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El "Cómo" Estudiar las Escrituras

Traducido de Joseph Fielding McConkie, “The ‘How’ of Scripture Study” in The


Religious Educator, vol. 9, num. 1, ed. Richard Neitzel Holzapfel (Provo: Religious
Studies Center, 2008), 13–27.

El “Cómo” Estudiar las Escrituras


Joseph Fielding McConkie

Joseph Fielding McConkie (joseph.mcconkie@yahoo.com) es profesor emérito de


escrituras antiguas en la Universidad de Brigham Young. Este discurso fue dado en la
Semana de Educación de la Universidad de Brigham Young en agosto de 2006.

Si los cielos se abrieran hoy y Dios nos hablara, ¿no quisieran escuchar lo que Él tiene
que decir? De igual manera, ¿si un mensajero viniera en Su lugar, sería de igual interés?
Si el mensaje se escribiera, ¿no quisieran leerlo?

Muchas personas fieles han dado sus vidas para que la palabra del Señor tal como se ha
dado a Su pueblo antiguamente se preservara para nosotros. El estudio cuidadoso de
este registro será la fuente de grandes bendiciones para nosotros, mientras que el no
conocerlo sería una gran pérdida.

Hay que permitir que los principios correctos, no las


técnicas, dirijan nuestro estudio
A través de los años, muchos de mis alumnos y otros han llegado a mi oficina
preguntándome cómo pueden llegar a ser mejores estudiantes de las escrituras. A
menudo se me ha preguntado la manera que los hombres como mi padre, el élder Bruce
R. McConkie, y mi abuelo, el presidente Joseph Fielding Smith, quienes tenían la
reputación de tener mucho conocimiento del evangelio, han estudiado las escrituras.
Implícito en tales preguntas está la idea que hay alguna metodología o secreto conocido
por unos pocos, y que aquel secreto da a aquellos que lo conocen una ventaja marcada
en el entendimiento de las escrituras. De hecho, voy a revelar el gran secreto; es que no
hay ningún secreto.

En cuanto a mi padre y mi abuelo, su método consistía en no tener ningún método. ¡Los


métodos no son la respuesta! El estudio eficaz de las escrituras no tiene nada que ver
con el sistema de marcar que usas. No tiene nada que ver con la decisión de usar un
marcador azul o uno rojo. No tiene nada que ver con que si estudias un tema particular
cronológicamente o por temas. No tiene nada que ver con tu uso de la cuádruple (que
contiene cuatro libros) en vez de una combinación triple. No tiene nada que ver con el
tamaño de letra de tus escrituras, a menos que estés envejeciendo.

Tiene todo que ver con la intensidad y la consistencia con que tú estudias. No hay
atajos; no hay secretos.
No obstante, hay algunos principios básicos que son fundamentales para lograr un
entendimiento correcto de las escrituras. Quiero presentar siete de estos principios. Cada
uno trae consigo una luz adicional. Juntos pueden aumentar tu comprensión de las
escrituras siete veces y más.

El entendimiento de la revelación requiere el espíritu


de la revelación
El primer principio y el más básico del entendimiento de las escrituras es que la
revelación dada por el Espíritu solamente se entiende por el Espíritu.

Una aceptación de las escrituras como tales requiere una creencia en el principio de la
revelación. Requiere una creencia que Dios puede transmitir y sí transmite Sus
pensamientos y voluntad a nosotros. La mayoría de las escrituras se escriben solamente
en los corazones y la mente de la gente. Esta forma de escritura se conoce como la Luz
de Cristo. Es universal para los hijos de los hombres y siempre tiene el propósito de
prepararles para recibir mayor luz. Las escrituras también incluyen todo lo que se dice
bajo la influencia del Espíritu Santo. El Espíritu Santo es un revelador. Como el tercer
miembro de la trinidad, Su propósito es enseñar y testificar de las verdades de la
salvación. Por lo tanto, la voz del Espíritu Santo está reservada para un orden más alto
de verdades que las que comunica la Luz de Cristo.

Mientras que el derecho para tener la Luz de Cristo es universal, la revelación del
Espíritu Santo requiere que tengamos fe en Cristo y que vivamos conforme a los
principios de la rectitud. Nefi enseña el principio utilizando el siguiente lenguaje:

Y aconteció que después que yo, Nefi, hube oído todas las palabras de mi padre
concernientes a las cosas que había visto en su visión, y también las cosas que
habló por el poder del Espíritu Santo, poder que recibió por la fe que tenía en el
Hijo de Dios —y el Hijo de Dios era el Mesías que habría de venir [Nótese que
fue la fe en Cristo lo que permitió a Nefi el derecho a la compañía del Espíritu
Santo]— yo, Nefi, sentí deseos de que también yo viera, oyera y supiera de estas
cosas, por el poder del Espíritu Santo, que es el don de Dios para todos aquellos
que lo buscan diligentemente, tanto en tiempos pasados como en el tiempo en
que se manifieste él mismo a los hijos de los hombres.

Porque él es siempre el mismo ayer, hoy y para siempre; y la vía ha sido preparada para
todos los hombres desde la fundación del mundo, si es que se arrepienten y vienen a él.

Porque el que con diligencia busca, hallará; y los misterios de Dios le serán descubiertos
por el poder del Espíritu Santo, lo mismo en estos días como en tiempos pasados, y lo
mismo en tiempos pasados como en los venideros; por tanto, la vía del Señor es un giro
eterno. (1 Nefi 10:17–19)

Entre las revelaciones innumerables que han venido del Dios del cielo sólo unas cuantas
se han grabado como escritura. Entre su gran número aún menos han entrado en una
colección de tales textos escritos preservados para nosotros en forma de libro. Cierta
colección de textos escritos se conoce para nosotros como la Santa Biblia. La palabra
biblia viene del Griego biblia, lo cual quiere decir “los libros.” Por lo tanto, la Biblia es
una biblioteca de libros considerados sagrados o santos.

Es importante notar que los católicos, los protestantes y los judíos están en desacuerdo
en cuanto a los libros que deben ser incluidos en esta colección. La biblioteca de los
Santos de los Últimos Días que alberga los libros sagrados contiene apreciablemente
más registros de escrituras de lo que se encuentra en las bibliotecas de las otras sectas.
Mientras que las otras religiones no pueden ponerse de acuerdo en cuanto a cuáles libros
han de ser incluidos en la Biblioteca de la Fe —o sea, a la Biblia, como la llamamos—
ellos consideran nuestras adiciones a esta biblioteca como un acto de herejía.

Nosotros, en cambio, creemos que sí tenemos la misma fe que tenían los antiguos.
Recibimos revelación que se relaciona directamente con nuestra situación tal como la
tenían ellos. Los antiguos fueron edificados por la revelación dada al pueblo que venía
antes pero ellos no se limitaban a la revelación antigua. Tal como ha sido con ellos, así
es para nosotros. De hecho, este principio es fundamental para nuestro entendimiento e
interpretación de todo lo que leemos en el canon de escritura. Al romper la
comunicación con los cielos —es decir, al decir que se ha cerrado la biblioteca de la
revelación— nosotros perdemos no solamente la oportunidad para recibir la revelación
adicional sino también la clave para comprender todo lo que poseemos. Nefi explicó el
principio con estas palabras:

Sí, ¡ay de aquel que dice: Hemos recibido, y no necesitamos más!

Y por fin, ¡ay de todos aquellos que tiemblan, y están enojados a causa de la
verdad de Dios! Pues he aquí, aquel que está edificado sobre la roca, la recibe
con gozo; y el que está fundado sobre un cimiento arenoso, tiembla por miedo
de caer.

¡Ay del que diga: Hemos recibido la palabra de Dios, y no necesitamos más de la
palabra de Dios, porque ya tenemos suficiente!

Pues he aquí, así dice el Señor Dios: Daré a los hijos de los hombres línea por
línea, precepto por precepto, un poco aquí y un poco allí; y benditos son
aquellos que escuchan mis preceptos y prestan atención a mis consejos, porque
aprenderán sabiduría; pues a quien reciba, le daré más; y a los que digan:
Tenemos bastante, les será quitado aun lo que tuvieren. (2 Nefi 28:27–30;
énfasis agregado)

Nunca en todas las eternidades ha revelado el Señor que no habría más revelación.
Hacer esto sería robarnos la habilidad de entender la revelación que Él ya nos ha dado.
Sería esconder la evidencia de Su existencia y camuflar las verdades del evangelio.

La Biblia es un libro muy diferente en las manos de alguien que rechaza el espíritu de la
revelación y en las manos de alguien que está abierto a ese espíritu. Las palabras son
iguales, pero la visión es completamente diferente. Un libro que vino por medio de la
revelación es solamente revelación para el pueblo que tiene el espíritu de la revelación.

El espíritu que tú tienes al leer un libro predetermina lo que tú vas a sacar de provecho
de ella. El Evangelio de Mateo leído por un hombre puede ser escritura, pero cuando
otro lo lee tal vez no sea escritura. Es posible que estén en el mismo salón compartiendo
el mismo libro, mas puede ser escritura para uno y no para el otro. La diferencia no es
en lo que se ha escrito sino en el espíritu con que se lee. Las santas escrituras leídas con
el espíritu de contención no son escritura; no es la voz del Señor y tampoco representa
Su Espíritu. Es sencillamente tinta negra sobre papel blanco. Si el espíritu con que algo
se lee no es correcto, entonces la interpretación de lo que se ha escrito tampoco puede
ser correcta.

Déjenme compartir dos textos clásicos de escritura que enseñan este principio. El
primero viene de una revelación dada para enseñarnos a discernir la verdad del error,
espíritus buenos de espíritus malos, doctrina correcta de doctrina falsa. Al empezar
nosotros la lectura, el Señor, el gran maestro, incentiva nuestro pensamiento sobre este
asunto de discernir los espíritus con una pregunta:

Por tanto, yo, el Señor, os hago esta pregunta: ¿A qué se os ordenó? [Entonces,
en respuesta a Su propia pregunta, el Señor dice:]

A predicar mi evangelio por el Espíritu, sí, el Consolador que fue enviado para
enseñar la verdad.

Y entonces recibisteis espíritus que no pudisteis comprender, y los recibisteis


como si hubieran sido de Dios; ¿y se os puede justificar en esto?...

De cierto os digo, el que es ordenado por mí y enviado a predicar la palabra de


verdad por el Consolador, en el Espíritu de verdad, ¿la predica por el Espíritu de
verdad o de alguna otra manera? [Nótese que se asume en el texto que lo que
enseñamos es verdad —ese no es el punto— el punto es el Espíritu con el que se
enseña.]

Y si es de alguna otra manera, no es de Dios.

Y además, el que recibe la palabra de verdad, ¿la recibe por el Espíritu de verdad
o de alguna otra manera?

Si es de alguna otra manera, no es de Dios.

Por tanto, ¿cómo es que no podéis comprender y saber que el que recibe la
palabra por el Espíritu de verdad, la recibe como la predica el Espíritu de
verdad? (DyC 50:13–21)

¿Lo notaron? Las verdades del cielo no son verdades del cielo si intentamos justificarlas
de alguna manera que no sea por el espíritu de la revelación. Si vamos a ser “edificados
y [regocijarnos] juntamente” debemos enseñar y aprender por medio del espíritu de la
revelación.

Como una segunda ilustración de este principio, consideren las palabras de una
revelación anterior, una revelación dada al Quórum de los Doce seis años antes de ser
llamados. Hablando del Libro de Mormón, el Señor dice, “Estas palabras no son de
hombres, ni de hombre, sino mías; por tanto, testificaréis que son de mí, y no del
hombre.Anchor Porque es mi voz la que os las declara; porque os son dadas por mi
Espíritu, y por mi poder las podéis leer los unos a los otros; y si no fuera por mi poder,
no podríais tenerlas. Por tanto, podéis testificar que habéis oído mi voz y que conocéis
mis palabras” (DyC 18:34–36).

Este principio no se limita al Quórum de los Doce. Tampoco lo hace ningún principio
del evangelio. Solamente tenemos un evangelio y ha de aplicarse de igual manera a
todos aquellos que son honestos de corazón. Cuando tú o yo leemos o estudiamos las
escrituras bajo la dirección del Espíritu del Señor, estamos escuchando la voz del Señor
y podemos testificar de ello. Leer las escrituras sin ese Espíritu es un asunto
completamente diferente.

Por lo tanto, el primer principio del entendimiento de escritura es que la escritura debe
ser comprendida por el mismo espíritu por el cual se ha escrito. Sin el espíritu de la
revelación, no hay ninguna escritura. Algunos dirían que se trata de un razonamiento
circular, y así es. Hay que tener vida para dar vida. No se puede leer en la oscuridad. No
se puede ver y escuchar las cosas del Espíritu sin el Espíritu. Tal como la luz se allega a
la luz, así la oscuridad es el padre de los hechos de la oscuridad.

Solamente hay un evangelio


Nuestro segundo principio se centra en la naturaleza eterna del evangelio. Todos los
principios del evangelio son absolutos; de eternidad a eternidad, son los mismos. Eran
los mismos en nuestra vida preterrenal tal como lo son en este segundo estado. No
cambian en el mundo a donde van nuestros espíritus después de la muerte, ni serán
menos su peso y medida en la Resurrección. No existen principios de la salvación que
no hayan sido decretados antes de la fundación de la tierra. El Señor decretó que Su
casa fuera una casa de orden, no una casa de confusión. En una revelación dada al
profeta José Smith, el Señor dramatiza este principio al hacer tres preguntas retóricas:
Primero, “¿Aceptaré una ofrenda que no se haga en mi nombre?” Segundo,
“Anchor¿recibiré de tus manos lo que yo no he señalado?” Y tercero, “Anchor¿Y te
señalaré algo […] que no sea por ley, tal como yo y mi Padre decretamos para ti, antes
de que el mundo fuese?” (DyC 132:9–11).

La respuesta a cada una de estas preguntas es un no enfático. Su propósito es de


dramatizar que no hay sino un evangelio, un plan de salvación, un sistema de autoridad
y una organización en la que se pueden encontrar administradores legales y lícitos. Si la
casa de Dios es una casa de orden, no será gobernada por leyes hechas por otra persona,
y no honrará las ofrendas hechas a otros dioses, ni tampoco se aceptarán las ordenanzas
efectuadas sin su permiso y autoridad.

Yo no puedo llegar a ser tu heredero por leer tu diario y por leer las promesas que tu
padre te ha hecho. De igual manera, tú no puedes llegar a ser el heredero de Dios al leer
las promesas que Él hizo a un pueblo de una época anterior. Tu salvación y la mía
requieren una revelación que sea inmediata y personal.

Sería igualmente verdadero que si el pueblo pudiera reclamar legítimamente el derecho


de enseñar el evangelio y de actuar en el nombre del Señor por leer la Biblia, ellos
también podrían llegar a ser el presidente de los Estados Unidos por leer la Constitución
de nuestra patria.
“Buscad conocimiento, tanto por el estudio como por la
fe”
Tomo nuestro tercer principio del currículo dado por el Señor en la escuela de los
profetas:

“Buscad conocimiento, tanto por el estudio como por la fe” (DyC 88:118). Esta
proclamación primero afirma la importancia del estudio y entonces sugiere la necesidad
de ir más allá de nuestro estudio para adoptar el principio de la fe.

Permítanme ilustrar lo que se requiere aquí. El profeta José Smith estaba estudiando el
libro de Santiago cuando llegó al pasaje que le instruyó que pidiera de Dios y que lo
hiciera en fe sin dudar (véase Santiago 1:5–6). Cuando él dejó el libro para ir en
búsqueda de un sitio quieto para orar, su fe suplantó su estudio, y por medio de esa fe él
fue capaz de hacer lo que sus mentores bíblicos habían hecho: abrir los cielos.

