser marcado con una etiqueta que individualice correctamente
la muestra contenida.
En caso de muestras mayores, sólidas o secas se pueden usar frascos de boca ancha
con tapa de baquelita o plástico.
Para líquidos usar botellas de vidrio neutro, cerradas con tapas no susceptibles de co-
rrosión con el líquido que se desea envasar.
Las ropas o géneros contaminados con semen o sangre, si están húmedos deben de-
jarse secar antes de embalarlos, naturalmente, sin usar calor artificial anotando cuidadosa-
mente el estado en que se encontraba la muestra que contamina el tejido. Si se tienen a
mano tubos preparados con citrato, se puede colocar algo de la sangre en el tubo, si aún
está liquida, lo que facilitará la labor pericial posterior.
Estas especies, sobre todo si tienen semen, deben manipularse lo menos posible. Si es
necesario separar la mancha, debe hacerse con un trozo degenero sin contaminar y colo-
carse entre dos soportes rígidos de cartón duro o de madera terciada para impedir el roce
durante el transporte. Debe marcarse el sitio de donde se cortó el trozo y consignarlo en
la etiqueta respectiva.
Las manchas del piso, vestidos, recipientes con restos líquidos, jeringas de inyección,
ampolletas, tubos llenos o vacíos, con medicamentos, etc., deben ser envasados conforme
a las reglas dadas.
2. ETIQUETADO
Todo continente debe llevar en una etiqueta, de forma visible, el nombre o número del
caso, procedencia y cualquier dato que sirva para identificarlo. Se lacrará y sellara el papel
con que se envuelva el continente inmovilizando las amarras que deben ser colocadas só-
lidamente.
En este oficio debe consignarse el nombre y el número del caso, el nombre de la auto-
ridad que expide el paquete, las marcas distintivas de los objetos, la lista de ellos con una
breve descripción de cada uno y una copia del sello utilizando para lacrad el paquete.
Es muy útil acompañar una descripción de los hechos y la razón por la que se envían
los objetos, salvo que esto se haga personalmente por alguien que pueda dar un informe
verbal completo.
3. ROTULADO DE EVIDENCIAS
Con el objeto de preservar en óptimas condiciones las huellas que han sido recogidas
en el lugar del hecho, es importante que el investigador o funcionario de la Policía que rea-
lice esta función, adopte las medidas básicas y necesarias para lograr tal fin, por lo que se
recomienda que:
• Las huellas deben manipularse lo menos posible, para evitar la alteración, contamina-
ción o destrucción de las mismas.
• Cuando se tengan que recoger objetos, como proyectiles y huellas de forma, como pe-
los, fibras textiles, etc., en lo posible deberán emplearse los dedos de la mano, en razón
a que la utilización de otros instrumentos (pinzas) pueden dañarlos por la presión que
se ejerce.
• Se debo recolectar una cantidad generosa como muestra de cada una de las huellas
de material, pues gran parte de ellas se consume en el análisis de laboratorio.
• Cuando sea necesario, se deberá emplear elementos protectores tales como anteojos,
mascarillas, guantes desechables, etc, a los efectos de preservar la salud y la integridad
física del agente o funcionario de la Policía Nacional encargado de manipular las hue-
llas.
En la mecánica del revelado de huellas dactilares latentes, lo primero que se debe con-
siderar es el soporte, por lo que el investigador especial deberá en la inspección ocular, de-
tectar las superficies que son idóneas para contener una mano adecuada. Luego, solo so-
bre esas superficies se debe realizar el trabajo de búsqueda y revelado. Para el revelado, se
debe usar un pincel de fibra de vidrio o pelo de camello, con el cual se espolvorea peque-
ñas cantidades del reactivo disponible sobre la superficie escogida, deslizando suavemen-
te las cerdas, del pincel en un solo sentido. Si se revela una huella, se procederá con el mis-
mo pincel a eliminar, por barrido suave.
Se debe proceder a su levantamiento, que en caso de ser una “huella dactilar latente,
se emplea el sistema del papel adhesivo transparente o con fondo que contraste con el co-
lor del polvo utilizado. La operación consiste en cortar un trozo de adhesivo, situándolo so-
bre la huella ya revelada, haciéndose presión sobre el adhesivo, con el objeto de lograr su
completa extracción y evitar la presencia de partículas de aire entre la superficie y el ad-
hesivo. Luego, se procede a desprenderlo suavemente y finalmente se pega sobre un tro-
zo de vidrio o plástico, con fondo que contraste con el polvo utilizado, quedando en con-
diciones de ser manipulada. En caso de que las huellas se hallaren en soportes móviles,
únicamente se fijará la huella por medio de cinta adhesiva adecuada.
Cuando se trata de “huellas dactilares visibles”, ya sea coloreada o en relieve, sólo se de-
ben fijar fotográficamente, colocando un testigo métrico en la parte inferior de la huella.
No se debe aplicar polvos reveladores de huellas. Seguidamente, si el soporte donde se ha-
lle la huella visible es móvil, el mismo debe ser levantado tomándolo de los costados y bor-
des, a fin de no destruir la huella dactilar. Y, si el soporte es fijo, sólo se deberá fijar fotográ-
ficamente.
Los trozos de vidrios y cristales merecen una atención especial. Nunca se embalaran
mientras se encuentren húmedos. Cuando fueren de grandes dimensiones, se procederá
con la ayuda de un corta-vidrios para seccionar la parte que resulte con huellas, para lue-
go disponer su embalaje.
Las armas de fuego nunca deben sor manipuladas a fin de evitar la posible desapari-
ción de huellas dactilares. Nunca se las tomará con un pañuelo o elemento semejante. Se
deberán embalar en una caja de cartón duro o madera de las dimensiones necesarias (un
poco mayor que el arma), pero tratando de inmovilizarlas colocando trozos de madera o
cartones en la parte donde no presentan huellas. La mayoría de las veces es factible hacer-
lo por la empuñadora, cuando la misma presenta pequeños dibujos labrados, lo que hace
imposible que contenga huellas dactilares.
Los proyectiles se levantarán en lo posible con una pinza similar a la de depilar, pero
más grande, para evitar que se produzca el desprendimiento de las adherencias (sangre,
restos de mampostería, masa encefálica, tejidos, etc.). Lo mejor sería recogerlos de uno en
uno, colocándolos en tubos de vidrio o cajas pequeñas y numerándolos, dejándose cons-
tancia en el acta y croquis del lugar exacto en donde fueron hallados mediante el núme-
ro consignado. También se deberá describir el calibre, la naturaleza, si presenta o no defor-
maciones. Las cápsulas servidas no requieren mayores cuidados, pero es recomendable to-
marlas con una pinza y colocar en tubos o cajas pequeñas, tomando las mismas medidas
que en el caso de los proyectiles. Los cartuchos sin usar se secuestrarán para ser enviados
a laboratorio balístico a los fines de efectuar la comprobación correspondiente con proyec-
tiles testigos.
Las armas blancas se levantan por medio de pinzas si es posible, sino con el pulgar y el
índice, tomándolas por el filo y el lomo o bien por el mango cuando este es de madera no
pulida, poniendo especial cuidado en no manosearlas. Cuando se secuestra un arma blan-
ca, la misma debe ser descrita, detallando el tipo de arma (cuchillo, cuchilla, navaja, pun-
zón, hacha, puñal, etc.). También se deberá describir su composición (forma, tipo y medi-
da de su empuñadura; forma, tipo y medida de hoja, marca y numeración si la tuviere, su
estado de conservación), detallando la calidad del filo que posea y poder de penetración
de la punta. Deberán ser colocadas en cajas de cartón o similar.
El juicio oral, donde el investigador informa ante los magistrados, el fiscal, el abogado
defensor, es la última y más importante diligencia de todo el esfuerzo realizado en busca
de la verdad. El abogado defensor, que representa a la parte afectada por el informe poli-
cial, recurrirá a todos los medios a su alcance para destruir los argumentos y pruebas apor-
tadas por el investigador, llegándose en muchos casos a poner en tela de juicio su propia
labor o capacidad, desacreditándolo o ridiculizando, para favorecer a su cliente. Durante el
juicio oral el investigador será sometido a un interrogatorio exhaustivo tanto por los jueces
y el fiscal que busca la prueba irrefutable para incriminar al imputado, por lo tanto una ex-
posición defectuosa por parte del investigador, cierta vacilación o inseguridad en sus car-
gos, puede acarrear una situación desconcertante.
Entre las circunstancias que influyen en los magistrados son: La capacidad profesional
del investigador, su actitud, conocimiento e interés en el caso.
Las actividades policiales que deben desarrollarse bajo la dirección del fiscal, deben
distinguirse entre otras cualidades por esta tan especial que se llama la diligencia, en cu-
yo desarrollo se pondrá el mayor esmero. Para establecer la verdad histórica de los hechos
investigados, identificar a los participes, acumulación de las pruebas y esclarecimiento de
un hecho, se comprenderá cuan útil es para el investigador mostrarse celoso de su función,
puntual y preciso, en una palabra: diligente
ACTITUD
CERTIDUMBRE
El modo de actuar diligente quiere decir que el buen policía seguirá todos los caminos
o pistas y recogerá todos los hilos que lo conduzcan a descubrir la verdad, sin apasionarse
y acaso ofuscarse con una determinada trayectoria, ya que deberá ensayarlas todas, una
después de otra, hasta encontrar esa verdad. No debe darse por concedido, ser precavido
con lo obvio y cauteloso. El investigador debe verificar siempre la información. La curiosi-
dad habitual y el deseo de saber la verdad suelen revelar hechos de importancia que en
otra forma pasarían desapercibidos.
CONFIANZA
El investigador hablará con firmeza y determinación, despacio, con voz suficiente para
ser oída sin necesidad de gritar ni tener que repetir y en todo momento con respetuosa
cortesía. Paciencia y comprensión, nunca se irritará con las personas porque no pueden re-
cordar nombres, fechas, lugares u otros datos. El investigador debe demostrar que solo le
mueve el propósito de que se haga justicia, sea o no favorable al acusado.
CONOCIMIENTO
CONSTANCIA
Colocará al individuo diligente en trance de ir tan lejos como le sea posible en la ob-
tención del esclarecimiento de un caso partiendo de un punto central de mira de donde
irradie sus actividades en todas direcciones. El investigador necesita mucha perseverancia
y apegarse a su trabajo a pesar de la monotonía y de numerosos obstáculos.
DISCERNIMIENTO
Discreción
Habilidad
Honestidad
Importa que el policía que usa de la diligencia en sus actos no debe utilizar los medios
consecutorios de un fin con expedientes ilícitos, contrarios a la ley, a la moral y a las bue-
nas costumbres. La honestidad en sentido de incorruptibilidad, pues el investigador esta-
rá expuesto a toda clase de tentaciones físicas, emocionales y materiales, por tanto se re-
quiere un esfuerzo constante para reconocer y rechazar. Una mente desviada implica pre-
juicio, supone una mala investigación, conclusiones incorrectas y falta de equidad.
Imparcialidad
Ingenio
Integridad
Incluye una multitud de factores involucrados en un deseo sincero de llegar a una con-
clusión basada en hechos. El investigador deberá estar libre de inclinaciones o prejuicios y
no puede permitir que sus emociones se opongan a sus esfuerzos y objetivos por descu-
brir los hechos. La integridad personal incluye conocerse a sí mismo hasta el grado de que
no se atribuya cualidades que no tiene.
Inteligencia
Intensidad
Lealtad
El investigador debe ser leal a su profesión, a sus superiores y a sus compañeros de tra-
bajo, en el entendido de que lealtad es la identificación con los objetivos de nuestra insti-
tución y con las personas o grupos de trabajo al que pertenecemos dentro del marco de
la moral y de equidad.
Los soportes indispensables de la lealtad son; Confianza, para exponer su propio pare-
cer no solo cuando se coincide con las opiniones sino cuando se discrepa de ellas, lo cual
es más difícil; Aprecio, donde se evitará la murmuración y se hará valer los aspectos reales;
Valoración, no solo por sus obras, sino por su misma persona; Claridad, que nace de la con-
fianza, donde no existirá subterfugios ni segundas intenciones; y Respeto a las decisiones
que hayan tomado aún cuando vayan en contra de nuestras ideas o deseos.
Memoria
Durante el juicio, el investigador consultará sus apuntes de datos que no recuerda fá-
cilmente como números de teléfono, direcciones, fechas exactas, nombres de personas,
etc. debiendo grabar en su memoria todas las cuestiones importantes.
Persistencia
Sin la acción persistente y tenaz, que agote los medios de conseguir un propósito, el
producto del esfuerzo será nulo o deficiente. En muchas ocasiones, la información obteni-
da en un caso que exige una inmediata acción investigadora sin tomar en cuenta el tiem-
po, si se desean obtener soluciones exitosas.
Personalidad
Durante el juicio oral, el investigador deberá asumir ante el juez o tribunal, una actitud
correcta, evitando dar la sensación de autosuficiencia o dueño de la situación, así como
que trabaja para una organización o persona más importante que el propio tribunal, por
el contrario en sus manifestaciones el investigador debe producirse como un modesto co-
laborador del tribunal en el esclarecimiento del hecho que se juzga, como un subalterno
jerárquico, sin sumisión ni incondicionalidad
Serenidad
BIBLIOGRAFIA
I.- PRESENTACIÓN
II. LA EVOLUCIÓN DEL SISTEMA PENAL Y LA VÍCTIMA
III. DEL PROCESO PENAL
III.1. El proceso penal dentro de un Sistema Procesal - III.2. Garantías Constitucionales en
el proceso penal - III.3.- La Acción Penal, clases y tipos de delitos - III.4. Delitos de acción
penal pública y a instancia de parte; estructura del Proceso Penal - III.4.1. ETAPA PREPARA-
TORIA - III.4.1.1. Primera Fase de la Etapa Preparatoria: Actos Iniciales - III.4.1.1.1. La denuncia
III.4.1.1.2. La querella - III.4.1.1.2.1. Objeción de la admisión de querella - III.4.1.1.2.2. Rechazo de
la querella - III.4.1.1.2.3. Desistimiento o abandono de la querella - III.4.1.1.2.4. Participación de
la víctima en el proceso cuando no se constituyó en querellante - III.4.1.1.2.5. La querella en
el antiguo Sistema Procesal Penal - III.4.1.1.3. Intervención Policial Preventiva - III.4.1.2. Segun-
da Fase de la Etapa Preparatoria: Desarrollo - III.4.1.3. Tercera Fase de la Etapa Preparatoria:
Conclusión - III.4.1.3.1. La acusación - III.4.1.3.2. El sobreseimiento - III.4.1.3.3. Salidas Alternati-
vas - III.4.1.3.3.1. La suspensión condicional del proceso - III.4.1.3.3.2. Criterios de oportunidad
III.4.1.3.3.3. El procedimiento abreviado - III.4.1.3.3.4. La conciliación - III.4.1.3.4. Plazo dentro del
que se concluye la etapa preparatoria - III.4.2. ETAPA INTERMEDIA - III.4.3. JUICIO ORAL
Y PÚBLICO - III.4.3.1. Presentación de la acusación y su ampliación - III.4.3.2. Ofrecimiento
de la prueba - III.4.3.3. Producción de la prueba - III.4.3.4. Formulación de conclusiones -
III.4.3.5. La Sentencia - III.4.3.6. Recursos - III.5. Delitos de acción penal privada - III.6. La con-
versión de acciones - III.7. Reparación del daño y resarcimiento de la víctima - III.7.1. Alcan-
ce de la responsabilidad civil - III.7.2. Legitimación activa - III.7.3. Legitimación pasiva - III.7.4.
Jurisdicción ante la que la que se plantea la acción civil - III.7.5. Caducidad - III.7.6. Trámite
III.7.7. Crítica
IV. LA VÍCTIMA, EN EL DERECHO PENAL MATERIAL.
V. CONCLUSIONES.
VI. RECOMENDACIONES
VI.1. Reformas legislativas - VI.2. Sugerencias
I. PRESENTACIÓN.-
En un Estado Democrático de Derecho, los órganos que forman parte del poder públi-
co, deben buscar un sistema de justicia cada vez más efectivo, ágil y eficaz, en el que se in-
tente lograr un equilibrio entre la protección de los derechos fundamentales y garantías in-
dividuales de la persona que está siendo incriminada o imputada por un delito, así como
el respeto de los derechos y garantías de la víctima del delito.
Es común en la literatura especializada afirmarse que la víctima (sujeto pasivo del de-
lito) fue la más ignorada del sistema procesal penal1, porque su orientación estaba dirigida
hacia los derechos del imputado o acusado (sujeto activo del delito), con relativo olvido del
ciudadano que sufre las consecuencias del hecho delictivo.
1 Duce, Mauricio y Riego, Cristián. Introducción al Nuevo Sistema Procesal Penal, Vol.I, Ed. Alfabeta, Chile,
2002, pág. 295.
2 Bertolino, Pedro. Situación de la Víctima en el Proceso Penal de la Argentina, contenido en La Víctima del
delito en el Proceso Penal Latinoamericano, Editorial Rubinzal-Culzoni, Buenos Aires, 2003, pág. 20.
3 Binder, Alberto. Introducción al Derecho Procesal Penal, Editorial Ad-hoc 2004, pág. 56
aplicar sólo coerción penal en detrimento de los derechos y garantías de los individuos o
a la inversa, de lo que se trata es de lograr un modelo procesal penal neutral (justo), en el
que (formalmente) exista máxima eficiencia en la aplicación de la coerción penal, pero
con el respeto absoluto por la dignidad humana, modelo ideal al que tienden los sistemas
procesales penales en la actualidad.
En nuestro país el Código de Procedimiento Penal de 1972 se encuadró dentro del sis-
tema inquisitivo reformado, donde el juez de instrucción asumía el papel de investigador
y acusador al mismo tiempo y el juez del plenario después de muchos años juzgaba ac-
tuaciones escritas, con la posibilidad que en apelación y casación se impongan penas ma-
yores a las solicitadas por la fiscalía, cuya actuación se limitó a simples opiniones intrascen-
dentes; con relación a los actores procesales: el imputado tenía algunos derechos recono-
cidos, pero se encontraba en situación desfavorable en ciertas instituciones como la de la
detención preventiva y de los recursos, pero peor aún era el posicionamiento de la víctima
(objeto de éste estudio) quién era considerada como un medio de prueba, además no po-
día ejercer la acción privada de manera autónoma y otros aspectos negativos que se desa-
rrollarán a lo largo del presente trabajo. Siendo ese el escenario, conforme a nuevas co-
rrientes doctrinales, así como por cambios legislativos operados en Latinoamérica, se
adoptó el sistema de corte acusatorio (pero no en su expresión más extrema) a través de
la Ley Nº 1970 de 25 de marzo de 1999, que entró en vigencia plena en julio de 2001, más
conocida como nuevo Código de Procedimiento Penal, en la que se diferencia claramen-
te el rol del Ministerio Público como encargado de la dirección de la investigación policial
y la acusación, con relación a un juez de instrucción contralor del respeto de garantías
constitucionales dentro de los actos de la investigación, proceso penal que asegura el res-
peto de los derechos y garantías del imputado y se revaloriza la situación de la víctima.
Con esta nueva regulación del proceso penal boliviano, dentro del sistema de corte
acusatorio, busca salir de la profunda crisis que generó la aplicación del anterior modelo
procesal inquisitivo, ofreciendo la posibilidad de encontrar un equilibrio entre los derechos
fundamentales y garantías individuales de los que son imputados y están siendo someti-
dos a una investigación criminal, así como con derechos fundamentales y garantías indivi-
duales de los ciudadanos que son víctimas de los delitos.
En las primitivas sociedades no existía un régimen legal que estableciese que conduc-
tas podrían considerarse como lesivas o que penas debían ser impuestas en caso de agre-
siones injustas, la única ley que imperaba era la ley del más fuerte y cada sujeto asumía tu-
tela de sus propios intereses, defendiendo los bienes a los que le daba algún valor, surge
así lo que se ha conocido como autotutela, donde los ciudadanos que se consideraban víc-
timas se hacían justicia por mano propia, como grandes protagonistas de la justicia puni-
tiva.
Por consiguiente, la tutela de los bienes ha pasado a ser un atributo del Estado, quién
tiene el monopolio en la determinación del derecho penal y su aplicación en el caso con-
creto; de manera tal que no existe delito fuera de lo que el Estado configura como tal, ni
imposición de la pena por los particulares, produciéndose lo que ha venido a conocerse
como la neutralización de la víctima, porque el control del delito deja de ser tarea de la víc-
tima y pasa a ser una competencia del Estado, que se convierte en el exclusivo detentador
del monopolio penal. Esa exclusividad o monopolio estatal en la determinación de la pe-
na y aplicación de la sanción, la ejercen los órganos jurisdiccionales del estado, quienes
pueden imponer penas pero dentro de un proceso que garantice los derechos de quienes
intervienen en el mismo, como lo son el imputado y la víctima4.
4 Montero Aroca, Juan. Principios del Proceso Penal, Editorial Tiran lo blanch, Valencia, 1997, págs. 19-21.
5 Carbonell Mateu, Juan Carlos, Derecho Penal: concepto y principios constitucionales, Editorial Tirant lo
blanch, Valencia, 1999 pág. 29
La disciplina que tiene por objeto de estudio el derecho penal es la dogmática jurídi -
co-penal, que a través de distintas corrientes (sistema clásico, sistema neokantiano, tesis
irracionalista, sistemática finalista) tratan de ofrecer una explicación científica o racional
del mismo (del derecho penal), ocupándose de su interpretación, sistematización, desarro-
llo de los preceptos legales y de las opiniones científicas6, pensamiento dogmático que ha
contribuido a conocer de una manera más amplia la realidad jurídico-positiva en sus dife-
rentes épocas y hace posible una mayor racionalidad en el juez, a tiempo de interpretar
normas penales para aplicarlas en un caso concreto o lo que es igual, la aplicación del de-
recho penal en el campo jurisdiccional.
Junto a la dogmática jurídico-penal (que tiene como objeto de estudio el derecho pe-
nal), o de manera complementaria, se encuentra la política criminal y la criminología. Se
dice que cada ordenamiento jurídico-penal, responde a una determinada orientación po-
lítico-criminal y se expresa en una concreta política-criminal7 que se ocupa de estudiar la
delincuencia, la criminalidad y su tratamiento.
La palabra víctima viene de “vincere”: animales que se sacrifican a los dioses y deidades
o bien “vincere”: que representaba al sujeto vencido; el concepto de víctima ha sido dado
6 Roxin, Claus. Política Criminal y estructura del delito, Barcelona, 1991, pág. 35.
7 Mir Puig, Santiago. Derecho Penal, Parte General, Editorial Reppertor, Barcelona, 2002, pág. 58.
8 www.dicciobibliografía.com
9 Viscarra Pinto, Emilio. Criminología, Editorial Fernández, Santa Cruz 2002, págs. 49 y 60.
desde diversos puntos de vista10. A su vez, la Declaración sobre los Principios Fundamenta-
les de Justicia para las Víctimas de Delitos de Abuso de Poder, adoptada por la Asamblea
General de la ONU en su Resolución 40/34 de 29 de noviembre de 1985, señala en su art.
1º que: “Se entenderá por “víctimas” las personas que, individual o colectivamente, hayan
sufrido daños, inclusive lesiones físicas o mentales, sufrimiento emocional, pérdida finan-
ciera o menoscabo sustancial de los derechos fundamentales, como consecuencia de ac-
ciones u omisiones que violen la legislación penal vigente en los Estados Miembros, inclui-
da la que proscribe el abuso de poder”.
Jurídicamente la víctima puede ser entendida, como aquella persona natural y jurídica,
a quién se le infieren daños materiales y/o morales, perjuicio o daño ocasionado como
consecuencia de una infracción penal o de la comisión de un delito (conducta antijurídi-
ca); en esa virtud, se tiene a la victimización primaria, que surge como consecuencia de los
perjuicios directos producidos por la agresión delictiva a la víctima y que en ciertas opor-
tunidades va más allá que una simple lesión o una puesta en peligro de un bien jurídico
protegido.
Todo lo expuesto en este acápite, ha llevado a que los diferentes países tiendan a bus-
car un sistema procesal penal modelo, en el que se contemplen derechos y garantías a fa-
vor de las víctimas, como una forma de incentivar su participación en el proceso, partici-
pación que es importante para su desarrollo.
Hay diversas teorías que tratan de expresar que comprende o que alcances tiene el
proceso penal, unas señalan al proceso como conjunto de actos que se ejecutan ante fun-
10 Viscarra Pinto, Emilio, Op. cit., pág. 49
11 Duce, Mauricio y Riego, Cristián. Op. cit., pág. 297.
cionarios competentes del órgano judicial del Estado, para la investigación, prevención y
represión de los delitos y contravenciones12; también se ha indicado al proceso penal co-
mo el conjunto de actos realizados por determinados sujetos (jueces, fiscales, defensores,
imputados, etc) con el fin de comprobar la existencia de presupuestos que habilitan la im-
posición de una pena y, en el caso de que tal existencia se compruebe, establecer la can-
tidad, calidad y modalidades de la sanción; de similar manera se ha manifestado que el
proceso penal es una relación jurídica entre personas (que tienen poderes, derechos, obli-
gaciones y facultades que surgen de la ley) y que producen efectos jurídicos13; también se
ha dicho que antes que relaciones jurídicas, lo que existe son estados de incertidumbre y
respecto a cada situación surgen deberes y facultades de los sujetos procesales, hasta lo-
grar sentencia, a través de la que se supera esa incertidumbre, fijando la solución legal pre-
vista por el ordenamiento jurídico.
Muchas pueden ser las teorías o las explicaciones que se desarrollan para intentar en-
tender lo que es el proceso penal, en todo caso, debe tener presente que en su base de
formación (de cualquier teoría) dimana un conflicto entre dos tendencias antagónicas
(coerción penal-fuerza estatal y sistema de garantías), pero cuya síntesis busca un modelo
ideal de un sistema procesal penal.
12 Devis Echandia. Teoría General del Proceso, Editorial Universidad, Buenos Aires, 1997, pág. 155.
13 Beling, Ernst. Derecho Procesal Penal, Editorial Labor, Barcelona, 1945.
14 Binder, Alberto. Política Criminal, Editorial Ad-hoc 1997, pág. 42.
lograr la materialización de la coerción penal estatal de la forma más eficaz, como una ma-
nera de luchar contra la delincuencia, sin preocuparse por el respeto de los derechos y ga-
rantías individuales; la segunda tendencia se la conoce como el sistema acusatorio que,
también en su expresión original, tiene por objetivo lograr que el proceso penal sea un sis-
tema de garantías absolutas, en el que se resguarde a plenitud los derechos individuales,
evitando el uso arbitrario de la coerción penal.
15 Goitia Caballero, Carlos Alberto. Situación de la Víctima del Delito en el Proceso Penal Boliviano, contenido
en La Víctima del delito en el Proceso Penal Latinoamericano, Editorial Rubinzal-Culzoni, Buenos Aires, 2003,
pág. 116.
Entre éstas garantías procesales tenemos: a) el debido proceso que comprende nume-
rosas instituciones como: la garantía de la no incriminación (la no declaración no causa
perjuicio o no permite inferencias de culpabilidad), el derecho a un juez natural (compe-
tente, imparcial, independiente y designado con anterioridad al hecho de la causa), el de-
recho a un juicio previo (realización de un debate público, contradictorio y continuo, don-
de la oralidad juega un rol fundamental), el derecho a ser juzgado sin dilaciones indebidas
(que la causa sea oída dentro de un plazo razonable o sin retraso, en su caso de restable-
cer inmediatamente el derecho de libertad), el derecho a la defensa (defensa material y
técnica), el derecho de utilizar los medios de prueba pertinentes (cuando el Juez ha teni-
do contacto directo con las partes y con la incorporación de la prueba lícita o legal), la pro-
hibición de múltiple persecución penal (principio ne bis in idem); b) el derecho a la tute-
la jurisdiccional (que comprende el derecho de acción y ha obtener una resolución de fon-
do); c) el derecho a la presunción de inocencia (derecho subjetivo de las personas de ser
consideradas inocentes de cualquier acusación mientras no se presente prueba bastante);
d) la garantía a la igualdad (tanto la acusación como la defensa que actúen en igualdad de
condiciones); relación de derechos y garantías que sólo es enunciativa, no así taxativa.
Del contenido del art. 16. IV CPE, en conexión con los arts. 14 y 116. VI y X constituciona-
les, se extrae la garantía del debido proceso, entendida, en el contexto de las normas cons-
titucionales aludidas, como el derecho que tiene todo encausado a ser oído y juzgado con
las debidas garantías, por un juez o tribunal competente, independiente e imparcial, insti-
tuido con anterioridad al hecho y dentro de los márgenes de tiempo establecidos por ley.
A su vez, del texto de los referidos preceptos constitucionales, en conexión con el art. art.
6.I constitucional, se extrae la garantía de la tutela jurisdiccional eficaz, entendida en el
sentido más amplio, dentro del contexto constitucional referido, como el derecho que tie-
ne toda persona de acudir ante un juez o tribunal competente e imparcial, para hacer va-
ler sus derechos o pretensiones, sin dilaciones indebidas, como lo ha entendido el Tribu-
nal Constitucional en SC Nº 1044/2003-R; es decir que a través del ejercicio del derecho
a la tutela judicial efectiva, se tiene acceso a la jurisdicción, que se concreta en el derecho
a promover la actividad jurisdiccional que desemboca en una decisión judicial que se dic-
tará dentro de la tramitación de un debido proceso.
La acción penal será pública o privada y constituye una manifestación específica del
derecho al debido proceso y a la tutela judicial efectiva, a los que se hizo referencia en el
acápite anterior, pues se ejercita al poner en marcha la actividad jurisdiccional, surgiendo
para la autoridad judicial la obligación de dictar una resolución determinada, ejercitando
la potestad de penar o jus puniendi que es privativa del Estado a través del Poder Judicial.
Surge una pregunta inicial ¿qué tipo de delitos reconoce nuestro ordenamiento jurídi-
co?, se reconoce tres tipos de delitos: los de acción penal pública, que son todos los deli-
tos con excepción de los delitos de acción pública a instancia de parte y delitos de acción
privada (art. 20 in fine CPP); los delitos de acción penal pública a instancia de parte (art. 19
CPP) y los delitos de acción privada (art. 20 CPP).
III.4. Delitos de acción penal pública y a instancia de parte; estructura del Proceso Penal.-
El ejercicio de la persecución penal en los delitos de acción pública, implica que el de-
lito afecta no sólo a un interés individual, sino también colectivo, razón por la que corres-
ponde al Estado, a través del Ministerio Público, perseguir de oficio todos esos delitos en
nombre de la sociedad, en esa virtud, no puede considerarse como un derecho a ser ejer-
citado por el Fiscal, sino que es una obligación o un deber del Ministerio Público de acti-
De acuerdo al sistema procesal penal que se rige por el principio acusatorio, se tiene
que no se puede juzgar a una persona si respecto a la misma no existe una acusación, va-
le decir que la autoridad judicial no puede condenar por hechos distintos de los que han
sido acusados o se encuentra materialmente imposibilitada de juzgar a personas que no
han sido acusadas sobre ciertos hechos.
En esta nueva estructura procesal penal para delitos de acción penal pública y a penal
pública a instancia de parte, el Ministerio Público tiene un lugar relevante, puesto que asu-
me la responsabilidad de investigar el hecho y determinar a quienes considera culpables
para llevarlos a juicio oral, trabajo que realiza con el auxilio de la Policía Nacional y el Ins-
tituto de Investigaciones Forenses; el Juez de la instrucción (que antes era investigador y
juzgador) sólo es contralor de las garantías constitucionales y; el Juez o el Tribunal de Sen-
tencia cumplen la función de juzgadores (52, 53 inc. 2, 54 inc. 1, 69, 70, 74, 75, 277, 278, 279 del
CPP); a continuación pasamos a desarrollar los actos que comprenden cada una de estas
etapas, siempre relacionadas con la situación de la víctima del delito o del querellante.
Esta división funcional entre la Fiscalía (incluida la policía, como órgano auxiliar) con el
Juez de la Instrucción, es significativa en la estructura del proceso penal, pues por una par-
te se evita el peligro de prejuicio a tiempo de dictarse una sentencia, pues la autoridad ju-
dicial actúa sólo en base de una acusación y no actúa de manera oficiosa ni espontánea-
mente, por otra parte se instaura controles a la investigación (por el juez a la fiscalía y po-
licía), evitando la utilización arbitraria del poder público; en este tipo de proceso, se refle-
ja el principio acusatorio, en el que se garantiza un procedimiento penal en el que no se
avasallen los derechos de las partes (imputados y/o víctimas), al contrario, se respeten los
derechos fundamentales de ambos actores procesales.
Esta primera fase, se inicia con una denuncia (verbal o escrita) presentada a conoci-
miento de la policía o fiscalía (arts. 284, 288 y 289 del CPP), la querella (art. 289 CPP) y con
la intervención policial preventiva (art. 293 CPP).
III.4.1.1.1. La denuncia.-
La presentación de una denuncia es una facultad -no una obligación- que tiene cual-
quier persona -sea víctima o no-, pero en ciertas situaciones esa facultad se convierte en
una obligación de inexcusable observancia y se da cuando se trata de delitos de acción pú-
blica cuya comisión se conozca por: funcionarios, empleados públicos, médicos, farmacéu-
ticos, enfermeros y demás personas que ejerzan cualquier rama de las ciencias médicas,
todos, siempre que conozcan el hecho en el ejercicio de sus funciones, profesión u oficio,
salvo si la denuncia daría lugar a la persecución penal propia o del cónyuge, conviviente,
pariente hasta el cuarto grado de consanguinidad o adopción, segundo de afinidad, o
cuando los hechos fueron conocidos bajo secreto profesional (art. 286 CPP).
16 San Martín Castro, Cesar Derecho Procesal Penal, Editorial Grijley, Perú, 1999, pág. 341.
17 Binder, Alberto. Op. cit.., pág. 233.
sin grandes exigencias-, lo que dio lugar a que el proceso penal en ciertas circunstancias se
convirtiera en un medio de extorsión para sacar ventajas, desnaturalizándose los objetivos
y fines del proceso penal, olvidándose que los terceros no pueden intervenir a voluntad,
pues es indispensable que tengan un interés serio y actual en las resultas del proceso, pa-
ra que se les reconozca el derecho a ser oídos como intervinientes principales.
III.4.1.1.2. La querella.-
La querella es la: “acción penal que ejercita, contra el supuesto autor de un delito, la
persona que se considera ofendida o damnificada por el mismo (o sus representantes le-
gales), mostrándose como parte acusadora en el procedimiento, a efectos de intervenir en
la investigación y de obtener la condena del culpable, así como la reparación de los daños
morales o materiales que el delito le hubiera causado”18.
De la regulación del art. 79 CPP, se establece que en la etapa preparatoria dos son los
momentos en los cuales la víctima puede presentarse como querellante, el primero es el
relativo a la presentación de una querella que da inicio al proceso penal; el segundo se da
cuando el proceso penal ya esta en marcha o movimiento y todavía no ha finalizado la eta-
pa preparatoria, en tal situación se prolonga la posibilidad de presentar la querella hasta
antes de que el Fiscal presente su acusación.
Ahora bien, cuando las actuaciones de la policía sean devueltas al Fiscal, éste como ti-
tular de la acción penal pública, podrá disponer el rechazo de la denuncia, querella o ac-
tuaciones policiales, en tal caso la parte (que puede ser la víctima o querellante) podrá ob-
jetar esa resolución de rechazo en el plazo de 5 días ante el fiscal que la dictó, quién remi-
tirá antecedentes al fiscal superior que en el término de 10 días dictará resolución revoca-
toria si dispone continuar con la investigación o de ratificación, ordenando el archivo, lo
que no impide la conversión de acción a pedido de la víctima o querellante (arts. 26-3,301
inc. 3, 304 y 305 CPP).
El antiguo CPP en sus arts. 48, 49, 51 y 52, se establecía que la persona ofendida por un
delito o sus representantes (incapaces y personas jurídicas) podrán promover el juicio me-
diante querella, al igual que el Fiscal cuando el ofendido fuere el Estado. Conforme al sis-
tema anterior (inquisitivo) el querellante tenía amplias facultades como el constituirse en
parte civil para la reparación del daño, prestar instructiva jurada, pedir diligencias para
comprobar y descubrir el delito, proponer todos los medios de prueba necesarios, pedir
medidas jurisdiccionales para garantizar la responsabilidad civil, asistir a las diligencias de
la instrucción y del plenario (art. 55 CPP-72), pedir al juez de las causa se amplíe el auto ini-
cial de la instrucción (art. 169 CPP-72) aún sin la conformidad del fiscal, proponer pruebas
sin limitación alguna durante el sumario o instrucción (art. 170 CPP-72), podían apelar y re-
currir de casación y nulidad (arts. 285 y 302 CPP-72).
Nuestro actual sistema procesal penal, difiere del anterior, ya que en esta etapa prepa-
ratoria, el querellante actúa en forma conjunta o adhesiva al Ministerio Público, es decir
que no lo hace de manera autónoma (como en el anterior sistema), aunque excepcional-
mente se dan casos, por ejemplo cuando el querellante de manera autónoma (sin la inter-
vención del fiscal), solicita al juez de la instrucción un anticipo jurisdiccional de la prueba
(art. 307 CPP); en etapas posteriores (juicio propiamente dicho) a la que está siendo aho-
ra estudiada, evidenciamos como el querellante de manera paulatina va adquiriendo más
autonomía en su actuación, ejercitando una serie de derechos que le han sido reconoci-
dos por el ordenamiento jurídico.
En el antiguo sistema procesal penal se establecía que cuando la policía judicial tuvie-
ra conocimiento de la perpetración de un delito, se constituirá en el lugar del hecho y pro-
cederá a comprobar el estado de las personas, cosas y lugares, interrogando a toda perso-
na que pueda dar información, además pudiendo ordenar el reconocimiento médico-le-
gal de las víctimas (art. 114 CPP-72). A diferencia de lo que ocurre en nuestro actual sistema
procesal penal, antes la víctima no era considerada como sujeto a quién había que cuidar
y proteger sus derechos a fin de evitarle mayor sufrimiento, sino como un sujeto que ad-
quiría contornos o ribetes de casi un objeto, al convertirse en un medio de prueba que ayu-
daba en el proceso investigativo.
Lo hasta acá referido, esta relacionado con las normas que de manera directa y objeti-
va protegen a la víctima durante la intervención policial preventiva, frente a la inseguridad
que sufría la misma en el anterior.
No podemos concluir este acápite relativo a la actuación policial preventiva sin antes
no referirnos a tres situaciones a saber: la primera, que es la importancia que tienen estas
actuaciones realizadas en el primer momento de inicio de investigación, habida cuenta
que -como se manifestó- a través de ellas se podrá obtener la prueba necesaria, sobre cu-
ya base el fiscal podrá requerir por una imputación formal y en su caso por una acusación,
pero más aún, la prueba debidamente obtenida (con las formalidades pertinentes) e intro-
ducida correctamente en el juicio (judicializada) ha de ser la base sobre la cual el tribual o
juez de sentencia podrá dictar una resolución final de condena contra el autor que ha cau-
sado perjuicios en los intereses de la víctima, no como un medio de venganza, sino como
una forma de compensar el agravio que ha sufrido a través de la reparación del daño civil
(que para su existencia es condición sine qua non una sentencia de condena).
