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REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 1, 2009, págs.

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Técnica en la psicología del yo


contemporánea

*Cecilio Paniagua

No es fácil condensar en un breve artículo una exposición de la técnica


en la Psicología del Yo Contemporánea (PYC). Espero contar con la in-
dulgencia del lector a la hora de comprender mi necesidad de recurrir a
numerosas referencias bibliográficas, a sabiendas de que un tratamiento
más extenso y detallado del progreso de las aplicaciones clínicas de la se-
gunda tópica freudiana haría mayor justicia al tema.
Hace un par de décadas, un famoso maestro argentino de la técnica
vino a la Asociación Psicoanalítica de Madrid para dar una conferencia.
En el tiempo de discusión le pregunté si no veía mérito en el argumento
de Charles Brenner (Panel, 1955) de que el criterio más válido de confir-
mación de una interpretación era la verbalización por parte del analiza-
do de elementos pulsionales reprimidos por el mecanismo de defensa que
había sido objeto de la interpretación. Mi pregunta pareció extrañarle y
la respuesta que obtuve fue: “¿Brenner?, ¡pero si Brenner es de la psico-
logía del yo!”. En un buen número de colegas sudamericanos y de la
Europa meridional existía, y posiblemente continúe existiendo, prejuicio
y relativa ignorancia respecto a esta escuela que fue hegemónica en el
psicoanálisis norteamericano. Esto parece verse reflejado en las diferen-
cias significativas de intereses teóricos entre los candidatos de dichas re-
giones y los estadounidenses. Los latinoamericanos muestran preferen-
cia por estudiar autores europeos antes que los norteamericanos (Pereira
et al., 2007). Samuel Arbiser (2003), en un artículo en el Journal of the
American Psychoanalytic Association, expresó abiertamente la opinión
de que los analistas argentinos, al considerarse “miembros de los círcu-
los intelectuales europeos [...] valoraron el estilo de vida americano con
bastante desdén” (pág. 331). Este mismo autor señaló que dicha postura
parecía coloreada por la ideología de izquierdas de un buen número de

* Dirección: c. Corazón de María 2, 28002 Madrid, España.


paniagua@arrakis.es
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estos profesionales. Janine Puget y René Kaës (1991) también han es- Aunque la PYC se practica principalmente en Norteamérica, tiene
crito sobre el solapamiento de estos posicionamientos ideológicos con las antecedentes claros en Europa. Algunos de sus pioneros semiolvidados,
consideraciones científicas en el psicoanálisis. Andrea M. Rodríguez como el alemán Hellmuth Kaiser (1934) o la británica Nina Searl (1936),
Quiroga de Pereira et al. (2007) se preguntaron hasta qué punto la cul- mostraron notable clarividencia en cuanto a recomendaciones técnicas
tura institucional podía haber influido sobre la elección de diversas teo- consonantes con la teoría estructural freudiana. En la actualidad, hay
rías psicoanalíticas, concluyendo que “puede ser que ciertas razones so- autores europeos como los finlandeses Pentti Ikonen (2002) o Leo
ciopolíticas den cuenta del modo cómo América Latina percibe a otras Kovarskis (2008) que escriben sobre dicho enfoque, pero, ciertamente, el
regiones” (pág. 1257). desarrollo de esta técnica ha tenido su epicentro en los Estados Unidos.
Muchos colegas invocan al triunvirato de los teóricos “Hartmann, Sigmund Freud pensó al principio que la patogenia de los síntomas
Kris y Loewenstein” como representantes máximos, ¡si no únicos!, de la neuróticos era debida al conflicto entre unos deseos instintuales incons-
psicología del yo en la actualidad. También a menudo se toma errónea- cientes y las exigencias de una moralidad consciente. Más tarde tuvo que
mente la perspectiva adaptativa de la metapsicología analítica por un concluir que todos los elementos en el conflicto podían ser inconscientes
concepto sociológico. La absurda suposición de que el psicoanálisis esta- (Freud, 1916, 1923). Fue el reconocimiento de que tanto lo reprimido
dounidense propugna el fin terapéutico de una adecuación a las conven- como las fuerzas represoras podían estar más allá de la conciencia lo que
ciones sociales ha sido aducida como exponente de la supuesta “superfi- hizo insostenible el concepto del funcionamiento mental basado en una
cialidad” teórica de los autores del Norte. Como Joseph Smith (1995) ha primera tópica o teoría topográfica que dividía el psiquismo en un
señalado, “es muy común la tendencia entre la intelectualidad europea Inconsciente y un Preconsciente/Consciente. Como Merton Gill (1963)
(Freud incluido) a menospreciar a América y el psicoanálisis norteame- escribió, “Evidentemente, Freud pensó que las fuerzas antitéticas no
ricano [...] suponiendo que éste tiene como objetivo único la adaptación” debían situarse conceptualmente dentro del mismo sistema y las separó,
(págs. 615-617). En realidad, el punto de vista adaptativo psicoanalítico, poniendo los impulsos en el ello y la defensas en el yo” (pág. 140). En
esencial para la comprensión de las transacciones psicológicas con el efecto, en El yo y el ello, Freud (1923) llegó a la conclusión de que “Lo
medio, fue elaborado principalmente por Heinz Hartmann (1939) antes Inc. no coincide con lo reprimido. Todo lo reprimido es inconsciente,
de emigrar a Nueva York y es un producto típico de la escuela vienesa o pero no todo lo inconsciente es reprimido. También una parte del yo [...]