Mi fe en que el Libro de Mormón tiene un lugar especial en la biblioteca de los libros


sagrados me permite una gran cantidad de conocimiento que no tendría de otra manera.
Me restaura el conocimiento de las cosas sencillas y preciosas que se han quitado de la
Biblia. Por medio de ello aprendo que los pueblos del Antiguo Testamento tenían lo que
conocemos como el Sacerdocio de Melquisedec. También tenían el bautismo, el don del
Espíritu Santo y todos los principios salvadores y las ordenanzas del evangelio. Por
medio del Libro de Mormón yo puedo ganar más conocimiento y entendimiento de lo
que se enseñaba en las épocas del Antiguo y Nuevo Testamento de lo que puedo al leer
todos los comentarios académicos jamás escritos sobre el asunto.

Por medio del Libro de Abraham aprendo que los pueblos del Antiguo Testamento
tenían el Convenio de Abraham con su promesa de una continuación de la semilla y la
unidad familiar eterna. Por medio de la fe en la traducción del Libro de Moisés por José
Smith, aprendo que a Jesús —el Mesías— lo conocían Adán, Enoc, Noé y Abraham, y
que el plan de salvación que ellos conocían es el mismo plan de salvación que
conocemos hoy en día.

No se trata de una retirada a la postura anti-intelectual común en el mundo cristiano


histórico. Más bien es la audaz declaración que al traer la fe al acto del estudio es como
una pareja amorosa que trae un hijo al mundo. El niño es un ser viviente que trae a sus
padres una profundidad del amor y comprensión que nunca podrían haber conocido
antes. De la misma manera, mi fe en Jesús de Nazaret como el por tanto tiempo
anticipado Mesías, Salvador y Redentor de la humanidad me da un entendimiento
completamente diferente del Antiguo Testamento de lo que tendría de otra manera.

Todas las cosas se reproducen según su género, y de igual manera la fe engendra la fe.
La fe en un principio del evangelio infundirá la fe en otro. Mi fe en la resurrección —es
decir, la unión inseparable de cuerpo y espíritu (una idea que no se puede defender
científicamente)— infunde mi fe en la historia de la Creación (un asunto sobre el cual
hay un sin fin de polémicas científicas).

Es solamente por medio de agregar la fe a nuestro estudio de las escrituras que


captamos la esencia de lo que leemos. La religión verdadera es una cosa viviente. Exige
que las señales sigan a los creyentes. Habla de milagros para que sepamos que podemos
obrar milagros. Describe la voz de Dios para que reconozcamos Su voz al oírla.
Comenta sobre el ministerio de ángeles para que sepamos que podemos recibirlo
también; si hemos sembrado las mismas semillas que sembraron aquellos de quienes
leímos en las santas escrituras, entonces podremos cosechar tal como ellos han
cosechado.

Manteniendo las cosas en su contexto


El cuarto principio que les quisiera señalar es la necesidad de mantener las cosas en su
contexto apropiado. El contexto da color a o cambia el color de todo lo que nosotros o
cualquier persona dice. Cuando mi esposa me dice que yo debo decir “te amo” más a
menudo, ella no quiere decir que debo decirlo a otras mujeres. Cada texto de escritura
tiene dos contextos: la circunstancia o el momento inmediato en respuesta al cual se
escribió y el contexto mayor en relación con todos los otros principios o palabras
correctos. Una declaración oscura o aislada no sería suficiente para sostener el peso del
evangelio o para asumir la responsabilidad para establecer cualquier principio esencial
para la salvación.

Cuando Cristo decía, “En la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento”


(véase Mateo 22:23–30), necesitamos saber si Él hablaba de cada alma que ha vivido o
de los Saduceos (que lo habían rechazado como su Mesías), que habían hecho la
pregunta que provocó la respuesta de Jesús.

Cuando Él dijo, “No os afanéis por el día de mañana” (Mateo 6:34), ¿hablaba de ti y de
mí o hablaba a los Doce que habían sido llamados para un ministerio de tiempo
completo?

Cuando Él dijo, “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34),
¿estaba pensando en los soldados romanos que clavaron los clavos en Sus manos y pies,
o hablaba de todos durante la historia que han querido crucificarlo de nuevo?

Cuando Cristo dijo, “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura”
(Marcos 16:15), ¿estaba dando esta comisión a todos los que se sienten inclinados a
hacerlo, o se refería a los Doce a quienes Él había comisionado y entrenado?

Cuando el apóstol Pablo dijo, “Pero si no tienen don de continencia, cásense, pues
mejor es casarse que estarse quemando” (1 Corintios 7:9), ¿estaba sugiriendo que el
matrimonio es para las personas innatamente débiles que carecen de un carácter moral,
o estaba sugiriendo que los que obran como misioneros deben esperar hasta que hayan
completado sus misiones para casarse?

Cuando Juan advierte que si alguno añade o quita de lo que ha escrito, ¿estaba
prohibiendo a los demás alterar las palabras de su carta, o estaba anunciando que se
habían parado todas las escrituras inspiradas? (véase Apocalipsis 22:18–19)

El contexto inmediato sirve para contestar cada una de las preguntas que surgen aquí,
pero si todavía estamos confundidos, debemos depender más bien del contexto mayor
de todo lo que se ha revelado sobre el asunto en cuestión.
Cuando yo era joven, serví como un capellán militar. Siempre que nuestra unidad
recibía órdenes para entrar en combate, algunos de los soldados sentían descubrían que
eran objetores de consciencia y no podían tomar las armas. Sus afirmaciones siempre se
trataban con respeto, y entre otras cosas eran enviados a hablar con el capellán a buscar
su ayuda para establecer su caso, si realmente tenían uno. En tales casos yo les
preguntaba si habían hecho algo que podría ser citado como evidencia de su creencia
nuevamente profesada. Ninguno jamás podía hacerlo. La segunda pregunta que les
hacía era si había alguna base religiosa para sus objeciones a su nueva profesión militar.
La única respuesta a esta pregunta que puedo recordar es que Dios mandó a Moisés,
diciendo, “No matarás” (Éxodo 20:13).

Sin entrar en detalles sobre todas las conversaciones que he tenido con estos hombres
jóvenes, noto que sin excepción estaban sorprendidos al aprender que la palabra
traducida como matar en este texto viene de la palabra hebrea para asesinato. Estaban
sorprendidos al aprender que el castigo por el asesinato en los días de Moisés era la
muerte. Estaban igualmente sorprendidos al aprender que Moisés mismo era un gran
general que repetidas veces guió al ejército de Israel para pelear contra sus enemigos y
que mataban en cantidades asombrosas.

El punto aquí es que este es el contexto mayor para el sexto mandamiento. Lo pone en
un contexto completamente diferente de lo que estos jóvenes habían entendido
anteriormente.

Equilibrar los principios correctos


Nuestro quinto principio tiene que ver con el balance necesario entre los principios del
evangelio. Los principios correctos a menudo se encuentran en conflicto. Podemos notar
esta dificultad desde Edén. Dios deliberadamente puso a Adán y a Eva en una posición
en donde estaban entre mandamientos en conflicto. Se les había mandado multiplicarse
y henchir la tierra, algo que no podían hacer sin participar del árbol del conocimiento
del bien y el mal, cosa que se les había mandado no hacer. Su situación requería que
tomaran una decisión y luego aceptaran sus consecuencias. Sabia y prudentemente
escogieron guardar el mayor de los dos mandamientos de tener hijos, lo cual requería
que tomaran del árbol del conocimiento del bien y el mal. Nos referimos a este evento
como la transgresión de Adán, no como el pecado de Adán. Una trasgresión implica el
rompimiento de una ley. El pecado, en cambio, es una desobediencia voluntariosa. En
este caso no hubo pecado sino una ley transgredida. Las consecuencias de esta
trasgresión, que se conoce como la Caída, crearon la necesidad de Cristo y Su
Expiación.

Quiero destacar en el contexto de nuestra discusión que a veces —de hecho más a
menudo de lo que nos gustaría— los principios correctos están en conflicto el uno con
el otro. Al igual que Adán y Eva, a menudo nos enfrentamos con mandamientos
contradictorios. Como ellos, nosotros también debemos de hacer una decisión en cuanto
a lo que es más importante y lo que no es, y, tal como nuestros primeros padres,
nosotros también debemos aceptar las consecuencias de estas decisiones.

Consideren las siguientes ilustraciones. Por un lado, queremos ser honestos; por el otro
lado, no queremos ser hirientes o insensibles. Ambos deseos son virtudes, pero
cualquier virtud exagerada llega a ser un vicio. Se nos os enseña a ser comprensivos y
misericordiosos, mas como sabe cualquier buen obispo, la misericordia no puede negar
la justicia. Si se negara la justicia, se destruiría la responsabilidad personal, la doctrina
del arrepentimiento y finalmente todo el plan de la salvación.

Existe la letra de la ley y también el espíritu de la ley, y hay un tiempo y un lugar para
que cada cual asuma el escenario central. Así que hay un balance que debemos
mantener entre los principios del evangelio. No podemos permitir que la doctrina de la
gracia, por maravillosa que sea, se convierta en un matón para perseguir todos los otros
principios del evangelio fuera de la capilla. No podemos enamorarnos de un principio
tanto que empiece a eclipsar los demás. El mundo está lleno de ejemplos de esta clase
de motín doctrinal donde el barco de la fe se ha controlado por un principio y los otros o
están esclavizados o tienen que abandonar el barco.

Hay que recordar que ningún principio permanece correcto cuando se usa
incorrectamente. Cualquier principio que se aísla del cuerpo de los principios se
corrompe en su aislamiento. Lo que pasa a menudo es que se nos invita a dar una
lección sobre un principio particular. Lo aislamos de sus principios que son sus
compañeros para el estudio. Entonces hacemos un trabajo tan completo de explicar su
importancia que cuando terminamos, se ha inflado hasta que ya no cabe con los otros
principios, y éstos tienen que ser desalojados para darle espacio. La receta de los
principios del evangelio no permite la omisión de un ingrediente para sustituirse con
una doble dosis de otro. Todos los principios, correctamente comprendidos, deben
permanecer en su relación correcta con todos los demás principios del evangelio.

Esta vida está llena de decisiones, y aún la mejor decisión trae sus consecuencias. De
hecho, las mejores decisiones generalmente cuestan mucho. No vinimos a esta tierra
para ver cuántas dificultades podíamos evitar o por cuánto tiempo podíamos descansar
en la sombra, sino que vinimos para ver si escogíamos permanecer en la luz y trabajar
con energía en la causa de la verdad.

Usen comentarios y el sentido común


El sexto principio del estudio de escritura es buscar libremente la ayuda de fuentes que
excedan conocimiento de uno sobre cualquier asunto particular. Nosotros tenemos una
cantidad de ayudas excelentes en las últimas ediciones de las escrituras de la Iglesia.
Los encabezamientos de los capítulos no solamente dan un resumen conciso del
contenido del capítulo sino que también a menudo contienen una explicación y
comentarios. Las notas al pie también pueden ayudar pero no se debe suponer que ellas
mismas son escritura. En la edición de inglés de la Iglesia, la Guía Temática, El
Diccionario Bíblico, La Traducción de José Smith y los mapas también son un gran
recurso. Los comentarios seculares ayudan con asuntos acerca de la historia y la
geografía. En aspectos doctrinales la ayuda que dan es muy limitada. En cuanto a los
comentarios de los Santos de los Últimos Días, nadie va a tener la razón siempre, pero
esto no quiere decir que no puedan ayudar en algunas cosas.

Se ha dicho con frecuencia que el mejor comentario sobre las escrituras son las
escrituras mismas. Seguramente este es el caso pero no se trata de usar un versículo para
interpretar otro versículo; es ver que el Antiguo Testamento es un comentario
maravilloso sobre el Nuevo Testamento y que el Nuevo Testamento es igualmente
importante para descubrir o entender el Antiguo Testamento. Además, no es suficiente
que nosotros como Santos de los Últimos Días veamos el Libro de Mormón como “Otro
Testamento de Jesucristo”; debemos también reconocer que es una clave con que
nosotros descubrimos el significado verdadero del Antiguo y Nuevo Testamento. Es el
palo de José del que habló Ezequiel que iba a llegar a ser uno con el palo de Judá para el
propósito de recoger un Israel esparcido (véase Ezequiel 37:19).

Por lo que José de Egipto dijo: “Por lo tanto, el fruto de tus lomos escribirá, [y hablaba
a los de su propia simiente]; y el fruto de los lomos de Judá escribirá; y lo que escriba el
fruto de tus lomos, y también lo que escriba el fruto de los lomos de Judá, crecerán
juntamente para confundir las falsas doctrinas, y poner fin a las contenciones, y
establecer la paz entre los del fruto de tus lomos, y llevarlos al conocimiento de sus
padres en los postreros días, y también al conocimiento de mis convenios, dice el
Señor” (2 Nefi 3:12; Traducción de José Smith, Génesis 50:31).

El caso aquí es que el mensaje de los dos libros es el mismo. Si los entendemos
correctamente, ellos están enseñando los mismos principios, testificando del mismo
Dios y guiándonos hacia el mismo fin. El Libro de Mormón restaura nuestra
comprensión de las cosas “claras y preciosas” que se perdieron o se tomaron de los
manuscritos de la Biblia antes de imprimirse en forma de libro. Ningún libro de las
escrituras se ve amenazado por otro. Aunque sean diferentes en detalles, los Evangelios
testifican el uno del otro. Así sucede con los que llamamos textos canónicos. No son
rivales, sino compañeros.

Yo he escuchado muchas cosas negativas acerca de los comentarios. Recuerden que


muchas de las escrituras, si no la mayoría, son comentarios acerca de otras escrituras.
Cualquier cosa escrita o dicha acerca del evangelio es un comentario sobre el evangelio,
aún la declaración que no debemos usar los comentarios es un comentario.

También cabe notar que hay pocas cosas más importantes para comprender las
escrituras que el sentido común. Ningún pasaje de escritura puede resistir la mala
comprensión y ningún texto de escritura ha resistido el mal uso. Las causas malas y la
mala política a menudo se sostienen con citas de las escrituras. Los argumentos de las
escrituras se explotaron en la época de Jesucristo para rechazarle a Él. Para aquellos que
buscaban Su muerte, Cristo dijo:

Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida
eterna; y ellas [o sea, las escrituras] son las que dan testimonio de mí;

y no queréis venir a mí para que tengáis vida.

Gloria de los hombres no recibo.

Mas yo os conozco, que no tenéis amor de Dios en vosotros.

Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viniere en su


propio nombre, a ése recibiréis.

¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros, y no
buscáis la gloria que viene del Dios único?
No penséis que yo voy a acusaros delante del Padre; hay quien os acusa,
Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza.

Porque si creyeseis a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él.

Pero si no creéis a sus escritos, ¿cómo creeréis a mis palabras? (Juan 5:39–47)

En cuanto a la tergiversación ingeniosa de la escrituras, la gran clave es declarar lo


figurativo como algo literal y lo literal como algo figurativo. Al hacer esto, uno puede
profesar amor por la escritura al mismo tiempo que pone al revés su significado.

En el libro de Moisés leemos que Adán fue creado con el “polvo” de la tierra (véase
Moisés 3:7). Algunos dirían que el primer hombre fue hecho de barro. Sin embargo, el
mismo texto dice que tú y yo hemos “nacido en el mundo mediante el agua, y la sangre,
y el espíritu” que Dios había hecho “y así del polvo habéis llegado a ser alma viviente”
(Moisés 6:59). El mismo autor que usó “polvo” para describir el nacimiento de Adán lo
usa también para describir tu nacimiento y el mío.

