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GENEVIEVE MOREL

Ambigüedades sexuales
Sexuación y psicosis

MANANTIAL
'B uenos Aires

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·~~~~~~~~~~~~
Título original: Ambiguités sexuel!es. Sexuation et psychose.
© Ed. ANTHROPOS, 2000

Traducción: Horacio Pons

Diseño de tapa: Estudio R

155.3 More!, Genevieve


MOR Ambigüedades sexuales : sexuación y psicosis. -
l'. ed. - lra reimp. - Buenos Aires: Manantial, 2012.
280 p. : 24x15 cm. - (Estudios de psicoanálisis)

Traducción de : Horacio Pons


ISBN 987-500-070-1
A raíz de su constitución bisexual y su herencia cru-
l. Título. - 1. Psicoanálisis. 2. Psicología Sexual.
3. Psicosis zada, todos los individuos humanos poseen a la vez
rasgos masculinos y rasgos fem eninos, de manera que
el contenido de la s construcciones teóricas de la mas-
culinidad pura y la femineidad pura sigue siendo in-
cierto.
Hecho el depósito que marca la ley 11. 723
Impreso en la Argentina
S. FREUD,
© 2002, Ediciones Manantial SRL de la traducción "Algunas consecuencias psíquicas
y de la edición en castellno. de la diferencia anatómica entre los sexos"
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www.emanantial.com.ar estos dos lados [. .. ]. Es preciso, de todos modos, que
me despegue de algo que es una [... ] suposición, la de
ISBN: 987-500-070-1
que hay un sujeto masculino o femenino. Es una supo-
sición que, con toda evidencia, la experiencia hace in-
Impresos 1000 ejemplares en octubre de 2012 en
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sostenible.
Valentín Alsina, Buenos Aires, Argentina
J. LACAN,
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escrito del editor. Su infracción está penada por las leyes 11. 723 y
25.446.

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ÍNDICE

Introducción.................................................................................... 17

Primera parte
EL PSICOANALISIS Y LO REAL

l. El sexo para la ciencia y para el psicoanálisis........... ................... 25

No hay relación sexual.................................................................... 26


¿Quién es el padre de quién? .... ........ ................. ... .... ..... ...... ..... ... .. .. 28
La sexualidad de los lagartos........................................................ ... 31
El campo del goce............................................................................ 32
El real biológico .............................................. :............. ........ .......... 35
Lo real como imposible................................................................... 37
Un mito de la detumescencia y del nacimiento del lenguaje.............. 42
La ca usa y la máscara...................................................................... 43

11. La reproducción y la muerte: el sujeto entre medicina


y psicoanálisis . . .......... .. . . . .. .. . .... . ... .. ..... ... .. .... .. .. .......... ........ .. ... .. . 47

El hijo como objeto a...................................................................... 47


El hijo mártir y el hijo varón preferido....................................... 50
Lo real, lo simbólico, lo imaginario y el "sínthoma" ............. 51
La invención de una nueva relación: ser el hijo varón
preferido de un padre............................................................ 55
La reprodu cc ión y el inconsciente.................................................... 56
Lo 011<' 11os atrae sexualmente hacia otro ............ ....... .......... ..... .. 58
ÍNDICE 11
10 ÍNDICE

El sujeto y la muerte 60 El equívoco del significante "malo" 107


El punto supremo del goce ... 61 Jesús, el significante inclasificable 108
El entre-dós discursos de la medicina y el psicoanálisis 65 La falta del fala 109
Primer ejemplo: el hijo intercambiable .......... ........................ . 66 Labilidad de las identidades sexuales ..... ... ....... .. .......... ..... .... . 110
Segundo ejemplo: una repetición inexorable 67 La función fálica ...... ............................ .. ............ ........ . 110
Tercer ejemplo: "soy un pescado" 68 Tener el falo 111
Ser el falo
112
¿Por qué la "frase con agujeros" de Frege? 114
Segunda parte Valor positivo de la función fálica: gozar de la castración ..... . 115
LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS El falo como función proposicional 117
Valor negativo de la función fálica: castración y renuncias .... 119
III. Sexuación: el pensamiento clasificador no agota la cuestión ...... . 75 La función síntoma 121
El delirio de Schreber 125
Crítica del género 76 "Pegan a un niño" .... 126
Observaciones sobre una teoría antropológica de la diferencia El caso Maria: un destino, una frase 128
sexual 78 La expoliación originaria 128
Las oposiciones significantes y la diferencia de los sexos 80 Ferocidad 129
El semejante y el espejo 80 Su matrimonio con el "señor" 129
Lo diferente y el significante 81 Comprar una casa 130
La diferencia de los sexos y la alteridad .................... ............ . 83 Escritura de la función síntoma 131
Freud y el órgano genital femenino 84 Contingencia y determinismo 133
El nacimiento de la oposición significante, según Freud ........ . 85
Las causas de la misoginia 86 V. Anatomía analítica: los tres tiempos de la sexuación .................. . 135
¿Superar el complejo de castración? ...................................... . 86
El horror al Otro .................................................................. . 88 Los tres tiempos de la sexuación ........ .......................................... .. . . 136
Profesor de deseo 89 La diferencia anatómica natural y el discurso sexual 137
La diferencia anatómica y el saber 92 El error común sobre el falo ...... . 138
Preguntas y respuestas 93 ¿"No " fJsicótico o "sí" aporético? 140
Comparación de dos mitos 94 La sexuación (o elección del sexo) 141
Percepción y verdad 95 ¿Por qué dos sexos? ........... ......................... . 141
Refutación del "todo fálico" infantil 95 El lado hombre: "todo" y contradicción ............................... . 144
La persistencia del falo de la madre 96 El lado mujer: el "no-todo" contra la simetría ...................... . 146
El caso Sandy: la niña, su madre y el perro 98 Una lectura contemporánea del tratado
Resumen de la observación ... ................ ................................ . 98 Sobre la interpretación 147
Los momentos cruciales 99 Dominios psicoanalíticos del no-todo: la interpretación
¿Un caso paradigmático de la neurosis femenina? ................. . 101 y la sexualidad femenina 149
El "tope último del pensamiento" es el fantasma 102 El desdoblamiento del goce femenino 152
Miriam, frente al vacío 153
IV. Función fálica, función síntoma 105 "Otro goce" y "goce del Otro". 155
Una figura de discurso del no -todo, el discordancia! ............... ... . 158
La sexuación, más allá de las identificaciones 105 El 1JrÍ11cipe disfrazado ........ ................ ........................... ........ . 159
Una sexuación centrada en él "malo" 106 l1jl'tirí11 l//asculina y discordancia femenina 161
Una clasificación sexual 1() Rcrn rn o ;1 In : 111:11 0 111 í~ a na lítica 162
12 ÍNDICE ÍNDICE 13

VI. Sexos contradichos 165 VIII. El empuje-a-la-mujer 211

El caso de Iqallijuq: cuando el discurso contradice la naturaleza.... .. 166 ¿Cómo orientarse?..... .. ............ .... ........ ...... ...... .. .... .......................... 211
¿Un tercer sexo? .. .. ..... .... ... .. ... .. ... ...... ..... ... ... ..... .... ... ........ .......... 167 Dos orientaciones del goce .... ... .. .. .. .. . . . . .. . . . . . . .. . . . .. . .. . . . . . .. .. . . . .. . . . ... 213
Un caso de Fairbairn: las razones de un empuje-al-hombre.............. 169 Dos objeciones ................ ...... ......... ......... ....... .. .. .. ... ...... ............. 2 15
Despertar sexual en el análisis . .. . . . . . .... .. . . . . . . . . . .. .. .. . .. . .. . .. .. .. . .. ... .. .. 170 El concepto del "empuje-a-la-mujer"...... ... .. ...... .... ..... ...... ............... 217
No tener vagina y desear un pene.................. ...... ....................... 172 El seminario sobre "La carta robada ": Lacan, Poe y
Un razonamiento anatómico........................................ .. ....... 173 Lévi-Strauss .. .. . .. . . . ..... .... ... . . . .. . . . ............ .. . .. .. . .. .. . .. . ... . . . . .. .. .. . ... . . ... 218
Un set de identificaciones...................................................... 174 La reina, fuera de la ley . . .. . . . .. .. . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . .. .. . . . . . .. . . . . . . .. . . . .. . 218
Un caso " neutro" de Stoller............................................................. 176 La "cuestión preliminar": las palabras de Schreber............ ......... 219
De la necesidad de diferenciar tres momentos de la sexuación .. . .. .. .. 178 Entmannung y Verwe iblichung. .................. .......... ................. 219
"El atolondradicho ": la "lógica" del empuje-a-la-mujer .... ...... ... 222
La inexistencia . . . .. . . . . . . . .. .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . .. . .. .. . . . . .. .. .. . 223
Tercer a parte Un efecto sardónico............ ... ......................... ... ...... .. ............ 228
SEXUACION Y PSICOSIS La irrupción de Un-padre .................. .... ... .. ......................... .. 230

VII. El transexualismo y la clasificación sexual .. 183 IX. Empuje-a- la-mujer y clínica de la sexuación 235

Razones de un rechazo del órgano 183 El empuje-a-la-mujer contra el núcleo de identidad de género ... .. .. .. . 235
Un caso de transexualismo femenino: una sexuación imaginaria ..... . 188 El derecho y el revés del empuje-a-la-mujer 238
Un encuentro, una imagen, una decisión 188 El caso de Eisa: Atenea y Aracne o el empuje-a-la-mujer
Matriz de la sexuación y trauma .... .............................. .. ...... . . 189 y la pulsión de muerte 239
El padre, la ley, la anatomía 191 Melancolía y paranoia 240
Miradas de mujeres 192 La abolición del nombre propio 241
El amor, no el goce ... ... ....... .............. .. .. .. . 194 La pulsión de muerte 242
La prueba de amor por el pene 195 Un empuje-a-la-mujer muy localizado en un caso de esquizofrenia .. 243
Travestismo, verdad, transferencia .......... .. .. . 196 ¡Fuego! .. .... .. ... .... ... ...... ... ..... ... ......... ........................... ... .. ........ .. . 243
Una realización imaginaria de la verdad 197 Pasajes al acto en serie .......................................... ............. ... . 244
"Parecer es ser" ........... ................. . 197 "Me hice un pelotudo de aire" 246
El travestismo como síntoma ... . 199 Invertir el calor en frío 246
Un caso de transexualismo masculino "contrariado": Tres enunciaciones 247
dos tipos de identificación sexuada ......... . 200 Las mujeres y el sexo 248
Des encadenamiento ...... ..... ................. ... . 202 Una feminización local que permite ser un hombre ..... .. .... .... . 249
Espejo fe menino y aspiración viril. 202 Hacer sínthoma del empuje-a-la-m uj er 250
La decisión de Sophie 203 Cartas de amor 251
El sueño del muro de Berlín ......... ... .... . 204 El hombre 252
Sueño de la mujer monstruosa ... . 205 "Soy la de las cartas" 252
Sueño del volquete de basura .......... . 205 Divorciar la destinación y el goce 254
Sueño del muro de Berlín 205 Los basamentos de un desdoblamiento de la vida amorosa .... .... . 257
Sueños de clasificación 206 ¿Una niña pequeña? 257
La identificación "clasificadora" ....... .......... .. . 207 Un tirano dom éstico 258
Tres modos de construcción de la sexuación en la psicosis ... ........ ... . 09 Lazos sociales .... ........... . 258
El empuje :1 l:1 ·lll11jn y l::i id entificac ión sex uada .. . 260
14 ÍNDICE

Conclusión 263 AGRADECIMIENTOS


Índice analítico y de nombres 269

Índice de casos clínicos 275

En primer lugar, debo mencionar mi agradecimiento a los colegas con


quienes discutí, en estos últimos tiempos, los temas abordados en este li-
bro: Franz Kaltenbeck, Diana Kamienny-Boczkowski, Brigitte Lemonnier,
Lilia Mahjoub, Herbert Wachsberger y Fran\'.ois Morel, así como a mis
compañeros del seminario de investigación de Lille y de un cartel de París
sobre la psicosis. Las observaciones de Mercedes Blanco, Ma:rie-Christine
Hamon y Darian Leader me incitaron a plantearme nuevas cuestiones y
precisar ciertos puntos. La ayuda de Jean-Michel More!, que leyó el ma-
nuscrito con una atención crítica, ha sido invalorable. Beatrice Khiara y
Lucile Charliac se ocuparon de manera sostenida de dar forma al texto.
Michel Gardaz tuvo la amab ilidad de incluir mi libro en su colección. La
doctora Fran\'.oise Gorog me ayudó a enfrentarme a la psicosis en su servi-
cio del hospital Sainte-Anne. Por último, mi gratitud a los profesores Phi-
lippe-Jean Parquet y Michel Goudemand, así como al doctor Emmanuel
Fleury por el trabajo clínico efectuado en el Centro Hospitalario Regional
Universitario de Lille.
INTRODUCCIÓN

"No sé cómo ser una mujer, porque nadie me dio el modelo" (una mu-
jer de treinta años).
"Siempre sentí la nostalgia de no ser una mujer. Pero eso es lo que me
permite ver, en contraste, que existe la elección de ser un hombre" (señor
T., cincuenta años).
"No me hago el hombre, lo soy porque sostengo todo en casa. Sin mí,
el todo no existiría. Lo único que me falta para ser un hombre es un pito"
(señora H., cincuenta años).
"Después, voy a ser un varón, así nunca voy a tener hijos" (Léa, cinco
años, luego del nacimiento de su hermano).
"Fui impotente durante diez años. Eso me ayudó a entablar comunica-
ción con las mujeres, porque estaba verdaderamente cerca de ellas" (señor
B., treinta y cinco años).
"Quiero dejar a las mujeres" (una joven homosexual).
"Ser hombre era ser nada. Para mí, ser algo implicaba convertirme en
mujer [... ] Antes, yo era hombre o mujer, podía cruzar la frontera entre
los sexos. Cuando fui padre, ya no me resultó posible pasar de hombre a
mujer y de mujer a hombre" (señor H., cuarenta años).
Un psicoanalista se ve en la necesidad de escuchar esas palabras en el
diván, pero también fuera de él. Así, las de una actriz que afirmaba que su
papel preferido había sido el de "Orlando", de Virginia Woolf: le había
encantado cambiar de sexo en escena. Otra, que encarnaba en la pantalla
a un recluta femenino, explicaba sus sensaciones durante un rodaje que
había puesto a prueba su cuerpo: estaban los hombres por un lado, las
muj eres por el otro y además ella, sin clasificación. Un escritor transexual,
a utor de num crosns bi ografías de hombres célebres, decía, durante una en-
trcvi stn, que qut•1í11 " rl'COn cili a r los opuestos". "Él" había estado casado y
18 INTRODUCCIÓN INTRODUCCIÓN 19

era padre de familia antes de operarse y "transformarse" en mujer. "Así dad provoca la indecisión, siembra la duda. Es tentador deslizarse entre
-decía-, hombres y mujeres se sienten como en su casa conmigo; pertenez- dos: no ser ni lo uno ni lo otro, ni hombre ni mujer. O bien creerse ambos,
co a los dos grupos." una combinación de hombre y mujer. Volvemos a encontrar esas posicio-
Estas afirmaciones son diversas. Algunas se refieren a la identidad se- nes en las dos grandes neurosis freudianas, la histeria y la obsesión.
xual. Incertidumbre: "¿Soy hombre o mujer?", que puede deslizarse hacia También se puede querer pasar del otro lado, por un "clic'', como di-
la perplejidad. Definición que se sustrae indefinidamente: "¿Qué es una cen algunos transexuales, o bien continuamente, si uno cree haberse empa-
mujer?'', apertura a un desconcierto ante la ausencia de instrucciones que pado siempre en el contrasentido desde su nacimiento. Es posible, asimis-
indiquen cómo serlo. Incapacidad: "No puedo ser un hombre", que ca usa mo, sentirse obligado por una fuerza, subyugado por una voluntad
a veces impotencia pero en la que se advierte el beneficio de una identifica- experimentada como exterior, ajena, pese a una resistencia íntima y encar-
ción con el otro sexo, a falta de una relación e incluso de un acto sexual nizada que se debilitará con el tiempo. Fue el caso del presidente Schre-
posible. Negativa: "No quiero ser una mujer", entre los polos de la nega- ber,6 transformado por el delirio, a su pesar, en mujer de Dios.
ción y el rechazo más radical: "Soy un hombre en el cuerpo de una mu- La ambigüedad sexual puede ser imaginaria, corno la femineidad acre-
jer". Deseo de pertenecer a una categoría aparte, excepcional, con humor centada del marimacho o el juego unisex de la moda andrógina. Puede ser
o sin él: "Soy un ser sexualmente inclasificable". simbólica, cuando se convierte en la metáfora del síntoma histérico. 7 Pue-
Algunos sujetos apuntan a un saber sobre lo que el otro sexo experi- de ser real cuando es la sustancia de una convicción que quiere decidir di-
menta como inimaginable: el caso de Tiresias, 1 quien, tras ser sucesiva- rectamente sobre el cuerpo, especialmente por medio de la cirugía, o que
mente hombre, mujer y luego otra vez hombre, podía jactarse de ser quien atormenta el espíritu con un delirio invasor.
más gozaba en el acto sexual. La cosa se extiende desde la actuación, el rol Frente a la complejidad de la ambigüedad sexual, ¿es pertinente res-
en el teatro, 2 hasta los trastornos sexuales más graves. ponder en términos de género, esa noción gramatical de la oposición mas-
Otros aspiran a deshacer lo que Zeus, según dice Aristófanes en el Ban- culino/femenino en la lengua? ¿Existe realmente una identidad definible
quete, 3 había realizado: cortar a los hombres en dos. "Reconciliar los como la "identidad de género'', que se refiera al "ser mismo de la perso-
opuestos", reunir los dos en uno, ¿no es acaso lo mismo? No sin ironía, na"8 y sea, en cierto modo, su sexo psíquico? "Uno representa un papel,
pero eventualmente con la ayuda del escalpelo. Algunos, en efecto, sin de- uno es su identidad'', dice en efecto Robert Stoller, al que debemos varios
jar de confundir ser y parecer, exigen la metamorfosis en su propia carne. estudios sobre el transexualismo. ¿De qué "ser" se trata en la identidad de
La técnica médica les hace la oferta 4 y, si damos crédito a las estadísticas, género? ¿Basta con creerse hombre o mujer para funcionar efectivamente
cada vez son más quienes la aceptan. como tal, frente al partenaire del otro sexo o del mismo? ¿Es razonable
Ésta es la variedad que quise estudiar con el título de "ambigüedades pensar la feminización forzada, en el caso Schreber, como el recubrimien-
sexuales". En la lengua, la ambigüedad es el doble sentido del que deriva to de un "núcleo de identidad de género" masculino por un delirio que es
la incertidumbre y depende el enigma. Es el equívoco que, según Freud, 5 presuntamente una defensa contra el "conocirnient.o inalterable" de ser un
siempre alimenta el síntoma con dos significaciones opuestas. La ambigüe-

psychanalyse (1916), París, Payot, 1995, col. "Petite Bibliotheque Payot", pág. 339
l. Ovidio, Les MétamorfJhoses, 111, 300-330, París, Gallimard, 1992, col. "Fo- [traducción castellana: "Los caminos de la formación de síntoma", Conferencias
lio'', págs. 116-117 [traducción castellana: ·Metamorfosis, Madrid, Consejo Supe- de introducción al psicoanálisis, en Obras completas (en lo sucesivo OC), 24 volú-
rior de Investigaciones Científicas, 1988]. Cf también N. Loraux, Les Expériences menes, Buenos Aires, Amorrortu, 1978-1985, vol. 16, 1978].
de Tirésias. Le féminin et l'homme grec, París, Gallimard, 1989. 6. D. P. Schreber, Mémoires d'un névropathe, traducción de P. Duquenne y N.
2. F. Regnault, "Pourquoi les hommes jouent-ils une femme sur le théatre?", en Seis, París, Seuil, 1975 [traducción castellana: Memorias de un enfermo nervioso,
Barca nº 4, Les Énigmes du masculin, Toulouse, Les parchemins du rnidi, mayo de Buenos Aires, Perfil, 1999].
1975, págs. 19-41. 7. La identificación con la virilidad impotente de la enuresis infantil ele la Dora
3. Platón, Le Banquet, 189e-190b, París, Les Belles Lettres, 1976, pág. 31 [tra- de Freud, por ejemplo. Cf. S. Freud, "Fragment d'une analyse d'hystérie (Dora)"
ducción castellana: Banquete, en Diálogos, Madrid, Gredos, 2000]. (1 905) , en Cinq psychanalyses, París, PUF, 1954, pág. 53 [traducción castellana:
4. C. Chiland, Changer de sexe, París, Odile Jacob, 1997, pág. 36 [traducción frag m ento de a11 rílisis de un caso de histeria, en OC, vol. 7, 1978].
castellana: Cambiar de sexo, Madrid, Biblioteca Nueva, 1999]. 8. R. J. Stolil:r, Mt1smlh1 ou fámiriin ?, traducción de Y. Noizet y C. Chiland,
5. S. Freud, "Les modes de formation de symptomes", en Introduction a la París, PUF, 1989 , p1íg. 2.1.
20 INTRODUCCIÓN INTRODUCCIÓN 21
varón?9 ¿Qué motivaría entonces una defensa tan ... exitosa? Las teorías y el complejo de castración en el centro de la vida sexual, tanto de los va-
del género, cualquiera sea el interés de las investigaciones clínicas que pro- rones como de las niñas.
dujeron, son conceptualmente insuficientes y están "al costado" de lo que Lacan formula ese vacío, esa ausencia, mediante aforismos: "No hay
se deduce de la práctica del psicoanálisis. He tratado de decir por qué y de relación sexual", "La mujer no existe". Subraya la misma disimetría que
proponer una alternativa. Freud, al plantear que el falo es la única referencia para los dos sexos en el
Hay demasiada ambigüedad sexual, y en demasiadas personas, para inconsciente. El falo sería debido a ello el pivote mismo de la ambigüedad
que sea defendible postular un "núcleo de identidad de género", aun cuan- sexual.
do se afirme que está recubierto por esas ambigüedades, por tal razón se- Dos sexos anatómicos, pero un solo principio del sexo en el inconscien-
cundarias. Yo preferí plantear que la ambigüedad sexual es fundamental. te, el falo, que el sujeto, por otra parte, puede rechazar; una pulsión ciega,
Al hacerlo, habría podido aproximarme a la famosa bisexualidad freudia- acéfala, que exige constantemente una satisfacción. En efecto, al contrario
na. Pero esta teoría, cuya paternidad reivindicaba Fliess, está calcada sobre de la abstinencia sexual, la abstinencia pulsional no existe. Tenemos así
un modelo anatómico por el que Freud no se dejaba engañar. Ya en sentadas las bases de la ambigüedad sexual.
º
1905 1 decía no saber en qué consistía esa "predisposición bisexual", Si el sujeto no tiene un "núcleo de identidad de género", ¿cómo sale de
"más allá de la conformación anatómica", y remitía al lector al desarrollo esa ambigüedad? Por lo demás, ¿sale siempre? ¿Cuál es el papel, en su se-
de la pulsión sexual. Lo confirmó en 1929: 11 "La teoría de la bisexualidad xuación de hombre o mujer, de las determinaciones que pesan sobre él:
es aún muy oscura, y en psicoanálisis debemos considerar como una grave anatomía, biología, fisiología, pero también discurso circundante, familiar,
laguna la imposibilidad de asociarla a la teoría de las pulsiones" . 12 Allí social, educativo? ¿Hay también lugar para una o más elecciones incons-
donde la gender theory {teoría de la identidad de género) nos dirige hoy cientes? Si es así, ¿a qué se referirán: al yo, a las identificaciones del suje-
hacia las identificaciones, Freud nos guiaba, entonces, hacia la pulsión y to, a sus objetos sexuales, a sus modos de satisfacción pulsional? Si dichas
sus vicisitudes, más que hacia la bisexualidad. elecciones existen, ¿pueden modificarse? ¿Cómo?
Si a los seres humanos les cuesta tanto orientarse en lo que se refiere a La primera parte de este libro delimita el campo psicoanalítico de la se-
la sexuación, si les es tan difícil alinearse del lado hombre o del lado mu- xualidad. En ella mostrarnos cómo el lenguaje opone un obstáculo a la re-
jer, ¿no hay que suponer en el inicio 13 un vacío real y no un núcleo de lación sexual, al confrontar a los seres humanos con un real específico, el
identidad? goce. Desde allí deben repensarse la muerte, la reproducción, el cuerpo,
Un vacío que Freud postula cuando afirma que no existe pulsión feme- que cobran un valor muy distinto del que tienen en la biología. Una "psi-
nina sino una sola libido, de naturaleza masculina, 14 o cuando sitúa el falo copatología" de la actualidad y una clínica en los límites del psicoanálisis
y la medicina sostienen ese recorrido.
La segunda parte se consagra a la diferencia de los sexos. Creerse hom-
9. R. J. Stoller, Recherches sur l'identité sexuelle, París, Gallimard, 1978, pág. bre o mujer, aunque sea inconscientemente, ¿equivale a serlo? ¿Bastan las
68. identificaciones para determinar la sexuación? La clínica responde estas
10. S. Freud, Trois essais sur la théorie sexuelle (1905), París, Gallimard, 1987, preguntas oponiéndoles el desmentido de lo real. El estudio de teorías con-
pág. 49 [traducción castellana: Tres ensayos de teoría sexual, en OC, vol. 7, temporáneas {la gender theory y una teoría antropológica derivada del es-
1978]. tructuralismo) muestra el punto de tope de todas las clasificaciones sexua-
11. S. Freud, Malaise dans la civilisation (1929), París, PUF, 1971 [traducción
les: éstas dejan escapar la otredad al reducirla a un sistema de oposiciones
castellana: El malestar en la cultura, en OC, vol. 21, 1979].
12. El término alemán es Trieblehre, que debe traducirse como "teoría de las
significantes. Freud ya lo había comprobado al descubrir la incapacidad de
pulsiones" y no de los instintos. Cf S. Freud, "Das Unbehagen in der Kultur", en las teorías sexuales infantiles para aprehender la femineidad; pero, ¿no so-
Gesammelte Werke, Werke aus den ]ahren 1925-1931, Francfort, S. Fischer Ver- brestimaba la importancia de Ja diferencia anatómica y el valor del falo
lag, 1976, pág. 466. pa ra el niño de ambos sexos? Un estudio de la misoginia y una relativiza-
13. Esta expresión debe tomarse en un sentido mítico o lógico, más que crono- ció n de la importancia de la observación de la diferencia anatómica para el
lógico. niñ o especifican esta problemática. Como tengo más confianza en los
14. S. Freud, Trois essais ... , op. cit., pág. 161. Cf también "Sur la sex ualité fé- ejemplos qu e en las definiciones para introducir los conceptos necesarios,
minine" (1931), en La Vie sexuelle, París, PUF, 1969, págs. 150-152 ltr:id11 cció n multipliqu é los prim eros sin o mitir, empero, las segundas y sus fuentes. La
castellana: "Sobre la sexualidad femenina", en OC, vol. 21, 1979 1. di sc11 sió 11 d<.: es tos p1111tos ll cv:i a plantea r diferentes "funciones de goce'',
22 INTRODUCCIÓN

en especial la función fálica y la función síntoma. Tras los pasos de Lacan,


propongo para ellas una formalización simple y clínicamente útil para la
neurosis y la psicosis. Construyo luego una teoría de la sexuación en tres
momentos lógicos articulados alrededor de la función fálica, que tiene en
cuenta la anatomía y el medio ambiente simbólico y social, a la vez que
preserva la parte de elección del sujeto. La decisión de ser hombre o mujer
se arraiga entonces en sus modos de goce. Esta teoría es, a mi juicio, más
Primera parte
coherente y más cercana a la experiencia clínica que la oposición de lo in-
nato y lo adquirido, denunciada ya en 1905 por Freud, y que volvemos a
EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL
encontrar apenas disfrazada en el debate contemporáneo entre los partida-
rios de la "social construction" y los del "todo biológico". La teoría es
puesta a prueba por los casos de personas a quienes su entorno declaró de
un sexo y más tarde del otro.
La tercera parte, titulada "Sexuación y psicosis", somete esta teoría a
la prueba de la práctica analítica en el campo de las psicosis, previamente
delimitado. Contiene lo que me incitó a iniciar esta investigación: seis cu-
ras analíticas que fueron una mina de preguntas con algunas respuestas.
¿Qué sucede si un sujeto no dispone de la función fálica para orientarse en
el campo de la sexualidad? ¿En qué puede apoyarse, cuando Nombre-del-
Padre y función fálica están forcluidos para él? Los transexuales quieren
ser del otro sexo y no retroceden frente a modificaciones corporales a ve-
ces irreversibles. Pero, ¿no es más bien la función fálica lo que rechazan,
como lo sugiere Lacan en un debate con Stoller? El análisis de casos de
ambos sexos muestra la importancia de ciertas identificaciones precoces,
ancladas en el deseo materno. Sin embargo, un sujeto transexual puede en-
contrar en el análisis otras soluciones que una operación mutiladora al
problema de su sexuación (travestismo, identificación "clasificadora"). La
comprobación de que el amor por una mujer es aquí determinante nos in-
duce a estudiar el concepto lacaniano del "empuje-a-la-mujer". A veces
fuente de ambigüedad sexual, a menudo mortífera, sus múltiples facetas se
ponen en perspectiva en la dinámica transferencia! de la cura analítica del
sujeto psicótico: se deduce de ello la solución singular inventada por cada
uno al problema de su sexuación, así como nuevas perspectivas para el
tratamiento de la ambigüedad sexual por la palabra.
I

EL SEXO PARA LA CIENCIA


Y PARA EL PSICOANÁLISIS

El psicoanálisis afirma la existencia de un real que no es el de la cien-


cia, y que le es específico. Mientras que Freud planteaba, en una de sus
conferencias de 1932, 1 que "[el psicoanálisis] es una parte de la ciencia y
puede asociarse a la Weltanschauung [concepción del mundo] científica'',
Lacan nos invitaría más bien a considerar como irreductible la hiancia en-
tre lo real de la ciencia y el o los reales (porque es preferible hablar en plu-
ral) del psicoanálisis.
Describamos brevemente esta oposición. La ciencia descubre un saber
en lo real, del que deduce leyes con alcance universal. Éstas permiten al
científico predecir lo que ocurre en lo real, con la condición de efectuar las
experiencias adecuadas. Así, Newton escribe la ley de la gravitación y lo
real la obedece, hasta cierto punto. Gracias a ella, por otra parte, podemos
fabricar nuevos objetos: satélites, por ejemplo. Ciertas "experiencias de
pensamiento" descriptas por Einstein, que no podían realizarse técnica-
mente en su época, confirman hoy por sus resultados las previsiones más
asombrosas de la teoría de la relatividad y la mecánica cuántica. 2

l. S. Freud, "Sur une W eltanschauung", en Nouvelles conférences d'introduc-


tion a la psychanalyse, París, Gallimard, 1984, pág. 243 [traducción castellana:
"En torno de un a cosmovisión'', Nuevas conferencias de introducción al psicoaná-
lisis, en OC, vol. 22, 1979].
2. Por ejemplo, la paradoja de Einstein-Podolsky-Rosen, imaginada por el pri-
m ero en 193 0. L:i a cción d e un individuo A, que determina la identidad de una
p:i rtíc ul:i , determin a t:i111hil-n l:i id cnridad de otra partícula en B, a cierta distancia.
l·: n 1982, <.: I fís ico J\l:ii11 J\ ~ ¡w r t i11tr111 6 la expe ri enc ia con éxito, y rec iente m ente se
n ·piri (> co n 1111 11 di ~ t 1 111\ ii1 cl1 · dw t ki l o111,· t ro~ en tn.: J\ y H; cf. Le Monrle, 15 de di -
26 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL EL SEXO PARA LA CIENCIA Y PARA EL PSICOANÁLISIS 27

¿Cómo definir lo real para la ciencia? No ignoramos que el tema es ob- ra. En cambio, un saber acumulado por la tradición psicoanalítica descri-
jeto de debates que están fuera del campo de nuestro estudio. Si bien exis- be las estructuras clínicas y sus rasgos diferenciales, el desarrollo tipo de
te, desde luego, el real en el cual funcionan las leyes científicas, señalemos un análisis, la sexualidad infantil, etc. También hay un saber singular, el
únicamente que es el mismo en que algunas de ellas encuentran su límite: del caso clínico, pero no precede la experiencia de la cura psicoanalítica.
observaciones finas de los astros contradijeron en un momento dado la ley Por eso Freud aconsejaba al profesional que olvidara todo lo que sabía an-
de la gravitación. La ley funciona en lo real, pero puede chocar en ese tes de escuchar a un nuevo paciente. El aforismo de Lacan: "No hay rela-
marco con obstáculos desencadenantes de crisis científicas cuya resolución ción sexual", 5 debe entenderse así: no hay equivalente psicoanalítico de la
coincide con el avance de la teoría o su cambio. Por lo tanto, podríamos ley de Newton; no se puede escribir la ley psicoanalítica de la atracción de
definir lo real en la ciencia como lo que se resiste al estado actual del sa- los seres humanos. Es cierto, hombres y mujeres tienen "relaciones" se-
ber, lo que obliga a buscar nuevas leyes. Lo real sería entonces lo imposi- xuales, en el sentido habitual de la expresión, pero el psicoanálisis no pue-
ble de saber. Habría que diferenciar en él lo que incumbe a lo todavía im- de escribir la ley universal de esa relación ni dar sus reglas, porque no exis-
posible de saber (los futuros descubrimientos en el marco de una teoría ten. En su lugar, cada uno inventa una especie de bricolaje que funciona
existente) y lo que compete a un imposible definitivo para una teoría dada. más o menos bien. Es verdad que del fracaso o el éxito contingente -gra-
Así, desde el punto de vista de la mecánica clásica, cabría esperar que fue- cias al amor,6 por ejemplo- del lazo con el partenaire sexual se deduce un
ra posible determinar simultáneamente la posición y la velocidad de una vasto saber psicoanalítico. Pero éste no reemplaza lo que sería la escritura
partícula. Ahora bien, diversas experiencias muestran que no es así. 3 Pero universal de una ley que brindara una especie de "instrucciones de uso" de
este imposible es relativo a la mecánica clásica, que no permite una con- la relación con ese partenaire. La etología describe esas reglas para el aco-
cepción correcta de las partículas elementales. El problema se resuelve en plamiento de los animales, cuyo instinto no está desnaturalizado por el
la mecánica cuántica, en la que las partículas no poseen al mismo tiempo lenguaje. Si así fuera en el caso de los seres humanos, ¡apostamos que el
esos dos atributos: una posición y una velocidad. "La excepción somete a psicoanálisis sería inútil! Lo real, en el psicoanálisis, es ante todo la ausen-
prueba la regla'', 4 dice el físico Richard Feynman. Una experiencia que in- cia de esa escritura de la relación sexual y las consecuencias de esa falta
valida una regla y pone de manifiesto un imposibl e de saber incita al cien- para cada uno. Lo imposible de saber, por ende, no tiene en absoluto el
tífico a inventar una nueva teoría que lo integre. La diferencia entre estas mismo sentido que en la ciencia, en la que se trata de encontrar leyes que
dos subcategorías (lo todavía imposible de saber y lo imposible definitivo), funcionen universalmente.
en consecuencia, no es fácil de establecer y constituye el objeto de contro- El desfasaje entre real de la ciencia y real del psicoanálisis es muy sen-
versias científicas. sible en lo que se refiere al sexo. La biología se consagra a describir justa-
mente las células sexuales masculinas y femeninas y su estructura genética,
y establece las condiciones de la fecundación. En su caso, lo real, si lo de-
NO HA Y RELACIÓN SEXUAL finimos sumariamente como lo imposible de saber, la induce a afinar cada
vez más una escritura genética: para descubrir nuevos genes, para reducir
Para el psicoanálisis, la situación es diferente e incluso opuesta. En él todos los casos de ambigüedad sexual gracias al examen del genotipo, etc.
no existen leyes universales, deducidas de la experiencia, que permitan pre- La etología y la biología, una por la observación de las señales sexuales del
decir con certeza qué le sucederá a un sujeto puesto en tal o cual coyuntu- acoplamiento, la otra por el establecimiento de escrituras genéticas, subor-
dinan el sexo a la reproducción y realizan, cada una en su dominio, una
especie de escritura de la relación sexual. Pero ésta es letra muerta para el
inconsciente.
ciembre de 1982 y 18 de diciembre de 1997 (referencias comunicadas por Helmut
En el campo del psicoanálisis, comprobamos que el inconsciente tiene
Kirchner, durante una conferencia en Lille sobre la identidad en física) .
3. E. Klein, "Le principe de Heisenberg", en La Physique quantique, París, Do-
minos-Flammarion, 1986, págs. 34-38.
4. "Th e exception tests the rule". R. P. Feynman, The M eaning o f Jt All. 5. J. Lacan, "L'Étourd it", en Scilicet nº 4, París, Seuil, 1973, pág. 11 [traducción
Thoughts of a Citizen-Scientist (1963), Reading, Massachu s<.:ns, t\ddi ~o n - Wcs l cy, c:1src ll :1 na: "El aro lo ndrndi cho", en Escansión nº 1, Buenos Aires, Paidós, 1984 ].
1998, pág. 15 (traducción castellana: Qué significa todo eso: ri/ll's iwws de 1111. cie11- :í . C(. D. l.v:idtr , ;\ r¡ 11 oi ¡11•11 ses- tu ?, Pa rís, Odi le Jacob, 1996, y Les Promesses
tí(ico-ciudada110, B;Jrcclona, C ríti ca , 1999·¡. d1 •$ 111111111/ s. Sl':>.·1•, 111111111r 1•1 (ii/Nit 11, P:1rís, O cli lc .facob, 1999 .
28 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL EL SEXO PARA LA CIENCIA Y PARA EL PSICOANÁLISIS 29

una dificultad estructural para responder a la excitación y las sensaciones nocimiento" biológico legal y el reconocimiento-adopción que exige lapa-
corporales que desbordan al sujeto desde la infancia. Sabemos también labra del padre: la diferencia puede apreciarse en sus efectos sobre la des-
que el sexo llega al niño en la forma de preguntas acuciantes, en principio cendencia. Le corresponde, a continuación, recordar que ninguna certeza
conscientes y luego inconscientes, para las que tendrá que encontrar res- biológica impedirá a un hijo seguir dudando inconscientemente de la iden-
puestas. Ése es el núcleo de la neurosis infantil: ¿cómo se hacen los niños? tidad de su padre, ni frenará la invención de una novela familiar y hasta la
¿Cómo vine al mundo? ¿Cuál es la diferencia entre las chicas y los varo- construcción de un delirio de filiación.
nes? Las impasses del sexo en el ser hablante provienen del hecho de que Encontramos la misma oposición entre certeza y duda, esta vez certeza
en el inconsciente el sexo sólo se aborda por medio del lenguaje, y no de la de la percepción y duda del inconsciente, en lo que se refiere a la diferen-
unión de los gametos sexuales. De tal modo, se pueden oponer muy sim- cia sexual: un niño puede ver p erfectamente que las mujeres no tienen pe-
plemente la escritura de la relación sexual en el campo de la ciencia (biolo- ne y seguir suponiendo la existencia de un falo en su madre.
gía y etología) y su no escritura en el campo del psicoanálisis como dos O bien uno puede estar convencido de que "todos los hombres son
reales distintos; sólo el segundo tiene que tener en cuenta al primero, mortales" y, no obstante, creerse inconscientemente inmortal, etc. La cer-
mientras que, por el momento, la recíproca no es verdadera .7 teza en el campo de la ciencia, de la experiencia o de la percepción no
siempre puede oponerse al inconsciente, para el cual la verdad se apoya
sobre otra especie de prueba: la que afecta lo más íntimo de las razones de
¿QUIÉN ES EL PADRE DE QUIÉN? un sujeto.
Para volver al problema del padre, ¿un psicoanalista responderá lo mis-
El desfasaje entre esos dos reales se aprehende como límite en la prácti- mo a un integrante de una pareja estéril, según exista o no la técnica de la
ca del psicoanalista . Pero también puede estimularlo, al enfrentarlo a des- inseminación que pueda sacarlos del apuro? ¿Contestará, como me conta-
cubrimientos científicos que no debe ignorar: desde hace años se puede sa- ron una vez: "No tiene ninguna importancia que usted tenga un hijo con
ber, de manera científicamente segura, quién es el padre de quién. Así, la su marido o con otro hombre anónimo, porque el padre no es el progeni-
máxima latina pater semper incertus (el padre es siempre incierto), citada tor y el que cuenta no es éste sino el padre simbólico"? 8 La anali zante po-
por Freud, se bate en retirada por obra de la ciencia. El caso Montand, a dría reírse en la cara de quien se situara de manera tan intemporal frente a
fines de 1997, lo demostró: se puede hacer "hablar" al genotipo de un la ciencia. Los descubrimientos científicos tienen una incidencia real sobre
muerto y "obligar" eventualmente a éste a un "reconocimiento" jurídico el sujeto en análisis, y no habrá sino un diálogo de sordos entre quien di-
de paternidad póstuma. La antigua noción del reconocimiento por el pa- ga : "lo que cuenta es el padre simbólico", y la mujer que responda, con su
dre, que era una especie de adopción e implicaba por lo tanto su palabra,
es sustituida por un procedimiento en que ya no hace falta palabra alguna,
cosa mucho más notoria cuando se trata de un muerto. Advertimos de tal 8. "Padre simbólico" es una expresión de Lacan que designa al padre que sería
modo la distancia con respecto a Freud, para quien el padre muerto era el representante de la ley en el inconsciente, en oposición al progenitor o padre bio-
promovido a padre de la ley. Es cierto que, gracias a Lacan, desde enton- lógico. Como tal, el padre simbólico nunca se encarna y el concepto remite al mito
ces los psicoanalistas relativizaron e incluso criticaron esta concepción del padre muerto en Tótem y tabú (1) (2). "Padre simbólico" se utiliza a veces co-
freudiana del padre, en beneficio de una noción más utilitarista (¿p ara qué mo equivalente de "Nombre-del-Padre" o ele "significante del Nombre-del-Padre"
sirve un pa dre?). El caso Montand no deja de ser por ello un signo de la (3) (4).
pérdida de valor del "padre muerto" freudiano. Corresponde al psicoaná- (1) S. Freud, Totem et tabou (1912), París, Payot, 1995 [traducción castellana:
lisis, sin embargo, afirmar en primer lugar la no equivalencia de un "reco- T ótem y tabú, en OC, vol. 13, 1980]; (2) Cf. J. Lacan, Le Sém inaire. Livre IV. La
rr•lation d'objet (1956-1957), París, Se uil, 1994, pág. 210 sq. [traducción castellana:
l·:t Seminario de facques Lacan. Libro 4. La relación de objeto . 1956-1957, Buenos
Aires, Pa idós, 1998]; (3) Cf. J. Lacan, "D'une question préliminaire a tout traite-
7. Sobre la ambición del psicoanálisis en cuanto a la consideración científica, llH' n l r ossible de la psychose" (1958), en Écrits, op. cit., págs. 556-557 [traducción
cf. J. Lacan, "La science et la vérité" (1966), en Écrits, París, Se uil , 1966, pág. 874 1 · : 1~ t e ll a n a : "De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible ele la psicosis",
[traducción castellana: "La ciencia y la verdad" , en Es cril os 2, 1O" edició n, M éxi- 1· 11 l·:scritos 2·1; (4) J. Laca n, " Subversion du sujet et dialectique clu désir dans l'in-

co, Siglo XX I, 1984], y " N o te aux Ita liens" (1 973 ), en 0 1/l im rf 11 º 2.5, París, N:l- l o n ~c i c nt íreuclien" ( 1960) , en ibid. , págs. 812-813 [traducción castellana: "Subver-

va rin , 1982. ~ 1 0 11 tkl suj cto y di :1I C-ct icn d1.: I deseo en el inconsci ente fr eudi ano", en Escritos 2].
30 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL EL SEXO PARA LA CIENCIA Y PARA EL PSICOANÁLISIS 31

deseo de un hijo sostenido por la ciencia: "Hoy se p ueden inyectar directa- mismo al infinito, más allá de la propia muerte, al precio eventual de la
mente espermatozoides en un óvulo, sin ningún padre" o tal vez, muy destrucción de la especie). Es Thanatos contra Eros, para re tomar los tér-
pronto: "Me pueden clonar idéntica". minos freudianos.
En algunos países, se autorizan en nuestros días experiencias con los
embriones de menos de catorce días. Se trata de estudiar la partenogéne-
sis, vale decir, el desarrollo como huevos de óvulos no fecundados por un LA SEXUALIDAD DE LOS LAGARTOS
espermatozoide. Hay interés también en la sexualización [sexage], esto es,
la elección del sexo del embrión e incluso su cambio eventual, por lo tanto Pero el desfasaje entre el real de la ciencia y el del psicoanálisis en
en la selección inicial de varones y mujeres. El pretexto de estas investiga- cuanto al sexo se aprecia también en ciertas vacilaciones del discurso cien-
ciones es terapéutico. Existen enfermedades genét icas ligadas al sexo que tífico. Lo muestra una anécdota comentada en una obra sobre las contro-
de ese modo podrían prevenirse mediante la elección del sexo de los hijos. versias científicas. 11 Para la ciencia, la definición del sexo está ligada a la
Pero si esta práctica es posible con un objetivo terapéutico, también lo es de la reproducción y a la idea de una relación sexual programada por el
sin éL ¿Los psicoanalistas deben indignarse? ¿Deben decir, como la Igle- instinto, especie de saber innato, automático, pero que, no obstante, sigue
sia, que es as investigaciones son inmorales? ¿O bien, a la inversa, tienen dependiendo de cierto imaginario descripto por la etología. En efecto, el
que aplaudir ciegamente el progreso científico, aun cuando se perfila la saber instintivo, corno lo mostraron las experiencias de Konrad Lorenz,
posibilidad de una nueva segregación enmascarada por metas terapéuti- puede contrarrestarse en determinados períodos del desarrollo animal, lla-
cas? Nada impide, por cierto, que un psicoanalista participe en un comité mados períodos críticos. Lorenz demostró que si se rel acionaba, en un pe-
de ética o milite a favor o en contra de tal o cual ley de adopción .9 Pero ríodo crítico, con gansos grises jóvenes, podía hacerse pasar por su madre.
parece más interesante, más "fecundo", que los psicoanalistas elaboren Su imagen, una vez inscripta como la de la madre de los gansos, cambiaba
respuestas específicas de su campo, y transmitan su saber fuera de él, a los el comportamiento sexual ulterior de éstos: su visión desencadenaba en
científicos, los médicos, los juristas, los trabajadores de la salud mental, a ellos una ostentación sexual normalmente reservada a los congéneres, du-
todos ... En 1967, Lacan 10 escribía que el psicoanalista no tiene "que va- rante los períodos reproductivos. 12 Esta experiencia muestra que el saber
gar del humanismo al terror" y, por lo tanto, no debe atenerse a un dis- instintivo animal sigue ligado al medio ambiente y lo imaginario, aquí a
curso ideológico, humanista o profético. El humanismo consistiría aquí en una imagen propiamente dicha, la "impronta". (No se trata, en efecto, del
denunciar la ciencia sin conciencia o el terrorismo científico. El psicoanáli- mismo imaginario que en el ser hablante, que está estructurado, marcado
sis debe, más bien, responder a la ciencia con su s propios conceptos: por por lo simbólico y el lenguaje.) Pero lo que es importante recordar aquí es
ejemplo el del sujeto, esencial. En otras palabras, debe elaborar una res- que el instinto y la influencia de lo imaginario se consideran, desde el pun-
puesta que implique la clínica del sujeto, que no es ni la de la general idad, to de vista de la ciencia, en la perspectiva de la reproducción, y quedan su-
ni la de la ana logía. El psicoanálisis parte de la verdad que determina a bordinados a un fin que es la propagación de la especie.
ese su jeto. Éste es un ser hablante y ya no únicamente un ser anima l que Vayamos a nuestra controversia científica sobre la vida sexual de los la-
se reproduce. ;a rtos de cola de látigo, así llamados porque en ciertas circunstancias agi-
A partir de lo que sabe del sujeto como ser hablante, el psicoanálisis Lan la cola como un látigo. Los lagartos se reproducen por partenogénesis,
puede dar su opinión sobre la clonación humana. El deseo de ser clonado
manifiesta la conjunción del narcisismo y la pulsión de muerte, concebidos
respectivamente como amor a sí mismo y rechazo del otro (el don es lo
mismo) y deseo o, mejor, fantasma de inmortalidad (reproducción de uno 11. H. Collins y T. Pinch, "La vie sexuelle du lézard a qu eue en fou et", en Tout
<"<' que vous devriez savoir sur la science, París, Seuil , 1992, pág. 148 [traducción
rnsrc ll a na: El gólem: todo lo que deberíamos saber acerca de la ciencia, Barcelona,
( :ríti ca, 1996].
9. Cf. G. Delaisi y P. Verdier, Enfant de personne, París, Odi le .Ja co b, 1994 . 12 . Cf. K. Lorenz, Évolution et modification du comportement (1966) , París,
10 . .J. Lacan, "Proposition du 9 octobre 1967 sur le psyc ha nnlys tc de l'Éco le'', l'n yo t, 199 0, págs. 76-77 [tra ducción castellana: Evolución y modificación de la
en Scilicet nº 1, París, Seuil , 1968, pá g. 29 [traducción cast"<.:11 :111 :1: " Pl'O pos iciú n de l t 11 11t!11cta, M a drid , Siglo XX I, J 979), y " L'empreinte", en Les Oies cendrées (1988),
9 de oc tubre de 1967 so bre el psicoan a li sta de la Esc ueln", r11M w 111•11/ti.' 1·m ria/('s l' . 1 1"Í~, Al hin Mi c hcl, 1989, p ~gs . 108-109 ftr adu cció n cas te llana: Estoy aquí, ¿dón-
de In 1•x /lerie11cin a11nlíticn, Bu t no s Aires, Mnnnnri a l, 198 7. tlr 1'S f1Í.~ 111 ?: ('t11 /u;.:í11 tlel f.( t 111s o gris, Ba rcc lo n:i , C írcul o d e Lecto res, 199 0].
32 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL EL SEXO PARA LA CIENCIA Y PARA EL PSICOANÁLISIS 33

lo cual constituye una excepción entre los reptiles: la hembra pone huevos y Corneille que en la lengua de nuestros días, con excepción del voca bul a-
sin que ningún macho la haya fecundado y no hay, por lo tanto, ninguna rio del derecho y de ciertas expresiones muy "privadas". En referencia a la
here ncia masculina. Un estudioso, David Crews, comprobó un comporta- libido o las pulsiones, Freud utili zaba el término "satisfacción" (Befriedi-
miento curioso: una lagarta que se monta ba sobre otra y "remedaba" un gung), tanto en su uso corr iente como en el contexto del síntoma, en el
acopla miento, con los órganos sexuales en contacto. Ahora bien, pese a que se la experimenta como un padecimiento a causa de la represión. "La
que los biólogos estaban de acuerdo sobre los hechos, estalló una discusión satisfacc ión que nace del sín toma es de naturaleza curiosa ", escribe.15
en cuanto a la significación que ha bía que darles. En efecto, ese comporta- "Gozar" sign ifica obtener provecho, agrado, placer de a lgo. Pero una
miento, que coincidían en considerar como sexual, era a berra nte desde el observación de E. Littré devela su a mbigüedad: "P ues to que implica una
punto de vista de la reproducción de los lagartos y tampoco tenía una fun- satisfacc ión, no se habla de gozar con respecto a las cosas malas. [... ] Sin
ción desencadenante de la reproducción partenogenética en ninguna de las embargo, cuando la cosa mala en cuestión: desdicha, pena, sufrimi ento,
dos hembra s. De allí una di sputa científica para determinar si los actos puede considerarse, por una osadía del escritor, como algo con que el al-
aberrantes no eran provocados por el cautiverio de los a nimales: ese com- ma se sa tisface, entonces goza r está muy bien empleado". De tal modo, se-
portamiento no se ha bría producido si hubiesen estado en libertad, decían gún Littré, se puede utilizar la expres ión "gozar de su dolor".
unos. Por desdicha, respondían los otros, esa actitud de las lagartas es im- Esta riqueza semántica hizo q ue Lacan la eligiera para des ignar los fe -
posi ble de observar en libertad, ¡porque se escapa n! El problema, en conse- nómenos descriptos por Fre ud como "más allá del principio de placer",
cuencia, era insoluble, y no se resolvió. Pero lo que nos interesa aquí es que porque implican un a destrucción de la homeostasis exigida por ese princi-
el espíritu científico se haya sentido desconcertado por un comportamiento pio: ni tanto ni tan poco. "Goce" des igna entonces tanto el exceso de pla-
que él mismo calificaba de sexual, pero que no tenía vínculo alguno con la cer, la sat isfacc ión demasiado intensa para el suj eto, como el sufrimiento
reproducción ni, por lo tanto, con el sexo en la perspectiva científica. que puede resultar de una excitación interna prolongada que trastorna el
¿Por qué llamarlo sexual, entonces? Desde el punto de vista de la cien- equilibr io requerido por el principio de placer. Freud da ba diversos ejem-
cia, no hay ninguna razón para calificar así el hecho de que dos lagartas se plos de ell o: 16 el juego del niño que evoca la separación dolorosa con res-
monten si no les sirve para reproducirse. En cambio, p ara los observadores pecto a su madre, la pesadilla de la neurosis traumática, la comp ul sión de
humanos esa actitud es un acoplamiento que evoca a utomá ticamente el repetición del neurótico que le hace reproducir acontec imi entos penosos,
campo de la sexualidad. Sugiere una sa tisfacción desconectada de la repro- la resistencia terapéutica negativa, etc. Llamó "pulsión de muerte" la ten-
ducción, una sa tisfacción que no serviría aquí p ara nada desde la perspec- dencia, más fuerte que el principio homeostático de placer, responsab le de
tiva de la propagación de la especie, pero que estaría abierta a la dimensión esos fenómenos . Si to da pulsión ap unta a la satisfacción, lo hace apoyada
que Freud llamaba de las "aberraciones sexuales" . 13 Un co mportamiento por la pulsión de muerte: no hay Eros sin Thanatos . Lacan, luego de Me-
que evoca de ese modo lo humano en el animal suscita de inmediato, en- la nie Klein, tomó en serio la pulsión de muerte y quiso precisar su metap-
tonces, una disputa científica. Esta vacilación del espíritu científico se ma- sicología mediante la introdu cción del "campo del goce" . 17 El polimorfis-
nifiesta en el límite del discurso de la ciencia, donde aflora un real que le es
heterogéneo, el del campo del goce de los cuerpos, desco nectado de las fi-
nalidades de la reproducción en el ser hablante. l970), París, Seuil, 1991, pág. 93 [trad ucción castellana: El Seminario de j acques
Lacan. Libro 17. El reverso del psicoanálisis. 1969-1970, Buenos Aires, Paidós,
1992].
EL CAMPO DEL GOCE 15. S. Freud , Introduction a la psychanalyse, op. cit., pág. 344 .
16. S. Freud, "Au-dela du principc de p la isir " (1920), en Essais de psychanaly-
$ l', París, Payot, 19 81, capítulos 2 y 3, pág. 49 [traducción castell ana: "Más all á
Acla remos qué entendemos por "campo del goce" . 14 "]ouir" [" gozar" ]
d el principio de placer", en OC, vol. 18, 1979].
es una vieja pala bra de la lengua francesa, que se encuentra más en Racine
l 7. El se minario de La ética del psicoanálisis circun scr ibe ese campo como el
ck " la cosa" (das Ding) . Para Fre ud, la cosa se define a partir del primer partenaire
dd suj eto, la madre o un sustituto materno, " el prójimo" (das Nebenm ensch). Ese
13. Título de la primera parte de los Trois essais sur la théorie sexuelle, OfJ. pri m<.:r otro es la "pr i 111cr~1 potencia" que lleva al suj eto su primera satisfacción y
cit., pág. 35. \11 pri 1n n displ::icn. /\ p :irl ir de sus exper iencias an teriores, el sr. jeto separa a ese
14. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XV I/. L'Envers de In p syd111111ily~1 · ( 190 1111 o rn do~ p :1 rl(·' · l )1111 i lll li ')'\' l' I conj un ro de los atributos de la cosa, que él pue-
34 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL EL SEXO PARA LA CIENCIA Y PARA EL PSICOANÁLISIS 35

mo del goce, notorio en el carácter heteróclito de la lista freudiana de psíquicos concebidos con tanta rigidez como los criterios anatómicos (la
"Más allá del principio de placer", se debe a los desvíos de la pulsión que convicción de ser una mujer en un cue.rpo de hombre, por ejemplo). Un su-
"juega ardides" con la represión para alcanzar su meta: la satisfacción. De jeto, reconocido a su pedido como perteneciente a esa tercera clase -en la
allí, a veces, su índole extravagante, extraña e irreconocible. Así, "el hom- cual el género no corresponde al sexo anatómico-, tiene entonces funda-
bre de las ratas", un neurótico obsesivo analizado por Freud, es presa de das razones para reclamar una operación quirúrgica. El problema es que el
un "goce que él mismo ignora" al relatar un fantasma a su analista. 18 De clínico que se apoya en esta teoría, calcada a fin de cuentas sobre el mode-
allí, también, la variedad de modalidades del goce sexual de un sujeto al lo biológico, se ve inducido a adherir al delirio del sujeto hasta en sus
otro, y la "perversión polimorfa" del niño, cuyos modos de gozar no se re- eventuales consecuencias mutiladoras. Por eso es importante delimitar con
ducen a la genitalidad. Las primeras sensaciones genitales del niño son rigor los modos de intervención sobre la sexualidad de un sujeto hablante.
trastornadoras, a punto tal que no puede identificarlas ni localizarlas. El La sexualidad humana no compete únicamente a la biología; la relación
órgano genital, que escapa a todo control, puede incluso parecerle fuera del sujeto con el lenguaje la subvierte.
del cuerpo. Se convoca entonces al lenguaje a interpretar esas primeras ex- Esa relación implica ya un corte entre el animal, al margen del lengua-
periencias: de ello resultan esas curiosas elaboraciones de saber," las "teo- je, y el ser humano, al que Lacan rebautizó "hablanteser", lo que significa
rías sexuales infantiles" . 19 "ser hablante" que sólo tiene ser por la palabra, y cuyo organis1no no se
º
Stoller2 nos transmitió las valiosas observaciones de un psiquiatra clí- convierte en cuerpo sino por efecto del lenguaje. Este corte acompaña el
nico sobre el transexualismo. Pero su teoría del género sigue dependiendo, que divide los dos reales del sexo que tratamos de distinguir, el real cientí-
de manera velada, de una concepción biológica del sexo. Actitud paradóji- fico y el real del campo del goce, al cual da acceso el discurso analítico.
ca, porque en los sujetos transexuales de quienes se ocupa, se trata de fe-
nómenos que incumben al campo del goce y no están subordinados a la re-
producción. Pensar el sexo como subordinado a la reproducción es creer EL REAL BIOLÓGICO
que existe una relación sexual "natural" entre dos clases, los machos y las
hembras, reconocibles en sus atributos. La noción de género sirve entonces El real científico, aquí biológico, es el que la ciencia elabora desde Dar-
para fundar una tercera clase, cuya identidad se define mediante atributos win y Weismann, que fueron referencias de Freud. Frarn;:ois Jacob nos in-
dica el real en juego en este caso: 21 "Para la biología moderna, todo ser vi-
viente se forma gracias a la ejecución de un programa inscripto en sus
cromosomas".
de reconocer e identificar. La otra es lo imposible de identificar: la cosa. A conti-
nu ación, Lacan reempl aza el concepto de la cosa por el del "Otro del goce" (cf. in-
Cada niño concebido por una pareja determinada es el resultado de
fra, capítulo v, pág. 155 sq.). Intenta elaborar una topología ("el espacio del go- una "lotería genética". Mediante innumerables combinaciones a partir de
ce") y una lógica del goce. Cuando, al referirse a la sustancia en Aristóteles, habla un número finito de genes, el azar produce la diversidad genética de los se-
de "sustancia gozante", quiere insistir en el valor real de ese campo del goce. Cf. J. res vivos: "Si hay que ser dos para reproducirse, es para hacer otro". 22 No
Lacan, Le Séminaire. Livre Vil . L'éthique de la psychanalyse (1959-1960), París, conocemos ni el algoritmo ni la lógica interna de ese programa, pero los
Seuil, 1986 [traducción castellana: El Seminario de ]acques Lacan. Libro 7. La éti- científicos postulan que en él se incluyen la información genética de un or-
ca del psicoanálisis. 1959-1960, Buenos Aires, Paidós, 1988]; S. Freud, "Esquisse ra nismo viviente, la inscripción de los planes de su futuro desarrollo, etc.
d'une psychologie scientifique" (1895), en La Naissance de la psychanalyse, París,
PUF, 1979, capítulo 17, "Mémoire et jugement'', págs. 347-349 [traducción caste-
llana: Proyecto de psicología, en OC, vol. 1, 1982]; J.-A. Miller, L'Orientation la-
canienne (1981-1997), inédito. 21. F. Jacob, Le ]eu des possibles, París, Fayard, 1981, col. "Biblio essais'',
18. S. Freud, "Remarques sm un cas de névrose obsessionnelle (l'homme aux p6g. 22 [traducción castellana: El juego de lo posible, Barcelona, Grijalbo Monda-
rats)" (1909), en Cinq psychanalyses, op. cit., pág. 207 [traducción castellana: A do ri, 199 7] . Cf. también, del mismo autor, La Logiqiie du vivant, une histoire de
propósito de un caso de neurosis obsesiva, en OC, vol. 10, 1980]. f"l1érédit:é, París, Gallimard, 1970 [traducción castellana: La lógica de lo viviente:
19. S. Freud, "Les théories sexuelles infantiles" (1908), en La Vie sexuelle, op. t fllfl h isto ria de la h erencia, Barcelona, T usquets, 1999], y La Souris, la mouche et
cit. [traducción castellana: "Sobre las teorías sexuales infantiles", en OC, vo l. 9, / '/10 111111e, París, O dil c .J aco b, 1997 [traducción castellana: El ratón, la mosca y el
1979]. /1<1 111/J re, Harcc lo nn , C rí1 i c~1 , 199g·¡.
20. R. J. Stollcr, Rech erch es sur l'identité sexuelle, op. cit. . F. .J:i co b, l ,i• J 1•11 1lt-$ ¡111ssi/1/es, O/J. cit., pág. 23.
36 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL EL SEXO PARA LA CIENCIA Y PARA EL PSICOANÁLISIS 37

La teoría de la evolución implica la restricción de la reproducción sexua- LO REAL COMO IMPOSIBLE


da, _que hace funcionar esta "lotería" por las distintas combinaciones de
genes posibles. De tal modo, la ciencia puede escribir una "relación se- El real implicado por el discurso analítico tiene por marco el dispositi-
xual" definida por esa combinación de la s células sexuales ma sculinas y fe- vo analítico inventado por Freud, que es un dispositivo de habla. El len-
meninas y la combinatoria de los genes que la acompaíia. Sabemos que re- guaje, por lo tanto, es el primer marco del método psicoanalítico, que im-
cientemente se produjeron avances muy importantes en el conocimiento de plica la asociación libre, esto es, el hecho de decir "todo" lo que se nos
esos genes, y en particular de los sexuales, como el descubrimiento en ocurre. El dispositivo analítico requiere también la interpretación del ana-
1994 del gen de la femineidad DSS, responsable, entre otras cosas, de cier- lista. Lo s sujetos en análisis, los analizantes, tienen la impresión de que
tas anomalías sexuales. El real biológico así delimitado se ajusta a la expe- son ellos quienes hacen toda la cura. Pero el analista, sin embargo, es ope-
riencia, que, como lo recuerda F. Jacob, no está ligada a la idea de la ver- rador, actor, agente. Es el que menos habla, pero debe saber intervenir en
dad -no existe verdad absoluta, total, ni siquiera en la ciencia- sino a la el momento preciso y callarse en otros. Su deseo, en consecuencia, es cru-
teoría que permite construir esa experiencia. 23 cial en el asunto y forma parte del dispositivo analítico. Así, el real en
No obstante, esta escritura refinada de las combinaciones genéticas de cuestión, su producción, su deducción, están intrínseca mente ligados a lo
la biología moderna induce siempre a efectuar clasificaciones de especies, que Lacan llamó el deseo del psicoanalista. 26 Ese real, pues, no incumbe al
por ejemplo la existente entre hombres y mujeres. Esta clasificación obede- campo de la ciencia, cuyo real, por su parte, no depende del deseo del ex-
ce a una lógica del atributo: los hombres son quienes tienen el pene, las perimentador.
mujeres son quienes no lo tienen; por un lado, aquellos que tienen el rasgo Decir que el real implicado por el discurso psicoanalítico no es el real
positivo, por el otro, aquellas que tienen el rasgo negativo. Desde luego, de la ciencia no quiere decir que no sea definible. Lacan, por otra parte,
gracias a los progresos biológicos y genéticos estos criterios anatómicos se definió lo real como imposible tanto para la ciencia como para el psicoa-
pormenorizaron, y esto lleva a delimitar dos clases más precisas, pero con ná li sis. Empero, como ya lo aclaramos, la imposibilidad en cuestión no es
una zo na de incert idumbre entre ambas. Esta zona concierne a las perso- la misma. En el caso de la ciencia, se trata del límite que la experiencia y la
nas con un sexo ambiguo. La biología no logra elimin arla por completo, práctica científica pueden oponer a la escritura de leyes universa les. Para el
aunque sus progresos la reducen día a día. Esta lógica de la clasificación psicoanálisis, se trata ante todo de la inexistencia de una ley universal que
sigue siendo la de Aristóteles, quien construye un ensamblaje de géneros y aparee al hombre y la mujer: no hay escritura de la relación sexual. Esta
especies que contienen individuos: "Por ejemplo, el hombre individual en- imposibilidad tiene consecuencias sobre el goce de ambos. Antes de abor-
tra en una especie, que es el hombre, y el género de esta especie es el ani- dar este punto, examinemos dos referencias de la definición lacaniana de
mal". 24 Establece así un árbo l de géneros y especies. Dos géneros son dife- lo real corno imposible: la lógica y la relación primordial del niño con el
rentes y no subordinados entre sí si es posible distinguirlos por una pecho.
"diferencia específica". Por ejemplo, "animal bípedo y terrestre" se opone La lógica mod erna implica la escritura de fórmulas que se encadenan.
a "animal alado y acuáti co'', dentro del género "animal". 25 Veremos que Esta escritura choca con impasses que, si se intenta reducirlas, circunscri-
si bien esta lógica de la clase y el atributo conviene a la identificación apo- ben finalmente un imposible. Este imposible es para Lacan el paradigma
yada sobre rasgos diferenciales, no es suficiente para explicar la sexuación de un real captado a partir de una demostración. La lógica demuestra ser
de un sujeto. as í, más que cualquier otra, "ciencia de lo real": 27 para Lacan, el teorema

26. Cf. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XI. Les quatre concepts fondamentaux de
23 . Jbid., pág. 113. "¡Corno si en el diálogo entre la teoría y la experiencia, los la psychanalyse (1 964), París, Seuil, 1973, pág. 14 [traducción castellana: El Semi-
hechos tuvi era n la palabra primero! Una creencia semejante es simplemente falsa .. · nario de ]a cques La can. Libro 11. Los cuatro collceptos fundamentales del psicoa-
En la marcha científica, quien tiene la primera palabra es siempre la teoría." nálisis. 1964, Buenos Aires, Paidós, 1986]. Cf. también S. Cottet, Freud et le désir
24. Aristóteles, Organon, Catégories, 5: " La substance'', traducción de Tricot, 111 psyc/Janalyste, París, Navarin, 198 2 [traducción castellana: Freud y el deseo del
París, Vrin, 1969, pág. 7 [traducción castellana: Categorías, en Tratados de lógica p siroa11alista, Iluenos Aires, Manantial, 1984].
(Orga11011), vol. 1, Madrid , Gredas, 1982). 7 . .J. L 1ca n, ' "' Sc1111i1wire. l,ivre XX I. Les non-dupes errent (1973-1974), iné-
25. /bid., Ca tégo ries, 3, 4, pág. 5. di10 , c l ~1 ~t dl'I 12 dv írhrno dr 1974.
38 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL EL SEXO PARA LA CIENCIA Y PARA EL PSICOANÁLISIS 39

de incompletitud de Godel, al que a veces alude, 2 8 es el ejemplo princeps significantes, 32 encerrado por su red articulada, concentrado en algunas
de este abordaje lógico de lo real. palabras o locuciones de la lengua, que a veces fueron incluso inventadas
¿Cómo puede la práctica del psicoanálisis, basada en la asociación li- por el sujeto niño, cuando empezaba a hablar. De hecho, en el inconscien-
bre, esto es, en el hecho de decir todo lo que viene a la mente, llevar a un te se inscribe muy poco del goce. Lo que encontramos en él es, sobre todo,
real definido de manera tan exigente? No puede sino tratarse de una ana- la castración como marca de la pérdida de goce, cicatriz de la interdicción
logía, pues la palabra no es una escritura lógica. La idea es que en un aná- del goce registra do por el sujeto con la forma de ley. El inconsciente, por
lisis se produce cierta decantación de la palabra, que podemos esquemati- lo tanto, está constituido por esos significantes, huellas del goce, pero en
zar mediante una construcción de tres niveles. En el primero están el cuanto éste fue precozmente negado, expulsado, prohibido, reprimido. 33 A
dispositivo analítico y la asociación libre resultante de él. En el segundo, la partir de esos tenues indicios, el sujeto hace una reconstrucción de su his-
producción por parte del analizante de un "decir verdadero", de un saber toria infantil. Pero el goce o, mejor, lo que le queda de goce tras su inter-
salido del inconsciente. Ese saber, que el analizante supone ya existente, en dicción por la castración, se mantiene en ella circunscripto precisamente
realidad se inventa sobre la marcha en el análisis, gracias al encuentro de por huellas significantes y por ende localizado, pero no está representado
su deseo y el deseo del analista. El goce del sujeto polariza ese "decir ver- en el inconsciente. Eso es lo que llevaba a Freud a hablar de "construccio-
dadero'', lo imanta hacia determinados puntos. En efecto, el criterio de la nes en el análisis" , 34 porque no todo se rememora.
verdad es para un sujeto lo que lo hace gozar. 29 ¡Nos encontramos aquí Esta estructura se verifica al pie de la letra en algunos casos de histeria.
muy lejos de las ideas platónicas! El ejemplo más sorprendente es la creen- Así, una joven, Valérie, no dejaba de vivir rupturas amorosas. Se quejaba
cia infantil de que todas las mujeres tienen un pene. Esa creencia se apoya, de esta repetición dolorosa que veía como su síntoma esencial. En efecto,
en efecto, sobre el goce masturbatorio que el niño obtiene de su propio ór- era incapaz de construir nada con un hombre. El análisis mostró que pade-
gano considerado como fálico: pene o clítoris. Dejar de estimar verdadero
este "todos los seres vivientes tienen pene" pondría en peligro su goce, a
causa de la castración que a la sazón amenazaría su órgano. De manera 32. Estos "significantes" son fonemas, palabras e incluso fragmentos de pala-
más general, corno Freud lo puso de manifiesto, 30 las teorías sexuales in- bras o frases, los Wahrnehmungszeichen (signos de percepción) de la "Carta 52"
fantiles son teorías del goce del sujeto, consideradas por ello como verda- de Freud a Fliess (1), comentada por Lacan en L'Éthique ... , op. cit. Son los ele-
deras. Son el basamento sobre el cual se elaboran los fantasmas. Por lo mentos discretos de la lengua, portadores de la significación y que, yuxtapuestos,
fo rman "la cadena significante". Lacan utiliza los términos "significante" y "signi-
tanto, en el segundo nivel, el decir verdadero producido por el analizante
ficado" en referencia a F. de Saussure (2). Pero los convierte en disimétricos al
se imanta alrededor de ciertos puntos que localizan su goce, en los cuales
plantear "la incidencia del significante sobre el significado" (3). Por otra parte, su-
el saber y éste se anudan desde la infancia y determinan fantasmas y sínto- prime el recorte vertical saussuriano de uno y otro, para hacerlos relativamente in-
mas que llevan al individuo al análisis. dependientes. Los puntos de la cadena significante en que significante y significado
En el tercer nivel situamos lo real. ¿Cómo pasar de ese "decir verdade- ·stán anudados se llaman entonces "puntos de almohadillado" (4).
ro" ligado a la palabra y que no cesa de decirse, a un real concebido como (1) S. Freud, La Naissance de la psychanalyse, op. cit., pág. 153 sq. [traducción
la "escritura" de un imposible? La apuesta del fin del análisis reside en esa C<1Stellana: "Carta 52", Fragmentos de la correspondencia con Fliess, en OC, vol.
"reducción a lo imposible'', para hablar como Zenón de Elea, que sería el 1, 198 2]; (2) F. de Saussure, Cours de lillguistique générale, París, Payot, 1972
inventor de este tipo de prueba lógica. 31 El goce está enganchado a ciertos l 1raducción castellana: Curso de lingüística general, Buenos Aires, Losada, 1978];
( ~) cf. J. Lacan, "L'instance de la lettre dans l'inconscient ou la raison depuis
Fn.: ud" (1957), en Écrits, op. cit., pág. 515 [traducción castellana: "La instancia de
28. J. Lacan, "Radiophonie", en Scilicet nº 2/3, París, Seuil, 1970, págs. 79-80 In k 1ra en el inconsciente o la razón desde Freud", en Escritos 1, 10" edición, Mé-
[traducción castellana: "Radiofonía", en Psicoanálisis: radiofonía y televisión, Bar- '( ilo, Siglo XXI, 1984]; (4) cf. Le Séminaire. Livre 111. Les psychoses (1955-1956),
celona, Anagrama, 1980]. l'11rís, Se uil, 1981, pág. 293 [traducción castellana: El Seminario de Jacques Lacan.
29. Cf. J. Lacan, Le Séminaire. Livre xvu ... , op. cit., "Vérité sceur de jouissa n- I duo 3. Las fJsicosis. 1955-1956, Buenos Aires, Paidós, 1984].
ce", pág. 61, y J.-A. Miller, "Le vrai, le faux et le reste", en La Cause freudienne, l3. Cf. S. Freud, "Die Verneinung" (1925), "La négation", en Résultats, idées,
revue de psychanalyse nº 28, París, Publications de L'ECF-ACF/Se uil , 1994. ¡1m /1/¡.,11es, 11 (1 92 1-1938), París, PUF, 1985, pág. 135 [traducción castellana: "La
30. Cf. S. Freud, "Les théories sexuelles infantiles" , op. cit., cnpítu lo 2, pág. l , . 111 ·1·,111.i(lll ", en OC, vol. 19, 19791.
31. R. Blanché, La Logique et son histoire, d'Aristote l1 /~ 11 Ssl' ll, P:trís, Arm : 1 11d \ 11. S. 1:rcud , "Co nstruc1io ns da ns l'ana lyse" (1937), en Résul~ats .. . , op. cit., pág.

Colin , 1970, pág. 18.


1
r;~1 t1 r:11h1 n :ió n i.::is1t·ll:11111 : "Co11 s1ruccio ncs en el aná li sis", en OC, vol. 23, 1980].
40 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL EL SEXO PARA LA CIENCIA Y PARA EL PSICOANÁLISIS 41

cía una amnes ia infantil se lectiva. Su padre se marchaba regularmente de yen el " proceso sec und ario", también subordinado al princ ipi o de placer.
viaje y la dejaba so la co n su madre. Ahora bien, ella recorda ba muy bien En el Proyecto de psicología, 36 Freud describe muy bien los tanteos y mo-
los interva los de ausencia y los regresos del padre, pero en absoluto esos vimientos de ca beza del bebé, qu e conserva en la memoria el pecho visto
momentos de "ruptura" que era n sus partidas. Estaban en blanco en su in- de frente, y a l que se presenta el pecho visto de costado. La cri atura procu-
cons ciente, hasta el día en que un a serie de sueños permiti ó reconstruir ra colocarse de manera ta l qu e pueda hacer coincidir la percepción y la re-
que durante esas a usencias ella se acostaba en la cama de la madre. Así, la presentación mnemónica: ¡trabajo de titanes!
ruptura tan temida tenía la significación de un goce incestuoso co n la ma- Hay por lo tanto dos imposibles, dos encuentros del sujeto con lo real.
dre. El interdicto de ese goce se traducía por la borra dura del rec uerdo, un El primero es el fracaso del proceso primario que tropieza con el esco ll o de
blanco en la cadena significante. Pero el goce se conm emoraba en cada la necesidad. El segundo es el hallazgo impos ible en la realidad del ob jeto
ruptura con un amante: "¡Desde el momento en que tengo una relación pecho perdid o, a partir de su matriz fantasmática. Ese real concierne al
- decía Valerie-, espero la ruptura! Tengo la impresión de que es lo único proceso secundario, pero en cuanto se articula con el proceso primario. 37
que importa". Ese momento, en sí mismo no sexua l, tenía sin embargo un Es interesante señalar que si Laca n se inspira en la lógica moderna pa-
va lor de goce. Había tornado el lugar de un "plus de gozar'', 35 es decir, un ra abordar lo real corno imposib le, lo hace para mantenerse muy cerca de
va lor de goce superior al del acto sexual, en la relación con sus parejas. Es Freud: "El proceso primario no encuentra de real nada más que lo imposi-
un ejemp lo de lo que Lacan ll ama objeto a. ble, lo cua l, en la perspectiva fre udi ana, sigue siendo la mejor definición
As í, el " decir verdadero" deja en bl anco en el inconsciente algo imposi- que p ueda darse de él" .3 8 El concepto de rea l echa sus raíces en la clínica
ble de imaginar, nombrar o representar, que Lacan conceptualizó como freudiana des de los comienzos del ps icoanálisis.
objeto a. Al fin del a nálisis, el su jeto no tiene más que deshacerse de él, Precisemos ahora la manera en que el di sc urso ana lítico circunscr ibe el
tras haberlo recorrido una y otra vez en detalle, de huella en huell a, y ex- rea l de l sexo. La formu lación de Lacan en la década de 1970 es radical,
perim entado la fuerza de ese resto como "empuje-a l-gozar" en la repeti- como lo hemos visto. Para el ser hablante, la relación sexua l que la biolo-
ción que atormenta su vida. En el campo del psicoanálisis, lo rea l definido gía inscr ibe en el animal -o en el hombre concebido como anima l- no
como imposible implica siempre el goce del suj eto. existe. Esto no significa, por supuesto, que entre los humanos no exista el
Éste nos lleva a una segunda refere ncia de Lacan para lo rea l corno im- acop lam iento, sino qu e éste no les basta para reconocerse mutuamente ni
pos ible: el proceso primario freudiano. Cuando el recién nacido empi eza a pa ra definirse como sexuados. La relación con el lenguaje subvierte la na-
despertarse, vemos que hace movimientos de succ ión. Logra así volver a tura leza y el instinto an imal programados. Puede suceder que uno piense
do rmirse, a veces con una apar iencia de beatitud, sin que se le haya dad o en convertirse en hombre o mujer a través del acto sexual, pero esto es pu-
nada de comer. Freud reconoce una alucin ac ión del pec ho materno que ra mente im aginario: no demuestra nada al sujeto con respecto a su ser se-
produce una satisfacción y perm ite una prórroga del sue11o. Al cabo de un x uado. El acto sexual no permite la subjet ivación del sexo , cosa que la
momento, el recién nacido, no obs tante, va a llorar y reclamar el "verda- neurosis pone de manifiesto.
dero" pecho. La alucinación de éste ya no basta para satisfacerlo, el "pro-
ceso primario" que genera esa alu ci nac ión no logra mantener la homeosta-
sis del principio de placer. El sujeto se topa a llí con un primer real, algo 36. S. Freu d, "Esquisse d'une psychologi e scientifique", en La Naissance ... , op.
imposible de evitar, el hambre que termina por despertarlo. át., (15) " Les process us prim aire et second aire en o/'', pág. 344, y (16) "La pen sée
cognitive et reproductrice'', pág. 34 6: "Sup ongamos, por ejemplo, tomand o el caso
Pero entonces entra en juego un segundo real: el pecho buscado y even-
dd bebé, que la imagen mnemónica deseada sea la del pecho materno y sus pezones
tua lmente encontrado en la realidad, el de la madre, la nodriza o la tet in a
vistos de frente. Supongamos además que esa criatura com ienza a percibir el mismo
del biberón, no es igua l a l pecho cuya imagen, alucinada por el proceso o hj crn, pero de costado, sin el pezón. Conserva en su memoria el rec uerdo de una
pr im a ri o a partir del ob jeto pecho ya perdido, dejó huell as inscriptas en el l'X p<; ri encia vivida for tuitamente mientras mamaba, la de un movimiento de ca beza
inconsciente. Esos intentos de recuperar el objeto en la rea lid ad constitu - p,1rtic ular que transformó el aspecto de frente en aspecto de costado. La image n de
< o~ t ~1do q ue mira a hora lo incita a mover la cabeza porq ue, por experiencia, ha
.i prr nclid o que debe hacer el movimiento in verso para obtener una vista de frente".
35. J. Lacan, "Rad iophonie'', op. cit., págs. 67 y 99. Para el concepto de " pl11 s 37. Cf. tamb ién "La négation", ofJ . cit., pág. 138.
de gozar", e(. G. M ill cr, Les Pousse-au -jouir du maréchal Pétai11 , París, S..: 11il , .l8. ,l. La ca n, "De nos a ntécédents" (19 66 ), en Écrits, op. cit., pág. 68 [traduc-
1 111 11 c:is t<; ll :111 a: " De nu es rros antecede ntes", en Escritos 1].
1975, co l. "Co nn cx io ns clu Ch:imp fr<;udi en".
EL SEXO PARA LA CIENCIA Y PARA EL PSICOANÁLISIS 43
42 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL

UN MITO DE LA DETUMESCENCIA Y Ése es el símbolo que asedia la sexualidad del neurótico 40 y reina en su in-
DEL NACIMIENTO DEL LENGUAJE consciente. Donde es la conmemoración de la pérdida de goce que Freud,
como ya vimos, sitúa al comienzo de la vida, con los procesos primario y
Lacan tuvo la oportunidad de meditar sobre los orígenes míticos del la- secundario.
zo entre la aparición del lenguaje y la sexualidad. 3 9 ¿Fue la aparición del
lengua je la que proscribió la relación sexual? ¿Fue el hecho de que la rela -
ción sexual no pudiera escribirse lo que hizo hablar al hombre? Lacan sos- LA CAUSA Y LA MÁSCARA
tiene que "la detumescencia en el varón engendró esa apelación de un tipo
especial que es el lenguaje articulado, gracias a lo cual se introdujo en sus Resumamos lo precedente enunciando la equivalencia entre la inexis-
dimensiones la necesidad de hablar". Imaginamos así la decepción causa- tencia, la imposibilidad de la relación sexual, por una parte, y la existencia
da por la detumescencia -¿en quién primero, el hombre o la mujer?-, que del falo, por la otra, en el inconsciente . De ello resulta que, entre los goces,
no provoca el grito bestial del aplacamiento de la satisfacción sino el lla- el sex ual sólo se representa como fálico y, por lo tanto, ligado a la castra-
mado, la aspiración articulada a otro goce, menos breve, sostenido por la ción. Por eso, puede llamarse al falo "la causa y la máscara" 41 de la no re-
palabra que, por su parte, puede durar, apoyada en una conversación infi- lación sexual.
nita entre los sexos; ¿por qué no? ¿No era eso lo que el cine norteamerica- Es su causa, en el sentido antes mencionado. Si no fuera el único signi-
no de antes de la guerra, que prefería los semblantes hollywoodenses a los ficante que localiza el goce, si hubiera dos, la relación sexual podría escri-
mitos de los orígenes, ponía en escena en sus comedias de costumbres? En birse, formalizarse de una vez por todas: entre el falo y el ag ujero, por
The Awful Truth [La pícara puritana]* (1937), de Leo McCarey, vemos ejemp lo -agujero y no vagina, porque lo que nos interesa aquí no es el ór-
que en el ánimo de Cary Grant surge y se instala un malentendido con res- gano sino el símbolo-. De tal modo, las representaciones imaginarias de la
pecto a su bonita esposa. ¿Es ella fiel o infiel? ¿Y él, ya que estamos? De relación sexual se basan en una polaridad, una dualidad ima ginaria: el hilo
hecho, tienen que divorciarse para intentar aclarar el malentendido surgi- y la agu ja, el varón y la niña, el pene y la vagina, el más y el menos, el yin
do entre ellos y poder, por fin, hablar. Pero la verdad se sus trae a ambos. y el yang, etc. Esas dualidades hacen creer en la relación sexual, alimentan
¡Al final, se impone la conclusión de que hay que ser diferentes para ser su ficción. Pero estos pares imaginarios no hacen más que encubrir, velán-
los mismos! Pero The Awful Truth (La horrible verdad) bien podría ser dola, la imposibilidad de un "dos" representable como relación en el in-
que, al margen de esta conversación, de esta disputa amorosa infinita, no consciente. No olvidemos lo que nos enseña el mito precedente: el goce se-
cabe esperar relación sexual alguna. xual se simboliza como fálico por los dos lados. Debido a ello, el falo es el
Más simplemente, el mito de la detumescencia que crea el significante obstáculo a la relación sexual. La clínica nos lo muestra, sobre todo por el
nos introduce en la significación del falo, que nace donde el órgano está lado de los hombres: en lugar de gozar de una mujer, el hombre goza del
más distante de la imagen fálica erigida. El pene no es el falo. La imagen sigJJ.ificante fálico. 42 En lugar de ser un medio, un instrumento de comuni-
fálica con que nos topamos más habitualmente. representa un pene corta- cación entre los sexos, se convierte en el obstáculo a su encuentro: cada
do en la base y con una erección eterna; lo inverso de la detumescencia, uno, aunque según modalidades distintas, goza del falo y no del otro.
por lo tanto. Y sólo el significante puede suscitar la idea de la eternidad, El falo como máscara nos remite a dos referencias. Una, clínica, está se-
contrariamente al órgano o al ser viviente amenazados por la desapari- ñalada en la histori a del psicoanálisis por el artículo "La femineidad como
ción. Pero el corte en la imagen fálica muestra que el falo está íntimamen-
te asociado a lo que parecía, sin embargo, destinado a conjurar: el peligro
de la castración. Más aún, es su símbolo y se convierte en su significante.
40. Esto no vale para los sujetos calificados de psicóticos, en quienes la signifi-
cación fálica no funciona. Cf. infra, capítulo 11 , pág. 50, nota 13, y pág. 69, nota
73; también capítulo IV, pág. 105 sq.
39. J. La can, Le Savoir du psychanalyste (1971-1972), inédito, clase del 3 de 41. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XXI. .. , op. cit., clase del 12 de febrero de
marzo de 1972, o Le Séminaire. Livre xrx ... ou pire (1971-1972), clase del 19 de 1974.
enero de 1972, o "L'Étourdit'', op. cit., pág. 11. · 42. J. La can, Le Séminaire. Livre XX. Encare (1972-1973), París, Seuil, 1975,
" Cuando se mencionan filmes, ponemos entre corchetes el título con que se J'l ~Íg. '13 [tra du cc ión cnstc ll ana: El Seminario de ]acques Lacan. Libro 20. Aun.
los conoció en la Argentina (n . de l t.) . 1972 1973, Burnos i\ir ts, P:úclós, 1989) .
44 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL EL SEXO PARA LA CIENCIA Y PARA EL PSICOANÁLISIS 45

máscara" de Joan Riviere (1929). 43 Se trata de una mujer que tiene éxito que Lacan a veces escribe "pareser" 48 para mostrar el parentesco del ser y
en todos lo s aspectos de su vida personal y profesional, pero que, cada vez el parecer. El falo cumple en el imaginario el mismo papel de máscara que
que concreta una tarea pública brillante, experimenta la necesidad de ha- la cópula que se hace tomar por el "ser" en la frase: hace "pareser" que
cer que un hombre de edad la confirme en su femineidad. El anál isi s mues- hay una relación sexua l entre hombre y mujer representados por sus atri-
tra que esta joven muj er cree tener el falo. La mascarada consiste aquí en butos, y enmascara la ausenc ia, la inexistencia, lo imposible de esa rela-
hacer creer a l otro que uno no tiene, porque cree tener, cuando en rea lidad ción sexual.
no tiene. ¿La femineidad se reduce a esa mascarada? No, sin duda. Pero lo En los dos campos que hemos opuesto, el de la ciencia y el del psicoa-
interesante es la idea del lazo -que proviene del lenguaje- entre ser (una nálisis, distinguimos dos reales. Por un lado, la biología se sostiene por la
mujer) y no tener (el falo). En 1958, Lacan desarrolló esta dialéctica entre escritura de una relación sexual entre células reproductivas; por el otro, el
el ser y el tener en tres textos. 44 En ellos hizo un aporte esencia l a la teoría psicoaná lisis parte de la no relación sexual que centra la relación del su jeto
freudiana de la sexualidad femenina, al introducir, junto a l Penisneid o con el sexo. ¿Qué son entonces en el discurso analítico la reproducción, la
nostalgia de no tener el pene, la cuestión de ser el falo como una modali- muerte, la sexuación ?
dad de la femineidad. 45 Donde Freud se limitaba a la cuestión del tener,
Lacan postuló la del ser corno li gada a l fa lo.
Por otra parte, la teoría lacaniana del fa lo implica una crítica de la ló-
gica aristotélica, basada en la gramática de la frase: sujeto -cópula- atribu-
to. En esta lógica, 46 "ser" no es más que una cópu la, una unión entre el
su jeto y el atributo, y no señala existencia alguna. Ahora bien, puesto que
somos esto o aquello, creemos ser, pero ésta no es más que una ilusión de-
bida a la estructura gramatical de la frase. Por ejemp lo, por el hecho de
decir "soy una mujer" o "soy un hombre", uno se cree sexuado, pero esos
atributos sólo fundan identificaciones imaginarias bajo las cuales el sujeto
oculta un vacío fundamental. Fina lm ente, el sujeto sucumbe ante esos atri-
butos, esas identificaciones que son del orden del semb lante, del parecer, 47

43. J. Riviere, Féminité mascarade. Études psychanalytiques réunies par M.-C.


Hamon, París, Seu il, 1994, pág. 197 [traducción castellana: La femineidad como
máscara, Barcelona, Tusquets, 1979].
44. J. Lacan, Écnts, op. cit.: "La sign ifi cation du pha llus" (1958), pág. 685
[traducción castellana: "La signifi cac ión del fa lo'', en Escritos 2], "Propos direc-
tifs pour un Congres sur la sexua lité féminine" (1958), pág. 725 [traducción cas-
tellana: "Ideas directivas para un congreso sobre la sexualidad femenina", en Es-
critos 2], y "La direction de la cure et les principes de son pouvoir" (1958), pág.
585 [traducción castell ana: "La dirección de la cura y los principios de su poder'',
en Escritos 2] .
45. Antes de la introducción, en la década de 1970, del "no-todo" como esen-
cia l para la sexualidad femen ina; cf. infra, capítulo v, pág. 146 sq.
46. Cf. C. W. A. Whitaker, Aristotle's De Interpretatione: Contradictio11 all({
Dialectic, Oxford, Oxford University Press, 1996. Referencia comunicada por
nuestra colega Darian Leader.
47. J. Lacan, Écrits, op. cit.: "La signification du phal lu s" , pá g. 692, y " l~l' ­ 1 I 11il o nn e d e Dan iel Lagac he: «Psicoanálisis y estructura de la personalidad»",
marque sur le rapport de Daniel Lagach e: «Psychanaly se et stru ctur c d e la p<:r- , 11 l•:, irito s 21.
so nn :i lité» " (1 958 ), p<ígs. 65 2 y 666 ltr;Jc!L1 cc ió n carn;!l ,111 :1: " O bsv rv:ic i<'> n so hn· IH. J. l.a c:111 , " l:f: rnurdit ", op. cit., pág. 48 .
II

LA REPRODUCCIÓN Y LA MUERTE:
EL SUJETO ENTRE MEDICINA Y PSICOANÁLISIS

La reproducción está en el principio de la definición científica del sexo, y


se vincula al concepto de la vida en biología. Si parece intervenir mucho en
el psicoanálisis, lo hace con un gran desfasaje. En su libro Masculin/Fémi-
nin, 1 Frarn;:oise Héritier señala que la filiación siempre se distinguió del en-
gendramiento, aunque siga "ligada a la idea de la reproducción bisexuada".
Pero, observa, "la idea de la cosa prevalece sobre la realidad". 2 También
comprueba que todas las sociedades humanas conocidas "consagran la pri-
macía de lo social -de la convención jurídica que funda lo social- sobre lo
biológico puro. La filiación, por lo tanto, nunca es un simple derivado del
engendramiento" .3 Esta observación coincide con la clínica psicoanalítica: el
real biológico de la reproducción o la diferencia anatómica es un dato con el
que el sujeto tiene que vérselas y contra el cual tropieza, llegado el caso. Así
se introduce la dimensión de un deseo que puede chocar con el real biológi-
co, pero también con otro, de orden psíquico, el del síntoma o el fantasma.