clásica. Tampoco es infrecuente la confusión de la psicología del yo con puede ser inconsciente” (pág. 2704). Freud cayó en la cuenta de que cier-
la posterior psicología del self kohutiana, tan distinta y, en algunos pun- tos recuerdos infantiles de acontecimientos traumáticos eran a veces re-
tos, contraria a la primera. memorados, mientras que algunas motivaciones anti-instintuales como
Curiosamente, tanto en Europa como en Latinoamérica con frecuen- la culpa podían ser completamente inconscientes. Así, en 1933 escribió:
cia sigue creyéndose, de modo desfasado, que el psicoanálisis americano “Mal que nos pese, el superyó y lo consciente, por un lado, y lo reprimi-
es eminentemente monolítico, lo que desde hace décadas no puede ser do y lo inconsciente, por otro, no coinciden en modo alguno” (pág. 3139).
tomado por cierto. Como reconoce Steven Levy (2006), editor del La consideración de que no sólo los impulsos sino también las defensas
Journal of the American Psychoanalytic Association, la actitud “ecumé- podían estar soterrados fue lo que llevó a Freud a formular un paradig-
nica” del psicoanálisis actual en los Estados Unidos ha hecho que en ese ma estructural o segunda tópica, en la que tanto las pulsiones del ello
país “haya cesado la predominancia de la corriente teórica de la mains- como las defensas yoicas, los imperativos superyoicos y los modelos idea-
tream ego psychology” (pág. 355). En efecto, la PYC, a la que el autor de les podían ser completamente inconscientes. La segunda tópica permitió
estas líneas se subscribe, no constituye ya una tendencia mayoritaria en comprender la vida mental desde una nueva perspectiva tridimensional
Norteamérica. No obstante, Fred Busch (1999) ha mostrado cómo otras y decididamente más completa: sueños, parapraxis y síntomas pudieron
corrientes dentro del psicoanálisis norteamericano, como la intersubje- ser conceptuados como resultado de transacciones inconscientes entre el
tiva representada por Owen Renik o la psicología del self de Heinz ello, el yo y el superyó. Las fantasías y la psicopatología de la vida coti-
Kohut, pueden ser articuladas dentro de una técnica moderna basada en diana fueron reinterpretadas como consecuencia biográfica de unos
el modelo de la segunda tópica o teoría estructural. También, en mate- compromisos intersistémicos. Paralelamente, Freud modificó su teoría
ria de técnica, hay que hacer mención de la sustancial contribución de de la angustia, concluyendo que ésta no podía deberse a una sencilla
Otto Kernberg (1979, 1983) al rapprochement entre la teoría de las re- acumulación de libido, creencia que había llevado ingenuamente a su-
laciones objetales y la moderna psicología del yo. poner que la descarga sexual constituía de por sí la curación de los tras-

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tornos histéricos. En Inhibición, síntoma y angustia, Freud (1926) se re- “cuando el paciente experimenta angustia, ¿a qué estrategias recurre?”.
tractó de esta teorización sobre la génesis de la angustia, explicando: Podría añadirse aquí una importante cuarta puntualización descrita por
Anna Freud (1936): estas “estrategias” se manifestarán inexorablemen-
Intentábamos justificar económicamente su aparición en cada caso, y su- te como “transferencia de la defensa” (págs. 31-34).
