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FRIEDRICH NIETZSCHE

1. INTRODUCCIÓN
El movimiento filosófico anterior al vitalismo, al que pertenece Nietzsche, es el positivismo. La
filosofía positiva limitaba el conocimiento al campo de los hechos.

No se hace esperar en filosofía una reacción antipositivista que tenga en cuenta los elementos
subjetivos. Una de las posibles vertientes de esta reacción filosófica será el vitalismo, con una concepción
de la vida como centro, medida y fin de toda especulación filosófica, una filosofía que se va a centrar en la
exaltación de lo vital y de lo afectivo, frente al excesivo racionalismo del idealismo de Hegel o del
positivismo de Comte. Estos filósofos defienden el irracionalismo y la afirmación de la vida como realidad
radical del ser humano. Para el irracionalismo, la razón es inadecuada para captar la realidad, la verdadera
realidad. La razón para estos filósofos no es la facultad exclusiva del hombre para ver la realidad: también
están la intuición, la inspiración poética, el instinto, el inconsciente, etc. Nietzsche no concebía al hombre
como una realidad abstracta, sino como un ser viviente, como proyecto. Niega al hombre teórico y
defiende un hombre en el devenir. Su concepto, por tanto, suponía una superación. El concepto de vida está
relacionado con sus ideas sobre el hombre: la vida es el proceso en el que siempre algo ha de superarse a sí
mismo.

Otra vertiente que reacciona contra la filosofía anterior es el historicismo. Ortega critica el
racionalismo y el existencialismo. Le interesa menos dar una respuesta metafísica que abordar la pregunta
sobre el hombre en un sentido histórico: la realidad humana no consiste en ser, sino en vivir, es decir, que
el hombre está en una constante mutación histórica. El raciovitalismo de Ortega consiste en partir de la
razón para llegar a captar la realidad vital, la vida.

2. NOTAS BIOGRÁFICAS
Filósofo alemán, nació el 15 de octubre de 1844 en Röcken, en la Turingia, en el seno de una familia
profundamente protestante (tanto sus abuelos como su padre fueron pastores protestantes). Recibió una
esmerada educación y comenzó a experimentar la influencia de Schopenhauer. Posteriormente, estudió
filología clásica y teología durante el curso académico de 1864-1865, aunque abandonó la teología para
dedicarse solamente a la filología clásica. Durante esta época ya empezó a experimentar problemas de salud.
En 1869 fue nombrado profesor extraordinario en la Universidad de Basilea. En 1870 fue nombrado
catedrático en la Universidad de Basilea de la que ya era profesor. Participó brevemente en la guerra franco
prusiana, aunque llevado por su antigermanismo, renunció a la ciudadanía alemana para nacionalizarse
suizo. Murió en 1900.

El conjunto de la filosofía de Nietzsche tiene dos componentes esenciales:

a) Por una parte, es una crítica radical a los fundamentos de la cultura occidental basada en una
metafísica, una religión y una moral que han suplantado e invertido los valores vitales.

b) Por otra parte, es un intento de superación de esta cultura a la que califica como producto del
resentimiento contra la vida. Por ello debe verse en Nietzsche, no sólo un perspicaz crítico, sino que su
pensamiento es también un intento de superación de la decadencia y del resentimiento de la cultura que
critica.

3. CRÍTICA A LOS VA LORES DE LA CULTURA EUROPEA


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Nietzsche parte del supuesto de que la cultura occidental está viciada desde sus orígenes. Es una
cultura racional y dogmática, y por eso es decadente:

• Racional: empeñada en mantener a toda costa la racionalidad, se opone a la vida y a los instintos.

• Dogmática: todo era dogmático (filosofía, religión y moral).

Nietzsche hace una crítica total de todos los valores de la cultura europea: la filosofía tradicional, la
religión y la moral. Para Nietzsche estos tres mundos son inventados por el hombre occidental y sus valores
los interpreta como símbolo de decadencia (no hay que olvidar que el fin del siglo XIX supone la decadencia
de la puritana y convencional sociedad cristiano-burguesa).

