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5 La denuncia de G. García se parece bastante a la prolongación en los 70 de ese reverso, de ese otro de Macedonio,
el positivismo argentino. ¿No quiere renormalizar al lector macedoniano? “Yo no doy personajes locos, doy lectura
loca”. No, tampoco. ¡El loco es él! En el giro copernicano que este autor emprende respecto de la crítica macedo-
niana, lo “raro”, lo “insólito”, está al límite de ser juzgado por el Tribunal Mundial del Neurótico: “¡esquizofrenia!”,
traición froidiana. Al final un Freud leído por Macedonio es devuelto en un Macedonio leído por Freud. En definitiva,
el texto de Germán García puede estar al borde de ser la “Terapéutica” que Macedonio no tuvo y espantó de sí:
hacerle escribir la Novela que jamás iba a escribir: la Novela Familiar. Codear fuera a Macedonio –y de carambola a
Schopenhauer– para unir en el fondo a Freud con James. Freud también –pero preventivamente– había codeado
a Schopenhauer, en el pánico temor de que el “mayor metafísico” fuera en efecto el inventor primero del psicoanálisis.
Desvivirse de Macedonio; es decir, la vida estaba en él. Rara reversión... Igual el texto froidiano, una escritura de
poca red también perforada por la experiencia y la teoría, es también una metafísica haciéndose y deshaciéndose,
maltrecha, enturbiada, pero harto más reticente para con sus precursores, menos modesta, más “adanista” aun, claro
que del otro lado del saber respecto del tolomeico abogado, del lado de la “afrenta al narcisismo” y su famoso yiro
y con una tendencia a apelar a la “literatura” en versión acostada, del otro lado sobre la horizontal de los divanes.
“La Ciudad Ausente” de Piglia parece que boceta una resistencia tardía al libro de G. García; devuelve un Macedonio
con sexo y con máquinas; casi deleciano. Hay en la literatura una literatura de la literatura, y la “crítica” suele y
puede ser una literatura de la literatura. En este caso la “ficción” se devuelve como crítica de la crítica. Renunciar, de
todos modos, queridos e idiotizados colegas críticos futuros, a una discusión o diálogo con el libro de Germán García
es una linda tentación, uno de cuyos desenlaces es apostar por una versión de la cosa demasiado liviana y amiga de
todos, consensual, que es lo que se ve por estas fechas. Es conveniente embroncarse con su “setentismo”, no porque
ya no se piense así –eso es impunemente falso–, sino porque ya no se publica así, que es otra cosa. La crítica de
García tiene –por la inversa– lo que abunda también en el texto macedoniano: profundidad, no profundidad-Sabato,
mórbida profundidad digamos “deleciana”.
de la vida cívica y política decimonónica hizo hacer esperar hasta el si-
guiente siglo la aparición de los “fundadores”, que para Romero, no obs-
tante, son “los que filosofan por su cuenta”. Lo que hace fatal cortocircuito
a la fecha es la fuerte dificultad de hacer coincidir a la “normalidad filosó-
fica” con “los que filosofan por su cuenta”.
“Hasta el año 1930 la filosofía no había logrado muchos ecos fuera
de los recintos académicos” escribe Romero en 1960 en la publicación de
“La Nación” del sesquicentenario de la patria. Macedonio publicaba “Vigi-
lia” en el 28 y en el 29 Korn fundaba la “Sociedad Kantiana” que daría
comienzo a entender de Romero a la era santa de la “normalidad filosófica”
de marras. Paralelamente al momento genético de esta silente gesta de
búhos del Plata se da la última “fase” macedoniana, el retiro itinerante en
las pensiones tras haber terminado la era del inocente fervor de la van-
guardia. A la distancia –antisocial y anticantiano–, Macedonio continuará
maquinando las ultimaciones de su “Metafísica” sin saber que estaba “fun-
dando” un modo nuevo de operar sobre el corpus filosófico por aquí, y que
habrá que llamar, por contraste y de puro renegados que somos, la anor-
malidad filosófica en la Argentina6.
6 AUTOR QUE INSISTE: Patografía filosófica o filosofía anormal; si hay la linde es difícil determinarla. ¿Puede el
Lector Salteado ser filósofo? Nunca han existido los sistemas. Siempre fueron una ilusión. El único sistema se llama
“A es A” y no tiene autor ni dueño. La carencia de un sistema filosófico es lo que hace de Macedonio un filósofo
contemporáneo, vigente ahora pero inactual para su época; la imposibilidad –con necesidad incluida– de un sistema
filosófico es lo que hace de Macedonio el nombre de pila de la filosofía argentina. Nuestro contrato de locación de
este bien septentrional lleva esa rúbrica subscripta: Macedonio Fernández.
Rosario, 1997/2002