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Sociedades urbanas y culturas políticas en la Baja Edad Media castellana, edited by Antón, José María Monsalvo, Ediciones Universidad de
Salamanca, 2013. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/biblioteka/detail.action?docID=4626722.
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SOCIEDADES URBANAS Y CULTURAS POLÍTICAS
EN LA BAJA EDAD MEDIA CASTELLANA
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J. M.ª MONSALVO ANTÓN (Ed.)
SOCIEDADES URBANAS
Y CULTURAS POLÍTICAS EN LA
BAJA EDAD MEDIA CASTELLANA
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ESTUDIOS HISTÓRICOS & GEOGRÁFICOS
156
©
Ediciones Universidad de Salamanca
y los autores
Motivo de cubierta:
Ambrogio Lorenzetti (1285-1348)
Efectos del buen gobierno en la vida en la ciudad (1338/1340): fresco
Palazzo Pubblico (Siena – Italia)
Composición
El Taller Editorial
www.eltallereditorial.com
Impresión y encuadernación
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Ficha catalográfica
CEP
Texto (visual) : sin mediación
SOCIEDADES urbanas y culturas políticas en la Baja Edad Media castellana / J. M.ª Monsalvo Antón
(ed.).—1a. ed.—Salamanca : Ediciones Universidad de Salamanca, 2013
711.4 : 316.334.56(460.18)”07/14”
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Índice
Introducción
José María Monsalvo Antón . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Obras públicas, fiscalidad y bien común en las ciudades de la Castilla
bajomedieval
Juan Antonio Bonachía Hernando . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
Las villas cantábricas bajo el yugo de la nobleza. Consecuencias sobre
los gobiernos urbanos durante la época Trastámara
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Introducción
E NTRE LAS LÍNEAS ACTUALES sobre historia urbana, los planteamientos referi-
dos a las mentalidades y las representaciones culturales ganaron ya hace
tiempo el favor de muchos historiadores. Numerosas perspectivas han
hecho a los medievalistas interesarse por las prácticas sociales, los modelos de
convivencia, las representaciones literarias de la ciudad o la sociotopografía.
Imágenes de la ciudad y la vida cotidiana son asuntos frecuentes en los acer-
camientos que se llevan a cabo. Pero, buscando mayor concreción dentro de
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10 JOSÉ MARÍA MONSALVO ANTÓN
guiente uno de los pioneros en impulsar una línea de trabajo en historia ur-
bana orientada a subrayar el flanco de las mentalidades y la vida cotidiana
en la ciudad medieval. Así lo revela alguna edición colectiva, que tuvo gran
impacto en su momento y que coordinó, en la que él mismo presentaba un
trabajo muy novedoso sobre el «honor» y el imaginario de la ciudad de Bur-
gos. Ha publicado desde entonces importantes trabajos sobre el espacio ur-
bano de ella, pero más allá de esa, sobre el abastecimiento de carne y los
problemas del mercado urbano, algunos acercamientos a los conflictos socia-
les, las oligarquías urbanas en las ciudades castellanas, la justicia y el corre-
gimiento, temas todos ellos en los que se ha convertido en un autor de refe-
rencia. Se ha ocupado también de las reformas eclesiásticas de Castilla en la
época de los Reyes Católicos. Y cuenta con algunos trabajos sobre discursos
políticos, incluido un estudio reciente sobre la noción de «ciudad ideal» en
Sánchez de Arévalo. Su preocupación por este problema de los ideales urba-
nos, que ha analizado últimamente, le facultaba para plantearse un estudio,
2. Además de las publicaciones individuales de los miembros del equipo, he coordinado el dossier
monográfico de Studia Historica. Historia Medieval titulado «Representaciones culturales de la ciudad
medieval» (n.º 28, 2010), así como, recientemente, el de la revista Edad Media. Revista de Historia (n.º 14,
2013), titulado «Culturas políticas urbanas en la Península Ibérica», que recoge las contribuciones de diez
autores, pero en este caso concernientess a toda la Península, aunque con claro predominio de las re-
feridas a la Corona de Castilla. Se trata de un dossier monográfico complementario del presente libro.
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INTRODUCCIÓN 11
que es el que aquí presenta, sobre la idea de bien común, la difícil demarca-
ción entre los espacios públicos y los privados o las contingencias de la ges-
tión urbanística y de las obras públicas, con especial hincapié asimismo en
las cuestiones fiscales, temática por la que se viene interesando también el
autor en los últimos años.
La trayectoria de José Ramón Díaz de Durana ha ido jalonando con obras
de gran impacto las distintas etapas y argumentos de la historia alavesa en pri-
mera instancia, vasca o guipuzcoana en segundo término y, con mayor ampli-
tud geográfica, el ámbito cantábrico o en general del norte de la Corona de
Castilla. Además de una abundante y sistemática actividad como coordinador
y editor de importantes libros colectivos, en su producción personal se halla
una obra amplísima, centrada en varias líneas en las que ha ofrecido contribu-
ciones siempre muy relevantes: la historia bajomedieval de la ciudad de Vito-
ria; la economía, la sociedad y los señoríos alaveses en la Baja Edad Media; los
linajes, bandos y la acción de los Parientes Mayores en el País Vasco; las her-
mandades; la economía en el norte de Castilla durante el siglo XV; el medio
material y los conflictos sociales de la Guipúzcoa rural; diversos estudios sobre
Vizcaya o villas alavesas; la fiscalidad real y el nacimiento de las haciendas
provinciales vascas. Estos temas, entre otros, han venido constituyendo desde
hace años el centro de sus quehaceres y se han convertido en obras de refe-
rencia. Las estructuras familiares y la posición social y política de los pequeños
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nobles, escuderos e hidalgos rurales, así como su confrontación con las villas
en el área norteña, han sido temática frecuentada en los últimos años por el
autor, siempre con el telón de fondo de la célebre hidalguía universal, cuyo
verdadero significado el autor viene desentrañando con gran rigor. En este
camino se ha cruzado hace ya tiempo con Jon Andoni Fernández de Larrea.
Especialista este último en la guerra, las luchas sociales y la sociedad de la Na-
varra medieval, en que centró sus primeros estudios y la tesis doctoral, ha
compaginado estas líneas con estudios sobre las fronteras de este reino con
Castilla así como con numerosos trabajos sobre el ámbito vasco propiamente
dicho, en concreto las villas, los linajes y bandos, los discursos políticos al
final de la Edad Media, las violencias y los conflictos sociales. En estas últi-
mas líneas sobre discursos ideológicos, élites rurales y villas en los territorios
vascos Jon Andoni Fernández de Larrea ha convergido muy a menudo con
Díaz de Durana, ofreciendo la asociación de ambos, concretada en numero-
sos trabajos firmados por los dos, un magnífico ejemplo de los buenos resul-
tados que puede proporcionar una sólida cooperación científica entre histo-
riadores muy solventes individualmente y a la vez muy bien compenetrados.
Pero a su vez la cooperación de ambos con un nutrido equipo de investiga-
dores de la Universidad del País Vasco, aunque no sólo de ella, les han he-
cho interesarse por problemas de interpretación y comparación histórica en
toda la cornisa cantábrica, una interesante sinergia investigadora que está
proporcionando frutos notables al medievalismo actual. En el trabajo que
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12 JOSÉ MARÍA MONSALVO ANTÓN
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INTRODUCCIÓN 13
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14 JOSÉ MARÍA MONSALVO ANTÓN
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INTRODUCCIÓN 15
este caso sus observaciones ofrecen una reflexión sobre la naturaleza de los
espacios públicos, específicamente las plazas públicas de las ciudades y sus
funciones, en línea con trabajos recientes sobre esta cuestión; y, como en
ellos, no se limita a la descripción de este espacio urbano y la actividad re-
guladora del poder político sino que ofrece también reflexiones teóricas y
aporta puntos de vista que refuerzan las exigencias de interdisciplinariedad
requeridas, con mayor énfasis si cabe que en otras, en esta temática.
El trabajo siguiente, sobre las actitudes y mentalidad social de la elite sal-
mantina bajomedieval, que es aquí nuestra aportación particular, se encuadra
por su parte en una línea de trabajo cultivada hace tiempo, centrada en el es-
tudio de las organizaciones y los idearios de los caballeros urbanos, así como
sobre los principios políticos que sostuvieron las acciones del patriciado frente
a las otras fuerzas sociales y frente a las influencias externas.
Finalmente, el estudio de Soledad Tena sobre cofradías y concejos cierra la
relación de los trabajos de los autores participantes en este volumen. A media-
dos de los noventa la autora publicaba su extensa monografía sobre la socie-
dad urbana medieval en las villas de San Sebastián, Rentería y Fuenterrabía.
Las investigaciones sobre la Guipúzcoa costera medieval constituyeron desde
entonces una línea de trabajo, complementada con alguna ampliación al ámbi-
to vasco en sentido más general. Trabajos sobre los conflictos en torno al Puer-
to de Pasajes, sobre los linajes urbanos de las villas costeras guipuzcoanas, las
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16 JOSÉ MARÍA MONSALVO ANTÓN
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Obras públicas, fiscalidad y bien común
en las ciudades de la Castilla bajomedieval1
i. INTRODUCCIÓN
1. Este trabajo ha sido elaborado en el marco del proyecto de investigación «Poder, sociedad y
fiscalidad en la Meseta norte castellana en el tránsito del Medievo a la Modernidad», financiado por
el Ministerio de Ciencia e Innovación, Plan Nacional de I+D+i (2008-2011) (HAR2011-27016-C02-02).
Dicho proyecto forma parte de un Proyecto coordinado entre la Universidades de Valladolid y la
Universidad del País Vasco («Poder, sociedad y fiscalidad en la Corona de Castilla: un estudio compa-
rado de la Meseta Norte y de la Cornisa Cantábrica en el tránsito del Medievo a la Modernidad»
(HAR2011-27016-C02) y está integrado en la red temática Arca Comunis (http://arcacomunis.uma.es).
2. M. Á. LADERO QUESADA, ‹‹La dimensión urbana: paisajes e imágenes medievales. Algunos ejem-
plos y reflexiones››, en Mercado inmobiliario y paisajes urbanos en el Occidente europeo. Siglos XI-XV
(Actas de la XXXIII Semana de Estudios Medievales de Estella. 17 al 21 de julio de 2006), Pamplona,
2007, pp. 23-63, en concreto, pp. 24-27; y Ciudades de la España medieval. Introducción a su estudio,
Madrid, 2010, pp. 10-12.
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18 JUAN A. BONACHÍA HERNANDO
En este orden de cosas, me interesa retornar al siglo XIII y observar, más allá
de su carácter eminentemente jurídico, las consideraciones que se contienen
en las leyes de las Partidas sobre los bienes y espacios públicos, su confronta-
ción y defensa frente a los intereses privados y, principalmente, los criterios
3. Como señaló hace años J. HEERS, el urbanismo no puede «s’observer comme une pure expre-
sion artistique, fruit d’une reflexion intellectuelle, d’une simple conception esthétique; le paysage
urbain, le dessin des rues, les formes de l’habitat mêmes répondent à des besoins impérieux, plus
encore correspondent à des façons de vivre, à des structures économiques, politiques et, avant tout,
sociales» (J. HEERS, Espaces publics, espaces privés dans la ville. Le Liber Terminorum de Bologne
(1294), París, 1984, pp. 15 y ss.).
4. Una identidad urbana participada, en expresión de Y. GUERRERO NAVARRETE. Sobre estas cues-
tiones, véanse las reflexiones de esta autora en «La fiscalidad como espacio privilegiado de construc-
ción político identitaria urbana: Burgos en la Baja Edad Media», Stud, hist., H.ª mediev., 30, 2012, pp.
43-66.
5. En torno a la noción y al ideal del Bien Común, véase el reciente conjunto de estudios reco-
gidos en E. LECUPPRE-DESJARDIN y A. L. VAN BRUAENE (eds.), De Bono Communi. The Discours and
Practice of the Common Good in the European City (13th-16th c.) / Discours et practique du Bien
Commun dans les villes d’Europe (XIIIe au XVIe siècle), Turnhout, Brepols, 2010.
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OBRAS PÚBLICAS, FISCALIDAD Y BIEN COMÚN… 19
6. «Otrosi decimos que do quier que sea fallado este nombre cibdat, que se entiende todo aquel
lugar que es cercado de los muros, con los arrabales et los edificios que se tienen con ellos» (Las Siete
Partidas del Rey Don Alfonso el Sabio, cotejadas con varios códices antiguos por la Real Academia de
la Historia, Madrid, Imprenta Real, 1807 (ed. facsímil, Madrid, 1972), aquí Partida VII, XXXIII, VI (en
adelante, Part. VII, XXXIII, VI). R. IZQUIERDO BENITO sugiere que «la existencia de arrabales era lo que
podía dar auténtico sentido a un lugar habitado para considerarlo una ciudad» (‹‹Rasgos urbanísticos
de las ciudades del Reino de Toledo en el siglo XIII››, en M. GONZÁLEZ JIMÉNEZ (ed.), El mundo urbano
en la Castilla del siglo XIII, Sevilla, 2006 (2 vols.), vol. I, pp. 123-144, la cita en p. 123). La cuestión del
Urbanismo en la obra alfonsí y, más en concreto en este Código, ha sido tratada específicamente por
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M.ª DEL C. CAYETANO MARTÍN, «La ciudad medieval y el Derecho: el urbanismo en las Partidas», Anales
de Historia del Arte, 4, 1993-1994, pp. 65-70; y más recientemente por F. RUIZ GÓMEZ, ‹‹La ciudad en la
obra jurídica alfonsí: el paisaje urbano y los grupos de poder››, en GONZÁLEZ JIMÉNEZ (ed.), El mundo
urbano en la Castilla del siglo XIII, vol. I, pp. 101-121; y J. A. BONACHÍA HERNANDO, ‹‹La imagen de la ciu-
dad en las Partidas: edificación, seguridad y salubridad urbanas›› Cuadernos de Historia de España,
LXXXV-LXXXVI, 2011-2012, pp. 115-134. Por supuesto, hay otras numerosas menciones en gran número
de artículos y obras monográficas sobre núcleos de población concretos o en trabajos relacionados
con asuntos puntuales (la calle, la muralla, la plaza, la vivienda…). En otro orden de cosas, en rela-
ción con los apriorismos de la historiografía respecto a la ciudad amurallada y otras interesantes con-
sideraciones sobre el papel de la cerca en la conformación del espacio urbano, véase J. M.ª MONSALVO
ANTÓN, ‹‹Espacios y poderes en la ciudad medieval. Impresiones a partir de cuatro casos: León, Burgos,
Ávila y Salamanca››, en J. I. de la IGLESIA (coord.), Los espacios de poder en la España medieval. XII Se-
mana de Estudios Medievales, Logroño, 2002, pp. 97-147, en concreto pp. 115-132. Sobre la función
simbólica y material de las murallas, seguimos recurriendo con carácter general a los trabajos y con-
clusiones contenidas en J. HEERS (ed.), Fortifications, portes de villes, places publiques, dans le monde
méditerranéen, París, 1985, en especial el de M. Á. LADERO QUESADA, ‹‹Les fortifications urbaines en Cas-
tille aux XIe.-XVe. siècles: problématique, financement, aspects sociaux››, pp. 145-176; y en C. de SETA y J.
LE GOFF (eds.), La ciudad y las murallas, Madrid, 1991, en concreto para Castilla el de J. VALDEÓN BARU-
QUE, ‹‹Reflexiones sobre las murallas urbanas de la Castilla medieval››, pp. 67-87. Véase también LADERO,
Ciudades de la España medieval, pp. 99-103.
7. Son varias las ocasiones en que la existencia de muros se vincula en las Partidas a ambas rea-
lidades, ciudades y villas: los clérigos non deben labrar «por sí mesmos en las labores de los castiellos
nin de los muros de las cibdades nin de las villas» (Part. I, VI, LI); «Honra debe el rey facer á su tierra,
et señaladamiente en mandar cercar las cibdades, et las villas et los castiellos de buenos muros et de
buenas torres (…)» (Part. II, XI, II); «Santas cosas son llamadas los muros et las puertas de las cibdades
et de las villas (…)» (Part. III, XXVIII, XV), etc. La definición no parece exclusiva, por lo tanto, de las
ciudades. Y tampoco tiene relación alguna con la presencia de murallas el hecho de que el núcleo
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20 JUAN A. BONACHÍA HERNANDO
fortificado sea mayor o menor. Una villa pequeña también puede estar amurallada, aunque la fortale-
za de sus muros sea menor: «Guardábanse mucho los antiguos de poner engeños sinon á castiello ó á
villa pequeña, porque en tales logares facen mayor daño derribando los muros, et las torres et aun las
casas, et matando los homes, lo que non podrien facer en las villas grandes: ca estas de lieve nunca
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se toman sinon por fambre, ó por furto, ó por cavas, ó por feridas de bozones con que derribasen los
muros, ó por castiellos de madera que llegasen a las torres con que las entrasen por fuerza, ó por
combatirlos tan afincadamente que los subiesen por escaleras…» (Part. II, XXIII, XXVI. En el mismo
Título, también Leyes XXIV y XXV). Al hilo de todo ello, es el propio legislador quien, en alguna oca-
sión, establece una equiparación entre «ciudad» y «villa grande» por oposición a la idea de «villa peque-
ña» o «villa menor» (Part. III, XX, VII; o II, XIII, XIX, al hablar de las exequias debidas al rey).
8. No sorprende que en la representación de algunas puertas en las Cantigas aparezca, en su
parte superior, una imagen sedente de la Virgen con el niño en brazos, lo cual invoca al mismo tiem-
po la protección divina sobre la ciudad (A. ARCAZ POZO, «La imagen de la ciudad castellana en las
Cantigas alfonsíes››, en GONZÁLEZ JIMÉNEZ (ed.), El mundo urbano en la Castilla del siglo XIII, vol. II,
pp. 75-86, aquí pp. 75-77).
9. «(…) et por ende establecieron antiguamente los emperadores et los filósofos que ningunt
home non los quebrantase rompiéndolos, nin foradándolos nin entrando sobre ellos por escaleras
nin en otra manera ninguna que sea sinon por las puertas tan solamente (…) porque quien asi entra-
se en alguna cibdat ó villa non entrarie como home que ama pro et honra del logar, mas como ene-
migo et como malhechor (…)» (Part. III, XXVIII, XV). En la ley XVI se pone como ejemplo la historia
de la fundación de Roma por Rómulo y Remo, la violación de las murallas de Roma por el segundo
y su ejecución por su propio hermano. Al respecto, véase B. ARÍZAGA BOLUMBURU, Urbanística medie-
val (Guipúzcoa), Donostia, 1990, p. 109.
10. Part. II, XI, II. En el mismo sentido, Part. III, XXXII, XX: «Apostura et nobleza del regno es
mantener los castiellos, et los muros de las villas, et las otras fortalezas (…)».
11. Por ejemplo, su primordial carácter defensivo, la prohibición de construir en sus anexos por ra-
zones estratégicas, o la obligación de vigilancia y defensa de los muros que incumbe a los habitantes de
una población. La muralla es ante todo, como toda fortificación, expresión visible de la necesidad de
protección: «(…) et demas es grant seguranza et gran amparamiento de todos comunalmente para en
todo tiempo» (Part. III, XXXII, XX). Véase E. VARELA AGÜÍ, La fortaleza medieval: simbolismo y poder en la
Edad Media, Valladolid, 2002. p. 87; ARÍZAGA, Urbanística medieval, pp. 107 y ss. La fortaleza de la ciudad,
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OBRAS PÚBLICAS, FISCALIDAD Y BIEN COMÚN… 21
las Partidas como un bien común que sirve al Bien Común. Y si su presencia
favorecía a todos, también era responsabilidad de todos velar por ellas, de
tal modo que si la defensa de los muros ciudadanos era un deber colectivo,
también lo era, como veremos más adelante, su conservación y manteni-
miento, ya fuera a través de su financiación por el erario municipal o, a falta
de recursos en las arcas concejiles, mediante la contribución fiscal de los
habitantes del lugar.
Además de las murallas, ciertos espacios y vías de comunicación de villas y
ciudades son también un bien común y merecen igualmente la atención del
legislador: «Apartadamente son del comun de cada una cibdat ó villa las
fuentes et las plazas do facen las ferias et los mercados, et los logares do se
ayuntan á concejo, et los arenales que son en las riberas de los rios, et los
otros exidos, et las correderas do corren los caballos, et los montes et las dehe-
sas et todos los otros logares semejantes destos que son establescidos et otorga-
dos para pro comunal de cada una cibdat, ó villa, ó castiello ó otro logar».12
Como se indica en otras Leyes, las plazas, calles y caminos son bienes comu-
nales de los núcleos de población.13 Algunos otros —campos, viñas, huertas,
olivares, heredades, ganados, siervos, pegujal, navíos— podían generar rentas,
aun siendo comunales no eran de aprovechamiento particular y, en algunos
casos (siervos, ganados, pegujal, navíos), podían pasar a pertenecer, por pres-
cripción adquisitiva y con ciertas garantías procesales para el concejo, a la
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persona que los hubiera explotado durante cuarenta años.14 Los beneficios
producidos por ellos debían ser invertidos en el pago de salarios o en el
mantenimiento de bienes provechosos para toda la comunidad.15
Las calles, plazas y caminos, como las fuentes y los puentes, son espacios
públicos, bienes de uso colectivo que las Partidas protegen en su tensión frente
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a los intereses privados. Los lugares donde tienen lugar las reuniones conceji-
les, no necesariamente un edificio,16 también tienen ese carácter comunal y
público, así como aquellos otros donde se juntan los jueces para oír y librar los
pleitos, «logares señalados et comunales… do suelen judgar públicamente».17
Pero si hay unos espacios públicos prototípicos, son las calles y plazas. En el
código alfonsino la idea de lo público va muy unida a los conceptos de plaza y
mercado. La plaza, como se ha dicho, «es el lugar público por excelencia de un
núcleo urbano».18 La celebración de ferias y mercados convierte las calles y, so-
bre todo, las plazas en los espacios públicos por antonomasia, en lugares de
encuentro y sociabilidad donde hombres y mujeres afluyen masivamente a
comprar, vender y cambiar todo tipo de bienes y productos.19 Y junto a las ca-
lles y plazas, los puentes. Como he indicado en otra parte,20 su construcción
16. Lo más normal es que en esta época los municipios no dispusieran de una sede para sus
reuniones (M. MONTERO VALLEJO, Historia del urbanismo en España. I. Del eneolítico a la Baja Edad
Media, Madrid, 1996, p. 193). Los ejemplos puntuales son muy abundantes para el caso castellano,
donde estos edificios no comienzan a generalizarse hasta finales del siglo XV, aunque en algún caso
se hubieran dado precedentes, como en Toledo, Jaén o Cuenca. En esta última ciudad la corporación
contaba con casa propia desde inicios del siglo XV, cerca de la plaza de la Picota, pero un incendio
la destruyó en 1447 y no volvió a tener sede propia hasta finales de siglo, tras la disposición de las
Cortes de Toledo de 1480 (J. M.ª SÁNCHEZ BENITO, El espacio urbano de Cuenca en el siglo XV, Cuenca,
1997, pp. 71-73).
17. Part. III, IV, VII y VIII. Además de públicos, los lugares donde se realizaban los juicios debían
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ser convenientes: «De dia et non de noche (…) debe el judgador dar su juicio (…) et débelo él mes-
mo leer públicamente si sopiere leer, seyendo asentado en aquel logar do suele oir los pleytos ó en
otro que sea convenible para ello» (Part. III, XXII, V). También se dispone que el juicio no es valede-
ro «si fuese dado en logar desconveniente, asi como en la taberna ó en otro logar que fuese desagui-
sado para judgar» (Part. III, XXII, XII).
18. B. ARÍZAGA BOLUMBURU, La imagen de la ciudad medieval. La recuperación del paisaje urbano,
Santander, 2002, p. 22. Así mismo, véase MONSALVO, ‹‹Espacios y poderes››, pp. 140-142. Véanse también
las páginas dedicadas a la plaza y sus significados por HEERS, Espaces publics, pp. 135 y ss. Sobre este
particular, continúa siendo muy recomendable la obra de J. L. SÁINZ GUERRA, La génesis de la plaza en
Castilla durante la Edad Media: la plaza y la estructura urbana, Valladolid, 1990.
19. De ese modo, el lugar donde se realiza el mercado se convierte, por la masiva afluencia y
trasiego de gentes, en el ámbito idóneo donde se efectúan los pregones. Cuando una persona no
puede ser emplazada en su casa para que acuda ante el juez porque está escondida o ha huido del
lugar, el emplazamiento se puede pregonar «en tres mercados, porque lo sepan sus parientes et sus
amigos, et gelo fagan saber que vengan facer derecho á aquellos que querellaren dellos, ó que sus
parientes ó sus amigos los puedan defender en juicio si quisieren» (Part. III, VII, I). Aunque, por las
mismas razones, también se erige en uno de los espacios preferidos de tramposos, maleantes y ladro-
nes que, utilizando las más variadas artimañas —lanzando serpientes en medio de la multitud o
provocando peleas amañadas—, asustan y engañan a los asistentes y aprovechan el tumulto para
robarles (Part. VII, XVI, X). Esa imagen de la plaza como lugar de reunión de tahúres y bribones
también es reflejada por las Cantigas alfonsíes: ARCAZ, ‹‹La imagen de la ciudad››, p. 79. En fin, la plaza
se nos muestra también como el lugar idóneo, por el constante ir y venir de gentes y la consiguiente
repercusión y rapidez con que se transmiten las noticias y rumores que se propagan en ella, para dar
a la luz pública libelos difamatorios contra otras personas (Part. VII, IX, III).
20. J. A. BONACHÍA HERNANDO, «El agua en las Partidas», en M.ª I. del VAL VALDIVIESO y J. A. BONA-
CHÍA HERNANDO (coord.), Agua y sociedad en la Edad Meia hispana, Granada, 2012, pp. 13-64, en con-
creto pp. 30-32.
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34. Part. V, VII, VII. Sobre el portazgo en las Partidas, C. GONZÁLEZ MÍNGUEZ, El portazgo en la
Edad Media. Aproximación a su estudio en la Corona de Castilla, Bilbao, 1989, pp. 144-149. Véase
también M. A. LADERO QUESADA, Fiscalidad y poder real en Castilla (1252-1369), Madrid, 1993, pp. 131-139.
35. Part. V, VII, VII; III, XXVIII, X.
36. Part. V, XIV, XXVI.
37. «(…) pero si en las cibdades ó en las villas do han meester de facer algunas destas labores, si
han rendas apartadas de comun, deben hi ser pimeramiente despendidas: et si non complieren ó non
fuese hi alguna cosa comunal, entonce deben los moradores de aquel logar pechar comunalmiente
cada uno por lo que hobiere fasta que ayunten tanta quantia de que se pueda complir la labor» (Part.
III, XXXII, XX).
38. «Ca pues que la pro destas labores pertenesce comunalmiente á todos, guisado et derecho es
que cada uno faga hi aquella ayuda que podiere» (Id., ibid.). Sobre el principio de igualdad ante el
impuesto, basado en el argumento del «bien común» y utilizado igualmente en el supuesto de la
obras públicas y, en especial, de la construcción y mantenimiento de las defensas urbanas, véase,
para el caso de las ciudades catalanas, el reciente trabajo de P. VERDÉS PIJUAN, «Car les talles són difí-
cils de fer e pijors de exigir: a propósito del discurso fiscal en las ciudades catalanas durante la épo-
ca bajomedieval», Stud, hist., H.ª mediev., 30, 2012, pp. 129-153.
39. J. HEERS, La ville au Moyen Âge en Occident. Paisages, pouvoirs et conflits, París, 1990; M.ª GINA-
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TEMPO y L. SANDRI, L’Italia delle città. Il popolamento urbano tra Medioevo e Rinascimento (secoli XIII-XVI),
Firence, 1990; J. M.ª MONSALVO ANTÓN, Las ciudades europeas del Medievo, Madrid, 1997; N. COULET y O.
GUYOTJEANNIN (eds.), La ville au Moyen Âge. T. 1: Ville et space. T. 2: Sociétés et pouvoirs dans la ville, París,
1998; G. JEHEL y PH. RACINET, La ciudad medieval. Del Occidente cristiano al Oriente musulmán (si-
glos V-XV), Barcelona, 1999; BOUCHERON y MENJOT, Historia de la Europa urbana. La ciudad medieval.
40. LADERO, Ciudades de la España medieval, pp. 25-28. Sobre la fundación de Ciudad Real, véase
L. R. VILLEGAS DÍAZ, «La fundación de Villa Real y el mundo urbano manchego», en GONZÁLEZ JIMÉNEZ
(ed.), El mundo urbano en la Castilla del siglo XIII, vol. I, pp. 51-66.
41. En este contexto es difícil obviar el papel repoblador de Alfonso X (M. GONZÁLEZ JIMÉNEZ, ‹‹Al-
fonso X, repoblador››, en GONZÁLEZ JIMÉNEZ (ed.), El mundo urbano en la Castilla del siglo XIII, vol. I,
pp. 17-31), así como los fenómenos de nacimiento de nuevas villas que se vienen produciendo en los
viejos territorios al Norte del Duero desde mediados del siglo XII (B. ARÍZAGA BOLUMBURU, El nacimien-
to de las villas Guipuzcoanas en los siglos XIII Y XIV. Morfología y funciones urbanas, San Sebastian, 1978
y Urbanística medieval, pp. 13-52; J. I. RUIZ DE LA PEÑA SOLAR, Las «polas» asturianas en la Edad Media.
Estudio y diplomatario, Oviedo, 1981, o para un caso concreto, ‹‹Funciones y paisajes urbanos de las
villas marítimas del Norte de España: Avilés (siglos XII-XV)››, en Mercado inmobiliario y paisajes urba-
nos, pp. 691-735; P. MARTÍNEZ SOPENA, La Tierra de Campos Occidental. Poblamiento, poder y comuni-
dad del siglo X al XIII, Valladolid, 1985, o ‹‹Repoblaciones interiores, villas nuevas de los siglos XII y XIII››,
en Despoblación y colonización del Valle del Duero: siglos VIII-XX, León, 1995, pp. 161-187, sobre el ori-
gen y evolución de las villas del valle del Duero. Puede encontrarse una visión de conjunto en J. Á.
SOLÓRZANO TELECHEA y B. ARÍZAGA BOLUMBURU (eds.), El fenómeno urbano medieval entre el Cantábrico
y el Duero. Revisión historiográfica y propuestas de estudio, Santander, 2002, donde se recogen estudios
que abordan el fenómeno monográficamente para los distintos territorios al Norte del Duero.
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perfil definitivo, con la edificación de las nuevas murallas. A finales del si-
glo XIII y comienzos del XIV ya está esbozado el perfil característico del
Burgos bajomedieval y moderno. Junto a la nueva ubicación del mercado,
la construcción de la catedral burgalesa y la ampliación de su recinto amu-
rallado modifi can profundamente y acaban de perfi lar para el futuro la
imagen de la ciudad, y vienen a corporeizar la potencia económica y polí-
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45. J. A. BONACHÍA HERNANDO, «El espacio urbano medieval de Burgos», en B. ARÍZAGA BOLUMBURU
y J. Á. SOLÓRZANO TELECHEA (coords.), El espacio urbano en la Europa medieval. Nájera. Encuentros
internacionales del Medievo, 2005, Logroño, 2006, pp. 273-296, en concreto, pp. 282-284 y H. CASADO
ALONSO, ‹‹Crecimiento urbano y mercado inmobiliario en Burgos en el siglo xv››, en Mercado inmobi-
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52. LADERO, Ciudades de la España Medieval, p. 101; BENITO IZQUIERDO, ‹‹Rasgos urbanísticos»,
p . 1 3 3 .
53. SÁNCHEZ BENITO, El espacio urbano de Cuenca, p. 42.
54. Ya citaron varios ejemplos, hace más de veinte años, los profesores M. Á. LADERO y J. VAL-
DEÓN: LADERO, ‹‹Les fortifications urbaines en Castille››, pp. 148-151; VALDEÓN, ‹‹Reflexiones sobre las
murallas››, pp. 79-80.
55. E. GONZÁLEZ DÍEZ, Colección diplomática del Concejo de Burgos (884-1369), Burgos, 1984, doc.
172, pp. 293-294.
56. J. HEERS, ‹‹Conclusions››, en HEERS (ed.), Fortifications, portes de villes, pp. 323-340, aquí p. 326.
57. LADERO, ‹‹Les fortifications urbaines››, pp. 157-159. RUIZ DE LA PEÑA, «Las haciendas concejiles»,
p. 519. Para el territorio vasco y para finales de la Edad Media, véase E. GARCÍA FERNÁNDEZ, ‹‹Finanzas
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60. Datos extraídos de ÁLVAREZ ÁLVAREZ, La ciudad de León, pp. 41-50 (la cita en p. 50). Véase
también LADERO, ‹‹Les fortifications urbaines››, p. 158. Sobre la alcabalina, llamada así para diferenciarla
de la alcabala regia, consúltese E. BENITO RUANO, «La alcabalina», en Archivos Leoneses, XXIII, 1969,
pp. 283-299.
61. C. GONZÁLEZ MÍNGUEZ, «El nacimiento de una conciencia urbanística en el Medievo», en Boletín
de la Institución Sancho el Sabio, XXII, 1978, pp. 7-22. Avanzado el siglo XV continuaron mantenién-
dose las fuentes de financiación habituales para la conservación de los muros: aportaciones de los
reyes, derramas concejiles, multas, a las que hay que sumar donaciones testamentarias. Y contribuían
a su mantenimiento todos los vecinos, incluidos los vecinos del alfoz y señorío vitoriano (J. R. DÍAZ
DE DURANA, Vitoria a fines de la Edad Media (1428-1476), Vitoria, 1984, p. 33.
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trigo, conocida como renta de las «cuchares de la villa», los recursos proce-
dentes de la «tafurería» local —mercedes concedidas en ambos casos por
Alfonso X (1258 y 1268)—, o la donación efectuada por Fernando IV en 1299,
para un período de cuatro años, «de todo pecho et de todo pedido et de fonsa-
do et de fonsadera», como ayuda para construir la muralla. En 1305 este mis-
mo monarca convertiría en perpetua la merced otorgada al concejo de la vi-
lla de la principal fuente de financiación de las obras de construcción y
mantenimiento de la muralla, la renta de cuchares. Otra fuente de ingresos,
como ocurría en el caso burgalés, eran las multas impuesta a los vecinos de
Oviedo.62
Hacia 1300 se estaba construyendo en Valladolid una nueva muralla que,
como en otras partes, ampliaba considerablemente el espacio intramuros de
época anterior. La obra ya estaba en marcha en 1296 y aún continuaba en
1302. Su construcción también exigió importantes esfuerzos financieros: el
concejo vendió tierras para ello, se produjeron transferencias de rentas re-
gias a su favor, se destinaron a las obras —«fasta que la cerca de nuestra
villa sea acabada»— el producto de las penas impuestas a quienes contravi-
nieran la ordenanza que prohibía a los vecinos comprar vino de fuera del
término de la villa, y ésta obtuvo de Fernando IV la devolución de los dere-
chos que recaían sobre la tahurería, el pan cocido y la escribanía del conce-
jo, así como las rentas procedentes de los impuestos sobre el pan, la sal, el
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lino y la lana.63
62. La información sobre Oviedo se encuentra en ÁLVAREZ FERNÁNDEZ, Oviedo a fines de la Edad
Media, pp. 119-124, 373-375. Véase también RUIZ DE LA PEÑA, «Las haciendas concejiles», pp. 526-528.
63. RUCQUOI, Valladolid en la Edad Media, vol. I, pp. 86-90; MARTÍNEZ SOPENA, «El Valladolid me-
dieval», pp. 115, 123-124.
64. Burgos ofrece un expresivo ejemplo (J. A. BONACHÍA HERNANDO, «Más honrada que ciudad de
mis reinos: la nobleza y el honor en el imaginario urbano (Burgos en la Baja Edad Media», en J. A.
BONACHÍA HERNANDO (coord.), La ciudad medieval. Aspectos de la vida urbana en la Castilla bajome-
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71. J. A. BONACHÍA HERNANDO, «El desarrollo urbano de la villa de Aranda de Duero en la Edad
Media», en Biblioteca. Estudio e Investigación, 24, 2009, pp. 9-35, para este asunto pp. 20-22.
72. Un buen resumen de ese impulso urbanizador que se esparcía por todas las partes durante
el siglo XV, puede encontrarse en LADERO, ‹‹La dimensión urbana: paisajes e imágenes››, pp. 31 y ss., y
Ciudades de la España medieval, pp. 47-59. La producción historiográfica sobre urbanismo castellano
en el XV es muy extensa. Podemos acudir a la amplia revisión bibliográfica acerca de la investigación
desarrollada entre 1990 y 2004 sobre las ciudades hispánicas de M.ª ASENJO GONZÁLEZ, ‹‹Las ciudades
medievales castellanas. Balance y perspectivas de su desarrollo historiográfico (1990-2004)››, En la
España Medieval, 28, 2005, pp. 415-453, así como a la posterior y extensa selección inserta en la obra
de ÁLVAREZ FERNÁNDEZ, Oviedo a fines de la Edad Media, pp. 47-65. Complétese con la puesta al día
bibliográfica, para los territorios peninsulares entre el Cantábrico y el Duero, recogida en los trabajos
contenidos en SOLÓRZANO TELECHEA y ARÍZAGA BOLUMBURU (eds.), El fenómeno urbano medieval.
73. Medidas que pueden contemplarse recogidas en fueros municipales de la época: véase algún
ejemplo en M.ª J. PAREJO DELGADO, ‹‹Las ciudades de Baeza y Úbeda en el siglo XIII. El medio ambien-
te urbano››, en GONZÁLEZ JIMÉNEZ (ed.), El mundo urbano en la Castilla del siglo XIII, vol. II, pp. 227-
236; M.ª J. TORQUEMADA SÁNCHEZ, Derecho y Medio Ambiente en la baja Edad Media castellana, Madrid,
2009.
74. BONACHÍA, ‹‹La imagen de la ciudad en las Partidas››, p. 134.
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ingresos aportados por la alcabalina, un impuesto que gravaba todas las mer-
cancías que pagaban alcabala en un 3,33 %, destinándose la mitad de su pro-
ducto a las labores de la muralla. No obstante, la situación de debilidad de las
finanzas municipales en las últimas décadas del siglo xv, la necesidad de re-
paración de sus muros y la construcción o finalización de algunos edificios
públicos (como la Casa de carnicería y pescadería, o la del peso de la hari-
na), condujeron al concejo leonés a solicitar y obtener de los Reyes Católi-
cos, en 1491, la autorización para echar una sisa especial de 60.000 mrs. sobre
las mercancías «que se traygan e metan en esta çibdad e que se vengan a ven-
der en ella». Tres años antes, en 1488, les habían pedido que pudieran echar
una «ynpusiçión general».78 En general, el arreglo de los muros y puentes
leoneses se costeaba desde el siglo XIV con el producto, por sucesivas dona-
ciones regias (Alfonso XI, Pedro I, Enrique III), de la recaudación del peaje
cobrado en ellos, con parte de la alcabalina y mediante la imposición ex-
traordinaria de diversas derramas y repartimientos. Y de forma ya bastante
75. BOUCHERON y MENJOT, Historia de la Europa urbana. La ciudad Medieval, pp. 210 y ss.; HEERS,
Espaces publics, en especial p. 84.
76. Sobre la alcabalina de Astorga y sus coincidencias y particularidades respecto a la de León,
véase J. A. MARTÍN FUERTES, El concejo de Astorga (siglos XIII-XVI), León, 1987, pp. 287-290.
77. LUIS LÓPEZ, La Comunidad de Villa y Tierra de Piedrahita, pp. 296-297.
78. ÁLVAREZ ÁLVAREZ, La ciudad de León, pp. 50-55.
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habitual desde finales del siglo XV, las labores de mantenimiento y repara-
ción de las murallas y puentes, así como la construcción de algunos edificios
o las obras de pavimentación de las calles, fueron costeadas mediante repar-
timientos, sisas e impuestos sobre el tránsito comercial.79
A fines de la Edad Media, una tercera parte de las multas impuestas por
infracciones se dedicaba en Toledo al mantenimiento de las murallas, o se
recurría, en momentos de especial necesidad, a la imposición de una tribu-
tación extraordinaria sobre la población (1386).80 La preocupación de las
autoridades toledanas por mantener el espacio público en buen estado de
conservación se plasmó, desde los años finales del siglo XV, en una política
tendente a mejorar las condiciones materiales de vida de sus vecinos y en
importantes obras de canalización de aguas y pavimentación de las calles.
Este tipo de obras, destinadas a «hazer las madres e empedrar las calles»,
debían ser costeadas, inicialmente, «en quanto posible sea», con los propios
y rentas de la ciudad. Pero, habida cuenta del elevado coste de las obras y
de la escasez de recursos municipales, cada vez fue más frecuente el recur-
so a la sisa o a hacer repartimientos entre los vecinos que tenían «perte-
nençias» en las calles afectadas, es decir, los beneficiarios más directos de
las obras.81
Además de la renta de cuchares, destinada a las labores de conservación
de una muralla que acaparó la mayor parte de los gastos de la ciudad, y de
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79. Para este asunto es imprescindible el trabajo de I. GONZÁLEZ GALLEGO, «Las murallas y los
puentes de León en el siglo XIV (un modelo de financiación de obras públicas)», en León y su Histo-
ria. Miscelánea histórica, IV, León, 1977, pp. 365-411. La imposición general solicitada en 1488 también
se destinaba al arreglo de puentes, aunque lo más normal fue que se echaran sisas (1490, 1491, 1502,
1503) o se hicieran repartimientos: en 1506 se hizo un repartimiento para la reparación del puente de
Villarente. En 1511 hubo repartimiento para arreglar los muros y la cerca y para «fazer un matadero».
Dos años antes, tras considerar que «esa dicha çibdad tenía nesçesidad de se enpedrar para estar más
sana e ennoblesçida», D.ª Juana facultó al concejo y al cabildo para que durante dos años pudieran
recaudar un maravedí de cada carro que entrase en la ciudad, destinándose el producto recogido al
empedramiento de calles. Al mismo tiempo prohibió el tránsito de carros (ÁLVAREZ ÁLVAREZ, La ciudad
de León, pp. 83-89, 140-141, 143-145).
80. R. IZQUIERDO BENITO, Un espacio desordenado: Toledo a fines de la Edad Media, Toledo, 1996,
p. 22.
81. Id., ibid., pp. 57-79 y, muy en especial, pp. 76-79 sobre las labores de enladrillamiento y em-
pedrado de las calles.
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las argumentadas en otros lugares: «(…) a cabsa que la dicha çibdad es muy
pobre de propios, e los muros e puertas e puentes e fuentes de la dicha çibdad
están muy mal reparados, para lo qual e para una casa de consystorio e para
una puente al río de Puerto, por donde pasan los mantenimientos que vienen
a la dicha çibdad e para otras cosas nesçesarias, son menester muchos otros
maravedís».82 La denominada sisa nueva, autorizada por los Reyes Católicos y
convertida en impuesto ordinario por su continuidad, gravaba el vino, pesca-
do, carnes y paños, y su importe se destinaba al pago de los gastos origina-
dos por numerosas obras públicas: las casas del consistorio, la fuente de Ci-
madevilla, la traída de aguas, el puente sobre el río Nalón desde Puerto, la
reparación de la muralla y el empedrado de calles. El recurso a la sisa conti-
nuó entrado ya el siglo XVI.83
La nueva y definitiva cerca de Cuenca debió terminarse en las primeras
décadas del siglo XIII. Como en otras villas y ciudades castellanas, destacan
los elevados costes que supusieron su mantenimiento y las reparaciones
desarrolladas en ella, así como el importante esfuerzo financiero que impli-
caban estas labores para la hacienda municipal. Pero, en cualquier caso, se
trataba de un esfuerzo sostenido por el concejo conquense y sus vecinos
mediante la búsqueda permanente de nuevas fuentes de financiación con
las que pudieran afrontarse los gastos de conservación de una muralla que,
en algunas ocasiones, pudo llegar a absorber el 100 % del presupuesto des-
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38 JUAN A. BONACHÍA HERNANDO
84. SÁNCHEZ BENITO, El espacio urbano de Cuenca, pp. 50-54, 88-93, 96-99. Véase también Y. GUE-
RRERO NAVARRETE y J. M.ª SÁNCHEZ BENITO, Cuenca en la baja Edad Media: un sistema de poder, Cuenca,
1994, pp. 205-235, 257-259.
85. OLMOS, «Urbanística medieval», pp. 59-60.
86. MARTÍN FUERTES, El concejo de Astorga, pp. 261-328, especialmente 320-321.
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OBRAS PÚBLICAS, FISCALIDAD Y BIEN COMÚN… 39
tual. Por lo general, los fondos destinados a cubrir los gastos originados por
las obras públicas procedían «mayoritariamente de imposiciones extraordina-
rias solicitadas de la administración central con este objeto exclusivo». Estos
mecanismos extraordinarios de financiación, que en Zamora comenzaron a
generalizarse con la llegada de los Reyes Católicos, fueron básicamente dos:
repartimientos o derramas entre los vecinos de la ciudad y su tierra, inclui-
dos clérigos y caballeros, y sisas.87
El fuerte incremento de los gastos invertidos en estos ámbitos por la ha-
cienda concejil de la ciudad de Segovia entre finales del siglo XV y primeras
décadas del XVI fue debido al interés que mostró «el concejo por el acondicio-
namiento de algunos servicios urbanos y por la infraestructura de la misma,
empedrado, canalización de agua, sanidad y limpieza, etc., a los cuales va a
dedicar atención y dinero». Pero junto a los recursos propios de las finanzas
municipales, las autoridades segovianas también recurrieron a la imposición
extraordinaria —repartimientos y sisas—, con tal asiduidad que en algunos
momentos adquirieron rasgos de ordinariedad. Las derramas que se echaron
en la Tierra de Segovia entre 1463 y 1481 se destinaron preferentemente a obras
realizadas en puentes, muros e infraestructuras hidráulicas. Desde 1491 hasta
bien entrada la siguiente centuria, el segundo nivel en la escala de gastos de
las derramas, tanto para las solicitadas por la ciudad como por la Tierra, estuvo
ocupado por este mismo tipo de labores: construcción, reparación de muros,
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87. M. F. LADERO QUESADA, La ciudad de Zamora en la época de los Reyes Católicos. Economía y
gobierno, Zamora, 1991, pp. 240-257, la cita en p. 253, y, sobre todo, del mismo, «La remodelación del
espacio urbano de Zamora en las postrimerías de la Edad Media (1480-1520)», Espacio, Tiempo y For-
ma. Historia Medieval, 2, 1989, pp. 161-188.
88. M.ª ASENJO GONZÁLEZ, Segovia. La ciudad y su Tierra a fines del Medievo, Segovia, 1986, pp. 58-
79, 466-489, la cita en p. 468.
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40 JUAN A. BONACHÍA HERNANDO
de los regidores que igualaban las obras, los de los dos escribanos encarga-
dos, respectivamente, de asentar toda la carne muerta vendida en la villa y
todos los gastos de obra cubiertos por el mayordomo; los prometidos gana-
dos por posturas realizadas en las subastas de la renta del dinero de la cerca;
indemnizaciones por desperfectos provocados en edificios y bienes privados
debido a la realización de obras u otras actividades del Concejo; y otros gas-
tos de carácter extraordinario como los que se produjeron por el recibimiento
de la princesa Margarita o los lutos que se celebraron por la muerte de su
marido, el príncipe Juan, en 1497. Además de la participación directa de los
vecinos en la financiación de las labores de pavimentación de sus calles, el
Concejo recurrió en alguna ocasión a la imposición de una derrama especial
entre los moradores de la villa, como los 90.000 maravedís que se obligaron
a entregar los mercaderes y comerciantes de Valladolid como ayuda para cos-
tear las obras de traída de agua y construcción de la fuente.90
En general, el panorama que contemplamos en Castilla en las últimas dé-
cadas del siglo XV y comienzos del XVI es el de unas ciudades y villas cuyo
89. Presenta similitudes con el sistema utilizado en otras partes, por ejemplo, el desarrollado en
Cuenca hasta los años ochenta del siglo XV (SÁNCHEZ BENITO, El espacio urbano de Cuenca, pp. 93-
94).
90. Archivo Municipal de Valladolid, Libros de Actas de 1497-1501, ff. 113 y ss.
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OBRAS PÚBLICAS, FISCALIDAD Y BIEN COMÚN… 41
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42 JUAN A. BONACHÍA HERNANDO
Como hemos visto, la financiación de todas esas obras públicas recaía so-
bre los recursos ordinarios de los erarios municipales y, en ocasiones, direc-
tamente sobre los vecinos, que tenían que compartir con los concejos, con
su propio peculio, el coste de la pavimentación, la limpieza o el alcantarilla-
do de la parte de la calle que lindaba con su morada u otras pertenencias.
Pero además, el alto coste de los trabajos y la delicada situación financiera
de los concejos castellanos dio lugar a que cada vez se generalizara más el
recurso a fuentes de financiación extraordinarias: derramas, repartimientos y,
sobre todo, sisas, prácticamente extendidas por todas partes —y casi conver-
tidas en ordinarias— cuando entramos en los tiempos modernos. Fueran
impuestos directos o indirectos, como las difundidas sisas u otro tipo de ren-
tas municipales destinadas a obras que pesaban sobre la venta de mercancías
y mantenimientos de primera necesidad,95 la carga de la presión fiscal —re-
cordemos el texto de las Partidas— recaía sobre todos los vecinos de las
ciudades y villas y, en muchísimos casos, sobre los habitantes de los lugares
y aldeas de sus alfoces y Tierras,96 sin que inicialmente hubiera privilegios
excluyentes de personas o estamentos.
Unas formas de financiación que, a la postre, afectaban al conjunto de
la población, pero que siempre encontraban justificación en el logro del
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bien colectivo. Las obras realizadas sobre los edificios y espacios públicos
eran útiles y necesarias para preservar y mejorar la salud de las personas,
así como para alimentar la prestancia y el ennoblecimiento de la ciudad.97
95. La renta de las cuchares de Oviedo era un impuesto sobre el grano (ÁLVAREZ FERNÁNDEZ, Oviedo
a fines de la Edad Media, p. 54). Como he comentado, la alcabalina de León gravaba todas las mercan-
cías que pagaban alcabala (ÁLVAREZ ÁLVAREZ, La ciudad de León, p. 54), y la de Astorga recaía sobre la
carne y la leña (MARTÍN FUERTES, El concejo de Astorga, p. 288). El dinero de la cerca de Valladolid se
imponía sobre cada libra de carne vendida en las carnicerías públicas vallisoletanas (véase p. 39). El
cornado de la cerca de Piedrahita recaía sobre el consumo de carne (un cornado por arrelde) y de
vino (un cornado por azumbre) (LUIS LÓPEZ, La Comunidad de Villa y Tierra de Piedrahita, p. 296).
96. Como se ha podido comprobar en algunos de los ejemplos expuestos, aunque, evidentemen-
te, hay excepciones: véase VALDEÓN, ‹‹Reflexiones sobre las murallas››, pp. 82-83.
97. El adelanto de las ciudades italianas en el proceso de conquista del espacio público y en este
terreno es indudable. En estos ámbitos, y aparte de otros rasgos, una de las grandes novedades de la
actuación llevada a cabo por los regímenes populares de las comunas italianas en el campo de los
equipamientos públicos fue el hecho de no disociar lo bello de lo útil (MAIRE VIGUEUR, ‹‹Les grands
chantiers››, p. 461). Véase así mismo CROUZET-PAVAN, ‹‹Entre collaboration et affrontement››, passim;
BONACHÍA, «Entre la «ciudad ideal» y la «sociedad real»: consideraciones sobre Rodrigo Sánchez de Aré-
valo y la Suma de la Política», Stud. Hist., H.ª mediev., 28, 2010, pp. 23-54; CAYETANO, «La ciudad medie-
val y el Derecho», pp. 69-70. E. GUIDONI, ‹‹Lo spazio urbano medievale in Italia e in Europa››, en ARÍ-
ZAGA BOLUMBURU y SOLÓRZANO TELECHEA (eds.), El espacio urbano en la Europa medieval, pp. 373-385,
en concreto pp. 383-385. También en Inglaterra, por citar otro espacio europeo, se constata a partir de
1300 un «change of emphasis» en la construcción de edificios públicos, una de cuyas manifestaciones
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OBRAS PÚBLICAS, FISCALIDAD Y BIEN COMÚN… 43
más ostensibles es una creciente preocupación por la belleza de la ciudad en un contexto de desa-
rrollo y mantenimiento de una retórica más sofisticada del bien común (S. REES JONES, ‹‹Civic govern-
ment and the development of public buildings and spaces in Later Medieval England›, en ARÍZAGA
BOLUMBURU y SOLÓRZANO TELECHEA (eds.), Construir la ciudad en la Edad Media, pp. 479-511, en con-
creto pp. 509-511). VAL VALDIVIESO observa su presencia, junto al honor y la honra, en las Crónicas
castellanas del siglo XV, como atributos a los que aspira toda ciudad (‹‹Imagen de la ciudad en las
Crónicas››, pp. 479 y ss.).
98. Véase P. BOUCHERON, «Politisation et dépolitisation d’un lieu commun. Remarques sur la no-
tion de Bien Commun dans les villes d’Italie centro-septentrionales entre commune et seigneurie», en
LECUPRE-DESJARDIN y VAN BRUAENE (eds.) De Bono Communi, pp. 237-250, p. 246.
99. SÁNCHEZ BENITO, El espacio urbano de Cuenca, p. 92.
100. ÁLVAREZ ÁLVAREZ, La ciudad de León, p. 145.
101. IZQUIERDO BENITO, Un espacio desordenado, pp. 76-77. Parecidos presupuestos mueven, por
ejemplo, a las autoridades zamoranas en su política urbanística (M. F. LADERO, «La remodelación del
espacio»), a las burgalesas (BONACHÍA, «Más honrada», pp. 194-200), o a las segovianas (ASENJO, Sego-
via. La ciudad y su Tierra, pp. 56 y ss.).