La segunda situación está relacionada con forma de como la policía y fiscalía deberían
actuar, según lo establecido por nuestro propio procedimiento. La policía con la dirección
del fiscal, podrá registrar: el lugar del hecho, a la persona (cuando lleva adheridos a su cuer-
po objetos relacionados con el delito), a los vehículos, el domicilio de las personas, los lo-
cales públicos y otros; todos estos registros deben cumplir ciertas formalidades, como:
constar en un acta, la presencia de un testigo hábil, la autorización judicial (en los casos de
allanamiento) y otros aspectos más (arts. 174, 175, 176, 180 y 187 CPP); de similar manera, la
policía podrá recoger los objetos, instrumentos y demás piezas de convicción, poniéndo-
los en custodia en los depósitos de la Fiscalía, dejándose constancia de este hecho en un
acta (a ser firmada por un testigo) (arts. 184 y 186 del CPP). Todas estas normas y otras, ha-
cen referencia a la forma de la actuación preliminar de la policía y fiscalía, normas que en
el fondo, tienen por finalidad garantizar la defensa de derechos y garantías del imputado,
lo cual es muy positivo y significa un avance en nuestra legislación.
Finalmente, una tercera situación parte de las interrogantes: ¿en la actuación prelimi-
nar, la policía y fiscalía cumplen las formalidades establecidas por nuestro procedimiento?,
si ó no y porqué?, ¿a quién favorece y/o perjudica esta actuación?. En la práctica se eviden-
cia que en un sin fin de casos la policía y la fiscalía no cumplen con formalidades procedi-
mentales -destinadas a garantizar los derechos del presunto autor de un hecho delictivo-
porque a tiempo de efectuar registros (de lugares, personas, vehículos, domicilios, locales
públicos y otros) y de recolectar objetos, instrumentos y demás piezas de convicción, no
elaboran las actas correspondientes con las formalidades establecidas por ley (art. 120
CPP), sobre todo lo que se omite es la firma de un testigo del lugar del hecho y otras fa-
lencias más.
En esta parte conviene recordar, que la policía y la fiscalía, generalmente son respetuo-
sos en el cumplimiento de las diferentes actuaciones que deben realizar, dentro de los pla-
zos que al efecto establece el CPP, probablemente la razón radica en la cantidad de fallos
constitucionales (pronunciados en Sentencias de Hábeas Corpus o Amparo Constitucio-
nal) que se han ido pronunciado como consecuencia de irregularidades cometidas por és-
tas autoridades públicas, hasta que a nuestros días son pocas oportunidades en las que se
incurren en ese tipo de irregularidades (por incumplimiento de plazos). Sin embargo, no
podemos olvidar que donde existen irregularidades que se persisten hasta la fecha, es en
la actuación policial preventiva que hacemos referencia, relativas al incumplimiento de for-
malidades a tiempo de elaborar actas, esa falencia es de tan trascendental importancia
que hace no sólo hace a la primera fase de esta etapa preparatoria, sino que influye en la
etapa del juicio oral propiamente dicho, porque en tal oportunidad con seguridad la de-
fensa va promoviendo incidentes que son declarados probados, en consecuencia no sólo
se excluye elementos probatorios importantísimos, sino lo que es peor aún, no pueden ser
valorados por el juzgador, todo lo que va en desmedro de la víctima del delito -sea que és-
ta se haya constituido o no en querellante-, quién tiene que soportar los efectos de una
sentencia muchas veces injusta, que no se ajusta a sus intereses protegidos, no por su ne-
gligencia sino por la inadecuada actuación de las autoridades públicas (policía y fiscalía).
Esta segunda fase empieza con la imputación formal, que representa el inicio del pro-
ceso penal; recibidas las actuaciones policiales, el fiscal analizará su contenido y si deter-
19 Fiscalía General de la República. Visión sobre la Constituyente y Política Criminal, Talleres Gráficos Gaviota
del Sur S.R.L., Sucre, noviembre 2005, pág. 57-58, dice: “... debe ocupar un lugar privilegiado, en este orden, el
relacionamiento con las Autoridades Policiales, particularmente con la PTJ ... la necesaria coordinación que
deba existir entre los Fiscales y los Policías, que bajo su dirección, lleven a efecto la realización de diligencias
de investigación en cada caso concreto”.
mina que existen suficientes indicios sobre la existencia del hecho y la participación del
imputado, a través de una resolución debidamente fundamenta presentará su imputación
formal, que deberá contener -entre otros datos- una identificación de la víctima o su indi-
vidualización más precisa (arts. 73, 301-1 y 302 CPP); imputación formal que emite el fiscal
que se parangona con el auto inicial de la instrucción que dictaba el juez instructor o del
sumario en el antiguo procedimiento penal.
En el nuevo sistema se deja que el fiscal como encargado de dirigir la investigación, sea
el que determine si existen los elementos necesarios para fundar la acusación y se proce-
da al enjuiciamiento público del imputado, alternativamente decretar el sobreseimiento,
cuando los elementos de prueba son insuficientes para fundar la acusación, o es evidente
que el hecho no existió, o que no constituye delito o que el imputado no participó en él.
III.4.1.3.1. La acusación.-
III.4.1.3.2. El sobreseimiento.-
Es un requerimiento fiscal, a través del cual se suspende el proceso, por falta de cau-
sas que ameriten la acusación, es una especie de absolución anticipada, teniendo en cuen-
ta que la menor duda sobre la culpabilidad amerita la absolución (sobreseimiento); en ca-
so de decretarse el mismo, la víctima constituida en querellante podrá impugnar esa de-
terminación en el plazo de 5 días de conocida, debiéndose remitir los actuados al fiscal je-
rárquico en 24 horas, el que dictará resolución en 5 días ratificando el sobreseimiento y dis-
poniendo la conclusión del proceso, alternativamente, revocando la decisión del fiscal in-
ferior e intimándolo para que en el plazo de 10 días acuse ante el juez o tribunal de sen-
tencia (art. 324).
El nuevo proceso penal instituido en nuestro país a partir de la Ley Nº 1970, regula las
salidas alternativas, que vienen a constituirse en una especie de herramientas a través de
las cuales se incentiva a la víctima a participar e involucrarse activamente en el proceso,
debido a que a través de las mismas (las salidas alternativas) puede obtener algo, como es
la solución de los conflictos por medio de la reparación de los daños sufridos por la vícti-
ma como producto del delito cometido en su contra, cumpliéndose de esta manera uno
de los fines del sistema procesal actual, cual es la satisfacción de la víctima, se haya ésta
constituido o no en querellante o parte del proceso penal.
Tanto desde la perspectiva de los principios o valores que inspiran al sistema penal, co-
mo desde un punto de vista utilitario (descongestión de la justicia, ahorro de costos, etc.),
vinculado a la eficacia del sistema, aparecen fuertes argumentos que permiten fundamen-
tar la introducción de las salidas alternativas al proceso penal, que tengan como objeto pri-
mordial la satisfacción de la víctima del delito20.
La suspensión condicional del proceso es una institución nueva en nuestro país, aun-
que ya existió antes en sistemas procesales comparados21. Ha sido entendida como el ins-
trumento procesal a través del cual se detiene el ejercicio de la acción penal a favor del
imputado, quién en un plazo se somete a prueba, a cuyo término se declara extinguida la
acción penal; lo que ayuda a evitar el riesgo de la condena al imputado, a su vez, se favo-
rece a la víctima en cuando se procura su protección a través de la reparación del daño.
es decir cuando se trate de una pena privativa de libertad que no exceda de tres años y
que el imputado no haya sido objeto de condena anterior, por delito doloso en los últimos
cinco años y; b) que el imputado preste su conformidad -en sentido de que se de curso a
una salida alternativa-, y, en su caso, cuando se haya reparado el daño ocasionado, firman-
do el acuerdo con la víctima en ese sentido o afianzando suficientemente esa reparación
(arts. 23 y 366 CPPP). Superados los requisitos de procedencia y acordada la suspensión
condicional del proceso, el juez deberá determinará el período de prueba y las condicio-
nes que deberá cumplir el imputado en ese plazo; en caso de disponerse la suspensión
condicional del proceso, esta determinación sólo será apelable por el imputado (art. 24
CPP). Si durante el período de prueba el imputado cumple las condiciones impuestas por
el juez, se produce la extinción de la acción penal y la consiguiente terminación del pro-
ceso; contrariamente, si el imputado las incumple, el juez deberá revocar la suspensión y
reiniciar el curso del proceso suspendido (art 25).
22 Código Procesal Penal del Paraguay; en la Ley 24.316 de la Argentina y el Código Procesal Penal de Costa
Rica.
En esa virtud se tiene que la Ley, en ciertos casos autoriza a la Fiscalía a abste-
nerse de promover la acción penal o provocar el sobreseimiento de la causa -si es que el
proceso ha sido instaurado-, en razón a la existencia de ciertos hechos de escasa trascen-
dencia -taxativamente señalados- que, de darse no justificaría la tramitación de todo un
proceso penal ordinario, por lo que se prescinde de promover la acción penal por los pro-
vechosos beneficios y celeridad de la administración de justicia; aclarándose que los con-
ceptos de oportunidad, siempre se darán con relación a las facultades de los órganos pú-
blicos (Ministerio Público), no así con relación a los derechos de los particulares, tales el de
denunciar o instar la persecución pública a través de su querella.
Particularmente haremos una mención al caso 1º, es decir: “cuando se trata de un he-
cho de escasa relevancia social por la afectación mínima del bien jurídico protegido” (art.
21 inc. 1 del CPP); se entiende que en este caso el legislador se está refiriendo a lo que la
doctrina ha venido a denominar como “delitos de bagatela” o de insignificante o pequeña
criminalidad, son aquellos de escasa relevancia para el interés público. Habría sido ideal
que el legislador señale los tipos penales en los cuales el fiscal pueda aplicar criterios de
oportunidad, pero no lo ha hecho así, ante esta difícil situación en la que se encuentran
23 Roxin Claus, citado por San Martín Castro Cesar, Op. Cit., pág. 226.
permanentemente los fiscales del país, la Fiscalía General ha sugerido que se tengan en
cuenta ciertos criterios para su procedencia24.
Tratándose de los casos relacionados en los incs. 1), 2) y 4) del art. 21 precedentemente
referidos, se tiene que el imputado debe haber reparado el daño ocasionado a la víctima,
firmando un acuerdo en ese sentido o afianzando suficientemente esa reparación (art. 21
in fine CPP). Conforme a esta determinación, para la procedencia de esta medida es ne-
cesario o constituye un requisito el acuerdo con la víctima respecto a la indemnización por
los perjuicios sufridos por el delito; es decir que el rol de la víctima es activo o lo que es lo
mismo, es decisiva su participación -por lo menos en relación a estos tres casos-, puesto
que de no existir la misma esta medida no se podría dar. En ese contexto se entiende que
la decisión judicial que disponga la aplicación de un criterio de oportunidad, en conse-
cuencia la extinción de la acción penal, por uno de los casos referidos a los incs. 1, 2 y 4 del
art. 21, puede ser impugnada por la víctima, por constituirse su voluntad en una pieza cla-
ve para la procedencia de esta determinación.
Sin embargo, tratándose del resto de los casos (incs. 3 y 5 del art. 21), la víctima o que-
rellante no puede apelar de la determinación judicial que resuelva la aplicación de un cri-
terio de oportunidad, al igual que en la suspensión condicional de la pena.
24 Fiscalía General de la República. Op. Cit., pág. 56. Entre los criterios están: “ a) que se trate de delitos castiga-
dos con pena de reclusión hasta de un año si es privativa de libertad y hasta de 3 años si es privativa de dere-
chos, b) que el imputado acepte su participación en los hechos y compromiso escrito de no volver a delin-
quir, debiendo, haber reparado el daño ocasionado, firmando un acuerdo con la víctima en ese sentido o afi-
anzando suficientemente esa reparación y c) que el imputado, en los dos años inmediatamente anteriores al
momento de tener que tomar la decisión de solicitar o no la aplicación de este principio, no se le haya apli-
cado ninguna de las reglas previstas en el CPP como medidas alternativas al proceso (oportunidad, suspen-
sión condicional del proceso, conversión o conciliación)”.
III.4.1.3.3.4. La conciliación.-
lictivo-, tenía necesariamente que tramitarse hasta el final, dictándose sentencia o una re-
solución que declarara la extinción de la acción, en este último caso por otras causas, me-
nos por conciliación. Llegó un momento en que esta situación se tornó insostenible, pues-
to que se sobrecargó el trabajo de los operadores en tal magnitud, que se corría el serio
peligro y riesgo de colapsar, lo que es peor aún, se tenía juicios inacabables y actores que
vislumbraban resoluciones después de largos años de espera, situación que degeneró la
administración de justicia y dio lugar a cambios procesales, como los que ahora se aplican
en nuestro país, con la finalidad de contar con un sistema de control de esa sobrecarga de
trabajo y llegar a tener casos y expedientes que se resuelvan en forma oportuna, eficiente
y eficaz.
La conciliación a la que se puede llegar entre la víctima y el imputado, sin lugar a du-
das constituye parte de una nueva tendencia destinada a lograr la protección y pronta re-
paración de los intereses de la víctima dentro del sistema penal, como una alternativa de
solución al conflicto, pero anterior a la tramitación del juicio oral, evitando todo un juicio
que de una u otra manera significará costo en tiempo y dinero.
En el antiguo proceso penal el término dentro del cual debía quedar concluida la ins-
trucción era de 20 días, que corrían desde que se hacía saber al imputado el auto inicial
de la instrucción y, vendido que era ese término, el juez declaraba clausurada la instruc-
ción y dictaba el auto final de la instrucción que podría ser de sobreseimiento o de acusa-
ción (arts. 171, 219 y 220 CPP-72); plazos que en la práctica jamás se cumplían por lo lento
del sistema.
Esa solución cambia en nuestro actual sistema procesal penal, en el que la etapa pre-
paratoria debe finalizar en el plazo de seis meses de iniciado el proceso, prorrogable a die-
ciocho meses tratándose de delitos vinculados a organizaciones criminales (art. 134 CPP),
ahora bien, el proceso se inicia desde que se notifica al imputado con la imputación for-
mal, como se entendió en la SC 1036/2002-R referida25.
Surge una pregunta ¿qué ocurre cuando el fiscal dentro de los seis meses referidos no
presenta acusación ni solicitud conclusiva alguna?, en tal caso el juez conmina al Fiscal de
Distrito para que lo haga en el plazo de cinco días, transcurrido el cual se declarará extin-
guida la acción penal, salvo que el proceso pueda continuar sobre la base de la actuación
del querellante, sin perjuicio de la responsabilidad personal del Fiscal de Distrito (tercer
párrafo del art. 134 CPP); con relación a la salvedad establecida en dicha norma, el Tribunal
Constitucional ha dictado la SC 1173/2004-R, a través de la cual ha dejado claro que en
mérito al derecho a la tutela judicial que le asiste a la víctima, el Juez debe comunicarle la
falta de presentación del requerimiento conclusivo, por parte del fiscal y, al mismo tiempo,
la facultad que le asiste de presentar su acusación particular, en ese entendido, la víctima
podrá expresar su decisión de no continuar con el proceso o presentará su acusación par-
ticular, en el último caso el Juez debe remitir lo actuado ante el Tribunal de Sentencia, pa-
ra que el juicio se abra sobre la base de la acusación del querellante, entendimiento que
es coherente con el art. 342 del CPP, que establece que “El juicio se podrá abrir sobre la ba-
se de la acusación del fiscal o la del querellante, indistintamente”, norma que permite que
el juicio por delitos de acción pública sea abierto por el querellante, a través de la acusa-
ción particular.
En esa virtud, se llega a la conclusión que la solución dada en el art. 134 in fine del CPP,
es una que protege ampliamente los derechos de la víctima, reconociéndole el carácter
autónomo de su actuación, permitiendo que con la acusación particular se continúe la tra-
mitación de un proceso penal por delitos de acción pública, aún en el supuesto de que el
Ministerio Público no hubiera cumplido con la presentación de su acusación, dentro del
plazo que al efecto la ley establece.
25 SC 1036/2002-R citada, “...el cómputo de los seis meses previstos por el art. 134 CPP para el desarrollo de la
Etapa Preparatoria, empieza a partir de que el Juez cautelar pone en conocimiento del encausado la
imputación formal, siendo éste el actuado jurisdiccional que marca el inicio del proceso penal...”.
26 Herrera Añez, William, Derecho Procesal Penal, Editorial Universitaria, Santa Cruz, 1999, pág. 147-148.
Agotada la fase intermedia y depurado que haya sido el proceso hasta ese momento,
se ingresa a la fase esencial del mismo, sobre la base de la acusación (del Fiscal y/o del que-
rellante), correspondiendo a las autoridades judiciales proceder al juzgamiento o enjuicia-
miento, en forma contradictoria, oral, pública y continua, para la comprobación del delito
y la responsabilidad del imputado.
La etapa de juicio se halla dividida en dos fases: la fase de preparación del juicio oral
que se inicia con la recepción de la acusación y pruebas (art. 340 del CPP) y que incluye
la integración de jueces ciudadanos a los Tribunales de Sentencia y la del juicio oral pro-
piamente dicho o denominado “Acto del juicio”, que se inicia con la apertura de éste en
los términos establecidos en el art. 344 del CPP, en el cual la oralidad cobra trascendencia
práctica, al constituirse en el mecanismo de comunicación procesal entre partes, como lo
ha entendido el Tribunal Constitucional en SC 390/2004.
Recibida la acusación del fiscal y pruebas de cargo, se notifica al querellante para que
presente su acusación particular y para que también ofrezca las pruebas de cargo (y se po-
ne en conocimiento del imputado para que a su vez éste ofrezca pruebas de descargo), se
dicta el auto de apertura del juicio con el que se notifica a las partes, se cita a testigos, pe-
ritos y jueces; el día y hora del juicio, cumplidas que sean las formalidades legales, se da
lectura a la acusación del fiscal y del querellante y se dispone su fundamentación, resuel-
tos los incidentes (en caso de no haber sido planteados en la fase intermedia) y prestada
la declaración del imputado, el fiscal o el querellante podrán ampliar su acusación por he-
chos o circunstancias nuevos (repitiéndose el procedimiento), posteriormente se procede
a la recepción de la prueba y una vez terminada, el fiscal el querellante y el defensor del
imputado formularán sus conclusiones en la audiencia de clausura de debate, oportuni-
dad en la que se le concede la palabra a la víctima, en caso de estar presente, aun cuando
no haya intervenido en el proceso; concluido el debate y en la misma audiencia, el juez
dictará sentencia teniendo en cuenta lo expresado en la acusación (del Fiscal o del quere-
llante), la declaración del imputado, así como la valoración que se haga de la prueba que
haya sido producida (arts. 329, 340, 343, 344, 345, 346, 348, 356 y 357 del CPP).
Tratándose la víctima -que para el presente estudio es la que nos interesa-, conviene re-
cordar que la querella la podrá interponerse hasta el momento de la presentación de la
acusación fiscal (art. 79 CPP); ahora bien, recibida dicha acusación fiscal y radicada la cau-
sa, dentro de los diez días siguientes de la notificación con la acusación del fiscal, podrá
presentar su propia acusación debidamente fundamentada -ratificando los extremos seña-
lados en su querella- y con autonomía precisará los hechos (relación del delito atribuido y
los elementos de convicción que la motivan), así como realizará la calificación jurídica per-
tinente (señalando los preceptos aplicables), separándose inclusive de los hechos y califi-
cación jurídica considerada por el fiscal. La acusación particular podrá ser retirada por el
querellante en cualquier momento del juicio, hasta antes de la deliberación del tribunal y
cuando la acusación fiscal y la acusación particular (del querellante) sea contradictoria e
irreconciliable, será el tribunal el que precisará los hechos sobre los que se abre el juicio
(arts. 341 y 342 del CPP).
Esta facultad del querellante permite aumentar los márgenes dentro de los que se
mueve el proceso, teniendo en cuenta que pueden existir hechos que no se hayan tenido
en cuenta a tiempo de formular su acusación particular, a fin de obtener un pronuncia-
miento al respecto (positivo o negativo) es necesario que el querellante amplíe su acusa-
ción y se obtenga resolución final (a ser pronunciada por el juez o tribunal de sentencia)
que tenga en cuenta todos los extremos por él manifestados, habida que en virtud del
principio de congruencia, siempre debe existir identidad jurídica entre lo resuelto -en cual-
quier sentido por el juez o tribunal de sentencia- con la acusación del fiscal o la acusación
particular del querellante, con relación a las defensas formuladas por el imputado; princi-
pio que se encuentra consagrado en el art. 362 del CPP, que establece que el imputado no
podrá ser condenado por un hecho distinto al atribuido en la acusación o su ampliación.
De igual manera, en momento oportuno, se podrá ofrecer como prueba, toda aquella
obtenida en la etapa preparatoria, a través de un anticipo jurisdiccional de prueba (arts.
307, 326 inc. 6 y 328 inc. 3 del CPP).
Introducida a juicio todas o algunas de las pruebas, tanto el Fiscal, el querellante e im-
putado, podrán plantear exclusión de la prueba de contrario, por ser impertinente, por ha-
berse violado derechos o garantías en la obtención del elemento de prueba o violación del
procedimiento o formalidad del medio de prueba (arts. 13 y 172 CPP); resuelto el incidente,
el juez o tribunal de sentencia podrá admitir el medio probatorio, momento a partir del
cual la simple evidencia (recolectada en la etapa preparatoria) pasa a ser una prueba pro-
piamente dicha, que la considerará la autoridad judicial en sentencia.
Como una norma protectora de los derechos de la víctima (se haya o no constituido
en querellante) que declara como testigo, tenemos el alcance del art. 203 del CPP que se-
ñala -como parte de los testimonios especiales- que cuando deba recibirse el testimonio
de personas agredidas sexualmente o de menores de 16 años -sin perjuicio de la fase en
que se encuentre el proceso-, el juez o tribunal, dispondrá su recepción en privado con el
auxilio de la familiares o peritos especializados en el tratamiento de esas personas para ga-
rantizar el respeto a las condiciones inherentes al declarante. Esta previsión protege a la
víctima y mejora su posición como testigo en dos situaciones a saber: la primera, es la re-
lativa a la posibilidad de que exista privacidad en su declaración tratándose de delitos se-
xuales27 o de menor de edad, habida cuenta que una declaración testifical pública podría
causarle daños morales y psicológicos, mayores que los que sufre por el hecho que se juz-
ga (segunda victimización), además en muchos casos la sola posibilidad de una declara-
ción pública haría que la víctima no presente ni siquiera denuncia o menos una querella,
quedándose en la impunidad sujetos que comenten actos delictivos; la segunda, es la re-
ferida al auxilio que se deben prestar a la víctima sus familiares y peritos, terceras personas
que se constituyen además en contralores de trato digno y de respeto que merece todo
sujeto, más aun cuando se trata de quién ha sufrido las consecuencias del acto denuncia-
do hecho denunciado como delito.
27 La autora del presente trabajo, deja constancia que a lo largo del mismo, no se ha hecho referencia a los
alcances de la Ley Nº 2033 de 29 de octubre de 1999, denominada “Ley de Protección a las Víctimas de
Delitos contra la Libertad Sexual”, porque considera que los aspectos por ella regulados, ameritan a la real-
ización de un otro trabajo más específico, donde se analice la situación de la víctima de éste tipo de delitos y
no como en el presente trabajo, donde se analiza a la víctima desde una perspectiva general de proced-
imiento, sin relacionarla con un tipo delito en particular.
servando la salud y el pudor del examinado, acto al que podrán asistir el abogado o una
persona de confianza del examinado (art. 206 CPP); con esta disposición, se garantiza que
la víctima que tiene que ser sometida a un examen médico, tenga un trato digno de ser
humano en lo que comprende toda su integridad física y moral, cuidando su salud y su pu-
dor, en presencia de una persona de confianza (de la víctima) que velará por el buen trato
del examinado. Este aspecto constituye uno de los que marcan diferencia con relación al
anterior sistema procesal penal, en el que la víctima lejos de ser un sujeto digno de protec-
ción jurídica era considerada simplemente como un objeto de la investigación, así por
ejemplo la policía judicial de manera directa procedía a comprobar el estado de las per-
sonas y con relación a las víctimas ordenaba su reconocimiento médico-legal, pericia que
la realizaban los facultativos que determinaban la causa, naturaleza y gravedad de las le-
siones, así como las consecuencias permanentes o transitorias (arts,. 114 y 140 CPP-72), sin
que establecer las condiciones mínimas para su procedencia, como es la necesidad de la
pericia, tampoco resguardando expresamente el derecho de la víctima a un trato digno
(preservando su salud física y mental).
Terminada la producción y recepción de las pruebas, el querellante (al igual que el fis-
cal y el defensor del imputado) podrá formular en forma oral las conclusiones a las que lle-
gó, al efecto podrá realizar una relación de los hechos denunciados y acusados, de los me-
dios probatorios producidos, ofrecidos y judicializados, sobre esa base solicitar al Juez o Tri-
bunal de sentencia que se considere su prueba a tiempo de tomar una decisión; el quere-
llante podrá también replicar las conclusiones a las que llegaron el fiscal y el imputado.
III.4.3.5. La Sentencia.-
La sentencia, para ser válida, debe cumplir con presupuestos externos e internos (art.
360 CPP); entre los últimos (internos), se hace referencia a una fundamentación o motiva-
El anterior sistema procesal penal, establecía que todos los medios de prueba debían
ser valorados por el juzgador de acuerdo a su prudente arbitrio, conforme a las reglas de
la sana crítica, exponiendo los razonamientos en los que funda su valoración (art. 135 CPP-
72), vale decir que de una u otra manera parecería encajarse dentro del segundo sistema
de valoración de la prueba relativo al de la libre valoración de la prueba y de la sana críti-
ca propio de un sistema procesal penal acusatorio. Esta aparente contradicción (de un sis-
tema inquisitivo, con valoración de prueba acorde a un sistema acusatorio) no es tal, habi-
da cuenta que en el anterior procedimiento, en la regulación general se daban normas
propias del sistema inquisitivo al que respondía, así el juez en el fondo estaba obligado a
reconocer en sus fallos el valor determinado que la ley atribuía a ciertas pruebas, tal es así
que conforme al art. 164 del dicho procedimiento adjetivo se señalaba que la confesión ha-
rá prueba (plena) contra el procesado cuando concurran ciertas condiciones (que se pro-
duzca en el plenario, que el confesante se halle en pleno goce de sus facultades, que sea
libre y espontánea y otras) la falta de una de esas condiciones hará que tenga valor de sim-
ple indicio; esta regulación -que se la da a manera de ejemplo, aunque el objeto del pre-
sente trabajo se encuentra dirigido a estudiar la situación de la víctima y querellante- im-
plicaba que en los fallos de grado el juzgador debía dar a la confesión (cuando se cumplía
con todas las condiciones) el valor de plena prueba, por tener este medio probatorio un
valor previamente establecido, sin estar permitido que dicha prueba sea valorada confor-
me a los principios de libertad probatoria o las reglas de la sana crítica; con referencia a la
víctima o querellante éstas eran consideradas simplemente como un medio de prueba, al
admitirse que sean reconocidas médico y legalmente pero sin garantía alguna (arts. 114, 134
y 140 CPP-72).
Esta regulación cambia radicalmente en nuestro actual sistema procesal penal acusa-
torio, en el que no sólo se reconoce de manera expresa el principio de libertad probatoria,
sino también el de la sana crítica, cuando establece que el Juez admitirá como medios de
prueba todos los elementos de convicción que le conduzcan al conocimiento y descubri-
miento de la verdad histórica del hecho, en base a una apreciación conjunta de toda la
prueba, asignándole el valor correspondiente a cada una de ellas, fundamentando las ra-
zones por las que les otorga determinado valor (arts. 171 y 173); en un razonamiento contra-
rio, no se admitirá medios probatorios, no se los valorará o no son válidos, aquellos elemen-
tos obtenidos por medios ilícitos o en contra de lo previsto por la Constitución Política del
Estado, el Código Procesal Penal o Convenios y Tratados Internacionales, o se han violado
derechos o garantías de las partes del proceso (arts. 13 y 172 CPP).
En el proceso penal actual, el juez o tribunal a tiempo de dictar sentencia, valora todos
los medios de prueba que las partes hayan ofrecido, producido, judicializado e introduci-
do al juicio y determinará cuales de todos esos medios se encuentran relacionados con el
objeto de la causa para lograr el descubrimiento de la verdad histórica del hecho, libertad
de valoración de los medios de prueba que no significa arbitrariedad, pues la autoridad ju-
dicial tiene la obligación de fundamentar su fallo expresando las razones por las que esti-
ma o desestima todos yo cada uno de los elementos probatorios, a fin de llegar a una de-
cisión final; esta forma de valoración de la prueba en sentencia, dista radicalmente de la
que se establecía en nuestro anterior sistema procesal penal -en el que se establecía a cier-
tas pruebas un valor determinado-, habida cuenta que ahora la víctima o el querellante le-
jos de ser considerada como un medio de prueba, es tenida como un sujeto procesal que
goza de los derechos y garantías reconocidos por la Constitución Política del Estado y de-
más leyes establecidas por nuestro ordenamiento jurídico.
III.4.3.6. Recursos.-
Se dice que la sentencia es el acto judicial por excelencia, por cuanto es la que produ-
ce mayores efectos jurídicos, razón por la que se establecen los mecanismos necesarios a
través de los cuales se la controla y revisa, planteándose al efecto el recurso de apelación
restringida, para abrirse después la posibilidad de impugnar el auto de vista que resuelve
la apelación, a través de la interposición del correspondiente recurso de casación.
miento, según el cual el derecho a recurrir corresponde a quién le esta permitido por ley,
incluida a la víctima aunque no se hubiere constituido en querellante. Según esta previ-
sión, los recursos a plantearse sólo podrán ser admitidos cuando han sido interpuestos por
las personas que se encuentran legitimadas para hacerlo, que no son otras que los que son
parte en el proceso y tienen un interés legítimo en hacerlo por haber sufrido agravios o
perjuicios con la decisión, en tal situación se encuentra el imputado, el querellante y el fis-
cal; pero, en forma expresa la regulación adjetiva referida, establece la posibilidad que al-
guien que no es parte en el proceso pueda plantear la impugnación, como es el caso de
aquella víctima que no se ha constituido en querellante, lo que demuestra una vez más,
una regulación de protección a los intereses de la víctima, que le permite actuar e impug-
nar decisiones tan importantes de manera autónoma, aun cuando no haya intervenido en
el proceso penal.
No es el objeto del presente trabajo, analizar los alcances de los recursos de apelación
restringida y casación, o establecer sus plazos, requisitos de forma, condiciones de admisi-
bilidad, trámite, resolución y efectos; situaciones que están reguladas en las previsiones de
los arts. 407-415 y 416-420 del CPP, respectivamente.
cia para acceder al recurso de casación, no puede ser otro que un Auto de Vista preexis-
tente, al que la Sentencia impugnada contradice, como se ha manifestado en SC
1401/2003-R.
Dentro de nuestra actual regulación procesal penal se tiene que, el sujeto legitimado
para promover una acción privada es la víctima y lo hará mediante la presentación de su
querella (por si o a través de apoderado) a conocimiento del Juez de Sentencia (que es el
competente para conocer la sustanciación y resolución del proceso), pero antes de la pre-
sentación de la querella podrá solicitar a la autoridad judicial la realización de un acto pre-
paratorio (por ejemplo para determinar el domicilio del imputado, o establecer el lugar en
el que se encuentra una prueba, etc. y después sobre esa base presentar su querella) (arts.
53 inc. 1º, 76, 78, 81 y 375 del CPP). Tratándose de un proceso penal por delitos privados, esa
querella tiene los mismos alcances que la acusación que la acusación particular que se
presenta en la tramitación de un proceso penal por delitos públicos, en tal situación, es ne-
cesario que la víctima a tiempo de presentar su querella ofrezca las pruebas de cargo que
estime necesarias.
Presentada que sea la querella, puede ser desestimada por la autoridad judicial a tra-
vés de un auto en que señale las razones de tal desestimación, como es que el hecho no
esté tipificado como delito, o que exista necesidad de un ante juicio o falta algún requisi-
to para la querella, en tal caso, esa decisión al afectar los intereses de la víctima, puede mo-
tivar a que la misma deduzca un recurso de apelación incidental, que tendrá el trámite
previsto en el ordenamiento jurídico (arts. 376 y 403 inc. 4 del CPP); esta es una expresión
de la protección que se otorga a la víctima, la que tiene el derecho de impugnar una deci-
sión que le afecta a sus pretensiones jurídicas.
Por regla general, la fiscalía tiene la obligación de ejercer la acción penal pública en to-
dos los casos que sea procedente la misma, sin embargo se dan ciertas circunstancias por
las que considera innecesaria la continuación de la tramitación penal, sea porque: no exis-
te razón para imputar formalmente o que la gravedad del hecho no es de tal magnitud -
por la afectación mínima al bien jurídico protegido- que amerite el trámite ordinario del
proceso oral y público; en estos dos casos el Ministerio Público puede requerir por el re-
chazo de la querella o por la aplicación de un criterio de oportunidad (arts. 21 inc. 1, 301 incs.
2 y 4, 304 del CPP).
Habíamos manifestado que de la comisión de todo delito nacen dos acciones: la pe-
nal y la civil; todo lo hasta acá referido, se encuentra relacionado con la situación de la víc-
tima y del querellante en la acción penal (pública, a instancia de parte y privada), que se
tramita para la investigación del hecho, su juzgamiento y la imposición de una pena o me-
dida de seguridad.
Corresponde a esta parte del trabajo, hacer mención al otro tipo de acción que emer-
ge de todo delito y que es conocida como la acción civil, destina a la reparación de los da-
ños y perjuicios ocasionados a la víctima del delito o desde otra perspectiva, destinada a
determinar la responsabilidad, civil del obligado que deberá reparar los daños materiales
y morales causados por el delito; ese resarcimiento de la víctima es un imperativo que sur-
ge del principio del poder pena como ultima ratio y modifica los fines tradicionales del
proceso penal, que no puede ser pensado únicamente como un proceso de cognición, si-
no como un método de pacificación, abriendo sus puertas a la reparación integral como
verdadera solución al conflicto28.
Son diferentes los alcances de los dos tipos de responsabilidad penal y civil, así con la
pena el responsable penalmente responde frente al Estado y la colectividad, a diferencia
del responsable civil que con el resarcimiento del daño causado repara los efectos que el
delito ha tenido sobre la víctima o los perjudicados por el mismo.
Respecto a esa responsabilidad civil, surgen varias interrogantes, como: ¿qué compren-
de la responsabilidad civil y/o la reparación del daño?, ¿quiénes son los sujetos legitima-
dos para plantear la demanda?, ¿cuáles son los sujetos pasivos de este tipo de solicitudes?,
¿se puede ejercer simultáneamente la acción civil en la jurisdicción penal y civil?, ¿existe
término de caducidad para su planteamiento y sus excepciones?, ¿quién es la autoridad
competente para conocer este tipo de proceso y cuál el trámite a sujetarse? éstas y otras
interrogantes trataremos de absolverlas seguidamente.
Al hacer referencia a la acción civil, el Código Penal señala que la responsabilidad civil
comprende la reparación del daño (arts. 87 y 91 del CP); a su vez el Código de Procedi-
miento Penal, cambia de denominación -aparentemente- y menciona a la reparación del
daño (art. 14 CPP); la relación que existe entre la responsabilidad civil y la reparación del
daño viene a ser como la que hay entre el género y la especie, así la responsabilidad civil
comprende: a) la restitución de los bienes del ofendido (víctima), que le serán entregados
aunque sea por un tercer poseedor y, b) la reparación del daño material y moral causado,
comprende un monto suficiente para indemnizar de todo perjuicio ocasionado a la vícti-
ma, a su familia o a un tercero, monto que además comprenderá los gastos ocasionados a
la víctima, para su curación, restablecimiento y reeducación.
Se encuentra legitimado activamente el actor civil, que es el sujeto pasivo del delito, es
decir quien directamente ha sufrido un daño criminal y, en defecto de él el perjudicado,
28 Oré Guardia, Artemio. La Víctima en el proceso penal peruano, contenido en La Víctima del delito en el
Proceso Penal Latinoamericano, Editorial Rubinzal-Culzoni, Buenos Aires, 2003, pág. 492.
esto es el sujeto pasivo del daño indemnizable o el titular del interés directo o inmediata-
mente lesionado por el delito, que deduce expresamente en el proceso penal una preten-
sión patrimonial que trae a causa de la comisión del delito29; vale decir que lo que deduce
es la pretensión de resarcimiento.
En esa virtud, quienes pueden solicitar la indemnización son: a) la víctima por ser el di-
rectamente ofendido por el delito, que puede tener o no la calidad de querellante y la víc-
tima por error judicial, b) su familia o herederos en caso de fallecimiento de damnificado
(cónyuge o conviviente, parientes dentro del cuarto grado de consanguinidad o segundo
de afinidad, el hijo o padre adoptivo, el heredero testamentario), c) las personas jurídicas
en los delitos que les afecten (fundaciones, asociaciones), d) el fiscal cuando se trate de de-
litos que afecten el patrimonio del Estado y cuando afecten intereses colectivos o difusos
y e) el condenado o sus herederos, cuando éste sea absuelto o se le imponga una pena
menor, como consecuencia de una revisión de sentencia por error judicial (art. 91 incs. 1 y
3 CP y arts. 36, 41, 76, 274 a 276 del CPP). En aquellas circunstancias en las que la víctima no
ha intervenido en el proceso, es decir que no ha actuado como querellante del mismo, po-
drá demandar la reparación del daño, con la sola condición de demostrar que lo hizo den-
tro de los tres meses de ser informada de la sentencia firme (art. 382 in fine CPP), esta pre-
visión legal, demuestra una vez más el carácter autónomo de la víctima y la regulación pro-
tectora a sus intereses, pues éste (la víctima) tiene la posibilidad de lograr un monto sufi-
ciente para que se le indemnice el daño que ha sufrido, sin que sea necesaria su participa-
ción en el proceso.
Siendo esos los sujetos legitimados para demandar la reparación del daño, correspon-
de ahora determinar, quienes están obligados a esa indemnización o lo que es lo mismo,
se encuentra legitimado pasivamente: a) el que tiene en su contra una sentencia conde-
natoria ejecutoriada, en la que se determina que es el autor y participe del delito, por lo
que debe responder por el daño material y moral que causó; b) respecto de quién se ha
impuesto una medida de seguridad por inimputabilidad o semi imputabilidad; c) el civil-
mente responsable; d) aquella persona en cuyo favor se hubiere precavido el mal, cuando
no se logra determinar el causante o autor; e) el denunciante cuando se hubiera declara-
do sentencia de inocencia (absolutoria) y f) el Estado (arts. 87, 89 y 95 del CP y arts. 36, 382
y 383 del CPP); de todos estos legitimados pasivamente haremos referencia especial a al-
guno de ellos (incs. c, e y f), por la claridad en las normas respecto a los otros.
29 Solé Riera, Jaime. La Tutela de la Víctima en el Proceso Penal, Editorial Bosch, Barcelona, 1997, pág. 65.
30 Font Serra, Eduardo. La Acción Civil en el Proceso Penal, Editorial La Ley, Madrid, 1991, pág. 44.
31 Herrera Añez, William. Op.cit., pág. 109.
Con relación a la acción civil dentro de la tramitación del proceso penal, debe tener en
cuenta que se activa la legitimación activa para plantearla en el momento en que existe
sentencia condenatoria o una que imponga una medida de seguridad; esta afirmación se
deduce de las disposiciones antes mencionadas, principalmente del segundo parágrafo
del art. 384 CPP, que establece como un requisito o condición para plantear la demanda
el acompañar una copia de la sentencia (de condena o que impugna una medida de se-
guridad).