poníamos [...] que la libido (la excitación sexual) [...] encontraba una deriva- El concepto de una instancia mental, el yo, que determinaba incons-
ción directa en forma de angustia. No puede pasar ya inadvertido que estas
[...] afirmaciones no armonizan bien [...] El yo es la única sede de la angustia
cientemente qué contenidos mentales eran representables y cuándo y
(pág. 2876). bajo qué forma podían representarse debería haber hecho que el análi-
sis de las defensas inconscientes se convirtiese en práctica estándar, sus-
Estos desarrollos del pensamiento de Freud son conocidos por todos los tituyendo al anterior método de descodificación de contenidos latentes.
psicoanalistas. Lo que no parece haberse generalizado suficientemente Sin embargo, lo que sucedió fue que muchos analistas continuaron uti-
es el hecho de que el revolucionario cambio en su metapsicología no con- lizando la técnica primitiva, empleando terminología de la segunda tó-
llevó una modificación paralela en la técnica psicoanalítica. Tras haber pica, con las ecuaciones simplistas Inc. = ello, Prec.-Cc. = yo. Esto cla-
reconocido que en el yo existía “algo que se conduce idénticamente a lo ramente revela la inercia topográfica de creer que las pulsiones son lo
reprimido, o sea, exteriorizando intensos afectos sin hacerse consciente verdaderamente inconsciente, mientras que las actividades defensivas
por sí mismo”, Freud (1923) añadió que la apercepción de ese “algo” re- no lo son. Pero como Waelder (1967) observó perspicazmente, “No se
quería “una especial labor” (pág. 2704), pero ni especificó en qué con- puede reprimir una idea estando al mismo tiempo consciente de haber-
sistía dicha “labor” ni trasladó a su técnica las consecuencias lógicas que la reprimido, porque la conciencia alertaría a la mente a ir en pos de
se desprendían de su cambio de paradigma. Paul Gray (1992) comentó: dicha idea, lo que, claro está, haría insegura la represión” (pág. 354). El
hecho de que este elemental razonamiento no nos haya resultado inme-
Tras descubrir que la parte del yo encargada de modo esencial de la resis- diatamente evidente dice mucho acerca de nuestra resistencia general a
tencia era también inconsciente, Freud dejó bastante solos a sus colegas en adoptar las consecuencias técnicas del cambio de tópica. Roy Schafer
la tarea de elaborar una metodología para hacer consciente el yo inconscien- (1983) escribió sobre el hecho de que muchos analistas aseguren enten-
te (pág. 308). der el papel de las defensas yoicas mientras que en sus prácticas siguen
haciendo uso de la anterior técnica topográfica. Escribiendo sobre la fre-
La percepción de las operaciones inconscientes del yo, menos llamativas cuente tendencia a pasar por alto el análisis del yo, este autor comentó
que las manifestaciones del ello, requiere una forma diferente de escu- que, cuando en un tratamiento el analizado parece mostrar contenidos
cha y, en efecto, una “especial labor” por parte del aparato conceptual que no explicita, el analista suele sentirse tentado de verbalizar inter-
del analista. pretaciones directas de los afectos latentes. Y pregunta Schafer: “Si esto
El objetivo principal de la técnica psicoanalítica de superación de la es tan obvio, ¿por qué no lo pudo expresar directamente el analizado?”,
represión y catarsis de los traumas infantiles constituyó un enfoque va- añadiendo que “Este tipo de observaciones debería habernos dirigido al
lioso en la historia de la disciplina, pero debió haberse dejado atrás en precepto técnico que dicta que hemos de enfocar nuestra atención en la
congruencia con los nuevos hallazgos de la segunda tópica. La introduc- defensa antes de enfocarla en aquello de lo que el paciente se está de-
ción de ésta supuso una innovación que hizo ver los fenómenos resis- fendiendo” (pág. 75). Es común que se mantenga que el abordaje técni-
tenciales no como meros obstáculos a la libre asociación, sino como ma- co topográfico y el correspondiente al análisis de las defensas represen-
terial que proporcionaba información esencial sobre los mecanismos de tan una perspectiva integrada, cuando en realidad suponen dos métodos
defensa inconscientes que habían sido erigidos ante temores y deseos in- distintos (Busch, 1992; Paniagua, 1995).