EL HIJO COMO OBJETO a

Si la reproducción interviene en el psicoanálisis, lo hace ante todo por


el deseo femenino de hijo, el que no creemos que sea posible reducirse, co-

J. F. Héritier, Masculin!Féminin. La pensée de la différence, París, Odile Jacob,


1996 [traducción castellana: Masculi1zolfemenino: el pensamiento de la diferencia,
ll:ircc lona, Ari el, 1996].
. /b id ., pág. 280.
3. l/Jid., p::íg. 285.
48 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL LA REPRODUCCIÓN Y LA MUERTE 49

mo lo postula F. Héritier, a un "deseo eminentemente social de realiza- Es de la sangre de Héctor, pero su resto;
ción, proyectado a través de una descendencia que guardará la memoria de Y por ese resto, yo misma, por fin, en un día
los muertos y les rendirá el culto necesario". 4 Si bien no hay que desdeñar Sacrifiqué mi sangre, mi odio y mi amor.
el peso de una instancia social superyoica, ésta sería letra muerta sin el de-
seo femenino de tener un hijo o el deseo de los hombres de tener un des- Apuesta de la obra, en el entrecruzamiento de esos amores, odios y ce-
cendiente a quien transmitir su apellido y su sucesión. Ahora bien, la teo- los, el lugar de Astianacte como objeto a es puesto en evidencia por Ores-
ría psicoanalítica interpretó esos deseos como fá licos y los incorporó a los tes, que muestra su valor precioso comparándolo con el objeto, amado e
complejos de Edipo y de castración, para explicar su génesis. Volvernos a inaccesible, que es para él Hermíone:
encontrar, entonces, la particularidad del campo del psicoanálisis que su-
bordinó esos deseos al falo. Otros elementos, como el fantasma y el obje- ¡Dichoso, si pudiera, en el ardor que me apremia,
to, son de todas maneras cruciales en ellos y fueron elaborados por los En lugar de Astianacte, arrebatarle a mi princesa!
posfreudianos (Karl Abraham, Melanie Klein) y por Lacan (objeto a).
El hijo es un objeto a como objeto de goce para la madre. 5 Pero es tam- Astianacte es a la vez el resto de la sangre de un padre ilustre y el equi-
bién objeto a como apuesta de una raza, de un linaje, lo que valdría más valente del objeto idealizado del amor: equiva lencia que signa su valor
bien, entonces, para la paternidad y el deseo de una descendencia en el inestimable.
hombre. En Fedra, ese mismo lugar de objeto a es ocupado por Aricia, "resto de
Así, en varias tragedias de Racine el último descendiente de un linaje una sangre fatal conjurada contra nosotros'', 9 última descendiente de un
diezmado -en otras palabras, su resto - es el objeto de las pasiones de los linaje derrotado, amada por Hipólito y objeto de la furia celosa de Fedra,
otros. Gobierna todo, pero desde un lugar pasivo de objeto que causa el que también ama a este joven, hijo de su esposo.
deseo de todos. En Bayaceto, Roxana y Atalida se disputan a Bayaceto, también él últi-
Andrómaca presenta a Astianacte, el hijo de Héctor y Andrómaca. mo descendiente, resto de la sangre turca. 10 El lugar capital, el que domi-
Héctor fue muerto por Aquiles durante el sitio de Troya y Pirro, hijo de na la acción, es ocupado en consecuencia por un objeto pasivo, a veces
Aquiles, tomó como esclavos a Andrómaca y su hijo. Pero, enamorado de hasta mudo, como Astianacte, pero apuesta y causa de los deseos de to-
ella, quiere desposarla. Hermíone, griega e hija de Helena, arna a Pirro. dos, porque es el último de un linaje.
Éste ba bía prometido casarse con el la y debía entregar a Astianacte a los En su Medea, Euríp ides atribuye un valor equivalente a los hijos de Ja-
griegos. En la obra se califica varias veces de "resto" a l niño Astianacte. Es són. Medea los sacrifica porque son objeto a para su padre, porque son su
el resto 6 de la guerra de Troya, el resto que los griegos deben eliminar. Es sucesión, su estirpe, su sangre y, por lo tanto, el bien más precioso para él:
el único bien que le queda a su madre.7 Ésta, desgarrada entre la repulsión " Ése fue el principal motivo que desgarró el corazón de mi esposo'', 11 dice
que siente por Pirro, su fidelidad al difunto Héctor y, por otra parte, la pa- ell a para explicar la atrocidad de su gesto. Medea ha reconocido clara-
sión maternal que la impulsa a rescatar, mediante su casamiento con mente en Jasón el nudo entre una dimensión puramente simbólica, la de la
aqué l, La vida de su hijo, exclarna:8 1ra nsmisión del nombre y la herencia a su descendencia -eventualmente
a doptiva-, y una dimensión afectiva, la del cuidado y el amor paternos. El
hij o como objeto a del padre es el resultado de esta intrincación entre la

4. Ibid., pág. 261.


5. S. Freud, "Contributions a la psychologie de la vie amoureuse" (1912), en
La Vie sexuelfe, op. cit., pág. 57: "El niño es un juguete erótico" para la madre y 9. J. Racine, Phedre, acto 1, escena 1, en Théátre complet, t. 2, París, Galli-
los familiares [tradu cción castellana: "Contribuciones a la psicología del amor", en 111 :i rd, 1983, col. "Folio classique", pág. 283, y acto 11, escena 1, pág. 297 [traduc-
OC, vol. 11, 1979]. ' ic'> n castellana: Fedra, en Teatro completo, op. cit.].
6. J. Racine, Andromaque, acto I, escena 2, en Théátre complet, t. 1, París, Ga - 1O. J. Racine, Bajazet, acto 11, escena 3, en Théátre complet, ofJ. cit., t. 2, pág.
llimard, 1982, col. "Folio classique'', pág. 181 [traducción castellana: A11drómaca, ~U J1rnducción castellana: Bayaceto, en Teatro completo, op. cit.].
en Teatro completo, Madrid, Editora Nacional, 1982]. 1 1. Eurípicl cs, M édée, en Th éátre complet, t. 4, París, Garnier-Flammarion,
7. Ibid., acto 111, escena 4, pág. 206. l 'l(l6, páµ; . 142 1trndu cc i(l11 c:::1src; llnna: M edea, en Las diecinueve tragedias, Méxi-
8. lbid., acto IV , escena 1, pág. 216. 1 o, Pornía , 19781 .
~

50 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL LA REPRODUCCIÓN Y LA MUERTE 51

dimensión del Nombre-del-Padre 12 y la de la investidura libidin al del pa- Durante el único encuentro con su padre, que lo había abandonado a
dre en el hijo. En ese entrecruzamiento radica el misterio de la relación del la edad de dieciocho meses -el señor A. tenía entonces cinco años-, se ma-
padre con el hijo, misterio exacerbado porque la operación simbólica de la terializó su identificación real con el "hijo mártir". Por haber sido "dejado
castración se efectúa en su núcleo. en el fondo de una pocilga", se pescó un impétigo cuya aparición describe
a la manera de un fenómeno elemental característico de la psicosis. Al vol-
El hijo mártir y el hijo varón preferido ver aterrorizado a su casa, contó en efecto a su madre y su abuela: "Tenía
míe ... mie ... miedo ... chito ... chito", con lo que quería decir: "tenía mie-
El caso del señor A. dibuja en hueco el lugar del hijo como objeto pre- do de los chanchos" . Inmediatamente, la enfermedad le cubrió la cara co-
cioso del padre, tanto más real cuanto que, para él, estaba correlacionado mo una máscara de horror, ante la mirada de las mujeres presentes: el ros-
con un defecto simbólico, en la que se leía la forclusión del Nombre-del-Pa- tro devorado, desfigurado instantáneamente, sin cejas ni pestañas. Habría
dre:13 la dimensión simbólica de la sucesión, anudada a la de la castra- de pasar entonces tres años de mudez en cuare.n tena, sin que le hablaran y
ción, 14 no existía entre su padre y él. Cosa que tuvo dos efectos en el señor sin otro tratamiento que una rociadura diaria de alcoho l de noventa gra-
A. Por un lado, se había identificado realmente con un objeto de sufrimien- dos (era durante la guerra, antes de los antibióticos). La cristalización de-
to, el "hijo mártir", en la relación con su padre y todos los otros miembros bida a este episod io dramático dio tal vez su forma específica a la tríada l5
de su familia (madre, abuela, esposa). Esto nos indica, por otra parte, el va- de lo real, lo simbólico y lo imaginario a lo largo de su vida, al menos has-
lor de goce mortífero que encarna el objeto a, cuando no es dialectizado ta el momento en que nos conocimos.
por el síntoma, a través del Nombre-del-Padre. Por otro lado, el señor A.
había intentado suplir la forclusión del Nombre-del-Padre reconstituyendo Lo real, lo simbólico, lo imaginario y el "sínthoma"
idealmente un lazo con "padres" sucesivos. En efecto, había elevado la re-
lación de un padre con un "hijo amado" al rango de un ideal que procuró Lo real, para él, era su identificación con el "hijo mártir" como objeto
realizar durante toda su vida, lo que nos indica, por defecto, la importancia de exacción y de goce de un Otro 16 maléfico.
real del lugar del hijo como objeto precioso, objeto a del padre. Lo simbólico se ordenaba en torno de la convicción de ser "un justo"
En tres generaciones sucesivas de su historia encontramos la presencia en un mundo en que reinaba la injusticia y existían los hijos mártires: el
de dos hijos, uno "mártir'', el otro "preferido": en la generación de su " justo" era un ideal del yo rígido, característico de la paranoia, que lo em-
abuela materna, su madre era la mártir y su tía la preferida; en la de su pujaba a distintos pasajes al acto (denuncias, intentos de suicidio, agresio-
madre, él mismo era el mártir, mientras que un hermano muerto de peque- nes, etc.).
ño era el preferido y fue para él el modelo del "hijo amado"; por último, Lo imaginario consistía en la aprehensión delirante de un cuerpo su-
en su generación, en que él eligió a un varón corno su hijo, adoptivo y fri ente que él habitaba con pesar. En el momento de nuestra entrevista te-
amado, al casarse con la madre, en tanto que el nacimiento de su hijo legí- nía sesenta años y vivía de una pensión de invalidez por hipocondría. Ésta
timo le provocó un delirio (no podía creer que era su hijo) y le resultaba
insoportable.
15. Definamos brevemente lo que entendemos por real, simbólico e imaginario.
l.o r eal es el campo del goce (cf. capítulo 1, págs . 32-33 ). Lo simbólico es el de la
12. Cf. supra, capítulo I, pág. 29, nota 8, sobre el "padre simbólico". pa la bra, el lenguaje y los significantes, por lo tanto de los ideales y el inconsciente.
13. El Nombre-del-Padre es el significante del padre de la ley, el padre simbóli- 1.o im aginario es el dominio de las imágenes. La aprehensión de su cuerpo por par-
co, en el inconsciente de un sujeto . La presencia del significante del Nombre-del- 1<: d el sujeto incumbe a lo imaginario; es lo que Lacan mostró con "Le stade du
Padre está acompañada por la de la significación fálica. Su forclusión es su recha- 111i ro ir comme formateur de la fonction du Je telle qu'elle nous est révélée dans
zo radical y definitivo, que según Lacan determina la estructura psicótica. Hay l'cxpérience psychanalytique" (1936), en É crits, op . cit., pág. 93 [traducción caste-
entonces, asimismo, rechazo de la significación fálica. Esta definición estructural ll.111 ;1: "El estadio del espejo como formador de la función del yo [je], tal como se
de la psicosis no abarca exactamente el campo psiquiátrico de las ps icosis, defini- nos ri.; vela en la experiencia psicoanalítica", en Escritos 1].
do a partir de una clasificación de los fenómenos (síndromes, síntom as, comporta- 16. " Otro " significa aquí una instancia partenaire del sujeto, encarnada por di-
miento). Cf. J. Lacan, "D'une question préliminaire ... ", op. cit., p ~1gs . 556-557 y vrrsos perso najes a lo largo de su existencia y que tiene para él una dimensión y un
575-579. v1 do r a bsolutos. Pa ra el suj eto, el Otro es siempre lo que encarna una alteridad
14. J. La can, Le Séminaire. Livre XVII ... , op. cit., pág. 141 . 111 1' d11 c 1ible. Co n respl."i:Io n I " O tro de l goce", véase capítulo 1, pág. 33, nota 17.
52 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL LA REPRODUCCIÓN Y LA MUERTE 53

existía desde siempre: "Siempre tuve algo anorma l en el cuerpo'', decía, y to, limitando los estragos del goce. Puede ser incluso la fuente de lazos so-
aclaraba que se trataba de migrañas, arteri as que se tapaban si se movía cia les o sublimaciones. Esto explica por qué los s uj etos tienen tanto inte-
demasiado, un sexo demasiado pequeño, dolores ubicuos e insistentes, etc. rés en s us síntomas, cosa que Freud descubrió gracias a la reacción tera-
El problema era que esta tríada de lo real, lo simbólico y lo imaginario pé utica negativa: 23 s i en algunos casos se intenta "q uitar" e l síntoma sin
no se sostenía; no lo hacía, al menos, sin grandes trastornos ni dolores. to rnar precauciones, esta act itud puede desatar la pul sión de muerte y
Nos referimos aquí a la t eoría de Lacan según la cua l esos tres regis- ·a usar efectos catastróficos. Ésa es una de las dificultades de la cura psi-
tros, para mantenerse unidos , deben estar anudados por un cuarto, que él coa nalítica.
ll a ma "sínthoma" ["sinthome"]. 17 "Sinthome" es una escr itu ra antigua de En la neurosis, los registros de lo real, lo simbólico y lo imaginario es-
"symptóme" que Lacan adoptó para designar la función del s íntom a que tá n anudados por un síntoma articulado con el padre. Ese síntoma es, por
consiste en mantener unidos real, simbólico e imaginario. 18 El síntoma se lo tanto, un sínthoma. El síntoma neurótico se construye a partir de] padre
considera habitualmente como el "signo de lo que no funciona en lo <:o rno agente ele la castración, lo cual supone la presencia del significante
real". 19 Cuando causa un sufrimiento insoportable, ll eva a l sujeto a de- de l Nombre-de l-Padre en el inconsciente del sujeto. Por eso Lacan afirma
mandar un aná lisis para librarse de él. Pero Freud puso de relieve su fun- rn 1975, a propósito de la neurosis, que "el padre no es, en suma, más que
ción de satisfacción.2° El síntoma es un comprom iso entre la exigencia de 1111 sínthoma o síntoma". 24 Según el mito freudiano de Tótem y tabú,25 ese
satisfacción de la pulsión y la defensa del sujeto contra el goce . Esta de- .1gc nte de la castración es el padre que posee a tocias las mujeres, entre
fensa puede ser la represión causada por la angustia de castración en la l' ll :is a la madre, y castra a los hijos impidiéndol es gozar también de ellas.
neurosis, pero tiene otras modalidades, entre ell as el rechazo definitivo al 1.:i castración es esa falla en el goce o interdicción del goce, insta urados
margen de lo sirnbólico, 21 o forclusión de la castración en la psicosis. Co- ro mo ley en el inconsciente del sujeto. Aquélla instala el falo corno objeto
mo ya lo señalarnos, esta última es correlativa de la forclusión del Nom- 11n :iginario del deseo. Las mujeres prohibidas cobran un valor fá li co para
bre-del-Padre. Esta función d e compromiso entre goce y defensa explica el los hijos varones. El agente de la castración es tambi én quien "castra" a la
carácter "extravagante", 22 "equívoco'', de la sa ti sfacción que oculta: ésta 111 :1dre, impidiéndo le poseer al hijo. El falo se asociará, por lo tanto, al pa-
se siente como sufrimi ento. Por otra parte, la función de compro!'niso le dre y ya no a la madre. Esta operación es la que Lacan ll a mó "metáfora
da el poder terapéutico de mantener unidas las cosas y estabilizar al suje- p.11 crna". Su éxito implica que la significación fálica esté asociada al signi-
l1 l·:111te del Nombre-del-Padre. 26 ¡En la realidad, el padre di sta de estar a la
1tl111ra de ese mito que encontramos a veces en los fantasmas de los neuró-
17. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XX III. Le sinthome, en Ornicar? Bu lletin pé- 11~ os ! El síntoma viene a colmar esa brecha, como se ve en el caso de las
riodique du Champ freudien nº 8, París, Navarin, invierno de 1976-1977, clase del l11 hi:i s infantiles de animales. El peque11.o Hans, 27 de cinco ail.os, tiene rnie-
17 ele febrero de 1976, pág. 15. Hablamos ele "nudo" o de "an udamiento" porque d11 de salir a la calle porque teme que lo muerda un caba llo. El caba llo que
Lacan, a partir de 1973, representaba esos tres registros mediante "nudos de cor- 11111crcle es un sustituto del padre que castra, y la angustia de la fobia es la
del" anudados ele manera borromea. El nudo borromeo se caracteriza por el hecho
de que el corte de uno de los anillos libera tocios los demás anillos del nudo.
18. "Sinthome" data de 1495 y así lo escribe Rabelais, que era médico. Cf J. 3. S. Freud, "Le moi et le\:ª" (1923), en Essais de psychanalyse, op. cit., pág.
Lacan, Le Séminaire. Livre XX III . .. , op. cit., en Omicar? nº 6 a 11. 1
fi• I l 1r::i clucción castellana: El yo y el ello, en OC, vo l. 19, 1979]. Antes, muy tem-
19. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XX II. R. S. l., en Ornicar? Bulletin périodique ¡11 1111:i111ente, Freud había descubierto, en sus cartas a Fliess, que los sujetos psicó-
du Champ freudien nº 2, París, Navarin , marzo de 1975, clase del 10 de diciembre 1111" "a man su delirio como se aman a sí mismos". Ahora bien, el delirio es un sín-
de 1974, pág. 96. 1111 11 .t de; la psicosis. "Manuscrit H", en La Naissance de la psychanalyse, op. cit.,
20. S. Freud, Inhibition, symptome et angoisse (1926), París, PUF, 1973, pág. •.<111.i dc: I 24 de enero de 1895, pág. 101.
7: "El síntoma sería el signo y el sustituto de una sa tisfacción pulsional que no se 1. .J. La can, Le Séminaire. Livre XXIII .•• , op . cit. , en Ornicar? nº 6, marzo-
produjo; sería el res ultado del proceso de represión" [traducción castellana: Inhi- d11 ti de 1976, clase del 18 de noviembre de 1975, pág. 9.
bición, síntoma y angustia, en OC, vol. 20, 1979]. 1~. S. Freud, Totem et tabou, op. cit., págs. 199 y 210 sq.
21. El término freudiano es Verwerfung. .lf1. Cf supra, p<"Íg. 50, nota 13, y capítulo r, pág. 29, nota 8.
1
22. S. Freud, "Les modes de formation de symptomes", en Inhibition, syr11ptti /. S. f-reucl , " Analyse d'une phobie chez un petit gan;:on de 5 ans (Le petit
me ... , op. cit., págs. 339 y 344: "La satisfacción que nace del sín toma es de natu - 11 °111 •. )'' ( 1909 ), en Ci11r¡ jJsychanalyses, op. cit., pág. 93 [traducción castel lana:
raleza extravaga nte". \11 ,i/ms de la fo/Jia de 1111 11i1ío di' cin co aiios , en OC, vol. 10, 1980].
54 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL LA REPRODUCCIÓN Y LA MUERTE 55

angustia ante el peligro de la castracw n, no s dice Freud. 28 El padre de atravesar momentos psicóticos agudo s por intermitencia, cuando éste ya
Hans es carente, porque no logra sep ara rlo lo sufici ente de su madre. En no funciona.
consecuencia, no funciona bi en como agente de la castración, aunq ue sí en
la medida necesar ia para desencadenar la angustia y la represión que ca u- La invención de una nueva relación: ser el hijo varón preferido
sará n la fobia. Ésta es el síntoma que supl e el defecto paterno y refuerza la de un padre
función del padre como agente de la castración. Pero el ,caso de Hans no
tiene nada de excepc iona l, pues el padre en la realidad siempre claudica Para el seii.or A., la tríada antes mencionada sólo se sostenía mediante
con respecto a su funci ón de agente de la castració n. To do neurót ico, por una gran persecuc ión a ca rgo de un Otro del que él era el "hijo mártir'', y
lo tanto, tiene al menos un síntoma que asume la función de anudamiento una defensa paranoica que lo llevaba a comportarse como "justo" en un
del sínthoma. mundo abyecto y sin ley: va le decir, a hacerse justicia por sí mismo. Por
En la psicosis, el suj eto es tá radica lmente privado del Nombre-del-Pa- esa razón, la invención de una relación no persecutoria con un partenaire,
dre, que ha forcluido. Por ende, el sínthoma , que mantiene unidos lo real, q ue había mantenido unidas la s cosas durante veintidós a ii.os, es notable y
lo simbólico y lo imaginario, si existe, no está articulado con el significan- puede calificarse de "sínthoma". Esta relación podría escribirse "un hijo
te del Nombre-del-Padre. Antes bien, supie su forclusión. Esta suplencia (x ) es preferido por un pa dre (y)". En ella, el seii.or A. ocupa ora el lugar
debe diferenciarse de la suplencia del síntom a neuró tico con respecto a la del hijo en (x), ora el lugar del padre en (y). Ca da vez que se establecía en
carencia del padre real. 29 En la psicosis, la carencia de la forclusión es la la rea lida d, en uno u o tro sentido, el sujeto funcionaba relativamente bien.
falta, en lo simbólico, del significante de la paternidad, el Nombre-del-Pa- l)e todos modos, su tendencia espontánea era, al pa recer, tra tar de ocupar
dre. En la neurosis, ese significante existe en el inconsciente, pero el padre el lugar del "hijo preferido".
como agente de la castración es cl a udicante en la realida d. Si siempre hay Esta relación, de amor, consistía por tanto en ser " el hijo varón prefe-
síntomas en la psicosis (voces, a luci naciones, un delirio, una hipocondría, rid o " de un hombre, de un sustituto paterno. Hemos visto que el "hijo
etc.), no siempre hay sínthoma . Falto del apoyo significa nte del Nombre- preferido" existía desde hacía tres generaciones, pero la matriz esencia l pa-
del-Padre, el suj eto debe inventar otro soporte de su sínthoma . Lacan mos- 1":1 el seíi.or A. fue sin duda alguna la fi gura, ideali zada por la ma dre, de su
tró que el arte de Joyce constituía su sínthoma y le servía de ego. 30 Gracias hermanito muerto. Sin embargo, el "hijo preferido" en cuestión siempre
a él, el escritor a travesó grandes crisis, pero no desencadenó su psicosis. li :t bía sido el de una madre. Por consiguiente, A. tuvo que inventar algo
Cuando no hay sínthoma, lo real, lo simbólico y lo imaginario no se man- nu evo y que no conocía, "ser el hijo preferido de un padre". Los mejores
tienen bien unidos. A veces, ciertas identificac iones ba sta n para mantener tlios de su vida, cuando la hipocondría y la paranoia intensa queda ban en
un equilibrio lábil. Aunque el suj eto haya construido un sínthoma, puede 1111 segundo pla no, estuvieron habitados por una relación semejante, que
1< •11rraba su existencia. En el ejército con el teniente coronel, en el trabajo
10 111 0 secretario del director. "Yo era como su hijo, me quería'', dice. Lo
28. S. Freud, Inhibition, sympt8me ... , op. cit., pág. 27. 1 111 1' evoca una erotomanía discreta, pero que n unca as umió una tonalidad
29. Podríamos utili zar aquí el matiz que existe en francés entre "supléer" y 1 m po ra l, sexual o abusiva. Esa relación se mantuvo por lo tanto a distan-
"supléer a". El seg undo indica un defecto, una falta cuyo lugar toma la cosa que 1 1.i de la del "hijo mártir" con un Otro perseguidor; estaba hecha de amor
suple: el sínthoma psicótico supl e [suplée a] la fo rclusión del Nombre-del-Padre. 11 lrn li za do, mientras que la segunda estaba tejida de goce y sufrimiento. ¡A
"Suplir algo" ["supléer que/que chose"] significa completarlo mediante algo de la 11>11 s<.: senta años, el seüor A., tras aii.os de agravamiento de su psicosis, li-
misma naturaleza. El síntoma neurótico supl e (completa] al padre como agente de p..i dn ::i la pérdida de toda posibilidad de ser "el hijo preferido " de un pa-
la castración. Pero ta mbién puede decirse, como lo hemos hecho, que suple [suplée
il 11· cu::i lgu iera, esperaba res tablecer una relació n de "hijo preferido" a
a] la carencia de ese agente. Cf. Larousse, dictionnaire des dificultés de la tangue
frangaise, París, Laro usse, 1971. [En español "suplir" tiene ambos significados,
'' p.i drc" con un posadero del "Allier" , nombre evocador!'·
reemplazar y completar, pero "suplir a" no tiene que ver con ellos sino con la pre- Pno la relación inversa, en la que el seüor A. ocupa ba (en y) el lugar
sencia o ausencia del acusativo personal: decimos "suplir al padre" , pero "suplir la di_! p:tdre de un hijo preferido, era igualmente es tabilizadora. El señor A.
falta" (n. del t.).]
30. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XX II I••• , op. cit., en Ornicar? nº 6, clase del S
1
de diciembre de 1975, pág. 12; nº 8, clase del 17 de febrero de 1976, pág. 14 , y nº ' " i\ ll i1: r", que signifi c:l :i li :i r, unir, alear, es el nombre de un departamento de
11, septiembre de 1977, clase del 11 de mayo de 1976, pág. 3. l 111111 111 y dd rfo que lo n1rn vitsn (n . del t.).
56 EL PSICOANÁLI SIS Y LO REAL LA REPRODUCCIÓN Y LA MU ERTE 57

enco ntró esa figura del " hijo preferido" una seg und a vez, luego de su her- do saber in stintivo innato que empuj e a los seres a reproducirse, corno su-
ma nito, en la persona de R., el hijo de su muj er. "El niño había perdido cede en el a nimal. Lo asombroso es que ese saber, que se elabora sin cesar
trá gicam ente a su padre a los tres a ños. Me llamó papá de entrada. Éra- porqu e no hay respu esta universa l satisfactoria para el sujeto a la pregunta
mos corno un bloque ... hubo un enga nche co n él. " El niño habría provo- "¿cómo se reprodu ce el hombre?", tenga un efecto so bre el cuerpo y su
cado la uni ó n entre el señor A. y su ma dre. Al separarse, el se ñor A. no lo- goce. Ese efecto de goce se alcanza por intermedio del fantasm a, conjunto
gra ría apartarse de él: "Un vacío en mí ... ya no se esc ucha la palabra de represe ntac io nes imag inarias que siempre entraña elementos de teorías
'papá' a su lado ... ". Va cío suficientemente intenso para que sufri era en- sex ual es infa ntiles. "Ser devorado", "ser golpeado", valen así por "ser pe-
tonces su pr im era internación. netrado". Hay por lo ta nto una di a léctica entre el sa ber y el goce: las teo-
Así, el seño r A. hi zo de la relación "ser el hijo preferido de un p adre" o rías sexuales infantiles, ancestros o m atrices del fantasma, tienen siempre
de la rela ción simétrica, en espejo, " ser el padre de un hijo preferido", un algo de verdad, porqu e se ela bora n a partir de las pulsiones que dominan
"sínthoma" que le permitía vivir. Creó de tal modo una pa rej a id ea l (pa- al sujeto, y por ende a partir del goce. 34 A la inversa, el sujeto las utiliza
dre, hijo) en el lu ga r en que le había fa ltado, a causa del abandono de su pa ra masturbarse o, en términos más generales, para su goce sex ual.
padre y de su propio rechazo forclusivo, esa relación fu erte, simbólica y li- ¿Es el goce sexual lo que impulsa a los huma nos a reproducirse? Ésta
bidinal, que concentra en sí la sucesión, la transmi sión, la operación de la es una id ea transmitida por el sentido común. Sin emb argo, una gran obje-
castración y el amor paterno. Verdadera mente tuvo que inventar por sí so- ción se opone a la consideración de las cosas de una manera tan radical: a
lo al hijo como objeto precioso, objeto a del padre. sa ber, que en el caso de una parte de los seres huma nos, los homosexuales,
Esta probl emática existe también en el caso de la hija, como nos lo el goce sexual no los empuja en absoluto haci a el otro sexo. Por consi-
muestra El rey Lea r. Pero el hecho de haber sido el objeto a del padre tie- guiente, en ese caso dicho goce no es tá programa do ni prev isto con fines
ne para una hija implicaciones sensiblemente diferentes, tanto en el pla no reproductivos.
del amor como en el del goce sex ual. Pero quienes son hete rosexual es tampoco iría n hacia el otro sexo sin
f;:i ntasmas que condicionara n su goce y sin un a relación con la castración,
·sencial para que se reconocieran como seres sexua dos. La castración está
LA REPRODUCCIÓN Y EL INCONSCIENTE l' l1 primer plano en el mito sobre el amor qu e Ar istófanes cuenta en el

13anquete de Platón. 35 Fue necesa rio que Dios cortara a los hombres en
La repro ducción surge del inconsci ente corno una pregunta, formulada dos para que despu és pudieran acop larse, cada uno con su mitad. El mito
desde la in fancia y fuente de una búsqu eda epistémica intensa que condu- imp lica el corte (ca stración), a Dios (el agente de la castración) y la noción
ce a la construcción de teorías sexua les infantiles. 31 Para Lacan, el rea l en di.: una pérdida originaria de goce: la edad de oro en que se confundían en
entredicho en "no ha y relación sexual" hace emerger esta pregunta: "¿ Có- 1111 0 con sus mitad es respectivas , no era n sexuado s y no tenían entonces
mo se reproduce el hombre?"3 2 1>t ra preocupación que rivalizar con los dioses. La castración está inscripta
"Para hace rte hablar ", se ría la respuesta misma a llí donde el incons- 1•11 el mito como castigo por su prete nsión, pero es sobre tod o lo que los
ciente existe como discurso . Volvemos a encontrar la tesis lacaniana del la- 1k1 ermina corno sexuados: tienen un sexo desd e que los cortaron en dos.
zo ca usa l33 entre la no relación sexual en cuanto real y la palabra (aquí el 1.. 1 1eoría psicoanalítica lacaniana traduce ese mito lógicamente, escribien-
diálo go), en cuanto simbólico. La construcción de la s teorías sexua les in- do los dos sexos únicam ente con la función fálica, que es la función de la
fantile s es un híbrido de simbólico (de inconsciente) e imaginario referido 1 ,1s1rac ión.
36 Sin ese corte, sin esa función fá lica, no hay form a de orien-
a ese real. La importancia de las escenas primitivas en el psicoaná lisis pro- 1ill'SI.: en la sexuación. O bien la hay, pero al precio de una invención per-
viene de la neces idad de dar un contenido imaginario a ese real que es la i'l'l ll a , corn o en la psicosis. El mito de Aristófanes nos indica que el signi-
ausencia de r elación sexual de los padres. El inconsciente es saber, un sa-
ber articulado por significantes, cuyo concepto se opone radicalmente a to-
\11. S. h eud , "Les théor ies sexuelles infanti les", op. cit. , pág. 19: "Aunque se
1 11 .ivÍl' n de manera grotesca, cada una de ellas contiene, sin embargo, un frag-
31. S. Freud, Trois essais ... , op. cit., pág. 123. 1111 111 0 dl' pura verdad" .
32. J. Lacan, "L'Étourdit", op. cit., pág. 12. \~. l'l :u ó n, Le /J t1 1117111'I , 0 ¡1. ri l ., 190d , pág. 31.
33. Cf supra, capítu lo 1, pág. 42. \(,, ( :(. i11(ro, c:1p í11il o 1v, p.i g. 1 1O.
58 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL LA REPRODUCCIÓN Y LA MUERTE 59

ficante universal del goce sexual, para el ser humano, es el significante del mente notorio en el hombre, cuyo fantasma encubre la relación con el otro
corte, el falo. Sin él, la relación sexual existe {los partenaires se confunden sexo. En el caso de las mujeres, si bien el fantasma desempeña un papel
en uno, están anudados con su mitad, cada cual arrobado/a con su pareja); esencial en su deseo, no determina íntegramente su relación con el otro, que
con el falo (considerado como equiva lente del corte), ya no hay relación conserva una parte de alteridad y enigma irreductibles.
sexual, sino la nostalgia de una satisfacción y la búsqueda del objeto per- Una película, Denise au télé¡Jhone [Denise al teléfono ], 41 presenta pare-
dido. El mito, por consiguiente, artic ul a castración, sexuación y goce se- jas que se forman por teléfono, sin verse jamás. No se encuentran nunca
xual. Según él, sin ese artificio fundamental que es la castración -artificio salvo una, la excepción, compuesta por una mujer inseminada artificia l-
por oposición a la naturaleza, pero con un efecto real- ni siqu iera habría mente, que logra encontrar a "su" donante anónimo de semen y desea ha-
cópula. cer que pase de progenitor a padre, una vez nacido el niño. Ése es el aspec-
En la psicosis, en la que la castración no ha funcionado, la cóp ula y la to "cuento de Navidad" de la película: esta mujer que había querido tener
relación con el otro sexo son a menudo objeto de una elaboración deliran- un hijo sola desea a continuación que tenga un padre, a quien antes cono-
te, cuando no se las evita. Así, la erotomanía, en que una figura del Otro ció por teléfono (dejando a un lado el semen). Pero en el film asistimos a
goza del sujeto, muestra una elaboración delirante del deseo y el amor. un idilio amoroso que se anuda en el teléfono y prosigue en él. El hombre
y la mujer hacen el amor "con" el teléfono y experimentan orgasmos y go-
Lo que nos atrae sexualmente hacia otro ce al escuchar la voz del otro en el aparato, "conectados" uno con otro.
No es indiferente señalar que es la mujer la primera en sentirse molesta
En la neurosis o la perversión, el goce sexual se articula con la castra- por esta situación y quien se cansa de el la . Esta ficción cercana a la reali-
ción,37 pero también se apoya sobre un rasgo de perversión inscripto en el dad moderna sustituye la relación corporal con el partenaire por la rela-
fantasma, que causa el deseo y preside la elección de la pareja. El origen de ción con un objeto parcial, un objeto a, la voz. En ella, el goce sexual se
ese rasgo se encuentra en una fijación libidinal precoz, inductora de la repe- sos tiene del fantasma de cada uno, en ausencia de la cópula: es una rela-
tición. Se trata de algo singular que denominarnos objeto a, cierta mirada , ·ión heterosexual sin eteros, sin Otro, reemplazado por un objeto singula-
una tonalidad de la voz, una sonrisa enigmática, etc., lo que Nabokov lla - riza do, la voz, separada del cuerpo del Otro gracias a un aparato, el telé-
maba "los divinos detalles". 38 El sujeto busca ese detalle en sus compañeros fono .
sexuales. Freud da un ejemp lo célebre de ello en su artículo "Fetichismo'', Es difícil confundir la pulsión del ser hablante vestida por el fantasma
con el caso del "joven que había erigido como condición de fetiche cierto rn n un instinto animal cualquiera ajustado a la reproducción. ¿Qué empu-
brillo en la nariz". Agrega que ese sujeto "podía otorgar a voluntad ese bri- ¡.1 entonces a los humanos a reproducirse? Por el lado de la mujer, el deseo
llo que los demás no podían percibir" .39 Por lo tanto, sin la castración por de un hijo arraigado en el deseo de pene (corno lo mostró Freud), y el pre-
una parte y el objeto a por la otra, ambos inscriptos en un argumento fan- '. i'lltimiento del goce al disponer del niño como de un objeto a (como lo
tasmático propio del sujeto, no habría atracción de un sexo por el otro (o el 1ksracó Lacan). 42 Por el lado del varón, el complejo de castración que or-
mismo) , y ni siquiera relación libidinal con ningún otro. 40 Esto es especial- ilrn:i la idea de sucesión y empuja a los hombres a transmitir su apellido y
1 1 i:1r hijos (lo que por otra parte es compatible con la adopción, corriente

37. De una manera diferente. Freud caracterizó la perversión por un desmen-


tido ( Verleugnung) de la castración en su artículo "Le fétichisme" (1927), en La
Vie sexuelle, op. cit. [traducción castellana: "Fetichismo'', en OC, vol. 21, 1979). 10. Lacan escribió el fantasma como una relación del sujeto con el objeto a:
El neurótico teme la castración, lo que lo obliga a la represión. Por lo tanto, cree f¡ O 11. El rombo o punzón, O, significa una relación compleja: exclusión (uno o el
en ella. 111 111), co njunción (uno y el otro), desvanecimiento, fading del sujeto ante el objeto
38. Cf. V. Nabokov, Littératures 1, traducción de H. Pasquier, París, Fayard, ,, 11 1 1~ 11orancia del objeto por el sujeto. La castración puede situarse del lado del su-
1983 [traducción castell ana: Curso de literatura europea, Barcelona, Ediciones B, ¡1 11 1 11 del lado del objeto, de manera reversible. Cf. J. Lacan, "S ubversion du sujet
1997), a l que se refiere J.-A. Miller en su curso del 1ºde marzo de 1989 de L'O- 11 il1 11 k c1i que du désir. .. ", op. cit., págs. 815-816 y 825.
rientation lacanienne, inédito, que lleva ese título. Cf. "Bons lecteurs et bon s écri · 11 . /\ la que J.-A. Miller se refirió en su curso del 21 de febrero de 1996, "La
vains", en Littératures 1, op. cit., pág. 39, donde Nabokov valoriza, en efccro, la l11i11 • d11 st 11 s", Départern cnt de Psychana lyse, Université de Paris Vil!.
función del detalle. J .1 • .J . I.n ca n, "Deux norl·s sur l'cnfant" (1969), en Omicar? 11º 37, París, Na-

39. S. Freucl, "Le fétichi sme" , op. cit., pág. ·133 . 11111, V\'1:11lO d 1.: 1986, p :ÍI'.,' · 1J - 1'l .
60 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL LA REPRODUCCIÓN Y LA MUERTE 61

en la antigüedad romana). Sin esas razones muy poco naturales, el domi- cuerpo, la vida, la muerte y la reproducción. Busca en el biólogo Weis-
nio actual de los medios de contracepción dejaría a la naturaleza muy po- mann, que luego de Go::tte teorizó la diferencia soma-germen, la idea de
cas posibilidades de propagación de la especie humana. El deseo de un hijo que la vida entraíia en sí misma la muerte. El cuerpo, soma, es lo que mue-
es "desnatura lizado" por la función fálica. Y el goce sexual, aun cuando re, mientras que sus células reproductivas, el germen, inmortales, están
empuje hacia otro cuerpo, sólo lo hace por med io de un fantasma. destinadas a sobrevivirle. En realidad, Weismann no dice lo que Freud
busca: hace de la muerte una adquisición tardía de la vida y no una nece-
sidad fundada en la esencia misma de ésta. Según Weismann, en efecto, la
EL SUJETO Y LA MUERTE vida sería un lujo inútil, una vez asegurada la supervivencia de la especie.
Por consiguiente, Freud se ve obligado a renunciar al apoyo científico de la
Que el sujeto se sepa mortal no tiene nada de evidente. Para Freud, el biología y a fabricar una especie de mito, la pulsión de muerte. Y para ex-
deseo inconsciente es indestructible 43 y no conoce la muerte. En cuanto a plica rla apela a Aristófanes y el mito. 49 De modo que la pulsión de muerte
la angustia de muerte, la reduce a la angustia de castración. 44 ya no tiene para él ningún carácter natural. No es posible interpretarla co-
Pero el punto esencial para la historia del psicoanálisis y la clínica fue mo una tendencia a retornar a la muerte orgánica.
la introducción de la pulsión de muerte en "Más allá del principio de pla-
cer", de 1920. Freud partía de un problema clínico y una crisis del psicoa- fü punto supremo del goce
nálisis: los síntomas se resistían a la interpretación analítica y los análisis
se alargaban. Freud advertía que ciertos fenómenos clínicos no obedecían Lacan no dejó de releer ese texto enigmático. Muchos posfreudianos se
al principio de placer, que es un principio de homeostasis: el fort-da 45 del 11cga ron a admitir la pulsión de muerte. Melanie Klein, al contrario, mos-
niño de dieciocho meses, triste por la partida de su madre y que juega a re- 1ró su incidencia precoz, particularmente en la clínica del niño.
novar el dolor de la separación; la neurosis traumática del accidentado o el El Seminario 2 de La can es una relectura de "Más allá del principio de
soldado, en la que el trauma se repite en un sueño y objeta la teoría de éste ph ce r". En él, Lacan id entifica el principio de placer,50 el yo y la libido
corno una realización de deseo; por último, la Wiederholungszwang, la ro n lo imaginario, mientras que hace del más allá del principio de placer
compulsión de repetición en la neurosis de fracaso . Freud también había 1111 más allá de lo imaginario que sería el orden simbólico. La Wiederho-
comprobado que, en la cura analítica, el sujeto repite en la transferencia lo f1111gszwang, retraducida como " insistencia repetitiva" o "insistencia signi-
que no logra rememorar. Ahora bien, lo que el sujeto repite de tal modo l1 c:1tiva" ,51 manifiesta la insistencia de lo simbólico y de la cadena signifi-
no son acontecimientos agradables sino "experiencias del pasado que no ' .111t c, que es también la insistencia del deseo como falta pura, deseo de
entrañan pos ibilidad alguna de placer". 46 El sujeto conmemora el fracaso 11 ,1da, que nunca es deseo de un objeto. 52 La pulsión de muerte es la mani-
doloroso de sus a·spiraciones sexuales infantiles. ln: la ción del orden simbólico que gobierna al sujeto. Así, Lacan puede de-
Freud procura dar cuenta de esos fenómenos clínicos introduciendo al- ' 1r que la muerte está debajo de la vida,53 no corno naturaleza o programa
go radicalmente distinto de la libido y el principio de placer: la pulsión de ¡\1· 11( 1ico eventual, sino como símbolo insistente en el deseo. La pulsión de
muerte . Con ella plantea que "la meta de toda vida sería la muerte" 47 o
que "el principio de placer está al servicio de las pulsiones de muerte". 4 8
Ahora bien, su ambición es ante todo justificar biológicamente la pulsión 19. !bid., pág. 106.
de muerte. Se refiere a los debates de los biólogos contemporáneos sobre el rn. J. Laca n, Le Séminaire. Livre 11. Le moi dans la théorie de Freud et dans la
l11 l111ir¡11e de la psychanalyse (1954-1955), París, Seuil, 1978, pág. 375: "Aquí de-

' 11ilim;:1111os en el orden simbólico, que no es el orden libidinal en que se inscriben


1 111111 l'i yo como todas las pulsiones. Aquel orden tiende más allá del principio de
43. S. Freud, L'Interprétation des réves (1900), París, PUF, 1971, pág. 527 ltT:l· ¡d 111·1, fuera de los límites de la vida, y por eso Freud lo identifica con el instinto
ducción castellana: La interpretación de los sueíios, en OC, vols. 4 y 5, 1979·¡. il1 11111t·n c" !tra ducción castellana: El Seminario de jacques Lacan. Libro 2. E_l yo
44. S. Freud, Inhibitioll, symptóme .. ., op. cit., pág. 53. 11 f,1 t1 •uría de Freud y en la técnica psicoanalítica. 1954-1955, Buenos Aires, Pai-
45 . S. Freud, "Au-dela du principe de plaisir", op. cit., págs. 51-57. 111 ~ , l 1>8 l ].
1 1 l/Jid., póg. 24 l.
1
46. !bid., pág. 60.
4 7. !bid., pág. 82. '11 lf1id., p::íg. 263.
4 8. lbid., pág. ] ] 4. •; 1 Jflirl.' 11:íg. 2 7 1.
62 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL LA REPRODUCCIÓN Y LA MUERTE 63

muerte se revela en su esencia como deseo del sujeto, su verdad última. Es to fallido, 59 esto es, la expresión de un deseo reprimido, el suicidio sería
lo que ilustra la lectura de Edipo en Colono: 54 el me phynai, "mejor no un acto fallido ... exitoso, pues en él la muerte se asumiría como un acto.
nacer", sería una palabra plena que enuncia la verdad asumida por el suje- Lo cual no le impediría ser sintomático, porque la verdadera apuesta de su
to, de la muerte que lo habita, efecto del lenguaje. relación con la muerte y el amo en general· se le escapa. Así, Lacan pudo
En La ética del psicoanálisis 55 se retoma ese comentario, con una refe- decir, curiosamente, que la muerte dd hombre de las ratas en la guerra era
rencia a Heidegger: al final del análisis, el sujeto debe asumir su "ser para una conclusión sintomática de su análisis con Freud,60 en la medida en que
la muerte". Se aprehende entonces como un ser ya muerto, por ser sujeto su relación con la muerte y la mujer no se había dilucidado por completo.
del lenguaje. Esta lectura es contemporánea de la de un sueño freudiano, Pero, por otra parte, como lo enuncia en 1964 "la dialéctica de la alie-
"él no sabía que él estaba muerto", 5 6 como verdad que sostiene al sujeto nación y la separación", 61 el sujeto puede proponerse a sí mismo como
de la enunciación. ofrenda, como un objeto, frente al vacío del deseo del Otro, a fin de poner
En ese momento de la enseñanza de Lacan (1960) aparece algo hetero- a prueba su valor en este Otro en un "¿puede perderme?". Si ese objeto
géneo en el registro de lo simbólico: la cosa, das Ding. Ésta es real: lo que puede ser su propia vida -y muchos pasajes al acto son respuestas a esta
el sujeto vela mediante el fantasma, como insoportable. El cadáver de Edi- pregunta-, el sujeto también puede sustituir este lugar por otros objetos a,
po en Colono, que es la apuesta de la obra de Sófocles, porque su posesión ap uestas de su existencia misma. 62 Así, la muerte se presenta mediante su
garantizará la paz al reino que le dé refugio, es a la vez precioso e insoste- ca ra de significante de lenguaje, "insistencia significativa", muerte en la vi-
nible para la mirada del rey; por otra parte, un Dios se lo lleva en una es- da, pero también por un medio más opaco, real anudado a lo simbólico
pecie de nube. Ese cadáver es una de las encarnaciones de la cosa que, en pero imposible de subsumir exclusivamente en el significante. La pulsión
los seminarios siguientes, será precisada mediante la invención lacaniana de muerte ya no puede, entonces, identificarse con la instancia de lo sim-
del objeto a. bólico en el sujeto: hay que introducir el concepto del goce como real y el
Por una parte, el sujeto puede hacer de la muerte un significante amo 57 objeto a como parte de ese goce convertido en objeto en el fantasma y en
de su vida, como lo vernos en la neurosis obsesiva. Tal corno dice Freud de lo que está en juego en la vida del sujeto. Lacan ilustró este aspecto del ob-
su "hombre de las ratas", 58 éste recurre a la muerte (del otro) para resol- jeto a con la puesta, la postura de la vida terrestre y libertina que se arroja
ver cualquier situación en que la duda lo oprime, es decir, constantemente. sobre la mesa de juego en el célebre "os habéis embarcado" de la Apuesta
El obsesivo vive en la espera de la muerte de los otros, por ejemplo la del de Pascal. 63 En ella, Pascal propone jugar esa "nada" que es la vida redu-
padre, o la del amo que, por otra parte, puede ser su Dama, sin darse <:ida a no ser más que un "bien finito", un objeto a que podríamos aventu-
cuenta de que en esa misma espera está embalsamado, petrificado, ya 1·:1r contra "una infinidad de vida infinitamente dichosa por ganar". Se ad-
muerto. Si para el obsesivo la muerte puede aparecer entonces como un ac- vierte la finitud del objeto a, parte preciosa de goce pero "nada" con
res pecto a lo que sería el goce ilimitado, infinito, eterno.
En su elaboración ulterior del concepto de goce, en la década de 1970,
54. !bid., capítulo xv1 11, "Le désir, la vie et la mort'', pág. 259.
55 . J. Lacan, Le Séminaire. Livre VII ... , op. cit., págs. 357 y 368.
56. J. Lacan, "Subversion du sujet et dialectique du désir. .. ", op. cit., pág. 802. 59. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XXII ••• , op. cit., Ornicar? nº 4, clase del 18 de
57. El significante amo es un significante dominante. Los eslóganes de la moda, lc·hrcro de 1975, pág. 106.
de la publicidad, de la política, son significantes amo. "Libertad, igualdad, frater- SO. J. Lacan, "La direction de la cure ... ", op. cit., pág. 598.
nidad" son significantes amo de la democracia en Francia. Hay distintos usos posi - í l. Cf. J. Lacan, "Position de l'inconscient" (1964), en Écrits, op. cit., págs.
bles del significante amo. Si el sujeto se identifica con él, éste coincide con el "ras- H-1() y 842 [traducción castellana: "Posición del inconsciente", en Escritos 2], y Le
go unario" de la identificación freudiana (cf infra, capítulo 111, pág. 81). Inscribirse S1•111i11aire. Livre XI. .. , op. cit., pág. 185 sq.
bajo un significante amo significa someterse a él, aceptar que nos representa. Se í2. Cf. el hijo como apuesta de la existencia de la madre, J. Lacan, "Deux no-
trata, en general, de una operación inconsciente. La constitución de las multitudes 11•.•: ~ 11r l'c nfant'', op. cit.
se apoya en la introducción en común de significantes amo en el lugar de ideal. El ·) ~- Cf B. Pascal, CEuvres completes, París, Gallimard, 1954, pág. 1212 [traduc-
sujeto histérico tiene dificultades para soportar el sometimiento a los si g nifi ca nrc ~ ' 11u1 c:1sn.: llana: Pensamientos, Buenos Aires, Orbis, 1984, pensamiento nº 451]. Cf.
amo. Los rechaza, se opone a ellos. 1, 1111h1l' l1 J. Lacan, Le Séminaire. Livre xv1. D'un Autre a l'autre (1968-1969), inédi-
58. S. Freud, "Remarques sur un cas de névrose obsessionncllc ... ", op. cit., 111, ' l n~cs del 8 y 15 de enero de 1969, y G. More!, "Le pari et les partis", en La
pág. 253. 1 1·1111· 1111•11s11elle nº 70, l':irís, (~co le de la Cause freudienne, junio de 1988.
64 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL LA REPRODUCCIÓN Y LA MUERTE 65
Lacan vuelve a insistir en la lectura de la pulsión de muerte freudiana co- supremo del goce, plus de gozar incompara ble con respecto al acto sexual.
mo un punto "supremo del goce de la vida", 64 que hay qu e correlacionar Podernos señalar que el ascenso de ese erotismo perverso y mórbido es co-
con el obj eto a. La pulsión de muerte no debe considerarse como una ten- rrelativo, en esta magnífica novela , de la caída de los ideales antiguos y
denci a a retorna r a la muerte como si fuera a lgo natural. No hay que con- tradicionales en beneficio de un orden caricaturesco y obsceno: el fantas-
fundir la no vida de lo in animado y la muerte en cuestión en la pulsión de ma realizado mitiga la inconsistencia del Estado .69
muerte, que es un complemento puesto en juego en un fantas rna ,65 un plus Ese lazo trastornado con lo que sería un goce natural, esa perturbación
de goce con respecto al goce fálico. Lacan lo ba uti zó "plus de goza r", de fundamental, son interrogados por el psicoanálisis. En ellos, la muerte es
acuerdo con el modelo de la plusvalía de M arx66 y siguió escribiéndolo co- una ap uesta de goce.
rno obj eto a en el fantasma. Podemos ejemplificarlo con un apó logo kan-
tiano. 67 Kant pregunta si alguien renunciaría o no a satisfacer su pasión El entre-dos discursos de la medicina y el psicoanálisis
por el objeto amado, sabiendo qu e, si la sa tisface, a la salida se le promete
la horca. Si para él la respuesta afirmativa es indudable, Lacan considera, La re lación del sujeto con la pulsión de muerte está en primer plano en
al contrario, que algunos irían a unirse con el objeto de su pasión, sobre el campo psicoanalítico de la sexualidad. Se trata, en cambio, de una di-
todo por ese "plus" definitivo. mensión radicalmente ignorada por la ciencia, porque está al margen de su
Se puede evocar igualmente una novela de Taeko Kono, Ca nte cruel campo. Ese desfasaje entre los dos discursos se aprehende cotidianamente
d'un chasseur devenu proie. 68 La autora, una japonesa que vivió la guerra en la práctica del psicoanalista, enfrentado a los efectos del discurso de la
y la co la boración del Japón con el nazismo, presenta a una pareja. Los dos medicina considerada corno una técnica científica. Para la medicina, cuya
jóvenes esposos ven cómo se hunden todos los idea les de su infancia y se función es curar, la pulsión de muerte está al margen del discurso. Sin em-
instaura n las grotesca s prescripciones de denuncia y co la boracionismo del bargo, esa pulsión puede representar un obstáculo al deseo de sanar del
nazismo. Mal que bien, procuran sostener los valores familiares del Japón sujeto, del que el psicoanálisis nos enseña a dudar. Es posible, incluso, que
tradici o na l (el sistema de transmisión de los bi enes mediante la adopción la medicina se erija en cómplice ciego de la pulsión de muerte que habita a
del yerno por parte de la familia de la esposa, por ejemplo) , así corno la 1111 sujeto. Este desfasaje entre el di scurso de la ciencia y el del psicoanáli-
ética profes ional de la medicina. Al mismo tiempo se introduce un curioso .•1 is, que es de estructura, plantea cierta cantidad de problemas éticos al psi-
argumento. El fantasma del hombre es que una mujer amada le dé muerte. rn:i nalista. En efecto, lo que aparece en el campo de la sex ualidad asedia-
Es lo que veremos acercarse poco a poco y luego realizarse, sin que nunca do por la pulsión de muerte es la importancia de las elecciones de goce de
se d iga nada entre ell os, como no sea por a lusi ones. La esposa consentirá 1111 sujeto, el ecciones que el psicoanálisis no siempre puede modificar. En
en eri girse en agente de las prácticas masoquista s con que sueña el hombre º
1·s1c punto, el sujeto mismo es rea l, "respuesta de lo real". 7 Me gustaría
y, de tal modo, se insta lará como verdugo en el lugar del objeto a del fan- il11 strar este aspecto con dos breves ejemplos en lo.s cuales vemos al sujeto
tasma de su marido. La muerte que ella le concederá es en verdad el punto des li zarse en el entre-dos de los discursos de la ciencia y el psicoanálisis,
l11'l1Sca mente atrapado por algo opaco en que se reconoce la pulsión de
11111crte, y preferir un goce ciego y mortífero al trabajo del inconsciente. En
64. J. Lacan, Le Sém inaire. Livre XVIII . D'un discours qui ne serait pas du sem- t 111 bos casos, la posibilidad de la cura analítica fracasó a ca usa de las elec-
blant (1970-1971), inéd ito, clase del 13 de enero de 1971. 1 1un cs de goce del sujeto, que el psicoanálisis debe respetar. En ambos, se
65 . Para una definición del fantasma, véase pág. 58 sq. y en especial la nota 11.11:1 de mujeres jóvenes que desean un hijo a cualquier precio, y aparente-
40, pág. 59.
1111•111 c dóci les a un discurso médico que les propone suplir las fallas de la
66. Cf J. Lacan, "Radiophonie'', op. cit., págs. 67 y 99. Cf. supra, capítulo 1, 1111l11 r ~il cza.
pág. 40 y nota 35.
67. Cf J. La ca n, Le Séminaire. Livre XXI. .. , op. cit., cla se del 19 de marzo ele
1974, y Le Séminaire. Livre VII. . . , op. cit., pág. 131. Se trata del comentario de E.
Kant, Critique de la raison pure pratique (1788), París, PUF, 1943, libro 1, capítul o
1
1, pág. 30 [traducción castellana: Crítica de la razón práctica , Buenos Aires, Los::i l1 J . Slnvo j Z ifo k estudió extensamente este punto en sus obras. Cf Tarrying
da, 1977]. ,.,,¡, t/11· Negative: Kant, TTegel and the Critique of Ideology, Durham, Duke Uni-
68. T. Kono, Cante cruel d'un chasseur devenu proie, trad ucción ele R.-M. 1 1~ 11 y l'rTss, 1993, y S11lmcrsio11s du sujet, Rennes, PUR, 1999.
M::ikin o- F::iyo ll c, París, Scu il , 1997. IJ, J. l.tH.::111, " l, ' J~: 1011rdil ", 0/1. rit ., pág. 15.
EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL LA REPRODUCCIÓN Y LA MUERTE 67
66

Primer ejemplo: el hijo intercambiable El sujeto toma solo su decisión, aquí "trazar una raya" sin querer saber
nada más.
Esta joven mujer se dirigió a mí impulsada por el azar de las páginas
amarillas del anuario Bottin, sección "psicoanálisis". La vi una sola vez. Segundo ejemplo: una repetición inexorable
Un año y medio antes, había perdido a su primer bebé, de cuatro meses,
por muerte súbita. En estado de conmoción cuando en el hospital le anun- Con el fin de tener hijos, la medicina era indispensable para esta segun-
ciaron la muerte del niño, se dijo de inmediato: "tendremos otro". Esa no- da joven muj er. Pero ella la utilizó sin saberlo para satisfacer salvajemente
che misma volvió a menstruar, corno si lo real respond iera a su deseo. una pulsión. Ésta se ajustaba a una repetición que, sin embargo, se dejaba
Ahora bien, sucedió lo contrario: a partir de ese momento dejó de ovular ver desde siempre en su vida. Su aná lisis quedó interrumpido a causa de
y un tiempo después los médicos dictaminaron que era estéril. Éstos inten- ese acting-out.
taron distintas terapéuticas y estimulaciones y luego, tras comprobar que La repetición es la del encuentro mórbido con un "pedazo de carne"
todo era biológicamente normal, dijeron que no podían hacer nada más con el cual el sujeto se identificó de manera alienante a causa de las cir-
por ella y le aconsejaron que hablara con un analista; de allí su llamado. cunstancias mórbidas de su propio nacimiento.
En esa única entrevista, surgió que ella había querido "trazar una ra- Cierta cantidad de recuerdos puestos en serie muestran que está ator-
ya'', según su expresión. Decidió de inmediato reemplazar al niño muerto. mentada por su propia equivalencia con ese "pedazo de carne" y que ya
Vuelta a su casa, tiró las cosas del bebé, borró todas las huellas de su exis- ha hecho unos cuantos actos que presentifican esa equivalencia alienante.
tencia y se comprometió a no hablar de él para, dijo, "reprimir su pena". Empieza un análisis a causa de inhibiciones profesionales que se han
Sin embargo, en relación con un lapsus, se reveló una problemática edípi- tra nsformado en un estorbo y porque a menudo se siente angustiada . Muy
ca. "Era el hijo [fils] -me dijo (en vez del nieto [petit-fils])- que le había pronto, el análisis, bastante productivo, alivia una serie de síntomas. Al
dado a mi padre." Me explicó que éste só lo había tenido dos hijas y que sentirse mejor, decide tener un hijo, aunque se le advierte que será un em-
habría querido un varón. Ella era la menor, mostraba una serie de identi- bara zo de alto riesgo. En ese comienzo de cura reconstruye, con la ayuda
ficaciones viri les en la manera en que hablaba del marido y consideraba de fantasmas infantiles, su posición edípica, que la muestra identificada
que el bebé muerto era el hijo que había ofrecido a su padre. Lo que se .· on el padre en contra de la madre. Ésta es el blanco de un reproche vio-
desprendió de esta entrevista fue por lo tanto el valor extraordinariamente len to; la paciente siente que fue un objeto no deseable para ella, siempre
significante y fá lico de ese niño; podría decirse que era el falo ofrecido por " -orno una niña que se hubiera hecho caca en la bombacha". Con fre-
ella a su padre, con una inversión con respecto a la norma freudiana, se- 111encia tiene una pesadilla en la que se cae un frasco de perfume, caída
gún la cual es la hija la que espera el falo del padre. Reducido a un signifi- 11 11 gustiante que ella no puede impedir.
cante, el niño era debido a ello intercambiable: un falo vale lo mismo que En esa coyuntura, queda embarazada. Establece una relación muy es -
l 1'1·cha con su ginecó loga, que la operó para que su embarazo fuese posi-
otro.
Lo puesto fuera de juego, y que por eso resurgió con mayor fuerza, pe- hk. Por desdicha, tras algunos meses se produce un aborto natural, en un
ro como si el sujeto lo rechazara, era el valor de objeto a del niño. La jo- 111 .1reo catastrófico. La paciente olvidó tornar los medicamentos que le ha-
ven negó a ese ser cualquier valor singular, negó su pérdida y, por consi- 111. 111 recetado y se agotó en lugar de descansar acostada corno estaba pre-
guiente, no pudo hacer el duelo, por cierto difícil. Puede plantearse la v1•; 1o . .Rompe la bolsa sin notarlo y espera mucho antes de ir al hospital.
hipótesis, que por desdicha no tuvimos la oportunidad de verificar, de que Alli , su ginecóloga le anuncia el aborto natural y le dice que debe expulsar
ese rechazo del trabajo de duelo de un hijo particularizado en su deseo tu- 11 l1·to . La paciente, entonces, exige impulsivamente verlo en la pantalla
vo un efecto somático. di'! rcógrafo. Aunque reticente, la ginecóloga cede ante la insistencia de la
Pero la negativa a asumir la pérdida es también lo que puede impedirle ¡;1v1· 11 . En la pantalla, la paciente ve moverse al feto y, con un grito desga-
entrar en el discurso analítico. Cuando la invito a volver a hablar conmi- 11.idnr, di ce que es ella quien lo va a matar al expulsarlo. Tras esos acon-
go, me pregunta: "¿Cuá nto tiempo cree que voy a tardar en quedar emba - 1 1 ~ 11 11\ il· n tos, decide no retomar su análisis. "Se rompió el encanto", me di-
razada?" . Lógica de la rentabilidad fálica inmediata, que rechaza el tra ba- '' " Vi en la p a ntalla lo que yo era y lo que está en juego en mi misma
jo del inconsciente. i 1"1rnci;1, mi nac imi ento. Ya no tengo nada que aprender en un análisis."
En un caso semejante, vemos que el hecho de qu e el médico la derive al 11,11 1·stc c:iso, el suj eto no só lo utilizó la técnica médica para curarse, si-
anali sta no impli ca , sin embargo, qu e el in consc iente se ponga a tr :i ba j;1r. 111·1 1.111 dii (· 11 p:i r:i Sil 1is fo en 1111:1 pu lsió n escó pica acoplada a la pulsión de
EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL
LA REPRODUCCIÓN Y LA MUERTE 69
68
muerte. En un nuevo acto de una repetición procedente del deseo de su temía la muerte -cosa que se confirmaría a posteriori-, pero sufría, dire-
madre y que se remontaba a antes de su nacimiento, necesitaba "ver" otra mos, angustias de "segunda muerte'', 71 es decir, la idea de que iba a desa-
vez el objeto que ella era en el deseo del Otro, ese pedazo de carne, en lu- parecer sin dejar huellas, a menos que tuviera hijos o demostrara su genio.
gar de despegarse de él y saber ser .otra cosa gracias a la elaboración del El tema del trabajo resultó estar ligado al de la muerte por una pequeña
frase anodina: "Trabajar es perder la vida". Yo le contesté: "¡Qué difícil
inconsciente en el análisis.
Estos dos casos ponen de manifiesto el hiato entre el discurso de la me- es ganarse la vida si se piensa así!". En realidad, la pequeña frase podría
dicina y el del psicoanálisis, con la dimensión trágica de ese entre-dos en haber sido la metáfora de su síntoma: adherir a ella podía explicar que la
que puede desencadenarse la pulsión de muerte y fracasar el deseo del psi- búsqueda de trabajo estuviera acompañada por esos sentimientos de mor-
tificación. Pero, ¿era tomada demasiado al pie de la letra, aprisionando su
coanalista por la pasión de lo real.
Hay otros casos, en cambio, en que gracias al consentimiento íntimo o ser mismo, para ser una metáfora?
inconsciente del sujeto, la cura analítica tiene cierta eficacia frente a la pul- Los sentimientos de muerte se mitigaron con nuestras entrevistas, mien-
sión de muerte y puede desanudar síntomas histéricos invalidantes; ayuda tras ella me contaba su historia. Era una sucesión de accidentes: a los tres
a sujetos orgánicamente enfermos a aceptar curarse; pone obstáculos ·ª las años una pelota la golpeó en la mandíbula, a lo cual volveremos; a los
operaciones mutiladoras en casos de transexualismo o psicosis, por obra cuatro, se rompió el brazo en la cama matrimonial mientras jugaba con el
de la transferencia y el trabajo analítico que permite. Terminaré este capí- padre; a los cinco, se quemó con el horno, etc. Además, se había cortado
tulo con un tercer fragmento de caso en el que una operación de cirugía el tendón de una mano abriendo ostras, había sufrido dos operaciones fa-
estética, que era visiblemente un acting-out, pudo evitarse o al menos dife- llidas y decía no tener ningún miedo a la cirugía. Esa indiferencia, que no
parecía una denegación, contrastaba con sus momentos de muerte' subjeti-
rirse gracias a entrevistas con la analista.
va, alarmantes porque -aunque más escasos desde el inicio de las sesiones-
se mantenían, erráticos, como momentos de ausencia de los que después
Tercer ejemplo: "Soy un pescado"
ell a no podía decir nada, salvo que existían. Ahora bien, la pérdida del
El psicoanálisis nos obliga a prestar atención a lo que dice el sujeto de sentimiento de la vida, 72 aun momentánea, y sobre todo cuando tiene ese
su cuerpo, porque a través de ello nos habla de su relación con el goce. A ·arácter discontinuo y aparentemente sin motivo, es siempre inquietante,
veces, al escuchar frases furtivas, se puede entrever un indicio de psicosis porque puede ser el signo de una forclusión 73 de la significación fálica y
en un sujeto aparentemente "normal". Es cierto que serán necesarias otras por lo tanto de una psicosis no desencadenada.
pruebas. Pero de ese modo la prudencia del analista queda sobre aviso. En su historia se destacaba un dato: a los seis años, el pediatra habría
Una joven me dijo abruptamente al entrar por primera vez a mi consul-
torio: "Soy un pescado". Se trata de una expresión utilizada por losado-
lescentes para designar a alguien muy feo, similar a "escuerzo", que es 71. J. Lacan, Le Séminaire. Livre VII ... , op. cit., capítu lo XVI, pág. 243.
otra expresión' Al final de la entrevista pude saber que ya había pedido 72. J. Lacan, "D'une question préliminaire ... ", op. cit., pág. 558.
hora con un cirujano para rehacerse la nariz y la boca. No venía a verme 73. Cf. supra, nota 13 de este mismo capítulo. La forclusión es la trad ucción
por eso, sino a causa de su relación con la muerte. No debe excluirse que q11r hace Lacan del término freud iano de Verwerfung, que designa un rechazo más
1.id ic<d que la represión, ya que es irreversible. La forclus ión de la significac ió n fá-
mi apellido haya orientado su elección cuando buscaba un psicoanalista en
ln .1 es correlativa de la forclus ión o el rechazo del Nombre-del-Padre, que define la
el anuario. H
11 ~ 1 rns i s en el sentido lacaniano del término. La significación fálica, en efecto, es la
Acudía a un analista porque no conseguía trabajar. Sus títulos no eran l1', 11iíicac ión producida por el Nombre-del-Padre en el inconsciente del neurótico,
apreciados en su justo valor en el mercado laboral y ella no quería rebajar- 1111 110 co nsecuencia de la "metáfora paterna", que es una reescritura que Laca n ha-
se a aceptar un empleo por debajo de su calificación. La entrevista, sin em- '• ' d !' I l·: dipo en 1958. La metáfora paterna sustituye el deseo-de-la-madre por el
bargo, derivó rápidamente hacia las ideas mortíferas que la asaltaban: no 1J11 1nhrc-del-Padre. El primero se caracteriza por el capricho ma terno que da y reti-
1i1 111 hi1 rnriamente su amor y los objetos que lo simbolizan. Su sustitución por el
tJ11 111hre-del -Padre impide que el niño sea el objeto pasivo de ese capricho. La pro-
* Los términos originales son, respectivamente, thon, atún, y boudin, morcilln l1il11í 1(> 11 del incesto y la existencia de la ley paterna reemplazan la arbitrariedad
111 111 •111 :1. El Nombrc-ckl -Prid re y la significación fálica dominan el inconsciente del
(n. del t.).
* * F.I so nido de More/ presenta cierta se mej anza con mortel, mortnl (n. dl'i t.) . 111 111 111 11.·o .
70 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL LA REPRODUCCIÓN Y LA MUERTE 71

dicho a la madre, que la mimaba demasiado, que la dejara un poco en paz. Es sabido que la psicosis puede sustentarse en tales soluciones asintóti-
La madre, entonces, la habría "soltado" definitivamente y había encontra- cas, y ésta puede considerarse como el esbozo de una modalidad de "em-
do un trabajo. Desde entonces, su padre se ocupaba de ella. El trabajo, por puje-a-la-mujer". 75 Esta feminización, a veces forzada en la psicosis, nos
consiguiente, estaba asociado a la pérdida, no de la vida, sino de la madre; lleva ahora a examinar en qué puede consistir la sexuación para el psicoa-
en todo caso, se articul aba como un abandono definitivo. nálisis.
A partir de ese momento, la madre siempre le había repetido que era
fea, lo contrario de ella. La niña "sabía" por su madre que se había vuelto
fea de la noche a la mañana, a los tres años, cuando un chico del jardín de
infantes le dio una "patada" en la cara. Una lógica irrefutable la empuja -
ba a rehacerse el rostro como "habría debido ser" sin ese puntapié. Con
esa operación, que no le daba más miedo que las otras, no sólo sería linda
sino que, sobre todo, sería amada por un varón. Esa puesta en continuidad
del discurso de su madre y una intervención real sobre el cuerpo, sin gran
desplazamiento y con meras inversiones significantes: (varón-golpe en la
cara-fea) transformada en (operación en la cara-bella-varón), unida a la
convicción del sujeto sobre la eficacia del remedio, podía indicar una au-
sencia de represión. Por otra parte, la castración, lejos de estar inscripta
simbólicamente en el inconsciente, sólo aparecía aquí representada imagi-
nariamente por el puntap ié. Lo notable era que ella nunca había puesto en
duda que ese accidente fuera la causa de su supuesta fealdad. Por lo tanto,
adhería sin mediación al discurso materno . Yo había tenido la misma im-
presión con su manera de tomar al pie de la letra la frase "trabajar es per-
der la vida". Del mismo modo, decía sobre la marcha: "Mi madre no me
puede ver" y "quiero cambiar de cara porque no puedo verme en el espe-
jo". Prisionera del discurso materno, era literalmente hablada por su ma -
dre, en cuyos ojos se miraba, y esto, con la lógica que antes mencionamos,
la llevaba directamente a operarse.
Como había concertado una consulta con el cirujano, le pedí que le ha-
blara de ese puntapié fatal. Radiografías en mano, el cirujano le dijo que
las particularidades de su perfil eran congénitas y que ese accidente a los
tres años no había tenido ninguna influencia.
Esto no hizo mella en absoluto en su convicción de que un "cambio de
cara" resolvería su problema con el otro sexo al volverla femenina, convic-
ción74 que, unida a los otros rasgos que señalamos, nos parece psicótica.
Sin embargo, con sus palabras el cirujano hacía caer en falta el discurso de
la madre, lo cual hizo que ella encontrara una solución diferida: sólo se
operaría después de resolver su problema de trabajo y sanar de sus senti- 75 . J. Lacan, "L'Étourdit'', op. cit., pág. 22, e infra, capítulos VIII y IX. Se trata
mientos de muerte mediante el análisis, cosa que, con seguridad, llevaría il1 p1í de la aspiración a una femineidad perfecta e ideal, que exige sin embargo una
tiempo ... 111111 il ::i ció n o "castración real" del cuerpo. Esta exigencia ilimitada de una "libra
d1• ~·:1 rn e " es una consecuencia de la forclusión de la significación fálica. Lacan to-
11 1.i l:i ex presió n "libra de carne" de El mercader de Venecia, de Shakespeare, para
il1•"g 11 :l r la pu esta en :i cto, en la realidad, de la castración o de una operación sim-
74. Se advierte el mi smo fenóm eno en los tr ansex ua les, el mi smo tipo d e co n- luil it.l fo rcluid ::i. C(. .J . l,:1¡;:111 , Le Séminaire. Livre x. La angoisse (1962-1963), iné-
vi cción de un "e rror de l::i nat:ural cz:i". il1 10 , d n~ c del 2.1 d!' « 11 ¡·1 o d1· 196:1.
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III

SEXUACIÓN: EL PENSAMIENTO CLASIFICADOR


NO AGOTA LA CUESTIÓN

Para algunos psiquiatras, aunque sean psicoanalistas, el concepto del se-


xo sigue ligado al de la reproducción. En su libro Sex and Gender, 1 Stoller
describe una serie de casos de transexualismo o intersexuación cromosómi-
ca, con sus referenci as familiares, siempre preciosas para el psicoanalista.
Aunque sensib le a la dimensión del lenguaj e, define así la sexualidad: "Su
función es directamente el prototipo de un comportamiento procreador (o
de un sustituto de ese comportamiento), cuando culmina en él o lo acompa-
ña". Y agrega: "Sabemos que la reproducción es la meta esencial subyacen-
te del comportamiento sexua l" .2 Stoller se sitúa, por lo tanto, en la perspec-
tiva de un modelo biológico. Lo confirma su enfoque de la diferencia
sexual: "Así, al margen de algunas excepciones, existen dos sexos: uno ma-
cho y el otro hembra". Estos están determinados por una serie de caracte-
rísticas: órganos genita les externos e internos, gónadas, hormonas y carac-
teres sexuales secundarios, así como los cromosomas y el genotipo. Las
''excepciones" de las que habla Stoller son los individuos "mezclados" des-
de el punto de vista cromosómico u hormonal, a quienes se denomina inter-
scx uados. Para este autor, el sexo biológico se divide en dos clases identifi- ·
l':1bl es por atributos opuestos o rasgos distintivos. Entre las dos clases
q11 cda, sin embargo, una zona de incertidumbre que se reduce sin cesar gra-
1 i:i s a los progresos de la ciencia y las definiciones genéticas del sexo. Con
rn d;i nuevo descubrimiento, esta zona intermedia que engloba los casos de
1111 crsex ualidad se reduce, y es de suponer que terminará por desaparecer.