En este contexto leemos que Eva fue creada de la costilla de Adán (véase Moisés 3:21–
22). El texto no se preocupa por informarnos que esto es figurativo, que es una metáfora
para enseñar que el puesto de la mujer es al costado del hombre. La escritura no nos
dice esto. Debemos deducirlo. Nuestro entendimiento viene de la “doctrina del sentido
común.” Las niñas no se hacen de azúcar y especies [sugar and spice, de un poema muy
conocido en inglés], ni tampoco se crean de la costilla de su marido. Hay algunas cosas
que tenemos que comprender por nuestra propia cuenta.

Cuando estudiamos álgebra, aprendimos que podíamos tomar lo conocido y usarlo para
solucionar la incógnita. Podemos hacer lo mismo con los principios del evangelio. Si,
por ejemplo, sabemos que un pueblo tenía el Sacerdocio de Melquisedec, entonces
sabemos que también tenían el don del Espíritu Santo porque es el Sacerdocio de
Melquisedec que otorga este don.

Algunos de mis estudiantes me han pedido pruebas de que el principio del matrimonio
eterno se practicaba en los tiempos del Antiguo Testamento. ¿No es razonable deducir
que si recibimos la autoridad de efectuar el matrimonio eterno de Abraham o de alguien
de su dispensación, dicha autoridad debe haber existido en aquella dispensación? De
igual manera, podríamos deducir que si el bautismo es una ordenanza del Sacerdocio
Aarónico, entonces un pueblo teniendo el Sacerdocio Aarónico también tendría la
ordenanza del bautismo.

El conocimiento que Dios es eterno y que los principios salvadores que vienen de Él son
absolutos abre las escrituras a nuestra comprensión una y otra vez. Sirve para desafiar,
por ejemplo, la idea que había un plan de salvación para el pueblo de la época del
Antiguo Testamento y hay otro plan de salvación para el pueblo de la época del Nuevo
Testamento y todavía hay otro para la gente viviendo en la época actual. Seguramente
descarta la idea que no había ninguna Iglesia de Cristo antes de la época del Nuevo
Testamento.

Aplicar las a nosotros mismos (véase 1 Nefi 19:24)


El séptimo y último principio que quiero sugerirles para enriquecer su estudio de las
escrituras es el de aplicar las escrituras a ustedes mismos (1 Nefi 19:23–24). En varias
revelaciones de Doctrina y Convenios el Señor dice, “Lo que digo a uno lo digo a
todos” (DyC 93:49). Por ejemplo, Doctrina y Convenios 25 contiene una revelación a
Emma Smith donde Él le llama “una dama elegida” (v. 3). Ella recibe la instrucción
específica de seleccionar himnos para el uso de la Iglesia joven y luego recibe unos
consejos generales. En la conclusión de esta revelación, el Señor dice, “Y de cierto, de
cierto te digo, que ésta es mi voz a todos” (DyC 25:16). Por lo tanto, cada miembro de
la Iglesia tiene un derecho igual para esta revelación. Pertenece tanto a nosotros como a
Emma.

La comprensión de este principio requiere un poco del sentido común del cual hemos
hablado. El Señor no quería que cada miembro recopilara un himnario, sino que todos
debemos evitar la tentación de murmurar acerca de nuestra suerte, que debemos buscar
la ayuda del Espíritu Santo en nuestro conocimiento y que debemos dejar a un lado las
cosas de este mundo para buscar las cosas de un mundo mejor, tal como se le mandó a
Emma. Al hacerlo, tenemos la misma promesa que tuvo Emma: recibiremos una
“corona de justicia” con todas las bendiciones que la acompañan.

De igual manera, el Señor dio una revelación a José Smith, padre. Es una revelación
acerca del servicio, y se encuentra en la cuarta sección de Doctrina y Convenios. Los
misioneros la citan frecuentemente cuando se reúnen, pero la revelación realmente
pertenece a todos nosotros. Es nuestra puesto que los principios que contiene se aplican
a nosotros exactamente de la misma manera que se aplicaron a José Smith, padre. Así es
como tomamos la tela de las escrituras y la adaptamos para conformarla a nuestras
circunstancias. Lo hacemos con integridad, tomando los principios eternos y dejándole a
la persona a quien la revelación iba dirigida originalmente las promesas que eran para él
o ella.

Conclusión
Esto nos lleva al punto de partida. Sirve para unir nuestros siete principios. Empezamos
con la idea de que las escrituras, es decir la revelación, realmente es revelación cuando
la acompaña el espíritu de la revelación.

José Smith y Oliver Cowdery nos dan un ejemplo notable de este principio. Después de
que Juan el Bautista restauró el Sacerdocio Aarónico a ellos, se bautizaron y el Espíritu
Santo se les confirió sobre ellos, José Smith dijo, “Encontrándose ahora iluminadas
nuestras mentes, empezamos a comprender las Escrituras, y nos fue revelado el
verdadero significado e intención de sus pasajes más misteriosos de una manera que
hasta entonces no habíamos logrado, ni siquiera pensado” (José Smith–Historia 1:74;
énfasis agregado).

Agregamos a esto un segundo principio, la idea de que los principios del evangelio son
eternamente los mismos. Toda escritura viene de la misma fuente, tiene el mismo
propósito y enseña la misma doctrina. El evangelio de Jesucristo jamás ha
evolucionado. No está sujeto al cambio; es absoluto y eterno. La doctrina por medio de
la cual Adán y Eva encontraron la salvación es una y la misma con la doctrina por la que
cada uno de sus hijos por todas las generaciones del tiempo encontrará la salvación. Se
centrará sobre el mismo Salvador, la misma Expiación y la obediencia a las mismas
leyes y ordenanzas, y requerirá el mismo sacerdocio.

Tal como hay solamente un Salvador, así también hay sólo un evangelio. Cuando el
Cristo resucitado visitó el pueblo del Nuevo Mundo, lo hizo tal como lo había hecho en
el Antiguo Testamento. Fue a Su templo, llamó y ordenó a doce hombres para ser
testigos especiales de Su nombre y enseñó el mismo evangelio que había enseñado a los
de Su propia nación. El evangelio y sus convenios y promesas permanecen
sempiternamente iguales. No había un evangelio para los pioneros y otro para nosotros,
o uno para los apóstoles y profetas y otro para el resto de la Iglesia. Solamente tenemos
un evangelio tal como sólo tenemos un Salvador. Cada uno de nosotros hace los mismos
convenios y cada uno recibe la misma promesa de bendiciones. En este contexto, las
promesas en las revelaciones son nuestras; se nos dieron a nosotros también, y podemos
colocar nuestros nombres dentro de ellas.

Nuestro tercer principio ha sido de buscar conocimiento por el estudio y la fe. Debe ser
obvio que la única manera en la que podemos verdaderamente aprender acerca de la fe
es ejercerla. La idea que debemos buscar conocimiento tanto por el estudio como por fe
sugiere que la fe no nos requiere que dejemos nuestras mentes en la puerta cuando
asistimos a la clase de la Escuela Dominical o cuando tratamos de aprender más acerca
del evangelio. Sugiere, no obstante, que sería un evangelio pequeño si no alcanzara más
allá de los límites de nuestro entendimiento y el conocimiento que hemos acumulado.
La misma revelación que nos dice que debemos buscar el conocimiento por la fe
también nos dice que Dios, no la naturaleza, es el autor de todas las leyes. Esta
revelación declara que todas la ley, la luz y la vida vienen de Dios y que Él está encima
de todos ellos. Él es su hacedor, no su compañero.

Nuestro cuarto principio notó que todo tiene su debido contexto. Todos los principios
del evangelio tienen un contexto inmediato y un contexto más general que es la plenitud
del evangelio. Ningún principio del evangelio tiene el propósito de existir solo. El
aislamiento de cualquier principio de la congregación de principios del evangelio es una
perversión de dicho principio. El evangelio no consiste de la gracia sola, el amor solo, la
fe sola o de cualquier principio solo. Los principios del evangelio se sostienen el uno al
otro.

Por eso escogimos como nuestro quinto principio el balance necesario entre los
principios del evangelio. La ignorancia no puede nutrir la fe, ni tampoco puede el
intelecto sustituirse por ella. La Biblia permanece un libro sellado a los que adoran en el
altar de su propio intelecto. Su significado y propósito también se pierden entre los que
reducen su mensaje a algunas frases que ellos citan incesantemente para justificar su
entendimiento superficial y la rapidez con que adoptan lo que no tiene ningún lugar en
la casa de la fe.

Nuestro sexto principio promueve la búsqueda de la sabiduría y la ayuda de todas las


fuentes que nos conducen a un entendimiento mayor. Ninguna fuente excedería en
autoridad la voz del profeta viviente; de hecho, la voz unida de todos los profetas del
pasado nos insta a que escuchemos al profeta viviente.

Observamos en nuestro séptimo y último principio que buscamos el mismo destino que
los fieles de épocas anteriores, y de ahí el camino que marcaron en sus escrituras es de
gran valor para nosotros. Para que nos ayude, debemos alinear el mapa que nos han
dado con los mismos principios que ellos conocían y leerlo con el mismo Espíritu que
ellos conocían.

Cada vez que alguien interpreta un pasaje de las escrituras, recibimos una medida de su
sentido común y de su integridad espiritual. Lo que ustedes hacen con las escrituras,
incluyendo el no leerlas, es una manera muy eficaz por la cual el Señor toma medidas
de las almas. Que cada uno de nosotros podamos darle una buena medida es mi ruego.
Isaías y la Restauración de Israel
Terry B. Ball

Terry B. Ball es profesor de escrituras antiguas en la Universidad de Brigham Young.

Durante su ministerio de tres días entre los descendientes de Lehi, el Salvador


resucitado enseñó muchos principios, prácticas y verdades maravillosos (véase 3 Nefi
11 al 26). Durante su segundo día de enseñanzas Él explicó la forma en que el Padre
Celestial cumpliría su promesa de recoger, restaurar y redimir a Su pueblo del
convenio. Al hacerlo, citó extensamente de las profecías de Isaías, y declaró: “y en
verdad, en verdad os digo que cuando se cumplan [las palabras de Isaías], entonces será
el cumplimiento del convenio que el Padre ha hecho con su pueblo, oh casa de Israel. Y
entonces los restos, que estarán dispersados sobre la faz de la tierra, serán recogidos del
este y del oeste, y del sur y del norte; y serán llevados al conocimiento del Señor su
Dios, que los ha redimido” (3 Nefi 20: 12-13).

Cuando terminó de citar a Isaías, Cristo le mandó además al pueblo “escudriñar” los
escritos del profeta “diligentemente” y les aseguró “Y todas las cosas que habló se han
cumplido, y se cumplirán, de conformidad con las palabras que habló” (3 Nefi 23: 1, 3).
¡Qué maravilloso respaldo para Isaías! Y como lo ha dicho el hermano Robert J.
Matthews: “Es muy agradable poder citar las palabras del Salvador, pero es más
agradable que el Él te cite a tí.”

Así que Cristo enseñó a los descendientes de Lehi que quienes escudriñen y mediten
cuidadosamente las palabras de Isaías, entenderán mejor los planes de Dios para
cumplir Su convenio de restaurar a Su pueblo. Mediante el estudio diligente, los
estudiosos de Isaías en los últimos días podrán cosechar las mismas bendiciones, porque
Isaías contestó muchas preguntas importantes concernientes a la restauración de Israel
entre las que se incluyen las siguientes: ¿Por qué se necesitará una restauración?
¿Cuándo ocurrirá la restauración? ¿Quiénes participarán en la restauración? ¿Cómo
ocurrirá la restauración? y ¿Cuáles serán los resultados de la restauración?

¿Por Qué se Necesitará la Restauración de Israel?


Cuando Moisés estaba por terminar su ministerio terrenal entre los hijos de Israel, les
recordó del convenio de rectitud que estaba asociado a la tierra prometida a la que
estaban por entrar. Recibirían muchas bendiciones “si escuchas diligentemente la voz
de” el Señor, “para observar y poner por obra todos sus mandamientos” (Deuteronomio
28: 1; veánse los versos 1 al 14). Por el contrario, el profeta les advirtió que “si
noescuchas la voz de Jehová tu Dios” serían maldecidos con severidad y que al final
Dios “te esparcirá . . . desde un extremo de la tierra hasta el otro extremo de ella” si es
que eran inicuos. (Deuteronomio 28: 15, 64; véanse los versos 15 al 65).

Isaías vivió para ver la advertencia de Moisés convertirse en realidad. En su época, la


iniquidad y la apostasía estaban desenfrenadas. Desde sus palabras iniciales censuró las
transgresiones de sus contemporáneos. Él los describió diciendo que eran mas
ignorantes que las bestias de carga, porque el buey y el asno al menos conocen a su amo
y saben como ser alimentados por él, “pero Israel no conoce; mi pueblo no entiende”
(Isaías 1: 3). Se asombró por la aparente apatía que acompañaba a su iniquidad, porque
aunque estaban espiritualmente enfermos tanto en la cabeza como en el corazón, —
como si estuvieran llenos de “heridas, y moretones y llagas recientes” — pero aún así
no se preocuparon por curar sus purulentas heridas espirituales. “No están curadas, ni
vendadas ni suavizadas con aceite” (versículo 6). En particular Isaías condenó al
pueblo por ser orgullosos, ambiciosos y deshonestos; por rechazar a los profetas y
confiar más en los hombres que en Dios; por ser idólatras y adúlteros; por no tener
caridad y por oprimirse el uno al otro; por ayunar en forma impropia; y por no guardar
el Día de Reposo; y por deleitarse en la violencia; — transgresiones que nos afectan
también a nosotros— en estos últimos días. [1] Él comparó al pueblo del convenio
apóstata con una ramera que coquetea y se engalana con los adornos del oficio (véase
Isaías 3: 16-26).

Isaías supo que el Señor sería fiel a Su palabra y que castigaría y esparciría al pueblo
apóstata. Les advirtió que su tierra sería desolada, quemada con fuego, y devorada por
los extranjeros (véase Isaías 1:7-8). [2] Él profetizó acerca de la deportación de los
influyentes de su sociedad — los valientes, los jueces, los profetas, los artífices, los
consejeros — y de los soldados. Describió la anarquía que seguiría como si los niños
fueran sus gobernantes y los del pueblo se oprimirían y violentarían el uno contra el otro
mientras que los pobres y los ignorantes seguirían buscando desesperadamente un guía
(véase Isaías 3: 1-8). [3] Isaías profetizó que el ejército conquistador que los
“arrebatará” y se los llevará con “seguridad” los invadiría rápida y poderosamente, no
dando la oportunidad de escapar (véase Isaías 5: 29).

En respuesta a la pregunta de Isaías acerca de cuanto tiempo debería predicar a este


pueblo rebelde, el Señor le contestó: “Hasta que las ciudades estén asoladas y sin
habitantes, y no haya hombre en las casas, y la tierra quede desierta; hasta que Jehová
haya echado lejos a los hombres y haya multiplicado los lugares abandonados en medio
de la tierra” (Isaías 6: 11-12). Entonces, el Señor le aseguró a Isaías que se quedaría una
décima parte del pueblo (véase el versículo 13). Poco después comparó ese remanente a
los “rebuscos” que se quedan en las ramas después de la cosecha (Isaías 17: 6) porque la
mayoría serían llevados “con violencia y con firmeza” (véase Isaías 22: 17), [4] Isaías
se refiere a este pueblo del convenio esparcido metafóricamente como “islas” (véase
Isaías 41: 5; 42: 4; 49: 1; 51: 5; 60: 9). [5]

Sin una restaruración, sin un recogimiento del pueblo del convenio de regreso a su tierra
y a su fe, Israel estaría perdido para siempre, y fracasaría el convenio de Dios con ellos.
Pero Dios no fallará; por medio de Isaías les aseguró:

Porque tu marido es tu Hacedor; Jehová de los ejércitos es su nombre; y tu Redentor, el


Santo de Israel; Dios de toda la tierra será llamado.