manejables por la personalidad inmadura del niño y que habían acaba- Seguramente la famosa monografía de Anna Freud de 1936 debe ser
do formando rasgos del carácter. En el decir de Robert Waelder (1960), considerada el primer texto sistemático sobre la técnica del análisis de
la antigua pregunta del analista “¿qué deseos inconscientes tiene el pa- las defensas. Pero hay que recordar que este texto tuvo una fría acogida
ciente?” hubo de ser suplementada por una segunda: “¿qué teme éste entre los colegas coetáneos (cf. Kris, 1938; Sterba, 1982). Helene
que le pueda suceder como consecuencia de sus deseos?”. Por último, el Deutsch le auguró que El yo y los mecanismos de defensa la antagoni-
reconocimiento de que las defensas eran inconscientes y distintivas de zaría para siempre con sus colegas (cf. Sandler y Freud, 1985). Como ex-
cada analizado extendió la atención del analista a una tercera pregunta: presó en el capítulo primero de su clásico libro, la hija de Freud sabía

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que sus ideas iban a ser consideradas “como una apostasía del psico- (2000) observó astutamente que no había que confundir la profundidad
análisis” (pág. 17). Monroe Pray (1996) ha conjeturado que la actitud de de la interpretación con la profundidad de la comprensión por parte del
rechazo hacia las tesis de Anna Freud se debió a que “sumieron en una paciente. Hemos de recordar que la predilección topográfica por la in-
inaplicabilidad virtual la investigación dinámica empleada por aquellos terpretación de contenidos no observables, en vez de la exploración en
métodos que pretendían poseer la capacidad de resolver conflictos antes alianza con el yo preconsciente del analizado, hace de la primera técni-
de que éstos resultasen visibles” (pág. 100). ca un terreno claramente más propicio para la proyección de las fan-
El análisis de las defensas que se deducía de la aplicación a la clínica tasías del analista. A veces todo esto se complementa con la racionaliza-
de la segunda tópica freudiana fue elaborado, sobre todo, a partir de los ción de que la adhesión a una técnica que abogue por el análisis sis-
trabajos originales de Anna Freud, Otto Fenichel, Richard Sterba, el temático del conflicto a través de los estratos defensivos puede consti-
temprano Wilhelm Reich y Robert Waelder, pero el desarrollo de esta tuir una práctica sintomática de inhibiciones contratransferenciales.
técnica de análisis sufrió luego un estancamiento durante décadas. Esto Como señaló Gray (1982), el análisis sistemático de la transferencia de
fue debido parcialmente a que, durante la llamada edad de oro de la psi- autoridad –en vez del recurso a ésta para vencer la resistencia– hará que
cología del yo en los Estados Unidos, los grandes autores emigrados de el analista sea objeto de una variedad más intensa de derivados pulsio-
Europa central, en especial Heinz Hartmann (1956) y David Rapaport nales dirigidos no sólo a la percepción fantaseada de éste, sino también
(1959), mostraron mucho menos interés en adecuar la técnica a las con- a la evaluación de sus atributos realistas, lo que hace la labor más ardua
clusiones de la segunda tópica que a crear una psicología general psico- para la autoestima del analista. Esto, claro está, contribuye a reacciones
analítica que coronase la metateoría freudiana. Con razón señaló Robert contrarresistenciales a la hora de abrazar una técnica que intente mini-
Wallerstein que, a pesar de las importantes modificaciones teóricas lle- mizar aquella clarividencia putativa que tendía a promover –en vez de
vadas a cabo en el psicoanálisis estadounidense, “tendríamos dificulta- analizar– la dependencia regresiva del paciente.
des en especificar las formas en que evolucionó la técnica como resulta- Elizabeth Zetzel (1956) señaló que nada hay más denotativo de la téc-
do de estos cambios” (en Richards, 1984, pág. 587). nica de la psicología del yo que la convicción de que para llevar un tra-
Pero, ¿fue sólo esa preferencia de los pioneros de la psicología del yo tamiento a buen puerto es necesaria una alianza terapéutica entre el yo
lo que explicó la resistencia de la profesión psicoanalítica a adaptar la del analista y el yo observador del analizado. Ralph Greenson (1967)
técnica a los progresos hechos en cuestión de teoría? Parece existir otra también opinaba que seguramente la característica más típica de la téc-
serie de motivaciones irracionales que dan cuenta de la peculiar adhesi- nica propia de la segunda tópica era la actitud del analista de hacer al
vidad de la primera técnica topográfica, ya con un siglo de antigüedad analizado partícipe del proceso, reduciendo la necesidad de recurrir a
(Paniagua, 2001, 2003). En primer lugar, ésta gratifica más directamen- maniobras de persuasión y contención. Analizar las resistencias a la
te los anhelos de omnisciencia y omnipotencia del analista. La consi- libre asociación implica un entendimiento racional con aquella parte del
guiente satisfacción epistemológica facilita, además, la elusión de ciertas yo autónomo del analizado que no se halla abrumada por las emociones
manifestaciones del ello con potencial para herir el narcisismo del ana- y que es capaz de someter éstas a examen.
