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PROYECTO DE INVESTIGACIÓN
BINA/jmh
A mis hijos: Silvita, Paco, Cheyo, Rosa, María y Elisa, Paquito, Mateo,
Pablito,…también a Emiliano.
PRESENTACIÓN ........................................................................................14
PREFACIO ...................................................................................................16
INTRODUCCIÓN:
Experiencia y memoria del actor-autor ...........................................................20
DESARROLLO:
2.1 Una periodización histórica para el estudio
de la Resistencia Nacional ..................................................................64
CONCLUSIONES:
A manera de balance sobre la Resistencia Nacional .........................................87
FUENTES:
Testimonios ....................................................................................................93
ANEXOS:
Cronología sobre los antecedentes, orígenes, desarrollo
y desmovilización de la Resistencia Nacional ..................................................95
Siglas ............................................................................................................101
Fotografías ....................................................................................................104
COLOFÓN:
Antiprólogo ..................................................................................................108
De la Memoria a la Historia: un Acercamiento a la Identidad de la Organización Politica Resistencia Nacional
PRÓLOGO
Debo comenzar por decir que nunca antes tuve la oportunidad de prolo-
gar un libro. Nadie me lo pidió y nunca lo busqué. Por eso me siento honrado
y comprometido a dar mi opinión acerca de este documento de teoría política,
escrito con un estilo fresco, despojado de severidad intelectualista, y que en su
primera parte discurre en tonos coloquiales pero siempre con respeto, humildad
y una sinceridad que brota de lo más íntimo.
Reconozco que es un intento muy serio para rescatar la memoria histórica
de una parte de nuestro pueblo, organizado para la guerra en la Resistencia Na-
cional. Una primera lectura del texto nos advierte que no hay lugares comunes ni
albergue para dobleces ni sobreentendidos, hay una claridad de propósitos que
conjugan la forma y los contenidos.
Me alegra la existencia de este documento porque no es frecuente en-
contrar reflexiones sobre los hechos políticos del pasado conflicto armado en El
Salvador, que formen parte de la política misma. Todavía es menos frecuente que
sean escritos desde una posición militante de lucha política en el seno de una
organización revolucionaria que se planteó aportar al cambio de la correlación
estratégica de fuerzas para transformar las condiciones estructurales de un pe-
queño país como el nuestro. Eso es lo que hace del ensayo “DE LA MEMORIA
A LA HISTORIA: UN ACERCAMIENTO A LA IDENTIDAD DE LA
ORGANIZACIÓN POLÍTICA RESISTENCIA NACIONAL” escrito por
Francisco Eliseo Ortiz Ruiz, un documento muy importante que ha surgido del
medio social en el que la propia política tiene su ser.
Es una reflexión acerca de los hechos y de los fines de la acción política,
de las formas y medios para alcanzarlos, de necesidades y posibilidades que de-
terminaron diversas coyunturas y situaciones políticas, de aciertos y desaciertos,
de encuentros y desencuentros. En fin, es materia prima para un análisis que
sustenta juicios que acaso el tiempo demuestre que son objetivamente acertados
o no acertados, pero que constituyen parte del proceso político salvadoreño, una
historia que no tiene capítulo final y que por ello abre una puerta que invita a
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parte de las experiencias y hechos narrados. Advierto que mi primera lectura del
texto me fue llevando de la causa a los efectos. Me dejé guiar por el pensamiento
tradicional: fui de los datos, a su sistematización, su síntesis, su análisis, hasta el
planteamiento de las hipótesis. Luego, acepté la formulación completa converti-
da en teoría política, procediendo según el método científico moderno.
Pero el documento tiene una riqueza tal que es posible organizar la lec-
tura de otra manera. El texto presenta acciones que son parte de procesos, de
tal forma que los lectores pueden ser llevados a pensar ¿Por qué ocurrió esto?,
llevándonos desde los efectos o consecuencias, de nuevo a las causas, para anali-
zarlas con mayor detalle. Así, me fue posible releer el texto desde el fin hacia el
principio, en un ejercicio de ida y vuelta que me desafió a ir más allá de los re-
gistros históricos de lo acaecido y proporcionarme una perspectiva íntimamente
relacionada con el protagonista central de esta memoria-historia: los diferentes
sectores del pueblo salvadoreño que enarbolamos orgullosamente la bandera de
la Resistencia Nacional.
Estoy convencido que el carácter y naturaleza de la Resistencia Nacional
guardan relación directa con su estrategia revolucionaria para tomar el poder,
surgida en el fragor de la lucha. Y aunque no tuvimos la capacidad de formular
una estrategia con visión de mayor alcance en el tiempo, ni en los pasos a dar en
dirección a la construcción del socialismo, debo decir que ante la inminencia de
la intervención norteamericana ante un cambio de correlación a favor de la revo-
lución, la reflexión y la acción se centró en el objetivo a corto plazo que consistía
en el derrocamiento de la dictadura militar y la derrota política de una eventual
intervención militar yanqui, las que objetivamente eran los obstáculos a salvar
para avanzar hacia otro tipo de estado y de sociedad.
Para finalizar estas líneas quiero plantear que nuestro aporte puede eva-
luarse objetivamente en referencia a lo siguiente: Empeñamos durante más de
veinte años nuestros recursos y nuestras vidas en acompañar a otros sectores or-
ganizados de nuestro pueblo en hacer que la relación tiempo estratégico-tiempo
táctico variara sustancialmente en ese período. De comenzar con acciones con
un tiempo táctico breve, tales como los golpes de mano, en un contexto de tiem-
po estratégico de largo plazo, contribuimos notablemente a la construcción de
instrumentos estratégicos que en 1989, hicieron posible que los tiempos tácticos
fueran más largos como para defender posiciones en las principales ciudades del
país por varios días, en el contexto de un tiempo estratégico de corto plazo, que
obligó a los norteamericanos a la negociación del conflicto.
Si alguno dudara acerca de los aportes de la RN, solo imagine el esce-
nario sin nuestros esfuerzos en el volcán Guazapa, el frente Metropolitano,
sin las iniciativas internacionales que hicieron posible la declaración Franco
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1 NOTA DEL AUTOR: A principios de abril del año que corre conversé con Leo Cabral,
quien me hizo algunos comentarios puntuales al contenido del documento, que no aparecen en el
texto del prólogo, y que considero valiosos para contextualizar ciertas afirmaciones hechas, por lo
que decidí retomarlos y resumirlos a manera de nota al pie de página. Tales observaciones se refie-
ren a tres puntos:
a)- Sobre la formación calificada como ecléctica heterodoxa de muchos de sus militantes, la cual se
considera como una de las características más distintivas de la Resistencia Nacional; al respecto Leo
considera que más importante que las fuentes de las cuales se obtuvo conocimiento para tratar de
cambiar revolucionariamente nuestra realidad, es el producto teórico político y su traducción prác-
tica operativa, que constituyen un legado a la lucha heróica del pueblo salvadoreño.
b)- Sobre la “debilidad” que caracterizó las relaciones de la RN con Cuba y los partidos comunistas
del bloque soviético, marcados por una desconfianza debida al no alineamiento ideológico que signó
su política de alianzas y de solidaridad internacional; al respecto Leo cuenta el viaje pionero que
hizo a China en abril de 1983, en compañía de José Luis Quan, el que fue calificado por los cubanos
y por Schafik Handal como un “bandazo de derecha” y un encuentro con los “enemigos de nuestros
amigos socialistas”; tambien Leo reflexiona que la realidad terminó por imponerse a esas posicio-
nes ortodoxas, por lo que ahora ir a China no sólo es “revolucionario”, sino también necesario para
buscar recursos para el desarrollo del país.