102. MONSALVO, «Espacios y poderes», p. 146.
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44 JUAN A. BONACHÍA HERNANDO
Retornemos un momento a las Partidas. Quien hace las leyes —esto es, el
emperador o el rey en la concepción centralizadora de las Partidas— «debe
amar justicia et el pro comunal de todos». La finalidad y el deber del buen
político consistían en gobernar por y para el bien común de las gentes. Al
contrario que los tiranos, que «aman mas de facer su pro, maguer sea a daño
de la tierra, que la pro comunal de todos», los buenos monarcas siempre de-
ben guardar el pro comunal de su pueblo más que el suyo propio.106 Pero en
la consecución del bien y provecho de las gentes no toda la labor correspon-
de al gobernante. También hay una corresponsabilidad del pueblo, una parte
de obligación que incumbe a los súbditos, a los ciudadanos. Para los autores
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del código alfonsí, todos los hombres deben esforzarse, ya sea con su propio
trabajo o mandando cómo hacerlo, para que la tierra donde habitan sea bien
explotada, produzca frutos y no quede baldía, y lo mismo cabe hacer respec-
to a las casas y edificios. Y si se hace así, ese trabajo proporcionará dos be-
neficios: el pro de los hombres y la apostura de la tierra:
Et non tan solamiente decimos esto por las heredades de que han los frutos,
mas aun de las casas en que moran et do tienen lo suyo, et de los otros edificios
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OBRAS PÚBLICAS, FISCALIDAD Y BIEN COMÚN… 45
de que se ayudan para mantenerse: ca todo esto deben labrar en manera que
la tierra sea por ello mas apuesta, et ellos hayan ende sabor et pro.107
Las casas y edificios que construyen las gentes «non tan solamente se tor-
nan en pro de sus señores, mas aun en fermosura comunal de los logares do
son fechos».108 Y no sólo las grandes obras públicas, obligación que concier-
ne más directamente al gobernante. También las construcciones privadas
debían contribuir a afianzar la belleza y nobleza de la ciudad, a incrementar
su prestigio y, con ello, a la postre, a promover una identificación entre el
grupo humano y su espacio físico, a cristalizar el proceso de construcción
de una identidad colectiva y fomentar el orgullo cívico de pertenencia a una
comunidad.109 Como se ha dicho, la «política del bien común se orienta a
hacer surgir en los ciudadanos un sentimiento compartido, el de vivir en la
misma ciudad».110 Y si es obligación de todos trabajar la tierra y mantener y
restaurar sus casas para su provecho y para apostura y nobleza de las ciuda-
des —y, con ellas, del Reino—, tanto más es deber de toda la comunidad,
sin exclusión, cooperar en el mantenimiento y conservación de los bienes
públicos. Por eso, como dije al principio, el coste de la construcción, man-
tenimiento y reparación de dichos bienes debe hacerse con cargo a los in-
gresos y rentas del Concejo. Pero si las ciudades y villas no tuvieran recur-
sos hacendísticos suficientes, los fondos necesarios debían obtenerse de la
contribución extraordinaria impuesta sobre los vecinos, sin que ninguno de
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ellos pudiera excusarse por su estado o condición. Bien o mal recibida, más
o menos rechazada, la presión fiscal sobre el ciudadano invocaba, en última
instancia, a un principio de igualdad y solidaridad social en nombre del
provecho general. La construcción de la ciudad se transformaba de ese
modo en una gran obra colectiva,111 en la que todos tenían su parte, mayor o
menor, de arquitectos. Pues, al fin y al cabo, como afirmaban los autores de
las Siete Partidas:
(…) ca pues que la pro destas labores pertenesce comunalmiente á todos, gui-
sado et derecho es que cada uno faga hi aquella ayuda que podiere.112
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46 JUAN A. BONACHÍA HERNANDO
113. El expediente del pleito ha sido publicado por J. G. PERIBÁÑEZ OTERO e I. ABAD ÁLVAREZ, Aran-
da de Duero, 1503, Burgos, 2003. Lo he estudiado, con más detalle, en «El desarrollo urbano de la villa
de Aranda de Duero en la Edad Media», Biblioteca. Estudio e Investigación, 24, 2009, pp. 9-35.
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OBRAS PÚBLICAS, FISCALIDAD Y BIEN COMÚN… 47
114. Como, veíamos, lo era también en las Partidas en relación con la construcción de las mura-
llas (véase p. 8). A la expropiación como aplicación jurídica del argumento del Bien Común se refie-
re G. NAEGLE, «Armes à double tranchant? Bien Commun et chose publique dans les villes françaises
au Moyen Âge», en LECUPPRE-DESJARDIN y VAN BRUAENE (eds.), De Bono Communi, pp. 55-70, en con-
creto pp. 62-63.
115. Aunque el recurso al ideal del Bien Común tenga en ocasiones un carácter ambiguo y pue-
da servir como argumento a intereses distintos, lo que, sin embargo, no admite dicho concepto es
que el bien particular pueda imponerse sobre él y superarlo: todo el mundo debe prestarse a defen-
derlo, por encima de intereses privados. Lo cual olantea la cuestión de la dificil conciliación de di-
chos intereses privados. Lo cual plantea la cuestión de la dificil conciliación de dichos intereses
particulares con la noción de interés general. Véase, por ejemplo, NAEGLE, «Armes à double tran-
chan?», pp. 56-59, 66-68, o DUMOLYN y LECUPPRE-DESJARDIN, «Le Bien Commun au Flandre médiévale»,
pp. 259-263.
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realizadas a los testigos de la probanza que éste llevó a cabo no pretendía
dejar lugar a dudas: «Yten sean preguntados sy saben e conocen que abrién-
dose la dicha calle de Barrio Nuevo por las dichas casas es universal pro a los
vecinos de la dicha villa e nobleçimiento de ella. E que es más el nobleçimien-
to de la dicha villa e pro universal que no el daño e perjuicyo que se puede
seguyr a los señores de las dichas casas pagándoles el daño». Al final, el corre-
gidor acabó emitiendo, como era previsible, una opinión favorable a la aper-
tura de la calle, ya que según su parecer, la información recogida por él
probaba que era mucho mayor el «pro universal» que recibía la villa que «el
daño e perjuizio» causado a los bodegueros. Y acababa reiterando el aserto
jurídico según el cual «la utilidad pública a de ser preferida a la privada
utilidad».116
Podría afirmarse, en fin, que el discurso del Bien Común y toda una serie
de conceptos asociados a él, utilizados por el poder como instrumentos de
cohesión social y legitimación política, ya habían sido «socializados», se ha-
bían universalizado y habían penetrado en el tejido social de tal forma que
se habían convertido en argumentos de amparo de intereses particulares. Al
fin y al cabo, la consecución del pro comunal, la misma «construcción com-
partida» de la ciudad en la que todos tenían su parte, no podían escapar a los
conflictos de intereses entablados en el seno mismo de la sociedad, no po-
dían eludir los conflictos inherentes a la propia sociedad.
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116. «Por mandado de vuestra alteza hize la presente información e, conforme a la su çedula,
reçebí los testigos que las partes quisieron presentar e, allende de aquellos, de mi offiçio reçebí doze
testigos ombres sin sospecha (…). Por la qual información se prueva copiosamente ser pro universal
de los vezinos e moradores de la dicha villa e grande noblesçimiento de ella que la dicha calle de
Barrio Nuevo se abra por las dichas casas del dicho Gonzalo Sánchez de Calahorra e de Alonso de
Moradillo, e se prueva ser más el nobleçimiento de la dicha villa e pro universal de ella que no el
daño e perjuizio que se puede seguir a los señores de las dichas casas. De manera que (…) mi pare-
cer es, por aquella razón de derecho que dispone que la utilidad pública a de ser preferida a la pri-
vada utilidad, que vuestra alteza debe mandar abrir la dicha calle, mandando pagar el justo valor de
las dichas casas a los señores de ellas» (PERIBÁÑEZ-ABAD, Aranda de Duero…, pp. 196-198. La cita an-
terior, referida a la pregunta de los testigos, está en p. 190).
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Las villas cantábricas bajo el yugo de la nobleza.
Consecuencias sobre los gobiernos urbanos
durante la época Trastámara*
* Este trabajo forma parte de los resultados del Proyecto de investigación «De la Lucha de Ban-
dos a la hidalguía universal: transformaciones sociales, políticas e ideológicas en el País Vasco (si-
glos XIV y XV)». Ministerio de Ciencia e Innovación (HAR2010-15960) y del Grupo Consolidado de In-
vestigación del Gobierno Vasco Sociedad, poder y cultura en el País Vasco (siglos XIV y XV), IT-322-10.
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50 JOSÉ RAMÓN DÍAZ DE DURANA Y JON ANDONI FERNÁNDEZ DE LARREA
1. Nos referimos especialmente a algunos trabajos clásicos como los de J. I. RUIZ de la PEÑA, Las
«polas» asturianas en la Edad Media. Estudio y diplomatario, Oviedo, Universidad de Oviedo, 1981; J.
A. GARCÍA de CORTÁZAR, «Las villas vizcaínas como formas ordenadoras del poblamiento y la pobla-
ción», en Las formas del poblamiento del Señorío de Vizcaya, Bilbao, Diputación de Vizcaya, 1978,
pp. 69-111; B. ARÍZAGA, Urbanística Medieval: Guipúzcoa, San Sebastián, Kriselu, 1990; J. Á. SOLÓRZANO
TELLECHEA, Santander en la Edad Media: Patrimonio, Parentesco y Poder, Torrelavega, Universidad de
Cantabria-Ayuntamiento de Torrelavega, 2002; E. GARCÍA FERNÁNDEZ, Gobernar la ciudad en la Edad
Media: Oligarquías y élites urbanas en el País Vasco, Vitoria, Diputación Foral de Álava, 2004; M.ª S.
TENA, La sociedad urbana en la Guipúzcoa costera medieval: San Sebastián, Rentería, y Fuenterrabía
(1200-1500), San Sebastián, Instituto Doctor Camino, 1997; A. DACOSTA, Los linajes de Vizcaya en la Baja
Edad Media: Poder, parentesco y conflicto, Serie Historia Medieval y Moderna, Bilbao, Universidad
del País Vasco, 2003; J. A. ACHÓN, «A voz de Concejo». Linaje y corporación urbana en la constitución
de la Provincia de Guipúzcoa: Los Báñez de Mondragón, siglos XIII-XVI, San Sebastián, Diputación
Foral de Gipuzkoa, 1995; J. R. DÍAZ de DURANA, Álava en la Baja Edad Media: Crisis, Recuperación y
Transformaciones Socioeconómicas (c.1250-1525), Vitoria, Diputación Foral de Álava, 1986.
2. Junto a los citados debemos resaltar, además, los trabajos de J. Á. SOLÓRZANO TELLECHEA y B.
ARÍZAGA (coords.), El fenómeno urbano medieval entre el Cantábrico y el Duero: revisión historiográ-
fica y propuestas de estudio, Asociación de Jóvenes Historiadores de Cantabria, 2002; P. MARTÍNEZ SO-
PENA y M. URTEAGA (eds.): Las villas nuevas medievales del Suroeste europeo De la fundación medieval
al siglo XXI. Análisis y lectura contemporánea. Actas de las Jornadas Interregionales de Hondarribia
(16-18 de noviembre de 2006). Boletín Arkeolan n.º 14, Centro de Estudios e Investigaciones Histórico-
Arqueológicas-Historia eta Arkeologiako Azterketa eta Ikerketa Zentroa, 2006.
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LAS VILLAS CANTÁBRICAS BAJO EL YUGO DE LA NOBLEZA… 51
(…) e a todos los otros de cualquier lugar que con busco quesyeren bivyr e po-
blar la nuestra heredad que nos avemos en Torre Dueles (…) y de vos amparar
e defender a los pobladores sobredichos de Escalante e a los del valle e de vos
mantener todos vuestros fueros e usos e costumbres, asy en fechos de justicia e
de los alcalldes e en todas las otras cosas como fue usado e guardado fasta
aquy (…)
A cambio exigieron que les pagaran 1.000 maravedís anuales por San Mar-
tín.6 Otros intentos, sin embargo, fracasaron. Como el que protagonizó Pedro
Fernández de Velasco, Condestable de Castilla, con formidables intereses en
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3. J. Á. GARCÍA de CORTÁZAR, «La creación de los perfiles físicos e institucionales del Señorio de
Vizcaya», en Les Espagnes Médiévales. Aspects Économiques et sociaux, Mélanges offerts à Jaun Gautier
Dalché, Niza, 1984, p. 9.
4. J. Á. GARCÍA de CORTÁZAR, «Las villas vizcaínas como formas ordenadoras del poblamiento y la
población», en Las formas del poblamiento del Señorío de Vizcaya (Bilbao: Diputación de Vizcaya,
1978), pp. 69-111.
5. J. I. RUIZ de la PEÑA, Las «Polas» asturianas en la Edad Media…, pp. 65-69: la puebla de Robo-
redo (1276-1278) que fracasó, la puebla de Allande (1262-1268), la de Castropol (1298) —que sustituyó
a la de Roboredo—, la de Langreo (1338) y Las Regueras (1421).
6. J. Á. SOLÓRZANO TELECHEA, «El fenómeno urbano medieval en Cantabria», p. 263.
7. J. Á. GARCÍA de CORTÁZAR, B. ARIZAGA, M.ª L. RIOS, I. del VAL, Vizcaya en la Edad Media, Evolu-
ción demográfica, económica, social y política de la comunidad vizcaína medieval, San Sebastián,
Haramburu Editor, 1985, I, p. 225.
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Salamanca, 2013. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/biblioteka/detail.action?docID=4626722.
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52 JOSÉ RAMÓN DÍAZ DE DURANA Y JON ANDONI FERNÁNDEZ DE LARREA
8. J. I. RUIZ de la PEÑA Historia de Asturias. Baja Edad Media, vol. 5, Oviedo, Ayalga, 1979, p. 138.
9. Archivo de los Condes de Luna (ACL), Pergaminos, doc. 13 (1379) y Documentos, doc. 26
(1401). Además, en palabras de C. JULAR, encuentra ratificación a todas las concesiones hechas con
anterioridad a miembros de su linaje: la merindad de la ciudad de Oviedo, el concejo de Gordón, la
martiniega y el portazgo de Astorga y otras rentas de esa ciudad. Los Adelantados y Merinos Mayores
de León (siglos XIII-XV), León: Junta de Castilla y León/Universidad de León, 1990, p. 337.
10. ACL, Documentos, doc. 19 (1396). Junto a Somiedo recibe Laciana y Ribadesil de Suso y de
Yuso que añade a otros concejos leoneses. C. ÁLVAREZ, El Condado de Luna en la Baja Edad Media,
León, 1982, pp. 65-66.
11. ACL, Documentos, doc. 133 (1440).
12. ACL, Documentos, doc. 229 (1465).
13. ACL, Documentos, docs. 414-423.
14. ACL, Documentos, docs. 430 y 431.
15. M. CALLEJA, «La Asturias Medieval», en Historia de Asturias, Oviedo, KRK, 2005, pp. 294-295
16. ACL, Documentos, doc. 147 (1442)
17. ACL, Documentos, docs. 151 y 152 (1443).
18. C. ÁLVAREZ, «La casa de Quiñones comendataria de monasterios de Asturias y León (1350-1450)»,
Semana del Monacato cántabro-astur-leonés, Monasterio de San Pelayo, 1982, p. 323. Sobre los bene-
ficiarios de las «mercedes enriqueñas» en el área asturleonesa, véase el trabajo de C. JULAR, Los Ade-
lantados y Merinos Mayores de León (siglos XIII-XV), León: Junta de Castilla y León / Universidad de
León (Biblioteca de Castilla y León. Serie Historia 12), 1990, pp. 328-333.
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LAS VILLAS CANTÁBRICAS BAJO EL YUGO DE LA NOBLEZA… 53
villa de Bernedo, que en 1476 había sido entregada por Juan II de Aragón a
su hijo Fernando y más tarde cayó en manos de los Ayala.24
En el lado extremo de la escala, por el contrario, todas las villas guipuz-
coanas permanecieron en el realengo. Aquí, las élites urbanas articularon el
territorio desde sus intereses y frente a los parientes mayores hasta constituir
19. R. PÉREZ BUSTAMANTE, Sociedad, economía, fiscalidad y gobierno en las Asturias de Santillana
(s. XIII-XV), Santander, Estudio, 1979, pp. 410-418.
20. E. SAN MIGUEL, Poder y territorio en la España cantábrica. La baja Edad Media, Madrid,
Dikynson, 1999, p. 102
21. R. PÉREZ BUSTAMANTE, «El régimen municipal de la villa de Potes a fines de la Edad Media»,
Altamira, 42 (1979-1980), pp. 187-214.
22. J. ORTEGA VALCÁRCEL, La transformación de un espacio rural: Las Montañas de Burgos, Valla-
dolid, Universidad, 1974, p. 225; J. GARCÍA SAINZ de BARANDA, Apuntes sobre la Historia de las Merinda-
des de Castilla, Burgos, Diputación Provincial, 1952, p. 335. R. SÁNCHEZ DOMINGO, El aforamiento de
enclaves castellanos al Fuero de Vizcaya. Organización jurídica de los Valles de Tobalina, Mena,
Valdegobía y Valderejo, Burgos, Universidad de Burgos, 2001.
23. J. R. DÍAZ de DURANA, Álava en la Baja Edad Media…, 322-330. Se excluyen las villas bajo
dominio navarro: Laguardia, Labraza y Bernedo.
24. «(…) damos a la dicha çibdad desde agora para siempre jamas los dichos lugares y valle e sus
terminos por tierra e administraçion e jurediçion et distrito et territorio de la dicha çibdad de Vito-
ria…», J. R. DÍAZ de DURANA, Vitoria a fines de la Edad Media (1428-1476), Vitoria: Diputación Foral de
Álava, 1984, p. 38; J. R. DÍAZ de DURANA, Álava en baja Edad Media…, p. 350. También formaba parte
del Señorío Vitoriano el valle de Zuya (1484).
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54 JOSÉ RAMÓN DÍAZ DE DURANA Y JON ANDONI FERNÁNDEZ DE LARREA
(…) nin rrey nin otro sennor nin otra persona alguna nunca ovieron nin han
sennorío alguno nin otro derecho nin iuredisçión alguna en la dicha mi tierra
de Onnate (…)28.
Afirmar que la tierra de Oñate era abadengo fue interpretado por el conde
como un ataque directo a su señorío sobre el valle. El continuado ejercicio
de esos derechos desde tiempo inmemorial, como argumentó el Canciller
Ayala en las Cortes de Guadalajara de 1390, puso en manos de quienes osten-
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25. M.ª S. TENA, La sociedad urbana en la Guipúzcoa costera medieval…, pp. 148-223.
26. M.ª R. AYERBE, Historia del Condado de Oñate y señorío de los Guevara (ss. XI-XVI). Aportación
al estudio del régimen señorial de Castilla, II. Documentos, San Sebastián, Diputación Foral de Gui-
púzcoa, 1985, doc. n° 10, pp. 34-36: «(…) por fazer bien e merçed a vos don Beltrán de Gueuara, nues-
tro basallo, por muchos seruiçios e bonos que nos abades fecho e fazedes de cada día e por vos fazer
conosçimiento e dar galardón por quanto afán e trauaio abades pasado por nuestro seruiçio e por vos
honrrar e heredar en los nuestros rregnos por que baladas más vos e los que de vos deçendieren, dá-
mosvos perpetuamente por iuro de heredad para sienpre jamás para vos e para los que de vos venie-
ren, que lo vuestro ouieren de auer e de heredar, las nuestras sallinas de Léniz e los nuestros lugares
de tierra de Léniz e las ferrerías de Mondragón e la escriuanía pública de la dicha villa de Mondra-
gón. Las quales dichas sallinas e lugares e ferrerías e escriuania vos damos con todas las rrentas e
pechos e derechos e con prados e pastos e dehesas e exidos e aguas corrientes e manantes e estantes e
con todas las entradas e sallidas e con todos los otros sus derechos segund que mejor e más cunplida-
mente a nos pertenesçen e pertenesçer denen en qualquier manera e por qualquier rrazón, e con la
iustiçia çivill e criminal, alta e baxa, e con mero misto inperio, para vender e enpennar, dar e trocar
e enagenar e fazer dellos e en ellos toda vuestra voluntad, así commo de vuestra cosa propia (…).
27. M.ª R. AYERBE, Historia del Condado de Oñate…, II, pp. 38-40: «Otrosy rrespondiendo a lo que
dizen que esta dicha mi tierra es abadengo (…), digo que la dicha tierra de siempre acá fue e es con-
dado e sennorío sobre sy e esentamente siempre aquellos donde yo vengo en su tienpo e después yo en
el mi tienpo ovieron e posedieron e poseo la dicha tierra commo mi heredat e mi propio sennorío con
todas sus pertenençias e posesiones e derechos que la dicha tierra ouo e há de sienpre acá e con toda
la iustiçia çeuil e criminal, e con todo el uso que al dicho sennorío pertenesçe e con todo el vso que en
ella ouo e há e con la iglesia de Sant Miguell, que es en la dicha tierra, e que sienpre fue e es moneste-
rial e pertenesçido (…) por tienpo de la dicha tierra aquella, donde yo vengo e a mí en el mi tienpo, e
nin rrey nin otro sennor nin otra persona alguna nunca ovieron nin han sennorío alguno nin otro
derecho nin iuredisçión alguna en la dicha mi tierra de Onnate (…)».
28. M. R. AYERBE, Historia del Condado de Oñate…, II, pp. 38-40.
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LAS VILLAS CANTÁBRICAS BAJO EL YUGO DE LA NOBLEZA… 55
(…) dícennos los letrados que los diezmos son debidos a las iglesias por una de
dos maneras: la una, por reverencia e acatamiento del servicio divinal que en
ellas se faze, e tal diezmo como éste, que es puro espiritual, non le puede aver
lego, nin levar las tales rentas; la otra, por razón del conoscimiento del señorío
general, e en este caso puede levar el lego los frutos dende; e éste es el caso por
do nosotros levamos los tales diezmos.
Por razón del conoscimiento del señorío general… Sobre esa premisa se
apoya el control que determinados linajes rurales y urbanos ejercen sobre sus
villas de referencia, particularmente en Guipúzcoa donde, como ya hemos
señalado, no se constituyeron señoríos. Si al ejercicio del patronato le añadi-
mos la concesión real del prebostazgo sobre la villa o, en su caso, otros ofi-
cios relacionados con la administración de justicia, resulta fácil entender como
fueron imponiéndose sobre las distintas villas estos señores sin señorío.30
29. J. L. MARTÍN, Pedro López de Ayala. Crónicas, Barcelona, Planeta, 1991, pp. 681-688.
30. Véase, por ejemplo, el caso de los Ugarte, en la villa vizcaína de Marquina: «(…) e despues
que perpetraron e cometieron muchos delitos (…) fueron sostenidos en el solar e linaje de Ugarte, (…)
de quien es pariente mayor el dicho Gonçalo Ybannes de Ugarte, alcalde e justiçia de la dicha merin-
dad de Marquina e su tierra, e preboste e alguacil de la dicha villa, e que sy el dicho Gonzalo Ybannes
quisyera los podiera tomar presos, e prender e faser justiçia d’ellos, o entregarlos a nos, el dicho corre-
gidor e alcaldes de la hermandad, (…) lo qual non fiso». En J. A. MUNITA, «El archivo familiar de los
Barroeta de Marquina: aportaciones para la reconstrucción de un conflicto banderizo en los confines
de Vizcaya», Castilla y el mundo feudal: homenaje al profesor Julio Valdeón, M.ª I. del VAL y P. MARTÍ-
NEZ SOPENA, vol. I, 2009, pp. 239-251.
31. M.ª J. SANZ, J. A. ÁLVAREZ, y M. CALLEJA, Colección diplomática del concejo de Avilés en la Edad
Media (1155-1498), Avilés, Ayuntamiento de Avilés-Universidad de Oviedo, 2011, doc. 102 (1318).
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56 JOSÉ RAMÓN DÍAZ DE DURANA Y JON ANDONI FERNÁNDEZ DE LARREA
(…) damos a vos don Rodrigálvarez la encomienda de nuestra villa (…). Que
vos que nos guardedes e nos amparee defendades annos e a nuestros vecinos e
a todas las nuestras cosas en quanto vos podieredes. Otrosí que recibades por
vasallo nin por acostado a Lope Gonzalez de Quiros ni a aquellos que oy dia
con el estan que foron en nos hazer mal (…)
(…) entendia e queria dar (…) como estas dichas mis tierras e Prinçipado esto-
viesesn e fuesen a mi ordenanza e mandamiento e libres e syn ocupaçion algu-
na de Pedro de Quinnones e Suero de Quinnones e de sus hermanos e escude-
ros e fijos e cunnados e sobrinos e de omnes e de gentes dellos e de cualquier
otras personas que tienen entradas e ocupadas las dichas mis tierras del dicho
Prinçipado e las rentas e pechos e derechos (…) vos envié dezir e mandar que
non oviésedes (…) por sennor nin sennores del dicho Prinçipado a nin de sus
tierras nin de las çibdades e villas e lugares del (…) nin de la jurediçion nin
justicia (…)
algunos ommes poderosos que moravan e moran dentro de los dichos terminos
que les han tomado et toman et tienen forçado la dicha su juridiçion del jud-
gado de los dichos terminos parando en los dichos terminos ciertos alcaldes de
entre sy para judgar los pleytos que entre ellos son sin querer venir al llama-
miento e judgado de los sus alcaldes de la dicha villa.33
32. M.ª J. SANZ, J. A. ÁLVAREZ y M. CALLEJA, Colección diplomática del concejo de Avilés…, doc. 166
(1444). Véase el trabajo de J. URÍA RIU, «Contribución al estudio de las luchas civiles y el estado social
de Asturias en la segunda mitad del siglo XV», en Obra completa, IV Estudios medievales, J. URÍA MA-
QUA, ed., Oviedo, Universidad y KRK ediciones, 2010, pp. 265-303.
33. E. BLANCO, E. ÁLVAREZ y J. Á. GARCÍA de CORTÁZAR, Libro del Concejo (1494-1522) y documentos
medievales del Archivo Municipal de Castro Urdiales, Santander, Fundación Marcelino Botín, 1996,
doc n.º 6. El problema no se había resuelto en 1464 cuando se dicta una provisión real contra los
regidores de la Junta de Sámano que habían usurpado las facultades de conocer las causas civiles y
criminales de los pueblos de su valle en perjuicio de la jurisdicción del alcalde de Castro Urdiales
(doc. n.º 9) y no parece resuelto hasta los años ochenta de ese siglo (doc. n.º 11).
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LAS VILLAS CANTÁBRICAS BAJO EL YUGO DE LA NOBLEZA… 57
que directo a las villas. Así sucedió en la villa guipuzcoana de Segura: Juan
López de Lazcano, al amanecer de un viernes del mes de octubre de 1448,
entró en la villa quebrando el postigo de una de las puertas. Del relato de los
testigos se deduce que su intención no era otra que demostrar su fuerza para
manifestar su poder sobre la villa en la que pretendía levantar una fortaleza
en un solar que había comprado recientemente.34
Los intentos de usurpación se extendieron también al Señorío de Vizcaya,
desde 1379 un título más del rey de Castilla. En Orduña, el mariscal Garci
López de Ayala, alcaide del rey durante la guerra civil entablada entre los
partidarios de Enrique IV y los del Infante Don Alfonso, aprovechó la coyun-
tura para hacerse por la fuerza con la ciudad. Enrique IV sancionó la
usurpación,35 iniciándose más adelante un largo pleito entre la villa y los Aya-
la que se vieron obligados a renunciar a sus derechos señoriales, pero con-
servaron la alcaidía de la fortaleza de la villa. También el concejo de Bilbao
se enfrentó con el Condestable de Castilla, Pedro Fernández de Velasco, que
pretendía hacer una villa y un puerto en Baracaldo, junto a sus torres de Lu-
chana. En este contexto, no es de extrañar que en 1479, las ordenanzas de la
Hermandad de Vizcaya, propusieran medidas contundentes para defender a
las villas en el caso de que un noble pretendiera atentar contra ellas.36
Pero la nobleza no sólo tomó posiciones en las villas utilizando la fuerza.
Los parientes mayores en el País Vasco recurrieron a otros expedientes para
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34. L. M. DÍEZ de SALAZAR, Colección Diplomática del Concejo de Segura (Guipúzcoa). (1290-1400).
Fuentes Documentales Medievales del País Vasco, San Sebastián, Eusko Ikaskuntza, 1985, docs. 191
(1448) y 206 (1449).
35. Ordenó a los vecinos e moradores de la dicha cibdad e su tierra que vos resciban e ayan su
señor e usen e con los alcaldes e oficiales que vos pusieredes en ella (…) J. M. GONZÁLEZ CEMBELLÍN,
«Orduña en la Edad Media: del concejo abierto al concejo cerrado», Vasconia, 1990, pp. 68-69. El ma-
riscal Garci López de Ayala era señor de Ayala, de Salvatierra de Álava y de Ampudia y protagonizó
la entrada en la villa alavesa de Bernedo.
36. J. Á. GARCÍA de CORTÁZAR, B. ARIZAGA, M.ª L. RIOS, I. del VAL, Vizcaya en la Edad Media…, III,
pp. 340-342
37. Véase por ejemplo el trabajo de C. JULAR, «La participación de un noble en el poder local a
través de su clientela: Un ejemplo concreto de fines del siglo XV», Hispania LIII/3, 185(1993), pp. 861-
884. También el imprescindible trabajo de J. M.ª MONSALVO ANTÓN, «Parentesco y sistema concejil.
Observaciones sobre la funcionalidad política de los linajes urbanos en Castilla y León (siglos XIII-
XV)», Hispania. Revista Española de Historia, LIII/ 185 (1993), pp. 937-969.
38. Contratos que presentan muchas similitudes con los feudos de bolsa, de los que se diferen-
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58 JOSÉ RAMÓN DÍAZ DE DURANA Y JON ANDONI FERNÁNDEZ DE LARREA
yo, el dicho Martín Peres, otorgo y conosco que desde oy dicho día para en toda
mi vyda entro en las treguas de vos, el dicho Lope García, y del dicho solar de
Loyola con todos mis parientes, para fazer guerra y paz con vos e vuestros he-
rederos e con el dicho solar de Loyola, contra todas las personas del mundo, del
rrey nuestro señor en fuera, e de guardar vuestras treguas e del dicho solar, e
de non yr contra ellas en manera alguna, antes de las tener e guardar por la
vya y manera que vos, el dicho Lope García, e el dicho vuestro solar de Loyola
otorgardes e pusyerdes, e de non aver paz nin tregua con aquel o aquellos que
vos, el dicho Lope García, e vuestros herederos e el dicho solar de Loyola ovier-
des o fizierdes guerra, e seguir vuestra opinión e manera, como de vuestras
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LAS VILLAS CANTÁBRICAS BAJO EL YUGO DE LA NOBLEZA… 59
(…) Otrosy, por quanto muchas vezes por esperiencia ha acaescido que cabsa e
ocasyón de la devisyón e discordia de entre los dichos solares ha seydo la casa de
Anchieta, los que a ella se atienen, queriendo trabajar porque entre nosotros non
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Pero los Emparan no fueron los únicos vecinos de Azpeitia que entraron
en treguas con los Loyola. Unos años más tarde, en 1441, otros cuatro vecinos
de menor relevancia entraron en treguas con el señor de Loyola44 para fazer
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60 JOSÉ RAMÓN DÍAZ DE DURANA Y JON ANDONI FERNÁNDEZ DE LARREA
guerra e paz con los señores de Loyola. El contrato de tregua admitía también,
además de las alianzas militares, la prestación de otros servicios no detallados
que, en el contexto de referencia, no cabe imaginar sino con derivaciones en
el plano político en la propia villa en el marco de las redes clientelares del
pariente mayor de turno. La información sobre la penetración de estas alian-
zas urbanas es especialmente relevante en el caso de la villa de Bilbao duran-
te el siglo XV. La documentación bilbaína nos permite comprobar hasta qué
punto se habían extendido en el ámbito urbano este tipo alianzas:
(…) los sobre dichos linajes e bandos de la dicha villa especialmente los del li-
naje de Leguiçamon tenian e tienen su liança e ayuntamento con Gomes de
Butron e con los de sus treguas, e con Ochoa de Salazar e con los de sus tre-
guas, e con los de las treguas del solar de Salcedo, e con los Ospines; e otrosí, los
sobre dichos de Çurbaran e de Arbolancha e Basurto e Martín Sánchez de Ba-
rraondo e Martín e Diego de Anunçibai, vecinos de la dicha villa, tenian e
tienen sus liancas e confedereçiones con Johan de Bendaño e Furtun Garcia
de Artiaga e con los de sus treguas, e con Lope de Iñigo Sánchez de Nuncibay e
con los de sus treguas e con los Marroquines e de sus treguas (…).45
Otrosí por quanto entre los dichos bandos e linajes de la dicha Villa ay muchos
omes de sus treguas mancebos y llebantados e suelen bolber escandalos e fazer
algunos daños e males quier q a los parientes mayores de cuyas treguas son
parece mal lo sobre dicho y no se atreben a castigar los tales lomes que cometen
los tales delitos por que an rrecelo que se pasaran y forman en las treguas y
bandos de los otros linajes sus contrarios e que se saliran los tales de sus tre-
guas.46
algunos ejemplos: E yo el dho Ynego Sanches de Goyaz el moco escrivano por la presente fago fe que
por el dho mandamiento del dho alcallde escudriñando en los registros de Martin Sanches escrivano
que fue escripta de la propia mano de Martin Sanches segund que por ellos paresce falle que Martin de
Lorriaga e Martin fijo de Arreto e Ochoa Peres de Eyzaguirre vezinos de la dha villa el año del señor
de mill e quatrocientos e quarenta años entraron en las treguas de Johan Peres de Loyola e del dho
solar de Loyola para syenpre jamas e se obligaron con todos sus bienes de nunca dellas sallir e sy sa-
llieren el dia que sallieren fasta los ocho dias primeros seguientes de dar e pagar al dicho Juan Peres
e su boz cada cient doblas del cuño del dicho señor rey (p. 498)
45. E. J. LABAYRU, Historia General del Señorío de Bizcaya, Bilbao, La Gran Enciclopedia Vasca,
1968, III, p. 605.
46. E. J. LABAYRU, Historia General del Señorío de Bizcaya…, p. 605.
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LAS VILLAS CANTÁBRICAS BAJO EL YUGO DE LA NOBLEZA… 61
47. Especialmente visible en los avecindamientos colectivos que se producen algunas villas gui-
puzcoanas. En Segura, por ejemplo, con motivo de una sentencia dictada entre 1390 y 1405, en la que
se determinaba que los vecinos de Villarreal de Urréchua, Zumárraga y Ezquioga eran vecinos de la
villa, se detallan las condiciones de su incorporación y entre ellas las que afectan a un nuevo vecino,
Juan López de Yarza, pariente mayor del solar de Yarza, en Beasain, al que se permite que pueda
tener en sus treguas hasta diez hombres syn entrar por veçinos de Segura (…) e sy qusiesen entrar,
que entren por vesinos e que dende en adelante non sean en las dichas treguas. Los vecinos de Segu-
ra consiguen de ese modo neutralizar la influencia del pariente mayor de Yarza en la toma de deci-
siones dentro de la villa. La justicia de la villa no lo perseguirá por mal que algunos del conçejo ayan
contra el, salvo si el dicho Juan Lopes o los de su tregua fisiesen caso por qué. La sentencia, sin embar-
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go, permite al pariente mayor, si mançevos sueltos moradores en Çumarraga o en Ezquioga quisieren
entrar en sus treguas del dicho Juan Lopes que lo puedan fazer. L. M. DÍEZ de SALAZAR, Colección Di-
plomática del Concejo de Segura, II, doc. 106.
48. L. M. DÍEZ de SALAZAR, Colección Diplomática del Concejo de Segura, II, doc. 190.
49. E. BARRENA, Ordenanzas de la Hermandad de Guipúzcoa: Documentos (1375-1463), San Sebas-
tián, 1982, Ordenanzas de 1463: (…) que sea bueno e abonado e raygado en çinquenta mill mrs. a lo
menos e non de tregua nin aderente nin allegado nin afeçionado a personas poderosas nin a parien-
tes mayores.
50. Yten en esta Hermandad seran siete alcaldes porque se libren los maleficios contenidos en los
capitulos de esta Hermandad (…) e estos alcaldes que sean cadanneros e sean homes buenos e llanos
e abonados e non de tregua, C. HIDALGO de CISNEROS, E. LARGACHA, A. LORENTE, A. MARTÍNEZ de la HI-
DALGA, Fuentes Jurídicas Medievales del Señorío de Vizcaya, p. 64.
51. En el caso alavés, las Ordenanzas de 1463 no mencionan directamente la pertenencia a las
treguas: E que sean elegidos e puestos por alcaldes comisarios hombres buenos e de buenas famas e
idóneos e pertenesçientes e hombres honrados e ricos e abonados cada uno de ellos en quantía de
cincuenta mill maravedís e hombres de autoridad e de buen deseo e que non sean nin ayan seydo
malhechores nin sean aficionados ni parciales a caballeros e parientes mayores. G. MARTÍNEZ DÍEZ,
Álava Medieval, II, Vitoria, 1974, p. 273.
52. En el año del señor de mil CCCCLVII años se levantaron las Ermandades de la provinçia de
Guipúzcoa contra todos los parientes mayores, no acatando a Onas ni a Ganboa porque fazían e
consentían muchos robos e malifiçios en la tierra e en los caminos e en todos logares; e feziéronles
pagar todos los malefiçios e derribáronles todas las casas fuertes (…) E quitáronles todos los parientes
de las treguas de los solares, que no les quedó uno sólo, e feziéronse todos comunidades; e echaron
desterrados a los dichos parientes mayores por çierto tienpo de la provinçia toda e han vivido fasta
aquí en justiçia. Este texto pertenece a la Edición Crítica del Libro de las buenas andanzas e fortunas
de Lope García de Salazar [libro 22] que publicará en breve C. VILLACORTA en el Servicio Editorial de
la Universidad del País Vasco.
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Sebastián, los Iraeta en Cestona, etc. Se trataba, por tanto, de los miembros
más significados de los distintos linajes que, de uno u otro modo, controla-
ban la vida política de sus respectivas villas. Como ha señalado Soledad Tena
en referencia a los Mans-Engómez de San Sebastián, el oficio de preboste era
«una plataforma de control político envidiable» para la oligarquía donostia-
rra54. El oficio de la prebostad les permitía, además, asentar e incrementar su
dominio en las distintas villas.
En Asturias no hay prebostes en las villas. Sus funciones son asumidas
por los Adelantados y Merinos Mayores que no actúan en una única villa
sino en un amplio territorio. Es bien conocido el ejercicio de la merindad
sobre la ciudad de Oviedo por Diego Fernández de Quiñones, Merino Mayor
de Asturias que Juan II le había entregado en 141355 que los vecinos de Ovie-
do consiguieron revocar en 1428.56 Más tarde, en 1462, se acordaron unas ca-
53. J. Á. GARCÍA de CORTÁZAR, B. ARIZAGA, M.ª L. RIOS, I. del VAL, Vizcaya en la Edad Media…, IV,
p. 118.
54. M.ª S. TENA, «Los Mans-Engómez: el linaje dirigente de la villa de San Sebastián durante la
Edad Media», Hispania. Revista Española de Historia, LIII/3, n.º 185 (1993), p. 991.
55. MARQUÉS de ALCEDO, Los merinos mayores de Asturias y su descendencia, Madrid, Sociedad
Española de Artes Gráficas, 1918-1925, p. 61.
56. C. MIGUEL VIGIL, Colección Histórico diplomática del Ayuntamiento de Oviedo, Oviedo Im-
prenta de Pardo, 1889, p. 274: Por la qual fallo segunt lo dicho e alegado et prouado en el dicho pleito
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LAS VILLAS CANTÁBRICAS BAJO EL YUGO DE LA NOBLEZA… 63
Por hazer bien e merced a vos Martín de Villota fijo de Martín Sanches de
Villota, vecino de la dicha villa de Laredo por algunos buenos servicios que
vos me avedes fecho e fazedes de cada dia e en alguna enmienda e remune-
ración dellos, porque D. Pero Ferrandes mi condestable de Castilla me lo
suplico e pidio por merced tengo por bien e es mi merced que agora e de aquí
adelante para en toda vuestra vida seades mi merino de la dicha villa de
Laredo e su vecindad e juresdiçion e mi alcalde de las mis rentas e alcabalas
della en logar e por vacación del dicho Martín Sanches de Villota vuestro
padre merino e alcalde que fasta aquí hera de la dicha villa por quanto es
finado (…).58
al dicho Diego Ferrandes de Quiñones devia mantener et guardar á la dicha cibdat de Oviedo et a los
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vesjnos et moradores della et de su termino et jurdicion todos sus buenos usos et costunbres et fueros et
libertades que han segunt et por la forma que ge les guardaron los otros merinos que fueron de la di-
cha çibdat sus anteçefores et que deuia poner en la dicha çibdat (…) onbre bueno por merino que vse
del dicho ofiçio de merindat que sea vesino de la dicha cibdat de Ouiedo et ombre llano et abonado á
loamiento del dicho concejo segunt quel dicho conçejo de la dicha çibdat lo tiene por fuero et vso et
costunbre (…) J. I. RUIZ de la PEÑA, Las «polas asturianas…, pp. 274-275; J. I. RUIZ de la PEÑA, «El me-
rino de la ciudad de Oviedo a mediados del siglo XV», Anuario de Historia del Derecho Español, 39
(1969), pp. 563-575. M.ª J. SANZ, J. A. ÁLVAREZ, M. CALLEJA, Colección Diplomática del concejo de Avi-
lés…, doc. 178, p. 457. En San Vicente de la Barquera sí hay referencias al preboste: J. A. SOLÓRZANO,
R. VÁZQUEZ, B. ARÍZAGA, San Vicente de la Barquera en la Edad Media: una villa en conflicto. Archivo
de la Real Audiencia y Chancillería de Valladolid. Documentación medieval (1241-1500), Santander,
2004, doc. 25 (1491), p. 162.
57. MARQUÉS de ALCEDO, Los merinos mayores de Asturias…, doc. 90, pp. 122 y ss.
58. Archivo Histórico Provincial de Santander, Laredo, leg. 59-14 (1477). En realidad, en las Mon-
tañas de Burgos hay dos lugares que reciben el nombre de Villota: uno en el valle de Losa y otro
en las inmediaciones de Medina de Pomar, ambas bajo la tutela señorial de los Velasco. Lope Gar-
cía de Salazar dice de los Villota: «El linaje de Villota son linaje antiguo, que poblaron en aquella
Villa, que salieron de Villota, que es fuera sobre aquella Villa, e moltiplicaron en ella…», L. GARCÍA
de SALAZAR, Libro de las Bienandanzas e fortunas, tomo IV, A. RODRÍGUEZ HERRERO (editor), Bilbao,
1984, p. 142. Los Velasco contaban con grandes intereses en la villa, donde mantenían una torre
entre la rua de Santa María, la calle del Rey (E. ÁLVAREZ, E. BLANCO y J. A. GARCÍA de CORTÁZAR, Do-
cumentación medieval de la Casa de Velasco referente a Cantabria en el Archivo Histórico Nacio-
nal, Sección Nobleza, Santander, Fundación Marcelino Botín, 1999, 2 vols., doc. n.º 35 1401) y el
puerto chico (Ibidem, docs. 274 (1525) y 277 (1526) desde los primeros años del siglo XV; rentas en las
alcabalas y tercias de la villa. (Ibidem, doc. 237 (1471) y 246 (1493) así como otros bienes —ferre-
rías— (Ibidem, doc. 16 (1379) en sus inmediaciones y en las merindades de Castilla Vieja. (Ibidem,
doc. 250 (s.f., siglo XV).
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64 JOSÉ RAMÓN DÍAZ DE DURANA Y JON ANDONI FERNÁNDEZ DE LARREA
Finalmente, entre los expedientes utilizados por los linajudos para acce-
der al control de las villas cantábricas no debe descartarse el temor de los
vecinos, el miedo que generan las amenazas de los atreguados o de los apa-
niguados de los parientes, el terror que produce el uso de la violencia pro-
tagonizada por los acotados de la justicia que se refugian en las torres de los
parientes. Algunos ejemplos ilustran hasta qué punto los vecinos de las vi-
llas eran conscientes del poder de los cabeza de linaje. En Cestona, uno de
los testigos en el pleito que enfrentaba a los vecinos de la villa con el pa-
riente mayor de los Iraeta, preboste de la villa y patrón de su iglesia, se ex-
presaba de este contundente modo: (…) non queria aver question con la
casa de Yraeta e que con lo poco que tenia se queria pasar, que el gran can
solia dar gran ladrido (…).59 Vencer al miedo, defenderse de las amenazas o
hacer frente a la violencia eran también las claves sobre las que se apoyó el
avance de la justicia pública y la victoria de las gentes de las villas frente a
los abusos nobiliarios.
el mero mixto imperio e con el Señorio Real e con la justiçia çevil e criminal E
otro sí para que pueda poner e ponga por sí en los dichos lagares e en cada uno
de ellos alcalde ó alcaldes e otros oficiales quales el quisiese e entendiese que
cumplen.60
59. J. R. DÍAZ de DURANA, «Patronatos, patronos, clérigos y parroquianos. Los derechos de patro-
nazgo sobre monasterios e iglesias como fuente de renta e instrumento de control y dominación de
los Parientes Mayores guipuzcoanos (siglos XIV a XVI)», Hispania Sacra, 50 (1998), pp. 467-508. A. Real
Chancillería de Valladolid, Pleitos Civiles, Zarandona y Walls, Olvidados, C 88/6 (1486).
60. ACL, Pergaminos, n.º 13 (1379) Juan I confirma un privilegio de Enrique II, dado el 15 de oc-
tubre de 1369, por el que se concedían a Pedro Suárez de Quiñones y a Arias Pérez, su hermano, las
villas de Cangas, Tineo y Allende.
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LAS VILLAS CANTÁBRICAS BAJO EL YUGO DE LA NOBLEZA… 65
acaten con aquella obediencia y reverencia que deven como a Señor de ellos y
vos recudan y fagan recudir bien y cumplidamente con todos los pechos y de-
rechos y rentas que vos pertenecieren y pertenecer deben como a Señor de la
dicha villa y su tierra y vos resciban a la posesion de ella y usen con vos y con
los que vos pusieredes en la justicia civil y criminal de la dicha villa y vos recu-
dan y fagan recudir con todos los salarios dichos que por razon de la dicha
justicia debedes aver.61
61. ACL, Documentos, doc. 133 (1440). MARQUÉS de ALCEDO, Los merinos mayores de Asturias…,
doc. 157, pp. 171.
62. Archivo Municipal de Villareal de Álava, leg. 2 n.º 2 (1371) (…) e demás damos vos poder para
que pongades en el dicho logar alcalde e merino e escribanos e otros ofiçiales cualesquier que vos
quisieredes e bieredes que cumplen para el dicho logar e para su termino (…).
63. R. SÁNCHEZ DOMINGO, El aforamiento de enclaves castellanos al Fuero de Vizcaya…, doc. IV,
p. 313.
64. Hemos comprobado que, pese a la resistencia de los vecinos de Villarreal de Álava, de Sal-
vatierra, de Santa Cruz de Campezo, de Antoñana, de Contrasta, de Salinas de Añana, de Arceniega
o de Labastida, y a las demandas judiciales que interpusieron ante la Chancillería de Valladolid, no
lograron despojarse del señorío: Fallaron e declararon la dicha jurediçion ser del dicho Pedro de
Avendanno e el poder poner alcaldes e jueces quales el quisiere e por bien toviese con tanto que fuesen
ombres llanos e abonados quier fuesen pecheros o letrados (…) A. M. de Villareal de Álava, leg. 2,
n.º 11 (1487).
65. Así sucedió en Santa Cruz de Campezo, cuando los vecinos recurrieron las primeras senten-
cias desfavorables, logrando desde entonces «(…) elegir e criar en cada un anno alcaldes e regidores
e merino e los otros ofiçiales para la gobernaçion de la dicha villa (…) e para que husen de la dicha
jurediçion çevil e criminal en los dichos lugares e en sus terminos en primera ynstancia». A. M. de
Santa Cruz de Campezo, leg. 3 n.º 51 (1522). En otros casos, como en Oñate, el señor renuncia
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66 JOSÉ RAMÓN DÍAZ DE DURANA Y JON ANDONI FERNÁNDEZ DE LARREA
66. M.ª R. AYERBE, Historia del Condado de Oñate y señorío de los Guevara (siglos XI-XVI), Aporta-
ción al estudio del régimen señorial de Castilla, II, San Sebastián, Diputación Foral de Guipúzcoa,
1985, doc. 58 (1484), pp. 245-246 —renuncian a la primera instancia y mantiene las apelaciones— y
doc. 61 pp. 255-257 —nombran alcalde ordinario de Oñate.
67. J. R. DÍAZ de DURANA, La otra nobleza. Escuderos e hidalgos sin nombre y sin historia. Hidal-
gos e hidalguía universal en el País Vasco al final de la Edad Media (1250-1525), Servicio Editorial de la
Universidad del País Vasco, Bilbao, 2004, p. 235. Se trata de Contrasta, donde los vecinos, en 1454,
llegaron a un acuerdo con el señor de Lazcano, titular de la villa: debían pagar toda una serie de
tributos a cambio de los oficios.
68. Para seguir las vicisitudes del señorío de los Guevara sobre Escalante véase M.ª R. AYERBE,
Historia del Condado de Oñate y señorío de los Guevara (siglos XI-XVI), San Sebastián, Diputación
Foral de Guipúzcoa, 1985, pp. 140-157. También, R. PÉREZ BUSTAMANTE, «El condado de Tahalú y el se-
ñorío de la villa de Escalante: configuración de un dominio solariego en la Trasmiera medieval (1431-
1441)», Cuadernos de Trasmiera, I (1988), pp. 45-64.
69. Archivo Real Chancillería de Valladolid, Pleitos Civiles, Alonso Rodríguez, Fenecidos, C
2606/1, folios 13-27.
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LAS VILLAS CANTÁBRICAS BAJO EL YUGO DE LA NOBLEZA… 67
ceder y respetar el buen uso e costumbre que dezian que avia avido en razon
de la dicha alcaldia en los tiempos pasados.
Todo parece indicar que, en el contexto de la llegada de un nuevo señor,
previo reconocimiento por los vecinos del señorío de éste sobre la puebla,70
se produjo un acuerdo que relajaba de algún modo el férreo control que los
Guevara habían mantenido sobre la villa durante las últimas décadas:
70. Archivo Real Chancillería de Valladolid, Pleitos Civiles, Alonso Rodríguez, Fenecidos, C
2606/1, folios 13-27.
71. Archivo Real Chancillería de Valladolid, Pleitos Civiles, Alonso Rodríguez, Fenecidos, C
2606/1, folios 13-27: «(…) pero que a el le plazia de guardar al dicho conçejo e omes buenos de la dicha
su puebla de Escalante el buen uso e costumbre que dezian que avia avido en razon de la dicha al-
caldia en los tiempos pasados en esta manera que se sigue: que el e sus sucesores e herederos que
fueren senores de la dicha puebla e logar de Escalante estandoi en la dicha puebla e logar de Escalan-
te el señor que ponga alcalde en cada un anno el dia de anno nuevo oviendo acuerdo con los regido-
res del logar e que si los regidores del logar non nconçertaren con el sennor en la esleçion de tal alcal-
de que lo ponga sennor tanto que sea del logar e pertenesçiente e si por aventura el dicho don Ladron
e los otros sennores que después del vernan acaesçiere en no estar en el dicho logar e puebla de Esca-
lante al tiempo que se oviere de fazer la dicha esleçion del dicho alcalde o no lo dexare esleydo antes
que parta de dicho logar para el anno avenidero que pueda proveer doquier que estuviere poor su
carta de la dicha alcaldia a ome del dicho logar e puebla de Escalante que sea pertenesçiente para el
dia de anno nuevo de cada un anno acepte el dicho oficio e si por aventura non proveyera por su
persona o por su carta algund vesino del dicho logar e puebla de Escalante de la dicha alcaldia fasta
el dicho dia de anno nuevo en cada un anno que el su merino de la dicha puebla e de los otros sen-
nores que después de el venieren e los regidores del dicho logar e puebla que fueren a la sazon puedan
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68 JOSÉ RAMÓN DÍAZ DE DURANA Y JON ANDONI FERNÁNDEZ DE LARREA
oficiales. Los señores dictaron Ordenanzas que regulaban hasta el más mí-
nimo detalle la actividad de los jueces, el procedimiento judicial en la pri-
mera instancia y en las apelaciones, los derechos de los alcaldes y escriba-
nos, la prelación de determinados asuntos —viudas, huérfanos y
pobres— en la audiencia señorial, la ejecución de las penas por los jurados
y merinos, etc.72
Pero ¿qué sucedía entre tanto en aquellas villas que no habían entra-
do en el señorío jurisdiccional? Conocemos con cierta precisión cómo,
desde el último cuarto del siglo XIV y hasta finales del siglo XV , el gobier-
no de las villas cantábricas estuvo en manos de linajes urbanos organiza-
dos en bandos. En Asturias, 73 en Cantabria 74 o en Guipúzcoa y Vizcaya, el
reparto del poder municipal entre los bandos-linaje que pugnaban por
el control del poder a escala municipal es una constante que caracteriza
el modo de gobierno de las villas cantábricas durante el período objeto
de estudio. En Avilés, 75 en Santander, 76 en Bilbao, 77 en Durango, 78 en Vito-
proveer e esleer alcalde en nombre del dicho sennor (…) e que el tal alcalde que sea vecino e morador
en la dicha puebla e que sea pertenesçiente e abonado e que el tal alcalde que asy esleyere en la ma-
nera que dicho es e que el tal alcalde o alcaldes que asy fueren puestos de aquí adelante que non lie-
ben mas derechos de los que son contenidos en el dicho ordenamiento del logar e puebla de Escalante
e que ome foraneo ninguno no sea alcalde nin pueda jusgar en la dicha puebla porque sy el sennor
quisyese jusgar por su persona que lo pueda fazer cada e quando que le pluguiere».
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72. Archivo Municipal de Medina de Pomar, Sig. 3. Ordenanzas de Medina de Pomar del Condes-
table Bernaldino Fernández de Velasco. J. GARCÍA SAINZ de BARANDA, Apuntes sobre la Ciudad de Me-
dina de Pomar, Burgos, 1917, pp. 487-499.
73. J. A. GONZÁLEZ, «Luchas de bandos en Asturias durante la época de los Reyes Católicos», Isabel
la Católica y su época. Actas del Congreso Internacional, 2004, L. RIBOT, J. VALDEÓN, E. MAZA (Coordi-
nadores), Valladolid: Instituto de Historia Simancas, 2007, pp. 519-544.
74. Remito a los trabajos de J. A. SOLÓRZANO, Santander en la Edad Media…, pp. 298-304; J. A.
SOLÓRZANO, «De los fueros a las ordenanzas electorales para el bien e pro común de la buena gover-
naçion de las Cuatro villas de la Costa de la mar en la Edad Media», Altamira, 62 (2003), pp. 216-222.