III.7.5. Caducidad.-
III.7.6. Trámite.-
III.7.7. Crítica.-
En el antiguo sistema procesal penal, se reguló que era una obligación del Estado la
creación y reglamentación del funcionamiento de una “Caja de Reparaciones”, que debía
tener como una de sus finalidades, la de pagar el monto que correspondiere a las víctimas
por concepto de responsabilidad civil, en caso de insolvencia o incapacidad del condena-
do (art. 94 CPP-72).
El Código de Procedimiento Penal, derogó el art. 94 referido, que vino a ser sustituido
por las previsiones de los arts. 274 a 276 que establecen la existencia de un “Fondo de In-
demnizaciones” administrado por el Consejo de la Judicatura, para atender el pago de in-
demnización a las “víctimas del error judicial”, cuando a causa de una revisión de senten-
cia el condenado sea absuelto o se le imponga una pena menor; conviene acá aclarar que
el término víctima no se refiere al sujeto pasivo del delito (que es el que sufre una lesión a
causa de una conducta delictiva), sino que se refiere a la víctima de error judicial que sería
el condenado (antes fue imputado, acusado o sujeto activo del delito) que como conse-
cuencia de una revisión de sentencia sea absuelto o se le imponga una pena menor. Por
información proporcionada en el Consejo de la Judicatura, se conoce que dicho fondo de
indemnizaciones hasta la fecha no llegó a implementarse, pero esa situación objetiva, no
obsta a que realicemos las consideraciones que se detallan a continuación.
Esta nueva regulación es poco afortunada, habida cuenta que corresponde ser favore-
cido con un fondo de indemnización no sólo el imputado cuando se ha dictado a su favor
una sentencia de inocencia (absolutoria) o cuando en revisión de sentencia el condenado
sea absuelto o se le imponga una pena menor, sino también ese fondo de indemnización
debió estar establecido a favor de la víctima, cuando a través de los medios correspondien-
tes se demuestre la insolvencia o incapacidad absoluta del condenado o delincuente.
Sin lugar a dudas, una reforma procesal en este punto, constituye uno de los retos que
deben enfrentar nuestros legisladores, puesto que con los alcances del Fondo de Indemni-
zaciones, se ha violado la igualdad de los ciudadanos en el proceso penal, al disponer que
una de las partes (imputado) reciba un trato distinto y preferencial al otro sujeto procesal
(víctima).
En la parte general del Código Penal, se tiene en cuenta a la víctima del delito en algu-
nos casos, relativos a las penas (arts. 37-1 y 78); pero donde se refleja de manera más clara
el derecho material de la víctima u ofendido del delito es en el tema de la responsabilidad
civil, a la que se hizo referencia en el punto anterior; así se ha establecido un capítulo des-
tinado a regular los alcances de la responsabilidad civil (exención, extensión y otros aspec-
tos más) y la caja de reparaciones.
En la parte especial el término víctima aparece contenido en las diversas figuras delic-
tivas, así en los delitos contra la: a) vida y la integridad corporal (arts. 252-7, 256-III, 259,262),
b) libertad sexual (art. 308-II, 310-2, 4, 6 y 7, 312, 317, 319-1, 4 y 5, 321, 321 bis) y c) propiedad (arts.
334, 346, 361-2).
V. CONCLUSIONES.-
• El anterior Código Procesal penal, que respondía a un sistema procesal penal de corte
inquisitorio reformado -probablemente por el momento histórico en el que se desarro-
llo y aplicó-, no otorgó a la víctima una situación de protección y garantía, al contrario,
en general se olvidó de su calidad de sujeto procesal que como tal, debió haber teni-
do un trato digno y respetuoso.
• A través de las salidas alternativas, se incentiva de manera positiva a la víctima, para que
participe y se involucre activamente en el proceso, obteniendo una solución más rápi-
da a su conflicto, por medio del efectivo resarcimiento de los daños que ha sufrido, co-
mo emergencia del delito cometido en su contra.
• La víctima como todo imputado o acusado (según el momento procesal) debe actuar
en igualdad de condiciones, pero violándose este principio constitucional el Código
Procesal establece un trato distinto entre las partes del proceso, creando un Fondo de
VI. RECOMENDACIONES.-
• Propugnamos las siguientes reformas, como una tarea que a la brevedad posible de-
ben encarar nuestros legisladores.
• Al no existir normas expresas que establezcan las condiciones sobre las cuales puede
proceder una conciliación, se recomienda la regulación de ésta institución, estable-
ciendo las condiciones mínimas para su procedencia y se señale sobre que categoría
de delitos sería procedente.
• A cargo del Ministerio Público (Fiscalía General y Fiscalías de Distrito), se debería ins-
talar oficinas a través de las cuales se otorgue asistencia a las víctimas desde una pers-
pectiva multidisciplinaria y con personal técnico necesario prestarles orientación jurí-
dica, psicológica y social.
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I. INTRODUCCION.
II. PARTICIPACION CIUDADANA EN LA ADMINISTRACION DE JUSTICIA PENAL.
II.1. Modelos de participación ciudadana en la doctrina procesal penal - II.1.a). El Anglosa-
jón o Tribunal de Jurados - II.1.b). Tribunal con Sistema Mixto - II.1.c). Tribunal Escabinado. -
II.2. Sistema adoptado por nuestra Legislación. - II.2.a). El juez ciudadano y la Constitución.
- II.2.b). Derechos y deberes - II.2.c). Competencia
III.- COMFORMACION DE UN TRIBUNAL DE SENTENCIA
III.1. Requisitos e impedimentos para ser jueces ciudadanos. - III.2. Lista de ciudadanos,
sorteo y constitución. - III.3. Oscuridad del último párrafo del Art. 63 del CPP y su contra-
dicción con las demás normas procesales y principios constitucionales. - III.3.a). Contra-
dicciones en la misma norma procesal - III.3.b). Principios y valores supremos vulnerados.
- III.3.ba). Tutela efectiva judicial - III.3.bb). El principio del juez natural - III.3.bc). Principio
de celeridad - III.3.bd). Derecho a ser juzgado en un plazo razonable - III.3.be). Principio
de economía. - III.4. Problemas o deficiencias generadas por su aplicación. - III.4.a). Sepa-
ración de jueces legalmente competentes para conocimiento de un caso, por la simple
ausencia de los ciudadanos. - III.4.b). Genera retardación de justicia. - III.4.c). Posibilidad
de manipulación en la elección de jueces técnicos. - III.5. Auto Supremo No. 237 de 1° de
agosto del 2005. - III.6. ¿Habrá mejorado la conformación de tribunales?
IV.- ROL QUE DESEMPEÑA EL JUEZ CIUDADANO.
IV.1. Durante el desarrollo del juicio oral. - IV.1.a). Facultad para interrogar - IV.1.b). Interviene
en la resolución de incidentes y decide sobre la revocación de la decisión del presidente
- IV.2.- Durante la deliberación - IV.2.a). Sobre los incidentes, la comisión del hecho y la pe-
na aplicable. - IV.2.b). Disidencia. - IV.3.- La importancia del principio de continuidad y con-
centración.
V.- PROBLEMAS SOBRE LA INTERPRETACIÓN DEL TRAMITE DE EXCUSAS Y RECU-
SACION DE JUECES TECNICOS Y CIUDADANOS.
V.1. Derecho del litigante a someter su conflicto a un juez independiente, competente e
imparcial. - V.2.- Mecanismos legales de excusa y recusación establecidos por el Procedi-
miento Penal para asegurar la imparcialidad del juzgador. - V.3.- Procedimiento de las ex-
cusas o recusaciones de los jueces unipersonales. - V.4.- Procedimiento de excusas o re-
cusaciones de jueces que integran un tribunal. - V.5.- Interpretación Constitucional a tra-
vés de la Sentencia No. 0054/2005 de 12 de septiembre del 2005 y nuestras observacio-
nes. - V.5.a).- Regla principal - V.5.b).- Sub regla primera. - V.5.c).- Sub regla segunda. - V.6. Re-
cusación de jueces ciudadanos, con posterioridad a la constitución del tribunal.
I.- INTRODUCCIÓN.
Las opiniones que se han de dar durante la exposición del tema, desde luego no tra-
tan de afectar a la interpretación y aplicación de las normas penales que se usa actualmen-
te, sin embargo, se ha realizado un esfuerzo intelectual para acercarnos a la forma correc-
ta de interpretación y aplicación de esas mismas normas legales, que responda a la verda-
dera razón de impartir justicia de la manera mas transparente y pronta. Y como todo tra-
bajo intelectual, no es perfecta, solo puede alcanzarse a esta situación mediante la crítica
constructiva, a la que estamos llanos para poder escuchar los comentarios sobre este tra-
bajo, que desde luego deberá ser mejorada en el tiempo.
tad –según Juan Montero Aroca- las ejerce a través de tres monopolios: la de 1) exclusividad
estatal, porque únicamente es el Estado quién determina que conductas constituyen deli-
tos y que penas se las debe imponer, creando para tal el Derecho Penal; 2) Exclusividad por
los tribunales, porque el Derecho Penal y su consecuencia (la Pena), solo puede ser aplica-
da por los órganos jurisdiccionales; y, por último 3) la exclusividad procesal, lo que quiere
decir que el Derecho Penal se aplica por los tribunales, pero que éstos han de utilizar ne-
cesariamente el medio que es el proceso, no pudiendo imponer penas de cualquier for-
ma1. Sin embargo de la importancia y trascendencia de la administración de justicia, como
lo señala la Dra. Mayda Goité Pierre, en la conferencia dictada en el II Seminario Interna-
cional realizada en la ciudad de Sucre entre los días 25 y 26 de septiembre del año 2003,
resulta que: “como paradoja, es, dentro de las funciones del Estado, las mas preterida, esto
si bien es verdad casi universal ha sido hasta el momento mas evidente en América Lati-
na” 2.
Las normas establecidas en el Derecho Penal y el Derecho Procesal Penal, que consti-
tuyen límites al ejercicio del Jus Puniendi que tiene el Estado, deben estar dirigidas a la bús-
queda de los valores superiores del ordenamiento jurídico, que son la libertad, la igualdad
y la justicia, como lo determina el Parágrafo II del Art. 1° de la Constitución Política del Es-
tado. En consecuencia, una justicia que de verdad sea democrática, igual y accesible a to-
dos y que contenga garantías para todos los ciudadanos, solo puede obtenerse a través de
su legitimación democrática, y para este efecto casi en todos los países latinoamericanos
se han realizado profundos esfuerzos y estudios para mejorar su administración de justicia
y por ende el fortalecimiento del poder judicial, dejando de lado lo que históricamente
fueron concebidos y organizados bajo los lineamientos del modelo napoleónico, en el ejer-
cicio de la administración de justicia penal, desde la primera mitad del siglo XIX. Modelo
inquisitivo en el que se ha advertido tres crisis, como los encuentra Alberto Binder3: 1) Cri-
sis de eficiencia, que no se refiere a que la justicia penal antes funcionaba bien y en poco
tiempo comenzó a funcionar mal, sino que se ha tomado conciencia de su ineficiencia,
descubriendo en él, su carácter estructural de impunidad, una ineficiente investigación, la
acumulación de roles de investigador y juzgador en un solo órgano, etc.; 2) Crisis del siste-
ma de Garantías, es decir, en el funcionamiento de todas aquellas garantías pensados co-
mo mecanismos para ponerle limites al poder penal, poder que no es otra cosa que la vio-
lencia del Estado hacia el ciudadano. El ejemplo mas simple es, como se desarrollaba el
juicio oral, que debiendo realizarse en un debate entre dos partes que fundamenten sus
pretensiones ante un Juez imparcial, presenten sus pruebas de forma pública, lo hacían de
manera incubierta, impidiendo el conocimiento de la sociedad, y ésta pueda controlar, fis-
1 MONTERO AROCA, Juan. Principios del Proceso Penal. Valencia: Tiran Lo Blanch, 1997, p. 15-20.
2 GOITÉ PIERRE, Mayda. La Participación Ciudadana en el Proceso Penal. En II Seminario Internacional, El
Sistema Oral Acusatorio en el Siglo XXI. Sucre – Bolivia: Instituto de la Judicatura de Bolivia, 2004, p. 120.
3 BINDER, Alberto. Ideas y Materiales para la Reforma de la Justicia Penal. Argentina: Ad-Hoc S.R.L., 2000,
p.20-24.
calizar y criticar lo que hacían los funcionarios encargados de administrar justicia. Conclu-
yéndose que, en lugar de realizar un juicio oral con todas las garantías, esas autoridades se
limitaron a tramitar un expediente, condenando a una persona, al que no se tuvo la opor-
tunidad de conocerle ni oírle, donde no hubo el verdadero contradictorio, ni la publicidad
y rara vez un juez imparcial. 3) Crisis de legitimidad, ésta falta de la eficiencia más básica y
la violación directa y rutinaria de garantías constitucionales, generaron una profunda falta
de legitimidad de la administración de justicia, la que se vio agravada, porque al poder ju-
dicial, le preocupaba bastante poco construir una base de consenso social sobre su actua-
ción y creyó que cumpliendo y aplicando la letra muerte de la ley, satisfacía el interés de
la comunidad, situación que le llevó a un aislamiento del conjunto de la sociedad, en es-
pecial de los sectores débiles y vulnerables que vieron que una persona que trafica con
cientos de kilos de cocaína, era castigado con una pena mínima, cuando otra persona por
suministrar 25 gramos de la misma sustancia era sancionado con una pena mayor, por el
simple hecho de haber sido detenido preventivamente, en anterior ocasión por el mismo
hecho, confundiendo el concepto de reincidencia. Además, de que el ciudadano como tal
era permanentemente maltratado por aquellos administradores de justicia, tanto cuando
asistía como testigo o como víctima, siendo sometido a largas esperas e interrogatorios no
acordes con la ley ni respeto a su dignidad. A esa misma crisis. se añade la intermediación
profesional y el trámite –expediente- por sobre el verdadero problema jurídico.
4 GOITÉ PIERRE, Mayda. La Participación Ciudadana en el Proceso Penal. Op. Cit., p. 120.
meno Sendra coexisten en el momento presente tres tipos de intervención del ciudadano
en la administración de justicia penal: el anglosajón, el mixto y el escabinado5
Los que se oponen a este sistema de participación ciudadana, manifiestan que los fa-
llos que dictan, lo realizan en forma concreta en su veredicto, mediante la valoración de
prueba de intima convicción, sin dictar una sentencia motivada o fundamentada, hecho
que impide la recurribilidad o impugnabilidad de la misma.
II.1.b).- TRIBUNAL CON EL SISTEMA MIXTO.- En este sistema mixto, se permite al ju-
rado que una vez pronunciado el veredicto de culpabilidad, pudiera reunirse con los ma-
gistrados a fin de deliberar y votar por mayoría para la pena, tomando en cuenta las agra-
vantes o atenuantes, producido en el proceso. Este sistema que estuvo vigente en Francia
hasta la segunda Guerra Mundial, todavía rige en Bélgica, Austria y Noruega, donde se per-
mite al jurado reclamar la asistencia a la sala de deliberaciones del Magistrado Presidente
a fin de que pueda aclararles las preguntas del pliego o auxiliarles en el conocimiento del
derecho7.
delo, es que la sentencia que emiten es motivada, como garantía del ejercicio de la facul-
tad de juzgar en un estado de Derecho, explicando los motivos por lo que condena o ab-
suelve.
Por su parte, los opositores a este sistema, si bien reconocen la necesidad de motivar
una sentencia, manifiestan que no existe una total independencia de los ciudadanos en los
fallos emitidos, pues los mismos responden en su generalidad a los criterios u opiniones
vertidos por los jueces técnicos en el momento de la deliberación.
10 HERRERA AÑEZ, William. El Nuevo Sistema Procesal Penal. Santa Cruz de la Sierra – Bolivia: El País,
2003, p. 217.
recho a un juicio con las debidas garantías, etc. En consecuencia, la adopción del sistema
acusatorio de enjuiciamiento penal, en nuestro nuevo ordenamiento procesal penal, nos
obliga a contar con tribunales con intervención directa de los ciudadanos. Hecho, que se-
gún Julio Maier, constituía verdaderos tribunales populares o asambleas del pueblo consti-
tuidas por gran numero de ciudadanos (Grecia y los comicios romanos) dando lugar tam-
bién a tribunales constituidos por jurados (los iudices iurati en el comienzo del imperio ro-
mano), el típico jurado anglosajón Estos ciudadanos legos, deben participar de manera di-
recta en el juicio o procedimiento principal, con la misión de dictar una sentencia sea de
absolución o condena, para poner fin al proceso. Lo importante de este nuevo sistema es
que su eje central es el debate, oral y público, con la presencia de todas las partes, allí ad-
quiere su realización la acusación, se producen los diferentes medios de pruebas, someti-
dos a contradicción en un acto de concentración, en una única audiencia y su continui-
dad11. El verdadero sentido del principio de concentración, es que todos los actos del deba-
te deben realizarse en una audiencia continua y solo es posible ello, cuando el juicio úni-
camente se interrumpe para atender al descanso diario o para que los intervinientes pue-
dan atender sus necesidades fisiológicas, conforme lo indica el Art. 334 del CPP. La excep-
ción lo establece el Art. 335 del CPP, la que debe ser aplicada en forma excepcional. Por
eso en otras legislaciones, así como la doctrina señala: “si el plazo se vence y la audiencia
no se reanuda al día siguiente, el debate se debe llevar a cabo de nuevo, íntegramente”12.
Sin embargo, en esa elevada misión que: “no puede ser más augusta ni más delicada;
a él está encomendada la protección del honor, la vida y los bienes de los ciudadanos”13- co-
mo decía Hugo Alsina, p. Porque para juzgar, como aseguraba Cesar Bonesana Marques
de Becaria, “no se requiere más que un simple y ordinario buen sentido” y ensalzaba: “¡Di-
chosa aquella nación donde las leyes no se tratasen como ciencia!. Utilísima es la que or-
dena que cada hombre sea juzgado por sus iguales; porque donde se trata de la libertad y
de la fortuna de un ciudadano deben callar aquellas máximas que inspira la desigualdad,
sin que tenga lugar en el juicio la superioridad con que el hombre afortunado mira al in-
feliz y el desagrado con que el infeliz mira al superior”14. Es por esta razón, que el hecho de
11 MAIER, Julio. Derecho Procesal Penal Argentino. Op. Cit., p. 207-208, 217.
12 MAIER, Julio. Derecho Procesal Penal Argentino. Op. Cit., p. 28.
13 PALLARES, Eduardo. Diccionario de Derecho Procesal Civil. Editorial Porrúa S.A., p. 460-461.
14 MARQUEZ DE BECCARIA, César Bonesana. Tratado de los Delitos y de las Penas. Sao Paulo – Brasil,
Heliasta S.R.L., 12ª Edición, 1993, p. 83-84.
pretender ser juzgado por sus pares o por los ciudadanos comunes o corrientes, es hoy, un
derecho fundamental de cada habitante, que debe hallarse inserto en la normativa cons-
titucional, como un modo específico de distribución del poder político y de ‘pertenencia
a la organización judicial15.
Frente a los que sostienen la voluntariedad del cargo de juez ciudadano, nuestra legis-
lación establece como un derecho-deber, para todos aquellos que no estén incursos en
una causa de impedimento o prohibición, ni puedan excusarse conforme a esta ley.
Si por el momento no se halla consagrado el derecho del ciudadano común para inte-
grar los tribunales de justicia penal, no es menos cierto que ese derecho por extención se
halla en el Art. 40, segundo párrafo de la Constitución Política del Estado, como la facul-
tad de ejercer funciones públicas. Lo que el legislador constitucional quiso dejar plasmado
en el texto citado, es que todos los ciudadanos tendrán la posibilidad de participar en una
institución del Estado y, cuando son llamados a integrarse en un tribunal tienen la obliga-
ción legal de comparecer y aceptar el cargo, salvo las excepciones señaladas en la Ley 1970.
Como deber, lo determina el Art. 65 del CPP, cuando establece: “La inasistencia injus-
tificada a la audiencia de constitución del tribunal y el incumplimiento de la función de
juez ciudadano serán sancionados como delito de desobediencia a la autoridad”, lo que
quiere decir que la función de participación del ciudadano es obligatoria y la conducta re-
nuente a formar parte del Tribunal o cuando una vez designado no concurra al juicio, es
pasible a un proceso penal por desobediencia a la autoridad sancionada por el Art. 160
(DESOBEDIENCIA A LA AUTORIDAD) del Código Penal: “El que desobedeciere la orden
emanada de un funcionario público o autoridad, dada en el ejercicio legítimo de sus fun-
ciones, incurrirá en una multa de treinta a cien días”. Esta norma procesal penal, encuen-
tra su sustento en el mandato Constitucional establecido por el Art. 8° inc. a).
II.2.c).- Competencia-.
Conforme al Art. 52 del CPP, los tribunales de sentencia conformados por dos jueces
técnicos o de carrera y tres ciudadanos legos, tienen competencia para el conocimiento
de los delitos de acción pública sancionados con penas privativas de libertad superiores a
cuatro años, de donde se infiere que una de las innovaciones mas importantes que la nue-
va legislación introduce en la cultura jurídica y judicial del país, es precisamente la demo-
cratización de la justicia penal a través del efectivo control social a cargo de dichos ciuda-
danos que al igual que los jueces técnicos participan en forma activa en la sustanciación y
definición de la causa.
El Art. 57 del CPP, establece los requisitos que deben cumplir cada uno de los ciudada-
nos para poder desempeñar esa alta función del Estado, que es administrar justicia como
jueces legos, entre los que se encuentran: 1) Ser mayor de 25 años; 2) Estar en pleno ejer-
cicio de los derechos ciudadanos; 3) Tener domicilio conocido; y 4) Tener profesión, ocupa-
ción, oficio, arte o industria conocidos. Lo que quiere decir que no se puede alegar ser ma-
yor de edad, porque no existen límites en ello, pudiendo perfectamente ser juez una per-
sona que tenga la edad de ochenta o noventa años, aunque en la practica las personas de
esa edad, difícilmente pueden participar como jueces ciudadanos en juicios orales, preci-
samente por su carácter continuo. En cuanto al pleno ejercicio de los derechos ciudada-
nos, quiere decir que no se encuentren suspendidos los mismos, como en los casos que
establece el Art. 42 de la Constitución Política del Estado, cuales son: 1) Por tomar armas o
prestar servicios en ejército enemigo en tiempo de guerra; 2) Por defraudación de cauda-
les públicos o quiebra fraudulenta declarada, previa sentencia ejecutoriada y condenatoria
a pena corporal; y 3) Por aceptar funciones de gobierno extranjero, sin permiso del Sena-
do, excepto los cargos y misiones de los organismos internacionales, religiosos, universita-
rios y culturales en general. A esto se debe añadir a los declarados rebeldes a la Ley en los
procesos penales, contra quienes existe un mandamiento de aprehensión para ser ejecu-
tados en cualquier momento, así como los señalados en el Art. 13 de la Ley de Organiza-
ción Judicial, respecto a os declarados interdictos, enajenados mentales, sordos, mudos,
ciegos, menores de edad, alcohólicos crónicos, drogadictos y los condenados a pena priva-
tiva de libertad por delitos comunes, con sentencia ejecutoriada. Otro de los requisitos es
el de tener un cierto arraigo es decir un domicilio conocido, esto tiene relación con la com-
petencia de carácter territorial que debe tener el juzgador lego. Y por último, es necesario
que el ciudadano tenga una profesión, ocupación, arte o industria conocidos. Lo que quie-
re decir que aquella persona que no tiene una ocupación o actividad conocida se encuen-
tra incapacitado para ejercer esa función, sin llegar al extremo sostenido por Gimeno Sen-
dra, que no se podría ser juez ciudadano, por ser “pobre de solemnidad”16.
16 GIMENO SENDRA, Vicente y otros. Derecho Procesal - El Proceso Penal. Op. Cit. p. 43
La Ley, a través del Art. 59 del CPP, determina que las Cortes Departamentales Electo-
rales, son las encargadas de elaborar anualmente el padrón de ciudadanos, que cumplan
con los requisitos exigidos para ser jueces legos y no se encuentren dentro de los impedi-
mentos. Este padrón deberá ser comunicada a la oficina respectiva de la Corte Superior
de Justicia de cada departamento, el primer día hábil del mes de diciembre. Y la Corte Su-
perior, tendrá la misión de verificar sobre los requisitos establecidos y elaboraran la lista pa-
ra cada tribunal de sentencia por sorteo y según el domicilio correspondiente. Al mismo
tiempo el Art. 60 del CPP, dispone que un ciudadano que haya cumplido con la sagrada
misión jurisdiccional, no podrá volver a ser designado sino una vez transcurrido tres años.
Salvo que hayan sido convocados todos los que conforman el padrón.
El juez Presidente deberá elegir por sorteo a doce ciudadanos de la lista remitida por
la Corte Superior de Justicia, acto procesal que deberá realizarse en audiencia pública fija-
da con 15 días de anticipación al juicio oral y previa notificación a las partes, la que no po-
drá ser suspendida por inasistencia de las partes. Esta lista deberá ser puesta en conoci-
miento de las partes, tal como establece el Art. 61 del CPP, y deberá convocarse a los ciu-
dadanos a una audiencia pública de constitución que deberá realizarse dentro de los cin-
co días siguientes.
En cuanto a la constitución del tribunal, se deben seguir los pasos que establece el Art.
62 del CPP, es decir determinar si los ciudadanos no se encuentran comprendidos dentro
de las causales de excusa y recusación señaladas en el Art. 316 del CPP, así como determi-
nar la existencia de impedimentos y si ellos son admisibles excluirlos de las listas. Seguida-
mente resolver las recusaciones con fundamento y luego sin expresión de motivos. En con-
secuencia, conforme a ley, el acusado puede excluir a aquel ciudadano que le es sospecho-
so de parcialidad sin expresar las causas, entonces como señala el Marques de Beccaria,
“parecerá que el reo se condena a si mismo”17. Solamente cumplida estos pasos y la habili-
tación de por lo menos dos ciudadanos, como lo establece el Art. 52 del CPP, puede ser
constituido un Tribunal, con las advertencias sobre su importancia y deberes de no emitir
criterios sobre el caso ni tomar contacto con las partes. Solamente en caso de no contar
con los dos ciudadanos habilitados, se podrá realizar el sorteo extraordinario repitiendo el
17 MARQUEZ DE BECCARIA, César Bonesana. Tratado de los Delitos y de las Penas. Op. Cit. p.85.
III.3.- Obscuridad en el último párrafo del ART. 63 del CPP y su contradicción con las de -
más normas procesales y principios constitucionales.
Como todo hecho humano no es perfecto pero puede ser perfectible, también esta
ley No. 1970, debe merecer ajustes en varias de sus disposiciones, para alcanzar de esta ma-
nera, el elevado objetivo de “justicia pronta y cumplida”.
La redacción de la parte in fine del Art. 63 del CPP, resulta contradictoria e incoheren-
te con las demás normas del mismo Adjetivo Penal, además es contradictorio con las pos-
tulaciones de los derechos y garantías constitucionales y los mismos principios, que en for-
ma vehemente ensalza el Nuevo Código de Procedimiento Penal, como son los de: cele-
ridad, concentración, economía, justicia pronta, etc., tal como veremos en el desarrollo del
presente comentario:
“Si efectuado el sorteo extraordinario no sea posible integrar el tribunal con los
jueces ciudadanos, el juicio se celebrará en el asiento judicial más próximo re -
pitiéndose el procedimiento de selección”
De manera más sucinta citaremos las contradicciones que encontramos con los dife-
rentes articulados del mismo Código de Procedimiento Penal:
También esta norma ingresa en contradicción con el segundo párrafo del Art. 44 del
CPP.
El juez o tribunal que sea competente para conocer de un proceso penal, lo se-
rá también para decidir todas las cuestiones e incidentes que se susciten en el
curso de su tramitación, así como para dictar las resoluciones respectivas y eje-
cutarlas.
El Segundo párrafo de la norma citada es claro en determinar que una vez señalada la
audiencia de juicio, la que se produce al dictar el Auto de Apertura de Juicio conforme lo
ordena el Art. 341 del CPP, no podrá ser objetada ni modificada la competencia del juez o
tribunal; de la misma manera en el párrafo tercero dispone que el juez competente para
conocer de un proceso penal, lo será también para decidir todas las cuestiones e inciden-
tes, así como para dictar resoluciones y ejecutarlas. Sin embargo, por una simple interpre-
tación exegética del Art. 63 último párrafo del CPP, los dos jueces técnicos plenamente ha-
bilitados y competentes, solamente por la ausencia de los ciudadanos a dos actos de cons-
titución de tribunal, desplaza esa competencia hacia un tribunal de otro asiento judicial,
es decir que los procesos penales cuyos hechos ocurrieron en la ciudad de La Paz y don-
de viven y radican las partes, por imperio de esta disposición legal, debieran remitirse a la
ciudad de El Alto, al no haberse constituido tribunal-, si tampoco por alguno motivo se lo-
gra constituir tribunal en esta ciudad, la causa será remitida al asiento judicial más próxi-
mo, en este caso a la ciudad de Achacachi y así sucesivamente de Achacachi a Copacaba-
na, realizando todo un “peregrinaje” jurídico, hasta encontrar un tribunal que conozca el
caso, haciendo prevalecer lo circunstancial sobre lo principal, como se pasa de demostrar
mas adelante.
18 COUTURE, Eduardo. Fundamentos del Derecho Procesal Civil. Buenos Aires: 3ª. Edición, Desalma, 1997,
p. 42-43.
Amén del peligro de extinción del proceso, por esta larga “romería” de idas y venidas
de los procesos penales de un asiento judicial a otro, violando en forma flagrante las reglas
de competencia territorial, que la misma Ley 1970, establece en su Art. 49, cuando señala:
El último párrafo del Art. 63 del CPP, no solamente ingresa en contradicción con las
mismas normas procesales, sino vulnera principios y valores constitucionales, como los ve-
remos más adelante.
Javier Pérez Royo, para explicar sobre el contenido de lo que constituye éste derecho,
cita el Art. 24.I de la Constitución Española, que establece: “Todas las personas tienen de-
recho a obtener la tutela judicial efectiva de los jueces y tribunales en el ejercicio de sus
derechos e intereses legítimos, sin que, en ningún caso pueda producirse indefensión”19, En
consecuencia este derecho no se encuentra íntimamente ligada al derecho a la libertad,
sino a un derecho de prestación, por el que se exige al Estado la creación de los instrumen-
19 PEREZ ROJO, Javier. Curso De Derecho Constitucional. Madrid – Barcelona: Marcial Ponds, 2002, p.487
tos e instituciones que permitan el ejercicio real de este derecho y que la administración
de justicia cumpla con la prestación de su servicio.
La disposición legal observada, también infringe el principio del juez natural estableci-
da en el Art. 14 de la Constitución Política del Estado, cuando el Estado a través de esta nor-
ma pretende asegurar, como garantía para el justiciable, la imposibilidad de manipular el
tribunal competente para el enjuiciamiento, de dos maneras específicas: declarando la
inadmisibilidad de las comisiones especiales e impidiendo que juzguen tribunales creados
con posterioridad al hecho objeto del proceso. Luigi Ferrajoli, consideraba que los ciuda-
danos no pueden ser separados de los jueces que la ley les asigna por ninguna comisión
ni otras atribuciones o avocaciones que las determinadas por las leyes. Esta prohibición de
avocación, se refiere precisamente a las asignaciones discrecionales post factum de los
procesos a órganos pertenecientes al orden judicial pero diversos de los asignados por la
ley21. También nos recordaba el criterio territorio, que bastante influencia tuvo en la Edad
Media para que el reo sea juzgado por los vecinos del lugar de su domicilio, a este respec-
to señala que: “la idea de que los jueces deban ser elegidos entre ‘los hombres del vecin-
dario’ y que el juicio se realice en ‘el pueblo’ del imputados es, desde la Magna Charta, uno
de los principios más arraigados y resistentes de la tradición procesal anglosajona22, Crite-
rio que ha sido incorporado en nuestra legislación en el Art. 49 del CPP, respecto a las re-
glas de competencia territorial. Empero, la interpretación exegética realizada de la norma
procesal –Art. 63 in fine del CPP- ha permitido la inobservancia de este principio de Juez
Natural.
La interpretación exegética del Art. 63 último párrafo del CPP, ha generado una serie
de deficiencias, como las que señalamos:
Se dijo que la Reforma Procesal Penal en Bolivia, iba a traer consigo una “Justicia pron-
ta y transparente” o bien “ una Justicia pronta y cumplida”, empero, la norma legal citada
–Art. 63 in fine del CPP-, más que agilizar la tramitación de las causas penales en varios dis-
tritos, ha generado una retardación de justicia, por los constantes “peregrinajes” de las cau-
sas entre los diferentes asientos judiciales, olvidando que el Art. 133 del CPP, establece tres
años como duración máxima del proceso, a contar desde el primer acto del procedimien-
to, estos es a partir de la notificación con la imputación.
Tal parece que resulta difícil salir del acostumbrado vicio de retardación de justicia, y
actualmente tanto jueces, fiscales y abogados defensores, no valoramos el tiempo en su
verdadera dimensión, ni tomamos en cuenta el contenido del Art. 133 de la ley 1970 y lejos
de realizar una interpretación sistemática y teleológica de las normas, continuamos dando
lugar a la acostumbrada tarea de las “chicanerías”, para que los procesos demoren en su
tramitación y alcancen la extinción de la acción por la duración máxima del proceso, que
si bien la Sentencia Constitucional No. 101 /2003-R, establece que la demora en la trami-
tación atribuible al imputado no podrá ser considerada en su favor para una extinción.
Cuando uno de los deberes del juzgador es precisamente reprimir la proliferación de to-
do acto dilatorio, actividad jurisdiccional que no puede ser atribuida al imputado, sino al
sistema judicial. Circunstancia que a futuro, mas temprano que tarde, ocasionará que mu-
chos casos se extingan por el plazo máximo de duración del proceso.
Esta situación ha ocasionado, verbigracia, que durante la gestión de 2002, de las 147 de-
mandas nuevas para Tribunales de Sentencia de la ciudad de El Alto, 49 hayan sido remi-
tidas de la ciudad de La Paz; durante la gestión de 2003 de las 304 demandas nuevas, ha-
yan sido remitidas 83 también de la ciudad de La Paz; durante la gestión de 2004, de los
441 demandas nuevas llegadas a los Tribunales de Sentencia de El Alto, 114 hayan proveni-
do de la ciudad de La Paz y en la gestión de 2005, de las 474 demandas nuevas, 129 son
provenientes de la ciudad de La Paz, hasta el 14 de septiembre del 200523, fecha en que los
tribunales fueron notificados con el Auto Supremo No. 237/2005 de 1° de agosto del 2005
y Circular No. 20/2005. Si tenemos este cuadro de los casos remitidos a la ciudad de El Al-
to, se encuentra que la tercera parte de las demandas nuevas, provienen de los Tribunales
de Sentencia de la ciudad de La Paz, igual deducción se tendría de la cantidad de deman-
das que se remitieron a la ciudad de Achacachi y de Achacachi a Copacabana. Hecho que
indefectiblemente afectará a la duración máxima del proceso. Todo ello, simplemente por
la falta de constitución de tribunal.
El Auto Supremo No. 237 de fecha 1° de Agosto del 2005, pronunciado en el proceso
penal seguido por el Ministerio Público en contra de S. Comboni, el Tribunal Supremo de
la Nación, establece que el principio del juez natural implica: que: “ninguna autoridad pue-
de determinar la composición de un tribunal para que conozca de un caso concreto, el
juez o tribunal ya está establecido por en ende con anterioridad al hecho de la causa”. Fa-
llo judicial del más Alto Tribunal de Justicia, que confirma nuestro criterio, de que el Art. 63
última parte del CPP, desconoce el principio o garantía constitucional del juez natural. La-
mentablemente, el mismo Auto Supremo No. 237, al referirse a la interpretación del Art. 63
del CPP, concluye: “efectuando una interpretación del mismo precisamente dentro del
principio de interpretación armónica de las leyes… dentro del marco de los Arts. 228 Cons-
titucional, 5 de la Ley de Organización Judicial y 3° de la Ley 1970, en caso de circunstan-
cias extraordinarias para la conformación de un tribunal de sentencia, primeramente de-
ben agotarse todos los tribunales de sentencia siguientes en número, iguales en jerarquía
y competencia del mismo asiento judicial. Una vez agotada tal situación, recién se acudi-
rá al tribunal del asiento judicial más próximo, lo contrario significaría atentar contra los
principios de celeridad y economía procesal”. Lo que quiere decir, que también se está
confirmando que el Art. 63 in fine del CPP, atenta contra los principios de celeridad y eco-
nomía procesal, pues, lo único que hizo el mencionado Auto Supremo, es aumentar el nú-
mero de tribunales de sentencia para luego remitir de todas maneras el proceso a otro
asiento judicial, si es que hasta ese momento no se extingue la causa por la duración má-
xima del proceso.
Con la aplicación de esta interpretación del Tribunal Máximo del Poder Judicial, en to-
das las esferas de administración de justicia penal relativo a los tribunales -que viene a dar-
nos la razón en cuanto a nuestras observaciones-, si bien ha permitido que los procesos no
tengan que realizar de inmediato viajes interminables y largos, empero creemos en nues-
tra humilde opinión que no ha mejorado el sistema de conformación de tribunales, sub-
sistiendo el peligro de manipulación a que hicimos referencia líneas arriba, porque cuales-
quiera de las partes, pueden lograr la constitución del tribunal que desee, para que conoz-
ca su causa- Consecuentemente, no se ha corregido el modo de conformación de tribu-
nales, prueba de ello es que de acuerdo a los datos de los libros de demandas nuevas en
la ciudad de El Alto, por esta situación fueron remitidos al Tribunal siguiente en numero,
un promedio de 35 procesos por tribunal, desde el 14 de septiembre del 2005. Mantenién-
dose subsistente nuestras observaciones sobre el Art. 63 última parte del CPP y la necesi-
dad de encontrar un pronunciamiento substancial sobre el mismo.
Con respecto a la interpretación, Enrique Bacigalupo, sustentaba que “el Juez no está
vinculado solo a la ley y a la Constitución, sino también a los valores fundamentales que
forman parte del orden jurídico y que la Constitución sólo enuncia24. Y el orden jurídico no
solo se compone de leyes, sino también de valores superiores o supremos, en nuestro ca-
so por los valores superiores de libertad, igualdad y justicia establecidas en el Art. 1° de la
Constitución, además, por los principios que la misma ley fundamental las enuncia en sus
diferentes mandatos. Por ello creemos, que la interpretación del Art. 63 último párrafo del
CPP, se la debe realizar a través de las interpretaciones de lógica, sistemática y principal-
mente la teleológica, para establecer que la voluntad general, representada por los legisla-
dores, no es de volver a un sistema judicial obsoleta, plagada de demoras judiciales, por el
contrario es deseo de todo ciudadano y fin del Nuevo Código de Procedimiento Penal, que
los conflictos jurídicos se resuelvan en el menor tiempo posible, en consecuencia no pue-
de existe voluntad para que los procesos penales sean sustraídos a dos jueces técnicos le-
galmente habilitados para su conocimiento, por la simple y sencilla razón de que no con-
24 BACIGALUPO, Enrique. Justicia Penal Y Derechos Fundamentales. Madrid – España: Marcial Ponds,
2002, p. 36.
curren el número necesario de ciudadanos para conformar un tribunal. Pues, quizás sea
necesaria una interpretación de que el único ciudadano que concurrió al acto de consti-
tución del primer sorteo, sea designado inmediatamente y posteriormente en el sorteo ex-
traordinario buscar al segundo y tercer juez ciudadano, porque no se concibe la idea de
que de los veinticuatro ciudadanos que corresponden a los dos sorteos, no se pueda lograr
la concurrencia de por los menos cinco ciudadanos, para dar posibilidad a la recusación
sin expresión de causa a dos de ellos.