e)- Sobre la aparente pérdida de la vocación de poder de parte de la dirección de la RN, que hizo
que ingenuamente se procediera a la desmovilización y desmontaje apresurado de las estructuras
partidarias, a abandonar el Frente y a no disputar su conducción como instrumento de lucha político
– institucional y social; errores a los que se suman otros como el “seguidismo” al ERP que llevó al
acompañamiento del retiro del FMLN, la fundación del Partido Demócrata y a la firma con ARENA
del Pacto de “San Andrés”; al respecto Leo aclara que estas acciones no pueden ser atribuidas a
la Organización, pues no fueron discutidas por la dirigencia y la militancia y, en consecuencia, no
fueron decididas mediante mecanismos de democracia interna; que no se abordó con profundidad
la desmovilización y el proceso de reinserción con medidas que preservaran y potenciaran lo acu-
mulado; que la única “estrategia” dentro del FMLN fue abandonar los frentes de guerra y zonas de
control, fluir hacia las ciudades y copar las estructuras dirigenciales del nuevo partido, para después
acceder a diputaciones y cargos municipales, como parte de las prebendas de una reinserción con
privilegios, lo que al final se materializó con un reparto de puestos entre algunos núcleos cupulares;
Leo agrega que en la reunión de la Comandancia General de 1985, en Morazán, la RN planteó como
estrategia la consolidación del Frente guerrillero, a fin de conservar las acumulaciones e identidades
de cada una de las cinco organizaciones; que esta tesis fue derrotada para dar paso a la “construcción
del partido único”, cuya hegemonía quedó reservada para los “guardianes de la pureza revoluciona-
ria”, apadrinados por los aliados estratégicos socialistas.
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PRESENTACIÓN
Hasta hace poco para las ciencias sociales en general y especialmente para
la historia, la relación entre memoria e historia2 era de total incompatibilidad.
Creo que ahora, en la medida en que ha habido una mayor discusión acerca de
sus fundamentos epistemológicos, los límites así como sus coincidencias están
más claras. Bajo esta premisa, podemos entender, que Eliseo Ortiz titule su en-
sayo “De la memoria a la historia: un acercamiento a la identidad de la organi-
zación política Resistencia Nacional”.
En el relato del autor podemos vislumbrar la interrelación de su memoria
individual y la memoria colectiva de un grupo de ex militantes de la Resistencia
Nacional3, que buscan desde las condiciones del presente, comprender las lógi-
cas de su identidad política e ideológica, así como entender las interrelaciones de
esa identidad con la de los ex militantes de las otras organizaciones político mi-
litares que surgieron en la década de los 70 del siglo recién pasado, conformando
una complejidad de subjetividades que influyeron positiva y negativamente en
el desarrollo y desenlace final del conflicto armado salvadoreño. De ahí, el inte-
rés del autor por contrastar sus recuerdos traídos a la memoria con la de otros
compañeros ex militantes de la Resistencia Nacional, así como con otras fuentes
documentales que produjeron las organizaciones político-militares.
El presente libro ha sido concebido tomando como hilo conductor, la
propia experiencia militante de Eliseo Ortiz durante el conflicto armado, entre-
lazándola con una periodización general de configuración de la Resistencia Na-
cional, para, luego, proponer algunas hipótesis sobre la identidad de su organiza-
ción. Se abre con esta propuesta toda una línea de debate en torno a la Historia
del conflicto armado. Quizá sea la mayor trascendencia del presente libro, que
mediante la propia memoria individual de Eliseo Ortiz, que es a la vez memoria
colectiva de los ex-militantes de la Resistencia Nacional, se abre un abanico de
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6 Tal como la recuerdo, esta noción de “memoria histórica”, del antropólogo francés Mau-
rice Hobbsman, me la proporcionó en una conversación el antropólogo salvadoreño Carlos Lara
cuando inicie un acercamiento al concepto para efectos de este trabajo.
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En 1968 comencé a estudiar Áreas Comunes con una idea no muy clara
de cuál sería mi carrera profesional (Medicina, Derecho, etc.), pues los estudios
de periodismo eran académicamente precarios, no obstante que había buenos
profesores como Francisco Guzmán y Arturo Gallegos. En 1969 la carrera de
Ciencias Jurídicas se incorporó al Sistema de Áreas Comunes y flexibilizó su
pensum, como resultado del proceso de reforma promovido por el llamado Mo-
vimiento de Autogestión de la Facultad de Derecho, promovido y alentado por
Fabio Castillo, Rubén Zamora, Ramón Montoya, Roberto Roldán, Eduardo
Cáceres, Atilio Maravilla, entre otros, por lo que decidí estudiar esta carrera.
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En Áreas Comunes conocí al Dr. Juan Ricardo Ramírez Rauda, que era
el Secretario General del Partido Demócrata Cristiano. El Dr. Ramírez Rauda
me ofreció una beca para estudiar Derecho en Chile; rechacé la oferta, no por
razones ideológicas, sino porque siempre he sido sedentario y rutinario. A finales
de ese mismo año me casé. Como estudiante de la Universidad de El Salvador se
me presentaron varias oportunidades de viajar, pero sólo salí del país en tres oca-
siones: en 1972 cuando viaje a México con el equipo de fútbol de la Facultad; en
1974, cuando fui a Costa Rica a un Congreso Centroamericano de Sociología; y
en 1975, cuando fui a Argentina con el Dr. Luis Domínguez Parada, Decano de
la Facultad de Derecho, a un Congreso de la Unión de Universidades de Amé-
rica Latina (UDUAL).
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La contienda fue contra una planilla de derecha, y bajo la bandera del FAU
fui electo presidente de la AED en junio de 1974. Esta Junta Directiva formal-
mente estaba bajo la conducción política del FAU, pero en la práctica el trabajo lo
realizábamos en coordinación con la Resistencia Estudiantil Universitaria (REU).
Fueron colaboradores cercanos de esta Junta Directiva Félix Ulloa y María Do-
lores Rosa, en ese momento bajo la influencia del FAU. Félix era el encargado de
la librería “Anastasio Aquino” y su interés era publicar literatura “alternativa” a los
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manuales soviéticos, entre ella los cuadernos de educación popular sobre Materia-
lismo Histórico de la chilena Martha Harnecker, que incluso eran utilizados en la
cátedra de Sociología General coordinada por Geraldina Portillo.
Ese año, 1974, la AED, con el apoyo del Decano Luis Domínguez Parada,
reactivó el Socorro Jurídico de la Facultad bajo la dirección de Saúl Villalta, que
fue orientado hacia la asesoría organizativa y de conflictos de los movimientos
obrero y campesino; destaca el papel que jugó el Socorro, con Saúl Villalta y
Bernabé Recinos, en la reorientación ideológica y reivindicativa de la Federación
Nacional Sindical de Trabajadores Salvadoreños (FENASTRAS), que poco
tiempo después se convirtió en un semillero de cuadros del FAPU y de la RN.
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El uso de la sátira política fue una de las armas de lucha contra el régimen
militar y las autoridades impuestas; como expresión de esta lucha, a principios de
1975, con la AED organizamos un “desfile bufo” interno que, frente a las cáma-
ras de la televisión, frustró un acto de graduación en el Auditórium de Derecho
que puso en ridículo a nivel nacional a las autoridades centrales, entre ellas al
Rector Carlos Alfaro Castillo, las que buscaban dar un aire de normalidad a las
labores de una universidad intervenida.
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Derecho, junto con Rubén Calderón “El Chapín”, y, al mismo tiempo, represen-
tante estudiantil ante la Junta Directiva de la Facultad.
