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UNIVERSIDAD ABIERTA PARA ADULTOS

UAPA

Escuela de Ciencias Jurídicas y Políticas

Carrera de Derecho

Facilitador:

Lic. Amalio Alcequiez Garcia

PROPEDEUTICO ESPAÑOL- SECCION 038

Tema:

ALMOHADÓN DE PLUMAS (HORACIO QUIROGA)

Participante:

AWIRDA CLARIBEL BAEZ FELIZ 14-4925

Santiago de los Caballeros, 01 de junio Del 2014. Rep. Dom.


INTRODUCCION

El presente trabajo trata sobre un cuento de amor, locura y muerte (El


almohadón de plumas) de Horacio Quiroga es el amor desmedido -y reprimido-
el que destruye y lleva a la muerte. Jordán, amado y temido por Alicia, es en su
hermetismo, un vampiro que no extrae sangre, sino energía vital. Con su
distancia y frialdad, se encarga de debilitar el alma de Alicia. Su doble, ese
horrible parásito, se encarga del cuerpo.

Análisis del Cuento “EL ALMOHADON DE PLUMAS”


ARGUMENTO
Es la historia de un matrimonio joven formado por Alicia, una joven angelical, y
Jordán. Ambos están enamorados. Viven en una casa escalofriante y
majestuosa en la que Alicia pasaba el tiempo sola hasta que llegaba su marido.
Así empezó a adelgazar hasta el punto de que un día tuvo que salir al jardín
apoyada en el brazo su marido. Fue el último día que Alicia estuvo levantada.
Al día siguiente el médico la examinó con mucha atención sin encontrar
enfermedad alguna y ordenándola calma y reposo. Al día siguiente Alicia siguió
empeorando, se veía que iba hacia la muerte, sin que el médico supiera de qué
enfermedad se trataba. Por el día su enfermedad no avanzaba, pero cuando se
levantaba aparecía cada vez más lívida. Los dos días finales deliró sin cesar a
media voz hasta que por fin murió.

Cuando la sirvienta estaba arreglando la habitación, al hacer la cama se fijó en


el almohadón, llamó al señor por haber observado pequeñas manchas de
sangre. Jordán se acercó y descubre que su mujer había muerto porque dentro
del almohadón había un animal monstruoso que le chupaba la sangre todas las
noches a Alicia. En cinco días, había vaciado a Alicia.

Podemos dividir el cuento en tres momentos:


 1er. Momento: presentación de los protagonistas y ubicación de lugar
 2do. Momento: la enfermedad de Alicia, el centro de interés.
 3er. Momento: Desenlace. Muerte de Alicia y descubrimiento del
personaje ignorado hasta este momento, el monstruoso animal. Ahora el
centro de interés es el almohadón.
PERSONAJES

El cuento solo tiene a dos personajes principales, Jordán y Alicia. También


aparecen como personaje secundario la criada y como personaje antagonista
el monstruo que llega a matar a Alicia.

Jordán, es el marido de Alicia. Es un hombre joven, pero que a pesar de que


estaba profundamente enamorado de ella, no era capaz de expresárselo por su
rigidez.

Alicia es una mujer joven, rubia, angelical y tímida que está profundamente
enamorada de su marido hasta el punto de llegar a asumir vivir sola en una
gran mansión, alejada del mundo que había soñado.

La sirvienta, es un personaje secundario que aparece para el desenlace final


del cuento.

Tiene un comienzo abrupto. El relato comienza en medio de la narración, sin


ninguna aclaración previa. Lo utiliza para captar la atención del lector.
En la primera expresión “Su luna de miel fue un largo escalofrío..”, el término
“luna de miel”, se ve opacado por la expresión “largo escalofrío”. Nos anticipa
así parte de la historia, descubrimos que no van a suceder cosas hermosas
como debieran suceder en una luna de miel.
A continuación el narrador comienza a describir física y espiritualmente el
personaje femenino, Alicia. Lo hace mediante tres adjetivos “rubia, angelical y
tímida”, una clara imagen de una mujer romántica. Entre estos tres adjetivos, el
de angelical, enmarcaría al personaje como una mujer desvinculada de lo
terreno. La describe como una mujer frágil, soñadora, vulnerable, sumamente
sensible y dependiente de su esposo.

Luego se describe a su marido, vemos que Jordán es un hombre alto, fuerte,


duro, egoísta, insensible, típico hombre modernista. Así vemos que los dos
personajes son totalmente opuestos. El narrador utiliza el mecanismo de
antítesis.
TIEMPO Y ESPACIO.
No hay referencias temporales externas, pero se sobreentiende que es
contemporáneo al autor por los personajes que aparecen en él. Todo el cuento
se desarrolla en cinco días (tiempo interno), los días que tarda el bicho en
devorar a Alicia, sin que haya saltos temporales salvo al principio del cuento
que comienza haciendo una breve referencia al matrimonio y su luna de miel.