lista. Esto último suele vivirse más agudamente que las contratransfe- En 1973, Paul Gray del Instituto de Baltimore-Washington propuso,
rencias agresivas o sexuales. Ya en su libro de Técnica, de 1941, Otto medio siglo después de la introducción por parte de Freud de su segun-
Fenichel señaló que, en la práctica clínica, nada hay más delicado para da tópica, una técnica de escucha e intervenciones sistemáticas de pro-
el analista que su vulnerabilidad narcisista. ceso cercano (close-process) más concordantes con dicho cambio de mo-
Las interpretaciones “profundas” típicas de la técnica primitiva no delo. Más tarde, Gray (1982) expondría elocuentemente los motivos
rara vez resultan “aceptadas” por el paciente porque, inconscientemen- aparentes del “retraso en el desarrollo” de la técnica psicoanalítica. El
te, son percibidas como oportunidad para evadir la exploración de signi- establecimiento de una forma más coherente de formular el análisis ba-
ficados más auténticos, ofensivos y culpógenos. Así, el analista puede en- sado en la teoría estructural freudiana inauguró la técnica de la llama-
trar en colusión inadvertida con la resistencia del paciente. Las inter- da psicología del yo contemporánea. Ésta prescribe unas medidas signi-
pretaciones descifradoras propias del enfoque de la primera tópica sue- ficativamente distintas de las empleadas en la modalidad topográfica
len hallarse demasiado influidas por la fantasmática personal del ana- precedente, esto es, aquella que tenía como objetivo manejar o suprimir
lista (justificada a menudo como identificación proyectiva) o por “ideas la resistencia del paciente apoyándose en su transferencia de autoridad
sobrevaloradas” de naturaleza teórica (Britton y Steiner, 1994). Busch externa.

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En efecto, fue Gray (1986) principalmente quien puso de relieve los instintuales que, se presupone, presionan constantemente por obte-
modos en que se solía recurrir a explotar –en vez de a analizar– la trans- ner gratificación (Freud, 1915; A. Freud, 1936);
ferencia positiva con el fin de superar la resistencia. Tanto este autor 3) se pone especial énfasis en el análisis del superyó (intimidatorio o
como sus seguidores (cf. Goldberger, 1996) intentaron elaborar funda- apaciguador) como estructura caracterial de naturaleza defensiva, no
mentos más sólidos sobre los que asentar los esfuerzos de aquellos pri- conceptuándolo como manifestación de una inexorable tendencia
meros analistas que abogaron por una exploración organizada de las de- biológica destinada a restaurar la vida a un estado inorgánico (Gray,
fensas. Pero, de hecho, el enfoque topográfico de establecer por medio de 1987);
la interpretación una impresión de lo que se supone que existe en un re- 4) las interpretaciones son formuladas más de acuerdo con lo que el pa-
gistro reprimido, ha continuado empleándose junto con la técnica poste- ciente puede entender en su estado de regresión yoica que atendien-
rior que intenta dirigir la atención del analizado hacia las manifestacio- do al conocimiento, real o supuesto, de las dinámicas inconscientes
nes de las defensas inconscientes que han contribuido a formar el carác- del analizado (Busch, 1997, 1999);
ter como bastión ante las pulsiones. 5) las intervenciones se asemejan más a lo que Bibring (1954) denominó
Mientras que Gray (1996) trató en sus escritos acerca de las diferen- “clarificaciones” que a las interpretaciones “profundas” de la técnica
cias entre la técnica de la PYC y la de la teoría topográfica freudiana, anterior;
Fred Busch (1999), probablemente el autor vivo de la PYC más influ- 6) se presta especial atención a los “cómos” de la resistencia, además de
yente en la actualidad, centró su crítica en las diferencias de este enfo- a los “porqués”, explorando de forma más microanalítica puntos no-
que moderno con la técnica de la psicología del yo de los comienzos, dales de la superficie clínica, como los cambios temáticos, las fluctua-
sobre todo la mainstream de Arlow y Brenner. La importante obra de ciones en el tono afectivo, las pausas, las omisiones, la comunicación
Busch (1995, 1999) ha sido traducida a varios idiomas, pero, significati- paraverbal, etc. (Paniagua, 1985, 1998; Davison et al., 1996);
vamente, no al español. Busch (2000) consideró que la técnica encami- 7) el analista procura no atender al material con una atención flotante
nada a hacer al paciente consciente de forma progresiva del poder analí- fundamentada en sentimientos contratransferenciales, sino con aten-
tico de su propia mente constituía “un nuevo paradigma de interpreta- ción consciente a las secuencias y la resistencia a la libre asociación;
ción” (pág. 241). Esta capacidad se adquiere por medio de una identifi- 8) las reacciones subjetivas del analista en la sesión, importante fuente