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Este último era un colectivo del sector magisterial del FAPU, la OMR;
con el Chino Quan dedicamos tiempo a organizar este sector en la UES y den-
tro del ANDES 21 de junio; en el plano gremial este esfuerzo era dirigido por
Manuel Rivera, Secretario Departamental del ANDES en Sonsonate, el cual se
hizo extensivo a San Salvador, La Libertad, Santa Ana y San Vicente.
En junio de 1975, cuando se fundó el segundo FAPU (por sectores), nues-
tro referente era Mario López, pero éste se fue con el PRTC en septiembre de
ese año, junto con Chencho Alas.
Compartí experiencias en este campo también con Fito Realageño y Lito
(profesores de Apastepeque), Lilo González, Guillermo Tesorero y Mauricio
Segura (de Sonsonate). Manuel Rivera fue capturado y desaparecido junto con
Lil Milagro Ramírez en una casa de seguridad en San Antonio del Monte, Son-
sonate, en noviembre de 1976.
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pañuelos con bicarbonato para contrarrestar los efectos en los ojos de los gases
lacrimógenos; unos compañeros alcanzaron a lanzar unas bombas “molotov”
incendiarias y de humo; aprovechando ese momento, corrimos en dirección
al Colegio “La Asunción”, pero ahí nos taparon la salida con balas otro grupo
de efectivos; creo que eran de la PH; los que pudimos nos refugiábamos en el
ISSS, pero el grueso de quienes iban entre el Hospital Policlínica Salvadoreña
y el puente del Arenal de Tutunichapa quedaron atrapados en el paso a desni-
vel del ISSS.
Como a las dos horas, más o menos a las 6 pm., orientado por empleados,
salí del Hospital del ISSS y me vine a la UES por una calle que llamábamos “La
Tripa” y que desembocaba en la 25 avenida norte, por la calle “Gabriela Mistral”;
por ahí me encontré con Gregorio Sánchez, quien me daba por muerto o captu-
rado, “Goyito” había sido Secretario General de la AED cuando yo fui Presiden-
te; más o menos a esa hora tenía un contacto en el cine Terraza y me andaba bus-
cando un compañero en su “WV”, él que me condujo a la Facultad de Derecho
en donde se había refugiado gran cantidad de manifestantes; en su auditórium
hicimos una asamblea general y hablé para informar de lo sucedido y decidir qué
hacer ante la nueva etapa represiva que el régimen iniciaba contra el movimiento
popular. En ese mismo instante, el UR-19, en la Catedral Metropolitana, junto
con otras organizaciones, fundaban el Bloque Popular Revolucionario (BPR).
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por las organizaciones del BPR (FECCAS, ANDES, UTC, UPT, etc.); tuve no-
ticias que este ensayo fue calificado por los “revolucionarios” como una “bandazo
de derecha” y produjo un tensionamiento al interior de la dirección partidaria.
La primera vez que vi las armas largas para la defensa de actividades de
masa fue en febrero de 1976, para el entierro del compañero Israel Rodríguez,
joven obrero de INDECA muerto a raíz de la recuperación de un vehículo en la
Colonia Zacamil; en 1978, fue cuando las milicias del FAPU ya utilizaron un
lanzacohetes RPG-7 para detener un camión de efectivos de la Fuerza Área, en
el Boulevard del Ejército; creo que esto sucedió en el entierro-manifestación del
jefe miliciano Dr. Elas Vásquez.
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cia del Dr. Luis Domínguez Parada, decano de mi Facultad, quien le habló al Dr.
Alfaro Castillo de las dificultades que yo tenía para esperar la ceremonia pública;
éste ya me conocía, pues habíamos cruzado algunas palabras durante la toma de
la Rectoría que la AGEUS había hecho pocos días antes; resultamos casi parien-
tes por la línea de mi abuelo paterno que era de apellido Durán.
Las dificultades que yo tenía con la justicia penal, de las que el Dr. Alfaro
Castillo creo que ya estaba enterado, se relacionaban con una orden de captura
que pendía sobre mí, girada unos meses antes, durante la preparación de mis
exámenes privados, se me acusaba de haber herido a un efectivo de la policía
universitaria (“los grises”) durante un intercambio de disparos con estudiantes
de la Facultad de Derecho; “Los grises” eran el aparato represivo del Consejo de
Administración Provisional de la UES; realmente el hecho había sucedido, pero
en él no tuve participación directa alguna, aun cuando sí intervinieron algunos
“milicianos” del FUERSA, entre los que vi, me parece, a Hugo, al que conocía
como “El Barbudo”.
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tenía en Sonsonate, dados sus vínculos sanguíneos con algunas familias de dinero
y apellido; supongo que habló con Rubén Alfonso Rodríguez, el “Chele Juayúa”,
en aquel entonces omnipotente presidente de la Asamblea Legislativa, y con el Dr.
Ávila Moreira, ambos connotados representantes de la derecha del PCN.
Cuando era perseguido por la “justicia”, el “Chele Juayúa” le ofreció a mi
padre que él me defendería o que, si lo prefería, le ayudaría para que me mandara
a Costa Rica a terminar mis estudios de Leyes; su hijo había sido mi alumno en
la Facultad de Derecho y me conocía.
En septiembre de 1979 fue “ajusticiado” por las FPL, cerca del desvío de
Sonzacate, Sonsonate. En septiembre de 1977 la Corte Suprema de Justica me
habia autorizado como Abogado y Notario de la República.
Una vez egresado de la carrera, en 1975, procedí a instalar una oficina jurí-
dica en la primera planta del Edificio Panamericano, situado sobre la 25 avenida
norte, frente al Hospital Bloom, y comencé a intentar abrirme campo en el ejer-
cicio profesional, para así complementar el salario que ganaba como instructor
de la Facultad de Derecho; esta oficina también servía para darle cobertura de
normalidad a actividades relacionadas con mi compromiso político; a esta altura
mi situación económica y familiar comenzaba a complicarse, pues ya tenía dos
hijos, Silvia y Paco.
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El golpe de Estado del 15 de octubre de este año vino, por una parte, a confir-
mar en cierta medida la tesis de que El Salvador estaba a las puertas de una “situación
revolucionaria” y que se acercaba un momento de definición en el que había que
tensionar y desplegar las fuerzas acumuladas para intentar tomar el poder político,
acelerando los preparativos insurreccionales, así como incrementando la actividad
armada para profundizar las contradicciones al interior del enemigo y aislar al sec-
tor fascista de la oligarquía y de la Fuerza Armada; pero por otra, a plantear una
discusión al interior de la organización y de ésta con otras organizaciones, sobre el
tratamiento correcto a darle a la Junta Revolucionaria de Gobierno ( J.R.G.), en cuyo
gabinete ya participaba el PCS. En la RN prevaleció, por lo menos así lo percibí, la
postura de incrementar la movilización popular para exigir el cumplimiento de la
proclama de la FF.AA., la cual, vista a la distancia del tiempo, era un programa de
gobierno más avanzado que el de la actual Administración Funes. Tal postura era un
cierto apoyo tácito condicionado a la J.R.G.; así lo entendí en aquel momento y me
pareció lo correcto; tuve información y signos que, a nivel de la Dirección Nacional,
esta decisión distanció a más de algún dirigente partidario.
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dad vinieron de México varios abogados, entre ellos Carlos Fernández del Real,
de origen español, Fernando Pérez, de origen argentino, y Benjamín Aguillón,
mexicano. En esta tarea también me colaboró Seth Estrada.
En marzo fue asesinado Monseñor Romero y amplios sectores de la po-
blación se volcaron a las calles de San Salvador en protesta; tanto la opinión
pública nacional como internacional expresaron su indignación. Según el análisis
que hizo la RN, este fue el momento más álgido de la situación prerevolucio-
naria, que se desarrolló entre octubre de 1979 y junio de 1980, pero que no se
aprovechó porque las organizaciones revolucionarias no estaban a la altura de
esa circunstancias debido principalmente a su falta de unidad; para el entierro de
Monseñor Romero la indicación que recibí fue que no asistiera, pues se preveía
una represión, tal como sucedió con los resultados conocidos; percibí que esta
línea de no asistir no fue del agrado de algunos compañeros.