J. A. SOLÓRZANO, «Élites urbanas y construcción del poder concejil en las cuatro villas de la Costa de
la Mar (siglos XIII-XV)», en Ciudades y villas portuarias del Atlántico en la Edad Media, Logroño, IER,
2005, pp. 187-230.
75. M.ª J. SANZ, J. A. ÁLVAREZ y M. CALLEJA, Colección diplomática del concejo de Avilés en la Edad
Media (1155-1498)…, docs. 193 y 204: (…) de poco tiempo a esta parte se han fecho en la villa dos par-
cialidades en forma de vandos y estos se conforman en cada un anno para repartyr entre sy los dichos
oficios.
76. J. Á. SOLÓRZANO, Santander en la Edad Media…, pp. 310 y ss.
77. En la dicha villa (…) ay dos bandos e linajes e los sobredichos [Leguizamón] de la una parte
e los de Basurto e los de Çurbaran de la otra parte e dizen que en los tiempos pasados que se usó e
acostumbró que los oficios de alcaldias e de fieles (…) esen igualmente entre vosotros e ellos del linage
al linage porque en la dicha villa non oviese nin recesçiese mal nin danno nin alborotos, E. GARCÍA
FERNÁNDEZ, Gobernar la ciudad en la Edad Media…, p. 248.
78. (…) en la dicha villa, en los tienpos pasados avian seýdo quatro vandos, conbenia a saber:
Urquiaga e Muncharas e Unda e Berris, los quales diz que solian elegir e criar los oficios de alcaldia
e regimiento e fieldad e escribanias e jurados, por vandos e parcialidades, dos alcaldes los dichos dos
vandos en un ano e otros dos de los otros dos vandos en otro ano, dos regidores e un escribano cada
un vando en su vez e un jurado cada un vando, C. HIDALGO de CISNEROS y otros (eds.). Colección
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LAS VILLAS CANTÁBRICAS BAJO EL YUGO DE LA NOBLEZA… 69
documental del Archivo Municipal de Durango, tomo II, San Sebastián, Eusko Ikaskuntza, 1989,
doc. n.º 67, p. 369. Cit. A. DACOSTA en «El concejo de Tavira y las luchas de bandos en el Durangue-
sado en la baja Edad Media. Notas para un caso singular», en B. BENGOETXEA (ed.): Durango. 800
años de Historia. 10 años de las Jornadas de Historia del Museo de Arte e Historia de Durango, Bil-
bao, 2010, p. 45.
79. J. R. DÍAZ de DURANA, «La lucha de bandos en Vitoria y sus repercusiones en el concejo. 1352-
1476», Actas del Congreso de Estudios Históricos Vitoria en la Edad Media, Vitoria, 1982, pp. 477-501:
(…) por ocasión e causa de los vandos Aiala e Calleja que de presente an seido e son en la dicha villa,
[porque] muy a menudo, entre los homes que quieren vivir en paz e sosyego, por vandear los unos a los
otros, se perece la justicia de nuestro sennor el rey (…).
80. J. Á. ACHÓN, «A voz de Concejo»…, pp. 163-196: (…) en la dicha villa hay dos bandos; el uno
que dicen de Bañez y el otro que dicen de Guraya; y que es de uso e costumbre, de gran tiempo acá,
de poner cada año seis fieles en la dicha villa; tres del un bando e los otros tres del otro bando; los
quales dichos fieles han de nombrar y escoger dos alcaldes, el uno del un bando e el otro del otro ban-
do. Otrosí que han de nombrar y escoger tres jurados, el uno del un bando e el otro del otro bando e
el otro del común.
81. J. R. DÍAZ de DURANA, «La Reforma municipal de los Reyes Católicos: el Capitulado vitoriano
de 1476 y su extensión por el noroeste de la Corona de Castilla». La formación de Álava, I, Vitoria,
1986, pp. 213-236. R. POLO MARTÍN, El régimen municipal de la Corona de Castilla durante el reinado
de los Reyes Católicos: organización, funcionamiento y ámbito de actuación, Madrid, Constitución y
Leyes, 1999; R. POLO MARTÍN, «Los Reyes Católicos y la insaculación en Castilla», Studia Historica, His-
toria Medieval, 17 (1999), pp. 137-197.
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70 JOSÉ RAMÓN DÍAZ DE DURANA Y JON ANDONI FERNÁNDEZ DE LARREA
pacificación del territorio.82 Entre tanto, y durante los siglos siguientes, en las
villas que habían caído bajo el yugo señorial, la intervención señorial en la
elección de los oficios y en las distintas instancias judiciales apenas sufrió
modificaciones relevantes.
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82. La evolución del sistema de gobierno en las villas cantábricas puede seguirse además en los
trabajos de M.ª R. PORRES MARIJUÁN, «Sociedad urbana y gobierno municipal en el País Vasco (si-
glos XV-XVIII): el ejemplo de Vitoria», en Élites du Sud (XIVe-XVIIIe siècles): Aquitaine, Languedoc, Ara-
gon, Navarre: statuts juridiques et pratiques sociales; C. DESPLAT (dir.), S.S.L.A. de Pau et du Béarn,
1994, pp. 137-176; M.ª R. PORRES MARIJUÁN, «Oligarquías y poder municipal en las villas vascas en tiem-
pos de los Austrias», Revista de Historia Moderna, 19 (2001), pp. 313-354; M.ª R. PORRES MARIJUÁN, «In-
saculación, régimen municipal urbano y control regio en la monarquía de los Austrias (representa-
ción efectiva y mitificación del método electivo en los territorios forales)», El poder en Europa y
América: mitos, tópicos y realidades; E. GARCÍA FERNÁNDEZ (coord.), Bilbao, Servicio Editorial Univer-
sidad País Vasco, 2001, pp. 169-234; M.ª R. PORRES MARIJUÁN, «Corona y poderes urbanos en la cornisa
cantábrica, siglos XVI y XVII», Minius, Historia, Arte e Xeografía, 19 (2011), pp. 103-135 o en los de M.ª
A. FAYA «Gobierno municipal y venta de oficios en la Asturias de los siglos XVI y XVII», Hispania, 213
(2003), pp. 75-136.
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Teoría y praxis política en el País Vasco a fines
de la Edad Media: los gobiernos urbanos
y los vecinos de la tierra*
INTRODUCCIÓN
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72 ERNESTO GARCÍA FERNÁNDEZ
DO BARATA (ed.), Élites e redes clientelares na Idade Media. Lisboa, 2001, pp. 71-89; M.ª ASENJO GONZÁ-
LEZ, «El pueblo urbano: el Común», Medievalismo, 13-14 (2004), pp. 181-194; MUÑOZ GÓMEZ, V., «La
participación política de las élites locales en el gobierno de las ciudades castellanas en la Baja Edad
Media. Bandos y conflictos de intereses (Paredes de Nava, final del s. XIV-inicio del s. XV», Anuario de
Estudios Medievales, 39/1 (2009), pp. 275-305; J. Á. SOLÓRZANO TELECHEA, «De “todos los más del pue-
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5. J. A. JARA FUENTE, «Sobre el concejo cerrado. Asamblearismo y participación política en las ciu-
dades castellanas de la Baja Edad Media (conflictos inter o intra-clase)», en Studia Historica. Historia
Medieval, 17 (1999), pp. 113-136-pp. 113, 114, 125, 135 y 136.
6. J. A. JARA FUENTE, «Posiciones de clase y sistemas de poder: vinculaciones y contradicciones en
la construcción del “común de pecheros” en la Baja Edad Media», en J. I. de la IGLESIA DUARTE y J. L.
MARTÍN (edits.) Los espacios de poder en la España medieval: XII Semana de Estudios Medievales, Ná-
jera, del 30 de julio al 3 de agosto de 2001, Edit. Instituto de Estudios Riojanos, Logroño, 2002, pp. 511-
532-p. 531.
7. En 1494 en la villa de Hernani Juan López del Puerto ejercía como procurador de los escude-
ros, hidalgos «e comun de la dicha villa» en contra de los regidores y fieles, así como de la gente más
rica de la localidad por haber acordado que tan sólo quienes tuvieran haciendas por valor de 10.000
maravedís pudieran acceder a los oficios concejiles. En esta villa la mayoría de los vecinos pagaban
los impuestos municipales y también los hidalgos. En Mondragón entre fines de los siglos XIV y XV el
«común» se refiere al resto de los vecinos que carecían de capacidades de gobierno y se contrapone
a los bandos de los linajes Guraya y Báñez que se reparten los oficios concejiles hasta 1490, año en
que fueron suprimidas estas organizaciones políticas (J. Á. ACHÓN INSAUSTI, «A voz de Concejo». Linaje
y corporación urbana… etc., pp. 94, 167, 192 y 194). En San Sebastián por «comunidad» se entiende
asimismo a fines del XV al colectivo de vecinos que no dirige por esos años la villa (E. GARCÍA FERNÁN-
DEZ, «La Comunidad de San Sebastián a fines del siglo XV: un movimiento fiscalizador del poder con-
cejil», Espacio, Tiempo y Forma, Madrid (1993), pp. 545-572).
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74 ERNESTO GARCÍA FERNÁNDEZ
8. J. M.ª MONSALVÓN ANTÓN, «La participación política de los pecheros en los municipios castella-
nos… pp. 45 y 47.
9. E. C. de SANTOS CANALEJO, «Piedrahita, su Comunidad de Villa y Tierra y los duques de Alba en
el siglo XV», En la España Medieval, V, Madrid (1986), pp. 1141-1174. Según esta autora la mayoría de la
población residente dentro del recinto amurallado fue exenta por don Fernando en 1441 de todo
pecho real, concejil y señorial «y martiniega», así como los pecheros de la villa sólo debían pagar la
mitad de las monedas solicitadas —p. 1155—, mientras que no sucedía lo mismo con los moradores
en las aldeas de la Tierra, que sin embargo consiguieron de su señor don Fernando en 1433 «que los
concejos de la Tierra entendieran en los pleitos de sus vecinos de hasta 60 maravedís y en causas cri-
minales hasta 120 maravedís, y que la Tierra estuviera representada con uno o dos procuradores por
concejo cuando se hicieran los repartimientos, disposición que el duque don Fadrique en 1494 repeti-
ría» (p. 1150). Pese a todo hubo lugares de la Tierra que tuvieron mayores privilegios fiscales y con-
tributivos que otros por concesión señorial, aunque la Tierra estaba sometida jurisdiccionalmente a
la villa.
10. Los habitantes del valle de Legazpia se denominaban «universidad e veçinos e moradores es-
cuderos e hijosdalgo».
11. P. MICHAUD-QUANTIN, «Universitas». Expression du mouvement communautaire dans le Moyen
Âge latin. París, 1970.
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TEORÍA Y PRAXIS POLÍTICA EN EL PAÍS VASCO A FINES DE LA EDAD MEDIA … 75
Los intereses de toda índole que los residentes en los centros urbanos
amurallados tuvieron en los términos de sus jurisdicción y con sus morado-
res afectaron a ámbitos muy diversos. Es sabido que las gentes más acomo-
dadas del núcleo urbano prestaron dinero a los aldeanos, se hicieron con
tierras, casas y caserías en las aldeas o tuvieron ganados a medias con ellos.
A su vez los aldeanos vendían sus productos agropecuarios en el mercado
centralizado en las ciudades y villas, algunos de sus hijos y parientes habían
decidido buscar una nueva forma de vida dentro del perímetro amurallado y
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12. B. BAYONA AZNAR, El origen del Estado laico desde la Edad Media, Edit. Tecnos, Madrid, 2009,
p. 379.
13. SANTO TOMÁS DE AQUINO Suma de Teología III, parte II-II (a), Edit. Biblioteca de Autores Cris-
tianos, Madrid, 2002, p. 483.
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76 ERNESTO GARCÍA FERNÁNDEZ
14. Véase B. ARÍZAGA BOLUMBURU, «Conflictividad por la jurisdicción marítima y fluvial en el Can-
tábrico en la Edad Media», en Ciudades y villas portuarias del Atlántico en la Edad Media. Nájera,
Encuentros Enternacionales del Medievo, Nájera 27-30 de junio de 2004, Nájera, 2005, pp. 17-55 y de la
misma autora «La actividad comercial de los puertos vascos y cántabros medievales en el Atlántico»,
Historia. Instituciones y Documentos, n.º 35, Sevilla (2008), pp. 25-43.
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TEORÍA Y PRAXIS POLÍTICA EN EL PAÍS VASCO A FINES DE LA EDAD MEDIA … 77
15. Tan sólo se desgajaron de dicha villa las poblaciones que pasaron a integrarse en las nuevas
villas creadas (San Vicente de la Sonsierra en 1172, Labraza en 1196 y Viana en 1219) con parte de los
términos otorgados en la carta foral de 1164. Otras villas vascas vivieron procesos similares.
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78 ERNESTO GARCÍA FERNÁNDEZ
16. Vitoria y sus aldeas antes de pleitear ante la justicia ordinaria decidieron en 1464 resolver sus
disputas ante dos jueces árbitros, bachilleres en letras, propuestos cada uno de ellos por una de las
partes, pero en los años siguientes los pleitos se llevaron a los tribunales de la Real Chancillería de
Valladolid.
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TEORÍA Y PRAXIS POLÍTICA EN EL PAÍS VASCO A FINES DE LA EDAD MEDIA … 79
ordinarios o extraordinarios.
Las diferencias entre los gobiernos urbanos y los vecinos de la tierra no
sólo se movieron en el terreno de los discursos, sino que se llevaron a los
tribunales y se materializaron políticamente. Estas discrepancias se resolvie-
ron de distinta manera en unas y otras zonas, pues la actitud de los gober-
nantes no fue la misma. En unos casos el triunfo de los dirigentes urbanos
fue absoluto, en otros se aceptaron algunas de las propuestas de los oposito-
res gobernados. Los dirigentes urbanos buscaron siempre la legitimación de
sus actuaciones y el reconocimiento legal de los tribunales de justicia locales
o de la Corona (Consejo Real, Alcaldes de la Real Chancillería de Valladolid).
Los querellantes que perdieron la mayoría de sus reivindicaciones fueron
17. En 1480 los vecinos de las aldeas de Garagarza y Udala, pertenecientes a la jurisdicción de la
villa de Mondragón, celebraron una junta convocada a campana repicada para designar a los procu-
radores que les representarían, entre ellos un clérigo, en el pleito que mantenían por una dehesa que
consideraban de su propiedad. (M. A. CRESPO RICO; J. R. CRUZ MUNDET; J. M. GÓMEZ LAGO; J. A. LEMA
PUEYO, Colección Documental del Archivo Municipal de Mondragon, 1471-1500, t. IV, San Sebastián,
1996, n.º 247).
18. Éste es el caso de la aldea de Irún frente a la villa de Fuenterrabía. S. TENA GARCÍA, Irún a fi-
nes de la Edad Media. Documentos para su estudio. Pleito entre la villa de Fuenterrabía y su aldea de
Irún (1328-1500), Edit. Universidad del País Vasco, Bilbao, 2011. p. 80.
19. S. TENA GARCÍA, Irún a fines de la Edad Media … etc., pp. 56-57.
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80 ERNESTO GARCÍA FERNÁNDEZ
2.1. Guipúzcoa
Los orígenes de las formas de incorporación de las aldeas por las villas y
las estructuras políticas establecidas fueron heterogéneos en el País Vasco.
Hubo villas que desde su nacimiento se hicieron con una jurisdicción territo-
rial bastante extensa conformada por los núcleos urbanos y sus respectivas
20. Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, Pleitos Civiles, Quevedo, fenecidos, c. 4480/3.
Conflictos por asistir a los alardes también se dieron en la villa y aldeas de Villarreal de Álava, si bien
la convocatoria en este caso la había hecho su señor (E. GARCÍA FERNÁNDEZ, «Un alarde militar contes-
tado: los vecinos de Villarreal de Álava contra su señor, Prudencio de Avendaño Gamboa», Sancho el
Sabio, 29 (2008), pp. 201-222.
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TEORÍA Y PRAXIS POLÍTICA EN EL PAÍS VASCO A FINES DE LA EDAD MEDIA … 81
nes se exige lealtad y el pecho de los tributos.22 Incluso hubo alcaldes, como
el de Arería, García López de Zumárraga, que en 1384 se avecindó en Segura
por los bienes que poseía en Lazcano y Zumárraga favoreciendo que lo hi-
cieran otras gentes de dicha jurisdicción y ordenando que le sepultaran en el
cementerio de la iglesia parroquial de dicha villa «por serviçio de Dios e del
rey nuestro sennor e por pro e mejoramiento de mi e de mis herederos e de mis
bienes, e porque yo e los dichos mis herederos e bienes sean mas anparados e
defendidos mejor de qualquier e qualesquier que contra mí e mis herederos e
mis bienes quisieren pasar no devidamente», así como se obligó a no ajuntar-
se con «señor», «señora», villas y aldeas contra lo ahora acordado.23 Quizá sus
relaciones con la poderosa familia de los Lazcano no fueran demasiado ex-
celentes. Los intentos de integrar la Tierra de Arería en la villa de Segura no
cuajaron finalmente.
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82 ERNESTO GARCÍA FERNÁNDEZ
guas de la jurisdicción de las villas realengas frente a los abusos de los caba-
lleros. Por ello reclamaron a las villas la defensa y protección de las gentes
de la Tierra «de los malos omes e de los omes poderosos que lo suyo muchas
devezes les solian tomar contra su voluntad» (Cerain, 1384).24 Pero la realidad
política no siempre fue así. En 1402 las collaciones de Cegama, Ormáiztegui,
Mutiloa e Idiazábal nombraron a Oger de Amézqueta, señor de Lazcano,
como uno de sus procuradores para seguir pleitos ante los oidores de la Cor-
te y ante el Alcalde Mayor de Guipúzcoa don García Martínez de Elduayen
en relación con las diferencias que por motivos fiscales tenían con la villa de
Segura.25 Oger de Amézqueta, casado con María López de Lazcano González
24. L. M. DÍEZ de SALAZAR FERNÁNDEZ, Colección Diplomática del concejo de Segura (Guipúzcoa)
(1290-1500), tomo I (1290-1400), pp. 113-116.
25. Los gobernantes de la villa para pagar el pedido al rey (3.300 maravedís) echaron una derra-
ma a las collaciones. Éstas se negaron al pago de la misma. La respuesta del concejo de Segura, se-
gún Oger de Amézqueta, fue dirigirse con hombres armados a Cegama tomándoles «fasta çient e ve-
ynte cabeças de ganado vacuno con sus fijos et seysçientos puercos e puercas, e seguiran a los dichos
sus costituentes e los corrieron por los matar fasta que en la eglesia de Sant Martin de Çegama los
ençerraronla toma de prendas». El concejo de Segura negó dicha versión, afirmó que sus ganados
habían entrado en los montes altos adquiridos por la villa a Fernán Pérez de Ayala y que acudieron
a defender al merino de la villa por «tentar fecho d’armas contra el dicho merino». Véase L. M. DÍEZ
de SALAZAR FERNÁNDEZ, Colección Diplomática del concejo de Segura (Guipúzcoa) (1290-1500), tomo II
(1401-1450), San Sebastián, 1993, números 94 y 95.
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de Mendoza estuvo en litigios con la villa de Segura por los montes, seles y
pastos de algunos términos presuntamente pertenecientes al solar de Idiazá-
bal, del señorío de los Lazcano. Su hijo Juan López de de Lazcano pleiteó
con la villa de Segura por los derechos de jurisdicción de la prestamería so-
bre las ferrerías del valle de Legazpia. Además Bernardino de Lazcano a fines
del siglo XV era «patron feudatario de la dicha anteiglesia monasterial del
sennor San Miguel de Motiloa», que se hallaba en la jurisdicción de la villa de
Segura.
En 1404 se concertaron ambas partes, villa de Segura y vecindades, estipu-
lando las contribuciones de las collaciones en las derramas generales, que-
dando exentos de pagar en los repartimientos echados para pagar el salario
del cirujano, así como dando la competencia a las aldeas de contar con un
fiel elegido por ellas con la obligación de acudir a los llamamientos del con-
cejo por asuntos fiscales con el fin de que tuvieran conocimiento de las ne-
cesidades financieras «que sean en carga et provecho comun de nos el dicho
conçejo et de nos las dichas vesindades», así como con la capacidad de «guar-
dar et tener las cuentas de los pechos et derramas et costas que nos el dicho
conçejo de Segura derramáremos et fisiéramos por nos et por vos las dichas
nuestras vezindades». Se prohíbe de forma expresa a las vecindades «faser
ajuntamientos algunos con ningunos nin con algunos cavalleros et escuderos
nin caudiellos, so çierta pena que por faser vuestros ajuntamientos et juntas
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Uno de los casos más espectaculares, por el gran número de aldeas que
entraron en la jurisdicción de una villa, es el de Tolosa. Las collaciones que
se incorporaron a la villa de Tolosa entre 1348 y 1475 fueron 27, de las que tan
sólo tres salieron posteriormente de su jurisdicción (Asteasu a fines del XIV,
Alkiza en 1450 y Aduna en torno a 1450). El contexto en que fueron anexio-
nadas se llevó a cabo, salvo en los casos de Ikastegieta (año 1474) y Andoain
(año 1475), entre los años 1348 y 1391. Coinciden estos años en líneas genera-
les con una época especialmente conflictiva y difícil en la Corona de Castilla
y en Guipúzcoa. La crisis económica, el descenso demográfico y las periódi-
cas epidemias agravaron la conflictividad social. En el centro de Guipúzcoa
las aldeas añoraron la fortaleza jurisdiccional de la villas, como sistema para
protegerse de las agresiones o injerencias de otros poderes villanos, aldea-
nos o de caballeros dispuestos a entrometerse en sus tierras y presuntos de-
26. L. M. DÍEZ de SALAZAR FERNÁNDEZ, Colección Diplomática del concejo de Segura (Guipúzcoa)
(1290-1500), tomo II (1401-1450), números 100 y 101.
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84 ERNESTO GARCÍA FERNÁNDEZ
27. E. GARCÍA FERNÁNDEZ, «La Cofradía de San Juan de «Arramele» y las ordenanzas de Tolosa de
1501», Revista Sancho el Sabio, Vitoria (1994), pp. 301-312.
28. Por si hubiera alguna duda el capítulo 11 de las ordenanzas municipales de Tolosa de 1532 fija-
ba lo siguiente: «Que ninguno que no viviere dentro de los muros de la villa pueda tener oficio (…).
Otrosi ordenamos y mandamos que ninguno que no viviere dentro del cuerpo de los muros de la dicha
villa, no pueda ser ni sea elexido ni nombrado por alcalde ordinario, ni fiel de la cofradia, ni escribano
fiel, ni regidor, ni volsero, ni jurado, ni guardamonte, ni alcalde de la Hermandad, ni manobrero ni
pueda tener ni tenga otro oficio alguno de la dicha villa e que solamente los que viven dentro del cuer-
po de la dicha villa e tienen vienes suficientes para ser oficiales e concurrieren las otras calidades que
comvienen y estan declaradas de suso sean e puedan ser elexidos e nombrados e creados por alcalde e
oficiales, porque la dicha villa se pueble y ennoblezca e no se disminuia ni despueble, e como dicho es,
otros ningunos de fuera de la dicha villa no sean ni puedan ser elexidos por oficiales, dado caso que
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tengan vienes dentro del cuerpo de la dicha villa e su territorio, sin e a menos que vivan en la dicha
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villa e haian vivido un año continuo primero, e tengan proposito de vivir en ella adelante, y el ofiçial
que fuere criado por alcalde o en otro oficio alguno, e aquel aceptare e rexiere no pueda hir a vivir
fuera de la dicha villa, antes en ella viva e resida por tiempo y espacio de diez años, so pena de volver
todo lo que hubiere ganado de la alcaldia e pagar diez mill maravedis, la mitad para la Camara e la
otra mitad para las obras e reparos publicos de la dicha villa, e que los electores que salieren por suerte
para elexir e crear los dichos oficios no elixan nin nonbren por alcalde ni oficiales sino a los vecinos
inclusos havitantes dentro del pueblo de la dicha villa, según dicho es, e si elexiesen e tentaren de elegir
por oficial alguno o algunos de fuera de la dicha villa, que la dicha eleccion sea n sí ninguna, dado
caso que en concordia todos los electores nombraen que caian e incurran en pena de dos mil marave-
dis, e no sean electores por tres años, e que el dicho concexo tenga derecho de hacer nueba eleccion, e
que el alcalde no entregue la vara al tal nombrado y elexido contra el tenor de esta ordenanza, e si
alguno o algunos de los dichos electores, aunque sea la menor parte de ellos, en discordia, nombraren
y elexieren algun vesino de la dicha villa, de dentro del cuerpo de ella, que la tal eleccion valga e al tal
elexido se le dé la vara e los tales rixan e goviernen en aquel año la dicha villa e republica de ella, sin
embargo de la eleccion echa en persona que no haian vivido ni viva dentro del dicho cuerpo de la di-
cha villa, aunque sea por la mayor parte de los dichos electores, según dicho es, ecepto si el elexido
fuere Juan Ruiz de Yurreamendi e los dueños que seran de su casa de Yurreamendi, porque los señores
del consejo mandaron a su suplicacion fuesen admitidos a los dichos oficios según sus pasados». Véase
VV.AA., El triunfo de las élites urbanas guipuzcoanas: nuevos textos par el estudio del gobierno de las
villas y de la Provincia (1412-1539), Donostia-San Sebastián, 2002, pp. 375-376.
29. S. TRUCHUELO GARCÍA, Tolosa en la Edad Moderna. Organización y gobierno de una villa gui-
puzcoana (siglos XVI-XVII), Tolosa, 2006, pp. 31-33.
30. S. TRUCHUELO GARCÍA, Tolosa en la Edad Moderna… etc., p. 34.
31. Las 16 aldeas que formaban parte del alcabalazgo de Tolosa sostuvieron el pleito contra la
villa. La sentencia del corregidor emitida en 1532 obligó a que los dirigentes de la villa realizaran otro
repartimiento en el que estuvieran presentes los procuradores de las aldeas. S. TRUCHUELO GARCÍA,
Tolosa en la Edad Moderna… etc., pp. 89-90.
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nos de la dicha villa nin aver pagado nin pagar nin querer pagar en pechos
algunos derramados nin repartidos nin se echaren e repartieren en alguna
manera nin por alguna razón bien asy commo desimos non ser vesinos nin
tenidos a pechar por razón de tienpo, desiemos que nin por fuerça de recab-
dos que desimos que non otorgamos ser tenidos a pagar cosa alguna nin
mantener vesindad salvo tan solamente desimos e conosçemos que somos de
la juridiçion de la dicha villa (…)» (1420), distinción que no fue contemplada
por los jueces árbitros designados por ambas partes.33
En 1415 las aldeas de Guesalibar, Everuzqueta, Garagarza, Isasigaña y Uda-
la acordaron mantenerse como vecinos de la villa y contribuir a la hacienda
concejil en concepto de pechos reales, concejiles, derramas, facenderas.
Poco antes «se pusieron en rebeldía» negándose a pagar «los pechos e derra-
mas de la dicha villa» o «del dicho concejo e sus encargos, segund que los
otros vesinos del cuerpo de la dicha villa lo solian pagar e otras cosas». Para
evitar pleitos con el concejo de Mondragón decidieron entregar los «pechos
que fasta aquí en el tienpo pasado les fincaban por pagar» correspondientes a
los años anteriores. De este modo el concejo de Mondragón les perdonó las
penas en que habían incurrido por su rebeldía.34
Los encontronazos entre ambas partes no cedieron. En este pleito, los
procuradores de los vecinos de las aldeas llegaron a negar haber pagado al-
guna vez los impuestos e incluso ser vecinos de la villa, pese a que recono-
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33. J. Á. ACHÓN INSAUSTI, «A voz de Concejo». Linaje y corporación urbana… etc., pp. 185-186 y M.
A. CRESPO RICO; J. R. CRUZ MUNDET; J. M. GÓMEZ LAGO; J. A. LEMA PUEYO, Colección Documental del
Archivo Munivipal de Mondragon, 1471-1500, t. II, San Sebastián, 1996, números 72, 75, 76 y 77).
34. «(…) e resçibida o non resçibida la graçia que sobre ello el dicho conçejo les fiziese, que se
obligavan e obligaron e se sometian e sometieron por si e sus herederos e subçesores e bienes de pagar
todo lo que les fuese mandado pagar por el dicho conçejo e alcaldes e ofiçiales e omes buenos por ra-
son de los pechos pasados que les fincaban por pagar. E en lo por venir dixieron que se sometian, se-
gund dicho es, de ser sienpre vesinos e pecheros del dicho conçejo e de pagar todos o qualesquier pe-
chos, reales e conçejales e derramas e encargos e fasenderas quel dicho conçejo, yten, los ofiçiales d’el
les echasen en qualqueir manera e tiempo e segund e por la forma quel dicho conçejo e los dichos
ofiçiales acordasen e derramasen, yten, en todos los casos e formas quel dicho conçejo e vezinos dende
lo pagasen». M. A. CRESPO RICO; J. R. CRUZ MUNDET; J. M. GÓMEZ LAGO; J. A. LEMA PUEYO, Colección
Documental del Archivo Municipal de Mondragón. Tomo II. (1400-1450), San Sebastián, 1996, n.º 72.
35. M. A. CRESPO RICO; J. R. CRUZ MUNDET; J. M. GÓMEZ LAGO; J. A. LEMA PUEYO, Colección Docu-
mental del Archivo Municipal de Mondragón. Tomo II. (1400-1450)… etc., n.º 77.
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hombre bueno debía ser elegido por los vecinos de las aldeas. A fines del XV
(1483) el concejo de Mondragón tensionó la relación con las aldeas al prohi-
bir la venta de cereal, vino, carne, aceite, candelas y otras mercancías en las
tiendas y tabernas de dichas localidades. En esta ocasión los jueces del Con-
sejo Real concedieron la razón a los vecinos de las anteiglesias, aunque no
por ello la regulación del mercado dejó de ser una de las atribuciones de los
gobernantes urbanos.36
Algo parecido aconteció entre la villa de Fuenterrabía y su aldea de Irún,37
donde mercaderes y comerciantes vendían sus mercancías contra la voluntad
de los gobernantes de la villa.38 El empecinamiento de la primera por defen-
der sus derechos y las reivindicaciones radicales de la segunda acabaron con
una dura sentencia contra los irundarras: elevadas multas, confiscación de
propiedades, derrocamiento de las casas levantadas en piedra sin el permiso
correspondiente del concejo urbano, etc. En 1480 vecinos de Irún atacaron
con armas a oficiales de Fuenterrabía, muriendo en la reyerta el procurador
de la villa y dejando gravemente herido al preboste. En 1481 los «hombres
buenos» de Irún no tuvieron reparos en decirse vecinos de Fuenterrabía al
juntarse «en nuestro ayuntamiento e baçarra» en el cementerio de la iglesia
de Santa María, pero en 1500 en otra de sus reuniones, donde están presentes
algunos clérigos, el escribano Ojer de Lizárraga, vecino de Oyarzun, que re-
dactó el acta de la reunión llevada a cabo en el monte de Echequilla no les
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36. J. Á. ACHÓN INSAUSTI, «A voz de Concejo». Linaje y corporación urbana… etc., pp. 186-187.
37. Este caso ha sido estudiado con todo detalle por M.ª S. TENA GARCÍA en el libro titulado Irún
a fines de la Edad Media. Documentos para su estudio. Pleito entre la villa de Fuenterrabía y su aldea
de Irún (1328-1500), Bilbao, 2011.
38. Véase S. TENA GARCÍA, Irún a fines de la Edad Media… etc. En estas disputas desempeñaron
un importante papel los 16 «ferrones y señores de las ferrerías de Yrún Urançu» que defendieron sus
privilegios recogidos en el Fuero de Ferrerías —se citan en Irún 6 ferrerías— (pp. 53, 72-73).
39. S. TENA GARCÍA, Irún a fines de la Edad Media… etc., pp. 55-57.
40. S. TENA GARCÍA, Irún a fines de la Edad Media… etc., p. 71.
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TEORÍA Y PRAXIS POLÍTICA EN EL PAÍS VASCO A FINES DE LA EDAD MEDIA … 89
te y Navarra). Sin embargo «non podian vender quintal ni libra de fierro sin
que a la dicha villa lo traxiesen e ende se pesare e della tiene previllejo el di-
cho concejo». La rentería de la villa de Segura controlaba la producción de
hierro de la jurisdicción, sin duda por motivos fiscales y comerciales. Los
problemas se generaron a principios del XVI, empero, con la «universidad del
valle y tierra de Legazpia» o «universidad y aldea de Legazpia», porque no se
había acordado en los contratos de avecindamiento que el aforamiento de
los precios fuera competencia de fieles específicos de Legazpia. El concejo
de Legazpia —así era como se denominaba—, en los últimos años del si-
glo XV decidió elegir 2 fieles y 4 diputados regidores. Los dos fieles comenza-
ron a aforar los precios de la carne, sidra y pescado que se vendía en el Valle
de Legazpia. Los cuatro diputados tenían capacidad «para que rijan e govier-
nen los negoçios e las cosas patrimoniales del pueblo e que los tales deputados
non exerçen ningund actor juridiçional sy non que rigen e goviernan en
nonbre del dicho pueblo los negoçios e las cosas patrimoniales comunes del».
El contrato de avecindamiento tan sólo les permitía disponer de un jurado
con derecho a acudir a las sesiones del Ayuntamiento en que se trataran la
solicitud de repartimientos. Y también era el encargado de recaudar los ma-
ravedís que cupieran a la universidad de Legazpia: «un jurado para las cosas
suso dichas espeçialmente para que baya a los repartimientos que en la dicha
villa se hasen e para reçebir e recabdar la rata parte que cabe a la dicha uni-
bersydad».
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90 ERNESTO GARCÍA FERNÁNDEZ
41. Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, Pleitos Civiles, Quevedo, fenecidos, c. 955/3,
leg. 215.
42. Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, Pleitos Civiles, Quevedo, fenecidos, c. 1332/1,
leg. 296.
43. Juan López de Oria, un escribano del número de la villa de Segura de 63 años, lo expresó de
la siguiente manera: «es verdad que en el dicho valle de Legazpia ay muchos ferrones e abasteçedores
de ferreryas que son muchos dellos personas prynçipales en el dicho valle e que muchos carboneros e
venaqueros e mulateros e carreadores e otros muchos que trabajan e labran para ellos pero que este
testigo no sabe sy a los que asy trabajan por ellos sy les dan los mantenimientos ni commo ni en que
manera mas de quanto cree que según la manera e trabto de los dichos ferrones y vasteçedores de las
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TEORÍA Y PRAXIS POLÍTICA EN EL PAÍS VASCO A FINES DE LA EDAD MEDIA … 91
Lo cierto es que los pleitos entre la villa de Segura y sus collaciones por
el pago de los oficiales concejiles, el sostenimiento de las cargas financieras
del concejo y de los gastos militares soportados por el mismo fueron bastan-
te frecuentes durante el siglo XV,44 prefiriendo normalmente las collaciones
que el concejo impusiera una sisa a las viandas y bebidas para sufragar los
gastos que representaba la hacienda concejil con el fin de disminuir de este
modo los repartimientos en la villa y en la Tierra, bien por los procedimien-
tos de fogueras o de millares. Este último era un sistema fiscal más progresi-
vo al tener en cuenta la capacidad patrimonial de los vecinos y más deseado
por la mayoría de la población. En estas disputas las vecindades lograron
eximirse a mediados del XV de contribuir a los gastos generados por traer las
aguas a la fuente pública de la villa, pero se les exigió colaborar en las de-
mandas de servicio militar para las empresas de la monarquía, acudir a los
apellidos del alcalde de Segura y ayudar a costear los muros, torres y puertas
de la villa. En 1470 las vecindades seguían litigando con Segura en relación
con el pago a los oficiales concejiles, a los mensajeros y procuradores y por
la reforma de las cavas, barbacanas, muros, torres y puertas de la villa. La
sentencia arbitraria dada por el bachiller Juan Pérez de Vicuña determinó
que las vecindades debían contribuir a la financiación de todos los gastos,
salvo el referente al pago de los cuatro veladores de la villa, «porque es pro-
vecho común de la dicha villa e vezindades». En 1493 las vecindades no que-
rían contribuir en los gastos ocasionados por la traída del agua a la villa y se
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dichas ferrerias e segund que de contynno suelent tener vasteçidas sus casas de mantenimientos que
los dichos trabajadores tomaran dellos muchos de los dichos mantenimientos que abran menester
pero que este testygo que no lo sabe de vysta nin sabe sy los dichos ferrones ponen fyeles de su mano o
no pero que dando los dichos ferrones a los dichos trabajadores los dichos mantenymientos de su
mano commo en la dicha pregunta se contiene que sy el dicho alcalde de la dicha villa de Segura non
pudiese punir e castygar a los que tuviesen medydas e pesas falsas que exçediesen la tasa puesta en los
mantenimientos que se demynuiria la aministraçion de la justiçia e los trabajantes e poco podientes
resçibyrian mucho danno e los dichos ferrones e basteçedores e otros qualesquier del dicho valle que
dan e venden los mantenimientos a los dichos trabajadores podryan cometer muchos fraudes e dan-
nos en razon de las dichas pesas y medydas del preçio de los mantenimientos no seyendo corregidos e
punidos e castigados por ello e eque esto es lo que sabe e cree e puede dar razon a lo contenido en la
dicha pregunta». Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, Pleitos Civiles, Quevedo, fenecidos, c.
1332/1, legajo 296.
44. L. M. DÍEZ de SALAZAR FERNÁNDEZ, Colección Diplomática del concejo de Segura (Guipúzcoa)
(1290-1500), tomo II (1401-1450)… etc., número 162 (1430).
45. L. M. DÍEZ de SALAZAR FERNÁNDEZ, Colección Diplomática del concejo de Segura (Guipúzcoa)
(1290-1500), tomo II (1451-1500)… etc., números 179, 180, 181 y 182(1448), 229, 230, 231, 232, 233, 234, 235,
236, 237, 238, 239, 240, 241 y 254 (1470), 262 (1493) y 305 (Legazpia el año 1518).
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46. M. A. CRESPO RICO; J. R. CRUZ MUNDET; J. M. GÓMEZ LAGO; M. LARRAÑAGA ZULUETA; J. A. LEMA
PUEYO, Colección Documental del Archivo Municipal de Bergara. Tomo I. (1181-1497), San Sebastián,
1995, n.º 38.
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TEORÍA Y PRAXIS POLÍTICA EN EL PAÍS VASCO A FINES DE LA EDAD MEDIA … 93
der anterior de las anteiglesias, si bien se les consintió que designaran fieles
y jurados.47 No gustaron estos estatutos a las anteiglesias de Oxirondo y Uza-
rraga, que al sumar dos tercios de la población reinvidicaron una mayor
participación política en el concejo de la villa de Vergara y de sus arrabales.
Se buscó un cambio político.
El acuerdo producido entre la villa y las anteiglesias el 11 de julio de 1497,
en una reunión que se hizo en el cementerio de la iglesia de San Pedro de
Vergara y confirmado por los Reyes Católicos el 30 de agosto de 1497, supuso
el derecho a que los moradores de las anteiglesias pudieran estar presentes
en el concejo electoral anual celebrado en la iglesia de San Pedro de Vergara,
pero sobre todo consiguieron objetivos políticos deseados. De los cuatro
electores designados por el elector —nombrado mediante sorteo entre los
cuatro propuestos por el alcalde, los dos fieles y el procurador síndico del
concejo de Vergara— uno de ellos debía ser vecino de Santa María de Oxi-
rondo y el otro de San Juan de Uzarraga. De los otros dos, uno sería de la
villa y arrabales y el otro de fuera de la villa y arrabales. Eso sí, sólo podían
proponer para alcalde, escribano y procurador síndico a vecinos que residie-
ran «dentro del cuerpo de la villa e arrabales e non de otra parte alguna».
Uno de los logros más importante de las anteiglesias fue contar con 4 de
los 6 diputados «para entender en uno con ellos —el resto de los oficiales—
en las cosas e hazienda de conçeio (…) los que paresçieren ser ydoneos e su-
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47. M. A. CRESPO RICO; J. R. CRUZ MUNDET; J. M. GÓMEZ LAGO; M. LARRAÑAGA ZULUETA; J. A. LEMA
PUEYO, Colección Documental del Archivo Municipal de Bergara. Tomo I… etc., n.º 40.
48. M. A. CRESPO RICO; J. R. CRUZ MUNDET; J. M. GÓMEZ LAGO; M. LARRAÑAGA ZULUETA; J. A. LEMA
PUEYO, Colección Documental del Archivo Municipal de Bergara. Tomo I… etc., n.º 42.
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94 ERNESTO GARCÍA FERNÁNDEZ
En Villarreal de Urréchua a fines del siglo XIV (1390), por una parte se
acordó apuntalar la Hermandad al ordenar que los vecinos no colaboraran
con los caballeros y escuderos de las afueras de la villa «que sean de vandos
nin de treguas nin se ajunten con ellos en los tales tienpos de discordias», sino
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que llevaran sus diferencias a las Juntas de Guipúzcoa y por otra parte se
aceptó un sistema electoral que dio un elevado protagonismo a las gentes de
la Tierra. Dos jurados debían residir respectivamente en las collaciones de
Santa María de Zumárraga y de San Miguel de Ezquiaga, frente a uno en la
villa de Villarreal de Urréchua, así como se abrió la posibilidad de que la
collación de Gabiria tuviera otro jurado, mientras estuviera en la vecindad de
la villa. Algo similar sucedió con respecto a la designación de los fieles «pro-
vehedores del estado e fasienda del dicho conçejo de la dicha Villarreal e que
estos Fieles con el alcalle e con los jurados repartan los pechos que acaesçie-
ren, e que fagan saca o sacas e todas las otras cosas nesçesarias que al dicho
conçeio recresçieren e segunt ellos ordenaren e fisieren e repartieren que vala
e tengan e guarden». Un fiel debía residir en la villa, uno en Zumárraga, uno
en Ezquiaga y otro en Gabiria. Además las tres llaves del arca de la villa,
donde se guardaban el sellos y los privilegios, habrían de estar en manos del
alcalde y de dos fieles. El alcalde «que sea syn sospecha e común, syn vande-
ría alguna e pertenesçiente para ello», sí tenía la obligación de residir de for-
ma exclusiva en la villa.49 A principios del siglo XV durante algunos años Vi-
llarreal de Urréchua entró en la vecindad de la villa de Segura, así como sus
49. L. M. DÍEZ de SALAZAR FERNÁNDEZ, Colección Diplomática del concejo de Segura (Guipúzcoa)
(1290-1500), tomo I (1290-1400), pp. 149-169.
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TEORÍA Y PRAXIS POLÍTICA EN EL PAÍS VASCO A FINES DE LA EDAD MEDIA … 95
50. E. GARCÍA FERNÁNDEZ, «La creación de nuevos sistemas de organización política en las villas
guipuzcoanas al final de la Edad Media (siglos XIV-XVI)», en J. R. DÍAZ de DURANA ORTIZ de URBINA
(ed.), La lucha de bandos en el País Vasco: de los parientes mayores a la hidalguía universal. Guipúz-
coa, de los bandos a la Provincia (siglos XIV a XVI), Servicio Edit. Universidad del País Vasco, Bilbao,
1998, pp. 365-398 (pp. 383, 384 y 386).
51. L. M. DÍEZ de SALAZAR FERNÁNDEZ, «Régimen municipal en Guipúzcoa (siglos XV-XVI)», Cuader-
nos de Sección. Derecho. San Sebastián (1984), pp. 77-129.
52. Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, Reales Ejecutorias, caja 212/45. Las vecindades
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96 ERNESTO GARCÍA FERNÁNDEZ
2.2. Vizcaya
si bien la intensa señorialización que experimentó a lo largo del siglo XIV este
territorio restó protagonismo a esta estructura jurídicoadministrativa.
En lo que se refiere al Señorío de Vizcaya voy a comentar brevemente
sobre todo los ejemplos de Orduña y Bilbao.
que pleiteron fueron Legorreta, Itsasondo, Alzaga, Arama, Goya, Beasain, Zaldibia y Ataun, que esta-
ban tasadas con 65 fuegos en la foguera de la Provincia, frente a los 35 fuegos de la villa.
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53. J. M. GONZÁLEZ CEMBELLÍN, «Orduña en la Edad Media: del concejo abierto al concejo cerrado»,
Primeras Jornadas de Historia Local. Poder Local. Cuadernos de Sección. Historia-Geografía, 15, Do-
nostia-San Sebastián, pp. 57-76; del mismo autor «El régimen municipal de la ciudad de Orduña a fi-
nes de la Edad Media», en Congresos de Estudios Históricos. Vizcaya en la Edad Media, San Sebastián,
1986, pp. 383-386 y J. L. ORELLA UNZÚE, «Régimen municipal en Vizcaya en los siglos XIII y XIV. El seño-
río de la villa de Orduña», en Lurralde. Investigación y espacio, n.º 3, San Sebastián (1980), pp. 163-245.
54. J. I. SALAZAR ARECHALDE, La comunidad de aldeas de Orduña. La Junta de Ruzábal (siglos XV-
XIX), Edit. Ayuntamiento de Orduña, Bilbao, 1989.
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98 ERNESTO GARCÍA FERNÁNDEZ
servicio de dios nuestro señor (…) y porque mejor y mas cumplidamente po-
damos vivir y estar todos nosotros y los que de aquí adelante sucederan e sean
bezinos e moradores en la dicha junta a serbiçio de dios nuestro señor e al
pro comun de la dicha junta e podamos mejor ser defendidos para la Corona
Real».55 La Junta de Ruzábal se constituyó en una de las dos corporaciones
políticas existentes en Orduña, la otra, con mayores competencias, fue la del
concejo de la ciudad de Orduña.
Las ordenanzas de la Junta de Ruzábal de 1516 confirman la afirmación
institucional de esta organización, aunque la ciudad de Orduña se reservó el
derecho de convocar a Junta General a los vecinos de los concejos señalados,
que también podían ser llamados a Junta a solicitud de los concejos o de los
fieles. La Junta General estaba compuesta, según las ordenanzas, por los
«honbres yjosdalgo» de los concejos constituyentes, que tenían la obligación
de acudir a las Juntas Generales, salvo ausencia de causa mayor justificada,
bajo la pena de 5 maravedís a cada vecino que no acudiera. Según las orde-
nanzas la Junta podía imponer penas a quienes no cumplieran los diferentes
capítulos contemplados en ellas, aunque cabía el recurso y la apelación ante
el alcalde de la ciudad de Orduña y por supuesto tenía competencias para
nombrar procuradores para que fueran «a la dicha ciudad de Orduña o a otra
parte dentro de esa juridiçion (…) e fuera de la dicha ciudad y su jurediçion».56
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El monopolio comercial fue una de las prerrogativas que con más ahínco
defendieron las villas en los términos de sus jurisdicción por motivos fiscales
ciertamente, pero asimismo para promocionar el desarrollo demográfico y
económico en el interior de su perímetro amurallado. Se trataba igualmente
de reducir la competencia económica de quienes residían fuera del recinto de
la muralla. Esta realidad se aprecia en la documentación referente a la mayo-
ría de las villas vascas (Bermeo, Portugalete, San Sebastián respecto a Pasajes,
Fuenterrabía, Vitoria, Salvatierra de Álava, Villafranca de Ordicia, etc.). Ber-
meo pleiteó a fines del XV con la merindad de Busturia a causa de la jurisdic-
ción por el control comercial de los puertos o fondeaderos de Portuondo y
Arcaeta. En 1499 el concejo de Portugalete defendió su derecho a prohibir la
venta de mercancías en los arrabales de la villa y la construcción de casas,
pues las había vacías en el interior del recinto amurallado y se quería favore-
cer su poblamiento y su desarrollo.58 Portugalete en el siglo XV solía dar licen-
cia a los taberneros y carniceros del lugar de Somorrostro para vender sidra
o para «pesar carne por libras (…) fyncando a salbo al dicho conçejo de la
dicha villa su derecho e prebillejos para adelante e dixieron que asy lo pedian
por merçed al dicho conçejo e para en este dicho anno gelo quisiesen otorgar;
e luego el dicho conçejo e ommes buenos de la dicha billa dixieron que gelo
asy otorgaban las dichas libras para en el dicho anno e non mas, salbando
beniendo las pedir todabia obedeçiendo a los prebillejos e costunbres (…)».59
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carga e descarga de la dicha villa». Que fuera «una casa llana e segund e como estan fechas otras
casas en las comarcas de la dicha villa e por su syndico e procurador en su nonvre pedido e allegado,
con las condiçiones, servidunbres e clausulas seguientes, es a saber: quel dicho Lope nin sus deçen-
dientes nin colaterales nin otra persona alguna agora nin en tienpo del ninguno en la dicha casa non
puedan faser nin fagan carga nin descarga alguna de mercaderos, salvo tan solamente de sus farde-
les e mercaderias del dicho Lope o subçesores que en ella vyvieren e moraren, conpradas de su proyo
dynero e para sy sólos, salvo que la tal mercaderia non sea nin pueda ser de ninguna pesqueria nin
sal nin legunbre, e por conseguiente mando e declaro que en la su casa pueda descargar, poner e
guradar qualesquier aparejos de sus naos». J. ENRÍQUEZ FERNÁNDEZ; C. HIDALGO de CISNEROS AMESTOY; A.
LORENTE RUIGÓMEZ; A. MARTÍNEZ LAHIDALGA, Colección Documental del Archivo Histórico de Bilbao
(1473-1500), San Sebastián, 1999, n.º 245.
58. C. HIDALGO de CISNEROS AMESTOY; E. LARGACHA RUBIO; A. LORENTE RUIGÓMEZ; A. MARTÍNEZ LAHI-
DALGA, Colección Documental del Archivo Municipal de Portugalete, Edit. Eusko Ikaskuntza, San Se-
bastián, 1987, n.º 25 (año 1499).
59. C. HIDALGO de CISNEROS AMESTOY; E. LARGACHA RUBIO; A. LORENTE RUIGÓMEZ; A. MARTÍNEZ LAHI-
DALGA, Colección Documental del Archivo Municipal de Portugalete… etc., n.º 33.
60. J. Á. GARCÍA de CORTÁZAR; B. ARÍZAGA BOLUMBURU; M.ª L. RÍOS RODRÍGUEZ e I. VAL VALDIVIESO, del
Vizcaya en la Edad Media. Evolución demográfia, económica, social y política de la comunidad viz-
caina medieval, Edit. Haranburu Editor, San Sebastián, 1985, pp. 53-59.
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100 ERNESTO GARCÍA FERNÁNDEZ
concejos que se ubicaban entre ambas villas (San Vicente de Abando, San
Pedro de Deusto y San Vicente de Baracaldo) con el fin de monopolizar la
carga y descarga de mercancías en sus puertos. Las poblaciones que reco-
rrían «la rivera de la ria e cannal de la dicha villa de Vilvao e Porttogalete»
quisieron sacar provecho del desarrollo comercial que se produjo en su en-
torno enfrentándose a las villas y acogiendo en su costa los barcos que llega-
ban con mercancías. Al menos lograron que los barcos de su propiedad que
trajeran mercancías para ellos no tuvieran la obligación de atracar en los
puertos de Bilbao y de Portugalete.61
Los pleitos entre los moradores de las anteiglesias de Bilbao y la villa
afectaron al nombramiento de los mayordomos de la iglesia de Nuestra Se-
ñora de Begoña (anteiglesia de Begoña), a las compraventas de vino en las
anteiglesias de Abando y Begoña, a las cargas y descargas de mercancías en
el canal de la ría de Bilbao (anteiglesias de Baracaldo, Abando y Begoña),62
en Arrigorriaga y en Zarátamo. Las determinaciones de los gobernantes del
concejo de Bilbao pretendieron impedir la competencia económica de los
vecinos de las anteiglesias de Abando, Begoña y Deusto. En la segunda mi-
tad del siglo XV el concejo de Bilbao acordó que los vecinos de dichas antei-
glesias que fueran propietarios de heredades sujetas al pago del tributo del
pedido dejaran de ser tenidas en cuenta en el libro del pedido de la villa de
Bilbao para que perdieran con ello su derecho a que sus productos se pudie-
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ran vender en igualdad de condiciones que los vecinos de Bilbao en las ta-
bernas, bodegas y tiendas propias o en las de la villa de Bilbao.63 En este
sentido en 1480 se acordó lo siguiente:
61. El licenciado García de Cotes, corregidor de Burgos, sentenció a favor de las villas, pero la
Tierra Llana —de donde formaban parte las anteiglesias en litigio— apeló consiguiendo que la sen-
tencia definitiva les permitiera hacerlo para su provisión. Tan sólo «para su provisión puedan asimis-
mo los veçinos de los dichos conzejos e no ottra persona alguna de fuera de ellos cargar e descargar
las mercaderias que fuesen suias propias que trujieren e llevaren e cargaren e descargaren en sus
propios navios e no en ottra manera». C. HIDALGO de CISNEROS AMESTOY; E. LARGACHA RUBIO; A. LORENTE
RUIGÓMEZ; A. MARTÍNEZ LAHIDALGA, Colección Documental del Archivo Municipal de Portugalete… etc.,
n.º 42.
62. J. ENRÍQUEZ FERNÁNDEZ; C. HIDALGO de CISNEROS AMESTOY; A. LORENTE RUIGÓMEZ; A. MARTÍNEZ
LAHIDALGA, Colección Documental del Archivo Histórico de Bilbao (1501-1514), San Sebastián, 2000, doc.
291.
63. Varios capítulos de la segunda mitad del siglo XV correspondientes a las ordenanzas munici-
pales de la villa de Bilbao así lo atestiguan.
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TEORÍA Y PRAXIS POLÍTICA EN EL PAÍS VASCO A FINES DE LA EDAD MEDIA … 101
contra el tenor del capitulado que esta entre esta dicha villa e la merindad de
Urive, e por ebitar estas tavernas e otras muchas cosas que son mucho prove-
chosas a esta dicha villa e al conçejo e republica e vezinos della; por ende que,
los sacan del libro del pedido desta dicha villa e que non paguen pidido doy,
dicho dia, en adelante los duepnos de las tales vinas e heredades…e asymesmo
que sea plegonado por esta dicha villa, por las plaças e cantones acostunbrados
desta dicha villa que ningund vezino nin forano non fuesen ni sean ozados de
meter e alonjar nin enbazar vino de las tales vinas e heredades, so pena de la
pena del previlejo, que non sea vezino con casa e caveça e heredades en esta
dicha villa en ninguna manera, porque ninguno pretenda ynorançia.64
suma, pagar los impuestos sobre una base impositiva centrada en la valora-
ción de los bienes patrimoniales otorgaba una serie de derechos. Que dichos
bienes no se tuvieran en cuenta para sufragar el pedido tenía como efecto la
pérdida de los mismos.