1. R. J. Stolkr, l~ech e rch es sur l'identité sexuelle (traducción francesa de Sex


•lltt! ( :e11der) , o p. cit .
. J/1itl., p:íg.
SEXUACIÓN: EL PENSAMIENTO CLASIFICADOR 77
76 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS

CRÍTICA DEL GÉNERO Stoller escuchó a muchos sujetos transexuales que tienen, en efecto, la
convicción de pertenecer a un sexo que no es su sexo anatómico. Denun-
La lógica subyacente a la clasificación científica del sexo es la de la cla- cian por lo tanto un "error de la naturaleza" y recurren a la cirugía para
se y el atributo, que se remonta a Aristóteles: si un individuo tiene tal atri- corregirlo en su cuerpo.
buto, por ejemplo un pene, estará en la clase de los machos; si no lo tiene, Ahora bien, en la clínica psicoanalítica de los neuróticos es extremada-
estará en la clase de las hembras. Pero si pertenece a esta última clase, cabe mente raro ver a un su jeto proclamar una certeza semejante en cuanto a su
esperar que tenga una vagina o un útero; si .n o es así, se hará una investi- sexo. El su jeto se pregunta: "¿Soy una verdadera mujer?", "¿no soy dema-
gación anatómica y genética más profunda para decidir dónde ubicarlo siado masculina?" o "¿soy realmente viril?'', "¿no soy demasiado impoten-
(casos de intersexualidad). te para ser un hombre?'', etc. Duda, sospecha la presencia de rasgos nota-
Pero, ¿cómo puede Stoller, un clínico que leyó a Freud, insistir en una bles del otro sexo en él. A veces es preciso todo un análisis para resolver ese
definición biológica del sexo, a justa da a la reproducción e impropi a aquí, problema. Por otra parte, Lacan caracterizó la neurosis corno una pregunta
puesto que estudia casos de transexuales, enigmáticos desde el punto de y la histeria por la pregunta referida al sexo: 5 "¿Soy hombre o mujer?". En
vista científico? Se ve obligado a introducir una noción que prov iene del cambio, un sujeto que proclama, con respecto a su sexo, una convicción
lengua je, la de género (gender). El género se distingue del sexo biológico y tan grande que está dispuesto a operarse, puede ser sospechoso de psicosis,
puede oponerse a él; introduce una bipolaridad masculino/femenino que aunque por lo demás parezca perfectamente normal. 6 Así, el concepto sto-
nos es familiar en la lengua, porque nos permite clasificar las palabras, por lleriano de "identidad de género" está calcado sobre el discurso transexual.
su artículo, su terminación, etc. Volvernos a caer en la lógica aristoté li ca En cierto modo, es un concepto psicótico, que torna como "verdad" del se-
de la clase y el atributo. La dualidad ma sculino/femenino evoca una com- xo lo que es un fenómeno elemental del transexualismo: la convicción deli-
plementariedad, un "dos en uno" que es una metáfora de la re lación se- rante de un error de la naturaleza en la determinación del sexo del sujeto.
xual: cada uno con su pa reja, el pene con la vagina, el activo (hombre) con Stoller indica otras características de esos casos que confirman que la ma-
el pasivo (mujer), etc. Desde el momento en que nos situamos en la pers- yoría de los sujetos transexuales corresponden a un diagnóstico de psicosis.
pectiva de una teoría de las clases, una teoría del tipo sí/no, que implica Así, destaca la importancia del deseo materno para el establecimiento de
buscar un rasgo que el sujeto tiene o no, estarnos en la lógica de una iden- una identidad de género que contradice el sexo anatómico. Por otra parte,
tificación imaginaria con un sexo y de una relación sexua l im agin aria. Ve- utiliza la expresión "falo feminizado de la madre" 7 para el varón pequeil.o
remos que esta identificación no basta para determinar la sexuación. que más adelante querrá convertirse en una niil.a. Ahora bien, si el deseo-
Aunque independiente del sexo biológico, el género, sin embargo, se ar- de-la -madre siempre es esencial para un sujeto, en la neurosis está tachado
tictd a para Stoller con la noción de una ca ntidad: "El género es la ca ntidad por el Nombre-del-Padre. 8 En la psicosis, al contrario, el Nombre-del-Padre
de masculinidad o femineidad que se encuentra en una persona''. 3 Cosa
que es, por lo menos, difícil de eva luar.
Finalmente, ll egamos a lo que era de esperar por el hecho de mantener- 5. Cf. J. Lacan, Le Séminaire. Livre 111, op. cit., págs. 181y195.
se en la lógica de la clase, el atributo y las id entificaciones, a saber, la no- 6. Es lo que veremos en el caso de Ven, en el capítulo v11, "El transexualismo y
ción de identida d: "La identidad de género comienza con el conocimiento la clasificación sexual", pág. 183. Como ya dijimos, el término "psicosis" debe to-
marse en un sentido estructural, definido por la forclusión del Nombre-del-Padre y
y la percepción, conscientes o inconscientes, de la pertenencia a un sexo y
l:i significación fálica. La psicosis es entonces compatible con manifestaciones po-
no al otro". De modo que el criterio del género y la "identidad sexual" se-
co ruidosas, que a primera vista se asemeja n a las de la neurosis, como nos lo en-
rá, en definitiva, la convicción íntima del sujeto en cuanto a su sexo. Esa ~l'iía ba el tercer caso del capítulo 11 ("Soy un pescado"). Cf. supra, capítulo 11, pág.
identidad se constituirá antes de los tres ail.os y presuntamente es asignada rn, nota 13, y pág. 69, nota 73. -
al sujeto por sus padres e incluso por el médico que an uncia el sexo en el 7. R. J. Stoller, Recherches sur /'identité sexuelle, op. cit., pág. 147.
momento de na cer, luego confirmado por la educación: "Cualesquiera 8. Al sus tituir el deseo-de-la-madre, el Nombre-del-Padre no lo borra, sino que
sean los determinantes biológicos del sexo, nos convertiremos en miem- l.1 111 ;1rca fálica que estampa en él queda ligada al padre (para decirlo rápidamente,
bros del sexo que se nos as ignó". 4 l.1 111 :1 dre es despoj ada del falo, que se sitúa entonces del lado del padre). Por otro
1111 10, desbanca a l hijo del lugar en que sería la "cosa" de la madre, donde encarna-
11.1 1·11 su se r el objl-t o n de ésta ; me parece que es esto lo que evoca la expresión
3. !bid., pág. 28.
" l.tlo Íl·minizado dr !;1 111 :1drr" que emplea Stoller.
4. lbid., pág. 34 .
LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS SEXUACIÓN: EL PENSAMIENTO CLASIFICADOR 79
78

está forcluido y el sujeto queda librado, de manera no mediatizada por la dente que no se veía " 15 y que ella denomina "valencia diferencial de los se-
ley paterna, al capricho materno. No es sorprendente, entonces, que ciertos xos". Ésta expresa "la dominación social del principio de lo masculino'', 16
transexuales hayan sido un objeto privilegiado por su madre, un objeto a, y que la autora considera universal, a diferencia de los tres primeros pilares
que se hayan feminizado, ora por un a identificación masiva y precoz con que la biología no genera directamente, sino que son construcciones cultu-
ella, ora porque fueron el objeto de un empuje-a-la-mujer.9 Se trata de un rales levantadas con distintas lógicas según las sociedades. 17 Esta "valencia
proceso psicótico de feminización forzada de un sujeto, ya sea anatómica- diferencial de los sexos'', "artefacto y no hecho na tura!'', 18 dice Héritier,
mente hombre o mujer. El empuje-a-la-mujer se debe a una interpretación sería la traducción única del dato biológico. Al buscar el origen de la pre-
delirante que el sujeto hace del goce que lo invade y que no está localizado sencia universal de esta "valencia", la autora plantea la hipótesis de que
por el significante del falo, forcluido. De resultas, el goce se interpreta co- no sería la expresión de una "desventaja [handicap] del lado femenino'',
mo femenino. Desde el punto de vista fenomenológico, esta feminización sino más bien de una "voluntad de control de la reproducción" 19 por par-
forzada puede vivirse como una transformación corporal o exigir una c:is- te de hombres que no disponen "de ese poder tan particular". Inspirada en
tración real. También puede suceder que la femineidad se localice en una Aristóteles, Héritier aclara que "también la matriz de la valencia diferen-
mujer idealizada y amada, como en ciertos casos de transexualismo femeni- cial de los sexos [... ],por lo tanto, estaría inscripta en el cuerpo, en el fun-
no. Otro aspecto notable en Stoller es la expresión "miembros del sexo que cionamiento fisiológico, o [... ] procedería, más exactamente, de la observa-
º
se nos asignó'', 1 como si el sujeto no tuviera ningún papel en la sexuación. º
ción de ese funcionamiento fisiológico". 2 Esta "matriz de la valencia
Ahora bien, es cierto que en la psicosis el sujeto, que no puede apoyarse en diferencial de los sexos" traduciría la desigualdad entre el dominio mascu-
la ley paterna, tiene un margen mucho más débil frente al deseo materno y lino de la pérdida de semen y lo indominable femenino de la pérdida de
luego frente al deseo de los otros. Debido a ello, está sometido a la "inicia- sangre. El libro de F. Héritier propone una traducción cultural, a través de
tiva del Otro'', 11 a la que no siempre puede replicar. No es seguro, sin em- los mitos, las costumbres y las representaciones colectivas, de esta "valen-
bargo, que el deseo materno sea el único en cuestión en el deseo del transe- cia diferencial de los sexos'', que siempre se hace por series de oposiciones
xual de d~c ir "no" al sexo anatómico. 12 Podemos decir que Stoller es un significantes (el hombre caliente, la mujer fría) en que un polo se valoriza
clínico demasiado bueno. Sin duda es fiel a la clínica del transexualismo pe- a expensas del otro: "Siempre y en todas las sociedades, la diferencia entre
ro, al mismo tiempo, su teoría de la identidad de género está demasiado los sexos se traduce ideológicamente en un lenguaje binario y jerarquiza-
cerca de los dichos de los sujetos escuchados, a quienes toma casi al pie de do" .21 Su idea es que esa diferencia, señalada en el cuerpo, es un "tope úl-
la letra. Esos dichos, más bien, deberían elaborarse e interpretarse en una timo del pensamiento" . 22 Objeto de escándalo, la diferencia entre los
teoría coherente de la sexuación. sexos sugiere una oposición conceptual básica: la de lo idéntico y lo dife-
rente. A partir de allí se construyen grillas de clasificación de lo masculino

OBSERVACIONES SOBRE UNA TEORÍA ANTROPOLÓGICA


DE LA DIFERENCIA SEXUAL 15.Ibid.
16. Ibid., pág. 25.
Frarn;:oise Héritier 13 postuló, "junto a los tres pilares que eran para 17. Cf. ibid., pág. 23: "Me considero, por lo tanto, materialista: parto efecti-
Claude Lévi-Strauss la prohibición del incesto, el reparto sexual de las ta- v. 1111 ente de lo biológico para explicar cómo se introdujeron tanto las instituciones
reas y una forma reconocida de unión sexual" ,14 un cuarto pilar "tan evi- ~ rn. ia les como los sistemas de representaciones y pensamiento, pero postulo como
111·1 ición de principio que ese dato biológico universal, reducido a sus componen-
11 ·~ t·scnciales, irreductibles, no puede tener una única y exclusiva traducción, y
q 11t· toda s las combinaciones lógicamente posibles, en los dos sentidos del término
9. J. Lacan, "L'Étourdit", op. cit., pág. 44. 111.11c111áticas, pensables-, fueron exploradas y realizadas por los hombres en so-
1 O. R. J. Sroller, Recherches sur l'identité sexuelle, op. cit., pág. 34. 111· d11d ".
11. J. Lacan, Le Séminaire. Livre Ill, op. cit., pág. 218. 18. !bid. , pág. 24.
12. En el caso de Ives, en el capítulo vn, pág. 200, vemos el papel que desem- 1\!. !bid.
peña la decisión del sujeto en el proceso complejo de su sexuación. () l /Jid., pág. 26.
13. F. Héritier, Masculin!Féminin ... , op . cit. 1. !bid., pág. 2Ül1.
14. !bid., pág. 27. . llJirf., p:Íp,. 20.
80 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS SEXUACIÓN: EL PENSAMIENTO CLASIFICADOR 81

y lo femenino, fundadas en oposiciones significantes (caliente/frío, seco/hú- fund adora de la relación del sujeto con lo imaginario, el cuerpo y el seme-
medo, alto/bajo, a nimado/inerte, soplo/materia, etc.) que siempre se o ri en- jante. Además de esta relación de reconocimiento simbólico (el "sí, así es,
ta n, a causa de la "valencia diferencial de los sexos", de acuerdo co n un eres tú "), también hay en el estadio del espejo una condición real: que el ni-
vector (más/menos) que " fund a la desigualdad ideológica y social entre lo s 110 sea verdaderamente investido po r la mirada de ese Otro, que sea el ob-
sexos" .23 jeto real de cierto deseo singularizado. Ese momento del estadio del espejo
Sin discutir filosófic amente el origen de la desi guald ad de los sexos, estructura el cuerpo como forma im aginaria y fund a las categorías de lo se-
plantearemos, a partir de las observaciones e hipótes is de F. Héritier, tres meja nte, lo parecido, lo mismo y la forma idéntica.
interrogantes que interesa n al psicoanálisis: ¿"traduce" el lenguaje binario
de las oposiciones significantes la diferenci a de los sexos? ¿Cuáles son las Lo diferente y el significante
causas de la misoginia? ¿Qué efecto produce en el sujeto la observac ión
corporal de la diferencia de los sexos? La categoría de lo diferente tiene sus raíces, en cambio, en la experien-
cia del lenguaje y el significante. La estructura binaria descubierta por F.
Las oposiciones significantes y la diferencia de los sexos de Saussme se basa en oposiciones fonemáticas. 27 El fonema mismo se
descompone en un haz de elementos diferencial es o "rasgos di stintivos ",
La estructura misma del lenguaje proporciona los sistemas de oposicio- que son entidades "estrictamente opositivas" .28 Esto implica que esos ras-
nes significantes. Sobre el origen del lenguaje sólo existen mitos, y compa- gos distintivos nunca están aislados, sino que funcionan siempre por pares
raremos el que propone Lacan 24 con el que sugiere F. Héritier. Partamos, de opuestos. La definición que da Lacan del suj eto del inconsciente se ba-
entonces, de la oposición semejante/diferente. sa en la estructura binaria del significante: " Un significante representa al
sujeto para otro significante" .29 Un enunciado de ese tipo implica que "el
E l seme;ante y el espe¡o inconsciente está estructurado como un lenguaje".30
Pero en el psicoanálisis también hay una estructura "unaria " del signi-
El psicoanáli sis nos enseña que el fundamento de lo idéntico procede del ficante, en que éste está aislado de los otros y ya sólo se refiere a sí mismo.
imaginario y, en concreto, de la imagen del cuerpo, con la cual el suj eto se La segunda clase de identificación descripta por Freud proporciona su mo-
identifica durante el "estadio del espejo". 25 En efecto, el ser hablante apre- delo.31 Dora, la muchacha histérica a nalizada por él en 1905, imita la tos
hende su cuerpo como imaginario: una envoltura, como una bolsa, aná loga el e su padre. "No debe escapársenos -dice Freud- que la identificación es
a un traje. También es una imagen, la del cuerpo, la que figura una unidad; ¡.. .]parcial, extremadamente limitada, y sólo toma un rasgo [nur einen
el cuerpo parece "uno" al ser hablante cuando se mira en el espejo. La tesis rúnzigen Zug] de la persona objeto." Ese "rasgo único" mediante el cual el
de Lacan es que esta unidad del cuerpo data del momento electivo en que el suj eto se identifica con el Otro al diferenciarse de él fue llamado "rasgo [o
sujeto, que aún no se mantiene de pie, se identifica de manera jubilosa, pero
con cierta altivez, con su imagen, como si fuera la de otro, un semejante, er-
guido frente a él. El estadio del espejo es una relectura lacaniana del narci- 27. Cf. F. de Saussure, Cours de lingu istique générale, op. cit., capítulo 4, pág.
sismo freudi a no . En realidad, esta operación de identificación imaginaria es 164: "Ahora bien, lo que los caracteriza [a los fonemas] no es, como podría creer-
compleja: requiere la intervención de un adulto, que confirme "sí, así es, 'l", su cualidad propia y positiva, sino simplemente el hecho de que no se confun-

eres tú". De tal modo, el sujeto, por medio del reconocimiento de ese Otro, 1L111 en tre sí. Los fonemas son ante todo entidades opositivas, relativas y nega-

se identifica con la imagen que, desde luego, no es él. De ello resulta un des- ti v<i s".
conocimiento fundamental, "una evidencia engañosa" ,26 una alienación 28. R. Jakobson, Six lef¡ons sur le son et le sens, París, Éditions de Minuit,
11J76 , págs. 91y121.
. J. Lacan, "Radiophonie", op. cit., pág. 65.
O. J. Lacan, "Subversion du sujet et dia lectique du désir. .. ", op. cit., pág. 800.
23. !bid., pág. 220. 3 1. S. Freud, "Psychologie des foules et analyse du moi" (1921), en Essais de
24. Cf. supra, capítulo 1, pág. 42. ¡i•.vd JC111alyse, OfJ. cit., capítulo 7, "L'identification'', pág. 169 [traducción castella-
25. J. Lacan, "Le stade du miroir comme formateur de la fonction du Je ... ", 1111: l'$icolog ía de las rnasrrs y aná lisis d el yo, en OC, vol. 18, 1979]. La primera
o p. cit., pág. 93. 1drn1 i fi c:i ción es l;i id 1: n1 i fi c:i ción primordial con el padre; la tercera es la identifi-
26.]. Lacan, "De nos antécédents", op. cit., pág. 69. 1111 i(1 11 hi s1éric:i, t ' ll (Jll\' do N~ llj \·to s po nen en común una falta de objeto.
82 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS SEXUACIÓN: EL PENSAMIENTO CLASIFICADOR 83

trazo] unario" por Lacan. 32 Una vez adoptados, algunos de estos rasgos ya nificante y de sus oposiciones binarias por un lado, y el orden de la gramá-
no son sustituibles por otros significantes ni pueden encadenarse con ellos. tica de la frase (sujeto-cópula-atributo) por el otro, fundan la lógica aristo-
Aislados en el inconsciente, se convierten a veces en significantes que se re- télica de las clases: géneros, especies, etc. Retomemos un ejemplo a menu-
piten de manera traumática en la vida del sujeto. 33 Al mismo tiempo que do citado por F. Héritier: las mujeres son identificadas por el rasgo
siguen cargados de significación, pierden en el inconsciente la propiedad "sangre menstrual" y los hombres por el rasgo "semen", y luego se los
binaria del significante, que supone la posibilidad de la sustitución metafó- opone en dos clases. A continuación, se razona al respecto y el pensamien-
rica y del encadenamiento con otros significantes. Debido a ello, esos "ras- to construye otras oposiciones, secundarias o complementarias: sangre
gos unarios" asumen, según Lacan, el status de letras. 34 Él los compara fría/semen caliente, sangre derramada/semen guardado, sangre indomina-
con los bastones o muescas hechos por un cazador del magdaleniense so- ble/semen dominado, etc. El pensamiento funciona según esta lógica de las
bre la costilla de un mamífero, que vio en el museo arqueológico de Saint- clases, como lo mostró Lévi-Strauss en El pensamiento salvaje. 37
Germain-en-Laye. 35 Esos trazos aislados, acaso dibujados para señalar ca-
da una de las presas abatidas, introducen la diferencia en lo real y La di(erencia de los sexos y la alteridad
preceden el conteo. Tendrían una relación con el número· "Uno" .36
El significante, entonces, es la diferencia y también lo que funda la ca- Pero, ¿se trata en verdad de lo que se menciona con la expresión "dife-
tegoría del "Uno". En consecuencia, ya no hablamos aquí del "Uno" de la rencia de los sexos"? De hecho, en lo precedente no hacemos más que es-
totalidad imaginaria, la de la imagen del cuerpo o de lo semejante, sino del pecular sobre rasgos diferenciales y lo que es verdaderamente diferente se
"Uno" del rasgo que se traza antes de contar, para marcar las "veces" es capa, porque el pensamiento de la diferencia siempre nos retrotrae al
idénticas pero diferentes: los días que pasan y se repiten, los puntos obte- Uno y la identificación. ¿No es ésa, por otra parte, una de las dificultades
nidos en un juego, las presas obtenidas en la caza, etc. Mediante una mar- del femini smo? Cada vez que éste reivindica el derecho a la diferencia, rei-
ca, un trazo indicativo, una letra mínima, ese "Uno" nos permite marcar vindica el derecho a la igualdad y, en definitiva, a la identidad. Lo que se
una sucesión y luego contar las marcas sucesivas, orientarnos, saber dónde pierde es la diferencia no identificable, vale decir, la alteridad, la especifi-
estamos. Puede parecer paradójico asociar la diferencia y el "Uno" . Sin :idad, que eran precisamente la apuesta inicial. Para evitarlo, Lacan intro-
embargo, así es corno se opera. Para diferenciar dos cosas, para comparar- duce el concepto de Otro, en lo tocante a la diferencia sexual. El Otro, "el
las u oponerlas, se identifica cada una de ellas con uno de sus rasgos, una tro sexo", es lo que se resiste justamente a la identificación, lo que es
de sus características -un atributo, por lo tanto-, que luego se diferencian: otro que el uno. 3 8 Por lo tanto, no se puede identificar al Otro. El concep-
en primer lugar identificación con un atributo, a continuación diferencia- to de femineidad en psicoanálisis, con sus bien conocidas evocaciones de
ción y eventualmente clasificación. Ésa es la forma en que el orden del sig- desconocido, enigma, inaccesibilidad, encuentra así un apoyo, no tanto en
d uno de la diferencia como en la alteridad real, lo que es absolutamente
otro y se sustrae fundamentalmente a la fijación identificatoria, a la clasi-
fi ca ción.
32. J. Lacan, Le Séminaire. Livre IX. L'identification (1961-1962), inédito, cla-
se del 6 de diciembre de 1961. El "no hay relación sexual" de Lacan significa esto: por un lado, se
33. Es el caso del significante "¡fuego!" en el caso de Tom (capítulo IX, pág. p11ccle hablar del hombre como universal, identificá ndolo con el uno, el fa-
243 ), que escande sus pasajes al acto. Lacan también los llama "significantes lo. Pero por el otro hay una ausencia, una alteridad que no es identificable
amo". Cf supra, capítulo 11, pág. 62, nota 57. l olcctivamente con un significante: lo cual expresa el aforismo lacaniano
34. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XXII, Omicar? nº 3, op. cit., clase del 21 de '' La mujer no existe". 39 Esta ausencia no puede señalarse con un segundo
enero de 1975, pág. 107. "Aquello que, del inconsciente, puede traducirse por
una letra, en cuanto sólo en la letra la identidad de sí consigo está aislada de toda
cualidad."
35. J. Lacan, Le Séminaire. Livre IX, op. cit. -l7. C. Lévi-Strauss, La Pensée Sauvage (1962), París, Agora Pocket, 1962, pág.
36. Para una discusión sobre este punto, podrá consultarse M. David-Ménard, 1 W 1t rnducción castellana: El pensamiento salvaje, México, Fondo de Cultura
"Le nombre chez Frege et le trait unaire chez Freud", en Les Constructions de l'u- l lo nó mica, 1964].
niversel. Psychanalyse, philosophie, París, PUF, 1997, col. "Pratiqucs théoriques", 18. Co mo ya se puede leer en el Parménides de Platón.
pág. 99 sq. [traducción castellana: Las construcciones de lo imi11ersn l. Psiroa¡¡á /i- \9 . .J. I.:1 c:in, '1r lé11isirm, París, Scuil, 1973, pág. 60 [traducción castellana: "Te-
sis, filosofía , Buenos Aires, Nueva Visión, 1999). 1,•v1 ~ i6 11 ", l' ll l'siN1t11 11íli,,is: rt1diu!o11ír1 y televisión , Barcelona, Anagrama, 1980).
SEXUACIÓN: EL PENSAMIENTO CLASIFICADOR 85
LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS
84
duda un masculino, pero no femenino. Aquí, la oposición se en uncia: ór-
significante, como si dijéramos el significante " uno" es para el hombre y el gano genita l masculino o castraclo". 42 Así, el pensamiento infantil no logra
"dos" para la mujer. Por lo tanto, aunque sea real decir que hay dos se-
4 encontrar un sign ificante que identifique lo femenino. Más adelante, esta
xos, no puede decirse, sin embargo, que el "segundo sexo" exista a fin º alteridad intentará captarse mediante una construcción fantasrnática qu e
de entrar en relación con el primero. La relación sexual no puede escr ibir-
utiliza la s teorías sexua les infantil es, pero seguirá enmascarada por las
se entre el uno y un Otro caracterizado por el hecho de que ningún signifi-
oposiciones significantes precedentes.
cante lo identifica , y en consecuencia por una a usencia y un vacío. En el
plano de los sujetos, los hombres y las mujeres como seres sexuados, no El nacimiento de la oposición significante, según Freud
podemos conforma rno s con identificaciones y clasificaciones como lo hace
el antropólogo; debemos tomar en cuenta una dimensión que no es reduc-
Estas oposiciones significantes son proporcionadas por la estructura del
tible a las oposiciones significantes ni a la lógica del atributo, sino que exi-
lengua je, qu e preexiste al sujeto. La clínica muestra que el sistema de las
ge una construcción sin gular en cada uno de los momentos, la del goce y
oposiciones significantes modela el habla y por lo tanto el pensamiento del
sus modalidades en la relación con el otro sexo. sujeto, mucho antes de que se lo pueda achacar a la observación de la di-
De allí la clínica psicoanalítica del caso por caso que adhiere a esa lógi-
fere ncia anatómica. Freud data la oposición sujeto/objeto en la etapa, muy
ca singular, a partir de la cual se pueden poner de relieve estructuras que
precoz, de la elecc ión de objeto. En "Más a llá del principio de placer" ,4 3
no son únicamente clasificaciones identificatorias. presenta a su ni eto de dieciocho meses que, cuando la madre se marcha,
tra ta de simbolizar esa a usencia mediante un juego: la nza y recoge altern a-
Freud y el órgano genital fem enino 1ivamente un a bobina atada a un .hilo, mientras esca nde O - fort - lejos -
se fue; A - da - a quí. Este juego es el esbozo del fantasma. En él, el suj eto
Que lo s sistemas de oposic iones significantes son impotentes para re-
está en relación con un ob jeto perdido, la presencia materna, representada
presentar la sexuació n para el sujeto lo lee rnos ya en el texto de Freud "La
por la bobina . Tanto el juego como el fantasma se sitúan en el lu gar de un
organización genita l infantil " .41 En esta organización, "el órgano genita l
rea l insoportable que tratan de transformar en placer. La escansión O - A
femenino no parece descubrirse nunca", dice Freud. Esto significa que la
111terpreta por una oposición significante, en este caso fonemática, la alter-
femineidad, la "diferencia", sigue siendo una alteridad absoluta, una des-
11 ~ 1n c ia de la presencia y la ausencia de la madre. Esta oposición puede
conocida. Lo cual no impide que las niñas exploren su cuerpo: tocar no es
l ons iderarse como una simbolización primordial para el sujeto. Es previa
reconocer en el sentido del pensamiento ni en el de un goce susceptible de 44 y Lacan la bautizó "deseo-de-la-madre". Pero ya
.i 1:-i metáfora paterna,
inscribirse, correlato de un significante como lo es el goce fálico. Si bien
.i li í, como más adelante en la diferencia sex ual, la oposición O - A no tra-
hay exploración y hasta goce del órgano femenino, se mantienen no ins-
il1 1cc el real en cu·estión, a saber, la pérdida de la madre; representa a l suje-
criptos, únicamente experimentados sin que el sujeto lo recuerde, sin que
1ne n el nivel de la palabra, ele la cadena significante articu lada, 45 mientras
pueda decir o saber algo de ello. 1¡i1 c lo que es tá en juego de goce está en otra parte, en el juego-fanta sma
Con respecto a es te factor desconocido fundamental, la elucubración
1l1· la bobina que designa.
infantil se organiza según Freucl en oposiciones conceptuales que siguen
los estadios del desar rollo sexual: el goce dominante manda en el pensa-
miento. Se cuentan tres oposiciones sucesivas: en primer lugar, sujeto/obje- 12. lbid.
to en la etapa ele la elección de objeto, luego activo/pasivo en el "estadio U. S. Fre ud , "Au-dela du principe de plaisir'', op. cit., pág. 52.
de la organización pregenital sádico anal" . En el estadio siguiente, el de la 1'1·. C f. supra, capítulo ll, pág. 50, nota 13, y pág. 69, nota 73.
primacía del falo u "orga nización genital infantil", dice Freud, "hay sin IS. [n efecto, la definición que Lacan da del suj eto ($) es: "Un significante re-
¡111 "·1·111 :'\ a un suj eto para otro significnnte" . Aquí, el sujeto es representado "en-
111 " los significantes "O" y "A". La bobina figura el objeto a del fanta sma. Cf. J.
1 11,111, '' Le séminaire sur «La lettre volée»" (1955), en Écrits, op. cit., págs. 46-47
40. Título de la obra de Simone de Beauvoir citado por J. Latan en "L'Étour- 111 1d 11,ción castell ana: "El sem inario sobre «La carta robada »'', en Escritos 1], y
dit", op. cit., pág. 23. l 011111 1011 et champ de la parolc et du langage en psychanalyse" (1953), en Écrits,
41. S. Freud, "L'organi sation génitale infantile" (1923), en La Vic scxuelle, op. "/' '11 ., p:ígs . 3 18-3 19 l1r:icll1cción castell ana: "Función y campo de la palabra y el
cit., pág. 116 [trad ucción castellana: "La organización gcnit :il inf:u1til (u n:i intcrpo· l11q \11 .q1· 1· 11 psirn ; 111 .í l i,j~ ", 1·11 J·:saitos J¡. Cf. también J. Lacan, Le Séminaire.
l:ición en 1:'1 1corí::i de In sexualid ad )", en OC, vol. 19, 1979 1.
LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS SEXUACIÓN: EL PENSAMIENTO CLASIFICADOR 87
86

Del mismo modo, en el caso de la diferencia sexua l, las oposiciones sig- El varón identifica su órgano con el falo e inviste narcisistamente esa
nificantes no logran traducir la alteridad en cu es tión en la relación hom- parte de su cuerpo de una manera que significará un obstáculo al recono-
bre-mujer; no son más que su signo, su índice, en tanto que lo real está en cimiento de la privación femenina . En un primer momento la percepción
otra parte: en las modalidades de goce del suj eto en su relación con el otro de la fa lta fem enina se nega rá. Ésa es la razón por la que la observación de
la difere ncia ya no basta, ciertamente, pa ra establecer un concepto conve-
sexo.
niente de la diferencia sexual. Habrá que conjugar la palabra materna
(a mena za de castración) y la percepción (vista del órgano femenino) para
Las causas de la misoginia
que se instaure el complejo de castración.so Empero, señala Freud,51 du-
Como bien lo seiiala F. Hér itier, las oposiciones binarias de lo masculino ra nte mucho tiempo el varón "no ve nada o bien atenúa su percepción me-
y lo femenino , en el pensamiento mítico o las representaciones colectivas, se diante una negación y busca informaciones que permitan amoldarla a lo
polarizan en una clasificación jerárquica, según el principio universal que la que espera".
autora llama "valencia diferencial de los sexos". En cuanto al psicoanálisis, La niña, en cambio, compara su órgano con el de un varón y "recono-
hace mucho que identificó ese principio como la primacía del falo. ce de inmediato [este último] como la réplica superior de su propio peque-
Si nos referimos a la "organización ge nital infantil" regida por esa pri- ño órgano oculto. A partir de allí, la embarga la envidia del pene'',5 2 for-
macía46 en el caso de las niñas y los varones, significa que existe un mo- ma femenina del ºcomplejo de castración, a la que seguirá un desarrollo
mento en que la actividad masturbatoria, que comenzó de manera espontá- difícil. Nos gustaría subrayar aquí que, para los dos sexos, la polaridad
47 masculino o fálico/femenino o castrado está acompañada por un juicio
nea, se vincula a la creencia en que todos los seres, aun los inanimados,
tienen un órgano masculino. La fase fá lica realiza por lo tanto la condensa- desfavorable sobre el sexo femenino, identificado de manera duradera con
ción de un goce y un significante, el falo, del que vimos que se rel ac ionaba In castración. "Horror por esas criaturas mutiladas o desprecio triunfante
con el órgano masculino pero sin confundirse con él. Esa creencia, sosteni- li :icia ellas" ,53 dice Freud con respecto al varón; "sentimiento de inferiori-
da por la satisfacc ión ma sturbatoria, pone un obstáculo al reconocimiento d:1d"54 en la niña y luego, "una vez que supera su primer intento de expli-
de lo femenino en la fase fálica. No sólo no se reconoce el órgano genital rn r su falta de pene por un castigo personal y comprende la generalidad de
femenino (va gina), sino que, dice Freud, "para el niño ser mujer no coinci- 1·sc carácter sexual, comienza a compartir el desprecio del hombre frente a
1111 sexo acortado de manera tan importante y, en ese juicio al menos, in-
de todavía con la fa lta de pene". 48 A continuación, aunque se reconozca a
algunas muj eres como privadas de órgano, la madre puede conservarlo aún •.i stc en su paridad con el varón". 55 Por lo tanto, el complejo de castra-
1 i6n, ligado a la primacía del falo, orientará desfavorablemente todas las
durante mucho tiempo. Freud menciona el caso de una joven, sin padre pe-
ro con muchas tía s, que hab ía atribuido largo tiempo el pene a su madre y 11pos iciones significantes que tratan de identificar la diferencia sexua l.
a ciertas tías respeta da s, mi entras que se consideraba a sí misma, al igual ¿Es superable ese prejuicio misógino, de origen infantil pero duradero,
4 1rnnpartido por hombres y mujeres aunque lo nieguen? En la misma medi-
que a una tía "débil mental", como "castradas". 9
.1.i en que lo son el complejo de castración y la identificación falsa entre lo
l1•111cnino y lo "castrado". ¡Después de todo, esa identificación no es más
¿Superar el comfJlejo de castración?

En la fase fálica, ambos sexos se ven frente al complejo de castración,


es decir, la idea de que lo que no es fálico está castrado. Pero los dos sexos
rn. Cf. S. Freud, "La disparition du complexe de CEdipe" (1923), en La Vies e-
111 •/11·, O/J. cit., pág. 119 [traducción castellana: "El sepultamiento del complejo de
anatómicos no tien en el mismo destino. l .lq 10'', en OC, vol. 19, 1979].
~ 1. Cf S. Freud, "Quelques conséquences psychiques de la différence anatomi-
1111 · 1·11trc les sexes" (1925), en La Vie sexuelle, op. cit., pág. 127 [traducción cas-
Livre XI, op. cit., págs. 60-61, y J.-A. Miller, "Du symptome au fantasme" (1982 11 IL11 1.1 : " Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los se-
1983), inédito, clase del 17 de noviembre de 1982.
11•", 1· 11 OC, vol. 19, 1979].
\.¿, lfJirl.. , pág. 126.
46. S. Freud, "L'organisation génitale infantile '', op. cit. , pág. 11 4.
47. S. Freud, "Analyse d' une phobie chez un petit garc;on ...", op. cit. , pág. ~ ti. 'i l lf1itf. , pág. 127.
~ I, l /1irl.
48. S. Freud , "L'organisation génitale infantile", op. cit. , p~ g . 1 16.
·1 ~ . l/1irl., p(l g. 128.
49. !bid., nota 2.
LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS SEXUACIÓN : EL PENSAMIENTO CLASIFICADOR 89
88

que una ficción! Sin embargo, aun un sujeto que haya hecho un análisis y relación ignorada del sujeto con el objeto a, causa del deseo .60 Una parte
reconstruido las etapas de su sexualidad infantil superará con dificultades de la inquietante extrañeza puede referirse al surgimiento del objeto a en
ese prejuicio. Es cierto, logrará simbolizar la "ausenci a " del órgano feme- lo imaginario. El objeto a, normalmente enmascarado, se convierte enton-
nino como una privación, 56 es decir, un hecho real. La anatomía sexual ces en el objeto de la angustia 61 suscitada cuando hay cierta efracción del
femen ina, en efecto, sólo puede calificarse de carente en referencia a un fa ntasma corno marco de la realidad. Lo inesperado, lo "de más", se per-
significante que organiza el mundo universalmente, como lo hace el signifi- cibe en un lugar que debía permanecer vacío. Ése es el mecanismo de la li-
cante fálico. Aun cuando la "ausencia" del órga no femenino ya no se con- teratura fantástica: la aparición de un doble en otra parte fuera del espejo,
sidere como el resultado de una castración primitiva, 57 queda una cicatriz como en El Horla de Maupassant. Y lo que provoca la inquietante extra-
de las creencias infantiles. Éstas son superadas por el sujeto, pero después í1eza en la cienda ficción: viajes repetidos en el tiempo, en los que un adul-
de haber contribuido con vigor a la construcción de su relación con el otro to se encuentra cons igo mismo de niño, en el instante posible de su propia
sexo, por lo que permanecen ligada s fantasmáticarnente a sus modos de muerte pero algunos años antes. Esta historia es la que se presenta en la
goce de una manera casi indeleble. Hay que ir más allá de su fantasma, película L'Armée des douze singes [Doce monos], realizada por Terry Gi-
"atravesarlo" según la expresión de Lacan, para trascender el prejuicio mi- lliam en 1995, con Bruce Willis en el papel protagónico. El doble encarna-
sógino ligado a la angustia de castración y a la ficción, infantil pero estruc- do, el niño que éramos antaño y que encontramos súbitamente frente a
nosotros, son objetos unheimlich, angustiantes. 62
tural, de la mujer castrada.
La segunda objeción es que el inconsciente y el fantasma tampoco bas-
1:m para interpretarlo todo, Hay algo ininterpretable, innombrable, real
El horror al Otro
que no se deja id entificar ni circunscribir como un objeto, aunque sea el
Otro factor, tan real como el complejo de castración, exp lica también ob jeto a. Ahora bien, el goce de los otros se nos escapa, no es localizable,
la misoginia. Es el horror al Otro, en cuanto extranjero, inidentificable, no tenemos p aradigma alguno para aplicarle, ningún sistema de interpre-
que reencontramos en el racismo. Freud abordó esos sentimientos con el 1:1ción. En un principio puede parecer enigmático, monstruoso y hasta ho-
concepto de das Unheimliche, 58 traducido como "inquietante extrañeza": rrib le, y suscitar a veces el odio, el insulto y las ganas de destruir. Un hom-
algo que es a la vez familiar, cercano, y a jeno y por lo tanto inquietante. hrc, al hablar de su mujer luego de varios años de matrimonio, decía que
Pero Freud reduce finalmente la inquietante extrañeza a la angustia de cas- lnda vía no conseguía acostumbrarse a ella . Pero no podía mencionar el
tración. 59 Hay en ello una razón clínica: en principio, el inconsciente inter- 1·lc111ento que le resultaba tan ajeno: índice de lo real que ella encarnaba
preta todo lo que lo inquieta con la castración, porque sólo dispone de la p.1 ra él, pese a sus tentativas de reducirla a no ser más que el objeto de su
función fálica como herramienta de interpretación universal. En conse- l,111tasma.
cuencia, una vez filtrados por el inconsciente, la inquietud excesiva, el tor-
mento y la angustia se miden en primer lugar de manera uniforme con la l'ro(esor de deseo
vara de la castración. Pero es posible plantear dos objeciones a ese trasla-
do de la castración a la inquietante extrañeza. En la novela de Philip Roth, Professeur de désir, 63 el héroe es un joven
La primera es que el sujeto no es el inconsciente, y también se vale del 111dío norteamericano en busca de una identidad. En un principio es imita-
fantasma para interpretar. Ahora bien, el fantasma está constituido por la dm, lu ego actor, profesor de literatura y por último escritor. Pero también
l 111 sca una mujer. La novela relata su encuentro con una serie de mujeres
11111 qu ienes siempre hay un problema insoluble; pero en cada ocasión la

56. J. Lacan, Le Séminaire. Livre IV, op. cit., pág. 25.


57. Cf. S. Freud, "La tete de Méduse" (1922), en Résultats, idées, problemes 11 ,
op. cit., pág. 49 [traducción castellana: "La cabeza de Medusa", en OC, vol. 18, 110. Cf. supra, capítulo u, pág. 59, nota 40.
(1 1. C(. J. Lacan, Le Séminaire. Livre x. L'angoisse (1962-1963), inédito, clase
1979].
58. Cf. S. Freud, "L' inquiétante étrangeté" (1919), en L'Inquiétante étrangell' d1 1 L H de novi embre ele 1962.
et autres essais, París, Gallimard, 1985 [traducción castell a na: "Lo omin oso", t.:ll 1l. Como l:is prosrirur:is con quienes se topa Freucl en el barrio ele mala fama
tl1 1 q11v procur:i csc:i p:ir en v:i no, en "L' inqui étante étrangeté'', op. cit., pág. 239.
OC, vol. 17, 1979].
(1 l. l'li. Ro1 '1 , l'm(1•s.q·11r 1/io tf1:úr, P:irís, Ga llim ard , 1993, col. "Folio".
59. Ibid. , pág. 233.
90 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS SEXUACIÓN: EL PENSAMIENTO CLASIFICADOR 91

repetición exige la novedad. 64 La falla, entonces, está diversificada. Las re- pieza y respetabilidad que [... ] fueron establecidos por generaciones de
flexiones del héroe y narrador ocultan una misoginia que compete más a mujeres con vistas a desarmar y domesticar a los hombres". Los "avisia-
la relación inquietante con lo que es absolutamente otro que a las meras dos" son quienes están sometidos a un superyó femenino severo: la "su-
vicisitudes del complejo de castración. permitad", decía Lacan, 72 que exige en especial el servicio sexual del mari-
Una tras otra, las mujeres se niegan a dejarse incorporar al marco en do y lo somete a su satisfacción. Esta mujer es además una figura del goce
que el héroe cree poder situarlas. En principio, Birgitta y Elizabeth, dos eu- no sujeto a la ley paterna, que exaspera a David y lo empuja a lo peor,
ropeas exóticamente rebautiza das corno Gittan y Bettan, serían objetos se- pues ya no se controla frente a ell a.
xuales satisfactorios para todos los fantasmas de David, que en esa época Tras la muerte de su madre y un análisis, conoce a Claire: conforme a
se torna por un conquistador que no retrocede ante nada. Pero la primera, su nombre, es calma, mesurada, seria y discreta; encarna la sab idu ría y la
Bettan, va a "desligarse" ,6 5 siendo así que "está animada por una especie simplicidad, pero también es bella y sensual. Parece, esta vez, perfectamen-
de frenesí -un frenesí de ahogada, una agitación convulsa para mantener- te calculable; la imagen misma de la felicidad fálica posible. ¿Esa perfec-
se a flote- y a menudo parece, por lo tanto, en el colmo del placer". Si ción misma es lo angustiante? David siente pánico, teme la impotencia, la
procura matarse tirándose debajo de un camión, es porque más allá del se- pérdida del deseo, y convoca a los "espectros" del pasado, a saber, otras
xo aspira al amor. imágenes femeninas: por ejemplo la de Birgitta, corno un "plus" 73 suscep-
El héroe cree que la segunda, "de una lascivia desenfrenada", 66 es "de tible de resucitar su deseo desfalleciente. Piensa: "Basta ya con Claire" , 74 y
la misma especie que él"67, y ella es cómplice de su ilusión. Sin embargo, que una mujer semejante no puede ser sino algo provisorio. Pero un pasaje
termina por atemorizarlo y él ya no piensa en otra cosa que en escapar. nos muestra lo que es realmente inqui etante en el encanto de Claire: "¿No
Cuando la mujer lo abandona fríamente, David está tan aterrorizado por hay nada dudoso, ilusorio en toda esta tierna y dulce adoración? ¿Qué pa-
ese ser a quien creía semejante a él, que se le ocurre levantarse a la noche sa rá cuando se interponga el resto de Claire? ¿Qué puede suceder si no
para cerrar la puerta ante el temor de un eventual regreso. hay traza de ese resto?" 75 La mujer más límpida esconde algo opaco, un
La tercera, Helen, es algo fuera de lo común, tan excepcionalmente be- " resto" tanto más pavoroso cuanto que carece de huella visible.
lla e inclasificable que David la considera de entrada corno Otro: "Su he- La novela termina con esta angustia del héroe, cuya serie de mujeres
roísmo es de una naturaleza muy diferente del que supongo mío; en reali- muestra remitir a lo inclasificab le femenino: la fa lsa perversa que se suici-
dad, me parece su antítesis" . 68 Nuestro héroe se casa, fascinado, pero no da por amor, la lasciva de su misma especie que le da miedo, la fascinante
puede soportarla tal como es. Dice haberse casado con el la "sólo para ha- fu era de la ley, la "avisiosa" de su jefe, la límpida que oculta un resto opa-
cerla menos fatal, recortarle las zarpas" . 69 El matrimonio termina: ella está i.:o . Se trata en cada caso de figuras del goce que se muestra donde no se lo
en prisión, él empieza un psicoanálisis. vs pera; o bien de figuras cuyo exceso, cuyo carácter extraño, las hacen in-
Luego, David se enreda con la mujer de su jefe, también enigmática: ¿es soportables para un sujeto varón plenamente aferrado al goce fálico "nor-
tonta o malvada? ¿Cómo puede gustar a su marido? ¿Cómo puede éste 111 a l" ,76 como sucede con David. Aquí, el carácter del goce femenino, ser
considerarla magnífica, cuando no tiene seso y es de un candor "desver- ~ i e mpre otro, más allá de las identificaciones significantes, genera la defen-
º
gonzado y escanda los o"? 7 David incluye a su jefe en la categoría de los :;:1 e incluso la misoginia.
"avisiados'', palabra que procede de "avisados" 71 y "enviciados" y com-
prende a los maridos "que se amoldan servilmente a los principios de lim-

64. Cf J. La can, Le Séminaire. Livre X I , op. cit., pág. 59. 72. J. Lacan, "L'Étourdit", op. cit., pág. 25. [Se trata de un juego de palabras
65. P. Roth, Professeur de désir, op . cit., pág. 43. 1•11tr¡; surmoi (superyó) y surmoitié, término que, desarrollado, sería algo así como
66. !bid., pág. 65. " l,1 supcryoidad de la media naranja" (n. del t.).]
67. Ibid., pág. 56. 73. P. Roth, Professeur de désir, op. cit., pág. 199.
68. Ibid., pág. 67. 4. I hid., pág. 200.
69. Ibid., pág. 120. 7'i . lbirl.
70. !bid., pág. 148 . 'i . l.:1c:111 jugab:1 i.:on el l·quívoco entre "norme~mále" ["norma-varón"] y

71. Ibid., pág. 151. 1111 n11 1ill' •• J " 11orni :1I" J.
92 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS SEXUACIÓN: EL PENSAMIENTO CLASIFICADOR
93
LA DIFERENCIA ANATÓMICA Y EL SABER Pero una vez adquirido ese concepto de la diferencia -a partir de la
oposición primordial de la presencia y la ausencia-, ¿cómo hace la per-
"Si pudiéramos renunciar a nuestra condición corporal y, puros seres cepción de la diferencia anatómica evo lucionar la relación del niño con el
pensantes llegados de otro planeta, por ejemp lo, captáramos las cosas de saber?
esta tierra con una mirada nueva, acaso nada nos llamaría más la atención
que la existencia de dos sexos entre los seres humanos que, por lo demás Preguntas y respuestas
tan semejantes, acentúan no obstante su diferencia mediante lo s signos
más exteriores. " 77 A esta frase de Freud, de 1908, hace eco otra, más mo- Para Freud, el impulso al saber no llega espontáneamente al niüo como
derna, de F. Héritier: "Me parece que en el fundamento de todo pensa- "una necesidad innata de causalidad", sino "aguijoneado por las pulsiones
miento, tanto tradicional como científico, está la observación de la diferen- egoístas que lo dominan". 80 Los dos ejemplos que cita son, por un lado, la
cia de los sexos".78 Pero Freud prosigue: "Ahora bien, al parecer los niños intrusión de otro niüo en la fratria y, por el otro, el despertar de sensacio-
no eli gen ese hecho fundamental como punto de partida de sus investiga- nes corporales de órgano, en especial alrededor del pene en el caso del va-
ciones sobre los problemas sexuales". ¿Quién tiene razón? El mismo Freud rón. 81
cambió de opinión, porque en 1925, casi veinte años después, rectifica su La llegada trastornadora de un niüo va a plantear la cuestión de su ori-
afirmación en lo concerniente a las niñas: en ellas, bien podría ser esa dife- gen, que exigirá grandes esfuerzos epistérnicos y la creación de las teorías
rencia la que despierta su interés (sexual) por el saber, más que el proble- sexuales infantiles. En cambio, las sensaciones causadas por la satisfacción
ma del origen de los niños. Freud concluye luego que para los dos sexos la pulsional y la excitación sexual no parecen plantear preguntas sino impo-
cosa dependerá de las oportunidades, del azar. 7 9 ner, más bien, una construcción del orden del mundo en torno del falo, re-
En lo tocante a las tesis de F. Hér itier, ya vimos que lo que crea en el gida por la certidumbre de la satisfacción pulsional y alimentada por ese
su jeto el uso de las categorías conceptuales de oposiciones significantes no 2
mismo goce.8 Esa construcción, falsa porque atribuye el falo a todos los
es la observación anatómica. Freud las señaló en el niño desde los diecio- se res animados, debería servir para responder la pregunta anterior, susci-
cho meses con el juego del fort-da, que genera la oposición primordial pre- t::i da por el nacimiento de un hermano o una hermana. Pero es justamente
sencia-ausencia. Esta oposición precoz basta para introducir el concepto ella la que va a impedir al niño contestarla. Así, los dos ejemplos freudia-
de la diferencia y la repetición en el sujeto. Así, una niña de dos a11.os que nos, decididamente, no son homogéneos. La llegada de un niüo es una pér-
visitaba con sus padres una retrospectiva de Francis Bacon en París se de- dida para el sujeto y ahonda una pregunta que será para los dos sexos 83 la
dicaba al siguiente juego: "No papá'', decía frente a cada retrato, luego de cu estión por excelencia de la neurosis: ¿de dónde vienen los niil.os? ¿De
haberlo mirado atentamente. Su padre estaba entonces fuera del alca nce de dó nde vengo? La aparición espontánea de la actividad de órgano anter ior
su vista pero presente en la expos ición, no muy lejos, un poco más adelan- :1 cualquier fantasma impone, en cambio, una interpretación inmediata de
te. La diferencia y la repetición se instauraban así contra el fondo de un ese goce por el significante fálico, que se atribuy~ a todos. De resultas, la
juego significante que simbolizaba la presencia-ausencia de su padre, al .i signación del falo a las mujeres constituye un obstáculo a un progreso del
margen de cualquier contexto de diferencia sexua l. (En los cuadros de Ba-
con no hay muchas mujeres, a las que la niña, de todos modos, aplicaba el
mismo tratamiento uniforme.) 80. S. Freud, "Les théories sexuelles infant iles'', op. cit., pág. 16.
81. S. Freud, "Les explications sexuell es données a ux enfants" (1907), en La
\lw sexuelle, op. cit., págs. 9-10 [traducción castellana: "El esclarecimiento sexual
77. S. Freud, "Les théories sexuelles infantiles", op. cit., pág. 16. il l' I niño'', en OC, vol. 9, 1979].
78 . F. Héritier, Masculin!Féminin ... , op. cit., pág. 19. 82 . S. Freud, "Quelques conséquences psychiques ... ", op. cit., pág. 115: "La
79. S: Freud, "Quelqu es conséquences psychiques ... ", op. cit., pág. 127, nota 'I : /11 nz~1 motriz que esa parte viril desplegará más adelante en la pubertad se mani-
"He aquí la oportunidad de verificar una afirmación que enuncié hace años. Creía / 11 ' ~ 1 ;1 en esta época, en esencia, como necesidad apremiante de investigación y cu-
entonces que el interés sexual de los niños no se despierta, como en el caso de qui(' 11m id :1cl sexual".
nes se aproximan a la madurez, por la diferencia entre los sexos, sino que es excit 11 8 ). S. Frcud, ibid., pág. 125; "Les explications sexuelles données aux enfants",
do, antes bien, por el problema del origen de los niños. Esto no es pertin ente, a1 11H' 11¡1. «it., prig . 9, y " Sur la sexua lité féminine" (1931), en La Vie sexuelle, op. cit.,
nos en lo que se refi ere a la niña pequeña; en el varón suceder:í ;¡ veces osí y :i Vl' l T N p1Íj', . 1'1 S ltrnducciú n rns tdl ::i n::i: "Sobre la sexualidad femenina'', en OC, vol. 21,
de otr:i m;¡n er::i; o bi en, en un o y o tro sexo, decidirán las ocil sio1ws <lt·hid :1s :il :1r,nr''. l '.l'/'J ¡.
94 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS SEXUACIÓN: EL PENSAMIENTO CLASIFICADOR 95

saber sobre el órgano genital femenino y la concepción de los niños. La entonces, puesto que vimos que el concepto de la diferencia, asociado al
pregunta inicial, "¿de dónde vienen los niños?", queda por tanto sin res- rasgo unario diferencial, malograba la alteridad del "dos".
puesta. "La búsqueda se interrumpe, desconcertada", dice Freud, que con-
sid era que ese "primer fracaso" epistémico es "paralizante [... ] [y] se per- Percepción y verdad
petúa en el tiempo". 84
El hecho de que el goce del órgano exija por sí solo una interpretación No hay que subestimar la importancia del momento, fre<;::uentemente
se confirma en la psicosis. Cuando el sujeto rechaza el significante fálico, conservado en la memoria como recuerdo enc ubridor, de la observación
está obligado a interpretar su goce mediante construcciones delirantes, de la diferencia anatómica. En un caso de psicosis, ese recuerdo puede ser
pues sus identificaciones no bastan para ello. Por eso a menudo se consta- la matriz de un futuro delirio de cambio de sexo. En la neurosis es un mo-
ta la irrupción de delirios durante el primer acceso sexua l de la infancia, la mento de verdad. La percepción, la vista del órgano genital del otro sexo,
pubertad o las primeras relaciones sexuales. signa para Freud la entrada en el complejo de castración.
En consecuencia, podemos oponer la pregunta de la neurosis y la o las En el varón, la vista del sexo femenino se reducirá en un primer mo-
respuestas impuestas por el goce. Y vemos que la neurosis se caracteriza mento a la de un pequeño pene, conforme a la creencia, dominante en la
por una respuesta fálica universal. Ésta no es suficiente, sin embargo, para fase fálica, que sostiene que todos los seres son fálicos. 86 Empero, tras una
interpretar todo el goce, porque también es necesario el fantasma. Y a cau- fase de renegación, la percepción terminará por imponer la posibilidad de
sa de su misma universalidad, la respuesta fálica tropieza con el enigma fe- la castración.
menino. El falo es un obstáculo al saber. En el caso de la niña habrá una adhesión inmediata a la verdad de la
percepción, pero puede haber una renegación posterior con la negativa a
Comparación de dos mitos nceptar la castración. 87 Sea como fuere, ese momento de verdad es el ori-
gen de numerosas dificultades subjetivas ulteriores.
Podemos apreciar. ahora la distancia entre los dos mitos propuestos por
Lacan y F. Héritier. El primero hace nacer la palabra articulada de la detu- Refutación del "todo fálico" infantil
mescencia. El segundo hace surgir el pensamiento conceptual de la obser-
vación de la diferencia anatómica. El primero muestra que el órgano mas- El momento en que el sujeto acepta su percepción es una experiencia de
culino, con sus cualidades visibles de erectibilidad y detumescencia, únicas ve rdad crucial, porque aquélla refuta su teoría dominante anterior: somos
en el cuerpo, es el soporte corporal imaginario del significante fálico. Éste, lodos iguales, y por lo tanto fálicos. El varón pensará: existe al menos una
elegido disimétrica y unilateralmente, da la significación fá lica al goce. (Se qu e está castrada, por lo tanto la castración existe. La niña pensará: yo es-
trata del lazo palabra-detumescencia.) loy castrada pero no todos lo están, porque éste conservó el pene. Ese mo-
El segundo no privilegia un sexo con respecto al otro y por eso sería 111cnto de verdad induce al sujeto a inventar una nueva teoría 88 y produce,
más simpático. Desdichadamente, impone al antropólogo explicar lo que 1· 11 co nsecuencia, un nuevo saber igualmente falso, como lo veremos. Sin

el psicoanálisis llama la primacía del fa lo, con el concepto de la "valencia rn1b argo, la verdad no está en la percepción misma, que puede negarse.
diferencial de los sexos". Ahora bien, ésta se reduce en definitiva al domi- ( :0 1110 ya dijimos, ésta recién tiene efecto en el momento en que el goce fá-

nio orgánico supuesto del órgano masculino. 85 El beneficio no es grande,

86. S. Freud, "Les théories sexuelles infantiles", op. cit., pág. 19; "L'organisa-
84. S. Freud, "Les théories sexuelles infantiles", op. cit., pág. 21. l 1!1 11 gé nitale infantile'', op. cit., pág. 115; "La disparition du complexe d'CEdipe'',
85. F. Héritier, Masculin!Féminin ... , op. cit., pág. 26: "La pérdida de sustancia 11/1 . rit., pág. 119.
espermática también es controlable, y muchos sistemas sociales e ideológicos pro- 87. S. Freud, "Quelques conséqu ences psychiques ... ", op. cit., pág. 127: "Ella
pician y organizan ese control. En síntesis, podría ser que en esta desigualdad: do- 1111¡',{> y decidió ele entrada. Vio eso, sabe que no lo tiene y quiere tenerlo".

minable versus no dominable, querido versus sufrido, se encontrara la matri z de l:i 88. Un poco a la ma nera de las caídas ele paradigmas en las revoluciones cien-
valencia diferencial de los sexos, que también estaría, por lo tanto, in scrip ta en el 11 111 o1~; e(. T . S. Kuhn, La Stru cture des révolutions scientifiques, París, Flamma-

cuerpo, en el funcionamiento fisiológico, o que procedería, má s exacta mente, d<: lt1 1111 11 , 1983 ltradu cc iún c:1s1clhn a: La estru ctura de las revoluciones científicas,
11111" 11 0\ t\i n.: s, Fo ndo d(' C 11ltm:1 l·:co nó mi ca, 1992].
o bservació n de ese fun cion::i mi cnto".
96 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS SEXUACIÓN: EL PENSAMIENTO CLASIFICADOR 97
lico dominante da importa ncia a la amenaza verbal de castración y la per- as ume es ta diferencia sin p on er en entredicho, pese a ell o, el falo de la
cepción que la sostiene: triple conjunción de una sa tisfacción ma sturbato- rna dre. 90
ria correlacionada con una creencia en lo universal del falo, de una pala- Sara, una niífa de seis años en a nálisis, sabía perfectamente, y se apoya -
bra que impresiona y de una percepción. La percepción, por lo ta nto, só lo ba en pruebas, que los varones tienen " un pitito" y las nenas no. Pero só lo
surte efecto cuando está estructurada por ese conjunto goce-significante- ha bl aba de ello con reticencia, para dibujar, inmediatamente después, tres
pa labra; de lo contrario, es inoperante. Esto vale para los dos sexos. clases de seres humanos: los varones, las niñas y las brujas. Éstas, toca das
Pero ese momento de verdad co nsagra una disimetría entre los sexos : con un sombrero muy largo ... Y su cues ti ón, no res uelta , era saber en cuá l
para el varón y para la niña, el enigma se situará del lado femenino. En de la s tres categorías convenía ubicar a su madre. Para Sara, por lo tanto,
efecto, lo masculino estuvo asociado a lo fálico y el resto, aunque se some- la madre no estaba todavía en la clase de la s niñas, mientras que ella mis-
tiera entonces a la amenaza de la castración, y los dos sexos experimenta- ma se sabía tal. Junto al saber "científico" sobre la diferencia anatómica
ron la satisfacción de órgano conecta da con el falo (ha blamos aquí de la subsistía, sin cambios, la creencia inconsciente en una potencia fá lica de la
neurosis). La novedad en este momento es la posibilidad de la castración, madre.
que plaptea la cuestión de lo que es distinto de lo masculino fálico. Es cier- Ésta, en efecto, era presentada como la 'que "tenía" en la familia: era
to que esta cuestión va a ser tachada por la respuesta "femenino = castra- rica y había echado de la casa al padre, pobre y alcohó lico. Su potenc ia re-
do". Pero se habrá abierto y subsistirá corno enigma. Se habrá encontrado sidía, para la hija, en un detalle anterio r a la separación de la pareja, que
algo distinto, que trastorna la primera teoría sexual infantil. ha bía es tructurado su síntoma: la madre despertaba a l padre, que so lía
Hemos visto que Freud, en un momento tardío de su obra, pone en en- dormir durante el día, mientras ella trabajaba. Tras la partida del padre,
tredicho sus afirmaciones anteriores y considera que, en el caso de la niña, Sa ra se negaba a leva ntarse y obedecer a su madre, con lo que mostraba
" el interés sexual" debería su despertar al problema de la diferenci a de los que se identificaba con su padre "ma lo". De tal modo, se situaba como
sexos más que al del origen de los niños. La clínica muestra , en efecto, que l'as trada, lo mismo que su pa dre, en tanto su madre seguía siendo fá lica.
la histeria, la neurosis femenina más frecuente, gira en torno de la pregunta La creencia en el fa lo materno, por cons iguiente, no tiene gra n cosa
"¿qué es una mujer?" El suj eto tuvo inconvenientes para respond erla, lo que que ver con la percepción de los órganos gen itales de la madre. En efecto,
implica dificultades para ser una mujer, particularmente en la relación con •: i bien el falo adoptó en el imaginario la forma del pene erecto, no deja
los hombres. En cada análisis se devela la singularidad de la construcción por ello de ser un significante, que evoca en el inconsciente del neurótico
efectuada, lo cual confirma la ausencia de una respuesta universal a esa pre- ·.ignificaciones diferentes y es suscep tibl e de numerosos desplazamientos.
gunta. En ese sentido, no hay teoría sexual infantil de la femineidad. Las teo- Si la relación del niño con el falo materno tiene ta nta importancia, es
rías sexuales descubierta s por Freud son universales y se constatan en mayor porque es el eje del complejo de castración, como lo mostró el caso del pe-
o menor medida en todos los análisis. La construcción de la femineidad por 91
q11 cño Hans. En el momento en que deja de creer en el falo materno,
el sujeto histérico, en cambio, está liga da a su fantasma fundamental, y siem- 11 :1ns no erige a su padre, sin embargo, en agente de la privación maternal.
pre singular. No se reduce a la teoría "femenino = castrado", que impera 'w enfrenta a un problema lógico: "quitaron" algo que existía en el incons-
durante el complejo de castración y sobrevive a él como residuo a causa de ' w111e del niño, el fa lo de la madre, y no hay agente responsable de ese ac-
la preponderancia, en nuestro mundo parlante, de la función fálica. Los su- 111 . La razón es la carencia del padre. El sujeto convoca entonces a ese lu-
jetos, hombres o muj eres, sa ben muy bi en que la mujer no se reduce a lacas- ¡•,.i r, como refuerzo del padre, a otro agente castrador artifici al, el caba llo.
tración,89 y que más allá de esta ficción se enfrentan a un enigma. JI •,¡(' es así un sustituto, una metáfora del pa dre. 92 Esta observació n induj o
93
1.:11.::.i n a escribir el complejo de Edipo corno una metáfora, la metáfora
La persistencia del falo de la madre

Otra razón empuj a a lo s ana listas a relativizar más que F. Héritier ese
'JO. S. Frcud , "L'organisation génital e infantile" , op. cit., pág. 116 y no ta 2.
momento de enc uentro con la diferencia anatómica. A veces, el suj eto
'1 1, S. Frc ud , "Ana lyse d'une phobie chez un petit gan;:on ... ", op. cit. Cf. supra,
• q 11 11il o 11 , p::í g. 53 sq.
' I ! , P.1r:1 Frcud, só lo la sustitu ción de l padre por el caballo justifica que se ha -
89. Cf. S. Freud, "L'orga ni sation gén itale in fant il e", OfJ. cit., pág. l '16, y J. l,:i ld1 i/1· 1ll·urosis en el c:iso de r l:in s. Cf Jnhibition, symptome ... , op. cit., pág. 21.
c;111 , Le Sénii11ain:. l.ivre x 1x, op. cit. , cl:i sc de l ·12 de enero de 1972. '11 , ). l .. 11.;111 , /,(' .\'< :111i1111ir1·. I.i11re 1v, op. cit., pág. 101 sq.
98 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS SEXUACIÓN: EL PENSAMIENTO CLASIFICADOR 99

paterna. Las fobias desempeñan a menudo el papel de "pivote" de la neu- ta y ella lo ve orinar parado. Poco después, Sandy trata en vano de hacer
rosis infantil, a partir de la cual se edifican neurosis o perversión. La posi- lo mismo y, decepcionada, exige a Schnurmann que le dé un pene. Lo ha-
ción sexuada del sujeto se decide entonces. Así, en el caso del pequeño ce mostrándole su sexo y utilizando la palabra "bickie", que significa pa-
Hans, Lacan muestra que no llega a una posición viril normal a la sa lida ra ell a algo rico para comer. Con la educadora, que le explica la diferencia
de su fobia,9 4 es decir, a una identificación con el padre poseedor del falo. entre las niñas y los varones, clasifica imágenes y se ejercita en repartir los
El pequeño Hans seguirá prisionero del ideal materno, que se convertirá sexos. No se advierte ningún trastorno. Poco después, se la ve masturbarse
en su ideal del yo. Permanecerá identificado con el falo materno, mostran- cuando le sacan los pañales.
do el estilo particular de un heterosexual pasivizado: se erigirá en ca baile- Varios meses más tarde se producen dos acontecimientos desagrada-
ro de las damas, con la esperanza de que éstas le "bajen los pantalones". bles. En marzo de 1945, cuando tiene dos años y cuatro meses, su madre
sufre una operación y se ausenta durante tres semanas, lo que interrumpe
El caso Sandy: la niña, su madre y el perro sus visitas casi diarias. Sandy parece tranquila y la recibe bien a su regre-
so. La madre está cansada, débil y camina ayudándose con un bastón.
El caso de Sandy, afectad a a los dos años y cinco meses por una fobia Luego, vuelve a marcharse para una convalecencia que durará hasta el pri-
transitoria de un mes de duración, nos permitirá aclarar la distinción entre mero de mayo. A principios de abril, Sandy se lastima levemente-el sexo
dos momentos cruciales, aquí identificables cronológicamente gracias a la con un pedazo de jabón. Parece espantada, pero luego se tranquiliza.
precisión, día por día, de la observación. 95 Quince días después, en la noche del 13 al 14 de abril, tiene una pesa-
El primero es el del reconocimiento de la diferencia anató mica, en sí dilla: "Hay un perro en su cama". Aparece un nuevo significante, "guau-
mismo no traumático. gua u". Está muy angustiada, busca al perro debajo del colchón al' acostar-
El segundo es el del encuentro de la privación materna; és te es traumá- se, se inspecciona con cuidado los órganos genitales. Ladra corno un
tico y exige la fobia. Este momento está acompañado por una elaboración perro, pero se asusta si un varón hace lo mismo. Una observación de Sch-
de saber importante en el niño, y no es causado en modo alguno por la ob- nurmann, "todas las nenas son así", no la ca lma en absoluto.
servación de la anatomía de la madre. Cinco días más tarde, los niJl.os tropiezan con un perro en la calle. Se
les dice que no lo toquen, porque podría morderlos. Sandy produce enton-
Resumen de la observación ces la frase más larga de su vida: "bite, boy, hobby, mummy, ballie "
("guauguau, morder, nene, hobby, mamá, malvado"), seguida de "doggie
A las siete semanas de edad y en el difícil contexto de la guerra, Sandy, /Jite naughty boy leg" ("guauguau morder la pierna del nene malo").
huérfa na de padre desde antes de nacer, es entregada por su madre a la Al día siguiente esta lla la fobia: teme a los perros en la ca lle. Produce
guardería de Harnpstead, donde Anneliese Schnurmann, ed ucadora y dis- ~ ntonces un nuevo significante, "bombacha", y vuelve a empezar con sus
cípula de Anna Freud, se ocupará de ell a. Sandy tiene un hermano dos intentos anteriores e infructuosos de orinar como un varón. Está agresiva
años mayor que ell a, pero su madre, que perderá otra hija cuando la niña e inspecciona sin cesar sus órganos genita les con desconfianza.
tenga dos años, le demuestra un marcado afecto. En un primer momento Un momento crucial es el de la enunciación de una frase, de la que pue-
se nos describe un período de visitas maternas regulares, con juegos de es- de deducirse cuál fue la ca usa desencadenante de la fobia: "Mi mamá en-
condidas, en espejo con ella. Se trata de hacer desaparecer un objeto y lue- ferma, mi mamá vuelve, mi mamá se va de nuevo", con la mención del
go reencontrarlo. Sandy también lo juega cuando está sola. "g ua uguau" y la queja de que le mordieron el sexo.
En diciembre de 1944, cuando la niña tiene dos años y un mes, Schnur- El primero de mayo, entonces, la madre vuelve de la convalecencia y
mann advierte que reconoce conscientemente la diferencia anatómica se- S:rncly, que la recibe con alborozo, le hace preguntas sobre su bombacha,
xua l. Un varón de su edad ha sido llevado a su cuarto para dormir la síes- 111i cntras trata de mirar debajo de su falda. Quince días después la fobia
l l'.S;l : la niña puede volver a acercarse sin temor a un perro en la calle.

94. Ibid., págs. 414-415.


J .os m omentos cruciales
95 . A. Schnurmann, "Observation of a phobia" (1946), en Th e Psych oanalytic
Study of th e Child nº 3-4 , 1949, págs. 253-270, comentado por J. Lac.-in , J, e Sémi- J>:ira mayo r clarid :1d, hemos di stinguido once momentos sucesivos en
11nire. Livre IV ... , op. cit. , págs . 71 sq., 82 y 101.. ll l W~ lro CO lll Clll :l l"iO .
100 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS SEXUACIÓN: EL PENSAMIENTO CLASIFICADOR 101

Momento 1. El sujeto tiene acceso a las oposiciones significantes de la Momento 8. El de un "pas-de-savoir" ["paso-de-saber", "no-saber"J, 99
presencia y la ausencia, correlativas del final del estadio del espejo. La ma- caracterizado por la producción de las dos frases que enuncian que el
dre la visita casi todos los días, se va y vuelve. Esta alternancia la constitu- "guauguau'', objeto de la fobia, es el agente mordedor, también para los
ye como madre simbólica. Por lo tanto, el significante del deseo-de-la-ma- varones, y en las piernas (ahora bien, la madre cojea). Por lo tanto, el
dre existe en el inconsciente de la niña, corno lo confirman sus juegos, al guauguau es el agente de la castración: "Agente que retira lo que en un
estilo del de la bobina,96 cuando la madre se ausenta . principio se admitió en mayor o menor medida como ausente" ; dice La-
Momento 2. El de la percepción de la diferencia anatómica. La niña can.100 Es un agente de la castración universal: para la madre, los varones,
acusa recepción. Está embargada por la envidia del pene, 97 entra en la fa- ella misma.
se fálica, se masturba, entabla una rivalidad agresiva con los varones e in- Momento 9. Estalla la fobia. Como vemos, el síntoma está retrasado
tenta negar la diferencia anatómica orinando de pie. Reclama un pene a su con respecto a la evolución de las cosas. Todo está ya casi en su lugar, sal-
educadora, la persona a quien se dirigen sus demandas. El pene es "bic- vo .. .
kie" como los bombones. Hay un progreso en el plano del saber: clasifica, Momento 1 O. .. .la interpretación del trauma. El sujeto vincula median-
ordena. Los varones de un lado, las nenas del otro. No se advierte por en- te una frase decisiva la merma maternal, el agente "guauguau" y la morde-
tonces ninguna crisis. dura en los órganos genitales (los suyos). Enuncia también su te<3ría in-
Momento 3. Prolongada ausenci a de la madre; Junto con el siguiente, consciente de la castración: un agente mordedor les sacó el pene a la
es el momento traumático, cosa que confirmará el "momento 10". Lama- madre y a ella misma.
dre de las idas y venidas regulares, la madre simbólica, se convierte real- Momento 11. ¿Mamá tiene bombacha? Es la pregunta que puntúa, que
mente en todopoderosa por su ausencia imprevisible. La niña estaba acos- hace el punto de almohadillado de la observación. Ahora, Sandy tiene una
tumbrada a sus regresos previsibles y regulados, pero ahora ella no respuesta: "mamá está castrada, como yo, y lo oculta con una bombacha,
responde. Esta falta de respuesta la hace todopoderosa y real en el plano como todas las niñas".
del amor. Para la niña, se vuelve imposible de recuperar, incalculable. 98 Tras la curación rápida de la fobia, la madre vuelve a casarse, pese a lo
Momento 4. La madre operada, lastimada, vuelve a ver a Sandy. Sólo cual Sandy sigue siendo su preferida: es una "girl-phallus". Puede señalar-
puede caminar con la ayuda de un bastón. Es el momento esencial, el que se que la madre que sucede a la madre simbólica (momento 1) y luego a la
desencadena la crisis, como se comprenderá más adelante (momento 10). madre real (momento 3) es una madre privada del falo (momentos 10 y
Sandy hace un acting-out: se lastima en el sexo. Esto marca el estableci- 11) . Esta madre debilitada y privada del falo también es, con seguridad,
miento de una conexión, todavía no simbolizada, entre la herida de lama- una mujer deseante: luego de su enfermedad, encuentra a un hombre. ¿No
dre y su propia falta de pene. es esa relación del deseo con la falta la que captó inconscientemente la ni-
Momento 5. Se trata de una crisis invisible que dura quince días. Du- ña? Ésta indica el deseo de la madre mediante elfalo, a la vez que, corre-
rante ese período se plantea para el sujeto la cuestión del agente: tiene que lativamente, la priva de él.
encontrar una causa que explique la pérdida sufrida por la madre y la su-
ya propia. Aunque había parecido aceptar esta última (momento 1 ), vuel- ¿Un caso paradigmático de la neurosis femenina?
ve a cuestionarla. No olvidemos que Sandy no tiene padre.
Momento 6. Se encuentra el agente, el "guauguau"; este significante se º
Antes nos planteamos la cuestión 1 1 de las relaciones entre la observa-
produce al mismo tiempo que la pesadilla del perro. ción de la diferencia de los sexos y los progresos del saber. El caso de
Momento 7. Surge la angustia. Como siempre, precede a la fobia pero Sandy, si lo consideramos como paradigmático de la neurosis en una niña
acompaña la producción del objeto fóbico, el perro. El enunciado de la ley pequeña, nos permite responderla. La observación de la diferencia anató-
"todas las nenas son así" no sirve para nada. mica sólo suscita un progreso en el plano de la clasificación, si sabemos

96. Cf. supra, capítulo ll, pág. 60, y capítulo m, pág. 85. 99. Expresión equívoca que designa la elaboración debida al encuentro ele la
97. S. Freud, "Quelques conséquences psychiques ... ", op. cit., pág. 126. priv::ició n matern a. ]. La can, " La science et la vérité", op. cit., pág. 877.
98. Cf. supra, capítulo 1, págs. 36-7, donde describimos, a pa rtir de Fi:e ud , dos 100 . .J . Lac:i n, /,e Sél/li11 nire. Livre 1 v, op. cit., pág. 72.
im posibl es, un o de los cuales es el ree ncuentro del objeto pe rd id o. 1o 1. cr s11¡m 1, p:lr,s . 79-80 y 92-3.
SEXUACIÓN: EL PENSAMIENTO CLASIFICADOR 103
102 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS
no de destacarse, dice Freud: "Aunque se extravíen de manera grotesca, ca-
que las oposiciones significantes ya estaban en su lugar (momento 1). Con da una de ellas contiene no obstante un fragmento de pura verdad; en ese
seguridad, la madre queda en ese momento al margen de la clase, no ali- aspecto, son análogas a las soluciones calificadas de «geniales» que los
neada con las niñas, como en el caso de la niña en análisis, Sara, de la que adultos intentan dar a los problemas planteados por el mundo y que supe-
hablamos antes. º
ran el entendimiento humano". 1 3 Geniales, su verdad proviene de su rela-
El progreso decisivo se produce con la elaboración generada por la cri- ción con el goce: esas teorías, dice Freud, son "producidas espontáneamen-
sis. Se trata de un enigma provocado por el hecho de que la madre real y te en los primeros ailos, bajo la exclusiva influencia de los componentes
todopoderosa (llamada fálica) ha sufrido una pérdida. Aunque física y vi- pulsionales sexuales" .104 De tal modo, son la transcripción del goce que do-
sible en la imagen de la madre (cojera), esta pérdida, sin embargo, no se mina al niño cuando las produce: goce fálico masturbatorio para la teoría
percibe como genital. El falo recién llega a nombrar la privación anatómi- de la mujer fálica, predominio de la satisfacción pulsional anal que provee
ca materna y el deseo de la madre por un hombre cu ando la niña vincula el modelo del niilo excremento, violencia de la excitación sexual que no de-
su propia falta de pene, la pérdida sufrida por la madre real y el agente manda sino satisfacerse salvajemente, en el caso de la concepción sádica del
mordedor, el guauguau. Ese proceso requiere toda la fobia. Ése es el ver- coito. Por otra parte, su elaboración excita sexualmente al niño. 105 Esas
dadero paso simbólico dado por el sujeto, el que lo lleva a la teoría infantil teorías, falsas en cuanto a la realidad pero verdaderas con respecto al goce
"femenino =castrado". del niilo, son por lo tanto la causa de una satisfacción sexual. El pensa-
La observación de la diferencia anatómica es insuficiente para despojar miento se erotiza. El sujeto tiene buenos motivos para creer en ellas, contra
a la madre del falo. En efecto, éste no es el órgano. El sujeto deberá despo- cualquier evidencia "científica". Son para él una mezcla de goce y verdad 1º6
jar del falo a aquella que no tiene el pene, pero sigue siendo depositaria de que se expresa en otras teorías más marginales, como la del nifio "atrapa-
la potencia que le otorgó su lugar de Otro primordial. do" por medio de un beso, teoría -femenina, según Freud- que " delata sin
lugar a dudas el predominio de la boca corno zona erógena".10 7
El ªto pe último del pensamiento" es el fantasma ¡El goce de cada cual es delatado por su teoría! Esta relación íntima del
goce, el saber y la verdad vuelve a encontrarse en las construcciones, sin-
La observación de la diferencia anatómica no puede, por consiguiente, gul a res y ya no típicas, que el sujeto neurótico elabora para resolver el
considerarse como un "tope último del pensamiento" .102 Por otra parte, las problema planteado por la inexistencia del significante de la mujer y lo im-
elaboraciones que suscitaría en distintas sociedades se reducen a sistemas de posible de la relación sexual. Esas construcciones constituyen su fantasma
oposiciones significantes y una clasificación bin aria jerarquizada: un pensa- l"undamental, enmarcan su visión del mundo y estructuran sus relaciones
miento, por tanto, que no hace muchos avances en la dilucidación de la se- sintomáticas con los otros. El hecho de que la verdad esté, para el sujeto,
xuación. Esta dificultad para pensar la sexuación confirma, no obstante, la li ga da a su goce, implica que en psicoanálisis no se pueda hacer equivaler
existencia de un "tope último del pensamiento". La hipótesis de Lacan, que verdad y adecuación a la realidad. El goce gobierna la relación con la ver-
exploramos desde el comienzo, es que se trata de un imposible referido a la d:1d y la creencia, contra la percepción y la realidad científica. Según
mujer y la relación sexual. Esta hipótesis se verifica si se leen "las teorías se- 1:rcu d, la oposición misma entre ese goce-verdad inventado por el sujeto
xuales infantiles". Freud descubrió tres esenciales en el varón, pero que desde la infancia y las teorías que le imponen los adultos -ya sean científi-
también se encuentran en las niñas. Tienen, en consecuencia, un carácter es-
tructural. La primera es la teoría de la mujer fálica, la segunda es la equiva-
lencia del nacimiento del niño y la evacuación de los excrementos, y la ter-
cera es la concepción sádica del coito como representación de la escena 103. S. Freud, "Les théories sexuelles infantiles", op. cit., pág. 19, y "Les expli-
primitiva. Es notable que las tres presupongan la ignorancia de la vagina y 111 1 io ns sexuelles données aux enfants", op. cit., pág. 12.
104. S. Freud, "Les théories sexuelles infantiles'', op. cit., pág. 25.
del papel femenino en el acto sexual, como lo señala Freud. El sujeto choca
105. /bid., pág. 21: "Por otro lado, el pene también tiene, sin duda alguna, su
entonces con la inexistencia de lo que podría representar a la mujer en el in-
1•.i 11 e en estos procesos misteriosos, y lo testimonia mediante su excitación que
consciente, como significante, y por ende permitir escribir una relación se- 111 1111 1p(llia todo ese trabajo de pensamiento" (las bastardillas son nuestras).
xual. Debido a ello, estas teorías sexuales exhiben siempre un carácter dig- 106. Id ea desarrollada por J. Lacan en Le Séminaire. Livre XVII, op. cit., capí-
11il<l 1v, " Vérité, so; ur ck jouissa nce", pág. 61.
107. S. Frrnd, " l .\~S 1li fo rirs scxucll cs infantiles", op. cit., pág. 25.
·102. F. Hér it:i cr, Ma srn li11/Pé111i11i11 .. . , op. cit. , p:ig. 20.
104 LA DIFERENCIA DE LOS SEXÓ,S

cas o absurdas (teoría de la cigüeña)- crea "el complejo nuclear de la neu- IV


rosi s", con un verdadero " clivaje psíquico ". 108
El carácter por el que la verdad está ligada a la satisfacción pulsional
da entonces su fuerza a las teorías sexuales infa ntiles del fa lo, pero tam- FUNCIÓN FÁLICA, FUNCIÓN SÍNTOMA
bién a las invenciones más singulares del fantas ma fundamental. El suj eto
sigue creyendo en ellas durante mucho tiempo, como se advierte en la cu-
ra analítica. Es ta creencia inhibe su invest igac ión ulterior sobre el sexo .
Por ejemp lo, la teoría de la madre fálica, estab lecida narcisistamente a par-
tir del goce mas turbatorio, impide el descubrimi ento de la vagina e inte-
rrumpe la exploración sexual. Para Freud, ese fracaso del pensamiento que
tropieza con la mujer y la relación sexual es el prototipo de las dificultades
del traba jo intel ect ual ulterior para reso lver otros problemas: "El primer
fracaso tiene un efecto paralizante que se perpetúa en el tiempo" . 109 Así se
aclara el "tope último del pensa miento": el goce in sp ira al sujeto teorías
fantasmáticas en las que él cree y que inhiben su deseo de saber ulterior. El
goce es el "valor de verdad" del fantasma. De tal modo, este último es una
panta lla libidina l entre el sujeto y lo real. En el capítulo anterior mostrarnos la insuficiencia del concepto de gé-
Si la expresión "tope último del pensamiento" denota un real, es lo im- nero para definir la sexuación. También dejamos entrever que ésta no era
pos ible de la relación sexua l y de la existe ncia de un significante de la mu- únicamente un as unto de anatomía. No subestimamos la importancia de
jer. Ese lugar no es ocupado ni por la observación corpora l ni por la visión las identificaciones en esa materia. Sin emba rgo, vamos a mostrar con dos
o percepción de la diferencia sex ual, sino por el fa ntasma, esa mezcla de ejemplos que la identificación no resuelve el problema de 'la sexuació n pa-
goce y saber de valor supremo de verdad para el sujeto. Ése es el verdade- ra un sujeto.
ro obstáculo a un progreso en el saber. 11 º
En lo s dos próximos capítulos, examinaremos cómo definir la sexua-
ción, teniendo en cuenta los modos de goce del sujeto y no sólo en térmi- LA SEXUACIÓN, MÁS ALLÁ DE LAS IDENTIFICACIONES
nos de identificaciones y clas ificaciones.
Entre las tres identificaciones catalogadas por Freud, la que nos intere-
108. Ibid., pág. 18. sa aquí es la segunda, la identificación con el rasgo unario. 1 Del otro se ex-
109. Ibid., pág. 21. trae un rasgo, un significante, con el cual el sujeto se identifica . Ese rasgo
110. Esto encuentra su confirmación histórica en el libro de Thomas Laqueur, puede ser un detall e corporal o un elemento de discurso escuchado de la-
La Fab rique du sexe. Essai sur le co rps et le genre en Occident, París, Gallimard, bios del otro. Esta identificación tiene un mecani smo simple y se encuentra
1992 [traducció n castell ana : La constru cción del sexo: cuerpo y género desde los ·n todas las estructuras.
griegos hasta Freud, Madrid, Cátedra, 1994]. El autor muestra que el modelo del
sexo único (los dos sexos concebi dos como moldeados ana tómicamente según el
Tomemos en primer lugar un ejemplo clásico, el de Dora . Ésta exhibe
modelo del sexo masculino) es perfectamente compatib le con la existencia de pa- cierta cantidad de síntomas corporales, conversiones histéricas, entre ellas
res de opuestos significantes (pág. 86: " En rigor de verdad, la paradoja del mod elo íl na tos y una afonía intermitentes . Freud hace de la tos el objeto de una

unisex ual es que pares de con trarios ord enados revelaban una sola carne a la que i11 te rpretación. 2 La palabra que suprimirá el síntoma es "unvermogend",
ell os mismos no pertenecían. Paternidad/matern idad, macho/hembra, hombre/mu - i1n potente, que juega con el equívoco con "vermogend", afortunado. El
jer, cultura/natura leza, masculino/femenino, honorable/deshonroso, legítimo/il egí-
timo, caliente/frío, derecha/izquierda y muchos otros pares se leían en un cuerpo
que, por sí mismo, no marca ba claramente esas distinciones".) En consecuencia ,
1. " Der einziger Zug" en alemán. Cf S. Freud, "Psychologie des fou les et
estas oposiciones significantes no provienen de la observación de la diferencia a na-
i1 1i,1lysc du mo i", op. cit., pág. 169. La primera es la identificación primordial con
tómica y no representan ningún reconocimiento real de la d ifercnci;i sex ua l, sin o
1· 1 p:1dn:; In 1crcnn , la id entificació n histérica. Cf supra, capítulo m, pág. 81 sq.
que enm ascara n, a l contrario, una id entidad y una co nfu sión l'O ll l"l' pl u:d ts.
. S. Frc11cl, " Fl':l g1111·n 1 d' 11nc :i na lyse d'hystéri e ... " op. cit., pág. 33.
106 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS FUNCIÓN FÁLICA, FUNCIÓN SÍNTOMA 107

padre es, ciertamente, rico e impotente, fac tores que desempeñan un papel toda referencia fá li ca, la s identificaciones ocupan un lugar muy importan-
importante en la observación. Dora, en efecto, se ve en la situación de in- te. Cuando se desencadena la psicos is, algunas de ellas se hunden con el
tercambiarse con la señora K., amante de su padre, en un circuito de rega- derrumbe de la vida del sujeto. Se advierte entonces su labilidad y la escasa
los entre éste y el señor K., que es tá enamorado de ell a. Tanto la tos como estabilidad de una sexuación construida únicamente sobre identificaciones.
la afonía de Dora pueden interpreta rse3 como rasgos de id entificación con
su padre impotente. La afonía representa precisamente una identificación Una clasificación sexual
sexua l: la relación sexua l entre el padre y la señora K. mediante cunnilin-
gus, en la que Dora sustitu ye a su padre impotente. Pero esta identifica- Josiane, estud iante, ingresó a l hospital tres días antes de nuestra entre-
ción, que tiene una signifi cación sex ual fálica (impotencia), no nos dice en vista, durante una noche de "certezas re ligiosas". Se le habría hecho saber,
absoluto de qué sexo es Dora: no es por lo tanto una identificación sexua- de manera alusiva e indirecta, a través del diario o la televisión, que es
da que determina su sexo, mujer o varón . En ca mbi o, signa su histeria, si " Un" enviado, Jesús. "Josiane no es Jesús", repite. "El hombre es el sexo
se considera que el eje de ésta es la identificación con el goce del padre cas- débil, porque «eso» lo dirige." Desde esa noche, tiene la impresión de que
trado.4 "todo está dado vuelta". Por ejemplo, ¿la locura implica la grandeza, o la
La identificación con un rasgo tomado de un hombre impotente, que grandeza nos vuelve locos ? Esta invers ión afecta también el hecho de ser
señala por ello la castración, no significa que el su jeto se haya sexuado co- ho mbre o mujer, como vamos a verlo. La entrevista permite poner de ma-
mo hombre. La id entifi cación de la histérica con el padre castrado no re- nifiesto una especie de ecuación entre el hombre, el padre y el "malo" en
suelve su posición sexuada . Al contrario, respalda su pregunta neurótica va rios sentidos de la palabra, porque ella está pris ionera del equívoco con
sobre la femi neid ad y el sexo. Es pregunta a descifrar y no respuesta. La s respecto a "malo". Por otra parte, puede descifrarse otra ecuación, mucho
llamadas identificaciones viriles encubren y complican el abordaje de la se- más enigmática, entre los términos de la serie "mujer, madre, buena, chivo
xuación, pero ésta no se reduce a ella s. A veces, a la inversa, a lgunas niñas emisario". Aclaremos.
toman de su madre un rasgo femenino, el maquillaje, por ejemplo, lo cu al Las cosa s empezaron a andar mal cuando aprobó el bachillerato, muy
no significa, sin embargo, "soy una chica". l'Sperado por su padre. Hasta entonces, su hermana mayor era mal a como
La sexuación, en consecuencia, debe di stinguirse de la mescolanza de ·I pa dre; ella, buena y sometida corno la madre, femenina. El padre es ma-
la s identificacion es. Cada sujeto es tá repleto de ellas, a lg unas muy anti - lo, en el sentido mora l del término. Sin embargo, no es culpa de él. Lo "hi-
guas, otras recientes. Están las identificaciones simbólicas procedentes de cicror( malo desde la infancia, debido a una injusticia fundamenta l. El
los padres, de lo s ab uelos, etc., que so n identificacion es con significantes " ma lo" inicial es el abuelo paterno. Tras "haber gritado a una mujer em-
transmitidos. La cuestión es: ¿cómo se diferencia la sexuación de todas li:1razada", habría suscitado la venganza del marido de ésta. Esa venganza
esas identificaciones que, no obstante, también cuentan? l o nsistió en represal ias contra el hijo del abuelo paterno: el padre de Josia-

11c, por tanto. Así, éste, enviado inj ustamente a un correccional, se habría
Una sexuación centrada en el "malo" v11clto "malo".

