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Podemos imaginar que la señora Dahl, cuando oyó que su marido se proponía escribir «otro libro

más sobre teoría y práctica democrática» no se sorprendiera en absoluto, incluso que no se


inmutara, porque en realidad, Robert A. Dahl no había hecho otra cosa durante los últimos
cincuenta años de su vida. Pero la presunta falta de sorpresa se vio pronto seguida por un
sentimiento bien distinto. El entusiasmo que poco después se encendió en Ann Dahl, no era
producto meramente del tema al que su marido había consagrado tantos esfuerzos, sino de un
nuevo estilo: esta vez se trataría de un libro sobre la democracia «útil para cualquier persona»: Un
libro sobre la democracia para todos los públicos. La democracia. Una guía para los ciudadanos es
el libro de Dahl, uno de los estudiosos de la democracia más importante del siglo, destinado a todo
tipo de lectores.

Robert A. Dahl (1915) es uno de los científicos políticos norteamericanos que más ha influido en el
desarrollo de las ciencias sociales posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Formado en la
Universidad de Yale, allí ha desarrollado toda su carrera y es una de las figuras supervivientes de la
edad dorada de su departamento de Ciencia Política, del que fue director entre 1957 y 1962,
cuando coincidieron personalidades como Karl Deutsch, Harold Lasswell, Robert Lane y Charles
Lindblom. Un departamento que forjó su reputación a través del estudio empírico de la
democracia. De hecho, la teoría empírica de la democracia, tan floreciente en las últimas décadas
es, en buena medida, resultado y continuación del campo de investigación inaugurado por Dahl y
sus colegas, Juan J. Linz, también profesor de Ciencia Política en Yale, ejemplifica mejor que nadie
esta continuidad en el estudio de la democracia.

Dahl, como digo, ha sido muy influyente en las ciencias sociales. Ya en su primer libro Politics,
Economics, and Welfare (1953, escrito con Lindblom) acuñó o mejor, recuperó el concepto de
poliarquía. Un concepto que permitía aproximarse a la realidad de las democracias evitando la
intratable dimensión normativa de la palabra democracia. No podemos olvidar que por aquel
entonces la magia legitimadora de la palabra democracia hacía que convivieran en el mundo real
la democracia popular junto a la democracia formal y hasta la democracia orgánica. Siguiendo la
estela de la doctrina realista de la democracia inaugurada por Schumperter, Dahl ha desarrollado
una importante teoría democrática a través de numerosas obras. Ésta podría sintetizarse como
sigue.

En primer lugar, Dahl trasladó el núcleo de la democracia desde las instituciones de gobierno a la
sociedad. La poliarquía no sólo denota un gobierno electo por los ciudadanos (mediante un
procedimiento justo y equitativo, limitado pro tempore, y en el que se satisfacen determinados
requisitos procedimentales como el reconocimiento y protección de derechos, etc.) sino que
apunta a un tipo de sociedad particular: una sociedad pluralista. Una sociedad en la que el poder
está fragmentado de forma que ningún grupo es hegemónico en el disfrute del mismo. Pero
¿quién gobierna si el poder está fragmentado en la sociedad, si lo que hay en la sociedad es una
pluralidad de poderes en competición? Y lo que responde es que es esta fragmentación
competitiva del poder la que permite que el poder determinante en el proceso democrático sea el
pueblo. La democracia es un procedimiento de elección del gobierno en el que el pueblo ejerce
influencia política. Unas veces lo hará dirigiendo directamente sus demandas a los gobernantes y
otras, de forma más indirecta, haciendo que los gobernantes amolden sus propuestas y valores a
las preferencias del público o al marco más amplio de los valores de la sociedad. Los grupos en
competición necesariamente habrán de representar los intereses populares para conseguir
influencia y al hacerlo se convierten en sujetos subordinados de esta voluntad general. En las
condiciones de una sociedad pluralista quien de verdad está en condiciones de influir al gobierno
es el pueblo. Y esto reintroduce la dimensión normativa de la democracia en un discurso
construido sobre el realismo político de la poliarquía: si las poliarquías avanzan en el sentido de un
gobierno cada vez más efectivo del pueblo, estarán avanzando por la senda de la democratización
en pos de una forma de gobierno ideal llamada democracia. La distinta posición en esta senda de
la democratización es lo que hace que haya democracias de mayor y menor calidad.

En La democracia. Una guía paralos ciudadanos, Dahl deja en un aparente segundo plano su teoría
democrática para explicarnos lo básico que todo el mundo debe saber sobre la democracia. Nos
ofrece, en primer lugar, una brevísima justificación del libro; una historia sintética de la
democracia; una definición ideal de la misma; una definición de la democracia real (poliarquía); un
compendio de las variedades existentes de democracias reales (tipos de constituciones, de
sistemas de partidos y de sistemas electorales; y un análisis exhaustivo de las condiciones
favorables y desfavorables a la democracia, con especial atención a la relación democracia-
capitalismo. Además, los conceptos más importantes del vocabulario de la democracia son
definidos y explicados; se nos ofrece una excelente bibliografía comentada y reseña de recursos
básicos para aquellos interesados en proseguir su conocimiento acerca de la democracia; y se
adjuntan tres apéndices (sobre sistemas electorales; países multiculturales y relaciones
internacionales entre democracias). En fin, no se puede pedir más para un libro sencillo dirigido a
todos los públicos. El estilo que entusiasmó a la señora Dahl consiste, sobre todo, en proporcionar
de forma sencilla y accesible una gran cantidad de información relevante sobre la democracia, de
forma que los lectores, de toda condición, en tanto ciudadanos, se formen su propio juicio.

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