A principios de este mismo año, por medio de Juan Osegueda, que mante-
nía vínculos con la Democracia Cristiana, me enteré de la separación de Rubén
Zamora, Jorge Villacorta, Héctor Silva, Marina Avalos, Juan José Martell, Fran-
cisco Díaz, Pedro Barrera y otros dirigentes de ese partido, que conformaron
luego el Movimiento Popular Social Cristiano (MPSC) con el cual la RN hizo
una alianza temporal; de este contingente social cristiano decidió militar con la
RN, Alberto Arene, quien hizo un valioso trabajo de relaciones diplomáticas en
Estados Unidos durante la década de los ochenta, de cara a buscar una solución
política al conflicto militar.
A propósito de esta relación, me viene a la mente un suceso que creo
oportuno narrar, pues refleja el ánimo, casi irresponsable, con el que asumíamos
nuestro compromiso; sucedió que un día de enero de 1980, después de la recom-
posición de la Junta de Gobierno, y con motivo de que algunos integrantes del
MPSC fueron objeto de persecución policial y tuvieron que salir del país, Juan
Osegueda se me acercó y me dijo que Francisco Díaz, por razones de seguridad
abandonaría el país y quería entregarme una arma de fuego que tenía en su casa,
pero que ésta era vigilada por los cuerpos represivos; decidí ir a traerla y para
ello simulé que era Juez Ejecutor de Embargo y me hice acompañar de Mario
Ramírez, “El Peludo”, como mi secretario de actuaciones. Así me dirigí a la casa
situada, si mal no recuerdo, en la colonia América o Manzano; al llegar, efecti-
vamente, la casa estaba rodeada por soldados del FFAA; me dirigí a un sargento
que los comandaba y le expliqué mi cometido, quien amablemente me franqueó
la entrada; en un dormitorio, en una gaveta de una mesa de noche, encontré un
revolver “Colt Cobra”, de cinco tiros, calibre 38 largo, cacha de madera enrollada,
como los que usaban los tahúres de las películas del viejo oeste norteamericano;
me imagino que era un arma de colección, herencia de familia. Con el arma en
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mi poder, oculta en mi saco, salí de la casa y me despedí del sargento. Este revól-
ver supuestamente para la organización, decidí no entregarlo y conservarlo, dada
su calidad y rareza, y lo deposite con mi hermano Beto para que lo guardara,
previendo eventuales registros; después de la ofensiva de enero de 1981 y del
cateo a mi oficina jurídica y de la casa de mis padres en Sonsonate, mi hermano
la escondió y después se la robaron en el camino cuando intentó salir para USA.
Otra tarea que me encomendaron, una vez que me autorizaron como
notario (1977) fue que casara a los compañeros y compañeras que mantenían
relaciones maritales de hecho; recuerdo entre ellos a Gilberto Meléndez, Eric
López, Roberto Benítez, Esperanza, la hermana de Juan Osegueda, la hermana
de Jorge Ramírez, Celso Castro e Irma Najarro, César Hidalgo, Oscar Fernán-
dez, entre otros. A algunos de estos compañeros (as), incluso, los llevaba de “luna
de miel” a un rancho de la playa de Metalío, que me lo prestaba el Mayor Melara
Vaquero, un militar de fila, buena onda, que había sido mi alumno; este rancho
en algunas ocasiones lo utilizábamos para reuniones políticas.
Me ocupaba también a los compañeros y compañeras capturados y des-
aparecidos, así como de hacer la defensa legal de otros que habían sido captura-
dos y presentados a los tribunales. En esta tarea de pedir exhibiciones personales
o “habeas corpus”, en algunas ocasiones me acompañó Félix Ulloa; me viene a
la mente la búsqueda de Lil Milagro Ramírez, Manuel Rivera y del Dr. Carlos
Madriz en la Guardia Nacional; en cuanto a defensa legal recuerdo la de Ricardo
Vásquez.
Ese año, con Mario Jiménez montamos una oficina jurídica en Sonsonate,
que era una fuente de sobrevivencia pero también una base de apoyo logístico
para el trabajo en la zona; casi al mismo tiempo fundamos una extensión del
Socorro Jurídico de la Facultad de Derecho en la casa de Mario, en el Barrio
“El Pilar”. Debido a la represión que se desató tuvimos que cerrar ambas. Mario
Jiménez había sido encargado del Socorro Jurídico de la Facultad de Derecho,
después que Saúl Villalta se dedicó a otras tareas; en Sonsonate colaboró en la
asistencia legal de un conflicto laboral de SIPES con la patronal de CEPA, pero
fue amenazado a muerte y en junio tuvo que abandonar el país hacia México.
Posteriormente en este mismo período, en 1981, asesinaron en Sonsonate a va-
rios jóvenes vinculados con la organización; tengo siempre presente a Mario
Rivera, estudiante de Derecho e integrante del grupo musical “La Compañía
10”. La represión era despiadada en Sonsonate, bajo las órdenes del Jefe del Des-
tacamento Militar Coronel Elmer González Araujo, y ejecutada por personajes
siniestros como el Capitán Medina Garay y el Teniente Villanueva.
En noviembre de 1980 había sido la masacre campesina de la Cooperativa
del cantón “Las Hojas”, de San Antonio del Monte. Dadas las amenazas que
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que saliera del país, Costa Rica o México; en ese momento me pareció más
razonable la segunda opción, dado el deterioro de la relación que mantenía
con el sector de la organización con el cual últimamente estaba asignado; aní-
micamente no me encontraba bien, pues no sólo me perseguía el enemigo,
sino también había compañeros que me amenazaban con “ajusticiarme” por
desobedecer los lineamientos partidarios e irrespetar las normas de conducta
“revolucionaria”; se referían a mí discrepancia con la Comisión de Masas, en
el marco del conflicto interno que estalló en el Tercer Consejo de Delegados
alrededor del tensionamiento campo-ciudad e interior-exterior; se volvió a re-
tomar el expediente de mi vieja sanción; hacía poco se me había desplazado
de la coordinación del trabajo del sector público y se me dejó como “asesor”;
concretamente se me vinculaba con el sector militar de Guazapa y del Me-
tropolitano, con el cual la Comisión de Masas se encontraban distanciada;
seguramente mis desencuentros con Saúl y mi amistad con Manolo contribuyó
a esa sospecha.
La moral de lucha se mantiene, en gran medida y como antes lo dije, por
la confianza que se tiene en la organización; en mi caso se debilitó esa confian-
za por las divisiones internas originadas en los problemas que se venían arras-
trando desde la muerte de Ernesto Jovel y que el Tercer Consejo no resolvió
y que, más bien, profundizó; la unidad de conveniencia que se logró, antes de
la ofensiva de enero, se resquebrajó al no poderse asimilar el desbalance entre
las expectativas de triunfo que se despertaron, los resultados obtenidos y las
consecuencias negativas que se sucedieron posteriormente a la misma.
Reflexiono que lo peor que le puede pasar a un militante es precisamente
ese debilitamiento de la confianza en su organización, especialmente cuando
son compañeros los que te tratan con ingratitud, por decir lo menos; a eso hay
que agregar que son muy pocos los que se arriesgan a ayudarte; yo, con suerte,
conté con el apoyo de mi familia inmediata y de algunos amigos y compañeros,
a quienes guardo un profundo agradecimiento, entre los que se encuentran el
“Chele” Hermes y su familia, Alfonso Chacón, Leo Segovia, Silvia, Doña Rita
y la niña Rosa.