El ejemplo de Bilbao es, sin embargo, paradigmático, pues las anteiglesias
consiguieron finalmente desgajarse de la jurisdicción económicocomercial de
la villa. En este sentido no conviene pasar por alto que algunos caballeros
solariegos vascos (Madariaga en Deusto, Butrón en Begoña, Mújica y Butrón
en Deusto) y familias destacadas de Bilbao (Leguizamon, Arbolancha y Ba-
rraondo) tuvieron depositados intereses económicos y patrimoniales a fines
de la Edad Media en los términos de las anteiglesias de San Pedro de Deusto,
Santa María de Begoña y San Vicente de Abando. El conflicto por cuestiones
decimales entre los señores de patronato laico, el preboste de Bilbao y los
clérigos de las iglesias de Bilbao no puede sustraerse en modo alguno de las
diferencias jurisdiccionales existentes entre las anteiglesias y la villa de Bil-
bao.65 Igualmente la anteiglesia de Abando llegaba hasta la ría y no estaba
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102 ERNESTO GARCÍA FERNÁNDEZ
Éstos son temas que conviene analizar más en profundidad. En todo caso
los hidalgos de las anteiglesias hicieron lo que pudieron para participar del
negocio económico que se generaba en estos espacios, del que resultaba
uno de sus principales beneficiarios la villa de Bilbao. A mediados del si-
glo XV el corregidor de Vizcaya ratificó los acuerdos entre Bilbao y las antei-
glesias de Santa María Magdalena de Arrigorriaga, San Vicente de Abando,
San Vicente de Baracaldo y San Llorente de Zarátamo que imponían una se-
rie de restricciones a las compraventas de mercancías en las mismas. El con-
cejo de Bilbao quiso impedir la creación de auténticas pueblas-mercado en
su entorno, lo que hubiera debilitado su desarrollo económico, fiscal y finan-
ciero. Y echaba la culpa de las irregularidades y conflictos existentes con las
anteiglesias a las discrepancias entre los linajes y bandos de la villa, así como
E. GARCÍA FERNÁNDEZ, Gobernar la ciudad en la Edad Media: oligarquías y élites urbanas en el País
Vasco, Edit. Diputación Foral de Álava, Vitoria, 2004, pp. 464-465.
66. J. ENRÍQUEZ FERNÁNDEZ; C. HIDALGO de CISNEROS AMESTOY; A. LORENTE RUIGÓMEZ; A. MARTÍNEZ
LAHIDALGA, Colección Documental del Archivo Histórico de Bilbao (1473-1500)… etc., n.º 240.
67. En 1373 los procuradores de Bilbao se dirigieron al infante Juan que impidió a los concejos
de Arrigorriaga, Zarátamo, Olabarrieta y Arrancudiaga que levantaran una puebla en «Ugao ni en otra
parte desde Vilvao en Araeta, ni tengan venta ni reventa ni regateria (…)». S. AGUIRRE GANDARIAS, Las
dos primeras crónicas de Vizcaya, Bilbao, 1986, pp. 215-216. Aunque en 1375 se fundó la villa de Mira-
valles.
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TEORÍA Y PRAXIS POLÍTICA EN EL PAÍS VASCO A FINES DE LA EDAD MEDIA … 103
(…) porquel dicho liçençiado Cueto disando de mirar e seniar por los dichos
prebillejos presentados por los dichos mis partes tomo otro camino que fue de
68. J. ENRÍQUEZ FERNÁNDEZ; C. HIDALGO de CISNEROS AMESTOY; A. LORENTE RUIGÓMEZ; A. MARTÍNEZ LAHI-
DALGA, Colección Documental del Archivo Histórico de Bilbao (1300-1473), Donostia, 1999, número 86.
69. J. Á. GARCÍA de CORTÁZAR RUIZ de AGUIRRE, «Bilbao, 1300-1511: del vado al Consulado», en J.
TUSELL GÓMEZ (ed.) Bilbao a través de su historia. Ciclo de conferencias conmemorativas del 700 Ani-
versario de la fundación de la villa de Bilbao, Edit. Fundación BBVA, Bilbao, 2004, pp. 15-34 (pp. 33-
34) y A. M.ª RIVERA MEDINA, La civilización del viñedo en el primer Bilbao (1300-1650), Edit. UNED,
Madrid, 2011, p. 28.
70. Entre otras en la obra «Bienandanzas e Fortunas» de Lope García de Salazar. Véase L. GARCÍA
de SALAZAR Las Bienandanzas e Fortunas, edic. de Angel Rodríguez Herrero, Bilbao, 1984, 4 vols.
Sobre dicha leyenda remito al trabajo de J. JUARISTI, La leyenda de Jaun Zuria, Bilbao, 1980 y al traba-
jo de E. GARCÍA FERNÁNDEZ, «La Edad Media en los mitos y leyendas de la historiografía vasca», Revista
Acta Historica et Archaeologica Mediaevalia, 26. Homenatge a la profesora Dra. Carme Batlle i Ga-
llart, Barcelona, 2005, pp. 717-740.
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104 ERNESTO GARCÍA FERNÁNDEZ
coronicas e viejas e patrannas que dizen que un ynfante don Çuria que vino
de Ascoçia e fue capitán de los viscaynos e peleo con el rey de castilla sobre sus
libertades e porque bençio le dieron la mitad de la tierra e la otra mitad quedo
con ellos con toda la juridiçion lo qual aunque algo dello oviese pasado e pa-
resçiese por las coronicas de Viscaya faze muy poco en este caso especialmente
para quebrantar sus prebillejos a la dicha villa porquel señor de Viscaya pudo
tener una legua enderredor de donde poblo la dicha villa de Vilvao e la juri-
diçion de todo el condado por su mismo fuero e por uso e costumbre se prueba
ser del señor e no de los hijosdalgo de la dicha tierra que claro es que los alcal-
des del fuero e prestamero e merinos los ponían los sennores de Viscaya e
endespués que fue encorporada Viscaya en la Corona Real han puesto los di-
chos alcaldes del fuero e prestamero los reyes de gloriosa memoria vuestros
progenitores e fasen merçed del los dichos ofiçios a quien quieren e de manera
quel dicho señor rey don Iohan el primero pudo muy bien dar el dicho termino
e juridiçion a la dicha villa e en querer el dicho corregidor dar mas fee e credi-
to a las dichas patrannas que a los dichos prebillejos e uso e exerçicio dellos
notoriamente lo herro e aun tento atribuir la juridiçion a los escuderos de la
dicha Tierra Llana e la quitar a vuestra altesa sy es cierto lo que dice que los
sennores del dicho condado non tenian juridiçion porquel dicho señor rey don
Iohan suçedio en el sennorio del dicho condado en la misma forma e manera
que lo tenían los sennores que fueron della e aun asy segund dicho comun
commo segund los ordenamientos destos reynos vuestra altesa tiene la juri-
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diçion fundada.71
Asimismo los conflictos entre otras villas vizcainas y las gentes de las an-
teiglesias ubicadas en su entorno por diferencias relacionadas con los térmi-
nos y la jurisdicción fueron frecuentes a lo largo del siglo XV. Guernica con
Juan Sánchez de Meceta por el patronazgo de San Pedro de Luno; Lequeitio
con los concejos de las anteiglesias de Guizaburuaga, Murelaga, Ispáster,
Amaroto y Mendeja;72 Durango con Mañaria, Izurza y Abadiano, así como
con la Merindad de Durango que disputó al concejo de la villa a principios
del XVI el arrabal de la Cruz que estaba al otro lado de la muralla, etc. La
diferenciada personalidad política existente en el Señorío de Vizcaya entre
las villas y la Tierra Llana con sus respectivas merindades que disponían de
una jurisdicción específica no sólo auspició la extensión territorial de las
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TEORÍA Y PRAXIS POLÍTICA EN EL PAÍS VASCO A FINES DE LA EDAD MEDIA … 105
primeras a costa de las segundas, sino que tenemos casos de todo lo contra-
rio, es decir, del crecimiento de la Tierra Llana a costa de las villas que que-
daron circunscritas en gran medida al núcleo amurallado, así como de la
presión de las anteiglesias por limitar los derechos jurisdiccionales de las
villas sobre las actividades económicas desarrolladas en los puertos ubica-
dos en la Tierra Llana. De ahí que en la mayoría de los términos jurisdiccio-
nales de las villas vizcainas apenas hubiera agrupaciones de carácter aldea-
no. Los procuradores de las anteiglesias integradas en la Tierra Llana
utilizaron en bastantes ocasiones las Juntas del Condado y sus oficiales (a
fines del siglo XV contaban con dos diputados generales y dos procuradores
generales) para defender sus intereses y su propia personalidad jurídicopú-
blica frente a las villas.
2.3. Álava
73. Estos dos últimos englobaban a todas las aldeas. El de Cripán comprendía las aldeas de Cri-
pán, Elvillar, Viñaspre, Lanciego, Yécora, Moreda, Oyón y Esquide. El de Samaniego las aldeas de
Samaniego, Leza, Baños (de Ebro), Villaescuerna (Villabuena), Navaridas, Elciego, Páganos y Berbe-
rana. El de la villa incluía también la aldea de La Puebla (de la Barca). Los pobladores de los tercios
de las aldeas tenían derecho a convocar a sus pobladores a reuniones para iniciar o seguir pleitos,
para solicitar repartimientos con que costearlos, o para proteger sus tierras y ganados de los ladrones
y delincuentes. Véase E. GARCÍA FERNÁNDEZ, La comunidad de Laguardia en la Baja Edad Media (1350-
1516), Edit. Diputación Foral de Álava, Vitoria, 1985, pp. 46-54.
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106 ERNESTO GARCÍA FERNÁNDEZ
Los pleitos por la concesion de solares para edificar entre las aldeas y la
villa no fueron inusuales en el curso de los siglos XIV y XV , sobre todo
cuando los dirigentes urbanos recibían quejas de los lugareños. En 1500 li-
tigaban por la concesión de un solar el concejo, jurados y hombres buenos
de Elvillar, convocado a campana repicada y que solía reunirse en la iglesia
de Santa María de la localidad, y la villa de Laguardia. Los primeros adu-
cían que nunca habían intervenido los regidores de Laguardia en este tipo
de concesiones al ser términos específicos de la aldea, pero que ahora lo
habían hecho quitando dicha prerrogativa al concejo de Elvillar «contra
derecho». Como protesta los jurados de Elvillar («del logar de Byllar aldea
que es de la bylla de Laguardya») quitaron los mojones del solar concedi-
dos a un particular para que realizara una edificación en el término del
Somillo. Los dirigentes de Laguardia sostuvieron que los jurados no podían
llevar a cabo la concesión de solares, ni disponer de los suelos, montes,
prados y ejidos, ni donarlos, ni venderlos «sin dar parte nin cuenta a la
dicha villa».75
74. E. GARCÍA FERNÁNDEZ, La comunidad de Laguardia en la Baja Edad Media (1350-1516)… etc.,
p. 121.
75. Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, Pleitos Civiles, Zarandona y Wlas, olvidados,
c. 393/4.
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TEORÍA Y PRAXIS POLÍTICA EN EL PAÍS VASCO A FINES DE LA EDAD MEDIA … 107
76. Las diferencias entre los hidalgos de las 41 aldeas y la villa-ciudad de Vitoria se produjeron
desde la misma incorporación. La dependencia jurisdiccional del alcalde de Vitoria desde 1332 supuso
la salida de la jurisdicción de los alcaldes de Álava, una vez desaparecida la Cofradía de Álava en
dicho año. Véase J. R. DÍAZ de DURANA, Vitoria a fines de la Edad Media (1428-1476), Edit. Diputación
Foral de Álava, Vitoria, 1984, pp. 38-46.
77. Véase, F. J. GOICOLEA JULIÁN; E. VILLANUEVA ELÍAS; J. A. LEMA PUEYO; J. A. MUNITA LOINAZ; J. R.
DÍAZ de DURANA ORTIZ de URBINA, Honra de Hidalgos, yugo de labradores: nuevos textos para le estu-
dio de la sociedad rural alavesa (1332-1521), Universidad del País Vasco, Bilbao, 2005, pp. 116-122 y 176.
78. «(…) puede aver veynte e çinco años poco más o menos, que los dichos hijosdalgo se juntaban
con los caballeros e grandes de aquellas comarcas, e bevian con ellos e los servian e seguian contra el
serviçio de Vuestra Altesa, contra el bien e pro comun de la dicha çibdad; y Sus alteças, por escusar
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108 ERNESTO GARCÍA FERNÁNDEZ
escandalos e por los encorporar e juntar con la dicha çibdad, dieron provisyon e merced nueva para
que toviesen alcalde e dos deputados, e el dicho alcalde non puede jusgar cosa alguna salvo prender e
traer los presos a la carçel de la dicha çibdad, e conocer juntamente con dos alcaldes de la herman-
dad que ay en la dicha çibdad, e los dichos dos diputados se juntan con otros onse diputados de la
dicha çibdad e con el alcalde ordinario e dos regidores e el procurador síndico, e estos hasen conçejo
syn otro llamamiento ni ayuntamiento de personas de çibdad e tierra» (ca. 1509). Véase F. J. GOICOLEA
JULIÁN; E. VILLANUEVA ELÍAS; J. A. LEMA PUEYO; J. A. MUNITA LOINAZ; J. R. DÍAZ de DURANA ORTIZ de URBINA,
Honra de Hidalgos, yugo de labradores… etc., pp. 177-178.
79. F. J. GOICOLEA JULIÁN; E. VILLANUEVA ELÍAS; J. A. LEMA PUEYO; J. A. MUNITA LOINAZ; J. R. DÍAZ de
DURANA ORTIZ de URBINA, Honra de Hidalgos, yugo de labradores… etc., pp. 116-122.
80. T. GONZÁLEZ, Colección de Cédulas, Cartas-Patentes, Provisiones, Reales órdenes y otros docu-
mentos concernientes a las Provincias Vascongadas, copiados de orden de S.M. de los registros, minu-
tas y escrituras existentes en el Real Archivo de Simancas y en las Secretarías de Estado y del despacho
y otras oficinas de la Corte, Madrid, Imprenta Real, 1829-1833, n.º VIII.
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TEORÍA Y PRAXIS POLÍTICA EN EL PAÍS VASCO A FINES DE LA EDAD MEDIA … 109
81. J. R. DÍAZ de DURANA, Vitoria a fines de la Edad Media… etc., pp. 42-46. Los mulateros tenían
la obligación de hospedarse en la ciudad de Vitoria si iban cargadas sus recuas con mercancías. Los
«escuderos» de las aldeas tenían prohibido acogerlos en sus posadas y mesones.
82. En relación con el pago de los impuestos aducían que «eran tenudos e obligados a pechar e
contribuyr con los otros escuderos fijosdalgo de la dicha çibdat en todos los repartimientos e derramas
que se fisiesen para conpra e ensanchamiento de terminos e para rreparos de la çerca e cavas e calça-
das de la dicha çibdat e para fuentes e puentes e en el salario de los corregidores e en otras cosas se-
mejantes e asy mesmo eran tenudos e obligados de los ayudar en tiempo de neçesydat e de velar e
rondar con ellos la dicha çibdat e gela ayudar a defender e guardar». Archivo Municipal de Vitoria
5/25/10.
83. Véase J. R. DÍAZ de DURANA y J. L. HERNÁNDEZ, «La expansión del siglo XV en el nordeste de la
Corona de Castilla: Ocupación del suelo y rompimiento de tierras en la jurisdicción de Vitoria», Con-
greso de Estudios Históricos. La Formación de Álava, Vitoria (1984), pp. 237-257.
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110 ERNESTO GARCÍA FERNÁNDEZ
son aforadas al fuero de Vitoria e deven ser regidos por el fuero uso e costun-
bre de Vitoria» y que debían contribuir del mismo modo que los escuderos de
la ciudad en todos los impuestos exigidos por sus gobernantes «conçernien-
tes al pro comun de la dicha çibdat e su tierra (compra y ensanchamiento de
términos, reparo de fuentes, puentes y calzadas) (…) e en costas de herman-
dat comun e otras semejantes neçessidades comunes», salvo en aquellos casos
relacionados con el reparo de los muros y cavas y con el pago de los tributos
regios, debido a que los escuderos de las aldeas se les aplicaba en este asun-
to el «fuero de Soportilla».84 Asimismo en la sentencia se ordenó que se devol-
vieran las tierras roturadas en los ejidos durante los últimos años «para que
todos los puedan paçer con sus ganados e aprovecharse dellos». Entre 1476 y
1480 se prohibió a los escuderos tener mesones donde acoger a los recueros
que vinieran con mercancías, pues Vitoria tenía dicho monopolio. Los recue-
ros que vinieran con sus acémilas sin carga alguna podían ser acogidos en
los mesones de las aldeas y si llegaban con mercancías a horas intempestivas,
al anochecer, podían ser asimismo acogidos, pero a primera hora del día si-
guiente debía ser notificado a los dezmeros de la ciudad.
En 1476 los escuderos de las aldeas lograron la designación por los oficia-
les de Vitoria de un alcalde de Hermandad entre las cuatro personas «ricas,
abonadas y suficientes» propuestas por ellos, con el derecho a intervenir con
las mismas funciones que los alcaldes de hermandad de la ciudad. En 1480
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84. Parece referirse la exención sobre todo al pago del tributo del pedido, de empréstitos, ayu-
das, servicios, portazgos —salvo en ciertos lugares—, rasuras, cucharas y el pecho real. Igualmente
estaban exentos de «lievas de pan e guias e carretas e lievas de petrechos por mandado de rey e otras
semejantes cosas». Esta franqueza no atañía, según la sentencia, a la moneda forera, a la martiniega y
al yantar.
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112 ERNESTO GARCÍA FERNÁNDEZ
ran a la gente que estuviera con ellos en «las tales asonadas e escándalos e
alborotos e que despidan la gente que asi tovieren allegada e non vuelvan
mas a la Junta, nin llamar nin faser las dichas asonadas e escándalos». Se
encargó dicho cometido al Diputado General de Álava, para evitar las «aso-
nadas e escándalos de gentes en esa dicha çibdad de Vitoria e su Provinçia e
Hermandades e sus adherentes e comarcas». En la misma línea en 1500 se
prohibió que los vasallos del rey en Vizcaya, Guipúzcoa y Álava vivieran con
otros señores.87
En 1509 el procurador de los labradores de las aldeas solicitó a los reyes
castellanos una solución similar a la que habían conseguido a finales del si-
glo XV y comienzos del XVI los hidalgos de las aldeas en el ámbito de las
Hermandades de Álava. Sobre todo demandaron un alcalde de hermandad y
un procurador, de igual manera que lo poseían otras hermandades alavesas,
que pudiera estar presente en los repartimientos de la Hermandad y en la
toma de cuentas de la misma. Esto hubiera supuesto una situación paralela a
la del resto de las Hermandades Alavesas, pero estos labradores pertenecían
a la jurisdicción de Vitoria.
Según la opinión de Diego Martínez de Álava dada este mismo año, «la
dicha çibdad e su tierra es un cuerpo e un conçejo (…) desque la çibdad se
fundó» y consentir dicha novedad de «haser apartamiento de dar otro procu-
rador e diputado e alcalde para las dichas aldeas seria dividir un cuerpo e un
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conçejo, quanto más que en otros tiempos antiguos la dicha tierra se quiso
poner en esto, y aun se trató pleito sobre ello con la dicha çibdad».88 Los aldea-
nos labradores no cuestionaban tanto su pertenencia a la jurisdicción de Vi-
toria, cuanto reclamaban una mayor participación política. Los dirigentes de
Vitoria por el contrario defendían una corporación centralizada que dejaba
poco espacio participativo a los pobladores labradores de las aldeas. Estas
propuestas, empero, quedaron en saco roto. Los logros de los hidalgos de la
Tierra fueron bastante mayores por su calidad social, por su influencia y por
su mayor capacidad de presión. Los hidalgos (568) significaban más del 60 %
de los contribuyentes de la Tierra (900 con los «buenos hombres»), según el
repartimiento de Vitoria de 1521.
Los labradores de las aldeas se quejaban de que los repartimientos pena-
lizaban a los labradores de las aldeas y de que los alcaldes de la Hermandad
de Vitoria no favorecían a los pobladores de las aldeas, sino todo lo contra-
rio.89 Otro de los pleitos por motivos fiscales que tuvieron con los gobernan-
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TEORÍA Y PRAXIS POLÍTICA EN EL PAÍS VASCO A FINES DE LA EDAD MEDIA … 113
Desde finales del siglo XIV los hidalgos de las aldeas de Salvatierra pleitea-
ban con la villa por diferencias relativas al pago de los impuestos. En 1377 no
estuvieron dispuestos a pagar la sisa del vino porque consideraban que los
«privilegios de Álava» les eximían de hacerlo. La sentencia dada ese año no les
benefició en modo alguno. Estos hidalgos se constituyeron en la Hermandad
de Eguílaz y Junta de San Millán, que se reunía en la localidad de Ordoñana.
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binçia de Alaba ayan cuarenta e dos hermandades, e cada uno tenga un alcalde e un procurador,
pero sola la çibdad de Vitoria e su tierra e hermandad tienen demas del cuerpo de la çibdad más de
cuarenta aldeas e lugares, qués poco menos que todas las otras hermandades de Alaba, y non bastan
para el probecho de la tierra e negoçios d’ella los alcaldes de la hermandad de la çibdad, ni el procu-
rador, ni estos procuran el probecho de las dichas aldeas e tierra antes procuran sus probechos e yn-
tereses particulares, e cargan a la tierra e aldeas mucho más de lo que se debrian cargar, nin les po-
dia caber si el repartimiento bien se hesyese, e los gastan en sus salarios e caminos e que a ellos les
plaze, e para probeer a estos dapnos de la tierra e a los repartimientos demasiados qu’el dicho Pro-
binçial e los otros que se juntan con él fasen sobre los dichos mis partes, pues que se haze prinçipal-
mente de su ynterese e perjuizio conforme la justiçia e derecho que mis partes sean llamadas para que
non hagan repartimientos teniendo dineros en la bolsa comun, como se han hecho e hazen, e sobre
ello ay pleyto agora en vuestra Audiençia, entre el dicho Provinçial e los dichos mis partes, sobre un
repartimiento imoderado qu’el dicho provinçial e los diputados que dizen hizieron sobre los dichos
sus partes non oviendo nescesidad para ello, pues repartiendo ellos a su grado e syn parte e procura-
dor de mis partes, e tomandose ellos mismos las cuentas de los dineros repartidos, es dar ocasión a que
mis partes fuesen muy agrabiados, e las partes del dicho ofiçial e los otros diputados tobiesen facultad
e libertad de haser todos los repartimientos como fasta aquí los han fecho en mucho agravio e dapno
de mis partes e que sobre cada repartimiento tengan un pleito (…)». Véase F. J. GOICOLEA JULIÁN; E.
VILLANUEVA ELÍAS; J. A. LEMA PUEYO; J. A. MUNITA LOINAZ; J. R. DÍAZ de DURANA ORTIZ de URBINA, Honra
de Hidalgos, yugo de labradores… etc., pp. 179-180.
90. J. R. DÍAZ de DURANA ORTIZ de URBINA, «Urundiru, que queryan desir dinero de harina». Acerca
de una imposición medieval de la ciudad de Vitoria sobre los labradores de las aldeas de la jurisdic-
ción», en Sancho el Sabio. Revista de Cultura e Investigación Vasca, n.º 9 (1998), pp. 155-160 y P. MARTÍN
LATORRE, «En torno a una palabra vasca en desuso: irundiru-urundiru (impuesto municipal)», Sancho
el Sabio. Revista de Cultura e Investigación Vasca, n.º 7 (1997), pp. 347-356.
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114 ERNESTO GARCÍA FERNÁNDEZ
Conflictos entre los hidalgos, los labradores de las aldeas y los dirigentes de la
villa se produjeron a principios del siglo XV a causa del aprovechamiento de
los pastos y montes, dehesas y pastos de los términos que comprendían sus
aldeas. Los jueces árbitros nombrados al efecto para consensuar a ambas par-
tes sentenciaron en 1408 que las tierras que no fueran de su propiedad priva-
da, las que no estuvieran adehesadas y los montes lindantes con la Sierra de
Encía, Oñate y Guipúzcoa serían tanto de los vecinos de la villa como de los
hidalgos de las aldeas.91 Ello significaba que a partir de este momento nadie
podía roturar o construir edificios en las tierras comunes. Las disputas por el
aprovechamiento del espacio rural son consecuencia del interés de los veci-
nos de la villa por los bienes de carácter agropecuario existentes en los tér-
minos de las aldeas. El concejo de la villa de Salvatierra recurrió a sus presun-
tos derechos jurisdiccionales para conseguir el disfrute de dichos espacios.
Estos pleitos desembocaron en desencuentros mucho más graves poco
antes de mediados del siglo XV, que se arrastraron a lo largo de todo el siglo.
Entre 1440 y 1444 los labradores de las aldeas de Salvatierra, organizados asi-
mismo de forma corporativa, tomaron la determinación de segregarse de la
villa de Salvatierra y se incorporaron a las denominadas «Hermandades de
Álava». Estas Hermandades a las que se alude son precisamente aquellas que
se sublevaron contra Pedro López de Ayala en 1443. La contundente derrota
de los rebeldes, dirigidos por la pequeña nobleza de la Llanada Alavesa, tuvo
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91. En 1455 a la Junta General de Ordoñana asistieron procuradores de los hidalgos de las aldeas
de San Román, Galarreta, Albéniz, Aspuru, Narvaja, Luzuriaga, Zuazo, Eguílaz, Mezquía, Ordoñana,
Vicuña y Munain. Véase F. J. GOICOLEA JULIÁN, La oligarquía de Salvatierra en el tránsito de la Edad
Media a la Edad Moderna, Universidad de La Rioja, Logroño, 2007, pp. 129-131.
92. «(…) demas e allende de los cien mil maravedís que tiene de propios la dicha villa, contra la
prohibicion de la dicha ley e sin tener para ello mi carta de licencia, e espeçialmente en este año
allende de los dichos cien mill maravedis de propios que asi tiene la dicha villa, diz que han repartido
a cada uno de los dichos sus aprtes cada tresçientos maravedis que dis que puede ser por todos los
dichos maravedis repartidos tresçientos mil maravedis, e que Pero Ruis de Herroitegui mayordomo e
bolsero de la dicha villa, so color e deciendo que por mandado de los dichos alcaldes e ofiçiales que
para ello tiene, por fuerza e contra su voluntad de los dichos sus partes, a cada uno dellos o a la ma-
yor parte dellos les ha tomado de sus arcas donde tenian, descerrajando los candados, dos fanegas de
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TEORÍA Y PRAXIS POLÍTICA EN EL PAÍS VASCO A FINES DE LA EDAD MEDIA … 115
trigo queriéndole dar otras prendas a cuenta dello e a otros los dichos trescientos maravedis por no
perder el trigo que asi tenian para su provision e mantenimiento (…)». Véase T. GONZÁLEZ, Colección
de cédulas… etc., n.º LII.
93. F. J. GOICOLEA JULIÁN, La oligarquía de Salvatierra en el tránsito de la Edad Media… etc.,
pp. 140-141.
94. F. J. GOICOLEA JULIÁN, La oligarquía de Salvatierra en el tránsito de la Edad Media… etc.,
pp. 132-133.
95. F. J. GOICOLEA JULIÁN, Archivo Municipal de Salvatierra-Agurain, tomo III, números 30 y 44.
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116 ERNESTO GARCÍA FERNÁNDEZ
deros de las aldeas tener cárceles, así como posibilitaron a los vecinos de Salva-
tierra que sus ganados pudieran entrar a comer el pasto de la Sierra de Encía al
ser comunes de todos, aunque no dentro de los términos de las aldeas. Igual-
mente revocaron las sentencias dadas por los alcaldes de la villa de Salvatierra
contra los escuderos de las aldeas por «haber nombrado y fecho alcalde de her-
mandad, e por aver fecho prisiones de hombres, e carçeles, e pribadas, e cometi-
dos e fechas prendas e resistençias e ayuntamientos de gentes, e ynsultos e otras
execuçiones contra la dicha villa e conçejo de Salvatierra, e contra los alcaldes e
merinos e ofiçiales e personas singulares e vezinos e moradores de la dicha villa»
y por los alcaldes de hermandad nombrados por los escuderos de las aldeas.96
Con todo los jueces árbitros reconocieron una serie de derechos y debe-
res a la Hermandad de Eguílaz y Junta de San Millán.
En primer lugar consintieron que se pudieran levantar edificios en los
ejidos comunes con acuerdo del concejo de Salvatierra y por el concejo de la
aldea donde se fueran a construir.
96. F. J. GOICOLEA JULIÁN; E. VILLANUEVA ELÍAS; J. A. LEMA PUEYO; J. A. MUNITA LOINAZ; J. R. DÍAZ de
DURANA ORTIZ de URBINA, Honra de Hidalgos, yugo de labradores… etc., pp. 101-115. Véase asimismo
L. M. DÍEZ de SALAZAR FERNÁNDEZ, «Diferencias entre Salvatierra y sus aldeas por el nomramiento del
alcalde de Hermandad (1457-1537)», en La Formación de Álava. 650 aniversario del Pacto de Arriaga
(1332-1982), Vitoria, 1982, pp. 267-296.
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118 ERNESTO GARCÍA FERNÁNDEZ
3. CONCLUSIONES
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120 ERNESTO GARCÍA FERNÁNDEZ
villas, resultando en principio para ellas más difícil vehicular de forma legal
sus propuestas y reivindicaciones políticas (Salvatierra, Fuenterrabía, Tolosa,
Bilbao, etc.). El yugo jurídico-institucional que cercaba a los pobladores de
estas aldeas, collaciones o anteiglesias fue más estrecho, aunque siempre
tuvo cabida la opción de la protesta, que no siempre cayó en saco roto, se
hiciera por unos u otros cauces de expresión.
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Disciplinando las relaciones políticas:
ciudad y nobleza en el siglo XV*
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124 JOSÉ ANTONIO JARA FUENTE
Las violencias que describe y de las que se lamenta Hernando del Pulgar,
representan, de manera evidente pero también intencionadamente sesgada,
el grueso del hilo narrativo del sistema de relaciones políticas experimentado
en la Corona de Castilla durante el siglo XV o, mejor, hasta el advenimiento
de la monarquía isabelina. Los reinados de Juan II y Enrique IV, sucesión de
períodos de grave conflictividad política, constituyeron etapas especialmente
aptas para la persecución de «objetivos particulares» contradictorios con un
desenvolvimiento consensuado del sistema Corona de Castilla, en el que se
persiguiera objetivos de bien común.2 Agencias y actores sociales de diversa
naturaleza y entidad política procuraron depredar aquellas áreas del sistema
a su alcance, dando lugar a un panorama político no muy alejado del dibu-
jado por del Pulgar y otros cronistas, interesados, sin duda, en distinguir, de
los períodos anteriores, la etapa política abierta con el acceso al trono de
Isabel I y Fernando V, especialmente de la etapa más próxima, representada
por la monarquía de Enrique IV.3 Aunque sesgada e interesada, sabemos que
esta imagen no era falsa, antes bien los propios contemporáneos tenían así
mismo una percepción similar de las debilidades del sistema político pre-
isabelino, aunque en algunos casos tardaran en manifestarlas —enunciar-
las— de una manera clara y abierta. Así sucedería, por ejemplo, con los nu-
merosos pleitos de restitución de tierras comunales llevados adelante
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2. Es así como Hernando del Pulgar caracteriza la conducta de los partícipes en la Farsa de
Ávila, cuando afirma que una parte de la nobleza invitada a sumarse a la revuelta, se negó por con-
siderar que aquellos caualleros lo hazían por sus propios intereses particulares, e no por la buena
gouernaçión del reyno que publicauan. Véase PULGAR, Crónica de los señores reyes católicos, vol. I,
cap. I, p. 7.
3. No de una manera muy diferente a como hace Hernando del Pulgar, dibuja mosén Diego de
Valera el reinado de Enrique IV: Donde ninguna justiçia se guardava, los pueblos eran destruidos, los
bienes de la corona enajenados, las rentas reales reduzidas en tan poco valor que verguença me haze
dezirlo. Donde no solamente en los canpos eran los hombres robados, mas en las çibdades e villas no
podían seguros bivir: los religiosos y clérigos sin ningund acatamiento tractados. Eran violadas las
iglesias, las mugeres forçadas, e a todos se dava suelta liçencia de pecar. Véase D. DE VALERA, Crónica
de los Reyes Católicos, ed. J. DE MATA CARRIAZO, Madrid, Centro de Estudios Históricos, 1927, p. 5.
4. Sobre este sentimiento véanse, entre otros, J. M. MONSALVO ANTÓN, «Usurpaciones de comuna-
les: conflicto social y disputa legal (culturas políticas, luchas del común y sistema concejil en Ávila y
su tierra durante la Baja Edad Media)», en Historia Agraria, 24, 2001, pp. 89-122; y «Raíces sociales de
los valores estamentales concejiles: la construcción de las mentalidades y culturas rurales de caballe-
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DISCIPLINANDO LAS RELACIONES POLÍTICAS… 125
ros y pecheros (Ávila y su tierra, siglos XIII-XV)», en J. M. MONSALVO ANTÓN, Comunalismo concejil
abulense. Paisajes agrarios, conflictos y percepciones del espacio rural en la Tierra de Ávila y otros
concejos medievales, Diputación de Ávila, 2010, pp. 361-421.
5. Sobre el particular, véanse J. PORRES MARTÍN-CLETO, «La ciudad de Toledo a mediados del si-
glo XV», en Anales Toledanos, 28, 1991, pp. 33-54; J. M. SÁNCHEZ BENITO, «Sobre la Hermandad Vieja de
Toledo, Talavera y Ciudad Real en la Edad Media: conflictos jurisdiccionales y poder sobre la tierra»,
en Anuario de Estudios Medievales, 18, 1988, pp. 147-156; E. BENITO RUANO, Toledo en el siglo XV. Vida
política, Madrid, CSIC, 1961; R. GIBERT Y SÁNCHEZ DE LA VEGA, El concejo de Madrid. I. Su organización
en los siglos XII al XV, Madrid, Instituto de Estudios de Administración Local, 1949; C. M. VERA YAGÜE,
«Los conflictos interjurisdiccionales como factor determinante de la organización espacial: los Arias
Dávila frente al concejo de Madrid en el siglo XV», en J. LORENZO ARRIBAS (ed.), Organización social
del espacio en el Madrid medieval (II), Madrid, A.C. Al-Mudayna, 1997, pp. 97-112; P. SÁNCHEZ LEÓN,
Absolutismo y comunidad. Los orígenes sociales de la guerra de los comuneros de Castilla, Madrid,
siglo XXI, 1998. Los ámbitos hoptense y conquense han dado lugar a una mayor bibliografía, cuyos
trabajos principales indicamos aquí: M. C. QUINTANILLA RASO, La ciudad de Huete y su fortaleza a fines
de la Edad Media, Cuenca, Diputación de Cuenca, 1991; id., «Reflexiones sobre los intereses nobilia-
rios y la política regia en torno a Huete en el siglo XV», en Anuario de Estudios Medievales, 18, 1988,
pp. 439-453; id., «Marcos y formas de proyección de la nobleza conquense en su entorno urbano y
territorial», en El Tratado de Tordesillas y su época, 3 vols., Madrid, Junta de Castilla y León, 1995, I,
pp. 131-154; id., «La implantación de la nobleza y relaciones de poder en la tierra de Cuenca en la Baja
Edad Media», en J. S. GARCÍA MARCHANTE y A. L. LÓPEZ VILLAVERDE (coords.), Relaciones de poder en
Castilla: el ejemplo de Cuenca, Cuenca, Universidad de Castilla-La Mancha, 1997, pp. 103-132; id., «Es-
tructuras y relaciones de poder en la tierra de Cuenca a fines de la Edad Media», en La Península
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126 JOSÉ ANTONIO JARA FUENTE
Ibérica en la Era de los Descubrimientos (1391-1492), 2 vols., Sevilla, 1997, vol. I, pp. 707-736; J. M. SÁN-
CHEZ BENITO, Las tierras de Cuenca y Huete en el siglo XIV. Historia económica, Cuenca, Universidad
de Castilla-La Mancha, 1994; id., «Territorio y conflicto en el ámbito jurisdiccional de Cuenca (época
de los Reyes Católicos)», en Espacio, Tiempo y Forma. Historia Medieval, 9, 1996, pp. 89-118; id., «El
poder en una pequeña ciudad castellana: el ejemplo de Huete en el siglo XV», en En la España Me-
dieval, 25, 2002, pp. 177-212; Y. GUERRERO NAVARRETE y J. M. SÁNCHEZ BENITO, Cuenca en la Baja Edad
Media: Un sistema de poder, Cuenca, Diputación de Cuenca, 1994; J. A. JARA FUENTE, «La “nobilización”
de un concejo en el siglo XV: Cuenca y los Hurtado de Mendoza», en La Península Ibérica en la era
de los descubrimientos, vol. I, pp. 1025-1034; id., «Que memoria de onbre non es en contrario. Usurpa-
ción de tierras y manipulación del pasado en la Castilla urbana del siglo XV», en Studia Historica.
Historia Medieval, 20-21, 2002-2003, pp. 73-104; id., «Facing the depredations and fighting the preda-
tors. Urban Castile and the defence of municipal jurisdiction in the Late Middle Ages», en Imago
Temporis. Medium Aevum, 1, 2007, pp. 143-170; J. I. ORTEGA CERVIGÓN, «El arraigo de los linajes portu-
gueses en la Castilla bajomedieval: el caso de los Acuña en el Obispado de Cuenca», en Medievalis-
mo. Boletín de la Asociación Española de Estudios Medievales, 16, 2006, pp. 73-92; id., «Lazos cliente-
lares y bandos nobiliarios conquenses durante el siglo XV», en Espacio, Tiempo y Forma. Historia
Medieval, 19, 2007, pp. 211-231.
6. Y. GUERRERO NAVARRETE y J. M. SÁNCHEZ BENITO, «Del concejo medieval a la ciudad moderna. El
papel de las cartas expectativa de oficios ciudadanos en la transformación de los municipios castella-
nos bajomedievales: Burgos y Cuenca», en La Península Ibérica en la era de los descubrimientos, vol.
II, pp. 1013-1024; Y. GUERRERO NAVARRETE, «La política de nombramiento de corregidores en el siglo XV:
entre la estrategia regia y la oposición ciudadana», en Anales de la Universidad de Alicante, 10, 1994-
1995, pp. 99-124; y Y. GUERRERO NAVARRETE y J. M. SÁNCHEZ BENITO, «La Corona y el poder municipal.
Aproximación a su estudio a través de la elección a procuradores en Cortes en Cuenca y Burgos en
el siglo XV», en Las Cortes de Castilla y León, 1188-1988, Valladolid, Cortes de Castilla y León, 1990,
pp. 381-399.
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DISCIPLINANDO LAS RELACIONES POLÍTICAS… 127
estos nobles sino por los gajes y gabelas que ello les suponía).7 Si bien es
cierto que no siempre las acciones políticas emprendidas por Cuenca tuvie-
ron éxito (hacia 1480 y como consecuencia de la violencia de las depredacio-
nes experimentadas a manos del conde —duque desde 1479— de Medinace-
li, don Luis de la Cerda, prácticamente todo el rico sexmo septentrional de la
Sierra se hallaba apartado de la jurisdicción de la ciudad), su permanente
estado de disposición para adoptar una resolución activa frente a las intromi-
siones regias y nobles sí debe ser puesto de manifiesto. Por un lado, ello
contribuye a reconducir el imaginario historiográfico desde planteamientos
de identidad política débil a otros de firmeza políticoidentitaria. Por otro,
contribuye a poner el acento en el proceso de relación política, enfatizando
el compromiso de participación en dicho campo de relaciones manifestado
por la ciudad, su habilidad para incorporarse y actuar en él, y el potencial de
su acción política en cada momento y ante cada interlocutor —más que en el
resultado alcanzado en cada ocasión, lo que afecta a la relación de fuerzas
de los actores enfrentados pero no, y esto es lo esencial, a su naturaleza po-
lítica.8
En otros trabajos he analizado este proceso de relación en el caso de la
ciudad de Cuenca y de la nobleza que actúa en el amplio espacio conquense
y en sus áreas comarcanas, poniendo de manifiesto la habilidad mostrada
por la ciudad para influir en la conducta noble mediante el despliegue de
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7. Sobre el particular, para el caso de los oficios urbanos, la entidad alcanzada por su servicio
por la nobleza y la capacidad de acción que ello confirió a estos linajes nobles (todo muy relativo
hasta, al menos, la pacificación del reino por los Reyes Católicos), así como el poder de negociación
demostrado por la ciudad, véase J. A. JARA FUENTE, Concejo, poder y élites. La clase dominante de
Cuenca en el siglo XV, Madrid, CSIC, 2000, pp. 107-122. Y sobre la capacidad de control de la agencia
regimental por parte del concejo, especialmente en períodos de alta conflictividad, véase J. A. JARA
FUENTE, «1465: para que sean e estén para la corona real. Pacto político, realengo concejil y guerra
civil en Castilla», en J. M. NIETO SORIA y O. VILLARROEL GONZÁLEZ (eds.), Pacto y consenso en la cultura
política peninsular (siglos XIO al XV), Madrid, Sílex, en prensa.
8. Una debilidad/fortaleza que no se predica ni necesaria ni exclusivamente de la capacidad
positiva de resolución de los problemas a los que se enfrenta el actor social, sino de su capacidad de
posicionamiento ante esos problemas, de la construcción de una imagen apropiada (para esa identi-
dad política) y de su habilidad para imponerla a los actores con los que interactúa. Evidentemente,
el éxito beneficia al proceso de construcción e imposición de una determinada identidad política
pero no constituye un requisito único o suficiente. Véase J. A. JARA FUENTE, «Percepción de “sí”, per-
cepción del “otro”: la construcción de identidades políticas urbanas en Castilla (el concejo de Cuenca
en el siglo XV)», en Anuario de Estudios Medievales, 40/1 (2010), pp. 75-92.
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128 JOSÉ ANTONIO JARA FUENTE
por manera que esto no pase, en lo qual faredes lo que cunple a vuestro seruiçio
e acreçentamiento desa vuestra corona e a prouecho desta vuestra çibdat, e a
los moradores della faredes mucho bien e mucha merçed. E el muy alto Sennor
Dios acreçiente los días dela vuestra vida con ensalçamiento dela vuestra coro-
na e con vitoria e triunfo de todos los vuestros contrarios al Su Santo seruiçio.10
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DISCIPLINANDO LAS RELACIONES POLÍTICAS… 129
11. Sobre esto, véase J. A. JARA FUENTE, «Commo cunple a seruiçio de su rey e sennor natural e al
procomún de la su tierra e de los vesinos e moradores de ella. La noción de “servicio público” como
seña de identidad política comunitaria en la Castilla urbana del siglo XV», en I. ALFONSO ANTÓN (dir.),
Cultura, lenguaje y prácticas políticas en las sociedades medievales, número monográfico de e-Spa-
nia, 4, 2007, url: http://e-spania.revues.org/document1223.html; «Legitimando la dominación en la
Cuenca del siglo XV: la transformación de los intereses particulares a través de la definición del bien
común», en Anales de la Universidad de Alicante. Historia Medieval, 16, 2009-2010, pp. 93-109; y «Con
mucha afecçión e buena voluntad por seruir a bien público: La noción “bien común” en perspectiva
urbana. Cuenca en el siglo XV», en Studia Historica. Historia Medieval, 28, 2010, pp. 55-82.
12. Esta capacidad de «someter a enjuiciamiento» la conducta regia ha sido también puesta de
manifiesto por B. GONZÁLEZ ALONSO, «Poder regio, reforma institucional y régimen político en la Cas-
tilla de los Reyes Católicos», en El Tratado de Tordesillas y su época, 3 vols., Madrid, Junta de Castilla
y León, 1995, v. I, pp. 23-47; J. M. NIETO SORIA «Rex inutilis y tiranía», y R. MORÁN MARTÍN, «Alteza…
merçenario soys. Intentos de ruptura institucional en las Cortes de León y Castilla», ambos en F. FO-
RONDA, J.-PH. GENET y J. M. NIETO SORIA (dirs.), Coups d’État à la fin du Moyen Âge?: aux fondements
du pouvoir politique en Europe occidentale, Madrid, Casa de Velázquez, 2005, pp. 73-92 y pp. 93-114,
respectivamente; J. M. NIETO SORIA, «Corona e identidad política en Castilla», en JARA FUENTE, MARTIN y
ALFONSO ANTÓN (coords.), Construir la identidad en la Edad Media, pp. 183-207; y JARA FUENTE, «Con
mucha afecçión e buena voluntad», pp. 55-82.
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130 JOSÉ ANTONIO JARA FUENTE
pro, e bien e pas e sosiego de la dicha çibdad.14 Y cuando tres años después,
el 22 de abril de 1463, Enrique IV ordena tomar cuenta de los repartimientos
realizados en Cuenca en los últimos diez años, lo hace afirmando que regi-
dores y receptores han gastado maravedís de los propios y rentas de la ciu-
dad en cosas non conplyderas a my servyçio nin al byen (…) dela dicha çib-
dad e su tierra.15
Es así que la noción de servicio (al rey y a la ciudad) impregna el curso
del proceso de enjuiciamiento y definición de lo apropiado, de las conductas
y acciones correctas/éticas; constituyendo ambos objetos de servicio destina-
13. Como habían expresado los procuradores en las Cortes de Valladolid de 1420, al tratar sobre
las respectivas facultades, regia y parlamentaria, en materia de otorgamiento de pechos y tributos:
(…) la intençion delas çibdades e villas delos vuestros regnos e la nuestra ensu nonbre fue siempre e
es e será, de guardar e conplir atodo nuestro leal poder todas las cosas que derecha mente acataren al
seruiçio dela vuestra muy alta sennoria e proçedieren verdadera mente dela su voluntad. Aunque el
contenido de lo que derechamente acatare al servicio del rey o la definición de lo que significaba
«provenir verdaderamente de la voluntad del monarca», podían ser objeto de debate, sí resultaba
clara la intención de los procuradores de someter el proceso políticodecisional en su más alto nivel
a reglas de servicio público y bien del conjunto de la comunidad política del reino. Véase Cortes de
los antiguos reinos de León y de Castilla, Madrid, Real Academia de la Historia, 1866, vol. III, Cortes
de Valladolid de 1420, petición única.
14. AMC, LLAA, leg. 195, exp. 1, fol. 21v.
15. AMC, LLAA, leg. 196, exp. 1, fols. 51v-52r.
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DISCIPLINANDO LAS RELACIONES POLÍTICAS… 131
más claro resulta otro documento, de 26 de marzo de 1465, en el que los pe-
cheros de la ciudad, aprovechando la situación de debilidad política en la
que se hallaba sumido el regimiento como consecuencia de los conflictos que
azotaban el reino, acordaban nombrar tres o cuatro diputados por cuadrilla
para, con los cuadrilleros, entender con la justicia y regidores de los nego-
cios de la ciudad. Aquéllos justificaron el nombramiento acudiendo a un
para que mejor sea guardado el seruiçio del rey nuestro sennor e el pro e byen
de la repúblyca de la dicha çibdad, e la justiçia de ella sea favoresçida, equi-
parando las nociones «servicio», «bien común» y «justicia», y haciendo gravitar
alrededor de ellas la lógica y la legitimidad de la decisión.19
16. Sobre la capacidad de acción de agencias y actores, véase M. DOUGLAS, How Institutions
Think, Londres, Routledge & Kegan Paul, 1987, esp. pp. 45-53. A caballo del planteamiento de Douglas
y aunque en una cronología muy anterior a la examinada en este trabajo, Casado Alonso enfatiza el
análisis de los aparatos de poder de los respectivos marcos urbanos, como representantes de éstos y
máximos beneficiarios de las políticas ciudadanas. Véase H. CASADO ALONSO, «Las relaciones poder
real-ciudades en Castilla en la primera mitad del siglo XIV», en A. RUCQOUI (coord.), Génesis medieval
del Estado Moderno. Castilla y Navarra (1250-1370), Valladolid, Ámbito, 1987, pp. 193-215.
17. AMC, LLAA, leg. 200, exp. 2, fol. 51r.
18. Sobre un proceso similar de equiparación, véase, J. WATTS, «Public or plebs: the changing
meaning of “the commons”, 1381-1549», en H. PRYCE y J. WATTS (eds.), Power and identity in the Middle
Ages: essays in memory of Rees Davies, Oxford, Oxford University Press, 2007, pp. 242-260.
19. AMC, LLAA, leg. 197, exp. 1, fols. 17r-v.
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DISCIPLINANDO LAS RELACIONES POLÍTICAS… 133
de monarquía fuerte, autoritaria, la sumisión del principio de autoridad a cuanto no fuera la voluntad
regia quedaba fuera de discusión. Así sucede, por ejemplo, en Toledo, durante la última guerra civil,
cuando, en 1478, el alcaide Gómez Manrique se hace con el control de la ciudad para el partido isa-
belino, convoca al vecindario y le expone la gravedad de su conducta. En concreto, sobre el princi-
pio de autoridad manifiesta que ¿No sabeis que en el pueblo do muchos quieren mandar, ninguno
quiere obedecer? Yo siempre oi decir, que proprio es á los reyes el mando, é á los subditos la obedien-
cia; é quando esta órden se pervierte, ni hay cibdad que dure, ni reyno que permanezca. E vosotros
no sois superiores, é quereis mandar, sois inferiores, é no sabeis obedecer, do se sigue rebelion á los
reyes, males á vuestros vecinos, pecados á vosotros, é destruicion comun á los unos é á los otros. Una
línea argumental con la que no podía estar de acuerdo el mundo urbano (ni una buena parte de la
nobleza). Véase H. DEL PULGAR, Crónica de los señores reyes católicos Don Fernando y Doña Isabel de
Castilla y de Aragón, en C. ROSELL (ed.), Crónicas de los reyes de Castilla. Desde don Alfonso el Sabio
hasta los católicos don Fernando y doña Isabel, vol. III, Madrid, Biblioteca de Autores Españoles, 1953,
cap. LXXIX, pp. 333-336.
21. AMC, LLAA, leg. 187, exp. 5, fols. 17v-18r.
22. Sobre la aplicabilidad de un análisis de marcos discursivos, su estructuración y accesibilidad
al conjunto de actores, véase G. LAKOFF, No pienses en un elefante. Lenguaje y debate político, Madrid,
Universidad Complutense, 2007 (Don’t Think of an Elephant! Know Your Values and Frame the Deba-
te, White River Junction (Vermont, EE.UU.), Chelsea Green Publishing Company, 2004), pp. 17 y 39; y
G. LAKOFF y M. JOHNSON, Metáforas de la vida cotidiana, Madrid, Cátedra, 8.ª ed., 2009 (Metaphors We
Live By, Chicago, University of Chicago, 1980), esp. pp. 39-45. Sobre la capacidad de manipulación del
marco de relaciones sociales, véase también R. F. E. WEISSMAN, «Reconstructing Renaissance Sociolo-
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gy: the “Chicago School” and the Study of Renaissance Society», en R. C. TREXLER (ed.), Persons in
Groups: Social Behavior as Identity Formation in Medieval and Renaissance Europe, Binghamton
(Nueva York), Medieval & Renaissance Texts & Studies, 1985, pp. 39-46, especialmente las páginas
dedicadas al examen de la escuela de Chicago (interaccionismo simbólico) y la obra de John Dewey
y George H. Mead.
23. AMC, LLAA, leg. 187, exp. 2, fols. 22r-v.
24. AMC, LLAA, leg. 190, exp. 2, fols. 12v-13r.
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DISCIPLINANDO LAS RELACIONES POLÍTICAS… 135
base del campo semántico «deuda». El afecto/ligazón que une a ciudad y no-
ble adquiere simultáneamente una naturaleza de libre acuerdo o libre conce-
sión o reconocimiento (fundado en el amor que se siente y ofrece a la otra
parte), y una naturaleza complementaria, y paradójica, al basar también ese
reconocimiento en el respeto a ciertas obligaciones (de carácter jurídico ma-
terial o ideal).26 No otro es el sentido y fin que persigue el uso continuo de
estos referentes en la correspondencia que cruzan Cuenca y la nobleza de su
entorno (espacial y político). Las expresiones del tipo sennores e amigos,
conçejo e corregidor e caualleros e escuderos e ofiçiales e ommes buenos dela
25. En esta ocasión, Pero Carrillo de Albornoz escribía al concejo para informarle de que el Con-
de de Medinaceli estaba preparando su milicia para invadir el sexmo de la Sierra, de modo que la
ciudad pudiera prepararse para rechazar la entrada de su jurisdicción. Véase AMC, LLAA, leg. 198,
exp. 3, fol. 2r.
26. Dos meses más tarde, el 20 de marzo de 1469, Pero Carrillo de Albornoz tenía que defender-
se de la acusación de actuar en contra de la ciudad, negando que él o sus vasallos oviesen procurado
algo en deservyçio del rey nuestro sennor e en danno desa çibdad tocase, non myrando la naturalesa
mas antigua que de my e vesindad e amor e debdo que yo tengo e en my se ha fallado, e insistiendo,
como referente legitimador de su conducta, en su grand amor a esa çibdad e a los buenos de ella.
Véase AMC, LLAA, leg. 198, exp. 3, fol. 24r.
Amor y deuda (y otros referentes de segundo nivel, como la naturaleza y la vecindad) aparecen
aquí claramente ligados al servicio del rey y de la ciudad (o más exactamente a la situación de deser-
vicio que se niega).
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136 JOSÉ ANTONIO JARA FUENTE
27. AMC, LLAA, leg. 187, exp. 2, fols. 22r-v; leg. 198, exp. 1, fols. 24v-25r; y leg. 198, exp. 1, fol. 32r.
Sobre la operatividad de estos referentes en el ámbito de las comunicaciones escritas entre con-
cejo y nobleza, véase JARA FUENTE, «Vecindad y parentesco», pp. 211-239; y «Consciencia, alteridad y
percepción», pp. 221-250.
Sobre el valor cívicopolítico y la función social de la amistad en época medieval, véase R. C.
TREXLER, Public Life in Renaissance Florence, Nueva York, Academic Press, 1980, p. 132; y C. KLAPISCH-
ZUBER, La maison et le nom. Stratégies et rituels dans l’Italie de la Renaissance, París, EHESS, 1990,
especialmente el capítulo «Parents, amis et voisins», pp. 59-80 (originalmente «Parenti, amici e vicini.
Il territorio urbano d’una famiglia mercantile nel XV sec.», en Quaderni Storici, 33, 1976, pp. 953-982).
