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Algunos aportes de Winnicott para la reflexión en

torno al rol de la madre


Tomando en cuenta los diferentes aportes que se han construido - desde la perspectiva de
las relaciones objetales - en el psicoanálisis, quisiera reflexionar acerca del rol de la madre,
desde la particular visión de D. Winnicott.
A mi parecer, Winnicott al igual que todos los psicoanalistas teóricos y clínicos, está interesado
en conocer los procesos y fenómenos involucrados en la constitución, desarrollo y funcionamiento
que ocurren en el aparato psíquico de un individuo, así como también sus posibles desviaciones que
dan origen a las patologías. Con la particularidad de que después de recorrer e introducirse en otros
caminos teóricos como los de S. Freud, A: Freud. M. Klein y otros; él se orienta a una opción que
recoge su saber complementario y del cual ya ha podido extraer hipótesis y enriquecedoras
experiencias, que es la pediatría.

Creo que esta doble fuente desde donde nutre su pensar, le dará un sello particular, su
capacidad de observar al niño, pero entendiéndolo como miembro de una primera unidad indivisible
madre – hijo, la que sufrirá cambios a lo largo del desarrollo, la que luego incluirá al padre como 3°,
que además les trae y ofrece la cultura y la posibilidad de separarse sanamente, siempre que esa
díada madre-hijo haya recorrido de manera suficientemente buena las etapas previas.

El decía, que no existe bebe sin su madre y luego agrega que no hay madre capaz de cumplir
con todos los requerimientos del bebé en sus primeras etapas, si no hay un padre o 3° que haga la
función de contener a esa madre[1]. Es decir, un bebé atendido por una “madre corriente
devota”[2] volcada a él y el padre como sostenedor de este vínculo desde su inicio[3].

Creo que este es un aporte muy contundente, para el psicoanálisis, que de algún modo estaba
tratando el desarrollo de la mente, como algo entera o fundamentalmente intra psíquico - por
ejemplo con el énfasis que le da M. Klein - descuidándose o dejando en un plano más secundario el
rol del ambiente en la construcción del aparato psíquico, la dimensión intersubjetiva del desarrollo
humano y el rol específico de los progenitores o sus sustitutos como facilitadores o inhibidores de un
sano desarrollo mental y especialmente emocional.

Tal vez me fue necesaria esta introducción para entrar de lleno en centrar mi atención en
cómo se constituye el sujeto, como una de las preguntas más importantes que surgen en el trabajo
clínico y en ese particular encuentro que allí ocurre entre dos subjetividades en íntima conexión. Mi
apreciación personal, es que se constituye desde la más temprana y decisiva relación con la madre
(o su sustituta, como Winnicott siempre aclara) y se enriquece en los futuros vínculos y relaciones.

Es muy probable que mi particular experiencia de trabajar con niños me implique de manera
más contundente en esta mirada, ya no solo teórica sino clínica 1[4] y absolutamente cotidiana.
Parodiando con mucho respeto a Winnicott, diría que “no hay niño que pueda avanzar o mejorar (si
lo logra) en sus dificultades emocionales, en terapia, sin sus padres”. Es decir, padres que estén
dispuestos a recibir a este hijo en proceso de cambio, más sujeto de su vida que objeto de ellos,
diferenciado, un poco más seguro, etc. Padres que estén dispuestos a contener los momentos
angustiosos, dispuestos a soportar sus regresiones transitorias, dispuestos a aceptar una mirada del
mundo y de la vida diferente a la de ellos (sobre todo si estos padres son muy inseguros,
paranoides, obsesivos, rígidos, etc), dispuestos a tolerar sin envidias destructivas sus cambios y
mejorías.

Para ir revisando de una manera más ordenada estas ideas que quiero plantear, me parece
útil volver a algunos textos y enunciados que Winnicott propone respecto a estos temas. Conceptos
como la madre suficientemente buena, madre corriente devota, espacio potencial, ambiente
facilitador, preocupación maternal primaria y las tres funciones maternales o del ambiente[5] serán
elementos centrales con los que iré tratando de proponer una visión que sintetice sus aportes, en
relación al rol de la madre.