Una vez tomada la decisión de salir del país me dediqué a prepararme
para eso y el 3 de mayo de 1981 salí para México, vía terrestre, con papeles
falsos, en un tráiler conducido por Eduardo Chacón que muy solidariamente
se prestó a esa arriesgada tarea. La idea era llegar a Guatemala y ahí obtener
visa para México; la mala suerte quiso que la Embajada Mexicana se encon-
trara cerrada por ser cinco de mayo; entonces decidí regresar al país, pues debo
confesar que no me iba convencido de que salir fuera la mejor decisión, no sólo
por razones políticas sino también por razones afectivas.
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con del FMLN situada en colonia “Los Pinos”, en México, DF; aquí me reen-
contré con Mario Jiménez y Roberto Turcios, que habían llegado a México en
junio del año anterior por razones similares a las mías, y que ya se encontraban
vinculados con la organización. En esta oficina se desempeñaba como respon-
sable de las relaciones Antonio Hernández, a quien lo había conocido en El
Salvador como colaborador de la RN en el trabajo sindical; nos hicimos amigos
cuando asumimos juntos la defensa penal de Miguel Villalobos y Roger Blan-
dino Nerio que estaban capturados como reos políticos y se les relacionaba con
el ERP. Toño vivía en San Jerónimo con su compañera Aracely Zamora ( Julia)
y su pequeña hija Amarilis, en un seminario bautista, en el cual se coordinaban
actividades de solidaridad con el proceso revolucionario salvadoreño; supe que
el uso de ese espacio era posible por las gestiones de Carlos Sánchez y Augusto
Coto, pastores evangélicos salvadoreños cercanos a la organización.
Dada mi condición de “sancionado” se me reclasificó como colaborador y
en esta calidad, con el “seudónimo” público de Eliseo Ruiz, comencé a trabajar
con Toño en la redacción del boletín informativo internacional del FMLN en
México; esta labor la realicé durante más de un año; al mismo tiempo y con la
colaboración de “Julia”, me dediqué a escribir mis “memorias políticas”; de este
ejercicios surgieron varios documentos en los que resumí mi experiencia perso-
nal y mi conocimiento de “la teoría de la revolución” que había adquirido durante
mi militancia con la RN; estos manuscritos los extravié en mis idas y venidas y, a
lo mejor, se encuentran en algún archivo personal por ahí; recuerdo que escribí,
entre otros temas, sobre el carácter y la vía de la revolución en El Salvador; el
movimiento sindical salvadoreño; la situación de los trabajadores salvadoreños
durante la Junta de Gobierno Militar-Democristiana (éste fue publicado por
una revista mexicana); el movimiento estudiantil universitario; y sobre el movi-
miento humanitario.
No obstante esa limitación orgánica, al mismo tiempo, por mi iniciativa
comencé a promover la solidaridad con la revolución salvadoreña; para ello me
apoyé en las relaciones que hice en la UACH y fundé un comité al cual se incor-
poraron “Diana” (La China), “Susana”, Elsa Corvera, Julio Bacca, Ángel Vargas,
Alfredo Rodríguez, Ramón Pérez, Aileen Haley, Mari Carmen Rojas, Armando
Martínez Verdugo y Edgard Palacios, entre otros. A partir de este comité y con
el apoyo de Toño nos extendimos a otras provincias, en donde ya estaban otros
salvadoreños haciendo lo mismo, particularmente a Guadalajara (Mario Rodrí-
guez y su compañera Celia Beltrán, Carlos Tavares, Porfirio Cerritos, Roberto
Antillón…), Monterrey (Efrén Reyes…), Puebla (Don Pepe Rodríguez Ruiz,
Ovidio Cerón, “El Mico”, Fabito Castillo…) y Guerrero (Enrique González
Ruiz…), Tlaxcala, Colima, Morelia, entre otros. El trabajo consistía en labores
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a prepararme para asumir ese nuevo reto; lo primero que hice fue renunciar a mi
trabajo en la UACH, ordenar mi separación del entorno familiar y político que
había construido en México y comenzar a retomar relaciones en mi país para solu-
cionar el problema de mi sobrevivencia y mi reinserción social y laboral.
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acerqué al FMLN; más bien comencé a reunirme con compañeros que, por dis-
tintas razones, se habían marginado de ambos agrupamientos, con el propósito
de reflexionar sobre la situación imperante al interior de la “vanguardia histórica”
después de la desmovilización y valorar la idea de reagrupar a la RN a partir de
una identidad común y de las acumulaciones con las que se tenía contacto.
Paralelamente a esa actividad política en la que me involucré al regresar de
México, tuve que enfrentar nuevamente el problema de mi sobrevivencia perso-
nal y familiar; con lo único que contaba era con una ayuda de quinientos colones
mensuales que me daba la RN, canalizados a través del Sistema Universitario
Mundial cuyo representante para El Salvador era Leonardo Mena; para efectos
de cobertura y hacerme de algunos ingresos, saqué mi libro de Protocolo, desem-
polvé mi sello de abogado y puse una oficina jurídica en el edificio “Tenysson”,
ubicado cerca del Boulevard de Los Héroes, próximo a la sorbetería “Pops”; esto
lo hice en sociedad con mi hermano Beto y Fernando Carranza.
Otro paso inmediato que di fue acercarme a la UES a buscar algún espa-
cio laboral en la Facultad de Derecho, cuyo decano era el Dr. Héctor Hernández
Turcios; pero no tuve buena acogida, pues algunos “compañeros” se ocuparon de
bloquear mi reinserción como docente. A solicitud de mi hermano Beto y de
Fernando, en noviembre de 1990 comencé a impartir en la Facultad, extraofi-
cialmente y retribuido modestamente por los mismos alumnos, un taller sobre
como investigar en Ciencias Jurídicas para hacer un trabajo de graduación; de
una población de más de quinientos, concurrieron a la convocatoria aproxima-
damente cien egresados, los que no encontraban formas de titularse, muchos de
ellos después de varios años de haber concluido sus estudios, lo que había produ-
cido una demanda acumulada que no encontraba respuesta de las autoridades; se
decía que había un grupo de docentes que manejaban los exámenes privados a su
antojo y conveniencia aprobando sólo a los “amigos” y a quienes pagaban el favor.
Como respuesta a este problema propuse institucionalizar un seminario
de investigación como alternativa a los exámenes privados y a las tesis como
requisitos de graduación; para ello se pensó montar de hecho una experiencia
metodológica que demostrara en la práctica que la propuesta era válida y via-
ble; el taller no se concluyó porque los participantes se fueron retirando por la
parsimonia de las autoridades de la Facultad para oficializarla, aunada al vacío
que le hicieron aquellos que se beneficiaban con la situación de incertidumbre
académica prevaleciente; fue hasta 1994, bajo el decanato del Dr. Jorge Gómez
Arias, que se incorporó el Seminario de Graduación al plan de estudios y se me
contrató para que capacitara un contingente de profesores en su metodología,
que dirigiera su implementación y que atendieran docentemente a los primeros
grupos de egresados; la coordinación del seminario se puso bajo la responsabili-
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dad del departamento de Ciencias Políticas, en ese momento bajo la jefatura del
Dr. Madecadel Perla Jiménez.-
De 1990 al 1992, ya en el país, continué mi labor de análisis y elaboración
intelectual para la dirección de la RN; viaje a Nicaragua y a México a participar
en un equipo periférico de apoyo a la comisión de dialogo-negociación; quizás
mi aporte más directo tuvo que ver con la reforma constitucional de La Fuerza
Armada; en 1989, estando en el CECARI, con Jorge Urbina y Mario Ramí-
rez, a requerimiento de la RN elaboramos una propuesta de defensoría de los
derechos humanos que llamamos “Fiscalía”, la que se me dijo, fue un insumo
para la creación posterior de la Procuraduría para la Defensa de los Derechos
Humanos.