3.1. CRÍTICA A LA MORAL


Nietzsche hace una profundísima crítica de los valores morales. El principal error de la moral
tradicional para este filósofo es el ir contra la naturaleza, contra la vida. Es una moral que, a través de
leyes, normas morales e imperativos, se opone a los instintos primordiales de la vida.

Nietzsche propone un cambio de jerarquía de los valores. Nietzsche no es contrario a la moral, sino
que ataca a la moral vigente: hay costumbres que es necesario corregir. La sociedad se está rigiendo por
costumbres y por leyes, pero esto no quiere decir que siga una auténtica acción moral. Por eso, los “buenos”
son los “malos”. Los valores vigentes han devaluado los auténticos valores.

Nietzsche piensa que la base filosófica de esta moral antinatural radica en el platonismo, que ha
influido para poner especial hincapié en el "más allá", que provoca que haya una evasión en lo concerniente
al mundo real y al hombre concreto. En definitiva, con todo esto se afirma que hay alguien fuera del mundo,
y por lo tanto fuera de la vida, que dirige a los hombres, y esto ha hecho prevalecer los valores de los
débiles: la compasión, la misericordia, el sacrificio. Para Nietzsche esto supone que son más importantes los
instintos de decadencia que los de superación.

Nietzsche critica a la moral porque la vida descansa sobre unas bases que están en contra de la moral
tradicional. Pero la vida es lo único real: la moral es una ficción y una falsedad.

Distingue dos tipos de moral:

• Moral de los señores: Es una moral caballeresca, propia de los espíritus elevados, que ama la vida,
el poder, la grandeza y el placer. Es la moral propia del superhombre, la del que quiere la muerte de Dios.

• Moral de los esclavos: Es la moral del dolor, la humildad, la amabilidad, la compasión, la


resignación... Representa los valores que nacen con el judaísmo y que hereda el cristianismo.

Esta distinción se fundamenta en la noción de decadencia, que Nietzsche aplica al conjunto de la


cultura occidental desde el momento en que, por obra del socratismo, del platonismo y del cristianismo, se
ha efectuado una tremenda inversión de los valores, ya que han puesto la vida, lo terrenal, el devenir y lo
inmanente en función de la muerte, lo suprasensible, el ser inmutable y eterno, y lo trascendente. De esta
manera, se ha invertido el auténtico sentido y se ha elaborado una filosofía que es una auténtica
«calumnia», contra la que debe establecerse la transvaloración de todos los valores.

Nietzsche no es enemigo de la moral, sino, más bien, enemigo de una moral concreta (la procedente
del idealismo, del cristianismo y de la burguesía), frente a una moral de la vida.

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Esta moral invertida, propia de los resentidos contra la vida, según Nietzsche, se impone
históricamente gracias al judaísmo y a su producto más acabado: el cristianismo, que propicia la
confabulación de los débiles que imponen la fuerza de su mayoría.

El hombre superior, el «noble», en el auténtico sentido moral de este término, es quien se ríe de los
supuestos valores del mundo suprasensible; es el detentador de la moral de los señores que propugna los
valores activos y afirmativos de la vida. En cambio, el esclavo, el débil, el impotente, es aquél que,
resentido contra la vida, le dice no y en su lugar defiende valores reactivos: la compasión, la humildad, la
resignación, la obediencia, la renuncia.

Nietzsche nos dice que donde había colocado todos los valores, en el mundo suprasensible, no hay
nada. Allí estaba colocado Dios: DIOS=NIHIL. Ha muerto Dios y nos hemos quedado desorientados, sin
brújula. Ahora bien, el nihilismo surgido de la muerte de Dios permite también la superación del hombre y
el surgimiento del superhombre, que será quien propiamente establezca la moral de los señores después de
efectuar la transvaloración de todos los valores.

3.2. CRÍTICA A LA RELIGIÓN CRISTIANA


Toda religión nace del miedo, de las angustias y de la impotencia que siente el hombre en sí mismo.
Por lo tanto, ninguna religión contiene verdad alguna.