La totalidad de estos conceptos los plantea de manera reiterada en gran parte de su obra, lo
que demuestra su total convicción sobre este aspecto del desarrollo del niño que está
profundamente relacionado con su ambiente, especialmente los primeros objetos, escenas y

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vivencias en su entorno facilitadas por los padres. Este aspecto de su pensar no será nunca
abandonado a lo largo de toda su obra.

Tareas y funciones que Winnicott asigna a los padres y/o cuidadores de los niños

Desde el inicio de la vida del bebé, Winnicott se refiere a la necesidad de que el ambiente
provea al niño de las condiciones mínimas para que pueda darse tanto su crecimiento y desarrollo
físico como emocional. Desde recién nacido el bebé está en una relación de dependencia absoluta y
requiere de estabilidad y continuidad ambiental. El primer introyecto de ambiente que hará el bebé
– aunque al inicio ni siquiera lo distinga como tal – será la madre y para esa primera etapa
Winnicott ya nos plantea varias tareas que debe realizar y disposiciones mentales que requiere
tener la madre para favorecer el sano desarrollo de su hijo.

En “El papel del espejo de la madre y la familia en el desarrollo del niño” 2[6] él plantea 3
funciones específicas que debe cumplir la madre para ayudar al bebé a subjetivizarse, a habitar su
cuerpo, comenzar a conocer para luego reconocer-se, conocer y reconocer a la madre y todos los
objetos que la madre le irá presentando, en simultaneo a la vivencia de él, de ir creándolos (que es
una de la funciones parentales, a la que luego me referiré).

La primera de las funciones es el Holding, o sea la capacidad de sostener emocionalmente


al niño, en todo momentos y en todos los estados por los que pueda atravesar su afectividad y su
impulsividad. Naturalmente habrá emociones placidas y otras altamente displacenteras y ahí
requerirá que la madre le preste su capacidad de contención y sostén para que él logre sobrevivir a
la intensidad de lo vivenciado.

Si bien Bion y Winnicott, no se influyeron, ni siquiera contactaron mientras desarrollaban sus


teorías, tienen mucho en común en este punto, ya que Bion (19 ) propone el concepto de Reverie
de la madre, como la capacidad de contención emocional. El diría que se espera que la madre en
primera instancia y también el padre sean capaces de recibir las angustias, molestias y llantos del
niño y transformarlos, devolviéndolos descargados de angustia, de una forma más apropiada en que
sí puedan ser toleradas y recibidas por el niño.

A partir de estas buenas experiencias con su medio el niño aprende a desarrollar sus
primeras concepciones acerca del amor, el bienestar, la comprensión, etc. Es decir, el niño requiere
de un estado anímico de los padres, abierto a recibir cualquier vivencia de sus hijos. En este
sentido, el Holding apunta a estas mismas destrezas parentales, teniendo como meta la capacidad
de integración psicológica del bebé3[7]. También el concepto de Preocupación Maternal Primaria,
apunta a la necesaria sensibilidad que la madre debe disponer en las primeras etapas para captar
las experincias inconfortables del bebé y poder actuar para contrarrestarlas.

Antes de referirme a la segunda función, quiero exponer mi permanente doble lectura sobre
estos contenidos en cuanto a las funciones parentales y lo que para mi serían – salvando las
naturales diferencias – las funciones del psicoterapeuta infantil. Es más, me podrían decir con justa
razón que también el de adultos, pero en el caso del trabajo con niños es increíblemente fuerte el
modo en que somos invitados por los niños a ubicarnos en estos roles de ser capaces de acogerlos,
contenerlos y sostenerlos en sus aspectos más primitivos, regresivos o frágiles. Esta doble mirada
no es creación mía4[8], ya lo había trabajado Winnicott por ejemplo en “la teoría de la relación entre
progenitores – infante”, donde él propondrá al igual que en otros escritos, lineamientos para la
clínica a partir de la observación de las relaciones tempranas padres e hijo.

