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VI.

EL REPARTO DEL MUNDO ENTRE LAS GRANDES POTENCIAS

"El rasgo característico de este período -- concluye dicho autor -- es, por consiguiente, el
reparto de Africa y Polinesia".
Como ni en Asia ni en América hay tierras desocupadas, es decir, que no pertenezcan a
ningún Estado, hay que ampliar la conclusión de Supan y decir que el rasgo característico
del período que nos ocupa es el reparto definitivo de la Tierra, definitivo no en el sentido de
que sea imposible repartirla de nuevo -- al contrario, nuevos repartos son posibles e
inevitables --, sino en el de que la política colonial de los países capitalistas ha terminado
ya la conquista de todas las tierras no ocupadas que había en nuestro planeta. Por vez
primera, el mundo se encuentra ya repartido, de modo que lo que en adelante puede
efectuarse son únicamente nuevos repartos, es decir, el paso de territorios de un "amo" a
otro, y no el paso de un territorio sin amo a un "dueño".
Hobson, en su obra sobre el imperialismo, destaca el período de 1884-1900 como período
de intensa "expansión" (ensanchamiento territorial) de los principales Estados europeos.
Según sus cálculos, Inglaterra adquirió durante ese período 3.700.000 millas cuadradas
con una población de 57 millones de habitantes; Francia, 3.600.000 millas cuadradas con
36,5 millones de habitantes; Alemania, 1.000.000 de millas cuadradas con 14,7 millones de
habitantes; Bélgica, 900.000 millas cuadradas con 30 millones de habitantes; Portugal,
800.000 millas cuadradas con 9 millones de habitantes. La caza de las colonias a fines del
siglo XIX, sobre todo desde la década del 80, por parte de todos los Estados capitalistas,
constituye un hecho universalmente conocido de la historia de la diplomacia y de la política
exterior.

En la época de mayor florecimiento de la libre concurrencia en Inglaterra, en los años