El cristianismo, concretamente, ha invertido los valores de la antigüedad grecorromana, que eran


valores de vida, y se ha inventado un mundo celestial ideal, que lleva consigo una desvalorización del
mundo terreno:

- Se pierden los instintos y se inventa el otro mundo y desprecia éste. Para Nietzsche, este mundo (la
tierra, la vida) es el único que hay. No hay otra vida distinta de esta, para él “la vida termina donde comienza
el reino de Dios”.

- Sólo se fomentan valores mezquinos como la obediencia, el sacrificio, la humildad, que son
sentimientos propios del rebaño. Esto choca frontalmente con el superhombre.

- Con el concepto de pecado se aniquilan las formas más nobles de la vida y pervierte la vida en su
raíz. El cristianismo hace al hombre libre para hacerlo responsable y así poder hacerlo más tarde culpable.
No hay libertad si el orden moral se impone desde fuera del hombre, desde fuera del mundo y de la vida,
desde Dios. Matemos a Dios para redimir al hombre.

Nietzsche interpreta el cristianismo como una moral vulgar porque se opone a los valores de la
verdadera virtud (la gallardía, la nobleza, el poder). Para acabar con esta vulgaridad hay que acabar con
el pilar fundamental de la religión: Dios. Entonces será posible una nueva moral que exalte la vida. Pero
esta transvaloración de todos los valores solo podrá llevarla a cabo el superhombre.

3.3. CRÍTICA A LA FILOSOFÍA TRADICIONAL


La crítica que hace Nietzsche a la filosofía se vincula estrechamente a la crítica que hace de la moral.
La moral tiene su base en la filosofía platónica con el mundo de las ideas y el mundo real.

La crítica de Nietzsche a la metafísica tradicional abarca dos aspectos: el aspecto ontológico (crítica
al ser estático, pues el ser es devenir) y el aspecto epistemológico (crítica a los conceptos, que petrifican el
ser. Para él será la metáfora la que es válida para hablar de la realidad, de la vida.)

La filosofía tradicional es dogmática: considera el ser como algo abstracto, estático e inmutable.
Pero ese ser no existe; sólo existe el devenir, el mundo de las apariencias y de los fenómenos.
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Los grandes referentes de la filosofía occidental han sido, para Nietzsche, sus grandes traidores,
Sócrates fue el encargado de que Dionisos no se impusiera sobre Apolo, con lo que la razón dominó sobre la
vida. Su discípulo Platón despreció el mundo que nos rodea, a la vez que se inventó uno nuevo, en el cual se
encontraba la verdad y el bien. El idealismo de ambos esconde, en realidad, la decadencia, el temor ante la
vida irracional y el mundo, el miedo al instinto desordenado y dionisíaco, la angustia ante la finitud y la
muerte. Es un consuelo metafísico propio de la debilidad humana.

De entre todos los filósofos, sólo Heráclito se salva: muchos de sus fragmentos aparecen en las obras
de Nietzsche, y sus ideas están detrás de conceptos como el eterno retorno. El resto, se ha dedicado a
conceptualizar, a negar la vida con conceptos como “ser”, “yo”, “sustancia”, “cosa en sí”, “causa”... Son
estos conceptos los responsables del desprecio a los sentidos y una valoración excesiva de la razón. Se debe
luchar contra este racionalismo con una aceptación contundente de lo único que nos es dado: los datos de los
sentidos, la apariencia. La filosofía debe regresar a las tesis heraclíteas. La metafísica se equivoca al separar
la apariencia y la esencia, el mundo aparente y el mundo verdadero. La única verdad es la apariencia y los
conceptos metafísicos son obstáculos que nos separan de las cosas: el que quiera pensar con libertad
debe deshacerse de ellos, destruirlos, para retomar el contacto directo con la realidad.