Tampoco hay referencias espaciales exteriores. El espacio es interior, ya que


toda la acción transcurre en la mansión en la que viven Jordán y Alicia, que
hacen percibir que los personajes son de una clase acomodada: “La blancura
del patio silencioso -frisos, columnas y estatuas de mármol- producía una
otoñal impresión de palacio encantado. Dentro el brillo glacial del estuco,
afirmaba aquella sensación de desapacible frío. Al cruzar de una pieza a otra,
los pasos hallaban eco […]”. Esta sensación de familia aburguesada se
reafirma cuando varios médicos acuden a visitar a la joven o cuando la criada
arregla la habitación.

“En ese extraño nido de amor, Alicia pasó todo el otoño. No obstante, había
concluido por echar un velo sobre sus antiguos sueños, y aún vivía dormida en
la casa hostil, sin querer pensar en nada hasta que llegaba su marido.”

Alicia decepcionada, luego de haber esperado un Jordán más tierno y emotivo,


sustituye la irrealidad de sus sueños y despierta en el abandono de sí misma.
Con este abandono, con la dependencia de su marido y con la ensoñación
cavó su propia tumba. Vemos que el cuento se limita en la casa, jamás se ve
salir a Alicia a la calle, visitar o recibir amigos, ni relacionarse con el mundo
externo. Su debilidad comienza con la falta de contacto con la realidad.
Entre la pareja se levanta un muro tan impenetrable que impide la
comunicación amorosa entre ellos. Es escaso el diálogo narrativo entre ellos,
casi nulo, solo existirá en las alucinaciones de Alicia. En cambio, en el ámbito
social, por ejemplo con los doctores, Jordán dialoga con ellos y esos diálogos
exceden incluso en número a los de la pareja. Lo mismo sucederá luego con la
empleada doméstica, cuando descubre el insecto monstruoso el dialogo entre
ella y Jordán es más largo.
El narrador no da respiro al personaje. Aparecen nuevos síntomas no derivados
del ataque de influenza.
La aparición del médico interrumpe el hilo de los sucesos y mediante el
diagnóstico de éste, se conocen las características de la enfermedad. Su
repercusión somática es la debilidad, que desorienta al médico al no
encontrarle una explicación científica.
Vemos un narrador omnisciente (es aquel que está por encima de los
personajes y conoce todo lo que sucede, describiendo y relatando aquello que
varios personajes, ven, piensan o aquello que sucede en ausencia de éstos.)
que adelanta el desenlace fatal de Alicia “se iba visiblemente a la muerte.”
Luego se centrará en referir las instancias de agonía que Alicia sufrirá.

La anemia física fue antes una anemia del espíritu hambriento de afecto y vida
conyugal.

LENGUAJE.
El autor utiliza un lenguaje culto con escasos recursos literarios. Los
personajes también emplean un lenguaje de acuerdo con su condición social.
Utiliza expresiones no propias del castellano como “tuvo un ataque de
influenza”, refiriéndose a la gripe o el término bando para referirse a que la
criada se hecho las manos a la cabeza.

Por lo demás es un lenguaje directo, que se entiende con cierta facilidad, no


exento de palabras cultas y precisas.
Opinión personal

Esta bella y extraña historia nos relata una circunstancia de amor entre Alicia y
Jordán, ella bella, sensible, amable todo una soñadora, Él un chico bueno pero
con el carácter rígido y con muy pocas demostraciones de amor hacia Alicia
(aunque por dentro no fuese así), era un matrimonio de apenas 3 meses, vivían
en una casa un poco tétrica, donde todo era elegante pero ni una gota de color
esplendoroso que admirar.

Su amor era un tanto raro, ya que ella quería demostrárselo con caricias besos
y demás, pero el aspecto duro de su esposo no le permitía semejantes
acciones, así fue pasando el tiempo y Alicia decidió guardar su cariño hacia
aquel marido rígido.

Alicia se enfermo de una gripe, y nada que se curaba, logro salir una tarde en
compañía de su esposo Jordán al jardín, en ese rato que compartieron una
linda tarde, Jordán acaricio levemente su cabeza, su reacción fue de llanto, allí
pasaron la tarde entre sollozos.

Alicia fue cambiando poco a poco, adelgazo muchísimo, debido a su caso


Jordán mando llamar a su médico para ver que le diagnosticaba, el médico le
dijo que una anemia era la que tenía mal a Alicia. Y que la valoraría por un
tiempo más para estar mucho más seguro.