En mi opinión personal, muchas veces más que la capacidad de dar interpretaciones


verbales de mucha lucidez, los niños necesitan que estemos ahí intactos, sin vernos dañados por
sus agresiones para poder elaborar qué es de ellos y qué es de sus padres u otros adultos a su
cargo, tal vez frágiles o con dificultades para recibir sus aspectos rabiosos o impulsivos, y poder así
discriminar que no es su agresión la que mata o daña sino que hay veces en que no los han podido
contener y eso es lo que ha distorsionado su autoimagen. En otros casos evidentemente, el trabajo

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va en la línea opuesta, ayudarlos a apropiarse de su agresión para así poder controlarla mejor, sin
tener que proyectarla.

“Cuando la madre no cumple su función de sostén del yo, lo que surge es esta angustia
impensable, portadora entonces de una amenaza de anonadamiento cuyas principales variantes se
exponen a continuación: 1) Fragmentarse, 2) Vivir una impresión de caída sin fin, 3) Sentirse
elevado a cumbres infinitas, 4) Carecer de relación con el propio cuerpo y, por último, de
orientación espacio temporal”5[9] (esencia de las angustias psicóticas).

La segunda función es el Handling, se refiere más a los soportes y cuidados concretos y


reales que el niño necesita, al estar sintonizados y atentos a sus necesidades de manipulaciones de
alivio sobre su cuerpo real: mirarlo, tocarlo, acariciarlo, limpiarlo es decirle “te quiero, me importas,
tu vales, mereces, eres objeto de mi amor” en el lenguaje del cuerpo, dejar de hacerlo es dar el
mensaje contrario. El logro psicológico que permite un buen Handling es la vivencia de
personalización, de habitarse a si mismo (incluida la pulsión), de sentirse una unidad desde lo
psicológico, con el Holding y desde lo corporal con el Handling.

Con respecto a estas dos funciones, Winnicott dirá que al examinar a un niño uno puede ver
si ha sido bien sostenido física y emocionalmente o no. O sea habrá una confiabilidad garantizada
respecto de su desarrollo o no, con la posible presencia de angustias impensables.

“Esto dividirá el mundo de los bebés en dos categorías: 1.- Los bebés que no han sido
significativamente dejados caer en la infancia y cuya creencia en la confiabilidad los lleva hacia la
adquisición de una confiabilidad personal....Estos bebés tienen continuidad existencial, conservan la
capacidad para avanzar y retroceder y llega a ser capaces de afrontar todos los riesgos porque
están bien asegurados. 2.- Los bebés que han sido significativamente dejados caer en una
oportunidad o dentro de una pauta de fallas ambientales,.....llevan consigo la experiencia de una
angustia impensable o arcaica. Saben lo que es estar en un estado de confusión aguda o conocen la
agonía de la desintegración. Saben qué significa que se los deje caer, qué significa la caída perpetua
o escindirse en la desunión psicosomática. En otras palabras han experimentado un trauma....”. 6
[10]

La tercera función, se refiere a la Presentación del objeto, apunta a cualidad especial que
debieran desarrollar las madres y que tiene que ver con la posibilidad de crear una ilusión el niño.
Es decir, el objeto es presentado porque existe, la madre lo conoce y en el caso puntual del pecho o
la mamadera (como 1° objeto), lo posee: Sin embargo, el asunto consiste en poder presentarlo en
sintonía con un momento en que el niño lo está deseando o necesitando y de esta manera para el
niño, el pecho llega porque él lo creó . Juan David Nasio (1994), dice al respecto: “Al ofrecer el
pecho en el momento aproximadamente oportuno, procura al bebé la ilusión de que él mismo ha
creado el objeto cuya necesidad siente confusamente. Al darle la ilusión de esta creación, la madre
posibilita al bebé una experiencia de omnipotencia, o sea que el objeto en el momento de ser
esperado, adquiere una existencia real.”7[11].

Sobre este punto quisiera detenerme, por la cotidiana y dolorosa experiencia a la que uno
tiene acceso de ver cómo madres, padres, profesores y adultos en general en nuestra sociedad,
transgreden esta función, la pisotean y no acusan recibo del daño que esto tiene para el menor.
- “Mira mamá!!, magia!!....No hijo eso no es magia, lo tienes debajo de tu zapato!!”
- “No cierto Miss que yo fui el primero en ocurrírseme hacer un paseo al museo?...No,
Tomás! Raúl ya lo había propuesto antes sólo que tu no estabas atento”
- “Mira lo que inventé!!...no mientas, no lo inventaste estaba en la revista que viste
cuando fuimos al dentista, te acuerda?”. NO, no solo no se acuerda, sino que lo registró
seguramente en su preconsciente y para apropiárselo, lo dibuja y prueba su destreza de
recrear algo con la ilusión de que lo está creando. ¿Será esto muy difícil para una mente
adulta o es la venganza por la propia desilusión en la infancia?