El segundo ejemplo muestra a la vez la importancia de las identificacio- ¡,; { equívoco del significante "malo"
nes y su límite, y en ocasiones su debilidad. Se trata de un caso de psicosis .
En la neurosis, el falo está en el centro de la sexuación. No se reduce a un ::i El significante "malo" aparece con un doble valor. Por un lado, signifi-
identificación sino que debe concebirse, más bien, como una función, In 1, .i la volunta d mala de un Otro abusivo: cólera indebida del abuelo pater-
función fálica. En la psicosis, la forclusión del Nombre-del-Padre es cor re- 1111, co rreccio nal para el padre, una pareja que persigue actualmente a Jo-
lativa de la forclusión de la significación fálica .5 Debido a la ausencia d,. .ii1 11 c. Por el otro, es una marca de familia, visiblemente ligada a la
¡i.11nnidad desde la anécdota original, y transmitida por filiación del abue-
111 .il p;:idre y luego a la hermana mayor de Josiane. Es un significante que
d1 ·~ ig n::i el goce, reparte los sexos (hombre-malo, mujer-buena) y se trans-
3. Cf J. Lacan, " Intervention sur le transfert" (1 95 1), en Écrits, op. cit.., r 6gs .
209-221 [traducción castellana: "Intervención sobre la transferencia " , en Escritos 11. 111 11 l' de ge ner;:i ció n en ge nerac ió n. Establece una especie de genealogía de-
4 . Cf J. Lacan, Le Séminaire. Livre XV II , op. cit., pág. ·11 O. l11 '.1111c y, h::t st:i el dcscn c:1dc11:1111iento, asegura en mayor o menor medida
5. Cf supra, capítulo 11 , pág. 50, noto ·13, y p:íg. 69, nora 73. 1:1 p.1pd corrcspo 11di (·111 ¡· :ti p:1r del N o mbre-de l-Padre y la significación fá-
FUNCIÓN FÁLICA, FUNCIÓN SÍNTOMA 109
108 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS

La falta del falo


lica en la neurosis. La diferencia consiste en que es justamente lo que hace
las veces de tales, pero sin las mismas garantías de estabilidad. El Nombre- El primer aspecto es que el falo no es sólo un significante; si así fuera,
del-Padre es, en efecto, el significante de la ley en el inconsciente del neu- sería intercambiable. Aquí, el significante "malo" desempeñaba, hasta el
rótico. Barra el acceso del sujeto al goce, lo que constituye la castración. El desencadenamiento, un papel aparentemente similar al del par del Nom-
resto de goce con que cuenta el su jeto asume correlativamente la significa- bre-del-Padre y la significación fálica en la neurosis . Caracterizaba el sexo
ción fál ica. La prueba de esta diferencia entre "malo" y el Nombre-del-Pa- ma sculino, se transmitía de padre a hijo, ordenaba el mundo. Su relación
dre es que el primero es precisamente el significante que va a designar la con el goce era más problemática: si bien señalaba el sexo masculino, no
invasión del sujeto por el goce, en la forma de un "oler mal". En efecto, era, empero, el significante del goce ligado al órgano peniano denotado
hasta .la crisis que la envió al hospital tras el éxito en el examen, la convic- alusivamente por un "eso" ("los varones son el sexo débil porque eso les
ción de que olía mal se había apoderado gradualmente de Josiane. Se lo molesta", dice Josiane). Pero, desde antes del desencadenamiento, el signi-
había dicho una pareja en el aula, y luego todo el mundo se lo señaló. Ella ficante "malo" se mostraba ligado a un goce adherido al cuerpo, no verda-
se había convertido en el mal olor del mundo. deramente localizado (el mal olor, los líquidos sospechosos) y asociado a
Pero el significante "malo" no perdió ni su sentido moral anterior ni su la mala voluntad del Otro ("todo el mundo lo sabe y pone cara de asco",
sentido sexual. En efecto, la invasión por la convicción de oler mal va a la "soy la señorita que huele mal"). Una diferencia con el Nombre-del-Padre
par con la idea de que se volvió mala y se transforma en varón. La idea de es que éste es inconsciente y se hace ver en sus efectos, en especial la signi-
que se volvió mala y debe aspirar al bien procede de una escena con su ficación fálica. Aquí no sucede lo mismo: "malo" es un significante noto-
madre, quien, presuntamente desmejorada, le habría dicho: "Me vas a rio, a cielo abierto. Por otra parte, en la neurosis, la significación fálica li-
mandar al cementerio". La idea del cambio de sexo es lo que ella rechaza gada al Nombre-del-Padre apa rece doblemente. El Nombre-del-Padre
en "Josiane no es Jesús", denuncia en "todo está dado vuelta" y afirma fi- ~epara al niño de la madre revistie ndo el deseo materno con la significa-
nalmente en "olía a varón" . La actitud llega hasta la interpretación deli" :ión fálica, y ésta localiza una parte del goce en una dialéctica de la falta
rante en el cuerpo: había un líquido sospechoso en su bombacha, y no se l(aute] y la culpa, reunidas en el complejo de castración freudiano. Ésa es
atrevió a preguntar a la madre si era el signo de su transformación en 1111a de las razones que da su importancia a la masturbación en la teoría
hombre. Por otra parte, le atribuye haber querido que ella, segundo hijo Íreudiana: localización fálica del goce, arnenaza sobre el órgano, complejo
de la familia, fuera un varón. de castración y comple jo de Edipo se anudan en torno de esa única signifi-
·nción. La significación fálica tiene, por consiguiente, un poder de focali-
jesús, el significante inclasificable t.J ción y limitación del goce: éste se concentra en el significante del falo y
en el órgano; está casi perdido p ara el resto del cuerpo. Ahora bien, para
En esa invasión progresiva e insoportable del "malo" con su triple con- .Josiane el significante "malo" no cumple el papel de Nombre-del-Padre
notación (olor, moralidad, sexo masculino), se le ocurre un nuevo signifi- po rque deja al sujeto "malo " en un cara a cara angustiante con su madre,
cante procedente del padre o, mejor, una imagen, la de Jesús, a la ·cual qu e se le aparece desmejorada, cadavérica, y no introduce ninguna media-
aquél parece estar curiosamente consagrado. Curiosamente, porque renegó 1:ió n tranquilizadora entre los dos: no tiene efecto alguno de separación. El
de su religión de origen por Jesús, a quien pinta una y otra vez. No se ex- .~ i g nifica nte "malo" no logra, por otro lado, localizar el goce que, al con-
cluye que él mismo sea psicótico. El llamado o, más bien, la conminación tra rio, invade al sujeto por el sesgo mismo de ese significante, oler "mal" .
a que ella se convirtiera en Jesús, provendría de un cuadro del padre, un " Ma lo" se convierte en el vector del goce: es un significante en lo real. 6
gran Jesús negro. Llamado que ella rechaza y al que replica pese a la signi-
ficación "buena" de Jesús, porque de lo contrario signaría su metamorfo-
sis en varón. Así, el significante "Jesús" no encuentra su lugar en el marco
del orden del mundo anterior, ya que si lo hiciera resultaría equivalente n ), Cf. J. Lacan, Le Séminaire. Livre Ill, op. cit., pág. 157. Por "significante en
"bueno" y "hombre", una contradicción en sí misma, pues el hombre e~ In rc:1l " entendemos aquí un significante que perd ió la propiedad de éstos de abar-
' , 11· 1111 a exte nsa gama de significaciones según el contexto. Ya no es más que el
malo. El sujeto, Josiane, deberá por lo tanto reconstruir de otra manera el
por t ~ d o r del goce. Dcj;:i de encadenarse con otros significantes en el discurso del
mundo, cosa que comienza a hacer con su delirio.
~ ll) l' I O ; qu eda a isl:tdo, u11 poco ;:i la manera de un neologismo. En el caso de Tom
La entrevista con esta joven pone de relieve dos nspcCl"os importanl'c8 (111 pí1111 0 1x, príg. 21t 'l .~r/.), l'i sig11ifi cantc "¡fuego!" tiene esta misma característica .
para una teoría de la sexuación.
110 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS FUNC IÓ N FÁLICA, FUNCIÓ N SÍNTOMA 111

Labilidad de las identidades sexuales percepción de su ausencia en la niña dará su peso de real a la amenaza de
castración del adulto. Para aquell a que no lo tiene, la visión del pene la ha-
El seg undo aspec to que pone en evidencia el caso de Jos iane es la fragi- rá sucumbir al Penisneid.
lid ad de un a sex uación que só lo se apoya en la oposic ión significante ma- Desde que con Lacan se aborda el sexo por medio del goce y el lengua-
lo/bueno, en la que "ma lo" es el término clave. De hecho, Jo siane tiene je, y ya no únicamente en términos de desa rro ll o, hay un retroceso notorio
una teoría de la sex uación por identid ad de género: "malo" identifica a l de la importa ncia de la anatomía: ésta forma parte del destino, pero no es
género ma scu lino, " bueno", al género femenino. Se advierte, entonces, el todo el destino. El caso de Josiane nos mostró la manera en que el goce in-
límite de la concepción teórica del género . En la neurosis, se atrinchera en vadía al suj eto y su mundo por intermedio del significa nte "ma lo ". Esto
las representac iones imaginarias del sexo sa lid as del lengua je. En la psico- nos indica la neces idad de subord inar el goce, en especial el del cuerpo y
sis, tiene cierto peso de real, porque falta lo que permitiría articular una particularmente lo que Freud llamaba la "actividad de órgano" , 8 a un sig-
pos ición sexuada más só lid a, la función fá lica . Esa fa lta, muy notoria nifi ca nte. El suj eto debe interpretar su goce sexua l. En el ser hab lante exis-
aquí, provoca la lab ilid ad de la identidad sexual, que ll ega hasta una sen- te, a l parecer, una necesidad de unificar ·ese goce, de loca lizarlo en torno
sación de metamorfosis. de un significante único . C uando no 'lo logra, el goce se fragmenta en el
Este caso, entre otros, demuestra el reduccio ni smo de concebir la se- cuerpo y lo s órganos " habl an" . Es lo que Freud ll amaba , en la esqui zofre-
x uación exc lu siva mente corno una clasificación de los sexos, en la cua l el ni a, el lenguaje de órgano. En algunos casos de psicosis, se ve al suj eto
suj eto se id entifi que por un rasgo, un significante o un atributo con una u procura r unificar el goce por medio del significante "la muj er". La can de-
otra clase. Si el su jeto funciona así, ya podemos pensar que es tarnos frente nominó ese proceso "empuje-a-la-mujer" . 9
a una psicosis. El significante al qu e se recurre universa lmente para esa loca li zación,
esa centralización del goce, es el falo., El falo es, si n dud a, un significante
asociado al órgano masculino, elegido por sus cualidades de erectibilidad
LA FUNCIÓN FÁLICA vi sible que evoca n la ca ducid ad de las otras fanera s' del cuerpo. La detu-
mescencia del órgano, al evocar esa caducidad, se opone a la erección eter-
¿Cómo exp li car esa "otra cosa" distinta de las id entificaciones, que na del significante, representada en los dibujos infantiles y a menudo estili-
anud a la relación del suj eto con el goce con el hecho de que aq uél se alinee za da mediante un trazo rectilíneo separado del cuerpo. 10
de un lado o del otro, hombre o mujer? Para Freud, la diferenciación del
hombre y la mujer es un proceso extremadamente complejo, ar ti cul ado Tener el falo
con el desarrollo de la pulsión sexua l y relativamente tardío, porque am-
bos sexos son só lo uno hasta la fase fá li ca. De todas maneras, el resultado La relación del sujeto con el falo no es su relación con cualquier signi-
nunca es puro: "En el ser humano[ ... ], no se encuentran pura ma sc ulini- ficante. Para Freud, el falo entra en juego por medio de la fase fálica y el
dad o pura femineidad ni en el sentido psico lógico ni en el sentido biológi- complejo de castración: durante la fase fálica, el suj eto eleva su goce ínti-
co" ,7 escribe en los T res ensayos de 1915. La diferenciación en tre hom bre mo a la dimensión de un significante universal, el "pipí" de Hans. En el
y mujer descansa sobre la articulación relativa y tempora l entre el comple- varón, el complejo de castración interviene como una amenaza al órgano y
jo de Edipo y el complejo de castración. El va rón sa le del primero median- la satisfacción que extrae de él. Esta sa tisfacción ma sturbatoria estuvo pre-
te el segund o, y la niña sa le de és te .al entrar en aquél, en el que tiende a viamente ligada a fantasmas edípicos. En ese conflicto entre el interés libi-
permanecer. di na l narcisista por el pene y la investidura libidinal de lo s padres, dice
El complejo de castración gira alrededor del falo y del órgano peniano
del que es el significante . Es por eso que, en el recorrido que va del com-
plejo de Edipo al compl ejo de. castrac ión en el caso del varón, y el recorri-
8. S. Freud, "Quelques conséquences psychiques ... ", op. cit., pág. 125.
do inverso en el de la niña, la·anatoi11ía sigue siendo esenci al. La del punto
9. J. Lacan, "L'Étourdit", op. cit. , pág. 22.
de partida primero, la del otro sexo, después: para quien tiene un pene, la
* El Diccionario Enciclopédico Abreviado Espasa-Calpe las define como "pro-
du cció n anexa dl: l:i pie l como las uñas, el pelo, etc.; se opone a cripta".
10 . C(. el dih11jo 1k l.1 jir:ifo del pequeño Hans, en S. Freud, "Analyse d'une
7. S. Freud , Trois essais sur la th éorie sexuelle, op. cit., p;íg,, 1(1 l • I (1), 1101a 1. phobic ch('Z 1111 p1·111 111111.,011 ... ", up. cit ., póe:. 100.
112 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS FUNCIÓN FÁLICA, FUNCIÓN SÍNTOMA 113

Freud, 11 se impone el primero. Por lo tanto, aquella satisfacción se vincula a Es indudable que la posición femenina no se reduce a aceptar no tener
la vez a un universal y a una parte del cuerpo. También se articula con una el órgano, a asumir el Penisneid, sino a una relación sutil con "ser el falo".
pérdida. Goce, universal, pérdida: tales son las características del goce fálico. Relación compleja que confronta la femineidad con la histeria, pero tam-
A juicio de Freud, la problemática de la castración se inscribe para am- bién con la psicosis.
bos sexos bajo la rúbrica "tener el falo". Para el varón, es la amenaza de Así, en un primer sentido, ser el falo significa la mascarada fálica, el
pérdida que pende sobre el órgano. Para la niiia, la esperanza de tenerlo parecer que es también un "pareser", l6 objeto de la comedia entre los se-
algún día (Penisneid, envidia del pene, o Peniswunsch, 12 deseo del pene) o xos. La mujer expulsa ría todos sus atributos en la mascarada, 17 querría ser
la nostalgia de creer haberlo tenido y perdido. Esta nostalgia puede trans- a mada y deseada por lo que no es. Detrás de la máscara asoma ya un va-
formarse en depresión o ser el origen de una tristeza indefinible. Registro cío que Lacan designará más adelante 18 como "la mujer no existe".
del tener en los dos casos: en pasado, "lo tuve y lo perdí"; en presente, Pero "ser el falo" puede también pagarse con la frigidez sexual, en lo
"corro el riesgo de perderlo"; en futuro, "¿lo tendré algún día?". Estas cual se ve que esta identificación confina con el goce. Habría una "identifi-
cuestiones, estas formulaciones de Freud, marcan el desarrollo del niüo y cac;ión)maginaria de la mujer (en su estatura de objeto propuesto al deseo)
el desenvolvimiento de la cura freudiana. La relación con "tener el falo" es con el patrón fálico que sostiene el fantasma" . 19 Para ser amada y deseada
también lo que determina el fin de la cura. En el último capítulo de "Aná- por un hombre, para adueiiarse del fantasma del hombre, una mujer se
lisis terminable e interminable'', 13 Freud dispone el tope de la cura en tor- erigiría fálicamente, lo cual la haría impermeable a todo goce sexual. El
no de la roca de la castración en términos de tener: "Predicamos en el de- beneficio para ella sería narcisista: colmar su propia demanda de amor.
sierto", dice, si queremos convencer a una mujer de que abandone su Encarnar el falo con la totalidad del cuerpo, con su estatura, pondría un
deseo del pene como irrealizable, o a un hombre de que no toda posición o bstáculo al goce de una parte del cuerpo, la insensibilizaría.
pasiva con respecto a otro es una castración . .. En un tercer sentido, "ser el falo" caracterizaría la histeria femenina,
mediante una identificación más inconsciente, menos imaginaria. No se tra-
Ser el falo taría de la mujer-falo frígida, sino de una mujer satisfecha sexualmente, que
no cesa de identificarse con el hombre para saber qué puede desear éste al
A partir de 1958, Lacan 14 agregó a la concepción freudiana una nueva margen de ella, además de ella. Y más allá de esta identificación con la falta
problemática, la de "ser el falo", con lo cual hizo que toda la filosofía del º
de l otro, llamada histérica por Freud, 2 habría una "identificación última
ser resonara con el complejo de castración, y comparó el falo con el lagos co n el significante del deseo'', el significante del falo. El ejemplo es el del
griego. En lo concerniente a las relaciones entre los sexos, Lacan propone sueüo de "la bella carnicera" en la Traumdeutung, comentado por Lacan. 21
atenerse a la función del falo -fidelidad a Freud-, pero sostiene que esas Más allá de la identificación viril con su pareja (¿cómo puede mi marido, a
relaciones giran alrededor de ser y tener el falo e insiste en la función sig- ¡uien colmo sexualmente, desear a otra que no va a satisfacerlo?), el sujeto
nificante de éste, distinguido del órgano. Las posiciones sexuadas juegan se identifica con la esencia misma del deseo como un absoluto, el significan-
entonces con frases que incluyen "ser'', "tener'', "falo" y una negación: ! e del falo. En el sueño lo representa "un poco de salmón ahumado'', eleva-
"la mujer no es sin tenerlo"; "hay que renunciar a serlo para tenerlo", "y lo, dice Lacan, al rango del falo velado de los misterios antiguos.
es preciso que el hombre, varón o mujer, acepte tenerlo y no tenerlo a par-
tir del descubrimiento de que no lo es" .1s
16. Cf. J. Lacan, "L'Étourdit", op. cit., pág. 48. Lo comentamos al final del ca-
pítulo t, págs. 43-5. Se trata del parecer que quiere hacerse ser.
17. Cf. supra, capítulo t, págs. 42-3.
11. Cf, S. Freud, "La disparition du complexe d'CEdipe", ofJ. cit., pág. 120. 18 . Cf. J. Lacan, "L'Éveil du printemps" (1974), en Ornicar? nº 39, París, Na-
12. Cf.l S. Aparicio, "Le désir au féminin", en La Cause freudienne nº 24, v,1rin, 1986, pág. 7: "Sólo la máscara ex-sistiría en el lugar del vacío en que pongo
1993, págs. 24-29. .1 l .a muj er" .
13. S. Freud, "L'analyse avec fin et l'analyse sans fin" (1937), en Résultats, 19. J. Lacan, " Propos directifs pour un Congres ... ", op. cit., pág. 733.
idées, problemes JJ, op. cit., pág. 267 [traducción castellana: "Análisis terminable O. S. Frcud , "Psychologie des foules ... " , op . cit., pág. 170.
e interminable" , en OC, vol. 23, 1980]. 1. C( S. Frcud , l.'l11t erprét.ation des reves , op . cit., pág. 133; J. Lacan, "La di-
14. J. Lacan, "La signification du phallus", op. cit., pág. 694. 1t"l 't io n de lci c ur(" ... ", 11¡1. rit., p ~g. 627; y J. -A. Mill er, "Trio de M élo", en La
15. J. Lacan, "La direction de la cure ... ", op. cit., pág. 642. ( :1111 sc ( r 1'11ti i l'llll C' 11 " \ 1, l '. 1 ~15, p ,Íg~. 9- 19.
114 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS FUNCIÓN FÁLICA, FUNCIÓN SÍNTOMA 115

De la comicidad de la puesta en escena entre los sexos a la identifica- En principio, seguramente, a causa de la multiplicidad de los valores
ción secreta con un significante absoluto, pasando por la tragedia del nar- asumidos por la locución "ser el falo". Ese complemento de la teoría
cisismo que mortifica la sensibi lidad sexua l, aparece una polisemia dema- freudi a na no permite, sin embargo, diferenciar las identificaciones narci-
siado grande de la expresión "ser el falo". sistas del yo, las id entificaciones inconscientes del sujeto y sus posiciones
Ésta se refuerza aún más por el uso que se le da en la relación del hijo de goce.
con la madre. ¿Qué lugar puede ocupar él en el deseo materno, si éste está
marcado por el complejo de castración? La madre es una mujer freudiana, Valor positivo de la función fálica: gozar de la castración
bajo el influjo del Penisneid. De modo que de entrada hay un triángulo: el
hijo, el falo y ella. La psicosis, en la cual el falo está forcluido, impli ca in- Así pues, si procuramos saber por qué Lacan apeló en la década de
ventar una respuesta sustitutiva, llamada "metáfora delirante" en el caso 1970 a la función proposicional para redefinir el falo y la sexuación, nos
de Schreber: "Corno no puede ser el falo que falta a la madre, le queda la encontramos con tres razones principales:
solución de ser la mujer que falta a los hombres". 22 La expresió n "ser el La primera, ya lo dijimos, es que el falo no es un signifi cante cualquie-
falo" designa aquí la posición tomada por el suj eto en el deseo materno, ra, y "ser fá lico" no podría cons id erarse corno una identificación más. El
antes de la intervención separadora del padre, que no siempre se produce. falo, por lo tanto, no es un atributo, no compete a la lógica aristotélica de
El concepto "ser el falo" permite, por lo tanto, reso lver cierta cantidad la clase, definida, por la frase, sujeto, cópula, atributo. La biología puede
de problemas que Freud dejó en suspenso, pero tiene el inconveni ente de permanecer en el plano de esa lógica con los atributos corporales y genéti-
una pluralidad demasiado grande de sus significaciones y referencias. cos más sofisticados; el psicoanálisis, si torna en cuenta lo real de la no re-
lación sexual, debe ir más a llá de la identificación mediante el atributo.
¿Por qué la "frase con agujeros"23 de Frege? La segunda razón es que la especificidad del falo está ligada a su rela-
ción universal con el goce; universal, es decir reconocida por todos, todos
En 1972, en "El atolondradicho", antes de introducir la función fálica los pertenecientes a un vasto conjunto. Podríamos definirlos, rápidamente,
y sus fórmulas de la sexuación, Lacan sitúa ésta, una vez más, en el marco como aquellos que, a semejanza del pequeño Hans, creyeron en un mo-
de 1958, "ser o tener el falo": "No cometemos ningún exceso con respecto mento que todos lo tenían; todos aquell os y aquellas que adhirieron a esta
a lo que nos muestra la experiencia si ponemos en el acápite de ser o tener creencia normativa, la "norma varón" [ "norme male "], que aceptaron el
el falo (cf. mi Bedeutung de los Escritos) la función que suple la relación discurso sexual de la comunidad. Vo lveremos a ello cuando abordemos los
sexual" .24 ¿Por qué entonces introducir el falo como una función, formali- t-res tiempos de la sexuación. El interés de hablar de una función fálica
zada con la función proposicional, en lugar de continuar con fórmulas re- consiste en introducir una función de goce ligada al complejo de castra-
tóricas fabricadas con negaciones referidas a "ser o tener el falo"? ción. En efecto, éste se cons id era habitualmente como una negatividad,
una limitación. Pero al mismo tiempo, el sujeto goza de su castración y
con ella. Es lo característico de la neurosis, y el obstáculo mismo al fin del
22. J. Lacan, "D'une question preliminaire ... ", op. cit., pág. 566. En Lacan, la a nálisis, según Freud. En consecuencia, se trata de asociar al fa lo, a la vez,
metáfora es la sustitución de un significante por otro. una función positiva de go~e y una función negativa de ley e interdicto, la
23. Cf G. Frege, Begriffschrift (1879), capítulo 1, § 9, "La fonction'', en Logi- que tenía el complejo de castración freud iano ligado a l padre. La función
que et fondements des mathématiques. Anthologie (1850-1914), compilada por F. (á lica tiene entonces una cara real, el goce, y una cara simbólica, la ley y la
Rivenc y P. de Rouilhan, París, Payot, 1992 (traducción castellana: Conceptogra- interdicción de la castración.
ffa: los fundamentos de la aritmética. Otros escritos filosóficos, México, UNAM, La tercera razón obedece a la definición del sujeto en el psicoanálisis.
1972], y B. Russell, Introduction a la philosophie mathématique (1919), París, Pa- 1·:1 sujeto no es quien es, quien tiene, quien cree ser o tener. Por eso, creerse
yot, 1991 [trad ucción castellana: Introducción a la filosofía matemática, Barcelo- ho mbre o mujer, decir "soy un hombre" o "soy una mujer", sigue siendo
n,a, Paidós, 1988]. Expresión en imágenes para designar la "función" de Frege o <. osa del "yo" o del género, y no dice mucho sobre la sexuación. La ense-
"función proposicional" de Russell, utilizada por J.-A. Miller para exponer la teo-
11 :1 nza que Freud dedujo de las histéricas, en los albores del psicoanálisis,
ría del sujeto como variable en su curso "Du symptome au fantasme et retour",
l' S qu e es posible afirm arse mujer e identificarse hasta la pantomima vio-
inédito, clase del 8 de diciembre de 1982, en la que se refiere a una presentación de
la función proposicional hecha por el lógico Van Heijenoort. k11t a con un hombre: "as í, en un caso que observé, la enferma sostiene
24. J. Lacan, "L'Étourdit ", op. cit., pág. 14. l 0 11 una 111 :1110 <.' I V<"did o cc iiiclo contra su cuerpo (en cuanto mujer) , rnien-
LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS FUNCIÓN FÁLICA, FUNCIÓN SÍNTOMA 117
116
2 mento. También se lo denomina variable. Se escribirá entonces la frase
tras que con la otra se esfuerza por arrancarlo (en cuanto hombre)". 5 El
sujeto no es el sujeto del enunciado, sino que está más bien vinculado a la <D(A), donde <Des la función y A el argumento, o bien <I>(A, B), si hay dos
enunciación, fuera de la frase gramatical, y debe aprehenderse en los agu- argumentos A y B, etc. Con una misma frase inicial se pueden fabricar,
jeros del discurso: "ne" expletivo en "Je crains qu 'il ne vienne" ["temo desde luego, varias funciones diferentes según el lu gar en que se ubiquen
que venga"], 2 6 vacilación, duda entre temor, esperanza y deseo. El sujeto los agujeros: la lógica se despega así de la gramática.
es falta, falta-de-tener, falta-de-ser, conjugación de las dos. Su definición La función proposicional, que es una frase con agujeros destinada a
lacaniana: un significante representa a un sujeto para otro significante, im- asumir un valor de verdad (verdadero o falso), viene como anillo al dedo
plica que el sujeto sólo se capta por medio de un significante que lo repre- para locali zar el lugar de un sujeto vacío, con respecto al falo que conden-
senta, con el cual se identifica, pero del que nunca es otra cosa que la de- sa la positividad de un goce y la negatividad de la castración freudiana.
saparición. El sujeto se escribe como un significante tachado, 27 es un vacío Lacan la utiliza en el momento en que busca en la lógica las herramientas
28 de una escritura que permita abordar lo real como imposible: escribir lo
que se recubre de atributos, era ya un "polo de atributos" mucho antes
de nacer. Por eso no es sexuado en sí mismo. No es hombre o mujer en real de "no hay relación sexual" por medio de una función, la función fáli-
cuanto su jeto, salvo por un abuso del lenguaje. 29 Sólo se sexúa a través del ca, en que el goce se anuda al lenguaje. Para Frege, en su Begriffschrift de
significante mediante el cual se hace representar: ese sujeto vacío sólo tie- 1879, 33 la lógica de la función proposicional rompía con la lógica aristoté-
ne relación con el sexo por medio del significante y el lenguaje. Pero, ¿con lica de la clase dependiente de la gramática y las lenguas naturales. Como
qué instrumento puede hablarse del goce de este sujeto? vimos, la frase ya no se analizaría en términos de sujeto y predicado o atri-
Lacan pensó en la "frase con agujeros", es decir, la función proposicio- buto sino de acuerdo con un nuevo par: función, argumento. Frege procu-
30 raba establecer una lengua formularia apta para forma lizar y describir los
nal. Ésta fue inventada por Frege en 1879 con el nombre de "función" ,
y rebautizada a continuación "función proposicional" por Bertrand Rus- razonamientos de la aritmética, es decir, para construir lo real del número.
sell.31 Frege inventó una nueva manera de analizar la frase, diferente de la Podernos intentar un paralelo con el proceder de Lacan: captar lo real de
descomposición aristotélica en sujeto y atributo o predicado. Introdujo un "no hay relación sexual", mediante una lógica que no sea la del atributo y
nuevo par, "función, argumento", que se deduce de la frase cuando se la las identificaciones, sino que escriba directamente la relación del sujeto
descompone de cierta manera. En la frase "el hidrógeno es más liviano que con el goce fálico. El interés de hacer del falo una función proposicional es
el gas carbónico", podemos variar el sentido (y también el valor de ver- también poder inspirarse en la lógica de la cuantificación, inventada por
dad) si sustituimos hidrógeno por oxígeno, nitrógeno u otro gas. Es posi- Frege al mismo tiempo que la de la función. Lacan inventó una formaliza-
ble considerar, por tanto, que en esta frase hay "un elemento constante ción a la que dio la forma de una nueva "cuantificación", diferente de la
que representa el conjunto de las relaciones"; será la función que puede es- de Frege, para distinguir los sexos a la vez que utilizaba para ambos la
cribirse como una frase con agujeros: "_es más liviano que el gas carbó- misma función de goce, la función fálica. Esta "cuantificación" lacaniana
nico". Esta última sólo tiene un agujero, pero podría tener dos: " _ es más contiene cuatro "cuantores" -es el nombre que da a sus cuantificadores-
liviano que_" . 32 El elemento sustituible en un lugar vacío se llama argu- que son el todo, la existencia, la· no-existencia y el no-todo. Al asociarlos a
la función fálica o a su negación', Lacan obtiene cuatro "fórmulas de la se-
xuación" ,34 dos para el lado hombre y dos para el lado mujer.
25. S. Freud, "Les fantasmes hystériques et leur relation a la bisexualité" (1908),
en Névrose, psychose et perversion, París, PUF, 1973, pág. 155 [traducción castella- l·:f falo como función proposicional
na: "Las fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad " , en OC, vol. 9, 1979).
26. J. Lacan, "Subversion du su jet .. . ", op. cit., pág. 800. Lacan, entonces, toma de Frege la formulación de su función fálica. Es-
27. $. L' ribe el goce fálico como una función proposicional <P(x), con un sólo ar-
28. J. Lacan, "Remarque sur le rapport de Daniel Lagache ... ", op. cit., pág. 652. g111nento o variable x, que se lee "x se inscribe en la función fálica". El su-
29. ¡Un abuso que cometemos sin cesar!
30. G. Frege, Logique et fondements des mathématiques ... , op. cit., pág. 119.
31. B. Russell, Introduction a la philosophie mathématique, op. cit., pág. 295.
En la actualidad, los lógicos hablan de "cálculo de los predicados" . 33 . G . Frege, Logir¡11e et fon.dements des mathématiques ... , op. cit., pág. 93.
32. Cf. el caso Maria, infra, pág. 128, que se escribe con unn fr;iM.: que contie- :H . J. L1 c:in, " l.' Í-'. tourdit'', op. cit., pág. 22, y Le Séminaire. Livre XX ... , op.
ne tres :ir,ujcros. r ll . , p:\g. 73.
118 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS FUNCIÓN FÁLICA, FUNCIÓN SÍNTOMA 119

jeto se manifiesta como agujero, vacío en la frase, y como tal no puede ser te que representa el conjunto de las relaciones", ¿qué sentido podría tener
argumento de la función <l>(_). La variable "x" representa al sujeto en su para la función fálica? La constancia de ésta puede entenderse, ante todo,
relación con el sexo. Es un significante por medio del cual el sujeto se ins- como su universalidad. Se trata de la misma función para todos, indepen-
cribe en la función como su argumento. Puede haber varios, pero su núme- dientemente del sujeto. El sujeto se i11scribe en ella gracias al deseo de la
ro es limitado. Son significantes del goce para el sujeto, que lo representan, madre. Ésta desea el falo y el sujeto se ve en la necesidad de situarse en
como "malo" o "bueno" en el caso de Josiane. Pero ni "malo" ni "bueno" función de ese deseo. La universalidad del falo es asumida por el sujeto en
le permiten inscribirse en la función fálica, forcluida para ella. Para Josia- la forma de un "todos fálicos" que representa la prim era teoría sexua l in-
ne, <l>(x) es siempre "falso", cua lqui era sea el significante que se inscriba fantil freudiana.
en "x". Es preferible decir que ella no se inscribe en la función fálica, o En un segundo sentido, la constancia de la función fálica es temporal,
que no inscribe su goce en esa función. Se trata de maneras equivalentes de diacrónica para un sujeto dado: toca a éste elegir, de una vez y para siem-
decir lo mismo. Para Dora, en cambio, el significante equívoco "unvermo- pre, la inscr ipción o la no inscripción. No puede rectificarse. Ésa es la hi-
gend" (infortunado, impotente), palabra de su síntoma, signa la identifica- pótesis estructura li sta de Lacan, que le hace llamar forclusión 38 el rechazo
ción con su padre castrado. Le permite, por ende, inscribir su goce en la por parte del su jeto de su inscripción en la función fálica, correlato de la
función fá li ca. Podrá escribirse, entonces: "unvermogend es un significante elección de la psicosis. Esta hipótesis estructuralista es también una lectu-
que representa a Dora". Es su inconsciente el que le proporciona ese signi- ra de la importancia central del comp lejo de castración para Freud . Cuan-
ficante del goce, como sucedía con "malo" en el caso de Josiane. Luego, do éste, corno lo seña lamos antes, dice con respecto al varón que en el
"unvermogend se inscribe en la función fálica" y, por lo tanto, <l> (unver- conflicto entre el interés narcisista por el pene y la investidura libidin al de
mogend) es "verdadero" para Dora. 35 En el caso de ella, se advierte que la los padres se impone el primero, esto implica una reserva de libido defini-
función fálica se articula con el síntoma de conversión. Éste, una afonía, es tivamente ubicad a en el órgano 39 y correlativa de una pérdida o una re-
suprimido por la palabra unvermogend, que lo interpreta. El síntoma y la nuncia a otro goce que podríamos calificar de incestuoso. Entre el pene y
función fáli ca se articulan por intermedio de ese significante. Esto es siem- la madre, lo normal es elegir el pene. Esta constancia es la de esa elección
pre verdadero en la neurosis. En efecto, el síntoma conserva la marca, a definitiva, que concentra el doble valor de la función fálica. Tiene ante to-
menudo irreconocible a causa de la represión, de la castración. No resulta do, por consiguiente, un valor positivo, el del goce fálico, del ejerc icio de
muy sorprendente, si seguimos a Freud en lo concerniente a la formación una potencia.
del síntoma. Dicha form ac ión es, en efecto, una consecuencia de la repre-
sión, provocada por la angustia de castración, que obliga a la pulsión a Valor negativo de la función fálica: castración y renuncias
procurarse una satisfacción sustitutiva, el síntoma. La castración se impri-
me entonces en el contenido de éste, pero disfrazada: "Ser mordido por el El valor negativo es el de la elección correlativa de la castración, que es
caba llo ", contenido de la fobia del pequeño Hans, es el sustituto deforma-
do de "ser castrado por el padre" .36 La diferencia entre los casos de Josia-
una castración o privación de goce, operación real 4 que va mucho más º
ne y Dora nos indica que aquí se plantea al sujeto una elección, una alter-
nativa, la de inscribirse o no en esa función por medio de los significantes 38. Además del sentido jurídico del término, Lacan se remite a los gramáticos
de su goce. Esta alternativa encubre la diferencia estructural entre neurosis J. Damourette y É. Pichon, Des mots a la pensée, París, d'Artrey, 1911-1940, vol.
y psicosis. 37 'í , capítulo "La forclusion", pág. 172: "Esos instrumentos forclusivos (no, basta,
Si retomamos la definición fregeana de la función, "elemento constan- 11unca, jamás) tienen la función de expulsar lo que expresan fuera del campo de lo
que se percibe como real o realizable". Cf. S. Aparicio, "La forclusion, préhistoire
d' un concept", en Ornicar? nº 28, París, Navarin, 1984, pág. 83, y supra, capítulo
11 , pág. 50, nota 13, y pág. 69, nota 73.
35. En la práctica uno no es tan formali sta, pero nos parece útil aclarar, me- 39. Cf J. Lacan, "Subversion du sujet. .. ", op. cit., pág. 22, donde dice que esta
diante ejemplos, qué quiere decir <l>(x). Sobre Dora, cf supra, págs. 105-6. p:irte del cuerpo "concentra en sí lo más íntimo del autoerotismo".
36. Cf S. Freud, Inhibition, symptóme ... , op. cit., pág. 27. Véase también su- 40. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XVll ... , op. cit., pág. 149. No hemos comen-
pra, capítulo 1, pág. 38 sq., y capítulo 111, pág. 86. 1,1do aquí en ck1::ill<: los ::iq tccedentes del falo en la enseñanza de Lacan, antes de
37. En esa partición, la perversión debe ponerse del mismo lado que la neuro- q11c hi cier::i con {- 1 1:1 f11111:i(>n f6 1i ca en la década ele 1970. J.-A. Miller estudió y re-
sis, el de la inscripción en la función fálica, pero con moda lidades diferentes. 1011sti1 uyó l'Sa 1rnyr11oi 111 r 11 ~ 11 -: urso in ~ dito f,"Orie11tatio11 lacaHie1me, d ictado en
120 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS FUNCIÓN FÁLICA, FUNCIÓN SÍNTOMA 121

allá de su figuración imaginaria por la amenaza o la envidia, en el recuer- no experimente otros goces, pero en el momento en que quiere decirlos,
do del sujeto. Este valor negativo se debe ante todo a que elegir inscribirse significarlos, pasarlos por el lenguaje, ya no queda más que la significación
en la función fálica equivale, como vimos en el capítulo I, al reconocimien- fálica que es reductora. Todo lo que puede decirse del goce pasa por el fil-
to inconsciente del "no hay relación sexual". Así, el fa lo es el único signifi- tro fálico, que lo negativa con respecto a otro goce que no existe: el de la
cado41 del goce en el lenguaje. Lo cual quiere decir que, cuando se trata de relación sexual.
goce, su significación se evoca inconscientemente. Ahora bien, lo que sur- Sobre el valor negativo de la función fálica ,también puede decirse que
ge es en lo fundamental un "no es eso" ,42 que distingue el goce obtenido, es interno a la función misma. La función fálica <P(_) es idéntica a la fun-
fálico, decepcionante, del esperado, que sería el de la relación sexua l, de la ción castración. Por lo tanto, <P(x) puede leerse tanto "x es fálico" como
que el ser hablante, exiliado, conserva algo así como cierta nostalgia, ha- "x está castrado", porque "estar castrado" no es lo contrario de "ser fáli-
cia la que siente una vaga asp iración y que recibe como un llamado venido co". Falo y castración están estrechamente ligados. Pero el falo no es el ór-
de otra parte. Tal vez sea la huella de la renuncia al incesto materno. En gano. Inscribirse en la función fálica implica un anudamiento entre goce y
otras palabras, la elección de la función fálica implica que el goce sólo se castración, legible, descifrable en el síntoma del sujeto, como lo vernos en
signifique fálicamente. Es una renuncia. Esto no quiere decir que el sujeto el ejemplo de Dora, pero también en cualquier neurosis. El neurótico goza
a partir de, con y de su castración. En ello radica la neurosis, apoyada en
el padre al que la castración se refiere como agente. ¿Cómo goza un sujeto
de su castración? ¿Puede modificarse ese goce? Eso es lo que se pone en
el Departamento de Psicoanálisis de la Universidad de París VI II, al que asistimos.
juego en un análisis, que implica partir de l síntoma del sujeto.
Lo que puede mencionarse aquí es, en efecto, lo que hay de nuevo. El "antiguo"
falo simbólico que encontramos, por ejemplo, en "Subversion du sujet et dialecti-
que du désir dans l'inconscient freudien" (Écrits, págs. 822-823), se conserva im-
plícitamente. Ese falo simbólico, cuya notación es<!> y calificado de "significante LA FUNCIÓN SÍNTOMA
del goce", era el símbolo del sacrificio de goce del que hablamos aquí, en el mo-
mento del complejo de castración (sacrificio del incesto y el autoerotismo). Al mis- Llamaremos funciones 43 de goce las loca lizaciones del goce que son
mo tiempo, era el soporte de un punto de falta en el sujeto, falta-de-ser, falta-de-te- posibles para un sujeto. Como el goce es rea l, esas localizaciones se esta-
ner, en el principio universal del deseo. Presentaba por lo tanto el lazo entre goce blecen mediante determinaciones simbólicas, imaginarias o más comple-
prohibido, o sacrificio del goce por el sujeto, y deseo, fa lta res ultante de ello. Pero, j:.is, que implican la tríada de lo real, lo simbólico y lo imaginario. La mul-
aun si tenía un valor positivo de símbolo, se mantenía en el registro simbólico y no tiplicidad de las combinaciones posibles indujo a Lacan a hablar de esas
representaba el ejercicio efectivo y real de un goce articulado con el síntoma, como
determinac iones en términos de anudamiento entre aquellos tres registros,
lo hace la función fálica de la década de 1970. Así, la significación de la fórmula
y a utilizar los nudos borromeos, con cambiante éxito. Ciertas funciones
de la sexuación, ('v'x<I>(x)) del lado hombre es: "Todo el goce sex ual de un hom-
bre se inscribe en la función fálica" y puede, por ejemplo, asumir el valor sintomá-
de goce son universales, como la fálica o las teorías sexuales infantiles tí-
tico de un obstácu lo a la rel ación con una muj er. picas, rese11adas por Freud. Otras son singulares, como el fantasma, aun
El falo simbólico, por su parte, puede ejemplificarse con el valor absoluto atri- cuando su variedad no sea tan ·grande, o como los síntomas e incluso el
buido a l deseo por el su jeto en ciertos actos, como el de la joven homosexual de sínthoma. 44
Freud que se arroja desde un puente frente a su padre, para mostrarle qué es el de- Así, el fantasma es una función de goce, articulada con lo real y lo ima-
seo verdadero por una mujer, algo del orden del amor cortés por la Dama (cf. Le ginario. Su carácter imaginario es fácil de captar, porque tiene un extremo
Séminaire. Livre 1\1, op. cit., pág. 128). En cuanto al falo imaginario - ya hemos ha- consc iente, la fantasía, que se presenta en la forma de representaciones o
blado de ello-, es la representación imaginada del falo, marcada por el significan- !'SCe nas, en especial en el momento de la masturbación o el acto sexual.
te, por lo tanto, completamente diferente de la del órgano caracterizado por la de-
tumescencia. Imagen eternamente erecta y cortada del cuerpo, como se ve en los
graffiti, sólo es posible gracias al lenguaje y la estructura diferencial del significan-
te. Esta imagen funciona también como significante del deseo, presente en el in- 43. Aunque utilicemos el mismo término "función", muy polisémico, no lo
consciente del varón con el aspecto, a menudo, de la girl-phallus. 1 o nf unclimos, en "función de goce", con la función proposicional o la función ma-
41. Cf. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XIX, op. cit., clase del 8 de diciembre de 11· 111 :í1 ica. Pero puede suceder, como se da en la función fálica, que una función de
1971. j',ilCt· se forma 1ice si111pl n11t·11rc con la función proposicional ele Frege.
42. Cf. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XX, op . cit., pág. 101. '14 . C{ h1 dcfini,iú11 dt'I ~í 111lto111:i en el ca pítulo 11 , pág. 51 sq.
122 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS FUNCIÓN FÁLICA, FUNCIÓN SÍNTOMA 123

Una mujer se imagina que su pareja hace el amor con otra, un hombre he- del sujeto con sus allegados, su pareja sexual, sus colegas, su jefe. La fun-
terosexual se ve golpeado y humillado, una mujer homosexual imagina ción de goce del síntoma abarca el vasto campo de las conductas humanas,
que el padre de su amiga las espía, etc. El carácter real del fantasma reside solitarias o sociales. De allí su importancia y la complejidad de su estruc-
en el hecho de que causa el goce, sexual pero también "mental", dado que tura.
puede erotizar el pensamiento, especialmente en la neurosis obsesiva. Cau- Hemos visto que también se podía hablar de síntoma en la psicosis. En
sa también el goce en su forma de sufrimiento, al proponer la matriz de primer lugar por su vertiente patológica: lo rechazado, forcluido de lo sim-
ciertos comportamientos repetitivos y de síntomas. Freud expuso su natu- bólico, vuelve como goce en lo real, 52 en modalidades diversas, voces, alu-
raleza de "anillo intermedio" 45 entre la fijación libidinal infantil y el sínto- cinaciones, delirio, etc. Pero tambi én definimos el sínthorna como un tipo
ma. En el caso de Dora, la afonía tiene una matriz fantasmática que es la particular de síntoma que anuda lo real, lo simbólico y lo ima ginario en
relación sexual oral con una mujer, la señora K. Freud encuentra su huella todas las estructuras clínicas: neurosis, psicosis o perversión.
infantil en un recuerdo en que ella se chupa el pulgar mientras le tira de la En la neurosis, el sínthoma, como todo síntoma, se articula con el
oreja a su hermano mayor, lo cual podría corresponder a un fantasma oral Nombre-del-Padre y refuerza, suple al padre como agente de la castración.
precoz. 46 Ante cada función de goce, debemos preguntarnos cuál es su es- En consecuencia, está siempre articulado con la función fálica pero, con-
tructura. Para Freud, la del fantasma es una frase fija, como "pegan a un trariamente a ella, que es universal, es una función de goce singular. Su
niño". 47 Para Lacan, es la de una relación del sujeto con el objeto a. 48 El matriz es el fantasma fundamental del sujeto, y sostiene las relaciones más
elemento constante, ineliminable del fantasma, es ese objeto que condensa importantes de éste con los otros. Lacan afirmó incluso que para un hom-
el goce y causa el deseo: 49 la otra mujer por la cual la histérica se priva, la bre, una mujer es un síntoma. 53 El sínthoma se percibe con la mayor clari-
mirada que flota sobre la escena de los golpes, el objeto oral en la escena dad al final del análisis, cuando, desenmarañado, el cifrado inconsciente
infantil de Dora, etc. deja ver su esqueleto fijo. En ese momento se ve que es inamovible, porque
El síntoma neurótico es también una función de goce. Como hemos vis- se trata del a nudamiento mínimo que mantiene unid as las cosas. El sujeto
to,so es un compromiso entre la exigencia de satisfacción de la pulsión y la ya no lo padece, se "identifica con su síntoma".5 4
represión. Una definición elegante de Lacan es la siguiente: "Defino el sín- En la psicosis, el sínthorna tiene mucho más importancia porque la cas-
toma por la manera en que cada uno goza del inconsciente en tanto éste lo tración no pone una barrera al goce. El sujeto no puede apoyarse ni sobre
determina" .51 El síntoma, por lo tanto, es una función de goce articulada el Nombre-del-Padre ni so bre la función fálica para construirlo. La loca li-
con el inconsciente, es decir, con la lengua y sus equívocos, y por consi- zación del goce exige, entonces, un a intervención completamente singular.
guiente con lo simbólico. En el caso de Dora, el significante equívoco un- A menudo, el sínt horna tiene raíces inconscientes, corno en la neurosis, y
vermogend es la determinación inconsciente del síntoma, traducido en go- determinaciones simbólicas familiares. Pero también podría prescindir del
ce corporal. Pero el síntoma no es forzosamente una conversión corporal. inconsciente. Ésa es la tesis que sostiene Lacan con.respecto a Joyce, qui en
Puede ser infiltración de goce en el pensamiento, en el obsesivo, o angustia se habría "desabona do del inconsciente" 55 y cuyo sínthoma sería una pu-
localizada en un objeto en la fobia. Puede ser la repetición que asedia la ra construcción progresiva sobre la lengua, culminada en Finnegans Wake.
neurosis de fracaso o el acto fallido que sorprende. Engloba las relaciones El sínthoma de Joyce sería el efecto traumático del encuentro del goce y el

45. S. Freud, lntroduction a la psychanalyse, op. cit., pág. 351. 52. Cf J. Lacan, "Réponse au commentaire de Jean Hyppolite sur la « Vernei-
46. S. Frcud, "Fragment d' une analyse d'hystérie ... ", op. cit., pág. 37. 1111ng» de Freud" (1954), en Écrits, op. cit., pág. 388: "Lo que no salió a la lu z de
47. S. Freud, "Un enfant est battu" (1919), en Névrose, psychose et perversion, lo simbólico, aparece en lo real" [traducción castellana: "Respuesta al comentario
op. cit., pág. 219 [trad ucción castellana: "«Pegan a un niño». Contribución al co- de Jean Hyppolite sobre la Verneinung de Freud'', en Escritos 1].
nocimiento de la génes is de las perversiones sexuales", en OC, vol. 17, 1979]. 53 . J. Lacan, Le Séminaire. Livre XXII, op. cit., Ornicar? nº 3, mayo de 1975,
48. La escribe 'b Oa. Cf. supra, capítulo 11, pág. 159, nota 40. 1 Ja se del 21 de enero de 1975, pág. 108.
49. La can lo llamó objeto causa del deseo y luego objeto plus de gozar. Cf ca- 54. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XXIV. L'insu que sait de !'une bévue s'aile a
pítulo 11, pág. 58 sq., y capítulo 1, pág. 36 sq. 111011rre, Ornicar? nº 12-13, diciembre de 1977, clase del 18 de noviembre de
50. Cf su pra, capítulo 11, pág. 52 sq. l '>76, p;J g. 6.
51. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XXII, op. cit., Ornicar? nº 4, octubre de 1975, SS. J. l .:i<.:n n, "joy1 I' J¡• ~y mpt 6 111c 1", en J. Aubcrt (comp.), ]oyce avec La can,
clase del 18 de febrero de 1975, pág. 106. 1 '11 11 ~, Nov:1ri11, l 'JH'l, p11g JI,
124 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS FUNCIÓN FÁLICA, FUNCIÓN SÍNTOMA 125

lenguaje -lo cual vale para cualquier sujeto-, pero elevado a la dimensión proposicional. Su ventaja reside en la simplicidad. No creemos, sin embar-
del arte. Se trata, sin duda, de un caso tan extremo como excepcional. Pa- go, que sea generalizable a todos los casos.
ra Lacan, encarnaba la estructura misma del sínthoma, 56 en cuanto suple
la forclusión del Nombre-del-Padre en la psicosis. Joyce demostraba que se El delfrio de Schreber
puede prescindir del Nombre-del-Padre sin ser loco, aunque de estructura
psicótica, con la condición de construir un sínthoma que se sostenga. A la El presidente Schreber es el autor de las Memorias de un enfermo ner-
inversa, el Nombre-del-Padre, con lo que lo condiciona, el padre como vioso, que publicó en 1903 porque las suponía útiles para la ciencia y la
agente de la castración, no sería sino una forma de sínthoma, por cierto religión. En ellas expone su "transformación en mujer", que ofrece al exa-
muy expandido porque engloba los campos de la neurosis y la perversión. º
men de las "autoridades competentes" .6 Freud comentó esta obra en
La clínica lacaniana del sínthoma -o del síntoma tomado en este sentido- 1911. 61 Lacan hizo de ella el tema de un seminario en 1955, que conden-
abre por lo tanto perspectivas de futuro prometedoras en una época en só en sus Escritos en 1958. 62 En referencia a Schreber, Lacan creó el con-
que el papel del padre en la familia está muy menguado. cepto del "empuje-a-la-mujer", cuyo contenido es el de una feminización
Lacan procuraba formalizar la estructura del sínthoma con el nudo bo- forzada. Este concepto es esencial para la sexuación en la psicosis. El deli-
rromeo. Pero en un comienzo apeló a éste para descomponer una frase rio de Schreber se presta a una escritura mediante la frase con agujeros.
compleja.5 7 Esto, unido al hecho de que la función fálica se escribe con la Partamos de la idea de que lo que especifica la paranoia es el hecho de
función proposicional, nos dio la idea de que esta última función (o frase identificar el goce en el lugar del Otro. 63 "Identificar el goce" significa co-
con agujeros) podría permitir escribir otras funciones de goce: síntomas, rrelacionarlo con un significante, aquí "la" mujer; "en el lugar del Otro" .
delirios o ciertas formas del sínthoma psicótico o neurótico. Si nos inspi- quiere decir que es el Otro quien goza del sujeto, a iniciativa de éste. Pode-
ramos en la definición de la función dada por Frege, ¿por qué no conside- rnos escribir entonces una función de goce de dos variables, "x" e "y":
rar el sínthoma, en efecto, como el "elemento constante" que debe dedu- "ser el (x) que falta al goce del Otro, (y)"; la idea básica, el elemento inva-
cirse del "conjunto de las relaciones" 58 existentes en la vida de un sujeto? riante, es en efecto que el Otro del goce carece de algo. El sujeto se inscri-
Relaciones con los otros, con las cosas, con las ideas. Relaciones sosteni- be como el objeto de ese goce por medio de la variable "x", que asume va-
das por el sujeto, vale decir, lazos sociales creados por él o tejidos a su al- lores diferentes. El Otro del goce, en "y", es sustituido, en orden
rededor. cronológico, por la madre, los hombres, Dios. El objeto "x" de esa falta
Así, hemos estudiado el caso del señor A. 59 y mostrado que el sínthoma del Otro gozador es sustituido correlativamente por el falo, la mujer y lue-
psicótico que lo había estabilizado durante más de veinte años podía escri- go una vez más la mujer. Así, tendremos sucesivamente varias escrituras
birse con la frase con agujeros "un hijo (x) es amado por un padre (y)". de "ser el (x) que falta al goce del Otro, (y)": "Ser el falo que falta a la
En el mismo sentido, estudiamos otros tres ejemplos: el delirio de Schre-
ber, el síntoma neurótico construido a partir del fantasma freudiano "pe-
gan a un niño" y el caso de Maria. Damos aquí el nombre de "función sín- 60. D. P. Schreber, Mémoires d'un névropathe, op. cit., pág. 9.
toma" a esta formalización del síntoma o el sínthoma por una función 61. S. Freud, "Remarques psychana lytiques sur l'autobiographie d'un cas de
pa ranoia (Dementia paranoides) (Le Président Schreber)" (1911 ), en Cinq psycha-
11alyses, op. cit. [traducción castellana: "Puntua lizaciones psicoanalíticas sobre un
caso de paranoia (Dementia paranoides) descrito autobiográficamente", en OC,
56. Ibid., pág. 28. vol. 12, 1980].
57. J. Lacan, Le Sénúnaire. LivreXX, op. cit., pág. 114: "¿Por qué recurrí otro- 62. J. Lacan, Le Séminaire. Livre 111, OfJ . cit., y "D'une question préliminai-
ra al nudo borromeo? Para traducir la fórmula te demando -¿qué? - rechazar n; ... ", op. cit. En J.-Cl. Maleval, Logique du délire, París, Masson, 1996 [traduc-
-¿qué? -lo que te ofrezco -¿por qué? -porque no es eso; ya saben qué es eso, es el i:ió n castellana: Lógica del delirio, Barcelona, Ediciones del Serbal, 1998], se en-
objeto a. El obj eto a no es ningún ser. El objeto a es lo que supone de vacío una i.."O ntrará un comentario pormenorizado sobre el concepto de delirio, especialmente
demanda, en la que sólo al situarla mediante la metonimia, vale decir, mediante l::i ¡• n Schreber.
pura continuidad asegurada desde el comienzo hasta el final de la frase, podemos 63 . Cf J. La can, " Présentation des Mémoires du président Schreber en traduc-
imaginar qué pasa con un deseo que ningún ser sostiene". 1io n fr a nc_:aisc " ( 1966), cn O micar? nº 38, París, Navarin, 1986, pág. 7. Para "el
58. G. Frege, Logique et fondements des mathématiques ... , op. cit., pág. 11 O tro del goi:c" \ ' ll l,1 P'k o ... is, e( s11pra, capítulo 1, págs. 32-3, capítulo 11 , pág. 51,
59. Cf supra, capítulo n, pág. 50 sq. 11 0 1:i 16, l' i11//'i1 , 1 11¡1i11d 11 V, il" I'.' · 15'1 -5.
126 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS FUNCIÓN FÁLICA, FUNCIÓN SÍNTOMA 127

madre"; "ser la mujer que falta a los hombres"; "ser la mujer que falta a ril, corriente en la histeria, que es sostenida por la identificación con el va-
Dios". En efecto, como los hombres y el falo están marcados por una im- rón golpeado.
posibilidad a causa de la forclusión de la significación fálica, sólo la última Freud reconstruye este fantasma, que tiene una larga historia, en tres
escritura corresponde a cierta estabilización del estado de Schreber, a una fases. Éstas se formulan en tres frases, asociadas a tres escenas. La prime-
consumación del proceso delirante. 64 Las dos primeras escrituras corres- ra es sádica, y se presenta como un recuerdo muy antiguo. "El padre gol-
ponden a estados transitorios del delirio. pea al niño" o "el padre golpea al niño que yo odio" (en general, un her-
mano o una hermana menores). Hay una secuela sobreentendida, "sólo
ªPegan a un niño" me ama a mí". La segunda nunca se rememora: está reprimida y se recons-
truye en el análisis. Es la más importante, porque estructura el síntoma:
El fantasma "pegan a un nii'io" se presenta como una fantasía excitan- "El padre me pega". Tiene un carácter masoquista. La tercera es la formu-
. te o masturbatoria a veces compulsiva, cuya génesis se remonta a la pri- lada por el sujeto: "Pegan a un niño" o "un niño es golpeado". La perso-
mera infancia (cinco o seis años, dice Freud). Freud lo estudia sobre todo na que pega es un adulto indeterminado, el niño golpeado es casi siempre
en la mujer neurótica, en su artículo de 1919. 65 Existe incluso la posibili- un varón anónimo. Está acompañada por una intensa excitación sexual,
dad de que su hija Anna haya sido una de las pacientes de las que habla. de naturaleza masoquista, aunque su formulación sea sádica.
Ahora bien, ese fantasma puede convertirse para algunos sujetos -no para No haremos aquí un comentario detallado de ese fantasma y los enig-
todos- en el fantasma fundamental y entrar en la lógica de su vida. Es- mas que suscita. Nos interesa el hecho de que su segunda fase pueda es-
tructura entonces su conducta de una manera masoquista. En efecto, una tructurar un síntoma esencial, e incluso el sínthorna de cierta cantidad de
fase anterior masoquista y reprimida de ese fantasma, "ser ella misma gol- mujeres. Comprobamos, a continuación, que puede escribirse con una fra-
peada por el padre", se convierte en un verdadero síntoma. Para esas mu- se con agujeros: "(x) es golpeado por (y)". El lugar de la variable "x" es el
jeres, "ser golpeada por el padre" es la matriz de un síntoma difícil de del sujeto. Lo ocupan sucesivamente "el niño que yo odio", el sujeto corno
modificar por el análisis. "Algunos seres humanos que llevan en sí ese fan- "niña" y un varón anónimo. El lugar de la variable "y" es el del padre y
tasma dan muestras de una sensibilidad y una susceptibilidad particulares luego el de un sustituto anónimo de éste, un "pegan".
con respecto a personas que pueden incorporar a la serie paterna; se dejan En esta función síntoma, "(x) es golpeado por (y)", se verifica que en la
ofender fácilmente por ellas y de ese modo procuran la realización de la neurosis el síntoma se articula con el padre. Según Freud, este fantasma es
situación fantasmizada, a saber, que el padre les pega, para su gran desdi- una "cicatriz" del complejo de Edipo, y se deduce de la ligazón incestuosa
cha'', dice Freud. 66 La inercia de ese síntoma tiene por lo menos tres razo- con el padre: "Ser golpeado" vale de hecho por "ser amado" genitalmen-
nes. La primera es la satisfacción ligada al fantasma que es su matriz. La te, al comienzo de la segunda fase de la construcción del fantasma. La con-
segunda radica en que funda una posición muy sólida, la de un objeto ciencia de culpa, ligada a la instancia que a posteriori Freud denominará
maltratado por sustitutos paternos. Esta posición prolonga indefinida- superyó, causa la represión y el desplazamiento de "amar" a "pegar/gol-
mente el Edipo y puede acoplarse a ciertos fantasmas masculinos sádicos. pear". Lacan insistió en la puesta en escena de la castración: la ley del
De ese modo, puede fundar una posición sexuada "femenina" con un par- Nombre-del-Padre "afecta" al sujeto. 67 En ese fantasma, el padre es a la
tenaire adecuado. Para una mujer resulta a veces más fácil localizar así la vez gozador y castrador. Eso lo caracteriza como agente de la castración.
femineidad que afrontar el vacío incómodo de la alteridad que ella impli- Esta articulación faltaba en la función síntoma del señor A., "un hijo (x)
ca. Además, ese síntoma sustituye la ausencia de la relación sexual. Pese al es amado por un padre (y)'', aunque el padre apareciera en ella. Tampoco
sufrimiento que oculta, permite creer en ella. A menos que sea justamente encontrábamos allí los meandros del discurso y las inversiones de términos
a causa de ese sufrimiento, del que sabemos que es una forma de goce. La producidas por la represión. En el inconsciente del sujeto para quien fun-
tercera razón es que ese síntoma es compatible con una identificación vi- ciona "x es golpeado por y", "golpear" tiene las significaciones de "amar
genitalmente" y "castrar". La función fálica <!>(_), entonces, puede articu-
l::irse con esta función síntoma y signar la neurosis. "Golpear", en efecto,
64. Llamado por Lacan "metáfora delirante"; cf. "D'une question préliminai -
re . .. ", op. cit., pág. 577, e infra, capítulo vm, pág. 220.
65. S. Freud, "Un enfant est battu", op. cit., pág. 219. 67. C(. .J.-/\ . rvtill n, " l) u sy mpto me au fantasme et retour", op. cit., que loco-
66. Ibid., pág. 235. Las bastardillas son nuestras. l:i d .1M' d1·I 1 ~ d1 · di 1.·i(· 111brc de 1982.
lll(' nt :i e n
128 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS FUNCIÓN FÁLICA, FUNCIÓN SÍNTOMA 129

es un significante que representa a ese sujeto, y podemos escribir <f>(gol- Ferocidad


pear). Volvemos a encontrar el doble valor, positivo, de goce, y negativo,
de castración, de la función <f>(_). A los trece años, Maria deja la escuela porque la mandan a trabajar co-
mo criada con la parte rica de la familia: "Soy de una familia pobre pero
El caso Maria: un destino, una frase68 honrada. Papá nos crió para que fuéramos útiles a todo el mundo", dice.
En este caso, por un efecto de redoblamiento, la entregan corno sirvienta a
Si permite escribir el destino del sujeto a través de distintas vicisitudes quienes ya habían despojado a sus padres y toma así el lugar de un bien,
de su vida, la frase con agujeros es entonces una escritura del sínthoma y un objeto sustraído por segunda vez a ellos. Se convierte entonces en la
una función síntoma en el sentido en que lo definimos anteriormente. Da- deuda viviente del Otro expoliador con respecto a sus progenitores. Pero
mos aquí un ejemplo particularmente sobrecogedor, tomado de una pre- así como sus padres afectados no se quejan del abuso, ese Otro expoliador
sentación clínica en el hospital. En esas presentaciones, la vida del sujeto tampoco quiere saber nada de él: negativa recíproca de saber, del orden de
se describe de cabo a rabo, en un tiempo bastante breve y un único en- la forclusión. Maria es a la vez su· memoria y su prueba encarnadas. En ese
cuentro con el psicoanalista. De ello se deduce un efecto de precipitado, de momento, se vuelve "feroz". Es la pubertad y empiezan a circular chismes
condensación, de relieve muy peculiar de este ejercicio, que favorece una sobre ella, cuando en real idad sólo piensa en el trabajo. Maria interpreta
formalización espontánea del discurso del paciente. Maria, una mujer jo- las miradas, los silencios, entiende las alusiones, sospecha de los gestos
ven de alrededor de treinta y cinco años, estaba internada desde hacía una equívocos de los varones, los hombres. Los basurea, trata de matar a uno
semana, con alucinaciones verbales y una angustia aguda, sin que se enten- con una horca, se pelea con otro. La invade entonces esa "ferocidad" que
diera bien la razón de esa crisis. Era su segunda internación; la primera se no va a abandonarla.
remontaba a diez años antes. Reconstruimos así el hilo de los aconteci-
mientos y de su historia. Su matrimonio con el "señor"

La expoliación originaria De joven, conoce a su futuro marido, que la seduce con una aparien-
cia de holgura, incluso financiera. La pasea en taxi, se jacta del lugar
La entrevista con Maria puso muy pronto en evidencia que "tener una donde vive. Se casan y ella lo sig ue. Termina como una inmigrante, en un
casa" era algo esencial para ella. La historia comienza a ntes de su nacimien- inquilinato obrero [courée] en que se amontonan sin disponer de una ver-
to. Sus abuelos, tanto los paternos como los maternos, eran ricos propieta- dadera intimidad. Las cosas no le van muy bien y sólo tiene una idea: tra-
rios de tierras. Sus padres, que eran hijos menores, fu eron privados, por ra- bajar y ahorrar para comprar una casa. Decide lograrlo a cualquier pre-
zones diferentes, de la herencia que les correspondía, en beneficio de sus cio pero ser a la vez "irreprochable", como su padre. Tiene dos hijos, una
hermanos y hermanas mayores. De tal modo, tanto uno como la otra que- mujer y un varón. La entristece tener una hija. En efecto, para ella "varón
daron despojados de su herencia legítima y fueron, por lo tanto, pobres. Por = felicidad= tener", mientras que "niña =desdicha= privación". Talco-
otra parte, sometidos a su destino, no protestaron nunca contra esa expolia- mo dice, "no hay que mezclar el agua y el aceite".,_ En efecto, vive en un
ción; al contrario, vivieron en armonía con la parte rica ele su familia. La mundo clasificado por oposiciones binarias significantes no dialectizadas:
madrina ele Maria fue la hermana mayor de su madre, que había heredado el agua y el aceite; los señores y las señoras; los ricos y los pobres; los des-
la propiedad familiar. Desde su más tierna infancia, Maria fue consciente de ho nestos y los irreprochables; los dichosos y los desdichados, etc. Para
esa injusticia fundamental de la que sus padres eran víctimas pasivas y con- dialectizar estas oposiciones, sería necesario que por ellas circulara una
sintientes. Dedujo de ello que en la vida no había nada más importante que fa lta que las hiciera ambiguas, una falta que hiciese que una niña pudiera
tener casa propia y bienes. Sus padres, desde luego, trabajaban como agri- se r en parte un varón, que un pobre se transformara en deshonesto a cau-
cultores en las tierras de los otros. Eran "pobres y honrados". sa de su misma pobreza, que un mantel sirviera de repasador en caso de
neces idad ... Una falta semejante sólo puede funcionar en el sujeto si cir-

68. Tomado de una ponencia presentada en las "Journées d' Automn e el e


l'ECF", en noviembre ele 1997. Cf G. More!, "Le symptome en une phra se '', en La » En el origin nl, 11 11¡1¡1N y torchons, ma ntel es y paños de cocina -repasaclores,
Cause freudienne nº 39, París, Seuil, 1998, págs. 102-107. ~o m o se di ce l'll 111 /\1 g1·111i11,1 n·~ p cc riv<1m c nrc (n. del t.).
130 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS FUNCIÓN FÁLICA, FUNCIÓN SÍNTOMA 131

cula gracias a un significante especial, cuya ausencia significa la presencia cundo". 69 Dijimos que su causa era misteriosa. Se reveló, sin embargo, al
y cuya presencia evoca la ausencia. El falo es un significante de esas ca- final de nuestra entrevista, en la lógica de ésta. "La vida es un sacrificio",
racterísticas, por ejemplo en su evocación a través de la anatomía: tener el me decía Maria. "Comprarnos una casa, que con todo es un sacrificio."
pene implica temer dejar de tenerlo; no tenerlo genera la nostalgia de ha- Cuando empezó a contarme las privaciones que sufrían ella y su familia, le
berlo tenido antaño. Ése es también el valor a la vez positivo y negativo pregunté si tenía un problema financiero. En ese momento, con una reti-
de la función fálica: función castración, negativa, pero también función cencia que podría habernos parecido tan desproporcionada corno arbitra-
de goce extraída de la castración misma y por lo tanto positiva. En el ca- ria si no hubiéramos captado la lógica de su caso, me confesó que la ha-
so de Maria, la carencia de dialéctica debida a la forclusión de la función bían llamado del banco por un descubierto: el "señor" había dejado en
fálica es patente en la rigidez de las clasificaciones binarias pero también, cero la cuenta de la que se debitaba el crédito de la casa. Inmediatamente,
como vamos a ver, en el derrumbe que se produce cuando sus "haberes" reaparecieron el eco del pensamiento y las voces que le hacían reproches,
son amenazados. Maria empezó a "ir de un lado para el otro" y fue internada. El agujero en
la cuenta bancaria, que ponía en riesgo el reembolso del crédito de la casa,
Comprar una casa tenía para ella un valor real, no dialectizable, como el accidente sufrido
diez años antes por el único bien que tenía en esos momentos, su hijo.
La primera crisis sobreviene cuando ella está a punto ele tener los aho-
rros necesarios para comprar una casa. En ese momento tiene la sensación Escritura de la función síntoma
de tender sola hacia su ideal. Su marido, a quien sólo puede llamar el "se-
ñor'', es para ella un perseguidor. Al parecer, esta situación tomó forma al ¿No hay en el desarrollo de este relato, desde luego reordenado a par-
nacer el hijo, cuando el marido expresó dudas, insoportables para ella, so- tir de la entrevista, algo así como una fórmula que se desprende y presenta
bre su patern idad. La catástrofe se produce durante las vacaciones: el hijo, la ley de las estabilizaciones sucesivas del sujeto, así como la razón de los
que está a su cuidado, es atropellado por un auto. Bien atendido, no ten- momentos fecundos de su psicosis? La escribiríamos así, con una frase con
drá secuelas de las fracturas que sufre en ese momento. Pero el golpe reci- tres agujeros y por lo tanto tres variables: "Ser el (x) que presta servicio a
bido por quien por entonces es su único bien deses tabiliza gravemente a (y) para recuperar un bien (z)".
Maria, que se siente culpable y atacada en su sentimiento de ser irrepro- Su historia puede leerse entonces según los valores sucesivos dados a x,
chable. De nuevo, como cuando tenía catorce años, advierte que la tratan y, z.
de loca, irresponsable. Sigue trabajando, sin embargo, y un día en que las Ante todo, ella es la hija (x) que presta servicio a sus padres (y), para
cosas no marchan en· lo de su empleador, un médico, escucha a la hija de recuperar un bien, idéntico a sí misma como irreprochable (z). Este equili-
éste decir: "¡Déjala, papá, está loca!" Maria vuelve a su casa, toma el re- brio se rompe cuando se toca su bien, a saber, ell;:i misma, y la "dan" a la
vólver de su marido y se pega un tiro en el corazón. Afortunadamente, fa- parte rica de la familia.
lla por poco y es internada por primera vez. Tenemos entonces un segundo período, más difícil, pero en el que se
Se repone y vuelve al trabajo, siempre con el objetivo de comprar la ca- mantiene varios años: ella es la sirvienta (x) que presta servicio a la parte
sa. Cuando termina de reunir el dinero, muere su padre. Para ella es un rica de la familia (y) para recuperar un bien, dinero para sus padres (z).
verdadero héroe: pobre y honrado, crió once hijos. Maria quiere reparar la
injusticia que cometieron con él: nunca tuvo casa propia. Decide pagarle
una tumba y exige a sus hermanos y hermanas que también hagan su 69. Expresión utilizada por]. Lacan para denominar las reactivaciones de los
aporte. Esto demorará la compra de la casa, pero restablecerá su senti- procesos psicóticos en una psicosis ya desatada. Los "puntos fecundos" de la psi-
miento de ser irreprochable, perjudicado por el accidente del hijo. La ex- cos is se definen como "los momentos de la evolución en que se genera el delirio"
poliación de la que su padre fue víctima está reparada: él ya tiene su casa. l' n la tesis de doctorado de medicina de]. Lacan, De la psychose paranoiaque dans
~es rapports avec la personnalité (1932), París, Seuil, 1975, pág. 107 [traducción
Algunos años después, ella compra una casa en la que vive a crédito,
l:lstellana: De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad, seguido
dispuesta a matarse trabajando para pagar las cuotas mensuales. Está al
dr Primeros escrit os sobre la paranoia, México, Siglo XXI, 1976]; la expresión
servicio de seis familias, tiene "seis casas" más la suya: "siete casas", por " mo mcnro fecund o" :1parccc en "Propos sur la causalité psychique" (1946), en
lo tanto. Se desencadena entonces, diez años después del accidente del hi - l\a its, O/J . cit. , p:í¡;. 180 l1r:idu cció n castellana : "Acerca de la ca usa lidad psíqui-
jo, el momento actual de eclosión de su psicosis, seg und o "momento fe. 1 , 1", (' ll J·:saitus I J.
132 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS FUNCIÓN FÁLICA, FUNCIÓN SÍNTOMA 133

Su matrimonio, tal como Maria lo describe, puede escrib irse así: ella es simbolizar para el sujeto (los momentos fecundos de la psicosis). Surge
la esposa (x), que presta servicio al "señor" (y) para recuperar un bien, un precisamente cuando la frase se vuelve falsa o -cosa que viene a ser lo mis-
hijo (z). Esta posición se desestabilizará cuando se produzca el accidente mo- cesa de poder escrib irse. Entonces, el síntoma ya no funciona. Esta
del hijo, seguido de la primera internación de Maria. función de compromiso del síntoma fue puesta de manifiesto por Freud en
Paralelamente, su posición en la existencia puede escribirse: ella es la la neurosis, entre el inconsciente y el goce, y Lacan la reafirmó 71 y exten-
sirvienta (x), al servicio de siete familias (y), para recuperar una casa para dió a la psicosis con el nombre de sínthoma para mostrar, en particular en
sí e incluso una tumba para su padre (z). La segunda crisis se explica por lo concerniente a Joyce, 72 su función de suplencia de la locura.
el hecho de que la casa esté en peligro debido al agujero en la cuenta ban-
caria causado por el marido. Contingencia y determinismo
Comprobamos que en "x" se suceden los valores tomados por Maria
como objeto del goce del Otro; que en "y" se alinean diferentes figuras En la neurosis, a veces es preciso un largo aná li sis para que el nudo sin-
ambiguas, protectoras pero perseguidoras y expoliadoras; que en "z" se si- tomático del sujeto, una vez desembarazado de los síntomas e identifica-
túan sus haberes (ella como hija, el hijo, la casa, el dinero ... ). Lo que de- ciones más secundarias, aparezca en su lazo con el fantasma fundamental.
sestabiliza al sujeto y hace surgir con vigor los fenómenos psicóticos es cla- En la única entrevista de una presentación de enfermo, el efecto de preci-
ramente el golpe dado, ya sea por otro, ya por el destino, a lo que se ubica pitación en una fórmula clara se debe al efecto de buen decir del paciente
como su haber, como su bien, en "z". Ese punto, como lo hemos visto, es- que sabe que ese encuentro será único, y también, como sucede a menudo
tá fuera del alcance de cualquier dialéctica posible para el sujeto, a causa en los casos de psicosis, al rigor y la lógica característica de esta estructu-
de la forclusión de la castración y la función fálica . ra, sobre todo en la paranoia.
Esta función síntoma, que se puede deducir de la única entrevista con No habría que leer la "función síntoma" a la manera de un "estaba es-
Maria, demuestra entonces carecer de superposiciones, de cruces posibles crito desde siempre", como si fuera un destino inamovible y originario pa-
con la función universal de la castración, la función fálica. En los casos de ra el sujeto. El determinismo psicoanalítico no podría llegar hasta ese pun-
neurosis, en cambio, se encuentra ese cruce por medio de la relación con el to sin caer en una escatología religiosa. Esta expresión sintomática refleja,
padre, inscripta en el síntoma. Lo vimos con "pegan a un niño". Es muy antes bien, una respuesta del sujeto frente a los datos de su existencia, en
visible en la histeria, en la cual el síntoma, de una manera siempre peculiar especial los de su filiación, e implica por lo tanto una especie de "elección"
del sujeto, denuncia sin embargo de un modo general y característico de inconsciente. En cierto momento que no pudimos señalar aquí, Maria in-
ese tipo clínico la impotencia y la castración paternas. (Cf el caso Dora.) 70 terpretó esos datos corno señales de la expoliación de sus padres, y "eli-
En el caso de Maria, aparece la doble función del síntoma: por una gió" ocupar el lugar de un bien complementario, de nuevo "robado" a
parte, éste marca su sometimiento a un partenaire siempre ambiguo, pro- ellos. Mediante esa interpretación, se constituyó como el objeto equivalen-
tector pero abusivo, marido pero perseguidor, etc. Desde ese punto de vis- te a ese bien originariamente robado, que después ya no dejaría de querer
ta, es legítimo quejarse de ello. Por otra parte, como lo muestra de mane- recuperar para sus padres y para sí misma, en un sacrificio permanente y
ra elocuente su historia, si un acontecimiento contingente de su vida con el apoyo de un ideal paranoico. Ella es, entre sus muchos hermanos, la
suprime el funcionamiento del síntoma -vale decir, que la frase del sínto- única que decidió ocupar ese lugar. Hay en ello una contingencia funda-
ma deja de ser verdadera, porque en "x", "y" o "z" ya no se escribe na- mental que consiste en un encuentro original entre lo que los otros quisie-
da-, se produce la llamarada de la psicosis, la eclosión de trastornos gra- ron e hicieron desde antes de su nacimiento, y la respuesta inconsciente de
ves del lenguaje. El interés de la función proposicional para escribir el Maria. Con frecuencia, encontrarnos en el análisis huellas memorizadas o
síntoma consiste especialmente en ese punto, que concierne a las relaciones
antagónicas del síntoma con el sentido y lo real. Cuando las variables tie-
nen un valor conveniente, la función proposicional se convierte·en una fra-
71. J. Lacan, "Conférences et entretiens dans des universités nord-américai-
se verdadera que tiene un sentido (Sinn), el sentido del síntoma . Podemos ncs ", Yale Univcrsity, Kanzer Seminar (24 de noviembre de 1975), en Scilicet nº 6-
oponer aquí el sentido y lo real definido como lo imposible de soportar, de 7, París, Scui l, 1976, p::íg. 15: "Lo que se llama síntoma neurótico es simplemente
nlgo que les rcrmitr vivir" .
72. J. La l':111 , I 1• S1•111111i1ir1•. l.ivre XX III .. ., op. cit. Cf supra, capítulo 11 , pág. 51
70. Cf el comienzo de este capítulo, págs. 105-6. .' lf., y c:ipí111 lo IV , 1'111\' · 1 J. I 'i.
134 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS

reconstituibles de esa contingencia, en ocasiones un recuerdo de infancia V


en el cual se sella una orientación sexual, se fija un fantasma decisivo, se
constituye una elección sintomática esencial. Aquí no podemos más que
ANATOMÍA ANALÍTICA:
suponer algo de ese orden que se habría producido antes de los trece aí1os.
En efecto, en el momento en que la mandan a trabajar en la casa de "los LOS TRES TIEMPOS DE LA SEXUACIÓN
ricos" de la familia, ella parece tener ya una interpretación de lo que lepa-
sa: se ha convertido en el bien expoliado de sus padres. Consideramos esa
interpretación, que determina su destino, corno una elección inconsciente
del sujeto en cuanto a su posición.73 La suerte, entonces, está echada. El
síntoma, ese "no cesa de escribirse" 74 en la vid a del sujeto, se debe a la ne-
cesidad de anudar lo simbólico (lo que le viene de los otros, lo que ella sa-
be de sus padres, de sus antepasados) y el goce {pulsión, vida sexual) para
soportar lo real de la vida. Pero esta necesidad es en sí misma el producto
de una contingencia, de un instante de elección del que el sujeto es respon-
sable. Se suscita la cuestión de su irreversibilidad, sus transformaciones:
¿son posibles o no? Hay en este aspecto un margen de libertad restringida
o relativa que Maria enuncia con cierta brutalidad: "A los trece aüos -di- Hay un más allá de las identificaciones, que tal vez sea también un más
ce-, me volví feroz". Y más adelante, luego del relato del disparo y una acá, algo más primordial, únicamente captable por el discurso analítico.
pregunta de nuestra parte, seguida de un silencio: "Sigo siendo feroz". Esto no significa, sin embargo, que se pueda prescindir de aquéllas, sino
Tras haber aclarado qué entendíamos por función de goce, función fáli- que el género, que considerarnos como equivalente a un sistema de identi-
ca y función síntoma, tratemos de comprender cómo puede el sujeto tener ficaciones im aginari as y significantes, no agota la relación del sujeto con
cierta libertad en la elección de su sexuación. En efecto, tanto su anatomía su sexo y el de los otros. Puesto que esa relación también es real. El con-
como el "discurso sexual" que lo rodea desde antes de nacer se le impo- cepto del "no-todo", forjado por Lacan en la década de 1970, es en este
nen. Quizá no debamos asombrarnos demasiado, en definitiva, de que ha- aspecto el apogeo de una caracterización del sexo que no se reduce a una
ya tantos casos de ambigüedad sexual. identificación.
Si se considera esencial la segunda identificación freudiana, establecida
"con el rasgo unario'', 1 la identificación, a la que a menudo se cree cosa de
imágenes, es extracción de un rasgo del otro. Puede estructurar parcial-
mente un síntoma (de tal modo, en la histeria es posible "pescarse" la en-
fermedad de otro), sostener un ideal (podemos tener éxito donde nuestro
padre fracasó), motivar un comportamiento e incluso creer en un parecido
mimético (son bien conocidos los casos de esas parejas casadas que termi-
nan por parecerse como hermano y hermana). Compete a una lógica de la
clase y el atributo (la clase de los objetos semejantes que tienen el rasgo en
común) 2 que es insuficiente para dar cuenta de lo real del goce: por ejem-
plo, una identificación no basta en general para explicar que una mujer
sea frígida o un hombre impotente.

73. Cf J. Lacan, "La science et la vérité'', op. cit., pág. 858: "Siempre somos 1. Cf. s11p m, c:i pí1ul o 111, págs. 81-3.
responsables de nuestra posición de sujeto". 2. Cf. w ¡m1, l .1p111ilo 1v, el caso Josiane, págs. 106-11. Para Josiane, la clase de
74. J. Laca n, por eje mpl o en Le Sémina ire. Livre XX, op. át., p1ig. l ,L. los li o 111hn·~ ~v d1 •l1111 · prn 1·1 rnsgo "mn lo".
136 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS ANATOMÍA ANALÍTICA: LOS TRES TIEMPOS DE LA SEXUACIÓN 137

LOS TRES TIEMPOS DE LA SEXUACIÓN de la ciencia. Lacan también caracteriza la sexuación como una "opción
de identificación sexuada ": 7 "opción" quiere decir que hay una elección
Para dar razón de lo real del goce en el campo de la sexualidad Y. respe- del sujeto, "identificación" implica la intervención del lenguaje y el signifi-
tar al mismo tiempo las sutilezas del complejo freudiano de castración, se cante, "identificación sexuada" muestra que no se trata de la segunda
requiere entonces una lógica que no es la de la identificación. Lacan tuvo identificación freudiana con el rasgo unario, sino de otro funcionamiento.
la idea de utilizar la de la función fálica, 3 que autoriza los recursos de la Así, la anatomía analítica no es la anatomía natural ni el género. Es la
cuantificación (ser "todo" fálico en el caso del hombre, "no-toda" fálica sexuación. Y radicaliza la tensión entre la llamada diferencia natural de
en el de una mujer). los sexos y sus consecuencias para el sujeto, debidas en especial al discur-
Para el psicoanálisis, la diferencia de los sexos no es la diferencia ana- so que lo rodea. Esa sexuación depende de una lógica en tres tiempos: pri-
tómica.4 Sin embargo, ésta vale, aunque sólo sea, como lo señalaba Freud, mero, el de la diferencia natural de los sexos; segundo, el del discurso se-
por sus "consecuencias psíquicas" . Como se recordará, Freud articula esta xual; tercero, el tiempo de la elección del sexo por parte del sujeto, o de la
diferencia gracias a una permutación, en el desarrollo, del complejo de sexuación propiamente dicha. 8
Edipo y el complejo de castración. La anatomía está presente a la vez co-
mo dato inicial y en cuanto se tropieza con ella en el otro sexo. En el caso La diferencia anatómica natural y el discurso sexual
del varón, la anatomía femenina es esencial para la dinámica del proceso
de desarrollo, en la medida en que da consistencia a la amenaza de castra- El primer tiempo de la sexuación es el de la diferencia anatómica natu-
ción. En el caso de la niña, la vista del miembro del varón desencadena la ral. Señalada antaño en el momento del nacimiento, es hoy ampliamente
envidia del pene. En ambos sexos, es difícil admitir que la madre no tiene anticipada por la técnica médica: ecografía, genotipo y tal vez, muy pron-
pene. En la fase fálica, el goce encuentra una expresión privilegiada en la to, la elección real del sexo anatómico. Pero este primer tiempo es un real
masturbación. La instancia a la cual se hace responsable de la privación mítico, en la medida en que sólo cobra su valor por obra del segundo
fálica de la madre es el padre, como en el caso del pequeño Hans. 5 Una fo- tiempo.
bia puede llegar a suplir la carencia o la ausencia del padre, como lo vimos Ese segundo tiempo es el del discurso sexual. En efecto, la naturaleza
en el caso de Sandy. 6 La importancia de la anatomía puede parecer menor sólo vale aquí en cuanto está interpretada, y ninguna diferencia es pensa-
cuando se aborda el sexo menos en términos de desarrollo que de goce y ble sin el significante. La percepción misma es estructurada por éste, como
lenguaje, pero no por eso deja de existir. lo vemos en la alucinación verbal. El discurso sexual es el "se" ["on"] de
En la práctica analítica, se verifica en todas las oportunidades la difi- la comunidad de la que forma parte el futuro sujeto: el entorno, los pa-
cultad que tiene el sujeto, ya sea psicótico, perverso o neurótico, para asu- dres, el médico, etc. La importancia de ese discurso pasa a veces inadverti-
mir su sexo. Pero, ¿a qué llamamos exactamente "su" sexo, si no es ni el da porque se supone que no hace más que reflejar la naturaleza. Pero hay
género ni el sexo anatómico? Lacan responde esta pregunta con su concep- casos en que se ve con claridad el impacto de ese discurso circundante:
to de la sexuación, término que no deja de evocar la biología: guiño para cuando cambia de opinión acerca de la sexuación de un sujeto, por ejem-
decir que el real en cuestión en la sexuación analítica es tan real como el plo debido a una malformación genital. A casos de ese tipo se refiere Sto-
ller,9 y Lacan toma uno del psicoanalista escocés Fairbairn. 1 º
3. Cf. supra, capítulo IV, pág. 11 O sq. Pese al uso de los términos de lógica y
"cuantificación", no hay que tomar la "lógica de la sexuación" de Lacan como un 7. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XX I , op. cit., clase del 14 de mayo de 1974.
cálculo lógico. Se trata de un intento de formalizar la clínica con herramientas di- 8. En consecuencia, llamaremos "sexuación" en sentido amplio al conjunto del
versas, algunas de ellas tomadas de la lógica . Es una especie de bricolaje en el sen- proceso en tres tiempos, o bien, de manera más restringida, únicamente la elección
tido noble que Lévi-Strauss dio a este término en El pensamiento salvaje; cf. infra, del sexo por parte del sujeto, sin dar otras precisiones, salvo que el contexto lo
capítulo VIII, pág. 221 sq. CXIJa.
4. Cf. supra, capítulo llI, págs. 83-4 y 93 sq. Cf. también capítulo IV, págs. 9. R. J. Sto ll cr, R echerches sur l'identité sexuelle, op. cit., capítulo 20, sobre el
110-15. " tratamiento de los p:i ci<.: ntes que presentan anomalías sexuales biológicas", pág.
5. Cf. supra, capítulo 11, pág. 53-4, y sobre todo el capítulo 111, p:íg. 96 sq. 57 .
. Cf. supra, capítulo 111 , págs . 97-8. 10. C(. i11(r11 , l 11pí11d11 v1, p :í¡~. 168 sq.
138 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS ANATOMÍA ANALÍTICA: LOS TRES TIEMPOS DE LA SEXUACIÓN 139

El error común sobre el falo Ahora bien, un sujeto puede tener una espec ie de aprehensión total-
mente imaginaria del falo, sin inscribirse pese a ello bajo el significante fa-
No debe pensarse que el discurso circundante no es sino el espejo de lo lo como significante amo, ni aceptar la castración implicada por la función
real. No hay nada de eso, pues ese discurso interpreta los datos según sus fálica. Puede sumergirse en el ba11.o del significado fálico, evocado por cier-
propios criterios, que son los criterios fálicos. La naturaleza sugiere una tas figuras erécti les vitales corno la postura de pie que provoca el júbilo del
diferencia, pero cuando alguien declara "es un varón", "es una niña'', lo niño ante el espejo entre los seis y los dieciocho meses, o sugerido por las
hace, sin saberlo, de conformidad con esos criterios fálicos. "Varón" ya no convenciones sociales de su tiempo, sin asumirlo subjetivamente. ¿De dón-
quiere decir únicamente portador de un pene, sino capaz de virilidad, de de surge la posibilidad de que el sujeto esté habitado por el significado fá-
ser un hombre, como "se" dice. "Niña" pierde su sentido anatómico, para lico, pero pasivamente, sin la aquiescencia subjetiva a la significación fáli -
convertirse a la vez en sinónimo de privación, de falta, pero también de fe- ca que implica la inscripción en la función fálica? De la manera en que
mineidad, belleza, enigma perpetuo, etc. La naturaleza se convierte en "aprende" su lengua materna. Al mismo tiempo que las palabras, los sig-
semblante. Sucumbe de ese modo bajo el peso de un significante único que nificantes transmitidos por su madre, el niílo "atrapa" sin saberlo ese sig-
categoriza la diferencia natural en términos de falo y castración. El falo se nificado fálico que circula en el discurso materno, a causa del deseo de
transforma en un significante amo del sexo. El "se" es, debido a ello, la aquélla por el falo. ¿Por qué no considerar desde esta perspectiva la "pro-
fuente de un error que Lacan llama "error común" 1 1 porque es el de todo testa viri l", expresión inventada por Alfred Adler, el contemporáneo de
el mundo e incluso porque genera comunidad, de la misma manera que el Freud? Adler disoció esa protesta de toda relación precisa con la sexuali-
discurso genera lazo social, a partir de la puesta en común del falo, al que dad y el complejo de castración, razón por la cual Freud se negó a admitir
se atribuye mediatizar las relaciones entre los seres humanos. El término una noción tan vaga y general. 12 Pero en la psicosis, en la cual el sujeto no
"error" es aquí, ante todo, una referencia con carácter de guiíio a los tran- acepta la función fálica, un sujeto hombre, aunque esté sometido a la femi-
sexuales y su discurso que denuncia "el error de la naturaleza" del que son nización forzada del "empuje-a-la-mujer'', puede persistir en la afirmación
víctimas: no nacieron con el "buen" sexo. Mediante el discurso sexual y de su sexo masculino. Aquí tal vez tenga cierto sentido hablar de "protesta
sus criterios fálicos, el órgano natural (pene o vagina) se convierte en orga- viril". Así, en el caso de Schreber, antes del momento que éste describe co-
non, instrumento significante (de una ausencia en el caso de la niña). mo su muerte, caracterizado por Lacan como "muerte del sujeto'', 13 en el
¿En qué sentido puede hablarse de error en lo que se refiere al discurso que se a niquil a para él toda significación fálica y tras el cual se inscribirá
sexual? Ese error consiste en modificar el status del falo, que pasa de sig- bajo el significante de la mujer, puede decirse que hay cierto significado fá-
nificado del goce a significante amo del discurso sobre el sexo. Ahora bien, lico asociado a una "protesta viril". Ésta, compatible por lo tan.to con la
esto no tiene ni el mismo valor ni las mismas consecuencias. forclusión del falo como significante y la negativa a inscribirse en la fun-
Del goce, sólo captamos en lo que se dice la significación fálica, que es ción fálica, se apoya en identificaciones que sostuvieron al sujeto como
la referencia común del goce sexual: el falo es, por tanto, el significado del hombre sin el soporte del Nombre-del-Padre y de esa función, pero no sin
goce. Debido a ello, los otros goces están prohibidos, es decir que se expe- que en él cumpliera su papel cierto significado fálico del goce, transmitido
rimentan silenciosamente, al margen de la significación, y son difíciles de por la madre. 14 El problema de esas identificaci ones no articuladas con la
localizar en el discurso: así el plus de gozar en el fantasma o el goce feme- castración y la función fálica es, por desdicha, su fragilidad, su labilidad.
nino más allá del falo. O bien son francamente locos, al margen del discur- Como lo vimos en el caso de Josiane, 15 pueden derrumbarse bruscamente
so, y requieren la invención de nuevos significantes para localizarlos, signi- en el momento de un desencadenamiento psicótico.
ficantes que serán propios del sujeto que los inventa, incomunicables y
alojados en un discurso delirante, a priori sin destinatario, salvo si un psi-
coanalista se interesa lo suficiente en él para ocupar ese lugar.