Dado el ambiente de tensión e incertidumbre que se vivía en el país,
en los meses previos a la ofensiva de noviembre de ese año, era lógico que se
previera que, en caso de una negociación del cese del conflicto, uno de los pri-
meros acuerdos fueran en materia de derechos humanos, tal como sucedió, pues
después de la Agenda de Caracas de mayo de 1990, en julio de este mismo año,
se firmó el Acuerdo de San José precisamente en esta materia. En este mismo
período me relacioné nuevamente con Breny Cuenca y Roberto Turcios que
trabajaban en el Programa Regional de Estudios sobre El Salvador (PREIS);
este programa había sido fundado en 1987 por Breny, Roberto Codas y Paulín
Martín; a la altura de 1990 PREIS se convirtió en la Fundación “Tendencias”,
la que publicó la revista del mismo nombre hasta el año 2000; formaron parte
de su cuerpo editorial Horacio Castellanos Moya y Geovany Galeas, entre otros
competentes periodistas y escritores; Breny y Roberto me instaron a formar
parte del directorio de la Fundación, lo que acepté meramente como un cargo
formal.
Simultáneamente con mi acercamiento a la UES, lo hice también con el
Instituto de Estudios Jurídicos de El Salvador (IEJES), fundado en 1989 por
un grupo de abogados y estudiantes de Derecho dedicados a la defensa y pro-
moción de los derechos humanos con el apoyo de instituciones como la Iglesia
Luterana de El Salvador, entre los que se encontraban Salvador Ibarra, Fausto
Payés, Álvaro Solano, Florentín Meléndez y Eduardo Urquilla; cuando llegué al
país en julio de 1990, su presidente era Eduardo Urquilla y su director Ejecutivo
Félix Ulloa; por invitación de Félix me comencé a vincular al IEJES y se me
abrieron algunos espacios de participación , específicamente en lo que se llamó
“Programa de Capacitación Jurídica Popular”, del cual llegué a ser coordinador
dada la experiencia adquirida con el CECARI en ese campo; en 1992 me encar-
garon montar el Programa de Información Jurídica (INFOR-LEX) con el apoyo
financiero de la Cooperación Canadiense y la asesoría técnica del Instituto de
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7 En una ocasión el Dr. Fabio Castillo me dio un consejo que se aplica a este tipo de gente:
hay que desconfiar de los radicales verbales y los aduladores del poder, pues en ellos se incuban los
futuros traidores.
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con la firma de los acuerdos de paz, y que el nuevo tiempo era de los anodinos,
mediocres y oportunistas. Quizás tenga razón, pero no la suficiente para perder
la confianza en que este pueblo todavía tiene una reserva moral por la que vale
la pena luchar.
Como epílogo de estos breves trazos autobiográficos, intentaré contestar
una pregunta que me hice en momentos críticos de mi vida y que se refiere a
un asunto muy personal: ¿Qué fue lo que determinó que me involucrará en la
lucha revolucionaria (entiéndase, por transformar este país) y que militara en la
organización que lo hice?
A partir de mi propia experiencia y la que conozco de otros compañeros(as),
pienso que para comprometerse con una causa semejante en la que se sacrifica
mucho de lo individual y se expone, incluso, la existencia misma, se requiere la
concurrencia de varios factores, tanto objetivos como subjetivos; entre los primeros
puedo mencionar la situación particular de cada quien dentro del ambiente social
que prevalecía en ese tiempo, como el asesinato de familiares cercanos, el enfren-
tamiento con la patronal por la sobrevivencia económica, y la inseguridad derivada
del acoso constante de los organismos represivos; entre los segundos se me ocurren,
entre otros, las aspiraciones por un destino mejor, dadas las condiciones de pobreza
imperantes, la indignación ante los fraudes electorales, la violencia institucional y
la burla a la ley de parte de los gobernantes de turno; debe agregarse la influencia
ideológica proveniente de la lectura, de la prédica y el ejemplo de los padres, los
curas, los profesores y otras personas cercanas. Presumo que muchos salvadoreños
y salvadoreñas se incorporaron a las filas de las organizaciones político-militares y
político-sociales por una o varias de estas razones.
En mi caso particular, tengo claro que debo excluir la pretensión de satis-
facción material y de ocupar posiciones de poder8, yo era un maestro de educa-
ción primaria, un futuro profesional prometedor, dado mi rendimiento académico
como estudiante de Derecho, y con aspiraciones a formar una familia ordinaria y a
vivir con ciertas comodidades (casa propia, carro, etc.). Poco a poco esto fue cam-
biando y de repente me encontré en una situación en que esos planes pasaron a un
segundo plano y por último se volvieron inviables, pues cedieron su lugar a otras
8 Después de los acuerdos de paz, cuando se estaba censando a los beneficiarios del Pro-
grama de Transferencia de Tierras, alguien me dijo si quería ingresar a la lista de la Organización
para aplicar a una parcela; no me interesó la invitación, pues realmente nunca me asumí como un
desmovilizado de la guerra, para quienes estaba destinado ese programa, pues no participé direc-
tamente en acciones político-militares, aun cuando me considero un combatiente político-social;
pero, además, porque no consideraba ético aprovecharme de ese programa cuando no lo necesitaba
para sobrevivir; conozco algunos, sin muchos méritos, que hasta se “dobletearon”. Necesidad de in-
gresos si tenía, así que ingenuamente intenté que me incluyeran en la lista de notarios encargados de
escriturar la entrega de las parcelas adjudicadas; por supuesto no fui llamado, dado que el “negocio”
lo acaparaban algunos privilegiados que hicieron su dinerito y sin mayores escrúpulos.
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prioridades que tenían como meta transformar este país en función de los pobres,
para lo cual había que enfrentar y derrotar a los ricos y a los militares que los pro-
tegían; estas eran más o menos y dicho en términos simples, la utopía posible y
la razón loca que movilizó y entusiasmó por aproximadamente un cuarto de siglo
(1967-1992) a tres generaciones de compatriotas y no compatriotas (internacio-
nalistas), hombres y mujeres, abuelos, padres e hijos; yo entre ellos.
No tengo muy claro por qué lo hice; viendo en retrospectiva mis cir-
cunstancias de aquel entonces, creo que se debió a un cierto convencimiento
intelectual-emocional de la necesidad y posibilidad de cambiar la situación del
país, caracterizada por la represión y la miseria prevalecientes en la ciudad y el
campo; este convencimiento nació y se desarrolló dadas las vivencias de mi ni-
ñez y adolescencia, pero también debido a la lectura y a las cátedras que recibía
en las aulas de la UES, con un debate ideológico como fondo, en un país con
una conflictividad social permanente que atemorizaba y al mismo tiempo mo-
tivaba a organizarse para luchar por cambiar aquella situación; eran tiempos
de solidaridad y disposición a sacrificarse por el bienestar de otros. Así veía y
sentía el ambiente de los años setenta del siglo veinte, entre mis veinte y tantos
y mis treinta y tantos años de edad.
Esa disposición al compromiso fue también producto de la influencia po-
lítica que recibí de compañeros(as) con los que conviví durante mi época de estu-
diante universitario, varios de los cuales ya andaban en cosas más serias y tenían
una formación ideológica variada (marxista, leninista, maoísta, troskista, castris-
tas, etc.), habría que agregar la vocación de liderazgo que siempre me acompañó,
producto de mi carácter rebelde, del reconocimiento a mi capacidad intelectual
y de mi formación de profesor normalista, que hizo que otros confiaran en mí y
me impulsaran a asumir cargos de representación de intereses colectivos.