Porque como a mujer abandonada y triste de espíritu te llamó Jehová, y como a la


esposa de la juventud que es repudiada, dice el Dios tuyo.

Por un breve momento te abandoné, pero te recogeré con grandes misericordias.

Con un poco de ira escondí mi rostro de ti por un momento, más con misericordia eterna
tendré compasión de ti, dice tu Redentor, Jehová.
Porque esto me será como las aguas de Noé, porque juré que nunca más las aguas de
Noé pasarían sobre la tierra; así he jurado que no me enojaré contra ti ni te reprenderé.

Porque los montes se moverán y los collados serán quitados, mas no se quitará de ti mi
bondad, ni el convenio de mi paz se romperá, dice Jehová, el que tiene misericordia de
ti. (Isaías 54: 5 - 10).

¿Cuándo Ocurrirá la Restauración de Israel?


Aunque el pueblo sería llevado lejos y esparcido a causa de su iniquidad y su apostasía,
Isaías sabía que al final el Señor los restauraría congregándolos tanto en la fe como en la
tierra. Podemos tener una idea del tiempo de esta restauración si tomamos en cuenta la
descripción que hace Isaías de las condiciones del mundo en la fecha en que esta
empezaría.

Como es natural, para ser congregado y restaurado, primero el pueblo tendría que ser
esparcido y estar perdido. Isaías indicó que tal sería el caso, puesto que en la
restauración, la gente sería congregada de todas partes del mundo. El Señor aseguró por
conducto de Isaías: “No temas, porque yo estoy contigo; del oriente traeré tu
descendencia y del occidente te recogeré. Diré al norte: Da acá, y al sur: No los
retengas, trae desde lejos a mis hijos, y a mis hijas desde los confines de la tierra”
(Isaías 43: 5 - 6; véase también Isaías 49: 12). Muchos de los que serán recogidos no
van a ser reconocidos, y ni siquiera sabrán que son parte de la familia del convenio, sino
hasta que sean restaurados a la fe.

Isaías habla de la consternación que experimentarán los de la familia del convenio pues
pensarán que Dios los ha abandonado cuando comprendan que que hay muchos
miembros de su familia que están perdidos para ellos. Cuando vean que estos hijos
perdidos y esparcidos sean recogidos y restaurados, dirán en su corazón: “¿Quién me
engendró a estos? Porque yo había perdido a mis hijos y soy estéril; estoy cautiva y
ando errante. ¿Quién, pues, crió a estos? He aquí, yo fui dejada sola; ¿dónde estaban
estos?” (Isaías 49: 21).

Así que sabemos que la restauración ha de ocurrir en una época en que el pueblo esté
esparcido y muchos ya no sean reconocidos como parte de la familia del convenio. En
la época de Isaías, Israel y Judá mantenían su identidad, pero Isaías sabía que en algún
tiempo, futuro dicha identidad se perdería para una gran parte de la casa de Israel.
Parece ser que el que la casa de Israel perdiera dicha identidad sería más bien un
proceso largo y no un acontecimiento, pero un proceso que fructificaría mucho antes de
la restauración.

Isaías también indica que Dios empezaría la “obra maravillosa y un prodigio” (Isaías
29: 14) de la restauración en una época en que los hombres estarían en un sueño
espiritual, sin dirección profética. Hablando de ese día Isaías exclamó: “Deteneos y
maravillaos; cegaos y quedad ciegos; embriagaos, pero no de vino; tambaleaos, pero no
de bebida fuerte. Porque Jehová derramó sobre vosotros espíritu de profundo sueño, y
cerró vuestros ojos; cubrió a los profetas, y a vuestros gobernantes y a los videntes”
(Isaías 29: 9 - 10). Por lo que, la respuesta de Isaías a la pregunta de cuando se efectuará
la restauración es que, ésta comenzará en un día en que Israel haya sido esparcido y
muchos hayan perdido su identidad y en un día cuando muchos se tambaleen y estén
adormecidos por la muerte de la guía profética. Tal descripción llena muy bien las
condiciones de la época cuando el Señor se apareció al profeta José Smith.

¿Quién Participará en la Restauración de Israel?


Aunque se entiende que Israel ha de ser congregado y restaurado, Isaías habla de un
gran grupo a quien él identifica como los gentiles. Él supo que muchos de los
“gentiles” de los últimos días buscarían o serían llevados hacia la luz del evangelio
restaurado. El profeta exhortó: “¡LEVÁNTATE, resplandece! porque ha venido tu luz,
y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti. Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra y
obscuridad los pueblos; mas sobre ti amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria. Y
andarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu amanecer” (Isaías 60: 1- 3;
véase también 42: 5 - 7; 55:5; 65: 1)

Isaías aclaró que los gentiles que acepten el evangelio y trabajen para cumplir su parte
en la restauración tendrán acceso a todos los convenios y bendiciones de Dios,
incluyendo las del templo. Para los “extranjeros,” un término usado aquí para referirse
a los gentiles, que estén dispuestos a aceptar el evangelio, el Señor promete: “yo les
daré lugar en mi casa y dentro de mis muros, y un nombre mejor que el de hijos e hijas;
les daré un nombre eterno que nunca será quitado” y además “los llenaré de gozo en mi
casa de oración; sus holocaustos y sus sacrificios serán aceptados sobre mi altar, porque
mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos” (Isaías 56: 3 - 7; véase
también Isaías 2: 2). [6] El Libro de Mormón explica que, al final, estos gentiles fieles
serán contados entre la casa de Israel (véase 1 Nefi 14: 1 - 3; 2 Nefi 10: 18; 30: 2; 3 Nefi
16: 13; 21: 1 - 7, 22 - 25; 28: 27, 32; 30: 1- 2). De hecho, entre esos gentiles están los
hijos perdidos sobre los que Isaías profetizó que llegarían a ser reconocidos como parte
de la familia del convenio (véase Isaías 49: 18 -23). Ellos son los “hijos de la
desolada” (Isaías 54: 1), quienes, cuando sean reunidos a la familia del convenio, serán
tan numerosos que pedirán más espacio, exclamando: “Estrecho es para mí este lugar;
apártate, para que yo more en él” (Isaías 49: 20). Esas súplicas harán que el Señor les
diga a su pueblo: “Ensancha el sitio de tu tienda, y las cortinas de tus habitaciones sean
extendidas; no escatimes; alarga tus cuerdas y fortalece tus estacas. Porque te
extenderás a la mano derecha y a la mano izquierda” (Isaías 54: 2 - 3).

Los Santos de los Últimos Días se pueden identificar a si mismos con estos hijos fieles
que serán contados entre la casa de Israel, aunque ahora son “identificados con los
gentiles” (DyC 109: 60; véase también DyC 86: 8- 10; 103: 16-18). Aunque los Santos
sean considerados gentiles en la perspectiva de “judíos o gentiles” tanto de Isaías como
del Libro de Mormón , de hecho, muchos son una parte del Israel disperso que ha
perdido su identidad. Como lo explicó el élder Bruce R. McConkie: “José Smith, de la
tribu de Efraín, la principal tribu de Israel, fue el gentil por cuya mano salió a luz el
Libro de Mormón, y los miembros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los
Últimos Días, que tienen el evangelio y que son de la tribu de Israel por su linaje de
sangre, son los gentiles que llevan la salvación a los lamanitas y a los judíos.” [7]

¿Cómo se Efectuará la Restauración de Israel?


Así como la apostasía y el esparcimiento fueron procesos, así también lo será la
restauración. Isaías profetizó que lo que empieza el proceso es la parte espiritual de la
restauración, o sea el regreso a la verdadera fe. A uno de sus hijos le puso el nombre de
Sear-Jasub, que significa “el remanente regresará,” para que sirviera como tipo y
recordatorio de esta profecía (Isaías 7: 3ª; véase también el 8: 18). La terminación
“Jasub” en el nombre del hijo es el tiempo futuro del verbo hebreo šub, que significa
“regresar,” “retornar,” “convertir,” “volver,” o “restaurar.” Algunas veces la palabra ha
sido traducida como un derivado de “arrepentimiento” en la versión Reina Valera 2009
del Antiguo Testamento (véase 1 Reyes 8: 47 y Ezequiel 14: 6). Aunque el uso del
término en el nombre del hijo se pueda referir al regreso físico, Isaías aclaró que su
intención principal para ponerle el nombre a su hijo era para recordarle a su pueblo
acerca de su profecía de un regreso espiritual. Haciendo eco al nombre de su hijo, el
profeta declaró: “El remanente volvera [Sear-Jasub], el remanente de Jacob volverá al
Dios fuerte” (Isaías 10: 21). A medida que los “jueces” y los “consejeros” sean
restaurados, “Sión será redimida con justicia; y los convertidos de ella, con rectitud
(Isaías 1: 26 - 27; véase también Isaías 51: 11). [8] Todos y cada uno de los
“rebuscos”. . . “mirará el hombre a su Hacedor, y sus ojos contemplarán al Santo de
Israel” (Isaías 17: 6- 7 ). “Éstos alzarán su voz, cantarán gozosos por la grandeza de
Jehová” (Isaías 24: 14). Al ser reunidos “uno por uno” escucharán la “gran trompeta”
que los llamará a la fe, y “adorarán a Jehová en el monte santo en Jerusalén” (Isaías 27:
2 - 13; véase también Isaías 2: 1-5).

Los profetas del Libro de Mormón compartían con Isaías que la restauración del Israel
disperso empezaría con la restauración a la fe. Hablando del Israel disperso Jacob dijo:
“El Señor será misericordioso con ellos, para que cuando lleguen al conocimiento de su
Redentor, sean reunidos de nuevo en las tierras de su herencia” (2 Nefi 6: 11; véase
también 2 Nefi 10: 7 - 9; 25: 16 - 17; 30: 7 - 8).

Isaías sabía que este recogimiento del Israel disperso “ uno por uno” incluiría un trabajo
para los gentiles justos, entre quienes primero sería restaurado el evangelio. El profeta
declaró:

Y acontecerá en aquel día que la raíz de Isaí, la cual estará puesta como estandarte a los
pueblos, será buscada por las naciones; y el lugar de su descanso será glorioso.

Asimismo, acontecerá en aquel día que el Señor pondrá otra vez su mano para recobrar
el remanente de su pueblo que haya quedado de Asiria, y de Egipto, y de Patros, y de
Etiopía, y de Elam, y de Sinar, y de Hamat y de las islas del mar.

Y levantará estandarte a las naciones, [gentiles] y juntará a los desterrados de Israel y


reunirá a los esparcidos de Judá de los cuatro confines de la tierra. (Isaías 11: 10 - 12).

En la Doctrina y Convenios, el Señor nos ayuda a entender que el “estandarte” (una


palabra que significa “bandera,” “enseña,” “pendón”) que se habría de levantar y el cual
buscarán los gentiles, o las naciones, es el evangelio restaurado de Jesucristo. [9] En una
revelación a José Smith el Señor declaró: “he enviado al mundo mi convenio sempiterno,
a fin de que sea una luz al mundo y un estandarte a mi pueblo, y para que lo busquen los
gentiles, y sea un mensajero delante de mi faz, preparando el camino delante de mí”
(DyC 45: 9). [10] El Señor identifica “la raíz de Isaí” mencionada en Isaías 11: 10
como “un descendiente de Isaí, así como de José, a quien por derecho pertenecen el
sacerdocio y las llaves del reino, y será por pendón y para el recogimiento de mi pueblo
en los postreros días” (DyC 113: 6). Típicamente, los Santos de los Últimos Días
entienden que José Smith satisface esa descripción. [11]

Isaías sabía que la obra del Señor de “recobrar el remanente de su pueblo” empezaría con
la Restauración del evangelio de Jesucristo por medio de José Smith el profeta de los
últimos días.

Sabía además que a medida que los gentiles de los últimos días fueran llevados hacia el
estandarte, o la luz del evangelio restaurado, ellos mismos ayudarían a recoger al Israel
disperso. Isaías prometió que los gentiles “traerán en brazos a tus hijos, [de Israel] y tus
hijas serán llevadas en hombros” (Isaías 49: 22-23; véase también Isaías 66: 19-20).

Nefi, el profeta del Libro de Mormón, dió un testimonio similar:

En los días postreros, cuando nuestros descendientes hayan degenerado en la


incredulidad, sí, por el espacio de muchos años, y muchas generaciones después que el
Mesías sea manifestado en la carne a los hijos de los hombres, entonces la plenitud del
evangelio del Mesías vendrá a los gentiles; y de los gentiles vendrá al resto de nuestra
posteridad.

Y en aquel día el resto de los de nuestra posteridad sabrán que son de la casa de Israel, y
que son el pueblo del convenio del Señor; y entonces sabrán y llegarán al conocimiento
de sus antepasados, y también al conocimiento del evangelio de su Redentor, que él
ministró a sus padres. Por tanto, llegarán al conocimiento de su Redentor y de los
principios exactos de su doctrina, para que sepan cómo venir a él y ser salvos (1 Nefi 15:
13-14). [12]

De hecho, Isaías entendió — al igual que los profetas Nefi, Mormón y Moroni— que el
mismo Libro de Mormón tendría un papel importante en los esfuerzos de los gentiles
justos para restaurar al pueblo del convenio a la verdadera fe. Él supo que este “libro
sellado” saldría a luz para “hablar desde la tierra” en una era de apostasía y confusión
(Isaías 29: 4, 9-16). Él vio que el libro sería oído por los sordos y visto por los ciegos y
que cambiaría los valores de los hombres, de manera que los bosques del Líbano, un
símbolo de orgullo y apostasía, serían transformados en un campo fértil, o sea un
símbolo de un pueblo del convenio productivo (véase Isaías 29: 17- 19). Él testificó
que el libro pondría al descubierto a los inicuos que “encubren en las profundidades sus
designios” para que el Señor no los vea, y que les enseñaría la doctrina verdadera a
aquellos “que erraron en espíritu” (Isaías 29: 4 -24; ver también 2 Nefi 27: 3; 3 Nefi 26:
6 - 8; Mormón 5: 12 - 15; Eter 3: 27 -28). [13]

Además de la congregación y restauración espiritual del Israel disperso a la fe y a los


convenios hechos por los padres de Israel, Isaías enseñó que los gentiles también
ayudarían a restaurarlos físicamente a y en sus tierras prometidas. “Y los hijos de los
extranjeros” (o sea los gentiles) “edificarán” los muros de Israel y serán sus pastores,
labradores y los “viñadores” (Isaías 60: 10; y 61: 5). [14] Esas imágenes sugieren que
las labores de los gentiles harán que este pueblo improductivo (véase Isaías 5: 1- 6) sea
productivo otra vez.

Cuando los gentiles trabajen para restaurar física y espiritualmente al pueblo del
convenio, serán como sus “ayos y nodrizas”: “Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí, yo
alzaré mi mano a las naciones, y a los pueblos levantaré mi estandarte; y traerán en
brazos a tus hijos, y tus hijas serán llevadas en hombros. Y reyes serán tus ayos, y sus
reinas tus nodrizas; con el rostro inclinado a tierra se postrarán ante ti y lamerán el polvo
de tus pies; y sabrás que yo soy Jehová, porque no serán avergonzados los que esperan
en mí” (Isaías 49: 22 - 23; y también Isaías 60: 16). [15]

Nefi, el profeta del Libro de Mormón aclaró las imágenes de Isaías en este pasaje:

Y después que nuestra posteridad haya sido dispersada, el Señor Dios procederá a
efectuar una obra maravillosa entre los gentiles, que será de gran valor para nuestra
posteridad; por tanto, se compara a que serán nutridos por los gentiles y llevados en sus
brazos y sobre sus hombros.