Los Arts. 346 y 351 del CPP, faculta a los miembros del Tribunal, entre los que se encuen-
tra los jueces ciudadanos a formular interrogatorios tanto al imputado como a los testigos
y peritos, cumpliendo el orden establecido en el mismo procedimiento, lo que quiere de-
cir que el juez lego, con la misma potestad que tienen todos los restantes miembros del
tribunal de sentencia, contribuyendo al ejercicio de una sana administración de justicia.
El Art. 345 del CPP, establece que una vez iniciado el desarrollo del juicio oral y escu-
chada la fundamentación oral de la acusación, deberán ser tratadas en un solo acto, las ex-
cepciones y otros planteamientos que realicen las partes, donde el juez lego participa en
la solución de este incidente, bajo el asesoramiento de los jueces técnicos.
El Art. 338 del CPP, determina que el presidente del tribunal será el encargado de diri-
gir la audiencia y de ordenar lo actos necesarios para su mejor desarrollo, garantizando el
pleno ejercicio de la acusación y de la defensa. Al mismo tiempo, establece que el Tribu-
nal en pleno, resolverá cuando una decisión del presidente sea impugnada, como en los
casos de moderación de interrogatorio señaladas en el Art. 352 del CPP. Empero, la deci-
sión que adopte el juez ciudadano en ambos casos, es al interior del Tribunal y no obliga
la ley a que lo haga ante el público y en voz alta, pues será el presidente que mediante el
conocimiento técnico del derecho realice la fundamentación o motivación de la resolu-
ción en base a los parámetros vertidos por los ciudadanos.
Por las reglas establecidas en los Arts. 358 y 359 del CPP, una vez concluido el debate
del juicio oral, los componentes del tribunal pasan de forma inmediata al salón de delibe-
raciones para valorar las pruebas producidas durante el desarrollo del juicio, conforme a
las reglas de la sana crítica que no es mas la conjunción de la lógica y la experiencia, de-
biendo exponer cada uno de ellos los razonamientos que fundamenta su decisión. Conse-
cuentemente deberán deliberar y votar sobre los siguientes aspectos:
• Sobre toda cuestión incidental que haya sido diferida para ese momento.
• Sobre la comisión del hecho punible y la absolución o condena del imputado.
• Y sobre la pena que se debe aplicar al imputado, en caso de encontrarse culpable de
la comisión del hecho.
IV.2.b). Disidencia.
El juez ciudadano, al igual que el juez técnico tiene la obligación de emitir su voto con-
forme a las pruebas aportadas por las partes y principalmente por su conciencia de haber
adquirido convencimiento de la culpabilidad o inocencia del acusado, por esta razón en la
última parte del citado artículo 359, la Ley dispone que las disidencias deberán ser funda-
mentadas por escrito, inclusive lo deberá realizar el juez ciudadano de la manera mas sen-
cilla y en sus palabras propias. Y las decisiones se adoptan por mayoría y en caso de em-
pate se adoptará la que favorece al imputado. Con referencia a este último caso, Vincenso
Manzini indicaba: “Cuando la composición de un colegio, hace posible la igualdad de vo-
tos, sobre una misma cuestión, prevalece la opinión más favorable al imputado, en aplica-
ción del principio general que los antiguos denominaban calculus minirvae”25
25 MANZINI, Vincenso. Tratado de Derecho Procesal Penal. Argentina: Compañía Impresora Madero, 1996,
p.164.
Es cierto que, excepcionalmente la ley procesal penal, mediante su Art. 335, permite la
suspensión del juicio oral por las causas señaladas en la misma, sin embargo esta excep-
ción, lamentablemente se viene convirtiendo en regla, promoviendo el regreso al sistema
del procedimiento penal del año 1972, por la suspensión continua de los juicios orales, que
ocasiona con frecuencia, el desinterés del ciudadanos de participar en el juicio y de la per-
cepción de las pruebas producidas, tanto más si no tienen formación para mantener la
continuidad de la producción probatoria, en el desarrollo normal de proceso. De ahí que
deberán protegerse la declaración del testigo, los resultados de la inspección ocular, o la
afirmación del perito y el contenido de las literales.
Toda persona que tiene un conflicto a ser definido por la vía judicial, tiene derecho a
que esta controversia conozca un Juez o Tribunal competente, independiente e imparcial;
entendido el primero, como aquel que ha sido constituido de acuerdo a determinadas re-
glas previamente establecidas, sea en razón de territorio, materia, cuantía, etc., que es el lla-
mado para conocer y resolver una controversia; también es conocido como el derecho a
un juez natural, es decir aquel que ha sido elegido con anterioridad al caso y no por comi-
siones especiales; el segundo se refiere al grado de relación o vinculación que existe entre
los magistrados de las diversas instancias del Poder Judicial, respecto a la independencia
de los demás órganos del Estado, en especial a los de carácter político, como lo son el Eje-
cutivo o el Legislativo. El Tercero permite contar con órganos jurisdiccionales que aseguren
a las personas que sus controversias serán decididas por un ente que no tiene ningún in-
terés o relación personal con el problema y que mantendrá una posición objetiva al mo-
mento de resolverlo.
Con referencia a la garantía de imparcialidad, que será objeto de análisis del presente
comentario, se debe considerar que, cuando existe el temor de la parcialidad de un juez,
la ley ha establecido herramientas o mecanismos para la exclusión de dicho Magistrado
con sospecha de parcialidad y su reemplazo por otro juez, sin vinculaciones previas al ca-
so y por ello, presuntamente imparcial. Estas herramientas, alcanzan no solo a jueces téc-
nicos en los Tribunales de Sentencia, sino inclusive a los ciudadanos que llegan a confor-
mar ese Tribunal, como juez lego. A este respecto Julio Maier señalaba: “que las reglas so-
bre imparcialidad se refieren, por ello, a la posición del juez frente al caso concreto que, en
principio, debe juzgar, e intentan impedir que sobre él pese el temor de parcialidad. La he-
rramienta que el Derecho utiliza en estos casos residen en la exclusión del juez sospecha-
do de parcialidad y su reemplazo por otra persona, sin relación con el caso y por ello, pre-
suntamente imparcial frente a él. Las reglas y el remedio alcanza, incluso, a quienes acci-
dentalmente están llamados a ejercer la función de juzgar (jueces no permanentes o no
pertenecientes al estamento profesional), no tan sólo a los jueces permanentes o profesio-
nales.”26
La doctrina, que ha sido recogida por el legislador en toda norma procesal de carácter
jurisdiccional, ha establecido dos mecanismos para separar a los jueces del conocimiento
del caso: Excusa y Recusación, por la primera, es deber del Juez de excusarse del conoci-
miento del caso (facultad del juzgador), y la segunda como un derecho de las partes para
RECUSAR o apartar al juez que se considera parcial (facultad de las partes). En nuestro ca-
so, el Art. 316 del CPP, a través de sus once numerales, detalla en forma expresa las causa-
les por las que un juez puede separarse de oficio o a petición de las partes. Mas adelante
el Art. 318 del CPP, se refiere al deber del juez de denunciar la relación con una de las cau-
sales y apartarse de oficio del conocimiento del caso, este procedimiento es conocido co-
mo EXCUSA. Sino lo hiciere de oficio el juez, la parte que sospecha de su imparcialidad,
tiene el derecho de plantear el incidente de RECUSACION, la que deberá ser presentada:
1) en la etapa preparatoria dentro de los diez días de haber asumido el juez el conocimien-
to de la causa; 2) En la etapa del juicio, dentro del término establecido para los actos pre-
paratorios de la audiencia y 3) En los recursos dentro del plazo para expresar o contestar
agravios. Cuando la recusación se funda en una causal sobreviviente, podrá plantearse has-
ta antes de dictar la sentencia o resolución del recurso. Así lo establece el Art. 319 del CPP.
Esta recusación debe ser presentada por escrito, debidamente fundamentado, ofreciendo
prueba y acompañando la documentación.
En tanto, la recusación planteada en contra del juez unipersonal, y éste se allana, se re-
miten actuados ante el juez siguiente en número, que debe suplirlo. En caso de rechazo,
el juez recusado en el plazo de 24 horas remitirá actuados ante la autoridad superior, para
que ésta, en el plazo de 48 horas convoque a una audiencia donde debe resolverse la ile-
galidad o legalidad de la recusación.
mites de excusa y recusación de uno o de los dos jueces técnicos de los Tribunales de Sen-
tencia, antes de la conformación o constitución del Tribunal:
“El juez o tribunal llamado a resolver una recusación, que es un incidente de puro de-
recho sometido a un trámite especial, al tener competencia únicamente para resolver tal
recusación en base a la prueba ofrecida al momento de su interposición, es irrecusable, ya
que no está a cargo del proceso principal ni se pronunciará de forma alguna sobre el fon-
do del mismo, puesto que solo está llamado a resolver la recusación de los que resolverán
el asunto principal, resultando infundada toda recusación que se pretenda formular en su
contra, por cuanto ello conllevaría un desconocimiento de los objetivos inherentes a esa
figura, así como la prolongación innecesaria del proceso, por la cadena de recusaciones
que podrían suscitarse”.
Está interpretación constituye un respaldo legal, para una imparcial y transparente ad-
ministración de justicia. La que deberá observarse sin mayores dilaciones, toda vez que se
ha vuelto costumbre en las partes litigantes, el plantear recusación a quiénes conocen in-
cidentes de recusación, para lograr la demora del proceso y así alcanzar la extinción de la
acción penal por la duración máxima del mismo, como se sabe no debe continuar más
allá de los tres años. Porque efectivamente, de la lectura de los Arts. 316, 319 y 320 del CPP,
se desprende que solo podrá ser objeto de recusación el juez o tribunal que conozca el
proceso principal en sus diferentes etapas y recursos.
A este respecto, conviene disentir de esta interpretación por las siguientes razones:
B).- Conforme a nuestra economía procesal, la autoridad que debe resolver en grado
de CONSULTA las EXCUSAS, es siempre UNA AUTORIDAD SUPERIOR y no una autori-
dad del mismo rango, máxime si existe una autoridad superior; así lo establecen los Arts.
318 y 320 del Código de Procedimiento Penal; así también lo establece el Art. 5° de la Ley
de Abreviación Procesal (Ley No. 1760) y el Art. 106 numeral 8) de la Ley de Organización
Judicial. Así debiera aplicarse en estos casos, pues el hecho de pretender someter a revi-
sión el rechazo de una recusación ante jueces de la misma jerarquía o su par, quienes a su
vez son potencialmente posibles candidatos a conocer el mismo caso en el fondo –como
se dijo anteriormente-, nos lleva a concluir mediante un simple razonamiento, que con se-
guridad será aprobado el rechazo, para evitarse acumular de trabajo.
D).- El análisis desarrollado líneas arriba, nos permite afirmar que mediante una inter-
pretación lógica, sistemática y teleológica, mientras un tribunal no se halle constituido con
jueces ciudadanos, los jueces técnicos operan y actúan como jueces unipersonales, con la
simple diferencia, que en caso de excusa de uno de ellos, el caso pasa a conocimiento del
otro juez técnico y no al siguiente en número. Consecuentemente, si el segundo juez téc-
nico considera que es ilegal la excusa, la remitirá en consulta a la autoridad superior (y
nunca ante una autoridad de igual jerarquía), como lo es el tribunal de sentencia siguien-
te en número, en este caso la autoridad superior siempre es la R. Corte Superior de Justi-
cia, caso contrario de aceptar la excusa, asume la presidencia del proceso si no lo era, y
continua con el conocimiento del juicio hasta su conclusión. De igual manera deberá ac-
tuarse con respecto a la recusación, remitiendo la demanda y el informe explicativo ante
la autoridad superior para su resolución.
E).- Los jueces técnicos de un Tribunal de Sentencia, no tienen competencia para co-
nocer consultas de recusación o excusa, porque simplemente por el principio de legalidad,
el Art. 52 del CPP, les faculta junto a los ciudadanos a conocer la sustanciación y resolución
del juicio en todos los delitos de acción pública cuya penas privativas de libertad exceden
en su máximo los cuatro años. Además, esta actuación estaría vulnerando el Art. 31 de la
Constitución Política del Estado, toda vez que los jueces técnicos del Tribunal siguiente en
número, que deben ser los que remplacen a los recusados, -reiteramos- no tienen COM-
PETENCIA, facultad o potestad para resolver la recusación planteada en contra de uno de
los jueces técnicos, quienes solamente pueden ser convocados para completar el quórum
requerido.
Respecto a esta interpretación se considera de igual manera, que existe una interpre-
tación equivocada de las normas establecidas en los Arts. 318 y 320 del CPP, por las siguien-
tes razones:
A).- Porque la última parte del Art. 318 del CPP, establece lo siguiente: “Cuando el juez
que se excusa integra un tribunal, pedirá a éste que lo separe del conocimiento del proce-
so. El tribunal se pronunciará sobre la aceptación o rechazo de la excusa, con los efectos
establecidos en el párrafo anterior. Cuando el número de excusas impida la existencia de
quórum o se acepte la excusa de alguno de sus miembros el tribunal se completará de
acuerdo con los establecido en las disposiciones orgánicas”. Por su parte el numeral 2) del
Art. 320 del CPP, dispone: “Cuando se trate de un juez que integre un tribunal el rechazo
se formulará ante el mismo tribunal, quién resolverá en el plazo y forma establecidos en
el numeral anterior. Cuando el número de recusaciones impidan la existencia de quórum
o se acepte la recusación de uno de sus miembros, el tribunal se completará de acuerdo
con lo establecido en las disposiciones orgánicas”.
Las dos disposiciones legales citadas Arts. 318 y 320 in fine del CPP, se refieren a la ex-
cusa o recusación de un juez que integra un tribunal. Consiguientemente, corresponde
describir ¿como está integrado un Tribunal?, y acudimos de inmediato al Art. 52 del mis-
mo Procedimiento Penal, cuando nos dice: “Los tribunales de sentencia, estarán integrados
por dos jueces técnicos y tres jueces ciudadanos y …”. Lo que quiere decir que ambas nor-
mas procesales contenidas en las últimas partes de los Arts. 318 y 320 del CPP, se refieren
directamente a LOS JUECES QUE INTEGRAN UN TRIBUNAL, dicho de otra manera, es-
tán dirigidos a un tribunal que esta constituido con jueces técnicos y jueces ciudadanos.
Esta la razón, por la que hace énfasis a la existencia del QUORUM, que únicamente pue-
de existir en un tribunal constituido. En consecuencia, la interpretación de completar quó-
rum en un tribunal que aún no ha sido constituido –faltan los jueces ciudadanos-, como lo
señala la sentencia constitucional, resulta inaplicable.
B).- Ante la falta de una norma expresa en nuestra Ley de Organización Judicial respec-
to a éste tema, la Excma. Corte Suprema de Justicia de la Nación, en la Circular No. 17/03
de fecha 1° de octubre del 2.003, en su punto 3.b) señala: “ante el impedimento de ambos
Jueces Técnicos que componen el Tribunal de Sentencia y cumplido el procedimiento
previsto por los Arts. 318 o 320 inc. 2°) de la Ley No. 1970, conforme expresamente remite
la última parte de ambos artículos, se deberá aplicar la Ley de Organización Judicial; de-
biendo, en consecuencia, convocarse a un Juez Técnico del Tribunal de Sentencia siguien-
te en número”. Y el punto 3.c) dispone: “Ante el impedimento de todos los Jueces Técni-
cos de los Tribunales de Sentencia del asiento judicial o ante la inexistencia de otro Tribu-
nal de Sentencia, se procederá a convocar por turno a un Juez Técnico del Tribunal de
Sentencia del asiento judicial más próximo,, en base a la permisión del art. 52 de la Ley
1970”.
Esta interpretación emanada de la máxima autoridad del Poder Judicial, hace expresa
mención a la permisión del Art. 52 del CPP, norma legal que establece: “En ningún caso el
número de jueces ciudadanos, será menor al de jueces técnicos”,en consecuencia se refie-
re también a un tribunal constituido con jueces ciudadanos, solamente así podemos ha-
blar de COMPLETAR QUORUM, y para este efecto deberán ser CONVOCADOS uno o
los dos Jueces Técnicos del Tribunal siguiente en número, para resolver la recusación de los
mismos.
C).- Interpretado correctamente el contenido de las últimas partes de los Arts. 318 y 320
del CPP, y razonando por exclusión, tenemos que los jueces técnicos de un tribunal, mien-
tras no integren un tribunal con jueces ciudadanos, deben ser considerados como jueces
unipersonales y las excusas y recusaciones deben merecer el trámite que corresponde a
los mismos.
D).- En el hipotético caso de presentarse una recusación contra uno de los jueces téc-
nicos, éste deberá ser puesto en conocimiento de los demás miembros que integran el tri-
bunal, para que éstos como autoridad máxima por ser un tribunal colegiado, resuelva la re-
cusación aceptando o rechazando el mismo. Y si la recusación fuese presentada contra los
dos jueces técnicos, en este caso el que funge de presidente hasta ese momento, deberá
convocar a uno de los jueces técnicos del Tribunal siguiente en número, porque existen
tres jueces ciudadanos designados en determinado tribunal.
Por regla general, el Art. 62 del CPP, nos indica el procedimiento a seguir para la cons-
titución de un tribunal; y en sus numerales 1) y 2) expresan de manera precisa el trámite
de las excusas e impedimentos que pudiesen tener los ciudadanos para el conocimiento
del caso. Y aún mas, en el numeral 3) faculta a las partes a poder plantear incidentes de re-
cusación con fundamento en contra de los ciudadanos, la que deberá ser resuelta en vir-
tud a las pruebas presentadas, por el Juez Presidente en forma inmediata; al mismo tiem-
po el numeral 4) faculta a cada una de las partes a recusar a un ciudadano sin expresión
de motivos o causas. Si bien esta es la regla, sin embargo en la práctica cotidiana, han sido
formuladas recusaciones en contra de uno o los tres jueces ciudadanos. En el primer caso,
no existe ningún problema porque existe quórum para la solución del mismos, empero en
el segundo caso se logra una aparente falta de quórum, decimos una aparente falta de
quórum, porque en realidad, los tres ciudadanos han sido recusados para el conocimien-
to de fondo del proceso y no para el conocimiento de un incidente de recusación, a este
efecto son irrecusables, así lo interpreta acertadamente el Tribunal Constitucional en la SC
No. 0054/2005, en su regla principal. Consecuentemente existe el quórum si se tramita
los incidentes de recusación por separado, es decir de cada uno de los jueces ciudadanos,
porque estarán cuatro jueces (dos técnicos y dos ciudadanos), plenamente habilitados pa-
ra resolver la recusación dentro de los parámetros señalados por el Art. 52 del CPP. Sola-
mente, aplicando las normas penales en su justa dimensión se podrá “evitar la prolonga-
ción innecesaria del proceso por la cadena de recusaciones”, como lo recomienda la indi-
cada sentencia constitucional.
El Art. 5 de la Constitución Política del Estado, ordena que: “No se reconoce ningún ge-
nero de servidumbre y nadie podrá ser obligado a prestar trabajos personales sin su pleno
consentimiento y justa retribución. Los servicios personales, solo podrán ser exigibles
cuando así lo establezcan las leyes”.
Este mandato constitucional, que es desarrollado en el Art. 66 del CPP, dispone que:
“La función de juez ciudadano será remunerada de la siguiente manera: 1) Cuando se tra-
te de empleados públicos o privados, mediante declaratoria en comisión con goce de ha-
beres, de carácter obligatorio para el empleador; y, 2) En caso de trabajadores independien-
tes, el Estado asignará en su favor una remuneración diaria equivalente al cincuenta por
ciento (50%) del haber diario que percibe un juez técnico. Los gastos que demande esta
remuneración serán imputables -con cargo- a las costas a favor del Estado”.
De la norma procesal citada, se desprende que todo ciudadano que por sorteo llega
ejercer la función jurisdiccional de juez lego, tiene el derecho a ser remunerado por ese
trabajo, en caso de ser empleados públicos o privados, esto es funcionarios públicos o tra-
bajadores de instituciones privadas, deberán declarárselos en comisión con goce de habe-
res durante el tiempo que se desarrolle el juicio oral, no existiendo la posibilidad de opo-
nerse a este mandato por el superior o empleador. Aunque en los hechos, a menudo se
presentan una serie de denuncias sobre la negativa a dar cumplimiento a estas normas, in-
clusive a través de amenazas de despido, pero en la mayoría de los casos han sido acata-
das conscientes de la necesidad de participación del ciudadano en la administración de
justicia.
Por otra, parte en caso de trabajadores independientes, estos deben percibir una remu-
neración del 50 % del haber diario que percibe un juez técnico, cabe aclarar que de acuer-
do a esta norma procesal la remuneración que se viene practicando es por día trabajado,
entendiéndose como día laboral las señaladas por la Ley de Organización Judicial en su
Art. 257, de 9:00 a 12:00 y de 14:00 a 18:00. Sobre este particular, se han presentado algu-
nos conflictos que deben merecer un estudio, para su solución:
tiene visu de estabilidad, por el contrario, lo que hace de un juez ciudadano un juez impar-
cial –como lo señala Luigi Ferrajoli- es su natural independencia: del exterior, en la medida
en que no es parte del sistema político y del interior, al no ser un funcionario condiciona-
do por la carrera o por vínculos de subordinación jerárquica27. Por consiguiente, no puede
ser considerado un funcionario público y menos puede percibir una remuneración doble,
toda vez que el costo de su participación, el Estado recupera de las costas procesales que
la parte perdidosa debe pagar, por mandato del Art. 264 del CPP. De continuar con la mis-
ma opinión, importa la violación de la garantía establecida en el Art. 5° de la Constitución
Política del Estado al constreñir al ciudadano rentista a realizar trabajos gratuitos, situación
que desde luego repercutirá en los demás ciudadanos jubilados para no concurrir a los jui-
cios orales.
VI.5. ¿De dónde provienen los fondos para el pago de los Jueces Ciudadanos?
VI.6. ¿Se recuperan los gastos realizados por concepto de remuneración de Jueces Ciuda-
danos?
El Art. 264 del CPP, en su numeral 3), establece que las costas del proceso comprenden
también la remuneración de los jueces ciudadanos, la que será imputada a favor del Esta-
do. Empero en la actualidad no existen los mecanismos adecuados para el cobro de las
costas en los diferentes juicios desarrollados, esta actividad deberá ser enfrentada, a efec-
tos de que el Estado a través del Consejo de la Judicatura pueda proceder a la recupera-
ción de estos fondos. Es más, debiera existir acuerdos con el Ministerio Público, para pre-
cautelar los intereses del Estado desde el inicio del proceso, es decir durante la etapa pre-
paratoria a través de medidas cautelares de carácter real, situación que lamentablemente
ha sido obviada hasta el presente. Si bien existe alguna anotación preventiva o medida cau-
telar de carácter real, en los diferentes procesos penales, es solamente concedido a peti-
ción y trámite de la parte afectada o la víctima.
VII. Conclusiones.-
1°.- La participación ciudadana en el proceso acusatorio oral, a través de los diversos roles
que le corresponde asumir, se ha establecido, que tiene valiosa importancia en un es-
tado social de derecho, porque colabora no solamente en la solución del conflicto pe-
nal, sino colabora de manera directa en el control social del desarrollo del proceso pe-
nal, erradicando la corrupción, tal como se ha comprobado durante éste tiempo de vi-
gencia de la Ley No. 1970.
2°.- Uno de los principales problemas para la constitución de tribunales, es la falta de coor-
dinación del Poder Judicial, con los Gobiernos Municipales y las Cortes Departamen-
tales Electorales, toda vez que existen problemas en ubicar los domicilios de los candi-
datos a jueces ciudadanos, esto debido a la falta de numeración correlativa de los do-
micilios y la falta de nominación de las calles, así como a la oportuna información que
deben ser remitidos a la Corte Superior.
3°.- Por otro lado, el Consejo de la Judicatura de cada Distrito Judicial, debe otorgar los ma-
teriales necesarios a los funcionarios encargados de las notificaciones para el cumpli-
miento de sus obligaciones, al mismo tiempo implementar un control riguroso sobre
el cumplimiento de sus funciones, porque en muchos casos aparentemente han sido
notificados ocho o diez de los doce ciudadanos, sin embargo, no se presentan al acto
de constitución ninguno de los citados. De continuar con la inoperancia de las notifi-
caciones deberá pensarse seriamente de contratar los servicios de empresas de co-
rreos para las citaciones a los ciudadanos.
4°.- Es de conocimiento general, que la Sra. Presidenta de la Cámara de Diputados Sra. No-
rah Soruco de Salvatierra, ha presentado el 9 de noviembre del 2005, el Proyecto de
Ley HSN No. 049/2004-2005, por el que se introduce reformas a la Ley de Organiza-
ción Judicial. De la misma manera la Corte Suprema de la Nación, ha presentado pro-
yectos de reformas, en las que no advertimos la incorporación de los jueces ciudada-
nos. Al respecto debemos, manifestar que la futura Ley de Organización Judicial, debe
incorporar y contemplar un minucioso reglamento sobre las causas de incapacidad,
prohibiciones, incompatibilidades, causas de excusa y sistema de recusación, que ha-
gan posible la aplicación imparcial del derecho objetivo, sin merma alguna a la celeri-
dad del procedimiento.
5°.- Urge la necesidad de realizar ajustes al Procedimiento Penal, mediante una ley de mo-
dificaciones, empero mientras demore su tratamiento, se debe recurrir a las interpre-
taciones realizadas por la Excma. Corte Suprema de Justicia y principalmente a las del
Tribunal Constitucional, autoridades que deben redefinir las líneas jurisprudenciales
en cuanto se refiere a la parte in fine de los Arts. 63, 318 y 320 del CPP, para una mejor
administración de justicia que cumpla los postulados de justicia pronta y cumplida.
sente trabajo, además debe encontrarse los mecanismos dinámicos para la cancela-
ción de las remuneraciones y no permitir que el ciudadano recorra todas las instalacio-
nes u oficinas para el cobro efectivo de su remuneración.
7°.- Por último, existe la necesidad de socializar entre todos los que intervienen en la admi-
nistración de justicia, respecto a la aplicación de algunas normas procesales penales,
como la tramitación de incidentes de exclusión probatoria en un solo acto, la continui-
dad y concentración de los juicios orales, la valoración del tiempo en los trámites, etc.,
siempre respetando los principios constitucionales y los valores supremos.
INTRODUCCION
I EL DEBIDO PROCESO
I.1 JUICIO PREVIO - I.1.1 Juicio oral - I.1.2 Juicio público - 1.1.3 No hay condena sin juicio - 1.1.4
Legalidad sustantiva - I.2 PRESUNCION DE INOCENCIA Y ESTADO DE INOCENCIA - 1.2.1
cobertura del principio.- 1.2.1 Su cuestionamiento - I.3 CARGA PROBATORIA - I.3.1 Prohibi-
ción de presunción de culpabilidad.- I.3.2. Obligatoriedad del Ministerio Público - I.4 INDU-
BIO PRO REO - I.5 INVIOLABILIDAD DE LA DEFENSA. - I.5.l Alcances - I.5.2 Defensa ma-
terial
II. JUEZ NATURAL
II.1 Alcances - II.2 Previsión legal - II.3 Estabilidad funcional - II.4 Independencia
III. PROHIBICION DE DETENCIONES
IV. NON BIS IN IDEM
V. NEMO TENETUR
VI. INVIOLABILIDAD DEL DOMICILIO CORRESPONDENCIA Y PAPELES PRIVADOS
VII. PROHIBICION ABSOLUTA DE INTERFERIR CONVERSACIONES Y COMUNICA-
CIONES
VIII. LEGALIDAD DE LA PRUEBA
IX. PROHIBICIÓN DE TORTURAS, TRATOS CRUELES INHUMANOS O DEGRADANTES
IX.1 Alcances - IX.1 Sobre los supuestos de flagrancia
Bibliografía.
INTRODUCCIÓN
La eficacia de la coerción penal frente a las garantías individuales sigue siendo la pie-
dra angular en la que se cimienta lo que consideramos seguridad jurídica. Por un lado la
necesidad del Estado de garantizar intereses superiores, dignos de una protección especial
denominados bienes jurídicos, indispensables para la convivencia armónica; y por otro, el
respeto irrestricto de los derechos y garantías individuales reconocidos por la Constitución
Política del Estado, los Tratados Internacionales y demás leyes de la República que como
instrumentos básicos constituyen los límites que se impone el mismo.
Empero este resguardo de bienes exclusivo del estatuto punitivo, no puede ser sólo de
manera abstracta, limitado a simples enunciados típicos, es preciso que ante su vulnera-
Fue Claus Roxin, citado por Emiliano Borja Jiménez, en su obra “Curso de Política Cri-
minal, que a principios de la década de los años 70, cuestionó la pretensión de la Dogmá-
tica Penal de construirse y elaborarse sin tomar debida cuenta de las necesidades político
criminales de su entorno social. El tratadista español en su obra citada agrega: “Si la dog-
mática pretende entre sus objetivos auxiliar a resolver racionalmente los conflictos indivi-
duales y sociales, su planteamiento tiene que acercarse a la realidad social”1.
El nuevo código de procedimiento penal, establece con precisión las funciones de los
operadores del sistema, un poder de acción o función requirente para el acusador publico
o particular, poder de excepción o función defensiva, ejercido por el imputado sin restric-
ciones de ninguna índole; y un poder de jurisdicción o función jurisdiccional de decisión,
a cargo de los jueces con absoluta independencia de las partes, ajeno a cualquier acto in-
vestigación. “Los fiscales no podrán realizar actos jurisdiccionales ni los jueces actos de in-
vestigación que comprometan su imparcialidad” (Art. 279 Ley 1970). Acusación y Defensa
en un mismo plano, a un mismo nivel aunque enfrentados por pretensiones diametral-
mente opuestas, frente al tercero imparcial que ajeno a los intereses de las partes en ejer-
cicio jurisdiccional, decide sobre el conflicto sometido a su conocimiento. O sea, lo que de-
be caracterizar al proceso penal, es la igualdad de condiciones y oportunidades para am-
bas partes, tanto para aquella que pretende acceder a la justicia, ante lo que considera
afectación de un bien jurídico en el ejercicio de su pretensión punitiva; como para la otra,
que ante la imputación de un presunto hecho ilícito, aún amparado en el marco de la pre-
sunción de inocencia, asuma con plenitud su defensa.
El equilibrio de ambos intereses justifica la intervención del poder punitivo del Estado.
Cuando el péndulo de la balanza legal se inclina en un sentido u otro, por más ligera que
fuera la inclinación, deslegitima la esencia de los actos decisorios del órgano jurisdiccional.
Ella, sin embargo no es sólo responsabilidad del juzgador, sino también de los instrumen-
tos que provee el legislador, dado que al momento de legislar debe toma en cuenta los in-
tereses de la víctima y el sistema de garantías que asegure su correcto equilibrio.
tes al ser humano, al extremo que el legislador ordinario no puede alterar, modificar o su-
primir su primigenio contenido. Tampoco el constituyente podrá ignorarlos, pues no se
trata de una graciosidad que nos otorga el texto fundamental. No se trata de concesión
que hace el Estado a favor de sus súbditos, ni si quiera es mero reconocimiento a la perso-
nalidad; es la razón y el fin de la existencia del Estado como tal.
I. EL DEBIDO PROCESO
En ese sentido podemos colegir que el debido proceso que en el ordenamiento boli-
viano se perfila entre otros en el Art. 16 de la C. P. E. tiene su basamento legal en el princi-
pio de contradicción que implica la necesidad de una imputación formal, sea por parte del
Ministerio Público o en la acusación particular del querellante, la que de forma alguna
afecta la presunción de inocencia, sino que apertura el ejercicio real y efectivo de defensa.
Al respecto el Tribunal Constitucional en su reciente sentencia Nº 1435/2005-R del pasado
11 del presente destaca: “De lo que se extrae que la Ley fundamental del país, persigue evi-
tar la imposición de una sanción, o la afectación de un derecho, sin el cumplimiento de un
proceso previo, en el que se observen los derechos fundamentales y las garantías de natu-
raleza procesal contenidos en la Constitución y las leyes que desarrollan tales derechos,
garantía que conforme a la jurisprudencia sentada por este Tribunal, alcanza a toda clase
de procesos judiciales”.
La indicada sentencia confirma el criterio del Alto Tribunal sostenido ya con anteriori-
dad entre otras en la SC 0042/2004-R “toda actividad sancionadora del Estado, sea en el
ámbito jurisdiccional o administrativo, debe ser impuesta previo proceso, en el que se res-
peten todos los derechos inherentes a la garantía del debido proceso, entre los cuales se
encuentra el derecho a la defensa, que implica a su vez, entre otros elementos, la notifica-
ción legal con el hecho que se le imputa al afectado, y con todas las actuaciones y resolu-
ciones posteriores, la contradicción y presentación de pruebas tendentes a desvirtuar la
acusación, la asistencia de un defensor, el derecho pro actione o a la impugnación; asimis-
mo, el derecho a la defensa, se relaciona directamente con los derechos a la igualdad de
las partes ante la ley y ante su juzgador, al juez natural y a la seguridad. Además, cabe ha-
cer notar que en la SC 136/2003-R, este Tribunal ha establecido que el derecho a defensa
debe ser interpretado conforme al principio de favorabilidad antes que restrictivamente”
Juicio Previo
El Numeral IV del Art. 16 de la C. P. E. establece “Nadie puede ser condenado a pena al-
guna sin haber sido oído y juzgado previamente en proceso legal…”, entendido, como el
que se tramita en observancia del ordenamiento adjetivo vigente, pero, además, sustenta-
do en principios y garantías constitucionales, pues de nada serviría un ordenamiento aje-
no o contrario a la Ley Fundamental. “No debemos olvidar tampoco, que el Derecho Pro-
cesal Penal, es fundamentalmente el desarrollo de las garantías constitucionales y que ese
desarrollo debe preservar en todo momento el sentido primigenio de las garantías”.6
Juicio oral.- La expresión oral, no solo es la forma más común de comunicarnos, sino la
más completa, porque está acompañada de otras formas de comunicación como la expre-
sión gestual e inclusive corporal, el tono empleado, las genuflexiones de voz, los titubeos,
vacilaciones, etc., que pueden ser percibidas por la generalidad de las personas. En ese sen-
tido únicamente el juicio oral preserva a cabalidad el principio de inmediación de la prue-
ba y la personalización de la función judicial. “En síntesis la oralidad, en una consideración
5 GIMENO SENDRA, Vicente “Derecho Procesal Penal” Pág. 59
6 BINDER, Alberto “Introducción al Derecho Procesal Penal Pág. 112
En el nuevo procedimiento penal, la publicidad del juicio personifica la labor del juez
o tribunal. Las decisiones pronunciadas en público, tienen un control social eficaz a través
de los presentes, situación que obliga a su transparencia. “La administración de justicia es
una de las ramas principales del gobierno de una sociedad. Esa transparencia como vimos,
significa que ella cumple su función preventiva, ligada a los fines de la pena y al fundamen-
to del castigo”.8
Por su parte Clariá Olmedo refiriéndose al principio universal nulla poena sine iuditio,
afirma: “A nadie se le puede aplicar una sanción sino como resultado de un juicio jurisdic-
cional previo. Este juicio previo objetivamente hace referencia a un proceso regular y legal,
el que debe necesariamente preceder a la sentencia condenatoria. Su integro desenvolvi-
miento es inevitable en materia penal”.10
El precepto además, exige que la sentencia sea pronunciada por el órgano jurisdiccio-
nal, llamado legalmente a hacerlo. El texto constitucional señala como función exclusiva
de jueces y magistrados: “La facultad de juzgar en la vía ordinaria, contenciosa y contencio -
so-administrativa y la de hacer ejecutar lo juzgado”. (Art. 116 Numeral III de la CPE). Queda
también claramente establecidos los alcances y los límites de la jurisdicción ordinaria.
Legalidad sustantiva.- El hecho, motivo del juzgamiento debe hallarse previamente des-
crito en el ordenamiento sustantivo, cumpliéndose la exigencia del principio de legalidad
“La condena penal debe fundarse en una ley anterior al proceso y sólo se aplicarán las le -
yes posteriores cuando sean más favorables al encausado”. El principio no solamente al-
canza a la descripción de la conducta punible, sino también a la pena, dado que el tribu-
nal no podrá imponer otra distinta a la establecida en el texto legal.
“El principio de reserva de la ley garantiza, finalmente que la intervención del Estado
en la esfera de la libertad del imputado sólo se llevará a cabo conforme a las leyes. La ley
debía establecer los presupuestos contenidos y límites de esas intervenciones con tanta
precisión como fuera posible y, con ello, tornarían previsible para el ciudadano las accio-
nes del Estado”.11
Como se puede apreciar, del principio del juicio previo emanan todas las demás garan-
tías que aseguran una correcta administración de justicia. Para tener esa calidad legal, es
preciso que los actos del juicio y del proceso en general, se enmarquen a las exigencias for-
males establecidas tanto en la Ley Fundamental, como en el Código de Procedimiento Pe-
nal que tienen como fuente básica el texto constitucional, por cuanto “las garantías cons-
titucionales no se hicieron para ser estudiadas en los manuales; al contrario, deben formar
parte de la conciencia cívica más elemental”.12 Se confirma así que, no era posible seguir
sustentando un sistema procesal penal tan distante de su fuente madre.
Otra de las garantías trascendentales que deriva del juicio previo es la presunción de
inocencia que en nuestra Ley Fundamental esta insertada en el Numeral I del Art. 16 “Se
presume la inocencia del encausado mientras no se pruebe su culpabilidad”. Estado o si-
tuación del imputado que debe prolongarse a lo largo de todo el proceso, inclusive luego
de pronunciada la sentencia condenatoria, durante la tramitación de los recursos. Única-
mente la declaración de culpabilidad pasada en autoridad de cosa juzgada, la destruye. El
principio tiene además una exigencia consecuencial práctica, no el simple reconocimien-
to formal al que estuvimos acostumbrados durante tantísimo tiempo, pues mientras se lo
enarbolaba en el texto constitucional, en el contexto social no tenía aplicación. Las normas
procesales del abrogado código adjetivo establecían la “detención preventiva” como regla;
y como excepción “la libertad provisional”, por cuanto la medida restrictiva era aplicable
en los delitos con pena privativa de libertad cuyo máximo excedía de dos años, o sea, la
mayoría de los establecidos en el ordenamiento punitivo y el “beneficio de la libertad pro-
visional” sólo era admisible “cuando el delito o los delitos imputados estén reprimidos con
pena privativa cuyo máximo no exceda de cuatro años…”, es decir muy pocos, pero ade-
más previo pago de una fianza cuyo monto sea “suficiente para cubrir íntegramente el re-
sarcimiento de los posibles daños, perjuicios y costas del juicio”, situación que en concre-
to determinaba la presunción de culpabilidad del imputado, o al menos el “trato de culpa-
ble”, sin importar el texto fundamental.