Conforme pasaba el tiempo Alicia se fue empeorando y lo médicos no le daban


una respuesta concreta de lo que realmente padecía la chica, presento grandes
alucinaciones, desde entonces pidió a que nadie la tocara y que ni le movieran
el almohadón donde ella reposaba. Después de tanto tiempo de padecimientos
Alicia murió. Ese mismo día la sirvienta fue a acomodar el lecho de la señora
fallecida, y se da de cuenta que en el almohadón de pluma hay manchitas de
sangre, consternada llama a Jordán lo cual después de mirarlo por un tiempo
decide que la sirvienta tome el almohadón, a lo que esta le hace caso, lo agarra
y cuando lo levanta lo deja caer ya que pesaba mucho, con esto Jordán decide
colocarlo en la mesa y de un solo corte lo abre por la mitad y de allí sale el mas
repulsivo bicho, full de sangre, era el causante del deceso de Alicia, en solo
unos días ese bicho había vaciado Alicia.

Debemos luchar hasta el final, confiar en nosotros mismos y dejar de lado todo
aquello que nos perjudique.
Conclusión

En conclusión es necesario saber que este cuento relata la historia de un


matrimonio. En Pocas Palabras Una Historia Como Ninguna impregnada en
una narración intrigante denotando que el amor y la muerte son los dos temas
centrales del cuento. El autor narra un cuento de miedo en el que se refleja la
angustia de un enamorado que ve como pierde poco a poco a su mujer sin
poder hacer nada y sin poderla expresar lo mucho que la quiere. El desenlace
que el autor da al cuento con la presencia de un “bicho”.
BIBLIOGRAFIA

Horacio Quiroga (EL ALMOHADÓN DE PLUMAS)


ANEXOS

El almohadón de plumas
Horacio Quiroga

Su luna de miel fue un largo escalofrío. Rubia, angelical y tímida, el carácter


duro de su marido heló sus soñadas niñerías de novia. Ella lo quería mucho, sin
embargo, a veces con un ligero estremecimiento cuando volviendo de noche
juntos por la calle, echaba una furtiva mirada a la alta estatura de Jordán, mudo
desde hacía una hora. Él, por su parte, la amaba profundamente, sin darlo a
conocer.

Durante tres meses -se habían casado en abril- vivieron una dicha especial.

Sin duda hubiera ella deseado menos severidad en ese rígido cielo de amor,
más expansiva e incauta ternura; pero el impasible semblante de su marido la
contenía siempre.

La casa en que vivían influía un poco en sus estremecimientos. La blancura del


patio silencioso -frisos, columnas y estatuas de mármol- producía una otoñal
impresión de palacio encantado. Dentro, el brillo glacial del estuco, sin el más
leve rasguño en las altas paredes, afirmaba aquella sensación de desapacible
frío. Al cruzar de una pieza a otra, los pasos hallaban eco en toda la casa, como
si un largo abandono hubiera sensibilizado su resonancia.
En ese extraño nido de amor, Alicia pasó todo el otoño. No obstante, había
concluido por echar un velo sobre sus antiguos sueños, y aún vivía dormida en
la casa hostil, sin querer pensar en nada hasta que llegaba su marido.

No es raro que adelgazara. Tuvo un ligero ataque de influenza que se arrastró


insidiosamente días y días; Alicia no se reponía nunca. Al fin una tarde pudo
salir al jardín apoyada en el brazo de él. Miraba indiferente a uno y otro lado. De
pronto Jordán, con honda ternura, le pasó la mano por la cabeza, y Alicia
rompió en seguida en sollozos, echándole los brazos al cuello. Lloró largamente
todo su espanto callado, redoblando el llanto a la menor tentativa de caricia.
Luego los sollozos fueron retardándose, y aún quedó largo rato escondida en su
cuello, sin moverse ni decir una palabra.

Fue ese el último día que Alicia estuvo levantada. Al día siguiente amaneció
desvanecida. El médico de Jordán la examinó con suma atención, ordenándole
calma y descanso absolutos.

-No sé -le dijo a Jordán en la puerta de calle, con la voz todavía baja-. Tiene
una gran debilidad que no me explico, y sin vómitos, nada... Si mañana se
despierta como hoy, llámeme enseguida.

Al otro día Alicia seguía peor. Hubo consulta. Constatan una anemia de marcha
agudísima, completamente inexplicable. Alicia no tuvo más desmayos, pero se
iba visiblemente a la muerte. Todo el día el dormitorio estaba con las luces
prendidas y en pleno silencio. Pasaban horas sin oír el menor ruido. Alicia
dormitaba. Jordán vivía casi en la sala, también con toda la luz encendida.
Paseaba sin cesar de un extremo a otro, con incansable obstinación. La
alfombra ahogaba sus pasos. A ratos entraba en el dormitorio y proseguía su
mudo vaivén a lo largo de la cama, mirando a su mujer cada vez que caminaba
en su dirección.