12. S. Freud, Ma vie et la psychanalyse (1925), París, Gallimard, 1988, col.


" ldées'', pág. 66 [traducción castellana: Presentación autobiográfica, en OC, vol.
11. Cf. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XIX, op. cit., clase del 8 de diciembre de 20, 1979].
1971, que me inspiró mucho para este capítulo y este libro. La expresión " error de 1.3. J. L:icnn, " D'unc question préliminaire ... ", op. cit., pág. 567.
la naturaleza" proviene de la tesis inédita de ].-M. Alby, Contribution a l'étude du 14. C(. i11(r11 , r:1pí111l o v11 , pág . 200. Lo mismo se produce en el caso de Ives.
trans-sexualisme, París, 1956, pág. 311.
J5. C( W/J/'lt, 1"11 pÍJ1 dn IV, p:ígs. 109-110.
ANATOMÍA ANALÍTICA: LOS TRES TIEMPOS DE LA SEXUACIÓN 141
140 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS

¿"No" psicótico o "sí" aporético? ra todos; la prueba de ello es la conexión de la navaja y las piernas que
evoca metonímicamente, de manera velada, la herida femenina en el nivel
del sexo, la castración materna. Pero esto no le impide tener un instrumen-
El sujeto puede rechazar o aceptar el error común del discurso sexual,
to fálico, como un hombre, la navaja, y ser por lo tanto castradora y, por
consistente en transformar el significado fálico del goce, en el que el niño
ello, más fálica de lo que parecía. El recuerdo, por tanto, atestigua en este
se empapa pasivamente, en un significante amo bajo el cual debe decidir
joven cierto desmentido, una Verleugnung de la castración de la madre,
inconscientemente inscribirse.
Si lo rechaza, se da la psicosis como estructura, que puede ser patente o para retomar un término freudiano.
no, desatada o no. El sujeto está entonces fuera del discurso (lo que equi-
vale a decir que no acepta el discurso sexual común y su significante amo
fálico). Deberá, en ese caso, inventarse una sexuación inédita, sin la ayuda La sexuación (o elección del sexo)
de la función fálica. Clínicamente se comprueba que el empuje-a-la-mujer,
En el primer tiempo, mítico, la anatomía se impone al sujeto. De he-
ese concepto inventado por Lacan 16 para describir el proceso del delirio
cho, es en el segundo tiempo, el del discurso sexual, cuando el discurso de
schreberiano, ocupa en ella un lugar eminente. Pero, como veremos, hay
los otros le transmite la interpretación de su sexo. Este segundo tiempo ya
otras posibilidades.
implica entonces una elección: inscribirse o no bajo el significante amo del
Si el sujeto, en cambio, acepta el error común del discurso sexual, en-
discurso sexual, el falo . Consideramos como de estructura psicótica a
tra en la sociedad humana fálica e inscribe su goce en la función fálica, la
quienes rechazan esa inscripción, y su sexuación no es de la órbita de la
única, entonces, que puede significar la diferencia sexual. De allí una apo-
función fálica y su término correlativo, el Nombre-del-Padre, que hace po-
ría, descubierta por Freud: ¿cómo especificar dos sexos con un solo sig-
sible la inscripción del sujeto en esa función. 18 Su elección sexual, esté o
nificante, el falo? ¿Cómo escribir "varón", "niña", "diferencia de los
no de acuerdo con el sexo que se les asigna, se realiza en el contexto de esa
sexos" con una sola función, la función fálica? He aquí un ejemplo con-
creto de esta aporía, en los términos en que la comunica el recuerdo encu- forclusión en el segundo tiempo.
bridor de un homosexual joven, André. Éste recuerda que en la repisa del
baño de su infancia había dos navajas: por un lado la de su padre, para la ¿Por qué dos sexos?
barba, por el otro la de su madre, para las piernas. "¡Y las dos navajas
El tercer tiempo es el de la sexuación, la elección del sexo. En el resto
eran iguales!", comenta, no sin perplejidad. Un sólo significante, aquí la
de este capítulo hablaremos de sujetos neuróticos que aceptaron previa-
navaja, evoca desde luego la castración, y en consecuencia se lo puede
mente la inscripción en la función fálica. Si bien ésta es la única función de
considerar como un a escritura inconsciente de la función fálica. 17 Lama-
goce universal, existen dos maneras de inscribirse en ella, correspondientes
dre y el padre se inscriben en ella: navaja (madre) y navaja (padre) valen
a dos modos diferentes del goce fálico, y por consiguiente dos sexos. Si te-
como "mi madre se inscribe en la función castración" y "mi padre se ins-
nemos en cuenta que nos disociamos de la anatomía, podríamos pregun-
cribe en la función castración". El recuerdo encubridor pone en escena la
tarnos por qué dos y no tres, cuatro o más. Ya hace tiempo que algunos
cuestión del sujeto que se refiere a la diferencia sexual entre su padre y su
-antropólogos, psiquiatras, teóricos de los estudios sobre el gender, escri-
madre y, reubicada en su contexto, más particularmente al sexo de esta
última.
Pero el recuerdo da también una respuesta, en la medida en que se ad- 18. Cf. capítulo 11, pág. 50, nota 13, y pág. 69, nota 73. Véase también el capí-
mita que no existe un significante específico de la mujer. Esa respuesta tulo 1v, pág. 117 sq. Neurosis y psicosis, por ende, se reparten de la siguiente ma-
puede leerse así. Mi padre es un hombre, ya que todo hombre está marca- nera. Por el lado de la primera, el Nombre-del-Padre sustituye al deseo-de-la-ma-
do por la castración, y la barba es en efecto un símbolo de virilidad. Mi d re (metáfora paterna) y produce la significación fálica en el inconsciente. El sujeto
madre también está sometida a la misma ley de la castración que vale pa- in scribe correlativamente su goce en la función fálica, acepta el falo como signifi-
ca nte a mo. Por el lado de la psicosis, hay forclusión del Nombre-del-Padre y de la
significació n fáli ca. No o bstante, puede subsistir cierto significado fálico, en el sen-
1ido en que lo co mcnr:i mos anteriormente (por ejemplo la protesta viril, págs. 138-
16. J. Lacan, "L'Étourdit", op. cit., pág. 22. Cf. infra, capítulos v111 y IX.
9). El sujeto psid> I irn n·c h:1z.a la funció n fálica y no inscribe su goce en ella; no se
17. Como vimos en el capítulo 111, la función fálica ti ene a In vez un va lor posi-
i11 s..:ribe b:ij o ('[ ,j,..11 il1 rn 111 1· dl' I f:1l o co mo signifi ca nte a mo del sexo .
tivo, de goce, y un valo r negativo, de castració n.
142 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS ANATOMÍA ANALÍTICA: LOS TRES TIEMPOS DE LA SEXUACIÓN 143

tores u otros- postularon la existencia de un tercer sexo. Se fundan en las caso, relaciones estructurales entre sexuación, elección de objeto y prácti-
afirmaciones de muchos sujetos, por ejemplo los transexuales que invocan cas concretas de goce.
un error de la naturaleza y tienen la sensación de ser hombres en un cuer- También Lacan postula la existencia de dos sexos, correspondientes a
po de mujer o mujeres en un cuerpo de hombre. Pero también hay neuró- dos "opciones de identificación sexuada", hombre o mujer. La experiencia
ticos que no se sienten ni hombre ni mujer o se sienten ambos a la vez y clínica muestra que esas dos inscripciones diferentes en la función fálica
que, en consecuencia, dudan intensamente de su sexo. corresponden a dos posiciones diferentes con respecto al goce. En efecto,
Esa reivindicación de un tercer sexo existía ya en época de Freud, fuera el real en juego, si bien se demuestra a partir de los sentimientos, las creen-
como "variedad sexual distinta desde el principio", o "como [existencia] cias y los enunciados, en síntesis, de los dichos de un sujeto, no coincide
de grados sexuales intermedios". 19 Por entonces, 1910, Freud señalaba a con éstos. Debe encararse todo un trabajo de decantación, deducción y de-
los portavoces de esta teoría que había que someter esas afirmaciones a la mostración antes de afirmar cuál es la posición sexual de un sujeto. Es casi
prueba del psicoanálisis. En nombre de éste, él refutó "el tercer sexo" y la imposible hacer ese desciframiento, que demanda tiempo y la participa-
categorización de la homosexualidad como una estructura aparte mediante ción del sujeto, al margen de la práctica psicoanalítica. No es sorprenden-
dos argumentos esenciales: por un lado, la bisexualidad psíquica 20 presen- te, entonces, que los resultados del psicoanálisis en materia de sexuación
te en cada sujeto y que hace que la homosexualidad sea tan normal o choquen a veces con cierto escepticismo. El hecho de que esas dos inscrip-
anormal como la heterosexualidad (Freud llega a decir que "el interés se- ciones correspondan a un real del modo de goce en su referencia al falo,
xual excluyente del hombre por la mujer es también un problema que no contradice por ende el hecho de que un sujeto dé pábulo a la vaguedad
requiere una explicación, y no algo que va de suyo"); 21 por el otro, el des- sobre su posición sexual, no quiera saber nada de ella o la niegue en el ca-
cubrimiento de la fijación infantil a la madre como causa de la homose- so de la neurosis, o que otro, situado fuera de la referencia fálica común,
xualidad masculina. Más adelante Freud agregará otros factores determi- se invente una sexuación al margen de la norma, inédita y psicótica. Nues-
nantes, pero de ese modo remite la homosexualidad, la heterosexualidad y tro objetivo es precisamente estudiar cómo logran los individuos alinearse,
el problema de la elección de objeto al estudio del desarrollo de la pulsión no sin ambigüedad, del lado hombre o del lado mujer, con la función fáli-
sexual, y en particular a sus vicisitudes edípicas. En este aspecto es ejem- ca o sin ella, o, al contrario, por qué no consiguen hacerlo (cf. el caso de
plar el caso de la "joven homosexual'', analizada en 1920: su "perversión" Josiane, que en el momento del desencadenamiento que describimos, ya no
homosexual se vincula a un accidente del Edipo y de su relación con el pa- puede alinearse ni de un lado ni del otro).
dre. Al comentar el caso, 22 Freud propone separar nítidamente de la posi- Lacan resuelve la aporía de una sola función para escribir dos sexos,
ción sexual (la identidad sexual masculina o femenina), el "modo de elec- cuantificando la función fálica ("todo" y "existencia" del lado hombre y
ción de objeto" (homosexual, heterosexual), y señala que, hasta cierto "no-todo" y "no-existencia" del lado mujer). La herramienta lógica de la
punto, esos "caracteres" varían independientemente unos de otros. Esto da cuantificación, tornada de la lógica moderna, le sirve para transcribir ese
a entender de la manera más clara que la elección de ser hombre o mujer segundo grado del modo de goce con respecto a la función fálica. Para se-
no prejuzga de la elección de objeto (homosexual o heterosexual) y recí- xuarse, un sujeto no se inscribe directamente en esa función, como si fue-
procamente, y que en todo caso ser homosexual no implica ninguna deter- se cuestión de decir "soy fálico" o "no soy fálico", lo cual valdría para
minación a priori de la sexuación. 23 Pero eso no impide buscar, en cada ambos sexos, porque esas afirmaciones contradictorias caracterizan justa-
mente la propia función fálica, como ya vimos: en consecuencia, no habría
discriminación. El sujeto se inscribe corno modo de gozar del falo: "en la
relación con el otro sexo, estoy metido por entero en la función fálica, por
19. S. Freud, Un souvenir d'enfance de Léonard de Vinci (1910), París, Galli-
lo tanto soy un hombre", o bien "en la relación con el otro sexo, yo estoy
mard, 1987, págs. 116-118 [traducción castellana: Un recuerdo infantil de Leonar-
no-toda inscripta en la función fálica, por lo tanto soy una mujer". Desde
do da Vinci, en OC, vol. 11, 1979].
20. S. Freud, Trois essais ... , op. cit., págs. 48-49. luego, estas últimas afirmaciones son aproximadas y por ende inexactas,
21. Ibid., pág. 51, nota de 1915. pero dan una idea de la manera o el modo de gozar con respecto a esa fun-
22. S. Freud, "Psychogénese d'un cas d'homosexualité féminine" (1920), en Né- ción única, manera o modo que, por su parte, no son únicos.
vrose, psychose et perversion, op. cit.; págs. 268-269 [traducción castellana: "Sobre Freud resol ví:i es ta aporía mediante la inversión temporal, en el desa-
la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina", en OC, vol. 18, 1979]. rrollo, de los compkjos de castración y de Edipo. ¿Por qué Lacan recurre
23. Cf infra para la psicosis, capítulo lX (caso de Serge, págs. 256-7). ::i un::i esc rit 11rn lú1 ,H '11? Porque, como hemos visto, su definición de lo real
1
144 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS ANATOMÍA ANALÍTICA: LOS TRES T IEMPOS DE LA SEXUACIÓN 145

del sexo es la imposibilidad de escribir la relación sexual. 24 Supone enton- el principio mi smo de su castración, esa excepción a la ley fálica que es el
ces que las lógicas existentes testimonian formalizaciones de la imposibili- padre: "No hay virilidad que la castración no consagre" 3 vale para el hi- º
dad (que es tradicionalmente una categoría de la lógica modal), que po- jo, no para el padre. Éste, por lo tanto, no es como "todo hombre". La
drían dar ideas para escrituras de la no relación sexual2 5 en concordancia contradicción entre la excepc ión paterna a la ley de la castración y la esen-
con la clínica analítica. Esto explica que describa los dos sexos mediante cia del "todo hombre", de la virilidad, es entonce s el principio mismo de
fórmulas 26 que usan símbo los de la lógica moderna, pero que no pueden la sexuación masculina, según Freud releído por Lacan.
leerse, empero, sin volver al inventor de la primera lógica formal, Aristóte- El hec ho de que la contradicción sea el principio fundador del cuadra-
les. Freud con Aristóteles, 27 reescrito con la lógica moderna: ésa es la ten- do lógico de Aristóteles, ley última a su juicio, indemostrable tanto en el
tativa de Lacan para definir los dos sexos como dos modos distintos de plano de la lógica como en el de la metafísica, 31 permite considerar que la
uso del falo en un lazo con el otro sexo (o con el mismo), lazo que fracasa sexuación masculina está habitada por la lógica de ese principio. Esto tie-
de diversas formas en establecer una relación. Lacan acerca doblemente a ne una versión clínica. El modo de gozar del hombre todo fálico es el si-
Aristóteles y Freud, por el lado del hombre y por el lado de la mujer. guiente: su goce fálico es el obstáculo que le impide gozar del cuerpo de la
mujer. O bien su goce fálico objeta la relación sexual. Como ejemp lo ba-
El lado hombre: "todo" y contradicción nal, piénsese en la "amante", la "girl-phallus ", que sostiene y perturba a la
vez a la pareja casada: el desdoblamiento de la vida amorosa. Para un
Por una parte, Lacan hace un paralelo entre lo que supieron escribir hombre de esas características, amar y desear a la misma muj er demuestra
uno y otro: para Freud, el complejo de Edipo como lazo necesario con el ser imposibl e. En efecto, él desea el falo y só lo ama a una mujer faltante,
padre, para Aristóteles, la lógica de lo universal, del "todo" fundada en el castrada. Ahora bien, sin el goce que extrae del falo encarnado en su
principio de contradicción. Ese paralelo es la clave de la escritura lacania- amante, no podría soportar la castración de la muj er amada y elegida co-
na del lado hombre de sus fórmulas de la sexuación: 2 8 contradicción for- mo pareja. Pero el goce que obtiene de esa otra mujer, la amante, necesa-
mal entre, por una parte, la existencia necesaria de un punto de excepción rio para sostener su deseo, pone al mismo tiempo un obstáculo a su rela-
a la función fálica, el padre, y por la otra, la regla del universal fálico que ción con la primera. Para Freud, 32 lo que produce ese clivaje es la relación
hace el hombre. Esta contradicción {la excepción hace la regla) reescribe incestuosa con la madre, no superada. Las dos mujeres en cuestión son dos
en términos lógicos el mito freudiano de Tótem y tabú: por un lado, exis- versiones diferentes de la madre ("puta" o demasiado venerada). El cine se
te al menos uno, el padre primitivo de la horda, que no está sometido a la apoderó de este tema. Así, Woody Allen, en su película Mighty Aphrodite
ley de la castración sino que, al contrario, goza de tod as las mujeres al [Poderosa Afrodita], puso en escena su versión del esquema freudiano {la
mismo tiempo que está muerto para siempre; cosas imposibles. Por eso La- madre de ambos lados ). El héroe, encarnado por el mismo cineasta, se de-
can denominó a ese padre mítico como padre real, signo de lo imposible bate entre dos mujeres que son, ambas, madres de su hijo: una, su mujer
mismo, a saber, lo imposible de "que el padre muerto sea el goce" .29 Aho- legítima, es la madre adoptiva; la otra, una prostituta, es la madre biológi-
ra bien, este "operador estructural" del padre real es, por otra parte, la ca . Al comienzo del film, el protagonista no logra tener relación ni con
condición necesaria para que el sujeto varón se inscriba en el universal fá- una ni con la otra. Para Lacan, 33 lo que está en cuestión es más bien una
lico. Sólo formará parte de la masa de los hombres siempre que acepte, en identificación del hijo con la madre, residual del Edipo. El deseo de la ma-

30. J. Lacan, "Propos directifs pour un Congres ... ", op. cit., pág. 733.
24. Cf. capítulo 1, pág. 26. 31. Podrá leerse a]. Lukasiewicz, "Sur le príncipe de contradiction chez Aris-
25. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XV III , op. cit., clase del 18 de mayo de 1971. 1otc" (1910), traducción de B. Cassin y M. Narcy, en Rue Descartes nº 1, "Des
26. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XX, op. cit., pág. 73, y "L'Étourdit", op. cit., grecs" , París, Albin Michel, 1991, pág. 9.
págs. 14-15. Las reproducimos en el capítulo VIII, pág. 222, nota 45. 32. S. Freud, "Sur le plus général des rabaissements de la vie amoureuse"
27. J. Lacan, Le Séminaire. Livre xx, op. cit., pág. 57. ( 19 12), en La \fie sexuelle, op. cit., pág. 55 sq. [traducción castellana: "Sobre la
28. Ibid., pág. 73, o "L'Étourdit", op. cit., pág. 14: 111 :ís ge neralizada degradación de la vida amorosa (Contribuciones a la psicología
3x<l>x, o sea: existe un x tal que no <l>(x). del amor, 11) ", en OC, vol. 11, 1979].
'lfx<l>x, o sea: para todo x, <l>(x). 3. J. La ca n, " l .. 1 ~ i p, nifi c:llion du phallus'', op. cit., pág. 695, y "Propos direc-
29. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XVII .• . , op. cit., pág. 14 .1. 111~ ~ ur un Co1l)',1·i•,, .. ", u¡1 . lit ., p:íg. 733.
146 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS ANATOMÍA ANALÍTICA: LOS TRES TIEMPOS DE LA SEXUACJÓN 147

dre por el falo, encontrado por el hijo en la infancia, deja una cicatriz in- una escritura que implique a la vez los modos de goce del sujeto y su re-
deleble en el inconsciente de éste. De ella resultan el deseo por la girl-pha- lación con la función fálica.
llus y el clivaje del deseo y el amor. El desdoblamiento de la vida amorosa En consecuencia, la sexuación masculina estará, de manera muy freu-
es, por lo tanto, un síntoma del falocentrismo del goce del hombre. Pero diana, ligada a la articulación del todo fálico y de la existencia en sentido
existen otras formas de ese esquema de obstáculo:3 4 así, un sujeto quepa- lógico. 39
dece eyaculación precoz debe, para tener una erección con su mujer, evo- En cuanto a la sexuación femenina, se orientará por una lógica inédita,
car la imagen mental de un falo, la cual suscita de inmediato la eyacula- la de cierto tipo de negación referida al todo. Esta negación implica que la
ción. Él lo llama homosexualidad, pero ese círculo infernal no es más que referencia al falo, por central que sea, no es la única para una mujer. Pero
una modalidad de expresión del obstáculo fálico. El falo imaginado sostie- no podrá decirse, no obstante, que para ella exista otra cosa susceptible de
ne el deseo frente a la mujer amada, cuya castración inhibe al sujeto. Pero indicarse mediante un significante amo "femenino" equivalente a l falo.
la detumescencia del pene impide a éste gozar de su pareja. El falo, por en- De ello se desprende que esta lógica del no-todo es más una invención
de, es a la vez medio del deseo y obstáculo a la relación sexual. Retenga- de Lacan que un paralelo que se imponga por sí mismo entre una dificul-
mos entonces la objeción y el obstáculo como características de la sexua- tad de Freud y un significante perdido de Aristóteles.
ción masculina, con la condición de articularlos con la función fálica.
Una lectura contemporánea del tratado Sobre la interpretación
El lado mujer: el "no-todo" contra la simetría Sin embargo, no hay que descuidar la pista aristotélica del no-todo. El
tratado Sobre la interpretación 40 es la obra en la cual aparece la prohibi-
Para escribir la sexuación femenina, Lacan establece un paralelo entre ción planteada por Aristóteles con respecto a esa negación de lo universal
una impasse de la teoría freudiana y una evitación de la lógica de Aristó- que es el no-todo. ¿Por qué fue Lacan a buscar un término rechazado por
teles. En el caso de Freud, se trata del enigma de la femineidad; en el de Aristóteles en esa parte del Organon? 41 Una lectura reciente del tratado,
Aristóteles, de un desecho de su formalización, el concepto del "no- hecha por Whitaker, 42 aporta perspectivas sobre el contexto en el que se
todo'', abandonado durante la elaboración de su silogismo en beneficio produce el rechazo del no-todo, y tal vez nos haga entrever las razones del
de una lógica de lo universal y lo particular. ¡Claro que rebautizar un interés de Lacan. Whitaker considera, en efecto, que ese tratado es un con-
enigma con un concepto no elaborado no es resolverlo, y afirmar que la junto coherente con una meta precisa: estudiar la contradicción a fin de
definición o la esencia de la femineidad 35 es el "no-todo" cuya lógica prepararse para la dialéctica, ciencia de la refutación. Sobre la interpreta-
nunca se estableció puede parecer de escasa ayuda para el clínico! Salvo si ción debería incluirse entonces en una serie con otras partes del Organon
se escucha a Lacan decirnos que eso es lo que le sugiere la experiencia. 36 dedicadas a la dialéctica y la retórica, y no con los Analíticos primeros, cu-
Su experiencia analítica de la sexualidad femenina le inspira la idea de yo objeto es el silogismo. La dialéctica presenta dos personajes: uno pre-
que la sexuación femenina no se moldea según el mismo modelo que la gunta, el otro responde. La pregunta inicial ex ige una respuesta, que debe
masculina. Por otra parte, en varias ocasiones reprocha a Freud haber se r una de las dos proposiciones que componen un par contradictorio. Esa
med ido ambos lados con el mismo "rasero" .37 Sin embargo, Lacan con- pregunta no se da como verdadera. En cada etapa del debate, el interroga-
serva la referencia al falo para ambos sexos. La solución para que la dife- dor propone a quien le responde la elección entre dos afirmaciones opues-
rencia de sexuación tenga un alcance real de alteridad 38 es hacer de ella

39. Es decir, la lógica de lo universal y lo particular (aquí interpretada de ma-


34. J. Lacan, Le Sém inaire. Livre XX, op. cit., pág. 13. nera moderna como existencial) enunciada por Aristóteles en el principio de con-
35. !bid., pág. 68. 1 rad icción, como lo señalamos precedentemente.

36. J. Lacan, Télévision, op. cit., pág. 63: "Y esto es lo que sugiere la experien- 40. Aristóteles, Organon, De l'interprétation, traducción de Tricot, París, Vrin,
cia. En primer lugar, que para las mujeres se impone la negación descartada por 1959, capítulo 1 O, págs. 109-110 [traducción castellana: Tratados de lógica (Or-
Aristóteles de referir a lo universal, o sea de no ser todas, me pantes". ,1:1111on), vol. 2, Sobre fa interp retación, Madrid, Gredos, 1988].
37. J. Lacan, "L'Étourdit", op. cit., pág. 19. [La palabra que tr::iducimos por 4 1. Ya lo hacía en su se min ario L'Identification, inédito, clase del 17 de enero
"rasero" es en el original "toise", toesa, med ida an tigua de lon).IÍl11d (11. del t.).] dr 1962.
38. Cf supra, capítu lo 111, pág. 83. 4 2. C. W. /\ . W l111 11kl'1 , / \1 ist o 1/c 's De 111terpretatione .. ., op. cit.
LA DIFERENCIA DE LOS SEXO S ANATOMÍA ANALÍTICA: LOS TRES TIEMPOS DE LA SEXUACIÓN 149
148

tas entre sí. Quien responde elige una y el debate prosigue de ese modo. Dominios psicoanalíticos del no-todo: la interpretación y
De allí la necesidad de que quien da las respuestas sepa decidir cuál de las la sexualidad femenina
dos afirmaciones es verdadera. De allí, también, la necesidad de señalar Aristóteles toma como referencias prínceps la lógica de lo universal y la
cuáles son los casos en los que es imposible resolver entre dos afirmaciones regla "RCP'', por lo cual clasifica juntas las proposiciones universales (que
opuestas: sea porque ambas son verdaderas, sea porque ambas son falsas, empiezan por "todo") y las particulares o parciales (que empiezan por "al-
sea, por último, porque no se puede elegir entre ellas. guno"), pues son universales negadas. Desde el punto de vista del tratado
Sobre la interpretación estudia, entonces, los pares de afirmaciones en cuestión, las excepciones a la "RCP" son impasses. Pero Lacan define lo
contradictorias, las clasifica de distintos modos y enumera los pares pro- real como lo imposible de formalizar a partir de lo simbólico. De acuerdo
blemáticos para la dialéctica, los que violan la regla llamada "RCP" (rule of con su punto de vista, esas impasses, que son precisamente el límite de la
contradictory pairs) [regla de pares contradictorios). Esta regla enuncia lógica del "todo" y el principio de contradicción aristotélicos, son por lo
que "en todo par contradictorio, uno de sus miembros es verdadero y el tanto su aspecto más real. Si bien no sabemos cómo leyó ese tratado, po-
otro falso". No entraremos aquí en los detalles, desde luego, porque para demos suponer que dichas impasses le proporcionaron la materia prima
ello sería necesaria una explicación de la diferencia entre la negación en lógica de su concepto del no-todo: por lo menos para los dominios laca-
Aristóteles, que es una especie de separación entre el sujeto y el predicado, nianos del no-todo que son la interpretación analítica y la sexualidad fe-
y la negación en la lógica moderna, en la cual la proposición se toma en menma.
43 Así, la interpretación analítica lacaniana juega con el equívoco y el do-
bloque. El tratado pone de manifiesto tres excepciones a la "RCP" .
La primera es la inconsistencia de las proposiciones no universales, vale ble sentido; también pretende ser "oracular" .45 Es el sujeto quien elige su
decir, las que tienen por sujeto un término universal como "el hombre'', sentido, de conformidad con su fantasma, y quien da valor de "oráculo" a
pero sin prosdiorismo 44 (todo o alguno), tales corno "el hombre es hermo- la interpretación, por las consecuencias que ésta desencadena en él. El no-
so", cuya negación es "el hombre no es hermoso" . Ahora bien, ambas son todo de la interpretación analítica compete entonces al equívoco y los fu-
verdaderas, po.rque hay hombres hermosos y otros feos. turos singulares, esas predicciones destacadas por Aristóteles como excep-
La segunda excepción concierne al célebre problema de la contingencia, ciones a la regla "RCP".
la indecidibilidad de la predicción de los acontecimientos futuros singula- En el campo de la sexualidad femenina como no-toda fálica, Lacan in-
res. Sea la frase "la ba talla naval se producirá". Se puede afirmar, sin du- sistió en la contingencia del falo. Una mujer no-toda fálica está inscripta
da, que es necesario que se produzca o bien que no se produzca; por tan- en la función fálica. Pero se trata de una situación contingente y no nece-
to, una de las afirmaciones es verdadera y la otra falsa, pero no se puede sa ria. Esto significa que puede haber interrupciones y que a veces puede no
decidir cuál. En consecuencia, hay indecidibilidad de la distribución de lo es tar inscripta. Por ejemplo, el acto de Medea 4 6 no obedece a una lógica
verdadero y lo falso entre las dos proposiciones del par contradictorio. fálica. Para la madre, los hijos tienen un valor fálico y son objetos a. Por
La tercera excepción a la "RCP" proviene de las afirmaciones sintáctica- lo tanto, son doblemente preciosos. Al vengarse así de Jasón y porque
mente simples pero semánticamente dobles, vale decir, aquellas en las cua- q uiere -como lo afirma- romperle el corazón destruyendo lo más valioso
les el sujeto tiene doble sentido o bien está compuesto, como en "Calias y pa ra él, sus hijos, Medea actúa corno mujer traicionada y no como madre.
Carisea son ciegos", cuya negación sería, según Aristóteles, "ni Calias ni En ella se divorcian la mujer y la madre, y quien se impone es la mujer no-
Corisco son ciegos". Así, bastaría que uno fuera ciego y el otro no para toda fálica. Su acto rompe con la lógica fálica materna. Lacan evocó el ac-
que las dos proposiciones del par contradictorio fueran falsas. to de Medea en relación con un gesto aparentemente mucho menos trági-
rn, que calificó de acto "de una verdadera mujer". 47 Se trata de un
1·pi so dio de la vida de André Gide. Éste tenía numerosas relaciones con

43. Puntos que se tratan en los capítulos 7, 8 y 9 de De l'interprétation, op. cit. 45. J. Lacan, "L'Étourdit'', op. cit., pág. 37.
44. Este término significa "especificación", y designa las expresiones como "to 46. Eurípides, Mérfée, op. cit., pág. 119.
do", "alguno" , "ninguno", etc. La lógica moderna denomina estos términos como '1 7. J . Lacan , ".J eun rsst· de G ide ou la lettre et le désir" (1958), en Écrits, op.
"cuantificadores ", pero " prosdiorismo" es más ampli o, po rqu <: l:i mbi én a ba rca la 11/ ., p:\g. 76 l ltr;idu t·vi<'111 rn~ 1 c ll :l11 a: "Juventud de Gide o la letra y el deseo'', en

negació n del cua ntificador.


/\ <rit os 21.
LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS
ANATOMÍA ANALÍTICA: LOS TR ES TIEMPOS DE LA SEXUACIÓN 15 1
150

hombres jóvenes, pero hasta entonces só lo amaba a su esposa Madeleine, fa licisrno só lo subsiste por su relación con el padre como agente de la cas-
con la cual no se acostaba . Pero un día dejó ver un nuevo amor. Madelei- tración. Para Lacan, el universal es "fútil" 52 al extremo de que es preciso
ne quemó entonces todas las cartas que Gide le había enviado, y de las que sostenerlo con una existencia que lo niega. Así, el universal del hombre to-
no existían copias. Se trataba, no obstante, de " lo más valioso para ella", do fálico, y por lo tanto enteramente sometido a la ley de la castración, se
dijo la mujer, que no adu jo otra razón que el hecho de que "tenía que ha- apoya en la existencia del padre que es una excepción a esa ley (el padre
cer algo", palabras triviales en las cual es Laca n lee "el signo del desenca- mítico de Tótem y tabú). Laean arranca a las mujeres de lo universa l al
denamiento provocado por la única traición intolerable". Ahora bien, Gi- considerarlas una por una como singulares, reales. Ahora bien, en Sobre la
de asigna ba un valor supremo a esas cartas, a las que ll amaba sus hijos y interpretación, los términos universa les exigen la inconsistencia: sobre
destina ba a la poster idad. Lacan insiste en la hi ancia que ahondó en Gide ellos puede decirse tanto una cosa como su contraria; es, como lo hemos
el acto de su mujer, "extirpación de ese desdoblamiento de sí mismo que visto, la primera excepción a la regla "RCP". Es como si Lacan hubiera te-
eran sus cartas". En ambos casos, la mujer golpea al hombre amado que la nido en cuenta su escasa seriedad, la "futilidad" del universal aristotélico,
ha traicionado destruyendo lo más valioso para él, pero sacrifica ndo al y separado de él a las mujeres, más próximas a lo real porque no están to-
mismo tiempo, y con conocimiento de ca usa, lo más valioso también para talmente inscriptas en la función fálica.
ell a . Este acto no se inscribe, por lo tanto, en la lógica fálica del tener y el Vayamo s a hora a la negación del todo, rechazada por Aristóteles. Whi-
ser que, sin embargo, vale para esas muj eres. Es preciso suponer entonces taker explica una vez más ese rechazo por la preocupación de aquél por
que, aunque inscriptas en la función fálica, algo distinto las arranca de ella consolidar su lógica de lo universal haciendo a un lado todo lo que pueda
en un momento dado. Puede oponerse ese tipo de acto al asesinato de Des- amenazarla de incoherencia, como el no-todo. Aristóteles resuelve el pro-
démona por parte de Otelo.48 En primer lugar, por la ceguera que muestra blema, por lo tanto, diciendo que si tropezamos con "no-todo", no siem-
Otelo con respecto al objeto amado, que contrasta con la fría lucidez ven- pre saldremos de lo que podría denominarse el punto de vista universal.
gativa de Medea o Madelein e. Además, el crimen de aquél obedece a una "Todo" es un prosdiorismo (cuantificador) que no significa una "cosa"
ley de la posesión toda fá lica . Otelo quiere a su muj er toda para él, y por universal, sino que tiene por función universalizar la afirmación que sigue.
eso no puede sino celar de la más mínima mirada, de la más mínima pala- "To do" sigue siendo externo a la afirmación; simplemente la hace univer-
bra, siempre demasiado equívocas. Esos momentos imprev isibles en que sa l. 53 En consec uencia, si se quiere nega r, se niega el verbo o la cópula y
una mujer se ausenta de la ley fálica, como lo ejemplifica el acto de Me- no se tocan los prosdiorismos; o bien éstos se modifican en la contradic-
dea,49 criminal, insensa to, excesivo, pero acto de mujer, atañen a la lógica ·ión, pero permanecemos en la misma categoría, la del punto de vista uni-
versa l: en este aspecto, lo particular es a ún algo que se dice de lo universal.
ar istotélica del acontecimiento futuro singular.
Por otra parte, " La mujer no existe", el muy conocido aforismo de La- Vale decir que si se traduce "no-todo hombre se porta bien" como "algún
can, prohíbe considerar a la mujer como un término universal, a diferencia l1 o mbre no se porta bien", se obtiene una particular, que Aristóteles sigue
del hombre. La muj er es una entidad vacía, una no identidad, de las que •i ituando en la lógica de lo universal.
Aristóteles dice que sólo puede decirse algo por medio de la negación. El
5
º En definitiva, el señalamiento de las tres excepciones a la regla "RCP" y
l.1 reducción del "no-todo" al "alguno" se encaminan en el mismo sentido:
hombre, por su parte, es un término universal que corresponde, por exten·
sión, al con junto de los hombres, definido por una propiedad colectivizan 1·dificar una lógica consistente de lo universal y del principio de contradic-
1 ió n. Al poner en perspectiva, al contrario, los restos, las impasses, los de-
te poseída por cada miembro de la clase de és tos. Esa propiedad no es la
posesión del pene sino el lazo de la virilidad con la castración ("no hay vi- .1·c hos de esa formalización, obtenemos un panorama general de lo que se-
rilidad que la castración no consagre"). 51 El hombre es todo fálico, y ese 11 11 una lógica del "no-todo": no un sistema sino una sucesión de puntos
dt· imposibilidad y paradojas, que hay que recoger como objetos preciosos .

4 8. G. Morel, "Jalousies férninines", en La Cause freudienne nº 34, 1996,


págs. 78-84. Q. J. Lacan, Télévision, op. cit., pág. 63.
49. Cf. J.-A. Miller, "Des semblants dans la relation entre les sexes'', en /.11
Cause freudienne nº 36, 1997, págs. 7-16. Cf. supra, capítulo 11, págs. 49-50. 'i3. " Lo que hay que decir no es, en efecto, no-todo hombre: la partícula nega-
50. Aristóteles, Organon, Catégories, op. cit., 13b, 20-35: "De un suj eto 110 11v11 110 debe agregarse a hombre, pues el térm ino todo no significa que el sujeto es
1 1 1 11 v rr ~a l , sino qu e ('~ t : i 10 111;ido uni versalmente", Aristóteles, Organon, Catégo-
exi stente ninguna afirmación puede ser verdadera, sino toda negació n" .
,,,.,, ufl. rit., eapí111l o 10 (l On ~ ) , p:íg. 109 .
51. J. Lacan , "Propos directifs pour un Congrcs ... ", 0¡1. cit., pág. 733.
LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS ANATOMÍA ANALÍTICA: LOS TRES TIEMPOS DE LA SEXUACIÓN 153
152

El estudio del tratado Sobre la interpretación permite por lo tanto com- goce experimentado, pero ignorado por el sujeto. El síntoma, compromiso
prender cómo intentó Lacan construir una "lógica del no-todo" con los del goce y el inconsciente, puede fundar la femineidad de un sujeto allí
puntos de tope de Aristóteles. Lacan no se conformó con esta lógica de lo donde la identificación fracasa. Aludimos aquí a ciertas "epidemias" de
universal que ll evó a Freud a centrar toda la interpretación analítica en la síntomas como la anorexia o la bulimia, que afectan sobre todo a las mu-
relación con el padre, como se advierte en el caso de Dora o del "hombre jeres. Lacan consideró incluso que la frigidez 59 podría deberse a la parte
de las ratas" ,s4 y a construir la sexualidad femenina según un modelo ínte- no fálica del goce femenino: el "goce complementario" borraría o haría no
gramente masculino. esencial el goce fálico del orgasmo. No hay que olvidar, tampoco, el testi-
monio de sujetos dotados, capaces de describir su goce. Si seguimos a La-
can, eso es lo que sucedería con algunos místicos, hombres o mujeres, cu-
EL DESDOBLAMIENTO DEL GOCE FEMENINO yo goce extático ser ía una modalidad de la parte no fálica del goce
femenino. Estos místicos nos enseñan que ese "goce complementario" no
Decir que el hombre es todo fálico significa indicar que su goce está carece de partenaire: éste puede ser Dios. Por último, vamos a ver en este
centrado por el significante del falo. A ese falocentrismo del goce en el capítulo una figura de discurso del no-todo, identificable en el plano de la
hombre se opone el desdoblamiento del goce femenino. Una parte de éste enunciación: el discordancial.
se inscribe en la función fálica, de acuerdo con mod alidades específicas del Hemos mencionado el acto de Medea que subvierte la lógica fálica. Di-
complejo de castración femenino. Pero hay otra parte, que es "un goce cho acto puede considerarse como una expresión de la otra parte, no fáli-
complementario"55 al goce fálico. Se trataría, según el mito, 56 del goce fe- ca, del goce femenino. Esta tragedia no está tan alejada de la clínica coti-
menino en el acto sexual, que sería muy superior al del hombre, si damos diana como puede suponerse. En las mujeres traicionadas hay a menudo
crédito al testimonio de Tiresias, que fue tanto hombre como mujer y que, un "lado Medea". Un fragmento del inicio de una cura nos permitirá apre-
por lo tanto, podía comparar ambos goces. Hay desdo blamiento, enton- ciarlo.
ces. Pero -y en este aspecto el no-todo no obedece a la lógica, sea aristoté-
lica o moderna- el no-todo no implica ninguna existencia de algo que pos- Miriam, frente al vacío
tule una objeción al goce fálico. Por lo tanto, ese desdoblamiento no puede
considerarse, sin cometer un error, como una división en dos partes ins- Miriam viene a verme, devastada por una ruptura reciente con su ma-
criptas e identificables en el inconsciente del sujeto. La parte no fálica del rido, que la dejó por otra. De entrada, me sorprende el papel activo que
goce no está ligada a ningún significante amo que pueda oponerse al falo. ella juega en ese abandono. El término "complicidad" no es demasiado
Esta ausencia de inscripción inconsciente no impide que se pueda circuns- fue rte para calificar la forma en que sostuvo a su rival. Miriam tenía una
cribir clínicamente esa parte. Pero ésta será, desde luego, más difícil de relación de "comunión'', de "connivencia" con su marido: "Él empezaba
describir que el goce fálico, para el cual el inconsciente dispone de un sig- una frase y yo la terminaba". El día mismo en que la engañó, ella lo adivi-
nificante. Aun el goce del objeto a (plus de gozar) se capta gracias a ciertas nó y pudo confirmarlo. Convertida en confidente de su esposo, tenía la
huellas inconscientes que delimitan ese objeto. 57 Para abordar esa parte impresión de que la otra mujer era una especie de doble que terminaría,
no-fálica del goce femenino, nos queda lo que la clínica nos ofrece y que
no es inconsciente. 58 El sueño escenifica a veces alguna emanación de ese
11ino y de sus relaciones complejas con el goce fálico. El desdoblamiento de los go-
~ l:S propio del "no-todo" implica, en efecto, su conjunción en el sujeto femenino
54. S. Freud, "Remarques sur un cas de névrose obsessionnelle ... ", op. cit. , neurótico. Presentamos aquí un breve panorama ge nera l, a fin de que el lector cap-
pág. 228. Freud interpr etó la dificultad de su paciente para casarse con la "Dama" Ir, po r contraste, la diferencia entre la femineidad "no-toda" y la feminización for-
como el efecto de una prohibición que su padre, a la sazón muerto, habría impuc ~ 1,:1da (el emp uje-a-l a-mujer) en la psicosis, cuyo estudio abarca los capítulos VII, VJll
y I X. La primera implica una referencia a la función fálica: en ella, efectivamente, la
to a ese amor.
55. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XX, op. cit., pág. 68. p.1 rt e no fá lica del goce femenino es complementaria de la parte fálica del goce. La
56. Ovidio, Les Métamorphoses, op. cit., 111, 300-330, págs. 116-117. •.1·g1111da forc lu yc In f1111t ión f:í li ca y la sustituye por otra referencia, el significante
57. Como lo explicamos en el caso de Valérie en el capítulo 1, págs. 39-40. di' " l:i " muj er.
58. No estud iamos aq uí en detalle la clínica de la parte no fálica del goce fc1rn· S9 . .J. l .:ica11, / 1• S1•11111111111'. l .i11rt• XX, op. cit., pá g. 70.
154 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS ANATOMÍA ANALÍTICA: LOS TRES TIEMPOS DE LA SEXUACIÓN 155

como en las historias fantásticas, por eliminarla. Un día, Miriam se cruzó "Otro goce" y "goce del Otro"
con.ella en una tienda. Supo de inmediato que era "ella" y vivió una im-
presión "casi sobrenatural" que le provocó una leve despersonalización. Lacan dio a esta parte el nombre de "Otro goce". 6 En primer lugar, º
Freud habría hablado de inquietante extrañeza. La clave de esa complici- designa de ese modo su alteridad con respecto al goce fálico, que es el mis-
dad estaba en la relación de Miriam con su padre. Éste era un ferviente ad- mo para todos, centrado en el mismo significante universal. El Otro goce,
mirador de Rusia. Desde su infancia, Miriam había sido la cómplice exclu- al contrario, no se reduce a ningún rasgo identificable que pueda universa-
siva de la pasión paterna. Más adelante, redactó una tesis sobre los países lizarse corno el falo. Sólo puede describirse caso por caso: es singular.
del este, porque necesitaba "un pequeño desplazamiento" con respecto a A continuación, por "Otro goce" hay que entender también que ese go-
los gustos de su padre. Ahora bien, ¡la mujer que había conocido su mari- ce se refiere al Otro: una mujer tiene, por ese goce, un partenaire que es el
do era rusa! Miriam tenía la impresión de saberlo todo sobre ella; identifi- Otro. ¿De qué Otro se trata en este caso?
cada con la pasión de su marido por esa mujer joven, se olvidó de sí mis- El Otro es siempre6 1 el lugar de una alteridad absoluta para el sujeto. Pe-
ma. Llegó a organizar la vida en común de la pareja y a dejarles sus hijos ro, según los contextos y las épocas, el Otro designa distintas instancias en
más tiempo del solicitado, cuando en realidad le costaba mucho separarse la enseñanza de Lacan. Tenemos el Otro como lugar de lo simbólico, el len-
de ellos. ¡Lo hacía para no privarlos demasiado del padre! Llegó el día en guaje y la palabra, opuesto al otro imaginario, el semejante, el amigo o el
que se vio sola. Se sintió entonces brutalmente enfrentada a un vacío inso- enemigo. 62 Su alteridad obedece al hecho de que lo simbólico y el lenguaje
portable y tuvo la idea de lo que llamaba un "suicidio altruista" (matarse preexisten al sujeto que, como ser hablante, debe someterse a ellos. "El in-
junto con sus hijos), que estuvo muy cerca de concretar. El surgimiento, en consciente es el discurso del Otro" se refiere al inconsciente freudiano, es-
el vacío entonces experimentado, de esa dimensión mortífera que le era tan tructurado como un lenguaje según Lacan. El inconsciente freudiano es la
ajena la horrorizó al extremo de hacerla acudir precipitadamente al análi- "otra escena" en que un saber ajeno al sujeto irrumpe en su vida a través de
sis. De todas maneras, tardó bastante antes de poder decirme qué le había las formaciones del inconsciente: sueños, lapsus, actos fallidos. El Otro tam-
pasado entonces. bién puede ser el cuerpo. En efecto, éste es "recortado" por el lenguaje, que
Miriam había rozado el pasaje al acto. Hasta allí, su rumbo se inscribía aísla en él zonas de goce, las zonas erógenas, por medio de los cuidados ma-
en una lógica fálica. En efecto, se había identificado con su marido al pun- ternos brindados al niño, siempre erotizados. El síntoma histérico de conver-
to de erigirlo en su verdadero "yo", así como se había identificado con su sión, cuya sede es una parte del cuerpo, puede de tal modo desanudarse me-
padre gracias a compartir el objeto ele una pasión: Rusia con este último, diante una palabra, una interpretación, como vimos en el caso de Dora. 63 El
la joven mujer rusa con aquél. En este segundo caso, la pasión se redobla- Otro se encarna también en personajes elevados al rango de instancias: el
ba por tratarse de otra mujer. No costará reconocer en ello la identifica- Otro materno para el niño, que es la madre simbólica, caracterizada por la
ción histérica con el hombre, que permite adorar el objeto femenino a par- a lternancia de la presencia y la ausencia, o la madre real todopoderosa, e in-
tir de una posición viril: su ejemplo princeps es Dora, identificada con el cluso la madre deseante, lugar de un enigma en cuanto a lo que quiere. 64
señor K. para adorar a la señora K., lugar ele su pregunta sobre la feminei- En la psicosis, el "Otro del goce" 65 designa en primer lugar a un parte-
dad. Con una determinación sin tacha, Miriam había ido al extremo ele naire del sujeto que asumió una importancia crucial en el campo del goce.
esa lógica que conjuga el goce fálico con un plus de gozar, su fascinación El Dios del presidente Schreber goza de él, con su consentimiento o sin él.
por la otra mujer como objeto a. El goce fálico se revelaba en ella, ante to- Ese Dios es conocido por Schreber, que lo describe con precisión. Su goce
do, como goce de la castración, más precisamente de la privación de sus es uno en cuanto está exclusivamente correlacionado con el significante
bienes (marido, hijos) en beneficio de otra. Se le puede añadir un valor " la mujer" cuyo soporte es Schreber. Dios, en efecto, goza de Schreber en
más positivo, que era la identificación con el marido, que le procuraba un la medida en que éste está feminizado. En ese sentido, es un Otro unifica-
"yo" viril. En ese momento de consumación, había surgido otra dimen -
sión, la de un acto atroz, sin ningún valor fálico, pero que habría ahonda -
do un abismo en el corazón del nuevo partenaire que ahora tenía frente a 60. !bid., págs. 71-77.
sí: una pareja soldada y separada ele ella. Imputamos a la parte no fálica 6 J. C f. supra , capítulo 11, pág. 51, nota 16.
del goce femenino el surgimiento de esa dimensión ajena a lo que precede, 62. C( s11pro , c:1pí1ul o 111 , págs. 80-3.
tan discordante como excesiva. 53 . C( s11fim, •• 1p111do 1v, p~ gs . J 05-6.
64 . C(. s11¡11·11 r l v 1 1 ~ 0 ".i11d y, c 1pítulo 111, p:íg. 9 8.
156 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS ANATOMÍA ANALÍTI CA: LOS TRES TIEMPOS DE LA SEXUACIÓN 157

do. Pero conserva el carácter insondable de la alteridad absoluta, por su íncubo, con el cual ella ti ene un goce incomparable con el de las relaciones
poder de "dejar caer" al sujeto como un desecho. Schreber, por lo tanto, conyugales con su marido vivo. Este ama nte muerto, espectra l, es la metá-
locali za el goce en dos lados: por una parte, en el Otro que goza de él co- fora de una ausencia. Esta fi gura imaginaria y fantástica es el partenaire de
mo de una mujer; por la otra, en su cuerpo feminizado. El Otro del goce Doña Flor para el Otro goce. Vadinbo en uncia la posición de ese suj eto fe-
también puede ser, en la paranoia, un perseguidor que acosa al suj eto en menino: "Por eso, corno los dos somos tus maridos y tenemos iguales de-
su delirio, y que se ha vuelto central en su vida. En la erotoma nía , el suj eto rechos, ¿quién engaña a quién? Tú sola, mi Flor, nos engañas a ambos,
se cree amado por otro, a veces un personaje em inente, el "O bj eto" de De porque no te engañas a ti misma". Esta frase articul a la duplicidad sin di-
Cléramba ult. 66 De él recibe alu cinatoriamente palabras halagüeñas o, al visión subj etiva que acompaña el desdoblamiento del goce femenino como
contra rio , groseros insultos. A veces, el "Objeto" goza sexualmente y a goce fálico y Otro goce. El Otro designa por lo tanto un más a ll á del par-
di sta ncia del suj eto. En el caso de Maria, encontra mos en el lugar ambi- tenaire en la realidad -a menud o el partenaire sexual, partenaire para el
guo, protector y persecutorio del Otro del goce, la parte rica de la fam ilia, goce fálico- que sería el "verdadero" partenaire de una mujer en lo que se
el marido, los jefes, etc. En el caso del señor A., 67 el Otro del goce, del que refiere a la p arte no fálica de su goce.
aquél es el " hijo mártir", es puesto a distancia por la relac ió n idea li za da ¿En qué se diferencia este Otro del Otro del goce en la psicosis? Este
"ser el hijo varón preferido de un padre". último -pensemos en el Dios de Scbreber- tiene un a consistencia muy dis-
En la esquizofren ia, el Otro del goce es con frecuencia la madre que tinta. Es ruidoso, origen de mensajes alucinados que signan la profunda al-
forma una pareja con el sujeto, a la vez que es invasora y, por ejem plo, im- teración de la relación del sujeto con el lengua je. El suj eto id entifica al
parte órdenes contradictorias. 68 Pero también el cuerpo es el Otro del go- Otro co mo el lugar de un goce a busivo y perfectamente definible: goza del
ce, cua ndo los órganos funcionan mal y se convierten en la se de de excita- sujeto feminizado. Como decíamos anteriormente, el goce de ese Otro es
ciones o dolores incontro lab les, que a veces conducen al sujeto a infli girse "uno", está fijado al significante "la muj er". En muchos otros casos vuel-
mutilaciones. ve a encontrarse ese aspecto uni ficado del Otro del psicótico, cuya a lteri-
La polisemia del término "Otro" y la importancia del Otro del goce en dad se reduce más bien a ser inaccesibl e y susceptib le de abandonar arb i-
la psicosis nos ll evan a distinguir de él al Otro co mo partenaire de una trariamente al suj eto. El partenaire de una mujer no-toda, al contrario, no
muj er "no-toda", al menos para la parte no fálica de su goce. Ésta supone, se deja ni id entificar ni unificar. No existe, en la med ida en que la existen-
recordémoslo, que existe corre lativamente una parte fálica del goce, al cia implica al menos un rasgo de referencia que fija y sujeta a ese Otro.
contrario de lo que sucede en la psicosis. Aun en los casos en que es imaginado por el novelista, el poeta o el fa ntas-
Tornemos un ejemp lo literario. En la novela brasileña Doíia Flor y sus ma femenino, sigue siendo evanescente, tiene un aspecto fantasmagórico.
dos maridos, 69 la hero ína pierde a su marido Vadinho, un sinvergüenza a Lo que importa es la relación de goce que una mujer tiene con ese Otro. A
qui en ama, poco después de casa rse. Sigue a ello un nuevo matrimonio, es- veces, ell a experimenta ese goce sin poder ates ti guarlo, porque no tiene ni
ta vez de conveniencia, en el que ell a encuentra una dicha fálica tranquila, las palabras ni el saber inconsci ente para decirlo. Ese Otro p uede evocarse
sin pasión: "Lo mi smo todos los día s termina por ca nsar aunque todo sea º
simplemente como vacío o so ledad. Como ya dijimos, 7 el goce es irreduc-
para bien'', dice. Pero Vadinbo reaparece en la forma de un espectro, un tible al placer, y el Otro goce puede ser angustiante para un a mujer. En el
caso de Miriam, se!lalábarnos la emergencia del Otro goce cuando ella ro-
zaba el suicidio "altruista". Hasta entonces su partenaire era el marido,
65. Cf. supra, capítu lo 1, pág. 52, nota 17, y sobre Schreber, capítulo IV, pág. con quien tenía una fuerte identificación imaginaria. Su objeto común,
124 sq. "ella'', le era en cierto modo familiar: cuando le hab laban de ell a la reco-
66. Cf. G. de C léra rnbau lt, L'É rotomanie, París, Les empecheurs de penser en nocía, aunque en el límite de la extrañeza. En el momento de la separación
rond, 1993, y C. Soler y colaboradores, "Structure et fo nction des phénomenes
definitiva, surgió otro tipo de partenaire: una pareja so ldada, sil enciosa y
érotoma ni aques de la psyc hose", en Clinique différentielle des psychoses, París,
Navarin, 1988 [traducción castell ana: Clínica diferencial de las psicosis, Buenos
por ello enigmática. Ella experimentó entonces ese vacío que precede el
Aires, Manantial, 1988]. impu lso al acto. Un vacío que es el signo del Otro.71
67. Cf supra, capítu lo 11 , pág. 50, y capítulo IV, pág. 128, para el caso de Maria .
68. Cf L. Wolfson, Ma mere, musicienne, est marte ... , París, Navarin, 1984.
69. J. Amado, Dona Flor et ses deux maris (1966), París, Le livre de Poche, 1984 70. C(. .w¡1m, rnpí111lo 1, p::ígs. 32-3.
(traducción castellana: Doiia Flo r y sus dos maridos, Buenos Aires, Losada, 1969 J. 7 1. l'm ('Ml l .0 11.i111;11;ll'ttriza a este Orro mediante "e l signifi ca nte de la fa lta
158 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS ANATOMÍA ANALÍTICA: LOS TRES TIEMPOS DE LA SEXUACIÓN 159

Según Lacan, en el caso del hombre el fantasma suple la ausencia de la oponían, en la negaci ó n gra matical francesa, el discordancia! (ne) al for-
relaci ón sexual. El hombre no alcanza a la muj er como Otro, porque la re- clusivo (pas, point, jamais, etc.). Pero el discordancia!, a menudo acoplado
duce siempre a la medida del objeto de su fa ntasma. 72 Para una muj er, la con un forclusivo, puede aparecer so lo en ciertos giros. Así, en "ils craig-
ve rdadera suplenc ia de la relación sexual que no existe sería su rel ac ión naient que plus tard je ne fusse bíite" ["temían que más adelante yo fuese
con el Otro. Lacan establece un vínculo entre el hecho de que una mujer tonto"] (Marce! Proust). Cuando se utiliza so lo, el discordancia! modifica
encame al Otro para su partenaire y el de que ell a mi sma tenga esa rela- el se ntido. El matiz se da aquí entre la probabilidad, el temor (qu e fuera
ción prevaleciente co n el Otro: 73 por ser Otro para alguien, se experimenta tonto ) y el miedo de que no lo fuese lo suficiente, e incluso el deseo de que
como tal y tiene una relación privilegiada con el Otro. lo fuera un poco. Lacan ya había emplea do el discordancia! para comentar
Finamente, hay dos maneras de ver el desdoblamiento del goce femeni- la frase "je crains qu'il ne vienne" ["temo que venga"]. 77 El "ne" era el so-
no. La primera es considerar que el Otro goce es un complemento del goce porte del suj eto de la enunciación, di stinguido del "je", sujeto del enuncia-
fálico, que debe permanecer secreto. Así lo quería Hera, furio sa contra Ti- do. La vacilación entre esp era nza y temor, introducida por el "ne " , sopor-
resias a tal extremo que lo cegó después de que éste hubi era revelado lo que taba el deseo inconsciente del suj eto. "Terno que venga'', podría decir una
ella se nega ba a decir. El goce de Doiia Flor co n Vadinho también debe se- enamorada, que sin emba rgo espera.
guir siendo cl andestino. Esto exp lica la di screción y hasta la ignorancia de El principio de contradicción está en el fundamento de la lógica de la
ese punto en la literatura analítica anterior a Lacan.7 4 La alternativa consis- sexuación masc ulina y encuentra una traducción retórica en la fi gura de la
te en adoptar el punto de vi sta inverso: las muj eres tienen ante todo rela- objeción. Su expresión sintomática se apoya en la idea de que por más que
ción con ese Otro caracterizado por cierto vacío. Con ese telón de fondo, sea un medio, el falo es no obstante un obstáculo en la re lación con el otro
pueden -y no deben- tener relación con el goce fálico. Por lo tanto, la rela- sexo. Hemos ilustrado el obstác ulo por la dicotomía de la vida amorosa y
ción con el fa lo es para ell as contingente y no necesaria como en el caso del la objeción por el sín toma de la eyacu lac ió n precoz. ¿Existen también ex-
hombre. Sin embargo, les resulta difícil presc indir de ella, precisamente a presiones retóricas, figuras de discurso del no-todo? El problema, natura l-
causa de la vacu id ad incómoda de ese Otro. Y la presencia del goce fálico mente, es más comp lejo, porque ca bría esperar que a la lógica apenas es-
puede ser subvertida en ellas por el Otro goce, contra el fondo del cual se bozada del no-to do correspond iera un a retórica todavía no formu lada.
perfila aquél, como en el caso de Miriam. La vacuidad del Otro da a veces Pero la lengua y la gra mática son siempre más ricas, más sutiles que la ló-
un estilo particular a su relación con el falo, sens ible en la enunciación. gica que se afa na en vano por formalizarlas completamente.
La negación discordancia! oculta para Laca n dos cualidades esencia les:
Una figura de discurso del no-todo, el discordancia! en primer lu gar, significar al sujeto de la en unciac ión de una manera dis-
cordante con el suj eto del enunciado; en segundo luga r, introducir una va-
Lacan denominó "discordancial" 75 la negac ión referida a lo universal; cilación, una doble posición que se mantiene equívoca, suspendida. Proba-
el término fue acuiiado por los gramáticos Damourette y Pichon, 76 que blemente haya sido por eso que le pareció susceptible de ser un a fig ura del
no-todo en el discurso, "enunci ación que se denuncia'', aiios antes de va-
lerse de ella para representar la división del suj eto del inconsciente.
en el Otro", S(Jf._), o "significa nte que le falta al Otro'', y a veces dice que "el Otro
no existe". Ese significa nte no es un rasgo de refe rencia fija ni un significante amo, El príncipe disfrazado
sino que designa el vacío o la inexistencia del O tro.
72. Cf supra, capítu lo 111, págs. 89-90 . Encontramos esta posición femenina en Le Prince travesti, de Mari-
73 . J. Lacan, ''.Propos directifs pour un Con gres ... ", op . cit., pág. 728: "Imáge- va ux.78 Opongamos aquí el "je ne sais pas" ["no sé" ] del rechazo de saber o
nes y símbolos en la mujer no podrían aislarse ele las im ágenes y símbolos de la
negación neuróticas y el "je ne sais", qu e es una confesión apenas velada.
muj er"; pág. 732: "El hombre sirve aquí ele relevo para que la mujer se convierta
"Señor, la conversación comienza de una manera que me turba, no sé Ue ne
en ese Otro para sí misma, como lo es para él" .
74. Tal vez con una excepción, Hélene Deutsch. Cf S. Aparicio, "De la satisfac-
tion, du bonheur et ele l'extase'', en La Cause freudienne nº 36, 1997, págs. 54-5 8.
75 . J. Lacan, Le Sémina ire. Livre XVIII , op . cit., clase del 18 de mayo ele 197 1, 77. J. Lac:in, "S 11 hversion elu sujet et di a lectique du elésir. .. ", op. cit., pág. 800 sq.
y Le Séminaire. Livre XIX, op. cit., clase del 8 de diciembre de 1971. 78. Y:i en 1<)(,). ( 17 d r r ntro ), en su seminario L'Identification, Lacan señalaba
76. J. Damourette y É. Pichon, Des mots a la pensée, op. cit., vol. 6, pág. 172. t' l 11 so dL"l 11 1• t·s pl!'11 v11 1·11 M .111 v:111 x.
160 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS ANATOMÍA ANALÍTICA: LOS TRES TIEMPOS DE LA SEXUACIÓN 161

sais] qué responderos, no podría deciros que me gustáis'',7 9 dice Hortense a Objeción masculina y discordancia femenina
Lélio: "Decir a medias"80 del no-todo que se devela en una frase, pero se
guarda de hacer una confesión directa que eche a perder la parte de sombra La negación discordancia! no es sino un ejemplo de la manera en que el
que hay siempre en el amor. Se trata de una intriga que podría parecer de la no-todo se sostiene en la enunciación, pero tiene la ventaja de reflejar con-
órbita exclusiva de la mascarada, como lo indica su título. Pero en ella sólo cretamente en el discurso la duplicidad lógica de ese no-todo: dos en uno,
el hombre está enmascarado. Hortense es una joven viuda. En su época de una afirmación inscripta en la lógica fálica y, al lado, una ausencia que da
esposa de un vejete a quien no amaba, había sido salvada por Lélio, cuya señales de otro goce. Por una parte, la discordancia y hasta la discordia
identidad principesca ignoraba. Ahora está al servicio de una princesa que se que entraña e imprime en la enunciación es un elemento esencial de la re-
enamora de Lélio, aún príncipe y siempre de incógnito y disfrazado. Horten- lación entre los sexos. Se la puede oponer aquí a la objeción masculina.
se se convierte en la confidente de ese amor sin saber que su objeto es el Ésta, atrapada en la lógica de lo universal y la contradicción, se muestra
hombre a quien el azar le había hecho conocer antaño. Cuando lo advierte y en el momento en que hay que pagar "cash". Por eso su modalidad sinto-
en el momento en que Lélio, al que el mismo azar de ese antiguo encuentro mática más frecuente es la impotencia del hombre. 83
habfa hecho enamorar locamente de Hortense, se declara, ella no puede sino Por el lado mujer, la discordancia del no-todo introduce una vacilación
aceptar ese amor. No hay aquí ninguna evasión histérica, sino el consenti- que no· es objeción fálica a la relación sexual. Se observa, en cambio, en
miento inmediato al azar del amor, la contingencia de la presencia fálica en- ciertas mujeres histéricas, cuando la presencia del pene en el partenaire
carnada por Lélio. Lo único que obliga a Hortense a embarcarse en una es- reaviva el dolor del Penisneid y las lleva a sustraerse al acto sexual. De una
trategia prudente es la consideración racional del peligro que puede correr si manera diferente, la vacilación del no-todo provoca en una mujer ausen-
la princesa celosa se entera de esa pasión. Ella sabe qué quiere y actúa con el cias de la función fálica y el arrebato de otro goce. Frente a esa ausencia,
fin de obtenerlo: lógica fálica femenina descripta con claridad por Freud.81 el partenaire sentirá que ella no es toda de él y experimentará algunos ce-
No hay en ella trazas de una división subjetiva. Nada de culpa por traicio- los. A la discordancia no se puede responder, contrariamente a la obje-
nar a su ama: ningún elemento trágico. En cambio, el texto está lleno de esa ción, que se refuta o contradice. ¿Qué retórica eficaz oponer a esa discor-
oscilación permanente frente al hombre, de esa parte de ausencia que se des- dancia? De allí la turbación masculina frente a ella, y el desasosiego
liza en el discurso, debida al hecho de que, estructuralmente, Hortense está femenino causado por la aprehensión de esa misma discordancia.
desdoblada, no es toda de él. Y lo dice, acaso sin saberlo: "No me atreve- Aristóteles con Freud: Lacan nos arrastró a ello para esclarecer dos ló-
ría ... ", "no lo decidiría ... ", "no podría ... " El vacío del Otro que, como mu- gicas de la sexuación muy diferentes, así como las retóricas asociadas a
jer, Hortense encarna para el hombre que la ama y que ella también experi- ellas. Lo inédito está del lado de la sexualidad femenina: la "roca de la
menta, se infiltra en el corazón mismo de la lógica fálica femenina. castración", según la expresión de Freud, está sumergida en una relación
Marivaux nos lo transmite gracias a esas negaciones discordanciales, pero con el Otro que, aunque menos visible, no deja de ejercer sus efectos. És-
también por otros medios. Por ejemplo, mediante juegos de identificaciones, tos no son legibles en el nivel del inconsciente, sino en el de un goce que, si
en los que Hortense habla desde el lugar de la otra mujer, la princesa, lo cual bien imposible de inscribir en aquél, se infiltra no obstante en la enuncia-
le permite decir a Lélio lo que no había querido confesarle, otra forma de ción del sujeto. El psicoanálisis, que recoge esas enunciaciones, tiene por
decir a medias: "¡Verse arrebatar a un hombre como vos! No sabéis qué es; tanto mucho que decir al respecto.
me hace temblar, no hablemos más".8 2

79. ·Marivaux, Le Prince travesti, París, Flammarion, 1989, col. "GF'', acto 1,
esce na 5, pág. 59. [Para introducir el matiz de vacilación y discordancia del que
habla la autora, el "je ne sais" podría traducirse como "no sé si sé" (n. del t.).]
80. "Decir a medias" ["mi-dire"] es una expresión de Lacan, utilizada especial-
mente para la verdad. Cf. "L'Étourdit", op. cit., págs. 25 y 50. Significa "decir por 83. Hay otras: la abstinencia sexual, el rechazo del acto, la homosexualidad ex-
la mitad". cluyente, cte. F.n 1." 11 :11110 al obstáculo fálico a la relación sexual, por el lado hom-
81. S. Freud, "Quelques conséquences psychiques ... ", op. cit., pág. 127. bre, hemos m r11111111.!llo \' ! desdoblamiento de la vida amorosa. Freud lo vincula,
82. Marivaux, Le Prince travesti, op. cit., acto 11, escena 13, pág. 129. por lo d("m:ís, 11 1p11 1h l1•111.i1k la impotencia.
162 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS ANATOMÍA ANALÍTICA: LOS TRES TIEMPOS DE LA SEXUACIÓN 163

RETORNO A LA ANATOMÍA ANALÍTICA ¿Dónde se lo inscribe, entonces? Estudiamos este problema en el capítulo
VIII. En él analizamos en detalle el concepto lacaniano del "empuje-a-la-
Recapitulemos. La anatomía analítica no es sólo la anatomía. Nuestra mujer", que explica una tendencia feminizante de la sexuación en la psico-
relación con el cuerpo se complica debido a que somos sujetos del lengua- sis, al margen del falo, ligada al hecho de que la sexuación no es sólo un
je. Nuestro cuerpo está marcado por significantes y sólo tiene forma por- problema de identificaciones sino también de goce. Esa tendencia femini-
que somos capaces de reconocernos en un espejo; goza mucho más allá de zante, que concierne a hombres y mujeres, es portadora de ambigüedad se-
sus necesidades. El lenguaje subvierte el cuerpo natural. Por eso nos pro- xual. En el capítulo IX, examinamos la clínica analítica para saber cómo
ponemos pensar la sexuación, que no es reductible a una teoría del género, logran los sujetos de ambos sexos elegir ser hombres o mujeres, con el em-
en tres tiempos, que deben tomarse en el sentido lógico y no cronológico. puje-a-la-mujer o pese a él.
Esos tres tiempos corresponden a etapas conceptuales del proceso de la se-
xuación, y no a una evolución temporal. El primer tiempo es el de la ana-
tomía natural, que es un real. El segundo tiempo, del discurso sexual, es
aquel en que el primero es interpretado por el discurso circundante. Éste lo
hace en sus categorías fálicas, y el sujeto toma entonces posición con res-
pecto a la función fálica (inscripción o rechazo forclusivo). Cuando recha-
za la función fálica, el sujeto es psicótico; su elección del sexo, en el tercer
tiempo, puede estar de acuerdo o no con el sexo que le asigna el discurso
circundante en el segundo tiempo. Para un sujeto que se inscribió en la
función fálica en ese segundo tiempo, el tercero es el momento de la elec-
ción del sexo, hombre todo fálico o mujer no-toda fálica. Dicha elección
implica sus modos de goce y su relación con el otro sexo. No coincide ne-
cesariamente ni con la anatomía (tiempo uno) ni con el sexo asignado por
el discurso circundante (tiempo dos).
Ahora se trata de estudiar más precisamente los tiempos dos y tres y su
articulación, gracias a una serie de observaciones clínicas. En el tiempo dos
se plantean preguntas muy interesantes: ¿qué pasa si el discurso circundan-
te afirma un sexo diferente del sexo natural? ¿Qué pasa si ese mismo dis-
curso cambia en un momento dado su "diagnóstico" sobre el sexo del su-
jeto? ¿Cómo influye esa actitud en la elección del sexo en el tercer tiempo?
Discutimos estas preguntas en el capítulo VI y, de tal modo, sometemos a
la prueba de casos singulares la pertinencia de los tres tiempos de la sexua-
ción. Luego nos dedicamos a la psicosis, dejando para una obra ulterior el
estudio detallado de la ambigüedad sexual en el tiempo tres en la neurosis
y la perversión.
En el segundo tiempo, puede suceder que el sujeto impugne el discurso
circundante: se le dice de un sexo, y él se piensa y se quiere de otro. Se lo
califica, entonces, de transexual. ¿Qué es lo que esos sujetos rechazan real-
mente: su sexo natural o la categorización fálica de éste? ¿Su convicción es
definitiva? El capítulo VII da ejemplos de transexualismo y pone en eviden-
cia la crecida importancia de identificaciones imaginarias y simbólicas de
un tipo particular.
Pero ¿cómo se puede construir una sexuación sin referirse a la función
fálica en el tiempo dos? ¿Se puede localizar de otra man era el goce propio?
VI

SEXOS CONTRADICHOS

Algunas sociedades imponen, contra la naturaleza, su determinación


del sexo del individuo. Así sucede entre los inuits o esquimales del Ártico
canadiense. Éstos creen que un feto puede cambiar de sexo en el momen-
to de nacer. Lo cual se daría en el dos por ciento de los individuos, llama-
dos entonces "sipiniit", que quiere decir que tienen el sexo hendido. En
las dos terceras partes de esos casos, se trata de niñas que se "transfor-
man" de tal modo en varones, porque los inuits suponen que son fetos
masculinos que eligieron nacer como mujeres. De acuerdo con una prime-
ra hipótesis, esta creencia inuit se apoyaría en bases biológicas: acaso
exista en ese lugar del planeta, sin que esté demostrada, una intersexuali-
dad genética más frecuente que en otras partes, que se traduciría a partir
del nacimiento en un pseudo hermafroditismo femenino. Según otra hipó-
tesis, el modo de alumbramiento practicado favorecería, en los casos de
presentación de nalgas, un edema genital en el recién nacido, lo cual ha-
ría ambigua la anatomía sexual. Los chamanes presentes en el parto inter-
pretarían entonces al instante estos datos anatómicos perinatales como
cambios de sexo, de conformidad con los mitos inuits. Pero habría tam-
bién otras causas. Por ejemplo, razones ligadas a la sex ratio en una fami-
lia determinada: si le faltan hombres, el niño por nacer deberá ser, de una
u otra forma, un varón. El fenómeno quizás esté también vinculado a la
estructura del parentesco inuit, que funcionaría "como si fuera al revés
del orden sucesivo de las generaciones". Para comprenderlo, hay que par-
tir de un concepto inuit, el de alma-nombre (atiq), que anuda nomina-
ció n, identidad y transmisión. Los nombres dados a un recién nacido, que
no ti enen gé nero , vehi culizan la identidad social, familiar y sexual de
qui en lo s rra11 s111i1 c, ya esté muerto o vivo. Si es un muerto, se reencarna
cn el rec iC: 11 11.111do. Po r lo ta nto, és te ti ene varios nombres y di stintas
166 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS SEXOS CONTRADICHOS 167

identidades, una de ellas principal, a menudo la de un ancestro epónimo, sexo del sujeto contradiciendo su sexo anatómico. Sin embargo, en la pu-
que fijará su sexo de nacimiento. bertad, ese mismo discurso vuelve a tomar en cuenta el sexo anatómico,
que nunca fue olvidado y que incluso se ha reconocido en el plano del mi-
EL CASO DE IQALLIJUQ: to individual (Savviuqtalik quería reencarnarse en un cuerpo de mujer) y
CUANDO EL DISCURSO CONTRADICE LA NATURALEZA en el plano simbólico (lqallijuq es el nombre de una mujer que confiere
una identidad femenina a quien lo lleva).
lqallijuq, nacida en 1905, fue interrogada por B. Saladin d'Anglure en En el momento de la pubertad, los ritos de entrada en el mundo de los
1973. 1 Ella también lleva el nombre de su abuelo materno Savviuqtalik, adultos consagran a lqallijuq como mujer, apta para la reproducción y el
muerto antes de su concepción, que le dio su identidad: en consecuencia, matrimonio, pese a lo cual conservará durante toda su vida la identidad
la criaron como un varón y la consideraron como tal hasta la pubertad, y masculina de su alma-nombre. Al parecer, ese momento provoca una cri-
era en cierto modo el padre de su madre. El nombre Iqallijuq, que lleva en sis subjetiva muy importante. Iqallijuq cuenta que su madre lloró al ver a
la adultez, ya reconvertida en mujer, se lo dio una vieja amiga de la fami- su propio "padre", Savviuqtalik, tener menstruaciones, lo cual era una
lia que, dicen, le habría insuflado la vida cuando ella era todavía una lac- verdadera muerte simbólica o segunda muerte para él. En cuanto a ella, ex
tante. lqallijuq se "acuerda" de su concepción y su vida prena tal: el alma varón, le resultaba tan difícil ponerse un abrigo femenino que su madre le
de su abuelo materno difunto, Savviuqtalik (ella dice entonces "yo"), en- había cosido para la ceremonia, que le cortó un faldón para retomar su
contró desnuda a su hija, la madre de Iqallijuq, y volvió a instalarse en su anterior apariencia viril. Algunos de esos sujetos sipiniit serán chamanes,
útero para reencarnarse allí como feto masculino. Pero él quería renacer porque están predispuestos a atravesar las fronteras entre diferentes órde-
como niña a causa de la dureza de la vida de los hombres y, en el momen- nes cósmicos a causa de su "cambio" de sexo. La sociedad les procura
to del parto, el pene se le retrajo y la piel del perineo se hendió, por lo que también un apoyo identificatorio en su primera pareja, que se elegirá en la
nació niña. Por lo tanto, lqallijuq vistió de varón hasta la pubertad. Ese posición simétrica de travestismo inverso, antes de proponerles un segun-
"travestismo" incumbe no sólo a la ropa, sino también a la utilización de do matrimonio con un(a) esposo(a) que no haya sufrido esa disociación
los términos de parentesco, los comportamientos, las herramientas y las entre sexo natural e identidad social y sexual.
técnicas reservadas normalmente a los varones.
Diferentes mitos cosmológicos se invocan para apoyar esos "cambios" ¿Un tercer sexo?
de sexo; uno de ellos, esencial, es el de Arnakpaktuq, 2 que cuenta las mi-
graciones, a través de seis especies animales, de un alma-nombre de mujer B. Sala din d' Anglure deduce de estos fenómenos la necesidad de postu-
que termina por reencarnarse en su sobrino, quien llegará a ser un gran ca- lar un tercer sexo, que sería el de esos sujetos.
zador. Este mito es muy importante para los inuits porque establece las re- Para F. Héritier, 4 esos datos de sociedad confirman la primacía del or-
laciones entre cazador y presa, pero también porque funda los mitos per- den simbólico sobre el orden natural, al extremo de imponer la naturaleza
so nales de cada individuo "cambiado" de sexo, como lqallijuq. Es un de manera artificial, porque aquí el sujeto adulto se ve obligado, en defini-
elemento significativo del "discurso sexual" que crea el lazo social en su tiva, a comportarse de acuerdo con su sexo anatómico, aunque quede
comunidad. Cada familia se integra así a la cultura universal de esta socie- marcado por su historia. En efecto, la influencia de lo simbólico es induda-
dad. Ese mito nos enseña que una fuerte armazón simbólica sostiene el de- ble. Por ejemplo, en el caso de lqallijuq, nos enteramos de que casi todos
seo particular de los padres de esos sujetos, que no puede, en consecuen- los hijos de su hija, completamente "masculinizada" y casada con un hom-
cia, considerarse como un simple capricho. Se trata de casos en que el bre "feminizado", "cambiaron" de sexo: probablemente, ella transmite de
"discurso sexual'', el "se" [ "on"] del entorno (padres, chamanes, socie- ese modo la marca simbólica que recibió antes de nacer.
dad), lo que definimos como el "tiempo dos" de la sexuación, 3 decide el

4. F. Hériticr, Mascu lin!Féminin ... , op. cit., pág. 203: "Susceptibles de cons-
1. B. Saladin d' Anglure, "Iqallijuq ou les réminiscences d'une iime-nom inuit", 1ruirsc y recrea dos, ell os !el gé nero, el sexo, su determinación, la adaptación del in-
en Études inuit 1(1), 1978. dividuo! cornpt1 cn :d or-dv11 simbó lico, a la ideología, siendo así que el enunciado de
2. !bid., pág. 57. r~r ord1:11 sirnhúli.·o .1p1 1111 :1 11 l"Stnblcccrlos a continuación como hechos naturales
3. En el capítulo anterior. p.1rn iodos lo ~ 1111 1• 11tl 11 m tl1 • l;1 'orinlad". El ag rc.:g:ido entre corch etes es nu estro.
168 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS SEXOS CONTRADICHOS 169

Pero podrían plantearse dos objeciones a esa primacía de lo simbólico: dad sobre el sexo de un sujeto se modifica, no por motivos culturales o re-
por un lado, que el sexo anatómico, recuperado luego de ese rodeo por el ligiosos como entre los inuits, sino por razones individuales y singulares.
otro lado, se transforma de hecho en aún más real para el sujeto, más car- Se trata de casos de intersexualidad, vale decir, de sujetos que exhiben una
gado de imposibilidad, desnaturalizado, digamos. Por lo tanto, lo simbóli- anomalía genética con consecuencias sobre su anatomía sexual, recién
co destaca mucho más claramente que existe un sexo real que escapa al or- identificable en la pubertad. Ese diagnóstico, por lo tanto, se les anuncia
den que él quiere imponer. Sujetos como Iqallijuq no tienen, sin duda, la tardíamente.
ilusión de una conformidad autoevidente con su sexo, como en nuestras
sociedades, en las que el "tiempo dos" parece el espejo del "tiempo uno". UN CASO DE FAIRBAIRN: LAS RAZONES
Para ellos, la crisis puberal es inevitable y se desencadena desde afuera. En DE UN EMPUJE-AL-HOMBRE
nuestras sociedades, en cambio, el adolescente debe provocarla por sí mis-
mo. La clandestinidad en que vive las más de las veces sus problemas de W. R. D. Fairbairn puso por escrito un caso de intersexualidad en
identidad sexual redobla, en efecto, su angustia. 1931,s luego de cuatro a11.os de análisis, presentándolo como "acaso único
Nuestra segunda objeción nos servirá al mismo tiempo para refutar el en la práctica analítica", lo cual era probablemente cierto, al menos en esa
postulado del tercer sexo, por tranquilizante que sea. ¿No se debe su éxito época. La paciente tenía cuarenta y un años al comenzar su análisis en
a que nos hace creer que hay dos categorías, la de los verdaderos hombres 1927. Éste duró por lo menos nueve años y no conocemos su resultado,
y la de las verdaderas mujeres sin problemas de sexuación, a diferencia de aunque en 1936 ella parecía estar mejor.
los otros, el resto del mundo, que constituiría de tal modo una tercera ca- La mujer había consultado a Fairbairn a causa de depresiones periódi-
tegoría muy amplia? ¿Qué resuelve en nuestro ejemplo la hipótesis del ter- cas que la habían inducido a renunciar a la enseñanza, pero también debi-
cer sexo, habida cuenta de que esas costumbres inuits no nos dicen nada do a la incertidumbre sobre su "verdadero" sexo. Incertidumbre que la
del sexo "escogido" finalmente por el sujeto? ¿Adhiere éste siempre, como medicina de la época, o al menos los médicos y genetistas que la atendie-
la lqallijuq madura, al mito que se le transmitió sobre su nacimiento, al ron, tenían dificultades para eliminar, y que persistía durante el análisis.
punto de identificarse realmente con él pese a una orientación sexual feme- De hecho, el último examen citado por Fairbairn mencionaba la probable
nina en definitiva y aparentemente "normal"? Esta identificación con el presencia de gónadas femeninas. Otro ginecólogo había afirmado lo con-
mito podría hacernos pensar que lqallijuq se situó del lado hombre de la trario. En la pubertad se le había descubierto una anomalía genital, a cau-
sexuación. Pero ésa sería una conclusión apresurada, porque no sabemos sa de la falta de menstruaciones y un crecimiento anormal. A los veinte
nada ni de su inconsciente, ni de sus modos de goce. ¿No hay sujetos que, años, exámenes clínicos señalaron órganos genitales externos femeninos,
sabedores de que el travestismo impuesto estará limitado en el tiempo, se pero con una abertura de la vagina en forma de cabeza de alfiler que no
sitúan muy tempranamente del lado de la sexuación conforme a su sexo conducía a ninguna parte. La paciente tenía un cuerpo un poco masculino,
natural, y viven su infancia corno mascarada ligada al orden social? ¿Y no pero pechos de mujer. A continuación, los exár'nenes confirmaron que ca-
hay otros (quizás algunos chamanes) que no eligen verdaderamente y "su- recía de útero. Lo cierto es que su familia, el médico y ella misma habían
bliman" al depositar su libido en un poder social y religioso que pone en considerado que era una mujer, dictamen que ulteriormente no se puso en
un lejano segundo plano su vida sexual? ¿Por qué entonces agrupar a to-
dos de idéntica manera como "tercer sexo", cuando de hecho no tienen
otro rasgo en común que ese "switch" social y educativo del sexo? En esos
5. W. R. D. Fairbairn, "Features in the analysis of a patient with a physical ge-
sujetos, los sipiniit, el tiempo tres de la sexuación se impone con un carác- nital abnormality" (1931 ), en Psychoanalytic Studies of the Personality, Londres,
ter tanto más real cuanto que sigue siendo más enigmático. ¿Cómo hacen Routledge and Kegan Paul, 1981, págs. 197-222 [traducción castellana: Estudio
para conciliar las determinaciones sociales con sus pulsiones, su goce? De psicoanalítico de la personalidad, Buenos Aires, Paidós, 1975]. En Les Carnets de
este ejemplo antropológico se desprende que no hay primacía de lo simbó- Lille nº 2, Section clinique de Lille, 1996, aparece una traducción francesa de Isa-
lico sobre lo real del goce, aunque aquél marque y modifique este último. belle Baldet. Lacan utiliza este artículo y la técnica analítica que ilustra para co-
Lo simbólico tampoco tiene el poder de borrar el sexo natural con el cual mentar el esquema Len Le Séminaire. Livre 11, op. cit., págs. 313-315. Fairbairn
el sujeto debe a veces enfrentarse violentamente. vuelve a rl'Ítrirsc :1 ese paciente en un artículo de 1936, "The effect of a King's
Vamos a ocuparnos ahora de otro tipo de configuración de los tiempos dt::lth upon p.1ti1'nt s 1111dcrgoing analysis", en Psychoanalytic Studies of the Perso-
uno y dos de la sexuación. Hay casos en los cuales el disc 11rso de la socie- 1/(liity, op. , it ., p1i¡•,. U l.
SEXOS CONTRADICHOS 171
170 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS

tela de juicio. Era la mayor de la fratria y varias de sus hermanas menores taban según el analista una excitación del clítoris, que el sujeto asimilaba
tenían la misma malformación, sin padecer de trastornos nerviosos. Tenía a un pequeño pene. Se produjo entonces cierto despertar sexual, ligado a
un solo hermano, que murió trágicamente mientras ella estaba en análisis. la transferencia. La mujer iba en tren a sus sesiones y en el camino se dedi-
Durante su infancia había sido un marimacho [garfon manqué], pero caba a seducir hombres, en un coqueteo muy breve y limitado a algunos
siempre se había sentido atraída por los hombres, sin haber tenido nunca besos. Llamaba "aventuras" esos encuentros y decía que "afectaba" a los
una relación duradera ni relaciones sexuales. Cuando se le comunicó su hombres. A ese comienzo de análisis un poco exaltado siguió un largo pe-
disminución física (no podría tener relaciones sexuales "completas" ni hi- ríodo de depresión en que esas mismas "aventuras" la angustiaban, para
jos), se sintió curiosamente aliviada. Se vería así liberada de las "cargas de luego resultarle insoportables. Huía entonces de los hombres, temía cual-
la femineidad" (matrimonio, maternidad). Por entonces estaba terminando quier seducción, incluso dentro de su familia y de parte del analista. Éste
sus estudios para ser maestra, y el hecho hizo que se entusiasmara mucho parece haberse preocupado bastante por lo que llamaba sus estados para-
más con su futuro trabajo. noides o paranoicos que, sin embargo, fueron transitorios. De hecho, la
Las dificultades comenzaron con su ingreso en la vida activa. Demasia- tensión agresiva con el otro sexo había alcanzado su punto máximo y
do perfeccionista, se agotaba en procura de realizar un ideal inaccesible. Se- reemplazado la atracción.
vera en exceso con los niños, los castigaba con dureza y luego se angustia- El diagnóstico de Fairbairn era claro: neurosis centrada en la envidia del
ba. Preparaba con demasiado detalle sus clases y se derrumbaba con pene. Su tesis era que ésta tenía sus raíces en tendencias "sádicas orales"
regularidad . A partir de los veinticinco años padeció la alternancia de pe- precoces que generaban una culpa inconsciente. El sujeto se "defendía" de
ríodos de excitación en los que trabajaba excesivamente y momentos depre- ellas mediante proyecciones paranoicas en los falóforos, que debido a ello
sivos en los cuales abandonaba todo y se consideraba un parásito y una la perseguían. De conformidad con esas teorías, el psicoanalista interpreta-
carga para los suyos. ba sin cesar su supuesto sadismo. Fairbairn concebía de manera muy con -
De su familia sabemos que la madre, temiblemente eficaz, se ocupaba creta la envidia del pene: ¡en su inconsciente, decía, ella caminaba con un
de todo, mientras que el padre era insignificante y estaba desdibujado. De cinturón de penes, como un indio con un cinturón de cueros cabelludos
hecho, la verdadera autoridad era encarnada por el abuelo materno, ante arrancados al enemigo! Declinada en los modos genital, anal y oral, esta
el cual la madre y la hija mayor se oponían como grandes rivales. Este envidia del pene no se teorizaba como una falta simbólica, sino como la en-
abuelo murió un año antes del comienzo del análisis. ¿Fue ésa una de las vidia muy concreta de un objeto, un chocolate que ella hubiese querido ro-
razones que la indujo a dejar de trabajar? Lo cierto es que acudió al con- bar de la heladera. La técnica de Fairbairn, por lo tanto, consistía en culpa-
sultorio de Fairbairn. Para ella, su abuelo era una "deidad benévola". Al bilizar a su paciente a causa de sus deseos inmorales. Esta actitud culminó
ser su primera nieta, era también su preferida. Él le hacía regalos extraor- con una interpretación, un poco cruel, en el momento de la muerte de su
dinarios y ella lo llamaba "the fairy godfather", "el que produce encanta- hermano en un accidente automovilístico: a saber, que de ese modo ella ha -
mientos". Como él se dedicaba a la administración de una finca rica y vas- bía satisfecho su sadismo inconsciente. Algunos años después, Fairbairn
ta, su nieta pasaba allí las jornadas, niña aterrorizada, sin embargo, por la volvió a decirle lo mismo con respecto a un sueño sobre el padre muerto a
mujer del propietario, a la que consideraba "el ogro en un jardín mágico". raíz de la muerte del rey . La relación dolorosa de esta joven mujer con In
castración no justificaba la brutalidad de una interpretación repetida de su
Despertar sexual en el análisis presunto sadismo. No es sorprendente que la analizante, bastante recal ci-
trante a ese discurso, se volviera cada vez más agresiva con su analista. Pero
No detallaremos el desarrollo de esta cura psicoanalítica, que Fairbairn también la atormentaban de manera creciente los remordimientos, y huín
informa con el lenguaje kleiniano de la relación de objeto. Nos limitare- más y más de los hombres. Lacan, en referencia a la evolución de la cura, $1'
mos a lo que nos interesa aquí: la sexuación de este sujeto. preguntó incluso si no había en ésta una especie de paranoización de la hi s
6
El análisis ingresó de manera notable en su vida. Siendo así que ella ha- teria inducida por la técnica analítica de Fairbairn.
bía puesto su sexualidad entre paréntesis desde hacía años, la cura, al sus-
citar los recuerdos felices de su infancia con el abuelo, hizo surgir sensa-
ciones sexuales que en un principio le parecieron novedosas, pero que 6. J. Laca n, l.e Sénii11aire. Livre u, op. cit., pág. 315: "Tomar lo imagina ri o po r
finalmente le evocaron antiguas excitaciones experimentadas mientras se rea l es la c:ir;11.11·11 , 1ic:1 de b para no ia, y al desconoce r el registro im agina ri o ll cvll
columpiaba. Algunos sueños, que contenían aleteos de mariposa, represen- mos al s 11j~· to 111 1·111111H1·1 M I ~ pul sio ncs parcia les en lo real ".
172 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS SEXOS CONTRADICHOS 173

Sin embargo, el analista, buen clínico, transcribía fielmente lo que le un objeto simbólico, el falo). La depresión ligada al Penisneid puede enton-
decía esa paciente que le daba mucha guerra. Desarrollaremos tres puntos ces desaparecer. Pero Fairbairn, al atacar el deseo del pene como deseo de
ligados al problema de la sexuación: el refuerzo de la identificación viril, un objeto real, no le permitía ir más allá. El complejo de castración del su-
un sueño que nos revela la respuesta a la cuestión de la femineidad, y la di- jeto se imaginarizaba por completo, y el análisis no tocaba su relación mis-
versidad de sus identificaciones. teriosa con el padre. Borrado en la vida, éste era lisa y llanamente puesto
entre paréntesis en el análisis. Ahora bien, la histeria es una neurosis que se
No tener vagina y desear un pene consagra a denunciar la impotencia paterna. 9 El hecho de dejar de lado ese
síntoma y reducir todo a la relación con la madre y a la pulsión oral no po-
Comencemos por el refuerzo de las identificaciones viriles de la paciente día sino reforzarlo, "alimentarlo".
ante el anuncio de su disminución física . Lejos de estar triste, reacción que
habría sido de esperar y que Stoller considera normal en un caso semejan- Un razonamiento anatómico
te,7 se sintió arrebatada, ya que siempre había tenido horror a la feminei-
dad y la maternidad. En efecto, conservaba un recuerdo abominable de los Por otra parte, Fairbairn tenía un prejuicio: tomaba literalmente a las
partos de su madre en la casa y las sábanas manchadas de sangre. Tampo- mujeres por devoradoras de penes, y esto lo llevaba a una concepción teó-
co le gustaban los niños y detestaba a la hija de su hermano, que represen- rica errónea. En ese artículo, en efecto, señalaba con mucha justeza que,
taba, según Fairbairn, el falo que ella no tenía. Ese horror a la castración tras haberse enterado de que no tenía vagina, la paciente debería haberla
materna estaba acompañado por una identificación infantil con el "pillo deseado con tanto mayor intensidad. Ahora uien, no hacía sino desear con
malicioso" que había sido en su infancia, autor de toda clase de travesuras más fuerza un pene y, correlativamente, se identificaba con un hombre
en el jardín de su abuelo. De ese modo negaba su castración mediante una gracias a su identificación infantil con el "pillo malicioso". Puede advertir-
identificación viril. Sentía una gran indulgencia retrospectiva por sus bro- se que Fairbairn, a semejanza de la mayoría de los analistas de la época,
mas infantiles, contrariamente a Fairbairn, ¡que se las hacía notar con gran no captaba el valor simbólico del Penisneid y seguía embarcado en un ra-
dureza! Seguía adhiriendo a esa identificación yoica viril, lo cual explica zonamiento puramente anatómico: si no tener vagina favorece la envidia
sin duda la tensión agresiva con los hombres que se interesaban en ella. En del pene, decía, entonces, en el caso de una mujer normalmente provista
espejo con ellos y en un pie de igualdad, no podía aceptar ser su objeto, de una, hay que suponer una represión de la posición femenina como pre-
aunque se excitara sexualmente. Se pensaba imaginariamente hombre y su via a esa envidia. (Vale decir que la posición femenina primera consistiría
depresión durante las "aventuras" se explica debido a que, frente a un en el hecho de que una niña supiera que tiene una vagina; luego lo olvida-
hombre, quedaba despojada de su imagen narcisista y su yo viril. Esa rela- ría y se encontraría entonces en un estado comparable a la paciente de
ción en espejo, la asunción de su identificación viril por rodeos sublimato- Fairbairn, que nunca la tuvo; sólo en ese tercer tiempo, en consecuencia,
rios (la enseñanza cumplía ese papel para ella), reforzada también por el desearía el pene.) Esta teoría, por lo tanto, permitiría contradecir la tesis
anuncio de su disminución física, provocaban una alternancia de euforia, freudiana que funda el destino de la femineidad en la fase fálica y la envi-
sensación de triunfo y depresión. Frente a su ideal de perfección fálica, vol- dia del pene. Para Freud no hay posición femenina previa a la fase fálica.
vían a presentársele entonces con dureza sus dificultades de docente y su En ese razonamiento hay tres errores: asimilar la percepción eventual
complejo de castración. En efecto, creerse imaginariamente hombre y faló- que de su vagina tenga una niña a la inscripción inconsciente de un signi-
foro es para una niña un factor permanente de tristeza, que se reaviva cada ficante como el falo es elevar toda percepción corporal al rango de lo sim-
vez que el sujeto se ve ante alguna debilidad: por eso el análisis debe hacer- . bólico, io cual es contrario a la experiencia analítica. Como en el incons-
le elaborar su complejo de castración y asumir su privación8 (falta real de ciente de las mujeres no se encuentra una inscripción del significante
"vagina" correlacionada con un goce que le sea propio, hay que suponer,
o bien que esa inscripción no se produjo, y que la femineidad no es suscep-
7. R. J. Sroller, Recherches sur l'identité sexuelle, op. cit., pág. 72, nota 1: "Si tible de inscribirse como tal en el inconsciente y que por lo tanto es Otra
Freud hubiese estudiado a mujeres sin vagina, supongo que habría comprobado {posición de Lacan); o bien que se produjo y fue totalmente reprimida, lo
que lo único que una mujer desea m.ás que un pene es una vagina. Sólo puede dar-
se el lujo de desear un pene cuando tiene órganos genitales normales".
8. ]. Lacan, Le Séminaire. Livre 'IV, op. cit., pág. 59. . ,.;{ S. Fn·11d , " Frn gmcnt d' une analyse d'hystérie ... ", op. cit., pág. 33 .
174 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS SEXOS CONTRADICHOS 175

cual es un sinsentido desde el punto de vista de la teoría de la represión. El análisis había puesto de manifiesto una serie de figuras identificato-
Una represión siempre deja huellas; de lo contrario, se habla de rechazo o rias cruciales para la paciente, que Fairbairn consideraba como fenómenos
forclusión, como en la psicosis. Aun la represión originaria deja la marca lindantes con la personalidad múltiple: el "pillo malicioso" que era su yo
de un punto de atracción para represiones secundarias. viril del período de latencia; "la crítica'', que era una figura superyoica (la
El segundo error consiste en pensar que no tener vagina y "reprimir" propietaria del jardín mágico, la madre, ella misma como profesora); la
un goce vaginal son equivalentes. En ese caso hay además una confusión "mártir" del sueño, que era una mujer fálica; y por último "la niñita" de
de lo simbólico y lo real. cinco años, que representaba el yo ideal de la paciente. La "niñita" era lo
El tercer error es el de simplificar al extremo la posición femenina, que le habría gustado ser de pequeña pero que jamás había sido, pues ha-
identificándola con el reconocimiento de la vagina. Estos errores datan de bía elegido ser el "varón malicioso".
la querella del falo, que dividió a los analistas en la década de 1930. 1 º ¿A qué conclusión podemos llegar, entonces, con respecto a la sexua-
ción de este sujeto? Muy pronto, mucho antes de que surgiera el tema de
Un set de identificaciones su malformación, ella había cubierto la vía femenina, entrevista pero re-
chazada ("la niñita"), mediante una identificación viril muy sólida, el "pi-
Un sueño, el último del período "paranoide" de la cura, en el que ella llo malicioso". De conformidad con esa elección precoz, el anuncio de su
ya no toleraba los encuentros con los hombres, muestra que la analizante disminución física, en la adultez, había reforzado la identificación viril. La
de Fairbairn no había enterrado la cuestión de la femineidad, tan caracte- analizante esperaba así quedar liberada de la "carga de la femineidad", pe-
rística de la histeria. En ese sueño, ella visitaba a una amiga del colegio, ro se vio enfrentada a su complejo de castración no resuelto, señalado por
encarcelada por un crimen no especificado en el que la propia paciente es- numerosos síntomas de depresión e impotencia. El trabajo analítico la lle-
taba implicada como cómplice de su hermano. La amiga estaba sobre un vó entonces a elaborar una nueva respuesta fantasmática a la cuestión de
pedestal, heroica y majestuosa, aureolada como una mártir sacrificada por la femineidad. Su solución tenía en cuenta que ella era una muchacha, pe-
una sociedad chapada a la antigua y puritana. En el sueño sobrevo laba la ro con un raro defecto: "Ser una santa y una mártir". Dicha solución tuvo
idea "mesiánica" de que ese calvario tendría efectos sobre la humanidad. un efecto estabilizador evidente, pero consolidó una identificación fálica
Dejaremos a un lado la interpretación habitual del ana li sta referida a la masiva que la dejó en un frágil estado y suscitó recaídas depresivas ulterio-
culpa y el sadismo, sin excluir que la tonalidad irónica del sueño (la socie- res . Al parecer, la prosecución del análisis no la condujo luego a otra posi-
dad mezquina y puritana) estuviera ligada a ese contexto interpretativo ción ni a asumir verdaderamente la castración.
oprimen te. En los términos de la teoría de la sexuación, ese sujeto, declarado niña
En él nos parece advertir una respuesta fantasmática del sujeto a la sin ambigüedad al comienzo de su vida (tiempos uno y dos concordantes),
cuestión de la femineidad, resultante de una elaboración inconsciente de su inscribió su sexualidad en la función fálica y se sostuvo inconscientemente
propia disminución física. Si ser una mujer representaba para ella una es- como varón rechazando desde muy temprano la vía femenina (tiempo
pecie de martirio, y la propia paciente, excepción entre las mujeres dado tres ). El anuncio tardío de su anomalía física (tiempo dos "bis") no hizo
que no podía ser esposa ni madre, se consideraba como "una de las conta- sino confirmar y reforzar la elección del tiempo tres, pero los síntomas de-
das mujeres del mundo que no deben cargar con el peso de la condición fe- bidos a esa elección contraria al discurso sexual (tiempo tres en desacuer-
menina", ¿no sería ella una criatura elegida? Ese sueño, que marcó el final do con el tiempo dos) se intensificaron. El análisis le hizo elaborar una
de su período "paranoide'', la mostraba como una mujer fálica, con la nueva solución que tenía en cuenta que era una mujer, y anormal, lo cual
apariencia de la virgen mártir objeto de adoración: asumía en él su defec- se encauzaba en el sentido sacrificial que puede asumir la histeria con el
to y lo reconocía 'simbó licamente para convertirlo en una corona. La alu- beneficio, aquí muy claro, de mantenerse como fálica. Esta cura, por lo
sión a la identificación viril (la complicidad con el hermano) subsistía en el tanto, confirmó una inscripción toda fálica, una sexuación más bien situa-
sueño. da del lado hombre, determinada precozmente y al margen del anuncio
·ontingente de un defecto anatómico. Podemos preguntarnos si no existía
11n a posibilidad tenue de inscripción del sujeto como no-toda fálica, si-

1 O. Sobre ese debate, véase la obra de Marie-Christine Hamon, Pourquoi les g11icndo la pi st:1 ck esa "niñita" enterrada tan pronto. La orientación teó-
femmes aiment-elles les hommes?, París, Seuil, 1992 [traducc ió n castell ana: ¿Por 1 i<.: :1 y clíni ca del :111 ¡í li sis excluyó este camino.
qué las mujeres aman a los hombres?, Barcelona, Paidós, ·¡ 99) 1-
176 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS SEXOS CONTRADICHOS 177

UN CASO "NEUTRO" DE STOLLER no había hecho más que acentuarse luego del anuncio de su disminución
física.
Otro caso de intersexualidad, más reciente, descripto por R. Stoller en Para Stoller, este caso enseña que la "atribución" del género femenino
1968, 11 muestra una evo lución opuesta al de Fairbairn y confirma en la por el entorno es determinante, mientras que, desde el punto de vista bio-
misma medida la impo rtancia del tiempo tres. La paciente, una joven, fue lógico, esta joven no tenía justamente ninguna femineidad. Esto confirma
objeto de exámenes médicos a los dieciocho años, porque no tenía pechos entonces su tesis ya mencionada, que omite por comp leto nuestro tiempo
ni menstruación. Se reveló entonces que era "biológicamente neutra" (xo tres y según la cual "cualesquiera sean los determinantes biológicos del se-
en el plano cromosómico ). "En su conducta, su ropa, sus deseos social es y xo, ll egamos a ser integrantes del sexo que se nos ha asignado" . 13 La se-
sexua les, sus fantasmas, nada podía diferenciarla de las otras muchachas xuación, en consecuencia, es obra de los otros; el sujeto casi no tiene pa rte
del sur de Ca lifornia", dice Stoller. 12 Una laparotomía mostró que no te- en ella ni es responsable de nada: ya acepte el sexo asignado por el tiempo
nía ni vagina ni útero, pero sí órganos genitales externos de apariencia fe- dos o lo rechace, si es transexual, habrá que buscar la causalidad de esa si-
menina normal. Se le anunció entonces que era estéri l, pero que la vagina tuación de hecho en la madre y su deseo, donde con seguridad se la encon-
podría corregírsele quirúrgicamente cuando quisiera casarse. Su sufrimien- trará. La teoría de la identidad de género se convierte así en una especie de
to fue tan intenso que tuvo que empezar un tratamiento psiquiátrico con ontología, la búsqueda de un núcleo de ser, más fuerte que cualquier otra
Stoller, quien descubrió en ell a tres orientaciones ligadas a identificaciones cosa, que el sujeto recibió del Otro. Es divertido que Stoller pretenda que
femeninas. un caso como el de Fairbairn no puede existir. 14 Dicho caso presenta jus-
La primera era el deseo de casarse y ser madre, que databa de su infan- tamente una contradicción entre la identidad de género de la paciente, que
cia: tenía entonces una muñeca que había decidido conservar para entre- es bien femenina, y su sexuación real, deducida de los datos de su análisis
garla más adelante a su propia hija . Se ocupaba con pasión de sus sobrinos y de la reconstrucción de su neurosis infantil. Esa sexuación muestra una
y sobrinas cuando eran bebés. Desde hacía dos o tres años, la ausencia de elección más bien viril, toda fá lica.
menstruación la angustiaba y soñaba reiteradamente que estaba embaraza- Como el caso de R. Stoller no se ana li za, no tenernos de él tantos deta-
da y debía casarse. lles como del caso de Fairbairn. Los relacionarnos porque presentan datos
La segunda orientación era la inquietud por su cuerpo y sus órganos análogos en el comienzo: niñas anatómicas (tiempo uno) son cons ideradas
genita les, que la llevaba a compararse con otras jóvenes. Creía que las como tales por el entorno (tiempo dos). En la pubertad, se advierte que
otras "estaban obligadas por su cuerpo [... ] a buscar una satisfacción se- hay un problema físico grave (carecen de vagina y de útero). La paciente
xual". Localizaba esta causalidad corporal que atribuía a la satisfacción de Stoller parece haber elegido el lado femenino desde la infancia: narcisis-
exclusivamente en lo que ella no tenía. En efecto, si bien podía tener or- mo corporal muy pronunciado, puesta en primer plano de la satisfacción
gasmos por masturbación clitoridiana, no se conformaba con ellos, no tan- pulsional, gusto por la mascarada femenina, ganas de entrar en relación
to en el plano del goce corno desde un punto de vista narcisista: "No po- con los hombres, intenso deseo de ser madre, etc. A falta de datos menos
seía esa insignia esencial de la mujer, una vagina normal", dice Stoller. En superficiales sobre su inconsciente y su goce, consideremos entonces que
consecuencia, se le permitió conseguir por medios quirúrgicos la vagina son índices de femineidad. El anuncio de su disminución física la hunde ló-
que no había obtenido naturalmente, y tomó hormonas femeninas que le gicamente en el dolor, pero refuerza su posición y sus antiguos deseos . Así
desarrollaron los pechos. Todo ello la hizo muy feliz: pudo tener relacio- pues, por una parte este caso es el inverso del precedente: en condiciones
nes sexuales normales con hombres y formar un matrimonio sólido. análogas, una se ve empujada hacia el hombre (la de Fairbairn), la otra ha-
La tercera orientación femenina de la paciente concernía a su antiguo cia la femineidad (la de Stoller). Pero, por la otra, tratándose de dos casos
interés por las "cosas" de mujeres: ropa, maquillaje y todo lo que se valo- en los cuales los sujetos se inscriben en la función fálica (tiempo dos), el
ra socialmente como femenino. Gastaba todo su dinero en vestidos elegan- a nuncio tardío de la anomalía genital acentúa la elección infantil del sujeto
tes y sólo trabajaba con ese objetivo, y no por necesidad. Esta tendencia (ti empo tres).