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La meta de esta función es lograr la realización del bebé, la sensación de su gran capacidad
de creación, es la ilusión omnipotente necesaria y sana, que luego dará pasó a la creatividad.

En simultaneo a estas tres funciones desarrolladas pro Winnicott, él hace hincapié en que
en un inicio el bebé se relaciona con la madre en dos formas muy diferentes y muy necesarias para
un buen desarrollo. Una es la madre ambiente, la madre del Holding y el Handling, la madre que
sostiene desde lejos y no interrumpe al bebé ni es atacada por éste. Es la madre presente cuando el
bebé está en calma.

La otra, su opuesto complementario, es la madre objeto (de la pulsión), es la madre que


será atacada y usada, es la madre que el bebé querrá devorar, la que recoge las excitaciones del
bebé (la crueldad primitiva, su aspecto despiadado, no intencionado). A medida que la madre
sobrevive reiteradamente a estas experiencias, va creando en el bebé una confianza de que el
objeto va a poder sobrevivir y así, él podrá ir integrando su agresión y podrá a su vez ir integrando
a ambas madres (alrededor de los 4 meses, entrando a la posición depresiva). 8[12] La experiencia
de sobrevivencia reiterada de la madre, va a permitir al niño: aceptar como propios los sentimientos
y pensamientos ligados a la experiencia pulsional (no necesita proyectarlos); distinguirlos
progresivamente de lo que sucede en la realidad exterior; vivir la experiencia de una relación de
excitación pulsional no destructiva ni desestructurante. J, D. Nasio (1994).

Otra función que Winnicott propone es el Rol de espejo de la madre y la familia 9[13],
en este punto, él reconoce inspirarse en el concepto planteado por J. Lacan (1949), sobre la función
del espejo, en donde ambos coinciden – tal vez con algunos acentos distintos – en que el sujeto se
estructura y reconoce a través del otro. En el caso de Lacan uno de sus énfasis estará puesto en
que la mirada del otro no sólo sostiene al bebé sino que además le brinda una imagen de completud
que lo captura e integra, o sea el bebé recibe una imagen completada de si mismo tomada de la
imagen del otro, que se presta a su imagen fragmentada. En el caso de Winnicott, él propondrá que
la mirada de la madre le devuelve al bebé su propia imagen, a través del embelesamiento que él
provoca en ella y del amor con que ella lo mira. En realidad lo que él ve es la reacción de amor de
ella y como se refleja en una mirada colmada y satisfecha. Cuando la madre está ausente
emocionalmente, deprimida, fatigada o no responde a su mirada, él niño ve eso, el estado de ánimo
de ella o su ausencia. Esto afecta el intercambio del niño con su ambiente, no logra encontrar
significado a sus experiencias, no les puede dar sentido, no hay sintonía con el ambiente.

Existe una función que a mi me resulta particularmente interesante, por su acento en la


constricción del actuar, por sobre el hacer algo. Las madres tendemos a pensar que nuestra tarea es
hacer cosas para nuestra familia y en este caso Winnicott nos invita a pensar en la utilidad de la
inhibición de la conducta materna activa. Por ejemplo, cuando el bebé necesita “estar solo en
compañía de”10[14], o también lo menciona con otro énfasis y lo llama El cuidado materno
satisfactorio, no advertido11[15]. En este punto, lo que propone es que un buen cuidado
justamente se notará por la ausencia de consecuencias negativas o catastróficas, donde el niño
sostendrá una sensación de continuidad del ser, no interrumpida desde el ambiente sin intrusiones
(impringment) que alteren el curso de sus acciones, incursiones y creaciones, o quizás habrán
intrusiones que podrán elicitar una adecuada reacción en el niño, sin que signifiquen mayor daño a
su estado de continuidad existencial12[16] Esto es lo que constituirá la base de la fuerza del yo. En
el caso contrario dice Winnicott, “ Tales interrupciones constituyen el aniquilamiento y están
evidentemente asociadas con un sufrimiento de calidad e intensidad psicóticas. En el caso extremo,
el infante sólo existe sobre la base de una continuidad de reacciones a la intrusión y recuperaciones
después de tales reacciones” (Pág. 67 – 68).