En lo concreto mi ingreso a la Resistencia Nacional en mayo de 1975
fue más bien resultado del proceso objetivo en que me había insertado, no muy
consciente de sus implicaciones y consecuencias, especialmente de la situación
de riesgo en que me estaba metiendo en cuanto a la represión; pero también
tuvo que ver la vergüenza que pasaría si le decía que no a un compañero, al
cual admiraba y respetaba mucho y que tenía muchas expectativas de mi aporte
para salir de la crisis en que se encontraba la organización.
Habría que agregar que en estas decisiones juega un papel el azar, pues
en 1972, estando intervenida la Universidad de El Salvador, Manuel Rivera,
ex presidente de la AGEUS, me citó a un contacto que perdí por un error de
dirección; después me enteré que estaba ligado a las FPL y que su intención
era reclutarme; no sé qué le hubiera dicho; así mismo fue determinante en este
salto de conciencia la confianza que me inspiraban ciertas personas que me
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2. DESARROLLO
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Jovel, “El Pocho”, el Chele “Quintin”, Julia Rodríguez, Marcos Jiménez, el Chi-
no Lázaro, Carlos Arias, Alberto Cárcamo, Andrés Hernández, Leo Cabral….
(1975).
Surgimiento de las Ligas para la Liberación como expresión abierta del
PRTC, a consecuencia del abandono de éste del trabajo de masas en el FAPU
(septiembre 1975).
Incorporación a la RN de la Organización Revolucionaria de los Trabaja-
dores (ORT), bajo la dirección de Paco Montes y Carlos Ascencio (septiembre
1975), al separarse de la corriente que se constituyó como el PRTC; en 1973,
la tendencia de la ORT se había escindido del ERP; incorporación a la RN del
Frente Revolucionario de Acción Popular (FRAP), escisión del ERP (1975);
incorporación a la RN del Frente Obrero Campesino (FOC), en 1975.
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Para este salto cualitativo fue decisivo el 1er Consejo de Delegados cele-
brado en 1975, en San Salvador. Este desarrollo confirmó la tesis, sostenida por
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El primer paso teórico metodológico que dio la RN, todavía como una
tendencia dentro del ERP (1972-1975), fue la idea de la unidad y diferenciación
entre “lo político” y “lo militar”21, de la complementariedad de ambos elementos,
pero también de la determinación estratégica, en esa relación contradictoria, del
primero sobre el segundo. En un primer momento, esta relación y determinación
se ubicaron en el plano orgánico, en la medida que no se concebía la revolución
sin partido y el énfasis se ponía en la construcción de éste como una estructura
político-militar, cuyo accionar militar debía estar sujeto a criterios políticos.
Esta concepción, en cierta medida simple, poco a poco se fue compleji-
zando y, a la altura de 1974, con la fundación del FAPU, lo político se extendió
a “lo social”; a partir de ese momento, este último concepto se convirtió en el
dominante en el trabajo organizativo y se entendió como el generador de aquella
primera relación (la reconstrucción del aparato armado a partir de los cuadros
del FAPU, después de la separación del ERP, parece confirmar esta tesis)22.
cia, no muy precisa, a una especie de táctica general, reservándose el término “táctica”, a secas, para
el quehacer concreto en una determinada coyuntura; dentro de esta misma lógica el concepto de “es-
trategia”, como proyección a largo plazo, estaba en correspondencia con el concepto de “etapa”; la
que se caracterizaba por el predominio de un modelo económico (forma de organizar la producción
y distribución de los bienes materiales) en un cierto momento del desarrollo del sistema capitalista
salvadoreño.
21 Tertulia con Eduardo Sancho, San Salvador, octubre del 2011.-
22 Conversación con Beto Ramos, San Salvador, noviembre del 2011.
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De tal manera que no sería tan inexacto afirmar que la muerte de Ernes-
to Jovel marca un antes y un después en el desarrollo del pensamiento político
de la RN24. Para otros compañeros la desaparición de Lil Milagro Ramírez en
noviembre de 1976, marca también un antes y un después en el desarrollo del
pensamiento político de la RN, debido al papel que ella jugaba en las tareas de
escuela y de elaboración teórica; a Lil se le atribuye la redacción del manifiesto
histórico del FAPU, difundido en mayo de 1976 con motivo del primer aniver-
sario de fundación de la organización25.
Por una parte, esta relación del objetivo a corto plazo como un medio
para alcanzar el objetivo a largo plazo, llevó a la RN a hacer propuestas como la
del Gobierno de Salvación Nacional (1980) y la de la República Democrática
(1984); éstas y otras propuestas como la del diálogo-negociación fueron motivo
para que se le calificara, con sentido despectivo, de “social demócrata”. Por otra
parte, la necesidad de combinar la lucha armada con otras formas de lucha, le
permitió defender la validez y viabilidad de propuestas como la del diálogo-
negociación y, a nivel social, acompañar las huelgas de hecho con la utilización
de formas legales como la negociación con la patronal.
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o una alianza con una supuesta burguesía “nacional” para hacer factible una re-
volución democrático-burguesa, la RN siempre puso a la par de la alianza obrero
campesina a los llamados “sectores medios avanzados”, en los cuales incluía a los
estudiantes, profesionales, pequeños y medianos empresarios y militares pro-
gresistas, entre otros, lo que en definitiva era una concepción de amplia alianza,
que en la práctica se tradujo en propuestas como el FAPU (frente amplio, 1974)
y el COP-30 de julio (1976); lo anterior no evitó manifestaciones voluntaris-
tas como cuando se impulsó la línea de priorizar lo proletario “obrerizando” los
organismos de dirección. Este pensamiento sobre el tipo y vía de la revolución
en El Salvador y sus fuerzas motrices, abreva en la concepción de frente amplio
antifascista, en la idea insurreccionalista de corte leninista y en la experiencia
vietnamita de la “guerra de todo el pueblo”, que se sintetizaban en la fórmula de
“guerra revolucionaria e insurrección popular”, la cual suponía una táctica flexi-
ble y una amplia política de alianzas.
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ciones del FMLN; en este aspecto habría que agregar, después de la firma de
los Acuerdos de Paz, la aparente pérdida de la vocación de poder de parte de la
dirección RN, que hizo que ingenuamente se procediera a la desmovilización y
desmontaje apresurado de las estructuras partidarias, a abandonar el Frente y a
no disputar su conducción como instrumento de lucha político-institucional y
social.
Sin embargo, la RN desarrolló fortalezas políticas en el trabajo reivindica-
tivo obrero y de masas en la zona metropolitana de San Salvador, que posibilitó
la conducción de los principales sindicatos del país a través del FAPU y de FE-
NASTRAS; este trabajo constituyó un semillero de cuadros políticos-militares
y políticos-sociales; lo mismo puede decirse con relación al trabajo estudiantil
universitario (El FUERSA en la década del 70, y el FEUS en la década del
80). En el campo político militar sobresalen como fortalezas el desarrollo del
Frente Metropolitano, el Frente de Guazapa y las zonas de control de Cuscatlán
y Cabañas; mención especial merece el trabajo humanitario impulsado a través
de COMADRES y el COPPES, así como la relación con la Iglesia Bautista
Emmanuel, de donde salieron valiosos cuadros para las estructuras militares y
de masas.