28. AMC, LLAA, leg. 194, exp. 3, fol. 39r.
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comisión, no parece que se les encomendara sin haber precedido una nego-
ciación previa y sin verse acompañada de algún tipo de remuneración (como
sabemos que sucedió en muchas otras ocasiones). No obstante lo cual, ambos
comisionados sintieron la necesidad de enfatizar la autonomía de su decisión,
su carácter eminentemente voluntario, mediante el uso del campo semántico
«placer». No sólo asumían su deber cívico para con ciudad y tierra, sino que la
observación de esa obligación les causaba satisfacción. Y ésta era una satis-
facción de orden moral más que material pues, al vincular ese placer no a una
ganancia política o económica sino al servicio de la ciudad y de la tierra, am-
bos personajes terminaban de perfilar la tan perseguida imagen de conciencia
cívica (alejando, desde luego intelectualmente, los aspectos más prácticos de
su conducta —la recaudación de impuestos y el cobro de una remuneración
por ello— del ámbito de enjuiciamiento socio-político).
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DISCIPLINANDO LAS RELACIONES POLÍTICAS… 139
34. Diego de Alcalá consta como recaudador del pedido y monedas de 1455 y 1456, y como abas-
tecedor de carne a la ciudad en 1476, en compañía de Luis de Chinchilla. Éste, además de figurar
como arrendador de algunas rentas urbanas de menor entidad económica, destaca por haber servido
la escribanía mayor del concejo entre 1453 y 1479. Véase AMC, LLAA, leg. 198, exp. 2, fols. 7r-v; leg.
192, exp. 4, fols. 59v y 61r-v; y leg. 201, exp. 2, fol. 160r.
35. AMC, LLAA, leg. 200, exp. 2, fol. 29r.
36. AMC, LLAA, leg. 200, exp. 2, fol. 51r.
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140 JOSÉ ANTONIO JARA FUENTE
que su voluntad sienpre fue e es de trabajar por todos los vesinos desta
çibdat;40 o el comendador mayor de Calatrava, el 23 de mayo de 1483, cuando
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DISCIPLINANDO LAS RELACIONES POLÍTICAS… 141
solicita del concejo que la ciudad respete los acuerdos de venta de pastos
realizados con su primo, Juan Osorio, pese a haber fallecido en la guerra de
Granada, manifestando su disposición a servir a Cuenca con quanta volun-
tad e gana yo tengo de faser las cosas que hordenardes e mandáredes, no será
enesto menester más desir.41
En última instancia, la definición de la correcta disposición de ánimo del
actor social se sintetizaba de manera aparentemente sencilla pero clara, a
través de la bondad de la voluntad (matizada, desde luego, en la forma en
que la hemos analizado en estas páginas), en el sentido que, sabemos, le dio
Diego Hurtado de Mendoza, señor de Cañete, en julio de 1420: bien tengo
que ha grandes dias que sodes enformados e çertificados de my buena volun-
tad.42 Esta disposición positiva del ánimo se debía construir tanto sobre las
bondades morales y jurídicas de la acción y sus elementos integrantes, como
sobre la publicidad y conocimiento, así mismo positivos, de la disposición
pues su inserción y definición en el seno de los diferentes marcos referencia-
les, de niveles diversos, en los que aquélla debía desenvolver su funcionali-
dad para los distintos actores implicados, requería la activa participación de
todos en los diversos procesos de construcción y operación de la conducta.
4. CONCLUSIONES
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142 JOSÉ ANTONIO JARA FUENTE
43. Sobre la competencia por la persecución de objetivos políticos diversos, surgida en el contex-
to de una llamada a la observación de conductas complementarias o solidarias, véase J. G. MARCH y
J. P. OLSEN, Democratic Governance, Nueva York-Londres, Free Press, 1995, p. 53.
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Las funciones sociales de la «plaza pública»
en la Castilla del siglo XV*
1. INTRODUCCIÓN
* El presente trabajo ha sido realizado dentro del Proyecto de Investigación «Sociabilidad y “co-
munidades políticas” en la Castilla bajomedieval», subvencionado por la Consejería de Educación de
la Junta de Castilla y León (VA400A12-1).
1. Dadas las limitadas dimensiones de este trabajo, resulta absolutamente imposible recoger toda
la bibliografía existente sobre la evolución histórica de las plazas castellanas; por consiguiente, nos
limitaremos a mencionar solamente aquellos trabajos que consideramos fundamentales para introdu-
cir al lector en el tema. Así, para una primera aproximación de conjunto, sigue siendo bastante útil el
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144 JUAN CARLOS MARTÍN CEA
capítulo de L. TORRES BALBÁS, «La Edad Media», incluido en VV.AA., Resumen histórico del urbanismo
en España, Madrid, Instituto de Estudios de la Administración Local, 1954; también es interesante,
desde esta misma perspectiva genérica, el catálogo de la exposición dirigida por C. PRIEGO FERNÁNDEZ
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DEL CAMPO (dir.), La plaza en España e Iberoamérica, el escenario de la ciudad. Catálogo de la expo-
sición celebrada en el Museo Municipal de Madrid en 1998, Madrid, Ayuntamiento de Madrid, 1998. Por
su parte, los trabajos de L. CERVERA VERA constituyen, a su vez, un referente inexcusable; valgan como
ejemplo sus estudios sobre La Plaza Mayor de Ávila (Mercado Chico), Ávila, Ed. Institución Gran
Duque de Alba, 1982, «Plazas mayores en la burgalesa Rivera del Duero», en Biblioteca. Estudio e in-
vestigación (10), Aranda de Duero (Burgos), 1995, pp. 129-173 o su síntesis Plazas mayores de España,
Madrid, Ed. Espasa-Calpe, 1990. En cuanto a las contribuciones más directamente relacionadas con la
historia plaza durante la Edad Media castellana, podemos destacar las obras de J. L. SAÍNZ GUERRA, La
génesis de la plaza en Castilla durante la Edad Media (La plaza y la estructura urbana), Valladolid,
eds. del Colegio Oficial de Arquitectos de Valladolid, 1990, de J. VILLAR CASTRO, «Organización espacial
y paisaje arquitectónico en la ciudad medieval. Una aportación geográfica a la historia del urbanismo
abulense», en Cuadernos Abulenses (1), Ávila, 1984, pp. 69-89, los capítulos de A. VACA LORENZO, «La
Puerta del Sol. Un intento fallido de crear una plaza mayor» y de J. M. MARTÍNEZ FRÍAS, J. L. MARTÍN
MARTÍN y A. VACA LORENZO, «La plaza de S. Martín. La cristalización de la Plaza Mayor de Salamanca:
el tiempo de su génesis y formación», incluidos en La Plaza Mayor de Salamanca. 1, Antecedentes
medievales y modernos de la plaza, pp. 104-138 y 142-259, respectivamente, en A. ESTELLA GOYTRE (dir.),
A. VACA LORENZO y M.ª N. RUPÉREZ ALMAJANO (coords.), La Plaza Mayor de Salamanca, 3 vols., s.i., Ed.
Cajaduero, 2005, o de A. SÁNCHEZ DEL BARRIO, Historia y evolución urbanística de una villa ferial y
mercantil. Medina del Campo entre los siglos XV y XVI, Valladolid, 2 vols., tesis doctoral inédita, 2005.
Finalmente, y por su estrecha vinculación con el tema que nos ocupa, cabría recomendar el volumen
colectivo VV.AA., «Plazas» et sociabilité en Europe et Amerique Latine. Colloque des 8 et 9 mai 1979,
París, Publications de la Casa de Velázquez, Diffusion de Boccard, 1982.
2. Un breve anticipo de las tesis de J. HABERMAS sobre los conceptos de «opinión pública» o «es-
pacio público» puede encontrarse en su primera gran obra Historia y crítica de la opinión pública. La
trasformación estructural de la vida pública, Barcelona, Ed. G. Gili, 1981, aunque el original fue pu-
blicado en alemán en el año 1962; véase J. HABERMAS, Strukturwandel der Öffentlichkeit. Untersuchun-
gen zu einer Kategorie der bürgerlichen Gesellschaft, Neuwied, Luchterhand V. ed., 1962.
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LAS FUNCIONES SOCIALES DE LA «PLAZA PÚBLICA» EN LA CASTILLA DEL SIGLO XV … 145
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146 JUAN CARLOS MARTÍN CEA
GUERRA, op. cit., pp. 39 y ss., e incluso él mismo nos ofrece su propia clasificación de los cuatro pro-
totipos básicos que dan origen a la plaza castellana, en id., ibid., p. 61 y ss.: las plazas creadas en las
poblaciones camineras, las surgidas dentro de los núcleos de nueva fundación, las que crecen en
torno a un edificio de carácter singular —generalmente, una iglesia— y, finalmente, las plazas esta-
blecidas al amparo de la celebración del mercado.
5. Véase J. L. SÁINZ GUERRA, op. cit., pp. 236 y ss.
6. Véase A. SÁNCHEZ DEL BARRIO, op. cit., pp. 156 y ss.
7. Véase A. BARRIOS GARCÍA, «Repoblación y colonización: la dinámica de creación de paisajes y
el crecimiento económico», en A. BARRIOS GARCÍA (coord.), Historia de Ávila. II. Edad Media (si-
glos VIII-XIII), Ávila, Inst. Gran Duque de Alba-Ediciones, 2006, pp. 271-335.
8. Véase A. VACA LORENZO, «La Puerta del Sol…», ed. cit., pp. 106.
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LAS FUNCIONES SOCIALES DE LA «PLAZA PÚBLICA» EN LA CASTILLA DEL SIGLO XV … 147
9. Véase J. GAUTIER DALCHÉ, «La place et les structures municipales en Vielle-Castille», en VV.AA.,
«Plazas» et sociabilité, ed. cit., pp. 53-59, en especial, las pp. 58-59.
10. Véase J. A. BONACHÍA HERNANDO, «El espacio urbano medieval de Burgos», en B. ARÍZAGA y J.
SOLÓRZANO (eds.), El espacio urbano en la Europa medieval, Nájera. Encuentros Internacionales del
Medievo. 2005, Logroño, Instituto de Estudios Riojanos, 2006, pp. 273-296 y, en particular, las pp. 282-
283.
11. Véase J. A. BONACHÍA HERNANDO, ««Más honrada que ciudad de mis Reynos…»: la nobleza y el
honor en el imaginario urbano (Burgos en la Baja Edad Media)», en J. A. BONACHÍA HERNANDO (ed.),
La ciudad medieval. Aspectos de la vida urbana en la Castilla bajomedieval, Valladolid, Secretariado
de Publicaciones, Universidad de Valladolid, 1996, pp. 169-212, y más concretamente las pp. 192-193,
donde se detalla el itinerario seguido por la comitiva real en 1483.
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148 JUAN CARLOS MARTÍN CEA
Santa Catalina e de Sant Çoles», donde los alcaldes despachaban los asuntos
judiciales.14 Pues bien, aun así, todos los esfuerzos desplegados al respecto
acabarán resultando estériles ante la férrea resistencia desplegada por el Deán
y el Cabildo de los clérigos —los mayores propietarios de suelo urbano—, que
se negaron a transferir los inmuebles necesarios para sacar adelante la
operación;15 habrá que esperar, por lo tanto, hasta el siglo XV —y más concre-
tamente hasta bien entrada su segunda mitad— para que un nuevo espacio
ciudadano, esta vez ubicado en la explanada de S. Martín —y presumiblemen-
te más cercano a los intereses de los clérigos y de otras instituciones urbanas,
como la Universidad—, comience a perfilarse como nueva plaza pública,16 so-
12. Véase J. DE MATA CARRIAZO (ed.), Refundición de la crónica del Halconero por el obispo Lope de
Barrientos (hasta ahora inédita), Madrid, Ed. Espasa-Calpe, 1946, p. 96.
13. Véase A. VACA LORENZO, «La Puerta del Sol…», ed. cit., p. 127.
14. Véase ibid., pp. 123-126.
15. Concretamente, y según Ángel Vaca Lorenzo, el Cabildo poseía nada menos que 21 casas en la
zona; su concurso era, por lo tanto, imprescindible para materializar la construcción de la plaza y, aun-
que inicialmente no parece que se opusieran al proyecto, luego quedó claro que no estaban dispuestos
a apoyarlo. Véase A. VACA LORENZO, «La Puerta del Sol…», pp. 126-127, en especial el plano de la p. 126.
16. Sobre el proceso de constitución de esta nueva plaza pública, su dinamismo comercial, su
protagonismo político y su conversión en el gran espacio lúdico y participativo de los salmantinos,
Véase J. M. MARTÍNEZ FRÍAS, J. L. MARTÍN MARTÍN y A. VACA LORENZO, «La plaza de S. Martín…», ed. cit.,
pp. 142-259.
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cientes para sufragar su compra —tasada nada menos que en 200.000 mrs.—,
solicitaban permiso a sus Majestades para realizar un repartimiento extraordina-
rio durante tres años entre los «buenos ommes» de la Villa y su Tierra y recaudar,
así, la cantidad requerida,17 petición que naturalmente fue atendida por el Con-
sejo Real y comunicada a Pedro Manrique, en aquel tiempo corregidor de Za-
mora. Los datos son, pues, sobradamente elocuentes y reflejan con total nitidez
el valor estratégico alcanzado por la plaza, considerada ya entonces como una
pieza clave para el «nobleçimiento» y prestigio de toda la ciudad.
Por lo demás, huelga repetir que lo ocurrido en Zamora en modo alguno
puede considerarse excepcional; de hecho, es difícil encontrar una sola po-
blación en la geografía castellana que no esté acometiendo reformas simila-
res, así que la pregunta surge casi de inmediato: ¿a qué responde este cre-
ciente interés por la «plaza pública» en el siglo XV? Pues bien, para poder
contestar a dicho interrogante, tal vez convenga conocer primero qué activi-
dades se desarrollaban en su seno y en qué medida intervenían o participa-
ban en ellas los gobiernos concejiles.
17. Archivo General de Simancas (en lo sucesivo, AGS), Registro General del Sello (en lo sucesi-
vo, RGS), 1484, VI, fol. 46.
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150 JUAN CARLOS MARTÍN CEA
18. Véase J. C. MARTÍN CEA, El mundo rural castellano a fines de la Edad Media. El ejemplo de
Paredes de Nava en el siglo XV, Valladolid, Junta de Castilla y León, Consejería de Cultura y Turismo,
1991, pp. 134 y ss.
19. A guisa de ejemplo, pueden consultarse las monografías de T. PUÑAL FERNÁNDEZ, El mercado
en Madrid en la Baja Edad Media. Estructura de abastecimiento de un concejo medieval castellano
(siglo XV), Madrid, Caja de Madrid, 1992 y de M. VERDUGO SANPEDRO, El mercado de Logroño en la Edad
Media, Logroño, Instituto de Estudios Riojanos, 2009.
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usos públicos; frente a ello, muchas ciudades, como vimos en el caso de Za-
mora o como también sucede en Tordesillas en 1493,21 optarán por ampliar,
mediante compras o permutas, sus envejecidos recintos para poder albergar
con más comodidad a un mayor número de personas y negocios y dotarse
también de más capacidad para acoger fiestas o grandes ceremonias que
simplemente antes no tenían cabida; otras, en cambio, como, por ejemplo,
Olmedo en 1495, intentarán eliminar elementos incómodos, como la picota,
para ganar algo de terreno, aunque esta decisión, adoptada unilateralmente
por uno de los alcaldes de la villa, el bachiller Pedro Maldonado, no gustó al
resto de los oficiales que inmediatamente le llevaron a pleito,22 pero, con
todo, la solución más frecuente de cara a subsanar estos inconvenientes será
la que adoptaron los oficiales de Chinchilla en 1427 ordenando que todos los
vecinos de la localidad que «tyenen casas e tyendas en derredor de la plaça»
que la hayan ocupado «con poyos e tableros, asi de espeçieros como de otros
20. De hecho, el pleito nace por la oposición de Esteban de Argüelles y su hijo Gonzalo a ceder
las casas necesarias para la construcción de la plaza, aunque sin duda lo más importante, de cara al
tema que nos ocupa, es que cuando se procede a detallar cómo debería hacerse esta «plaça pública»
se indica que en ella debería colocarse «vna picota e se pusiesen en ella las carneçerías e vna red
donde se vendiese pescado», AGS, RGS, 1494, III, fol. 181.
21. AGS, RGS, 1493, X, fol. 190.
22. AGS, RGS, 1495, V, fol. 137.
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ofiçios … que dentro de nueue días primeros siguientes los hayan desfecho e
tirado» a su costa, so pena de pagar un florín de oro por su desobediencia.23
Esta decisión, constatada igualmente en otras muchas localidades castellanas,
será, como hemos dicho, la preferida para racionalizar el uso del espacio
comercial en la plaza y obligará a minoristas y tenderos a pactar continua-
mente con los concejos las condiciones con las que podrán instalar sus mos-
tradores y estantes; aun así, habrá ocasiones en que no se podrá llegar a un
acuerdo, como ocurre con el cambista Juan Tapia, vecino de Medina del
Campo, que se quejaba ante el Consejo Real de que los oficiales de la villa
no le dejaban poner cuando llovía «vnos tableros colgados hacia la plaça ma-
yor», en contra de lo que venía siendo costumbre,24 pero, en conjunto, y a
pesar de excepciones como la descrita, podemos deducir que la intervención
concejil resultará crucial para articular y encauzar la actividad comercial en el
seno de las plazas.
Ahora bien, aparte de organizar y repartir los puestos en la plaza, los ofi-
ciales también se ocuparán de otros asuntos no menos vitales para el buen
funcionamiento del mercado; evitar, por ejemplo, el acaparamiento especu-
lativo de mercancías va a ser, sin duda, una obsesión permanente entre los
responsables de los gobiernos locales; en este sentido, las medidas contra los
«recateros», «recateras», «regatones» y «regateras» —es decir, contra los profe-
sionales de la reventa— tendrán una difusión prácticamente general; en cual-
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23. Véase A. BEJARANO RUBIO y A. L. MOLINA MOLINA, Las ordenanzas municipales de Chinchilla en
el siglo XV, Murcia, Academia Alfonso X el Sabio, Universidad de Murcia, 1989, p. 203.
24. AGS, RGS, 1494, XII, fol. 73.
25. Véase J. M. MONSALVO ANTÓN, Ordenanzas medievales de Ávila y su Tierra, Ávila, Institución
«Gran Duque de Alba» de la Excma. Diputación de Ávila, 1990, p. 45.
26. En este sentido, las ordenanzas de Ávila nuevamente pueden servirnos como guía; véanse,
por ejemplo, las ordenanzas sobre fieles de 1404-1410, donde se prohíbe taxativamente a los mesone-
ros «que non sean osados de consentir nin consientan vender en sus casas, nin (en) público nin en
escondido … truchas nin peçes nin otro pescado fresco alguno» o la ordenanza anteriormente citada
sobre las «recateras», en la que se las conmina a no «salir a los caminos» a comprar, en J. M. MONSALVO
ANTÓN, op. cit., pp. 52 y 45 respectivamente.
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los «derechos que se an de levar de los suelos de la feria».35 Quizá por ello, sus
huellas en la plaza no sean tan evidentes como las dejadas por los mercados
semanales o diarios, aunque cabe presumir que también la afectarían tanto
en el terreno estrictamente comercial como por parte del inmenso gentío que
lograban congregar.
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nentes de madera por «vna picota de gradas» —es decir, con diversos escalo-
nes— construida de «de cal e canto» que, al año siguiente, se embelleció re-
matándola con un «chapitel».38
Por lo demás, la misión de la picota es sobradamente conocida y encaja
con los valores promovidos por la justicia medieval: por un lado, dar noto-
riedad pública a las sentencias dictaminadas por alcaldes y jueces y, por otro,
dotarse de un talante ejemplarizante, obligando a los presuntos delincuentes
a sufrir sus respectivos castigos —azotes, amputaciones de miembros, enca-
denamientos, ejecuciones, etc.— ante toda la comunidad; en palabras de
Michel Foucault, los suplicios no buscarían tanto el fin inmediato de «purgar
el delito», sino sobre todo trazar «sobre el cuerpo mismo del condenado unos
signos que no deben borrarse»; por consiguiente, los castigos deben ser reso-
nantes: «el hecho de que el culpable gima y grite bajo los golpes no es un acci-
dente vergonzoso, es el ceremonial mismo de la justicia manifestándose en su
fuerza».39
Aun así, habrá ocasiones en las que la picota no se considerará lo sufi-
cientemente apropiada para ajusticiar a determinados reos; entonces, como
sucede en la plaza mayor de Valladolid en 1453 con motivo de la ejecución
del Maestre Álvaro de Luna, habrá que proceder a levantar «un nuevo cada-
halso … guarnescido e aderesçado como convenía para tal fecho» con una
«rica alhombra», para estar a la altura de tan ilustre personaje.40 Y es que, por
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38. Archivo Municipal de Paredes de Nava (en adelante, AMPN), Cuentas de Propios (en lo suce-
sivo, CP), 1477, fragmento de los gastos realizados por uno de los procuradores de la villa en 1477
—en el que figura los 3.500 mrs. pagados a Juan de Collado, su maestre de obras— e id., ibid., 1478,
cuenta de los mrs. gastados por el procurador Juan de Herrera.
39. Véase M. FOUCAULT, Vigilar y castigar. El nacimiento de la prisión, Madrid, siglo XXI de Espa-
ña Editores, 1986, p. 33.
40. Cónica de don Álvaro de Luna, Condestable de Castilla, Maestre de Santiago, edición y estu-
dio de J. DE MATA CARRIAZO, Madrid, Espasa-Calpe, 1940, p. 431.
41. Id., ibid., pp. 433-434.
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jo, cumpliendo la normativa aprobada por los Reyes Católicos; a guisa de ejemplo, podemos tomar
cualquier libro de Actas, donde continuamente encontraremos anotaciones como la siguiente, extraí-
da de la sesión del 1 de enero de 1424: «En la villa de Paredes de Naua … estando el conçejo dela di-
cha villa ayuntado a campana rrepicada en el portal de la yglesia de Santa Olalla, segúnd que lo
auemos de uso e costumbre de se ayuntar …», AMPN, Libro de Actas Municipales de 1424, sesión indi-
cada.
46. Valga como ejemplo la siguiente ordenanza, promulgada el 29 de septiembre de 1490: «en la
dicha çibdat de Avila … estando el dicho conçejo ayuntado como dicho es a la cabeçera de Sant
Juan», en J. M. MONSALVO ANTÓN, op. cit., p. 178.
47. Véase A. VACA LORENZO, «La Puerta del Sol…», pp. 124-125.
48. Véase C. LUIS LOPEZ, Colección documental del Archivo Municipal de Piedrahíta, Ávila, Eds.
de la Institución «Gran Duque de Alba» et al., 1987, pp. 38 y 47, en las que respectivamente se puede
constatar el cambio de emplazamiento del ayuntamiento de la villa.
49. «Cortes de los Antiguos Reinos de León y Castilla», publicadas por la Real Academia de la
Historia, tomo III, Madrid, 1866, p. 33.
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las villas castellanas; en efecto, por ella circulan todo tipo de noticias, tanto las
que poseen un carácter oficial, como los rumores, habladurías y murmura-
ciones que, sin duda, se suscitan en torno a los más variados sucesos o per-
sonas.
Las primeras son propaladas y divulgadas por los pregoneros, unos de los
oficiales más omnipresentes y característicos de los concejos castellanos me-
dievales. Su misión consiste precisamente en difundir las disposiciones, or-
denanzas o decretos adoptados en los regimientos; por este motivo, en mu-
chos concejos se les exigía que estuvieran presentes en las reuniones del
concejo para poder recibir instrucciones precisas acerca de la información
que después iban a transmitir; en Paredes de Nava, por ejemplo, estas obli-
gaciones se repartían por semanas y afectaban tanto al pregonero saliente
como al que iba a reemplazarle en el nuevo turno.52 Una vez anotados sus
encargos, los pregoneros se dirigían a la plaza y proclamaban en voz alta sus
mensajes; por lo general, no lo hacían sólo una vez, sino que repetían hasta
tres veces su pregón para que nadie pudiera alegar ignorancia o desconoci-
miento. En cuanto a la fórmula, básicamente se suele ajustar a un patrón
51. Para más información sobre este incidente y sus secuelas posteriores en el devenir del pue-
blo, véase J. C. MARTÍN CEA, op. cit., pp. 57-60.
52. Sobre las obligaciones de los pregoneros, véase J. C. MARTÍN CEA, op. cit., pp. 208-209.
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56. Así, por ejemplo, en la «noble çibdad» de Chinchilla se prohibía, por el riego que implicaba
para los transeúntes, que «ningún vezino nin barrano de doçe años arriba no sea osado … de jugar
a la dicha pelota en la dicha plaça e portales», so pena de 60 mrs. Véase A. BEJARANO RUBIO y A. L.
MOLINA MOLINA, op. cit., p. 210.
57. Véase J. C. MARTÍN CEA, «Fiestas, juegos y diversiones en la sociedad rural castellana de fines
de la Edad Media», en Edad Media. Revista de Historia, 1 (1998), pp. 111-141.
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En fin, una vez llegados a este punto, en el que hemos constatado el di-
namismo de la plaza pública tanto en el terreno mercantil o comercial, como
en el jurídico y jurisdiccional, en el plano institucional y su papel como cen-
tro informativo o como espacio festivo por antonomasia, es hora, pues, de
retomar nuestro interrogante inicial y de preguntarnos a qué responde esta
indudable apuesta concejil por promocionar semejante espacio ciudadano
durante el siglo xv. Pues bien, básicamente podemos contestarlo si tenemos
en cuenta que los municipios castellanos van a utilizarla como escaparate del
poder urbano y como imagen primordial de su buen hacer al frente del go-
bierno; en este sentido, es evidente que su postura se incardina dentro de
esa nueva «cultura política» que está emergiendo en el período bajomedieval
y que ya no se conforma con imponer leyes u ordenanzas, sino que aspira
también a lograr el consenso ciudadano para legitimarse como «buenos» go-
bernantes. Desde esta perspectiva, la plaza «pública» cobra una nueva dimen-
sión, que se irá reforzando progresivamente a lo largo de todo el Cuatrocien-
tos; es objeto de un cuidado permanente y se la mima y embellece como
símbolo del «honor», del orgullo y del prestigio colectivo. Por eso, a medida
que transcurre el siglo XV, se multiplican las acciones para mantenerla limpia
y ordenada —incluyendo, por ejemplo, las obras de empedrado y de pavi-
mentación— y para dotarla de las infraestructuras adecuadas —instalando
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Torres, tierras, linajes. Mentalidad social
de los caballeros urbanos y de la élite dirigente
en la Salamanca medieval (siglos XIII-XV)*
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166 JOSÉ MARÍA MONSALVO ANTÓN
1997, con capítulos de J. L. MARTÍN MARTÍN, J. L. MARTÍN RODRÍGUEZ, A. BARRIOS, J. M.ª MÍNGUEZ y J. M.ª
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MONSALVO ANTÓN; A. VACA LORENZO, «La oligarquía urbana salmantina en la Baja Edad Media. Caballeros
y escuderos en pugna por los cargos del Concejo (1390-1408)», Anales de Historia Antigua, Medieval y
Moderna (U. Buenos Aires), 31, 1998, pp. 63-93. Se citan otros trabajos a lo largo de estas páginas.
2. J. M.ª MONSALVO, «Parentesco y sistema concejil. Observaciones sobre la funcionalidad política
de los linajes urbanos en Castilla y León (ss. XIII-XV)» Hispania, 185, 1993, pp. 937-970; id., «Panorama y
evolución jurisdiccional en la Baja Edad Media» y «La sociedad concejil de los siglos XIV y XV. Caballe-
ros y pecheros (en Salamanca y en Ciudad Rodrigo)», en J. L. MARTÍN RODRÍGUEZ (dir. de la obra), J. M.ª
MÍNGUEZ FERNÁNDEZ (coord. del vol.), Historia de Salamanca. Tomo II. Edad Media, cit., pp. 331-386 y
389-478; id., «Gobierno municipal, poderes urbanos y toma de decisiones en los concejos castellanos
bajomedievales (consideraciones a partir de concejos salmantinos y abulenses)», en Las sociedades
urbanas en la España medieval (XXIX Semana de Estudios Medievales Estella, 2002), Pamplona, 2003,
pp. 409-488; id., «Aspectos de las culturas políticas de los caballeros y los pecheros en Salamanca y
Ciudad Rodrigo a mediados del siglo XV. Violencias rurales y debates sobre el poder en los concejos»,
en I. ALFONSO, J. ESCALONA y G. MARTIN (eds.), Lucha política. Condena y legitimación en la España
Medieval. Annexes des Cahiers de Linguistique et de Civilisation Hispaniques Médiévales, n.º 16, 2004,
pp. 237-296; id., «En torno a la cultura contractual de las élites urbanas: pactos y compromisos políti-
cos (linajes y bandos de Salamanca, Ciudad Rodrigo y Alba de Tormes)», en F. FORONDA y A. I. CARRAS-
CO (dirs.), El contrato político en la Corona de Castilla. Cultura y sociedad políticas entre los siglos X al
XVI, Madrid, Dykinson, 2008, pp. 159-209; id., «Violence between Factions in Medieval Salamanca:
some Problems of Interpretation», Imago Temporis. Medium Aevum, n.º 3, 2009, pp. 139-170.
3. Aparte de referencias en algunos estudios anteriores (véase nota anterior), algunos de nuestros
trabajos se han centrado más directamente en la cuestión de los «valores estamentales» de los peche-
ros. En concreto, «Percepciones de los pecheros medievales sobre usurpaciones de términos rurales
y aprovechamientos comunitarios en los concejos salmantinos y abulenses», Edad Media. Revista de
Historia, Univ. de Valladolid, n.º 7, 2005-2006, pp. 37-74; id., «Ideario sociopolítico y valores estamen-
tales de los pecheros abulenses y salmantinos (ss. XIII-XV)», Hispania. Revista Española de Historia,
vol. LXXI, n.º 238, 2011, pp. 325-362.
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TORRES, TIERRAS, LINAJES… 167
Hemos sugerido en alguna ocasión que las reformas del régimen munici-
pal llevadas a cabo por la monarquía fueron determinantes en la estructura-
ción de la oligarquía local. En el caso del Regimiento esto es muy evidente.
El Regimiento había supuesto la eliminación en la toma de decisiones de
todos los resortes asamblearios, vecinales y abiertos que aún persistían a
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mediados del siglo XIV, aunque ya con seguridad entonces en franco declive.4
Además, al haberse constituido como un gobierno muy reducido de magis-
traturas municipales vitalicias —si no lo eran inicialmente, pronto lo fueron—,
el nuevo órgano había catapultado a unos pocos a la cima del poder. No ha-
blamos del estamento, en este caso, sino sólo de la parte más conspicua del
mismo. Por una carta de 22 de octubre de 1345 sobre términos del alfoz conce-
jil sabemos que la reina doña María, que tenía Salamanca entonces por parte
del rey, se dirigía a los «omes bonos que an de veer fazienda del dicho conçejo»,5
que era la fórmula que se empleaba para denominar a los regidores. Otra car-
ta de julio de 1354, ya en el reinado de Pedro I, ofrece una primera relación de
una docena regidores.6 Sabemos que desde las décadas siguientes el número
oficial de regidores de plantilla fue de 16. Auque en la práctica el número se
4. A mi juicio, el período 1250-1350, en general en las ciudades castellanas, fue de declive prolon-
gado de las instituciones concejiles abiertas, asamblearias o vecinales. Lo comentamos en J. M.ª MON-
SALVO, «“Ayuntados a concejo”. Acerca del componente comunitario en los poderes locales castellano-
leoneses durante la Edad Media», en El poder a l'Edat Mitjana, Lleida, 2004, pp. 209-291, pp. 261-272.
5. AMS, R/ 2598.
6. La relación incluía, si no la totalidad, sí la mayor parte de los que había, AMS, R/ 2334. Eran
los siguientes: Gonzalo Rodríguez de Santo Tomé, Diego Álvarez de Sotomayor, Diego Gómez, Al-
fonso Pérez de Tejeda, Gonzalo Rodríguez el Mozo, Alfonso Sánchez, Gonzalo Bernal, Pedro Álva-
rez, Alfonso García, Domingo Pérez, Domingo Benito, Diego Gil.
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168 JOSÉ MARÍA MONSALVO ANTÓN
7. En 1408 se documentan los siguientes regidores: Pedro Enríquez, Pedro Rodríguez Monroy,
Simón Garcés, Alvar Rodríguez, Suero Alfonso de Solís, Gómez Gutiérrez de Herrera, Alvar Pérez de
Paz el Viejo, Benito Fernández Maldonado, doctor Alfonso Rodríguez, Gómez González de Anaya,
Sancho Sánchez de Arcano, Velasco Fernández de Portillo, Ruy Fernández, Alfonso Arias de Corvelle,
Juan Arias, AGS, Consejo Real, leg. 746, doc. 20, ref. A. VACA LORENZO, «La oligarquía urbana salman-
tina en la Baja Edad Media. Caballeros y escuderos en pugna por los cargos del Concejo (1390-1408)»,
Anales de Historia Antigua, Medieval y Moderna (U. Buenos Aires), 31, 1998, pp. 63-93, docs. pp. 85-92.
En 1421 se documentan los siguientes regidores: Pedro Rodríguez, Ruy Fernández, Juan Arias Maldo-
nado — hijo de Arias Pérez—, Juan Arias —hijo de Rodrigo Arias—, Pedro Maldonado, Alfonso Ál-
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varez de Anaya, Juan Gutiérrez, Gómez García Maldonado, Gómez Gutiérrez de Herrera, Rodrigo
Álvarez de Anaya, Pedro Álvarez de Anaya, doctor Alfonso Guedeja, bachiller Gonzalo Rodríguez
—hijo del doctor Alfonso Rodríguez—, Juan Cornejo, bachiller Luis Álvarez de Paz, Diplomatario del
Archivo de la Universidad de Salamanca. La documentación privada de época medieval, ed. A. VACA
LORENZO, Salamanca, Universidad, 1996, ed. electrónica, docs. 6 y 7. En 1433-1434, entre otros, eran
regidores: Suero Alfonso, Juan Arias Maldonado —hijo de Arias Pérez Maldonado—, Diego de Ace-
vedo, Rodrigo de Acevedo, Rodrigo Álvarez de Anaya, Pedro Álvarez de Anaya, Gómez García Mal-
donado, Pedro Maldonado, Ruy González, Juan Gutiérrez, Diego de Sotomayor, Diego Flores, Juan
Vázquez Coronado —hijo de Pedro Vázquez Coronado— Gómez Gutiérrez de Herrera, Juan de Vi-
llafuerte, «Pesquisa sobre términos usurpados 1433-1453» (BN, Ms. Res n.º 233), fol. 99v, 172v-173, 203v,
219, 227v. Todavía algunos de éstos se documentan en 1452-1453 en la pesquisa: Diego Álvarez Maldo-
nado, Juan de Villafuerte, doctor Arias Maldonado, Alfonso Enríquez, Juan Gutiérrez, «Pesquisa sobre
términos usurpados 1433-1453» (BN, Ms. Res n.º 233), fol.1-1v.
8. En 1475 los regidores salmantinos eran los siguientes: Juan de Villafuerte, Gonzalo de Villafuer-
te, su hermano, Rodrigo Maldonado, Rodrigo Arias Maldonado, doctor Rodrigo Maldonado de Tala-
vera, Juan Pereira, Pedro de Vega, Alfonso de Almaraz, Diego Álvarez de Salamanca, Fernando de
Hontiveros, Gómez de Anaya, Diego de Tejeda el Mozo, Alfonso Lobera, Gonzalo Vázquez Corona-
do, Luis de Acevedo —hermano del arzobispo de Santiago Alonso Fonseca—, Pedro de Miranda,
Pedro Ordóñez de Villaquirán, Lope de Sosa, AMS, R/ 166; AMS, leg. 2985, n.º 23. En 1493 eran regido-
res: Juan de Almaraz, Alfonso Enríquez, Íñigo López de Anaya, Diego Ordóñez de Villaquirán, Rodri-
go de Valle, Rodrigo Maldonado de Monleón, doctor Rodrigo Maldonado de Talavera, Diego de
Anaya, Alfonso de Tejeda, Juan de Paz, Alfonso de Almaraz, Alfonso Puertocarrero, Rodrigo Álvarez
Maldonado, Juan Arias Maldonado, Luis de Acevedo, hermano del arzobispo Fonseca, AGS., Diversos
de Castilla, leg. 10, n.º 36 y documentación coetánea. Y en 1499, por poner otra fecha un poco poste-
rior, Juan de Villafuerte, Cristóbal de Villafuerte, Rodrigo Álvarez Maldonado, doctor Rodrigo Maldo-
nado de Talavera, Rodrigo Maldonado de Monleón, Juan de Tejeda, Luis de Acevedo, Diego de
Anaya, Ruy González, Alfonso Puertocarrero, Diplomatario del Archivo de la Universidad, cit., doc. 155.
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TORRES, TIERRAS, LINAJES… 169
Ciertamente, hay otras diferencias, pero podríamos decir que por sí mis-
mo el Regimiento marcaba y definía el corte social y político entre el esta-
mento caballeresco en su conjunto y la élite estricta de gobierno, es decir,
una parte muy reducida del mismo. Fue ésta a mi juicio una diferenciación
que determinó una fractura importante en la sociedad urbana. Más adelante
se interpretan algunos efectos de esta grieta en la sociedad política urbana.
No era lo único que separaba «estamento» y «élite de gobierno». La llegada
al Regimiento estaba condicionaba por la pertenencia a determinadas fami-
lias. Este selecto grupo de familias aristocráticas desde la segunda mitad del
siglo XIV exhibían ya signos externos identificativos. Aunque la construcción
de apellidos de la aristocracia urbana era poco regular normalmente en Casti-
lla, y Salamanca no es una excepción, ya que no se seguía siempre la regla
del patronímico, ni siempre había un cognomen o apellido de linaje,9 lo cierto
es que este último fue empleado cada vez más frecuentemente por algunos
miembros del grupo caballeresco salmantino desde la segunda mitad del XIV
y cada vez más en el siglo siguiente. Así vemos las denominaciones «Paz» o
«Páez», «Maldonado», «Solís», «Anaya», «Varillas», «Corvelle», «Enríquez», «Monroy»,
«Godínez» o «Tejeda», entre otros, empleados sistemáticamente, aunque no de
modo automático. En ese umbral de uso frecuente, pero no sistemático, se
pueden considerar apellidos de linaje. Como tales linajes desplegaron sus
blasones correspondientes. No obstante, hay que tener en cuenta que bajo
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9. Un ejemplo: Juan Rodríguez de las Varillas, que falleció en 1380, dueño de Villagonzalo, casa-
do en primeras nupcias con María Fernández de Monroy y más tarde con doña Aldonza Suárez de
Solís, tuvo varios hijos, que llevaron los nombres siguientes: Pedro Rodríguez de las Varillas, Fernán
Rodríguez de Monroy, Ruy González de Salamanca, Alvar Rodríguez de Monroy, Juana de Monroy,
Catalina de Monroy —del primer matrimonio— y Suero Alfonso de Solís, del segundo. De la descen-
dencia de Pedro Rodríguez de las Varillas, el primogénito y regidor, llamado Pedro Rodríguez Caba-
llero y casado antes de 1388 con María Álvarez de Grado y Ulloa, nacieron Lope Rodríguez de las
Varillas, Ruy González de Salamanca, Suero Alfonso de Solís el Mozo, Isabel Rodríguez y María de
Ulloa. Sin salir de este mismo tronco familiar, los hijos del primogénito Lope Rodríguez de las Vari-
llas, que casó con María de Ovalle y que vivió en el reinado de Juan II, se llamaron: Gonzalo Rodrí-
guez de Ovalle, Fernán Rodríguez de las Varillas, Ruy González de Ovalle y Pedro Rodríguez. Aun-
que la referencia es de un manuscrito posterior, éste recopilaba datos de la época (Linajes de
Salamanca, Ms. del Archivo de la Catedral, del siglo XVIII, ed. J. Sánchez Vaquero, Salamanca, UP,
2001, pp. 205, 208, 209) y resulta significativa de los vaivenes de algunos apellidos. Éstos reflejan fi-
liaciones bilaterales o denominaciones poco ortodoxas si se comparan con las reglas patronímicas
de la nobleza territorial característica. Todo esto dificulta la identificación y el seguimiento de los
personajes de la nobleza urbana. No siempre se halla, no obstante, esta variedad en el seno de la
misma familia, pero lo cierto es que la falta de reglas estables en la formación de los apellidos no
era nada anómalo, sobre todo en fechas tempranas de la Baja Edad Media. En cualquier caso, la
tendencia a heredar el apellido paterno, y especialmente en el caso de los primogénitos, sin ser
contundente, se fue imponiendo. Y no faltan casos de temprana tendencia centrípeta en los nom-
bres y apellidos. Un ejemplo: desde principios del siglo XV los titulares de la casa de Villafuerte, y
regidores de la ciudad, se llaman sucesivamente —padre, hijo, nieto y biznieto— «Juan de Villafuer-
te», ibid., pp. 217-220.
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170 JOSÉ MARÍA MONSALVO ANTÓN
10. En relación con las estructuras de linajes hace tiempo establecimos cuatro posibilidades, aun-
que no tienen que darse todas ellas en las mismas ciudades y a la vez. En primer lugar, la familia ca-
balleresca, propiamente dicha, que era un linaje familiar o «linaje corto» compuesto por padres, hijos,
parientes cercanos y clientelas directas, formando un núcleo en torno a un cabeza de familia destaca-
do y a una residencia, casa o palacio concreto. En segundo lugar se halla el linaje suprafamiliar, llama-
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do genuinamente «linaje», que con fuertes dosis ya de pseudoparentesco y alianzas políticas era un
agrupamiento o adición de varias unidades familiares, o linajes cortos, y que en el caso de Salamanca,
aunque podía dar cohesión a grupos amplios (los «Maldonado», los «Tejeda»…), quedó normalmente
subsumido o relativizado por formas de alianza más amplias equivalentes al tipo siguiente. En tercer
lugar, en efecto, lo que suele denominarse «bando-linaje», era una especie de parte o partido urbano,
generalmente con estructura binaria, un entramado preponderante de parentesco artificial o solidari-
dad meramente política y que no necesariamente existía en las ciudades de la época, pero que concre-
tamente en Salamanca fue un tipo de solidaridad muy potente que se correspondió con los alinea-
mientos de San Benito y San Martín-Santo Tomé; hay que tener en cuenta que estos alineamientos eran
llamados también «linajes», con independencia de que el conflicto en sí que protagonizaron se ajustara
léxicamente a las tensiones entre «bandos» o «banderías». Finalmente, cuando estos partidos urbanos se
implicaban en disputas externas al sistema urbano se habla generalmente de «bando-parcialidad», que
implicaba ya alianzas y pactos totalmente políticos con fuerzas externas, luchas dinásticas, bandos
nobiliarios del reino, etc. Véanse las referencias que hacemos a estas organizaciones en J. M.ª MONSAL-
VO, El sistema político concejil. El ejemplo del señorío medieval de Alba de Tormes y su concejo de villa
y tierra, Salamanca, Universidad, 1988, cap. 8.º; asimismo, id., «Parentesco y sistema concejil», cit. Las
denominaciones historiográficas de bando-linaje y bando-parcialidad, aunque aplicadas a otro contex-
to, proceden de M.ª C. GERBET, La noblesse dans le royaume de Castille. Étude sur les structures sociales
en Estremadure, 1454-1516, París, 1979. Los casos de estructuras de linaje en diversas ciudades cuentan
con numerosos estudios y han sido objeto de análisis por muchos medievalistas —Quintanilla Raso,
Ladero Quesada, Díaz de Durana, García Fernández, Rucquoi, Diago Hernando, Jara Fuente, Solórza-
no, entre otros—; doy cuenta de buena parte de ellos, a cuya referencia bibliográfica me remito, en J.
M.ª MONSALVO «Violence between Factions in Medieval Salamanca», cit., pp. 152-153, n. 39.
11. En nuestro trabajo «En torno al Triunfo Raimundino. Notas sobre el imaginario nobiliario en
la Salamanca de 1500» (Anales de Historia Antigua, Medieval y Moderna, BA, en prensa) puede apre-
ciarse que algunos apellidos, como Maldonado, Solís o Enríquez, aunque tendían a estar más relacio-
nados con uno de los dos bandos, se hallaban en los dos. Véase infra.
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TORRES, TIERRAS, LINAJES… 171
12. Véase Anexo, aunque sólo se han consignado en él los términos enteros o sobre los que te-
nían control, no las numerosísimas propiedades —de varias yugadas de heredad habitualmente—
dispersas por otros muchos lugares.
13. Varios regidores salmantinos y otros importantes caballeros obtuvieron licencia y crearon
mayorazgos en la segunda mitad del siglo XV. Entre otros, 26-7-1454, ARCHV, Pergaminos Caja 22, 9
(Enrique Enríquez y María de Monroy); AGS, RGS, febrero 1490, fol. 44 (Alfonso de Tejeda); ibid.,
15-03-1475, fol. 290 (Diego de Acevedo); ibid., 17-10-1478, fol. 12 (Gonzalo Vázquez Coronado); ibid.
19-11-1480, fol. 9 (Rodrigo Godínez, señor de Tamames); ibid., 16-09-1995, fol. 271 (Juan de Villafuerte);
ibid., 20-09-1480, fol. 7, 19-12-1488, f. 13 (Rodrigo Álvarez Maldonado); noticias sobre el mayorazgo de
Enrique Enríquez y su esposa María de Monroy en 1454 sobre Villalba de los Llanos, M. VILLAR Y MA-
CÍAS, Historia de Salamanca, V, p. 54; y sobre el de Alfonso de Solís de 1476 sobre Moncantar, ibid.,
V, p. 45; sobre el que el regidor Alfonso de Paz hizo en 1479 ref. en «Linajes de Salamanca» (Ms. Arch.
Cat.), pp. 145, 151. Asimismo, M.ª R. Y. PORTAL MONGE, «Sepulcro de los Maldonado en la iglesia de San
Benito de Salamanca», Salamanca. Revista Provincial de Estudios, ns. 22-23, 1986-1987, pp. 21-55.
14. AGS, RGS, 17-10-1478, fol. 12.
15. M. SANTOS BURGALETA, «La reproducción social del poder. Teoría y realidades particulares en
España al inicio de la Edad Moderna. El mundo del escudero Luis de Villazán», Cuadernos del Mar-
qués de San Adrian, n.º 6, 2009, p. 3 (rev. electrónica).
16. AGS, RGS, 26-10-1498, fol. 152.
17. Algunas referencias pueden verse en C. I. LÓPEZ BENITO, Bandos nobiliarios, cit., p. 142; de la
misma autora, La nobleza salmantina ante la vida y la muerte (1476-1535), Salamanca, Diputación,
1991. Interesan también los documentos y datos contenidos en M.ª R. Y. PORTAL MONGE, «Sepulcro de
los Maldonado en la iglesia de San Benito de Salamanca», cit.; M. GONZÁLEZ GARCÍA, Salamanca en la
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Baja Edad Media, cit.; y múltiples referencias de M. VILLAR Y MACÍAS, Historia de Salamanca, vol. V,
passim.
18. Entre una amplísima bibliografía, hay dos buenos acercamientos al poder material de la alta
nobleza: A. FRANCO SILVA, La fortuna y el poder (col. arts. del autor), Cádiz, 1996; M.ª C. QUINTANILLA
RASO (ed.), Títulos, grandes del reino y grandeza en la sociedad política. Fundamentos en la Castilla
medieval, Madrid, Silex, 2006.
19. Archivo de la Casa de Alba, C. 62.19.
20. Ajustamiento de Paz entre los caualleros de los bandos de San Benito y Santo Thomé (trascrip-
ción F. Marcos Rodríguez), Salamanca, 1969 (reed. 1983). Asimismo M. VILLAR Y MACÍAS, Historia de
Salamanca, lib. V, ap. doc. XIV, pp. 147-151. Véase nota anterior sobre las «personas prinçipales».
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TORRES, TIERRAS, LINAJES… 173
evitar que los allegados de los caballeros regidores actuaran como su fuerza
de choque o como prolongación impropia del poder de aquéllos, con una
capacidad de generar violencia que las opiniones de la época reconocían.22
Es importante, con todo, señalar que había visibilidad, o conciencia social,
respecto a esa condición social preminente, prepotente a veces, que arropaba
las conductas de los poderosos. No olvidemos que tanto las tipificaciones de
estratificación socioeconómica, que acabamos de mencionar, como las alusio-
nes a la impunidad de los poderosos las podemos encontrar en opiniones di-
rectas23 de los propios caballeros —o sus antagonistas—, y no sólo a través
del léxico administrativo estándar. Éste, por otra parte, también refleja esa
posición de superioridad del grupo social. Y a esa misma semántica social
recurrían por su parte los demás grupos sociales cuando se referían al sector
patricio, como revelan testimonios y escritos de pecheros en pleitos y en otras
actuaciones: los «principales» eran también los «omes poderosos», los «mayores»,
los «señores» —los llamaban así porque eran dueños de lugares, incluso algu-
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174 JOSÉ MARÍA MONSALVO ANTÓN
otros con grand enemistad pelearon, y el pueblo fue vençido y muchas casas
dellos quemadas y robadas, y quedaron hidalgos y caualleros señoreantes so-
bre los comunes y la çibdad quemada, robada y destroyda». La noticia es du-
dosa24 si es que se refiere —desgraciadamente en el relato falta el contexto
local— a algo diferente a las violencias rurales y a las violencias banderizas,
de las que tenemos noticia, de las que luego daremos cuenta y que no enca-
jan en esa idea difusa de lucha abierta entre caballeros y pueblo. La destruc-
ción y quema de la ciudad es una indudable exageración igualmente. El pasa-
je refleja, en cualquier caso, como era percibida en la época, en este caso en
círculos cultivados, la cúspide de una sociedad salmantina agresiva social-
mente y distanciada de la masa de población.
24. Crónica incompleta de los Reyes Católicos (1469-1476), ed. J. Puyol, Madrid, 1934, t. LI, p. 305.
Hay que tomar con mucha precaución el relato y cuestionar sin duda los sujetos políticos en liza a
los que se refiere el texto, ya que el propósito del anónimo cronista —y que podría haberle alejado
de un diagnóstico exacto de la realidad conflictiva salmantina, pese a recrearla a su modo en ese
pasaje—, era justificar la capacidad de Isabel para reinventar con éxito las Hermandades, tras el fra-
caso anterior de estas organizaciones. Para ello era preciso sostener en el discurso la tesis de la inefi-
cacia y el infortunio de Enrique IV, «como él no tenía hijo a quien el reyno dexar, no sólo no se apia-
daua de su destruyçión y males, mas avía plazer quando empeorados los veýa, de manera que con el
mal remedio y castigo que puso en Salamanca, las Hermandades de ay adelante en todo el Reyno
cayeron y de suyo se desbarataron», ibid., p. 306.
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TORRES, TIERRAS, LINAJES… 175
25. AMS, R/ 245. La exclamación, que ponemos lógicamente nosotros, la suponemos por el presu-
mible tono con que expondrían el argumento. El envés de esa respuesta prepotente de los regidores
era que en materia de gobierno ellos consideraban que sólo ellos habían de tomar las decisiones de
gobierno más importantes unilateralmente. También aplicaban este discurso a otros asuntos, como se
lo reprochaban en 1492 los pecheros de la Tierra de Salamanca, que decían que los poderosos no les
permitían llevar su ganado a los comunales y que habían elaborado ciertas ordenanzas, que «los dichos
regidores e cavalleros fezieron por sus propios intereses», 13-3-1492, AGS, RGS, 1492, fol. 145.
26. Véase la nota anterior. En un memorial de Ciudad Rodrigo de 1455, que analizamos exhausti-
vamente, también a partir de «voces directas» de los regidores de esa ciudad —en contraposición a
las de los pecheros—, se aprecia cómo entendían aquéllos la superioridad natural y la noción de que
eran una élite exclusiva de gobernantes por encima del resto de la sociedad; véase «Aspectos de las
culturas políticas de los caballeros y los pecheros de Salamanca y Ciudad Rodrigo», pp. 272-273.
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176 JOSÉ MARÍA MONSALVO ANTÓN
27. AC 8, f. 95v, AC 9, f. 58v, entre otros. Véase Los libros de Actas Capitulares de la Catedral de
Salamanca (1298-1489). Colección Instrumentos del AC de Salamanca, ed. R. Vicente Baz, Salamanca,
Archivo Catedral, 2008, n.º 1481, 1600.
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28. J. M.ª MONSALVO, «La sociedad concejil en los siglos XIV y XV. Caballeros y pecheros», cit., y como
efecto urbanístico de las luchas de bandos y contexto de las residencias patricias en el conjunto de los
espacios urbanos; id., «Espacios y poderes en la ciudad medieval. Impresiones a partir de cuatro casos:
León, Burgos, Ávila y Salamanca», en J. I. DE LA IGLESIA (coord.), Los espacios de poder en la España me-
dieval. XII Semana de Estudios Medievales (Actas Congreso de Nájera, 2001), Logroño, 2002, pp. 97-147.
Existen muchas referencias monográficas y estudios especializados sobre los palacios y la arquitectura
privada de la Salamanca de la época y fundamentalmente ya para el siglo XVI. Véanse entre otros, a
partir fundamentalmente de testamentos de las primeras décadas del siglo XVI, C. I. LÓPEZ BENITO, La
nobleza salmantina ante la vida y la muerte (1476-1535), Salamanca, Diputación, 1991, esp. 60 y ss.; C. I.
LÓPEZ BENITO, M.ª N. RUPÉREZ ALMAJANO, «Aportación al estudio de la nobleza salmantina en la Edad Mo-
derna a través de sus casas», Studia Historica. Historia Moderna, n.os 10-11, 1992-1993, pp. 149-168; M.ª E.
GUTIÉRREZ MILLÁN, Imagen de la ciudad de Salamanca (1500-1620) a través de los papeles del legado Ricar-
do Espinosa Maeso, Salamanca, 2008; V. MARTÍN HERNÁNDEZ, Fragmentos de una historia sociourbanística
de la ciudad de Salamanca, Salamanca, 1992; M. GONZÁLEZ GARCÍA, Salamanca en la Baja Edad Media,
cit.; y, por supuesto, muchas referencias en M. VILLAR Y MACÍAS, Historia de Salamanca, cit., esp. vol. V.
Aporta información sobre las calles y parroquias donde tenían sus casas los caballeros que se reseñan
en el ms. incluido en Linajes de Salamanca (Ms. del Archivo de la Catedral, siglo XVIII), ed. J. SÁNCHEZ
VAQUERO, Salamanca, UP, 2001. Para los blasones, J. ÁLVAREZ VILLAR, De heráldica salmantina. Historia de
la ciudad en el arte de sus blasones, Salamanca, Centro de Estudios Salmantinos, 1997 (1.ª ed. 1966).