cación paulatina con la función analítica del analista (no con la figura de información respecto a las proyecciones del analizado, intentan
misma del analista). Este procedimiento contrasta con el mecanismo “objetivarse” repasando junto con éste el material accesible a la re-
“mutativo” aducido por Strachey (1934), para quien “la finalidad de las trospección (Busch, 1995), lo que difiere notablemente del uso por
interpretaciones mutativas es causar la introyección del analista como parte del analista de sus propias reacciones como si perteneciesen al
un objeto” (pág. 981). La nueva técnica no supuso que el interés del ana- analizado;
lista se desviara de las pulsiones instintuales a un análisis exclusivo de 9) en la medida de lo posible, el analista, en sus intervenciones –y en las
las funciones yoicas –suponiendo que esto fuese posible–. Lo que signi- comunicaciones científicas– separa sus propias perspectivas de las del
ficó es que comenzó a prestarse una atención más detallada a la articu- analizado (Schwaber, 1996);
lación entre las pulsiones inconscientes y las defensas, también incons- 10) se intenta facilitar los descubrimientos del mismo paciente, en vez
cientes. Así es como se exploran los mecanismos con los que el yo se de- de proporcionarle insights interpretativos (Poland, 2000). En pala-
fiende, por una parte, y contribuye, por otra, a la formación de fantasías bras de Busch (1997), “existe aún la tendencia de relegar al analiza-
inconscientes (Brenner, 1982). do al papel pasivo de proveedor de información, mientras que el ana-
Las características del enfoque técnico de la PYC podrían resumirse lista es quien proporciona los insights” (pág. 44);
esquemáticamente en estos puntos: 11) las intervenciones analíticas se hallan más fundamentadas en la lec-
tura textual de lo que el paciente manifiesta que en las intuiciones
1) el analizado es considerado copartícipe en una alianza racional que basadas en el “tercer oído” del analista (Reik, 1948), prestándose
privilegia su yo observador y otras funciones yoicas “autónomas” (cf. mayor atención a lo que puede constatarse en el material que a lo que
Hartmann, 1952); se supone que se está gestando en la mente del paciente (Busch,
2) la labor analítica va dirigida predominantemente a explorar los 1999);
obstáculos que se oponen a la manifestación verbal de unos impulsos 12) la actitud de docta ignorantia del analista suele llevar a hallazgos

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que pueden sorprender más al analista que al mismo analizado Una paciente de 30 años hablaba de un sueño erótico en el que apa-
(Smith, 1995; Paniagua, 2006); recía el analista, hizo una pausa y continuó añadiendo detalles sexuales.
13) la técnica que se llevaba a cabo, en palabras de Freud (1919), “utili- El analista percibió en la analizada la intención de que se interesara por
zando la transferencia del enfermo sobre la persona del médico para el contenido sexual del sueño, pero le señaló primero su breve parénte-
infundirle nuestra convicción de la falta de adecuación de las repre- sis en mitad del relato. La paciente carraspeó y verbalizó con cierto em-
siones desarrolladas en la infancia” (pág. 2457) se considera hoy día barazo que había pensado que el analista tenía una edad demasiado
sugestiva y más propia de las psicoterapias (cf. Waelder, 1962); avanzada para ser incluido en ese tipo de fantasías y, además, ese día pa-
14) el énfasis se pone más en la exploración analítica de la mente del pa- recía especialmente cansado. (El analista había estado una hora antes
ciente que en la investigación de su biografía. El foco analítico se apli- en el dentista). Si el analista hubiese privilegiado el contenido pulsional,
ca más a la fenomenología intraclínica que a las circunstancias preté- pasando por alto el apenas perceptible incidente resistencial de la pausa,
ritas o presentes de fuera de la sesión (Gray, 1973); habría eludido la exploración de un afecto inmediato que le tenía a él
15) se intenta potenciar en el analizado la capacidad yoica auto-obser- como protagonista transferencial. Habría sorteado una evaluación rea-
vadora, por haberse comprobado que el desarrollo de mecanismos au- lista que, aunque hiriente para su narcisismo, se hallaba más próxima a
toanalíticos es significativamente más distintivo de los tratamientos la vivencia puntual de la analizada. Ésta habría conseguido distraer con
exitosos (Schlesinger y Robbins, 1983; Falkenström et al., 2007); lo que Reich (1930) calificó como “sonrisa interior” la atención del ana-
16) en aquellos casos considerados analizables, se supone que la “fun- lista hacia una temática supuestamente atractiva, pero alejada del con-
ción sintética del yo” (Nunberg, 1931) empleará los derivados pulsio- flicto del momento.