Otros aciertos, sin mayor duda, lo constituyen la política de alianza con
perspectiva no coyuntural con las fuerzas democráticas del país (MPSC, MNR,
etc.); el trabajo de relaciones sostenido con sectores políticos liberales norteame-
ricanos, que fue un factor decisivo para viabilizar la solución negociada a la gue-
rra civil; igual puede predicarse de las relaciones, para efectos de solidaridad, con
los partidos socialdemócratas europeos y, particularmente, con el gobierno mexi-
cano y el Partido Revolucionario Institucional (PRI), el gobierno panameño de
Omar Torrijos, dentro de una política de no alineamiento político-ideológico
que no le caía en gracia a la ortodoxia comunista. Lo anterior no negaba, sino
que fortalecía su disposición unitaria con las fuerzas revolucionarias y de alianza
con las fuerzas democráticas, como lo atestigua el acercamiento con la juventud
militar y ensayos como el COP-30 de Julio.
En cuanto a las fortalezas de carácter subjetivo, merecen la pena ser men-
cionadas la capacidad de análisis de la realidad y de producción y difusión de
pensamiento, de lo cual son ejemplos los órganos de información como los pe-
riódicos “Por la Causa Proletaria”, “Pueblo”, la revista “Polémica”, el boletín se-
manal Pueblo, el periódico Guazapa, el boletín Aquí El Salvador, las publicacio-
nes de FENASTRAS en un periódico nacional antes de la ofensiva del 89, y la
producción de institutos como el “CECARI”, en México.
Junto a lo anterior hay que mencionar un constante impulso a la escuela
política para la militancia, cuyo principal recurso metodológico era el análisis de
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terminaban por imponerse en la lucha política; una de estas ideas era que las
medidas de hecho debían ser acompañadas de propuestas de negociación de los
conflictos y que, por ejemplo, aun cuando una lucha se perdiera, en términos
reivindicativos, podría constituir una victoria política si se lograba fortalecer el
sindicato con la incorporación de nuevos miembros; otro acierto de la RN fue
su disposición a tomar la iniciativa a través de propuestas audaces que, si bien al
principio no era bien recibidas por otras organizaciones del FMLN, al final ter-
minaban por imponerse, tal como sucedió con la línea de dialogo-negociación, la
línea de establecer relaciones con representantes del sector político liberal nor-
teamericano, el no alineamiento ideológico político, la alianza no coyuntural con
las fuerzas democráticas, la idea de la República Democrática como la forma
de transición que adoptaría el Estado salvadoreño que sucedería a la dictadura
militar y que permitiría aglutinar amplios sectores sociales para aislar y derrotar
a la derecha oligárquica.
Aun cuando no se hizo explícito, supongo que por los conflictos ideológi-
cos que se provocarían, tal como sucedió con las propuestas del Gobierno de Sal-
vación Nacional en 1980 y de la República Democrático en 1984, la política de
una amplia alianza con las fuerzas democráticas, desde una visión no coyuntural,
suponía la aceptación de que el cambio social en El Salvador solo sería factible
por la vía de un “reformismo revolucionario”, es decir, que dada la correlación de
fuerzas, real y previsible, la derrota de la dictadura militar sería sucedida por un
gobierno de transición cuyas tareas serían esencialmente democráticas y que su
carácter revolucionario estaría dado por la participación popular y la dirección
correcta de las medidas a tomar dentro de una perspectiva estratégica que apun-
tara al socialismo.-
Un balance supone siempre un contraste entre lo propuesto y lo realizado,
entre lo que se hizo y lo que se dejó de hacer. En el debe o saldo negativo hay
que inventariar las deudas que como organización se tiene, entre las que señalo
la falta de un auténtico reconocimiento moral al aporte de los internacionalistas,
tanto vivos como muertos y desaparecidos, que engrosaron las filas de la orga-
nización y se sacrificaron por la causa del pueblo salvadoreño; pienso que ni si-
quiera se tienen registrados los datos personales mínimos de estos compañeros y
compañeras; otra deuda es con las demandas de los veteranos o desmovilizados;
así como la falta de apoyo a los familiares de los caídos y desaparecidos durante el
conflicto armado, de los que ni se tiene un censo; ni tan siquiera hay un proyecto
para identificar a los caídos y ubicar a los desaparecidos, para propósitos de jus-
ticia restaurativa; todo lo anterior tiene que ver directamente con la carencia de
un esfuerzo sostenido de recuperación de la memoria histórica de la RN como
un actor de conflicto político-social y político-militar; otro olvido se refiere a la
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FUENTES TESTIMONIOS27
27 La pertenencia orgánica que aparece a la par de cada nombre es la que conocí personal-
mente o por referencia durante mi militancia política y no la que hay después o durante el testimo-
nio me enteré.
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Anexos
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Diciembre, 2012
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Anexo 2. Siglas:
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Anexo 4. Fotografías
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Milicianas de la Resistencia
Primeros combatientes
Nacional
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Roberto Turcios, Gregorio Sánchez, Eliseo Ortiz y Luis Domín- Combatientes a finales del
guez Parada conflicto
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“Raúl Hércules”, Javier Martínez, “Walter Funes”, Eugenio Chi- “Raúl Hércules” con miembro
cas, “Marcos Jimenez de la ONUSAL
“El Morro”, Augusto Coto, Roberto Benítez, Óscar Ríos, “Chino Quan”, Tito Tierra, Walter Funes
Raúl Hércules, Fermán Cienfuegos, Luisa Jovel y otros.
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COLOFÓN: ANTI-PROLOGO
Francisco Eliseo Ortiz Ruiz, Paco para algunos y Cheyo para muchos, nos
ofrece en este ensa-yo, entre otras cosas, una mirada analítica-vivencial sobre la
historia reciente de una de las cinco organizaciones político militares que con-
formaron el FMLN, la Ere Ene (RN).
Con un paso seguro y fresco, nos traslada a momentos claves de nuestra
historia nacional, en donde a la luz de nombres de compañeros y compañeras
(rostro humano de la historia), nos descifra los intricados momentos, acciones y
decisiones que desde lo individual y colectivo fueron configurando el quehacer y
el pensar de la ere ene, en un mar social y político revuelto, complejo y conflictivo.
Su forma didáctica de abordar este retazo de historia, nos brinda ele-
mentos para asomarnos desde nuestras propias experiencias e intimidades, a su
comprensión, no para volvernos eternamente analistas y críticos de la realidad,
sino para que desde esa herencia de lucha contribuir a transformar esta realidad
que hoy nos plantea nuevos desafíos.
Relacionando este documento con tres palabras claves con que se nombró
una de las famosas películas del oeste de los años 70, lo bueno, lo malo y lo feo,
buscaremos abordar el mismo desde esas tres dimensiones:
Lo Bueno es que con un lenguaje sencillo, claro, preciso, honesto, pero
tapizado de riguroso análisis, Cheyo nos lleva a “cucucho” por medio de sus vi-
vencias a conocer, saborear y digerir momentos importantes en la vida política y
social de El Salvador que fueron configurando nuestra realidad actual. Quizá lo
extraordinario de cada situación abordada por el actor-autor es que deja entrever,
además del heroísmo, la entrega y el sacrificio de muchos compañeros y compa-
ñeras; síntesis del amor hacia el pueblo en su máxima expresión; las angustias,
la incertidumbre, el sufrimiento y el dolor por los compañeros asesinados o des-
aparecidos, por la familia amenazada o por el exilio obligatorio que muchos de
salvadoreñas y salvadoreños tuvieron que padecer. Esa combinación tan humana
que se entreteje con una aproximación critica a los hechos vividos, le da a este
ensayo un magnetismo que nos invita a devorar sus páginas en una actitud de
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Este libro se terminó de imprimir en la Imprenta Universitaria
de la Universidad de El Salvador, en diciembre de dos mil trece.
Final Av. “Mártires Estudiantes del 30 de julio”. Ciudad Universitaria.
San Salvador, El Salvador, Centro América. Tel. (503) 2511-2039.
Tiraje: 500 ejemplares.