Y también será de valor a los gentiles; y no solamente a los gentiles, sino a toda la casa
de Israel, para dar a conocer los convenios del Padre de los cielos con Abraham, que
dicen: En tu posteridad serán benditas todas las familias de la tierra.

Y quisiera, mis hermanos, que supieseis que no pueden ser bendecidas todas las familias
de la tierra, a menos que el Señor desnude su brazo a los ojos de las naciones.

Por lo que, el Señor Dios procederá a desnudar su brazo a los ojos de todas las naciones,
al llevar a efecto sus convenios y su evangelio para con los que son de la casa de Israel.

Por tanto, los sacará otra vez de su cautividad, y serán reunidos en las tierras de su
herencia; y serán sacados de la obscuridad y de las tinieblas; y sabrán que el Señor es su
Salvador y su Redentor, el Fuerte de Israel. (1 Nefi 22: 8 - 12).

Juntos, los “extranjeros” o gentiles, y los de la casa de Israel, servirán al Señor en las
tierras de promisión. “Porque el Señor tendrá piedad de Jacob, y todavía escogerá a
Israel, y lo establecerá en su propia tierra; y extranjeros se juntarán con ellos y se unirán
a la casa de Jacob. Y los pueblos los tomarán y los llevarán a su lugar; sí, desde lejos
hasta los extremos de la tierra; y retornarán a sus tierras de promisión. Y la casa de Israel
los poseerá, y la tierra del Señor será para siervos y siervas” ( 2 Nefi 24: 1 - 2; véase
también Isaías 14: 1- 2 ). [16]

El saber que los gentiles de los últimos días jugarán un papel tan significativo en la
restauración, nos ayuda a entender los comentarios del Señor cuando aprobó los escritos
de Isaías: “Pues él ciertamente habló en lo que respecta a todas las cosas concernientes a
mi pueblo que es de la casa de Israel; por tanto, es menester que él hable también a los
gentiles” (3 Nefi 23: 2).

¿Cuáles Serán los Resultados de la Restauración de


Israel?
La restauración física y espiritual del pueblo del convenio en los últimos días, no
solamente cumplirá la promesa y los convenios de Dios con Abraham, sino que también
preparará la tierra para la venida del Mesías milenario. Isaías usa un vocabulario
hermoso y de lo más estimulante de todas las escrituras, para describir la paz y la
felicidad milenarias que gozarán los restaurados y redimidos. Su mensaje ofrece
esperanza y perspectivas a quienes participen en la restauración durante esos tiempos
peligrosos. He reunido las enseñanzas de Isaías concernientes a ese tema en un solo
pasaje continuo:

Y vendrá el Redentor a Sión y a los que se vuelvan de la transgresión [Isaías


59:20]; Y juzgará entre las naciones y reprenderá a muchos pueblos [ 2:4]; El
aumento de su dominio y la paz no tendrán fin, sobre el trono de David y sobre su
reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para
siempre [9:7]; y forjarán sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en hoces; no
alzará espada nación contra nación ni se adiestrarán más para la guerra [2: 4];
Nunca más se oirá de violencia en tu tierra, ni de destrucción ni de
quebrantamiento en tus territorios, sino que a tus muros llamarás Salvación, y a
tus puertas, Alabanza. El sol nunca más te servirá de luz para el día, ni el
resplandor de la luna te alumbrará, sino que Jehová te será luz eterna, y el Dios
tuyo, tu gloria [60: 18 - 19]; Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el
cabrito. . . No harán mal ni destruirán en todo mi santo monte, porque la tierra
estará llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar [11: 6, 9];
Y los rescatados de Jehová volverán y vendrán a Sión con cánticos; y habrá gozo
perpetuo sobre sus cabezas; y alcanzarán gozo y alegría, y huirán la tristeza y el
gemido [35: 10]; En aquel día el renuevo de Jehová será bello y glorioso, y el
fruto de la tierra será excelente y hermoso para los de Israel que hayan escapado.
Y acontecerá que el que quede en Sión, y el que sea dejado en Jerusalén, será
llamado santo; todos lo que en Jerusalén estén inscritos entre los vivientes [4: 2
-3]; Tus ojos verán al Rey en su hermosura; verán la tierra que está lejos [33: 17];
Destruirá a la muerte para siempre, y enjugará Jehová el Señor toda lágrima de
todos los rostros [25:8]; En ese tiempo los ojos de los ciegos serán abiertos y
destapados los oídos de los sordos [35: 5[; Como pastor apacentará su rebaño; en
su brazo recogerá los corderos y en su seno los llevará. [40: 11]

El profeta Isaías promete que en ese día el Señor nos dará “gloria en lugar de ceniza” y
“aceite de gozo en lugar de luto” (Isaías 61: 3). Y en ese día cuando lo veamos,
confesaremos: “He aquí, éste es nuestro Dios, le hemos esperado y nos salvará; este es
Jehová; le hemos esperado” (Isaías 25: 9). Nuestro anhelo de ser parte de los que así
testifiquen, debe darnos el ánimo de seguir la amonestación del Salvador de escudriñar
diligentemente los escritos de este gran profeta. Por ese medio podremos conocer mejor
el por qué, el cuando, el cómo, y el qué de la restauración de Israel.

Terry B. Ball “Isaías y la Restauración de Israel” en Kent P. Jackson y Andrew C.


Skinner, editores de A Witness for the Restoration: Essays in Honor of Robert J.
Matthews [Un Testigo de la Restauración: Ensayos en Honor de Robert J. Matthews]
(Provo, UT: Religous Studies Center, Brigham Young University, 2007), páginas 13 - 31.

Notas
[1] Las siguientes son ejemplos de las enseñanzas de Isaías con respecto a las transgresiones del
pueblo. Ser orgullosos, ambiciosos y deshonestos: Isaías 1: 22-24; 2: 7, 9-11; 5: 8, 20-23; 9: 9-10; 28: 1-4, 17;
48: 4; 59: 3-5. Por rechazar a los profetas y confiar en los hombres más que en Dios: Isaías 2: 6; 8: 6-10, 19;
30: 1-12; 31: 1-3; 48: 3-8. Por ser idólatras y adúlteros: Isaías 2: 8-9; 31:7-8; 41: 22-23, 29; 44: 12-20; 46 1-8; 48: 5;
57: 3-9. Por no tener caridad y oprimirse el uno al otro: Isaías 3: 5, 15; 10: 1-4; 27: 7. Por ayunar
indebidamente y no guardar el Día de Reposo: Isaías 58: 1-14. Por amar la violencia: Isaías 59: 3-8.
[2] Isaías
compara el estado final de Israel (Biblia, versión Reina Valera 2009 ) en Isaías
1: 8 a una “enramada en viña” o como “choza en melonar” refiriéndose muy
probablemente a las chozas para las cosechas que se encuentran en los campos y que
típicamente están vacías, ignoradas y dilapidadas todo el tiempo, menos en el de
cosecha.

[3] Esta profecía se cumplió en la conquista de Judá por Babilonia y la consiguiente


deportación del pueblo aproximadamente en el año 587 a.C. El reino del norte, Israel,
sufrió un destino similar ciento cincuenta años antes cuando fue conquistado y llevado a
Asiria.

[4] Esta profecía fue dirigida a un hombre llamado Sebna que en esa época era un
“tesorero” en la corte real. (Véase Isaías 22: 15). Sebna era un ejemplo del pueblo
mundano y apóstata de ese tiempo. Es de interés saber que posteriormente, Sebna se
arrepintió cuando sirvió bajo el fiel rey Ezequías, y la conquista asiria predicha en esta
profecía no se efectuó. Esto fue porque Ezequías confió en el Señor y Dios los salvó de
los asirios cuando éstos los atacaron (véase Isaías 36 y 37). Tristemente, después de que
murió Ezequías, los reyes de Judá regresaron a las costumbres inicuas, y en
consecuencia, un poco más de un siglo después, Judá fue conquistado y llevado cautivo
por los babilonios. Algunos regresaron a la tierra prometida durante el período persa,
solamente para ser esparcidos nuevamente durante el período romano.

[5] La versión de Isaías 49: 1 que se encuentra en el Libro de Mormón, aclara que la
palabra “islas” es usada por Isaías al referirse al Israel esparcido. El Libro de Mormón
dice: “¡Oídme, oh casa de Israel, todos vosotros los que habéis sido separados y echados
fuera por causa de la iniquidad de los pastores de mi pueblo; sí, todos vosotros que
habéis sido separados y esparcidos, quienes sois de mi pueblo, oh casa de Israel! ¡Oídme,
islas del mar. . . ! (1 Nefi 21: 1; véase también Isaías 49: 1).

[6] Las palabras “lugar” y “nombre” en este pasaje se pueden traducir más exactamente
como “mano y un nombre.” Los traductores de la versión Reina Valera usaron la
palabra extranjero para traducir varios términos hebreos, todos ellos refiriéndose a
extraños; en cada caso significa alguien que no es de la casa de Israel, y por ende, los
hacen gentiles.

[7] Bruce R. McConkie, The Millenial Mesiah [El Mesías Milenario] (Salt Lake City:
Deseret Book, 1982), página 233. Véase también DyC 109: 60; 1 Nefi 13: 38 - 40; 15:
13-14; 22: 7 - 12. En 1 Nefi 22 leemos: “parece que la casa de Israel será dispersada,
tarde o temprano, sobre toda la superficie de la tierra, y también entre todas las naciones.
Y he aquí, hay muchos de quienes ningún conocimiento tienen ya los que están en
Jerusalén; sí, la mayor parte de todas las tribus han sido llevadas; y se encuentran
esparcidas acá y allá sobre las islas del mar” (versículos 3 y 4). Como se comentó en la
nota 5, en 1 Nefi 21: 1 sugiere que el término “islas” significaba para Nefi cualquier
lugar al cual Israel hubiera sido dispersado. Joseph Fielding Smith agregó a nuestra
comprensión de lo que pasó con esas tribus, cuando comentó acerca de los propósitos del
esparcimiento de Efraín. Entre otras cosas él declaró: “Al esparcir a Efraín. . . tenía por
objeto bendecir a las gentes de otras naciones con la sangre de Israel, entre las cuales
Efraín se “mezcló”. El esparcimiento de otros israelitas fue para el mismo propósito.”
(Joseph Fielding Smith, Doctrina de Salvación, compilado por Bruce R. McConkie [Salt
Lake City: Bookcraft, 1954-1956], vol. 3 página 237). Entonces, aparentemente,
después de haber sido llevadas cautivas lejos de la Tierra Santa, todas o al menos una
parte de las diez tribus se repartieron por sí mismas entre las naciones y fueron
asimiladas por ellas o se mezclaron con ellas. Para más comentarios acerca de este tema,
véase mi escrito “Isaías y los Gentiles” publicado en Covenants, Prophecies, and Hymns
of the Old Testament: The 30th Annual Sidney B. Sperry Symposium [Los Convenios, Las
Profecías, y los Himnos del Antiguo Testamento: El Trigésimo Simposio Anual Sidney
B, Sperry] (Salt Lake City: Deseret Book, 2001), páginas 181-184.

[8] La palabra traducida como “convertidos” es otra vez una forma del verbo hebreo šub.

[9] La palabra hebrea gôyim significa “naciones” y se traduce de distintas maneras en la


Biblia. Por ejemplo en el versículo 10 del pasaje citado se traduce como “gentiles” (en la
Biblia en inglés) y en el versículo 12 se traduce como “naciones.” En los escritos de
Isaías se hace referencia a los gentiles como “naciones o pueblos” (ver Isaías 5: 26; 14:
18; 16: 8; 17: 13; 29: 7); como “extranjeros o extraños” (Isaías 1: 7; 2: 6; y 5: 17).

[10] Donald W. Parry, Jay A. Parry y Tina M. Peterson Understanding Isaiah


[Entendiendo a Isaías] (Salt Lake City: Deseret Book, 1998), página 123.

[11] Victor L. Ludlow, Isaiah: Prophet, Seer, and Poet [Isaías: Profeta, Vidente y Poeta]
(Salt Lake City: Deseret Book, 1982),páginas 170-174; y Parry, Parry, y Peterson,
Understanding Isaiah páginas 120-121.

[12] El “resto de nuestra posteridad” en este pasaje se refiere principalmente a los


descendientes de Lehi, uno de los grupos del Israel disperso. Es evidente por todo el
Libro de Mormón que la promesa se aplica a todo el pueblo de Israel disperso (véase 1
Nefi 13: 38 - 42; 21: 22 - 23; 22: 8 - 12; 2 Nefi 6: 6 - 7; 10: 8 - 9, 18; 30: 3 - 7, 18; 3
Nefi 16: 4- 5; 16: 10 - 11; 21: 1 - 7, 2, 22-26; 26: 8; Mormón 5: 10; 7: 8; Eter 12: 22).

[13] Por lo general, los eruditos entienden que la primera parte del capítulo 29 de Isaías
es una profecía acerca del sitio y destrucción de Jerusalén (Ariel) y que la última parte
del capítulo es una profecía de restauración, pero con frecuencia batallan para identificar
“el libro sellado.” Una explicación sugestiva (que hace reflexionar) es que el libro es
como lo que se comenta en Jeremías 32: 9 - 15, en donde el profeta compró un terreno e
hizo que los documentos de compra se hicieran en duplicado. Una copia fue sellada y la
otra se dejó abierta, aparentemente con la idea de que si la copia abierta fuera alterada o
se pusiera en duda, entonces se podría consultar la copia sellada para establecer o validar
los términos de la transacción. Esa explicación les queda bien a la Biblia y al Libro de
Mormón — siendo la Biblia el libro “abierto” y siendo el Libro de Mormón “el libro
sellado”— que se ha de consultar en los últimos días para aclarar y establecer la verdad
del libro abierto (véase también 1 Nefi 14: 38 - 42).

[14] Para el uso de la palabra “extranjeros” en este contexto, véase más arriba la nota 6.

[15] Comentando acerca de esta profecía, Jacob el profeta del Libro de Mormón, aclaró
que los gentiles que “lamerán el polvo de sus [de Israel] pies” no son los que estén
ayudando a nutrirlos sino más bien son “los que luchen contra Sión y contra el pueblo
del convenio del Señor” (2 Nefi 6: 13).
[16] El texto de Isaías citado en 2 Nefi 24: 1- 2 contiene información adicional y
redacción que clarifica que los gentiles se unirán con Israel como siervos del Señor en las
tierras de promisión, en lugar de solo indicar que son siervos de Israel. El texto del Libro
de Mormón usa la frase “tierras de promisión” porque sus autores entendieron que había
tierras prometidas para el pueblo del convenio tanto en el Viejo como en el Nuevo
mundo.
Albedrío y libertad
Traducido de Dallin H. Oaks, "Agency and Freedom" in A Book of Mormon Treasury:
Gospel Insights from General Authorities and Religious Educators (Provo and Salt Lake
City: Religious Studies Center and Deseret Book, 2003), 32-46.

Albedrío y Libertad
Élder Dallin H. Oaks

El Élder Dallin H. Oaks es miembro del Quórum de los Doce Apóstoles.

El segundo libro de Nefi, el tema de este simposio, proporciona algunos de nuestros


conocimientos doctrinales más importantes en cuanto al significado del albedrío en el
plan del evangelio. Por lo tanto, he decidido hablar sobre el albedrío y la libertad.