El filósofo dogmático se dedica a especular por encima del movimiento del mundo, porque piensa
que el ser del mundo no se puede estudiar en el torbellino de esta vida, que es para él causa de error. Pero no
hay un mundo real y otro aparente sino el devenir constante del ser creando y destruyendo el único mundo
existente. Es la necesidad de racionalizar el devenir lo que nos obliga a inventar ficciones lógicas y modelos
de conocimiento que nos permitan la estabilidad frente al carácter caótico del mundo. Los filósofos se han
dedicado hasta ahora a “momificar” el devenir del ser a través de conceptos, que sólo sirven para
etiquetar. Se ha pretendido que el concepto sirva para expresar y significar una multiplicidad de cosas o
realidades individuales que, rigurosamente hablando, nunca son idénticas. A través de los conceptos no
llegamos nunca a penetrar en el origen de las cosas. La verdad, entonces, no es más que un conjunto de
generalizaciones, ilusiones que el uso y la costumbre han venido imponiendo y cuya naturaleza
desconocemos. Estamos siendo engañados por nuestro propio lenguaje. Por ello él propondrá la metáfora,
que por prestarse a una pluralidad de interpretaciones no cae en la interpretación única y dogmática de los
conceptos.

Según Nietzsche, “inventar fábulas acerca de “otro” mundo distinto de este no tiene sentido,
presuponiendo que no domine en nosotros un instinto (...) de recelo frente a la vida”. Para Nietzsche el
problema de fondo no es otro que el nihilismo, consecuencia de la perspectiva estática del ser. Inventar otro
mundo es propio de una actitud de resentimiento ante la vida.

3.4. CRÍTICA DE LA CIENCIA


Nietzsche critica la ciencia, pues sustenta como verdad objetiva un hipotético orden eterno que
la ciencia puede descubrir. Este orden eterno es el que se fija en el lenguaje conceptual que se pretende
inequívoco y que aprisiona el pensamiento en conceptos acabados, fijos o estáticos, creadores de trasmundos
eternos.

Su crítica se centra en los siguientes aspectos:

- Critica la ciencia como conocimiento objetivo. La objetividad es la supuesta capacidad de describir el


mundo independientemente de las peculiaridades de la persona o grupo que lo alcanza. Según Nietzsche, no
podemos desprendernos de nuestra subjetividad cuando intentamos conocer la realidad. La ciencia solo sabe
de cantidad y número pero nada sabe de la pasión, la fuerza, el amor, el placer...

- Critica la existencia de leyes naturales. En el mundo no existen leyes de la Naturaleza, sino supuestos
comportamientos regulares de las cosas: las relaciones entre las cosas no son necesarias, sino contingentes.

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El orden del mundo es pues, una creencia infundada que establecemos para hacer más soportable nuestra
existencia.

- Critica a la ciencia porque destaca exageradamente la razón como instrumento para comprender la
realidad.

- Critica a las matemáticas porque son ajenas a la riqueza y la pluralidad del mundo. La matematización no
nos ayuda a conocer las cosas sino solo a establecer una relación cuantitativa entre ellas y con ello anulamos
las diferencias que realmente existen entre ellas, pues el modelo matemático de la naturaleza se basa en la
cantidad y no en la calidad propia de cosa, y tiende a la igualación de todas ellas.

4. LA NUEVA JERARQUÍA DE VALORES


Para Nietzsche la cultura europea ha llegado a la decadencia total, y de ahí la necesidad de la
restauración y de preparar el momento de plenitud de la humanidad. Esta es la tarea del filósofo: liberar al
hombre de todos los valores ficticios, decadentes, devolviéndoles el derecho a la vida. El primer paso debe
consistir en un cambio profundo de todos los valores de nuestra cultura tradicional.

Pero será necesario atravesar el nihilismo y certificar la muerte de Dios para que, a través de la
voluntad de poder pueda crearse una nueva valoración. Esto sólo podrá llevarlo a cabo el Superhombre.

4.1. EL NIHILISMO
Nietzsche piensa que la fuerza del espíritu de occidente, agotada por los valores ficticios, se vuelve
nihilista.

Este término adquiere su significado filosófico más importante en Nietzsche. Para este autor el
término nihilismo tiene dos significados distintos:

- Por una parte, en sentido negativo, designa el largo proceso de decadencia de la cultura occidental
que se inició con el socratismo y se prolongó con el platonismo y, especialmente, con la religión judeo-
cristiana. Esta decadencia es fruto de una plena inversión de valores pues, desde Sócrates, se ha puesto la
vida en función de la razón en lugar de poner la razón en función de la vida. Este conceptualismo socrático-
platónico se acentuó con el cristianismo, cuyos valores de sometimiento, de resignación y de culpabilidad,
son el fruto del resentimiento contra todo lo vital. En este sentido, el nihilismo es el cumplimiento de la
esencia de la metafísica occidental decadente, y coincide con el movimiento histórico propio de la cultura
occidental.