nales que habían estado reprimidos, bien para una descarga directa
más apropiada, o bien para la sublimación. La PYC propugna una técnica de sensibilización de nuestro oído analíti-
co ante las manifestaciones resistenciales con el fin de inducir al anali-
A modo de breve ilustración de esta técnica utilizaré tres simples viñe- zado a hacer uso de sus capacidades yoicas para la observación de sus
tas clínicas. Una paciente de 50 años evocaba obsesivamente fantasías propias actividades intrapsíquicas. El análisis procede explorando en de-
de los posibles contactos de su marido con otras mujeres por Internet, talle cómo las señales de angustia movilizan mecanismos destinados a
de la partida futura de su hijo de casa y de la muerte de su hermano (aún anticiparse y contrarrestar la cascada de afectos displacenteros que
vivo) cada vez que el analista intentaba explorar los recuerdos de su in- amenazan alcanzar la percepción consciente. Las fantasías implicadas
fancia en un orfanato. El analista dirigió su atención repetidamente resultan temibles porque van a desencadenar angustia, culpa, vergüen-
hacia este cambio temático cuando consideró que el yo observador del za o depresión, poseyendo, por tanto, una cualidad de afecto-señal que
paciente lo podía procesar. De forma gradual, ésta se familiarizó con un despierta los automatismos defensivos (Brenner, 1982). Se necesita una
mecanismo inconsciente a través del cual intentaba “vacunarse” defen- “atención de proceso cercano” (Gray, 1991) para el apercibimiento de
sivamente contra retraumatizaciones causadas por posibles abandonos cuándo y cómo en el curso de la sesión el yo inconsciente moviliza me-
futuros. canismos controladores del asomo de una ansiedad que anuncia la pro-
Cuando un paciente de 24 años estaba relatando lo felices que se ximidad de fantasías intolerables o recuerdos excesivamente dolorosos.
sentían él y su esposa porque su empresa iba a enviarle a otra ciudad eu- Las fantasías siempre tienen una dimensión transferencial y es esen-
ropea en una promoción laboral, el analista se dio cuenta de que estaba cial que el paciente experimente la contradicción entre la naturaleza
jugando insistentemente con su anillo de casado. Mencionó su observa- anacrónica de éstas y su vivencia actual. El analista dirige sus esfuerzos
ción sin verbalizar conjetura interpretativa alguna. El paciente suspiró a examinar los motivos represores de origen infantil que bloquean la ca-
y reconoció que le había cruzado por la cabeza la idea de que iba a triun- pacidad del analizado de conocerse a sí mismo. La exploración paulatina
far mucho profesionalmente, su mujer iba a querer regresar a España y de las transacciones entre pulsión y defensa que constituyeron las solu-
él iba a decirle que no estaba dispuesto a renunciar a su carrera. Su ac- ciones que, en los años formativos de la niñez, el paciente tuvo que dar
ting in simbolizaba y condensaba un duelo anticipatorio por la ruptura a sus conflictos equivaldrá a hacer análisis del carácter –indicación prín-
de lo que parecía un buen matrimonio. Deseo subrayar que esta conclu- ceps del psicoanálisis–. Sin embargo, es necesario resaltar que la prácti-
sión interpretativa es del mismo analizado, cuya atención fue sencilla- ca consistente en centrar el foco perceptual primordialmente en los
mente dirigida a una percepción accesible a su yo consciente. datos de la sesión no es lo mismo que “sólo transferencia”. Los adjetivos

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“intraclínico” y “transferencial” no son sinónimos. El análisis detallado mismo del conflicto (el “aquí y ahora” sandleriano, 1992). Este aborda-
del material resistencial observable suele tener también dimensiones je analítico hace hincapié en los aspectos cognitivos de la interpretación
psicogenéticas y extratransferenciales. Generalmente se mantiene que por lo que, frecuente y erróneamente, ha sido tomado como “intelectua-
la tarea de entrelazar a lo largo del tratamiento estos elementos con la lizado”. La práctica clínica consonante con la segunda tópica o teoría es-
dimensión transferencial es lo que mejor caracteriza el concepto de “ela- tructural lleva no sólo a entender el funcionamiento del yo en conflicto,
boración” o working through (Waelder, 1960). sino también, en contra de lo que suele opinarse, a acceder de forma más
El enfoque técnico que fusionaba las interpretaciones asociativas del naturalista a la exploración del ello (Paniagua, 2007).