Los términos doctrinales son albedrío y libre. Cuando hablamos de albedrío, algunas
veces combinamos ambas palabras y decimos libre albedrío. Pero algunas veces usamos
el término cuando nos referimos a la libertad así como al albedrío. En las escrituras, el
término libre algunas veces significa albedrío y otras veces significa libertad.

En vista de esta confusión, necesito definir los términos que usaré. Cuando digo
albedrío, me refiero a un ejercicio de la voluntad, el poder de escoger. Cuando digo
libertad me refiero a la capacidad y el privilegio de llevar adelante nuestras decisiones.
Esto incluye todo, desde los pensamientos, tales como el odio, hasta las acciones, tales
como el correr.

En la primera parte de este mensaje comentaré la doctrina de la Iglesia. En la segunda


parte describiré algunas aplicaciones de esa doctrina.

Doctrina
Mi mejor crítico es la hermana Oaks. Me dice que cuando hablo de doctrina mis
discursos son algo áridos, y que probablemente se entienden mejor si se leen que si se
escuchan. Quizás ayudaría si empezara con un bosquejo de los nueve temas de las
escrituras que trataré.

1. Existimos en la presencia de Dios, antes de que el mundo fuera creado.

2. El albedrío es un don de Dios.

3. En la existencia pre-mortal, tuvimos el albedrío.

4. Allí, Satanás presentó un plan que nos habría quitado el albedrío.

5. Cuando Dios rechazó el plan de Satanás, éste y los que lo siguieron fueron
expulsados del cielo.
6. Adán y Eva, siguiendo el plan de Dios, tomaron la decisión que ocasionó la caída,
haciendo que, en este mundo, la humanidad quedara sujeta a la muerte y al pecado.

7. Estamos aquí para ser probados, y esto no puede suceder sin oposición en todas las
cosas.

8. Para que se dé esa oposición, se le permite a Satanás que trate de persuadirnos a usar
nuestro albedrío para escoger el mal.

9. Si escogemos lo malo y no nos arrepentimos, terminaremos siendo cautivos de


Satanás.

Para apreciar la importancia del mayor conocimiento del evangelio cual ha sido
restaurado en esta dispensación, por favor noten cuántas de esas verdades esenciales han
sido reveladas en el Libro de Mormón, especialmente en el Segundo Nefi, y en la
Doctrina y Convenios y en la Perla de Gran Precio.

1. Existimos en la presencia de Dios, antes de que el mundo fuese creado (ver D. y C.


93:29). Abraham vio que Dios estaba entre estos espíritus y escogió a algunos para que
fueran Sus gobernantes (ver Abraham 3:23). No sabemos mucho acerca de la existencia
pre-mortal. Algunas veces las escrituras hacen referencia a las "inteligencias" pre-
existentes y otras veces a los "espíritus" pre-existentes (ver Moisés 6:36; Abraham 3:18-
23; D. y C. 93:29-33). Para nuestro propósito actual, no es necesario aclarar la
diferencia entre los dos. El tema importante es que en la existencia pre-mortal tuvimos
identidad personal y que moramos en la presencia de Dios.

2. El albedrío, el poder de escoger, es un don de Dios. Leemos en 2 Nefi 2:16: "Por lo


tanto, el Señor Dios le concedió al hombre que obrara por sí mismo." Además,
"Anímense, pues, vuestros corazones, y recordad que sois libres para obrar por vosotros
mismos para escoger la vía de la muerte interminable, o la vía de la vida eterna" (2 Nefi
10:23). En la revelación moderna el Señor dijo: "He aquí, yo le concedí que fuese su
propio agente" (D. y C. 29:35).

El profeta José Smith definió el albedrío como "la libertad de pensamiento que el cielo
tan graciosamente ha conferido a la familia humana como uno de sus dones mas
estimados." [1] La palabra libre se usa también para describir el albedrío en el himno
que los Santos de Los últimos Días han cantado desde que se imprimió nuestro primer
himnario en 1835:

El hombre tiene libertad

De escoger lo que será;

Mas Dios la ley eterna da,

Que él a nadie forzará

El con cariño llamará

Y luz en abundancia da;


Diversos dones mostrará,

Mas fuerza nunca usará [2]

3. En la existencia pre-mortal, tuvimos el albedrío. Esto es evidente si partimos del


hecho de que más de un plan fueron presentados en el Concilio de los Cielos y el que
una tercera parte de las huestes del cielo pudo escoger el seguir a Satanás y rebelarse
contra el Padre. [3]

4. El plan de Satanás, presentado en la existencia pre-mortal, nos habría quitado el


albedrío. En lo que llamamos el Concilio en el Cielo, el Padre explicó las condiciones
de la siguiente etapa en el progreso de sus hijos espirituales. Necesitaban recibir un
cuerpo mortal y era necesario que Dios los probara "para ver si harán todas las cosas
que el Señor su Dios les mandare" (Abraham 3:25).

Satanás se presentó ante Dios con esta propuesta: "Heme aquí, envíame a mí. Seré tu
hijo y redimiré a todo el género humano, de modo que no se perderá ni una sola alma, y
de seguro lo haré; dame pues tu honra" (Moisés 4:1). Pero el Hijo Amado, nuestro
Salvador, quien fue "escogido desde el principio" (Moisés 4:2), le dijo al Padre: "Heme
aquí, envíame" (Abraham 3:27), y "Padre, hágase tu voluntad, y sea tuya la gloria para
siempre" (Moisés 4:2).

En el libro de Moisés, Dios explica así el esfuerzo de Satanás:

"Pues, por motivo de que Satanás se rebeló contra mí, y pretendió destruir el
albedrío del hombre que yo, Dios el Señor, le había dado, y que también le diera
mi propio poder, hice que fuese echado abajo por el poder de mi Unigénito;

"Y llegó a ser Satanás, sí, el diablo, el padre de todas las mentiras, para engañar
y cegar a los hombres y llevarlos cautivos según la voluntad de él, sí, a cuantos
no quieran escuchar mi voz" (Moisés 4:3-4).

El método de Satanás de asegurar "que no se perderá una sola alma (Moisés 4:1) sería el
"destruir el albedrío del hombre" (Moisés 4:3). Bajo su plan, Satanás habría sido nuestro
amo, y nos habría llevado "cautivos según la voluntad de él" (Moisés 4:4). Sin el poder
de escoger, habríamos sido como robots o como marionetas en sus manos.

5. Cuando Dios rechazó el plan de Satanás, éste y los que lo siguieron se rebelaron y
fueron expulsados del cielo. El enfrentamiento de lo que las escrituras llaman "la batalla
en el cielo" (Apocalipsis 12:7) tenía que ver con los intentos de Satanás de usurpar el
poder de Dios y de destruir el albedrío de los hijos de Dios. Una tercera parte de las
huestes del cielo usaron su albedrío para seguir a Satanás. La Biblia la describe con
algunas referencias veladas a los intentos de Lucifer por ensalzarse a sí mismo y a una
guerra en la cual el dragón y sus agentes fueron arrojados del cielo (ver Isaías 14:12-15;
Apocalipsis 12:7-9; Abraham 3:28). Ese acontecimiento se describe más claramente en
la revelación moderna:

"Porque [el diablo] se rebeló contra mi diciendo: Dame tu honra, la cual es mi


poder; y también alejó de mí a la tercera parte de las huestes del cielo, a causa de
su albedrío;
"Y fueron arrojados abajo, y así llegaron a ser el diablo y sus ángeles" (D. y C.
29:36-37; ver también D. y C. 76:25-26).

El Élder Orson F. Whitney en su gran poema "Emanuel, Un Idilio de Navidad" describe


el evento del concilio en los cielos cuando "El destino de mundos aún por nacer / Pendía
tembloroso en la balanza." Uno se levantó:

Una figura que combina fuerza y gracia,

De semblante manso pero semejante a Dios,

El brillo de su rostro

Opacó el brillo del mediodía.

Su cabello era blanco como la espuma más pura,

O como el hielo de la colina alpina.

Habló-el ambiente se hizo más tenso-

La quietud aun más sosegada.

"¡Padre!"-su voz como música se oyó,

Clara, como el murmullo del agua

O como el arroyuelo de la montaña,

Bajando desde la nieve blanca-

"¡Padre!," dijo, "puesto que Uno debe morir

Para a tus hijos redimir,

A fin de que la tierra-aún sin forma y vacía-

Se llene de vida;

"Y que tú oh Gran Miguel efectúes la Caída,

A fin de que el mortal pueda tener vida,

Y a un Salvador escogido puedas enviar,

¡Heme aquí, envíame a mí!

No pido ni busco recompensa alguna,

Sino lo que ya de antes era mío;


Y que la Gloria Eterna sea tuya."

Cesó de hablar y se sentó; y repentinamente

Se levantó cual si fuera una torre,

Orgullosamente erecto, como amenazante pico

Que sobresale en la tormenta.

Una potencia brillante y hermosa,

Con ojos de relampagueante fuego,

Y labios que con altiva sinuosidad ordenó,

En un sentimiento de ira interna.

"Haz que yo vaya," abiertamente gritó

Con un desdén mal disfrazado

"Y nadie, desde el cielo y la tierra se perderá .

Mi plan de salvar, desdeña el desconocido albedrío del hombre

Como recompensa, reclamo el derecho

De sentarme en tu Trono."

Terminó Lucifer. El silencio

Se volvió más denso e intenso.

Todos los rostros voltearon; la mirada general

Como por un imán fue atraída.

Por un momento reinó una calma solemne.

Entonces, como el estallido del trueno,

Salieron de los labios del Omnipotente

Las palabras: "¡ENVIARé AL PRIMERO!"

Hecho está. De la vasta congregación

Se alzaron murmullos tumultuosos;


Olas de sonidos conflictivos, como cuando

Chocan dos mares opuestos.

Todo había terminado-pero los cielos lloraron-

Y en sus anales todavía se relata

Como el Elegido de Dios, fue el Cristo escogido

Sobre Uno que por rebelarse fue vencido. [4]

6. Adán y Eva, siguiendo el plan de Dios, tomaron la decisión que ocasionó la Caída,
haciendo que en este mundo la humanidad quedara sujeta a la muerte y al pecado. "Mas
del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás [eso les dijo el Señor a Adán y
Eva], no obstante, podrás escoger según tu voluntad, porque te es concedido; pero
recuerda que Yo lo prohíbo, porque el día en que de él comieres, de cierto morirás"
(Moisés 3:17). Adán y Eva pudieron efectuar la Caída por su decisión, porque tenían
alternativas y tenían el albedrío, cuya esencia se explica en estas palabras: "Podrás
escoger según tu voluntad, porque te es concedido".

Así vemos que lo que llamamos "la Caída," y "la transgresión de Adán," era un paso
necesario y que vino como resultado de que nuestros padres hicieron uso de su don del
albedrío. Lehi explicó: "Porque he aquí, todas las cosas han sido hechas según la
sabiduría de aquel que todo lo sabe, Adán cayó para que los hombres existiesen y
existen los hombres para que tengan gozo" (2 Nefi 2:24-25).

Con la Caída vino la muerte y la oportunidad para ser probados. El Señor proclamó que
a los hijos de Adán les es concedido "discernir el bien del mal, de modo que son sus
propios agentes" (Moisés 6:56). Alma enseñó que con la Caída, los hombres habían
"llegado a ser como dioses, discerniendo el bien del mal, colocándose, o siendo
colocados, en condiciones de actuar según su voluntad y placer, ya para hacer el mal, ya
para hacer el bien" (Alma 12:31; ver también Alma 42:7).

De igual manera, el profeta Samuel enseñó: "Pues he aquí, sois libres; se os permite
obrar por vosotros mismos; pues he aquí, Dios os ha dado el conocimiento y os ha
hecho libres" (Helamán 14:30). Nótese que en esta enseñanza, la palabra libres se
refiere al albedrío.

7. Estamos aquí para ser probados, y esto no puede ocurrir sin oposición en todas las
cosas. El segundo libro de Nefi aumenta nuestro entendimiento sobre este tema. El
padre Lehi enseño a su hijo Jacob: "Porque es preciso que haya una oposición en todas
las cosas. Pues de otro modo, mi primer hijo nacido en el desierto, no se podría llevar a
efecto la rectitud ni la iniquidad, ni tampoco la santidad ni la miseria ni el bien ni el mal.
De modo que todas las cosas necesariamente serían un solo conjunto" (2 Nefi 2:11).

En otras palabras, si no tuviéramos oposición, no podríamos usar nuestro albedrío para


tomar decisiones. El padre Lehi explicó: "por lo tanto, el Señor Dios, le concedió al
hombre que obrara por sí mismo. De modo que el hombre no podía actuar por sí a
menos que lo atrajera lo uno o lo otro" (2 Nefi 2:16).
Sin la oposición en todas las cosas, no podríamos lograr la rectitud. Todas las cosas
serían "un conjunto," una mezcla, sin distinción entre la iniquidad y la santidad. En ese
estado de inocencia, los hijos de Dios estarían "sin sentir gozo, porque no conocían la
miseria; sin hacer lo bueno, porque no conocían el pecado" (2 Nefi 2:23). Y, como
leemos en la revelación moderna, "es menester que el diablo tiente a los hijos de los
hombres, de otra manera éstos no podrían ser sus propios agentes; porque si nunca
tuviesen lo amargo, no podrían conocer lo dulce" (D. y C. 29:39).

8. Para que se dé la oposición necesaria, se le permite a Satanás que trate de


persuadirnos a usar nuestro albedrío para escoger lo malo. En 2 Nefi 2:26, Lehi declaró
que "el Mesías vendrá en la plenitud de los tiempos a fin de redimir a los hijos de los
hombres de la Caída" y luego nos da esta explicación importante:

Y porque son redimidos de la caída, han llegados a quedar libres para siempre,
discerniendo el bien y el mal, para actuar por sí mismos, y no para que se actúe sobre
ellos, a menos que sea por el castigo de la ley en el grande y último día, según los
mandamientos que Dios ha dado.

Así pues, los hombres son libres según la carne; y les son dadas todas las cosas que para
ellos son propias. Y son libres para escoger la libertad y la vida eterna, por medio del
gran Mediador de todos los hombres, o escoger la cautividad y la muerte, según la
cautividad y el poder del diablo; pues él busca que todos los hombres sean miserables
como él. (2 Nefi 2:26-27)

"Libres . . . para actuar por sí mismos" y "libres para escoger" se refieren al albedrío.
"Libres según la carne" se refiere a la libertad como lo ilustraré más adelante.

9. Si escogemos lo malo y no nos arrepentimos, terminaremos siendo cautivos de


Satanás. La declaración de Lehi de que somos "libres para actuar [por nosotros
mismos], y no para que se actúe sobre [nosotros]" tiene esta excepción: "A menos que
sea por el castigo de la ley en el grande y último día," si es que hemos escogido "la
cautividad y la muerte según la cautividad y el poder del diablo" (2 Nefi 2:26-27). Lehi
les pide a sus hijos: "y no escojáis la muerte eterna según el deseo de la carne y la
iniquidad que hay en ella, que da al espíritu del diablo el poder de cautivar, de hundiros
en el infierno, a fin de poder reinar sobre vosotros en su propio reino" (2 Nefi 2:29).

Amulek enseñó de la misma manera: "Porque si habéis demorado el día de vuestro


arrepentimiento, aun hasta la muerte, he aquí, os habéis sujetado al espíritu del diablo y
el os sella como cosa suya; por tanto, se ha retirado de vosotros el Espíritu del Señor, y
no tiene cabida en vosotros, y el diablo tiene todo poder sobre vosotros; y este es el
estado final del malvado" (Alma 34:35).