En cuanto a la capacidad del bebé de “estar solo en compañía”, habría que darle un nombre
a la capacidad de abstención de la madre, por ahora la llamaré (a título personal) como la
capacidad de ser compañía. Esta, apunta a la misma idea de una madre capaz de ponerse de
telón de fondo de las experiencias del bebé, hasta el punto en que éste puede representarla a través
de objetos y espacios transicionales y no la necesite físicamente cerca. Una madre que no
interrumpe el libre curso de la indagación y curiosidad y que acompaña con abnegada dedicación
mientras para el bebé es necesaria. Esta experiencia tan simple, que algunos padres saben llevar a

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cabo exitosamente, de manera intuitiva, en otros casos, tan cotidianos como lo anterior, uno como
observador casual, se encuentra con situaciones verdaderamente dramáticas. Padres que fuerzan
una separación temprana cuando el niño no se siente preparado, que finalmente sólo quedará por
ejemplo en el relato de “fue un niño que le costó entrar al jardín, se resistía, ...era súper exigente,
aunque jugaba solo no quería que uno se fuera de la pieza, como si yo no tuviera otras cosas que
hacer...” y también las situaciones opuestas de padres intrusivos o inseguros, desconfiados, que se
quedan cuando ya no los necesitan pasando a ser un estorbo y casi un bochorno, o que interrumpen
la creatividad de los niños al jugar saliendo con propuestas, tal vez más eficientes o sofisticadas
pero que atacan directamente la experimentación y creación lúdica del niño. Es decir en ambos
casos con dificultades para captar las distancias emocionales necesarias del niño a cada etapa. La
posibilidad de que los padres se abstengan, posibilita que el niño experiencie una auténtica
capacidad de estar solo y de encontrase frente a los desafíos del crear y la creatividad.

Con todo lo anteriormente expuesto Winnicott llega a un concepto, para mi fundamental


que es el de la madre suficientemente buena. Con este descriptivo concepto, él nos quiere
plantear su convicción de que no existen las madres perfectas, o que aunque lo hubieran no
servirían a los procesos por los que debe atravesar el bebé – entre ellos frustrarse, recibir un poco
de impringment – y que basta con una madre que sea suficientemente buena para ese bebé, que
sea capaz de identificarse con las necesidades de su hijo, capaz de responder a los gestos
espontáneos y necesidades del bebé y no sustituirlos por los propios.

Una madre insuficientemente buena será aquella que para el bebé resulta imprevisible, que
pasa de una actitud a otra de manera súbita, sin que el niño pueda confiar en ella ni prever sus
conductas13[17]. Un elemento muy destacable de su postura, es que él no se niega a la posibilidad
obvia de que los padres cometan errores, omitan cuidados, se equivoquen. Winnicott siempre
rescatará la idea de que a medida de que el niño crece, existe un monto de displacer, dolor o
incomodidad cada vez mayor que el niño podrá soportar, el punto está en que en cada momento
estas experiencias desagradables no sobrepasen cierto umbral de tolerancia, que es dado a cada
uno por su experiencias positivas con el ambiente y también por su potencial heredado. En este
sentido Winnicott ofrece un planteo muy esperanzador a los padres, que radica en la creencia –
producto de su observación de díadas – de que las experiencias de cuidado y amor enmiendan la
estructura del yo en formación, recuperan al niño de sus transitorias vivencias de desintegración,
discontinuidad, fragmentación etc. Por lo tanto bastaría una madre suficientemente buena capaz de
aprender de la experiencia y de reparar, para que las experiencias cotidianas negativas, no dejen
un sello traumático.