29. J. M.ª MONSALVO, «Ideario sociopolítico y valores estamentales de los pecheros abulenses y
salmantinos», cit.
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178 JOSÉ MARÍA MONSALVO ANTÓN
ron controlar muchos lugares, incluso enteros, sobre todo en la Tierra de Sala-
manca.31 ¿Cómo lo hacían? Normalmente conseguían ampliar y concentrar en
ciertas aldeas o incluso comarcas sus propiedades mediante compras, y ésta
fue una estrategia que solía dar buenos resultados, aunque fuera paciente y
derivada de muchas compras. El caso de Cabrillas puede servir de ejemplo de
este afán de concentración patrimonial.32 La vinculación de algunos caballeros
30. BN, secc. Ms, Res. 233. Una pequeña parte del manuscrito de 274 fols. fue publicada en el
trabajo de N. CABRILLANA, «Salamanca en el siglo XV: nobles y campesinos», CHE, 1969, III, pp. 255-295.
La pesquisa se llevó a cabo entre 1452-1453, pero incluye procesos anteriores, de 1433, y otros docu-
mentos. La Pesquisa sobre términos 1433-1453, como solemos denominarla, la hemos analizado en al-
gún trabajo, entre ellos «Aspectos de las culturas políticas de los caballeros y los pecheros en Sala-
manca y Ciudad Rodrigo a mediados del siglo XV», cit.; asimismo «Percepciones de los pecheros», cit.
31. Ver el anexo adjunto, donde se hace una relación —no exhaustiva— en los casos en que los caba-
lleros eran los dueños de un lugar íntegro o herederos mayores o casi únicos en él. El valor de los lugares
era alto. Por un pequeño lugar con apenas un puñado de yugadas de heredad, que incluían tierras y pas-
tos, se podían pagar doscientos mil, medio millón o más de maravedís en época de los Reyes Católicos.
32. Este lugar, en Tierra de Ciudad Rodrigo pero próximo a Tierra de Salamanca, muestra bien la
estrategia de concentración de tierras por parte de los caballeros, con una escala que no siempre se
completaba, sobre todo en el último paso (compra de heredades—> conversión en heredero único o
claramente heredero mayor del lugar—> declaración de término redondo, uso exclusivo del lugar—>
posibilidad, aunque no fácil, de señorialización del lugar). Gómez González de Anaya, de familia
prestigiosa salmantina, adquiría en 1384 una heredad que tenía otra familia en el lugar; en 1399 este
caballero cambiaba una propiedad suya por otra en Cabrillas, Documentación medieval del Archivo
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TORRES, TIERRAS, LINAJES… 179
rado ilegal,35 Fernando de Tejeda, así llamado por su arraigo en el lugar, obligó
Municipal de Ciudad Rodrigo, ed. A. BARRIOS, J. M.ª MONSALVO, G. DEL SER, Salamanca, 1988, docs. 28, 47
y 48. Unas décadas después, entre 1421 y 1426, documentamos nada menos que una docena de com-
pras efectuadas allí por Pedro Álvarez de Anaya, ibid., 97, 100, 101, 102, 114, 115, 116, 117, 122, 123. El re-
sultado final era que el caballero acababa controlando el lugar íntegramente. Era una forma de conse-
guir legalmente el control de los lugares, mediante compras y permutas. La otra vía, muy frecuente
también, fue la usurpación, la ocupación ilegal de términos.
33. Explicamos los intereses puestos en juego en «Aspectos de las culturas políticas de los caballe-
ros y los pecheros de Salamanca y Ciudad Rodrigo», cit., esp. pp. 254-259; asimismo en el trabajo «Co-
munales de aldea, comunales de ciudad-y-tierra: algunos aspectos de los aprovechamientos comunita-
rios en los concejos medievales de Ciudad Rodrigo, Salamanca y Ávila», A. RODRÍGUEZ, ed., El lugar del
campesino. En torno a la obra de Reyna Pastor, Madrid, Universidad de Valencia-CSIC, 2007, pp. 149-
177. No obstante, donde explicamos con mayor detenimiento y matices todos los entresijos y contradic-
ciones del sistema social agrosilvopastoril —términos redondos, propiedades de vecinos y herederos,
comunalismo aldeano, comunalismo interterminal, organizaciones de pecheros, campesinos ricos, usur-
paciones, papel de la ley, naturaleza de la costumbre y acción de la justicia— es en relación con el caso
abulense. Véanse los trabajos que recopilamos en el libro: J. M.ª MONSALVO, Comunalismo concejil abu-
lense. Paisajes agrarios, conflictos y percepciones del espacio rural en la Tierra de Ávila y otros concejos
medievales, Ávila, Diputación Provincial, 2010.
34. Ofrecemos un mapa detallado de los lugares afectados en «Aspectos de las culturas políticas
de los caballeros y los pecheros de Salamanca y Ciudad Rodrigo», cit., p. 257.
35. Tejeda había sido un término redondo en manos de la familia Tejeda desde el siglo XIV. Pero
en el segundo tercio del siglo XV quisieron hacerlo señorío primero Alfonso de Tejeda y luego Fer-
nando de Tejeda.
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180 JOSÉ MARÍA MONSALVO ANTÓN
36. Pesquisa sobre términos 1433-1453, fols. 39, 43v, 52v, 55-55v, 59v, 228-229v.
37. Ibid., fol. 229-229v, 232.
38. Pesquisa sobre términos 1433-1453, fols. 64v-65v, 67v-68.
39. Lo revelan averiguaciones de 1433-1434, sentencias de 1442 y carta regia de 1445, Pesquisa sobre
términos 1433-1453, fols. 56v, 60, 134v y ss., 142 y ss., 260, 267.
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TORRES, TIERRAS, LINAJES… 181
40. Actuaciones judiciales de 1453 evitaron que despoblara lugares próximos en esa comarca del
Campo de Muñodoño, Pesquisa sobre términos 1433-1453, fols. 38-38v, 49, 52, 55, 56v, 60, 134v y ss., 142
y ss., 260, 267. Hubo más tarde, en 1455 y 1456, sentencias en esta línea, ya contra su viuda, María de
Monroy, AMS., R/ 2994, n.º 32; M. VILLAR Y MACÍAS, Historia de Salamanca, cit., V, ap. doc. XIII.
41. Pesquisa sobre términos 1433-1453, fols. 38v, 43v, 52, 52v, 59, 268, 268v, 269. Véase algunos datos
sobre esta familia en J. ÁLVAREZ VILLAR, De heráldica salmantina, passim; M.ª R. Y. PORTAL MONGE,
«Sepulcros de la familia Solís en la capilla mayor del convento de Santa Isabel de Salamanca», Sala-
manca. Revista Provincial de Estudios, n.º 14, 1984, pp. 177-188.
42. «Aspectos de las culturas políticas de los caballeros y los pecheros de Salamanca y Ciudad
Rodrigo», cit., p. 258n.
43. La influencia que los grandes grupos familiares tenían en la ciudad, que afectaba al ejercicio
de la justicia, era algo que se reconocía en la época. Lo expresaban bien los labradores de Navarre-
donda, en la Sierra Mayor de Salamanca, cuando dudaban que pudiera hacerse algo contra Fernando
de Tejeda, usurpador en la zona: se habían quejado al concejo, pero el «dicho conçejo non les provee
por rrazón de los muchos parientes que tiene en el dicho conçejo, que lo favorecen», 1453, BN, Pesqui-
sa términos Sal., 1433-1453, fols. 55-55v. O cuando, muchos años después y en otra zona un habitante
de Fuentesaúco al que el regidor Rodrigo Arias Maldonado le había tomado «por fuerza de armas» 18
vacas en 1480 dudaba que se hiciese justicia, refiriéndose a la restitución y al pago de la fuerte multa
puesta por la justicia, ya que «diz que vos soys regidor de la dicha çibdad de Salamanca e muy rico e
enparentado en ella; tanto e por tal manera que de vos allá non podría aver nin alcançar conplimien-
to de justiçia ni las justiçias desa dicha çibdad ge la farían nin podrían fazer de vos aunque quesye-
sen», AGS, RGS, 21-10-1480, fol.232. Otro ejemplo: en 1492 un vecino de Alba de Tormes, Juan de Var-
gas, había adquirido una dehesa y otros bienes que habían sido ejecutados tras una sentencia a
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182 JOSÉ MARÍA MONSALVO ANTÓN
costa de los intereses de Diego de Tejeda y su procurador Fernando de Monroy —la justicia confiscó
a Fernando de Monroy los bienes de una herencia en favor de los hermanos de Diego de Tejeda y su
madre (AGS, RGS, 7-6-1480, f. 162), quienes habían procedido a arrendarlos—, tras lo cual Fernando de
Monroy quiso recuperar los bienes arrendados; Juan de Vargas encontró el amparo en la justicia regia,
quejándose de las dificultades que pasaba, hasta hacer peligrar la seguridad personal, dadas las in-
fluencias y «parientes» que Fernando de Monroy, caballero de la ciudad, tenía en ella: «diz que aora de
un año acá poco más o menos tienpo diz quel dicho Ferrando de Monrroy amenazando a los renteros
que del dicho Juan de Vargas tienen arrendada la dicha dehesa…que los dichos arrendadores de la
dicha defesa están amedrentados (…) e diz que ansymesmo su muger del dicho Ferrando de Monrroy
le ha perturbado e perturbaba la propiedat posesyón y señorýo de las dichas casas, vyñas y eredat del
dicho lugar de Muelas con favores que diz que tyene en la dicha çibdat de Salamanca donde el dicho
Juan de Vargas no osa andar (…) seguro para pleytear o demandar la fuerça que le está fecha, a cab-
sa del dicho Ferrando de Monrroy e de sus paryentes», AGS, RGS, 2-4-1492, fol. 151.
44. También se daba en Ávila. véase al respecto, entre otros, J. M.ª MONSALVO, «La ordenación de
los espacios agrícolas, pastoriles y forestales del territorio abulense durante la Baja Edad Media», en
VV.AA. Historia de Ávila. IV. Edad Media (siglos XIV-XV, segunda parte), coord. G. DEL SER QUIJANO,
Ávila, Institución Gran Duque de Alba, 2009, pp. 349-497, pp. 470-489. Sobre Ciudad Rodrigo, véase
A. BERNAL ESTÉVEZ, El concejo de Ciudad Rodrigo y su tierra durante el siglo XV, Salamanca, Ed. Dipu-
tación, 1989; asimismo J. M.ª MONSALVO, «La sociedad concejil de los siglos XIV y XV. Caballeros y pe-
cheros (en Salamanca y Ciudad Rodrigo)», cit., donde presentamos el cuadro completo de referencias
de archivo, casi todas inéditas, en torno a las usurpaciones en Tierra de Ciudad Rodrigo del siglo XV,
pp. 414-425. Después hay algún otro trabajo sobre este asunto a propósito precisamente de Ciudad
Rodrigo, que no ofrece datos nuevos pero que sorprendentemente, y pese a ser el objeto del estudio,
también omite los datos y referencias aportados por nosotros en el cuadro y la obra antes citada, C.
LUCHÍA, «Los pleitos por los términos comunales en el concejo de Ciudad Rodrigo en la Baja Edad
Media», HID, 35, 2008, pp. 269-290.
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TORRES, TIERRAS, LINAJES… 183
45. Pesquisa sobre términos, 1433-1453, fol. 210v. Intentaba por entonces anexionarse el lugar de
Navarredonda, en la Sierra Mayor, cercano a Tejeda, ibid., fol. 207-209. Ibid., fol. 211.
46. Ibid., fol. 211. Este mismo caballero había declarado también Campocerrado, en Tierra de
Ciudad Rodrigo, pero contiguo a la Tierra de Salamanca, señorío suyo. En julio de 1434 el juez de
términos le mandaba derribar la horca que había puesto en el lugar, Documentación medieval de
Ciudad Rodrigo, ed. A. BARRIOS, J. M.ª MONSALVO, G. DEL SER, doc. 247.
47. AMS, R/ 2328 y AMS, R/ 2331. Asimismo, Pesquisa sobre términos 1433-1453, fol. 63v, 209. La
justicia mandó echar abajo la torre levantada. Como exteriorización simbólica de ese acto de restitu-
ción, el procurador pechero del concejo salmantino, Diego García, daba unas vueltas a la torre y
luego lanzaba tres piedras contra ella, Pesquisa sobre términos de Salamanca 1433-1453, fols. 73-73v. El
lanzamiento de piedras era el signo ritual de que la jurisdicción ilegal usurpada por el caballero era
«destruida» y que la aldea quedaba reintegrada en el realengo salmantino.
48. Pesquisa sobre términos 1433-1453, fols. 64v-65v, 67v-68, 73-73v, fol. 232-232v. Asimismo, con la
carta de Juan II de 1453, AMS, R/ 2332.
49. Véase supra, nota 36.
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184 JOSÉ MARÍA MONSALVO ANTÓN
ros de Fernando de Texeda, e que ge los tomaran e llevaran por fuerça (…) e
que dezían que, sy aý fallaran a este testigo, que lo mataran (…) e que esto
que ge lo avían fecho asaz vezes».50
En esa misma pesquisa otros caballeros dieron también muestras de resis-
tencia a la justicia. Quizá otro buen ejemplo es el de Diego Solís en el men-
cionado intento de convertir el diminuto lugar de Cojos en rutilante villa se-
ñorial. No lo consiguió, pero en su propósito dejó clara la impronta del típico
caballero poderoso que se tomaba la justicia por su mano, se arrogaba un
poder jurisdiccional que no tenía, se servía de símbolos de soberanía que no
le correspondían e impedía por la fuerza que los agentes de la justicia legal
hicieran su trabajo. Diego de Solís, antes de 1450, había levantado una torre en
Cojos, con su alcaide y guarnición, una «casa fuerte», como dicen los testigos,
«e el dicho Diego llámala villa, e tiene en ella çepo e cadena, e pone alcalldes,
e fázelos librar pleitos e prender omes, e non consiente a los escrivanos de la
çibdad nin a los andadores e a omes de la justiçia ir allý e enplazar por los mis
pechos rreales, nin por los conçejales desa çibdad (…) e a fyn de usar por la
dicha jurediçión e rresistirla a la dicha çibdad fizo la dicha casa fuerte. E aun
se dize que non es contento con ese agravio, que aun ha tentado de fazer o
querer despobrar tres o quatro aldeas que parten término con el dicho Coxos,
e fazer ende un gran pueblo; en el qual lugar de Coxos ha más de ochenta
años que non moraron en él más de dos o tres vezinos arriba porque su térmi-
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no non pudo levar más». El testimonio sobre esta grand torre, según dijeron
otros testigos, fue ratificado por la pesquisa, que también da cuenta de cómo
sus hombres «corrieron» a los agentes judiciales que acudieron a imponer la
justicia. El escribano Alfonso Sánchez fue incluso amenazado de muerte en el
propio lugar; y luego, ya «estando en la plaça de la dicha çibdad» de Salaman-
ca, reiteró dicha amenaza ante muchos asistentes.51
Hemos visto que la construcción de torres y casas fuertes en aldeas de la
Tierra salmantina aparece entre las típicas conductas arrogantes y de resis-
tencia a la justicia, como las mostradas por los Tejeda o los Solís en los epi-
sodios citados. La asociación de los caballeros con las fortalezas «rebeldes», si
podemos llamarlas así, se dio en realidad con bastante frecuencia a lo largo
del siglo XV. Y no sólo al levantar estas torres rurales ilegalmente sino al re-
fugiarse en ellas o en castillos existentes desafiando la acción de la justicia.
Justo el comportamiento contrario al típico de los pecheros, leal y respetuo-
so hacia el orden legal. Los caballeros, cargados de prepotencia y complejo
de superioridad, ponían cepo y cadena, o la horca, y resistían al orden en
esas fortalezas en rebelión. Aparte de que también se recurrió en ocasiones
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TORRES, TIERRAS, LINAJES… 185
52. Aunque era arcediano, Juan Gómez de Anaya, en plena refriega banderiza por las parciali-
dades de la época, se hizo fuerte en 1439 en la torre de la catedral salmantina y no permitió que allí
entrase el mismo rey, Crónicas de los reyes de Castilla, Crónica de Juan II, t. 68, cap. XVI, p. 558. A
finales del siglo XV, tras un encastillamiento acaecido en 1498 en la iglesia parroquial de Tarazona de
Guareña, aldea de Salamanca, los reyes establecieron con valor general «que agora de aquí adelante
ningunos caualleros nin otras personas de esa dicha çibdad nin de su obispado [Salamanca] non sean
osados de meterse con gente armada (…) en las yglesias del dicho obispado (…) ni las tengan encas-
tilladas nin ocupadas», E. COOPER, Castillos señoriales en la Corona de Castilla, Salamanca, Junta de
Castilla y León, 1991, II, n.º 235, p. 1066, n.º 238, p. 1067.
53. Todos estos episodios del alcázar salmantino y del castillo de Monleón en M. VILLAR Y MACÍAS,
Historia de Salamanca, V, pp. 22-24; G. GONZÁLEZ DÁVILA, Historia de las Antigüedades, pp. 370, 424-
428; E. COOPER, Castillos señoriales en la Corona de Castilla, I, p. 435, II, n.º 26, p. 973, n.º 54, p. 985;
HERNANDO DEL PULGAR, Crónica de los Reyes Católicos (ed. J. MATA CARRIAZO), Madrid, Espasa-Calpe,
1943, cap. LXXXVI, pp. 301-303; AMS, R/ 246 bis, R/ 253, R/ 2219.
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186 JOSÉ MARÍA MONSALVO ANTÓN
ron los monarcas mandar desmochar las casas fuertes y torres, y algunas de las
de la ciudad de Salamanca —varias de la plaza de San Benito, por ejemplo—
sufrieron la drástica amputación. Pero también los reyes persiguieron fortale-
zas ilegales levantadas en localidades fuera de la ciudad. En 1475 prohibieron
al caballero salmantino Francisco Maldonado levantar una fortaleza en Porque-
riza, entre Ledesma y Salamanca, y más tarde, en 1494, de nuevo reiteraron la
prohibición a propósito de algunas casas fuertes que había hecho en ese lugar,
cuando era gobernador de Canarias. Ese mismo año otro caballero, Francisco
de Sotomayor, quiso levantar otra fortaleza en Zarapicos, en Tierra de Ledes-
ma, no lejos de la de Salamanca. Y se sabe también que en 1487 los habitantes
de Pedroso, en Tierra de Salamanca, pidieron el derribo de la torre e casa fuer-
te que el caballero salmantino Suero de Solís construía en el lugar, desde la
que «les han seýdo fechos algunos agravios», y que cada día se fortalesce más,
de manera que esta fecha tan fuerte que en ella se podría rreçebtar e defender
cada e quando quisyere». Y otro caso más. Por un documento veinte años pos-
terior, en que se le obligaba a derribarlo, sabemos también que el padre de
Gonzalo de Ovalle, al que se le exigía entonces echarla abajo, había hecho
una fortificación en 1489 a partir de otra, inicialmente casa llana, en Aldearru-
bia, aldea salmantina, que él —Juan de Urrea se llamaba— convirtió luego en
casa fuerte. Juan de Urrea era rival del doctor Maldonado de Talavera, herede-
ro importante en otra aldea salmantina vecina, Babilafuente. De manera que la
rivalidad de la ciudad se trasplantaba a las aldeas donde tenían propiedades
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Desde hace años venimos subrayando para las ciudades castellanas una lí-
nea de tensión que quizá pueda considerarse secundaria pero que enfrentó en
la época del Regimiento al conjunto del sector de privilegiados jurídicos, esto
54. Documentación medieval del Archivo Municipal de Ledesma, ed. A. MARTÍN EXPÓSITO, J. M.ª
MONSALVO, docs. 114, 118; AGS, RGS, 20-4-1475, fol. 369; 2-7-1494, fol. 134; ibid., 4-2-1487, fol. 38; E. COO-
PER, Castillos señoriales en la Corona de Castilla, vol. II, n.º 88, n.º 168, n.º 176.
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TORRES, TIERRAS, LINAJES… 187
fijosdalgo».55
Al margen de lo que pensaran sobre sí mismos y sus orígenes, lo cierto es
que la tensión entre los caballeros no patricios y los regidores se daba en
muchas ciudades y alcanzó en cierto momento un punto de ebullición polí-
tico. A mi juicio, en Salamanca dicho conflicto se hizo sustantivo con las lla-
madas «ordenanzas» dadas por Juan I a Salamanca en 1390 desde la localidad
segoviana de Sotosalbos, en las que se daba cierto control a los caballeros y
escuderos de los linajes sobre los mayordomos del concejo y sobre otros
oficios municipales menores. Además en ese documento aparecen ya institu-
cionalizados los linajes de San Martín y San Benito. No se sabe desde cuán-
do existían.56 Pero al margen de que hubiera dos, lo interesante de las orde-
nanzas de 1390 es que atribuían ciertas prerrogativas y competencias
municipales a los simples caballeros, considerados como estamento y organi-
55. M. VILLAR Y MACÍAS, Historia de Salamanca, V, Ap. doc. XI, pp. 139-140.
56. La primera mención no al linaje pero sí a la parte de San Benito, que seguramente es algo
diferente, es un documento sobre la hueste de 1292, sobre el servicio de hueste de ese año, donde se
decía, tras señalar la obligación de servicio militar, que «nos, la parte de Sant Beneyto, otorgamos que
este ordenamiento…» y luego se indicaba que «nos, la otra parte, otorgamos este mismo ordenamien-
to», AMS, C. 2.845, doc. 27; fue editado por A. VACA LORENZO, «Los bandos salmantinos. Aportación
documental para su estudio», p. 443. No se mencionaba el nombre de la otra parte.
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188 JOSÉ MARÍA MONSALVO ANTÓN
57. Las Ordenanzas de Sotosalbos, dadas por Juan I, en M. VILLAR Y MACÍAS, Historia de Salamanca,
lib. IV, ap. XII, pp. 113-115 (confirmadas en 1394, 1437, 1440, 1483, 1496). En mayo de 1401 Enrique III otor-
gaba una ordenanza en que se encargaba a dos regidores de cada linaje que pusieran orden en el re-
parto de oficios municipales menores, ibid., lib. V, p. 8, 44, y doc. en ARCHV, Pleitos Civiles, Pérez
Alonso (F), caja 1290,1. La matrícula de 1408 (AGS, Consejo Real, Leg. 746, doc. 20) fue publicada por A.
VACA LORENZO, «La oligarquía urbana salmantina en la Baja Edad Media. Caballeros y escuderos en pug-
na por los cargos del Concejo (1390-1408)», Anales de Historia Antigua, Medieval y Moderna (U. Buenos
Aires), 31, 1998, pp. 63-93, docs. pp. 85-92. En 1440 la reina doña María acordaba con el concejo de Sala-
manca que este último designara dos comisarios de cada linaje para escoger los veinte escribanos de
la ciudad, M. VILLAR Y MACÍAS, Historia de Salamanca, lib. V, p. 8, 14, 44. De la matrícula de 1484 se tiene
noticias por M. VILLAR Y MACÍAS, Historia de Salamanca, V, p. 27; también aporta noticias de caballeros
matriculados el ms. «Linajes de Salamanca» (Ms. Arch. Catedral), passim. En cuanto a la Concordia de
1493 (AGS, CCA, Diversos de Castilla, 10, 36) fue editada por C. I. LÓPEZ BENITO, Bandos nobiliarios, ap.
doc. pp. 182-187.
58. M. VILLAR Y MACÍAS, Historia de Salamanca, V, p. 25. La interpretación, aunque con matices,
fue asumida por C. I. LÓPEZ BENITO, Bandos nobiliarios, cit.; asimismo M. GONZÁLEZ GARCÍA, Salaman-
ca en la baja Edad Media, cit.
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tuvieran allegados.61 De modo que hay suficientes datos para sostener que
existió una línea trazada por el poder regio —tanto para evitar luchas como
para reconocer al estamento como tal—, a la que tuvieron que atenerse las
fuerzas locales, tanto los regidores, al verse obligados a acatarla, como los
caballeros e escuderos, al buscar actualizarla siempre que fue posible.
b) En segundo lugar, hay que subrayar que estas decisiones regias, aun-
que eran convergentes con la política concejil de los Trastámara, no nacían
genuinamente de demandas específicas de la monarquía, aunque ésta las
59. Esencialmente los citados en nota 2. Dejamos al margen de las consideraciones siguientes no
sólo las luchas banderizas, propiamente dichas (es decir, los bandos-linajes), a las que se alude en el
apartado siguiente, sino la noción de los «bandos» entendidos en otra acepción no como conflicto o
alineamiento voluntario de individuos y familias, sino como áreas topográficas de la ciudad. Véase in-
fra, nota 83.
60. Véanse refs. nota 57.
61. «A nos es fecha relaçión que vos los dichos regidores e cavalleros de la dicha çibdad tenéys por
allegados a muchos çibdadanos e ofiçiales della (…)», que intervienen en «vuestras questiones e dife-
rençias que unos con otros tenéys e vosotros los ayudáys e favoreçéys en las suyas», lo que provocaba
muchos «ruydos e escándalos e males e diferençias en la dicha çibdad e que muchos dexan sus ofiçios
e lavores», AGS, RGS, 29-3-1491, f. 461; ibid., 6-3-1493, f. 120. La propia Concordia de 1493, aunque fuese
un acuerdo local, fue algo en realidad propiciado y tutelado por la voluntad de la monarquía (AGS,
CCA, DIV, leg. 10, n.º 36), de acuerdo con una política general de pacificación que, para bandos y
otros conflictos locales, impulsaban para todo el reino.
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190 JOSÉ MARÍA MONSALVO ANTÓN
nos: en este caso lo que solemos llamar el «entorno I», es decir, la monarquía
centralizada en el caso salmantino. Estos inputs, nacidos localmente pero lan-
zados al sistema desde la monarquía, atravesaban con facilidad el circuito del
sistema político concejil. Los regidores bloqueaban, pero el poder regio, con
su soberanía superior, desactivaba dicho bloqueo. Gracias al particular diseño
del sistema político concejil el estamento privilegiado modesto, así como los
pecheros, conseguían hacer política sin estar en el gobierno municipal.
c) En tercer lugar, importa también destacar que para lograr el éxito en su
incorporación al organigrama institucional urbano —aunque fuera parcial y
limitada— el estamento caballeresco modesto pudo contar como «compañe-
ros de viaje», por así decir, con los homes buenos pecheros, tal como se acaba
de mencionar. Esta alianza puede considerarse o no algo circunstancial. Los
pecheros también estuvieron interesados en acceder o controlar mayordo-
mías, oficios de fiel, tasadores y otras responsabilidades menores. Esta alianza
consta expresamente en las medidas de 1390, 1394 y en la Concordia de 1493, y
me parece determinante para que fuera atendida por el poder regio, ya que
en Castilla los reyes fueron a menudo proclives a aceptar reclamaciones polí-
ticas de los contribuyentes. Caballeros-escuderos y pecheros formaron así una
alianza interestamental urbana para recabar del exterior algún poder político
en el concejo, todo ello frente al afán exclusivista de los regidores. Precisa-
mente el sistema político concejil era muy sensible al circuito de toma de
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TORRES, TIERRAS, LINAJES… 191
decisiones nacido de la lucha de los pecheros locales —el «entorno II» o en-
torno local del sistema— pero canalizado a través de la monarquía.62
d) En cuarto lugar, conviene destacar que para que todo este entramado
de institucionalización propiciada por los reyes y de estrategias políticas o
coaliciones entre grupos sociales se hiciese viable, como se ha dicho, era ne-
cesaria una organización previa del estamento caballeresco. Una organiza-
ción, digamos, específica y difeenciada, aparte de la propia estructura de los
linajes patricios que pudiera darse. No sabemos desde cuándo estaría organi-
zado el estamento como algo independiente de los patricios. Es posible que
la carta sobre la hueste de 1292, antes citada, donde se habla de partes, así lo
indique, pero es hipotético. Lo aconsejable es entender esta institucionaliza-
ción del estamento modesto, y sobre todo la relevancia en la acción social
municipal, como algo activado con posterioridad a la implantación del Regi-
miento, ya que fue ésta la reforma municipal que habría sellado formalmente
la segregación por elevación de los regidores. De modo que en Salamanca
entre esta fecha, hacia 1345, y la de 1390, la de las Ordenanzas de Sotosalbos,
es cuando suponemos que se hiciese significativa la cesura entre los caballe-
ros regidores y los caballeros restantes del estamento.
Desde 1390 en la documentación aparecerá ya sistemáticamente el esta-
mento de «caballeros e escuderos» dividido en dos linajes, San Benito y San
Martín, nacidos con esos nombres en fecha desconocida. Entre ellos se re-
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62. Destacamos el secreto del éxito pechero (según determinados «modelos de flujos» h o i, se-
gún nuestro esquema) en J. M.ª MONSALVO, «Gobierno municipal, poderes urbanos y toma de decisio-
nes en los concejos castellanos bajomedievales», pp. 460, 464, entre otros trabajos.
63. Los casos conocidos para otras ciudades castellanas al sur del Duero en lo que respecta a
estas organizaciones del estado de caballeros e hidalgos organizados en juntas de linajes no son es-
casos. Por citar algunos de ciudades cercanas, y con cofradías de linajes en cierto modo afines a las
salmantinas, podríamos mencionar los casos de Segovia o de Soria. Véanse M.ª ASENJO GONZÁLEZ.,
Segovia. La ciudad y su tierra a fines del Medievo, Segovia, 1986, pp. 285-294; DIAGO HERNANDO, M.,
«Estructuras familiares de la nobleza urbana en la Castilla bajomedieval: los doce linajes de Soria»,
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192 JOSÉ MARÍA MONSALVO ANTÓN
Studia Historica. Historia Medieval, 10, 1992, pp. 47-71; id., «El papel de los linajes en las estructuras
de gobierno urbano en Castilla y en el Imperio alemán durante los siglos bajomedievales», en la Es-
paña Medieval, n.º 20, 1997, pp. 143-177. En Cuenca, aparte de los linajes de regidores y las élites de
poder, el resto de la nobleza local está organizada en instituciones diferenciadas de tipo estamental:
cabildo de caballeros y escuderos y cabildo de guisados a caballo, J. A. JARA FUENTE, Concejo, Poder y
élites. La clase dominante de Cuenca en el siglo XV, Madrid, 2000, pp. 353 y ss.; esta ciudad, con todo,
presenta una estructuración estamental diferente a la de Salamanca, Soria o Segovia, ya que no es tan
evidente en Cuenca la contraposición entre privilegiados y común, que sí se observa en las urbes
castellanoleonesas. Lo ponen de manifiesto, aparte de los trabajos J. A. Jara, entre ellos el citado, de
Y. GUERRERO NAVARRETE y J. M.ª SÁNCHEZ BENITO, Cuenca en la baja Edad Media: un sistema de poder
urbano, Cuenca, 1994.
64. No conocemos para el siglo XV actas de reuniones u ordenanzas que muestren el funciona-
miento interno de la «cofradía de los linajes» de Salamanca. Pero por la documentación antes referida
es obvio que tenían que funcionar según ese patrón organizativo para elegir mayordomos, organizar
las finanzas, establecer reglas de funcionamiento interno, derramas fiscales, participación en fiestas y
eventos… Se conservan unas ordenanzas de 1527 que tratan sobre estas cuestiones. Tratan sobre todo
de la recaudación de las cuotas y derramas. Aunque son tardías, dan una idea de cómo pudo haber
sido la modesta vida institucional de esta entidad desde su institucionalización, aunque habría habi-
do, probablemente, cambios entre esta fecha tardía y la de su temprana institucionalización. Estas
ordenanzas, llamadas «Estatuto de los nobles linages y hidalgos de Salamanca» o «Cofradía de los lina-
ges de los nobles de la ciudad» (ACS, caj. 43, leg. 2, n. 64) pueden verse en el libro «Linajes de Sala-
manca», ed. J. Sánchez Vaquero, cit., pp. 521-529. Reflejan un contexto histórico algo diferente pero
son también evidencia del mantenimiento de la institución de los linajes del estamento hidalgo de la
ciudad, que además sabemos que se extendió un par de siglos más.
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TORRES, TIERRAS, LINAJES… 193
existencia de dos linajes era una fórmula de adscripción tasada y legal de es-
tructurar administrativamente el estamento. Nada tenía que ver con parentelas
en sentido biológico, aunque adoptasen el lenguaje de éste; sí, en todo caso,
parentelas entendidas como un discurso del parentesco, como ideología de
integración de parientes artificiales, y en el que los lazos consanguíneos se
hibridaban con los de amistad y adscripción voluntaria, que además, precisa-
mente por eso, podían incluso cambiar.65 Como tales parentelas socialmente
construidas y convencionales, debía imperar el equilibrio entre ellas. Al menos
ésa era la aspiración, por encima de las amenazas que, de hecho, existían.
Esto es válido para la lucha de bandos pero también para la propia organiza-
ción del estamento caballeresco al que nos estamos refiriendo ahora.
Pero ¿quiénes formaban las matrículas de los linajes?. La matrícula de 1408
incluía 55 miembros del linaje de San Benito y 42 del de San Martín. La de 1484
incluiría 132 de San Benito y 140 de San Martín. La simple cifra releva que la
adscripción al linaje no era natural y universal para el grupo social. Aunque
no era la organización de todo el estamento, sino de los miembros adscritos,
sin duda sí era representativa del mismo. Para tener un oficio menor del con-
cejo hacía falta estar inscrito formalmente en las «matrículas de los linajes», de
modo que no había un automatismo por nacimiento o parentesco para la en-
trada en ellas de todos los integrantes del estamento. Seguramente, eso sí,
descender de un miembro adscrito o ser su yerno, además de ser vecino y de
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condición hidalga, abriría las puertas. No es una mera suposición. Nos consta
que las citadas eran precisamente las exigencias en Ciudad Rodrigo.66
La propia discrepancia de cifras entre las dos matrículas salmantinas revela
también que los linajes se ampliaban —o restringían, aunque esta tendencia
fue menor— de acuerdo a conveniencias, lo que revela que estas organizacio-
nes de linajes devenían estructuras cambiantes. Varios pleitos de los años 1487-
1488, tras haberse producido intentos de expulsión de miembros que habían
entrado en décadas anteriores, revelan que la apertura o cierre de las matrícu-
65. Conectada la idea de parentela con la de alianza como se ve en una tregua parcial de 1473,
«sy ellos, o alguno dellos, o de sus onbres o de sus parientes, ansý de Sant Adrián [parroquia] commo
de Santo Tomé, con que están aliados e en parentela», Salamanca en la documentación medieval de
la Casa de Alba, eds. A. VACA y J. A. BONILLA, doc. 72. Y la Concordia de 1476 en que acordaron la paz
los dos bandos —véase infra— menciona el resultado como una parentela identificada con la amis-
tad entre todos y con la supresión de los bandos: «todos de aquí adelante buenos amigos y estar y ser
todos en vna parentela y verdadera amistad y conformidad y vnión», Ajustamiento de Paz, cit.; M.
VILLAR Y MACÍAS, Historia de Salamanca, lib. V, ap. doc. XIV, pp. 147. Y en las treguas de enero de
1477 vuelve a aparecer la idea de parentela como una alianza de amistad: «Los cavalleros, e escuderos
e otras personas del linaje e vando de Santo Tomé e Sant Benito de la çibdad de Salamanca, que están
en una conformidad e parentela», Salamanca en la documentación medieval de la Casa de Alba, eds.
A. VACA y J. A. BONILLA, doc. 88.
66. Según el acuerdo de los linajes de 1414, Documentación medieval del Archivo Municipal de
Ciudad Rodrigo, eds. A. BARRIOS, J. M.ª MONSALVO y G. DEL SER, doc. 77
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194 JOSÉ MARÍA MONSALVO ANTÓN
regimiento, que vayan a estos dos regidores e ellos provean con los cavalleros e
fidalgos lo que vieren que cunple».
67. Se dice que los linajes, debido a las «roturas» o «bandos» que había habido en la ciudad, «los
metieron en los dichos linajes non seyendo dellos», porque necesitaban ampliar su fuerza y contingen-
tes. Luego, al apaciguarse algo la situación, se supone que ya en los años ochenta, los miembros
antiguos quisieron expulsarlos. Entre los que pleitearon por permanecer dentro estaban los casos de
Pedro de Huelmes, Alonso de Miranda, Martín González, Martín de Cetina, Francisco de Montesino,
Pablo de Villalobos, Pedro de Orgaz, Alfonso de Vera, Martín Sánchez Ruano y Diego Fernández,
ARCHV, Reales Ejecutorias, caja 8 n.º 37, c. 10, n.º 28; c. 11, n.º 23; c. 16, n.º 4 y n.º 50; c. 17, n.º 5, n.º 6,
n.º 10, n.º 33; y c. 22, n.º 21 y n.º 48.
68. La dinámica es clara: los caballeros principales mueven la acción de los caballeros, escude-
ros e hidalgos de sus respectivos linajes, sirviéndose de la capacidad de atracción clientelar. De ahí
las precauciones de la autoridad frente a los allegados de los regidores y poderosos, porque a través
de la solidaridad del linaje podían mover las pugnas banderizas. Véase nota 61.
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TORRES, TIERRAS, LINAJES… 195
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196 JOSÉ MARÍA MONSALVO ANTÓN
rientes; se establecía «que sea llamado un procurador de los lynajes y que ante
el escrivano de los lynajes jure las hordenanças de los dichos lynajes de guar-
darlas»; se decía que los dieces y «juezes de los linajes» tendrían competencias
en asuntos relativos a oficios menores; mientras que en las guías o misiones
fuera de la ciudad tendría que haber miembros del estamento, aparte de regi-
dores: «que este tal regidor non pueda yr syn fidalgo de los dichos lynajes, e sy
fueren dos regidores que vayan dos fidalgos e esto se a de entender asy mismo
quando fueren a los términos, que asy mismo vayan regidor, un cauallero, e
sy dos regidores, dos fydalgos»; además, para nombrar dieces, mayordomos de
los linajes y otros responsables o representantes de éstos, así como para con-
cretar la entrada de los miembros «en la cofradía de los dichos lynajes», se
prescribía que los regidores se concertasen o «provean con los cavalleros e fi-
dalgos». En definitiva, medidas todas ellas de corte estamental, de participa-
ción relativa en algunos cargos, de control —por parcial que fuese— por
parte de los inscritos en la matrícula de hidalgos, de limitación del poder de
los regidores, a quienes como mínimo se les reconocía un papel como elec-
tores, pero no el capricho de poner en los oficios menores a sus hombres,
hijos o yernos. En definitiva, el estamento caballeresco modesto luchaba y en
cierto modo conseguía corregir la monopolización, el acaparamiento patrimo-
nial de los cargos y la privatización, que eran las prácticas políticas a las que
propendían los regidores y los otros caballeros principales de la ciudad.
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69. Diego Arias Maldonado, que fue arcediano de Toro y canónigo salmantino, había logrado que
Alfonso XI legitimase a su hijo Arias Díaz y le diese exenciones en 1334, según documentación catedralicia.
El personaje sirvió luego a Pedro I. Pueden documentarse varios diplomas en 1350 en los que, en calidad
de tutor del infante don Juan, hijo de Alfonso XI, Pedro I le entregaba varios concejos de villa y tierra que
habían pertenecido a la familia de Alfonso XI. Los habitantes de estas villas, en nombre del menor, rendi-
rían pleito homenaje al arcediano. Diego Arias Maldonado obtuvo por aquellos años otros favores del
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TORRES, TIERRAS, LINAJES… 197
monarca. Pero después debió caer en desgracia y Pedro I ordenó su muerte en Burgos en 1360. Diego
Arias yace enterrado en uno de los sepulcros del presbiterio de la Catedral Vieja de Salamanca. La horna-
cina de su túmulo custodia también los restos de su hijo Arias Díaz Maldonado, muerto en 1374. Véase M.
GONZÁLEZ GARCÍA, Salamanca en la Baja Edad Media, p. 27. La referencia de los sepulcros en D. SÁNCHEZ
Y SÁNCHEZ, La Catedral Vieja de Salamanca, Salamanca, 1991, pp. 97-98. El Cabildo mantuvo hacia 1378 un
pleito con la familia Maldonado por el destino de los bienes de Arias Díaz Maldonado, ACS, cj. 5, leg. 1,
n.º 12 y 14bis. Ref. Los libros de Actas Capitulares de la Catedral de Salamanca (1298-1489). Colección Ins-
trumentos del AC de Salamanca, ed. R. Vicente Baz, Salamanca, Archivo Catedral, 2008, p. 142.
70. Las crónicas de Pedro I y de Enrique II permiten tener noticia de los sucesos de aquellos años.
Pedro I se apoyó en Salamanca en el alcaide del alcázar de la ciudad Juan Alfonso de Tejeda —alcai-
de entre 1354 y 1366— y en su hermano Alfonso López de Tejeda. Pero hacia 1366-1367 la ciudad se
decantaba por la causa enriquista, apoyada en Salamanca por el obispo y por los hijos de Diego Arias
Maldonado, esto es, Arias Díaz Maldonado y Juan Arias Maldonado. Villar y Macías, y en cierto modo
ya antes González Dávila, supusieron que aquí radicó un primer gran enfrentamiento entre bandos
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salmantinos, con las parcialidades de los Tejeda y los Maldonado. Véanse Crónica del rey don Pedro,
en Crónicas de los Reyes de Castilla (ed. BAE) t. 66, cap. V, p. 202, cap. XXXVI, p. 579; Crónica de
Enrique II, ibid., t. 68, cap. I, 2; M. VILLAR Y MACÍAS, Historia de Salamanca, IV, pp. 13-14, 17-19, 20; M.
GONZÁLEZ GARCÍA, Salamanca en la Baja Edad Media, p. 27. El cronista González Dávila es quien ofre-
ció otra noticia relativa al caso y es la orden que dio Enrique II al llegar al poder para que los Tejeda
fueran degollados, G. GONZÁLEZ DÁVILA, Historia de las Antigüedades de la Ciudad de Salamanca (ed.
B. Cuart), ed. facsímil de la obra de 1606: Salamanca, 1994, lib. III, cap XI, pp. 278-279.
71. Crónicas de los Reyes de Castilla. Crónica de Juan II, ed. C. Rosell, BAE, Madrid, 1953, t. 68,
XVI, p. 558; Crónica del Halconero, ed. JUAN DE MATA CARRIAZO, Madrid, 1946, p. 309; Crónica de don
Álvaro de Luna, ed. JUAN DE MATA CARRIAZO, Madrid, 1940, pp. 253. Según esta crónica, «Dos vandos
eran a la sazón en la çibdad de Salamanca, en que avía muy buenos caballeros, que tenían casas de
asaz gente d’armas: el un vando se dezía de San Benito, e el otro de Santo Tomé. Así los unos caballe-
ros como los otros de estos dos vandos, e todos los otros caballeros de la çibdad, eran en su casa e vi-
vían con él. E los prinçipales del vando de Sant Benito eran Diego de Anaya e Gómez de Anaya, Diego
de Acebedo e Juan Palomeque. Del vando de Santo Tomé Pedro de Solís, Diego de Solís, Fernán Rodrí-
guez de Sevilla, Juan de Arauço su fijo», Crónica de don Álvaro de Luna, p. 447. Lo que no está claro
es la adscripción de unos y otros con las parcialidades del reino en aquella época. Los alineamientos
banderizos se dieron en muchas ciudades y a menudo en algunas de ellas se aprecia la sombra de la
alta nobleza Véase nota 10. Con carácter general, M. A. LADERO QUESADA, «Linajes, bandos y parciali-
dades en la vida política de las ciudades castellanas (siglos XIV y XV)», en Bandos y querellas dinásti-
cas en España al final de la Edad Media (Coloquio, 1987), París, 1991, pp. 105-134.
72. El bando de San Benito apoyó a don Alfonso contra Enrique IV, M. VILLAR Y MACÍAS Historia
de Salamanca, lib. V, p. 16; Crónicas de los reyes, Crónica del rey don Enrique IV, atribuida a Enrí-
quez del Castillo, BAE, t. 70, cap. LXXV, p. 142. El caballero Pedro González de Hontiveros, que
murió en 1468, apoyó a los enemigos de Enrique IV, entre ellos el Conde de Plasencia, que le recom-
pensó con el cargo de alcaide del castillo de Monleón, E. COOPER, Castillos señoriales en el reino de
Castilla, p. 435.
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198 JOSÉ MARÍA MONSALVO ANTÓN
73. Crónica de Enrique IV, atribuida a GALÍNDEZ DE CARVAJAL, ed. J. TORRES FONTES, Estudio sobre la
«Crónica de Enrique IV» del Dr. Galíndez de Carvajal, Murcia, 1946, cap. 62, p. 232. La misma idea
señala ALFONSO DE PALENCIA, Crónica de Enrique IV, ed. A. PAZ Y MELIA, Madrid, 1904-1409, reed. Ma-
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drid, BAE, 1973-1975, 3 vols., vol. I, década I, lib. VII, cap. VI, p. 164.
74. Sobre todo la reina Isabel trató de atajar ese tipo de violencias. La política regia de pacifica-
ción la marcaba en 1475 la pesquisa contra los alborotos que mandaron hacer los reyes, AGS, RGS,
3-2-1475, f. 148, ibid., 13-11-1475, fol. 759. Se prescribieron altas penas y destierros, si bien en medidas
posteriores fueron alzados estos destierros. Hubo en definitiva, entonces y en años posteriores, otras
intervenciones regias de tipo pacificador, AGS, RGS, 26-10-1475, f. 665; ibid., 21-10-1476, f. 675; ibid.,
3-10-1477, f. 37. La persecución regia contras los bandos salmantinos se mantiene en los años ochenta
y noventa: AGS, RGS, 26-4-1484, f. 11; ibid., 29-3-1491, f. 461; ibid., 6-3-1493, f. 120.
75. En general sobre las violencias banderizas me remito al trabajo «Violence between factions in
medieval Salamanca», passim. En particular, sobre los episodios del intenso período 1469-1493, ibid.,
pp. 160-162. Hay que señalar que hubo unas pocas muertes y sobre todo heridos y altercados callejeros,
esporádicos y trufados por unas más o menos ineficaces, parciales e incumplidas treguas. Un buen
ejemplo es lo acaecido en el siguiente caso: en marzo de 1478, según la querella del regidor Alonso
Maldonado contra sus agresores —Fernando de Varillas, Diego de Valdés— se decía que yendo el regi-
dor «por la dicha çibdad caualgante salvo e seguro (…) e estando los caualleros del vando de Sant Beni-
to de la dicha çibdat, sus parientes e él en tregua con los caualleros fijosdalgo del vando de Santo Tomé,
de cuya parentela e valía diz que con otros soys, syn le desafiar nin tomar aquella palabra e fe que se-
gund ley de fidalgos los caualleros deven fazer, diz que sobre fabla e consejo avido, diz que veniendo
amos a dos a cavallo armados, dando vos favor el uno al otro e el otro al otro, con otros omes, que
conbusco traýades, con yntençión e propósyto de lo ferir e matar, diz que recudiérades contra él e po-
niendo vuestro mal propósyto por obra echárades mano a las espadas e arremetiérades sobre él e le dié-
rades dos golpes e feridas, la una en el braço derecho de que le salió sangre, que por vosotros non quedó
que consumar e acabar el dicho delito, salvo porque Dios lo quiso guardar e de librar e por otras perso-
nas que se ende atravesaron e porquél se salvó lo mejor que pudo (…)», RGS, AGS, 26-6-1478, fol. 132.
76. Véase el cuadro cronológico sobre el ascenso de la Casa que presentamos en El sistema po-
lítico concejil. El ejemplo del señorío medieval de Alba de Tormes y su concejo de villa y tierra, Sala-
manca, Universidad, 1988, pp. 42-52.
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TORRES, TIERRAS, LINAJES… 199
mente los relevos y cuotas de regidores entre ellos—, así como el hecho de que
en 1494, cuando quedó vacante otro regimiento en Salamanca, los reyes men-
cionaban la vacante —fallecimiento de Juan de Almaraz— y dejaban el nombre
en blanco, para, en una nota marginal poco visible al final del documento, es-
cribir: «Al duque de Alva: se hace la merçed para uno suyo».80 Es decir, el duque
de Alba en esa ocasión dispuso a su voluntad de la designación de un cargo tan
sensible y tan nuclear dentro del poder patricio local como el de regidor. Aun-
que sólo hiciera uso de esa prerrogativa de facto en contadas ocasiones, el he-
cho es representativo de la injerencia altonobiliar en el poder local.
77. J. Mª. MONSALVO, «La sociedad política en los concejos castellanos de la Meseta durante la
época del Regimiento medieval. La distribución social del poder», en Concejos y ciudades en la Edad
Media Hispánica, León-Ávila, 1990, pp. 359-413, pp. 392-393. El nombre se debe a las resonancias con
el feudalismo bastardo inglés y quiere evocar varias situaciones: cierta ilegitimidad institucional de la
intervención de los miembros de la alta nobleza, que sin ser cargos municipales intervenían en la ciu-
dad; el patronazgo que ejercían sobre una parte de las élites patricias locales; el uso del dinero de los
acostamientos que fidelizaba el clientelismo de los caballeros remunerados. Era un típico ejercicio de
la combinación de dinero, servicio y política que, a mi juicio, define el comportamiento de la alta
nobleza en el siglo XV, en este caso en su proyección sobre ciudades.
78. «En torno a la cultura contractual», cit., pp. 189-194. Las referencias documentales en Salamanca
en la documentación medieval de la Casa de Alba, eds. A. VACA y J. A. BONILLA, docs. 53, 56, 57, 75, 88.
79. Véase infra.
80. RGS, AGS, 10-1-1494, f. 23.
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200 JOSÉ MARÍA MONSALVO ANTÓN
81. Las crónicas de la época ofrecen los principales datos sobre la violencia que arrastró el intento
del Conde de Alba de controlar la ciudad de Salamanca y el pertinaz deseo de inmiscuirse en asuntos
locales, todo ello entre 1469 y 1477: ALONSO DE PALENCIA, Crónica de Enrique IV, ed. A. Paz y Melia,
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Madrid, 1904-1409, reed. Madrid, BAE, 1973-1975, 3 vols. vol. I, década I, lib. VII, cap. VI, p. 164, década
II, lib. II, cap. VI, p. 298, vol.II, década III, lib. II, cap. VIII, p.195; Crónica de Enrique IV, atribuida a
Galíndez de Carvajal, ed. J. TORRES FONTES, Estudio sobre la «Crónica de Enrique IV» del Dr. Galíndez de
Carvajal, Murcia, 1946, cap. 62, p. 232, cap. 117, pp. 271-272; Crónica anónima de Enrique IV de Casti-
lla, 1454-1474 (Crónica castellana), ed. M.ª P. SÁNCHEZ-PARRA, Madrid, 1991, I parte, cap. LXIIII, p. 156,
cap. LXVII, pp. 161-163, II parte, cap. XVII, p. 290; Crónicas de los reyes, Crónica del rey don Enrique
IV, atribuida a Enríquez del Castillo, BAE, t. 70, cap. LXXV, p. 145; DIEGO DE VALERA, Memorial de diver-
sas hazañas, Crónicas de los reyes de Castilla, Madrid, 1953, BAE, t. 70, p. 55. Aparte de las crónicas las
informaciones sobre la violencia en las décadas finales del siglo se documentan en el Archivo de la
Casa de Alba, el Archivo Catedralicio, el Archivo Municipal y el Archivo General de Simancas, funda-
mentalmente. Recojo estas referencias en «Violence between factions», pp. 160-162, n. 60 a 63 de ese
trabajo. Véase C. I. LÓPEZ BENITO, Bandos nobiliarios, cit. véase también Salamanca en la documenta-
ción medieval de la Casa de Alba, eds. A. VACA y J. A. BONILLA, docs. 53, 56, 57, 75, 88. En cuanto a los
motivos de las violencias, nuestra interpretación es que, aunque en la percepción de la época se arro-
pó todo como conflicto «de bandos», al discernir nosotros los móviles de unos y otros casos —vengan-
zas privadas, luchas por cargos, motivos patrimoniales, alianzas exteriores—, los últimos fueron los
que atrajeron las convulsiones más fuertes; de todos modos, a efectos de discurso, lo verdaderamente
importante es que todas las violencias, con raíces y causas muy diferentes, acabaron etiquetadas, ideo-
lógicamente unificadas, como luchas de bandos y así lo percibieron incluso las fuentes de la época, J.
M.ª MONSALVO, «Violence between factions», p. 165. En ese trabajo se hace un recorrido por las principa-
les violencias banderizas de la ciudad, sus distintos motivos y sus posibles explicaciones.
82. No olvidemos que entre la aristocracia salmantina había gentes vinculadas a la corte. El más
notable de la época de los Reyes Católicos fue Rodrigo Maldonado de Talavera, destacado miembro
del Consejo Real, a quien luego me refiero. Asimismo, Diego Arias Anaya fue corregidor en Vélez a
finales de los ochenta y Alonso Enríquez en Córdoba a finales del siglo. Y Francisco Maldonado,
gobernador de las islas Canarias en 1496. Otros fueron jueces de términos y tuvieron, en definitiva,
contacto con la corte. Hubo en el siglo XV varios miembros de las familias Paz, Varillas y Acevedo
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TORRES, TIERRAS, LINAJES… 201
que fueron letrados destacados de la corte y consejeros regios. Por no hablar de varios miembros del
patriciado que fueron procuradores de Cortes. Pero incluso unos y otros recibían dinero o acosta-
mientos militares por parte del rey. Villar y Macías publicó un repartimiento militar de 1483 en que el
rey pagaba unas ciertas cantidades a 25 caballeros salmantinos, entre ellos varios regidores, para
aportar a la guerra con hombres de armas y jinetes. A razón de 3.000 mrs. la lanza gineta, las cifras
del acostamiento oscilan para caballero entre los 6.000 por dos lanzas y los 24.000 mrs. por 8. Véase
M. VILLAR Y MACÍAS, Historia de Salamanca, V, pp. 123-124.
83. Y en ese sentido funcionarían como una estructura pública de base parroquial, municipal,
administrativa y totalmente convencional, funcional incluso para fijar tasaciones y otros asuntos que
no tenían que ver con la vida caballeresca. Entre otros, documentos de 1524 y 1545 (AMS, R/ 2194;
AHP, Prot. Notariales 3152, fols. 170-173) revelan que incluso la división en dos mitades de las parro-
quias de la ciudad servía entonces como base para los distritos electorales y de otro tipo a los pro-
pios pecheros específicamente. Por tanto, la polaridad Santo Tomé/San Benito no tendría sólo un
significado banderizo, de conflicto entre caballeros, sino que sería una institución administrativa mu-
nicipal. Lo comentamos en «La sociedad concejil de los siglos XIV y XV. Caballeros y pecheros», cit., en
Historia de Salamanca, pp. 464-467.