En resumen, el albedrío, el poder de escoger, es un don de Dios. En la vida pre-mortal,


fue concedido sobre sus hijos, y ellos lo ejercieron. Es una pre-condición fundamental
para el progreso adicional que buscamos en esta vida mortal. Pero el albedrío no se
puede ejercer si no hay oposición en todas las cosas. Esa oposición la proporciona
Satanás, quien en un tiempo buscó destruir nuestro albedrío. Sus esfuerzos continúan. él
trata de convencernos de hacer lo malo y que tomemos las decisiones que al final le
darán a él el control que le fue negado en la pre-existencia, o sea tener todo el poder
sobre nosotros, para llevarnos cautivos según su voluntad.
Aplicación
Ahora voy a comentar algunas aplicaciones de estos principios espirituales.

Primero, a causa de que el albedrío es una pre-condición dada por Dios para los
propósitos de la vida mortal, ninguna persona u organización nos puede quitar el
albedrío en la vida.

Segundo, lo que se nos puede quitar o reducir según las condiciones de la vida es
nuestra libertad, la capacidad de actuar sobre nuestras decisiones. El albedrío es
absoluto, pero en las circunstancias de la vida, la libertad siempre está restringida.

La libertad puede quitarse o restringirse (1) por las leyes físicas, que incluyen las
limitaciones físicas con las cuales nacemos, (2) por nuestras propias acciones y (3) por
las acciones de otros, incluyendo los gobiernos.

Lehi enseñó a su hijo Jacob que "los hombres son libres [que tienen libertad] según la
carne" (2 Nefi 2:27). Por ejemplo, en la carne estamos sujetos a la ley de la gravedad. Si
me cuelgo de las vigas del techo del Marriott Center en la Universidad de Brigham
Young y me suelto, no soy libre de tener una caída suave. Tampoco puedo elegir
atravesar corriendo una pared de ladrillos.

Una pérdida de libertad reduce el grado con que podemos actuar sobre nuestras
decisiones, pero eso no nos priva del albedrío que Dios nos dio. Una mujer que ha
pasado gran parte de su vida confinada en una silla de ruedas expresó esa idea en un
poema. Annie Johnson Flint escribe:

No puedo caminar, pero puedo volar;

Ningún techo me puede privar de las estrellas.

Ninguna morada me guarda dentro de sus límites

Ni me guarda encerrada con barras y candados.

No hay cuarto estrecho que aprisione mi pensamiento

Ningún grillete puede retener mi mente errante;

Dentro de estas cuatro paredes que me encierran,

Mi mente soñadora un camino puede hallar. . . .

Y cuando el largo, largo día se acabe,

Me abrazo al libro más querido de todos,

Y mediante los dulces y opacos silencios,


Oigo la voz de mi Padre descender.

Entonces, aunque en cadenas, soy libre;

Más allá de las presiones de mi condición,

Sobre la noche de la tierra, mi espíritu se eleva

En las alas de águila de la Fe y la Oración. [5]

Otras limitaciones de la libertad son auto-impuestas, tales como la inmovilidad que


buscamos al abrocharnos el cinturón del asiento, o el compromiso que hacemos al
firmar un contrato. En estos ejemplos limitamos nuestra libertad a fin de obtener una
más grande e importante.

Muchas pérdidas o limitaciones de libertad nos son impuestas por otros. La ciencia de
gobernar es el considerar los procedimientos y el alcance por los cuales los
representantes oficiales de un grupo de ciudadanos pueden imponer limitaciones a la
libertad de otro grupo. Las decisiones por las cuales el poder gubernamental debe
limitar la libertad de los individuos, son de las más difíciles que enfrentamos en una
sociedad organizada. ¿Cuánta limitación pueden imponer las leyes que gobiernan el uso
del suelo al derecho de una persona para usar su propiedad? ¿Cuántos impuestos
podemos cobrar y qué funciones obligatorias debe realizar el gobierno con ellos? ¿Hasta
cuánto daño a sí misma puede permitir la sociedad que se infrinja una persona por
medio de la auto-mutilación o el abuso de las drogas? Todas éstas son preguntas acerca
de la libertad.

Quienes vivimos en comunidades, debemos aceptar que el gobierno ponga ciertas


limitaciones a nuestra libertad a cambio de tener derecho a la vida, la libertad y la
búsqueda de la felicidad. Una condición de libertad individual sin restricciones,
permitiría que el fuerte oprima al débil. Causaría que las excentricidades de una persona
restringieran la libertad de muchas.

Las interferencias con nuestra libertad, no nos privan de nuestro albedrío. Cuando el
Faraón encarceló a José, le quitó la libertad a José, pero no le quitó su albedrío. Cuando
Jesús corrió del templo a los cambistas, interfirió con su libertad de desarrollar una
actividad particular, en un lugar particular y en un tiempo específico, pero él no los
privó de su albedrío.

El Señor nos ha dicho en la revelación moderna que él estableció la Constitución de los


Estados Unidos para garantizar "que todo hombre obre . . . de acuerdo con el albedrío
moral que yo le he dado" (D. y C. 101:78). En otras palabras, Dios estableció nuestra
constitución para darnos la vital libertad política necesaria para que obremos de acuerdo
a nuestras decisiones en el gobierno civil. Esta revelación muestra la diferencia entre
albedrío (el poder de escoger), que ha sido dado por Dios, y lalibertad, el derecho de
obrar de acuerdo a nuestras decisiones, el cual está protegido por la Constitución y las
leyes nacionales.

Obviamente, la libertad es de gran importancia, pero como lo muestran estos ejemplos,


la libertad siempre está restringida en la vida. En consecuencia, cuando enfrentamos una
pérdida de libertad, será mejor que no nos dejemos llevar por la idea de que estamos
perdiendo nuestro albedrío, lo cual es imposible de acuerdo a nuestra doctrina. Debemos
enfocarnos en la legalidad o la sabiduría de la pérdida de libertad que se propone.

Tercero, nuestra doctrina nos da la certeza de que a Satanás, quien buscó quitarnos el
albedrío en la pre-existencia, no se le permite quitárnoslo en esta vida. El profeta José
Smith enseñó que el diablo no puede obligar al hombre a obrar iniquidad, ya que sólo
tiene "poder sobre nosotros sino hasta donde se lo permitimos." [6] El Élder James E.
Faust amplió este tema cuando dijo, "Ciertamente él puede tentar y él puede engañar,
pero no tiene más autoridad sobre nosotros que la que le hayamos dado." [7]

Cuarto, de acuerdo con estas enseñanzas, Satanás aún está intentando quitarnos el
albedrío, persuadiéndonos a que voluntariamente sujetemos nuestra voluntad a la suya.

Este tema tiene una fascinación morbosa para la humanidad. La antigua leyenda
alemana de Fausto trata de un hombre que vendió su alma al diablo a cambio de tener
conocimiento y poder. Ese también es el tema de la obra "El Diablo y Daniel Webster"
de Stephen Vincent Benet. Una gran variedad de prácticas modernas nos incitan a este
fin, y todas ellas acarrean peligros eternos. Y como el Élder Faust nos advirtió: "La
maldad de la adoración al diablo, la hechicería, los encantamientos, la brujería, el vudú,
la magia negra, y todas las otras formas de satanismo, debemos evitarlas como si fueran
la plaga." [8]

Quinto, también debemos evitar cualquiera de las prácticas por las que una persona trate
de entregar aunque sea una parte de su voluntad a otra persona, o que otra persona trate
de quitársela. Tales intentos, ya sea por medios químicos, de conducta, electrónicos, u
otros aún no conocidos, son contrarios al plan celestial, y por otra parte, adelantan el
plan del adversario. El albedrío, el poder de escoger, y dirigir nuestros pensamientos y
nuestras acciones, es un don de Dios, y debemos resistir cualquier cosa que lo ponga en
peligro.

Sexto, debemos evitar cualquier conducta que sea adictiva. Cualquier cosa que sea
adictiva compromete nuestra voluntad. Someter nuestra voluntad a los fuertes impulsos
impuestos por las adicciones sirve a los propósitos de Satanás y trastorna los de nuestro
Padre Celestial. Esto es aplicable a las adicciones a las drogas (tales como los
narcóticos, el alcohol, la nicotina, o la cafeína), la adicción a los juegos de azar, y
cualquiera otra conducta adictiva. Podemos evitar las adicciones al obedecer los
mandamientos de Dios.

Séptimo, debemos reconocer que algunas personas son más susceptibles que otras a las
adicciones. Quizás esa susceptibilidad sea de nacimiento, como la dolencia sin nombre a
la que el apóstol Pablo llamó "un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me
abofetee, para que no me enaltezca sobremanera" (2 Cor. 12:7). Una persona que tenga
gusto por la nicotina más fácilmente se hace adicta a fumar. Otra persona no puede
tomar un trago de vez en cuando sin ser impulsada al alcoholismo. Otra persona prueba
el juego y muy pronto se convierte en un jugador compulsivo.

Quizás estas personas, como dice el dicho, "así nacieron." Pero, ¿Qué significa eso?
¿Quiere decir que las personas susceptibles o con fuertes tendencias no tienen elección
o albedrío en estos asuntos? Nuestra doctrina nos enseña de manera diferente. Sin
importar la susceptibilidad o tendencia, su voluntad no está restringida, su albedrío está
completo. Lo que está limitado es su libertad. Otras personas son más libres, porque
cuando imprudentemente prueban las tentaciones, parecen ser inmunes a las adicciones.
Pero sin importar el grado de libertad, todos somos responsables por la manera en que
ejercemos nuestro albedrío.

Como Lehi enseñó, en esta vida solamente somos "libres según la carne" (2 Nefi 2:27).
La mayoría de nosotros nacemos con aguijones en la carne, algunos más visibles,
algunos más serios que otros. Parece que todos somos susceptibles a un desorden u otro,
pero cualesquiera que sean nuestras susceptibilidades, tenemos la voluntad y el poder
para controlar nuestros pensamientos y nuestras acciones. Esto debe ser así. Dios ha
dicho que él nos tiene por responsables de lo que hagamos y pensemos, de manera que
nuestros pensamientos y acciones deben ser controlados por nuestro albedrío. Una vez
que llegamos a la edad o la condición de responsabilidad, la expresión "así nací" no
disculpa las acciones y los pensamientos que no se ciñan a los mandamientos de Dios.
Debemos aprender a vivir de forma tal, que una debilidad de la carne (que es mortal) no
nos evite alcanzar la meta que es eterna.

Dios ha prometido que consagrará nuestras aflicciones para nuestro provecho (ver 2
Nefi 2:2). Los esfuerzos que hagamos para vencer cualquier debilidad heredada,
construyen una fuerza espiritual que nos servirá por toda la eternidad. Así que cuando
Pablo rogó tres veces que su "aguijón en la carne" le fuera quitado, el Señor le
respondió "bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad".
Obediente, Pablo concluyó: "de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades,
para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en
las debilidades; en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque
cuando soy débil, entonces soy fuerte" (2 Cor. 12:9-10).

Cualesquiera que sean nuestras susceptibilidades o tendencias, no nos pueden sujetar a


sus consecuencias eternas a menos que ejerzamos nuestro albedrío para hacer o pensar
las cosas prohibidas por los mandamientos de Dios. Por ejemplo, una susceptibilidad al
alcoholismo, limita la libertad de su víctima para beber sin adicción, pero su albedrío le
permite abstenerse y escapar del desgaste físico del alcohol y el deterioro espiritual de la
adicción.

Octavo, cuídense del argumento de que a causa de que una persona tiene un impulso
fuerte a un hecho particular, ya no tiene la facultad de decidir y por lo tanto, ya no es
responsable de sus actos. Esta idea es contraria a las premisas más fundamentales del
evangelio de Jesucristo.

A Satanás le gustaría que creyéramos que no tenemos responsabilidades en esta vida.


Eso es lo que buscaba con su propuesta en la vida pre-mortal. La persona que insiste en
que no es responsable por el uso de su albedrío, porque "así nació" está tratando de
ignorar el resultado de la Guerra en el Cielo. Somos responsables, y si alegamos lo
contrario, nuestros esfuerzos se convierten en parte de la propaganda del adversario.

La responsabilidad individual es una ley de la vida. Se aplica en la ley del hombre y en


la ley de Dios. La sociedad hace que las personas sean responsables de controlar sus
impulsos a fin de que podamos vivir en una sociedad civilizada. Dios hace que Sus hijos
sean responsables de controlar sus impulsos a fin de que puedan guardar Sus
mandamientos y así alcanzar su destino eterno. La ley no excusa al hombre
temperamental que se deja llevar por el impulso de jalar el gatillo sobre un adversario, o
al ambicioso que sigue su impulso de robar, o al pederasta que sucumbe a sus impulsos
de satisfacer sus apetitos sexuales con niños.

Me supongo que es inevitable que quienes se han rendido a sus impulsos tratarán de
usar la defensa del "impulso irresistible," pero en las cortes celestiales, dicha defensa
será transparente para el Gran Juez, que ve nuestros hechos "y conoce todos los
pensamientos e intenciones del corazón" (Alma 18:32).

Hay mucho que no sabemos acerca del grado de libertad que tenemos a causa de los
aguijones en la carne que nos afligen en esta vida. Pero esto sí sabemos: Todos tenemos
nuestro albedrío y Dios nos tiene por responsables por la forma en que lo usemos ya sea
en pensamiento o en hecho. Eso es fundamental.

Dios nos ha mandado en la revelación moderna que no nos enredemos en el pecado (ver
D. y C. 88:86). él ha dicho: "Y salid de entre los inicuos. Salvaos. Sed limpios, los que
lleváis los vasos del Señor" (D. y C. 38:42). Este principio de la responsabilidad
individual y los mandamientos de salir de entre los inicuos y de ser limpios se aplica a
una gran cantidad de circunstancias. Hablando de albedrío y libertad, les invito a que
apliquen estos mandamientos así: Si tiene una debilidad o es susceptible a un pecado en
particular, en especial uno que pueda ser adictivo, usen su albedrío y su libertad para
marcar un camino que los aleje de las circunstancias de ese pecado particular.

Que Dios nos bendiga para que vivamos nuestras vidas de forma que evitemos
enredarnos en el pecado y poner en peligro nuestro precioso don del albedrío. Que
aceptemos la responsabilidad por nuestros pensamientos y nuestras acciones y que
podamos usar nuestro albedrío para tomar decisiones rectas y para actuar en base a ellas
ya que tenemos la libertad de hacerlo así.

Para concluir, regreso a las palabras de Nefi en 2 Nefi 33 que es el capítulo final:

Mas yo, Nefi, he escrito lo que he escrito; y lo estimo de gran valor,


especialmente para mi pueblo. . . .

Y hablan ásperamente contra el pecado, según la claridad de la verdad. . . .

Y si creéis en Cristo, creeréis en estas palabras, porque son las palabras de


Cristo, y él me las ha dado; y enseñan a todos los hombres que deben hacer lo
bueno. . . .

Y ruego al Padre en el nombre de Cristo que muchos de nosotros, si no todos,


nos salvemos en su reino, en ese grande y postrer día (2 Nefi 33:3, 5, 10, 12).

Notas
[1] José Smith, Enseñanzas del Profeta José Smith, comp. Joseph Fielding Smith (Salt
Lake City: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los últimos Días, 1954), pág. 52.
[2] "Sabed que el Hombre Libre Está," Himnos de Sión (Salt Lake City: La Iglesia de
Jesucristo de los Santos de los últimos Días, 1978) núm. 92.

[3] Ver José Fielding Smith, Doctrinas de Salvación, Vol.1 (Salt Lake City, Utah:
Bookcraft 1954), págs. 61 y 66.