propio analista con las manifestaciones transferenciales del analizado Todo lo anteriormente expuesto implica una modificación técnica que
dificultaba o imposibilitaba el examen veraz de las dinámicas del pa- no ha sido aún suficientemente reconocida. Algunos analistas pensamos
ciente (cf. Paniagua, 2003). El analista adscrito a la PYC se aproxima que la técnica característica de la PYC es la que minimiza de modo más
más al polo unipersonal que al intersubjetivo y también se inclina más efectivo la influencia de la sugestión. El énfasis en unas reglas de co-
al polo positivista que al constructivista. Ciertamente, los analistas de rrespondencia que vinculen más rigurosamente lo observable con las in-
cualquier orientación reconocen que la objetividad absoluta es un mito ferencias sobre el funcionamiento de la mente en conflicto parecen hacer
y que la subjetividad forma parte de sus percepciones acerca del anali- esta técnica más comprensible, especificable, más accesible a la investi-
zado. Sin embargo, un subjetivismo a ultranza supone la renuncia a gación y, por ende, científicamente más defendible.
cualquier pretensión científica del psicoanálisis. En nuestra disciplina,
la actitud científica implica necesariamente la creencia en algún tipo de
verdades psíquicas comprobables. El hecho de que la objetividad perfec- Resumen
ta se halle más allá de los límites humanos no se toma como indicativo
de que algún grado de objetividad represente una meta utópica El autor comenta sobre las posibles razones del relativo desconocimiento de la
(Gabbard, 1997). Como dijo Lawrence Friedman (1996), “Es difícil ima- psicología del yo contemporánea en algunos círculos psicoanalíticos y las difi-
ginar cómo puede trabajar un analista que no crea que existe una reali- cultades en la incorporación a la técnica de las conclusiones derivadas de la in-
troducción de la segunda tópica freudiana. Asimismo, examina los motivos de
dad fuera de él que espera ser descubierta” (pág. 261).
la adherencia a la técnica de la primera tópica. Se resumen algunas caracterís-
En la técnica de la PYC los fenómenos clínicos que dan pie a las in-
ticas del enfoque basado en la “atención de proceso cercano” de Gray.
tervenciones analíticas son aquellos en los que se percibe “una tensión
intrapsíquica que obliga al yo a interferir con el material emergente del DESCRIPTORES: PSICOLOGÍA DEL YO / TÉCNICA PSICOANALÍTICA / PRIMERA TÓPICA / SEGUNDA
ello, impidiendo una mayor manifestación en la conciencia del elemento TÓPICA/ INTERPRETACIÓN
pulsional en conflicto” (Gray, 1990, pág. 1087). Estos momentos de
estrés constituyen los “puntos de urgencia” para un analista adscrito a
la PYC. En la técnica moderna de la psicología del yo se presta una aten- Summary
ción más inmediata y constante al curso de las palabras, a la secuencia TECHNIQUE IN CONTEMPORARY EGO PSYCHOLOGY
de las asociaciones, a las entonaciones y otras exteriorizaciones de los
afectos, con el fin de detectar los derivados instintuales que, en el cami- The possible reasons for the relative lack of knowledge of contemporary ego
no hacia su manifestación consciente, tropezaron con el yo, que los con- psychology in some psychoanalytic circles, and the difficulties in the technical
sideró peligrosos y con el superyó que los juzgó reprobables. Este tipo de incorporation of conclusions derived from the introduction of Freudian struc-
tural theory are commented upon. The motivations for the adherence to the
Angstsignal conforma la “superficie trabajable” preferible para el análi-
technique of the topographical theory is examined. Some characteristics of the
sis de los elementos del ello que han generado la necesidad de la defen-
approach based on Gray’s “close process attention” are summarized.
sa (Paniagua, 1991). La conceptuación de dicha superficie requiere la
evaluación de múltiples factores dependientes de la empatía, la expe- KEYWORDS: EGO PSYCHOLOGY / PSYCHOANALYTIC TECHNIQUE / FIRST TOPIC / SECOND TOPIC /
riencia y el juicio del analista respecto a la capacidad del analizado para INTERPRETATION
“digerir” emocional y cognitivamente las intervenciones analíticas. El
analista intenta explorar, en alianza con el yo observador del analizado,
qué fantasías temió éste que le aflorasen a la conciencia en el momento

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