84. No sólo las crónicas sino hasta las propias Cortes de Castilla se refirieron a los bandos de
Salamanca (Cortes de Toledo de 1462, pet. n.º 8, Cortes de los antiguos reinos de León y Castilla, ed.
RAH, Madrid, 1881-1903, vol. III, pp. 707-708). Véase supra, notas 69 a 75 y 81, sobre las violencias
en el siglo XV.
85. Salamanca en la documentación medieval de la Casa de Alba, eds. A. VACA y J. A. BONILLA,
docs. 72, 73, de 29 de diciembre 1473 y 14 enero de 1474 —no se hace explícito el año de este docu-
mento—, o bien 1474 y 1475, según interpretemos la datación del primero de estos documentos: 29 de
diciembre «año [del nacimiento] de setenta e quatro»; me inclino por datarlo en 1473.
86. Ibid., doc. 88.
87. Ajustamiento de Paz, cit. Historia de Salamanca, lib. V, ap. doc. XIV, pp.147-151.
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202 JOSÉ MARÍA MONSALVO ANTÓN
88. Una referencia es el Triunfo Raimundino, poema de tipo heráldico escrito en la primera
década del siglo XVI (M. VILLAR Y MACÍAS, Historia de Salamanca, cit., V, apéndice XIX, pp. 165-180;
hay una edición reciente de A. Barrios, Salamanca, Caja de Ahorros, 2005). Ofrece una o varias estro-
fas sobre las armas de cada apellido. Serían de San Benito: Fonseca, Acevedo, Maldonado, Enríquez,
Anaya, Cerda, Arias, Guzmán, Nieto, Figueroa, Pereira, Bonal, Dávila, Arias Maldonado, Estúñiga,
Cabeza de Vaca, Palomeque, Godínez, Maldonado de Monleón, Paz, Sotomayor, Porras, Fontiveros,
Tejeda —sólo alguna rama minoritaria—, Yáñez de Ovalle, Suárez, Mejías, Osorio, González y «Casa
de Alba», que incluye en la relación. Y en el bando de Santo Tomé: Guzmán —otra rama—, Manri-
que, Lara, Villafuerte, Rodríguez, Miranda, Fonseca —sólo una rama familiar—, Ferrera, Araúzo, Solís
—varias ramas—, Ordóñez, Tejeda —alguna rama de este apellido—, Villafuerte, Monroy, Aldana,
Díaz, Viedma, Ovalle, Urrea, Rodríguez, Manzano, Maldonado —aunque sólo una rama menor—, Paz
—alguna rama—, Corvelle, Luna y Cornejo. Otra referencia podría ser la de tomar los datos de los
implicados en los conflictos documentados. Así, C. I. LÓPEZ BENITO observó la presencia de apellidos
familiares en las tensiones acaecidas entre 1476 y 1507, aunque en realidad las noticias a veces eran
muy escuetas y aleatorias. En todo caso, observó que fueron 72 individuos los participantes, en los
que era imposible trazar cuadros genealógicos o lazos de parentesco. La autora recurría al apellido,
en la medida en que a esas alturas era una buena referencia, aunque realmente los criterios son im-
precisos y los actos evaluados eran heterogéneos. En cualquier caso, de los 72 individuos, el apellido
Maldonado era el que más aparecía, con 19 miembros. Hubo, además, 9 Monroy, 8 Enríquez, 6 Cor-
nejo, 5 Nieto, 8 Paz, 7 Solís, 5 Tejeda, 4 Villafuerte, 5 Anaya-Pereira o 6 Acevedo, apellido éste cuya
influencia crecerá a principios del XVI porque a esa familia pertenecieron los Fonseca, que tuvieron
el arzobispado de Santiago, C. I. LÓPEZ BENITO, Bandos nobiliarios, pp. 103-114, 169.
89. Cito para marcar esta idea dos ejemplos significativos, que menciona Villar y Macías, y que
sirven para ilustrar cómo se realimentaba en las decisiones privadas y familiares la solidaridad de
bando y linaje. Aldonza Rodríguez de Ledesma, viuda del doctor Arias Maldonado, en 1474 hacía
testamento y, al designar beneficiarios de algunos bienes, señalaba que sería con la condición si-
guiente: «viviendo a San Benito, y ayudando al linage de los Maldonado». En el otro caso encontra-
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TORRES, TIERRAS, LINAJES… 203
Pues bien, entre los recursos que todavía en el último tercio del siglo XV se
establecían como instrumento de pacificación de los bandos, todavía se pro-
ponía la solución de la tregua o concordia pactada entre los dos linajes.90 El
alcance variaba, tanto por los implicados —pequeños grupos o segmentos
amplios de los bandos— como por la ambición del pacto, desde un simple
compromiso ad hoc y particular hasta el sobreseimiento del conflicto que im-
plicaba una tregua de gran calado en la ciudad o, en los casos más ambicio-
sos, la gran Concordia o pacificación general. Esta última, en realidad, nunca
se consumó en la práctica. La de 1476 nacía de una voluntad explícita de
acuerdo entre ambas partes: «Lo que esta asentado e otorgado y prometido en-
tre los cavalleros e escuderos y otras personas de los vandos de sant Benito e
santó Thome de la çibdad de Salamanca, que aqui firmamos nuestros
nonbres».91 Todo formaba parte de un deseo, de una ficción asumida según la
cual las mismas fuerzas que provocaban el conflicto se avendrían para solucio-
narlo, en exclusiva, o con ayuda de arbitrajes externos o mediante la implica-
ción de la autoridad pública. Tales instrumentos existieron, pese a que las so-
lidaridades de linaje banderizo no se extinguieron de pronto. Pero hay que
subrayar al mismo tiempo que no todo lo que provocó conflicto, y aunque así
fuera percibido incluso en su época, era en realidad alineamiento de los caba-
mos a Diego López de Tejeda, dueño de Santa Olalla y Ribas, que en una cláusula sucesoria entre
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descendientes, dejaba parte de los bienes al pariente varón más cercano, «que se llame del apellido de
los Tejedas, e que sea de Sancto Tomé desta cibdad de Salamanca por quanto es mi voluntad e quiero
e mando esta mejoría de los dichos mis bienes no la pueda haber ni heredar hombre de Sanct Benito».
Ref. en M. VILLAR Y MACÍAS, Historia de Salamanca, V, pp. 48-49. Imaginemos el efecto durante gene-
raciones de decenas y decenas de voluntades y decisiones de este tipo, tomadas en el seno de las
familias, en la consolidación y arraigo de los linajes o bandos en la ciudad.
90. Pero en realidad el recurso nacía ya con una inevitable tara de insuficiencia como instrumen-
to eficaz o suficiente de pacificación. Como garantía de la tregua de finales de 1473 o 1474 se señalaba
«que todas las otras cosas de diferençias, de daños, e debates e otras cosas que son entre los dichos
cavalleros e bandos, que los vean dos cavalleros, uno de cada linaje, e los determinen». Pero, inmedia-
tamente a continuación, «E, sy éstos dos non se conçertaren, que tomen por terçero al dicho señor du-
que o a otro qual se conçertaren. E para lo que por los dichos cavalleros, con el terçero o syn él, fuere
visto e sentençiado quede, que sea executor el dicho señor duque de Alva», Salamanca en la documen-
tación medieval de la Casa de Alba, doc. 72. Es decir, se recurría en última instancia al gran noble
externo, el poderoso duque de Alba; en sus manos quedaba la última palabra, como lo demuestra la
renovación de la confianza en él para hacer la pesquisa, ibid, doc. 73 (véase el apartado anterior).
Pero es que cuando el rey encargaba en 1475 a Rodrigo de Ulloa perseguir los alborotos banderizos,
el compromiso de los caballeros de los linajes consistió en ayudarle, por más que se aseguraran no
atacar a los suyos: «Que los dichos cavalleros, e escuderos e personas del dicho vando de Santo Tomé,
los que buenamente lo podrán fazer con sus personas, e todos con su gente a cavallo, armados, ayan
de yr e vayan a ayudar e de fecho ayuden al dicho Rodrigo de Ulloa en qualesquier sus debates e quis-
tiones que tiene o toviere, con tanto que non sea contra persona alguna de los del dicho linage e
vando nin contra sus señores, o parientes o de su parentería», compromiso de colaboración que se
haría extensivo al otro bando: «Esto se entienda ser fecho con los cavalleros e personas del linage de
San Benito que estovieren en conformidad e amistad con los cavalleros e personas del dicho vando de
Santo Tomé», ibid., doc. 75.
91. Ajustamiento de Paz, cit.
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204 JOSÉ MARÍA MONSALVO ANTÓN
lleros con estas facciones partidistas, como ya hemos indicado en otras ocasio-
nes. No quiero ahora insistir en el hecho del fracaso relativo que supusieron
las treguas, entre otras razones porque no se implicaron en ellas más que unos
pocos caballeros, como lo demuestra el hecho de que la misma concordia de
1476, considerada la más importante y general, la firmaran menos de 20 caba-
lleros, pero con predominio de San Benito,92 mientras que la tregua de enero
de 1477 iba rubricada también por muy exigua proporción de caballeros.93
Pero es que además muchos conflictos, pese a las apariencias, no eran
realmente banderizos sino que tenían otras causas: podría decirse esto de la
venganza de María la Brava hacia 146494 o del asesinato en 1484 del caballero
Pedro de Miranda por su pariente Diego de Villafuerte;95 o bien habían surgi-
do por conflictos patrimoniales particulares;96 o se daban porque los indivi-
duos habían tenido enfrentamientos personales o por lealtades que no se
ceñían a su bando-linaje, como el enfrentamiento que se dio hacia 1478 entre
Diego de Anaya y Alfonso de Almaraz;97 o, en general, porque los acuerdos
92. 30-IX-1476, Ajustamiento de Paz entre los caualleros de los bandos de San Benito y Santo Thomé, cit.
Parece ser, a tenor del documento conservado —otra cosa es que no se haya conservado el ejemplar fi-
nal— que no se recogieron más que estas firmas: Melén Suárez de Solís por parte de Santo Tomé, repre-
sentación de la parte verdaderamente exigua, máxime porque se decía que «en todos nuestros capítulos
non puedan ser acogidos para firmar en ellos Alfonso de Solís y Alfonso de Almaraz y a sus fijos dellos»; y por
San Benito firmaron un tal Acevedo, Íñigo López de Anaya, Gómez de Anaya, Rodrigo Arias Maldonado,
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el doctor Martín Dávila, Alfonso Enríquez, dos llamados Alonso Maldonado, Francisco Maldonado, Payo
Maldonado, Pedro de Acevedo, dos individuos llamados Pedro Maldonado, Rodrigo Maldonado, Antón de
Paz y Luis de Paz; hay otros nueve más sin adscripción conocida, Arnaldo, deán Álvaro de Paz, Juan Díez,
Fernando Nieto, el arcediano de Camaces, Diego de Madrigal, García de Ledesma, Juan Nieto, Pedro Ro-
dríguez. Aparecían, además de los firmantes y como juezes nombrados para allegar las firmas, Fernando
de Hontiveros y Pedro de Acevedo, se supone que por Santo Tomé y San Benito respectivamente.
93. El acuerdo se hacía entre «Los cavalleros, e escuderos e otras personas del linaje e vando de
Santo Tomé e Sant Benito de la çibdad de Salamanca, que están en una conformidad e parentela»,
pero no sabemos su alcance concreto ya que la tregua concreta mencionada lo era sólo expresamen-
te entre Alfonso Maldonado y Gonzalo Vázquez Coronado y entre Alfonso Maldonado y Pedro Suá-
rez de Solís, Salamanca en la documentación medieval de la Casa de Alba, cit., doc. 88.
94. El cronista Alonso Maldonado, que a principios del siglo XVI narró la venganza de María
Monroy, esposa de Enrique Enríquez, por la muerte de sus hijos a manos de los Manzano, no ligaba
el hecho con las luchas de bandos, A. MALDONADO, «Hechos de don Alonso de Monroy, Clavero y Maes-
tre de la Orden de Alcántara», Memorial Histórico Español, Madrid, RAH, 1853, VI, pp. 1-110, pp. 17-19.
95. AGS, RGS, 15-3-1485, fol. 114.
96. Así revelan los implicados en las treguas parciales de 1473 y 1474 —las fechas podrían ser 1474
y1475, dependiendo de la interpretación sobre la datación, véase supra— acordadas por unos pocos
caballeros: Juan Pereira, Pedro y Rodrigo Nieto, por un lado, Gómez de Anaya, Alfonso Enríquez,
Alonso Maldonado, Íñigo de Anaya, Fernando Nieto, por otro lado, enfrentados por conflictos priva-
dos entre ellos, de origen no conocido. Se pusieron en juego 500.000 mrs. en prenda sobre sus bie-
nes como garantía de la tregua, Salamanca en la documentación medieval de la Casa de Alba, eds.
A. VACA y J. A. BONILLA, docs. 72 y 73. En realidad, la documentación sobre estos litigios privados y
patrimoniales es amplísima. Mucha de la información sobre lugares (véase anexo adjunto) y hereda-
mientos nacía por litigios y pleitos entre caballeros y rara vez tenía relación con las luchas de ban-
dos, aunque éstos estuviesen adscritos.
97. Era una disputa por los derechos sobre el marco de plata, una contribución o multa urbana
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TORRES, TIERRAS, LINAJES… 205
sobre barraganía que había en la ciudad. Primero Juan Pereira y luego su hijo Diego de Anaya, de
San Benito, ocuparon el cargo y los de Santo Tomé arremetieron contra ellos acusándoles de que
orientaban su acción recaudatoria y fiscalizadora contra los miembros de Santo Tomé. Diego de Ana-
ya, defendiéndose de las diatribas de Alfonso de Almaraz, venía a decir que, además de ser rivales
banderizos, lo eran —subrayemos esto— de persona a persona: «(…) como enemigo capital mío e de
mis parientes, no solamente de bando a bando como se acostunbrava hacer en la dicha çibdad, mas
de su persona e casa a la persona e casa de mi padre han tenido e tienen grandes enemistades», AGS,
CCA-Pueblos (Salamanca), leg. 16, fols. 11v-13v, cit. C. I. LÓPEZ BENITO, Bandos nobiliarios, p. 73.
98. Si observamos bien lo que señalan las cláusulas sucesorias mencionadas (véase supra, nota
89) comprobamos cómo se reparte la fidelidad o lealtad: en el primer caso se decía que el compro-
miso era con los Maldonado, que vivían en San Benito. Indirectamente estaba el «linaje» de San Be-
nito, pero en primera instancia lo que importaba era el apellido Maldonado; y en el caso de Tejeda,
están claras las dos capas superpuestas de lealtad: a los Tejeda como apellido de linaje —pongámos-
lo sin cursiva— y, a escala mayor, a Santo Tomé como «linaje». Véase igualmente nota anterior.
99. De hecho, volvió a haber luchas de bandos en 1507 y con otros protagonistas, véase C. I.
LÓPEZ BENITO, Bandos nobiliarios, cit. Cuestiono que todas las luchas que se documentan se puedan
interpretar estrictamente como «banderizas» en J. M.ª MONSALVO, «Violence between factions in Medie-
val Salamanca», pp. 156-164.
100. Lo explicamos en el trabajo «La cultura contractual», pp. 200-201. Linaje y Concordia acaban
así siendo elementos contrapuestos. El fragmento de la Concordia permite verlo: «Item, si algunos
parientes, así de una parte conmo de otra quisieren estar neutrales non ayudando a ninguna de las
partes, que non les ayudemos nin seamos contrarios, aunque ayan questión con alguno de nosotros,
en esta manera: que si alguno de los neutrales fuere de Santo Thomé e touiere questión con el de Sant
Benito que aquí tiene firmado, non sean obligados ayudar al de Sant Benito los de Santo Thomé que
aquí tienen firmado, salvo si el neutral se ayudare de alguno que aquí no tiene firmado, que en este
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206 JOSÉ MARÍA MONSALVO ANTÓN
caso los de un vando et del otro que aquí tenemos firmado seamos contra él; e asimismo, si alguno o
algunos de los neutrales de Sant Benito oviere questión con el de Santo Thomé que aquí tienen firma-
do, non sean obligados de ayudar al de Santo Thomé los de Sant Benito que aquí tienen firmado,
salvo sy el neutral se ayudare de alguno de los que aquí non tienen firmado, que en este caso los de
un vando e del otro que aquí tenemos firmado seamos contra él. Enpero, si el de Santo Thomé que
aquí tiene firmado, peleare con el de Santo Thomé neutral, que los de Sant Benito que aquí tienen
firmado sean obligados de le ayudar contra el neutral de su linaje. E si el de Sant Benito que aquí
tiene firmado, peleare con el de Sant Benito neutral, que los de Santo Thomé que aquí tienen firmado
sean obligados de le ayudar contra el neutral de su linaje».
101. Como individuos, como estamento de privilegiados o como segmento conspicuo de este
último. En este sentido, la lucha de la fracción más modesta de los caballeros, escuderos e hidalgos
por rozar algo de poder municipal, que hemos analizado antes, se ajustaba también al principio de
disciplina como estamento, no como bando-linaje, véase supra. Lógicamente, en el caso de los caba-
lleros más poderosos, aparte de la pertenencia al segmento más alto del estamento, les condicionaba
el potencial privado y de su familia directa.
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TORRES, TIERRAS, LINAJES… 207
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208 JOSÉ MARÍA MONSALVO ANTÓN
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vergente con las reglas y las dependencias linajísticas o banderizas. Estas úl-
timas se basaban en un esquema constituido por enjambres de pirámides
disciplinadas verticalmente de arriba hacia abajo por vínculos de lealtades. El
principio de élite privada era, por el contrario, un estrato horizontal pero de
impronta oligárquica. El dibujo de la simple pertenencia al estamento era
también horizontal, pero no oligárquico. Había, por así decir, una profunda
asimetría geométrica entre unos y otros principios. Los más poderosos com-
prendieron que contaban con suficiente riqueza privada en la ciudad para
tener clientelas personales ajenas a los bandos, con apoyos de influencias
exteriores, con sus propias fortunas y sus casas para pensar sólo en ellos
mismos. Las colectividades formales a las que estaban adscritos, es decir, los
linajes estamentales y los compromisos banderizos, podían ser un estorbo.
Una buena evidencia de ello eran las renuncias de regidurías y otros car-
gos en hijos, yernos o sobrinos: aunque la adscripción a los linajes no se que-
braba, en la práctica los relevos obedecían a impulsos particulares, de la per-
sona y la familia del regidor, no del linaje. No es preciso insistir demasiado en
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TORRES, TIERRAS, LINAJES… 209
102. Sí destacar el reconocimiento que los reyes tuvieron de la misma. Véase, por ejemplo, la
aceptación por los Reyes Católicos no ya de la renuncia sino de la facultad para hacerlo que los
monarcas otorgaban en 1475 al doctor Rodrigo Maldonado de Talavera para dejar a su voluntad su
regimiento con total disponibilidad, renuncia que se efectuaba años después en favor de su hijo
Gonzalo Maldonado, AGS, RGS, 15-11-1475, fol. 682; AGS, RGS, 10-5-1490, fol. 41; o la renuncia en 1486
del regidor Francisco de Villafuerte en su sobrino Juan de Tejeda, AGS, RGS, 6-5-1486, fol. 8, entre
otros casos.
103. Salamanca en la documentación medieval de la Casa de Alba, eds. A. VACA y J. A. BONILLA,
docs. 72 y 73. Véase nota 96.
104. Véase supra, nota 100.
105. Rodrigo Maldonado de Talavera, que comenzó su carrera fuera de Salamanca, en el séquito
del obispo de Sevilla Alonso de Fonseca, tras ser primero alfonsino y luego enriquista, se vinculó
hacia 1467-1468 al duque de Alba, lo que le facilitó ser oidor del Consejo Real (AGS, RGS, 8-1-1475, fol.
49), así como alcalde de casa y corte, S. DE DIOS, El Consejo Real de Castilla (1385-1522), Madrid, 1982,
pp. 261, 305-307, 310. Desde entonces estuvo muy unido a la capital del Tormes. Pero se convirtió
además en uno de los cortesanos más influyentes. En 1476 recibía 10.600 mrs. de juro de heredad en
la renta del vino de Salamanca, AGS, RGS, 31-3-1476, fol. 118. Evidentemente, este tipo de rentas y fa-
vores sólo estaban al alcance de miembros de la oligarquía con conexiones en el exterior, y de hecho
acabó siendo beneficiario de numerosas rentas regias, que podían ascender hacia 1480 a unos 350.000
mrs. anuales, AGS, CCA, DIV, Leg. 5, fol. 116. Véase al respecto M. SANTOS BURGALETA, «Extensiones de
poder: una propuesta de análisis en torno a la articulación de los espacios de poder. La valía del
doctor de Talavera en Salamanca (1475-1521)», en J. BRAVO LOZANO (ed.), Espacios de poder: cortes, ciu-
dades y villas (siglos XVI-XVIII), Madrid, 2002, II, pp. 73-92; id., «Conchas adentro. Política, familia y
patrimonio en casa del doctor Rodrigo Maldonado de Talavera (1468-1542)». Salamanca, Revista Pro-
vincial de Estudios, 50, 2003, pp. 13-50.
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210 JOSÉ MARÍA MONSALVO ANTÓN
ciario de jugosas rentas,106 mostrando así que las posibilidades de éxito de los
grandes patricios no sólo no tenían que pasar por la organización de los li-
najes locales, sino que para los más ricos éstos podían ser algo perfectamen-
te prescindible. Tanto es así —siguiendo con este personaje— que el duque
de Alba quiso en 1472 que el citado Rodrigo Maldonado de Talavera, pese a
estar vinculado al bando de San Benito, obtuviera el puesto de regidor, aun-
que existía un compromiso y una vacante previa que correspondía al bando
de Santo Tomé. Este tipo de repartos y equilibrios entre bandos era una pau-
ta de reparto de poder sobre la que existía el consenso municipal normal-
mente, pero que en este caso ni el doctor ni su mentor quisieron respetar.
Los de Santo Tomé protestaron, probablemente tanto por el hecho de que el
regimiento les correspondía ponerlo a ellos como por pertenecer el benefi-
ciario al bando contrario, según los típicos cupos entre linajes: «en este caso
deste rregimiento paresçe que plaze a vuestra señoría quererlo quitar a dos
prinçipales parientes nuestros e lo fazer menos a nuestro linaje e bando para
lo dar e acreçentar al bando contrario e al doctor de Talavera, que es persona
prinçipal de él, deziendo que tyene vuestra merçed de él grandes cargos».107 Es
sin duda otro buen ejemplo de la fragilidad estructural a que quedaban so-
metidos los bandos-linajes cuando los intereses privados, familiares u oligár-
quicos, amén del patronazgo exterior, conseguían imponer su específico po-
tencial en el entramado de poder urbano. Ahí estaba Rodrigo Maldonado de
Talavera, persona principal del bando de San Benito, pero por encima de
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eso protegido del duque de Alba, miembro del Consejo Real, activo hombre
de la corte, regidor y catedrático, pendiendo con sus enormes influencias
sobre los equilibrios tradicionales de los bandos y las fuerzas vivas locales.
Es más, la rivalidad entre el doctor de Talavera y el arzobispo Fonseca en
la ciudad poco después de 1500, cuando se convirtió ya en la fuente de ten-
sión primordial, es en realidad buena prueba de que las lealtades y discipli-
nas de los linajes no determinaban mecánicamente los alineamientos patri-
cios. El potencial particular de ambos personajes les permitió a cada uno
106. Véase nota anterior. Una carta anterior a 1472 dirigida al Conde de Alba —ese año fue hecho
ya duque— muestra cómo los del bando de Santo Tomé habían ayudado a Talavera, porque así se lo
pidió el de Alba, a entrar en la Universidad, al tiempo que el conde también le había ayudado a
obtener otros ingresos. Habría ocurrido hacia 1468: «(…) ca non ha mucho tienpo que al dicho doctor,
por mandado de vuestra merçed, que nos lo mucho rrogó e mandó, nosotros fuemos cabsa e fezimos
que él oviese e ovo la cátreda de Bísperas, que él tyene en este Estudio. E demás della, ovo e le fueron
dados por cabsa de nosotros más de setenta mill maravedís en dineros de otra cátreda de Prima, que
entonçes avía vacado. E alliende desto, ha rresçebido de vuestra señoría otras muchas merçedes de
maravedís de juro e otras cosas, tanto que de la dicha cátreda e juro que vuestra merçed le dio, tyene
cada año de rrenta en esta çibdad más de çient mill maravedís», pero luego «que oy ha quatro años
él non morava en Salamanca», Salamanca en la documentación medieval de la Casa de Alba, eds. A.
VACA y J. A. BONILLA, cit., doc. 57. Véase nota siguiente.
107. Salamanca en la documentación medieval de la Casa de Alba, eds. A. VACA y J. A. BONILLA,
docs. 56 y 57.
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TORRES, TIERRAS, LINAJES… 211
generar una potente pero nueva «valía». El término valía a lo largo del si-
glo XV había venido siendo sinónimo de «bando», de modo que «parentela y
valía» podían significar lo mismo.108 Pero con el tiempo se había convertido en
alineamiento nuevo. Interesa destacar que las nuevas influencias y valías
rompían ya al final del reinado de Isabel el tradicional enfrentamiento San
Benito/San Martín. O se solapaban a él, para ser más exactos, ya que tanto el
doctor Maldonado de Talavera como Alonso de Fonseca Acevedo tenían am-
bos raíces en San Benito, pese a lo cual no se sometían a la disciplina de este
bando.109 Al final, sus potentes valías, al superponerse al patriciado local y
desplazar las antiguas solidaridades de linaje, conseguían reestructurar las
pirámides de encomendación, clientelismo y patronazgo: hacia abajo, vampi-
rizando caballeros aliados, a menudo al margen de los bandos tradicionales,110
aunque contando con ellos y sus fuerzas de choque, ya que seguían existien-
do; hacia arriba, gracias a la relación con la alta nobleza o las altas esferas de
la monarquía, como en el caso del doctor Talavera y el Consejo Real.
Esos intereses particulares y directamente familiares, pero no ya de ban-
do-linaje, debemos entenderlos como uno de los principios estructurante del
sistema concejil,111 es decir, uno de esos componentes que lo alimentaban y
que sostenían la acción social. Por eso mismo hemos visto comprometida en
la Concordia de 1476 la lealtad a los viejos linajes, por eso las treguas priva-
das y sesgadas de unos pocos a título personal, y por eso también las trayec-
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108. Véase supra, nota 75 donde se comprueba cómo en una querella por agresión se cita en 1478
valía y parentela como sinónimo de bando.
109. El potencial desestabilizador de estas grandes influencias privadas sobre los bandos tradicio-
nales llegaba al punto de que, en los conflictos que se dieron en Salamanca en 1507, los alineamien-
tos de San Benito y San Martín no habían desaparecido, pero en realidad el peso de las tensiones lo
llevaron personajes que lideraban facciones de nueva configuración. Son, como decimos, por un
lado, la de Alonso de Fonseca y Acevedo, arzobispo de Santiago desde 1460 a 1507, que mediante
influencias familiares —los Acevedo, o Anaya-Acevedo, con miembros en el Regimiento, pero tam-
bién aliándose con Solís y Paz, así como varios Anaya-Pereira—, así como el apoyo de varios Maldo-
nado y de otros, se había hecho fuerte formando una facción del patriciado y condicionaría la vida
de la ciudad en aquellas décadas; y por otro lado, liderando la otra gran facción, la valía del citado
doctor Rodrigo Maldonado de Talavera, del Consejo Real y gran cortesano, que lideraba la otra parte
y que logró allegarse varios destacados miembros del patriciado, incluso entre antiguos rivales, entre
ellos Enríquez o Tejeda, Gómez Enríquez, Juan Mejía, el clavero Francisco de Sotomayor o fray Alon-
so Monroy, comendador de La Magdalena. La ruptura con el pasado lo demuestra el hecho de que
varios caballeros apellidados Maldonado, antes generalmente adscritos a San Benito, se hallaban
ahora en las dos facciones —varios hermanos Maldonado apoyaban a Fonseca, por ejemplo—, aje-
nos a las viejas divisiones. Véase sobre los hechos de 1507, C. I. LÓPEZ BENITO, Bandos nobiliarios,
pp. 88-93; y testimonios documentales de estos hechos, ibid., ap. doc., pp. 210-218; M. VILLAR Y MACÍAS,
Historia de Salamanca, V, p. 109. Véase asimismo, A. SENDÍN CALABUIG, El Colegio Mayor del Arzobispo
Fonseca en Salamanca, Salamanca, 1977, p. 28, 40; asimismo, M. SANTOS BURGALETA, «Extensiones de
poder», cit.
110. Es decir, los que habían sido preponderantes durante buena parte del XV con sus viejos lide-
razgos: los Maldonado y Anaya en San Benito; los Solís o los Tejeda en Santo Tomé.
111. Véase el cuadro sobre principios vertebradores incluido unas páginas atrás.
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212 JOSÉ MARÍA MONSALVO ANTÓN
cos de la ciudad pero carecían de poder efectivo. Pero además de estos re-
glados y convencionales linajes y bandos, otros principios impulsaron tam-
bién a los caballeros urbanos: el dinero familiar abundante, los intereses
privativos de la estricta «casa» familiar o la influencia política local en círculos
muy restringidos, los de los «principales», aquellos plutócratas que poseían
rentas cuantiosas y haciendas de primer nivel por toda la Tierra de Salaman-
ca, protagonistas a veces de pactos o acuerdos privados y personales; pero
igualmente influyó la atracción externa, con las «parcialidades» de la alta no-
bleza o de la «corte» en el horizonte de la privanza y las disputas políticas del
reino. En definitiva, estos últimos principios de riqueza, oligarquía, acciones
personales, patronazgo y alianzas externas disputaban a los ortopédicos, lo-
calistas, tradicionales y estamentales linajes la supremacía, la hegemonía,
dentro de la constelación de valores y actitudes de las élites de la ciudad.
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Anexo
Lugares controlados por grandes propietarios salmantinos:
«herederos mayores» de los lugares señalados y dueños (llama-
dos «señores») de términos redondos 112
Abusejo • María de Monroy y Enrique En- • 1466, AMCR, leg. 300 (leg. 17,
ríquez de Sevilla n.º 8)
Término redondo (en 1466 ven-
den la mitad a María Pacheco y
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1. Con asterisco los señoríos propiamente dichos, es decir, lugares sobre los que tuvieron plena
jurisdicción reconocida.
2. Refs. documentales: DMCiudad Rodrigo = Documentación medieval del Archivo Municipal de
Ciudad Rodrigo, eds. A. BARRIOS, J. M.ª MONSALVO y G. DEL SER, Salamanca, 1988 (hasta 1442); AMCR=
Archivo Municipal de Ciudad Rodrigo (doc. de archivo, desde 1442); «Linajes de Salamanca» = Linajes
de Salamanca (Ms. del Archivo de la Catedral, del siglo XVIII), ed. J. SÁNCHEZ VAQUERO, Salamanca, UP,
2001; AGS, RGS= Archivo General de Simancas, Registro General del Sello; ARCHV= Archivo de la
Chancillería de Valladolid; AMS= Archivo Municipal de Salamanca; AMAT, LAC= Archivo Municipal de
Alba de Tormes, Libro de Acuerdos del Concejo; DHAT= Documentación histórica del Archivo Muni-
cipal de Alba de Tormes (siglo XV), ed. J. M.ª MONSALVO, Salamanca, 1988; DCasaAlba-Sal = Salamanca
en la documentación medieval de la Casa de Alba (eds. A. VACA y J. A. BONILLA), Salamanca, 1989;
Catálogo de documentos del Archivo Catedralicio de Salamanca= Catálogo de documentos del Archi-
vo Catedralicio de Salamanca (siglos XII-XV), eds. F. MARCOS RODRÍGUEZ, Salamanca, 1962; LActasCap.=
Los libros de Actas Capitulares de la Catedral de Salamanca (1298-1489). Colección Instrumentos del
AC de Salamanca 2, ed. R. VICENTE BAZ, Salamanca, Archivo Catedral, 2008; Test. F. Sotomayor= C. I.
LÓPEZ BENITO, «Don Francisco de Sotomayor —clavero de Alcántara—, un prototipo de caballero en
la temprana Edad Moderna», Studia Historica. Historia Moderna, IX, 1991, p. 218-221. Test. Álvarez
Maldonado = M.ª R. Y. PORTAL MONGE, «Sepulcro de los Maldonado en la iglesia de San Benito de
Salamanca», Salamanca. Revista Provincial de Estudios, ns. 22-23, 1986-1987, pp. 21-55; M. VILLAR Y MA-
CÍAS, Historia de Salamanca= M. VILLAR Y MACÍAS, Historia de Salamanca, Salamanca, Graficesa, 1973-
1975, 9 vols. (1ª ed. 3 vols., 1887), esp. vols. IV y V.
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214 JOSÉ MARÍA MONSALVO ANTÓN
Alcornocal, Tierra • Juan de Tejeda, hijo de Fernan- • Fines siglo XV, «Linajes de Sala-
de Ledesma do de Tejeda, dueño de Tejeda manca» (Ms. Arch. Cat.), p. 349.
Altejos, Tierra de • Rodrigo Godínez, señor de Ta- • Med. siglo XV, Pesquisa térmi-
Salamanca, junto mames nos Sal. 1433-1453 (BN, Ms. Res
a la villa de Ta- n.º 233), fols. 223 y ss., 253 ss.,
mames. 252v y ss.
• 1459, AMCR, leg. 305 (leg. 22)
• 1485, AGS, RGS, 6-7-1485, fol.
107
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TORRES, TIERRAS, LINAJES… 215
Araúzo,* antigua • Juan Sánchez de Sevilla, caba- • 1407, AMAT, LAC, 1407, f. 15v
Tierra de Alba llero salmantino
Término redondo
• Fernán Rodríguez de Sevilla, • 1428, AMAT, LAC, 1428, f. 70v
caballero
Término redondo
• Juan de Arauzo, regidor de Sa- • AGS, RGS, 25-9-1498, fol. 153;
lamanca ibid., 15-2-1499, fol. 34
Babilafuente, Tie- • Pedro Suárez de Solís y María • Antes de 1480, AGS, RGS, 7-3-
rra de Salamanca del Águila 1480, fols. 21; 28-9-1480, fol. 115;
ibid., 6-7-1485, fols. 99; 20-3-
1486, fol. 78
• Adquirida por doctor Rodrigo • Finales siglo XV, AGS, RGS, 15-
Maldonado de Talavera, regi- 6-1486, fols. 131; 19-12-1494, fol. 1.
dor y del Consejo Real (señor • AGS, RGS, 18-11-1500, Ejecuto-
de Avedillo, en Zamora) rias, caja 153,7
• RGS, CCA,CED, 9, 105, 6
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216 JOSÉ MARÍA MONSALVO ANTÓN
Barbalos, Tierra • Doctor Rodrigo Maldonado de • AGS, RGS, 11-6-1492, fol. 79.
de Salamanca Talavera, en disputa por la ad- RGS, CCA, CED, 9,105,6
quisición con Juan de Solís. Ha-
bía pertenecido a Juan Maldo-
nado de Hontiveros
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TORRES, TIERRAS, LINAJES… 217
Buenamadre, lí- • Diego Arias Maldonado, arce- • 1341-1350, Villar y Macías, Histo-
mite entre Tierras diano de Toro, canónigo de Sa- ria de Salamanca, IV, p. 11.
de Ledesma y Sa- lamanca • 1374, «Linajes de Salamanca»
lamanca • Arias Díaz Maldonado, (hijo de (Ms. Arch. Cat.), p. 273
Diego Arias Maldonado)
Término redondo
• Posteriormente pasaría al seño-
río de la Iglesia catedral salman-
tina (siglo XV).
rra de Ciudad Ro- aldea) 102, 114, 115, 116, 117, 122, 123
drigo, cerca de Término redondo, no reconocido • 1482, AMCR, leg. 302 (leg. 19,
Tierra de Sala- • Gómez de Anaya, regidor de n.º 2 A)
manca Salamanca, privatiza ilegalmen-
te el lugar
Lo posee el linaje Enríquez, que
enlazó co Anaya. • AGS, RGS, 20-6-1497, fol. 93; 27-
• Alonso Enríquez Anaya, caba- 10-1497, fols. 172; 2-10-1498, fol.
llero salmantino 343; 11-10-1498, fol. 46
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218 JOSÉ MARÍA MONSALVO ANTÓN
Campo de Mu- • Enrique Enríquez, Fernán Nie- • Med. siglo XV, Pesquisa térmi-
ñodoño (véase to, caballeros salmantinos nos Sal. 1433-1453, (BN, Ms. Res
Muñodoño) n.º 233), 135v y ss., 148, 151v-152
Cañedo de las • Antón de Paz, caballero, regidor • 1455, col. Salazar y Castro, RAH,
Dueñas, lugar jun- • Su hijo Lorenzo de Paz, regidor t. XXVIII, Madrid, 1961, n.º 44.876,
to a San Pelayo de Término Redondo p. 230
Guareña • Med-finales siglo XV, «Linajes
de Salamanca» (Ms. Arch. Cat.),
pp. 41, 43
Casasola, Tierra • Diego de Solís, caballero sal- • Med. siglo XV, Pesquisa térmi-
de Salamanca mantino nos Sal. 1433-1453 (BN, Ms. Res
Luego sus descendientes (hijos n.º 233), fol. 168
Alfonso de Solís, Pedro de Solís, • 1444-siglo XV, «Linajes de Sala-
María de Solís) manca» (Ms. Arch. Cat.), pp. 413-
414
• María de Solís, casada con Gon- • c. 1500 «Linajes de Salamanca»
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Castro (llamado • Enrique Enríquez, caballero y • Med. siglo XV, Pesquisa térmi-
hoy Castroenrí- regidor salmantino, esposo de nos Sal. 1433-1453 (BN, Ms. Res
quez), Tierra de María de Monroy n.º 233), 135v, 263 y ss., 267
Salamanca Término redondo-heredero ma-
yor
Castroverde (con • Juan Arias Maldonado, caballe- • Med. siglo XV, Pesquisa térmi-
Aldehuela), en la ro salmantino, hijo de Rodrigo nos Sal. 1433-1453 (BN, Ms. Res
Sierra de Frades, Arias, dueño de El Maderal n.º 233), fols. 188v y ss.
Tierra de Sala- Término redondo
manca
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TORRES, TIERRAS, LINAJES… 219
Centerrubio, Tie- • Melén Suárez de Solís, caballe- • 1484, Villar y Macías, M., Histo-
rra de Salamanca ro salmantino, hijo de Francis- ria de Salamanca, V, p. 27
co de Solís • Fines siglo XV, «Linajes de Sala-
manca» (Ms. Arch. Cat.), p.
389-390
Cojos de Rollán, • Diego de Solís, caballero sal- • Med. siglo XV, Pesquisa térmi-
Tierra de Sala- mantino nos Sal. 1433-1453 (BN, Ms. Res
manca Término redondo n.º 233), fols. 38v, 43v, 52, 52v,
57, 59, 62v, 168, 268-268v, 269
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Coquilla de Hue- • Gonzalo Vázquez Coronado, • 1480, AGS, RGS, f. 66, 11-10-
bra, Tierra de Sa- Juan Vázquez Coronado, caba- 1480; 28-3-1480, fol. 134
lamanca lleros salmantinos • 1483, «Linajes de Salamanca»
Término redondo-heredero prin- (Ms. Arch. Cat.), p. 117
cipal del lugar
Cortos, en la Sie- • Diego Arias Anaya, caballero • 1433, Pesquisa términos Sal.
rra, Tierra de Sa- salmantino 1433-1453
lamanca Heredero mayor-Término redondo • (BN, Ms. Res n.º 233), fols. 195v
y ss.
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220 JOSÉ MARÍA MONSALVO ANTÓN
El Cubo, sur de la • Fernán Martínez Nieto, hijo de • Fines siglos XIV-XV «Linajes de
Tierra de Ledes- Martín Fernández Nieto Salamanca» (Ms. Arch. Cat.),
ma Sucesión en la familia Nieto (Fer- pp. 273-279
nán Nieto el Viejo y descendien-
tes), familia de caballeros exten- • Med. siglo XV, «Linajes de Sala-
didos por Ledesma, Ciudad manca» (Ms. Arch. Cat.), p. 325
Rodrigo y Salamanca
Don Andrés, lu- • Gómez de Benavides, señor de • c. 1450, Pesquisa términos Sal.
garejo despobla- Vecinos, San Muñoz y Matilla 1433-1453 (BN, Ms. Res n.º 233),
do de la Tierra de de los Caños fols. 38, 43, 107v y ss., 112, 115,
Salamanca, cerca Término redondo despoblado 258v-259
de los señoríos (no reconocido)
de San Muñoz
Espinarcillo, des- • Pedro de Paz, caballero sal- • Antes de 1428, AMS, caja 2985,
poblado cerca de mantino n.º 13
Tardáguila, al Termino redondo
norte de la Tierra • Benito Fernández Maldonado • Med. siglo XV, «Linajes de Sala-
de Salamanca manca» (Ms. Arch. Cat.), p. 145
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Espino Rapado, lu- • Antón de Paz, regidor de Sala- • Med.-finales siglo XV, «Linajes
gar junto a San Pe- manca, y sus descendientes de Salamanca» (Ms. Arch.
layo de Guareña Cat.), pp. 41, 43
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TORRES, TIERRAS, LINAJES… 221
Garriel, en la Sie- • Pedro González, canónigo, hijo • 1433, Pesquisa términos Sal. 1433-
rra de Frades, Tie- del doctor Alfonso Rodríguez 1453
rra de Salamanca Heredero mayor en el lugar (BN, Ms. Res n.º 233), fols. 193 y
ss.
Llen (o Laýn), en • Alfonso Álvarez Anaya, caba- • Med. siglo XV, Pesquisa térmi-
la Sierra de Fra- llero salmantino nos Sal. 1433-1453 (BN, Ms. Res
des, Tierra de Sa- Término redondo n.º 233), fols. 187v y ss.
lamanca
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222 JOSÉ MARÍA MONSALVO ANTÓN
El Maderal (Za- • Diego Arias Maldonado, arce- • c. 1360-1374, Cat. Vieja de Sala-
mora) diano de Toro, y luego su hijo manca, epitafio; Villar y Ma-
Arias Díez Maldonado cías, Historia de Salamanca,
IV, p. 18
• Juan Arias Maldonado, hijo de • 1433, Pesquisa términos Sal.
Rodrigo Arias Maldonado, el 1433-1453 (BN, Ms. Res n.º 233),
Viejo fol. 188v-189
• Rodrigo Arias Maldonado • AGS, RGS, 3-12-1492, fol. 2
Luego Juan Arias Maldonado
Matilla de los Ca- • Juan Alfonso de Benavides • 1341 (inserta en AGS, RGS, 17-
ños* 11-1496, fol. 3
(Valdematilla) • Gómez de Benavides, mariscal • 1420 (inserta en AGS, RGS, 17-
11-1496, fol. 4
• Med. siglo XV Pesquisa térmi-
nos Sal. 1433-1453 (BN, Ms. Res
n.º 233), 54v, 62, 121
• Gómez de Benavides, sobrino • 1490, ARCHV, Reales Ejecuto-
de Gómez de Benavides, maris- rias, caja 31, 16; AGS, RGS, 17-11-
cal 1496, fol. 4
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TORRES, TIERRAS, LINAJES… 223
Moncantar, Tierra • Alfonso de Solís, caballero sal- • 1476, Villar y Macías, M., Histo-
de Salamanca mantino ria de Salamanca, V, p. 45
• AHN, Secc. Nobleza, Duques
Fernán Núñez, caja 1079, doc. 2
La Moral, cercano • Doctor Alonso de Paz, caballe- • Med. siglo XV, Pesquisa térmi-
a Salamanca (en ro salmantino, y su mujer nos Sal. 1433-1453 (BN, Ms. Res
los cotos cercanos n.º 233), 37v, 50, 56, 57, 64v
a la misma)
Tierra de Salaman- de los Caños (BN, Ms. Res n.º 233), fols. 114v y
ca, cerca de San Término redondo despoblado (no ss., 258v
Muñoz y Vecinos reconocido)
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224 JOSÉ MARÍA MONSALVO ANTÓN
Tierra de Sala- de los Caños fols. 42v, 51v-52, 54, 112, 115, 258v-
manca, cerca de Término redondo despoblado (no 259
San Muñoz y Ve- reconocido)
cinos
Panaderos, próxi- • Pedro Suárez, Fernando de Sal- • Med. siglo XV, Pesquisa térmi-
mo a Salamanca, daña y el alcaide de Villanueva nos Sal. 1433-1453 (BN, Ms. Res
situado en los cotos de Cañedo n.º 233), fols. 37v, 44v, 50, 56, 64
de la misma y pro- • Fernando de Araújo • 1482, AMS, Inventario Tumbo,
pio del concejo fols. 277-278; AMS, R/ 2.338
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TORRES, TIERRAS, LINAJES… 225
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226 JOSÉ MARÍA MONSALVO ANTÓN
Santa Olalla, con • Diego López de Tejeda, hijo • «Linajes de Salamanca» (Ms.
Ribas (y la aceña bastardo de Alfonso de Tejeda, Arch. Cat.), p. 365
de La Flecha, cer- señor de Tejeda • 1489, Villar y Macías, Historia
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ca de Cabrerizos), de Salamanca, V, p. 48
Tierra de Sala-
manca
Santibáñez de Ca- • Pedro de Paz, hijo del regidor • Finales siglo XV, «Linajes de Sa-
ñedo, cerca de Antón de Paz lamanca» (Ms. Arch. Cat.),
Villanueva de Ca- Término Redondo pp. 42, 123
ñedo
Segoviela de la • Pedro Bonal, caballero de Sala- • Med. siglo XV, Pesquisa térmi-
Sierra, junto a Fra- manca nos Sal. 1433-1453 (BN, Ms. Res
des, Tierra de Sa- n.º 233), fols. 181 y ss.
lamanca
Tamames,* Tierra • Rodrigo Godínez, caballero sal- • Med. XV, Pesquisa sobre térmi-
de Salamanca mantino, señor de Tamames nos (BN, Ms. Res n.º 233), 221-
223v, 254v-255v
• 1458, DHAT, doc. 154
• 1459. AMCR, leg. 305 (leg. 22)
• AGS, RGS, 19-11-1480, fol. 9
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TORRES, TIERRAS, LINAJES… 227
Tardáguila, Tierra • Doctor Alfonso de Paz • Med. siglo XV, «Linajes de Sala-
de Salamanca manca» (Ms. Arch. Cat.), p. 151
• Su hijo Juan de Paz, regidor • Fines siglo XV, «Linajes de Sala-
manca» (Ms. Arch. Cat.), p. 152
Tejeda, Tierra de • Alfonso López de Tejeda, caba- • 1341-1350, Villar y Macías, Histo-
Salamanca llero salmantino ria de Salamanca, IV, p. 11
Término redondo (intento de ha- • 1433, Pesquisa términos Sal.
cer señorío) 1433-1453 (BN, Ms. Res n.º 233),
• Alfonso de Tejeda fols. 207v y ss.
• Fernando de Tejeda, sobrino • 1450, AMS, R/ 2328
de Alonso de Tejeda, caballero • 1453, AMS, R/ 2332
salmantino • 1453, Pesquisa términos Sal.
Término redondo (intento de ha- 1433-1453 (BN, Ms. Res n.º 233),
cer señorío) fols. 43v-45, 59, 63v, 64v y ss.,
230v, 246v y ss.
• Sucesores de Fernando de Te- • AGS, RGS, 7-6-1480, fols. 162,
jeda. El hijo mayor, Diego de 164
Tejeda, litiga con sus herma- • AGS, RGS, 3-3-1491, fol. 417
nos. • AGS, RGS, 6-5-1497, fol. 173
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Torre de Juan Pa- • Gómez de Benavides, señor de • Med. siglo XV, Pesquisa térmi-
checo, despobla- Vecinos, San Muñoz y Matilla nos Sal. 1433-1453 (BN, Ms. Res
do cerca de Veci- de los Caños n.º 233), fol. 118
nos, señorío de
Gómez de Bena-
vides.
La Torre, Tierra de • Gonzalo Vázquez Coronado, • 1480 AGS, RGS, 11-10-1480, fols.
Salamanca caballero salmantino 66; 28-3-1480, fol. 134
Término redondo (la mitad)
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228 JOSÉ MARÍA MONSALVO ANTÓN
Trinteras, lugar cer- • Diego de Acevedo, caballero • Med. siglo XV, Pesquisa térmi-
ca de Salamanca salmantino, hacendado en el nos Sal. 1433-1453 (BN, Ms. Res
lugar n.º 233), fol. 58
Valverde de Gon- • Gonzalo Yáñez de Ovalle, ca- • 1411, AMAT, LAC, fol. 52
zaliáñez,* sur Tie- ballero salmantino • 1414, «Linajes de Salamanca»
rra de Alba (Ms. Arch. Cat.), pp. 208, 422
• Sucesión dentro de la familia • 1458 DHAT, doc. 154
Ovalle • Fines siglo XV, «Linajes de Sala-
• Gonzalo Yáñez de Ovalle manca» (Ms. Arch. Cat.),
pp. 224-225
• 1458
DHAT, doc. 154
• 1493, ARCHV. Reales
• Su sobrino, Gómez de Benavi- Ejecutorias, caja 53, 16; AGS, RGS,
des 17-11-1496, fol. 4
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TORRES, TIERRAS, LINAJES… 229
Villares de Yeltes, • Francisco de Paz, hijo del regi- • Finales siglo XV, «Linajes de Sa-
Tierra de Ledes- dor Antón de Paz lamanca» (Ms. Arch. Cat.),
ma, limítrofe a la Término Redondo pp. 42, 111
de Salamanca
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230 JOSÉ MARÍA MONSALVO ANTÓN
Villoria de Buena- • Arias Díaz Maldonado (hijo del • 1374, «Linajes de Salamanca»
madre, Tierra de arcediano de Toro Diego Arias (Ms. Arch. Cat.), p. 273
Salamanca Maldonado) • Catálogo de documentos del
Término redondo. Reclamado has- Archivo Catedralicio de Sala-
ta 1383 por Fernán Martínez Nieto. manca (ed. F. Marcos) n.os 945,
En litigio con el Cabildo salman- 948, 962, 977-981, 995, 996, 1004
tino, lo tuvo Fernán Nieto de Le-
desma (lo perdió en pleito de
1449-1463)
Vitonuño, Tierra • Gonzalo Vázquez Coronado, • 1480, AGS, RGS, 11-10-1480, fols.
de Salamanca caballero salmantino 66; 28-3-1480, fol. 134
Término redondo-heredero prin-
cipal del lugar
sillo, sur de la Tie- Matilla de los Caños, San Muñoz Noblezas, Duques de Frías,
rra de Salamanca. caja 1681, doc. 12
Alrededores de • 1420 (inserta en AGS, RGS, 17-
los lugares 11-1496, fol. 4)
• 1421 DMCiudad Rodrigo, doc. 101.
• med. XV (BN, Ms. Res n.º 233),
fols. 38, 43v, 52, 54v, 111v y ss.
• AGS, RGS, 17-11-1496, fol. 3, fol, 4
• c. 1450, Pesquisa términos Sal.
1433-1453 (BN, Ms. Res n.º 233),
fols. 251 y ss.
(Posteriormente señorío eclesiás- • Med. siglo XV (villazgo en 1453)
tico) H. Almeida, El Cabaco, Salaman-
ca, 1993, p. 289
• 1477 AHN, Códices L. 1419
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Cofradías y concejos: encuentros y desencuentros
en San Sebastián a finales del siglo XV
1. Este trabajo ha sido realizado en el marco del proyecto de investigación HAR2010-14826 (HIST).
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232 SOLEDAD TENA GARCÍA
grado de violencia que se dio en ellos. Parece que fue elevado pero no tenemos datos sino indirec-
tos.
3. Buena muestra de ello es el número de vecinos de Santander que pertenecían a la Cofradía de
San Martín. En 1504, 800 de los 1.000 vecinos de la villa estaban integrados en ella. J. A. SOLÓRZANO
TELECHEA, «Santander, puerto atlántico medieval», en F. GÓMEZ OCHOA (ed.), Santander, puerto, histo-
ria, territorio, Bilbao, 2011, pp. 93-125 y p. 119. O los 700 vecinos de San Vicente de la Barquera, de un
total de 800, que en 1494 formaban parte de la Cofradía de pescadores. Id., «Linaje, comunidad y
poder: desarrollo urbano y consolidación de identidades urbanas contrapuestas en la Castilla bajome-
dieval», Familia y sociedad en la Edad Media. Siglos XII-XV, Zaragoza, 2007, pp. 71-94, 91-92.
4. Los cita J. A. SOLÓRZANO TELECHEA, «Las nereidas del norte: puertos e identidad urbana en la
fachada cantábrica entre los siglos XII y XV», Anales de la Universidad de Alicante. Historia Medieval,
16, 2009-2010, pp. 39-61, p. 46. Son, de este a oeste, los puertos de Fuenterrabía, San Sebastián, San-
tander, Laredo, Castro, Avilés, Ribadeo, La Coruña, Vivero, Betanzos, Ortiguiera, Cedeira, Ferrol, Ba-
yona, Laguardia, Padrón y Noya.
5. Excelentes análisis del papel de las agrupaciones de oficios en Castilla y de su casi nulo peso
en el gobierno urbano en J. M.ª MONSALVO ANTÓN, «Los artesanos y la política en la Castilla medieval.
Hipótesis acerca de la ausencia de las corporaciones de oficio de las instituciones de gobierno urba-
no», en S. CASTILLO y R. FERNÁNDEZ (coords.), Historia social y ciencias sociales, Lleida, 2001, pp. 292-
319; ID., «Aproximación al estudio del poder gremial en la Edad Media castellana. Un escenario de
debilidad», En la España Medieval, 25, 2002, pp. 135-176.
6. Hay numerosas publicaciones sobre las cofradías del Cantábrico en la Edad Media editadas en
los últimos años. Aquí solamente citaremos algunas de las que consideramos fundamentales. J. I.