11. R. J. Stoller, Recherches sur l'identité sexuelle, OfJ. cit., capítu lo 2 , "Lepa-
tient intersexué dont l'identité de genre est norma le", pá gs. 37-4"1- . 13. /bid., p 1í g . \11 . ( ;¡. ~ 11¡m1 , c;ipítulo 111, págs. 77-8.
12. Ibid., pág. 37. 14. cr s 11 11r 11, p11g . 1·11 , 11 0 111 7.
178 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS SEXOS CONTRADICHOS 179

DE LA NECESIDAD DE DIFERENCIAR En el próximo capítulo, con el caso de lves, veremos que en un sujeto
TRES MOMENTOS DE LA SEXUACIÓN que no inscribe su goce en la función fálica es posible un cambio de sexua-
ción, que puede vincularse a contingencias mucho más tardías que cuando
Resumamos el aporte de estos tres ejemplos de "sexos contradichos" a se trata de sujetos neuróticos.
la lógica de la sexuación. El caso de lqallijuq demuestra que si el tiempo
dos (discurso sexual) contradice el tiempo uno (anatomía), reconocido
empero socialmente, éste se vuelve tanto más real, marcado como difícil o
imposible de alcanzar, mientras que el tiempo tres (elección inconsciente
del sexo por el sujeto} queda abierto, a veces incognoscible sin el análisis.
No está completamente determinado ni por el tiempo uno ni por el tiem-
po dos.
Los casos de intersexualidad de Fairbairn y Stoller demuestran la esta-
bilidad de la elección hecha en el tiempo tres, en la infancia, esté o no de
acuerdo con el tiempo dos del discurso sexual, en sujetos neuróticos ins-
criptos en la función fálica. La "anormalidad" biológica no parece haber
tenido una influencia decisiva sobre la sexuación -no hablamos de la se-
xualidad- y el anuncio hecho a los sujetos con respecto a su anomalía no
hace sino reforzar las direcciones tomadas anteriormente.
Estos casos 15 nos dan certeza, por ende, de la necesidad de distinguir
con un carácter de muy reales los tiempos uno, dos y tres de la sexuación,
que definimos en el capítulo anterior.

15. El lector tal vez se sorprenda de que no hayamos estudiado una variedad
más grande de casos en este capítulo, por ejemplo casos masculinos en el tiempo
uno. Pero, estos tres casos bastan por una parte para poner de relieve las diferen-
cias reales entre nuestros tiempos uno, dos y tres. Por la otra, el método psicoanalí-
tico no es estadístico, sino más bien paradigmático o inductivo. Un caso bien esco-
gido puede enseñar más sobre la estructura que un muestreo de casos "observados"
sin que se haya escuchado adecuadamente a los sujetos interrogados. Elegimos, en
consecuencia, dejándonos guiar por nuestro interés y nuestro gusto, sin tener pre-
tensiones de exhaustividad. Por último, tuvimos la oportunidad de escuchar a nues-
tra colega Anicette Sangnier referirse a un caso masculino de síndrome de Klinefel-
ter en análisis. Dicho caso mostraba que la elección precoz del lado masculino de la
sexuación no era impugnada por el anuncio de su defecto genético y anatómico,
hecho en la pubertad. Sin embargo, al igual que en el caso de Fairbairn, esto había
acentuado un síntoma (una obesidad) que significaba una identificación con el se-
xo opuesto, a la sazón el femenino. El sujeto en cuestión había tenido durante mu-
cho tiempo una sexualidad satisfactoria con una mujer, sostenida por un rasgo ele
perversión; nada, por lo tanto, que no fuera habitual en un hombre. En ese caso se
advertía con claridad que ser hombre no depende tanto del hecho de tener un pene
como de la comodidad del sujeto con los semblantes fálicos. Cf A. Sangnier,
"L'impossible castration de Monsieur C. L'analyse d'un pati ent attcint d'un syn-
drome de Klinefelter", en Figures du pousse-a-la-femme, seminario 1994-1996, Pn·
rís, Édition du Cerclc fra nco-hellene de Paris de l'E.E.P., 1996 (octubre).
VII

EL TRANSEXUALISMO
Y LA CLASIFICACIÓN SEXUAL

Para comprender lo que está realmente en juego en el transexualismo,


tenemos que referirnos al segundo tiempo de la sexuación, el del discurso
Hcxual y el "error común". 1 Éste consiste en aplicar falsamente lo univer-
s:i 1 a lo particular.

RAZONES DE UN RECHAZO DEL ÓRGANO

El universal es el falo como significante amo que categoriza el goce se-


xual y la diferencia entre el hombre y la mujer. En nuestra civilización no
n<iste otro significante que signifique para todos el goce sexual en el in-
1 onsciente y articule también su límite (castración). Ésa es la razón por la

q11c el falo tiene una importancia tan grande para la comunidad y los lazos
~ oc ia les.
El particular en cuestión aquí es un sujeto que experimenta goces y
q11c, debido a que es un ser hablante, deberá interpretarlos y localizarlos
10 11 el lenguaje, teniendo en cuenta los significantes que en un inicio reci-
lw de los otros: su madre, su familia, la sociedad en la cual vive. Entre
1•llos el falo ocupa un lugar esencial. Si la madre del sujeto es neurótica,
1111·sn del Penisneid como sucedía con la madre del pequeño Hans, el valor
1li- I fnlo se transmite al sujeto por el discurso materno. El problema de la
1·111 r¡;orización de su goce con ese significante surge cuando su "pipí'', co-

1. J. Ln c<rn , Le S6mi11aira. Livre X I X, op . cit., clase del 8 de diciembre de 1971.


1 111 11r111:1rnos el "l'rror <.:O nll'1n ", cx¡)l'CSión de Lacan, y la lógica de la sexuación en
111 ·~ 11ri11pos qu (· lwmos •0 11 Mn iid o, en el ca pítulo v, p:ig.135 sq.
184 SEXUACIÓN Y PSICOSIS EL TRANSEXUALISMO Y LA CLASIFICACIÓN SEXUAL 185

mo dice Hans, se mueve solo. Antes de llegar a ello, Hans, que tiene una la eclosión delirante de manera contingente a partir de un suceso de la vi-
fobia a los caballos atribuible a la carencia paterna, interpreta el goce del da real. De allí el interés de saber reconocer y diagnosticar estas psicosis.
órga no con los significantes dominantes que lo rodean. Por eso dice que La forclusión del falo puede asumir figuras sumamente diversas, que se
su pipí salta y muerde como un caballo. 2 El ejemplo de Hans nos muestra, observan en el campo de la sexualidad. A veces son muy visibles, por su
por otra parte, la dificultad que tiene el sujeto para inscribir su goce bajo carácter delirante: cuando Schreber pone en este lugar el "asesinato de al-
el significante fálico; no sólo se trata de un asentimiento s ubjetivo, una mas", 6 especie de crimen de contenido enigmático que alude a un incesto
aceptación, sino también de un trabajo de elaboración cuya amplitud nos fraterno cometido varias generaciones atrás a instancias de un ancestro de
muestra la fobia. Esa elaboración es comparable a una ver dadera mitolo- su médico Flechsig, nadie duda de la psicosis. Pero en un caso como el de
gía privada. El precio a pagar para que el falo signifique el goce es la neu- la joven que decía "soy un pescado" ,7 la forclusión sólo es perceptible si se
rosis. Aceptar inscribir el goce en la función fálica es en primer lugar acep- señala en sus enunciados la puesta en continuidad entre el discurso mater-
tar el camino a través del cual se transmitió el falo, es decir, el goce y el no sobre su fealdad (puntapié de un varón) y la idea de una operación cor-
deseo de la madre, y luego darles la significación fálica haciendo del Nom- poral que le devuelva su belleza y el amor de los hombres. En ocasiones,
bre-del-Padre un síntoma. 3 El neurótico almohadilla su goce con el Nom- los indicios de psicosis son muy tenues. Es lo que sucede en algunos tran-
bre-del-Padre. · sexuales. Estos sujetos se presentan como norma les, no ponen en entredi-
Pero nuestro particular, el sujeto, también puede rechazar la correla- cho el orden del mundo y a menudo abrigan los ideales más convenciona-
ción propuesta por el discurso sexual entre goce y falo, en cuyo caso ese les. Simplemente afirman que no nacieron con el sexo adecuado, que son
di scurso común caerá en el "error común" en lo que le concierne: el de el objeto de un error de la naturaleza y que siempre lo supieron. Hay clíni-
aplicarle criterios fálicos que él forcluye. La libertad del psicótico es ese re- cos que no los consideran locos y aceptan operarlos para "cambiarles el
chazo que prescinde radicalmente del Nombre-del-Padre y del falo. Para sexo". Cuanto más fuerte y antigua es la convicción de los sujetos, más
categorizar la sexuación y el goce, debe inventar otra manera de almoha- justifica la operación. Probablemente se deba a que su idea fija parece cen-
dillar4 el goce. Hemos visto un ejemplo de ello con Maria, y otro con el trada en una apuesta concreta y material que no tiene una apariencia psí-
caso del señor A. 5 Esas maneras de anudar los elementos de la vida, de ha - quica. ¿Los clínicos neuróticos que los escuchan han olvidado sus propias
cer soportable el goce mediante un síntoma (el sínthoma) en la psicosis, no dudas sobre la cuestión del sexo?
se centran forzosamente en la sexuación ni son necesariamente delirantes. Esos casos "normales" se denominan de "transexualismo primario"8 o
Cuanto más éxito tengan esos modos de anudar rea l, simbólico e imagina - " transexualismo de la infancia" . 9 Por intermedio de los clínicos que toma-
rio, más "normal" será el aspecto del sujeto y menos evidente su psicosis. ron al pie de la letra los dichos de estos pacientes, esos casos contribu-
Esto no impide que exista la estructura psicótica ni que pueda producirse yeron a establecer el concepto de género (gender). Este concepto es una
verdadera ficción si no se lo reduce a lo que es, un sistema de identifica-
ciones10 imaginarias y significantes que debe diferenciarse de la sexuación.
2. S. Freud, "Analyse d'une phobie chez un petit garc;:on ... ", op. cit., pág. 111 , En efecto, si bien la teoría del género contiene sin duda un núcleo de ver-
nota 2, y J. Lacan, Le Séminaire. Livre IV .. ., op. cit., pág. 340. da d, a saber, que en la sexuación no todo es anatómico, reactualiza la vie-
3. Cf supra, capítu lo 11 , págs. 51-5, capítulo 111, págs. 96 -8, y capítulo IV, pág. ja idea de una dualidad entre cuerpo y espíritu, que se asemeja a la del al-
119 sq., donde desarrollamos el lazo del síntoma con el Nombre-del-Padre en In
neurosis. En los lugares citados estudiamos el síntoma en la neurosis y también en
la psicosis, en la cual el Nombre-del-Padre está forcluido. El sínthoma es un sínto·
ma que mantiene unidos lo real, lo simbólico y lo imaginario. 6. D. P. Schreber, Mémoires d'un névropathe, op. cit., capítulo 11 , pág. 35.
4. Cf La Conversation d'Arcachon, cas rares: les inclassables de la cliniq111•, 7. Cf. supra, capítulo JI, págs. 68-9.
París, Agalma, 1997, col. "Le Paon", dirigida por J.-A. Miller. Miller propo nía 8. Cf. R. J. Stoller, Masculin ou féminin?, op. cit., pág. 39 sq., que toma este
considerar la existencia de una homología entre el campo de la neurosis y el d<.: 111 .:o nccpto de Person y Oversey, "The transsexual syndrome in males l. Primary
psicosis, a partir del concepto del "punto de capitón", originado en el Seminario 1r:rn ssexualism", en American Journal of Psychotherapy nº 28, Nueva York, ene-
III de Lacan, capítulo XXI, pág. 293. En la neurosis, el punto de capitó n 1;s d ro de 1974, págs. 4-20. Cf C. Chiland, Changer de sexe, op. cit., pág. 31.
Nombre-del-Padre; en la psicosis será otra cosa, que Lacan denominó "síntho111:1" 9. Cf. R . .J. Sro lkr, Recherches sur l'identité sexuelle, op. cit., pág. 117, y sobre
a partir del caso de Joyce en 1975. Cf supra, capítulo 1, pág. 39, nota 32. ~ u :w scncia de p~irn si~, p:í¡;. 127.
5. Cf supra, respectivamente ca pítulo 1v, pá g. 128, y ca pítulo 11 , p:Í)?. SO. 1O.(;(. s11¡m1, 111pi11 il o 111 , ptíg. 80 sq., y capítu lo 1v, pág. 105 sq.
186 SEXUACIÓN Y PSICOSIS EL TRANSEXUALISMO Y LA CLASIFICACIÓN SEXUAL 187

ma y el cuerpo. El gender es algo así como una especie de alma sexual ver- berarse del error que trasladó a lo real, a través del lenguaje, la pequeña
dadera del sujeto. De hecho, la realidad es mucho más compleja, pues el diferencia anatómica. Quiere, por ende, cambiar de órgano para desha-
criterio subj•e tivo de lo verdadero es d g,oce: "trahit sua quemque volup- cerse de ese error, porque a partir de ese órgano se lo señaló varón o niña
tas ". 11 S:i. a1 esG:uchar a alguien tenemos esto presente, la convicción que en las categorías fálicas forcluidas para él. En realidad, es una locura,
muestra el sujeto influirá menos en nosotros y buscaremos sus coordena- porque lo que rechaza no es el órgano sino el significante, como signifi-
das reales y su lógica. Así ocurre en el: caso de Ven, extremadamente con- cante del goce sexual que para él es demasiado real, por no haberse corre-
vincente y conseeuente consigo mismo: no obstante, demostraremos su lacionado con el falo.
psicosis y reeol'l:stituiremos la construcci:ói1rn de su sexuación de hombre en Por otra parte, a menudo el sujeto sólo invoca el órgano para eliminar-
un cuerpo de rnmjer. lo, en una especie de contrasentido, porque el objetivo es el significante
En realidad, el transexual es quien denuncia el error común y Fechaza universal del goce, el falo. Pero también podemos suponer que estos suje-
de la manern más aguda el' discurso sexual1, ea la unión de los tiempos tos psicóticos, que no construyeron un delirio de transformación en mujer
uno y dos de la' sexuación, precisamente elll' d punto en que ese discurso -contrariamente a Schreber, que no necesita para ello de la cirugía- y que,
interpreta eli órgano de mocl'o exclusivamente fálico. El transexual mascu- además, no suelen ser paranoicos, no logran inventar una construcción pa-
lino hace· implícitamente el sig1:iiente razonamiento: "Si tengo un pene, us- ra interpretar el goce del órgano. Por esa razón, quieren suprimir de raíz la
tedes &d·ucen que tengo· un falo. Ahora bien, no experimento ese goce fá- propia zona erógena, fuente pulsional angustiante. Esto se confirma por el
lico. Por lo· tanto, córtenme el pene y así ya no cometerán el mismo hecho de que, a menudo, la operación no se exige en absoluto con la espe-
error" .. La muchacha tliansexual razona de manera. simifar: "Con el pre- ranza de experimentar el goce sexual del otro sexo, sino por razones de
texto de que tengo órganos genitales femerninos, ustedes 11.acen de mí al- "ser" (apariencia, identidad social, cambio de estado civil, etc.). En el ca-
guien sujeto a una falta fálica. Pero yo no asumo esa falta fálica. Por lo· so de Ven, veremos que reclama el órgano del otro sexo en nombre de la
tanto, denme un órgano y ya no cometerán el mismo err01:. Yo estoy al verdad y el amor. La eliminación real del órgano es, por lo tanto, la conse-
margen de vuestras normas". Estos sujetos dicen a menudo de rnanera es- cuencia del rechazo forclusivo del significante de la norma sexual, el falo.
tereotipada que tienern u.n alma femenina dentro de un cuerpo de hombre La locura consiste en equivocarse de meta: apuntar al órgano y no al
o a la inversa, y que son víctimas de un error d'e la naturaleza. Hasta significante, a causa del goce. Por eso es tan importante establecer el
aquí, se trata de una idea delirante que denuncia el orden del mundo, (de diagnóstico estructural de psicosis. Responder a esos sujetos aceptando su
la Naturaleza) como no conforme a la verdad del ser de excepción a la ley demanda quirúrgica plantea un problema ético, ya que el discurso médi-
que ellos encarnan. Pero la locura del transexual consiste en que quiere co se erige entonces, en cierto modo, en instrumento de la psicosis. Lo
forzar lo real del tiempo uno mediante la cirugía: corregir la anatomía, que exige el transexual es sin duda una variante de la automutilación
siendo así que el problema está en la unión de lo real y lo simbólico, don- -frecuente en la psicosis- pero disfrazada de normalidad, en nombre de
de se articulan goce y lenguaje. Para el transexual, varón, muj'er, pene, va - una supuesta libertad de cada uno para disponer de su cuerpo y de su de-
gina, etc., no son, como lo supone el discurso común, significad'Os del sig- recho a beneficiarse con una reparación del "error de la naturaleza" por
nificante fálico. Ése es el "error común": sólo sería cierto si el niño que parte de la sociedad. Pero la sociedad no reconoce ese derecho del indivi-
fue hubiese sentido el carácter fálico del goce, hubiera extraído las conse- duo sobre su cuerpo cuando linda con la muerte (suici.dio) o la violencia
cuencias correspondientes en su relación con el hombre y la mujer y las (a utomutilación). Por lo tanto, no tiene ningún motivo para echar una
hubiese aceptado. Pero no ha inscripto en la función fálica los goces expe- mano a la locura del transexual. ¿No hay también locura, inconsciencia o
rimentados. Rechazó el goce fálico; por lo tanto, los dichos de los adultos ma la fe en el médico que acepta la operación y admite de ese modo que
quedan invalidados. A juicio de Lacan, 12 el transexual es quien quiere li - ca mbiar la forma externa de los órganos genitales equivale a cambiar de
sexo, cuando no habla -y es el colmo- de "cuestión de comodidad"? En
m do caso, se ignora la estructura cuando se cree que un sujeto se liberará
11. "Cada uno sufre la atracción de su propio placer", Virgilio, Bucoliques, ~, de l a zote de su goce elin:1inando el lugar del cuerpo en que éste se localiza
65 , en F. Gaffiot, Dictiomzaire latin-franr;ais, París, Hachette, 1934, pág . 1 58~ de ma nera electiva. Ese goce es inevitable y real, y surgirá de otro modo y
[traducción castellana: Bucólicas, en Bucólicas/Geórgicas , Barce lona, Plan eta p::i ra peo r: en toci o el c uerpo, por ejemplo (hipocondría), o localizado en
Agostini, 1996]. ot ras zo nas cr6¡;t· nris inco nt rolables (esquizofrenia), e incluso a través de
12. J. Lacan, Le Séminaire. Livre X I X, op. cit., cl ase del 8 de diciembre di: 197 1. In ec los ió n ck 1111 dcli1io tr:is 1:1 ope raci ón (pa ranoia) , siempre que la pér-
188 SEXUACIÓN Y PSICOSIS EL TRANSEXUALISMO Y LA CLASIFICACIÓN SEXUAL 189

dida de un ideal o una persona amada no precipite un episodio melancóli- pañero de juegos, dice Freud, 13 "ella [la niña] juzgó y decidió. Vio eso, sa-
co. Los ejemplos de Ven e Ives, dos casos de transexualismo de los dos se- be que no lo tiene y quiere tenerlo". ¿Qué se ocultaba detrás de ese recuer-
xos, nos muestran qué es una sexuación construida sin el apoyo de la fun- do, de esa imagen tan trivial? ¿Una cadena significante reprimida y articu-
ción fálica. lada con un recuerdo encubridor, que nos llevaría al complejo de
castración femenino? ¿O más bien la forclusión de la significación fálica?
La historia de Ven se anuda de manera traumática con la de su país,
UN CASO DE TRANSEXUALISMO FEMENINO: que es el telón de fondo de ese recuerdo. Su padre era un alto funcionario,
UNA SEXUACIÓN IMAGINARIA que tras un cambio de régimen político fue encerrado en un campo cuan-
do Ven tenía tres años. Su madre tuvo que tomar entonces una especie de
Ven es una joven que quería que le pusieran una prótesis peniana y con "decisión de Sophie": 14 así es, en todo caso, como la muestra Ven. Se que-
la que tuve varias entrevistas algunos meses antes de su partida al extran- dó con su hijo, de dos años, y envió a su hija, Ven, a vivir con sus propios
jero, prevista desde mucho tiempo atrás. Desarrollaremos tres puntos: la padres, con quienes ésta permaneció hasta los seis años, sin verla. Su padre
importancia de una imagen primordial para la construcción de una sexua- se fugó entonces del campo, volvió enfermo junto a su mujer y llamó de
ción transexual de varón, el diagnóstico de psicosis y las razones de la exi- inmediato a su hija, a quien adoraba. El sujeto no tiene ningún recuerdo
gencia de un pene. de este período; recién aparecen a partir del regreso del padre, cuando te-
nía seis años y volvió a reunirse con su familia. En ese momento reencon-
Un encuentro, una imagen, una decisión tró a la pareja formada por su madre y aquel a quien ella había elegido, su
hermano.
En primer lugar la imagen. Cuando conocí a Ven, hace algunos años, La familia deC:idió huir a Francia, donde había estudiado el padre. Per-
tenía el aspecto de un hombre joven y grácil de rasgos delicados. Había manecieron un año en un campo de "refugiados;' en el que las condiciones
concertado el encuentro con ese nombre de pila asexuado, pero me anun- eran muy duras. El recuerdo del chico que orinaba de pie, acompañado de
ció de entrada que era una mujer, anatómicamente y según sus documen- la convicción de Ven de que "quería ser" o "era" es·ó, según las variacio-
tos, y que se sentía corno un varón. Le habían aconsejado que consultara nes de sus enunciados, data de ese año transcurrido en el campo, en un
a un "psi" antes de la operación que le daría su "verdadero" cuerpo de contexto dramático. Ven comenta esta imagen describiehdo su doble sen-
hombre, y estaba a punto de empezar a tomar hormonas masculinas. timiento de molestia y reproche hacia su madre, que lo arreglaba coqueta-
Contaba con mi intervención en su favor ante los tribunales y los ciruja- mente como una niña, y su envidia violenta hacia 'ese hermano, el preferi-
nos, pero le advertí que yo no tenía influencia alguna ni sobre unos ni so- do de ella.
bre los otros: dudaba a priori que una operación semejante pudiese resol-
ver su problema. ¿Pa ra qué le serviría entonces hablar conmigo, me Matriz de la sexuación y trauma
replicó desilusionado, si no podía ayudarlo a encontrar, gracias a la ope-
ración, "la prueba de su ser'', el pene que armonizara su cuerpo con su Por eso hacemos de esta escena la matriz de su sexuación transexual.
convicción íntima de pertenecer al sexo masculino? Para hallar otra solu- Señalamos en primer lugar que el regreso del padre, inicio literal de su his-
ción a "la prueba de su ser" que no fuera una operación tan cruel, simple- toria pese a su carácter tardío, es una verdadera intrusión significante pa-
mente le contesté. Aceptando su travestismo, seguí hablándole en mascu - ra el sujeto: éste no tiene un antes inscripto en su memoria, consciente o
lino, cosa que, por otra parte, había hecho espontáneamente desde el inconsciente. Es como una creación ex nihilo, un nacimiento, una especie
primer momento. de nominación, de reconocimiento por parte del padre a los seis años. Ve-
Su convicción no había sido en principio más que una impresión de ex - remos que otros aspectos confirman este lugar casi divino del padre. Ése es
trañeza desde siempre, un curioso malestar por ser mujer. Pero una im agen t·a mbién el momento en que el sujeto, nombrado, existe y puede elegir.
que se había fijado en su memoria, uno de sus escasos recuerdos infantiles,
era para él la matriz de la decisión de cambiar de sexo. A los seis años,
Ven había visto a un chico orinar de pie. Pensó entonces que eso era lo 13. S. Frcud , "Q uclqucs conséquences psychiques ... ", op. cit., pág. 127.
que quería ser: un varón. 14. Títu lo d\' 1111 ,1 n ove l ~ de W . Styron [La decisión de Sophie, Barcelona, Gri-
Recuerdo muy freudi a no: a la vi sta del pene de un hcrn1 :1110 o un co111 jn 1bo-Moncl:1do1·i, )()()() J.
190 SEXUACIÓN Y PSICOSIS EL TRANSEXUALISMO Y LA CLASIFICACIÓN SEXUAL 191

Creemos además que el verdadero "trauma" en el sentido psicoanalíti- pone en su slip de hombre para "teneF l:a protuberancia", se corta el pel'.0
co y freudiano del término no fue, para esa criatura abandonada a los tres y usa los viejos traj,es de esrudiante de su padre,. los, linicos que le quedan
años, el horror del campo, sino el encuentro de la pareja madre-hijo que lo bien, dice. Se atreve entonces a mostra¡¡se así err fa casa~ Io cu;;rl' genera un
había rechazado. La imagen del chico orinando de pie se interpreta enton- conflicto duradero con los padres.
ces como el yo ideal del sujeto, a saber, su "yo", completado por la ima-
gen del pene que es la insignia del deseo de la madre, la razón, adivinada El padre, la ley, la anatomía
por la hija niña, de su elección. Esta imagen, marcada para siempre en su
memoria como su propio acto de nacimiento, data del regreso del padre. Vacilé en cuant0 al diagnóstirn de estructura:.. A priori, el proyecto. de
Es ella la que fija su sexuación y decide la convicción con respecto a su ser: un cambio de sexo, articulad"o coJ11. una. certeza que se sabe claudicante en
él "es" esa imagen o está a punto de serlo, va a serlo. Vacilación, sensible la neurosis, era de mal agüero, Y sin embargo yo dudaba,: ¡la soltura de es-
en la enunciación de Ven, entre su yo y su yo ideal (el hermano). En ese te sujeto en el mundo, su facilidad parn pasar del masculino al femenino al
"momento [... ] de insight configurante" que Lacan designó como estadio hablar eran tan impresionantes! La formul"ación de su convicción, con las
del espejo, 15 el yo de Ven se identificó de manera alienante con ese otro, su pequeñas variaciones de enunciación- que acabamos de mencionar, me pa-
hermano, en un cara a cara mortal: "O él o yo". El otro, la imagen de en- recía en definitiva' menos segura de lo que la habfüt creído al principio.
frente, está siempre en posición de dominio: más segura, más derecha, po- Consideraba muy metafórica su producci<fm onírica y no podía desechar la
seedora de aquello que el sujeto no tiene. De allí la envidia, terrible por es- hipótesis de un gran acting-out, apoyado en un fantasma construido a par-
tar clavada a la imagen, no mediatizable por ninguna palabra, de Ven tir de las escenas traumáticas, violentas de su infancia en el campo. En con-
frente a ese hermano. Aunque la madre no figure en la imagen, es su ver- secuencia, me tomé tiempo para cerciorarme de que no se trataba· de una
dadero sostén y forma parte de la escena: ante todo, es la que sabe cuál es histeria, sino de una psicosis.
el hijo que más importa de los dos que están frente a frente . Portadora de Comprendí con más claridad, de resultas, por qué los transexuales lo-
un amor cruel, será para Ven el modelo de la mujer que exige que tenga graban persuadir a médicos y psiquiatras de que no eran psicóticos y que
un pene y que se presentará sin cesar en su vida. Esta exigencia, como ve- su única desdicha consistía en haber nacido con el sexo equivocado. De
remos, pasa justamente por el intercambio de miradas con las mujeres, que allí el recrudecimiento, particularmente en Estados Unidos, de las opera-
repite el intercambio de miradas 16 con la madre (o un sustituto) necesario ciones de transexuales mujeres, aún poco frecuentes en la década de 1960,
para el reconocimiento de la imagen en el momento del estadio del espejo. cuando Stoller publicó Sex and Gender. La diferencia stolleriana entre se-
A partir de ese instante decisivo, Ven no variará. Menstrúa por prime- xo anatómico e "identidad de género" psíquica referida a la conciencia ín-
ra vez a los catorce años, los pechos le duelen. Tiene representaciones de tima de pertenecer a un sexo y no al otro no es de gran ayuda conceptual.
pechos cortados, mutilados. En el coro los varones cambian de voz; él no, No obstante, los clínicos norteamericanos 17 y la jurisprudencia, en especial
desde luego. Desde entonces se viste de hombre y exige que sus compañe- en Francia, siguen apoyándose masivamente en ella.
ros le hablen en masculino, aprovechando el hecho de que su nombre de Pero volvamos a Ven. Un primer punto, en el que se constata cierta al-
pila es asexuado. Comienza a la sazón una doble vida, pues en la casa si - teración18 de lo simbólico, concierne al padre y la ley. A su llegada a Fran-
gue siendo Ven, "ella", y sus padres no sospechan nada. A los dieciséi s cia, Ven tenía siete años. Como carecían de documentos, el padre tuvo que
años se venda los pechos con elásticos que lo hacen sufrir hasta perder el certificar por su honor la edad y el estado civil de sus hijos. Muchos pa-
conocimiento. A los veinte, enrolla un pañuelo como un cilindro y se lo dres en esas circunstancias, me reveló Ven, ocultaban la edad de los hijos
disminuyéndola, a fin de que no sufrieran un retraso escolar. Su padre era
demasiado honesto para cometer un fraude. Pero, me dijo Ven fugazmen-
te, habría bastado con que me inscribiera como de sexo masculino, como
15. Cf J. Lacan, "De nos antécédents", ofJ. cit., pág. 69, y "Le stade du miroir
:i mi hermano, para que "todo" hubiese cambiado.
comme fonnateur. .. ", op. cit., págs. 93-100. Cf supra, capítulo lll, págs. 80-1.
16. J. Lacan, "De nos antécédents", op. cit., pág. 70: "Lo que se manipula en
el triunfo de la asunción de la imagen del cuerpo en el espejo, es el objeto más ev:i -
nescente por no aparecer sino al margen: el intercambio de las miradas, ma nifi esto ] 7. R. Blanchct, "Le trnnssexualisme a pres Stoller", en Figures du pousse-a-la-
en el l1echo de que el niño se da vuelta hacia quien de alguna mnncra lo asiste, (cmme, op. cit., p6g. 25.
aunque sólo sea porque as iste a su juego". 18. C( (;. Trol w~, " l ,r N¡tn1holique ::i ltéré'', en Ornicar? nº 47, 1988, pág. 80.
192 SEXUACIÓN Y PSICOSIS EL TRANSEXUALISMO Y LA CLASIFICACIÓN SEXUAL 193

Esta observación es extraña y resulta difícil no tomarla como un Wun- mularse simbólicamente con la herramienta de la función fálica, vía el in-
sch, un deseo absurdo como aparece en los sueños. Se trata, más bien, del consciente y los síntomas, como sucede en la histeria, y por estar en conse-
signo de una idea delirante. Ya hemos seil.alado que todo comenzó con el cuencia forcluida, retorna en la realidad, donde se vuelve omnipresente y
regreso del padre, cuyo deseo devolvía a Ven a su familia y lo despertaba angustiante. Parpadea por doquier, deslocalizada, expresada por cualquier
a la memoria; despertar insoportable, sin ninguna duda, en el que se topó otro. 19 Algunos sujetos la escuchan entonces en una forma alucinatoria,
con lo real, como si saliera de la nada. El retorno del padre desencadenó la otros la interpretan. Es la inclinación de Ven. Brillante, está revestido de
psicosis, que adoptó la forma del transexualismo a causa de la preferencia un prestigio social reconocido por todos. "Soy una especie de líder, animo
de la madre por el hermano, concretada por el recuerdo fijador del varón las veladas'', me dice. Sin embargo, la mirada de las muchachas lo ator-
que orinaba de pie. Al padre se asoció la idea delirante de un poder de de- menta cada vez más, mientras que las de los varones lo deja indiferente.
terminación del sexo, perceptible en esa frase. Es posible que esa idea da- ¿Adivinaron o no aquéllas que es una mujer? Ven pasa el tiempo bosque-
tara de la llegada a Francia. Quizá se alimentó en la afirmación, que le jando argumentos con apariencia de galanteo. Se imagina, por ejemplo,
transmitieron varias veces, de que el padre quería decididamente una niña que un día en que faltó al trabajo, el jefe se acerca a una empleada, la ve-
como primer hijo. Pero existe la impresión de un deslizamiento, una pues- cina habitual de Ven, llevando en la mano las planillas en que figuran los
ta en continuidad por el discurso entre lo simbólico de la ley y lo imagina- números de seguridad social junto a los nombres, lo que implica por lo
rio del cuerpo al que se reduciría la anatomía. De un deseo del padre, tanto la mención del sexo. El jefe interroga entonces a esta joven que "no
cumplido al nacer (que fuera niña), se deduciría que el deseo o la palabra está al tanto" (de que Ven es una mujer): "¿Ella no está?", pregunta.
tienen fuerza de ley sobre la anatomía. Al llegar a Francia, la palabra del "Querrá decir él no está", replica la joven. Y en ese momento, Ven, que
padre habría podido modificar no sólo el estado civil, inscribirla como va- me cuenta esta situación imaginaria, me dice que "transpira mentalmente"
rón, sino tal vez incluso, quién sabe, metamorfosear la anatomía de con- a nte la idea de su supuesto develamiento frente a la autoridad.
formidad con la ley del ser de Ven. El padre, cual un dios, habría podido Este tipo de anécdota, casi evocativa de las epifanías joyceanas2 por su º
reparar así el "error de la naturaleza", cuya responsabilidad le atribuye la índole banal, convencional, puede confundir, porque en ella podríamos
idea delirante. Él ve el reflejo de este error espantoso en sus ojos de bebé leer la pregunta histérica: "¿Soy hombre o mujer?" De hecho, Ven se sien-
con las orejas perforadas -marca del sexo femenino- que contempla en te atormentado e incluso perseguido hasta la angustia. La pregunta "¿él o
una fotografía. En ella advierte, en efecto, un "sufrimiento enorme". La ella?" o, mejor, la respuesta "siempre demasiado ella, pese al disfraz", le
construcción que hace indica que su madre lo abandonó cuando el padre llega, no subjetivada, del otro femenino con quien se codea sin cesar, inter-
fue enviado al campo, y que éste regresó demasiado tarde. Después de ha - pretada especialmente en sus ojos. Esa mirada invasora que ninguna ropa
berme dicho esto, tuvo el siguiente sueilo: "Un caballo al galope choca de puede detener, que atraviesa la imagen apuntando a lo real, ¿no sigue sien-
frente con mi ventana. Tardo mucho en abrir. Es demasiado tarde, el ca- do la mirada materna, que asegura el reconocimiento o el rechazo del ser,
ballo está aplastado abajo. Me inclino entonces sobre el abismo. En el fon - al margen de la escena primordial en la que Ven se enfrentaba a su yo
do hay un bebé de menos de tres años, de físico todavía indeterminado". ideal, el varón-hermano que orinaba de pie? La persecución de ese ojo que
Este sueño escenifica y aclara su construcción infantil. Él tiene la curiosa lo mira lo llevaría a aislarse progresivamente para evitar ese tormento, co-
idea de que el sexo es indeterminado hasta los tres años, edad de su exilio.
Ven perdió irremediablemente y de manera traumática ese estado de inde-
terminación dichosa. A los seis años la suerte estaba echada, como lo indi -
ca su recuerdo esencial. "Es demasiado tarde": ¿encuentro fallido con el 19. Cf J. La can, Le Séminaire. Livre Ill, op. cit., pág. 18 3.
padre, forclusión del Nombre-del-Padre y abandono del sujeto? "Tardo 20. J. Joyce, "Épiphanies", en CEuvres, t. 1, traducción de J. Aubert, París, NRF/
Ca llimard, 1981, col. "Bibliotheque de la Pléiade", pág. 87 sq. [traducción castella-
mucho en abrir": ¿huella de una responsabilidad del sujeto en lo que lepa -
11:1 : Epifanías, Barcelona, Montesinos, 1996]. Jacques Aubert las caracteriza así:
só, que fue sin embargo a su pesar?
".J oyce, precisamente sin tener conciencia de ello, describe una especie de fantasma:
1111 a rgumento im aginario en que el deseo del sujeto se presenta de manera disfraza-
Miradas de mujeres d:1 1... 1, en el qu (; el di ;\ logo, la sintax is y el mismo significante quedan desarticula-
dos po r los silen cios y, dt rts 11ltas, comi enzan a abrirse a la significancia, al mismo
El segundo punto, en el cual la psicosis nos hace signo, es lo qu e podrí:i 1i1 •111/1<> q11 1• /11 11/i1•11111'iw1 tf1•/ s 11jc10 e11 esos objetos sigue siendo, en lo esencial, des-
tener apa ri encia de hi steri a. La cues ti ón so bre el sexo, po r no poder fo r· u1wátl11" (" l111 ro d11 111 <11 1 ¡.,1 ·11 r 1.1k ", p:íg. 1.v; las ba sta rdill as son nuestra s).
194 SEXUACIÓN Y PSICOSIS EL TRANSEXUALISMO Y LA CLASIFICACIÓN SEXUAL 195

mo si el sujeto ya no tuviera barreras suficientes para separarse de esa mi- Hay incluso sueños en los cuales Ven habría sufrido una violación en
rada invasora. Señalemos también que la presencia de un tercero como fi- nombre de un ideal elevado, salvar a los suyos. ¿Será ésa la matriz de un
gura de la autoridad, además de una mujer, intensifica el malestar de Ven futuro delirio? Sabe muy bien, sin embargo, que esa situación no tuvo lu-
al extremo, como si la intervención de la ley amenazara el frágil orden es- gar. Esa vertiente de horror reaparece cuando menstrúa: un "cataclismo
tablecido por él. 21 Ese malestar puede llegar hasta la tentación suicida. És- de ab undancia" que surge de manera errática, no reglada, justamente,
ta surgió un día en que el jefe de Ven había telefoneado a su casa en su au- que lo deja estupefacto y luego lo aterroriza, pues eso podría denunciar-
sencia. ¿Qué quería? ¿Verificar su sexo, a pesar de que ya lo conocía por lo, lo mismo que los pechos que, aunque comprimidos, "sobresalen de-
los documentos de identidad, leídos cuando lo emplearon? Sin esperar res- masiado".
puesta, Ven estuvo a punto de lanzar su auto contra un árbol. Por otra parte, Ven no siente deseo sexual ni por los hombres ni por las
Ven establece una relación muy particular entre la ley y la anatomía, mujeres y no se masturba. Aspira en la mujer a un amor absoluto pero
que pusimos de manifiesto gracias al lugar otorgado al padre en la deter- platónico, una amistad perfecta y sin goce sexual. ¿Para qué, entonces,
minación de su sexo. A nuestro juicio, la continuidad que se deduce de ello querer tener un pene? Es extraño pero lógico, como veremos. Su ideal fe-
entre simbólico (ley), imaginario (anatomía) y real (sexuación), 22 así como menino también data de la época del campo. Recuerda a las hermanitas de
la omnipresencia de una mirada materna persecutoria y que sabe adivinar la Cruz Roja que atendían a los niños. Allí tiene su origen cierta vocación
el sexo pese a todas las máscaras, establecen de manera suficientemente terapéutica a la que no ha renunciado.
clara la estructura psicótica del caso.
Refirámonos por último a las razones que aduce Ven para exigir un pe- La prueba de amor por el pene
ne. Ellas confirmarán la importancia de la escena inaugural de sus seis
años. Su pasión por la mujer es, por lo tanto, la aspiración a un amor total
del que deseo y goce están excluidos. Sin embargo, el pene es necesario en
El amor, no el goce él. En efecto, razona Ven, no hay amor sin ir hasta el final con el otro
amado y decirle toda la verdad. Ahora bien, yo soy realmente de sexo
El aspecto que examinaremos ahora concierne a su relación con la mu- masculino, pero ¿cómo demostrarlo? El pene es la única prueba posible de
jer. Ven se atormenta al leer en los ojos de las jóvenes una pregunta sobre la convicción que siento. Mientras no lo tenga, esa relación de amor es im-
su sexo. Con los varones, el enigma no se suscita. posible y estoy condenado a la mentira: un cuerpo de mujer en un traje de
Para Ven, la mujer como objeto sexual del hombre es un imposible. El hombre. Así se explica la angustia de ser descubierto por las mujeres.
"rol femenino'', como dice, está excluido para él. Y no se trata aquí del es- Esa relación "total" en el plano de la verdad y el amor, sólo posible
cape histérico ante el deseo del hombre. El acto sexual, para Ven, es la vio- tras la operación, esboza un empuje-a-la-mujer amoroso, separado del go-
lación. Esto se hizo explícito en la cura a través de sueños y resurgimientos ce sexual, en el cual la mujer hacia la que se siente "empu jado" de tal mo-
de recuerdos del campo de refugiados, que él llamaba "sus visiones": mu- do, que es algo así como la idea (en el sentido platónico del término) de la
chachas que se prostituían con los custodios para mejorar la situación de mujer, sería encarnada por su futura pareja. Ven toma al pie de la letra el
su familia. Una imagen lo muestra junto a su madre en el fondo de una aserto "las mujeres quieren el pene", pero no lo articula con la castración,
gruta. Los hombres de la familia, el hermano y el padre, están en otra par- ni la suya ni la del otro. Ése es el sentido del recuerdo del campo en el que
te; los custodios se acercan. ¿Qué hicieron? Silencio, blanco, olvido. ve orinar al chico. Esta imagen, verdadera impronta (Préigung), 2 3 es el vec-
tor de una identificación imaginaria con el semejante, el hermano, que es
la huella del estadio de espejo en el inconsciente del sujeto y el soporte de
su convicción transexual. Esta imagen, representación del deseo de la ma-
21. Pensamos aquí en las coyunturas clásicas de desencadenamiento delirante o dre, es la del objeto que ella decidió conservar, el varón, y que Ven recupe-
de momentos fecundos de la psicosis, aquellas en que se hace "referencia a la posi-
ción de tercero a la que se convoca al significante de la paternidad'', descriptas por
J. Lacan en "D' une question préliminaire ... ", op. cit., págs. 577-578 y 581.
22. En el capítulo n, en referencia al caso "Soy un pescado", pág. 70, teníamos 23. "Imprcgnnciún im aginaria" o "impronta"; cf. respectivamente J. Lacan,
una puesta en continuidad análoga, que no incumbía al sexo del suj c10, sino a su "Le sémin nirc s11r «l.11 kttre vo lée»", op. cit., pág. 11, y "La chose freudienne ou
bell eza y el amor de los hombres. Scns du rctour n P1 •1•111l 1· 11 p ~yc han a lyse" (1 955 ), en Écrits, op. cit., pág. 431 [tra-
196 SEXUACIÓN Y PSICOSIS EL TRANSEXUALISMO Y LA CLASIFICACIÓN SEXUAL 197

ra durante la reunión traumática de la familia en el campo de refugiados, Una realización imaginaria de la verdad
encuentro que precipitó esa identificación con el otro sexo. "Las mujeres
quieren el pene" es un aserto que se aplica al pie de la letra en el caso de En esta prueba psicótica mediante el pene, en esa aprehensión literal de
Ven, que reclama un pene de carne y no el falo imaginario del complejo de la proposición "las mujeres quieren el pene" contra un fondo de castra-
castración freudiano. Es una interpretación literal del deseo materno: en ción real, ¿no hay una realización imaginaria de algo que tiene un alto va-
definitiva, cuando Ven reclama un pene, quien habla a través de él es el lor simbólico, a saber, la verdad? Podríamos distinguir este tipo de reali-
Otro materno con su exigencia del pene como condición absoluta del zación y el fetiche de la perversión. Éste presentifica en un objeto de la
amor. Lo confirma un sueño durante la cura: "Mi madre, mi hermano y realidad el desmentido de la castración materna. Ese desmentido (Verleug-
yo hacemos la compra de saldos de la Redoute. ' Mi madre nos aconseja nung) presupone una especie de reconocimiento de dicha castración, cuya
comprar un lote de slips de hombre: así terminaremos con el asunto", dice aceptación se encarna en el objeto fetiche. El pene de carne ambicionado
ella. La idea de una metamorfosis definitiva y consumada en el sueño se por Ven se diferencia también del falo del neurótico, erigido en lugar de la
asocia en él a la demanda de una autenticación de su ser, confundido con privación materna (falta real de un objeto simbólico). 25 Para el neurótico,
su yo ideal, por la madre "temible". Esa exigencia materna se proyecta en en efecto, la verdad es un decir a medias, aletheia asociada al falo siempre
la mujer futura que, para amarlo, exigirá también el pene, como una prue- velado. El velo es el de la mascarada fálica. Joan Riviere 2 6 nos describe a
ba científica de su ser sexual verdadero de varón. Ésa es la lógica implaca- una mujer histérica que se hace desear por hombres de edad. Al hacerlo,
ble que lo lleva a querer la operación: en ella, el sujeto se erige en juguete exhibe lo que no tiene, porque quiere ocultar lo que cree tener, cuando en
del goce de un Otro cruel que lo ha rechazado. Estamos lejos de la idea realidad no lo tiene. Esta dialéctica compleja entre el tener, el ser, el falo y
tranquilizante que sostiene que, mediante la cirugía y la ciencia moderna, la verdad mezclada al engaño evoca los desvíos como arabescos de la ver-
se trataría de asegurar una vida confortable a ese sujeto cuyo género, mas- dad mentirosa, característica de la relación del sujeto con la palabra en la
culino, es contrario a su sexo anatómico. neurosis: "¿Por qué me dices que vas a Lemberg para hacerme creer que
vas a Cracovia, cuando vas realmente a Lemberg?" 27 Para Ven, en lugar
Travestismo, verdad, transferencia de ese decir a medias, está la verdad que se confiesa toda; en lugar del falo
velado se exige una libra de carne, el pene como prueba absoluta; en lugar
Acabamos de establecer que Ven sueña con una relación de amor con de la sutil mascarada y los juegos de escondite del deseo, se cubre con ro-
la mujer que excluya todo goce sexual, y que el partenaire de este amor pa masculina, el traje que usaba su padre de joven, que lo protege en la
absoluto, situado al margen de cualquier dialéctica fálica, tendrá entonces realidad del develamiento por parte de una mujer, trágico porque él no
el derecho a exigir toda la verdad sobre el ser masculino del sujeto. Esta podría aducir la prueba-pene. Esto es imputable a la forclusión de la fun-
verdad, por ser toda, debe demostrarse científicamente. Recordamos aquí ción fálica, cuya dialéctica entre valor positivo y valor negativo hemos
a Schreber, que al comienzo de su obra convoca a la Ciencia a comprobar descripto. 28
sobre su cuerpo las marcas de la femineidad, 24 pero luego de un largo pro-
ceso paranoico. El pene sería para Ven la prueba requerida. Perspectiva "Parecer es ser"
que conduce lógicamente al sujeto a la operación mutiladora.
Debido a ello, el travestismo, inquietante primer paso hacia una opera-
ción, puede aparecer a la inversa como una barrera que permita evitarla.
ducción castellana: "La cosa freudiana o sentido del retorno a Freud en psicoanáli -
sis", en Escritos 1] . Freud la utiliza especialmente en "Extrait de l'histoire d'unc
névrose infantile (l'hornme aux loups)" (1914), en Cinq psychanalyses, op. cit., 25. J. Lacan, Le Séminaire. Livre IV, op. cit., págs. 59 y 215, entre otras.
pág. 407 ,[traducción castellana: De la historia de una neurosis infantil, en OC, 26. J. Riviere, "La féminité en tant que mascarade", op. cit. Cf. supra, capítulo
vol. 17, 1979], donde la palabra se traduce como "vestiges" ["vestigios"]. 1, pág. 43 sq.
" Gran tienda francesa de venta por catálogo. Redoute significa "reducto", pe 27. S. Freud , Le Mot d'esprit et ses rapports avec l'inconscient (1905), París,
ro se asocia con redouter, temer. De allí la alusión, unas lín eas má s a bajo, a la ma Ca llimard , 1981 , p.í g. 189 írraducción castellana: El chiste y su relación con lo in-
dre "temible" ("redoutable") (n. del t.). r u11 ciente, en OC, vol. H, 1979 1.
24. D. P. Schreber, Mémoires d'un névropathe, op. cit ., p.íg. \, . H. I·: n t•I c:1p111d o I V, 11111',. 1 14 sr¡.
198 SEXUACIÓN Y PSICOSIS
EL TRANSEXUALISMO Y LA CLASIFICACIÓN SEXUAL 199
"Parecer es ser'', me dijo Ven un día: cosa que también hay que tomar al
tas que lo cuidaban en el campo con la imagen de la pareja ideal de la ma-
pie de la letra. Mientras pudiera parecer sufici entemente masculino, lo se-
dre atenta a su hermano elegido, pareja de la que fue excluido. De tal mo-
ría. El problema era esa tendencia persecutoria de las mujeres a atravesar
do se convierte, de cierta manera, en un "buen hermano".
su ropa con la mirada y tal vez, algún día, adivinar sus pensamientos:
amenaza de un automatismo mental por venir. 2 9 Ése era el punto en que la
El travestismo como síntoma
transferencia a una mujer analista tenía, tal vez, un papel que cumplir.
Ven me dijo muy pronto que me había convertido en su interlocutora pri-
En este caso de psicosis, en consecuencia, el travestismo no es una per-
vilegiada. Un día, mientras trabajaba con una compañera, ésta habría he-
versión sino un síntoma que permite al sujeto identificarse con el yo ideal
cho discretos avances. Presa del pánico, Ven la había eludido: "Tengo que
que constituyó durante la escena primordial del campo, a los seis años.
encontrarme con una amiga"; en realidad, era la hora de su sesión de aná-
Vestido, vale por un varón, siempre que, en el mundo, una mujer elevada
lisis. También me contó que había llevado a su madre a comprar ropa in-
a una posición tan eminente como la de su madre le testimonie creer en
terior de hombre, para desafiarla, justo antes de encontrarse conmigo.
ello y rechazar toda libra de carne. 30 Gracias a la transferencia discreta-
Esas "intrigas" mostraban que la presión de la problemática transexual se
mente erotomaníaca de la psicosis, el análisis sustituye al "chico que orina
concentraba en el análisis, pero acaso indicaban también una solución, al
de pie" de la imagen primordial por la ficción de la imagen ideal del varón
menos temporaria; en la cura analítica, el goce sexual queda excluido, pe-
vestido. Nuevo atuendo ya inventado por el sujeto, pero que era transpa-
ro el amor está permitido por la transferencia. En los casos de psicosis, es
rente y estaba a merced de las miradas femeninas. Se trata, por supuesto,
conveniente que el psicoanalista desexualice al máximo ese amor, lo separe
de una protección frágil, pero no encontré en Ven, durante esa cura desdi-
de cualquier goce o deseo equívoco, no interpretando nunca la pulsión y
chadamente muy corta, el menor indicio de que pudiera renunciar a la
manifestando un interés y una atención "amistosos" hacia el sujeto. En lo
convicción de pertenecer al otro sexo.
que se refería a Ven, esta postura podía inspirar una estrategia: una vez re-
Hemos mencionado en detalle el caso de Ven porque es paradigmático
conocida como una mujer su sceptible de exigir, también yo, el pene, podía
de una sexuación completamente imaginaria, en un sujeto psicótico que no
testimoniarle por distintos signos que lo consideraba como un varón, sin
inscribe su goce en la función fálica. La identificación imaginaria que con-
demandarle pese a ello "la prueba peniana" de la verdad de su ser. Así se
centra toda su libido se produjo durante un encuentro traumático con la
disociaba la exigencia materna del pene y la idea de la mujer corno parte-
pareja madre-hijo que lo había excluido, en el momento del regreso de su
naire del amor. La transferencia, por consiguiente, circunscribió durante
padre. Éste no sólo es el autor de sus días, sino también el creador de la
un tiempo -Ven se marchó al extranjero relativamente apaciguado- la pro-
cadena significante de la que Ven es el sujeto. Esta imagen única, matriz de
blemática singular de su "empuje-a-la-mujer" amoroso.
la constituc,ión de su yo ideal, enajena toda posibilidad de que el sujeto
En la vida corriente, gracias a su travestismo que durante la cura se ha-
asuma tanto su sexo anatómico (tiempo uno) como el discurso sexual
bía convertido en una protección suficiente, se acentuó el ideal terapéutico
(tiempo dos), y sostiene su convicción transexual (tiempo tres). Pero la ló-
que se remontaba al campo. Ven trabaja de buen grado con niños en difi-
cultades, particularmente con los menores de tres años, edad en la cual, se-
gún él, se decide el sexo. Su posición condensa entonces la de las hermani-
30. Esquirol ya señaló en el siglo XIX el valor terapéutico del travestismo para
el transexual: "Madame era de talla pequeña, muy delgada, muy nerviosa, y habla-
ba sin cesar, asegurando y repitiendo con arrebato que no era una mujer sino un
hombre. Si al dirigirse a ella alguien la llamaba señora, al punto, M ... se ponía más
29. El automatismo mental era para G. de Clérambault el núcleo y el "proceso
nerviosa, profería insultos o se entregaba a actos de violencia. El señor Pussin, por
primitivo" de la psicosis, mientras que el delirio era secundario. Clérambault defi-
entonces supervisor de la dirección de mujeres alienadas del hospicio, convino con
nía ese automatismo como "fenómenos automáticos de tres órdenes: motor, sensi-
el señor Pinel procurar ropas de hombre a esta mujer; M ... vistió esa ropa con
tivo e ideo verbal". En él se engloban, por lo tanto, todos los trastornos del len-
transportes de alegría y se paseó en medio de todas sus compañeras con una suer-
guaje y el habla, así como las alucinaciones, el eco del pensamiento, etc. El
te de ostentació n; se volvió más calma, más tranquila y hablaba mucho menos, pe-
automatismo mental implica una coacción y un control del pensa miento del suje-
ro se agitaba ha sta el furor si no la llamaban señor o le decían señora". J. E. D. Es-
to, sentidos como impuestos por una fuerza ajena. Cf. G. de Clérambault (1925) ,
qui ro l, "De la d{· 111 011 0 111 ani e'', en Des maladies mentales (1838), París, Frénésie
"Psychoses a base d'automatisme", en J. Poste!, La Psychiatril', P:Hís, La ro ussc,
['.:c.liti o ns, 198 \1 , rn l, " l m, 111i :1", págs. 257-258 [traducción castellana: Memorias so-
1994, pág. 511 sq.
fl rc lr1 l oc11rn y''' \ 1•111 lf'il11 tf1 ·~ . Madrid , Dorsa, 199 1 ].
200 SEXUACIÓN Y PSICOSIS EL TRANSEXUALISMO Y LA CLASIFICACIÓN SEXUAL 201

gica del caso nos enseñó que esa imagen extrae su consistencia y su peso Por otro lado, el psicoanálisis de las psicosis muestra, en el estudio de
de real de la existencia de un Otro del goce, 31 que exige un pene y por ciertos desencadenamientos como el de Josiane, 32 un vuelco de la sexua-
consiguiente la mutilación del sujeto como precio del amor. Se trata, por ción del sujeto, con un derrumbe de las identificaciones en el que se com-
tanto, de una sexuación en que lo imaginario, tanto la imagen inicial como prueba que, hasta allí, éstas habían definido efectivamente una sexuación,
la vestimenta, tiene up valor real, cosa que es esencial para la dirección de aunque lábil. Esas identificaciones enmarcaban la vida, daban sentido a
la cura, la maniobra de la transferencia y la manera en que ese sujeto con- ciertos órganos o funciones del cuerpo, incluidas los sexuales, y represen-
cibe el síntoma. Su travestismo, en efecto, anuda lo imaginario (la ropa es taban la diferencia de los sexos mediante un sistema de pares de opuestos
como una segunda piel), lo real ("parecer es ser") y lo simbólico (el valor significantes. Pero cuando caen, el sujeto debe inventar otra cosa, sin des-
de verdad). Por lo tanto, el travestismo es un síntoma que tiene aquí la canso. A veces se asiste a un empuje-a-la-mujer, pero puede suceder a la
función de un sínthoma. inversa, como en el caso de Josiane, que se siente transformada en hombre
En otro caso, la convicción transexual inicial, quebrantada por un en- en el momento del desencadenamiento. Así se demuestra la insuficiencia
cuentro tardío, dio lugar a un viraje del sujeto, consolidado en un análisis. de esas identificaciones, previas al desencadenamiento, para establecer só-
lidamente la sexuación de un sujeto, pese a que su "género" era a veces
bien definido por ellas.
UN CASO DE TRANSEXUALISMO MASCULINO "CONTRARIADO": No obstante, existen otras clases de identificaciones que, por la lógica
DOS TIPOS DE IDENTIFICACIÓN SEXUADA clasificatoria que implican, estabilizan la sexuación del sujeto. De tal mo-
do, el caso de lves, que calificaremos de transexualismo "contrariado",
¿Las identificaciones bastan para establecer la sexuación de un sujeto? nos hizo avanzar en esta problemática de las identificaciones y la sexua-
Eso es lo que propician de hecho los partidarios de las teorías del género. ción en la psicosis, que situamos en la articulación de los tiempos dos y
El caso de Ven se encauzaba en esa dirección, porque se apoyaba en una tres de la sexuación.
identificación imaginaria. Sin embargo, el psicoanálisis objeta clínicamen- Hablamos de transexualismo porque se trata de un hombre que, desde
te esa afirmación, sin desconocer, no obstante, la importancia de las iden- la primera infancia, se sostenía en una identificación femenina imaginaria,
tificaciones. He aquí al menos dos objeciones. creía ser varón por error y se sentía destinado a convertirse más adelante
Por un lado, el psicoanálisis de los neuróticos, cuando se lleva suficien- en una mujer. Incluso había considerado la posibilidad de una operación.
temente lejos, muestra que el sujeto toma de manera muy precoz opciones En la clasificación de Stoller, se trataría de un caso de "transexualismo
de goce, que denotan una elección del sexo. Por ejemplo, en el caso de la primario" ,33 cosa que también puede decirse de Ven.
niña, la adopción de una posición de objeto del padre, a veces cercana al Pero decimos transexualismo "contrariado" porque un encuentro mo-
incesto, ya sea en el fantasma o en la realidad como respuesta a un trau- dificó decisivamente su destino. Ya adulto joven, y tras haber tenido expe-
ma, puede ser mucho más potente y determinante para la femineidad del riencias homosexuales y sentirse atraído por el travestismo, conoció a una
sujeto que identificaciones viriles histerizantes que contradigan esa posi- mujer que lo subyugó. Luego de algunos años difíciles de vida en común,
ción. En este espíritu, la enseñanza de Lacan de la década de 1970 nos en los que la mujer le tendía una especie de "espejo femenino" que mal
propone una lógica de la sexuación fundada sobre la función fálica y no que bien le permitía sostenerse frente a ella, la paternidad desencadenó de
sobre identificaciones. El "no-todo" es el apogeo de esa lógica: es, en sí manera muy violenta la psicosis. Pero ese desencadenamiento lo decidió a
mismo, la antiidentificación por excelencia. En efecto, no entraña la exis- alinearse del lado hombre: "Soy padre, por lo tanto hombre'', decía, y co-
tencia, el "al menos uno" necesario para fundar una identificación me- menzó entonces un análisis. Esa deducción, empero, equivalía para él a
diante un rasgo significante. Por eso resulta tan incómodo para el sujeto una condena a muerte. El problema del análisis era, en consecuencia, sos-
femenino y lo impulsa, paradójicamente, a revestirse de numerosas identi- tener la elección "hombre" de ese sujeto, sin recurso posible ni al padre
ficaciones, imaginarias y significantes, a fin de protegerse de la incomodi- como agente de la castración, ni a la función fálica para localizar su goce.
dad de su elección real de un goce no-todo fálico. De allí la frecuencia de En referencia a este caso, querríamos subrayar ante todo la contingen-
la histeria en las mujeres.

32. C(. s11fmt , c:ipírulo 1v, pág. 106.


3 ] . Cf supra, ca pítulo v, pá g. 154 sq. 33. cr. p¡lg. 1 H~, 1101 :1 H.
202 SEXUACIÓN Y PSICOSIS
EL TRANSEXUALISMO Y LA CLASIFICACIÓN SEXUAL 203
cia de la elección del sexo.34
Aquí veremos hasta qué punto la elección de
ser un hombre está condicionada por un encuentro tardío en la vida del de un segundo matrimonio, luego de tres hijas con su primer marido.
sujeto y finalmente por el deseo de una mujer. Esto confirma la labilidad Mujer fuerte, despreciaba a los hombres y en especial al padre de lves, a
de la elección del sexo en el tiempo tres, al menos cuando el sujeto ha re- la vez que prefería de manera ostensible a éste, valorado por ella como su
chazado la función fálica en el tiempo dos. A continuación, me gustaría único varón. "Double bind" del discurso materno entre el padre y él,
poner de manifiesto un momento de inflexión del análisis, que permitió a donde lves se había perdido. Criado en un ambiente femenino, era la mu-
lves estabilizarse como hombre, y la lógica que inventó para incluirse en el ñeca de sus media s hermanas mayores, disfrazado de niña y con su nom-
conjunto de los hombres sin el apoyo del Nombre-del-Padre. bre de pila feminizado . En el jardín de infantes, se angustiaba mucho si a
su llegada no lo recibía una niña pequeña. Así, a lo largo de todo el día
Desencadenam~ento había que presentarle sin cesar un "espejo femenino", sin el cual la vida
era imposible. Desde edad muy temprana, se sentía constantemente inva-
Conocí a lves poco despu és del nacimiento de su hija. Él acababa de dido por una ensoñación diurna permanente, especie de pantalla entre él
vivir una "experiencia indecible y de liberación permanente de algo". y el mundo. En ella, estaba destinado a convertirse en mujer y casarse
Cuando su compañera Lara estaba embarazada de seis meses, se habían con un hombre. Por otra parte, esa ensoñación había sobrevivido a la pa-
desatado unos trastornos violentos, que llegaron a su apogeo un mes an- ternidad y a su casamiento con Lara, y aún lo perseguía al comienzo de
tes del nacimiento de la niña, Sandra. lves vivía en un estado de "pesadi- la cura . Sólo podía hablar de ella con gran reticencia . De niño y adoles-
lla sin contenido". Su cuerpo se le escapaba: profería aullidos descontro- cente, creía que su naturaleza era ser una mujer y que había nacido varón
lados y debía encerrarse para gritar. Sus esfínteres ya no le obedecían y por error. Al comentar esa idea, sin embargo, me confesaba que ahora se
tenía la impresión de ser un animal acorralado. Había necesitado una daba cuenta de que era un asunto de discurso más que de naturaleza.
fuerza moral poco común para no poner fin a sus días y acudir en cambio "Me tragué entero el discurso de mi madre y tiré a mi padre a la basu-
a una analista . Todas las noches, este intelectual volvía a tener la misma ra", me decía. Para él, el padre se presentaba como una figura doble . Por
pesadilla que lo despertaba presa del pánico: debía dar por segunda vez el un lacio, aparecía la equ ivalencia "padre = hombre = de secho", so brede-
examen de bachillerato que había aprobado antaño. Pero había algo nue- terminada metonímicamente por un rasgo de aquél. Por el otro, en algu-
vo en juego: si fracasaba, todo lo conseguido desde su primer bachillerato nos recuerdos, el padre tenía una figura sádica y cruel, en la que tortura-
quedaría retroactivamente invalidado. Él mismo daba a su sueño la si- ba a animales déb iles. Esta figura era tal vez la matriz de fantasías
guiente significación: aprobar el bachillerato a los dieciocho años había homosexuales en las cuales, "travestido, con los tacones rotos y el pelo
significado convertirse en adulto y dejar a los padres. El "segundo" bachi- en desorden", lves se entregaba sexualmente a hombres que lo maltrata-
llerato lo haría incorporarse al bando de los hombres, gracias a la asun- ban. Esas fantasías, em briones ele delirio, lo dejaban atónito, en un ho-
ción exitosa de la paternidad. rror estupefacto.
Le quedaba, empero, una menguada aspiración viril, como suele verse
Espejo femenino y aspiración viril en la psicosis, antes ele que el sujeto se decida, como sucedió con el presi-
dente Schreber, a sacrificar su virilidad a fin de transformarse en mujer. En
Hasta ese momento, en efecto, la cuestión de ser un hombre no se le lves, esa aspiración viril no se apoyaba en una idealización del padre o el
había planteado verdaderamente. Su madre lo había tenido tardíamente, hombre y tampoco se inscri bía en la función fálica. Parecía insp irada, más
bien, por un fragmento del discurso materno, superyoico, compuesto por
las palabras que la madre pudo dirigir al padre rebajado: "¡Hazte meter la
virilidad a patadas en el culo!", decía la voz insidiosa .
34. El caso de Ives nos permite moderar el pesimismo de un clínico tan bri-
llante como Stoller cuando afirma: "Persiste una cuestión empírica: ¿por qué no La decisión de Sophie
hay informes de psicoanálisis satisfactorio de un paciente deseoso de 'un cambio
de sexo'? ¿Por qué ni siquiera hay informes que revelen, con la ayuda de los datos
Contra ese telón ele fondo de empuje-a-la-mujer dominante, se produjo
procedentes de un análisis, la dinámica -para no hablar de las causas- del deseo
del 'cambio de sexo'?"; cf. R. J. Stoller, Masculin ou féminin?, op . cit., págs. 282-
el encuent ro dec isivo co n Lara. lves dice que ese encuentro lo afectó en
283. "ese uno por l ' Ít· n10 de pensam ientos viriles que tenía en medio de un
océ:'l no de fr1111rn ·1d.id ". Co nsideraba lo que le había pasado en ese mo-
EL TRANSEXUALISMO Y LA CLASIFICACIÓN SEXUAL 205
204 SEXUACIÓN Y PSICOSIS

mento como una especie de "decisión de Sophie" .3 5 En la novela de Styron Sueño de la mujer monstruosa
del mismo título, la madre elige entre su hija y su hijo en una decisión en
En uno de ellos, su mujer se hace injertar un vientre de hombre, hin-
la que está en juego la muerte, y sacrifica a la primera. Así lo entiende
chado y enorme, e lves se pregunta si ella tiene un pene o no. Pero la veri-
lves: el encuentro con Lara lo habría obligado a sacrificar su ser femenino,
ficación se revela imposible a causa de la prominencia del vientre. Este
la niña en él. De hecho, la relación entre ellos era otra vez un cara a cara
sueño, que representaba la monstruosidad de la mujer embarazada, ponía
imaginario, siempre el "espejo femenino" de la infancia. Mientras que La-
en evidencia la ausencia del significante del falo como algoritmo de medi-
ra se hacía activamente la pregunta "¿qué es ser una mujer?", lves se pre-
da para una situación semejante: el falo, en efecto, es lo que simboliza al
guntaba, como reflejo, "¿qué es ser un hombre?" Ese statu qua se vio inte-
hijo en el inconsciente del neurótico. Esta simbolización era imposible pa-
rrumpido por el embarazo de Lara, deseado por ambos.
ra lves, lo mismo, por lo demás, que la de la privación materna.
lves considera que la muy violenta eclosión de su psicosis fue el mo-
mento en que tuvo que elegir su sexo: "Antes -decía-, era hombre o mu-
jer. Podía cruzar la frontera entre los sexos. Cuando me convertí en padre, Sueño del volquete de basura
ya no me fue posible pasar de manera reversible de hombre a mujer y de
En el otro sueño se comprobaban los esfuerzos del sujeto por incluirse
mujer a hombre". El desencadenamiento de la psicosis, que obedece al es-
en el conjunto de los hombres, y el hecho de que la función paterna no lo-
quema clásico que nos propone Lacan en "Sobre una cuestión prelimi-
nar. .. " ,36 fue la oportunidad de una elección forzada de su sexuación, grara inscribirlo en él.
lves pertenece en ese sueño a un equipo de hombres que debe ordenar la
enunciada como una especie de cogito: "Soy padre, luego hombre" o, más
basura para depositarla en un volquete. Él es el único que no puede empu-
trágicamente, pues lves tuvo entonces la tentación del suicidio: "Moriré en
jar el volquete. El padre, que forma parte del equipo, sabe hacerlo, pero se
el clan de los hombres". Se enunciaba, por consiguiente, una nueva ecua-
conforma con mirar a lves sin ayudarlo. Éste, por su parte, no sabe si quie-
ción: "padre = hombre = condenado a muerte", que signaba, por ese vere-
re o no que su padre lo ayude. El sueño termina con la imagen del basural.
dicto letal, la forclusión de la función fálica.
Puede advertirse que lves se sitúa en un lugar de excepción con respec-
to a los demás hombres, mientras que en la neurosis ese papel de excep-
El sueño del muro de Berlín
ción a la función fálica corresponde habitualmente al padre.3 7 Aquí, sin
embargo, el sujeto es una excepción negativa, por decirlo de algún modo.
En el análisis, el objeto del discurso de lves fue durante mucho tiempo
No está sostenido por un ideal del yo, por ejemplo la idea de una misión
su debate con la cuestión angustiante del sexo. Tenía muchos sueños sobre
como en la paranoia. La imagen final vuelve a evocarnos la equivalencia
el tema. Uno de ellos, que esbozaba una solución, me pareció crucial para
"padre = hombre = desecho". Por último, el sueño muestra cierta respon-
la estabilización de su sexuación. Pertenece a una secuencia que resumo, y
sabilidad del soñador en cuanto a su posición psicótica: no sabe si necesi-
fue precedido por otros dos que condensaban las dificultades del sujeto,
puestas reiteradamente de manifiesto por su discurso en la cura. ta al padre.

Sueño del muro de Berlín

Luego de esos dos sueños de impasse, se produjo el que, en mi opinión,


fue un momento de inflexión en la cura.
35. Esta novela de W. Styron, en la cual la madre elige entre el varón y la niña lves está en Berlín. Más precisamente, en "la isla de Berlín occidental",
en circunstancias atroces y mortales, parece a algunos sujetos transexuales para-
digmática de su experiencia: tal vez porque el Penisneid materno está en ella encar-
nado en lo real, sin ninguna dialéctica y anudado a la pulsión de muerte.
37. El padre como excepción a la función fálica, fuera de la ley de la castra-
36. J. Lacan, "D'une question préliminaire ... ", op. cit., págs. 577-578. El es-
ción, es la traducción lógica que hace Lacan del mito freudiano del padre gozador
quema clásico de coyuntura desencadenante es el del llamado del Nombre-del-Pa-
de Tótem y tabú . Ese padre se exceptúa de la ley para que todos los hombres se so-
dre forcluido, por la aparición de algo que necesita ese significante, aquí el naci-
metan a c ll n. C(. J. Laca n, Le Séminaire. Livre XVII, op. cit., pág. 137. Cf. supra,
miento de Sandra, como tercero en la pareja que !ves formaba co n Lara, sometida
capítulo v, p:ígN. 1 )'1 - ~.
a un cara a cara imaginario.
206 SEXUACIÓN Y PSICOSIS EL TRANSEXUALISMO Y LA CLASIFICACIÓN SEXUAL 207

completamente rodeada por el muro. En el exterior está Berlín oriental, La identificación ªclasificadora"
poblado de mujeres, hombres afeminados u homosexuales disolutos. Entre
ambos sectores están cortadas todas las comunicaciones, y la "isla" de Concluyamos con la relación de las identificaciones y la sexuación en es-
Berlín occidental constituye el lugar de los hombres no afeminados. te caso de transexualismo "contrariado". Hombre por la anatomía, lves
Para evaluar este sueño, hay que tener en mente cuatro elementos: que quiso ser una niña desde la primera infancia, y se feminizó imaginariamente
en francés "lle" ["isla"J se confunde con "il" ["él"], que lves sabe que su en un "espejo femenino". El encuentro con Lara en la adultez, y luego la
analista va a menudo a Lille, que la mujer de lves, Lara, es una rusa que paternidad, lo precipitaron en lo insoportable y lo obligaron a inscribirse en
antes de conocerlo vivió en Berlín oriental, en un ambiente que, según él, una ecuación imposible: "padre= hombre= muerto". Por último, el análi-
era afeminado y "gay" y, por último, que el muro de Berlín ya no existía sis le permitió inventarse una posición sexuada de hombre sin la castración.
en el momento del sueño, pero lves me había hablado mucho de él en la Su solución, tal como la materializa el sueño del muro de Berlín, es a la vez
cura. De hecho, "el muro de Berlín" es un significante que procede de La- imaginaria por su lado topológico, y simbólica porque descansa sobre un
ra y su vida. En ese sueño se delimitan dos zonas. Gracias al muro, el suje- significante (el muro de Berlín). No obstante, nos muestra que el trabajo del
to se separa de la zona en que hace estragos el empuje-a-la-mujer que él re- inconsciente que se realiza en él -aunque no esté muy cifrado en la psicosis,
chaza (Berlín oriental) y se reserva un ámbito en el cual puede ser "él" en la que el inconsciente se topa con una dificultad estructural para metafo-
["il"] (Berlín occidental). rizar- toca a lo real. En efecto, esta solución significante separó al sujeto
del goce peligroso implicado por el empuje-a-la-mujer (pasajes al acto ho-
Sueños de clasificación mosexuales y tortura mental con respecto a su sexo).
· Dado que el sujeto se caracteriza como hombre a partir de un signifi-
Tras ese sueño, lves tuvo otros dos sueños de clasificación. En uno de cante que "tomó prestado" de su mujer (el muro de Berlín), podríamos ha-
ellos está con unas mujeres que quieren que las acompañe. Ordena enton- blar de su solución significante del problema de la sexuación en términos
ces sus equipajes en el baúl del auto de las mujeres (esta vez sabe hacerlo) de identificación. (El sujeto incorpora un rasgo sacado del partenaire, un
y decide "no hacer el viaje con ellas". En el otro, llega al contrario a un lu- rasgo unario.) Pero se trata de una identificación que podríamos calificar
gar "exclusivamente masculino" . Por lo tanto, entra solo y sin temor en él, entonces de "clasificadora", es decir, que genera una clasificación, en opo-
sin Lara ni su hija. Pero no se siente obligado a quedarse ahí y le parece sición al sistema de identificaciones constituidas que le daba, en su infan-
que, pese a todo, puede volver a casa con su mujer y su hija, para estar en cia y su juventud, una identidad sexual femenina. Retomemos brevemente
familia, cuando tenga ganas de hacerlo. Interpreta este sueño como el he- la complicada trayectoria de lves.
cho de que se puede ser hombre y heterosexual. Su transexualismo primario se fundaba, desde siempre, en un fragmen-
Luego de esta secuencia, lves prácticamente dejó de hablar del proble- to del discurso de su madre, contradictorio, en double bind, que hacía del
ma de estar feminizado que tanto lo torturaba antes. Hace poco fue capaz hombre, del padre, un desecho que lves había opuesto a la mujer, que por
de decirme: "Ser hombre era no ser nadie. Para mí, ser algo implicaba con- su parte valía algo. Pero subsistía otro fragmento del discurso materno que
vertirme en mujer. Ahora es diferente, parto de «soy un hombre» y me lo valoraba como varón, se expresaba en la forma de conminaciones super-
pregunto «cómo actuar con eso». Pero es difícil" . Hay que subrayar, sin yoicas y había sostenido su protesta viril. Este segundo fragmento había
embargo, la muy fuerte dependencia con respecto a su mujer, y el riesgo de sucumbido en principio a la feminización del sujeto. El encuentro tardío
sentirse abandonado por ella. Por otra parte, esta dependencia se advierte con su mujer 38 despertó en él esa dirección viril descartada en un primer
en el sueño del muro de Berlín, en el cual él crea en definitiva su posición momento. La eclosión de la psicosis, debida a la paternidad, puso a lves
de hombre a partir de un significante tornado de ella, como si estuviera, en entre la espada y la pared en cuanto a la necesidad de asumir su posición
cierto modo, encerrado entre paredes en una fortaleza. Posición real, a tal de hombre, lo cual es difícil cuando el Nombre-del-Padre y la función fáli-
punto que un día en que con seguridad estaba replegado en su fuero ínti-
mo Lara le dijo que parecía estar "emparedado en sí mismo" . Su solución
viril, en efecto, no deja de evocar el superyó materno que, en la infancia, 38 . Este encuentro contingente muestra la importancia del azar en la orienta-
lo conminaba a ser hombre. Pero hay un abismo entre una voz que dicta y ción sexual de un sujeto, sobre todo cuando su sexuación no está estructurada por
el trabajo del inconsciente, apoyado en la elección del sujeto, que produjo In func ión f:'íli cn. l vc~ 111 c dijo muchas veces que si no hubiera conocido a Lara,
esta solución estabilizadora. probnblcmc111¡; h11hd11 j)t'l"Sl"VlTndo en su transexualismo.
208 SEXUACIÓN Y PSICOSIS EL TRANSEXUALISMO Y LA CLASIFICACIÓN SEXUAL 209

ca están forcluidos. El psicoanálisis le permitió sostener cierta virilidad, Por eso llamamos "clasificadora" la identificación sexuada originada
gracias a la producción del significante "el muro de Berlín", a partir de un en ese significante amo, que en el sujeto sustituye la función fálica forclui-
sueño tenido en el marco de la transferencia. Esta identificación tornada de da, aunque no tenga propiedades tan fuertes como ella. Se trata, en efecto,
la partenaire que actualmente cuenta para él, su objeto de amor, es "clasifi- de un significante "privado": cualquiera sea su valor de insignia universal,
cadora" porque permite al sujeto distribuir a los hombres y las mujeres en no cumple para los otros el mismo papel que para lves; no puede preten-
dos campos y situarse con firmeza, esta vez, del lado hombre. der la universalidad del falo como significante del goce. Además, el falo
Antes también había dos campos para lves, el de los hombres-desechos debe su privilegio al hecho de estar íntimamente ligado al goce del órgano
y el de las mujeres, en el cual se alineaba. ¿Cuál es, entonces, la diferencia masculino, goce al que da un significante. El muro de Berlín no tiene en
entre la antigua distribución y la nueva? absoluto esta función en el caso de lves, para quien el goce del órgano no
La antigua distribución también se apoyaba en un significante amo, tiene mucha importancia. En efecto, considera el acto sexual como un
"desecho'', que caracterizaba al padre y por inducción al hombre. Al re- acercamiento "cálido" de todo su cuerpo al de su mujer. Pero el "muro de
chazar al padre de un modo forclusivo, lves rechazaba entonces en bloque Berlín" permite que cada uno permanezca en sí mismo y que lves no sea
la clase definida por el significante "desecho", la de los hombres, y se ubi- "contaminado" por el goce femenino de su partenaire. En ese sentido, es
caba en la otra, la de las mujeres, definida por exclus ión. Más que una también el síntoma de su pareja, lo que para ellos sustituye el "no hay re-
elección del lado mujer, lo que lo precipitaba lógicamente en él, en un em- lación sexual".
puje-a-la-mujer compulsivo, era el rechazo del padre. Esta situación es
igual a la que nos mostraba el caso Josiane 39 antes del desencadenamiento
de su psicosis. Comparemos. El eje del orden del mundo era para ella el TRES MODOS DE CONSTRUCCIÓN DE
significante "malo", un predicado que caracterizaba al padre y por exten- LA SEXUACIÓN EN LA PSICOSIS
sión a los hombres. Josiane se situaba entonces como "buena" entre las
mujeres, del otro lado. Habíamos señalado la fragilidad de ese sistema de lves y Ven son dos casos de transexualisrno primario que escogieron su
oposiciones significantes y su insuficiencia para definir la sexuación de una sexo contra el discurso sexua l, negándose a inscribirse en la función fálica
manera perdurable. Esto nos había permitido criticar la noción de género, en el tiempo dos de la sexuación 40 e invocando un error de la naturaleza
apoyada en oposiciones significantes binarias, que considerábamos insufi- con respecto a su deseo de "cambiar de sexo".
ciente para definir la sexuación, cosa confirmada por el caso de lves. El caso de Ven, mujer anatómica, nos muestra la fuerza inquebrantable
En ambos casos, el significante director de la clasificación se origina en y la inercia de una elección fundada en una imagen prevaleciente, matriz
el padre. Es el atributo común que funda la clase de los hombres, lo cual imaginaria de su yo ideal de varón. Por eso, aunque su elección fuera real,
muestra, por otra parte, que el padre no desempeña el papel de excepción hablamos de una sexuación fundada en lo imaginario, porque está cons-
que tiene en la neurosis. Es como los otros y es rechazado por el sujeto a truida a partir de la identificación con una imagen.
causa de la forclusión, lo que hace insostenible a largo plazo el orden de El caso de lves, con sus virajes, nos enseña que la elección del sexo en
clasificación resultante. Por ende, ese modo de construcción de la sexua- el tiempo tres, que comienza muy tempranamente en la infaneia, no siem-
ción es esencialmente frágil en la psicosis. pre es definitiva y está sometida a la contingencia de los encuentros de la
Muy distinta es la nueva distribución inventada por lves. El significante vida. Lo que posibilita esta movilidad es la fa lta de inscripción en la fun-
"el muro de Berlín" no procede del padre rechazado, sino de una mujer ción fálica en el tiempo dos.
amada. Además, no predica ni a los hombres ni a las mujeres y no se asocia Ambos casos ponen de manifiesto tres posibles modos de construcción
preferentemente a ninguna de las dos clases que ordena. En el contexto en de la sexuación al margen de la función fálica forcluida en el tiempo dos.
que se produce, es el símbolo de una barrera contra el goce feminizante, y El primero es la identificación imaginara que debe relacionarse con el esta-
por otra parte era para todos la insignia política de una separación y una dio del espejo (Ven). Los otros dos son identificaciones sexuadas fundadas
división. El hecho de que el sujeto haya vuelto a levantarlo de ese modo, en la elección de un significante amo.
luego de su caída real, hace de él un símbolo tanto más fuerte. Si éste, originado en el padre, contamina la clase de los hombres, a la

39. Cf capítulo IV, pág. 106. 40. C(. c:i pf11il o v. p11g. 11<i sr¡.
210 SEXUACIÓN Y PSICOSIS

que por otra parte define, el rechazo del padre condenará toda la construc- VIII
ción a derrumbarse en algún momento. Razón por la cual ese modo de se-
xuación es lábil, como lo comprobamos en la clínica (Ives con "desecho'',
Josiane con "malo"). EL EMPUJE-A-LA-MUJER
Si el significante amo elegido por el inconsciente del sujeto permite, al
contrario, lo que hemos denominado una identificación "clasificadora'', es
decir, distribuir a hombres y mujeres sin recurrir al padre, la elección se-
xuada del sujeto será más sólida (caso de Ives, con el muro de Berlín).
En los dos casos estudiados en este capítulo, el "empuje-a-la-mujer" te-
nía un lugar eminente. Empuje-a-la-mujer amoroso, idealizado, absolutiza-
do en su partenaire futura para Ven, o empuje-a-la-mujer de goce infa-
mante, invasor y rechazado con todo su ser por Ives. Estas diferencias nos
incitan a precisar en el próximo capítulo este concepto de Lacan, muy útil
en la clínica de la sexuación de las psicosis.