- Pero, por otra parte, el nihilismo tiene un sentido positivo encarnado en la afirmación de la muerte
de Dios, lo que significa que no hay propiamente un sentido, y que aquellos que habían sido considerados
los valores supremos se desvalorizan. Esto, no obstante, tiene un valor plenamente positivo, ya que entonces
el nihilismo, entendido como la destrucción de los valores tradicionales, aparece como el estado de los
espíritus fuertes que niegan activamente estos falsos valores, y prepara el camino para el advenimiento
del superhombre.

Nietzsche no solo pensó el nihilismo, sino que padeció sus consecuencias, como europeo del siglo
XIX, por esta razón su propio pensamiento refleja los tres grandes momentos:

a) el nihilismo como consecuencia inmediata de la destrucción de los valores vigentes hasta


entonces: es el momento de la tremenda duda, de la desorientación radical, de la pérdida de sentido.

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Metafóricamente se refiere a este momento en sus obras como “la nada sin fondo”, la tierra desenganchada
del sol” y “un espacio vital sin horizonte”.

b) Nihilismo como afirmación del propio proceso nihilista en tanto que consecuencia necesaria del
pensamiento platónico-cristiano: es el momento de la reflexión, del distanciamiento con respecto a esa
tradición.

c) Nihilismo como punto de inflexión hacia una nueva perspectiva del ser y del hombre: es el
momento de la nueva valoración de la vida, de la esperanza: la gran “aurora”. Este tercer aspecto del
nihilismo es reconocido no por la reflexión racional, sino por algo instintivo, que Nietzsche denomina
“voluntad de poder”.

4.2. LA MUERTE DE DIOS


La muerte de Dios representa el fin de toda concepción idealista y el fin de la metafísica occidental.
La frase «Dios ha muerto» (que fue Hegel el primero en utilizar), representa para Nietzsche la negación de
todos los trasmundos inventados por la religión, gran mentira que convierte la vida en una mera sombra.
La idea de Dios, entendida como el fundamento del mundo verdadero, es la gran enemiga. El espíritu libre
es aquél que es capaz de perderle el respeto, capaz de asumir que «Dios ha muerto», es decir, capaz de
asumir que se debe acabar con el «mundo verdadero» (lo que también significa acabar con la dicotomía
entre mundo verdadero y mundo de las apariencias), acabar con la metafísica y aceptar que nada debe
ponerse en su lugar (de nada serviría sustituir la idea de Dios por las de humanidad, ciencia, racionalidad,
técnica u otros sustitutos).

La muerte de Dios significa para Nietzsche una crítica radical de la religión, de la moral y de la
metafísica. Es la liberación de un gran peso que abruma al hombre. Nietzsche piensa que la idea de Dios es
lo que le impide al ser humano llegar a ser el superhombre. Por eso piensa que para que viva el hombre
ha de morir Dios: si Dios vive no puede vivir el hombre.

Para Nietzsche no hay lugar para Dios en la cultura moderna: el hombre de la cultura occidental ha
sido capaz, por fin, de destruir a Dios. Con ello, se ha hecho posible, también, que pueda nacer el
superhombre.

Con la muerte de Dios el hombre se libera a sí mismo quitando de en medio lo que no le había dejado
ser hombre. Con ello se acaba la historia antigua y comienza una nueva historia, la verdadera historia. En
ella el hombre, liberado del mito y de la superstición, se puede convertir en creador de su propio destino y
puede, por fin, llegar a ser hombre.

Lo que ha muerto es el Dios de los metafísicos, el Dios monoteísta. Según Nietzsche, el monoteísmo
de la razón obliga descartar otras razones, otros “dioses”. Han renacido los otros dioses, los que antaño
venerara el politeísmo: dioses contradictorios, en lucha eterna. La pluralidad de perspectivas es, para el ser
humano, condición de libertad, porque el politeísmo siempre ha prefigurado el espíritu libre y múltiple del
hombre: la fuerza de crearse modos nuevos de ver el mundo.