No se trata, entonces de una mera presunción, una apariencia dudosa, “un parece
que…” sino de un verdadero estado o situación de inocente, que únicamente se destruye
con la convicción de culpabilidad en grado de certeza, asumida por el juez o tribunal de
instancia, como consecuencia de la valoración de la prueba producida e incorporada le-
galmente en juicio; y que además, sólo se tendrá por autor y culpable de un delito, una vez
ejecutoriado el fallo que así lo declare.
para preparar y asumir su defensa, como se establece en las normas del art. 14.3 del Pacto
Internacional de Derechos Civil y Políticos y 8.2 de la Convención Americana sobre Dere-
chos Humanos o Pacto de San José de Costa Rica, normas que concuerdan con la consa-
grada por el art. 16 CPE”
Como se tiene dicho, el principio no se limita a una consideración procesal, sino que
comprende una consecuencia práctica, ser tratado como inocente. “Se ha dicho que este
principio implica un status de inocencia, una presunción de inocencia, o un derecho a ser
tratado como un inocente. Creo que en definitiva todas estas posturas son perfectamen-
te conciliables y no difieren en sus efectos prácticos”.14
Al respecto Alberto Binder señala: “La formulación positiva del principio (como de ino -
cencia) ha generado mayores dificultades en su interpretación que su formulación negati-
va: Si nos referimos a la existencia de una presunción de inocencia, seguramente encon-
traremos muchos críticos, sin embargo si afirmamos que ninguna persona puede ser cul -
pable hasta que una sentencia declare su culpabilidad, posiblemente el acuerdo sea total.
Esto nos señala que en la base del problema existe una discusión verbal (sobre el sentido
y alcances de las palabras) que si es soslayada, puede generar falsas discusiones en otros
niveles”,15 que es lo que precisamente ocurre en nuestro medio. Todavía nos cuesta com-
prender los alcances del principio en su verdadera dimensión. Nos parece una “tremenda
Carga Probatoria
En ese sentido, es oportuno remarcar que el Ministerio Público, como parte acusadora
en el proceso penal, no tiene como finalidad esencial, probar a ultranza la culpabilidad del
encausado, sino esclarecer el hecho punible. De ahí que, de encontrarse elementos pro-
batorios, que desvirtúen el hecho o que demuestren que el imputado no tuvo responsabi-
lidad en él; o que participó de una manera diferente a la atribuida, el fiscal, está obligado
igualmente a presentarlos o requerir conforme a la objetividad de sus acciones.
El principio de objetividad, que regula la actividad, los fiscales, establecido en los Art. 72
del procedimiento penal y Art. 5 de la Ley Orgánica del Ministerio Público, les obliga a ob-
servar la conducta señalada: “En su investigación tomarán en cuenta no sólo las circuns-
tancias que permitan comprobar la acusación, sino también las que sirvan para eximir de
responsabilidad al imputado formulando sus requerimientos conforme a este criterio”.
“Lo cierto e importante es que el imputado no tiene que probar su inocencia, tarea
que en todo momento corresponde a los órganos de persecución penal. Se debe insistir
en esta idea aunque parezca obvia, porque es de trascendental importancia política: ella
marca, muchas veces, el límite tras el cual comienza a gestarse una sociedad represiva en
la que cada ciudadano es sospechoso de algo”.16
Como se tiene dicho la presunción de inocencia, solo puede ser destruida por una
convicción plena de culpabilidad en grado certeza, pronunciada a la conclusión del juicio,
es decir, que en tanto no se haya ejecutoriado la sentencia condenatoria, no se puede apli-
car las consecuencias penales del fallo. Empero, ¿qué ocurre, cuando el tribunal, cumplida
la valoración de la prueba no tiene la convicción en grado de certeza, sobre la autoría y cul-
pabilidad del imputado?. Si estamos frente a un imputado considerado inocente, el tribu-
nal no tiene otra alternativa que absolverlo. El error o la ineficiencia de los órganos repre-
sivos del Estado, en la recolección de elementos probatorios, o la falta de los mismos, no
es de responsabilidad del imputado y consecuentemente no puede cargársele las conse-
cuencias de esa inoperancia. Surge en este caso con fuerza el conocido principio del In du-
bio pro reo, porque en caso de duda, es preferible absolver al culpable que condenar al ino-
cente.
Al respecto cabe anotar lo señalado por Claus Roxin “Este principio no esta formulado
en forma expresa en la ley, pero de puede derivar indirectamente del principio de culpa-
bilidad… pues si de acuerdo con él, una condena exige que el tribunal este convencido de
la culpabilidad del acusado, toda duda en ese presupuesto debe impedir la declaración de
culpabilidad”.17
Cabe destacar, que entre las garantías constitucionales, el derecho al juez natural tie-
ne marcada preponderancia, porque ante un hecho concreto, es la autoridad encargada
de hacer, que los demás derechos y garantías constitucionales cobren plena vigencia.
nica y perteneciente a la jurisdicción penal ordinaria respetuoso con los principios consti-
tucionales de igualdad, independencia y sumisión a la ley, constituido con arreglo a las nor-
mas comunes de competencia preestablecidas”.18
En el texto fundamental, este derecho al juez natural se encuentra previsto de dos ma-
neras: Como un imperativo positivo en el Pár. IV del Art. 16 “Nadie puede ser condenado a
pena alguna sin haber sido oído y juzgado previamente en proceso legal, ni la sufrirá si no
ha sido impuesta por sentencia ejecutoriada y por autoridad competente…” y a manera de
prohibición en el Par. II del Art. 116 “No pueden establecerse tribunales o juzgados de ex-
cepción” que reitera lo previsto en el Art. 14 “Nadie puede ser juzgado por comisiones es-
peciales o sometido a otros jueces que los designados con anterioridad al hecho de la cau-
sa…” consagrando el derecho que todos tienen al juez predeterminado y a no someterse
a tribunales o jueces de excepción.
Pero la garantía del juez natural sería incompleta, si no se asegura su estabilidad fun-
cional, que es la base de una correcta administración de justicia, evitando toda posible ma-
nipulación política del juicio, que comprometa su imparcialidad. “La inamovilidad del juez
significa que una vez nombrado el órgano jurisdiccional, conforme lo establece la Consti-
tución y la Ley de Organización Judicial, no puede ser removido del cargo sino en virtud
de causas razonables, tasadas o limitadas y previamente determinadas”19. El sistema de ca-
rrera judicial implementado por el Consejo de la Judicatura, que regula el ingreso, perma-
nencia y promoción de jueces, con un programa de capacitación inicial y otro de actuali-
zación permanente, apunta a los principios básicos idoneidad, imparcialidad e indepen-
dencia del juez natural, “Un juicio que esta bajo la sospecha de parcialidad, pierde toda le-
gitimidad y vuelve inútil todo el trabajo que se toma el Estado para evitar el uso directo de
la fuerza y la aparición de la venganza particular”.20
Tampoco bajo este principio, el juez o magistrado, puede ser separado del conocimien-
to de determinadas causas, o cesado en sus funciones. El precepto constitucional es cate-
górico al precisar que los magistrados y jueces “No podrán ser destituidos de sus funcio -
nes sino previa sentencia ejecutoriada”. Art. 116 Numeral VI Parte in fine C. P. E.
El principio del juez natural dentro del sistema republicano se extiende a la participa-
ción ciudadana en la conformación de tribunales, que sin dejar de ser una función técni-
co científica, incorpora miembros de la comunidad en los tribunales, que perciben al de-
lito, ya no en su dimensión esencialmente jurídica como una abstracción legal, sino como
un fenómeno social, que además de causar un daño en la víctima, ocasiona un malestar
social, comprendido en sus diferentes alcances por el ciudadano común, conocedor de los
valores, costumbres y peculiaridades del medio en el que se desenvuelve, es decir que, si-
guiendo el orden republicano y democrático que consagra la Constitución, la facultad de
juzgar a “nuestros pares”, sólo es posible a través de la integración mixta de tribunales.
Finalmente cabe destacar que el Art. 13 de la Ley Suprema, contiene una amenaza le-
gal para aquellos que infrinjan los preceptos señalados: “Los atentados contra la seguridad
personal hacen responsables a sus autores inmediatos, sin que pueda servirles de excusa
el haberlos cometido por orden superior”, principio que junto a otros no hace sino confir-
mar que las bases filosóficas y jurídicas del procedimiento penal ya estaban establecidas
en la Constitución Política del Estado y que el instrumento legal que analizamos, posibili-
ta su aplicación práctica.
INVIOLABILIDAD DE LA DEFENSA.
En el numeral III del indicado precepto, al referirse al ámbito penal, pone énfasis al dis-
poner: “Desde el momento de su detención o apresamiento los detenidos tienen derecho
a ser asistidos por un defensor”. El Código de Procedimiento Penal, en su Art. 9 aclara que
el derecho a la asistencia y defensa de un abogado, es “desde el primer acto del proceso
hasta la ejecución de la sentencia” puntualizando que este derecho “es irrenunciable”.
Además de las precisiones anotadas, Clariá Olmedo, con notable precisión resume co-
mo “manifestaciones irrestrictibles” derivadas o emergentes del derecho a la defensa del
imputado, situaciones que se hallan comprendidas en la ley adjetiva penal que analiza-
mos, que regula y proporciona los medios necesarios para el adecuado ejercicio de la de-
fensa del imputado acorde a las garantías constitucionales entre las que podemos desta-
car:
d) No obstante que la carga de prueba corresponde a los acusadores tanto publico co-
mo privado, el imputado puede munirse, ofrecer y solicitar la incorporación de todos
los medios y elementos de prueba que considere pertinentes para desvirtuar la acu-
sación, confirmar su inocencia o acreditar circunstancias de menor responsabilidad
sin más límites que la pertinencia o que sean excesivos.
Cabe destacar que sin el derecho irrestricto a la defensa, las demás garantías constitu-
cionales serian inocuas e intrascendentes. “El derecho a la defensa cumple, dentro del pro-
ceso penal un papel particular: Por una parte, actúa en forma conjunta con las demás ga-
rantías; por la otra es la garantía que torna operativa a todas las demás. Por ello el derecho
a la defensa no puede ser puesto en el mismo plano que las otras garantías procesales. La
inviolabilidad del derecho a la defensa es la garantía fundamental con la que cuenta el ciu-
dadano, porque es el único que permite que las demás garantías tengan una vigencia con-
creta dentro del proceso penal”.23
El Art. 4 del Código de Procedimiento Penal enfatiza: “Nadie será condenado más de
una vez por el mismo hecho aunque se modifique su calificación o se aleguen nuevas cir-
cunstancias…”. El legislador se cuida de utilizar el término “hecho” evitando el vocablo de-
lito, para referirse a lo fáctico, advirtiendo que no es el delito, sobre el que actúa el princi-
pio, tampoco sobre su calificación, es sobre el hecho como acontecimiento jurídico de
consecuencias negativas o perjudiciales para el titular del bien afectado.
Desde esa perspectiva, es una extensión del principio de la cosa juzgada material. No
se puede volver sobre lo mismo sin afectar la seguridad jurídica. De ahí que se extienda a
hechos que se hubieran producido fuera del país y que pudieran tener consecuencias en
el territorio nacional. El precepto en análisis concluye: “La sentencia ejecutoriada en el ex-
tranjero sobre hechos que puedan ser conocidos por los tribunales nacionales producirá
efecto de cosa juzgada”
El precepto analizado se complementa con el Art. 45 del mismo cuerpo legal que di-
ce: “Por un mismo hecho no se podrá seguir diferentes procesos aunque los imputados
sean distintos…”, o sea que bajo el principio del Non bis in idem, no se puede someter a
nadie dos veces por el mismo hecho, sea de manera simultánea o sucesiva, existiendo al
respecto las salvedades establecidas en el respectivo código.
Como se puede apreciar, se trata de una garantía diferente a las analizadas. El princi-
pio en estudio, “se refiere a la necesidad de que la persecución penal, con todo lo que ella
significa – la intervención del aparato estatal en procura de una condena – solo se pueda
poner en marcha una vez”.24
Para la aplicación práctica de este principio es preciso tomar en cuenta lo que en doc-
trina se conoce como las tres identidades o correspondencias. “En primer lugar se debe
tratar de la misma persona. En segundo lugar, se debe tratar del mismo hecho. En tercer
lugar debe tratarse del mismo motivo de persecución. Estas tres correspondencias se sue-
len identificar con los nombres latinos de eadem persona, eadem res, eadem causa peten -
di”.25
V. NEMO TENETUR
No obstante lo categórico del principio debemos reconocer que subsisten resabios in-
quisitivos, que inciden en que todavía se siga persistiendo en la “confesión” del imputado
como uno de los objetivos del proceso penal. En observancia de este principio no es ad-
misible el uso de ningún mecanismo, medio violento físico, psíquico o argucia tendiente a
obtenerla.
Binder al respecto puntualiza: “Significa también que no se puede utilizar ningún me-
canismo que menoscabe la voluntad del imputado. No se pueden emplear tampoco pre-
guntas capciosas o sugestivas, ni amenazar al imputado con lo que le podría suceder en el
caso que no confiese. Estos u otros procedimientos similares resultan atentatorios contra
la garantía de que nadie puede ser obligado a declarar en su contra”.26
En la aplicación del poder penal estatal, no solamente se debe proteger al individuo, si-
no también a su entorno o al medio donde la persona habita o realiza sus actividades prin-
cipales, cuidando de resguardar su privacidad, como un derecho fundamental. Ese resguar-
do esta contenido en el Art. 21 de la Constitución Política del Estado al precisar: “Toda ca-
sa es un asilo inviolable; de noche no se podrá entrar en ella sin consentimiento del que
la habita y de día sólo se franqueara la entrada a requisición escrita y motivada de autori-
dad competente, salvo el caso de delito “in fraganti”.
El allanamiento de domicilio, una vieja práctica de los resabios de las dictaduras, se hi-
zo común en la dizque lucha “contra el crimen”. Todavía se reciben en los despachos judi-
ciales requerimientos inclusive hasta de fiscales, solicitando mandamiento de allanamien-
to a objeto de “preste su declaración informativa porque se oculta maliciosamente”. La co-
misión Andina de Juristas al respecto en citado documento puntualiza: “El ingreso a un do-
micilio para efectuar investigaciones o registros, sólo puede llevarse a cabo con autoriza-
ción de la persona que lo habita o con mandato de la autoridad competente. Las excep-
ciones se presentan, generalmente, en las situaciones de flagrante delito o de muy grave
peligro de su perpetración. En todo caso, el Comité de Derechos Humanos ha señalado
que los registros en el domicilio de una persona, deben limitarse a la búsqueda de las
pruebas necesarias y no constituirse en una forma de hostigamiento”28.
La orden escrita y motivada que exige la Constitución Política del Estado y los Conve-
nios y Tratados Internacionales, para el ingreso a un domicilio esta regulada por los Arts.
180 y siguientes del Código de Procedimiento Penal, que recoge el criterio doctrinal que
prevalece en resguardo de esta garantía, “La orden de allanamiento, nunca puede ser una
orden genérica, ni en cuanto al tiempo, ni en cuanto al lugar. Debe estar circunscrita tem-
poralmente (Esto no significa que deba ser necesariamente expedida para un día determi-
nado, pero tampoco puede ser una orden abierta de validez permanente). Por otra parte
debe determinar con precisión y expresamente el lugar que puede y debe ser registrado”.29
El Pár. II del referido Art. 21 de manera categórica señala: “Ni la autoridad pública, ni per-
sona u organismo alguno podrán interceptar conversaciones y comunicaciones privadas
mediante instalación que las controle o centralice”. Nos parece un contrasentido en rela-
ción a las permisiones anteriores de orden de allanamiento de domicilio e incautación de
correspondencia y papeles privados, que es factible “cuando las circunstancias así lo deter-
minen y siempre que sea por orden motivada del juez”.
No se explica por qué tanto celo en relación a la conversación, siendo que las mafias y
el crimen organizado en este campo cuentan con los más sofisticados sistemas de comu-
nicación y de interferencia de los mismos. No podemos perder de vista que sólo el real
equilibrio entre la eficacia de la coerción penal y la vigencia de las garantías individuales,
puede asegurar un ambiente de convivencia pacífica.
El juicio es la etapa más importante del proceso penal, porque en ella, se van a incor-
porar todos los medios de prueba que sustentan la acusación, como así las pruebas de des-
cargo con propósito de desvirtuarla. Se debatirán los extremos planteados, para que el juez
o tribunal valorándolas, asuma la decisión que corresponda optando por la absolución o
la condena.
Para alcanzar los fines propuestos del trascendental momento, es necesario que se
cumpla la finalidad de la etapa preparatoria, que consiste en la recolección de todos los
elementos que permitan fundar la acusación del fiscal o del querellante, como así la de-
fensa del imputado, en igualdad de oportunidades, conforme previene el principio inserto
en el Art. 13 del procedimiento.
Respecto a la legalidad de la prueba, el Art. 13 del citado cuerpo legal, precisa: “Los ele -
mentos de prueba sólo tendrán valor si han sido obtenidos por medios lícitos e incorpora -
dos al proceso conforme a las disposiciones de la Constitución Política del Estado y este
Código”. El precepto advierte que no podrá valorarse prueba ilícita, considerada tanto en
su obtención como en su incorporación.
Si convenimos que la finalidad del proceso penal es la averiguación histórica de los he-
chos o la averiguación real, no obstante de ser una premisa, en la práctica, es imposible de
lograrla. “Aunque la verdad histórica o material, es un objetivo legítimo del proceso penal,
éste adolece de una incapacidad intrínseca y absoluta para alcanzarla en plenitud. Por lo
tanto el proceso puede, a lo sumo, reconstruir una verdad eminentemente formalizada”.31
“Llegar a reconstruir totalmente el hecho que motiva la decisión judicial es una aspira-
ción legítima del proceso… Lo cierto es que, según se ha comprobado esa reconstrucción
nunca se realiza con total fidelidad. En primer lugar porque el propio proceso penal se po-
ne a sí mismo limitaciones importantes para la averiguación de la verdad”.32. Además la fu-
gacidad del hecho ilícito, generalmente deja pocas opciones de reproducirlo fielmente,
siendo necesario para ello recurrir a distintos medios indirectos, que permitan su recons-
trucción lo más cercana posible a la verdad y que esta convicción determine la imposición
de la sanción al que resulte culpable.
“Con frecuencia las pruebas no son suficientes para esclarecer el hecho y no obstante
que “... debieran ser como faros que iluminaran su camino en la oscuridad del pasado, fre-
cuentemente ese camino queda en sombras o por lo menos en penumbras”.33 Insuficien-
cia que genera situaciones indefinidas, que sin embargo no pueden permanecer en el
tiempo. La investigación de los delitos y su reconstrucción tienen un límite; Vencidos los
plazos establecidos en la ley, debe resolverse en mérito a las pruebas existentes, por cuan-
to como se tiene dicho la ineficacia de los órganos represivos del delito no se la puede car-
gar al imputado. El hacerlo no contribuye a la seguridad jurídica, por el contrario, atenta
contra ella
El profesor Dr. Mario Houed Vega, citado por Hauchen agrega: “Es al Estado por medio
de los órganos competentes, al que le cabe, no sólo demostrar la responsabilidad penal, si-
no también investigar las circunstancias eximentes o atenuantes de responsabilidad que
el imputado alegue a su favor”34. Lo que equivale a decir que el fin del proceso penal sin
dejar como meta la averiguación histórica o real de los hechos, lo es también, y de mane-
ra esencial, el respeto a los límites que enmarcan esa averiguación, que no son otros, que
los derechos y las garantías del imputado, que incluyen las establecidas para la recolección,
incorporación y valoración de los elementos de prueba.
De la doctrina constitucional deduce MUÑOZ CONDE, que son lesivos para la integri-
dad moral los actos violentos que contraríen la voluntad del sujeto pasivo, produciéndole
sufrimientos y humillaciones. Supone, en definitiva, un atentado contra la voluntad como
libre determinación de la persona o un ataque a la inviolabilidad de la persona humana y
al derecho a ser tratado como un ser humano libre (GONZÁLEZ CUSSAC).
En el Informe del Consejo General del Poder Judicial de España, se destaca que esta
serie de figuras delictivas tiene como denominador común el constituir distintas modali-
dades de la conducta calificada como tortura en sentido técnico, es decir, los actos perpe-
trados por autoridades o funcionarios (no por particulares) encaminados a infligir dolor o
sufrimiento a los sometidos a una investigación con el fin de obtener una confesión o in-
formación o de castigarlos.
“Por violencia se debe entender todo mecanismo que tiende a la anulación de la vo-
luntad de la persona, sea mediante la aplicación de violencia corporal, violencia psicológi-
Art. 5 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, afirma “Nadie será some-
tido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes”. El precepto es con-
cordante con el Art. 7 Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos “Nadie será so -
metido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes. En particular, na-
die será sometido sin su libre consentimiento a experimentos médicos o científicos”.
sión no dispuesta por él; 8) a que se le notifique personalmente con la imputación formal
en el lugar de su detención”.
El altísimo tribunal recuerda que: “…frente a una presunta aprehensión ilegal, le corres-
ponde al juez cautelar, conforme lo establece el art. 54.1) del CPP, controlar la investigación
y, en consecuencia, proteger los derechos y garantías en la etapa investigativa; por lo que,
frente a una petición efectuada por el imputado, en sentido de que se pronuncie sobre la
legalidad de su detención, el juez está impelido, antes de pronunciar la resolución sobre
cualquier medida cautelar, a analizar los siguientes aspectos:
Si del análisis efectuado, el juzgador concluye que tanto el aspecto formal como ma-
terial fue observado al momento de la aprehensión, determinará la legalidad de la apre-
hensión y, con los elementos de convicción existentes, pronunciará la Resolución median-
te la cual aplicará la medida cautelar pertinente, si es el caso, ajustada a los previsto por el
art. 233 del CPP, definiendo la situación jurídica del imputado.
Si al contrario, del análisis efectuado por el juez cautelar, se concluye que no se obser-
varon las formalidades o existió infracción a la legalidad material en la aprehensión orde-
nada, el juez anulará la actuación realizada con violación a las normas constitucionales y
legales, y pronunciará la resolución de medidas cautelares, en base a los elementos de
convicción existentes, que no hayan sido obtenidos en infracción a los derechos y garan-
tías del imputado, a consecuencia del acto ilegal declarado nulo. Entendimiento que ya
fue asumido por este Tribunal en la SC 562/2004-R, de 13 de abril”.
Respecto a la flagrancia, la doctrina señala que proviene del término latino “flagrare”,
que significa arder, resplandecer. Aplicando esta expresión, al ámbito jurídico penal, se ten-
dría que cuando se habla de delito flagrante, se hace referencia al delito cometido públi-
camente y ante testigos; existiendo, doctrinalmente, tres supuestos que determinan esta
situación: 1) delito flagrante propiamente dicho, cuando el autor es sorprendido en el mo-
mento de la comisión del hecho delictivo, o en el intento, existiendo simultaneidad y evi-
dencia física; 2) delito cuasi-flagrante, cuando el autor es detenido o perseguido inmedia-
tamente después de la ejecución del delito, por la fuerza pública u otras personas; en es-
te caso se habla de cuasi-flagrancia, y la simultaneidad es sustituida por la inmediatividad,
y la evidencia física por la racional; 3) sospecha o presunción de delito flagrante, cuando el
delincuente es sorprendido inmediatamente después de cometido el delito y de cesada la
persecución, pero lleva consigo efectos o instrumentos del delito; en este caso sólo existe
una presunción.
Debe precisarse que la inmediatez a la que alude el art. 230 inc. 3) del CPP, no tiene
relación con el periodo de tiempo entre la comisión del hecho y la captura, sino con la
“unidad de acción”; es decir, con la continuidad en la persecución del autor desde que fue
seguido inmediatamente después de cometido el hecho delictivo hasta que finalmente
fue aprehendido.
De acuerdo a lo anotado, se puede establecer que la persecución del autor debe ser
inmediata y permanente; pues debe existir una secuencia entre el descubrimiento del ilí-
cito, la persecución y la aprehensión.
En desarrollo de esa norma constitucional, los arts. 227.1 y 229 del CPP, facultan a la Po-
licía Nacional y a los particulares a practicar la aprehensión en caso de flagrancia; es decir,
cuando se presenten las circunstancias descritas por el art. 230 del CPP. Conforme a esas
normas, se tiene que sólo en caso de flagrancia se pueden obviar las formalidades para la
aprehensión previstas en la Constitución Política del Estado y en el Código de Procedi-
miento Penal; en consecuencia, en los demás casos se debe cumplir, inexcusablemente, el
procedimiento que para el efecto establece la norma adjetiva penal, ya sea citando previa-
mente al imputado para que preste su declaración, como prevé el art. 224 del CPP, o emi-
tiendo una resolución debidamente fundamentada, cuando se presenten los requisitos
contenidos en el art. 226 del CPP, requiriéndose, en ambos supuestos, que exista al menos
una denuncia o investigación abierta contra esa persona. Entendimiento asumido por la
SC 957/2004-R, de 17 de junio”.
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Introducción
Desarrollo
Principio de obligatoriedad y principio de oportunidad - Selección razonable de causas -
Revalorización de la victima - Finalidades de la aplicación de salidas alternativas - Descon-
gestionamiento judicial - Economía - Celeridad y oportunidad - Selección Arbitraria de
causas - Revalorización de la víctima - Otras finalidades - Aplicación mínima de salidas al-
ternativas - Promedio de duración entre el inicio de la investigación y el requerimiento de
aplicación de salidas alternativas
Conclusiones
Anexos
Bibliografía
INTRODUCCIÓN
El Estado había perdido el rumbo para solucionar conflictos, limitándose a una aplica-
ción de la ley de forma rutinaria, burocrática, mecánica y ciega ante los efectos sociales
que tiene, tomando al derecho como su instrumento, siendo que éste es esencialmente
un instrumento de pacificación de la sociedad.
La Reforma Procesal Penal de 1999, buscó que los operadores del sistema tomen a los
conflictos de manera humana; que el sistema judicial, responda de manera eficaz y opor-
tuna a las necesidades de la sociedad, para ello se busca lograr una pacificación de la víc-
tima individual y de la víctima colectiva, esto es posible al dejar de lado la idea de la obli-
gatoriedad absoluta de la persecución penal, dando vías a los operadores del sistema pa-
ra realizar una selección de causas de manera legal, dando a la victima individual una res-
puesta estatal traducida en una solución a su conflicto y a la víctima colectiva o sociedad,
demostrándole que los mentados delitos de cuello blanco tienen cabida y son objetos de
persecución penal por el sistema, básicamente de lo que se trata es de revalorizar a la vic-
tima.
Así el Estado, con la reforma dio una respuesta positiva con la incorporación del Insti-
tuto de Salidas Alternativas, porque en un marco de legalidad, un conflicto es solucionado
mediante Resolución emitida por autoridad competente, a través de la aplicación de cual-
quiera de ellas: Criterios de Oportunidad Reglada, Suspensión Condicional del Proceso,
Procedimiento Abreviado y Conciliación.
A fines investigativos por ser una institución jurídica nueva, no existió posibilidad de
realizar una comparación de su funcionamiento con el anterior sistema, pero se conside-
raron dos indicadores principales, en relación al problema identificado por sus operadores
como principal “Saturación del Sistema”, como ser:
Sin embargo, estos puntos solo son sub - problemas del problema central, para expli-
car lo aseverado se debe partir de la identificación de estos, en el anterior sistema, por
aquello se toma en cuenta la Investigación realizada en 1992 por ILANUD – Bolivia, sobre
el funcionamiento del Sistema Penal, que tomó como parámetro para evaluar la eficacia
de la Administración de Justicia, el principio de celeridad que era aplicado a la tramitación
de los procesos dentro del anterior sistema, la opinión de los operadores del viejo sistema
fue, - quienes identificaron como principales problemas - la existencia de retardación de
justicia que era atribuible a diferentes aspectos, como ser carga procesal excesiva, un siste-
ma procesal lento y a la falta de jueces (este último en opinión de los Fiscales), por consi-
guiente un alto porcentaje de causas a su conocimiento, porque al pasar los años la canti-
dad iba en aumento debido a que se arrastraba causas, de gestiones anteriores y de pro-
cesos desarchivados incrementándose cuantitativamente las causas en movimiento por
año.
Empero se debe reconocer que el problema “retardación de justicia” solo fue un efec-
to del principal problema traducido en “un sistema penal que no era adecuado a las nece-
sidades de la sociedad”.
DESARROLLO
se quiso, debido a que la victima del hecho delictivo por lo general se convirtió también
en víctima del sistema.
Afirmar la vigencia plena del principio de obligatoriedad constituye una mentira absur-
da – tanto en el anterior sistema como en el actual - pues la práctica cotidiana nos de-
muestra que los casos son seleccionados en todos los niveles y con diferentes motivacio-
nes, pero en el anterior sistema esta selección era arbitraria y por demás ilegal.
Es cierto que el sistema penal se aplica más enfáticamente sobre ciertos grupos socia-
les y es más eficiente para la persecución de ciertos delitos, los denominados comunes y
convencionales, - los operadores del actual sistema no combaten eficientemente este pro-
blema - pero no tiene respuestas para la delincuencia no convencional en cualquiera de
sus dos formas: abuso de poder económico, y abuso de poder público o político, por lo ex-
puesto el criterio de oportunidad se debe ligar a una concepción utilitaria y realista sobre
la legitimación, el fundamento, el fin y el límite de la aplicación de las penas.
Es un intento para conducir la selección en forma racional, con criterios de política cri-
minal más que arbitrarios, y sobre todo con la posibilidad de ejercer un control y exigir res-
ponsabilidad en quienes lo aplican.
• La eficiente persecución penal del sistema frente a hechos más relevantes y de mayor
gravedad social.
Estos fines tienen como resultado principal, primero descongestionar los atascados tri-
bunales, de manera tal que a los operadores del sistema se les permita intervenir en los
hechos más lesivos y esenciales para la comunidad y los ciudadanos, dando de esta mane-
ra una solución pacifica a: un conflicto inter partes y a la sociedad por la persecución de
hechos delictivos que le interesa que sean castigados, de esta manera se autoriza a los ór-
ganos públicos prescindir de la acusación y de la pena, cuando políticamente se ubiquen
otros intereses superiores que hagan evidente que aquellas son innecesarias, debiendo exi-
girse el cumplimiento de requisitos para prescindir de la persecución penal bajo control
jurisdiccional, pues no se busca autorizar al Ministerio Público para transar a su antojo con
la defensa, sino de reconocer intereses superiores jurídicos que hacen absurdo el proceso
penal y la pena.
El concepto de interés superior debería ser definido por una política criminal que re-
giría en el Ministerio Público.
El “discurso jurídico penal ha intentado justificar la cárcel por estar destinada a quienes
ejecutan conductas perjudiciales para los derechos de terceras personas, en forma inso-
portable para la coexistencia pacífica” (Vitale; 1996: 7), se podría decir que se pide al dere-
cho penal “seguridad jurídica” además de una protección a los bienes jurídicos identifica-
dos de forma clara dentro de la norma sustantiva, sin embargo estudios de criminología y
sin ir mas lejos la realidad han demostrado que la prisión no cumple su función de readap-
tador social, lo único que logra en muchos casos es perfeccionar a los “clientes fijos del sis-
tema penal” por la comisión de hechos que no son los más insoportables y aun existien-
do hechos de mucha mayor gravedad que los que se cometen a diario de forma impune
(como son los tan conocidos delitos de “guante blanco” o “de cuello blanco”, cometidos
con total impunidad desde las altas esferas del poder, tanto político como económico).
Por ello la potestad punitiva no puede ser un derecho absoluto del Estado, porque la
función del sistema de justicia penal, es evitar violencia y porque existe un contenido que
le da sentido al derecho penal: la protección de bienes jurídicos aquello va a otorgar una
convivencia social armónica, por ello las obligaciones fundamentales del poder público: es
de llevar al sistema sancionatorio sólo aquellas conductas que verdaderamente resulten le-
sivas para las bases mismas del sistema y la de no producir violencia, ni vulnerar bienes ju-
rídicos cuando ejercita esa potestad sancionatoria, porque sería peligroso que la sociedad
pierda confianza en la justicia penal – aunque no crea del todo en ella - a raíz de una sen-
sación de desprotección de la población en general y una protección odiosa para delitos
de cuello blanco, para ejemplo genérico antes de la reforma procesal penal de acuerdo a
los datos estadísticos proporcionados por las Cortes Superiores de Distrito, no existía un
solo proceso por “Investigación de Fortunas” que se haya ventilado en los juzgados compe-
Revalorización de la víctima
Desde que la víctima fue despojada del rol protagónico del que gozaba dentro de su
conflicto, con la creación de la persecución penal pública, se perdió, la eficacia de su vo-
luntad en el enjuiciamiento penal, siendo el sistema penal el instrumento de control esta-
tal sobre sus ciudadanos, dejo de lado el interés por restituir al mundo al statu quo ante, o,
cuando menos, a que se realice la compensación del daño sufrido por y hacia la víctima;
apareciendo la pena estatal como mecanismo de control por el poder político central, en
este contexto, la víctima había pasado a ser un invitado inerte dentro del sistema penal, y
lo que a ella le interesa - la reparación - quedó como objeto de disputa entre intereses pri-
vados, el derecho penal no incluyó a la víctima ni a la restitución al statu quo ante o a la
reparación del daño entre sus fines y tareas, y el derecho procesal penal sólo le reservo al
ofendido, en la materia, un papel secundario como informante para la averiguación de la
verdad.
Debiendo reconocer en este punto que la pena privativa de libertad estigmatiza al au-
tor, siendo difícil su reincorporación a la sociedad, además a decir de Elena Larrauri, que
ese castigo es “Ineficaz porque no consigue su objetivo, cual es la reducción del delito; en
efecto, es corriente la afirmación de que el delito es un producto de muchas causas, para
luego aportar una única “solución” que no guarda relación con las causas apuntadas; es co-
rriente afirmar que no está demostrado que la severidad – en vez de la certeza o celeridad
- del castigo consiga un cambio de conductas, para luego presumir que, si no existiese la
cárcel, existirían mas delitos” (Eser; 1992: 304) y que quien carga con los gastos de aplica-
ción de la pena es el Estado; empero, el daño sufrido por la víctima queda en la mayoría
de los casos sin indemnizar.
Por aquello no debe extrañar que las victimas potenciales de hechos han de preferir,
una mayor participación en el proceso penal y consecuentemente que los conceptos de
mediación reemplacen el rígido sistema penal que se encuentra en manos del Estado, por-
que lo que la victima del delito realmente quiere, “es una reparación por las lesiones o los
daños causados por el delito” (Eser:1992:28), que la paz jurídica perturbada por el delito sea
reestablecida, esto se conseguirá cuando se haga justicia tanto al autor como a la víctima,
que podría conseguirse con la disculpa del agresor y la reparación del daño causado por
su acción y si fuese preciso una aplicación racional de la ley penal por parte de los órga-
nos judiciales y a colaborar, para ello, en la búsqueda de la verdad.
Se debe considerar que el injusto jurídico, es único y toca, en primer lugar, los intere-
ses reales de la víctima, jurídicamente reconocidos, por tanto su participación como pro-
tagonista resulta racional para buscar la solución del conflicto, óptimamente, por aquello
es que con la implementación dentro de nuestro sistema penal del instituto de Salidas Al-
ternativas, con mecanismos legalmente reglados y previstos para la superación de los con-
flictos, conceden a la víctima una papel central en su solución pacífica, empero estas vías
de ingreso de la reparación oportuna al sistema del derecho penal, que buscan principal-
mente: un auxilio real a la víctima colaborando en la tarea de restitución, y reducir la vio-
lencia de la reacción estatal frente al delito, sin embargo, no pueden ser aplicadas de for-
ma desmedida sino solamente en delitos de mediana gravedad y leves, porque no se pre-
tende desarrollar una profesión delictiva, en relación a este punto, la norma estable con-
troles, el primero a través de la discrecionalidad reglada del Ministerio Público y el segun-
do a través del Control Judicial sobre esta forma de solucionar conflictos, esto teniendo en
cuenta los intereses de la sociedad con la conservación del ordenamiento jurídico y en
protección de las próximas víctimas.
• sin perjudicar, y cooperando, con los fines propuestos para la pena estatal;
• sin provocar una nueva expropiación de los derechos de la víctima para resolver el
conflicto, pues hasta ahora los conflictos del delito se han transformado en una perte-
nencia de otras personas.
• Ahora se debe cuestionar si el derecho penal tiene una función pacificadora universal
o sólo relativa a la misma pena, hasta ahora se ha constatado que la tarea pacificado-
ra del derecho penal, emergente del hecho, se limitaba al ámbito de la pretensión pe-
nal, empero la tarea pacificadora de la pena concreta se manifiesta frente a la genera-
lidad en la confianza del resguardo del orden jurídico resultante de una justa punición
y frente al ofendido se trata, de la satisfacción alcanzada mediante la justa punición
del autor, por eso si el Derecho penal sirve a la recomposición del Derecho estableci-
do por la sociedad, la reparación del interés individual lesionado no va a contribuir a
determinar, ni positiva, ni negativamente, la pretensión punitiva del Estado, pues bajo
la tendencia de la doctrina, de que resarcimiento del daño y pena deben ser separa-
dos por principio, es que la satisfacción privada ha sido eliminada más y más del de-
recho penal prevaleciendo la concepción de que todas las medidas tomadas para
complacer al ofendido, son asunto del derecho civil” siendo que en la realidad es pre-
ciso reconocer que las personas apenas diferencian entre ley civil y penal además se
debe considerar primordialmente el principio de primado de la víctima, pues es injus-
tificado la pretensión del sistema penal al tutelar intereses que vayan mas allá de los
intereses de la víctima.
La vigencia de esta institución jurídica dentro de nuestro sistema procesal penal, tuvo
distintas finalidades, empero de forma general, la primera, fue el descongestionamiento de
causas dentro del viejo sistema, es así que la Ley No. 1970 regula en la Disposición Transi-
toria Segunda, la aplicación anticipada de Salidas Alternativas, empero, aquel objetivo apa-
rentemente no fue cumplido debido que los cinco años previstos para la culminación de
procesos dentro del anterior sistema, tuvo que ser ampliado.
• Descongestionamiento judicial
Los problemas identificados en este punto fueron el incremento de causas por año, y
la insuficiencia de recursos humanos y económicos para su tramitación, además que el vie-
jo sistema no permitía formas de solución tendientes a resolver el conflicto tomando en
consideración los intereses de víctima e imputado, así la inclusión de Salidas Alternativas
como formas legales de resolver un conflicto penal, permite que un porcentaje de causas
no ingrese al sistema judicial contencioso, descomprimiendo la labor de justicia penal.
• Economía
• Celeridad y Oportunidad
Con la inclusión del principio de oportunidad dentro del sistema procesal penal, se
busco que las causas que si bien mereciendo reacción estatal, ésta sea en el marco de la
gravedad del hecho delictivo y en interés de la víctima, por tanto con la discrecionalidad
reglada del Ministerio Público y el control Jurisdiccional respecto a esta forma de solucio-
nar el conflicto, “contiendas” que no requieran un tiempo de investigación innecesario y
perjudicial sean factibles de aplicación de Salidas Alternativas. Teniendo presente siempre
que esta respuesta estatal sea oportuna y rápida, pues de otra manera resulta innecesaria,
lamentable de acuerdo a datos estadísticos la solución, se la da después de una investiga-
ción extensa, y desmedida2.
Procurando despoblar las cárceles de los mentados “clientes fijos”, así como el sistema
procesal penal de este tipo de causas, con la finalidad de investigación y castigo hacía de-
litos cuyos efectos tienen mayor magnitud en cuanto al daño que ocasiona a la sociedad
– delitos de cuello blanco -, se pretendió que la selección de causas para su persecución
penal no sea de manera arbitraria sino mas bien, dentro de políticas criminales, dejando
de lado las causas de escasa relevancia social.