La cuestió n de la sexuación se pla nteó desde los comienzos del psicoa-


ná lisis, cuando Freud dio con la histérica y su bisexualidad.
La histeria se caracteriza, en efecto, por una pregunta inconsciente re-
ferida al sexo propio: "¿Soy hombre o mujer?" 1 Muy tempranamente,
también, Fre ud se interesó en la causa li dad sexua l en la psicosis. En 1911,
y a propósito de Schreber, expone su teoría de la homosexua lid ad corno
causa de la paranoia, causalidad pulsional de la psicosis que Lacan critica-
rá en 1958, para sustituirla por una causa lidad articulada con el signifi-
cante, la forclusión del Nornbre-del-Padre. 2 Desde fines de la década de
1920, el enigma de la femineidad, de la histeria a la psicosis, domina el de-
bate analítico y se materializa en la "querella del falo", cristalizada alrede-
dor de las tesis de Jones: 3 ¿la femineidad data de antes o después de la fase
fálica? ¿Debe sit uarse antes o desp ués del Penisneid en el desarrollo? ¿Se
a rticula o no con la castración?

¿CÓMO ORIENTARSE?

Estas preguntas, e incluso posiciones explícitamente antifreudianas que


responden a ellas, se reencuentran en clínicos contemporáneos como Sto-

l. J. Lacan, Le Séminaire. Livre lll, op. cit., págs. 181-205.


2. J. Lacan, " D' unc question préliminaire .. . ", op. cit., pág. 567.
3. E. Jo ncs, " Le dC-vc lo ppement précoce de la sexualité féminine" (1927), "Le
st:tdc pha lliquc" ( 1<) ' ' ), "Scx ualité féminine précoce" (1935), en Théorie et prati-
r¡111• de In psyr/J 111111/ v"'• 1' 1 111 ~, Paynr, 1997, col. " Désir".
212 SEXUACIÓN Y PSICOSIS EL EMPUJE-A-LA-MUJER 213

ller, para quien la femineidad se adquiere por el contacto directo con la Dos orientaciones del goce
madre ("pulsiones protofemeninas"); de tal modo, ésta puede contaminar
a su hijo varón. La masculinidad se daría por añadidura. 4 La femineidad El empuje-a-la-mujer es una expresión inventada por Lacan en 1972,
sería natural, la masculinidad no. No puede dejar de pensarse que esta cuando comenta las fórmulas de la sexuación en "El a tolondra dicho" ,9 y
concepción, por lo demás clásica (identificar a la mujer con la naturaleza, está referida al caso del presidente Schreber. La cuestión consiste en saber
el estado salvaje), tiene dos fuentes. Por un lado, proviene del estudio de en qué medida ese caso es paradigmático para la psicosis. En primer lugar,
los transexuales masculinos, en los cuales la femineidad no se articula con intentaremos esbozar el problema clínico que indujo a inventar el concep-
el complejo de castración, justamente porque son psicóticos. Por el otro, to, y luego describiremos las grandes líneas de su construcción en Lacan.
resulta del error consistente en considerar a la pareja madre-hijo como una De entrada, se impone al ser hablante un goce que él debe interpretar
dualidad, mientras que el complejo de castración y la problemática fálica para evitar que siga siendo real, insoportable. Así, Freud señalaba que la
son introducidos desde el principio por el inconsciente materno, 5 mucho "actividad de órgano" existe en sí misma antes de asociarse a los comple-
antes de que el sujeto lo sepa. jos de Edipo y de castración 10 o a la representación de la escena primitiva .
En la clínica psiquiátrica más reciente, la borradura de la consideración Las teorías sexuales. infantiles 11 son por un lado interpretaciones que el ni-
de la estructura en beneficio de una clasificación ciega por el síntoma (DSM ño hace de su goce de órgano (el falicismo de la primera teoría). Por el
m y Iv)6 indujo una confusión que extravía al profesional. otro, se elaboran a partir de preguntas sobre sus padres: ¿qué quiere él?,
En efecto, ¿cómo orientarse entre esas distintas femineidades? Una fe- ¿qué soy para él?, ¿cómo goza? (Respondidas por la segunda y la tercera
mineidad natural o calcada sobre la madre, como lo postula Stoller en el teorías infantiles: el niño excremento, la teoría sádica del coito.) El sujeto,
transexualismo masculino, ¿no tiene algo en común con la construcción por lo tanto, debe interpretar no sólo su goce, que puede situar en su cuer-
compleja del presidente Schreber? Una femineidad fálica como la de la po, su pensamiento o en el habla y las palabras, sino también el goce del
mascarada 7 femenina en la histeria, ¿incumbe a la misma posición con res- Otro.
pecto a la castración que la del travestido perverso que goza de su órgano, A partir de la teoría de la metáfora paterna 12 elaborada en principio
velado por ropa interior de mujer? Si la femineidad compete a "un goce para la neurosis, Lacan introduce una oposición binaria que diferencia
más allá del falo" como el que Lacan atribuye a los místicos en Aun, 8 ¿qué neurosis y psicosis. La primera se caracteriza por la aceptación del Nom-
tiene que ver con las cuatro precedentes? Ésos son los datos clínicos que bre-del-Padre y la significación fálica contigua, mientras que la segunda se
deben impulsar al profesional, so pena de confusión, hacia una construc- opone a ellos mediante su forclusión. 13 En esta dicotomía es difícil situar
ción fina y precisa de los casos por un lado, y el estudio del concepto por la perversión; estaría del lado de la neurosis, pero con un uso particular
el otro. del falo. 14 El caso del presidente Schreber permite especificar la forclusión
de la significación fálica mediante una significación femenina dominante.

9. J. Lacan, "L'Étourdit", op. cit., pág. 22.


10. S. Freud, "Quelques conséquences psychiques ... ", op. cit., pág. 125 para el
4. R. J. Stoller, Masculin ou férninin?, op . cit., pág. 309. varón y pág. 126 para la niña.
5. J. Lacan, Le Sérninaire. Livre IV, op. cit., pág. 224. La concepción de Stoller 11. Cf. supra, capítulo 111, pág. 92 sq.
se inspira, al contrario, en la idea de una "simbiosis" primitiva madre-hijo, desa- 12. Cf. capítulo 11, pág. 50, nota 13, y pág. 69, nota 73.
rrollada por la psicoanalista norteamericana Margaret Mahler. Cf. M. Mahler, 13. Escritas respectivamente Po y <1> 0 en el esquema "terminal" de la psicosis de
"Autism and symbiosis. Two extreme disturbances of identity", en International Schreber, llamado esquema 1; cf. J. Lacan, "D'une question préliminaire ... ", op.
Journal of Psycho-Analysis, 1958, pág. 39. cit., pág. 571.
6. American Psychiatric Association, DSM-JV. Manuel diagnostique et statistique 14. Aun cuando en "D'une question préliminaire ... ", pág. 568, Lacan señale la
des troubles rnentaux, París, Masson, 1996 [traducción castellana: DSM-IV: Manual proximidad clínica entre práctica transexual y perversión, afinidad con el fetichis-
diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, Barcelona, Masson, 2001]. mo que reafirma clurnnte una presentación de enfermo con un transexual candida-
7. Cf. capítulo 1, pág. 42 sq. to a una opera ción, el 21 de febrero de 1976. Cf. J. Lacan, "Entretien avec Michel
8. J. Lacan, Le Sérninaire. Livre XX, op. cit., págs. 69-70. Cf. s11pra, capítulo v, 1 f. " ( J 976 ), \'ll In o hm rn k ct iva Sur l'identité sexuelle, París, Édition de l' Associa-
"El desdoblamiento del goce femenino", pág. 152. tion Frc11dit·1111 r l 1111·111 ,11 irn 1:dr , 1996, págs. 311 -35 3.
EL EMPUJE-A-LA-MUJER 215
214 SEXUACIÓN Y PSICOSIS
"cambio de sexo". Si en general el sujeto se preocupa muy poco por su ór-
Así se oponen dos orientaciones principales para la interpretación del go- gano y el goce de éste, y se interesa exclusivamente en su mutilación o su
ce, en especial el del cuerpo. eliminación, 19 su "goce femenino'', al contrario, es asociado a menudo por
Según la primera orientación -neurótica-, el goce cobra una significa- él al uso o la manipulación de la ropa femenina y a su autocontemplación
ción fálica o, como lo formula Lacan en la década de 1970, funciona fáli- en el espejo, vestido de mujer. Encontramos en este aspecto una continui-
camente. El sujeto se inscribe en la función fá lica : es el caso de Hans, que dad entre el delirio terminal de. Schreber con su goce como mujer en el es-
inventa una función universal fálica (tener un pipí} que, como dice Freud, pejo y la psicosis a veces no desencadenada de esos sujetos, en general esta-
es el "reflejo lógico" 15 del goce experimentado, eleva do a la dimensión bilizada gracias a una identificación precoz y masiva con la madre.20
universal de una lectura del mundo. En ambos casos hay articulación de la significación femenina atribuida
Según la segunda orientación -psicótica-, el goce cobra una significa- al goce y de la preponderancia del registro especular. Suponemos aquí que
ción femenina prevaleciente, alojada en un delirio que el sujeto debe soste- la relación con la ropa femenina y a veces con la piel de la mujer tiene una
ner con una construcción perpetua. Así, un paciente de Krafft-Ebbing 16 vinculación con la imagen del cuerpo. Durante el estadio del espejo, la ma-
afirma que, aun al hacer el amor con una mujer y utilizar el órgano mas- triz de un yo ideal femenino se constituiría precozmente por medio de una
culino, goza como una mujer. Da así testimonio de una disyunción radical identificación imaginaria con la madre.
entre la anatomía y el goce, en la que este último gana, imponiéndose co-
mo femenino: "Soy mujer en un cuerpo de hombre; aunque a veces me Dos objeciones
sienta todavía hombre, el órgano correspondiente me parece, sin embargo,
femenino". Podrían plantearse dos objeciones a la concepción binaria que acaba-
"Empuje-a-la-mujer" es el nombre dado por Lacan a esta orientación fe- mos de desarrollar (significación fálica o femenina para el goce).
menina del goce en la psicosis. Es indudable que abarca un amplio abanico La primera concierne a la equivalencia funcional aparente que podría-
clínico: el mismo Lacan propone, en 1958, estudiar el transexualismo a mos sentir la tentación de inferir entre la significación fálica en la neurosis
partir del caso Schreber. 17 Dentro de ese concepto pueden reagruparse, en- y la significación femenina en la psicosis. Ahora bien, éstas no desempeñan
tonces, no sólo los grandes delirios paranoicos de transformación en mujer, el mismo papel. La primera es universal y crea un lazo social entre los se-
como los de Schreber o el paciente de Krafft-Ebbing, que no exigen una res humanos porque está asociada a la ley común de la castración, enten-
operación porque ya experimentan en sí mismos su transformación corpo- dida como prohibición del incesto materno y simbolizada por el Nombre-
ral, sino también los casos de los llamados transexuales primarios 18 que tie- del-Padre.21 La segunda, que correlaciona el goce del sujeto y "la mujer",
nen la convicción de ser una mujer sin tener otro punto delirante que esa hace del sujeto, al contrario, una excepción a la regla a la que están some-
misma convicción y la exigencia, a veces, de una operación calificada de tidos los otros: resulta difícil entonces crear un lazo social con ellos. Esta
significación femenina del goce se apoya ora en uná simple identificación,
y está acompañada entonces por un proyecto de castración en lo real, ora
15. S. Freucl, "Les théories sexuelles infantiles'', op . cit., pág. 19. en un delirio que sólo provoca una estabilización de la psicosis y un apaci-
16. Cf. R. von Krafft-Ebbing, Psychopathia sexualis, traducción ele R. Lobs- guamiento a menudo precario al cabo de una larga construcción. El califi-
tein, París, Éclition Climats, 1990, observación 354, págs . 651-671 [traducción cativo de "asintótico", que Lacan retorna de Freud, 22 debe leerse por lo
castellana: Psychopathia sexualis: 69 historias de casos, Valencia, La Máscara,
2000], y N. Linarclou-Blanchet, "Homme se sentant femme", en Figures du pous-
se-a-la-femme, ofJ. cit., págs. 73-80.
17. J. Lacan, "D'une question préliminaire ... ", op. cit., pág. 568 y nota 1: 19. Cf. supra, capítulo VII, pág. 211 sq.
"Más aún, debemos señalar lo que la estructura que ponemos ele relieve aquí [la de 20. Cf. el caso Rock de Stoller, en Masculin ou féminin?, op. cit., págs. 144-
Schreber] puede tener ele ilustrativo sobre la insistencia tan singular, que muestran 163, que el propio autor opone al caso Mac, págs. 167-233, de un varón fetichista
los su jetos ele esas observaciones [de transexualismo], en obtener para sus exigencias ele la ropa femenina en quien el goce sigue asociado a la masturbación del órgano.
más radicalmente rectificadoras la autorización e incluso, por decirlo de algún modo, 21. Cf. supra, capítulo v, pág. 136 sq., y la nota 18 de la pág. 141.
las manos en la masa ele su padre". (Las palabras entre corchetes son nuestras. ) 22. C(. J. La can, "D'une question préliminaire ... ", op. cit., pág. 572, y S.
18. Cf. R. J. Stoller, Masculin ou féminin? , op. cit., pág. 39. Tnmbién se puede Freud, "Remarques psychana lytiques sur l'autobiographie d'un cas de para-
discernir el empuje-a-la-mujer en ciertos casos de transexuali smo femen in o; c(. s11- noia ... ", OfJ. cit., p ríg. )})() y nora J.
{Jra, capítulo VII , el caso ele Ven, pág. 187 sq.
216 SEXUACIÓN Y PSICOSIS EL EMPUJE-A-LA-MUJER 217

tanto en el "empuje-a" de la expresión "empuje-a-la-mujer". En este as- por un tiempo real, simbólico e imaginario y constituir un sínthoma, susti-
pecto, el empuje-a-la-mujer no es el descubrimiento de "la mujer", en la tuto eficaz del Nombre-del-Padre. Parece ser entonces que, si bien la cues-
misma medida en que el cambio de sexo reclamado por el transexual no tión de la sexuación sin la función fálica es un problema difícil de resolver
supera la mutilación de su apariencia corporal. Es peligroso e inadecuado, y requiere cierta dosis de inventiva de parte del sujeto psicótico, el empuje-
por ende, autorizar la operación en nombre de una supuesta libertad del a-la-mujer no siempre brinda la solución. El sujeto puede, ya sea mantener
sujeto. Empero, aunque la solución sea menos mutiladora, también parece cierto grado de vaguedad con respecto a su identidad sexual (como sucede
basta nte vano empujar al sujeto, durante la cura analítica, a una metáfora con Adalbert Stifter), 27 o funcionar durante mucho tiempo, e incluso toda
delirante en el estilo de Schreber. Otras localizaciones del goce, suscepti- la vida, gracias a identificaciones, como Schreber antes de su desencadena-
bles de inscribirse en la vida del sujeto como prácticas, o un estilo de vida miento. También puede simplemente abstenerse. Puede construir un
que le permita establecer lazos sociales, serán menos mortificantes. Lacan sínthoma con algo distinto de la sexuación (como el señor A. con la rela-
dio el nombre de "sínthoma" 23 a esa localización del goce cuando éste lo- ción padre-hijo o Maria con la compra de una propiedad). 28 Puede tener
gra anudar real, simbólico e imagi nario. además prácticas calificadas de perversas sin que sea posible asimilarlas a
La segunda objeción a una oposición binaria entre significación fálica y un empuje-a-la-mujer, el cual exige, si no el asentimiento, sí al menos cier-
femenina para el goce se refiere a la falsa simetría que aquélla induce entre to reconocimiento de su feminización por el sujeto: Schreber sa be que
lo s campos de la neurosis y la psicosis. En ellos, la neurosis está centrada "quieren" transformarlo en mujer, el transexual cree que lo es de verdad.
en el Edipo y la castración, reescritos por la metáfora paterna, mientras El empuje-a-la-mujer, por consiguiente, no es el concepto que permite
que la psicosis encuentra "su condición esencial, con la estructura que la subsumir todos los casos de psicosis y hacer de ésta un todo. No es posible
separa de la neurosis", en la forclusión del Nombre-del-Padre y de la sig- hacer que equivalga a la estructura de la psicosis y, por tanto, no respon-
nificación fálica.24 de a la exigencia lacaniana de una definición"segura y transmisible" de és-
Pero una ausencia semejante, la forclusión del Padre y el falo, rasgo ta. Su pertinencia, sin embargo, es innegable, porque el concepto expresa
común a todos los casos de psicosis, ¿significa que estarnos frente a un una tendencia frecuente de la interpretación del goce en la psicosis, la fe-
conjunto suficientemente bien definido? Así corno no hay "Todo" de las minización. Un estudio detallado de su construcción va a permitirnos cir-
mujeres, 25 acaso tampoco haya "Todo" de la psicosis. Lo cual no impide cunscribir el uso de este concepto.
que las mujeres y los psicóticos existan. La reunión de los "fuera de la ley
fálica" no basta para definir un conjunto: no hay ley común ni principio
de agrupación de los fuera de la ley. Tal vez sería juicioso interpretar así EL CONCEPTO DEL "EMPUJE-A-LA-MUJER"
la observación de Lacan: "Que los tipos clínicos competen a la estructu-
ra, es lo que puede escribirse ya, aunque no sin vacilación. Sólo es seguro Expresión tardía en su enseñanza (1972), introducida en referencia a
y transmisible en lo que se refiere al discurso histérico". 26 Queda plantea- Schreber, caso paradigmático para la paranoia, el empuje-a-la-mujer es lo
da entonces la cuestión de una definición "segura y transmisible" de la que Lacan extrajo en definitiva de ese caso. Pero el concepto tiene una lar-
psicosis. ga historia, cuyas huellas conserva. Los conceptos ana líticos se mantienen
Los sujetos psicóticos, en efecto, exhiben modos muy variados de locali-
zación de su goce, ya sea mediante prácticas o gracias a significaciones de-
lirantes. El alcohol o la droga, pero también la escritura, la matemática, la 27. Escritor austríaco para quien la Naturaleza sustituía la significación fálica.
danza e incluso el psicoanálisis y muchas otras cosas más, pueden anudar En su Bildungsroman, L'Homme sans posterité, un hombre joven llega al matri-
monio gracias al dominio de la naturaleza, "como un águila". Cf. F. Kaltenbeck,
"La nature de la mélancolie chez Stifter", en La Cause freudienne nº 36, Des fem-
mes et des semblants, 1997, págs. 28-33.
23. Cf. supra, capítulo 11, pág. 51, y capítulo IV, pág. 121. 28. La sexuación y la relación con el otro sexo se subordinan entonces al
24. J. Lacan, "D'une question préliminaire ... ", op. cit., pág. 575. sínthoma. Para el señor A., la relación con su mujer importa menos que el lazo li-
25. "La mujer no existe'', enunciado célebre de Lacan; cf. Le Séminaire. Livrl' biclinal establecido con el hijo de ella. Para Maria, el marido es un perseguidor, pe-
xx, op. cit., pág. 68, y Télévision, op. cit., pág. 60. Cf. supra, capítu lo v, pág. 152 sr¡. ro la rel ación escnci:i l co n él se ubica en el plano de los bienes y el dinero, mientras
26. J. Lacan, "Introduction a l'éd ition allemande des Écrit s" ( 1973 ), en Scilicct que l:i scx uolid :1d qunl:i t·n 1111 segundo plano. Cf supra, capítulo 11, pág. 50, y ca-
nº 5, París, Seu il, 1975, pág. 15. pft 1il o IV, p:Íg. 12 1.
EL EMPUJE-A-LA-MUJER 219
218 SEXUACIÓN Y PSICOSIS

Desde el momento en que lo hace -y poco importa su contenido- , aquélla


asociados a los estratos de su construcción y su historia. Vamos a evocar se convierte en el signo de una alteridad de la reina con respecto al orden
algunos de los hitos de éstas. simbólico y fálico representado por el r~y . Por ello, la carta representa el
significante de la mujer que es entonces la reina, pero fuera de la ley. Y ese
El seminario sobre "La carta robada".29 Lacan, Poe y Lévi-Strauss signo feminiza uno tras otro a los sujetos, pues, al poseer la carta, pasan a
estar a su turno fuera de la ley. La feminización sufrida sucesivamente por
En este seminario, en el que comenta el cuento de Edgar A. Poe, Laca n ellos en "La carta robada", por ende, no está tan ligada a la identificación
opone el ser de la mujer y la ley. El pasaje crucial que citamos 3 será reto- º narcisista con una mujer, la reina, como al hecho de ponerse fuera de la
mado por Lacan en su seminario inédito "D'un discours qui ne serait pas ley al tener la carta. Así, ésta pone en equivalencia el fuera de la ley y a
du semblant", 31 quince años más tarde: "Aquí, el signo y el ser, maravillo- "la" n1ujer. 33
samente disyuntos, nos muestran cuál se impone cuando se oponen [... ]. El comentario que Lacan hace de "La carta robada" despega la femini-
Pues ese signo es en verdad el de la mujer, en cuanto que ésta hace valer su zación de lo imaginario (la identificación en espejo con alguien del sexo fe-
ser en él, fundándolo fuera de la ley, que la contiene siempre, a causa del menino, la reina) y la liga al ser de la mujer, o a "la" mujer como fuera de
efecto de los orígenes, en posición de significante e incluso de fetiche". La la ley. Ésa será la tesis ulterior de Lacan cuando enuncie que la mujer no
tesis se inspira en Lévi-Strauss. 32 El orden simbólico es el lugar de los in- existe salvo, justamente, fuera de la ley. 34 Esta articulación de la feminiza-
tercambios exogámicos entre los linajes, que se rigen mediante leyes articu- ción, no únicamente imaginaria, con el fuera de la ley fálica, se mantiene
ladas con la prohibición del incesto. En consecuencia, el orden simbólico en el concepto de empuje-a-la-mujer. Bastará superponerla a la oposición
es aquí el lugar de la ley. Ahora bien, una mujer sólo entra en ese orden neurosis-significación fálica por un lado, y psicosis-forclusión por el otro,
como objeto de intercambio. Es lo que Lacan llama en el pasaje citado para deducir de ello que en la psicosis la feminización es una expresión del
"posición de significante e incluso de fetiche", es decir, valor fálico y se- fuera de la ley fálica entendido como forclusión.
xual del objeto de intercambio. Pero su ser de mujer no es idéntico a su va-
lor de objeto de intercambio, ni de objeto de goce de un hombre (objeto a La "cuestión preliminar": las palabras de Schreber
de Lacan), y ni siquiera a su existencia de sujeto del significante que habría
asumido todos estos aspectos. El ser trasciende aquí los valores del objeto Lo esencial del concepto del empuje-a-la-mujer procede del artículo "De
y el sujeto que pueden articularse en el orden simbólico. Ya sea como ob- una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis". En él,
jeto o como sujeto, para una mujer es imposible encontrar en el orden sim- Lacan lee las Memorias de Schreber con el texto de Freud,35 y de ese modo
bólico su ser de mujer. "La" mujer, o sea en este caso el ser de la mujer, muchas expresiones schreberianas se elevan a un rango conceptual, como
sólo puede fundarse al margen de ese orden, esto es, fuera de la ley. Si Entmannung (emasculación), Verweiblichung (feminización) o la "muerte
existe un signo o un significante de "la" mujer, no puede circular, enton- del sujeto", que el mismo Schreber describe como un largo proceso.
ces, más que al margen del orden simbólico, en el que sólo se producen los
intercambios conformes a la ley. Entmannung y Verweiblichung

La reina, fuera de la ley El marco teórico es el de la metáfora paterna en la neurosis, y el de la


fo rclusión del Nombre-del-Padre y de la significación fálica en la psicosis.
Eso es lo que representa la carta en el cuento de Poe. La reina, como es-
posa y súbdita del rey, no tiene derecho a ocultar la carta que ha recibido.

33. Lo cual inscribirá más adelante la escritura 5(1/...) de la letra como significan-
te del Otro que no existe, o sea significante de que el Otro es siempre otro, jamás
29. J. Lacan, "Le séminaire sur «La lettre volée» ", op. cit., pág. 11. reductible a un principio, en este caso el del orden y la ley fálicos.
30. Ibid., pág. 31. 34. J. Laca n, Le Sém inaire. Livre XVIII, op. cit., clase del 17 de marzo de 1971.
31. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XVIll, op. cit., clase del 18 de mayo de 197 1. 35. D. P. Schrcbcr, Mémo ires d'un névropathe, op. cit., y S. Freud, "Remar-
32. C. Lévi-Strauss, "Les principes de la parenté" , en Les Structures élém e11tt1i· q ues psych::i n:i lyt iq11 c~ sur l'::iuto bi ographie d'un cas de paranoia . .. ", op. cit., págs.
res de la parenté (1947), París, Mouton, 1967, capítul o 24, p:íg. 549 [tradu cció n 53-324.
castell ana : Las estru,cturas elementales del parentesco, lh rcr lo 11 n, P:i id 6s, 1993 1.
220 SEXUACIÓN Y PSICOSIS EL EMPUJE-A-LA-MUJER 221

En el primer caso, la sexuación de un sujeto se inscribe como ser o tener el del Universo, y que puede abandonarlo a su antojo. Así, la formalización
falo.36 La cuestión, entonces, es saber cuáles son las consecuencias de la de la Entmannung como "muerte del sujeto" por la cadaverización imagi-
forclusión sobre ese "ser o tener el falo". naria encubre la mortificación real del sujeto, como objeto del goce de
Schreber confunde la Entmannung y la Verweiblichung, pero es conve- Dios. Por lo tanto, la Entmannung tiene tres coordenadas: simbólica, la
niente distinguirlas para darles su justo lugar. 37 La primera es el efecto de forclusión del falo; imaginaria, la cadaverización en el espejo; real, el so-
la forclusión sobre "tener el falo", mientras que la segunda sustituye a metimiento al goce divino.
"ser el falo". Con el nombre de "metáfora delirante'', esta sustitución se A partir de allí, ya no hay obstáculo viril a la aceptación de la Verwei-
corresponde con la metáfora paterna en la neurosis. Si la metáfora paterna blichung, que se convierte por lo tanto en una solución del ser aceptable
sustituye el deseo de la madre por el Nombre-del-Padre, la metáfora deli- por el sujeto, una respuesta posible a la aporía inicial: ¿qué ser en el deseo
rante sustituye el deseo de la madre o su avatar del deseo de Dios por " la materno, si no se asume el valor fálico?
mujer". Pero la Verweiblichung, como solución del ser para el sujeto, cho- Lacan anticipa de tal modo su utilización de la frase con agujeros. Co-
ca con su rechazo de la Entmannung. Es necesario, por lo tanto, pasar pre- mo hemos visto, el punto de partida es que al Otro (del goce) le falta algo.
viamente por la aceptación de esta última para realizar aquélla. Lacan En el lugar de ese Otro se ubican, con el paso del tiempo, la madre, los
plantea la aceptación de la Entmannung como equivalente de la "muerte hombres, Dios, mientras que el falo, la mujer y luego una vez más la mu-
del sujeto". Éste es el momento del proceso delirante en que Schreber cree jer son identificaciones del sujeto que colman sucesivamente la falta del
estar muerto: el anuncio aparece entonces en el diario. 38 La equivalencia partenaire gozador.4 1
entre la Entmannung y la "muerte del sujeto" se justifica por el hecho de Dejaremos a un lado aquí la naturaleza maternal del Dios schreberia-
que el falo, en ese texto, es a la vez el significante de la virilidad y de la vi- no, para concluir con la feminización. En 1958, Lacan la enuncia como
da, el significante del sujeto como ser viviente. Por lo tanto, la Entman- imaginaria, 42 pero también como "goce transexual", lo cual hace quepo-
nung, o negación forclusiva que recae sobre el "tener el falo", es al mismo damos considerarla corno una combinación de real (goce experimentado
tiempo la aniquilación de la virilidad y el signo de la "muerte del sujeto". en el cuerpo) e imaginario (contemplación como mujer en el espejo). Tiene
Esta última, por otra parte, tiene su modelo en el estadio del espejo (cara a también una referencia simbólica, 43 que es un punto de ideal del yo, en
cara mortal del yo y el otro, su imagen en el espejo) y se materializa más que el sujeto se mantiene como la excepción que garantiza el orden del
precisamente en la "regresión tópica al estadio del espejo". 39 La "muerte universo contra un Dios ignorante que lo ha puesto en peligro. El sujeto se
del sujeto" aparece así como un punto mínimo de la curva descripta por el asume como fuera de la ley para crear un nuevo orden del mundo, un uni-
sujeto, en el que se anudan Entmannung y Verweiblichung: en ese punto verso organizado alrededor de él y de la ley de su ser, lo cual es propio de
cae toda "protesta viril", para retomar la expresión de Adler, y el sujeto se la paranoia. El significante "la mujer" sería el nombre de ese punto de ex-
identifica imaginariamente40 con su cadáver en una mortificación que, por cepción a la ley, sostén de un nuevo orden y correlativo del goce transe-
su parte, es máxima. En efecto, no se la puede reducir en modo alguno al xual. Como en "La carta robada'', un punto único casa entonces el ser
imaginario que le da su forma gracias al estadio del espejo. Si hay Ent- "fuera de la ley" y el significante "la mujer". Pero ese punto sólo se alcan-
mannung, es también porque el sujeto ya es el objeto del goce divino. Los za de manera asintótica, en el infinito del futuro.
rayos divinos son atraídos, captados por la voluptuosidad y la beatitud
que tienen su asiento en Schreber, lo cual es correlativo de su decadencia
viril. Él está entonces a merced de ese Dios ignorante, infractor del orden
41. Cf. supra, capítulo IV, "El delirio de Schreber'', pág. 125. La frase con agu-
jeros se escribe: ser la (x) que falta al Otro (y), o sea, sucesivamente:
1) ser el falo que falta a la madre;
36. Cf. J. Lacan, "La signification du phallus", op . cit., pág. 694. 2) ser la mujer que falta a los hombres;
37. J. Lacan, "D'une question préliminaire ... ", op. cit., págs. 564-565. 3) ser la mujer que falta a Dios,
38. En marzo de 1894; cf. D. P. Schreber, Mémoires d'un névropathe, ofJ. cit ., d onde (x) es el luga r del sujeto como complemento de la falta del Otro, e (y) el fo-
capítulo 7, § 81, pág. 79. g::i r del Otro del goce.
39. J. Lacan, "D'une question préliminaire ... ", op. cit., pág. 558. 42 . Esr:l n :prcSl' lll ad:1 por el punto i del esquema I; cf J. Lacan, "D'une ques-
40. "Soy el primer cadáver leproso y conduzco un cadáver leproso" , D. I'. 1 io n prélimin:iin· ... ", u/1 . á t., p:íg. 575 .
Schreber, M émoires d'un névropathe, op. cit., capítulo 7, § 92, pá g. 87. 41. En " I" <li-1 ' ''1 /11 1•11111 1.
222 SEXUACIÓN Y PSICOSIS EL EMPUJE-A-LA-MUJER 223

En efecto, el interés de la metáfora delirante consiste en significar y lo- res", agrega otros dos: el "no-todo", V, y la "inexistencia", 3. La barra
calizar, mediante el significante "la mujer", el goce que invade al sujeto, significa una negación. Según él, esos cuantores negados no se reducen a
ya se sitúe en su cuerpo o se atribuya a Dios. Por eso el goce de Schreber los precedentes, como sucedería si se los interpretara en la lógica clásica. 48
se le manifiesta como femenino luego de un prolongado trabajo delirante. Hay que leerlos literalmente. Del mismo modo, la negación recaída en la
Pero ese goce, por no estar limitado por la castración, se vuelve infinito función <D tiene un valor llamado "forclusivo": 49 <D(x) debe leerse "no se
como el trabajo de su simbolización. Por esa razón, la estabilización del puede inscribir«x» en la función <D", o "«X» es un valor de excepción para
goce por el significante "la mujer" se posterga sin cesar. La metáfora deli- la función <D, en el cual ésta no tiene valor de verdad". En lógica, esto que-
rante es a menudo insuficiente para anudar por sí sola real, simbólico e rría decir que "x" no es un valor perteneciente al dominio de definición de
imaginario: no logra ser un sínthoma. <D, y que <D(x) no tiene sentido. No se trataría entonces de buscar el valor
Los diversos elementos que hemos extraído del caso Schreber vuelven a de verdad de las fórmulas que contuvieran esa "x", y ni siquiera de escri-
encontrarse en muchos casos en formas fragmentarias; de allí su excepcio- birlas ... Es por eso que dichas fórmulas, a nuestro juicio, no deben consi-
nal interés. derarse como los el~mentos de un cálculo lógico. Condensan cierta canti-
dad de hechos clínicos y sólo valen por las lecturas -múltiples, sin duda-
"El atolondradicho": la "lógica" del empuje-a-la-mujer que pueden hacerse de ellos a partir de la experiencia clínica. ¿Acaso el
propio Lacan no dice, en referencia al no-todo, que se lo sugirió la expe-
En su artículo "El atolondradicho", Lacan introduce cuatro "fórmulas riencia?50 "Lógica de la sexuación", por lo tanto, debe tomarse en el sen-
de la sexuación" que distribuyen a hombres y mujeres de acuerdo con su tido de un intento de formalización con herramientas lógicas, algunas clá-
"relación con el sexo" .44 Lacan las inscribe en un cuadro de dos líneas y sicas o modernas y otras inventadas, de relaciones que describen la
dos columnas que designamos aquí "lado hombre" y "lado mujer" .45 De- relación del sujeto con el sexo.
mos a cada fórmula un nombre al cual nos referiremos a continuación: en
el lado hombre, en la primera línea, la fórmula del "padre", y en la segun- La inexistencia
da, la del "todo hombre"; en el lado mujer, en la primera línea, la de la
"inexistencia", y en la segunda, la del "no-todo". Estas fórmulas intentan Ya hemos comentado el lado hombre de esas fórmulas. 51 Un sujeto se
escribir una "lógica de la sexuación" que se apoye en la relación del suje- llamará hombre si las dos fórmulas del "lado hombre" son verdaderas,
to con el lenguaje, por una parte, y en su relación con el goce, por la otra. con los valores de "x" tomados entre los significantes de su goce. Esto vale
Utilizan para ello la función fálica, <D (_), que definimos anteriormente. 46 en el tiempo tres de la sexuación, 52 para un sujeto neurótico o perverso
La variable es "x" y representa un significante del goce para el sujeto. La que ha inscripto en el tiempo dos su goce en la función fálica. La existen-
función fálica es una función proposicional, susceptible, por lo tanto, de cia del padre como excepción a la función fálica sostiene el universal del
cuantificarse. Los dos cuantificadores de la lógica moderna son el cuantifi- hombre cuyo goce es todo fálico. Las dos fórmulas del "lado hombre",
cador universal "V" y el existencial "3 " .47 Lacan, que los llama "cuanto-

rismos "todo", "alguno" y "ninguno", que encontramos en el cuadrado lógico de


44. J. Lacan, "L'Étourdit", op. cit., pág. 21. Y agrega: "No dije: que los distri- Aristóteles que nos transmitió Apuleyo. El cuantificador universal se lee "para to-
buya por distribuir en ellas el órgano". do": "'v'x<l>x" se lee "para todo x, x se inscribe en la función fálica". El cuantifi-
45. Véase el cuadro en J. Lacan, Le Séminaire. Livre XX ... , op. cit., pág. 73: cador existencial se lee: "Existe x tal que ... ".
48. En ella, la negación del cuantificador existencial remite al cuantificador
lado hombre lado mujer universal; y la de éste a aquél. En el capítulo v, pág. 158 sq., vimos que Lacan ilus-
traba el "no-todo" mediante la negación discordancia!.
el "padre" 3xCí>x 3xCí>x la "inexistencia" 49. Cf. J. Lacan, Le Séminaire. Livre xvrn, op. cit., clases del 17 de marzo y 18
de mayo de 1971, y Le Séminaire. Livre XIX, op. cit., clase del 8 de diciembre de
el "todo hombre" 'v'x<l>x Vx<l>x el "no-todo" 1971.
50. J. Lac::in, T élévision, op. cit., pág. 63 .
46. Cf. supra, capítulo IV, pág. 110 sq. 5 l. Cf. s11¡m1, <:1 1pí1ul o v, págs. 144-5.
47. Los cuantificadores son la reescritura, en la lógica modcrn::i , de los prosdio- 52. C(. s11{1r11 , r11 p111il o v, p:íg. 141 sq.
EL EMPUJE-A-LA-MUJER 225
224 SEXUACIÓN Y PSICOSIS
mujer" .54 La referencia a Schreber indica que esta lectura sólo puede con-
contradictorias según la lógica clásica, resumen el mito freudiano de Tó- cebirse para un su jeto psicótico, que no inscribe su-goce en la función fáli-
tem y tabú: Freud con Aristóteles, decíamos. ca en el tiempo dos. Conviene entonces leer esta fórmula sola, disociad a de
El lado mujer expresa la elección de la femineidad en el tiempo tres por la del "no-todo" que implica, al contrario, la inscripción de la función fáli-
parte de un sujeto no psicótico. En efecto, el "no-todo", como ya vimos, 53 ca. Inscribir el empu je-a-la-mujer en las fórmulas de la sexuación es una
implica una parte de goce fálico. Debido a ello, es indispensable que la fór- novedad, corno lo es la expresión misma de empuje-a-la-mujer, creada en
mula del "no-todo" se lea con la del "padre": la función fálica no puede esa oportunidad. En efecto, en "De una cuestión preliminar. .. ", la femini-
existir sin el Nombre-del-Padre. Por lo tanto, el lado mujer, puesto que es zación (o transformación en mujer) se consideraba como un proceso deli-
correlativo de la fórmula del "padre", no puede concebirse sin el lado rante y no se estud iaba desde la perspectiva de la sexuación. Lacan subra-
hombre. No comentaremos esta relación; estudiaremos, más bien, la fór- yaba incluso la conservación, en el campo de la realidad, del a mor de
mula de la "inexistencia'', que se traduce en el aforismo "La mujer no Schreber por su mujer. 55 Planteaba, sin profundizar en el comentario, la
existe". cuestión de la coexistencia de ese antiguo amor con el delirio feminizante
Para leer esta fórmula, comparémosla con su simétrica del "lado hom- del sujeto. Podemos preguntarnos si, en "El atolondradicho", Lacan no
bre'', la fórmula del "padre". Según ésta, leída a partir de los comentarios quiere responder a los teóricos del género, 56 que proponen una teoría de la
de Lacan en "El atolondradicho", existe una excepción a la función fálica sexuación exclus ivamente basada en la identificación y apoyada en gran
que funda el conjunto de los hombres como un todo, y "El hombre" como medida en el estudio del transexualismo. Si el empuje-a-la-mujer es un ele-
un universal. La fórmula de la "inexistencia" se lee entonces así: no existe mento de la teoría de la sexuación, se convierte en una alternativa teórica
excepción a la función fálica que funde el conjunto de las mujeres como al género en el dominio de la psicosis; las fórmulas de la sexuación ya son
un todo y "La mujer" como un universal. No se puede poner en este lugar una alternativa semejante en el campo de la neurosis y la perversión.
a la madre, que "transmitiría" la femineidad a su hija, como el padre la vi- Traducimos la fórmula de la " inexistenci a'', del lado mujer, mediante
rilidad a su hijo, por medio de la castración. La femineidad de la hija su- el aforismo " la mujer no existe". ¿De qué manera es esto compatible con
pone, si seguimos a Freud en lo que se refiere al complejo de castración fe- una nueva lectura de esta fórmula corno inscripción del empuje-a-la-
menino, un desvío necesario por el padre. Tampoco puede pensarse que mujer? En efecto, en lo que se refiere a Schreber, el emp uj e-a-la-mujer pa-
exista un significante de la mujer en el inconsciente, ni que haya un "in- rece suponer, al contrario, la existencia del significante "la" mujer: la
consciente femenino" antifálico. Esto es coherente con el postulado de que "metáfora delirante" se lee como la sustitución del "deseo-de-la-madre" o
el "Otro goce'', la parte no fálica del goce femenino, no tiene inscripción su eq uivalente, el deseo de Dios, por "la mujer" .57 "Ser la mujer que falta
inconsciente: en ese sentido, pero sólo en ese sentido, no existe. a Dios" sería la escritura que describe el estado terminal del delirio.
"La mujer no existe" es, para Lacan, un real que hay que vincular a
"no hay relación sexual". La neurosis transforma ese real en pregunta.
Así, la histérica se interroga sobre la esencia de la mujer: "¿Qué es una
54. Cf. J. Lacan, "L'Étourd it" , op. cit., pág. 22: "Podría aquí, con desarrollar
mujer?". Lo hace por medio de una identificación viril imaginaria, como la inscripción, que hice mediante una función hiperbólica, de la psicosis de Schre-
Dora con el señor K., y a menudo a partir de otra mujer (la señora K. para ber, demostrar en ella lo que tiene de sardónico el efecto emp uje-a-la-muj er que se
Dora). Pero, en oposición a lo que sucede en la psicosis, no construye la especifica en el primer cuan tor: habiendo pensado que es por la irrupción de Un-
ficción de la mujer en torno del goce del que ella es objeto. Su pregunta se padre como sin razón, que se precipita aquí el efecto experimentado como forza-
origina, al contrario, en el vacío provocado por su negativa a servir de ob- miento, en el campo ele un Otro que ha de pensarse como lo más ajeno a tocio sen-
jeto de goce para un hombre (huida histérica). tido".
Hemos dicho que las fórmulas de la sexuación sólo valen para un suje- 55. J. Lacan, "D'une question préliminaire ... ", op. cit., págs. 573-574.
to que inscribe su goce en la función fálica, en el tiempo dos. Eso es lo que 56. El libro de Stoller, Sex and Gender, traducido en francés como Recherches
sucede, al menos, en el caso de las fórmulas del "padre", del "todo hom- sur l'identité sexuelle, op. cit., apareció en 1968, y Lacan menciona a este autor en
bre" y del "no-todo". Pero Lacan propone, en "El atolondradicho'', otra D'un discours qui ne serait pas du semblant, en referencia al transexualismo, el 20
de enero de 1971. Elogia la transmisión de los casos que hace Stoller, pero le "re-
lectura de la fórmula de la "inexistencia", mediante el "empuje-a-la-
procha" eli dir el aspecto psicótico de los casos de transexualismo, por ignorancia
de la forclusión drl Nomb re-del-Padre.
57. C(. S ll{l/"11 , p.ig . )2 1.
53. Cf. supra, capítulo v, pág. 146 sq.
226 SEXUACIÓN Y PSICOSIS EL EMPUJE-A-LA-MUJER 227

Hay dos maneras de resolver esta contradicción aparente. La primera función hiperbólica". Alude aquí al esquema de "la estructura del sujeto al
compete a la lectura de las fórmulas de la sexuación. "La mujer no existe" cabo del proceso psicótico", que había establecido en "De una cuestión
debe compararse, por una parte, con el "no-todo" del lado mujer: implica preliminar. .. " .62 El esquema se inspiraba en la forma de una hipérbole, y la
entonces la existencia de la función fálica y del padre. Por lo tanto, "la feminización del sujeto estaba inscripta en ella a lo largo de una de las ra-
mujer no existe" va en ese caso con "el padre existe". Pero si leemos la mas asintóticas de esta curva, como si apuntara al infinito. Lacan tomó el
fórmula de la "inexistencia" como el empuje-a-la-mujer, lo hacemos en el término "asintótico" de Freud, quien comentaba así el aplazamiento remo-
contexto de la psicosis, en el cual depende de la forclusión del Nombre- to de la realización de la transformación en mujer. 63 Esta ambigüedad de la
del-Padre y del falo. Es preciso leerla entonces como "el padre no existe" feminización, ya sucedida en la forma de esbozo y proyectada, sin embar-
y "la mujer existe". Volvemos a encontrar con ello lo que habíamos dedu- go, en un futuro indefinido, está presente en el texto mismo de Schreber,
cido de "La carta robada": "la" mujer sólo puede existir fuera de la ley fá- quien escribe: "Sólo a título de una posibilidad que haya que tener en cuen-
lica. Hay en consecuencia una "rivalidad" exclusiva, en la estructura, del ta le digo: mi emasculación, sin embargo, aún podría producirse, al efecto
Nombre-del-Padre y el significante "la" mujer. La disposición frente a de que una nueva generación salga de mi seno por obra de una fecundación
frente de las fórmulas del "padre" y la "inexistencia" puede interpretarse divina". 64 No obstante, en la introducción de las Memorias afirmaba lo si-
en ese sentido. Sin embargo, esta explicación tropieza con una objeción: guiente: "Por dos veces ya [... J tuve órganos genita les femeninos, aunque
¿por qué representar la existencia de "la" mujer en la psicosis, precisamen- imperfectamente desarrollados, y experimenté en el cuerpo movimientos de
te mediante una fórmula de inexistencia? Esto nos lleva a nuestra segunda sa ltos, parecidos a las primeras agitaciones de un embrión humano. Ner-
respuesta, clínica, a la contradicción precedente. Hay que matizar la exis- vios de Dios, correspondientes a un semen masculino, habían sido proyec-
tencia de "la" mujer en la psicosis. Ya lo hicimos implícitamente al desta- tados hacia mi cuerpo por un milagro divino, y de ese modo se había pro-
car la diferencia y la disimetría entre la orientación del goce por el falo y ducido una fecundación". 65 Esas contradicciones del delirio confirman que
por "la" mujer.58 En la neurosis, el falo, significante universal, es una refe- la existencia de "la" mujer no es más que la de una construcción levantada
rencia del discurso materno, antes de que el Nombre-del-Padre llegue a sobre el vacío, imputable a la forclusión del Nombre-del-Padre y el falo. La
darle su status de punto de referencia para el goce del sujeto. No es el ca- forma de la expresión "empuje-a-la-mujer" evoca ese aspecto no consuma-
so de "la" mujer, que el sujeto debe construir como una ficción. De allí el do, inconcluso, de work in progress del trabajo delirante.
carácter asintótico de la construcción schreberiana y la complejidad del de- Las dos negaciones contenidas en la fórmula de la "inexistencia" que,
lirio que requiere. La clínica muestra sus numerosas facetas, de las que la según Lacan, no se anulan, evocan la misma tendencia infinita. "No exis-
construcción de Schreber no es más que un ejemplo. te ningún punto x que constituya una excepción a la función fálica" - ese
En una joven en análisis, la ficción de "la mujer" surge en los poemas punto sería "la" mujer- induce la idea de una búsqueda infinita . Se pue-
que escribe con los rasgos de la diosa Atenea que castiga a la pobre Aracne den verificar, someter a prueba hasta el infinito todos los puntos, uno por
(ella misma).59 En otro caso, el sujeto deberá hacer una larga tesis universi- uno: "la mujer" no se encontrará en ninguno. En el caso de Schreber, es el
taria sobre la condición femenina. En otro, años de escritura de relatos y
novelas de amor en las que ella es la única heroína. En Ven, 60 hemos visto
que la ficción de la mujer, futura partenaire, se acompañaba de una teoría 62. J. Lacan, "D'une question préliminaire ... ", op. cit., pág. 571. El esquema
ya elaborada sobre el amor absoluto y la verdad que exige. "La" mujer sólo es el "esquema J.
existe en la psicosis como un punto de fuga de la perspectiva delirante, co- 63. S. Freud, "Remarques psychanalytiques sur l'autobiographie d'un cas de
mo un punto en el infinito. Lacan lo subraya en "El atolondradicho" ,6 1 paranoia ... ", op . cit., pág. 296: "No obstante, el sentido de la realidad, que en el
cuando evoca "la inscripción [... ] de la psicosis de Schreber mediante una ínterin se había fortalecido en el paciente, lo obliga en el presente a postergar para
un futuro remoto la solución hallada, a contentarse, por así decirlo, con una elabo-
rac ión asintótica de su deseo. Prevé que su transformación en mujer se producirá
alg ún día; hasta ese momento, la persona del presidente Schreber se mantendrá in-
58. Cf. supra, pág. 214. des tructible". Cf. también pág. 296, nota l.
59. Cf. infra el relato del caso Eisa, capítulo rx, págs. 239-40. 64 . D. P. Schrcber, Mémoires d'un névropathe, op. cit. (293), pág. 237. Citado
60. Cf. supra, capítulo VII, pág. 187sq. por Frcud, "Rc m:irq ucs psyc hanalytiques ... ", op. cit., pág. 296.
61. Cf. supra, pág. 224, nota 54. La hipérbole es una curva plana, cada una de 5. D. P. Sc lirt·lwr, M1:111oires d'un névropathe, op. cit. (4), pág. 21. Citado por
cuyas ramas se acerca en el infinito a una línea recta, sin coincidir jamás con ell a. Frc:ud, " R c.:m:ir qu¡ ·~ ¡l\)1d1.i11nl y1iqucs ... ", op. cit., pág. 282.
228 SEXUACIÓN Y PSICOSIS
EL EMPUJE-A-LA-MUJER 229

sujeto mismo quien realiza ese recorrido, forzado por el goce. Ése es el
rencia, dada por el Larousse 70 corno legenda ria, atribuye la risa sa rd ónica
sentido del empuje-a-la-mujer.
a la máscara convulsa de los torturado s que los invaso res cartagineses sa-
En una frase de sus Memorias, 66 Schreber utiliza también una doble ne-
crificaron a Baal en 512 a.c. en Cerdeña . El sacr ificio consistía en quemar
gac ión. Acaba de comproba r en su cuerpo las marcas indud ab les de la fe-
vivos a sus prisioneros, los sa rdos, dentro de co losos de bronce. "Sardó ni -
mineidad. Reafirma ento nces su voluptuosidad, un nombre del goce. Su
co" pone en primer plano el carácter mortificante del goce . Freud es sens i-
cuerpo, dice, está "penetrado por nervios de la voluptuosidad" a l punto de
ble a él, 71 cuando seiiala la equiva lencia schreberiana entre la voluptuosi-
" no poder ser superado por ninguna criatura femenina". El sentido de esta
dad sexua l -sobre todo femenina- y la beatitud de la s a lmas mu ertas.
afirmación es que él es la mujer de las mujeres, del mismo modo que se ha-
Lacan asocia la mortificación a la "decadencia" de "la criatura", "correla-
bl a del santo de los santos, y goza femeninamente más que cualquiera de
tiva de la c;aptación de los rayos divinos por la voluptuosidad que los clava
ellas. Si uno quisiera verificarlo, tendría que comparar su goce con el de
a Schreber". 72 Pone en entredicho, por lo tanto, el sometimiento a un Dios
cada mujer, una por una, en el presente y el futuro, intemporalmente; una
intruso e invasor. La mortificaci ón se debe al hecho de ser el objeto del go-
tarea infinita ...
ce del Otro, sin límite alguno. Hemos presentado el empuje-a-la-muj er co-
Podríamos reescribir así la frase de Schreber: "No existe ninguna cria-
mo una interpretación del goce gracias al significante "la" rnujer. 73 "El
tura que, en cuanto al goce, sea más mujer que yo". De tal modo, el suje-
atolondradicho" insiste m ás bi en en el forzamiento del suj eto: esta inter-
to mismo cuenta, en el infinito y al cabo de esa verificación asintótica, con
pretac ión ta mbién tiene efectos devastadores. No es una simple simboliza-
encarnar a la mujer. Pero la formulación que da de ello no es la de una
ción del goce: interactú a con éste. No tenemos de un lado el goce y del
afirmación simple, sino la de una doble negación que condensa: 1) soy
otro el len guaje que permite nombrarlo , sino un entrelazamiento de am-
único; 2) esta certeza se apoya en lo real de mi voluptuosidad que no se
bos. La id ea de "la" mujer se impone a un sujeto qu e debe interpretar su
inscr ibe en la función fálica (forcluida); 3) la prueba de ello es infinita,
goce. Esta interpretac ión induce el efecto de empuj e-a- la-mujer, se ntido
pues exigiría una verificación en cada mujer, una por una: la que pondría
como un forzamiento que Schreber imputa a un Otro gozador. Entre sig-
fin a la verificación no ex iste.
nificante y goce se in staura un a especie de dialéctica, como la que Freud
describe en "Sobre las teorías sex ua les infantiles".74 El niño elabora esas
Un efecto sardónico
teorías a partir de su goce, y estas construcciones, a su vez, influyen luego
sobre su goce.
En su frase de "El atolondradicho'',6 7 Lacan emp lea el ad jetivo "sardó-
nico" para ca lificar el "efecto de empuj e-a-la-mujer". Esta palabra suscitó,
a justo título, la atención de Carmen Ga llano.68 El origen etimológico del
adjetivo es la palabra griega sardonios, que es el nombre de una hierba ve-
nenosa de Cerdeña. Según Ambroise Paré, citado por E. Littré, esta planta,
la sardonia, volvía insensatos a los hombres, " de modo que parece que el
enfermo ríe, de donde procede como proverbio la risa sardónica, para alu -
70. Larousse, G rand Dictionnaire universel du X!Xe siecle, París, 1875, tomo
dir a una risa des dichada y mortal". Paré, además, califica de "forzada "
14.
esa risa, lo cua l hace eco, a nuestro juicio, a l "forzamiento" experimenta - 71. S. Freud, "Remarques psychanalytiques sur l'auto biograp hie d'un cas de
do, según Lacan, 69 por el sujeto sometido al emp uje-a-la-mujer. Otra refe- paranoia .. . ", op. cit., págs. 279-280.
72. J. Lacan, "D'une question préliminaire ... ", op. cit., págs. 569-570.
73. Cf. supra, págs. 217-8 .
74. S. Freud, "Les théories sexuelles infantiles", op. cit., págs. 21 y 25. Cf. su-
66. D. P. Schreber, Mémoires d'un névropathe, op. cit. (279), pág. 228. La fra -
pra, capítulo 111 , págs. 92-3. Esta misma idea de una dialéctica vuelve a encontrarse
se también utiliza una doble negación en alemán.
en "D'une question préliminaire ... ", op. cit., págs. 572 y 577, si recordamos que
67. Citada supra, pág. 224, nota 54.
; n esa época Lacan sit úa el goce en lo imaginario: "Se destacan las relacion es por
68. C. Ga llano, "Horroris causa", en Lettre mensuelle nº 11 O, París, ECF
lns cuales los efectos de inducc ión del significante, referidos a lo imaginario, deter-
ACF, junio de 1992, págs. 22-25.
111i11a11 esa conmoció n d\: I sujeto que la clínica designa con las apariencias del cre-
69. "El efecto sentido como un forzamiento"; J. Lacan, "L' l: rourdit", op. cit .,
pli~ c ulo del mundo, rrquiri\:ndo para responder a él nuevos efectos de sign ifican-
pág. 22. Cf supra pág. 224, nota 54.
tt' ". C(. i11(m, rnp111do tX, p:íg . 23 8 sr¡.
230 SEXUACIÓN Y PSICOSIS EL EMPUJE-A-LA-MUJER 231

La irrupción de Un-padre mo. Ahora bien, el ideal materno que domina esa imagen es justamente el
vector de su futuro empuje-a-la-mujer amoroso; Josiane rechaza muy
En "El atolondradicho", Lacan establece un vínculo de causa a efecto tempranamente el significante "malo" con el Nombre-del-Padre al que es-
entre el padre ("la irrupción de Un-padre como sin razón") 75 y el efecto tá asociado, para situarse del lado de las mujeres en donde puede reinar
de empuje-a-la-mujer. Por otra parte, la fórmula de la "inexistencia" (in- el "bueno", sin que pese a ello su definición sea muy clara. Por último, en
terpretada como la del empuje-a-la-mujer) enfrentada a la fórmula del los casos de psicosis declarada, a menudo puede observarse una coinci-
"padre" nos invita a estudiar las relaciones entre rechazo forclusivo del dencia entre los momentos en que el sujeto se enfrenta al vacío de la for-
padre y empuje-a-la-mujer. Para Schreber, la idea de ser una mujer es uno cl usión del Nombre-del-Padre o el falo y los accesos de feminización deli-
de los signos precursores del proceso delirante del que él es objeto: "Qué rante o de recurso a una localización del goce mediante alguna figura de
hermoso sería ser una mujer en trance de sufrir el acoplamiento". Ese "la" n1ujer.
fantasma, que en sí mismo no es específico de la psicosis, se presenta jus- Una joven mujer en análisis, Chloé, da testimonio así del siguiente fe-
to antes del desencadenamiento: 76 entre su designación, en junio de 1893, nómeno, que considera sobrenatural. Cada vez que sale a la calle luego de
como presidente de cámara en la corte de apelaciones del Land de Dres- haber tenido relaciones sexuales satisfactorias con su pareja, los rostros de
de, que constituye un llamado al Nombre-del-Padre, y la eclosión de su los transeúntes a quienes mira se pegan al suyo y lo sustituyen, sustrayén-
segunda enfermedad, en octubre del mismo año. En consecuencia, el lla- dole su identidad. El resultado es una angustia intensa, y después "malos
mado al Nombre-del-Padre forcluido es seguido de inmediato por el efec- pensamientos" sobre su analista. Mientras que Chloé se siente no mujer,
to de empuje-a-la-mujer, anunciado por ese fantasma. En la psicosis, la andrógino monstruoso, la analista se convierte en un personaje femenino
evocación del Nombre-del-Padre o del falo suscita a veces el efecto de ambiguo y maléfico, que ella compara con Catherine Deneuve en Le Cou-
empuje-a-la-mujer. Consideremos, efectivamente, los casos de lves, Ven y vent [El convento]. 78 En esa película inspirada en Fausto, que ella me
Josiane que ya hemos comentado. 77 Desde que puede recordarlo, lves re- cuenta, Deneuve hace el papel de una mujer enigmática, Hélene. Al princi-
chazó a su padre, asimilado a un desecho, y con él toda la clase de los pio, Hélene se compara a una estatua de la Virgen que desapareció de la
hombres. Se ve empujado entonces hacia el otro lado, el de las mujeres, capilla de un extraño convento mantenido por una pareja que se dedica a
en el cual tiene una posibilidad de valer algo. Al regreso de su padre, Ven hacer misas negras. Un seductor tenebroso, Baltar -de hecho un emisario
se precipita hacia la imagen alienante que es la matriz de su transexualis- del diablo-, recibe en él a los visitantes. El profesor Padovic, marido de
Hélene, busca la verdadera identidad de Shakespeare en los archivos del
convento . Se enamora de Piedade, una joven inocente que se ocupa de la
75. J. Lacan, "L'Étourdit", op. cit., pág. 22. "Un-padre" designa, en "D'une biblioteca. Hélene, celosa, exige a Baltar que trate de seducirla y hacer que
question préliminaire ... ", op. cit., págs. 577-578, lo que desencadena la psicosis, al muera. Puesto en peligro por la pureza de la relación de Piedade con Dios,
obligar al sujeto a recurrir al Nombre-del-Padre forcluido: "Es preciso, además, Baltar sucumbe a su propia trampa y muere con la joven. De tal modo,
que este Un-padre llegue al lugar en que el sujeto no pudo llamarlo antes. Basta Hélene obtiene lo que quería sin pagar el precio prometido a Baltar, y en
para ello con que el Un-padre se sitúe en él en posición de tercero en alguna rela- lo sucesivo se consagra, junto con su marido, a investigaciones sobre las
ción que tenga como base el par imaginario a-a', es decir, yo-objeto o ideal-reali- ciencias ocultas. ¡Es una mujer tan diabólica que se burla incluso de Bal-
dad, interesando al sujeto en el campo erotizado de agresión que induce". Lacan tar-Mefistófeles!
da tres ejemplos de esta "coyuntura dramática": "Para la mujer que acaba de dar La secuencia ilustra en principio la severa perturbación de la relación
a luz en la figura de su esposo, para la penitente que confiesa su falta en la perso- de Chloé con su cuerpo, aquí concebido como una superficie, cuando el
na de su confesor, para la muchacha enamorada en el encuentro con el padre del
goce sexual experimentado no puede vincularse a la significación fálica
joven". En el caso de Schreber, el llamado al significante del Nombre-del-Padre es-
taría ligado a su candidatura al Reichstag (primera crisis) y a su designación en la
forcluida. El sujeto está por lo tanto en el vacío para interpretar ese goce.
Corte Suprema como Se11atspraside11t (segunda crisis), contra el telón de fondo de La máscara que se pega sobre su rostro está literalmente cortada de la
su decepción por no ser padre (pág. 581). imagen del otro, con la cual el sujeto se identifica en espejo. Se trata de un
76. D. P. Schreber, Mémoires d'un névropathe, op. cit., capítulo 4, § 36, págs.
45-46.
77. Respectivamente en los capítulos VII (Ven, págs. 187-8, e Tvcs, p::ígs. 200-1) 78. Películ :i filnrnd :1 r.; n 1995 por Manoel de Oliveira, con C. Deneuve, J. Mal-
y IV (Josiane, pág. 106). kovi ch, L. Silvrim y L. M . Cintr:i .
232 SEXUACIÓN Y PSICOSIS EL EMPUJE-A-LA-MUJER 233

fenómeno ligado a la identificación imaginaria del estadio del espejo. La mujer supone, en el caso Schreber, la confrontación con las exigencias sin
operación es gobernada por la mirada. Sin embargo, las funciones del fin de un Dios in epto y tiránico.
cuerpo y sus órganos no se alteran, como ocurre a menudo en la esquizo- Así, el empu je-a-la-mujer no es só lo una interpretación del goce; por su
frenia. (Chloé, por ejemp lo, no se siente asfixiada por esa másca ra vo lan- carácter de exigencia perpetua de una satisfacción, aunque se impute a l
te.) En el momento en que se presenta el goce, el su jeto sufre una doble Otro, se manifiesta también como una tendencia de la pulsión80 específica
pérdida de ident id ad: ya no sabe quién es y debe repetirse su propio nom- de la psicosis.
bre. A continuación, pierde la sensación de su identidad sexual femenina.
En consecuencia, nombre propio y sexuación se ponen en entredicho en
ese fenómeno de despersonalización que se manifiesta como una regresión
instantánea al estad io del espejo. C hloé recurre entonces a una figura fe-
menina amenazante, asociada a la ana li sta a quien acaba de contar lo que
le sucede. Al fijar así a "la" mujer, puede recuperar su identidad nominal
y sex ual. C hloé atribuye una sign ificación delirante y un poco maléfica al
acto sexua l y sus secue la s: está "embrujada". Este ejemplo, como el de
Ven, nos muestra que el empuje-a-la-muj er no siempre implica que el suje-
to mismo quiera o crea encarnar a la mujer, como es el caso de Schreber.
Esta ficción que viste un no-ser, el significante "la" mujer, sólo debe loca-
lizarse en alguna parte.
Antes de estudiar el empuje-a-la-mujer a partir de casos analizados, re-
tomemos algunos aspectos de este concepto lacaniano. "La mujer" consti-
tuye una a lternativa, en la estructura, al Nombre-del-Padre y la significa-
ción fálica. De allí la frecuencia, en la psicosis, de una polarización del
goce por "la mujer". Esta orientación femenina es suscitada, en particular,
por lo que evoca el Nombre-del-Padre forcluido -lo que Lacan llamó "Un-
padre"-, así como por lo que neces itaría la significación fálica : la sexuali-
dad infantil , las emociones pul sionales de la adolescencia, el acto sexua l.
Sin embargo, "la mujer" no tiene en la psicosis la misma función que el fa-
lo en la neurosis. Clínicamente, se presenta ora como la fijación en una
im agen, ora como una asp ira ción delirante, más que como un dato signifi-
cante. La tendencia a interpretar el goce como "femenino" no carece de
efecto de retroceso: sobre el goce y sobre el sujeto. En el caso Schreber, la
necesidad de una "emasculación" ligada a la forclusión fálica impone la
"muerte del sujeto". Tentación suicida, cadaverización del cuerpo, pérdida
del sentimi ento íntimo de la vida, 79 caducidad de la identidad viril, beatifi-
cación letal del goce son otras modalidades de esa forclusión. Hay que
agregar a esta li sta, en otros casos, las tentativas de automutilación, de au-
tocastración y ciertas demand as de operación quirúrgica. A los efectos de
80. En referencia a la pulsión, Freud distingue el representante pulsiona l y la
la forclus ión del falo se suma la mortificación provocada por el forzamien - moción pulsional, o sea, en otras palabras, la vertiente del significante y la del go-
to que obliga a ser el objeto del goce del Otro. En efecto, el empuje-a-la - ce. A causa de la repres ión, sus destinos se separan durante la formación del sínto-
ma neurótico. Pero estas dos dimensiones siguen estando estrechamente imbricadas
en el empujc-n-l:1-111uj n, no sometidas a la represión porque en la psicosis no existe
79. Hemos encontrado este fenómeno en el caso de l:i 11111 c h:1c ha qu e dc cín la barrera de In 1::1~1 l'nl ii'lll . C( S. Freud, lnhibition, symptome .. ., op. cit., capítu lo
" soy un pescnd o" y exigía un a ciru gía cs rét icn; e( cn pí11ilo 11 1 p .Í ¡', ~ . (18 '). , p:íg. 7 sr¡ .
IX

EMPUJE-A-LA-MUJER Y
CLÍNICA DE LA SEXUACIÓN

Nuestro estudio clínico y teórico nos ha demostrado que el empuje-a-


la-mujer no es únicamente un elemento esencial del caso Schreber, por pa-
radigmático que éste sea, sino un concepto de aplicación amplia y precisa.
Se trata de un proceso psicótico específico que articula el goce (real), el
problema de la ley (simbólico) y la imagen (imaginario). En los casos de
psicosis en que se lo observa, 1 tiene consecuencias sobre la sexuación del
sujeto que nos gustaría examinar a continuación.

EL EMPUJE-A-LA-MUJER
CONTRA EL NÚCLEO DE IDENTIDAD DE GÉNERO

No podemos sino aprobar a R. Stoller2 cuando afirma que el hecho de


encontrar fantasmas y comportamientos de tipo femenino en un hombre
no constituye la prueba de que no sea un hombre. Casi podríamos agregar
que, al contrario, son completamente compatibles con la sexuación mascu-
lina, porque los rasgos de perversión son en ésta más acentuados que en
las mujeres. Por otra parte, la ostentación viril, a causa de su lazo con la
mascarada fálica, parece a menudo un poco femenina. 3

l. Dijimos que no se daba en todas las psicosis (cf. capítulo VIII, pág. 214) y
que no era la única manera de resolver el problema del sexo para un sujeto que, en
el tiempo dos de la sexuación, rechaza la función fálica. (Cf. la solución de !ves
med iante la "id cmifi c::ición clasificadora", capítulo VII, pág. 200.)
2. R. J. Sto lkr, lfrr f;erches sur l'identité sexuelle, op. cit., pág. 68 .
. C( J. l.acn 11 , " l ,11 , i,., nific:i tion du phallus", op. cit., pág. 695.
236 SEXUACIÓN Y PSICOSIS EMPUJE-A-LA-MUJER Y CLÍNICA DE LA SEXUACIÓN 237

Pero cuando sostiene que Schreber tiene un "núcleo de identidad de gé- de id entidad de género" masculino, del que tiene un conocimiento inalte-
nero" masculino, nos preguntamos si esto caracteriza verdaderamente su rable, no impide que Scbreber acepte el sacrificio de su virilidad con vistas
sexuación. Es cierto que Scbreber tiene un delirio que es só lo parcial. Sa- a su transformación en mujer. El "núcleo de identidad", por lo tanto, no
be que en la vida es un hombre y nunca deja de afirmar el amor y el respe- es lo más importante para él en ese caso. La relación del sujeto con el go-
to que siente por su esposa, lo cua l es efectivamente muy importante. Por ce domina su yo. Su caso, corno el del joven antes mencionado, nos confir-
lo ta nto, en el plano del yo [moi] y con la condición de no estar en un mo- ma la necesidad de considerar que su sexuación es esencia lmente diferente
mento muy delirante, pertenece al género masculino. Pero si consideramos de la de un neurótico, porque él no ha inscripto su goce, en el tiempo dos,
ese plano del yo como lo esencia l, ¿no nos condenamos a dejar de lado la en la función fá lica . Debido a ello, no se puede hablar de su sexuación en
evo lución delirante, en especia l los registros de la Entmannung y la Ver- los términos del ti empo tres articulado con la función fálica, vale decir, co-
weiblichung? ¿No pasamos también por alto su relación con el goce y la mo toda fálica (hombre) o no-toda fálica (mujer). Su sexuación se caracte-
feminización, que le parece tan real que escribe un libro sobre ello y con- riza por el empuje-a- la-m uj er (distinguido por lo tanto de una sex uación
voca a la Ciencia a verificar en su cuerpo la transformación en mujer que femenina "no-toda") con una aceptación correlativa por parte del sujeto
ha sufrido? 4 de la as ignación del "discurso sexual" del tiempo dos, según la cua l es un
Atendimos durante un tiempo a un hombre jove n, Louis, que luchaba hombre. Esa as ignación le da una especie de identidad viril socia l, fam iliar,
con todas sus fuerzas, desde la pubertad, contra la idea insistente, insopor- yoica, suficiente para sostener durante un tiempo una "protesta viril"; pe-
table e invasora de que era "como una mujer" e iba a "volverse homose- ro termina por sucumbir al proceso psicótico. Por consiguiente, no consi-
xua l" . Su vida, decía, se había convertido en un ca lvario: apreciaba, como derarnos al presidente Schreber como un transexual, pues éstos no acep-
Schreber, su identidad viril. Ahora bien, cada vez que tenía que intervenir tan, en el tiempo dos, el sexo que les as igna el discurso sexua l. Pero el
la significación fá li ca debido a la puesta en juego de la sexua lid ad mascu- empuje-a-la-mujer orienta su sexuac ión, imponiéndose como interpreta-
lina, lo que surgía con fuerza era, al contrario, la significación femenina, a ción masiva del goce, en lugar de la significación fálica forcluida. La signi-
causa de la forclusión de aquéll a. 5 Si se masturbaba, se acordaba de rela- ficación así dada al goce, tanto el suyo corno el de su partenaire, ese Dios
tos pornográficos recitados por una voz de mujer en primera persona. Si que goza exclusivamente de él, es "toda" femenina, como diríamos por
hacía el amor con una mujer, exper im entaba en su propio cuerpo la sensa- nuestra parte. En el caso de esos sujetos, cuando acuden al aná lisis, casi no
ción que suponía en ella. En el momento de la penetración, el pensamien- puede esperarse nada mejor que una reducción progresiva de la metáfora
to de que podrían sodomizarlo le provocaba impotencia. Si sus compañe- delirante, por su delimitación en el marco analítico. O bien, gracias al aná-
ros bromeaban sobre una actriz y "sus grandes pechos'', se sentía aludido lisis, el sujeto inventará un nuevo apoyo para una identificación viril sus-
e interpretaba que se referían a una cirugía estética que también él debía tentable (cf el caso de Ives, en el capítulo vn), 6 o se constituirá un síntho-
hacerse para tener busto. Si veía a un deportista musculoso en la televi- ma (el caso de Serge, más adelante). 7
sión, se le ocurría la idea compu lsiva de que la admiración que experimen- Pero si bien el empuje-a-la-mujer no choca con la identidad femenina
taba por ese hombre no podía ser más que un deseo sexua l, que sin embar- de una mujer psicótica no transexual, también en este caso es conveniente
go no sentía, etc . distinguir clínicamente ese empuje-a-la-mujer con respecto a la sexuación
Frente a la gravedad de semeja ntes problemas, al margen de que la psi- femenina no-toda. Veremos, justamente, que el primero puede tener efec-
cos is se baya desencadenado e instaurado o no, parece irrisorio invocar el tos deletéreos.
"núcleo de identidad de género". En la práctica se plantean dos cuestiones: en los casos en que el empu-
Estos casos nos obligan a diferenciar entre una teoría del género y una je-a-la-mujer no objeta la identidad sexual escogida -explícitamente, en el
teoría de la sexuación que no se reduzca a las identificaciones, sino que plano del yo- por el sujeto, ¿debe alentarse esta solución al problema de la
considere corno primordial la relación del sujeto con el goce. Su "núcleo sexuación? Por otra parte, ¿puede el empuje-a-la-mujer ser una solución a
la búsqueda de la identidad sexual?
Hemos visto que se trataba de una orientación estructuralmente "pre-
4. D. P. Schreber, "Avant-propos'', en Mémoires d'1m névropathe, op. cit. (3 ),
pág. 9.
5. Como vimos anteriormente en el caso del paciente de Krafft -Ebbin g. C(. su- . Cf. s11pra, p:í¡;. 200 .
pra, capítulo v1 11 , pág. 214. 7. cr i11fm, p:i g-.. 1. ~ r. 7.
238 SEXUACIÓN Y PSICOSIS EMPUJE·A-LA-MUJER Y CLÍNICA DE LA SEXUACIÓN 239

parada'', que se explica por la equivalencia "girl =falo" señalada por O. en el lugar de ese Otro del goce y multiplicar los efectos negativos del "re-
Fenichel.8 Esta equivalencia está latente en el discurso corriente y por lo vés", como lo veremos en el caso de Eisa. Esto debe incitar al analista a
tanto a disposición del inconsciente: si "falo" está forcluido, "girl" se ubi- utilizar con prudencia el empuje-a-la-mujer en la cura.
ca en el primer plano. Además, como ya lo comentamos,9 el rechazo del Así, en el caso de Ives, la solución previa al análisis era el empuje-a-la-
padre y sus s.ignificantes en la psicosis arroja al sujeto del lado mujer. mujer, con una tendencia a poner su cuerpo a disposición de cualquiera en
Nuestra experiencia del psicoanálisis de las psicosis nos induciría más bien la calle, tendencia que lo horrorizaba y provocaba deseos suicidas. La solu-
a responder por la negativa las preguntas antes mencionadas. Pero el pro- ción hallada en el análisis, que calificamos de identificación clasificadora, se
fesional no siempre tiene este margen de maniobra y debe contar entonces oponía a esa tendencia deteniendo el desencadenamiento "homosexual" y
con el empuj,e-a-la-mujer, como en el caso de Ven. También hay situacio- feminizante. La idealización de la muj.er persistía, aunque muy atenuada, y
nes en que el sujeto logra hacer de su empuje-a-la-mujer un sínthoma, co- se incorporaba a una relación de amor elegida, con su pareja, mientras que
mo, lo ilustran más adelante los casos de Hélene y Serge. el doble discurso de su madre, desinflado, perdía gran parte de su alcance.
Y a causa de ese amor, el sujeto podía aceptar entonces pedir prestado un
significante "clasificador" a esa mujer amada, lo cual no ha>bía sido posible
EL DERECHO Y EL REVÉS DEL EMPUJE-A-LA-MUJER con su padre, para fundar una identificación de hombre tolerable. Una so-
l11ción semejante sólo es posib le si d analista sostiene la "protesta viril" del
Nuestra reserva Jireate al empuje-a-la-mujer proviene de que siempre sujeto oponiéndose vigorosamente al empuje-a-la-mujer.
exhibe un doble aspecto que el caso Schreber ilustra con especial claridad. En el caso de Ven, no era posible, en el momento de la cura, tratar de
La metáfora delirante tiene un derecho y UH revés. crearle una identidad femenina de la que ni siquiera quería oír hablar. Por
El derecho es la promoción del significante "la mujer", su idealización eso tomé la decisión de aceptar el travestismo y entrar en la lógica que lo
y su construcción, porque hemos visto que sólo existía como mira, hori- conducía a la operación para intervenir, en un momento dado, contra esa
zonte infinito. lógica original pero de conformidad con ella. En su caso, justamente, el
El revés es el goce que ese significante está destinado a estabilizar, al empuje-a-la-mujer amoroso e idealizante tenía también su reverso atroz.
darle una significación. Ahora bien, si el derecho -el ideal femenino- plan- La exigencia mutilante procedía de un Otro ideal que, en nombre de la
tea menos problemas cuando el sujeto es femenino o cuando es masculino verdad en el amor, demandaba presuntamente la prueba de que él era un
y sitúa a "la mujer" en otra parte, por ejemplo del lado de su partenaire, el varón y tenía un pene. Ese Otro era una réplica de la madre, que exigía el
revés tiene a menudo su corolario de caída y mortificación. Ésta es parti- pene como condición absoluta de su amor. La estrategia, por lo tanto, era
cularmente fuerte si el sujeto afectado por la feminización tiene una pro- doble para el analista. Por una parte, encarnar el "al menos una" en el
testa viril, como Schreber. Además, ese goce se acompaña con frecuencia mundo que aceptara reconocerlo como varón sin exigirle la prueba de ello,
de la existencia de un Otro, partenaire encarnado o rriítico, que envilece al la libra de carne. Por la otra, intentar separar mujer, amor y verdad por un
sujeto, lo ataca con insultos enigmáticos pero indecentes y lo acosa sexual lado, y la madre y su exigencia del pene por el otro. El caso de Eisa, al
y mentalmente. cual vamos a referirnos ahora, es también un caso en que la analista tuvo
Estos dos aspectos de la metáfora delirante, el derecho y el revés, son que oponerse a los efectos deletéreos del empuje-a-la-mujer.
muchas veces inseparables y no es posible apoyarse forzosamente sobre el
derecho, por ejemplo, para desencadenar el revés: el ideal puede así refor- El caso de Eisa: Atenea y Aracne,
zar lo peor. La erección del significante "La mujer" creará o reforzará el o el empuje-a-la-mujer y la pulsión de muerte
goce feminizado. Tanto más cuanto que el psicoanálisis mismo, en el cual
la transferencia se tiñe a menudo de erotomanía, puede poner al analista Eisa había nacido entre dos continentes. Sus padres dejaban entonces el
viejo mundo por el nuevo, con la esperanza de enriquecerse. Ya tenían hi-
jas. Eisa, en consecuencia, había crecido entre dos lenguas, la del nuevo
continente y su lengua materna, en un mundo exclusivéJ.mente femenino:
8. O. Fenichel, "Tbe symbolic equation: girl = phallus ", en Psychoanalytic
de creerle, el padre no tenía derecho a la palabra. Hija de su madre, se ha-
Quarterly 20, vol. 3, 1949, págs. 303-324. Cf. tambi én J. Lacan, "D' une qucstion
préliminaire ... ", op. cit., pág. 565. bía alimentado co n la a marga decepción de ésta: no se habían enriquecido.
9. Cf capítulo Ylll, pág. 229 sq. Esta triple í r:1c111 rn uHrc dos países, dos lenguas, pero también entre el
240 SEXUACIÓN Y PSICOSIS EMPUJE-A-LA-MUJER Y CLÍNICA DE LA SEXUACIÓN 241