5. LA VOLUNTAD DE PODER
La voluntad de poder no es sino la voluntad de dominio del hombre sobre lo que le rodea, por eso
nace la filosofía, porque el hombre necesita conocer, dominar lo que le rodea, para saber a qué atenerse. No
es, pues, algo nuevo en Nietzsche, pero este lo entiende de un modo distinto.

Para Nietzsche el hombre ha intentado fijar lo real, que es devenir, unificar lo real, que es múltiple, y
además ha creído que su interpretación es la mejor, la única verdadera. Para Nietzsche este es el primer

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momento de la voluntad de poder, en el que aparece como voluntad de apariencia interpretando el
ser bajo un solo aspecto, con el consiguiente menosprecio de otras perspectivas. Es la voluntad de poder del
hombre que huye asustado de este mundo en cambio constante y de múltiples caras, creando una ontología
estática que él pueda atrapar con sus conceptos. Según Nietzsche esta voluntad de poder lo que quiere es la
nada –NIHIL-. ¿Y porqué? Piensa Nietzsche que al ser la voluntad algo constitutivo del hombre, esta
necesita ejercitarse, querer, y prefiere querer la Nada a no querer nada. Es la voluntad de poder del
metafísico occidental que hay que superar.

Por eso dice Nietzsche que hay un segundo momento en el que el hombre se da cuenta de que ha
interpretado mal la realidad por utilizar mal dicha voluntad de poder. Es el momento en que comienza una
nueva interpretación, en el que los valores comienzan a mutarse porque la voluntad de poder es ahora
voluntad de vida, reconocedora de las múltiples perspectivas de lo real y sabedora de que la suya es
una más. Esta voluntad es más profunda porque conoce la realidad auténtica del ser: el devenir, y sabe que la
razón humana no podrá jamás abarcarlo, totalizarlo ni simplificarlo con sus conceptos.

Por ello el problema de la VERDAD adquiere ahora un sentido distinto. La falsedad o error de un
juicio no es objeción contra el mismo. La cuestión de fondo se plantea ahora con otro sentido: si el juicio
favorece o no a la vida. Y es que para Nietzsche la “verdad” del ser verdadero, lo estable, o lo que hemos
podido pescar con nuestros conceptos y categorías en el devenir del ser, esto es únicamente la consolidación
de una perspectiva, apariencia que se ha impuesto a través de la costumbre, pero que no por ello deja de ser
un “error”. Por eso nos dice que hasta ahora “la verdad es aquella clase de error sin la que una determinada
especie de seres vivos no podrían vivir”. Pero desde ahora una proposición será verdadera si favorece a la
vida, y falsa si la perjudica. “El valor para la vida es lo que decide en última instancia”.

Por ello el LENGUAJE ahora es distinto: los conceptos dan paso a la metáfora. En Nietzsche los
conceptos no tienen trabajo. Contra la petrificación que el devenir sufre al quedar fijado en un concepto que
la ciencia y la costumbre convierten en inmutable, Nietzsche exalta el poder de la imaginación metafórica
que posee el hombre, como más propia. Así nos apartamos de la posibilidad de caer en dogmatismos, pues la
metáfora se mantiene abierta al mundo y no cerrada como ocurre con el mundo simplificador de los
conceptos.

Nietzsche diferencia al metafísico de la filosofía tradicional, que confunde el concepto con el ser,
del nuevo metafísico, que tiene conciencia de que su clasificación de los hechos es arbitraria y podría haber
sido distinta. La actitud del primero es la UNICIDAD y la del segundo la PLURALIDAD.

Esta afirmación de pluralismo manifiesta su radical ateísmo. Tras la muerte de Dios, se torna
posible y necesario la TRANSMUTACIÓN DE LOS VALORES –superación del Nihilismo- porque se ha
descubierto la pluralidad de sentidos que vuelve a tener el ser. Con la transmutación de los valores la
voluntad de poder no hace sino afirmar la TIERRA, la VIDA total en el mismo sentido en que antes era
rechazada; y dicha afirmación nos desvela la “ALEGRÍA” como único móvil principal de la filosofía:
fortalecer la alegría hacia la vida. “¡Vosotros, hombres superiores, aprended a reír...!