• Revalorización de la víctima
Otras finalidades
Cuadro No. 1
A nivel nacional en Juzgados de Instrucción durante la gestión 2002 se registro:
Fuente: Elaboración propia con datos del Reporte Estadístico de Administración de Justicia Penal
De 34569 causas que se registraron en el 2002, se extinguió la acción penal en 2463 casos.
Cuadro No. 2
A nivel nacional en Juzgados de Instrucción se registro, durante la gestión 2003:
Fuente: Elaboración propia con datos del Reporte Estadístico de Administración de Justicia Penal.
De 48868 causas que se registraron en el 2003, se extinguió la acción penal en 1587 casos,
a través de la aplicación de Salidas Alternativas.
En el Distrito de Santa Cruz durante la Gestión 2001, el tiempo promedio de duración en-
tre el inicio de la Investigación y el Requerimiento de Aplicación de una Salida Alternati-
va, fue para:
Cuadro No 2
En el Distrito de Santa Cruz durante la Gestión 2002, el tiempo promedio de duración en-
tre el inicio de la Investigación y el Requerimiento de Aplicación de una Salida Alternati-
va, fue para:
Cuadro No 3.
En el Distrito de Santa Cruz durante la Gestión 2003, el tiempo promedio de duración en-
tre el inicio de la Investigación y el Requerimiento de Aplicación de una Salida Alternati-
va, fue para:
Cuadro No. 4
En el Distrito de Santa Cruz durante la Gestión 2004, el tiempo promedio de duración en-
tre el inicio de la Investigación y el Requerimiento de Aplicación de una Salida Alternati-
va, fue para:
DISTRITO DE COCHABAMBA
Cuadro No. 1
• Criterios de Oportunidad Reglada: máximo 1222 días, mínimo 1175 días y en el prome-
dio de casos en 1198 días.
• Procedimiento Abreviado: máximo 919 días, mínimo 696 días y en el promedio de ca-
sos en 789 días.
• Suspensión Condicional del Proceso: máximo 1198 días, mínimo 714 días y en el prome-
dio de casos en 889 días.
Cuadro No. 2
• Criterios de Oportunidad Reglada: máximo 658 días, mínimo 229 días y en el prome-
dio de casos en 368 días.
• Procedimiento Abreviado: máximo 693 días, mínimo 215 días y en el promedio de ca-
sos en 373 días.
• Suspensión Condicional del Proceso: máximo 735 días, mínimo 194 días y en el prome-
dio de casos en 387 días.
Cuadro No. 3
Cuadro No. 4
CONCLUSIONES
Las Salidas Alternativas son un nuevo modo de encarar la solución de conflictos, distin-
to al modo tradicional de intervenir en los conflictos propios del sistema judicial, así a la
formalización excesiva le opone flexibilidad e informalidad, al temor que inspiran los tribu-
nales, confianza y credibilidad a la lejanía y deshumanización, contacto personal y com-
prensión; en conclusión de lo que se trata es de humanizar y, por lo tanto, volver más efec-
tiva la intervención en esos casos.
La reforma judicial debe asumir que una de sus tareas fundamentales, lograr que el sis-
tema judicial asuma la resolución de conflictos como el centro de su actividad. Debe ac-
tuar en todos los planos y reconocer que la solución de conflictos es uno de sus temas fun-
damentales; desde el diseño de las nuevas organizaciones judiciales y los procesos moder-
nizados hasta la capacitación judicial deben estar imbuidos de esta necesidad. Adiestrar a
los funcionarios judiciales en las distintas técnicas de construcción de soluciones a los ca-
sos, sobre la base normativa pero asumiendo la finalidad de esas normas, es una tarea que
se debe asumir con urgencia.
Los operadores del sistema deben considerar que las causas que les son de su conoci-
miento no deben significar “carga procesal excesiva”, sino conflictos interhumanos que me-
recen una solución oportuna, este concepto repercute en el descrédito hacia el sistema de
justicia penal, pues la sociedad no protesta porque se deje en libertad a quien cometió un
hecho delictivo – que a la generalidad no le interesa -, lo que realmente molesta es la im-
punidad de la delincuencia de cuello blanco, y que los casos comunes no encuentren una
solución rápida y oportuna.
Empero se debe reconocer que el origen del problema – tanto del anterior sistema co-
mo del actual - es la formación jurídica porque si bien no hay un norte en la construcción
de funciones sobre conciliación y pacificación dentro de los operadores del sistema, este
defecto es una consecuencia de la formación, que es luego reforzado por las instituciones
judiciales, preocupadas por una aplicación rutinaria y literal de la ley.
Por otra parte, las Salidas Alternativas constituyen un quebranto a la tradicional hege-
monía de los abogados, que no han recibido ninguna capacitación especial para cumplir
un rol útil, el desprestigio que tiene la profesión jurídica y el atraso de los métodos de en-
señanza que genera una particular mentalidad ritualista y poco creativa, hacen en conclu-
sión, que el abogado no sea visto con confianza por quienes buscan una mediación para
la solución de sus problemas.
Para ello se debe desarrollar una nueva figura, el mediador, que toma los mejores ele-
mentos de la judicatura, y le agrega una mayor horizontalidad en su relación con las par-
tes. El hecho de que ellas deban elegirlo ayuda a este tipo “alternativo” de relación, que es
su mayor fuerza y condición de eficacia
ANEXOS
Cuadro A*
Datos de la Corte Superior de Distrito de Santa Cruz, sobre el ingreso de causas en Juzga-
dos de Instrucción:
Se registraron un ingreso de causas de 9458 durante la gestión 2001, 14395 durante la ges-
tión 2002, 12923 durante la gestión 2003, y 13047 durante la gestión 2004.
Cuadro No. 1
Los porcentajes deben ser considerados en la totalidad de causas ingresadas a Juzgados de
Instrucción del distrito de Santa Cruz expuestas en el cuadro A*
La aplicación de esta Salida Alternativa ha sido de forma regular en los últimos cuatro años
anteriores a este, así durante el 2001 se aplica en 0.61% de causas, durante el 2002 en 0.52
de causas, durante el 2003 en 0.23% de causas, y durante el 2004 en 0.22% de causas.
Cuadro No. 2
La Aplicación de esta Salida Alternativa a sido de forma regular sin embargo en menor por-
centaje en relación a otro tipo de salidas alternativas, así durante el 2001 se aplica en un
0.24% de causas, en el 2002 en 0.12% de causas, en el 2003 en un 0.23% de causas y en el
2004 en un 0.08% de causas.
Procedimiento Abreviado
Cuadro No. 3
Esta salida alternativa es la que registra la mayor cantidad de aplicación en relación a las
otras, siendo que se resolvieron causa por este medio durante el 2001 en 0.47% de causas,
durante el 2002 y 2003 en 1.06% de causas por año y durante el 2004 en 0.44% de causas.
DISTRITO DE COCHABAMBA
Cuadro No. B*
Datos de la Corte Superior de Distrito de Cochabamba, sobre las causas ingresadas en Juz-
gados de Instrucción:
Se registraron un ingreso de causas de 2513 durante la gestión 2001, 4413 durante la gestión
2002, 4946 durante la gestión 2003, y 5307 durante la gestión 2004.
La aplicación de esta Salida Alternativa durante el 2001 fue en 0.07% de causas, durante el
2002 en 0.40 de causas, durante el 2003 en 0.95% de causas, y durante el 2004 en 0.34%
de causas.
La Aplicación de esta Salida Alternativa fue durante el 2001 en un 0.11% de causas, en el 2002
en 0.29% de causas, en el 2003 en un 0.95% de causas y en el 2004 en un 0.43% de causas.
Procedimiento Abreviado
Cuadro No. 3
sos y mayor a 365 días en 3 casos; durante la gestión 2002 de 0 – 15 días 6 casos, de 16 –
30 días 2 casos, de 31 – 90 días en 7 casos, de 91 – 180 días 22 casos, de 181 – 365 días 39 ca-
sos y mayor a 365 días en 13 casos; durante la gestión 2003 de 0 – 15 días 6 casos, de 16 –
30 días 4 casos, de 31 – 90 días en 6 casos, de 91 – 180 días 5 casos, de 181 – 365 días 9 ca-
sos y mayor a 365 días en 3 casos; durante la gestión 2004 de 0 – 15 días 7 casos, de 16 – 30
días 3 casos, de 31 – 90 días 4 casos, de 91 – 180 días 8 casos y de 181 – 365 días 4 casos.
Cuadro No. 2
Cuadro No. 3
DISTRITO DE COCHABAMBA
Cuadro No. 4
Cuadro No. 5
Cuadro No. 6
BIBLIOGRAFÍA
Binder M. Alberto y Obando Jorge 2004; De las “Repúblicas aéreas” al Estado de Derecho, Buenos
Aires Argentina; Editorial Ad-Hoc.
Cruz Tarifa Nadia Alejandra, Memoria de Trabajo Dirigido “Hacía una Solución Pacífica dentro de
Conflictos Penales”, Universidad Católica Boliviana, Carrera de Derecho, La Paz – Bolivia.
Eser Albin 1992; De los delitos y de las víctimas, Buenos Aires Argentina; Editorial Ad-Hoc.
Marino Aguirre Santiago 2001; El juicio Penal Abreviado, Buenos Aires Argentina; Editorial Abeledo
Perrot.
Vitale Gustavo L. 1996; Suspensión del proceso penal a prueba, Buenos Aires Argentina; Editorial del
Puerto S.R.L..
MSD Inc. Bolivia 2005; “Bases para la evaluación y seguimiento a la reforma procesal penal”.
DIRECCIÓN DE POLÍTICA CRIMINAL, 2001 – 2003; Reporte Estadístico del Sistema de Adminis-
tración de Justicia Penal.
www.revistasjudiciales.com
Sumario.-
Prólogo.- La Prueba y la Cadena de Custodia.- Teoría del Árbol Envenenado.- Conclusio-
nes..- Bibliografía..-
Prólogo
Este trabajo pretende que el “nuevo sistema procesal penal boliviano” adopte “La Ca-
dena de Custodia” para que de una forma transparente, garantizada y eficaz, los medios
de prueba puedan ser introducidos y valorados en la etapa del juicio oral, para que de es-
ta forma se fortalezca la credibilidad de la sociedad en el nuevo sistema penal y en las au-
toridades directamente comprometidas con la aplicación del mismo. El Ministerio Publi-
co, y las partes procesales serán los principales beneficiarios, ya que las pruebas, serán ob-
tenidas, manipuladas, presentadas y utilizadas de una forma mas científica, sin que exista
ninguna duda sobre la procedencia de las mismas.
Son pruebas de peritaje científico, aquellas que son obtenidas e investigadas por un pe-
rito, en la investigación también se pueden presentan pruebas ordinarias que no necesi-
tan peritaje; es muy importante el trato que se da a las pruebas obtenidas en la investiga-
ción ya que cualquier descuido puede revertir la prueba. Existen varios tipos de peritajes,
cada uno de ellos recibe un tratamiento diferente, pero la técnica para todos ellos es la
misma, donde nos enfocamos mas es en la escena de un crimen, “es ahí donde se revelan
todo tipo de pruebas. Los peritos científicos, pueden ser: peritos médicos, legales, fotome-
trístas, laboratoristas, toxicólogos, antropólogos, grafólogos, armeros y otros”1.
El origen del delito se da desde que el hombre comienza a vivir en sociedad, y va adop-
tando ciertas costumbres, cuando el hombre viola las normativas de conducta social, rom-
pe estas costumbres que no son aceptadas por él y es castigado.
1 REYES CALDERÓN José Adolfo, Tratado de Criminalística, Ed. Cárdenas, México, 2.000
ta época los que representaban un papel preponderante eran los sacerdotes”2. Desde la
antigüedad se uso una variedad de métodos para poder probar la verdad en las acusacio-
nes hechas en contra de personas que cometieron algún hecho delictivo.
“En la edad media se recurre a la confesión denominada (LA REINA DE LAS PRUEBAS),
la persona sospechosa era obligada a responder, recurriendo para tal objeto a la tortura,
mediante medios traumáticos, presiones tanto psicológicas como físicas; este tipo de mé-
todo también fue utilizado en la época de la inquisición”3.
En el año 1789, con la Revolución Francesa, nace la Declaración de los Derechos Hu-
manos en la que se prohíbe el uso de cualquier medio de tortura.
2 MACHADO SCHIAFFINO Carlos A.., Diccionario Pericial, Ediciones La Rocca, Buenos Aires, Argentina,
1992.
3 VILA José, La Inquisición y las Torturas en la Edad Media, Editorial Aguilar, Madrid, España, 1980.
• Métodos de laboratorio para examinar y analizar las pistas y rastros que presenten en
el curso de la investigación”4.
4 SODERMAN y O´CONELL, La Investigación Moderna del Delito, Ed. Porrua, México, 1.996.
5 IBIDEM
En esta parte cabe hacer un paréntesis y cuestionarnos ¿Qué es prueba? Y sin lugar a
dudas la respuesta mas acertada, para el suscrito, es la que nos da Fabricio Guariglia, al re-
ferirnos “Es la que se obtiene de indicios mas o menos vehementes relacionados con un
hecho que se trata de esclarecer, también es la acción de probar, razonar, testimoniar u
otro medio con que se pretende mostrar la verdad o falsedad de un hecho”6.
La finalidad de la prueba según José I. Cafferrata Nores es aquello que puede ser pro-
bado, “es aquello sobre lo cual debe o puede recaer la prueba”7.
Este tema admite su consideración desde dos puntos de vista, en abstracto o en con-
creto. En abstracto la prueba puede recaer sobre hechos naturales (ejemplo caída de un
rayo, un terremoto, etc.). También puede recaer sobre la existencia y cualidades de perso-
nas (ejemplo, nacimiento, edad, cosas y lugares).
También se puede intentar probar las normas de la experiencia común (ejemplo usos
y costumbres comerciales y financieras, normas jurídicas extranjeras que fundamentan un
pedido de extradición, etc.).
Al contrario no podrán ser objeto de prueba los hechos notorios y evidentes, salvo que
sean controvertidos razonablemente, (ejemplo quien es el actual Presidente de la Nación,
que una persona que camina y habla esta viva, etc.).
Considerando la prueba en concreto, “esta deberá versar sobre la existencia del hecho
delictuoso y las circunstancias que lo califiquen, agraven, atenúen o justifiquen e influyan
en la punibilidad y la extensión del daño causado”8, como señala el tratadista español Julio
Maier en su libro Valoración de la Prueba.
Según Cafferrata, “la finalidad de la prueba deberá estar dirigida a individualizar a los
autores, cómplices o instigadores, verificando su edad, educación, costumbres, condiciones
de vida, medios de subsistencia y antecedentes. También deberá considerarse el estado y
desarrollo de sus facultades mentales, las condiciones en que actúo, los motivos que lo hu-
bieran llevado a delinquir y las demás circunstancias que revelen su mayor o menor peli-
grosidad”9 Estos aspectos necesariamente deberán ser objeto de prueba, aun cuando no
haya controversia sobre ellos.
6 GUARIGLIA Fabricio, La Valoración de la Prueba, Ed. Justicia y Derechos Humanos, Fundación Myrna Mack,
1ra. Ed.,Guatemala, 1.996.
7 CAFFERRATA NORES José I., La Prueba en Materia Penal, Ed. Justicia y Derechos Humanos, Guatemala,
1.996.
8 IBIDEM
9 CAFFERRATA NORES José I., La Prueba en Materia Penal, Editorial Justicia y Derechos Humanos, Guatemala,
1.996.
En resumen, es posible hacer prueba sobre cualquier hecho o circunstancia que pue-
da revelar la verdad histórica de los hechos o circunstancias inherentes a la investigación.
“Doctrinalmente se acepta, según señalan las normas de los tribunales supremos de In-
glaterra y de los Estados Unidos, que en todo tipo de procedimientos se respeten las reglas
de buena fe. No surtirán efecto las pruebas obtenidas, directa o indirectamente violentando
los derechos o libertades fundamentales. En consecuencia queda claro que principalmente
la prueba ilícita se refiere a las violaciones de los derechos constitucionales, sin embargo
también se refieren a la conexión que tienen con lo antijurídico, ósea contrario a la ley”10.
Por este motivo, “la cuestión de la denominada “PRUEBA ILICITA” se ubica, jurídica-
mente en la investigación respecto de la relación entre lo ilícito y lo inadmisible en el pro-
cedimiento probatorio y, desde el punto de vista de la Política Legislativa en la encrucijada
entre la búsqueda de la verdad en defensa de la sociedad y el respeto a los derechos fun-
damentales que pueden verse afectados por esta investigación. Por eso la “PPRUEBA ILÍCI-
TA”, u obtenida por medios ilícitos, se encuadra en la categoría de prueba prohibida”11, se-
gún señala Fabricio Guariglia. Además debe considerarse que la prueba es prohibida siem-
pre que sea contraria a una específica norma legal o a un principio de derecho positivo.
Por eso la prohibición puede ser establecida ya sea por la Ley Procesal Positiva, o por la
Norma Sustancial, Constitucional o Penal. Puede también ser expresa o puede ser implí-
citamente deducida de los principios generales.
Constituyen también Pruebas Ilícitas, las obtenidas con violación del domicilio, las co-
municaciones, las conseguidas mediante tortura o malos tratos, crueles, inhumanos o de-
gradantes.
10 IBAÑEZ Perfecto Andrés, Comentario a la Legislación Española, sobre la Incorporación de Pruebas Ilícitas, Ed.
Universitaria, Salamanca, España, 1.999.
11 GUARIGLIA Fabricio, La Prueba Ilícita, Ed. Universitaria, Salamanca, España, 1.998.
“La Teoría hoy dominante, de la In admisibilidad procesal de las pruebas ilícitas obte-
nidas en infracción a principios o normas constitucionales, esta siendo atenuada por otra
tendencia que apunta a corregir posibles distorsiones a que podría llevar la rigidez de la
exclusión en casos de gravedad excepcional. Se trata de un criterio de proporcionalidad,
incorporado en la legislación concerniente a los tribunales de Alemania Federal, siempre
con carácter excepcional y en casos extremadamente graves, admiten la prueba ilícita,
buscándose un principio de equilibrio entre valores fundamentales o contrapuestos y
siempre en favor de la defensa de los inculpados”12.
12 BERNARD Baiderman, Comentario a las Reformas sobre Derecho Procesal en Alemania, Traducción de
Francisco Canestri, Ed. Latina, Buenos Aires, Argentina, 1.991.
13 GUARIGLIA Fabricio, La Valoración de la Prueba en Materia Penal, Editorial Justicia y Derechos Humanos,
Fundación Myrna Mack, Primera Edición, Guatemala, Noviembre de 1.996.
14 IBIDEM
En síntesis podemos decir que esta nueva creación doctrinal mantiene, que “para de-
terminar si una prueba practicada es valida o no desde la óptica constitucional, debe ser
visto y analizado desde una posición que garantice un proceso legal. Por primera vez se di-
ce que los derechos fundamentales y procesales, con distinción de los derechos funda-
mentales sustantivos, existen respecto de actos procesales concretos con independencia
de su influencia en el resultado del proceso”16.
Finalmente podemos concluir que la “TEORÍA DE LOS FRUTOS DEL ARBOL ENVE-
NENADO” preconiza, “que la Prueba Ilícita o Prohibida, introducida en el juicio oral vicia,
afecta y desvirtúa el proceso penal, afectando al procesado o a la parte civil según el caso,
haciendo imposible la averiguación de la verdad histórica del hecho delictivo”17.
El Titulo III de este Capitulo esta destinado al Testimonio, desde el Art. 193 hasta él Art.
203.
15 ESCOBAR Julio, La Teoría del Árbol Envenenado, Articulo incluido en la Compilación Titulada Valoración de
la Prueba en Materia Penal, Editada por la Fundación Myrna Mack, Guatemala, 1.996.
16 IBIDEM
17 IBIDEM
El Titulo IV, trata sobre la Pericia, que reviste particular relevancia para tratar el tema de
la presente tesis. Sobre los aspectos relacionados a la pericia científica se refieren los Art.
204 el Art. 215, destacándose entre los artículos más importantes los artículos 204, 205 y
213, referidos a la pericia, los peritos y el dictamen respectivamente.
Finalmente el Titulo V de este Libro Cuarto, esta dedicado a los documentos y otros
medios de prueba, reconociendo entre estos últimos, los reconocimientos de personas
(Art. 219) y el careo (Art. 220).
Esto significa que, el Tribunal con criterio razonable debe decidir sobre las pruebas, no
subscribirse a una prueba especifica. Los Jueces, deben asignarle el valor correspondiente
a las pruebas ofrecidas en el juicio. Sin embargo, esta valoración debe ajustarse a la lógica,
experiencia, psicología y sentido común que deben tener los Jueces, refiriéndonos a los
Jueces Técnicos que deben orientar de esta manera a los Jueces Legos, tienen que saber
distinguir cual es la mejor prueba. La sana critica, se refiere a que el Tribunal debe dejar
constancia en la Sentencia del por que admite una prueba o la desestima. Es una forma
más de control del Órgano Jurisdiccional.
En lo referente al los artículos 171 y 172, que se refieren a la libertad probatoria y a las ex-
clusiones probatorias, se debe señalar que constituyen un gran adelanto para nuestra Eco-
nomía Procesal Penal, ya que tenemos la firme convicción de que un buen régimen de
pruebas, es lo único que garantiza el contacto del proceso con la realidad exterior.
Por otra parte, haciendo un examen exhaustivo de los artículos 13 (Legalidad de la Prue-
ba) y 172 (Exclusiones Probatorias), tenemos que si bien prescriben que carecen de toda efi-
cacia probatoria los actos que vulneren derechos y garantías consagradas en la Constitu-
ción Política del Estado, Convenciones y Tratados Internacionales vigentes, el procedimien-
to penal y otras Leyes de la República, no menciona ni se hace referencia a lo que la doc-
trina a llamado “CCADENA DE CUSTODIA”.
CADENA DE CUSTODIA”,
La doctrina sobre Derecho Procesal Penal, conceptúa la “C
“señalando que se trata de una modalidad mas elaborada del requisito de AUTENTICA-
Se han dado casos, donde no existiendo prueba real, esta ha sido fraguada o “creada”
por los operadores de justicia, para tener una base para lograr la condena de alguna per-
sona, cuando existe duda razonable o sencillamente se carece de evidencias. En algunos
casos graves esta introducción ilícita es realizada por dos o más autoridades o en forma
consecutiva, supliendo en una palabra con pruebas falsas, los vacíos existentes en la inves-
CADENA DE CUSTO-
tigación. En este caso estamos frente a una flagrante violación de la “C
DIA”.
18 CORMICK Mac, Comentario a la Jurisprudencia Penal de Puerto Rico, Editorial Justicia y Derechos
Humanos, Guatemala, 1.996.
19 AFTALION R. Enrique, Apuntes para la Investigación, Ed. De Palma, Buenos Aires, Argentina, 1.992.
nal, resultan insuficientes, existiendo un vacío legal con referencia a lo ya anotado que es
la conservación de la prueba a través de la “Cadena de Custodia”. Por este motivo, resulta
ineficaz la norma, imponiéndose de forma imperativa la complementación de estos artí-
culos, con la creación de un nuevo articulo (172 Bis), que reglamente de manera eficaz la
presentación de pruebas, respetando la debida prelación y teniendo el debido cuidado pa-
ra no alterar la “Cadena de Custodia”, que sin lugar a dudas reforzara la credibilidad del
Procedimiento Penal con respecto a los medios de prueba.
Con los antecedentes enunciados, ha llegado al pleno convencimiento de que las dis-
posiciones incursas en el Art. 13 (Legitimidad de la Prueba) del Nuevo Código de Procedi-
miento Penal, resultan insuficientes y por lo tanto ineficaces, debido a la ausencia de dis-
posiciones que prohíban la introducción de pruebas a Juicio Oral, que hayan sufrido alte-
ración, sustitución, deterioro o que sean prefabricadas, aquellas que el proponente no de-
muestre la continua tenencia y custodia, de acuerdo a previsiones de seguridad conforme
a procedimientos policiales, científicos y jurídicos.
Finalmente, se debe detallar en forma especifica todas las pruebas físicas que también
deben ser prohibidas y lo que es más importante, incluir las conminatorias legales perti-
nentes, para los funcionarios, peritos o cualquier otro proponente, que trate de introducir
una prueba de esta naturaleza o incurra en conductas como la sustitución, alteración o
Por el análisis empírico de los hechos y los comentarios de la prensa oral, escrita y te-
levisiva, se ha podido evidenciar la existencia del problema planteado, esto es, la inciden-
cia de casos en los que ha existido sustitución, alteración, ocultamiento de la prueba, y so-
bre todo la falta de demostración de la protección y custodia continua de la prueba.
Por las referencias bibliográficas, se tiene que del moderno Procedimiento Penal, ha
elaborado una compleja doctrina acerca de la llamada “Cadena de Custodia”. Consideran-
do algunos tratadistas que las deficiencias o lagunas en la “Cadena de Custodia” dan lugar
a la anulabilidad de una prueba. Mientras que otros consideran que esta decisión debe ser
tomada por el juzgador, al efectuar la respectiva valoración de la prueba.
También sea llega a la conclusión de que esta doctrina sobre la “Cadena de Custodia”
ha sido incorporada a diversas legislaciones de primer orden como la legislaciones de Mé-
xico, Argentina, Puerto Rico y España.
La conclusión lógica de que el Art. 13 del Nuevo Código de Procedimiento Penal, si bien
prescribe en forma correcta sobre la legalidad de la prueba en sus dos parágrafos, adolece
de una deficiencia básica, ya que no se refiere a la “Cadena de Custodia” que evita la alte-
ración, sustitución o perdida de la prueba, y así asegura su pleno valor legal.
Como consecuencia lógica se debe incorporar en el libro Cuarto que trata de los Me-
dios de Prueba Titulo I referente a las Normas Generales que rigen la Actividad Probato-
ria, un artículo exclusivo dedicado a la “Cadena de Custodia”, que sea complementaria a
las exclusiones probatoria incorporadas en el Art. 172 del Nuevo Código de Procedimiento
Penal. Todo esto para evitar que se desvirtúe la actividad probatoria y sobre todo impedir
la incorporación de pruebas, que despierten una duda razonable con respecto a su valor
legal.
La Policía Técnica Judicial y la Fiscalía, así como los proponentes de las pruebas, tienen
la obligación de demostrar la continua custodia y debida conservación de la prueba.
Es urgente, la elaboración de normas policiales, que cumplan con los requisitos cientí-
ficos y judiciales de conservación, almacenamiento y custodia de la prueba.
ponsabilidad penal del que tiene la custodia de la prueba, por las alteraciones, sustitución,
ocultamiento o desaparición que podrían presentarse. El aseguramiento y conservación
de la Cadena de Custodia, constituye una garantía no solo para la administración de justi-
cia, sino también para asegurar el esclarecimiento del hecho y el cabal resarcimiento del
daño civil causado a la víctima. Así mismo, en caso de actitudes culposas, por impericia,
imprevisión y falta de cuidado en la conservación de pruebas se debe aplicar, la exonera-
ción del funcionario en los reglamentos administrativos correspondientes, sin perjuicio de
la acción penal que determine dicho aspecto.
BIBLIOGRAFÍA
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1. Introducción.-
2. Ciencia forense.-
2.1. La ciencia forense en el proceso penal acusatorio.
3. El nuevo ámbito de funciones en la administración de justicia.-
4. La prueba en el proceso penal acusatorio.-
4.1. Los nuevos elementos de valoración de la prueba en el proceso penal acusatorio.
5. La prueba del ADN.-
5.1.Las bases de datos de ADN.- 5.2. Cadena de custodia.- 5.3. Valoración técnica de la prueba del
ADN.- 5.4.Valoración jurídica de la prueba del ADN.
6. Caso Patricia: Odón Mendoza..-
7. Los principios procesales del proceso penal en la prueba del ADN.-
7.1. La obligatoriedad en la obtención de las muestras de ADN.- 7.1.1. Sacrificio mínimo en el
afectado.
8. Conclusiones.
9. Bibliografía.
1. Introducción.
1 Hernández Ramírez, José L. y Morfín Sánchez, Rogelio, “Seguridad Pública, Estado de Derecho y Derechos
Humanos”, Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología, División de Estudios Jurídicos, Universidad
de Guadalajara, enero de 2001.
2 En un país con altos niveles de violencia, no causa sorpresa que la seguridad ciudadana se haya convertido
en un asunto principal del debate político. Sin embargo, la complejidad del problema obliga a explorarlo des-
de diferentes puntos de vista: En primer lugar, desde los derechos fundamentales, la criminalidad constituye
una violación masiva y constante de los derechos fundamentales (la vida, la integridad física, la propiedad,
etc.). En segundo lugar se denuncia el infructuoso desempeño del Estado en la preservación de la seguridad
pública y del monopolio de la fuerza, resulta imprescindible comprender cómo afecta la violencia criminal las
capacidades y posibilidades de participación de la sociedad civil en la vida política.
Uno de los factores importantes que origina errores en el proceso durante las acusacio-
nes, tiene que ver con la formulación de hipótesis, o razonamientos de prueba aportados
por la acusación y la defensa, se trata de la falta de rigurosidad en el empleo del método
científico y la carencia de conocimientos básicos de ciencia forense. Existe en la actualidad
un lenguaje científico que necesariamente debe ser de dominio elemental de los opera-
dores de justicia, para que puedan reconocer, comprender y evaluar aspectos técnicos pre-
sentes en toda relación procesal.
Este resumen lo vamos a dedicar a describir uno de las temas más destacables de la
ciencia forense y de que manera la ciencia a través de la evidencia científica está transfor-
mando la naturaleza probatoria en un juicio penal. Pero en materia probatoria siempre
existe un riesgo enfrentamiento entre el resguardo de los derechos fundamentales y la
búsqueda de la verdad de los hechos controvertidos ¿Cómo armonizar este probable ries-
go de conflicto de intereses de aplicación y valoración de la evidencia científica en un pro-
ceso penal?
2. Ciencia forense.
Pasamos por una etapa de cambios diversos en todas las áreas del conocimiento hu-
mano, estamos convencidos que una de las características del momento actual es la cone-
xión indisoluble, entre distintas áreas de saber, por ejemplo, la estrecha relación entre la
ciencia y el Derecho. En la actualidad la ciencia se está convirtiendo uno de los actores
principales del desarrollo del Derecho, está inédita relación está adquiriendo un carácter
cada vez más definitivo dentro la extensa gama de los conflictos jurídicos.
para su eficaz actuación. Sigue los principios y métodos de las ciencias tradiciones, tales co-
mo la física, la química, la biología y aquellas que son emergentes de un nuevo escenario
científico. En esta compleja convergencia de disciplinas, hay diferencias específicas que par-
ten de la continua interacción entre la biología molecular, la informática, la electrónica, etc3.
La complejidad del encuentro del Derecho con la ciencia está claramente ilustrada en
la controversia que desató el uso de la prueba del ADN en la administración de justicia. La
importancia y la difusión que ha adquirido la prueba del ADN en la solución de las con-
troversias constituye una clara muestra de las enormes dificultades que su uso forense pro-
vocó en un principio y que se reflejan en los libros y artículos escritos al respecto y en el
conjunto de condiciones mínimas que actualmente se le exigen para ser admitida como
prueba en un tribunal de justicia.
La prueba del ADN se ha convertido en el actor principal del Derecho, cuestiones que
están ligadas a un proceso penal pueden resolverse a partir de un procedimiento científi-
co. Algunos crímenes inusitados de los más complejos pueden ser resueltos utilizando la
información genética, por ejemplo, crímenes del pasado, secuestros, robos, diversas formas
de fraudes, robo de ganado, tráfico de drogas, incluso el contagio deliberado con sangre in-
fectada de VIH/SIDA4. Con esa misma garantía puede utilizarse las pruebas de ADN en
las demandas de investigación de paternidad.
La situación que vive actualmente el Derecho se podría calificar como una época de
cambios trascendentales tanto en sus métodos como en su modalidad de impartirlos. Es
3 Riveros, Gustavo, “La Ciencia Forense al Servicio de los Vivos”, Organización del Estado Iberoamericano para
la Ciencia y la Cultura, Colombia, agosto de 1999.
4 No sólo es sorprendente el uso de la sangre como agente para cometer un crimen, sino también cómo se
logra probar el mismo. Utilizaron para ello y por primera vez en un juicio penal, el análisis de ADN de varias
cepas del virus del SIDA, la técnica fue utilizada en 1993 para rechazar la conexión epidemiológica entre un
cirujano de Baltimore en los Estados Unidos infectado con VIH, y uno de sus pacientes, y establecer que la
fuente de la infección había sido una transfusión de sangre que el paciente había recibido durante su
tratamiento. En 1995 se utilizó el análisis de ADN para realizar un estudio de epidemiología molecular del VIH,
en Escocia, con el objetivo de establecer el número y orígenes de las variantes del virus y los posibles patrones
de su transmisión en Edimburgo; Crisci, Jorge V. y Katinas, Liliana, “La Filogenia Frente a la Justicia”, Revista de
Divulgación Científica y Tecnológica de la Asociación Ciencia Hoy, Volumen 8, Nº 43, noviembre, 1997.
decir que la evolución histórico social y científica, con toda su problemática, es la que va
configurando un nuevo escenario social. En nuestro medio esto se traduce en un necesa-
rio reajuste en los programas de capacitación, de instrucción y educación tanto universita-
rias, así como la especialización de los profesionales5.
No es razonable que en pleno siglo XXI sigamos resolviendo los casos a partir de crite-
rios superados, ignorando las tendencias actuales de la ciencia, que pasan no sólo por la
referida especialización, sino de adecuar nuestros conocimientos, a las actuales exigencias
de un sistema penal acusatorio6. Los avances de la ciencia constituye una realidad innega-
ble que no se puede desconocer, especialmente en una época marcada por la convergen-
cia de disciplinas. Se hace condicionante para operadores de justicia asimilar este lengua-
je científico, de forma tal de entender la importancia de las evidencias científicas en los
procesos penales.
El movimiento reformista impulsado desde el Código Procesal Penal Modelo para Ibe-
roamérica tuvo su impacto en varios países de la región (Colombia, Guatemala, Costa Ri-
ca, Venezuela, Paraguay, Chile, Honduras, Ecuador y Bolivia). En algunos en condiciones
más favorables, en otros como en el nuestro son todavía esperanza para los necesarios
cambios que se deben consolidarse en ámbitos diversos de la administración de justicia.
Uno de los temas actuales tiene que ver con la importancia de la ciencia forense en la
resolución de los juicios penales, luego que la reforma en el proceso penal ha superado
esa cuestionada orientación inquisitorial vigente en el anterior modelo, por tanto, el pro-
ceso penal acusatorio junto a sus beneficios emergentes, es parte de nuestra realidad jurí-
dica y, constituye un elemento fundamental de modernización7.
No hay duda que muchas experiencias del pasado nos han legado amplios conoci-
mientos que tuvieron su importancia y su trascendencia social. Pero debemos reconocer
que cada una de ellas, como era de esperar, se fundó en los avances científicos y tecnoló-
gicos de su época, y en la ideología social imperante distinta a la actual8. Muchos de esos
5 Etxeberria Gabilondo, Francisco, “Medicina Legal y Ciencia Forense”, Profesor de Medicina Legal y Secretario
del Instituto de Criminología Facultad de Medicina y Odontología, Universidad del País Vasco, octubre de
1999.
6 Idem., pág. 4.
7 Ginemo Sendra, Vicente, Derecho Procesal, Tomo, II, “tirant lo blanch”, Valencia, 1992, pág. 65 - 66.
8 El enfoque científico de la justicia se produce en el siglo XX cuando se introduce criterios basados en la ob-
servación razonada y en la proposición de hipótesis. (...). “La ciencia forense surge realmente como ciencia au-
xiliar de la justicia, concepto que por supuesto debe modificarse ahora, en pleno siglo XXI, cuando la ciencia
forense se concibe ya no como auxiliar de la justicia, sino –ni más ni menos– como el principal soporte del sis-
tema procesal acusatorio”.
recursos han sido superados en calidad y eficiencia y, tienen en la actualidad una cobertu-
ra distinta de aquella época9.
El sistema penal acusatorio esta concebido de forma tal que abre a los operadores de
justicia, la utilización de todas las disciplinas que forman la ciencia forense (física, química,
biológica, informática, etc.). En un proceso penal acusatorio prevalece el saber científico,
esta referencia permite una valoración objetiva del contexto de las evidencias, donde los
resultados deben ser necesariamente confrontados durante las audiencias y en presencia
de los sujetos procesales11.
Las conclusiones a que se llega luego de la aplicación de las disciplinas que integran la
ciencia forense, se convierten entonces, en la base técnica de las decisiones jurídicas que re-
suelven los administradores de justicia12. Ahora existe un nuevo escenario en el proceso pe-
nal, un ejercicio dialéctico en el que las pruebas son confrontadas, contrastadas, analizadas,
interpretadas y discutidas, en un franco ejercicio científico y frente a los tribunales de justicia.
Sin embargo, resulta preocupante que a pesar de los avances de la ciencia y su influen-
cia en el Derecho, seguimos adelantando las investigaciones con pruebas testimoniales,
en muchos casos viciadas por algún tipo de interés o subjetividad que deriva en una suer-
te de “acusación ultranza” (por ejemplo, cuando las bases de la acusación se funda en pre-
juicios o testimonios de base legal dudosa13). Con ello, se renuncia a la parte meritoria de
un sistema penal acusatorio.
9 Osorio Isaza, Luis C., “La Criminalística y la Investigación Criminal en el Sistema Penal Acusatorio”, Fiscal Ge-
neral de la Nación, en el acto de instalación del XI Simposio Internacional de Criminalística de la Escuela Ge-
neral Santander, Bogotá, D. C., 6 de octubre de 2004.
10 Las ventajas para el Estado en favor de la adopción de sistemas biométricos son el mejor control de fronteras,
la protección contra la falsificación de documentos y la usurpación de la identidad, el rastreo de ilegales y de-
lincuentes sospechosos, etc. Por el momento no es una posibilidad inmediata que los sistemas biométricos
reemplacen totalmente a los métodos tradicionales de identificación, como los documentos nacionales de
identidad, sino que van a complementarlos, y se podría decir que a fortalecerlos.
11 Osorio Isaza, Luis C., op. cit., pág. 6.
12 Idem., pág. 6-7.
13 No esta permitido que el imputado se auto-incrimine durante el juicio penal, el cargo de prueba correspon-
de al acusador. El acusado no esta obligado a proveer ninguna prueba que pueda ser usada en su contra. Es-
te derecho garantiza contra la posibilidad de ser forzado a revelar hechos incriminatorios y eventualmente
el uso de la tortura o de otro medio para forzar confesiones.
La misma lucha contra la criminalidad exige que los principios procesales tales como
la legalidad, la presunción de inocencia, la objetividad, la proporcionalidad, y otras referen-
cias mínimas como la sana critica en el juicio sean respetadas14. Si esta lucha nos obliga a
descuidar la naturaleza legal de la democracia y no se garantiza el derecho de todo impu-
tado a un justo juicio, esto podría representar una señal de victoria de la criminalidad.
El sistema procesal penal que se encuentra vigente en Bolivia, establece un marco le-
gal que impone nuevos parámetros de actuación a los órganos responsables de la admi-
nistración de justicia, señalando a la Fiscalía como la responsable principal de la función
investigativa y de acusación con el concurso de la Policía Técnica Judicial, y el Instituto de
Investigaciones Forenses, dejando al juez las decisiones de resguardo de los derechos y ga-
rantías fundamentales y la definición del conflicto penal15.