Otras funciones que la madre debe ir desarrollando, tienen que ver con algunos conceptos
introducidos por otros autores seguidores de los conceptos de Winnicott, como lo son Renata
Gaddini[18] y Taylor[19] que se refieren a la función materna de facilitar e introducir la experiencia
con “objetos precursores” Concretamente me refiero a los objetos que el niño usa y de los que
dispone inicialmente (por ofrecimiento materno) para que cumplan funciones apaciguadoras de las
angustias impensables, desestabilizadoras. Es decir, los objetos precursores y transicionales.
que luego den paso a la creación de objetos transicionales.

Naturalmente esto requiere la regulación de narcisismo de la propia madre, de poder


volverse secundaria como objeto de atención del bebé, y que permita la introducción de otros
elementos que ayuden al bebé a reconstituir una vivencia de calma e integración a través del
contacto con otros objetos materiales de su ambiente. Taylor y Gaddinni, advierten sobre las
madres que no permiten el surgimiento de estos objetos porque sólo quieren que el niño interactúe
con lo que ellas ofrecen, o porque no soportan que exista algo distinto de ellas (miedo aser
desplazadas o sustituidas).

Haciendo una breve síntesis del camino que recorre el bebé desde su nacimiento en su
relación temprana con la madre, diría que la madre cumple funciones reguladoras, incluso
suplementarias mientras el bebé no tiene los recursos para hacerse cargo de ellas, pero para
ejercerlas a plenitud, tiene que impedir que se turbe la continuidad en el ser, para que el verdadero
self pueda anidarse y se produzca el crecimiento en el psique soma. Cuando es más pequeño esto
se logrará a través de una adaptación casi perfecta de la madre a las necesidades del niño, facilitada
por la identificación primaria[20] para luego ir fallando progresivamente.

En esa falla, debe instalarse algo que la reemplace, algo en vez de ella para que el aparato
no colapse de angustia y funcione; y es allí donde se instalarán los objetos provistos por la madre

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inicialmente, o sea los objetos precursores, y luego los objetos descubiertos y creados por el bebé,
los objetos transicionales, cuya misión es ser puentes entre la madre ausente y su deseo de
encontrarla.

Así mismo el facilitar el acceso a espacios potenciales, tendrá que ver con la
experiencia de la díada de ir juntos creando espacios intermedios que den a niño en desarrollo, la
sensación de que existen una realidad inmaterial compuesta por las vivencias de creación y disfrute
de estados y espacios que son y no son parte de la realidad compartida. Espacios que tienen todos
los componentes de una vivencia material, donde se usan objetos de la realidad compartida pero
que tienen un uso particular ligado a la experiencia de creación, de juego, de un uso singular que
dan paso a la experiencia de ser y hacer “como si”, función central en la estimulación y desarrollo
de la creatividad posterior e introducción en la cultura del pequeño en formación.

Un importante problema en el desarrollo del niño, podría derivar de la falta de acceso a


estos espacios potenciales (más desarrollados por Thomas Ogden en sus trabajos posteriores) y se
refiere a la posible rigidización en su conducta y personalidad con que el niño respondería cuando la
madre y los cuidadores en general, le impiden la posibilidad de crear y acceder a estos espacios.
Esto resultaría de la vivencia de falta de espacios para ser y experimentar con la realidad, con la
coartación de la fantasía y la intrusión excesiva de los cuidadores en cuanto a sus intentos de
gobernar y moldear los posibles esfuerzos del niño por independizarse y por conocer más allá de lo
que sus progenitores permiten y esperan.

Para finalizar, quisiera puntualmente referirme a una funció menos expicitada por
Winnicott en sus escritos, pero que ha sido tomada por otros autores a partir de su trabajo y se
refiere a la adquisición de la capacidad de autorregulación que sería el pasaje de aquello dado
y ofrecido por la madre para que el niño pueda conectar su mente con su cuerpo, a través de las
emociones, tal como lo plantea Regina Pally[21] hasta cierta autonomía en esos procesos[22]. Par
ello requerirá ser capaz de recibir del ambiente aquello que es ofrecido para su tranquilidad y
bienestar, para luego pasar a los momentos en que por si solo descubre y crea aquello que lo
calmará y luego prescinde ello porque ha internalizado la función de autosostén, de autorregulación.

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