Como ha muerto el Dios del monótono teísmo y la voluntad de poder se ha transmutado en voluntad
de vida ahora será posible, según Nietzsche, una nueva moral.

5.1. LA NUEVA MORAL


Frente a la decadencia de occidente, con su moral antinatural, Nietzsche pretende ofrecer una moral
nueva basada en lo natural, en la vida. Ello es posible ahora que Dios, el gran obstáculo contra la vida, ha
muerto.

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Para entender esto podemos acudir a la contraposición que hace de Apolo y Dionisio en “El origen de
la tragedia”:

• Apolo es el dios de las formas externas, de la apariencia llena de belleza. Lo apolíneo es lo que da
lugar a la figura, al orden, a la medida y la razón.

• Dionisio es el dios de la vida, del vino, de la alegría desbordante de vivir. Lo dionisíaco expresa la
embriaguez, la desmesura, la renovación, la fuerza, la vitalidad, el ímpetu.

La fuerza, la profundidad y la grandeza del arte griego antiguo procede de la íntima unión de estos
dos aspectos. Nietzsche piensa que tanto literatos (Eurípides) como filósofos (Sócrates y Platón) optaron por
el ideal apolíneo, que supone, también, optar por la razón.

La nueva moral, sin embargo, está apoyada en el ideal dionisíaco, en el deseo apasionado por
vivir, en la exaltación de la vida sin ninguna traba. La vida tiene valor en sí misma y no hay que buscarle
otra explicación. Es el valor absoluto al que se subordinan todos los demás: no hay que imponer ninguna
norma a la vida, sino gozar de ella.

La nueva moral estará basada en la exaltación de la vida, en la valoración de la moral de los


señores frente a la moral de los esclavos: la fuerza, el poder, la pasión, el placer. Esto es lo que piden los
instintos y en estos instintos se debe basar la moral. Esta nueva moral necesita un nuevo hombre.

5.2. LA NUEVA VISIÓN DEL HOMBRE


La antropología de Nietzsche está en la misma línea que su crítica a los valores culturales de
occidente: el hombre también entra en su visión pesimista de la decadencia occidental.

El hombre es para Nietzsche:

• Un ser miserable, porque desprecia la tierra, el cuerpo, el instinto. Es un ser a medio hacer entre la
bestia y el superhombre.

• Un animal defectuoso. Es el único animal que está por hacer, por eso corre un riesgo: o vence al
hombre mediante la superación, o vuelve a la animalidad. El hombre se resiste a abandonar los valores del
pasado y dar un nuevo sentido a la humanidad. Esta es tarea del superhombre.

6. EL SUPERHOMBRE
Este es el pensamiento central de Nietzsche, y así lo predica Zaratustra: "Yo predico al
superhombre; el hombre es algo que debe ser superado".

Esto significa:

- Que el hombre es algo intermedio, algo sin terminar de hacerse y, por lo tanto, un puente para
llegar al superhombre.

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- La especie humana está en un proceso evolutivo constante (Darwin) que le hace ir hacia especies
superiores.

- Un sentido de superación, del que se ve necesitado el hombre para superar la decadente moral
tradicional para llegar a la nueva moral. Este afán de superación le debe llevar a expulsar a Dios de su
interior; una vez que Dios muere y sólo queda el hombre, éste tiene que ir superándose hasta llegar al
superhombre.

6.1. PROCESO HACIA EL SUPERHOMBRE


La transformación del hombre en superhombre pasa por tres transformaciones sucesivas:

• Camello. El espíritu del hombre es en primer lugar un camello, un animal que carga y que obedece
a su amo sin quejarse. Este le manda y él obedece. Es el hombre de la cultura occidental.

• León. El hombre-camello, cansado por el peso de la carga, se revela contra su amo y lo derriba.
Entonces se convierte en el hombre-león, crítico y dueño de sí mismo, que dice "yo quiero" e impone su
voluntad. Es el gran negador, símbolo del nihilista que rechaza los valores tradicionales.