14 El fiscal procurará ser imparcial en la búsqueda de la prueba, sin que sea admisible que frene una investi-
gación si se está acercando a demostrar la inocencia de un imputado, siempre se buscará la determinación
de la verdad real averiguando con igual decisión lo que favorezca o desfavorezca a las partes.
15 Osorio Isaza, Luis C., op. cit., pág. 7.
16 Las hipótesis sirven para que el fiscal pueda diseñar su estrategia y ejecutar las actividades de indagación, se
trata de objetivos, que permiten a cada parte construir la teoría del caso, y que luego cada parte lo expondrá
con el propósito de persuadir que la suya es la más creíble, por su veracidad y justicia y finalmente sirve para
trazar el programa metodológico de la investigación que se van creando en el proceso.
17 Las funciones de acusación y defensa requieren de exponer argumentos, dialogar y refutar, contradecir las
razones de la parte contraria a través de actividades orales o escritas que son admitidas en los procesos
penales. El fiscal y el abogado defensor deben ser competentes para expresar sus ideas con claridad y pre-
cisión, lo cual supone mejorar las capacidades para relatar los hechos. En cambio el juez debe tener la capaci-
dad para escuchar, porque sin este presupuesto no se cumple el objeto del juicio: El debate.
18 Un profesional abogado, para cumplir su objetivo en el proceso penal desarrollará una estrategia de investi-
gación, que se inicia por la comprensión de los sus propios conocimientos y habilidades. Esto exige un ejerci-
cio de introspección para saber qué se tiene para decir y con qué habilidades cuenta; Ferri, Enrico, “Defensas
Penales”, Editorial Temis, Bogotá 1978.
19 El concepto de adversarial no debe ser entendido como discordia, sino en sentido positivo, de manera con-
structiva, como un recurso dinámico de diálogo racional para llegar a la justicia. En la controversia se exponen
hipótesis opuestas que son objeto de una libre discusión, que permite que surja la verdad, la duda se supere
y el problema sea resuelto. Por esta razón, el fiscal y al abogado defensor deben reconstruir el hecho, sin olvi-
dar que cada parte relata los hechos a su modo, desde el punto de vista que le favorece. Se ofrecen versiones
diferentes, se calla o aun exagera hechos según el interés que lo impulse. En muchos casos el denunciante,
por interés parcializado, por descuido o ignorancia, puede omitir el relato de hechos que tienen relevancia
jurídica y que el fiscal con una visión objetiva debe completar; sucede, por ejemplo, que alguien al denunciar
un homicidio relata con detalle cómo se produjo la muerte, pero no relata que la víctima provocó grave e
injustamente al homicida.
20 Ferrajoli, Luigi, “Derecho y Razón Teoría del Garantismo Penal”, Madrid, Trotta, 2ª Edición, 1998.
21 Es necesario precisar que el principio de inocencia no indica que el procesado sea en realidad inocente. De
ser ello verdadero, sería injusto someterlo a un proceso penal; por el contrario, sí se le consideraría culpable,
resultaría inocuo la actuación y luego valoración de las pruebas. De tal modo, el principio de sospecha que
da vida al proceso penal, se transmite a la persona imputada en el mismo momento que se inicia la investi-
gación; Cárdenas Ruiz, Marco, “La Presunción de Inocencia”. En Derecho Penal Online/revista electrónica de
doctrina y jurisprudencia en línea. Disponible en Internet: http://www.derechopenalonline.com.
En suma, el debate oral constituye un valor central en el sistema acusatorio, por cuan-
to las partes admiten solucionar sus diferencias por la vía de la discusión democrática25.
Aceptan no usar la fuerza sino acudir a un proceso judicial, para acercarse a la verdad con
la ayuda de discusiones críticas, impersonales y objetivas. Pero la cualidad de decidir, con-
ceptuar, alegar, controvertir, impugnar, exige capacidad para debatir, argumentar, refutar y
dialogar26. Esto es, capacidad para sostener o refutar una tesis, para convencer a otros acer-
ca de la validez, de la aceptabilidad de sus afirmaciones o negaciones, puesto que en el trá-
mite del proceso siempre se está cuestionando. Se discute acerca de la pretensión, las
pruebas, la aplicación y la interpretación del derecho, las decisiones, los argumentos y las
tesis de las partes.
La prueba en el proceso penal acusatorio está constituida por aquella actividad que
han de desarrollar las partes acusadoras en colaboración con el tribunal a objeto de des-
virtuar el estado de no culpabilidad respecto del delito que se le atribuye o derecho a la
presunción de inocencia, el cual es el punto de partida de toda consideración probatoria
en un proceso penal que se inicia con la verdad provisional o interina de que el imputado
es inocente27.
del proceso van a recaer en derechos y garantías de especial importancia para el imputa-
do. La prueba producida en el sistema que estamos comentando tiene características muy
definidas que están adecuadamente expuestas en la clasificación del penalista José Martí-
nez Ríos:
2. Sólo tiene el carácter de prueba las practicadas en el juicio oral, bajo los principios de
inmediación, contradicción, publicidad e igualdad, etc.
4. Las pruebas requieren de cierta entidad, no bastando las conjeturas o las meras sos-
pechas.
Incompatibles con estos caracteres son “las ficciones de culpabilidad”. Es decir reglas
absolutas de apreciación de la prueba que le obliguen al juez a considerar probada la cul-
pabilidad o parte de ella de un modo automático28. Cualquier ficción de esta naturaleza es
inconstitucional y no responde a los criterios de un sistema penal acusatorio29. Las presun-
ciones de ninguna manera pueden ser consideradas un medio de prueba, como errónea-
mente se entendía en el anterior sistema penal. Sería absolutamente inimaginable, por
ejemplo, que una de las partes durante el juicio oral señalara que va a rendir su “prueba de
presunciones”.
Un Estado de Derecho exige la vigencia plena de los principios procesales, incluso pa-
ra el imputado, por lo que se le reconoce durante todo el proceso un estado jurídico de
no culpabilidad respecto del delito que se le imputa, recogido en el artículo 6 del Código
Procesal Penal que señala: “Todo imputado será considerado inocente y tratado como tal
en todo momento, mientras no se declare su culpabilidad en sentencia ejecutoria”. Dicha
norma no hace sino recoger la garantía procesal de la carga acusatoria de la prueba: Nulla
accusatio sine probatione31.
31 El principio nulla accusatio sine probatione o de la carga de la prueba, exige acreditar cada uno de los pre-
supuestos de los hechos jurídicamente relevantes que sustenten esa teoría de acusación. La valoración
racional de los diversos medios de prueba y la exposición de las razones o argumentos que la apoyan. Son
fines de las pruebas, llevar al conocimiento del juez -más allá de toda duda razonable-, los hechos y circun-
stancias del juicio y los de responsabilidad penal del acusado, como autor o partícipe. Las sentencias con-
tendrán la determinación de los hechos probados que son objeto de la decisión. Por ello existen más posi-
bilidades de persuadir al juez cuando se cuenta con pruebas, con razones que respaldan la teoría que se
defiende; Nardiello, Angel Gabriel, “Presunción de Inocencia”, Revista de Derecho Penal, 15 de noviembre de
2001.
32 Zaffaroni, Eugenio Raúl, “Derecho Penal Parte General”, Porrúa, México, 2001.
33 De alguna forma, estos derechos coinciden con los 10 axiomas del sistema garantista en materia penal, de
que habla el profesor Luigi Ferrajoli en su obra Derecho y Razón, en la que, además, acertadamente indica
que un Estado en el que se cumplan en los hechos y a cabalidad esas garantías o axiomas es un ideal y algo
difícilmente alcanzable en su totalidad. Esos axiomas son: Nulla poena sine crimine; Nullum crimen sine lege;
Nulla lex (poenalis) sine necessitate; Nulla necessitas sine iniura;Nulla iniura sine actione; Nulla actio sine
culpa; Nulla culpa sine iudicio; Nullum iudicium sine accusatione; Nulla accusatio sine probatione; Nulla pro-
batio sine defensione.
34 Martínez Ríos José, op. cit., pág. 19.
El mérito del sistema penal acusatorio consiste en que no existe limitación de elemen-
tos de convicción que pueden emplearse en el proceso, ni se establecen a priori el valor
probatorio de ninguno de los elementos de convicción que pueden producirse en el mis-
mo; ni tampoco se limita con carácter general y abstracto, el número de pruebas que pue-
de producir cualquiera de las partes en el juicio, las que en definitiva son las características
distintivas e invariables del sistema de libre valoración de la prueba35.
Sin embargo tal afirmación no es definitiva mucho menos cuando se persigue el inte-
rés superior. Carlos Del río ferretti, destacando a Binder36, por ejemplo, afirma que el prin-
cipio de la libertad de medios de prueba y la búsqueda de la verdad histórica debe ceder
ante el verdadero principio esencial y básico del proceso penal: La justicia o como él dice
a las adquisiciones de la información procesal en homenaje al concepto de dignidad de la
persona y sus derechos fundamentales.
Ahora resulta más o menos universal concluir que el sistema de libre convicción o de
sana crítica, según lo llaman otros, requiere incorporar ciertos criterios de valoración que
sirven de límite a una eventual apreciación “arbitraria” de los hechos conocidos por el juez.
Se dice además que esos criterios son esencialmente tres: La lógica formal, las máximas
de la experiencia37 (agregan algunos autores, casi como sinónimo, el sentido común) y los
conocimientos científicamente afianzados.
La prueba del ADN40, es una prueba científica, realizada con muestras de tejidos, pe-
los, sangre, saliva, sudor, semen, etc., a través del cual se determina la identidad genética de
una persona. Se analizan y comparan características genéticas altamente distintivas entre
individuos, con muestras de evidencias biológicas recuperadas en las diferentes escenas
del crimen para compararlas con el de un sospechoso. Se puede realizar el análisis sobre
cantidades mínimas, incluso cuando sus condiciones de conservación no han sido favora-
bles y aparecen parcialmente degradadas o contaminadas41.
38 Para apreciar la prueba, se tendrá en cuenta los principios de la sana crítica y, especialmente, lo relativo a la
naturaleza del objeto percibido, el estado de sanidad del sentido o sentidos por los cuales se tuvo la percep-
ción, las circunstancias de tiempo y modo en que se percibió, la personalidad del declarante, a la forma co-
mo hubiere declarado y las singularidades que pudieron observarse en el proceso. Se evalúa la prueba me-
diante la persuasión racional, se guía por su raciocinio, el análisis crítico, la lógica, la dialéctica, la ciencia y las
reglas de la experiencia.
39 Reyes Medina, Cesar A; Solanilla Chavarro, Cesar A; Solórzano Garavito Carlos Roberto, “Sistemas Procesa-
les y Oralidad”, Ediciones Nueva Jurídica, Bogotá, 2003.
40 La prueba del ADN estudia básicamente unas regiones del ADN que presentan variabilidad entre los distin-
tos individuos, es decir, estudia regiones polimórficas del ADN. Analizando un determinado número de regio-
nes polimórficas, la probabilidad de que dos individuos sean genéticamente iguales es prácticamente nula
(excepto en el caso de gemelos univitelinos); Estrala, Carmen, “Técnicas de Análisis del ADN en Genética Fo-
rense”, Laboratorio de ADN Forense, Departamento de Medicina Legal, Universidad de Granada- España,
2000.
41 Claros, Miguel, “Error Judicial y Pruebas de ADN”, Centro de Estudios de Justicia de las Américas Santiago,
Chile, Año II, N° 12, junio de 2002.
Una base de datos de ADN es importante para resolver el esclarecimiento de una va-
riedad de crímenes, técnicamente contendría –en versión alfanumérica y digitalizada- de
las huellas genéticas de personas imputadas y condenadas por delitos tales como homici-
dios, violaciones, robos, secuestros, etc., así como huellas genéticas halladas en las escenas
de los crímenes o cuerpos del delito y que correspondan a personas no identificadas42.
Por ejemplo, cuando en la escena del crimen queden indicios de material biológico
presuntamente correspondientes al autor de un crimen, una vez que se obtengan las hue-
llas genéticas (huellas genéticas dubitadas), ellas se contrastarán con las huellas que estén
almacenadas en el sistema (huellas genéticas indubitadas) a fin de determinar si corres-
ponden o no a algún condenado o imputado que se encuentre registrado. De este modo,
si se produce una coincidencia, ello será un indicio decisivo de que la persona a quien co-
rresponde la huella registrada (indubitada) pueda haber tenido participación en el cri-
men43.
Sin embargo no será una prueba directa o inmediata de participación ya que en prin-
cipio sólo prueba que la persona estuvo presente en la escena del crimen o que, al menos,
su huella apareció “en el lugar”, y su valor probatorio todavía depende de otros factores que
coexisten en el hecho. Pero sí constituye un antecedente importante a partir del cual el fis-
cal podrá canalizar o dirigir su investigación en un determinado sentido.
También puede servir para esclarecer los casos de crímenes en serie. Suponiendo que
se cometan tres violaciones en distintos lugares del país, una vez ingresadas las respectivas
huellas de ADN en el registro de evidencias (que es el registro en el que se almacenan las
huellas encontradas en el cuerpo del delito y que corresponden a personas aún no iden-
tificadas), éstas coincidirán entre sí, dando con eso lugar al importante indicio de que el
autor de los tres delitos es una misma persona.
mayor trascendencia y sugería algunas hipótesis interesantes, por ejemplo, el perfil del cri-
minal, si la huella genética coincidía con otras registradas anteriormente, ésta tendría que
revelar el perfil de un posible asesino en serie. Afortunadamente el caso fue resuelto lue-
go de practicarse las pruebas de ADN al sospechoso del crimen, con ello se confirmó la
hipótesis que se había manejado desde un inicio45.
Sin duda que esta información resulta muy útil para la investigación criminal, ya que
permite descifrar patrones de conductas (relevante para procurar evitar o pesquisar un
cuarto o quinto crimen), así como ahorrar recursos al Estado en la búsqueda del imputa-
do y otras diligencias procesales. Los “violadores habituales” y “violadores en serie” suelen
ser siempre reincidentes. Esta información es de enorme importancia para comparar la
huella genética del sospechoso, con la huella hallada en la víctima y confirmar o descartar
que hay un culpable conocido.
En las agresiones sexuales y otro tipo de delitos violentos, la preservación de las eviden-
cias biológicas a través de la denominada cadena de custodia es la diligencia más impor-
tante en un proceso de investigación que se lleva adelante hasta la instancia del juicio, ya
que en estas actuaciones preliminares, el elemento físico hallado en la escena del crimen,
se constituyen en la evidencia decisiva sobre los hechos que se buscan esclarecer46.
Las evidencias recuperadas, tales como manchas de sangre, semen, cabello, etc., son
elementos decisivos que confirma o descarta la presencia de un individuo en el lugar del
crimen y a diferencia de las declaraciones de testigos, la evidencia científica es “casi inob-
jetable” ya que mientras los testigos pueden mentir o confundirse o ser influenciados por
terceros, los resultados de las pruebas de ADN no47. Las conclusiones científicas deben ser
heridas de arma punzo cortante en el vientre. Antes de ser asesinada la niña fue violada y golpeada había
sufrido golpes, tenia 18 heridas punzo cortantes en el tórax y abdomen que habían lesionado el hígado, y los
intestinos; La Razón, Edición Digital, viernes, julio de 2005.
45 La investigación que la Fiscalía llevó adelante en el caso de la niña Estéfani Mallcu, fue refrendada por el exa-
men de ADN que el Instituto de Investigaciones Forenses (IDIF) hizo a las muestras que se halló en el lugar
del asesinato y la violación. El resultado fue positivo, es decir, el perfil genético hallado en las pruebas coin-
cide con el ADN del asesino, Juan José Poma Pocacoma.
46 Cadena de Custodia, un reto para la Policía Judicial, Oficina de Informática de publicación Colombia, 20 de
agosto de 2004.
47 La crítica a la credibilidad de un testigo depende del concurso de cualquier circunstancia que induzca al juz-
gador a que se ha engañado o que ha querido engañar. Por lo tanto, es necesario que las impugnaciones con-
tra un testigo recaigan sobre su intelecto (sospecha de que él se engañe) o sobre su voluntad (sospecha de
que él quiera engañar); Vitale, Gabriel M. A., “Testimonios de niños y niñas. Análisis y propuestas”, En Derecho
Penal Online, Revista Electrónica de Doctrina y Jurisprudencia, Internet:
http://www.derechopenalonline.com.
siempre probadas48. Esa es sin duda la diferencia más significativa con las demás pruebas,
por ello en caso de duda y en ausencia de otras evidencias importantes se debe recono-
cer la primacía de la evidencia científica.
Sin embargo, las evidencias pueden tener dificultades probatorias durante acusación,
cuando no se ha protegido de manera adecuada la cadena de custodia y se han contami-
nado las muestras de ADN, de tal manera que los resultados pueden conducir a interpre-
taciones equivocadas por parte de los forenses, fiscales, jueces y abogados49. Estos proba-
bles riesgos, hacen cuestionables los resultados de las pruebas por parte de la defensa y la
acusación a tal punto que se puede desvirtuar los fundamentos de una acusación.
48 La ciencia es un proceso de producción de conocimientos que depende tanto de hacer observaciones cui-
dadosas de los fenómenos como de establecer teorías que les den sentido. El cambio en el conocimiento es
inevitable porque las nuevas observaciones pueden desmentir las teorías prevalecientes. Sin importar qué tan
bien explique una teoría un conjunto de observaciones, es posible que otra se ajuste igual o mejor, o que abar-
que una gama más amplia de observaciones. En la ciencia, comprobar, mejorar y de vez en cuando descar-
tar teorías, ya sean nuevas o viejas, sucede todo el tiempo. Los científicos dan por sentado que aun cuando
no hay forma de asegurar la verdad total y absoluta, se pueden lograr aproximaciones cada vez más exactas
para explicar el mundo y su funcionamiento.
49 Bianchi, Néstor O.; Martínez-Marignac, Verónica L., op. cit., pág. 4.
50 Hay ciertas preocupaciones muy notables desde el punto de vista técnico en la recolección de las evidencias
de ADN. Se esta produciendo un fenómeno generalizado que alcanza a desconocer la importancia que tie-
ne la escena del crimen. Con mayor frecuencia se está relajando el rigor de ese momento inicial clave en la
confianza de que en el laboratorio se podrá discriminar la información relevante de la que no es. Esta es una
actuación equivocada, porque lo más importante que hay en la investigación criminal es la escena del cri-
men.
51 Lorente Acosta, M; Lorente Acosta, José A. y Villanueva Cañadas, E., “Identificación Humana y Medicina Legal”,
Consideraciones Éticas y Jurídicas, Departamento de Medicina Legal, Universidad de Granada, España, 1999.
Los delitos que con mayor frecuencia se producen en nuestro medio son las agresio-
nes sexuales. Solo este año se han reportado un número superior de agresiones sexuales,
algunos que no son de dominio público y otros bastante difundidos (por los medios de
prensa), tal como el comentado caso de la niña Estafani Mallku Aguilar o, la noticia recien-
te de una agresión sexual a una mujer joven, que incrimina como presuntos autores de es-
te delito a funcionarios un distrito policial de la zona sur de Cochabamba.
¿Cuál debería ser la primera actuación pericial el caso concreto de una agresión se-
xual? Constituirse en el lugar del hecho y de inmediato se procede a la toma de muestras
de ADN de la víctima, toma de muestras de los supuestos agresores, fracción masculina de
muestras de ADN vaginal de la víctima, muestras de ADN del acusado, fracción femenina
de la muestra de ADN vaginal de la víctima y fracción masculina de la muestra de ADN
vaginal de la víctima.
Sobre la decisión final de un caso concreto de agresión sexual, es el juez quien estable-
cerá, el acierto definitivo de probabilidades, basándose en otras pruebas relacionadas y
que serán decisivas a momento de dictar la sentencia53. Los informes técnicos cumplen la
tarea de auxiliar del juez para orientar su capacidad de juzgar, pero en ningún caso, la opi-
nión del perito puede ser considerada como una valoración decisiva. Los jueces tienen su-
ficiente libertad en la valoración de las pruebas.
En las agresiones sexuales existen dos indicadores generales para la decisión final del
juzgador:
53 “Ninguna legislación procesal penal que acepta el sistema de valoración de la prueba, conocido como sana
crítica, puede ignorar, y tanto menos los aplicadores de la ley, las pruebas circunstanciales indirectas, anal-
izadas en base a la lógica, la ciencia y la experiencia a que debe recurrir el juzgador”; “Impunidad Judicial y
Prueba Indiciaria”, Departamento de Estudios Legales, Fundación Salvadoreña para el Desarrollo Económico
y Social, 1999.
54 Dados los razonamientos anteriores, el análisis bayesiano sería el modo correcto de valorar la prueba del
ADN; es decir, calcular la probabilidad condicional de un suceso aplicando el teorema de Bayes que permite
calcular el valor de una probabilidad teniendo en cuenta datos previos: El juez debería valorar de forma obje-
tiva la prueba científica multiplicando su grado de creencia previa sobre la culpabilidad del acusado, expre-
sado en forma de apuesta (5 a 1 a favor de su inocencia, 10 a 1 a favor de su culpabilidad) por un factor “razón
de verosimilitud”, LR, o “likelihood ratio” que el genetista forense debe proporcionar al juez y que puede
denominarse “razón bayesiana de probabilidad”, cuyo valor es: LR = P(E/C) / P(E/I). Es decir, LR es igual al
cociente entre la probabilidad del hallazgo científico E, dada la culpabilidad C y la probabilidad del hallazgo
científico E, dada la inocencia I. En el ejemplo anterior, el valor de LR sería 1/0,01 = 100; es decir, la probabili-
dad de culpabilidad del sospechoso (en opinión del juez) expresada en forma de apuesta se habría multipli-
cado por cien.
¿Es la evidencia aportada por la prueba del ADN por sí sola suficiente para condenar
a un sospechoso en ausencia de otras pruebas? Un juzgador puede preguntarse ¿Cuál es
la probabilidad de que el ADN de un individuo inocente coincida con la muestra obteni-
da en las investigaciones? Pero otra pregunta a formular es ¿Cuál es la probabilidad de que
un individuo cuyo ADN coincida sea inocente? La solución a estos interrogantes consiste
en utilizar la respuesta de la primera pregunta (probabilidad escasa) para responder a la
segunda (depende del conjunto de pruebas, no sólo la prueba del ADN). En consecuencia
para dictar una sentencia condenatoria hay que tener en cuenta la totalidad de las prue-
bas.
55 Castellano Arroyo, M., “Estudio Individual de los Indicios del ADN”; en: “Dogmática Penal, Política Criminal y
Criminología en Evolución”, ediciones Carlos M. Romeo, 1995.
56 ¿La prueba del ADN es confiable? ¿El resultado obtenido con esta técnica es creíble? Un número de estudios
los cuales fueron diseñados científicamente para dar respuesta a estos interrogantes nos indican que sí. Esta
es sin duda la ventaja más importante de la utilización del análisis del ADN para la investigación criminal,
respecto de los métodos clásicos, como la tipificación de grupos sanguíneos o los marcadores de histocom-
pa-tibilidad (HLA). Si en los métodos tradicionales puede llegarse a estimar inclusión con una certidumbre
que oscila entre el 90 y 98%, en la prueba del ADN con la PCR, usualmente se manejan estimaciones que
tienen un grado de confiabilidad del 99,99%.
57 Hojman, Gustavo, “El Análisis de ADN y su Utilización en la Justicia Penal”, Médico –Periodista.
http://www.wwiecorp.com/informacion.htm/27 de enero de 2004.
de la misma manera se utiliza para establecer que ese individuo no es el autor de esa agre-
sión sexual.
Por ello, las pruebas de ADN aceptadas inicialmente como un recurso de persecución
criminal contra autores de crímenes sexuales-, ahora se ha agregado como un instrumen-
to decisivo y de último recurso de aquellos abogados defensores, cuando tratan de demos-
trar, por ejemplo, “falsas denuncias de agresiones sexuales”, incluso después de que los acu-
sados ya han sido condenados.
En los EE.UU. existe una fundación denominada “proyecto inocencia” que se encarga
de demostrar la inocencia de centenares de personas injustamente condenadas. La singu-
lar idea de este grupo de abogados es usar la prueba del ADN para probar que estas per-
sonas fueron injustamente sentenciadas. El proceso que utilizan es el siguiente: Rescatan
las pruebas biológicas que los inculparon y las someten a las pruebas de ADN. Las estadís-
ticas son impresionantes: De cada tres casos que recibe el proyecto inocencia, después del
análisis de ADN, resulta que dos eran inocentes.
La tarde del 27 de agosto de 1999 desapareció Patricia Flores, una niña de 10 años de
edad, que cursaba el tercero de primaria en la escuela Vicenta Juaristi Eguino en la ciudad
de La Paz. Esa misma tarde la niña fue violada golpeada y asesinada, con el cuello fractu-
rado; pero aun llevaba puesta su faldita con sangre y semen, una chompa con fibras de ro-
pa ajena. Sus restos fueron encontrados a principios de septiembre en un depósito de su
establecimiento.
La Policía Técnica Judicial de La Paz inició las investigaciones bajo la dirección del fis-
cal Rodolfo Gutiérrez. El 11 de septiembre de 1999 Odón Mendoza fue detenido preventi-
vamente en la cárcel de Chonchocoro como el principal sospechoso del crimen. Posterior-
mente fue detenido Reynaldo Flores Barrera, yerno de la portera de la escuela de Patricia,
también como otro sospechoso58.
58 El caso del regente Odón Mendoza, acusado de haber violado y dado muerte a la niña Patricia Flores. Cuan-
do fue recluido en la cárcel de Chonchocoro, sólo un milagro evitó que fuera linchado por los otros presos,
como se ha hecho costumbre en nuestros penales con acusados de ese tipo de delitos. La Policía y la Fisca-
lía, sentían la presión de una opinión pública que cuestionaba su “eficiencia”. Tan convincentes fueron los “in-
vestigadores”, que una destacada periodista virtualmente “condenó” a Mendoza al reconstruir el caso y “pro-
bar” que los zapatos que calzaba el día de los hechos coincidían con el color de las rayas que había dejado el
delincuente en las paredes que transpuso para cometer el delito; Maldonado, Hernán “Los pillos libres, los ino-
centes encarcelados”, Analítica Consulting, martes 10 de abril de 2001.
Fue la presión y la protesta social, además del pedido popular de la población que re-
clamó justicia, para que la Policía Técnica Judicial, a través del gobierno solictite apoyo al
FBI, para lograr identificar al verdadero autor del crimen. Para entonces, el principal sospe-
choso era Odom Mendoza, un regente alcohólico en rehabilitación, divorciado, a quien
atribuyeron varias enfermedades sexuales y hasta se construyó en tordo a él un perfil psi-
cológico de criminal59.
El documento del FBI, conocido por las autoridades de nuestro país, no negó ni confir-
mó la responsabilidad de Odom Mendoza en la violación y asesinato de la niña Patricia.
Sin embargo, un informe complementario del FBI, entregado en julio de 2000, señalaba
que el ADN encontrado en las evidencias recogidas en la escena del crimen coincidía con
el de José Luis Flores (un asesino y violador en serie) y que estaba detenido en la cárcel
Chonchocoro60.
El juez Armando Mendoza desestimó el informe del FBI porque las muestras analiza-
das no correspondían al lugar donde la niña Patricia Flores fue asesinada, fue rechazado
para evitar que la defensa del imputado polemice sobre el caso. Además por considerar
que el informe del FBI no era lo “suficientemente claro”. El juez a tiempo de dictar la sen-
tencia se basó en otras evidencias, esta determinación la asumió en atribución al uso dis-
crecional de las pruebas que le conferían los artículos 135 y 145 del Código de Procedimien-
to Penal (abrogado)61.
Entre las evidencias aceptadas como pruebas estaban los certificados de la autopsia, el
levantamiento legal del cadáver, las tomas de muestras de sangre, las fibras de lana de co-
lor azul encontradas en las prendas de la niña y en el cinturón de Mendoza, las huellas de
sus zapatos y un certificado médico que señalaba una enfermedad de transmisión sexual
que tenía Odón Mendoza y que fue transmitida a la niña Patricia Flores. Las pruebas fue-
ron ratificadas por los investigadores de la PTJ y en audiencia pública, se confirmó que
Odón Mendoza era el autor de la violación y la muerte de la niña Patricia. La presión so-
59 Mercado Centellas, Ximena, “El FBI Ratifica Inocencia del Odom Mendoza por la muerte de Patricia”, peri-
odista de Jhata, agosto de 2002.
60 El agregado legal del FBI Kevin W. Currier recordó que meses antes del crimen de Patricia guardó un artículo
de periódico de la violación y brutal asesinato de la niña Dora Jannco en la ciudad de El Alto y que se detuvo
a José Luis Flores Flores, sospechoso del crimen. “Me acordé de este caso y pedí el ADN de José Luis Flores y
resultó ser el mismo que se halló en las prendas de Dora Jannco y en las de Patricia Flores....”; Entrevista al agre-
gado legal del FBI Kevin W., Currier Agencia Jatha , 26 de agosto de 2002.
61 Para respaldar el requerimiento, el fiscal asignado presentó exámenes de laboratorio de la ropa, folders y hojas
de papel pertenecientes a Odón Mendoza, así como un informe psicológico y criminal del perfil del ex
regente, que lo muestra perverso y con desviaciones sexuales. A eso se suman las fibras de lana de la chom-
pa azul que vestía la víctima y que supuestamente se encontraba en el cinturón del acusado, además de
informes médicos que certifican que Mendoza sufrió enfermedades venéreas; Correo del Sur
Odom/Patricia: “Piden 30 años a dos Sospechosos del Crimen”, viernes 17 de enero de año 2003.
El ex regente de la escuela Vicenta Juariste Eguino, Odón Mendoza, recibió una senten-
cia de 30 años de cárcel por la muerte y violación de la niña Patricia Flores62. Su cómplice
Reynaldo Flores Barrera fue condenado a 10 años por violación, las ex porteras del estable-
cimiento escolar Berna Pórcel y Margarita Uzeda recibieron una condena de dos años por
incumplimiento de deberes y la ex directora de la escuela, Rosario Villarroel fue absuelta.
¿Cuáles son las conclusiones preliminares en este juicio penal?, ¿Qué factores han in-
fluido en la convicción del juzgador a momento de valorar las pruebas de la defensa y la
acusación?, ¿Por qué no se tomo en cuenta los resultados del informe forense del FBI?,
¿Fue una sentencia dentro las estimaciones de un análisis razonable?, ¿Ha sido la presión
social un factor influyente que ha condicionado negativamente una sentencia hasta aho-
ra cuestionada?, Probablemente algunos dirán que existió una defectuosa inferencia en el
juzgador, elementos que, según hemos visto, no deben forman parte de los esquemas de
un sistema penal acusatorio.
Se puede advertir que la evidencia científica –en el caso Odón Mendoza- fue errónea-
mente excluida a pesar de que la naturaleza, propósito y pertinencia de la misma ya goza-
ba de consenso y aceptación en nuestro medio. El valor o la certeza probatoria que ha de
merecer una evidencia de carácter científico en un juicio penal, radica en el grado de con-
fiabilidad que la ciencia confiere al tipo de prueba en cuestión, y que en el particular caso
de la prueba de ADN ya tiene ese consenso exigido.
Una propuesta que resuelve esta aparente dificultad a momento de valorar la eviden-
cia científica debe partir de una ampliación conceptual en el contenido del texto del artí-
culo 171 del Código de Procedimiento Penal, estableciendo en un acápite complementa-
rio que los tribunales y jueces apreciarán la prueba con libertad, pero no podrán contra-
decir los principios de la lógica, las máximas de experiencia y los conocimientos científica-
mente afianzados.
Una sugerencia complementaria tiene que ver con la necesidad de lograr un mayor
acercamiento entre los peritos y los administradores de justicia. Se entiende que en los sis-
temas penales acusatorios para mejorar la calidad de los procesos, es necesario el encar-
gar informes amicus curiae66 para que los jueces se familiaricen con los aspectos científi-
64 Guillén Grima, Francisco, “La Medicina Basada en la Evidencia en el Sistema Judicial Norteamericano”,
Departamento de Ciencias de la Salud, Universidad Pública de Navarra, Pamplona, 13 de octubre de 1998.
65 Del río ferretti, Carlos, op. cit., pág. 10.
66 Los “amicus curiae”, consisten en presentaciones que pueden realizar terceros ajenos a una disputa judicial
-pero con un justificado interés en la resolución final del litigio- a fin de expresar sus opiniones en torno a la
materia, a través de aportes de trascendencia para la sustentación del proceso penal. La institución del ami-
cus curiae es una figura clásica, cuyos antecedentes más remotos se encuentran en el Derecho Romano, que
cos pertinentes, o celebrar sesiones previas al juicio para delimitar los aspectos científicos
que irán a tratar en el mismo. Se hace imprescindible el nombramiento de asesores de
funcionarios judiciales con conocimientos científicos, o de científicos con conocimientos
legales; y el nombramiento por los tribunales de peritos independientes y neutrales.
Otro de los aspectos procesales que merece ser considerado se refiere a las acciones
dilatorias de las partes, que pueden constituirse en ilícitos, tal es el caso del delito de obs-
trucción a la justicia (que no esta tipificado en nuestra legislación, pero convendría anali-
zar su inclusión como parte de una reforma integral en el Código Penal), cuando se pone
de manifiesto una serie de conductas encaminadas a impedir que la información entrega-
da por la prueba del ADN de un individuo sea utilizada en toda su magnitud durante un
juicio penal.
fuera luego paulatinamente incorporada a la práctica judicial de los países de tradición anglosajona, a
comienzos del siglo IX. A partir de este lejano precedente, la institución se ha generalizado en diversos país-
es de habla inglesa, hasta el punto de convertirse en un elemento característico de las causas con un marca-
do interés público en las cuales existen diversas posiciones en disputa. Desde esta tradición anglosajona, la
figura del amicus curiae se ha extendido en forma notoria a distintos países.
67 García Poveda, Carmen, “Presupuestos Procesales para la Obligatoriedad de la Prueba Biológica”, Noticias
Jurídicas, España, septiembre de 2003.
de oponer a ella legítimamente de forma que no le sea exigible68. La exigencia que entra-
ña la práctica de las pruebas de ADN es que en la misma no se puede prescindir de la co-
laboración de un sujeto: El sospechoso de la agresión sexual. El hecho de que sea impres-
cindible su voluntad y colaboración plantea un interesante conflicto de intereses frente a
derechos fundamentales si no media esa voluntad o simplemente se niega su práctica, de
ahí que en ocasiones se haya cuestionado la constitucionalidad de las pruebas de ADN.
Bajo estas dos situaciones se debe establecer ¿En qué casos se podrá acudir a los pro-
cedimientos de coerción establecidos en la ley, en el supuesto de que el sospechoso se
niegue a las intervenciones corporales, y qué consecuencias jurídicas podrán derivarse de
tal negativa, si podrá obtenerse la muestra biológica para determinar el perfil de ADN del
sospechoso para cualquier delito, qué garantías técnicas y legales se dará a esos perfiles?
Veamos las posibles soluciones a estos interrogantes.
68 En las investigaciones por paternidad “... la actitud renuente del demandado en el juicio de filiación a some-
terse a la prueba biológica es un elemento sustancial para presumir la paternidad que se indaga ya que, salvo
supuestos excepcionales, cuando se discute el estado de familia de una persona no es admisible la actitud
omisiva de esa índole, la que sólo puede responder al deseo de privar al Juez de un elemento de convicción
sobre hechos sucedidos.... la negativa a someterse a las pruebas biológicas debe ser evaluada caso por caso;
pero de la negativa, en general, debe extraerse la presunción de lo afirmado por la otra parte”; Revista de
Derecho Privado y Comunitario, Rubinzal Culzoni, Nº 11, Santa Fe de Bogotá, pág. 338.
69 Sánchez Pérez, Sonia María y Vargas Pret, Mariela, “Identificación Criminal”, Edición Jurídica Colombia, 1993.
70 Casabona, Carlos R., “Muestras de ADN del Sospechoso: Una Nueva Regulación Incompleta”, Director de la
Cátedra de Derecho y Genoma Humano de la Universidad de Deusto, 28 de noviembre de 2003.
71 Idem., pág. 3.
so que exige contar con su consentimiento72. La mayoría de los autores están de acuerdo
con la inadmisibilidad de las pruebas ilegítimamente obtenidas. Esto plantea el dilema de
jerarquía entre dos intereses importantes; la posibilidad de probar un hecho delictivo, fren-
te a la voluntad de la persona sospechosa de prestarse o no a la investigación73.
¿Es constitucional obligar a una persona a la extracción de una muestra de sangre o sa-
liva para un análisis de ADN? La obligatoriedad de las pruebas de ADN, si lo es para casos
concretos del derecho, por ejemplo, en el procedimiento penal tiene excepcional relevan-
cia y debe ser siempre tutelado el interés público que reclama la determinación de la ver-
dad en el juicio, ya que aquel no es sino el medio para alcanzar los valores más superiores:
La verdad y la justicia74. Se busca establecer si ha existido o no delito y conocer si una perso-
na concreta es el delincuente o varios a la vez, de no ser así, su uso sería desproporcionado.
En las demandas de filiación se exige una serie antecedentes que coadyuven a demos-
trar que en el tiempo en el que se produjo el embarazo existía una relación entre ambos. En
cambio en las agresiones sexuales (sometido a un juicio penal) con retraso en la denuncia
por los factores comentados ¿También habría que aportar datos o elementos que indicaran
como posible la conducta de la que derivó la agresión? Efectivamente este es un requisito
estimado, porque de otro modo no dispondríamos de elementos objetivos exigidos en el
proceso, ni en relación a la comisión del delito, ni a la hora de la imputación del delito75.
La doctrina dominante establece que es posible lograr muestras de ADN sin necesi-
dad de contar con el consentimiento del individuo, siendo este sustituido por una resolu-
ción judicial motivada, fundamentada y razonada76. No obstante, en estos casos de agre-
sión sexual, ante la falta de elementos objetivos y ante la trascendencia del acto en el pro-
ceso penal, debería limitarse la consecución de estas muestras sin el consentimiento a las
situaciones en las que hay elementos objetivos indiquen la posibilidad de que existiera al-
gún elemento a favor de la presunta agresión77.
72 Sánchez Pérez, Sonia María y Vargas Pret, Mariela, op. cit., pág. 63.
73 Concheiro Carro, L., y Simón Lorda, P., “El Consentimiento Informado”, Teoría y Práctica, Medicina Clínica,
1993, pág. 100; Villanueva Cañadas, E., “El Consentimiento en Medicina Legal y Toxicología”, 51 ed, Barcelona,
1996; Lorente, J.A. y Lorente M., “El ADN y la Identificación en la Investigación Criminal y en la Paternidad Bio-
lógica”, ediciones Comares, Granada, 1995.
74 Matienzo, Susana M; Muiño, María, “Filiación Prueba Genética”, Universidad Nacional de Rosario, agosto de
2001.
75 Lorente Acosta, M.; Lorente Acosta, José y Villanueva Cañadas, E., op. cit., pág. 7.
76 Ferrajoli, L., “Derecho y Razón, Teoría del Garantismo Penal”, prólogo de N. Bobbio, traducción de P. Andrés
Ibáñez, A. Ruiz Miguel, J. C. Bayón Mohino, J. Terradillos Basoco y Cantarero Bandrés, R., Editorial Trotta, Ma-
drid, 1995, pág. 549.