Pronto Alicia comenzó a tener alucinaciones, confusas y flotantes al principio, y


que descendieron luego a ras del suelo. La joven, con los ojos
desmesuradamente abiertos, no hacía sino mirar la alfombra a uno y otro lado
del respaldo de la cama. Una noche se quedó de repente mirando fijamente. Al
rato abrió la boca para gritar, y sus narices y labios se perlaron de sudor.
-¡Jordán! ¡Jordán! -clamó, rígida de espanto, sin dejar de mirar la alfombra.

Jordán corrió al dormitorio, y al verlo aparecer Alicia dio un alarido de horror.

-¡Soy yo, Alicia, soy yo!

Alicia lo miró con extravió, miró la alfombra, volvió a mirarlo, y después de largo
rato de estupefacta confrontación, se serenó. Sonrió y tomó entre las suyas la
mano de su marido, acariciándola temblando.

Entre sus alucinaciones más porfiadas, hubo un antropoide, apoyado en la


alfombra sobre los dedos, que tenía fijos en ella los ojos.

Los médicos volvieron inútilmente. Había allí delante de ellos una vida que se
acababa, desangrándose día a día, hora a hora, sin saber absolutamente cómo.
En la última consulta Alicia yacía en estupor mientras ellos la pulsaban,
pasándose de uno a otro la muñeca inerte. La observaron largo rato en silencio
y siguieron al comedor.

-Pst... -se encogió de hombros desalentado su médico-. Es un caso serio...


poco hay que hacer...

-¡Sólo eso me faltaba! -resopló Jordán. Y tamborileó bruscamente sobre la


mesa.

Alicia fue extinguiéndose en su delirio de anemia, agravado de tarde, pero que


remitía siempre en las primeras horas. Durante el día no avanzaba su
enfermedad, pero cada mañana amanecía lívida, en síncope casi. Parecía que
únicamente de noche se le fuera la vida en nuevas alas de sangre. Tenía
siempre al despertar la sensación de estar desplomada en la cama con un
millón de kilos encima. Desde el tercer día este hundimiento no la abandonó
más. Apenas podía mover la cabeza. No quiso que le tocaran la cama, ni aún
que le arreglaran el almohadón. Sus terrores crepusculares avanzaron en forma
de monstruos que se arrastraban hasta la cama y trepaban dificultosamente por
la colcha.

Perdió luego el conocimiento. Los dos días finales deliró sin cesar a media voz.
Las luces continuaban fúnebremente encendidas en el dormitorio y la sala. En
el silencio agónico de la casa, no se oía más que el delirio monótono que salía
de la cama, y el rumor ahogado de los eternos pasos de Jordán.

Alicia murió, por fin. La sirvienta, que entró después a deshacer la cama, sola
ya, miró un rato extrañada el almohadón.

-¡Señor! -llamó a Jordán en voz baja-. En el almohadón hay manchas que


parecen de sangre.

Jordán se acercó rápidamente Y se dobló a su vez. Efectivamente, sobre la


funda, a ambos lados del hueco que había dejado la cabeza de Alicia, se veían
manchitas oscuras.

-Parecen picaduras -murmuró la sirvienta después de un rato de inmóvil


observación.

-Levántelo a la luz -le dijo Jordán.

La sirvienta lo levantó, pero enseguida lo dejó caer, y se quedó mirando a


aquél, lívida y temblando. Sin saber por qué, Jordán sintió que los cabellos se le
erizaban.

-¿Qué hay? -murmuró con la voz ronca.

-Pesa mucho -articuló la sirvienta, sin dejar de temblar.

Jordán lo levantó; pesaba extraordinariamente. Salieron con él, y sobre la mesa


del comedor Jordán cortó funda y envoltura de un tajo. Las plumas superiores
volaron, y la sirvienta dio un grito de horror con toda la boca abierta, llevándose
las manos crispadas a los bandos. Sobre el fondo, entre las plumas, moviendo
lentamente las patas velludas, había un animal monstruoso, una bola viviente y
viscosa. Estaba tan hinchado que apenas se le pronunciaba la boca.

Noche a noche, desde que Alicia había caído en cama, había aplicado
sigilosamente su boca -su trompa, mejor dicho- a las sienes de aquélla,
chupándole la sangre. La picadura era casi imperceptible. La remoción diaria
del almohadón había impedido sin duda su desarrollo, pero desde que la joven
no pudo moverse, la succión fue vertiginosa. En cinco días, en cinco noches,
había vaciado a Alicia.

Estos parásitos de las aves, diminutos en el medio habitual, llegan a adquirir en


ciertas condiciones proporciones enormes. La sangre humana parece serles
particularmente favorable, y no es raro hallarlos en los almohadones de pluma.

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