ERKOREKA GERVASIO, Análisis histórico-institucional de la cofradías de mareantes del País Vasco, Vito-
ria, 1991; E. GARCÍA FERNÁNDEZ, «Las cofradías de oficios en el País Vasco durante la Edad Media (1350-
1550)», Studia Historica, Historia Medieval, 15, 1997, pp. 11-40; id., «Las cofradías de mercaderes, ma-
reantes y pescadores vascas en la Edad Media», en B. ARÍZAGA BOLUMBURU y J. A. SOLÓRZANO TELECHEA
(coords.), Ciudades y villas portuarias del Atlántico en la Edad Media, Logroño, 2005, pp. 257-294; id.,
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COFRADÍAS Y CONCEJOS… 233
«Las cofradías de pilotos, mareantes y pescadores vascas siglos XIV al XVI)», 118, Congress National des
sociétés Historiques et scientifiques, 1995, pp. 357-375; J. L. CASADO SOTO, «Pescadores y linajes: estratifi-
cación social y conflictos en la villa de Santander (siglos XV-XVI)», Altamira, 40, 1976-1977, pp. 185-229;
J. A. GARCÍA DE CORTAZAR, B. ARIZAGA BOLUMBURU, M.ª L. RÍOS RODRIGUEZ y M.ª I. VAL VALDIVIESO, Bizca-
ya en la Edad Media, San Sebastián, 1994, II, pp. 94-117; M.ª J. SUÁREZ ÁLVAREZ, «Ordenanzas del nobi-
lísimo gremio de mareantes y navegantes fijosdalgo de la villa y puerto de Luarca y Tierra de Valdés,
del año 1468», Asturiensia Medievalia, 2 1974, pp. 251-257; J. J. PÉREZ VALLE, «El noble gremio de la mar
de la villa y puerto de Ribadesella», Boletín del Real Instituto de Estudios Asturianos, 50, 1996, pp. 99-
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164; J. ARAY SALAZAR y R. OJEDA SAN MIGUEL, Proa a la villa: Notas históricas del Noble Cabildo de Pes-
cadores y Mareantes de San Andrés y San Pedro de Castro Urdiales, Bilbao 2003; M. SERNA VALLEJO,
«Una aproximación a las Cofradías de Mareantes del Corregimiento de las Cuatro Villas de la Costa»,
Rudimentos Legales 5. Revista de Historia del Derecho, 2003, pp. 299-347; J. A. OLÓRZANO TELECHEA, «Las
ordenanzas de la Cofradía de Mareantes de San Vicente de la Barquera (1330-1537): un ejemplo tem-
prano de institución para la acción colectiva en la Costa Cantábrica en la Edad Media», Anuario de
Historia del Derecho Español, 81, 2011, pp. 1029-1050; M.ª S. TENA GARCÍA, «Composición social y articu-
lación interna de las cofradías de pescadores y mareantes. (Un análisis de la explotación de los re-
cursos marítimos en la Marina de Castilla durante la Baja Edad Media)», Espacio, Tiempo y Forma.
Serie III, Historia Medieval, 8, 1995, pp. 111-134.
1. Algo que ya habían conseguido algunos lugares, aunque los problemas continuaron por la
escasa legislación al respecto. Véase por ejemplo, lo ocurrido en Santander entre 1418 y 1431, siguiendo
el capitulado de Vitoria, en J. A. SOLÓRZANO TELECHEA, «Élites urbanas y construcción del poder conce-
jil en las Cuatro Villas de la Costa de la Mar (siglos XIII-XV)», en B. ARÍZAGA BOLUMBURU y J. A. SOLÓRZA-
NO TELECHEA (coords.), Ciudades y villas portuarias del Atlántico…, op. cit., pp. 187-230, 203-204.
2. J. L. BANÚS Y AGUIRRE, «Ordenanzas de la Cofradía de Santa Catalina», Boletín De Estudios Histó-
ricos De San Sebastián, 8, 1974, pp. 73-106 con parte de las ordenanzas de 1489, y P. M. SORALUCE, «Las
cofradías de mareantes de San Sebastián desde la Edad Media hasta nuestros días», Euskal Erria, XX-
VIII, 1983, pp. 380-384, 407-414 y 459-466.
3. La transcripción de las ordenanzas de la de San Nicolás en 1491 en ibidem. Habla de la exis-
tencia de la de San Pedro E. GARCÍA FERNÁNDEZ, Gobernar la ciudad en la Edad Media. Oligarquías y
élites urbanas en el País Vasco, Vitoria, 2004, p. 238.
4. Un excelente estudio sobre la actividad pesquera y todo lo relacionado con ella en el Cantá-
brico de los últimos siglos medievales en B. ARÍZAGA BOLUMBURU, «La pesca en el País Vasco en la
Edad Media», Itsas Memoria. Revista de Estudios Marítimos del País Vasco, 3, 2000, pp. 13-28.
5. J. I. ERKOREKA GERVASIO, Análisis histórico-institucional de las cofradías de mareantes vascas…,
op. cit., p. 84.
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234 SOLEDAD TENA GARCÍA
acceder, pero que, en la práctica, veían frenado una y otra vez.11 Es lógico
que estos grupos intermedios utilizarán otras plataformas de poder para in-
tentar acceder al gobierno urbano, siendo las cofradías de oficios de la mar
el instrumento más factible a lo largo de toda la costa cantábrica,12 y que,
frustrados, provocaran problemas en el seno de la villa.
6. La Cofradía de San Pedro, cuyas ordenanzas datan de 1379. V. J. HERRERO LIZEAGA, «Transcrip-
ción de las ordenanzas de la Cofradía de Mareantes de San Pedro de Fuenterrabía (1361-1551)», Cua-
dernos de Sección. Historia-Geografía, 10, 1985, pp. 315-334.
7. Cuya cofradía data de 1799. J. I. ERKOREKA GERVASIO, Análisis histórico-institucional de las co-
fradías de mareantes vascas…, op. cit., p. 71.
8. Lo describe en profundidad ibidem, pp. 139-203.
9. S. TENA GARCÍA, «Composición social y articulación interna de las cofradías…», op. cit., p. 126.
10. M.ª S. TENA GARCÍA, La sociedad urbana en la Guipúzcoa costera medieval. San Sebastián,
Rentería y Fuenterrabía (1200-1500), San Sebastián, 1997, pp. 314-317. Las transformaciones sufridas con
las reformas desde 1488 en E. GARCÍA FERNÁNDEZ, «La Comunidad de San Sebastián a fines del siglo XV:
un movimiento fiscalizador del poder concejil», Espacio, Tiempo y Forma. Serie III. Historia Medieval,
6, 1993, pp. 543-572.
11. M.ª I. VAL VALDIVIESO, «Élites urbanas en la Castilla del siglo XV. (Oligarquía y Común)», en FH.
TEMUDO (ed.), Élites e redes clientelares na Idade Media, Lisboa, 2001, pp. 71-81.
12. En las villas cántabras tuvieron algunos éxitos. J. A. SOLÓRZANO TELECHEA, «Élites urbanas y
construcción del poder concejil en las Cuatro Villas de la Costa de la Mar (siglos XIII-XV)», en B. ARÍ-
ZAGA BOLUMBURU y J. A. SOLÓRZANO TELECHEA (coords.), Ciudades y villas portuarias del Atlántico…, op.
cit., pp. 187-230.
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COFRADÍAS Y CONCEJOS… 235
Y no es menos cierto que una buena parte de los habitantes de las villas
se mantuvieron al margen de estos intentos de acceso al poder. Eso sí, que-
rían ver defendidos sus intereses, que sintonizaban con los de los grupos
intermedios en las cofradías,13 y que los abusos de los poderosos no fueran
muchos. Su fácil manipulación se pone manifiesto en todos los conflictos
entre cofradías, sus dirigentes, intitulados como defensores del común de la
villa14 y otros poderes, sean el propio concejo urbano, los vecinos, reyes,
Hermandades, los denominados Parientes Mayores, etc.
La imagen que de sí mismos proyectaban los dirigentes de las cofradías
quería estar en consonancia con la de sus subordinados,15 en una sintonía
que agrupaba como un «todo» a diferentes sectores de las villas, donde las
relaciones socioeconómicas que enlazaban a sus miembros se complican con
otras vinculaciones de tipo personal, caritativo, asistencial, religioso, moral,
político,16 difíciles de desenmascarar.17
Las cofradías se convirtieron en el siglo XV, sobre todo en la segunda par-
te del mismo, para la zona que estudiamos, en un instrumento en manos de
sectores en alza en las villas que deseaban acceder a un poder político con-
cejil que se les estaba cerrando y veían una posibilidad a través de la integra-
ción de los cargos directivos de las mismas en puestos de gobierno urbano,18
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236 SOLEDAD TENA GARCÍA
ya que no conseguían ser elegidos por otros medios con los consiguientes
enfrentamientos. Y la consecuencia lógica: las ordenanzas villanas son duras
en extremo con aquellos que perturbasen con su presencia o actuaciones la
paz de las reuniones del concejo,19 prohibiendo cualquier otro tipo de
reunión sin autorización y presencia concejil.20 Una asimilación de estas éli-
tes, como ocurrió en otras villas, hubiera frenado los conflictos, reduciéndo-
los al mínimo.
El reinado de Enrique IV ya se muestra tumultuoso, con numerosos pro-
blemas e intentos de anular las cofradías mediante el recurso al amparo real21
o a instituciones de carácter superior al concejo,22 que intentaron prohibir la
presencia de las cofradías en las reuniones del concejo cuando no eran invi-
tados, pero que no consiguieron frenarlas pese a las reiteradas cartas reales.23
cosas con gran desacierto y se han seguido muchos inconvenientes y dado causa a muchos escándalos
y disenciones de que se pudieran seguir muchas muertes y total destrucción del pueblo». J. I. ERKOREKA
GERVASIO, Análisis histórico-institucional de las cofradías de mareantes vascas…, op. cit., p. 471.
19. 10.000 mrs. de multa y dos años de destierro de la villa en caso de que no hubiera heridos
entre los cargos y oficiales de la villa, puesto que en ese caso la pena sería de muerte. Ibidem, p, 41,
tít. 20 de las ordenanzas de la villa de 1489.
20. «(…) por evitar los daños e inconvenientes que dello se podrían seguir, ordenamos y manda-
mos que ninguno ni algunos vecinos y moradores de la dicha villa ni otras personas no sean osados
en la dicha villa e su juridición de se juntar a voz de cofradía ni fazer comidas ni comer en uno en
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nombre de cofradía ni fazer ayuntamiento alguno de gente so color que los facen para algunas cosas
necesarias… no lo puedan fazer (…) sin que primero requieran a los Alcaldes y Jurados que estuvie-
ren en el Regimiento (…) que non estén más en el regimiento de cuanto propongan su fabla aquello
a qué vienen, e despues, en ausencia, se provea en ello en el dicho regimiento como entendiesen que
cumple». Ibidem, p. 471. Otro título de las ordenanzas regula esta misma cuestión más adelante. Ibi-
dem, p. 473.
21. Las cortes de Toledo de 1462 prohibieron todas aquellas que que no tuvieran fines estricta-
mente piadosos. Cortes de los antiguos reinos de León y Castilla, Madrid, 1861-1903, tomo III, pp. 719-
720.
22. Unos años antes, en el Cuaderno de Ordenanzas de la Hermandad de Guipúzcoa de 1457, se
prohibían todas las cofradías realizadas en villas costeras no sancionadas por el monarca, ordenando
su disolución porque «(…) al prinçipio parezcan ser fechas a buen fin pero a las bezes recreçen dellas
desseruiçio al rey nuestro señor e daño a la dicha provinçia (…)». Ordenanzas de la Hermandad de
Guipúzcoa (1375-1463), ed. E. BARRENA OSORO, San Sebastián, 1982, p. 132 (tít. CXXXVI). Y en 1463, en
el nuevo cuaderno de ordenanzas, permitió la posibilidad de disolver aquellas que plantearan con-
flictos por el buen gobierno de las villas. «CLXXVII Que en toda la dicha provincia nin en las villas et
logares de ella con confradia nin confederaçion nin liga alguna so ningund color salvo ssy fuere fe-
cha por mandamiento del Rey et con abtoridad del Obispo de la dicha tierra et que sea en casos pia-
dosos et que las fechas fasta aquí se den et las damos por ningunas et las desatamos et de aquí adelan-
te non se faga so pena de qualquier que en ello entrare o fuere caya en pena de cinco mil maravedís
para la dicha provincia». Ibidem, p. 194. Se prohíben, igualmente, las reuniones de las consideradas
no convenientes. «CLXXX Et mandamos que ningunos confrades non se lleguen nin ajunten nin se
ajunten en las dichas confradias so pena de confiscaçion de los bienes para la dicha Hermandad e de
perdimiento de los cuerpos salvo las que fueren aprobadas por el dicho señor Rey e por el prelado e en
cabsas piadosas como dicho es». Ibidem, p. 194.
23. Éstas aparecen recogidas en J. I. ERKOREKA GERVASIO, Análisis histórico-institucional de las
cofradías de mareantes vascas…, op. cit., p. 400.
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COFRADÍAS Y CONCEJOS… 237
24. «Otrosi por quanto de mucho tiempo a esta parte muchos del pueblo así por vía de cofradías,
como por ligas e monopolios, que entre sí tenían acostumbrado (…) de levantar contra los alcaldes e
jurados de la villa a son de escándalo y alboroto, e iban al concejo deziendo que lo que los dichos
jurados acordaran (…) era en daño e detrimento del pueblo (…) por evitar lo sobredicho ordenamos
e mandamos que de aqui adelante ninguna ni algunas personas no sean osadas por vía de cofradía,
ni de ligas, ni de monipodios, ni de otra manera de se juntar ni se junten para escandalizar ni albo-
rotar al pueblo, ni para dañar ni contradecir ni resistir lo que los Alcaldes e Regidores de la villa
ovieren acordado (…)», ibidem p. 470.
25. M.ª S. TENA GARCÍA, «Composición social y articulación interna de las cofradías…», op. cit.,
p. 112.
26. Ibidem, p. 127.
27. José M.ª Monsalvo estudia las fórmulas organizativas no integradas en las estructuras políticas
concejiles en «La participación política de los pecheros en los municipios castellanos de la Baja Edad
Media. Aspectos organizativos», Studia Historica. Historia Medieval, 7, 1989, pp. 37-93, p. 91.
28. Las ordenanzas más conocidas al respecto son las de venta al por menor del pescado en la
villa. En el caso donostiarra las ordenanzas 110 a 116 regulan esta temática. Colección de documentos
históricos del Archivo Municipal de la M.N. y M.L. Ciudad de San Sebastián, ed. B. ANABITARTE, San
Sebastián, 1895, pp. 77-79.
29. Títs. 40 y 41.
30. Títs. 48 y 49.
31. Títs. 97, 98, 99, 100, 101.
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238 SOLEDAD TENA GARCÍA
32. Pasaje de Aquende, collación pertenciente a San Sebastián y situada a pie de puerto.
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33. Títs. 103, 104, 105, 110, 111, 112, 113, 114, 116, 117.
34. La reforma de 1511 permitió, a través de un sistema de electores abonados, participar en la
elección de éstos a todos los vecinos con suficiente cuantía económica. J. A. LEMA, J. A. FERNÁNDEZ DE
LARREA, E. GARCÍA, M. LARRAÑAGA, J. A. MUNITA y JR. DÍAZ DE DURANA, El triunfo de las élites urbanas
guipuzcoanas: nuevos textos para el estudio del gobierno de las villas y de la provincia (1412-1539), San
Sebastián, 2002, pp. 56-57. Estudia en profundidad las transformaciones que supuso esta reforma E.
GARCÍA FERNÁNDEZ, Gobernar la ciudad en la Edad Media. Oligarquías y élites…, op. cit., pp. 233-246,
analizando las ordenanzas electorales de las villas guipuzcoanas, con un interesante cuadro en la
p. 243 en el que se resume la reforma de comienzos del siglo XVI.
35. Tanto en materia de justicia «Es nuestra merçed e voluntad que los dichos maestres e pescadores
hayan facultad de elegir y elijan un mayordomo en cada un año y que el dicho mayordomo pueda en-
tender juzgar et determinar solamente entre los dichos maestres et pescadores de la dicha villa e su juris-
diçion en los cassos y cossas que por razon del dicho offiçio de pescar nasçieren entre unos y otros fasta
en quantia de tres mill maravedis y no en mas». A. ARAGÓN RUANO y X. ALBERDI LOMBIDE, «El proceso de
institucionalización de las cofradías guipuzcoanas durante la Edad Moderna: Cofradías de mareantes y
de podavines» Vasconia, 30, 2000, pp. 205-222, p. 214 como de derechos sobre las mercancías que entra-
sen y saliesen por el puerto. J. L. BANÚS Y AGUIRRE, «Ordenanzas de la Cofradía de Santa Catalina de San
Sebastián…», op. cit., pp. 73-106. Enumera los derechos a cobrar por el mayordomo de la misma E. GAR-
CÍA FERNÁNDEZ, «Las cofradías de mareantes, mercaderes y pescadores…», op. cit., pp. 279-280.
36. Un análisis de los mismos en M.ª S. TENA GARCÍA, «Composición social y articulación interna
de las cofradías…», op. cit., pp. 121-122 y en id., «Comercio y transporte marítimo en San Sebastián
durante la Edad Media (1180-1474)», Itsas Memoria. Revista de Estudios Marítimos del País Vasco.
Transporte y comercio marítimo, 4, 2003, pp. 129-145. Maestre es sinónimo de propietario de dueño de
barco. J. I. ERKOREKA GERVASIO, Análisis histórico-institucional de las cofradías de mareantes vascas…,
op. cit., pp. 87-89.
37. Un estudio de las mismas para el ámbito guipuzcoano se encuentra en E. GARCÍA FERNÁNDEZ,
«Para la buena gobernaçion e regimiento de la villa e sus veçinos e pueblo e republica: de los fueros
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COFRADÍAS Y CONCEJOS… 239
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240 SOLEDAD TENA GARCÍA
45. «(…) estando en el dicho su ayuntamiento e honestamente sin escándalo ni movimiento algu-
no del pueblo mirando la honra e acatamiento que se debe a los dichos alcaldes e regidores, les pue-
dan decir e digan, según su parescer e según su consciencia, el daño e inconviniento que la dicha
villa rescibió o podria rescibir de lo que así fuere acordado o se queria acordar porque los dichos al-
caldes e regidores sepan mejor proveer y provean lo que conviniere al bien público de todos». Id., «Las
cofradías de mercaderes, mareantes y pescadores vascas…», op. cit., p. 281. Véanse al respecto, los
títulos 92, 104, 107, 110, 111, 112, 113, 114, 115 y 116. Colección de documentos históricos del Archivo Muni-
cipal de la M.N. y M.L. Ciudad de San Sebastián, ed., B. ANABITARTE, op. cit., pp. 69, 75 y 77-79, encar-
gados de regular y asegurar el abastecimiento de la villa y la venta al exterior de los productos
obtenidos del mar, incluida la grasa de ballena.
46. M.ª S. TENA GARCÍA, «Composición social y articulación interna de las cofradías…», op. cit.,
p. 128.
47. E. GARCÍA FERNÁNDEZ, «La comunidad de San Sebastián a fines del siglo XV…», op. cit., pp. 552-
553.
48. En concreto las relativas a la elección de cargos concejiles en adelante en ibidem, pp. 554-556
y la reformas fundamentales de 1492, valederas para los oficios entrantes desde 1493, en ibidem,
pp. 556-557. Estudiamos las consecuencias de estos problemas con la pérdida del prebostazgo por el
linaje Engómez en M.ª S. TENA GARCÍA, La sociedad urbana en la Guipúzcoa costera medieval…, op.
cit., pp. 325-326.
49. Pinazas, aparejos, barcos de transporte, contratación para las diversas labores de astilleros y
carga-descarga en los puertos, fórmulas de explotación del espacio costero, venta al por menor, se-
cado y venta en el exterior de las capturas…
50. Para las relaciones laborales entre dueños de embarcaciones y personal encargado de ellas,
bien fueran barcos mercantes, bien bajeles de pesca, véase por ejemplo, el título 12 de las ordenanzas
de la Cofradía de Fuenterrabía. «Iten ordenaron que si algunos mareantes o marineros de dentro de la
dicha villa dieren palabra a algún maestre de dentro del cuerpo de la dicha villa (…) que irá con el
en su navío a navegar e servir el viaje que el tal maestre le dijere, si después de prometido dejare de ir
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COFRADÍAS Y CONCEJOS… 241
los gobernantes y benefician a todos, pero no tenemos que olvidar que siem-
pre hay unos más beneficiados que otros. Los reyes participan de esta idea
de comunidad y la fomentan por tres medios, los corregidores,53 apoyo a las
oligarquías y llamamientos al buen gobierno y pro común de todos los veci-
nos.54
Y, por supuesto, a todo lo expresado anteriormente, se suma el proteccio-
nismo característico de cada una de estas villas y de sus gobernantes, dis-
puestos a defender a los suyos a costa de los vecinos.55
a servir el dicho viaje sin tener justa causa de excusación, que pague por ello seis ducados por cada
vez cada uno de los que así faltare de cumplir la promesa e palabra; y si el maestre o maestres que no
tomaren o echaren al tal compañero o compañeros, después de así concertado e dado palabra, que
pague la misma pena». J. I. ERKOREKA GERVASIO, Análisis histórico-institucional de las cofradías de
mareantes vascas…, op. cit., p. 446.
51. M.ª I. VAL VALDIVIESO, «La identidad urbana en la Edad Media…», op. cit., p. 16.
52. Ibidem, p. 21.
53. En el caso guipuzcoano sería la Hermandad de Guipúzcoa.
54. M.ª I. VAL VALDIVIESO, «La identidad urbana en la Edad Media…», op. cit., p. 26.
55. Todas las ordenanzas concejiles se hacen eco de esta necesidad. Véanse por ejemplo, las
Ordenanzas de Bilbao al respecto, en las que se reconoce: «(…) por quanto esta dicha villa estava
fundado trato e en ella avía muy pocos legunbres, de que la dicha villa e revales e otros comarcanos
hera neçesario de se mantener con trigo que de Castilla venía en bestias mulares e azemilas (…)»,
Ordenanzas municipales de Bilbao (1477-1520), eds. J. ENRÍQUEZ FERNÁNDEZ, C. HIDALGO de CISNEROS
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242 SOLEDAD TENA GARCÍA
AMESTOY, A. LORENTE RUIGÓMEZ y A. MARTÍNEZ LAHIDALGA, San Sebastián, 1995, p. 148. Lo mismo se repi-
te, por ejemplo, para las sardinas, ibidem, p. 95, y para otros productos de primera necesidad.
56. Para los sistemas de reparto de derramas concejiles en San Sebastián, véase E. GARCÍA FERNÁN-
DEZ, «Génesis y desarrollo de la fiscalidad concejil en el País Vasco durante la Edad Media (1140-1550)»,
Revista d’Historia Medieval, 7, 1996, pp. 81-114, pp. 100 y 108-113.
57. M.ª S. TENA GARCÍA, «Composición social y articulación interna de las cofradías…», op. cit.,
pp. 129-130.
58. Id., La sociedad urbana en la Guipúzcoa costera medieval…, op. cit., pp. 297-346.
59. M.ª S. TENA GARCÍA, «Composición social y articulación interna de las cofradías…», op. cit.,
pp. 132-133.
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COFRADÍAS Y CONCEJOS… 243
Por ello se puede afirmar que las cofradías, y con ellas el amplio grupo
de habitantes de estas villas que estaban agrupados en las mismas, queda-
ban fuera, una vez más, de la vida política de la villa. En los últimos años
del siglo XV vieron reducidas sus atribuciones a la regulación de los oficios
en sí mismos, siempre que no entrasen en colisión con intereses generales
de la villa,60 su buen funcionamiento y, tareas onerosas61 y, sobre todo, labo-
res asistenciales y piadosas, que irán ganado importancia en épocas poste-
riores.
Un suceso ocurrido en San Sebastián a fines del siglo XV puede dar algu-
nas pistas sobre los enfrentamientos que existieron en el seno de los conce-
jos entre los miembros de las cofradías y del gobierno concejil, mostrando
cómo, pese a éstos, se podían aunar voluntades cuando se trataba de defen-
der los derechos de propios frente a extraños, en este caso los vecinos de las
villas contiguas.
Los conflictos por el puerto de Pasajes, considerado de primera
importancia,62 por la jurisdicción de sus aguas,63 habían estado presentes en-
tre las villas que confluían en él, latentes, desde el momento en que se fundó
la segunda de las villas con acceso al puerto, Fuenterrabía,64 y el comercio
había comenzado a activarse en la cornisa cantábrica.65 Estos conflictos se
incrementaron sobremanera en el momento en que una tercera villa, Villa-
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60. Por ejemplo, cada vez más las reglamentaciones concejiles hacen referencia a asuntos como
la venta al por menor de la pesca de sus vecinos. Títs. 92, 104 y 110-117 de las ordenanzas de la villa
de San Sebastián en Colección de documentos históricos del Archivo Municipal de la M.N. y M.L. Ciu-
dad de San Sebastián, ed., B. ANABITARTE, op. cit., pp. 69, 75 y 77-79.
61. Como el mantenimiento en buen estado de las infraestructuras portuarias, para lo que reci-
bían pagos, el 1% de lo comerciado por los vecinos de la villa y 1/5 del quiñón de los pescadores.
Todo ello era recaudado por el mayordomo de Santa Catalina. E. GARCÍA FERNÁNDEZ, Gobernar la
ciudad en la Edad Media. Oligarquías y élites urbanas…, op. cit., pp. 372-373.
62. «El puerto de Oyarçun qui hera mas seguro et meior», L. SUÁREZ FERNÁNDEZ, Navegación y co-
mercio en el Golfo de Vizcaya. Un estudio sobre la política marinera de la Casa de Trastámara, Ma-
drid, 1959, p. 162.
63. Llegando al extremo de intentar cobrar rentas a vecinos de Fuenterrabía que ocupaban casas
a las que llegaba el agua con la marea alta. M.ª S. TENA GARCÍA, La sociedad urbana en la Guipúzcoa
costera Medieval…, op. cit., pp. 539-540.
64. Aunque su lejanía al puerto y la dificultad de transportar las mercancías por tierra, pudiendo
recibirlas directamente en la propia villa, en el puerto de Asturiaga, en la desembocadura del río
Bidasoa, hará que los conflictos por las cuestiones que aquí estudiamos sean mucho menores.
65. Este puerto, el del Pasaje, compartía jurisdicción en sus orillas de las tres fundaciones antes
citadas y era el mejor acondicionado para la recepción y salida de todo tipo de bienes. Ya en el si-
glo XIII su actividad era importante: L. M. DÍEZ DE SALAZAR, «El comercio y la fiscalidad de Guipúzcoa
a fines del siglo XIII (según las cuentas de Sancho IV)», Boletín de la Real Sociedad Bascongada de
Amigos del País, XXXVII, 1981, pp. 85-148. San Sebastián contaba, además, con otros tres puertos, el de
Orio hasta la fundación de la villa en 1379, mucho menos utilizado, y los situados en la propia villa,
el de Santa Catalina, en la desembocadura del Urumea, y el Puerto Mayor, en la falda del Monte Ur-
gull y junto a la puebla.
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244 SOLEDAD TENA GARCÍA
66. Actual Rentería. En 1340 el privilegio real les aseguraba el abastecimiento y la exención de
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impuestos salvo los reales con ese fin. Colección Documental del Archivo Municipal de Rentería.
Tomo I, eds. M. A. CRESPO RICO, J. R. CRUZ MUNDET y J. M. GÓMEZ LAGO, San Sebastián, 1991, p. 14. Di-
cho privilegio es confirmado por los monarcas posteriores.
67. L. M. DÍEZ DE SALAZAR, Ferrerías en Guipúzcoa (siglos XIV-XVI), San Sebastián, 1983.
68. Sin especificar, evidentemente, si era la correspondiente a la bajamar o pleamar.
69. Se desgajaron, paulatinamente, los territorios de Fuenterrabía, con Pasajes de San Juan e
Irún, hacia 1202 y Rentería, con Lezo y Oyarzun en 1320. En el caso de Fuenterrabía aparece clara-
mente señalado el término que le correspondía en detrimento de San Sebastián: «Dono etiam vobis
(…) istos terminos (…) de ribo de Oyarzun vsque ad ribum de Fonte Rabia, et de Pena de Aia usque
ad mare, et de Lesaca usque ad mare, et de Belfa usque ad mare, et terminum de Yrum cum onmibus
inde habitantes. Et dono uobis Guillelmum de Lacon et socios suos, ut sint uestri uicini. Et concedum
uobis illum portum de Asruuiaga». Colección de Documentos Medievales de las Villas Guipuzcoanas
(1200-1369), eds. G. MARTÍNEZ DÍEZ, E. GONZÁLEZ DÍEZ y F. J. MARTÍNEZ LLORENTE, San Sebastián, 1991,
p. 20. Lo mismo ocurre con Rentería, que define así sus límites: «Desde la (…) penna llamada Penna
d’Aya a la costalada que es ençima del logar llamado Alçibiguira (…) E dende a do e por do es el
termino e tierra desmasgo de la yglesia de Leço, fincando todo el río e braço de mar que entra e sale
por do es la penna… de Arando, con todo lo que debe e toma la subida de la marea desde los dichos
límites (…)». Colección Documental del Archivo Municipal de Rentería. Tomo II (1470-1500), eds. M. A.
CRESPO RICO, J. R. CRUZ MUNDET y J. M. GÓMEZ LAGO, San Sebastián, 1997, pp. 16-18.
70. Motrico incluía la jurisdicción sobre cierta parte de la mar, al igual que Zumaya. B. ARÍZAGA
BOLUMBURU, «Conflictividad por la jurisdicción marítima y fluvial en el Cantábrico en la Edad Media»,
en B. ARÍZAGA BOLUMBURU y J. A. SOLÓRZANO TELECHEA (coords.), Ciudades y villas portuarias del Atlán-
tico…, Logroño, 2005, pp. 17-56, p. 23.
71. Estudia algunos conflictos, como el que enfrentó a Fuenterrabía y Francia por la ribera del
Bidasoa, ibidem, pp. 24-26.
72. Hace interesantes aportaciones a este tema, señalando como de 55 km mar adentro la juris-
dicción marítima de las villas cántabras ibidem, passim. Igualmente es muy interesante para ver las
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COFRADÍAS Y CONCEJOS… 245
los mismos, al igual que los vecinos de las zonas costeras73 y aguas aleda-
ñas.74 Derechos, impuestos, actividad comercial, pesquera y control de las
mercancías eran disputados a pie de agua.75
Tres villas con intereses comunes disputando un espacio común de apro-
vechamientos económicos y recaudaciones monetarias importantes, funda-
mentales para su desarrollo y supervivencia.76 Y a ello debemos añadir el
tema de estudio en este artículo, los intereses, particulares y grupales de los
diversos sectores que confluían en un mismo espacio. Enrique II marcó un
hito con la delegación de todas sus atribuciones en el puerto en manos de la
villa de San Sebastián, obligándose ésta a respetar los derechos de los otros
vecinos del puerto.77 La sentencia de 1376 se repetirá a lo largo de todo el
período medieval.78 La dinámica era siempre la misma: abuso de San Sebas-
tián con incumplimiento de las cartas de privilegio de las villas vecinas; que-
ja del concejo agraviado ante instancias superiores; renovación de la misma
sentencia con posterior incumplimiento por parte de la villa donostiarra.79
El hecho al que nos referíamos anteriormente tuvo lugar en los últimos
años del reinado de Enrique IV, período en extremo conflictivo, llegando a
diversas jurisdicciones que confluían sobre el agua del puerto de Burdeos M. BOCHACA, «El control del
puerto de Burdeos y de su tráfico mercantil del siglo XIII al XV: jurisdicciones y estructuración del
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246 SOLEDAD TENA GARCÍA
80. Colección Documental del Archivo Municipal de Rentería. Tomo II (1470-1500), eds. M. A. CRES-
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COFRADÍAS Y CONCEJOS… 247
Los jueces árbitros elegidos para solucionar el conflicto ante las denuncias
de Rentería son Juan Martínez de Rada,86 nombrado por parte de San Sebas-
tián, y Miguel Sánchez de Ugarte,87 vecino de Fuenterrabía, elegido por parte
de Rentería y Tierra de Oyarzun. Las alegaciones de unos y otros muestran
dos versiones totalmente opuestas de los hechos. San Sebastián alega sus
derechos inmemoriales a la gestión y cobro de derechos portuarios y reales,
así como los privilegios de abastecimiento, defendiendo el abastecimiento
para la villa sobre los productos de primera necesidad que se transportasen
hacia las vecinas Rentería y Valle de Oyarzun.88 Además culpa a los vecinos
de Rentería de todas las destrucciones.89 Es evidente que Rentería alega lo
contrario, justificando su derecho y jurisdicción sobre el puerto.90
Las alegaciones, presentadas en la Junta Especial de la Hermandad de
Guipúzcoa reunida expresamente para ello en Usarraga, fueron falladas por
la Hermandad fuera de plazo,91 aunque se mandaban respetar los derechos
adquiridos por Rentería, así como los que poseían los privilegiados por el
RO y E. BARRENA, San Sebastián, 2005, p. 82. Lo mismo aparece en las ordenanzas de 1486 de Lequeitio,
con obligaciones aún mayores: «(…) toda nave o baxel o pinaça que llegare con trigo o con otra çebe-
ra en Luçaar o en otro logar do es nuestro termino, que los jurados e los ofiçiales de las villa fagan
descargar la meytad a la villa; et si la tal villa oviere tanmanna mengoa de pan que aya menester
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toda la carga, e que ge lo fagan descargar aun la otra meytad (…)», Colección documental del Archi-
vo Municipal de Lequeitio. Tomo II. (1475-1495), eds. J. ENRÍQUEZ FERNÁNDEZ, C. HIDALGO de CISNEROS, A.
LORENTE RUIGÓMEZ y A. MARTÍNEZ LAHIDALGA, San Sebastián, 1992, p. 382. Siguen otras ordenanzas regu-
lando el tráfico de cereales, de carne, reventas, asegurando el abastecimiento y regulando actividades
propias de la cofradía. Ibidem, pp. 369-399.
86. Colección Documental del Archivo Municipal de Rentería. Tomo II (1470-1500), eds. M. A. CRES-
PO RICO, J. R. CRUZ MUNDET y J. M. GÓMEZ LAGO, op. cit., pp. 20-22.
87. Ibidem, pp. 22-26.
88. Todos aquellos abastecimientos que fueran descargados en la zona de Rentería sin ser traídos
por vecinos de la misma, declarados y demostrando ser para vender en la villa o sus ferrerías, debe-
rían pagar una multa, por cada vez, de 200.000 mrs. Ibidem, p. 28.
89. «(…) ruydos y escandalos e muertes e feridas e quemas e dannos e prisiones e robos e fuerças
(…)» Ibidem, p. 28.
90. «Visto como por parte de los conçejos de las dichas Villa Nueba e Tierra de Oyarçun y hera
suyo, asi por se llamar el dicho puerto de Oyarçun como porque el rio por donde entra la creciente de
la mar por el dicho puerto naçe en la dicha tierra de Oyarçun, e la dicha creciente que entra por el
dicho puerto sube por el dicho rio fasta ençima de la dicha Villa Nueba por termino de las dichas Villa
Nueba e tierra de Oyarçun; e porque de tiempo inmemorial a esta parte an tenido e poseydo el dicho
puerto e agua por suyo e como suyo, paçificamente e sin contradiçion alguna (…)», ibidem, p. 41.
91. Colección Documental del Archivo Municipal de Rentería. Tomo II (1470-1500), eds., M. A.
CRESPO RICO, J. R. CRUZ MUNDET y J. M. GÓMEZ LAGO, op. cit., p. 29. La Hermandad tenía la atribución
de juzgar todos los pleitos en los que fueran parte un concejo o collación guipuzcoano. «CXCII. Et
otrosy que la dicha provincia e juntas e procuradores de ella puedan coñosçer e coñoscan en quales-
quier pleitos e cabsas e questiones çeviles e criminales qualesquier conçejos o collaçiones un consejo
con otro una collaçion con otra collaçion o consejo tanbién asy en las questiones o debates que una
persona singular oviere con algund consejo o universidad». Ordenanzas de la Hermandad de Gui-
púzcoa (1375-1463), ed. E. BARRENA OSORO, op. cit., p. 198.
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248 SOLEDAD TENA GARCÍA
Fuero de Ferrerías.92 La sentencia fue emitida por dos jueces árbitros impar-
ciales traídos por la Hermandad expresamente para ello desde Salamanca,
los doctores Juan de La Villa y Gonzalo García de Villadiego. Tardaron dos
meses en estudiar y sentenciar el caso93 tras la presentación de pruebas y
testigos por parte de las partes,94 llegando a recorrer, personalmente, las zo-
nas problemáticas en barco.95
Dicha sentencia fue aceptada como válida por los dos jueces árbitros
nombrados por las partes que declararon que el puerto y su jurisdicción
no pertenecía a ninguna de las dos villas, aunque cada una alegaba ser
suya exclusivamente, sino que era «…público…» 96 por lo que podía ser
usado por los vecinos de ambas villas con total libertad,97 siendo la juris-
dicción del mismo compartida relativamente. San Sebastián tenía la jurisdic-
ción sobre su parte del puerto y Rentería sobre la suya. 98 Los guardas y
cogedores de pechos serían nombrados, exclusiva y anualmente, por San
Sebastián, respetando los derechos de los vecinos de la otra villa y no co-
brando cayage en ningún caso.99 Se mantenía el derecho a obligar la des-
Rentería. Tomo II (1470-1500), eds., M. A. CRESPO RICO, J. R. CRUZ MUNDET y J. M. GÓMEZ LAGO, op. cit.,
pp. 40-45.
94. Ibidem, pp. 29-30.
95. «(…) bieron y esaminaron el dicho proçeso, e por más ser justificados de la justiçia e meritos
de dicho pleito, fueron personalmente a ver el dicho puerto, e vieronlo e andobieron por el fasta entrar
en la mar alta e andobieron e lo mismo por las riberas del dicho puerto por todas, e vieron la entrada
del dicho puerto fasta donde llegaba la creçiente de la mar que entra por el dicho puerto e sube por el
rio de Oyarçun (…)», ibidem, p. 29.
96. Ibidem, p. 43.
97. «(…) los bezinos de la dicha villa de San Sebastian como los bezinos e moradores de las di-
chas Villa Nueva e tierra de Oyarçun e sus ferrerias, tener uso e libre exerçiçio en el dicho puerto, ansi
en poder en el pescar qualesquier pescados con qualesquier redes e aparejos, como en entrar y salir
libremente por el dicho puerto e agua con sus naos e baxeles e fustas e con otras por ellos e qualquier
dellos afleytadas, e tener las dichas naos e fustas en el dicho puerto como quisieren (…)». Ibidem,
p. 43.
98. «(…) Çerca de la juridiçion del dicho puerto e agoa… pronunçiamos pertenesçer enteramen-
te, quanto a la juridiçion çebil e criminal, mero misto ynperio, al dicho conçejo de la dicha villa de
San Sebastián (…) desde la entrada del boçal del dicho puerto por donde entra la mar por el dicho
puerto fasta Molinao, e dende arriba fasta donde atienen los terminos e juridiçion de la dicha villa de
San Sebastian en la tierra firme e junta con la dicha ribera por donde sube la creçiente de la mar
fasia la dicha Villa Nueva de Oyarçun, salvo en los vezinos e moradores de la dicha Villa Nueva de
Oyarçun e de su jurediçión en los quales ni en sus fustas e mercadurias que al dicho puerto aportaren
o en el estobieren, no tiene jurediçion alguna el dicho conçejo (…) de la villa de San Sebastian por
razon del dicho puerto e agoa (…)». Ibidem, pp. 43-44.
99. «(…) mandamos que el dicho conçejo (…) de San Sebastian pueda poner guardas e cogedo-
res en el dicho puerto en cada un anno para que cojan los tributos e derechos del dicho puerto de to-
das e qualesquier personas e naos e fustas e baxeles que al dicho puerto venieren e aportaren, guar-
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COFRADÍAS Y CONCEJOS… 249
dando a los vezinos y moradores de las dichas Villa Nueva y tierra de Oyarçun e de las dichas sus
ferrerias sus prebilegios y esençiones que çerca de los derechos e tributos del dicho puerto tiene e han
tenido (…) en los tienpos pasados (…) E que los dichos concejos de la dicha Villa Nueva e tierra de
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Oyarçun (…) no se entremeta a poner guardas en el dicho puerto ni a coger ni recaudar por si nin
por otros derechos en el dicho puerto (…) no lieben cayage en el dicho puerto de Oyarçun de las per-
sonas e naos y otras fustas que al dicho puerto bieneren e aportaren, por quanto no paresçe titulo al-
guno sufiçiente (…)». Ibidem, p. 44.
100. «(…) çerca de la descarga de çebera e otras probisiones que aportan al dicho puerto de
Oyarçun… la meytad de la dicha çebera e provision se lleben a la dicha villa de San Sebastián por
mar o por tierra, por todos e qualesquier que con la tal çebera e probisiones al dicho puerto binieren
(…) descargue e benda en la dicha villa, salbo sy los vezinos de la dicha Villa Nueva e tierra de
Oyarçun e sus ferrerias o alguno dellos o en sus naos e fustas o en otras por ellos o qualquier dellos
afreytadas traxieren la dicha nao probision, ca de la tal çebera e probision non serian ni son obli-
gados a llebar parte alguna a la dicha villa de San Sebastian (…) fagan fee a las dichas guardas del
dicho puerto (…) por escriptura publica e juren ante ellos en forma de derecho (…) E que de la otra
meytad. que non se descargare en la dicha villa de San Sebastian que se pueda llebar a bender ende
libremente». Ibidem, p. 44.
101. «Çerca de las dichas redes e nao inglesa e costas e dannos, muertes y males, dannos, feridas
e robos que entre los dichos conçejos ynterbinieron, (…) damos por quitos e libres al dicho conçejo y
omes buenos de San Sebastian de lo pedido por los conçejos de las dichas Villa Nueva e tierra de Oya-
rçun (…)». Ibidem, p. 44.
102. Ibidem, pp. 44-45.
103. Ibidem, pp. 46-47.
104. «(…) en el puerto de la dicha villa, por no aver en ella muelle donde se pudiese acojer las
fustas e barcos e nabios que benian a descargar las mercadorias e las otras cosas que trayan, peligra-
ban muchas personas e asymismo se perdian las dichas fustas e las mercaderias que en ellas venian,
de lo qual a mi se recresçia mucho desseruiçio e a la dicha villa e vezinos de ella e a los estrangeros
que a ella venian que se seguia mucho danno (…)» Colección documental del Archivo Municipal de
Lequeitio. Tomo I. (1325-1474), eds., J. ENRÍQUEZ FERNÁNDEZ, C. HIDALGO de CISNEROS, A. LORENTE RUIGÓ-
MEZ y A. MARTÍNEZ LAHIDALGA, San Sebastián, 1992, pp. 175-180, p. 176.
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250 SOLEDAD TENA GARCÍA
todo el período medieval. Entre ellos están los mayorales de las cofradías de
la villa108 y algunos cuyo oficio estaba relacionado con el mar.109 La elección
de procuradores también muestra cómo, cuando era conveniente, se permi-
tía a los miembros de la cofradía y de la villa en general, participar en las
decisiones concejiles.110 Entre los procuradores elegidos por esta multitudina-
105. Estaba avillazgada desde 1453 pero Rentería no respetó la sentencia real y la Hermandad de
Guipúzcoa, competente en el caso, intentó llegar a un acuerdo que no contentó a nadie. Archivo
General de Guipúzcoa 1/11/11. No será hasta la sentencia de los Reyes Católicos consecuencia del
pleito mantenido entre 1491-1495, cuando alcance definitivamente la independencia.
106. Colección Documental del Archivo Municipal de Rentería. Tomo II (1470-1500), eds. M. A.
CRESPO RICO, J. R. CRUZ MUNDET y J. M. GÓMEZ LAGO, op. cit., pp. 34-36.
107. Ibidem, pp. 50-55.
108. Están presentes los jurados menores y guardapuertos Iñigo de Alquiza y Juan de Iraurgui y
los mayorales de la Cofradía de Santa Catalina Pedro de Echanbe y de la de San Pedro, Martín del
Río, además de los 3 mayorales de la de San Nicolás, Juan de Uacue, Domingo de Hernialde y Nico-
lás de Sagastizar. Ibidem, p. 51.
109. Entre los oficios recogidos para algunos vecinos (hay un aciclador) aparecen dos maestres,
Juan de Sopuerta y Martín de Córnoz. Ibidem, p. 51.
110. Más arriba hacíamos referencia a esta utilización de los vecinos en general por parte de sus
gobernantes, apartando, a la vez, a los que se autodenominaban sus defensores, en un golpe político
que consideramos maestro. Supieron «vender» muy bien los acuerdos como defensa del pro común,
ganando gran número de adeptos a su causa y perjudicando la de los grupos intermedios más pro-
blemáticos en el concejo.
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COFRADÍAS Y CONCEJOS… 251
111. Además del alcalde, Antón Gómez, el lugarteniente del otro alcalde, Juanes de Roncesvalles,
dos jurados mayores —Juan de Laguras y Juan de Echabe—, los bachilleres Juan Sánchez y Martín
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Ruiz de Elduayen y el hijo del preboste Miguel Martínez de Engómez, Amado de Engómez. Ibidem,
p. 53.
112. Aparece el preboste, el alcalde ordinario y dos jurados mayores y fieles. Ibidem, pp. 56-57.
113. «(…) otorgamos e conosçemos (…) para agora e para syenpre jamas que dentro en los doze
dias primeros syguientes ynclusibe contando del dia que entrare e aportare qualquier fusta e nabio
estrangero con çebera en el dicho puerto del Pasaje, quel maestre e mercaeros e marineros del tal
nabio puedan, si querran, descargar libremente a la dicha tierra de Oyarçun la mitad parte de la
dicha çebera (…) E que pasados los dichos doze dias, los dichos estrangeros ayan de descargar e des-
carguen la dicha mitad parte de la dicha çebera ante e primero a la dicha villa de San Sebastian (…)
pero en qualquier manera la mitad parte sienpre se aya de descargar a la dicha villa de San Sebastian
(…)», ibidem, p. 65.
114. «(…) que los dichos conçejos ayan de fazer y edificar una casa e loja sobre el dicho puerto y
pasaje en la ribera en la parte e jurediçion de San Sebastian, a donde por la boz de los dichos conçejos
se hordenare para que se pueda descargar la mitad de la dicha çebera que los dichos estrangeros
querran descargar para la dicha tierra de Oyarzun y el fierro que de la dicha tierra biniere e de otras
qualesquier partes. E que los dichos derechos e probechos que de la dicha loja y casa probinieren ayan
de ser y sean a medias para los dichos conçejos, quedando la propeidad y sennorio e jurediçion de la
dicha casa al dicho conçejo de San Sebastian salbo sobre las personas y bienes de los vezinos y mora-
dores de la dicha tierra de Oyarzun, los quales ayan de ser y sean hesentos e libres e quitos de la dicha
jurediçion (…)», ibidem, p. 63.
115. «(…) los derechos de las alcabalas que se fizieren en la dicha casa e loja se ayan de pagar e
paguen por los dichos de la dicha tierra de Oyarçun en la dicha tierra y en su alcabalazgo e non en
la dicha villa de san Sebastian (…) todabia que el alcabala de todos los estrangeros que non fueren
vezinos de la dicha tierra de Oyarçun ayan de pagar y paguen a los arrendadores de la dicha villa de
San Sebastian (…)», ibidem, p. 66.
116. En el acuerdo, ratificado el 10 de septiembre de 1478, se encuentran los procuradores de la
villa (véase nota 117), 1 alcalde y el lugarteniente del otro alcalde, 2 jurados mayores, los 5 procurado-
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252 SOLEDAD TENA GARCÍA
res síndicos, los 2 jurados menores y guardapuertos, 7 jurados menores, 2 mayorales y numerosos
vecinos, un total de 39, desplazados a Astigarraga para sancionar el documento. Ibidem, pp. 69-70.
117. Acudieron los 2 alcaldes, 2 jurados mayores, el preboste, 4 procuradores síndicos y 38 veci-
nos de la dicha Tierra. Ibidem, p. 70.
118. «(…) nos y cada uno de nos juramos a Dios y a Santa Maria e a la senal de la cruz (Cruz) en
que corporalmente tocamos con nuestras manos derechas y a las palabras de los Santos Ebangelios
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(…) que nos y cada uno de nos ternemos e guardaremos (…) e faremos tener (…) e pagar a los dichos
conçejos, nuestros costituyentes, e vezinos e moradores dellos (…) e a sus herederos e deçendientes
dellos (…) todo lo contenido en el dicho publico ystrumento de contrato e conpusiçion contenido (…)
dentro de la dicha yglesia de Sennora Santa Maria de Murguia que es çerca de la casa e solar de
Murguia e açerca de la tierra e Astigarraga (…)», ibidem, pp. 70-71.
119. Son testigos un importante vecino de Hernani, el bachiller Juan Martínez de Ayerdi, además
de otro vecino de Hernani, el vicario de Oyarzun, otro clérigo, 3 vecinos de San Sebastián y Oger,
señor de Murguía. Ibidem, p. 71.
120. La sanción a los acuerdos y sentencia emitida por los jueces árbitros y los doctores salman-
tinos fue otorgada en Valladolid el 28 de abril de 1479. Ibidem, pp. 75-79.
121. «(…) fue presentada en la (…) Junta e por todos obedesçida e por algunos dellos conplida, los
quales diz que proçediendo apartadamente en el negoçio, non guardando la forma e mandamiento
por nos dado, syn conosçimiento alguno si la dicha sentençia hera pasada en cosa alguna juzgado,
proçedieron a dar mandamientos para faser la (…) execuçión y fysieron prendas y tomaron bienes e
a los (…) secrestados los açotaron y desterraron porque (…) non executaban sus mandamientos
(…)». I. ZUMALDE, «Algunos documentos de los Reyes Católicos relacionados con San Sebastián, (1474-
1480)», Boletín de Estudios Históricos de San Sebastián, 3, 1969, pp. 223-2240, p. 232.
122. En estos momentos San Sebastián tenía un importante peso en la Hermandad de Guipúzcoa,
contando con alcalde perpetuo en la misma desde 1449. Ordenanzas de la Hermandad de Guipúzcoa
(1375-1463), ed. E. BARRENA OSORO, op. cit., pp. 174-175.
123. Exención de alcabala, diezmo y otros impuestos durante 20 años como consecuencia de la
quema de la villa por los franceses, concedida en 1489, y construcción de una lonja propia para el
cobro de impuestos a mercaderes foráneos y la obligación de mejorar sus infraestructuras portuarias,
concedida en 1497. Colección Documental del Archivo Municipal de Rentería. Tomo II (1470-1500), eds.
M. A. CRESPO RICO, J. R. CRUZ MUNDET y J. M. GÓMEZ LAGO, op. cit., pp. 92-93 y 159-160 respectivamente.
124. Todavía a comienzos del siglo XVII se seguía acusando a san Sebastián de abusos sobre los
demás. El juez Ribera, en su pesquisa provincial dice que «…los de San Sebastián querían tener el pie
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sobre el pescuezo de todo el mundo». S. TRUCHUELO GARCIA, «En liza por la capitalidad guipuzcoana: la
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consolidación política de San Sebastián en la Alta Edad Moderna», en E. GARCÍA FERNÁNDEZ (ed.), Bil-
bao, Vitoria y San Sebastián: espacios para mercaderes, clérigos y gobernantes en el Medievo y la
Modernidad, Vitoria, 2005, pp. 339-378, p. 350. Trata los problemas por el uso y jurisdicción del puer-
to y los abusos cometidos, de forma sistemática, por San Sebastián en él, ibidem, pp. 370-376.
125. Las pesquisas e interrogatorios no se han conservado, como hemos señalado más arriba.
126. El 12 de julio de 1474 se reúnen en San Sebastián «(…) en conçejo general en la nuestra casa
conçegil de Sennora Santa Ana (…) en nuestro conçejo general espeçial, e nonbradamente seyendo
presentes e juntos en el dicho lugar e conçejo el bachiller Juan Sanchez d’Elduayn e Anton Gómez,
alcaldes hordinarios (…) e Miguel Martinez d’Engomez, preboste (…), e Martin Bono d’Oquendo,
jurado mayor del dicho conçejo, e Juan Bono de Arangure, lugarteniente de Joan Martinez de Beras-
tegui, jurado mayor, (…) e Joan Perez de Oquendo e Joan de Segura Pero Ybannez de Salbatierra e
Juan de Laguras e Martín Sanchez d’Estiron e Ochoa Martinez de Ybarbia e Joan de Echae, dicho
Martino, e Pero de Segura, e otros muchos omes buenos e gran partida de la comunidad del pueblo de
la dicha villa de San Sebastián (…)». El 18 de septiembre del mismo año se reúnen los vecinos de
Rentería y cita expresamente a un buen número de ellos, además de a los oficiales, y a «(…) e otros
del dicho conçejo e más de las dos partes del pueblo (…)». Colección Documental del Archivo Munici-
pal de Rentería. Tomo II (1470-1500), eds. M. A. CRESPO RICO, J. R. CRUZ MUNDET y J. M. GÓMEZ LAGO, op.
cit., pp. 21 y 23 respectivamente.
127. «E de la otra mitad parte puedan disponer libremente los dichos estrangeros e descargar y
llebar donde quisieren e por bien tobieren, salbo que lo no puedan descargar ni descarguen a la Villa
Nueva de Oyarçun.» Ibidem, p. 64.
128. Respecto al País Vasco véase el interesante estudio de J. R. DÍAZ DE DURANA y J. A. FERNÁNDEZ
DE LARREA, «El discurso político de los protagonistas de las luchas sociales en el País Vasco al final de
la Edad Media», M. I. ALFONSO, J. ESCALONA y G. MARTIN, coords., Lucha política, condena y legitima-
ción en la España medieval, Lyon, 2004, pp. 313-336.
129. No debe olvidarse que estos propietarios de navíos son, fundamentalmente, transportistas
de bienes ajenos.
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130. Tanto los encargados de labores de carga y descarga como los de los astilleros, y los pesca-
dores y marineros.
131. Todas las villas guipuzcoanas recogen en sus ordenanzas esta política proteccionista, desti-
nada a evitar intermediarios y a ajustar precios para evitar abusos, además de intentar asegurar, por
todos los medios, la existencia de productos de primera necesidad en las villas, incluso a costa de las
aldeas vecinas, como ocurre en Azpeitia según el articulado de 1483. E. GARCÍA FERNÁNDEZ, «Para la
buena gobernaçion e regimiento de la villa e sus vecinos…», op. cit., pp. 40-41. Un estudio, general,
de estas políticas en las villas vascas en id., Gobernar la ciudad en la Edad Media…, op. cit., pp. 121-
137. También lo hacen el resto de las villas cantábricas, faltas, como es de sobra conocido, de mate-
rias primas de primera necesidad. Las villas vizcaínas las estudió B. ARÍZAGA BOLUMBURU, «El abasteci-
miento de las villas vizcaínas medievales: Política comercial de las villas respecto al entorno y a su
interior», La ciudad hispánica durante los siglos XIII a XVI, Madrid, 1985, pp. 293-316.
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