1840-1860, los dirigentes políticos burgueses de este país eran adversarios de la política
colonial
Para dar un panorama lo más exacto posible del reparto territorial del mundo y de los
cambios habidos en este aspecto durante las últimas décadas, utilizaremos los datos
suministrados por Supan, en la obra mencionada, sobre las posesiones coloniales de todas
las potencias del mundo. Supan compara los años 1876 y 1900; nosotros tomaremos el
año 1876 -- punto de comparación elegido muy acertadamente, ya que puede considerarse,
en términos generales, que es precisamente entonces cuando termina el desarrollo del
capitalismo de la Europa occidental en su fase premonopolista y el año 1914, sustituyendo
las cifras de Supan por las más recientes de Hubner, que entresacamos de sus "Tablas
geográfico-estadísticas". Supan estudia sólo las colonias; nosotros consideramos útil (para
que el cuadro del reparto del mundo sea completo) agregar unos cuantos datos sobre los
países no coloniales y semicoloniales, entre los cuales incluímos a Persia, China y Turquía;
el primero de estos países se ha transformado casi por completo en colonia; el segundo y
el tercero se van transformando en tales.
Al lado de las posesiones coloniales de las grandes potencias, hemos colocado las
colonias menos importantes de los Estados pequeños y que son, por decirlo así, el obieto
inmediato del "nuevo reparto" de las colonias, posible y probable. La mayor parte de esos
pequeños Estados conservan sus colonias únicamente gracias a que entre las grandes
potencias existen intereses contrapuestos, roamientos, etc., que dificultan el acuerdo para
el raparto del botín. En cuanto a los Estados "semicoloniales", nos dan el ejemplo de las
formas de transición que hallamos en todas las esferas de la naturaleza y de la sociedad.
El capital financiero es una fuerza tan considerable, por decirlo así tan decisiva en todas las
relaciones económicas e internacionales, que es capaz de subordinar, y en efecto
subordina, incluso a los Estados que gozan de una independencia política completa, como
lo veremos más adelante. Pero, naturalmente, para el capital financiero la subordinación
más beneficiosa y más "cómoda" es aquella que trae aparejada consigo la pérdida de la
independencia política de los países y de los pueblos sometidos. Los países semi coloniales
son típicos, en este sentido, como "caso intermedio". Se comprende, pues, que la lucha por
esos países semidependientes haya tenido que exacerbarse particularmente en la época
del capital financiero, cuando el resto del mundo se hallaba ya repartido.
La política colonial y el imperialismo existían ya antes de la fase actual del capitalismo y
aun antes del capitalismo. Roma, basada en la esclavitud, llevó a cabo una política colonial
y realizó el imperialismo.
La particularidad fundamental del capitalismo moderno consiste en la dominación de las
asociaciones monopolistas de los grandes empresarios. Dichos monopolios adquieren la
máxima solidez cuando reúnen en sus manos todas las fuentes de materias primas, y ya
hemos visto con qué furor los grupos internacionales de capitalistas dirigen sus esfuerzos
a arrebatar al adversario toda posibilidad de competencia, a acaparar, por ejemplo, las
tierras que contienen mineral de hierro, los yacimientos de petróleo, etc.
Para el capital financiero tienen importancia no sólo las fuentes de materias primas
descubiertas ya, sino también las probables, pues la técnica se desarrolla con una rapidez
increíble en nuestros días y las tierras hoy inservibles pueden ser convertidas mañana en
tierras útiles, si se descubren nuevos procedimientos (a cuyo efecto un banco importante
puede organizar una expedición especial de ingenieros, agrónomos, etc.), si se invierten
grandes capitales.
"En el transcurso de los últimos años, todos los territorios libres de la Tierra, a excepción
de China, han sido ocupados por las potencias de Europa y por los Estados Unidos. Debido
a esto se han producido ya varios conflictos y ciertos desplazamientos de influencia que no
son más que precursores de explosiones mucho más terribles en un futuro próximo. Pues
hay que apresurarse: las naciones que no se han provisto corren el riesgo de no percibir
nunca su porción y de no tomar parte en la explotación gigantesca de la Tierra, que será
uno de los hechos más esenciales del próximo siglo esto es, del siglo XX.