ideal perdido de la riqueza y la pobreza encontrada, proporciona el marco, A la muerte de su madre, ya nada la retenía en el Nuevo Mundo, y Eisa
más bien triste, de su existencia. Su resultado había sido la búsqueda de un sintió el llamado de la Europa de la que habían emigrado sus padres, para
único ideal: ser rica (pero honrada) y casarse. mal, según creía.
La psicosis se había desencadenado con una modalidad erotomaníaca, Por razones contingentes, eligió Francia, que no era en absoluto su país
cuando un profesor de literatura, un "Don Juan" del que Eisa creía, a cau- de origen, y empezó un análisis durante un segundo episodio melancólico
sa de sus cumplidos, que estaba interesado en ella, la relegó en beneficio provocado por una ruptura amorosa.
de un varón presuntamente más talentoso. Una voz había surgido entonces Tras algunos años de una cura marcada por una alternancia de tipo
para recordarle, escandiéndolo, el ideal materno de un modo ferozmente maníaco depresivo, logró apac iguar relativamente su tristeza. Se refugió en
superyo1co. una empresa de su país de nacimiento, recuperando así de otro modo el
entre-dos de su infancia. Trabajaba allí a la sombra de una mujer, su supe-
Melancolía y paranoia riora, cuya autoridad toleraba porque la idealizaba. Eisa se construyó una
especie de misión compatible con su trabajo real: se sentía la garante de la
La muerte de la única persona que realmente le importaba y que soste- distribución adecuada de los bienes y salarios. Ricos y pobres dependían
nía su ideal, la madre, provocó un episodio melancólico prolongado y se- de ella para obtener su paga, y Eisa condenaba las infracciones a la hones-
rio. Eisa deliraba, suponía haber asesinado a su madre, se sentía indigna tidad, en nombre de la justicia social y el bien común. Volvía a estar bien
de sobrevivirle y creía que la familia estaba definitivamente arruinada. ubicada con respecto al ideal materno (rica, pero honrada), único estado,
Tras un período difícil en el que se vio asediada por ideas suicidas y procu- en definitiva, en que la vida había sido alguna vez soportable para ella des-
ró en vano recuperar una imagen ideal mediante operaciones de cirugía es- de la infancia. Seguía buscando casarse, y logró comprometerse sin los
tética, encontró una posición estable al consagrarse a la vigilancia de la he- efectos dramáticos que habían marcado sus relaciones anteriores.
rencia de su madre.
En un mundo en desorden, en donde la voz paterna jamás se hacía oír La abolición del nombre propio
y las hermanas mayores parecían arpías encarnizadas en la liquidación de
los pocos bienes que quedaban de su madre, y también en la disolución de En la transferencia, oscilaba entre señales de amor -me daba regular-
su herencia moral a causa de sus costumbres depravadas, Eisa se erigió en mente flores y pequeños regalos- y la tristeza. Mis respuestas la decepcio-
custodia de ese legado idealizado, adoptando una posición más bien para- naban. Mi estrategia, por otra parte, consistía en seguir ligeramente la co-
noica. rriente de esa decepción, para no llegar a encarnar un ideal rígido y
En el momento del desencadenamiento, se había puesto a escribir. Siem- superyoico, moldeado en el modelo materno, que la hubiese precipitado en
pre había tenido cierta afición por la literatura. Escribía entonces poemas, una depresión persistente. Su superiora jerárquica en el trabajo me parecía
por uno de los cuales la habían premiado, cosa que la enorgullecía mucho. suficiente como encarnación en el mundo de ese ideal, que por lo demás le
En ellos trasladaba al mundo moderno el mito griego de Aracne. Ésta, sim- era necesano.
ple mortal, había pretendido ser tan hábil tejedora como los dioses. Aque- En definitiva, esas precauciones se revelaron inútiles. Un día me trajo
lla que tenía a su cargo la divina función, Atenea, se enteró de su audacia y un poema dedicado a mí, cosa que no solía hacer. Lo había firmado con
le propuso una competencia. ¡Ay!, la tela de Aracne resultó más fina, más un apellido complicado y noble, del que pretendía hacer, me dijo con exal-
impalpable, más celestial que la de la diosa. Enfurecida, ésta desgarró la te- tación, "su seudónimo literario". Mediante una traducción entre sus dos
la y golpeó a Aracne con su lanzadera. La mujer, mortificada, se colgó. Ll e- lenguas, el apellido significaba literalmente "ella vive por la gracia de Ate-
na de remordimientos, Atenea la resucitó corno araña condenada a no ter- nea'', y era parcialmente homófono con el verdadero. El poema comenza-
minar nunca de tejer su tela ... La elección de ese mito podría haber sido ba con una pregunta: "Y «Dios creó al hombre a su imagen» pero, ¿cuál
inspirada a Eisa por la rivalidad, en el amor de la madre, con su hermana es el rostro del Dios todopoderoso, cuál su mirada, cuáles sus rasgos?"
mayor. Ésta, casada y rica, había realizado plenamente los ideales mater- Esto probaba que, paralelamente a la estabilización de tipo paranoico
nos, cosa que no dejaba de recordar aviesamente a su hermana menor. En que había introducido en su empresa y en la que había recuperado el res-
la realidad, Eisa, cuyo triunfo efímero en un concurso de poesía había que- peto por sí misma, el empuje-a-la-mujer, en una versión más bien maléfi-
dado anulado por la derrota amorosa con el profesor de literatura, dejó de ca, seguía en actividad. Se alimentaba ahora de la transferencia, que el
escribir, a la vez que conservaba su afición por la poesía. poema interprc1:ih:1. La analista había ocupado el lugar de Atenea, la dio-
242 SEXUACIÓN Y PSICOSIS
EMPUJE-A-LA-MUJER Y CLÍNICA DE LA SEXUACIÓN 243
sa sabia y poderosa, pero celosa e implacable. Eisa seguía siendo Aracne, a
quien la mortificación podía llevar a ahorcarse. Su poema interrogaba el sión de muerte. Para retomar nuestros términos, el revés estaba pegado al
enigmático e insondable rostro de Dios, aquí más bien una Diosa, bajo cu- derecho: la infamia y la aniquilación eran inseparables de la idealización
ya mirada cargada de amenazas ella vivía, como lo indicaba con notoria divina de la mujer. Acaso se debía a la estructura básicamente melancólica
claridad su nueva firma. del sujeto, que desnudaba así la pulsión de muerte. En cambio, todo lo que
La invención de ésta manifestaba una tendencia a la abolición de su podía humanizar a Eisa seguía aferrado al recuerdo inolvidable de la ma-
nombre propio en beneficio de un apellido delirante, demasiado lleno de dre amada y perdida, ya fuera en el plano del trabajo o en el de los lazos
sentido. Había pasado, por así decirlo, del nombre propio como "designa- sociales o sexuales . Si la dimensión de un sínthoma podía existir y mante-
dor rígido" de Kripke, lO al nombre propio como descripción definida de nerse, era gracias a una asunción más bien paranoica, en forma de misión,
Russell, 11 preñado de un sentido delirante. En la psicosis, esta transforma- del ideal materno: ser rica pero honrada, y casarse.
ción del nombre propio, que se desliza hacia el nombre común, es bastante El empuje-a-la-mujer era entonces una excrecencia delirante y mortifi-
frecuente en los momentos de descomposición de lo simbólico. Hay que cante, que más valía no alentar para no desencadenar la pulsión de muer-
señalar que, contrariamente a otros casos de los que tuve la oportunidad te. Ésa fue mi táctica: no interesarme en él, a la vez que garantizaba a Eisa
de ocuparme, no se trataba aquí de un caso en el que la escritura se con- mi mirada benévola mediante observaciones de apariencia amable. Esto le
virtiera en una práctica pública, generadora de un verdadero lazo social e permitió irse menos triste y un poco más confiada, para regresar al país de
incluso un sínthoma, 12 por medio de una profesión (periodismo, edición, su infancia y continuar velando por el ideal materno.
enseñanza, etc.). Para Eisa, la escritura se reducía a la producción muy epi- En el caso de Eisa, que hemos considerado como melancólico, el empu-
sódica y aislada de un poema que cobraba en las circunstancias del análi- je-a-la-mujer sitúa a "la mujer" como Diosa, y al sujeto como un objeto
sis el valor de una palabra plena, un dicho que interpretaba la transferen- caído frente a ella. La encarnación de la Diosa en una criatura humana
cia delirante, evocador de una "especie de erotomanía mortificante" . 13 (aquí la analista) no puede sino tener efectos mortificantes, e incluso em-
pujar al sujeto al suicidio a causa de un desencadenamiento de la pulsión
La pulsión de muerte de muerte, que como se sabe es frecuente en la melancolía. La sexuación
femenina del sujeto no pasa por el empuje-a-la-mujer; la identificación con
En ese caso, el empuje-a-la-mujer, aunque anudado a la escritura y la Aracne es simplemente mortífera, con un apogeo maniático inicial. La
idealización divina de la mujer, iba a la par con la aniquilación programa- identificación femenina de nuestra paciente se apoya mucho más en los
da del sujeto, sostenida por el mito griego que lo envolvía. Completamente ideales convencionales sostenidos antaño por la madre amada, y también
desexualizado y al margen de cualquier apertura posible hacia una dimen- en la existencia de una mirada benévola y viva sobre ella, evocadora de la
sión sinthomática, era una ma nifestación apenas imaginarizada de la pul- mirada de su madre perdida. Eisa había logrado reconquistar y fijar esa
mirada en la transferencia, en respuesta a la pregunta que su poema había
sabido dirigir a la analista .
10. S. Kripke, La Logique des noms propres (1972), traducción de P. Jacob y
F. Recanati, París, Éditions de Minuit, 1982, pág. 36 [traducción castellana: E/
nombrar y la necesidad, México, UNAM, 1996]. El designador rígido es el que fija UN EMPUJE-A-LA-MUJER MUY LOCALIZADO
la referencia, el objeto que él designa en todos los mundos posibles, sin que impor- EN UN CASO DE ESQUIZOFRENIA
te el poco sentido que tenga .
11. B. Russell (1956), citado por P. Engel, Identité et référence, París, PENS Un caso, el de Tom, nos servirá de transición hacia aquellos en que el
philosophie, 1985, pág. 72: "Cuando utilizamos el nombre 'Sócrates', utilizam os sujeto pudo utilizar positivamente el empuje-a-la-mujer, ya fuera para su
en realidad una descripción. Nuestro pensamiento puede traducirse por una expr" vid a sexual, ya para hacer de él un verdadero síntoma que le permitía vi-
sión del tipo de 'el maestro de Platón' o 'el filósofo que bebió la cicuta"'. vir.
12. Con respecto a la clínica del síntoma como lazo social en la psicosis, cf. E.
Laurent, "Pour la varité", en Actes de L'ECF nº 13, París, ECF, junio de 1987, p:íg.
¡Fuego!
169, y supra, capítulo ll, pág. 51, capítulo IV, pág. 121, y capítulo IX, págs. 250- 1.
13. Cf. J. Lacan, "Présentation des Mémoires du président Schreber en tr::idui:
tion fram;aise", op. cit., pág. 9. L:i hi stori:1 tk Tom comenzó mucho a ntes de su nacimiento, con el en-
nie 111ro de s 11 N do ~ :i hu<:los. Esros dos vctcr:rnos de la guerra habían man-
244 SEXUACIÓN Y PSICOSIS EMPUJE-A-LA-MUJER Y CLÍNICA DE LA SEXUACIÓN 245

tenido la afición por las armas de fuego. Cazaban juntos, y tuvieron la mera vez. Yo observaré su resurgimiento fugaz en ciertos momentos difíci-
idea de hacer que sus hijos se conocieran. Uno tenía un hijo que trabajaba les de la cura. Habría "sido fecundado por una enfermera" y tendría aho-
en el campo del ca lor. La hija del otro trabajaba, digamos, en el ámbito de ra hijos desperdigados por el mundo, a quienes buscará durante años a la
lo que arde. Su encuentro fue un flechazo y el casamiento se decidió en sa lid a de los colegios primarios, no sin suscitar la inquietud de padres y a u-
tres semanas . toridades esco lares. Contrariamente a lo s otros pasajes al acto, acepta ha-
De esta constelación famili ar particubr surge a nuestro juicio el signifi- blar de este "accidente", que titul a "la bomba". En efecto, el suj eto había
cante del fuego, palabra equívoca . El fuego es el emblema del amor y el se- "borrado" los episod ios del incendio a los ocho años y la carabina a los
xo, pero puede anunciar la violenci::i y la muerte. Aquí, en términos más doce. Tom deja de hacer silencio sobre su pasado y rememora los inciden-
singu lares, es el fuego de las armas de guerra de los abuelos, y volvemos a tes precedentes de manera retroactiva, a partir de "la bomba" corno nuevo
encontrarlo en la generación de los padres de Tom: calor del padre, com- origen de la cadena sign ificante y una especie de comienzo de la historia.
bustión materna. Podríamos decir que "fuego" es el significante de su Parece que ese acto, que marcó su cuerpo con una mutilación definitiva e
uni ón, ya que no puede hab larse de relación sexual. En todo caso, de esa implicó la intervención de cirujanos, imprimó tambi én un rasgo referencial
increíble concentración significante el sujeto exrra jo ese "¡fuego!'', conver- en su inconsciente, a partir del cual io precedente análogo cuenta en el
tido, en su incon sciente, en un mandamiento del que él se erigió, en cierto apres coup y puede datarse. La característica común de esos pasajes al ac-
modo, en agente de ejecución. Lo reencontrarnos en las coyunturas de sus to consiste en so brevenir en un aguj ero temporal en el cual el sujeto no está
principales pasajes al acto. representado y no puede decir "yo" ["je"]. En cierto modo, Torn los olvi-
da o, al menos, no puede decir nada de ellos. El acc idente hace de punto de
Pasajes af acto en serie capitón1 4 en el inconsciente del sujeto, asociando al significante '"la bom-
ba'', conectado desde luego a ese " ¡fuego!" primordial que extrajimos de
A los ocho años, Torn juega en compañía de un par de gemelos, sus los datos del caso, una significación delirante, la de una fecundación. Más
compañeros de costumbre . Encuentra un encendedor y prende un fuego ade lante, Tom hablará de un parto, de una "paternidad" imaginaria, que
que se extiende rápidamente, casi ante la mirada de sus padres. Torn re- debe situarse en el lugar de la forclusión de la significación fá lica .
cuerda que su padre le dio una bofetada, la única de su vida. A continua- Los años que siguen son difíciles para Tom, que se niega a hacer lo que
ción lo dejan solo, para vigilar "por si el fuego vuelve a encenderse". su padre espera de él: estud ios brillantes, para los cua les, sin embargo,
A los doce años tiene sus primeras relaciones sexuales con una niña un cuenta con los instrumentos intelectua les. Se afianza, más bien, en lo que
poco mayor. "Después me olvidé lo que había pasado -dice-, eso me sacó recibió de aquél: el significante único del "calor" . En consecuencia, quiere
la idea." Sin embargo, vo lvernos a encontrarlo con los mismos gemelos, obtener un título profes ional con el apoyo de su madre y contra la voluntad
frente a una casa cerra dél. La puerta cerrada le parece una barrera insopor- del padre. Éste cederá cuando, un día conflictivo, Tom le robe el revó lver y
table, por lo que, exasperado, la fuerza. En la casa encuentra una carabina se lo ponga en su propia boca, preguntándole: "¿Quieres que me mate?".
y tira, desde adentro, por todas las ventanas de la fachada, cuyos vidrios Obsesionado por la idea de un injerto que le devuelva los músculos,
vuelan en pedazos. Los niños se esca pan. "¡Buena pelotudez hiciste!", le cuando está mal acude a un servicio de cirugía . Pero las coyunturas desen-
dice el padre. Tom colecciona libros de armas y se interesa en la química. cadenantes se reiteran de manera implacable. Ib.sta con que evoquen el
El padre cree descubrir en él una vocación científica. mandamiento "¡fuego!". Así, cuando un hombre le dice que es "artificie-
A los catorce años, se dedica a hacer experimentos químicos con los ro"' de oficio, se le ocurre la idea de encender con él fuegos artificia les ...
materiales que le dan los padres . Se interesa en las mezclas detonantes. Otra vez, en camino para visitar a los gemelos de su infancia, se detiene en
Una tarde en que su madre, al parecer, le niega el traje de judoka con el una ciudad. En la plaza, tres muchachas preparan y venden "cócteles" . Sin
que aspira a convertirse en un "muchacho de combate", presuntamente le entender qué le pasa, Tom se descubre en la comisaría firmando una de-
responde: "Voy a hacer una bomba", sin que ella le preste atención. S" claración. Se lo acusa de " ultraje a l pudor", por haberse masturbado en
calza entonces el cóctel explosivo entre las piernas y lo aprieta, con la in público y perseguido a una joven.
tención de ponerle la mecha más tarde. Por desdicha, todo explota y lo
mutila gravemente. Los músculos internos de los muslos están destruidos,
pero los órganos genitales quedan intactos. 14. Cf. c:ipít ul o VII , p.1¡•,. 184, no ta 4.
Tras el coma y la reanimación, Tom des pi erta con un delirio, por pri * i\rtilkrn 1·, 111·1 1,il111 1·111 1• 1•111: n rg :1d o d el man ejo d e la s muni ciones (n. del t.).
EMPUJE-A-LA-MUJER Y CLÍNICA DE LA SEXUACIÓN 247
246 SEXUACIÓN Y PSICOSIS
cluido, y al aproximarse cada examen se desencadenaba una crisis grave
"Me hice un pelotudo de aire" que precedía al fracaso. El "frío", especialidad del hijo, debido a su oposi-
ción al "calor", dominio del padre, introducía un desfasa je tolerable para
Tom aceptaría ver a una analista luego de una internación, y esperaría el sujeto, a la vez que seguía estando cerca de su ideal original. De resultas,
de ella una "orientación científica y moral" para sus estudios. La apuesta Tom pudo obtener el título que le permitió convertirse en un especialista
de la cura era intentar una rectificación de la posición del sujeto con res- del frío.
pecto al significante "¡fuego!" que seguía siendo demasiado ardiente, de-
masiado real para él, y provocaba esa repetición de pasajes al acto salvajes Tres enunciaciones
y casi sin huellas. La cura se orientó en tres direcciones:
La segunda dirección en la cura tuvo que ver con la relación del sujeto
- En primer lugar, sostener el ideal del yo del sujeto, a fin de que el mun- con el significante "¡fuego!" . Éste tenía para él el status de un significante
do pudiera ordenarse simbólicamente en torno de un nuevo significante. aislado, al margen de la cadena, insensato. 16 No se lo podía calificar de in-
En segundo lugar, circunscribir la significación delirante de feminiza- consciente en el sentido de lo reprimido neurótico y tampoco tenía el esta-
ción consecutiva al accidente de la bomba, y obtener una metáfora mí- tus de una alucinación, y ni siquiera de una enunciación procedente de
nima del sujeto con respecto al significante superyoico "¡fuego!". otro. Ese "¡fuego!" era en cada oportunidad el significante amo de una pe-
- En tercer lugar, moderar su relación con el Otro y en especia l humani- queña anécdota, de la coyuntura de eclosión de los pasajes al acto. Eso era
zar su acercamiento al otro sexo. evidente para quien escuchara el relato de éstos. Pero, cargado de una sig-
nificación mortífera para Tom, ese significante estaba forcluido para él, re-
Invertir el calor en frío chazado de lo simbólico, y volvía en lo real. El relato de sus actos no susci-
taba en él el efecto de sentido que creaba en sus oyentes. Tom podía
La primera dirección consistió, por lo tanto, en un sostén del ideal del firmar el atestado de esos actos, pero no sentía ninguna culpa por ellos ni
yo: seguir al padre, pero transformando el calor en frío, lo cual daría al su- les atribuía significación alguna . La dificultad, entonces, radicaba en no
jeto un lugar diferente del que ocupaba aquél. Tom vino un día con la idea apoyarse en el detonador "fuego!'', y a la vez familiarizar, por decirlo así,
de que más adelante iría a Phoenix, Arizona, para "enfriar" la ciudad, al sujeto con él. Otro problema era su dificultad para hablar en la sesión:
porque allí hace demasiado calor. .. A partir de ahí, el análisis pudo conju- pocas asociaciones libres, un discurso lacónico. Escasas emergencias deli-
gar su lado inventivo, que databa de la infancia y estaba fijado hasta en- rantes -siempre la evocación enigmática de los "hijos de la bomba" cuan-
tonces en las armas y los explosivos, con el significante, bienvenido, del do había un problema con el padre- pero que volvían a caer enseguida. La
frío. Tom obtuvo entonces sin dificultad un título de física con una investi- cura, por lo tanto, no produjo una verdadera metáfora delirante, sino tres
gación sobre el frío. Gracias a ese nuevo significante, ubicado en una opo- enunciaciones, notab les por su carácter eq uívoco e incluso chistoso.
sición binaria con el mandamiento "¡fuego!", encontró una profesión co - La primera conci erne al delirio de paternidad y la relación de Tom con
mo especialista en frío. Así fue posible un lazo social menos explosivo con su padre: "Soy un hijo-padre", me dijo, condensando el hecho de ser el hi-
el padre, que le permitió a continuación despegarse de su familia. El ha - jo de su padre, arraigado en su padre sin la dialéctica del complejo de cas-
llazgo de una profesión del frío fue bien recibido para resolver el conflicto tración, y la situación de la madre soltera, la que da a luz sin marido.,.
entre él y su padre. Tom habría querido hacer lo mismo que éste, respalda - La segunda enunciación es en realidad una frase escrita : un día metra-
do por su madre, que imaginaba que pocos años después se haría cargo de jo una hoja con membrete de su laboratorio. En ella había ideado una
la empresa paterna. El padre, por su parte, soñaba un camino muy distinto nueva diagramación, con un presupuesto a mi nombre: "Señora More!, ar-
para su hijo, quizá porque presentía lo difícil que sería para éste sucederlo. quitecta; trabajos de análisis a ejecutar por cuenta de Tom" . Triunfante,
La sucesión del padre por el hijo pone en juego el significante del Nombre·
del-Padre, 15 y no es sorprendente que Tom, aunque dotado, haya fraca sa·
do en los exámenes que le habrían procurado el mismo diploma del padre:
16 . Cf. supra, capítu lo 111, pág. 81 sq.
asumir ese título evocaba para él el significante del Nombre-del-Padre for- " En fr a ncés, rn :idrc so ltera es fille-mere, litera lmente hija (o niña) madre; de
;i llí la fo r111 ac ié> 11 p:ir:i it'l :i de (ils-pere, h ijo-padre (o padre soltero en otros contex-
1 0~) (11 . d('l t.) .
15. Cf. supra, capítulo 11, pág. 47 sq.
248 SEXUACIÓN Y PSICOSIS
EMPUJE-A'LA-MUJER Y CLÍNICA DE LA SEXUACIÓN 249
me hizo descifrar el encabezamiento de esos trabajos: "cond. d'air", que
nos disparan. A su juicio, sus dos abuelos cazadores eran monstruos, por
era una abreviatura de "conditionnement d'air" ["acondicionamiento de
tirar sobre bestias inocentes. Él mismo se comparaba con Lennie, el héroe
aire"], alusión a los circuitos de enfriamiento del aire sobre los que versa-
de la novela de Steinbeck, De ratones y hombres. Lennie, amable y tonto,
ban sus investigaciones. Y agregó riendo: "La bomba era eso, me hice un
adora a los ratones, pero los mata por descuido, ya que los acaricia con
pelotudo de aire".' Después, dejó de hablarme de la bomba y el accidente,
demasiada vehemencia; luego hace lo mismo con una mujer, siempre con-
que habían sido, empero, los únicos temas sobre los cuales había mostra-
tra su voluntad. Tom no era susceptible de realizar cosas semejantes, p ero
do un poco de locuacidad, a causa del enigma que representaban para él.
había reconocido en Lennie el mismo "olvido" del acto que en él, y el as-
La inscripción de esta frase podría interpretarse entonces como una solu-
pecto compulsivo y ciego de los pasajes al acto. ¡No es sorprendente que
ción del enigma de la marca mutilante próxima a los órganos genitales,
atemorizara a las mujeres que conocía! Sin embargo, logró encontrar una,
por la fijación de la significación femenina de un acto en el cual reconocía
que vivía con conejos. Un fenómeno elemental mostró que también a ella
haber tenido participación: "Me hice un pelotudo de aire".
la asociaba con un animal: una noche la escuchó ladrar a su lado, creyó
"Soy un hijo-padre" y "me hice un pelotudo de aire" circunscribían la
que había un perro y la tiró de la cama. Sin embargo, se sintió culpable y
feminización corporal y la paternidad delirante del sujeto. Estas frases lo-
a partir de ese momento pareció capaz de establecer un lazo más humani-
calizaron y fijaron el empuje-a-la-mujer de Tomen una fugaz metáfora de-
zado con ella: "Ahora tengo una mujer con quien puedo hablar, ¡y pronto
lirante.
ya no voy a necesitarla a usted!". Se fue poco tiempo después, sintiéndose
La tercera enunciación se refiere directamente al significante "¡fuego!".
mucho mejor.
Se dio después de un suefio -eran escasísimos- en el cual el sol quemaba a
Tomen las piernas, en el lugar de su herida. Me dijo: "Soy un cabeza lo-
Una feminización local que permite ser un hombre
ca'', consciente del equívoco que producía.'' Me pareció ver también en
esa expresión cierta asunción de sus actos y de su posición en la existencia,
El caso de Tom nos muestra un nuevo aspecto de las relaciones del
no sin ironía. "¡Fuego!" había perdido tal vez su fuerza de mandamiento
empuje-a-la-muj er y la sexuación. Desde la infancia, una tendencia ciega
ciego. Como si el mito de un fénix inmortal siempre renaciente de sus ce-
lo empujaba a quitarse la vida y automutilarse. No podía reconocer esa
nizas, evocado por el caso, dejara lugar a la cicatriz de una herida en un
tendencia a causa de la forclusión . Puede pensarse que en el caso de un su-
sujeto mortal.
jeto neurótico nacido en la misma constelación familiar, la asociación de
"fuego" y su contexto con valores fálicos habría desembocado en un resul-
Las mujeres y el sexo
tado muy distinto, más metafórico (ser cazador y mujeriego, por ejemplo).
Pero el sujeto no podía decir nada de lo que lo empujaba de ese modo, y
La tercera dirección de trabajo en la cura era más problemática, porque
por eso esta tendencia se desencadenaba con mucho más violencia en lo
en ella Tom no podía contar con su padre para que lo sostuviera. Se trata-
real. El único contenido que Tom había podido asociarle era el delirio so-
ba de su relación con las mujeres y el goce sexual. Ambos aspectos estaban
bre los "hijos de la bomba'', que lo empujaba a nuevos pasajes al acto .. .
conectados -cosa nada sorprendente y que aparecía en los pasajes al acto-
Ahora bien, Tom recién reconoció esa tendencia cuando pudo asociarla
con el significante "¡fuego!" (por ejemplo, disparar con una carabina lue-
a una significación feminizante, mediante la frase "me hice un pelotudo de
go de sus primeras relaciones sexuales). El sexo no representaba ningún
aire". Esto constituyó un progreso en la cura, ya que fijó un sentido en un
problema para Tom: "Cuando la cosa se caldeaba demasiado'', me decía ,
acto enigmático no asumido por el sujeto. Además, el "soy un hijo-padre"
hablando de sí mismo como de una máquina que hubiera que enfriar con
decretó la caída del delirio de paternidad.
urgencia, salía a buscar prostitutas. Pero aspiraba a una relación con una
Es ta significación feminizante dada al cuerpo, e incluso a una parte
mujer. Para él, las mujeres eran animales inocentes sobre los cuales al gu-
onti gua a los órganos genitales, no afectó empero la identidad sexuada de
'\'o m haciendo que se tomara por una mujer. Al contrario, a partir de la
delimi tación así a lcanza da pudo tener una relación estable con una mujer,
'' ".Te me suís fait un con d 'aír" en el original. Con (boludo o pelotud o en r l pos icioná ndose - es ve rda d que a su manera- como un hombre.
argot argentino, gilipollas en el español), es homófono de la abrevi atura con.d. (n. Se t ra1:i, por 1:1111 0, de un caso en que el empuje-a-la-mujer como de-
del t.).
srnc:1dcnnmi rn 10 dt' goce (lo q ue antes ll a ma mos el "revés") existía desde
""Téte brúlée en el original, literalmente " ca beza quemada " (n . del t. ).
111 11 ~· ! 10 1icrn po 11t rn1: hi11 su "de rec ho", el signifi ca nte que, al nombrarlo,
250 SEXUACIÓN Y PSICOSIS EMPUJE-A-LA-MUJER Y CLÍNICA DE LA SEXUACIÓN 251

pudiera limitarlo. La eclosión se producía con la mera enunciación de Cartas de amor


"¡fuego!", verdadero detonador de un arma que se volvía contra el sujeto.
Esa existencia del "revés" sin el "derecho" puede explicarse por el hecho En el caso de Hélene, del que ahora nos ocuparemos, un largo análisis
de que Tom fuera esquizofrénico y no paranoico. El "derecho" no cobró produjo una resolución del empuje-a-la-mujer, por su transformación en
nunca la consistencia de un gran delirio en torno de la mujer como ideal. un sínthoma que se escribiría en una frase: "Ser una mujer de letras".
En cambio, el significante "¡fuego!" tenía un valor real, y el cuerpo estaba Nuestro encuentro se realizó bajo los auspicios de la letra [lettre]. Yo
en primer plano. comentaba el seminario de Lacan sobre "La carta [lettre] robada" en la
Gracias al nuevo significante del "frío", ideal del yo inspirado por el universidad en la que Hélene cursaba sus estudios. Tras una de las clases
hecho de ser lo contrario del "calor" del padre, y que había sustituido a me siguió hasta el metro y me abordó un poco airada: "¿Cómo se atreve a
"¡fuego!", pudo expresarse la significación femenina del empuje-a-la- hablar frente a mí de psicoanálisis, cuando sufrí tanto a causa de un tera-
mujer, que producía sus estragos en lo real. Esa enunciación era una espe- peuta?" . La invité con calma a que viniera a hablar conmigo, y así empe-
cie de "derecho" y limitó los efectos nocivos del "revés" al crear una zona zaron nuestras entrevistas. Antes de revelarme el que fue el encuentro de
femenina circunscripta y bien delimitada en el cuerpo. A partir de allí, el su vida, me describió un itinerario psiquiátrico iniciado en la adolescencia.
sujeto, por no sufrir ya la invasión del goce feminizante, podía ser un Hélene tiene una hermana siete años mayor, que era su apoyo y"su mo-
hombre, acaso un poco hermafrodita ... delo, el Pigmalión de su femineidad de adolescente. Cuando esta hermana
Como hemos visto, la idealización de la mujer puede tener por efecto el se marchó de la casa familiar para casarse, Hélene, incapaz de separarse de
desencadenamiento de un goce mortífero (el caso de Eisa). Pero en el caso ella, la siguió. Convocado el marido al servicio militar, su joven mujer em-
de Tom, el "derecho" no era una verdadera idealización de la mujer, sino pezó a ser cortejada por otro, Bob. Hélene se prestó complaciente a reu-
la simple admisión de la significación femenina, en el punto en que el falo niones de a tres en que su hermana, preocupada por el "qué dirán", le ha-
estaba forcluido. Eso marca toda la diferencia. En efecto, un sujeto no cía desempeñar el papel de dama de compañía. Pero pronto se le impuso
puede vivir sin una interpretación mínima del goce genital. De lo contra- una certidumbre: Bob no podía querer a su hermana, casada, sino más
rio, éste puede explotar como una bomba. bien a ella que, a los quince años, esta ba "en la flor de su belleza". Héle-
ne, que tenía afición por la escritura, redactaba a pedido de la hermana
cartas de amor para Bob, firmadas con el nombre de aquélla. Pero tam-
HACER SÍNTHOMA DEL EMPUJE-A-LA-MUJER bién escribía para sí misma, describiendo sus propios sentimientos. Sin em-
bargo, un día, en el cine, tuvo que rendirse a la evidencia: Bob y su herma-
Hay casos en que el empuje-a-la-mujer es nefasto para la identificación na se tomaban tiernamente de la mano. Confundida por lo que calificó de
sexuada del sujeto (Schreber, Ives, Ven), y casos en que es devastador en sí traición, sintió que el mundo se derrumbaba y pronto se encontró interna-
mismo, independientemente de las cuestiones de la sexuación (Eisa). da, presa de alucinaciones eróticas. Se trataba del desencadenamiento de
Pero también hay casos en que, siempre que se delimite con claridad en una psicosis erotomaníaca, 18 por irrupción de Un-padre 19 (Bob) como ter-
la cura o se circunscriba en el cuerpo (Tom), el empuje-a-la-mujer permite
al sujeto sostener incluso una identificación sexuada de hombre.
Existen, por último, pacientes en cuya vida el empuje-a-la-mujer puede 18. Cf. supra, capítulo v, págs. 155-6. La erotomanía es un delirio amoroso
integrarse de una manera relativamente armoniosa y benéfica. Es lo que apoyado en un "postulado fundamental" : "El objeto es el que ha comenzado, el
sucede cuando el sujeto puede hacer de él un sínthoma 17 en la forma de un que más ama o el que ama solo" (De Clérambault, citado por P. Bercherie, Les
Fondements de la clinique, París, Navarin, 1985, pág. 253 [traducción castellana:
modo de vida compatible con la sociedad a la cual pertenece o una prácti-
Los fundamentos de la clínica. Historia y estructura del saber psiquiátrico, Buenos
ca que le sirva para tejer lazos sociales.
Aires, Manantial, 1986]). El delirio se desarrolla en tres etapas: esperanza que en-
gendra ideas persecutorias, despecho, rencor en el cual el sujeto se erige en reivin-
dicador (a sí, H élene envió una bayoneta a su psiquiatra , J.). Con frecuencia, la ero-
to manía está li ga da a l empuje-a-la-mujer: el sujeto femenino siente que su
fe min eid ad se exn Ira a ca usa del amor del "Objeto", mientras que el sujeto mascu-
lin o pu ede idt a li~. n r :1 la muj er en el "Obj eto" femenino.
17. Cf supra, capítulo 11, pág. 51, y capítul o 1v, p óg. 121. 19. C(. $ 11/11'11, i..1p111d o VIII , p óg. 23 0, nota 75.
252 SEXUACIÓN Y PSICOSIS EMPUJE-A-LA-MUJER Y CLÍNICA DE LA SEXUACIÓN 253

cero en la pareja que Hélene formaba con su hermana, con la cual se había hombre que se aprovechó de mí sin escrúpulos, pese a que sabía, por ha-
identificado imaginariamente. berlo escuchado de mis propios labios, que lo amaba", escribió en un tex-
Luego de varios años difíciles, Hélene conoció a un hombre que la amó to autobiográfico ulterior. Hélene me describió el proceso de escritura de
y se convirtió en su marido: "Para él, yo era la mujer, la muchacha que esas cartas a J. En un principio, pensaba en él sin descanso y tenía miedo
veíamos en las tapas de todas las revistas". Hélene comenzó una psicotera- de que se preocupara por no recibir sus noticias. (De hecho, siguió creyen-
pia con una mujer que ocupó el lugar de su hermana y fue para ella un do que él la amaba durante todos esos años. ) En consecuencia, una vez
sostén imaginario. Empero, al hablar de su pa dre, Hélene se angustió y la que le enviaba una carta, "en un gesto desesperado" que le evocaba su
terapeuta le indicó que fuera a ver a un psiquiatra, J., para "relajarse" . lanzamiento por la ventana, era necesario que, sin solución de continui-
dad, se pusiera a escribir la siguiente. De lo contrario, "caía en un abismo
El hombre vacío sin nombre". "En mi pluma, la escritura es -decía- un ser que me li-
ga a J., un ser perdido definitivamente en cada ocasión."
Lacan dice que "una mujer sólo encuentra a «El hombre» en la psico- Con la cura sus cartas empezaron a espaciarse, y sólo enviaba una en
sis":20 la historia de Hélene verifica esta extraña afirmación. La "relaja- momentos precisos, en los que habría sido necesario el significante del
ción" consistía en una práctica de sugestión centrada en el cuerpo, acompa- Nombre-del-Padre, tales como el bautismo de un hijo y su postülación
ñada de masajes leves. (Durante diez años, Hélene escuchó periódicamente para un título universitario. La índole "sin descanso" de la escritura de
la voz alucinada de J. nombrar una por una las partes de su cuerpo, y sen- las cartas establecía por lo tanto un lazo con J., que demostraba ser un la-
tía el goce que le producía .) Luego de algunas sesiones de relajación, Héle- zo de goce. Del sujeto, en principio: la carta era una ofrenda de amor, la
ne "comprendió" por medias palabras y la mirada de J. que éste la amaba. del ser de su autora. Escribir la carta resonaba en el cuerpo de ·Hélene,
"Yo buscaba al hombre detrás del médico -dijo-, y lo encontré. Quería re- que gozaba de ello. Goce del Otro, sobre todo: lo destacable es que J. no
ducirlo, seducirlo." J., subyugado por su belleza, tuvo relaciones sexuales respondió jamás una sola de esas cartas, dirigidas al "silencioso amante",
con ella y luego, espantado por el estado de Hélene, interrumpió brutal- al "hombre de la mirada azul ausente". El enigma abierto por ese silencio
mente "las sesiones". Siguió a ello un nuevo acceso erotomaníaco, más gra- y esa ausencia era recubierto por la significación unívoca del goce atribui-
ve que el primero. La voz de J. la perseguía, susurrándole "cosas dulces y do al destinatario: "Lo miro leerme. Se masturba sobre mis cartas", que a
halagadoras", y después la conminaba a no "denunciarlo a las autoridades menudo eran eróticas. "Goza de mí por intermedio de mis cartas." La re-
por su falta". Hélene, a quien J. había abandonado, se tiró por una venta- lación entre el goce del Otro y su falta. de respuesta era el tema de una
na y padeció una larga internación, primero médica y luego psiquiátrica. novela que Hélene me contó durante su análisis: todavía niña, la heroína,
Jeanne, es seducida por un médico donjuanesco. El idilio prosigue en la
"Soy la de las cartas" a dultez y, al desvanecerse, ella le envía una carta que él no contesta. La
continuación, escrita como un monólogo interior del hombre, es una enu-
Fijada a J., Hélene lo persiguió durante siete años, a lo largo de los cua- meración de las razones por las cuales no le ha respondido. El médico lle-
les le envió dia riamente tres o cuatro cartas. Todavía seguía haciéndolo en va consigo la carta de Jeanne y la lee, como una especie de ceremonial,
los inicios de su análisis. En esas cartas de amor celebraba ("en plena erec- cada vez que hace el amor con otra. La heroína anota todo en un cua-
ción/joder-coger azul/ hacia tus pupilas paralizadas de orgullo") su "mi- derno secreto, que rompe antes de cortarse el pelo y suicidarse. Hélene
rada azul" apuntada sin cesar hacia ella. 21 reescribió varias veces el final de esta novela, que juzgaba demasiado ho-
Ese envío insistente de las cartas a J. tenía para Hélene una doble fun- rrible.
ción. Despachar una carta conjuraba el hecho de que el Otro del goce en Esta "correspondencia" unilateral sostenía por lo tanto la existencia
que se había convertido J. la hubiera' dejado plantada: "Su cambio brutal del Otro ausente, mediante el goce del que el sujeto, identificado en su ser
de comportamiento me hizo pensar que yo había sido el juguete de es'· ·o n la carta, era el objeto. Ese goce se convirtió también en el vector del
empuj e-a-la-muje r que invadió a Hélene luego de conocer a J. En efecto,
;1111 cs de ese "momento fecundo" su femineidad era una mezcla de identi-
20. J. Lacan, Télévision, op. cit., pág. 63. l'i cnci6n im:i gi11:iri :1 co n su hermana mayor y adecuación a los estereoti-
21. Y que puede calificarse de objeto a causante de su pasión, junto co n In vm, pos (" la imprnntn dt 1:1 mo ch"). El maquillaje era esencial para Hélene,
de J. En la imagen de éste resaltaban esos dos objetos a. q11v le tkdic:1h:1 11111 cli :1 vnl'rgí:1. No podía s:i li r sin una es pecie de rnásca-
254 SEXUACIÓN Y PSICOSIS EMPUJE-A-LA-MUJER Y CLÍNICA DE LA SEXUACIÓN 255

ra: de lo contrario, la embargaba la angustia. El encuentro catastrófico "carta abierta al señor profesor Flechsig" ,22 notable por su doble destina-
con J. tuvo por efecto un empuje-a-la-mujer cuyos estragos perduraron a tario. Por una parte Flechsig, su médico convertido en perseguidor, "el ins-
lo largo de varios años e hicieron imposible sus relaciones con los hom- tigador de esos estragos" que Schreber subsume en el concepto del "asesi-
bres, incluidas las profesionales. Esas relaciones se teñían automáticamen- nato de almas"; en consecuencia, Flechsig es aquí el Otro del goce. El
te de erotomanía mortificante. Hélene se sentía siempre acosada de una segundo destinatario es el lector, 10 cual se justifica por el "interés univer-
manera "infamante" como mujer y la fijación con J. resurgía entonces sal en el que se funda la autoridad de esta carta", interés señalado en el
con deseos de suicidio. El sujeto debía interpretar ese "revés" del empuje- prólogo de las Memorias. 23 En él encontramos la expresión "alcance uni-
a-la-mujer que la significación del amor, dada la quiebra de éste, no po- versal": se invita a la Ciencia a verificar en el cuerpo de Schreber "las vici-
día idealizar. Firmadas por "La Eva eterna", las cartas a J. construían a situdes [... ] atravesadas", esto es, su transformación en mujer. Mediante
"La mujer" como aquello a lo cual aspiraba su destinatario, en el sentido esa destinación al lector, por lo tanto, Schreber pretende elevar al rango de
de un punto que localizara y saturara su apetito de goce infinito. Hélene una ley científica los fenómenos que ha sufrido, y constituir un saber uni-
intentaba escribir una relación sexual poética entre El hombre ("el silen- versal a partir del punto de excepción en el que se ha ubicado como garan-
cioso amante") y La mujer ("La Eva eterna"). Para mostrar cómo difería te del orden del Universo, contra el mismo Dios. Ese punto de excepción
de "una mujer" ese significante de "la mujer" construido por ella, me es también el punto de feminización del sujeto. Así, se trata de obtener del
gustaría mencionar una idea delirante: en su loca búsqueda de la mujer, J. Otro del goce una respuesta y un reconocimiento de responsabilidad ("le
la habría encontrado, a lo sumo, en la forma de un travestido transexual ruego encarecidamente" que tenga "la valentía de la verdad", dice Schre-
que posaba para fotografías de moda. Embarazada de una niña, Hélene ber a Flechsig). Del lector se espera que sea el testigo de la existencia de
seguía escribiéndole: "Sueño que en alguna parte existe un hombre que una ley científica de la feminización del sujeto. La invitación a Hélene para
también espera ... ". Completemos: que también espera a la mujer. Junto a que me escribiera apuntaba a constituir a la analista como el lugar de des-
ese lirismo, algunos poemas ("Soy el habitáculo/ el recinto cerrado I del tinación en la transferencia, sin que ocupara pese a ello el lugar del Otro
deseo") construían un cuerpo de la mujer, un cuerpo glorioso, un cuerpo del goce, donde permanecería J. Hélene me preguntó de inmediato si yo
de deseo. iba a contestar sus cartas, a lo que repliqué que ella misma encontraría las
En la cura, observé una alternancia entre los períodos en que Hélene respuestas en la sesión. De tal modo, la palabra se convertía en respuesta,
escribía sobre la mujer -a la sazón se maquillaba mucho- y las fases en allí donde el silencio de J. había significado el goce. En las cartas que me
que su interés por la femineidad se desvanecía. Aparecían entonces sínto- dirigió desde entonces, Hélene se dedicó a "reconstruir a J." Contaba mi-
mas somáticos, en especial una sensación de estrangulamiento que le impe- nuciosamente sus relaciones, describía los más mínimos detalles de la ha-
día alimentarse y que una vez se presentó junto con un delirio de envene- bitación en la que estaban, escenificaba los diálogos entre ambos, volvía
namiento. En esos momentos solía abandonar toda su coquetería. La sin descanso a los mismos acontecimientos.
invención perpetua del significante "la mujer" tenía, por consiguiente, la Progresivamente, dejó de escribirle de manera compulsiva. Ahora se
función de asegurarle un cuerpo que se sostuviera gracias al lenguaje, un trataba de "producir un saber sobre J.", y luego "comer a J." Más adelan-
cuerpo de amor. A falta de esa armazón significante, su cuerpo revelaba te tuvo la idea de transformar en ficción ese encuentro demasiado real. Es-
ser una suma de órganos problemáticos y se convertía en el lugar de sínto- cribió relatos y después novelas, que me enviaba pliego por pliego, una se-
mas hipocondríacos. sión tras otra. Esos textos se centraban en un encuentro entre "Ella" y
"Él", al que había que inventarle un desenlace que no fuera trágico. Al
Divorciar la destinación y el goce principio, los relatos quedaban inconclusos, porque Hélene no podía resig-
narse a que terminaran mal. Cada novela interrumpida correspondía a un
Al empezar el análisis, Hélene se autodefinía como "una estudiante de momento crítico de la cura: la voz de J. volvía entonces a asediarla. El es-
letras [lettres]" y "una enamorada que escribe cartas [lettres]". Yo le pro- tudio paralelo, en la universidad, de la obra de Marguerite Duras, le pro-
ponía lo siguiente: cada vez que sintiera nostalgia y se pusiera a escribir a porcionó una prec iosa herramienta para inventar nuevas "fórmulas" del
J., en vez de hacerlo tenía que enviarme una carta en la que me contara
qué le pasaba. Esta estrategia apuntaba a separar al Otro del goce del des-
tinatario. Consideremos el caso Schreber para precisar la diferencia entre 22. D. P. s~ h1 (' I H' I ' M1 •111 oiri·s r/º1111 11évropath e, op. cit., pág. 11.
estas dos instancias. Al comienzo de sus Memorias, Schreber prese nta ~ u .1. l /Jid., p,q 1,. 'I .
EMPUJE-A-LA-MUJER Y CLÍNICA DE LA SEXUACIÓN 257
256 SEXUACIÓN Y PSICOSIS

Los basmnentos de un desdoblaniiento de la vida amorosa


fracaso de la relación amorosa, mediante suspensos que dejaban las cosas
en la indefinición: un happy end habría sido discordante, una separación,
De las dos mujeres que fueron importantes para Serge en las dos gene-
demasiado desgarradora. Hélene pudo de tal modo terminar sus novelas.
raciones anteriores, su abuela paterna que lo crió y su madre, muerta
Al mismo tiempo aprobó sus estudios y obtuvo un diploma de tercer ciclo
cuando él tenía diez años, él hizo los dos prototipos que orientan ya desde
con un trabajo sobre Marguerite Duras. Así se desdibujó la relación con J.,
hace mucho su vida sexual, desdoblada entre una relación amorosa fija
no sin cierto desasosiego: "Pierde su significación", "el análisis me hizo
con un hombre de más edad y numerosas relaciones "de ligue o levante"
perder a J.", me decía. Su tendencia erotomaníaca menguaba y su manera
con fJartenaires masculinos ocasionales.
de escribir había cambiado: "Antes -decía-, me sentía obligada a escribir
A primera vista podría pensarse que se trata de una versión homose-
todos mis pensamientos, sin cesar; era insoportable; ahora es ficción". Hé-
xual del desdoblamiento, frecuente en el hombre neurótico, entre el amor
lene había pasado de la anotación automática del pensamiento a una for-
por una pareja que oculta de manera velada la castración, y el deseo de
malización ficcional del goce del Otro, de la relación sexual imposible y de
partenaires que encarnen en serie el falo. (Esta divergencia de la vida se-
un retrato aceptable de la mujer. Era el signo de que se fabricaba un sín-
xual es clásica en el heterosexual masculino, dividido entre la mujer ama-
thoma. Se definía entonces como "una mujer que escribe sobre el amor".
da pero no necesariamente deseada y "girls-phallus" deseadas en serie.) 24
Quería publicar y ser escritora. Al mismo tiempo, era "la mujer que estu-
En realidad, como vamos a verlo, la configuración exhibida por Serge es
dia a las escritoras" en la universidad. Pero renunció a sus novelas de
una versión establecida de un empuje-a-la-mujer apoyado, por una parte,
amor, como si, una vez hallada una "fórmula" escrita de la relación sexual
en la relación con un Otro idealizado pero potencialmente persecutorio y
suspendida y una figura suficientemente idealizada de la mujer, la escritura
gozador, la abuela, y por la otra en la identificación con una imagen feme-
se convirtiera en un lujo inútil. Nombrada profesora de literatura, realizó
nina también ideal, su madre: ello al margen de toda referencia fálica.
en esta forma su anhelo de "ser una mujer de letras". Los alumnos pasa-
ban a ser un nuevo lugar de destinación. Me trajo un sueño titulado "el
¿Una niña pequeña?
nuevo trabajo '', en el que "ahora formaba parte del equipo" que yo cons-
tituía con otros, psicoanalistas o docentes. El lazo analítico se había con-
Serge se describe como si hubiese sido una niña; pero no tiene la más
vertido, por lo tanto, en la fuente de nuevos lazos sociales. mínima idea transexual y acepta bien su pene :y su cuerpo de varón, que
Así pues, la cura analítica transformó las dos vertientes del empuje-a-
gustan tanto a "sus" hombres. '
la-mujer en un sínthoma. Al principio, el efecto devastador del "revés" pri- Tiene, sin embargo, una apariencia infantil y maneras afeminadas. No
maba sobre el "derecho". Pero la tendencia a construir por idealización el
acudió a mí por dificultades ligadas a la sexuación, sino a causa de una
significante "la mujer" se condensó con la afición por la escritura y redujo
fuerte tendencia suicida y otros problemas muy graves, que revelan una
el "revés" infamante del empuje-a-la-mujer. El "revés", la tendencia pul-
psicosis en evolución constante desde la infancia.
sional a erigirse en el objeto feminizado del goce del Otro, encontró su lí- Criado por su abuela viuda en un ambiente exclusivamente femenino,
mite y su marco en la escritura sobre el amor y la mujer, y luego en la se acuerda de una "muñeca desfigurada" que sostenía entre los brazos. Un
transmisión a otros del saber así formalizado. Lo cual no habría podido sueño hace que se le aparezca la imagen "de una niñita de cabellos dora-
lograrse sin el "derecho", la construcción minuciosa del significante "la
dos" que evoca a Ricitos de Oro. Podría tratarse de dos imágenes narcisis-
mujer" mediante las cartas, las novelas y la palabra en la cura. La estabili- tas invertidas de sí mismo en la infancia, una ideal y la otra más deprimen-
zación, correlativa de la inscripción del empuje-a-la-mujer en el sínthoma
te. Serge se compara con Ricitos de Oro, porque también él vivía en la
"ser una mujer de letras", permitió a Hélene alcanzar una posición sexua- linde de un bosque donde muy pronto empezó a buscar "aventuras". Su
da más moderada. La erotornanía desapareció por completo y los hombres madre era rubia, una especie de "Marylin'', cuyos retratos colecciona. A
ya no son Otros gozadores en potencia. su muerte, tuvo una "visión'', una suerte de alucinación: en el cruce de dos
Vamos a describir ahora un caso masculino, el de Serge, en el que el caminos, volvía a verla viva, rubia y luminosa; ella le ordenaba seguirla.
sínthoma se constituyó a partir del empuje-a-la-mujer, pero en la vida se- Aún hoy es tá conv encido de que esa "cosa sobrenatural" se produjo efec-
xual del sujeto.

1. S. FrC" 11d , "S 111 h- plu ~ gl- 1il· r:1 l des rabaissc mcnts ... ", op. cit., pág. 55.
1
258 SEXUACIÓN Y PSICOSIS EMPUJE-A-LA-MUJER Y CLÍNICA DE LA SEXUACIÓN 259

tivamente. Es posible, por lo tanto, establecer una secuencia entre Ricitos más o menos compatible con la sociedad en que vive: con el empuje-a-la-
de Oro, Marylin, la imagen idea l de la mujer madre (que por otra parte no mujer probablemente muy precoz (Ricitos de Oro y la "muñeca desfigura-
funcionó en absoluto como madre para él) y su práctica sexual actual de da"), Serge supo hacerse un sínthoma del que se queja, pero que lo sostie-
ligue intensivo: seduce hombres - "es mi lado Marylin", dice- y se presta a ne. Su matriz es bastante simple: conjugar en el tiempo y separar en el
ser su objeto sexual. No tiene ninguna erección, ninguna excitación, pero espacio, como antaño en su infancia, la armazón simbólica y real de una re-
acepta completamente pasivo todos los fantasmas de sus partenaires. El lación por apuntalarniento 26 con un Otro gozador que lo feminiza, y otras
acento se pone en la feminización de Serge y el goce del hombre ocasional. relaciones narcisistas que establecen la coincidencia de su imagen con la de
una femineidad de revista. De hecho, ésta enmascara mal la "muñeca desfi-
Un tirano doméstico gurada" que resurge cada vez que él se siente perseguido por su amigo o
agredido y explotado por un amante de paso. (El primero, quien lo "inició"
Como su padre no dejó en él otra huella que el recuerdo de no haberlo en la homosexualidad, es un allegado que lo violó al comienzo de la adoles-
impulsado a ir al trabajo, cuando lo emplearon a los diecisiete años -lo cencia.) Pero un sínthoma nunca funciona perfectamente, es un síntoma, un
cual es poco-, resulta que el único apoyo simbó lico y real que tuvo en la compromiso siempre malogrado con el goce, un signo de que la cosa anda
vida fue su abuela paterna, a quien presenta como un "tirano doméstico" mal en lo real.
y de la que él era " la sirvienta" e incluso "la esclava" . La abuela no quería Agreguemos que esa pasivización del sujeto se confirma en sus condi-
a los hombres, despreciaba tanto a su hijo como a su difunto marido y ha - ciones de goce masturbatorio y solitario, el único goce, por otra parte, que
bría hecho todo lo posible para halagar los gustos feminizantes de Serge. reconoce como suyo pero que apenas le interesa: tiene entonces la fantasía
Su capricho tenía fuerza de ley para él, que experimenta un "terror sagra- de "ser go lpeado por hombres". Íntegramente al servicio del partenaire,
do" retrospectivo al pensar en ella. De darle crédito, parece que el hombre con los otros hombres no goza. Pero la pasivización del sujeto también se
con quien comparte su vida tomó el relevo de ese personaje autoritario, confirma por el lugar que da a la analista en la transferencia, el de ser una
pero también protector. Su pareja actúa!, en efecto, se muestra como muy "manipuladora" como la abuela; en un sueño, se imagina en el pellejo "de
ambiguo con Serge, al que cuida casi maternalmente cuando sufre, pero una gata joven" que se niega a dejarse domesticar por ella y la araña. No
con un beneficio sexual unilateral: nuestro paciente estaría a su disposi- obstante, se siente bastante cómodo en esa relación transferencia! abrupta-
ción, a su servicio tanto doméstico como sexual, pero tendría prohibido mente estab lecida luego del fallecimiento de su abuela, como si le fuera ne-
cualquier goce propio con pretextos falaces. Serge padece la falta de reco- cesario este lazo familiar con alguien tan importante para él corno aquélla.
nocimiento social de esta relación que querría oficializar, cosa que el otro Serge nos brinda entonces el ejemplo de una elección de sexuación, en
rechaza. Pero es "su mujercita" y se "sacrifica" por él, a la espera eventual el tiempo tres, al margen de la función fálica, por identificación imaginaria
de un casamiento homosexual que nuevas leyes harán pronto posible. ideal con una especie de quimera, de im agen híbrida podríamos decir; Ri -
citos de Oro o Marylin con un cuerpo de varón, en el que el órgano 111 <11'-
Lazos sociales culino sólo cuenta en la medida en que su presencia es necesaria p::i r:i d
goce de otro hombre. Pero, como en el caso de Ven, no todo es im <1gi11 :1
Por lo tanto, con dos modalidades por cierto muy diferentes, vemos sur- rio, y en el segundo plano de la identificación imaginaria hay una i11 st.111
gir una misma relación: un sujeto pasivizado y feminizado que, con su con- cia simbólica y real, un Otro que goza supuestamente del sujeto redu t 1tl 11
sentimiento, es el objeto del goce de un otro. Cada una de las modalidades a no ser más que su objeto. En otras palabras, en el revés de l:i v1· 11 w11t1
corresponde a imágenes ideales convencionales de la mujer: la buena esposa
de un lado, Marylin como objeto sexual del otro, y a raíces históricas para
Serge, respectivamente la abuela y la madre. La relativa estabilización de la 26. Freud distingue del tipo de elección de objeto narcisista (la "prop1 .1 ¡11 ·1·.i1
psicosis de Serge puede atribuirse al hecho de que esa relación con otro que na" como modelo) el tipo por apuntalamiento (la madre o un sustituto q111 · ,¡· rn 11
encarna el goce se haya moldeado en lazos socialmente reconocidos y acepta- pa de la alim entación, los cuidados y la protección del niño): "Las pul sioncs ~0 11 , 1
bles (pareja y ligue homosexual) y tenga por ende una "envoltura formal" 25 les se apoyan en principio en la satisfacción de las pulsiones del yo, de las qu(' so lo
se ind epc ndiz:1n má s adelante''. Cf. S. Freud, "Pour introduire le narcissisrnv "
25. Expresión de J. Lacan para el síntoma, en "De nos antécédents'', op. cit., (19 '14) , c; n La Vil' s1·x11dle, OfJ. cit., pág. 93 [traducción castellana: "lnt1 oducció 11
pág. 66, que puso de relieve J.-A. Miller. del narcisi,11w"' (' li ne, vol. 14, 1979].
EMPUJE-A-LA-MUJER Y CLÍNICA DE LA SEXUACIÓN
261
260 SEXUACIÓN Y PSICOSIS
una respuesta matizada a nuestra primera pregunta: ¿hay que alentar el
ideal del empuje-a-la-mujer, está el goce feminizante. Si aquí no conduce a empuje-a-la-mujer en una cura analítica? En efecto, se impone la vigilancia
lo peor, pese a algunos tropiezos en las relaciones de ligue, es porque el su - de ese revés, cuya pulsión de muerte debe contrarrestarse mediante la in-
jeto, al moldear ese empuje-a-la-mujer en los lazos sociales convenciona les vención de nuevas soluciones a la sexuación (como la "identificación cla-
y compatibles con una identidad de hombre, hizo de él un sínthoma socia l- sificadora" de lves). Sin embargo, el caso de Torn nos mostró que la sim-
mente aceptable. ple enunciación de la significación femenina, por cierto difícil de obtener,
podía apaciguar a un sujeto ya arrastrado a actos catastróficos. En los ca-
sos en que la fuerza pulsional del empuje-a-la-mujer puede derivarse o des-
EL EMPUJE-A-LA-MUJER Y LA IDENTIFICACIÓN SEXUADA plazarse hacia una práctica que condense el interés por la mujer y un don
previo del sujeto, éste puede producir un sínthorna que lo estabilice y le
Al comienzo de este capítulo nos hacíamos dos pregu ntas: ¿hay que asegure lazos sociales renovados (Hélene).
alentar el emp uje-a-la-mujer en una cura ana lítica? ¿Puede ser una solu- A nuestra segunda pregunta -¿el empuje-a-la-mujer puede ser una solu-
ción a los eventuales prob lemas de identidad sexua l de l sujeto? ción a las dificultades de identidad sexual del sujeto?-, contestaremos en
Comprobamos que esta tendencia de la pu lsión en la ps icosis (rechazo general que no. La feminización en el hombre es muy difícil de soportar
de la función fá lica en el tiempo dos de la sexuación) puede darse ta nto en cuando existe una protesta viril (Schreber, lves). En la mujer, la tendencia
los hombres corno en las mujeres, entre quienes aceptan el "d iscurso se- mortífera y "toda" feminizante puede arrastrar al sujeto hacia la prostitu-
xual" sobre su sexo corno entre quienes lo rechazan (transexua les), y que ción, una complacencia peligrosa con la perversión masculina o una femi-
atraviesa todo el campo de las psicosis (paranoia, erotomanía, esquizofre- neidad manierista excesiva y mal tolerada socialmente. Pero puede suceder
nia, me lancolía, transexualismo, etc.}. que una mujer que haya construido un sínthoma que atenúe los perjuicios
A partir de la metáfora delirante del presidente Schreber, distinguimos del revés encuentre así un lugar femenino aceptable con un partenaire que
un derecho y un revés del proceso. la aprecie. Así, a veces le será más fácil que a otra, demasiado histérica, vi-
El derecho es la invención del significante "la mujer". Ésta tiene diver- vir en pareja. También es posible pensar que un empuje-a-la-mujer mode-
sas modalidades: de la construcción elaborada como sistema delirante en rado puede consolidar identificaciones sexuales claudicantes durante una
la paranoia y la erotomanía (Schreber, Hélene) o de la idea que emerge re- gran crisis, e insuficientes por ello para establecer la sexuación del sujeto
pentinamente en la melancolía (Eisa), a la enunciación alusiva reducida a (el caso de Josiane, en el capítulo IV).
una significación feminizante localizada sobre el cuerpo en la esquizofre- En los casos masculinos, es raro que el empuje-a-la-mujer pueda cons-
nia, que sustituye puntualmente la significación fálica forcluida (Tom). El tituir una solución al problema de la sexuación. Puede llevar incluso a un
empuje-a-la-mujer se adapta entonces a la estructura del caso, más o me- transexualismo reivindicado (Ven) o sufrido (Ives). El caso de Serge, sin
nos imaginarizado en función de ella. embargo, muestra que una solución semejante es posible, porque su "ser"
El revés es el significado de la metáfora delirante, que hicimos coincidir de niña pequeña, tempranamente determinado, se moldeó en relaciones
con un goce ferninizante, a diferenciar cualitativamente del goce femenino homosexuales conformes a esquemas de relaciones aceptadas por la socie-
no-todo fálico. El empuje-a-la-mujer, en efecto, se caracteriza a menudo dad. Esta solución de compromiso le procuró una identidad sexual y cons-
por una posición del sujeto como objeto feminizado del goce de uno o va-
tituyó una especie de sínthoma.
r ios otros, vivida como abyecta, envilecedora, infamante, etc. (Schreber,
Hélene, Eisa, lves). Esta tendencia de la pulsión específica de la psicosis se
revela a veces como pulsión de muerte, identificable en la tentación suici-
da, el intento de automutilación o la demanda de operación quirúrgica se-
xual, eventualmente imputable a la exigencia de un personaje real o imagi-
nario, elevado a la dimensión de Otro absoluto y oculto en el cuadro
(Ven).
Si bien siempre se articulan en ciertos puntos (puntos de capitón), el de-
recho y el revés tienen destinos que varían según los casos. Tod a exalta -
ción del ideal puede conducir a consecuencias nefa stas, al refor zar la ten-
dencia mortífera característica del revés (Eisa ). Esto impli ca, por lo ta nto,
CONCLUSIÓN

El falo es el pivote de la ambigüedad sexual. La meditación de un niño


ante dos navajas idénticas, una de las cuales pertenecía a su padre y la otra
a su madre, ilustró a nuestro juicio la ambigüedad de un significante único
para discernir dos sexos. 1
"¿Por qué caracterizar el falo como una función y no únicamente como
un significante? ¿No es una complicación inútil?'', me preguntaba un lec-
tor, analizado y matemático.
Desde el momento en que hacemos del falo un significante, advertimos
que no funciona como los demás: si está forcluido, no hay otro que logre
reemplazarlo. Eso es lo que muestra el significante "malo" en el caso de Jo-
siane:2 parecía ordenar el mundo como un Nombre-del-Padre, pero en de-
finitiva se reveló como el vector de la invasión del sujeto por el delirio, en el
momento del desencadenamiento de la psicosis. Tres particularidades del
falo requieren la utilización de un concepto distinto del significante saussu-
riano. En primer lugar, su relación, hecha de especificación y localización,
con el goce. A continuación, la relación del sujeto con el falo: aceptar o for-
cluir la primacía de éste. Por último, el poder que tiene el falo de distribuir
los sexos: goce todo fálico para el hombre, no todo fálico para una mujer.
El significante saussuriano es conveniente para la teoría de la identificación
y la lógica aristotélica de la clase y el atributo, de las que a fin de cuentas
deriva la gender theory. En la década de 1970 y en referencia al falo, Lacan
introdujo en el psicoanálisis la función proposicional, inventada por Frege
en 1879. Esta función permite formalizar simplemente la triple exigencia

1. C{ s11¡m 1, ~·n p1111l o V, el caso de André, pág. 140 sq.


2. C{ Sll/ll'lt, l1 tp i l 1d o IV, p rÍg. 106 sq.
264 CONCLUSIÓN CONCLUSIÓN 265

que acabamos de mencionar: refiere el goce al significante del falo, de don- Menos ambigüedad, a continuación, en la medida en que queda aboli-
de el nombre de "función fálica"; autoriza la inscripción del sujeto en esta do el factor mismo de ésta, el falo como portador de la dialéctica de lo
función mediante una variable que lo representa; admite el uso de cuantifi- masculino y lo femenino. La estructura en que la ambigüedad sexual es
cadores. Por otra parte, esta herramienta muestra su valor para escribir más manifiesta es aquella en que el desmentido (Verleugnung) del falo lo
otras funciones de goce. Freud había hecho de la frase "pegan a un nirio" el hace tanto rrnís presente: la perversión. Se advierte particularmente en los
nombre propio de un fantasma, a veces fundamental en la vida del sujeto; casos de travestismo masculino, en los cuales el sujeto se identifica con el
había destacado la importancia de la gramática para el delirio y la pulsión. falo materno. 8 Costaría encontrar a un neurótico que no hiciese un sínto-
La función proposicional transforma una frase en "frase con agujeros" en ma con el sexo: lo testimonia la histeria, en la que es la cuestión esencial,
la que se contienen variables, y aísla las relaciones sintácticas que forman el pero también la neurosis obsesiva que habla, según Freud, un dialecto de
esqueleto de la frase. Debido a ello, puede escribir la repetición que hace de la histeria. En la psicosis, la desaparición de toda ambigüedad es más no-
una vida un destino (cf. el caso de Maria), 3 así como las versiones sucesivas table en los casos en que el sujeto hace un síntoma con otra cosa que el se-
de un delirio (cf. Schreber). La función proposicional puede condensar las xo. Lo comprobamos en el señor A., que se sustenta en una paternidad
relaciones constantes que constituyen la armazón de un síntoma apoyado idealizada, o en Maria, que se consagra a recuperar el objeto perdido por
en un fantasma (neurosis) o resumir el nudo del sínthoma psicótico (cf. los sus padres.
casos del serior A. 4 y de Maria). Es, por lo tanto, un instrumento eficaz pa- Una convicción sin falla barre a veces cualquier interrogación del suje-
ra captar el real en cuestión en el campo del psicoanálisis.5 to. La elección de la sexuación, 9 correlacionada con la forclusión del falo
en el "tiempo dos", se afirma entonces más abiertamente que una elección
En la psicosis, la ausencia del pivote de la ambigüedad sexual, el falo, que se apoye en la función fálica. En este último caso, la neurosis encubre
produce un doble efecto contradictorio: más ambigüedad de un lado, me- la elección mediante identificaciones que la velan y la contrarían: identifi-
nos del otro. caciones viriles de la mujer histérica, identificaciones con la madre del
Más ambigüedad, en primer lugar. En el neurótico o el perverso, el go- neurótico obsesivo. Pese a esa confu sión, la elección suele parecer definiti-
ce sexual se colorea muy tempranamente de significación fálica. El psicóti- va, o al menos sólidamente establecida: 10 la inscripción en la función fáli-
co, que rechaza -en el sentido de la forclusión- esa primacía del falo, debe ca da cierta inercia a la elección infantil de la sexuación. En cambio, el
interpretar de otra manera el goce sexual. Antes de inventar una significa- transexualismo es el paradigma de una elección sin la función fálica, que
ción distinta de la fálica, el sujeto experimenta como enigmática la ausen- se proclama y se supone a veces inquebrantable (cf. Ven). 11 El caso de
cia de significación del goce sexual. Ese lapso caracterizado por la perple- Ives, 12 que en un principio quiso ser mujer y luego hombre, nos demostró,
jidad es propicio para una ambigüedad que puede referirse al sexo propio sin embargo, que esa elección podía cambiar de acuerdo con las contin-
o al del partenaire (cf. el caso de Louis). 6 De allí la frecuencia de trastor- gencias de la vida, a la vez que se mantenía igualmente firme en cada
nos de la identidad sexual en los casos de psicosis no desencadenada. Pero oportunidad.
la ambigüedad llega al colmo en ciertas eclosiones psicóticas, cuando la Por último, falta aquí la articulación de la pulsión con la castración,
confusión de las clasificaciones sexuales infantiles y la caída de identifica- que se imprime en el fantasma neurótico. A menudo es sustituida por otra
ciones precoces dejan al sujeto "fuera-de-sexo" ["hor sexe"J,7 ni hombre dialéctica, la de la interpretación femenina del goce y la tendencia femini-
ni mujer, u hombre y mujer por un tiempo (cf. Josiane). zante de la pulsión. Es cierto, el empuje a la mujer genera en principio un
efecto ambiguo cuando tropieza con la protesta viril del sujeto masculino.
Pero él mismo acaba con esa ambigüedad, porque se impone con un vigor
3. Cf supra, capítulo IV, pág. 128 sq.
4. Cf supra, capítulo 11, pág. 50 sq.
5. Cf supra, capítulo l.
6. Cf supra, capítulo IX, pág. 236. 8. Cf. O. Fenichel, "The psychology of transvestism", en International Journal
7. Neologísmo de]. Lacan en Le Séminaire. Livre xx, op. cit., pág. 79, reitera- of Psycho-Analysis nº 11, 1930, págs. 211-227.
do en el título de una obra de C. Millot, Horsexe. Essai sur le transsexualisme, Pa- 9. Cf supra, capítu lo v, pág. 141 sq.
rís, Point hors ligne, 1983 [traducción castellana: Exsexo: ensayo sobre el transe- 1 O. Cf. supra, rnpí1ul o VI, págs. 168-9, la paciente de Fairbairn.
xualismo, Barcelona, Paradiso, 1984]. [En la traducción castellana del se min ario ·11 . C(. s11pra, ~· npí 111lo v11, págs. 188-9.
citado se habla de "fuerasexo", pág. 103 (n. del t.).] 12. Cf. Stl /ll'tt, rnpi 11il n v11 , plig~. 200-1.
266 CONCLUSION CONCLUSION 267

inequívoco. Y termina en general por triunfar sobre las defensas más ague- tomada de su compañera, que le permitió prescindir del padre para ser un
rridas, salvo si la transferencia permite al sujeto inventar otra solución. hombre. Para Hélene, la analista fue la lectora de sus cartas de amor, an-
tes de que ella pudiese enseñar a otros. Para Eisa, la mirada benevolente de
Para el tratamiento por la palabra de la ambigüedad sexual, la impor- la analista contrarrestó la mirada malévola de la Diosa mujer que quería
tancia del diagnóstico estructural (neurosis, psicosis o perversión) se des- destruirla. Existe una condición necesaria de la transferencia, cuyo secreto
prende de lo precedente. No se trata de una clasificación arbitraria, sino me reveló hace poco una analizante mientras reflexionaba sobre lo que la
de la necesidad de señalar los principios con los cuales puede contarse o había "enganchado" al análisis, lo que le había dado una confianza sufi-
no para la cura: la presencia o la a usencia del Nombre-del-Padre y la sig- ciente en la palabra para aceptar un real particularmente insoportable. Se
nificación fálica contigua. Ningún profesional enterado abordaría de la trataba, según su parecer, de un momento muy preciso en que la analista
misma manera la anorexia en un caso de melancolía y en uno de histeria. se había "tirado al agua" por ella: su testimonio muestra que sin la dimen-
También espero haber puesto de manifiesto la diferencia de discurso entre sión de un compromiso del profesional, el acto analítico no sería más que
transexualismo e histeria (cf el caso de Ven). El diagnóstico de estructura semblante.
es a menudo difícil de establecer, porque no descansa sobre la presencia o
la ausencia de un rasgo diferencial, sino que requiere un estudio detallado
del conjunto del caso.
En el proceso complejo de la sexuación, hay cabida para decisiones in-
conscientes en los tiempos dos y tres. 13 Sin esta cuota de responsabilidad,
por tenue que sea en comparación con las restricciones reales y simbólicas
que pesan sobre el sujeto, el psicoanálisis no sería sino adaptación a lo peor.
El caso de Ives nos enseñó que la elección inicial del sexo, por no estar las-
trada por la función fálica, era reversible, incluso tardíamente. No obstante,
no siempre constaté dicha posibilidad, en cuyo caso fue preciso actuar con
astucia frente a la convicción inquebrantable del sujeto (cf la "joven pesca-
do"14 y Ven). Pero casos como el de Ives incitan a no dejarse sugestionar por
la convicción inmediata de un paciente transexual, y a confiar en el psicoa-
nálisis para cambiar al sujeto y brindarle nuevas perspectivas.
En cada nuevo encuentro con un paciente, el instrumento al que apos-
tamos es la transferencia analítica. "Puesta en acto de la realidad" sexual
del inconsciente, 15 la transferencia propone un marco a la pulsión y el
tiempo necesario al sujeto para que constituya un nuevo síntoma. Sólo ella
da al sujeto la posibilidad de crear lo nuevo a partir de lo viejo. Para
Tom, 16 la analista fue la arquitecta a la que sometió los planos de cons-
trucción de un nuevo cuerpo en el que el empuje a la mujer se inscribió li-
teralmente como una cicatriz del pasado. Para Ives, la transferencia fue el
vector que orientó su inconsciente hacia la id entificación clasificadora 17

13. "Decisión" y "elección" deben tomarse de acuerdo con las posiciones que
desarrollamos en los capítulos V y VI.
14. Cf supra, capítulo n, págs. 68-9.
15. Cf J. Lacan, Le Séminaire. Livre XI, op. cit., págs. 133 y 138 .
16. Cf supra, capítulo IX, págs. 243-4.
17. Cf supra, capítulo vn, págs. 206-7.
ÍNDICE ANALÍTICO Y DE NOMBRES

Las referencias de las obras citadas de S. Freud y J. Laca n figuran en la biblio-


grafía mencionada en las notas a pie de página .

Abraham, K.: 48 carta (letra}: 82, 217-20, 241-2, 250-7


acting-out: 66-71, 100-1, 190-1 castración: 57-8, 265
Adler, A.: 139, 220 complejo de: 38, 42-3, 48-9, 59-60, 86-
Alby, J.-M.: 138 9, 94-7, 110-2
alienación: 62-3 agente de la: 49-50, 52-4, 57-8, 97,
Amado, J.: 156, 158 100-1, 127-8
amor: 27, 159-61, 194-7, 238-9, 250-7 Chi land, C.: 18
angustia: 66-9, 88-9, 91, 100-1 c ienci a : 25-6, 32-3, 42-3, 65-6, 196-7,
Aparicio, S.: 112, 119, 158 254-5
Apuleyo: 223 clases, cla sificación: 34-7, 7 6, 79-80,
Aracne: 226, 240 82-4, 102, 109-11, 115-6, 135-6,
Aristóteles: 33, 36, 44, 76, 79, 83, 115, 205-10
117, 143-4, 146-52, 161, 224 clivaj e: 103-4
Atenea: 226, 240-2 cogito: 204-5
Aubert, J.: 193 Collins, H. y Pinch, T.: 31
automatismo m enta l: 198 (n. 29) contradicción (principio de}: véase lógica
convicción: 70, 76-7, 107-8, 188-9,
Bacon, F.: 92 227-8, 265-6
Bea uvoir, S.: 84 cosa (das Di11g): 33 (n. 17), 61-2, 77
Bcrcherie, P.: 251 (n. 18) (n. 8)
biología : 27, 34-7, 44-5, 60-1, 75, 78- Cottet, S.: 37
9, 176 creencia : 85-6, 94-7, 103-4
bi scx ualidad: 7, 20 - 1, 2 1 1-2 C rews, D.: 32
lll:rn c hé, R. : 38 c ua nto r, cua ntifi cador: véase lógica
ll l :111 ~ l w 1 , R. : l (J 1 c u1,;rpo: 27-8, 33-5, 38, 56-7, 60-], 80-
270 ÍNDICE ANALITICO Y DE NOMBRES ÍNDI CE ANALITICO Y DE NO MBRES 271

2, 92-3 , 111-2, 154-7, 161-2, 176, estadio del espejo: 80-2, 138-9, 190-1, Gallano, C.: 228 6, 172-6, 185, 209-10, 215-6, 242-
186-7, 230-2, 243-50, 254, 266-7 201-4, 214-5, 220-1, 230-2 gender th eo ry: 20-1, 34-5, 76-9, 141, 3, 264-5
estructura: 118-9, 123-4, 139-40, 187- 167 (n. 4), 185-6, 235-8, 263-4 imaginario: 30-2, 43-4, 51 (n. 15), 80-
Damourette, J. y Pichon, E.: 119, 158 8, 265-6 Gide, A.: 149-50 2, 187-90, 193-6, 209-10
Darwin, Ch.: 35 etología: 27-37 Gilliam, T.: 89 incesto: 69 (n. 73), 119 (n. 40), 120-1,
David-Ménard, M.: 36 Eurípides: goce: 32-3 , 63-4, 102-3 127-8, 218-9
De Clérambault, G.: 156, 198 M"edea,de:49, 149, 153 Otro: 154-8 inconsciente: 27, 56-61, 81-2, 88-9,
defensa: 20-1, 265-6 campo del: 32, 33 (n. 17), 35-6, 38- 154-5, 266-7
Delaisi, G. y Verdier, P.: 30 Fairbairn: 137, 168-78 42, 168-9, 221-33 interpretación: 36-7, 133-4, 148-52,
delirio: 28-9, 34-5, 107-9, 124-6, 131 falo: 41-3, 52-4, 66, 84-7, 93-4, 97- del Otro: 125-6, 131-2, 154-8, 220- 171, 228-9, 249-50, 265
(n. 69), 192, 226, 247, 251-2 103, 119-21 (n. 40) , 140-1, 183-8, 2, 227-33, 238-9, 253-4, 257-8 intersexualidad: 36-7, 75, 165-6, 168-
Deneuve, C.: 231 196-201, 204-5, 211-12 modos, modalidades del: 33-4; 83- 78
desencadenami ento de la psicosis: 54-5, función fálica: 106, 117-2, 127-8, 4, 142-4, 162-3, 168-9
106-11, 194 (n . 21), 201 -3, 204 (n. 141(n.18), 142-4 no todo o complementario: 91, Jacob: 35-6
36 ) 224 (n. 54)-233, 230 (n. 75), significación fálica: 50 (n . 13), 69 138-9, 146-62, 221 -3 3 Jakobson, R. : 81
251-2 (n . 73), 77 (n. 8), 106-11, 120-1, fálico : 38-45 , 63-4, 95-6, 114-22, Jones, E.: 211
deseo del psicoanalista: 37-8 213-4, 264-5, 265-6 145-7, 150-1, 175-6 Joyce, J. : 54, 123-4, 133, 193
deseo: 60, 119 (n . 40), 122 fantasma: 38-40, 56-7, 59 (n. 40), 63- sexual: 33-4, 56-60, 121-2, 138-9,
deseo-de-la-madre: 69 (n. 73 ), 77 (n. 4, 84-5, 88-9, 112-3, 121-2, 125-8, 170-2, 186-7, 257-8, 264-5 Kaltenbeck, F.: 217
8), 84-6, 97, 99, 145-6, 184-5, 195- 157-8, 263-4 Godel: 38 Kant, I.: 63-5
7, 202-3, 211-2 fundamental: 103-4, 122-3, 125-8, Goette: 61 Kirchner, H .: 25
Diccionario Larousse: 229 133-4 Klein, E.: 26
diferencia anatómica: 78-104, 110-11, Fausto: 231 Hamon, M.-C.: 44, 174 Klein, M. : 33, 48, 61
136, 172-4, 193 -4 femineidad: 43-5, 59-60, 76, 79-80, Heidegger, M.: 62 Kono, T.: 64
discordancia! : 153, 158-62 83-7, 91-4, 96-7, 106, 126-8, 146- Héritier, F.: 47, 78-103, 167 Kripke, S.: 242
discurso sexua l: 136-41, 166-7, 183-9, 62, 172-4, 188-9, 200-1, 211-23 heterosexualidad: 57-8, 97-8, 121-2, Kuhn, T. : 95
237 Fenichel, O.: 238, 265 142-3, 206-7, 256-7
disfraz: 166-8, 188-9, 202-3 Feynman, R.: 26 hipocondría: 52-5, 187-8, 254 Laqueur, T.: 104
Duras, M.: 255 Fliess: 20-1, 39-40, 52-3 hi steria: 39-40, 62 (n. 57), 76-7, 96-7, Laurent, E.: 242
fobia: 53-4, 97-10 2, 136, 183-5 105-6, 113-8, 154, 159-60, 171-3, Leader, D.: 27, 44
Edipo: forclusión: 50 (n . 13), 52, 69 (n. 73), 193-4, 200-1, 211-2, 224-5, 265-6 lenguaje: 34-7, 41-3, 81-6, 116-7, 138-
complejo de: 48-9, 66 -7, 110-11 , 107-8, 113-4, 119 (n. 38), 129-32, hombre: 34-5, 41-5, 58-9, 119 (n. 40), 9, 154-5, 198 (n. 29)
126-8, 215-6 185, 188-9, 192, 204-5, 219-33, 127-8, 144-7, 157-8, 160-2, 175-6, Lévi-Strauss, C.: 78, 83, 217-20
ego: 54-5 253 206-10, 211-2, 223-8, 237, 247-57 ley: 25-6, 28-9, 69 (n. 73), 100-1, 107-
Ein stein, A.: 25 fort-da: véase simbolización primordial ho mosexualidad: 57-8, 140-3, 146-7, 8, 191-3, 217-21
empuje-a-la-mujer: 71 (n. 75), 111, Frege, G.: 114, 116, 124 160-1, 202-3, 236, 238-9, 256-9, Linardou-Blanchet, N. : 214
139-40, 162-3, 195-6, 203-4, 207- Fre ud, A.: 98 Littré, E.: 33, 228
33, 235-61 función: id<:a l: 50-7, 62 (n. 57), 172-3, 189-90, lógica: 37-8, 40-1, 76, 114-9, 121-2,
Engel, P.: 242 (n. 11) de goce: 121 (n. 43 ), 122-4 198-9, 230-2, 238-43, 246-7, 255-7 131-4, 136 (n. 3), 142-3, 147 (n.
enunciación: véase palabra fálica: 110-22, 177-8, 186-8, 214, 1d rntidad: 39), 147-52, 221-33
erotomanía: 55-6, 58-9, 155-6, 239-42, 265 de género: 76-7, 109-11 Loraux, N.: 18
251 (n. 18), 259-60 proposicional: 54-5, 123-8, 264-5 s<:xual: 76-9, 105-6, 109-11, 166-9, Lorenz, K.: 31
Esquirol, J. E. D.: 199 (n. 30) síntoma: 50-7, 121-34 13-4, 235-8, 259-6 1, 26 4-5 Lukasiewicz, J.: 145
esquizofrenia: 155-6, 187-8, 230-2, 1dr111i fi c:ición: 36-7, 7(,, H1 (11 . ~ 1 ) , H"'-
243-50 Gaffiot, F.: 18 s
l, 105 -6, 1 12. !, 1 1 (1, 1u. 1, 1 l M::i hl cr, M.: 212
272 ÍNDICE ANALÍTICO Y DE NOMBRES ÍNDICE ANALÍTICO Y DE NOMBRES 273

Maleval, J.-C.: 125 Nombre-del-Padre: 29 (n. 8), 49, 50 (n. plus de gozar: 40, 63-4, 138-9 Saladin d'Anglure, B.: 166
Marivaux: 159-61 13), 52-5, 69 (n. 73), 107-8, 123-4, Poe: 217-20 Sangnier, A.: 179
Marx: 63-4 139-40, 184-5, 216-7, 229-33, 246- principio de placer: 40, 60-1, 84-5 satisfacción: 31-3, 41-2, 52, 176
mascarada, máscara: 42-5, 159-60, 7, 265-6 privación: 87-8, 97-102, 154, 172-3, Saussure de, F.: 39, 81
168-9, 197-8, 253-4 nudo borromeo: 52 (n. 17), 124 (n. 57) 204-5 Schnurmann, A.: 98-102
masculinidad: 76 proceso primario y secundario: 41 (n. sentido: 116, 132-3
masturbación: 85-6, 95-6, 99, 111-2, objeto a: 39-40, 4 7-66, 77 (n. 8 ), 85 (n. 36), 42-3 separación: 60, 62-3
121-2, 176, 194-5,236,259 45), 88-9, 122, 124 (n. 57), 149-50, prosdiorismo: véase lógica sexuación: 57-8, 108-11, 137 (n. 8),
materna: 59 (n. 40), 116 (n. 27), 117-8, 152, 218-9, 252-4, 258 Proust, M.: 159 189-90, 206-10, 259
221-2 Oliveira: 230-1 psicosis: 42-3, 50 (n. 13), 53-5, 69 (n. tiempos de la: 135-52, 161-3, 166-
Maupassant, G.: 89 Otro: 51 (n. 16), 62-3, 77-8, 80-92, 102, 73), 77 (n. 6), 93-4, 106-11, 118-9, 7, 175-9, 183-8, 199-200, 209-10,
Me Carey, L.: 42 154-5, 157 (n. 71), 176-7, 219 (n. 122-3, 139-40, 141 (n. 18), 184-8, 237, 261, 265-6
medicina: 65-72 33) 214-20 fórmulas de la: 119-21(n. 40), 142,
melancolía: 187-8, 239-40, 259-60, del goce: 33 (n . 17), 125-6, 195-7, pulsión: 56-7, 233 (n. 80), 265 144 (n. 28), 212-3, 222 (n. 45)-233
265-6 199-200, 219-22, 227-33, 250-7 de muerte: 30-1, 33-4, 60-71, 220- Shakespeare, W.:
metáfora: 68-9, 82, 113-4 sexo: 82-3, 89-92, 157-159, 173-4, 1, 239-43 El rey Lear, de: 56
delirante: 113-4, 124-6, 221, 225- 246-7 oral: 122, 171-3 El mercader de Venecia, de: 71
6, 238-40, 259-60 otro: 80-2, 230 (n. 75) escópica: 67-8, 122, 190-5, 230-2, Otelo, de: 149-51
paterna: 52-3, 69 (n. 73), 77 (n. 8), Ovidio: véase Tiresias 266-7 significado: 39 (n. 32), 120-1, 138-41
140-1, 213-4, 219-20, 221 punto de capitón: 39 (n. 32), 184 (n. significante: 39 (n. 32), 81-6, 157 (n.
Miller, G.: 40 padre: 27-30, 52-4, 214, 223-33 4 ), 245-6, 260-1 71),217-20
Miller, J.-A.: 33-4, 38 , 58-60, 81-6, imaginario: 50-5, 97, 171, 183-4, amo: 62 (n. 57), 82 (n. 33), 107-8,
113-5, 119, 127-8, 150-1, 184-5 202-5 Rabelais: 52 109 (n. 6), 135-6, 24 7
Millot, C.: 264 real: 51, 53-4, 123-4, 130-1, 136, Racine , J.: simbólico: 51 (n. 15), 62-4, 122-3 (n.
mirada: véase pulsión escópica 144-5, 191-3, 205 (n. 37), 229-33 Andrómaca, de: 48 52), 167-8, 193-4
momento fecundo: 131 (n. 69), 131-2, simbólico: 29 (n. 8). 47-57, 85-6, Fedra, de: 49 simbolización primordial: 60, 84-6, 99-
253-4 126-7, 246-7 Bayaceto, de: 49 101
Montand: 28 palabra: 56-7, 85-6, 159, 247-8 rasgo [trazo] unario: 81-3, 135-6 sínthoma: 52 (n. 18), 52-6, 121-5, 183-
More!, G.: 128, 150 paranoia: 54-6, 125-6, 155-6, 171, real: 25 -45, 51 (n. 15), 62-6, 89-90, 5, 198-201, 215-6, 237, 241-2,
muerte: 60-71 187-8, 239-41, 259-60 123 (n. 52), 136-7, 227 (n. 63), 250-61
mujer (la): 20-1, 83-4, 102-4, 111-3, Paré: 228-9 266-7 síntoma: 32-3, 52-5, 117-9, 121-34,
125-6, 150-1, 152 (n. 58), 157-8, particular: véase lógica Regnault, F.: 18 133 (n. 71), 183-5, 198-201, 258,
194-7, 214-33, 235-61 pasajes al acto: 82, 154, 243-6, 248-9 relación sexual: 20-1, 27-28, 37-8, 41- 266-7
Pascal: 63 5, 56-60, 76, 83-4, 102-4, 106, social construction: 21-2
Nabokov, V.: 58 pene: 34-5, 38, 42-4, 76, 94-5 , 99, 116-7, 120-22, 209, 221-33, 243-4, Sófocles:
narcisismo: 80-2, 86-7, 112-3, 119, 127-8, 186, 188-9, 194-7 247-9, 255-6 Edipo en Colono, de: 62
218-9, 259 Penisneid: 43-4, 87-8, 110-4, 171-3, repetición: 33-4, 60-7, 122-3 Soler, C.: 156
neurosis: 52-4, 76-7, 93-4, 115-6, 118- 183-4, 211-2 represión: 33-4, 52, 118-9 Steinbeck, J.: 249
9, 121-2, 125-8, 141 (n. 18), 171, percepción: 86-7, 103-4 reproducción: 2 7, 29-33-5, 4 7-8, 60, Stifter, A.: 217
183-5, 215-6, 219-20 perversión: 58 (n. 37), 118 (n. 37), 65-71, 75 Stoller, R. J.: 19, 22, 34, 75-9, 137-8,
infantil: 27-8, 83-4 140-142, 196-9, 213 (n. 14), 216-7, Rivi ere, J.: 44, 197 175-8, 185, 189-90, 201-2, 211-2,
obsesiva: 61-3, 122 265 Roth, P.: 89-92 214, 225-6, 235-8
Newton, I.: 25, 27 Platón: Russc ll , B. : 114 , 11<1 Styron, W.: 189
no todo: 43-4, 117-8, 135-6 , 142-3, Banquct~ de: 18,5 7 suj eto : 29-30, 34-5 , 58-66, 84, 85 (n.
146-62, 200-1, 221-8 Parménides, de: 83 sabe r: 2.'i-6, 38-40 , 'il1 '/, ~ 1 2 - 1 04 4 5 ), 11 5-6, '134, 161 -2, 219-22
274 ÍNDI CE ANALITICO Y DE NOMBRES

superyó: 91, 127-8, 203-4, 239-40 universal: véase lógica ÍNDICE DE CASOS CLINICOS
· suplencia: 52-5 (n. 29), 97 uno: 81-3, 200-1, 229-233

teorías sexuales infantiles: 34-5, 38, 56- vagina: 42-4, 76, 86-7, 127-8, 172-9
7, 83-5, 95-7, 102, 213 -4, 229-30 valencia diferencial de los sexos: 78-
Tiresias: 18, 152 86
transexua lismo: 34-5, 70, 75-9, 162-3, variable (o argumento) : véase lógica
185-209, 214-5, 225-6, 237, 257- verdad: 38, 42-3, 93-4, 102-3, 160 (n.
60, 265-6 80), 196-201
transferencia: 60, 196-201, 241-3, 255- Virgilio: 184-5
6, 265-7
trauma: 39-40, 68-71, 82, 101-2, 189- Weismann, D.: 35, 61
90 Whitaker, C. W. A.: 44, 147, 151
traves tismo: 187-99 Willis, B.: 89
tríada (de lo real, lo simbólico y lo Wolfson, L.: 156
imaginario) : 51 (n. 15), 52, 56-7, Woody Allen: 145
193-4, 221, 235-6 Woolf, V.: 17
Trobas: 27-8 André: 140-1 " la joven pescado": 68-71, 185, 193-4,
Zenón de Elea : 38 caso de Fa irba irn: 168-76, 265 233, 265-6
unario: véase rasgo [trazo] unario caso de Krafft-Ebbing: 214, 236 Louis: 236, 264-5
unheimlich: véase angustia Zizek: 65 caso de Stoll er: 175-8 Maria: 124-5, 128-34, 155-6, 184-5,
Chloé: 230-2 216-7, 264-5
Dora (Freud): 19-20, 81-2, 105-6, 117- Miriam: 153-5
9, 122, 151-2, 154-6, 172-3 Sandy (A. Schnu rma nn) : 97-102
"el hijo intercambiable": 65-7 Sara: 96-7, 101-2
"el hombre de las ratas" (Freud): 33-4, Schreber: 19-20, 124-6, 139-40, 155-7,
62-3, 151-2 185, 196-7, 212-3, 215-33, 235-9,
Eisa: 226, 238-44, 250-1, 260-1, 266-7 250-1, 259-61, 264-5
Hans (Freud): 53-4, 86-7, 97-8, 111, señor A.: 50-7, 127-8, 155-6, 184-5,
118-9, 136, 183-4, 214 217 (n. 28 ), 264-5
Hélene: 238, 250-8, 260-1, 266-7 Serge: 237-8, 256-9, 261
lvcs: 179, 187-8, 200-10, 230-1, 235- Tom: 109 (n. 6 ), 243-51, 260-1, 266-7
9, 250-1, 260-1, 265-7 "una niña de dos años": 92-3
Jos iane: 106-11, 117-9, 135-6, 139-40, "u na repetición inexora ble": 66-8
142-3, 208-10, 230-1, 264-5 Valérie: 39-40
" la joven homosexual" (Freud): 119 (n. Ven: 186-201, 209-10, 214, 226, 230-
40), 142 1, 238-9, 250-1, 259-61, 265-6

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