77 Los elementos de prueba sólo tendrán valor si han sido obtenidos por medios lícitos e incorporados al proce-
so conforme a la disposiciones de la Constitución Política del Estado. No tendrá valor la prueba obtenida me-
diante torturas, malos tratos, coacciones, amenazas, engaños o violación de los derechos fundamentales de
las personas, ni la obtenida en virtud de información originada en un procedimiento o medio ilícito.
Todas estas referencias deben utilizarse para la adopción de las medidas oportunas, pe-
ro siempre adecuados al ordenamiento jurídico. Existe la necesidad de realizar una cuida-
dosa valoración de todos los elementos aportados como prueba y una reconstrucción del
medio y la situación en la que ocurrió la agresión para poder delimitar las posibilidades y
personas que pudieron estar implicadas en el hecho, de este modo poder recurrir a las
pruebas del ADN y llevar a cabo la investigación y obtener información importante sobre
el delito78.
Estas intervenciones corporales están provocado una inédita jurisprudencia en los tri-
bunales de justicia del mundo, cuyo común denominador es reconocer la legitimidad de
tales actos de investigación, siempre y que sean respetuosos con los derechos fundamen-
tales de manera que impliquen medidas menos graves o un menor grado de sacrificio pa-
ra quienes se someten a dichas pruebas y para la salud del sospechoso y su ejecución sea
confiada a personal especializado.
Para la realización de la prueba del ADN, no es necesario partir de muestras cuya to-
ma impliquen la producción de lesión alguna, sino que cualquier parte orgánica puede ser
útil para tal fin. Así encontramos muestras como pelos, tejidos, saliva, sudor, células de des-
camación, etc., que son suficientes y que en su toma probablemente no sea necesaria más
que una pequeña incomodidad80. El sacrificio de la integridad física es mínima porque la
toma de saliva no es susceptible de poner en peligro la salud ni de ocasionar sufrimientos
a la persona afectada81.
El someterse a la autoridad para la toma de una muestra en concreto que no cause le-
sión alguna puede ser perfectamente lícito, salvando mediante ciertas condiciones los po-
78 Pedreira Andrade, Antonio, Magistrado Sala de lo Civil y Penal del Tribunal Superior de Justicia de Madrid,
Referencia Penal, 19 de mayo de 2004.
79 Lorente Acosta, M; Lorente Acosta, José A. y Villanueva Cañadas, E., op. cit., 13.
80 Casabona, Carlos R., op. cit., pág. 2..
81 Guillén García, Sebastián, “Borrador del Anteproyecto de Ley Reguladora de las Bases de Datos de ADN”,
Incidencia en los Derechos Fundamentales y Libertades Públicas., Oficial de la Administración de Justicia, en
funciones de Secretario y Profesor colaborador de la Universidad de Alicante, febrero de 2001.
8. Conclusiones.
• La conclusión en este ensayo resume dos aspectos centrales: La ciencia como discipli-
na emergente y su influencia en el Derecho. Hoy se percibe otro escenario en la ad-
ministración de justicia, un lenguaje influenciado por la ciencia y la aparición de una
nueva categoría de bienes jurídicos, algunos de los cuales están en la agenda de deba-
te mundial: La intimidad, la dignidad, instituciones que han tenido el efecto de conflic-
tuar la teoría constitucional.
82 Algo análogo ocurre con la intimidad porque el ADN codificante es el que contiene información valiosa de
su apariencia, de la salud y de las enfermedades, del modo de ser (que afecta sin discusión a la intimidad de
la persona), pero el ADN no codificante es sumamente polimórfico y variable entre las personas (no aporta
información alguna sobre las características fenotípicas de su poseedor), teniendo un enorme poder de iden-
tificación, lo cual es un indicador suficiente que no afecta al derecho a la intimidad; Entrala, Carmen, Bióloga
del Laboratorio de ADN Forense, Departamento de Medicina Legal, Universidad de Granada, España, 2000.
83 “Si en un Estado de derecho, el mantenimiento del orden puede en ocasiones justificar ciertas restricciones
a algunas libertades, dichas restricciones deben siempre estar sometidas a reglas destinadas a impedir que
las consideraciones de orden no vayan a degenerar en un poder arbitrario que por sí mismo estaría negando
los valores democráticos”; Gómez-Robledo Verduzco, A., “Protección de la Privacía frente al Estado”, Instituto
de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, Ciudad Universitaria, México, D.F., 2003.
• Existe una permanente presencia de nuevas situaciones conflictivas hasta ahora iné-
ditas en nuestro país. La aparición de concepto de evidencia científica ha generado un
conflicto jurídico de gran relevancia en los juicios penales. Como valorarla es un as-
pecto que antes no formaba parte del ámbito protegido por el Derecho, pero que
ahora plantea exigencias de objetivación tanto en el régimen sustantivo y adjetivo.
• Las pruebas del ADN tienen consecuencias jurídicas inmediatas sobre el individuo
que no se presentan en otros ámbitos del Derecho. Se plantea en un contexto concre-
to caracterizado por la existencia de un daño individual (conocer el resultado) y su en-
torno cercano (alguna ventaja procesal), por lo que la resolución contraria o favorable
de un caso va ocasionar la aparición de consecuencias jurídicas importantes en varios
ámbitos del Derecho.
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I. Generalidades.-
II.- El Criterio de Oportunidad frente al Principio de Legalidad.-
III. Marco Conceptual.-
IV. Clasificación o Modalidades.-
a) Criterios de Oportunidad como Regla.-
b). Criterios de Oportunidad como Excepción.-
V. Criterios de Oportunidad en el Nuevo Código de Procedimiento Penal.-
1. Cuando se trate de un hecho de escasa relevancia social por la afectación mínima del
bien jurídico protegido.- 1.1. Patrones que debe tomarse en cuenta para establecer la esca-
sa relevancia del hecho o afectación mínima del bien jurídico protegido. 1.1.1. La pena o san-
ción prevista por el delito.- 1.2.2. Magnitud del daño causado con el delito. 1.2.3. El interés
que haya despertado el hecho en la sociedad. 1.1.4. Posición del Imputado o Víctima frente
a la vida pública.- 2. Cuando el imputado haya sufrido a consecuencia del hecho, un daño
físico o moral más grave que la pena por imponerse.- 3. Cuando la pena que se espera por
el delito de cuya persecución se prescinde carece de importancia en consideración a una
pena ya impuesta por otro delito.- 4.- Cuando sea previsible el Perdón Judicial.- 5. Cuando
la pena que se espera carezca de importancia en consideración a las de otros delitos, o a
la que se le impondría en un proceso tramitado en el extranjero y sea procedente la extra-
dición solicitada.-
VI. Presupuestos que posibilitan su Aplicación.-
VII.- Sobre la necesidad o no de la Imputación Formal previa.
VIII. Momentos procesales para su aplicación.-
IX. Procedimiento para su aplicación.
X. Oposición de la víctima a la aplicación de Criterios de Oportunidad.
XI. De los medios de Impugnación contra la Resolución de Rechazo o aplicación de un Cri-
terio de Oportunidad.
XII. Problemas Procesales que dificultan su aplicación.-
XIII. Criterios político criminales de persecución y prescindencia en la persecución de de-
litos recurrentes y de Bagatela.
I. GENERALIDADES.
Los críticos del nuevo sistema procesal penal, ya salieron a la palestra de la información
en diferentes medios de comunicación, cuestionando la institución bajo el argumento de
que la misma, beneficia a los delincuentes y reincidentes, y que lejos de eliminar la ola de-
lincuencial, estaría impulsando el incremento de delitos, fundamentos que son necesarios
analizar para responder en forma coherente a estos cuestionamientos.
Por su parte el Art. 6 de la Ley Orgánica del Ministerio Público, establece taxativamen-
te: “El Ministerio Público, bajo su responsabilidad, promoverá de oficio la acción penal pú-
blica, toda vez que tenga conocimiento de un hecho punible y existan suficientes elemen-
tos fácticos para verificar su comisión. El condicionamiento de la acción penal pública a
instancia de parte, no impedirá al Ministerio Público, realizar los actos imprescindibles pa-
ra conservar los elementos de prueba, siempre que no afecten el interés de la víctima. La
acción penal pública no puede suspender, interrumpir o hacer cesar, salvo en los casos y
bajo las formas expresamente previstas por ley”.
Este principio también conocido como obligatoriedad del ejercicio de la acción penal,
es definido doctrinalmente como: “El deber, impuesto legalmente al fiscal (y a cualquier
funcionario encargado de esa función), de perseguir todos los delitos que llegaren a su co-
nocimiento y la prohibición de suspender esta persecución una vez iniciada”.11.
Otra definición que recoge la doctrina expresa: “El principio de legalidad conocido
también como principio de necesidad, se basa esencialmente en la obligación que le vie-
ne impuesta al Estado de perseguir toda conducta que revista características de delito se-
gún los elementos de tipicidad contenidos en la legislación penal vigente, de forma tal que
no es dable dejar a la voluntad de ninguna institución o individuo los criterios de persecu-
ción, sino que ésta debe operar con carácter automático.
Mientras exista la norma penal que considere como delito una determinada acción u
omisión, el órgano represivo está en la obligación de perseguirlo; obligación que se extien-
de hasta el final del proceso, pues una vez iniciada la investigación y conocimiento de un
hecho presumiblemente delictivo, ninguna autoridad está facultada para paralizar discre-
cionalmente el cauce procesal del asunto”. 2.
Una de las clasificaciones más difundidas por la doctrina es la que divide en Criterios
de Oportunidad como Regla y Criterios de Oportunidad como Excepción, consecuente-
mente vayamos analizando cada una de ellas:
Bajo este sistema, no impera el principio de legalidad, toda vez que la oportunidad
constituye el principio rector del sistema de persecución penal. La facultad discrecional
del Fiscal en este sistema, abarca incluso a la facultad de negociar con el imputado los car-
gos a través del plea bargaining, plantear la reducción de los cargos, conferir incluso inmu-
nidad al imputado en compensación por colaborar en la investigación, todo ello, sin nin-
gún control judicial.
Las críticas a este modelo dirigen sus dardos fundamentalmente a la facultad discre-
cional omnipotente del Fiscal, toda vez que este asume incluso funciones jurisdiccionales,
toda vez que la decisión que asume de prescindir de la acción penal, no está sometida a
control o confirmación judicial, concentrando de esta manera funciones requirentes y de-
cisorias, función última reservada exclusivamente a la autoridad jurisdiccional bajo el siste-
ma acusatorio.
El hecho de que el fiscal concentre semejante poder sin control alguno o con uno me-
ramente ritual, ha originado un movimiento que pretende limitar sustancialmente sus fa-
cultades discrecionales. Es así que en la actualidad se pretende acentuar el efectivo con-
trol jurisdiccional de los actos del Ministerio Público, particularmente los pedidos de re-
ducción de cargos, sobreseimiento o culpabilidad, al igual que conseguir una mayor parti-
cipación de la víctima en el procedimiento.4
b) Criterios de Oportunidad como Excepción. Este sistema es el que sigue nuestra le-
gislación y está caracterizado por la observancia del principio de legalidad u obligatorie-
dad en la persecución penal, no obstante ello, faculta al titular de la acción penal a pres-
cindir de la persecución penal pública en determinados casos que se encuentran expresa-
mente reglados a través de la aplicación de criterios de oportunidad que deben ser some-
tidos a confirmación o control jurisdiccional.
4 Guariglia Fabricio O. Facultades discrecionales del Ministerio Público e investigación preparatoria: el principio
de oportunidad. Pág. 91.
Este sistema presenta diferencias sustanciales con el que hemos estudiado preceden-
temente en cuanto los poderes discrecionales del Ministerio Público se circunscriben a la
posibilidad de renunciar a la persecución penal, no promoviendo la acción correspondien-
te, o desistiendo de su ejercicio, cuando esto le es permitido, si hubiera sido promovida; asi-
mismo, las condiciones para la aplicación del principio de oportunidad se hallan taxativa-
mente enumeradas en la ley, sea procesal o sustantiva y, por regla general su ejercicio es-
tá sujeto a la aprobación del tribunal.5
Nuestra legislación conforme se tiene señalado, adopta este sistema pues si bien rige
el principio de legalidad, también reconoce la vigencia de la oportunidad a través de la
aplicación de criterios reglados en el Art. 21 del Cód. de Pdto. Penal como facultad del titu-
lar de la acción penal para prescindir de dicha persecución, pero dicha decisión debe es-
tar sometida al control jurisdiccional del Juez de Instrucción, por el efecto extintivo que im-
plica su aplicación al caso concreto, mediante resolución debidamente fundamentada.
1) Cuando se trate de un hecho de escasa relevancia social por la afectación mínima del
bien jurídico protegido.
Este criterio configura las infracciones bagatelarias clásicas que recogen gran parte de
las legislaciones modernas; sin embargo su consideración en nuestra legislación, ha moti-
vado muchos problemas a la hora de su aplicación práctica, ya que no se tiene en claro las
fórmulas de delimitación de lo que debe entenderse por “escasa relevancia social” o “afec-
tación mínima del bien jurídico protegido”.
Cuando hablamos por ejemplo de escasa relevancia social del hecho en la hipótesis
de la comisión de un hecho calificado como hurto, la connotación del injusto doloso, no
tiene la misma trascendencia cuando se trata de una víctima con recursos medios frente
a una persona de escasos recursos económicos, por lo tanto, los efectos que produce el re-
sultado de la acción delictiva frente a la sociedad es diferente en cada caso. Es preciso en
consecuencia, contar con patrones -modelo- orientadores para determinar si la conducta
de una persona se enmarca en el concepto de escasa relevancia social, toda vez que este
criterio de oportunidad en su aplicación discriminaliza la conducta delictiva del infractor
de la norma, sin despenalizar el tipo penal de bagatela.
Sin lugar a dudas la principal pauta que marca la escasa relevancia social de un hecho
o la afectación mínima del bien jurídico protegido, es la pena que prevé el tipo penal en
concreto, cuyo mínimo debe ser el referente para su consideración, pues si hablamos de
delitos cuya pena mínima es de más de un año de privación de libertad, el hecho habría
rebasado la barrera de la escasa relevancia social. En este sentido considero que los delitos
de bagatela están configurados en los delitos contra la propiedad fundamentalmente, co-
mo el hurto y los delitos contra las personas, circundadas específicamente a las lesiones le-
ves.
El Código Penal boliviano refiriéndose al hurto en su Art. 326, diferencia el hurto sim-
ple del hurto agravado estableciendo diferente sanción para cada uno de ellos: de un mes
a tres años en el primer caso y de tres meses a cinco años el hurto agravado, sin embargo,
bajo las circunstancias descritas en el tipo penal, el simple o agravado, el “valor” de la cosa
sustraída, es irrelevante a la hora de su calificación, pues dará lo mismo la sustracción de
una cinta grabadora simple o la sustracción de joyas de considerable valor, ambos hechos
serán calificados en el tipo penal 326 simple o agravado de acuerdo a las circunstancias del
hecho, no obstante ello el quantum de la pena o la sanción prevista para el tipo penal, nos
marca el primer límite de aplicación de un criterio de oportunidad.
La magnitud del daño causado con el delito, constituye otro de los patrones que per-
mitirá con mayor precisión considerar la escasa relevancia social o no de un hecho delic-
tivo, pero que necesariamente debe demarcarse ello, cuantificando el mismo en una “ci-
fra acordada” o “quantum económico”, como referente para calificar un hecho dentro de
los delitos de bagatela, tratándose del delito de hurto y el impedimento laboral cuando se
trate de lesiones, circunstancias que permitan al fiscal prescindir de la acción penal
Sin embargo, debemos alertar de igual manera que esta consideración no debe dejar-
se al arbitrio o criterio discrecional de cada Fiscal, sino que debe necesariamente configu-
rar un parámetro emanado del consenso y discusión del universo de Fiscales o máxima au-
toridad jerárquica del Ministerio Público, para su aplicación homogénea en todo el país.
En este sentido creemos que la aplicación de este criterio de oportunidad debe ser op-
tado por el Fiscal por una sola vez, aún tratándose de imputados que no cuenten con “an-
tecedentes judiciales”, pero que sí tienen antecedentes policiales que nos muestran la cla-
ra inclinación y habitualidad en la infracción penal. Para ello, también es necesario una de-
finición como política institucional de la máxima autoridad del Ministerio Público que
marque la línea de acción de cada uno de los fiscales en todo el país, para optar una sola
vez por esta salida alternativa en beneficio del imputado, lo contrario implica que la per-
sona beneficiada con esta salida alternativa en reiteradas oportunidades haga escarnio de
la propia ley.
2) Cuando el imputado haya sufrido a consecuencia del hecho, un daño físico o moral
más grave que la pena por imponerse.
Doctrinalmente conocido como pena natural o retribución natural; bajo este supues-
to no se encuentra justificación alguna la aplicación de una pena al infractor de la norma
penal, toda vez que a consecuencia del injusto penal, el autor sufre un mal mayor del que
se esperaría si el hecho es perseguido por el Fiscal llegando a concluir con la pena previs-
ta para el delito; el típico ejemplo utilizado por la doctrina para estos casos, es el del padre
que conduciendo un vehículo motorizado causa un accidente de tránsito ocasionando la
muerte de su hijo; la pena natural, encarnada en el sufrimiento psicológico del padre por
la pérdida de un hijo constituye un mal mayor que la pena que se le impondría si se per-
sigue la sanción de ese delito.
3) Cuando la pena que se espera por el delito de cuya persecución se prescinde carece
de importancia en consideración a una pena ya impuesta por otro delito.
Este criterio de oportunidad es más conocido como saturación de la pena, toda vez
que su aplicación está circundada a la hipótesis de la comisión de más de un hecho delic-
tivo de diferente importancia en términos de gravedad establecida por la sanción que pre-
vé el Cód. Penal, vale decir, los casos en que exista un interés contrapuesto al de la perse-
cución penal de mayor peso que éste. Dentro de este grupo, podemos mencionar los ca-
sos en que prescindiendo de perseguir un determinado hecho punible o a un partícipe en
él, se lograría el éxito en la persecución de otro hecho de mayor gravedad o de otro partí-
cipe cuyo aporte hubiera sido de mayor trascendencia. 6
rá ambas penas en forma simultánea, de ahí que ante esta eventualidad, el Fiscal puede
optar por la prescindencia en la persecución de este ultimo ilícito penal.
Este criterio de oportunidad, está íntimamente vinculado a la pena que podría imponerse
de continuar el proceso penal y a los antecedentes del posible beneficiario de esta salida
alternativa al juicio oral, toda vez que para su aplicación, lo primero que debe considerar
el Fiscal y el Juez de Instrucción a su turno es que por la pena prevista para el delito impu-
tado, sea previsible el perdón judicial, vale decir, que la pena que se espera no sea mayor
a los dos años en caso de realizarse el juicio oral y para ello, tendrá en cuenta fundamen-
talmente la inexistencia de antecedentes judiciales y las atenuantes establecidas en los
Arts. 37, 38, 39 y 40 del Cód. Penal, para hacer procedente este criterio de oportunidad.
Es preciso puntualizar que bajo esta alternativa, debemos tomar muy en cuenta la pena
mínima que prevé el delito que se investiga y no así el máximo previsto, procediendo aún
si la pena mínima es por ejemplo de dos años, siempre que se acredite incuestionable-
mente las otras circunstancias que ameritan su aplicación, vale decir, inexistencia de ante-
cedentes penales y las atenuantes establecidas en el Cód. Penal.
Sin embargo estos dos últimos supuestos que corresponden al criterio de oportunidad
previsto en el numeral 5) del Art. 21 del Cód. de Pdto. Penal, sólo suspenderá el ejercicio de
la acción penal pública hasta que la sentencia por los otros delitos que sí están siendo pro-
cesados adquiera ejecutoria, momento en el que recién podrá ser resuelta definitivamen-
te por el Juez de Instrucción la aplicación o no del criterio de oportunidad requerido por
el Fiscal, de lo contrario, al no satisfacer las condiciones por las cuales se suspendió el ejer-
cicio de la acción penal pública, el juez dispondrá la reanudación de su trámite, conforme
determina el segundo párrafo del Art. 22 del rito procesal penal señalado referido a los
efectos de la aplicación de criterios de oportunidad.
Los presupuestos de procedencia para la aplicación de esta salida alternativa al juicio oral
son:
2. La reparación del daño civil ocasionado con el delito, a través del afianzamiento de esa
reparación o la firma de un acuerdo en ese sentido con la víctima. Esta exigencia re-
paradora, alcanza a los criterios de oportunidad previstos en los incisos 1), 2) y 4) del
Art. 21 del Cód. de Pdto. Penal.
Ha causado mucha y persiste aún la polémica y discusión entre los operadores de jus-
ticia, sobre la necesidad o no de imputar previamente la comisión del hecho delictivo pa-
ra solicitar la aplicación de una salida alternativa al juicio oral, existiendo dos posturas cla-
ramente diferenciadas.
Cabe analizar sin embargo refiriéndonos a los alcances de la citada Sentencia Consti-
tucional que el fundamento que señala como opciones alternativas a la imputación a
los incisos 2), 3) y 4) del Art. 301 del Cód. de Pdto. Penal, constituye tan solo uno de los
obiter dicta de la sentencia, no así la ratione decidendi, situación última que configura
el carácter vinculante de toda Sentencia Constitucional.
Por otra parte, si analizamos el inciso 4) del Art. 301, también refiere a la posibilitad de
solicitar la sustanciación del procedimiento abreviado; sobre este particular, es preciso
puntualizar que esta salida alternativa debe ser tramitada a la conclusión de toda la in-
vestigación, toda vez que por imperio del Art. 374 del rito procesal penal, se debe acre-
ditar entre otras exigencias la existencia del hecho y la participación del imputado en
el mismo; implica ello que para recoger todos los elementos que sustenten tal afirma-
ción, se ha desarrollado necesariamente la etapa preparatoria, vale decir, la segunda fa-
se de la etapa preparatoria que hace referencia la citada sentencia constitucional, es
más la aplicación del procedimiento abreviado requiere la presentación de la acusa-
ción formal, pues no olvidemos que esta concluirá -de ser aceptado el mismo- con sen-
tencia condenatoria susceptible de ser impugnada con el recurso de apelación restrin-
gida, merced a ello, se infiere que la sentencia debe observar el principio de congruen-
cia, entre la acusación y la parte resolutiva de la sentencia, consecuentemente ¿podrá
presentarse una acusación para la sustanciación del procedimiento abreviado sin ha-
ber antes imputado formalmente?.
Ahora bien si no se llega a concretizar el hecho, con la imputación formal que permi-
te la calificación provisional de la conducta del imputado como se tiene señalado, es-
tamos frente a un hecho genérico que puede ser calificado en forma discrecional y ar-
bitraria por el titular de la acción penal, a más de que para establecer si procede o no
la aplicación de un criterio de oportunidad el mismo tendrá que estar concretizado en
un tipo penal que haga procedente su aplicación ya que un hecho por ejemplo, de
apoderamiento de una cosa mueble ajena podría configurar dependiendo de las cir-
cunstancias del hecho, en un hurto simple o agravado, o en un robo simple o agrava-
do, por lo que en la hipótesis de las tres últimas circunstancias por ejemplo, no podría-
mos hablar de la escasa relevancia del hecho o afectación mínima del bien jurídico
protegido para sustentar la aplicación de un criterio de oportunidad fundado en el pri-
mer criterio reglado por el inciso 1) del Art. 21 del Cód. de Pdto. Penal.
Por otra parte no debemos olvidar que el efecto de la aplicación de criterios de opor-
tunidad es extintivo de la acción, puesto que su aplicación implica el archivo definitivo
de la causa.
Ahora bien el Fiscal puede imputar formalmente la comisión del hecho delictivo y pa-
ralelamente solicitar la aplicación de un criterio de oportunidad y con ello no se está
violando ninguno de los derechos del imputado, menos aún vulnerando garantías
constitucionales, sino más bien, esa imputación formal, permite al titular de la acción
penal concretizar el hecho a través de su calificación para cerrar la posibilidad de la
apertura de nueva causa por el mismo hecho y contra el mismo imputado, benefician-
do por ello más aún los intereses del imputado.
No obstante si no hubiera el titular de la acción penal, optado por una salida alternati-
va a la conclusión de la investigación preliminar, ello no impide su aplicación en cualquier
momento de la etapa preparatoria, aún hasta la conclusión de la misma.
El Juez de Instrucción señalará audiencia oral y pública para la consideración del reque-
rimiento conclusivo que será desarrollado en un plazo no menor de seis días ni mayor de
veinte días computables a partir de la notificación con la convocatoria.
Una vez notificadas las partes, estos tendrán el término común de cinco días para exa-
minar el requerimiento y adoptar los recaudos para la audiencia convocada.
Si el Juez considera que el Fiscal no ha acreditado los requisitos o presupuestos que ha-
cen a la procedencia del criterio de oportunidad, tiene la facultad de rechazar el requeri-
miento conclusivo, mediante resolución fundamentada, resolución que no es susceptible
de recurso alguno, toda vez que, el titular de la acción penal, podrá optar posteriormente
por otra salida alternativa al juicio oral.
puede motivar el rechazo del requerimiento conclusivo cuando se demuestre que no con-
curren los presupuestos exigidos por la norma para su aplicación.
No obstante empero cabe señalar que para la realización de este actuado judicial, -
consideración de aplicación de un criterio de oportunidad- las partes incluida la víctima
del hecho, deben haber sido legalmente notificadas, por lo tanto, veamos las hipótesis que
pueden presentarse para determinar el desarrollo o suspensión de la audiencia conclusi-
va:
a) Con referencia al Fiscal, creemos que como titular de la acción penal su presencia en
la audiencia conclusiva es inexcusable, pues no basta la presentación de su requeri-
miento conclusivo sino que, cumpliendo fundamentalmente los principios de orali-
dad y publicidad en la audiencia pública señalada para el efecto, deberá fundamentar
la prescindencia de la persecución penal, el cumplimiento de los presupuestos que
exige el criterio de oportunidad y los medios probatorios que sustenten su pedido, ra-
zón por la cual, no podría llevarse adelante la audiencia conclusiva sin la presencia del
titular de la acción penal.
ción constituye un derecho que le asiste de acuerdo a ley, pero que no constituye sin
embargo una obligación. En mérito a ello la inasistencia de la víctima a la audiencia
conclusiva no obstante su legal notificación, no constituye causal de suspensión de la
audiencia.
2. El fiscal podrá optar por esta facultad, sólo por una vez a favor del imputado, cuando
el caso se adecua a los criterios de oportunidad establecidos en los inc. 1 y 4 del Art. 21
del Cód. de Pdto. Penal y el daño civil haya sido reparado o esté afianzado suficiente-
mente esa reparación.
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tración de Justicia.
1. Introducción.-
2. La Prueba.-
3. El Perito.-
4.Pericias técnico Científicas.-
5. El consentimiento y la Huella Genética.-
6. El Imputado y el medio de Prueba.-
7. Casos de Paternidad.-
8. Conclusión.-
Bibliografía.-
1. INTRODUCCIÓN.-
Es tan inmensa la posibilidad de temas especializados en los que puede versar un jui-
cio, que es prácticamente imposible que un Juez tenga los “conocimientos propios de to-
das las ciencias, artes oficios y profesiones de las diferentes ramas del saber, para así poder
decidir con conocimiento de causa el asunto controvertido sometido a resolución.”(ii) Y la
prueba pericial (Art. 204-215 y 349 del CPP), se ordena cuando es necesario descubrir o va-
lorar un elemento de prueba con necesarios conocimientos especiales. Por ello vuelve ser
actual una frase antigua de que los peritos son los ojos y oídos del (juez) Tribunal de sen-
tencia, por ello la actividad pericial es la de ser un medio de prueba. “La pericia es una
prueba, un método para comprobar un hecho o una conducta, un estado o una conse-
cuencia de una conducta” (iii)
Los primeros casos de Criminalística fueron resueltos gracias al análisis de los RFLPs
(fragmentos de restricción de longitud polimórfica). A partir de pequeñas manchas de san-
gre y semen de hasta 3 a 5 años de antigüedad, es posible obtener ADN suficiente para ais-
lar huellas genéticas capaces de determinar la identificación individual, un determinado
“código genético” o “huella genética.
2. LA PRUEBA
El Juez admitirá como medios de prueba, todos los elementos lícitos de convicción que
puedan conducir al conocimiento de la verdad histórica de los hechos, de la responsabili-
dad y de la personalidad del imputado. (Art. 171 CPP). La prueba “demostración de la ver-
dad de una afirmación, de la existencia de una cosa o de la realidad de un hecho”, (iv) es
una concepción jurídica, que no cambia, ni siquiera a través de los tiempos. El código esti-
pula como medios de prueba:
En relación a las pruebas periciales, los peritos pueden ser nombrados, por el fiscal en
la etapa preparatoria y por el juez o tribunal en cualquier etapa del proceso. Y para que el
perito sea unos verdaderos ojos y oídos del tribunal, debe poseer conocimientos especia-
lizados en alguna ciencia, arte o técnica o bien acreditar idoneidad en la materia. Pero,
siempre que se hable de idoneidad en la materia, estamos hablando de que no existan en
el país o la región, personas con grados académicos en la materia o ciencia. Es decir que
priman los conocimientos técnicos reglados sobre los conocimientos prácticos.
3. EL PERITO
perito en el juicio oral sea imprescindible. Sin embargo, para que su intervención goce de
legalidad, es necesario el nombramiento y la toma de juramento por parte de autoridad
competente.
Hoy en día son infinidad de pericias técnico científicas que se pueden usar, pericias
médicas de las distintas especialidades. (Obstetricia, Psiquiatría, Cardiología, etc.). Pericias
Psicológicas, pericias de psicología forense, (estado mental, peligrosidad, tipo de persona-
lidad, impulsividad) de valoración del testimonio y autopsias psicológicas). Pericias en cri-
minalística: en Balística, Documentologia, Huellografía, retratos hablados, planimetrías, in-
formes de física forense, Pericias en laboratorios clínicos: Biología, química, toxicología y ge-
nética forense. Pericias en auditoria. (Médicas, contables, financieras)
De cualquier manera se puede obviar este problema con el consentimiento del impu-
tado en la toma de las muestras biológicas. (ix) (x)
Hay otros autores, que en relación a la toma de muestras, simplemente las asumen co-
mo tales, indicando que en la actuación del Fiscal en la escena del crimen puede “reque-
rir la obtención de muestras de fluidos del cuerpo humano, sean sangre, semen, orina, su-
dor, pus u otros, que pueda extraerse del imputado, sospechoso, testigo o víctima.” (xi)
La admisibilidad de dichas pruebas se está dando en orden a que cumplan una serie
de requisitos legales: Con requerimiento fiscal u orden judicial, motivadas, cumpliendo la
cadena de custodia y mediante la obtención de una gota de sangre del pulpejo del dedo,
lo que no supone un daño en la integridad de las personas, sino tal vez una simple inco-
modidad. Aunque siempre se está a tiempo de tomar una muestra de saliva bucal, en los
casos en que se considere que la toma de una gota de sangre supone un daño a la integri-
dad corporal.
En los casos en los que el imputado ha sido parte de los hechos físicamente, pasa a ser
un objeto de prueba, “es el instrumento corporal o material cuya apreciación sensible
constituye para el juez la fuente de donde obtiene los motivos de convicción”. (xiii) El im-
putado, es la “fuente” de prueba y es un medio probatorio, que se incorpora tras el uso de
la técnica especial del análisis genético.
No hay una intervención activa de la persona como por ejemplo al escribir. Por ello se
puede obviar el tema controversial si el individuo actúa como sujeto de prueba u objeto
de prueba.
La persona sujeto de prueba es aquella que debe “hacer”, en tanto que si es objeto de
prueba se limita a “ser”. El sujeto acusado tiene el derecho de no declarar en su contra, no
tiene la obligación de declarar la verdad. No parece que existan situaciones violentas en la
obtención de una muestra biológica. “Se considera al imputado entre los medios de prue-
ba. Esto no solamente en la medida en que su cuerpo puede ser objeto de una inspección
corporal sino también en cuanto a sus declaraciones. Vale aclarar que, en cuanto a sujeto
de prueba, el imputado no puede ser obligado a prestar ningún tipo de información, ya
que está protegido por la garantía que establece que nadie puede ser obligado a declarar
contra sí mismo. Distinta es la situación cuando el imputado mismo es objeto de prueba,
es decir cuando, por ejemplo, debe extraérsele una muestra de sangre; en este tipo de ac-
tos no sería necesario –siempre que no afecte a su dignidad el consentimiento del impu-
tado.” (xvi) Esto se confirma si vemos que en este tema el articulo 83 del CPP, a los fines de
la identificación del imputado, permite el uso de la “identificación dactiloscópica y otros
medios lícitos”, es decir que al imputado no se le puede obligar siquiera a revelar su iden-
tidad y en ese caso habrá que acreditarla por otros medios.
No se puede exigir a una parte procesal que haga prueba formal y cumplida de cier-
tos hechos –relación biológica que subyace a la paternidad pretendida, imponiéndole la
consecuencia (negativa) del fracaso de la acción por falta de prueba, desconociendo la
causante de la generación, dificultad de la prueba directa- la única demostración cierta de
la paternidad biológica, es la prueba biológica para cuya práctica es imprescindible la co-
laboración del demandado.
Otra posible solución sería estimar como probado el hecho por demostrar, inferido de
la mera negativa procesal a la práctica de la prueba, sea aplicando la doctrina de la ficta
confessio o deduciéndolo por vía y con el método de las presunciones de hecho. Aunque
también habría que considerar que el art. 206 del CPP no exige la voluntad del imputado
en el examen médico
Cuando las fuentes de prueba se encuentran en poder de una de las partes del litigio,
existiría una obligación constitucional de colaborar con los tribunales en el curso del pro-
ceso, lo que conlleva que dicha parte es quien debe aportar los datos requeridos a fin de
que el órgano judicial pueda descubrir la verdad. (xviii)
Obviando que la toma de la muestra haya sido incorporada de forma valida y en dere-
cho, es el perito quien valora la evidencia y es el tribunal quien valora la pericia. Esta claro
que es el perito quien valora un medio de prueba: la evidencia, que en este caso es un
componente orgánico del sujeto. Pero bajo ningún aspecto se puede permitir que bajo el
argumento de prueba ilícita, se use la teoría del árbol envenenado (Frits of the poisoned
tree doctrine), excluyendo todo el material probatorio por ejemplo en una violación. Que
se pretenda usarla por el hecho de una mala toma de muestras de ADN y se excluya el
resto de las pruebas. Por lo tanto es recomendable usar la doctrina de la fuente indepen-
diente, que indica la nulidad únicamente de la prueba ilícita. Aunque para nuestro caso, en
Bolivia el artículo 13 del CPP es categórico en lo referente a la legalidad de la prueba des-
de su obtención.
7. CASOS DE PATERNIDAD
pretaciones formalistas. “Couture afirma que además, en la prueba penal no solo se trata
de confirmar la verdad o falsedad, la certeza o la equivocación de un proposición, sino tam-
bién buscara y averiguarla.” (xix)
Habría un predominio en cuanto a los principios rectores de la prueba. (xx) Del princi-
pio de pertinencia (Art. 171 CPP) y del principio de conducencia y utilidad, cuando los me-
dios de prueba que se emplean para acreditar hechos que son relevantes o útiles para re-
solver el caso particular. Así como del principio de legitimidad, cuando un medio de prue-
ba esté reconocido por la ciencia, como capaz de conducir a la certeza, sin que melle la
dignidad o integridad de las personas.
En derecho comparado hay una sentencia de la Sala Constitucional de Costa Rica (Vo-
to Nº 556-91 de 20 marzo) que dice: “en obtención de prueba dentro del proceso deben
ponderarse dos intereses: la búsqueda de la verdad real por un lado y el respeto a los de-
rechos fundamentales del imputado por el otro (…)
En aras de la búsqueda de la verdad real como uno de los fines esenciales del proceso,
el imputado puede ser fuente de prueba en aquellos casos que la obtención de la misma
no importe daño físico o psíquico para el sujeto, ni lesiones los derechos propios de un ser
humano. Consecuentemente, los casos que requieren la colaboración pasiva del imputa-
do –extracción de sangre, reconocimientos, corte de cabellos – entre otros, pueden ser rea-
lizados aun sin el consentimiento, conforme a las circunstancias especiales de cada caso y
a las formalidades de la ley…”(xxi)
Y como indican otros autores cuando se refieren a la extracción de sangre para alcoho-
lemias: que “el tolerar la realización de una pericia técnica no puede calificarse de decla-
ración o testimonio, no es una declara ración contra si mismo y no es una confesión de cul-
pabilidad. (xxii)
También es verdad que en dicha apreciación no solo es la sana crítica de forma simple,
dentro de dicha apreciación, intervendrá la lógica valoración, tras la argumentación, la psi-
cología en el sentido de la apreciación del comportamiento del deponente y la experien-
cia con situaciones similares. (xxiii)
8. CONCLUSION
la persona, su protección ante el Estado. En el caso del imputado, objeto o sujeto de prue-
ba, la toma de una muestra genética no puede en ningún modo considerarse como algo
violento que lesione sus derechos constitucionales.
BIBLIOGRAFÍA
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xx . Morales Vargas, Alberto; Guía de actuaciones para la aplicación del Nuevo Código de Procedi-
miento Penal. Ed. GTZ, La Paz, 2004, Pág. 62-64
xxi . Salazar Ureña, B.L. y Quintana Rodríguez, R.; Puede el perito forense negarse a realizar su labor,
Rev. Med. Legal Costa Rica. Dic. 1998; vol. 15, Nº 1-2. Págs. 68-70.
xxii . Herrera Añez W., Montañés Pardo M.A. La constitucionalización de la prueba en Materia Penal.
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xxiii . Dall`Ânese F. Pericia Medica y el derecho de abstención. Revista Centroamericana Justicia Penal
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Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5
Convocatoria al Concurso de Ensayo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Conformación del Jurado Calificador . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .11
Calificaciones finales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
El Proyecto de Apoyo a la Reforma Procesal Penal de la Agencia Técnica de Cooperación Alemana GTZ, acom-
paña desde el año 1997 al Estado boliviano en el proceso de implementación del nuevo sistema procesal penal,
teniendo como objetivo central, lograr la aplicación coordinada, coherente y efectiva del procedimiento penal.
CYAN MAGENTA YELLOW BLACK
Actualmente, las áreas de trabajo de la fase de desarrollo del proyecto, tienen que ver con la Coordinación
Interinstitucional, Normativización y Capacitación. En esta tarea se advirtió que en nuestro país existen profesio-
nales del derecho dedicados a la investigación y estudio de las instituciones introducidas por el Código Procesal
Penal y demás normas conexas. Sin embargo, no todos tienen la oportunidad de publicar sus trabajos.
Para superar ese déficit, desde el inicio de las funciones del Proyecto se posibilitó la publicación y distribución
gratuita, a un número importante de operadores del sistema, de una serie de trabajos relativos al nuevo sistema.
A partir de esta nueva fase, se creó la "COLECCIÓN JURIDICA GTZ - APOYO A LA REFORMA PROCE-
SAL PENAL", destinada a promover el análisis, reflexión y difusión del nuevo sistema, procurando lograr su con-
solidación en el marco del Estado de Derecho, a través del financiamiento de la publicación de material bibliográ-
fico producido por estudiosos del nuevo sistema procesal penal, mediante medios impresos o digitales.
• "LA AUTOPSIA".
Jorge Nuñez de Arco (2005)
I.S.B.N. 978-99905-855-4-4
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