Con la sanción de la Constitución Nacional de 1853 se reconoce a la educación primaria como
una responsabilidad atribuida a las provincias, puesto que en su artículo 5° se estableció que el sostenimiento de la educación primaria es obligación directa de cada jurisdicción provincial. Sin embargo, por diversas razones, el Estado nacional se encargó desde el inicio de ayudar a las provincias en el cumplimiento de esta disposición. Por un lado, a partir de la sanción de la Ley N° 463 en el año 1871 y la N° 2.737 en 1890, el Estado nacional decidió fomentar la instrucción primaria en las provincias a través del otorgamiento de subsidios. Por otro, a partir de la sanción de la Ley N° 4.874 en el año 1905 (Ley Lainez) el Estado nacional decidió impulsar la creación y financiamiento de escuelas en jurisdicciones provinciales, a raíz de las dificultades presupuestarias y el atraso estructural de las economías provinciales que impedían a las instancias subnacionales dar respuesta puntual y eficiente a la obligación constitucional (Salonia, 1996)16. Según el Dr. L. Barry, fue “una ley sabia que, si bien con el tiempo se desnaturalizó, permitía al Estado nacional colaborar con las provincias a cumplir con su obligación constitucional”17. De este modo, en el ámbito público concurrieron en la prestación de servicios de educación primaria (administración y financiamiento) tanto el Estado nacional como los Estados provinciales18. En lo que respecta al modelo de organización de la educación primaria, la Ley N° 1.420 del año 1884 fue su norma fundamental. La misma instituyó el modelo de organización del nivel primario para todo el país, estableciendo los principios generales que rigen la enseñanza pública en las escuelas primarias y, simultáneamente, regulando la participación del sector privado en la prestación del servicio. Se trataba de una ley que regulaba la mecánica de gobierno de la educación primaria, su forma de financiamiento y las condiciones para el ejercicio de la docencia. Con tal propósito se creó a partir de la sanción de esta ley el Consejo Nacional de Educación (órgano dependiente del Poder Ejecutivo Nacional) cuyas atribuciones eran, por un lado, supervisar y dirigir la forma de prestación de la educación pública primaria y, por otro, controlar y evaluar la participación de los actores privados en la prestación del servicio. Asimismo, como consecuencia de la sanción en 1905 de la Ley Lainez, el Consejo Nacional de Educación (CNE) se transformó en el organismo encargado de administrar directamente todas las escuelas públicas primarias creadas por la Nación en jurisdicción provincial. De este modo, el CNE se constituyó en el organismo que expresó y ejerció el centralismo en la conducción de la educación primaria19. Como bien lo sintetiza Salonia “Los docentes nos sentíamos en relación de dependencia con una superioridad remota que decidía todo lo importante [...] Desde Buenos Aires y hacia Buenos Aires eran los únicos y rectos itinerarios radiales que seguían las cuestiones de fondo de la educación primaria argentina [...] Los maestros estábamos lejos de los apoyos y asesoramientos necesarios, lejos de los servicios de supervisión, lejos de las instancias técnicas y de los personajes que elaboraban y aprobaban los planes de estudios o avalaban nuestras aptitudes y nuestros logros” (Salonia, 1996). Por lo que respecta a la enseñanza secundaria, la historia es bastante diferente. Su expansión se fue dando al ritmo de la propia demanda educativa, de manera paulatina, pero sin una ley que regulara su estructura y funcionamiento20. Este hecho se cristalizó en un escenario caracterizado por la ausencia de articulaciones entre los distintos actores intervinientes (públicos y privados) en la prestación del servicio21. A pesar de esta diferencia importante con el nivel primario de enseñanza, una característica común a ambos niveles fue la fuerte presencia del Estado nacional en el ámbito de la educación pública como prestador del servicio, en comparación a los esfuerzos realizados por las provincias22. A través de los instrumentos legales mencionados, se fue delineando la estructura del sistema educativo argentino23. Las políticas educativas de las décadas posteriores pretendieron mejorar (con suerte diversa) el funcionamiento del sistema escolar sin modificar la estructura por entonces vigente. Recién durante la década del ‘40 se produjeron algunas modificaciones significativas. Por un lado, con la sanción del Decreto N° 18.411 en el año 1943 se incorporó la enseñanza religiosa en todas las escuelas públicas; decreto que quedó sin efecto como consecuencia de la sanción de la Ley N° 14.401 en el año 1955. Por otro, a través de la sanción de la Ley N° 13.047 se autorizó el otorgamiento de subsidios públicos a la enseñanza privada. Sin embargo, estas modificaciones no alteraron el rol prominente del Estado nacional en materia de educación primaria y secundaria, tanto en su administración como financiamiento. Por el contrario, durante los gobiernos peronistas entre 1946 y 195524 el papel desempeñado por el Estado nacional se vio acentuado.