• Niño. A medida que se va quitando las cargas se va haciendo el creador de sus propios valores. Se
convierte en el hombre-niño que busca la afirmación de sí mismo. A partir de este tercer momento es cuando
empieza a aparecer el superhombre, que da lugar a la nueva humanidad libre y creadora.

6.2. CARACTERÍSTICAS DEL SUPERHOMBRE

• Ansia de vivir. El superhombre se preocupa sobre todo por la vida. Valora sobre todo la vida
corporal, la salud, el placer, las pasiones, la violencia, el éxito. Las virtudes que ama son la fuerza física, el
poder, la rebeldía.

• Superación. Superación de la moral tradicional cristiano-occidental. No está sometido a ningún


precepto moral porque se sitúa por encima del bien y del mal. Su conciencia es la conciencia de la
naturaleza: lo que favorece la naturaleza es bueno y lo que la perjudica es malo.

• Superior. El superhombre es un ser superior, que dice sí a las jerarquías entre hombres: la igualdad
sólo lleva a la moral de rebaño de los esclavos.

• Valores. El superhombre ha roto con la jerarquía tradicional de los valores y se ríe de ellos.

• Tierra. Vive la fidelidad a la tierra, lejos de la transcendencia de la metafísica y de la idea de Dios.


Es fiel a la tierra que pisa, olvidando elucubraciones espirituales.

• Poder. El superhombre vive la voluntad de poder, la voluntad de dominar y recrear el mundo y sus
valores. Se debe dejar llevar por el deseo de dominar, de ser señor y no esclavo.

• Retorno. La nueva meditación sobre el ser ha sido producida por la voluntad de poder: exaltación
de la creatividad del ser humano en tanto que afirmación de esta vida terrenal. Esta afirmación es eterna, y
por eso la voluntad de poder alcanza su más alto grado de reflexión en el eterno retorno: hay que amar la
vida de forma que se quiera volver a vivirla porque todo vuelve a repetirse eternamente.

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7. EL ETERNO RETORNO
Según el mismo Nietzsche, se trata de su pensamiento «más profundo», y también del más difícil
de captar, ya que el tratamiento que da Nietzsche de este tema es bastante ambiguo. El «eterno retorno de lo
mismo» no significa la repetición de las cosas individuales; más bien, debe entenderse como doctrina
moral: es el sí trágico y dionisíaco a la vida pronunciado por el propio mundo. Esta prueba moral selectiva
supone una importante reflexión sobre el tiempo que Nietzsche expone de forma metafórica. Contra el
sentimiento de un tiempo destructor y aniquilador de las potencialidades de la voluntad de poder, Nietzsche
reivindica la destrucción del sentido trascendente del tiempo lineal judeo-cristiano (un tiempo orientado
hacia un fin que trasciende cada uno de sus momentos). Esto supone una crítica profunda de la oposición
habitual entre pasado y futuro: el instante no es un simple tránsito desde un pasado hacia el futuro, sino que
en él mismo se muestra el tiempo eterno. Pero esto tampoco supone afirmar la circularidad del tiempo,
ya que dicha circularidad, sin más, implica el hastío y la parálisis, en la medida en que tiende a la plena
determinación (ya que todo cuanto sucede debe volver a suceder). Por ello, Zaratustra tampoco acepta la
mera concepción cíclica del tiempo, que todavía se basa en categorías de análisis tomadas del transcurso
temporal fragmentador. El eterno retorno es el fin de toda finalidad trascendente: tanto de un fin en
sentido escatológico —como el predicado por las religiones que hablan de un juicio final—, como del fin de
una conflagración universal al final del ciclo del gran año. La doctrina del eterno retorno no es
descriptiva, sino prescriptiva: el eterno retorno debe instituirse por medio de una decisión humana
para que realmente cada momento posea todo su sentido. El resentimiento contra la vida nace de la
incapacidad de asumirla plenamente, y asumirla plenamente es aceptar que todo lo que fue, fue porque así
lo hemos querido, es decir, querer el eterno retorno.

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