V.I., Lenin. (1916). EL IMPERIALISMO, FASE SUPERIOR DEL CAPITALISMO. Petrogrado: Quinto Sol,
S.A.
VII. EL IMPERIALISMO, COMO FASE PARTICULAR DEL CAPITALISMO
Intentaremos ahora hacer un balance, resumir lo que hemos dicho más arriba sobre el
imperialismo. El imperialismo ha surgido como desarrollo y continuación directa de las
propiedades fundamentales del capitalismo en general. Pero el capitalismo se ha trocado
en imperialismo capitalista únicamente al llegar a un cierto grado muy alto de su desarrollo,
cuando algunas de las propiedades fundamentales del capitalismo han comenzado a
convertirse en su antítesis, cuando han tomado cuerpo y se han manifestado en toda la
línea los rasgos de la época de transición del capitalismo a una estructura económica y
social más elevada.
Lo que hay de fundamental en este proceso, desde el punto de vista económico, es la
sustitución de la libre concurrencia capitalista por los monopolios capitalistas. La libre
concurrencia es la propiedad fundamental del capitalismo y de la producción de mercancías
en general; el monopolio se halla en oposición directa con la libre concurrencia, pero esta
última se ha convertido a nuestros ojos en monopolio, creando la gran producción,
eliminando la pequeña, reemplazando la gran producción por otra todavía mayor, llevando
la concentración de la producción y del capital hasta tal punto, que de su seno ha surgido y
surge el monopolio: cartels, sindicatos, trusts, y, fusionándose con ellos, el capital de una
docena escasa de bancos que manejan miles de millones. Y al mismo tiempo, los
monopolios, que se derivan de la libre concurrencia, no la eliminan, sino que existen por
encima y al lado de ella, engendrando así una serie de contradicciones, rozamientos y
conflictos particularmente agudos. El monopolio es el tránsito del capitalismo a un régimen
superior.
Si fuera necesario dar una definición lo más breve posible del imperialismo, debería decirse
que el imperialismo es la fase monopolista del capitalismo. Una definición tal comprendería
lo principal, pues, por una parte, el capital financiero es el capital bancario de algunos
grandes bancos monopolistas fundido con el capital de los grupos monopolistas de
industriales y, por otra, el reparto del mundo es el tránsito de la política colonial, que se
expande sin obstáculos en las regiones todavía no apropiadas por ninguna potencia
capitalista, a la política colonial de dominación monopolista de los territorios del globo,
enteramente repartido.
La definición de Kautsky está concebida así:
"El imperialismo es un producto del capitalismo industrial altamente desarrollado. Consiste
en la tendencia de cada nación industrial capitalista a someter y anexionarse regiones
agrarias, cada vez mayores, sean cuales sean las naciones que las pueblan".
La definición de Kautsky no sólo es errónea y no marxista, sino que sirve de base a todo un
sistema de concepciones que rompe totalmente con la teoría marxista y con la práctica
marxista, de lo cual hablaremos más adelante. Carece absolutamente de seriedad la
discusión sobre palabras promovida por Kautsky: ¿hay que calificar de imperialismo o de
fase del capital financiero la fase actual del capitalismo? Llamadlo como queráis, esto es
indiferente. Lo esencial consiste en que Kautsky separa la política del imperialismo de su
economía, hablando de las anexiones como de una política "preferida" por el capital
financiero y oponiendo a la misma otra política burguesa posible, según él, sobre la misma
base del capital financiero. Resulta que los monopolios en la economía son compatibles
con el modo de obrar no monopolista, no violento, no anexionista en política. Resulta que
el reparto territorial del mundo, terminado precisamente en la época del capital financiero y
que constituye la base del caracter particular de las formas actuales de rivalidad entre los
más grandes Estados capitalistas, es compatible con una política no imperialista. Resulta
que de este modo se disimulan, se atenúan las contradicciones más radicales de la fase
actual del capitalismo en vez de ponerlas al descubierto en toda su profundidad; resulta un
reformismo burgués en lugar del marxismo.
Si se entiende por punto de vista puramente económico la "pura" abstracción, todo cuanto
se pueda decir se reduce a la tesis siguiente: el desarrollo va hacia el monopolio; por lo
tanto, hacia un monopolio mundial único, hacia un trust mundial único. Esto es indiscutible,
pero, al mismo tiempo, carece de todo contenido, como la indicación de que "el desarrollo
va hacia" la producción de los artkulos alimenticios en los laboratorios. En este sentido, la
"teoría" del ultraim-perialismo es tan absurda como lo sería la de la "ultraagricultura".
El capital financiero y los trusts no atenúan, sino que acentúan la diferencia entre el ritmo
de crecimiento de las distintas partes de la economía mundial. Y si la correlación de fuerzas
ha cambiado, ¿cómo pueden resolverse las con tradicciones, bajo el capitalismo, si no es
por la fuerza? En la estadística de las vías férreas* hallamos datos extraordina riamente
exactos sobre la diferencia de ritmo en el creci miento del capitalismo y del capital financiero
en toda la economía mundial.
Ante esto, cabe preguntar: en el terreno del capitalismo, ¿qué otro medio podía haber que
no sea la guerra, para suprimir la desproporción existente entre el desarrollo de las fuerzas
productivas y la acumulación del capital, por una parte, y el reparto de las colonias y de las
"esferas de influencia" para el capital financiero, por otra?

V.I., Lenin. (1916). EL IMPERIALISMO, FASE SUPERIOR DEL CAPITALISMO. Petrogrado: Quinto Sol,
S.A.

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