[4] Orson F. Whitney, "Imanuel-a Christmas Idyll," en The Poetical Writings of Orson F.
Whitney (Salt Lake City: Juvenile Instructor Office, 1889), págs. 136-39.

[5] Annie Johnson Flint, "My Wants," copia no publicada en posesión del autor.

[6] José Smith, Enseñanzas, pág. 216; ver también 225, 227.

[7] James E. Faust, "'The Great Imitator'" Ensign, November 1987, pág. 35.

[8] James E. Faust, "Great Imitator," pág. 33.

Buscar Conocimiento por la Fe


Élder David A. Bednar
El élder David A. Bednar es miembro del Quórum de los Doce Apóstoles.

Este discurso fue transmitido a los educadores de religión del Sistema Educativo de la
Iglesia el 3 de febrero de 2006.

Expreso mi amor por ustedes y les transmito la gratitud de los Doce y de la Primera
Presidencia por la recta influencia que ejercen en los jóvenes de la Iglesia en todo el
mundo. Gracias por bendecir y fortalecer a la nueva generación. Ruego que el Espíritu
Santo nos bendiga y edifique durante este momento especial que pasaremos juntos.

Principios inseparables: Predicar por el Espíritu y


aprender por la fe
En las escrituras se nos amonesta repetidas veces a predicar las verdades del evangelio
por el poder del Espíritu (véase DyC 50:14). Creo que la mayoría de nosotros que
somos padres y maestros en la Iglesia somos conscientes de este principio y por lo
general nos esforzamos correctamente por llevarlo a la práctica. Sin embargo, y sin
restarle importancia, este principio no es más que otro elemento de un modelo espiritual
mayor. Se nos enseña con frecuencia que debemos buscar conocimiento por la fe (véase
DyC 88:118). Predicar por el Espíritu y aprender por la fe son principios inseparables
que debemos llegar a entender y vivir simultánea y sistemáticamente.

Me temo que recalcamos y sabemos mucho más sobre ser un maestro que enseña por el
Espíritu que ser un alumno que aprende por la fe. Obviamente, los principios y procesos
de la enseñanza y el aprendizaje son espiritualmente esenciales; sin embargo, al
vislumbrar el futuro y prever el mundo cada vez más confuso y atribulado en el que nos
tocará vivir, creo que resultará esencial que todos aumentemos nuestra capacidad de
buscar conocimiento por la fe. En nuestro diario vivir, en nuestras familias y en la
Iglesia podemos recibir, y recibiremos, las bendiciones de la fortaleza, la dirección y la
protección espirituales mientras con fe procuramos obtener y poner en práctica el
conocimiento espiritual.

Nefi nos enseña: “Cuando un hombre habla por el poder del Santo Espíritu, el poder del
Espíritu Santo [...] lleva [el mensaje] al corazón de los hijos de los hombres” (2 Nefi
33:1). Fíjense en que el Espíritu lleva el mensaje al corazón, pero no lo introduce
necesariamente en su interior. Un maestro puede explicar, demostrar, persuadir y
testificar con poder y eficacia espirituales; sin embargo, el contenido de un mensaje y el
testimonio del Espíritu Santo penetran el corazón sólo cuando lo permite el receptor.

Hermanos y hermanas, aprender por la fe abre el camino que conduce al interior del
corazón. Esta noche nos centraremos en la responsabilidad personal que tiene cada uno
de nosotros de buscar conocimiento por la fe (véase DyC 88:118) y consideraremos las
implicaciones que este principio tiene para nosotros los que somos maestros.

El principio de acción: Fe en el Señor Jesucristo


El apóstAnchorol Pablo definió la fe como la certeza de lo que se espera, la convicción
de lo que no se ve (Hebreos 11:1). Alma declaró que la fe no es un conocimiento
perfecto, sino una esperanza en cosas que no se ven y que son verdaderas (Alma 32:21).
Además, en Lectures on Faith [Discursos sobre la fe] aprendemos que la fe es “el primer
principio de la religión revelada y el cimiento de toda rectitud” y también es “el
principio de acción en todos los seres inteligentes”. [1]

Las enseñanzas de Pablo, Alma y Lectures on Faith resaltan tres componentes básicos
de la fe: (1) la fe es la certeza de cosas que se esperan y que son verdaderas, (2) es la
convicción de lo que no se ve y (3) es el principio de acción en todos los seres
inteligentes. Describo estos tres componentes de la fe en el Salvador como la
representación simultánea de mirar hacia el futuro, contemplar el pasado y actuar en el
presente.

La fe es la certeza de lo que se espera, ya que mira hacia el futuro. Esta certeza se basa
en la correcta comprensión de la confianza en Dios y de cómo ponerla en práctica, y nos
permite “[marchar] adelante” (2 Nefi 31:20) en situaciones inciertas y a menudo
complejas al servicio del Salvador. Por ejemplo, Nefi confió precisamente en este tipo
de certeza espiritual en cuanto al futuro cuando regresó a Jerusalén para obtener las
planchas de bronce, “sin saber de antemano lo que tendría que hacer. No obstante,
[siguió] adelante” (1 Nefi 4:6–7).

La fe en CrisAnchorto está intrínsecamente ligada a la esperanza en Cristo por nuestra


redención y exaltación, y es fruto de ella. La certeza y la esperanza nos permiten
caminar hasta el borde de la luz y dar unos pasitos en la oscuridad, esperando y
confiando en que la luz avance e ilumine el camino. [2] La combinación de certeza y
esperanza inicia la acción en el presente.

La fe, en calidad de convicción de lo que no se ve, mira hacia el pasado y confirma


nuestra confianza en Dios y en la veracidad de lo que no se ve. Nos adentramos en esta
oscuridad con certeza y esperanza, y recibimos convicción y confirmación según
avanzaba la luz y nos brindaba la iluminación que necesitábamos. El testimonio
recibido tras la prueba de nuestra fe (véase Éter 12:6) es una convicción que incrementa
y fortalece nuestra certeza.

La certeza, la acción y la convicción se influyen mutuamente en un proceso continuo


como una espiral que asciende y se expande. Estos tres elementos de la fe—la certeza,
la acción y la convicción—no están separados y aislados, sino que se interrelacionan y
forman parte de un ciclo continuo y ascendente. La fe que alimenta este proceso se
desarrolla, evoluciona y cambia. Al volvernos hacia un futuro incierto, la certeza nos
conduce a la acción y produce convicción, con lo que aumenta la certeza. Nuestra
confianza se fortalece, línea por línea, precepto por precepto, un poco aquí y un poco
allí.

Hallamos un poderoso ejemplo de la interacción que hay entre la certeza, la acción y la


convicción cuando los hijos de Israel transportaban el arca del convenio bajo el
liderazgo de Josué (véase Josué 3:7–17). Recuerden que los israelitas llegaron al Río
Jordán y se les prometió que éste se dividiría o que sus aguas se “[detendrían] como en
un muro” (Josué 3:13) y que serían capaces de cruzarlo por tierra seca. Curiosamente,
las aguas no se dividieron cuando los hijos de Israel llegaron a la ribera del río y se
quedaron aguardando a que sucediera algo; más bien, las plantas de sus pies estaban
mojadas antes de que se dividieran las aguas. La fe de los israelitas se manifestó en el
hecho de que entraron en las aguas antes de que se dividieran. Se adentraron en el
Jordán con una certeza futura en aquello que esperaban. En cuanto avanzaron, las aguas
se dividieron, y tras cruzar por tierra seca, volvieron la vista atrás y contemplaron la
convicción de lo que no se veía. En este episodio, la fe como certeza conduce a la
acción y produce la convicción de lo que no se veía pero era verdadero.

La fe verdadera se centra en el Señor Jesucristo y siempre conduce a la acción. La fe


como principio de acción protagoniza muchos pasajes de las Escrituras que nos son
familiares:

“Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está
muerta” (Santiago 2:26; cursiva agregada).

“Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores” (Santiago 1:22;


cursiva agregada).

“Mas he aquí, si despertáis y aviváis vuestras facultades hasta experimentar con


mis palabras, y ejercitáis un poco de fe” (Alma 32:27; cursiva agregada).

La fe como principio de acción es vital para el proceso de aprender y aplicar la verdad


espiritual.

Aprender por la fe: Cosas que actúan y cosas sobre las


que se actúa
¿Cómo se relaciona la fe como principio de acción en todos los seres inteligentes con el
aprendizaje del evangelio? Y ¿qué se entiende por ‘buscar conocimiento por la fe’?

En la gran división de todas las creaciones de Dios, existen cosas que actúan y cosas
sobre las que se actúa (véase 2 Nefi 2:13–14). Como hijos e hijas de nuestro Padre
Celestial, hemos sido bendecidos con el don del albedrío, que es la capacidad y el poder
de obrar con independencia. Al estar investidos del albedrío, somos agentes, por lo que
debemos actuar y no sólo dejar que se actúe sobre nosotros, en especial cuando
procuramos recibir y aplicar conocimiento espiritual.

Aprender por la fe y aprender de la experiencia son dos de las características


fundamentales del plan de felicidad de nuestro Padre. El Salvador protegió el albedrío
moral mediante la Expiación y nos permitió obrar y aprender por la fe. La rebelión de
Lucifer contra el plan trató de destruir el albedrío del hombre a fin de que se actuara
sobre nosotros, los que estamos aprendiendo.

Consideren la pregunta planteada por nuestro Padre Celestial a Adán en el jardín de


Edén: “¿Dónde estás?” (Génesis 3:9). Obviamente, el Padre sabía dónde se ocultaba
Adán y sin embargo hizo la pregunta. ¿Por qué? Un Padre sabio y amoroso permitió a
Su hijo actuar en el proceso de aprendizaje y no se limitó a que se actuara sobre él. No
era un sermón de una vía para reprender al hijo desobediente, como tal vez muchos de
nosotros solemos hacer. Antes bien, el Padre ayudó a Adán a aprender a obrar como
agente y a realizar un uso adecuado de su albedrío.
Recuerden cuánto deseaba Nefi conocer lo que su padre había visto en la visión del
árbol de la vida. Curiosamente, el Espíritu del Señor comienza la tutela de Nefi
formulándole la siguiente pregunta: “He aquí, ¿qué es lo que tú deseas?” (1 Nefi 11:2).
Claramente, el Espíritu sabía lo que deseaba Nefi. Entonces, ¿para qué preguntárselo?
El Espíritu Santo estaba ayudando a Nefi a actuar en el proceso de aprendizaje en vez de
limitarse a que se actuara sobre él. (Les animo a estudiar por su cuenta los capítulos 11–
14 de 1 Nefi y fijarse en los elementos activos del proceso de aprendizaje que emplea el
Espíritu, especialmente las preguntas que le hace a Nefi y las indicaciones a mirar.)

Gracias a estos ejemplos aprendemos que, en calidad de aprendices, ustedes y yo


debemos aprender a actuar y ser hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores
sobre los que se actúa. ¿Somos ustedes y yo agentes que actúan y que tratan de aprender
por la fe, o aguardamos a que se nos enseñe y que se actúe sobre nosotros? ¿Los
alumnos a los que servimos actúan y desean aprender por la fe o esperan a que se les
enseñe y se actúe sobre ellos? ¿Animamos y ayudamos a las personas a las que
servimos a buscar conocimiento por la fe? Ustedes, yo y nuestros alumnos debemos
estar anhelosamente inmersos en pedir, buscar y llamar (véase 3 Nefi 14:7).

El alumno que ejerce su albedrío para actuar en consonancia con principios que son
correctos abre su corazón al Espíritu Santo e invita tanto al poder de Éste para enseñar y
testificar como a su testimonio confirmador. Aprender por la fe requiere un esfuerzo
espiritual, mental y físico, y no simplemente una recepción pasiva. Mediante la
sinceridad y la constancia de las obras inspiradas por la fe, indicamos a nuestro Padre
Celestial y a Su Hijo Jesucristo nuestra disposición para aprender y recibir instrucción
del Espíritu Santo. Entonces, aprender por la fe implica el ejercicio del albedrío moral
para actuar con la certeza de lo que se espera e invita a la convicción de lo que no se ve
y que procede del único maestro verdadero, el Espíritu del Señor.

Consideren cómo ayudan los misioneros a los investigadores a aprender por la fe. El
concertar y observar compromisos espirituales, como son leer el Libro de Mormón,
asistir a las reuniones de la Iglesia y guardar los mandamientos, requieren que el
investigador ejerza la fe y actúe. Una de las obligaciones fundamentales de un
misionero es ayudar al investigador a contraer compromisos y honrarlos, es decir, obrar
y aprender por la fe. A pesar de la importancia que tiene el enseñar, exhortar y explicar,
esos puntos jamás podrán transmitir al investigador el testimonio de la veracidad del
evangelio restaurado. El Espíritu Santo sólo podrá comunicar la confirmación de su
testimonio cuando la fe del investigador inicie la acción y despeje el camino que
conduce a su corazón. Los misioneros deben aprender a enseñar por el poder del
Espíritu, pero igual importancia tiene su responsabilidad de ayudar al investigador a
aprender por la fe.

El aprendizaje que estoy describiendo va más allá de la mera comprensión cognitiva o la


retención y recuperación de información. El tipo de aprendizaje del que hablo hace que
nos despojemos del hombre natural (véase Mosíah 3:19), que cambiemos el corazón
(véase Mosíah 5:2) y que nos convirtamos al Señor y nunca nos desviemos (véase Alma
23:6). Aprender por la fe requiere de un corazón y una mente dispuestos (véase DyC
64:34). Aprender por la fe es el resultado de que el Espíritu Santo lleve el poder de la
palabra de Dios al interior de nuestro corazón. Aprender por la fe no se puede transferir
del instructor al alumno mediante un discurso, una demostración o un ejercicio
experimental; antes bien, el alumno debe ejercer su fe y actuar para lograr conocimiento
por sí mismo.

El joven José Smith entendía instintivamente el significado de buscar conocimiento por


la fe. Uno de los episodios más conocidos de su vida es su lectura de los versículos
sobre la oración y la fe en el libro de Santiago, en el Nuevo Testamento (véase Santiago
1:5–6). Este texto inspiró a José a retirarse a una arboleda cercana a su hogar para orar y
buscar conocimiento espiritual. Fíjense en las preguntas que José se había planteado en
su mente y sentía en el corazón, y que llevó consigo a la arboleda. A todas luces se había
preparado para pedir con fe (véase Santiago 1:6) y obrar.

“En medio de esta guerra de palabras y tumulto de opiniones, a menudo me decía a mí


mismo: ¿Qué se puede hacer? ¿Cuál de todos estos grupos tiene razón; o están todos en
error? Si uno de ellos es verdadero, ¿cuál es, y cómo podré saberlo?...

“Había sido mi objeto recurrir al Señor para saber cuál de todas las sectas era la
verdadera, a fin de saber a cuál unirme. Por tanto, luego que me hube recobrado lo
suficiente para poder hablar, pregunté a los Personajes que estaban en la luz arriba de
mí, cuál de todas las sectas era la verdadera y a cuál debía unirme” (José Smith—
Historia 1:10, 18).

Fíjense en que las preguntas de José se centraban en lo que él necesitaba saber, pero
también en lo que precisaba hacer. Su primera pregunta se centró en la acción, ¡en lo
que debía hacer! Su oración no se limitó a preguntar qué iglesia era la verdadera, sino
que preguntó a qué iglesia debía unirse. José fue a la arboleda a aprender por la fe y
tenía la intención de actuar.

En definitiva, la responsabilidad de aprender por la fe y aplicar la verdad espiritual


descansa en cada uno de nosotros individualmente. Se trata de una responsabilidad cada
vez más grave e importante en el mundo en el que vivimos y en el que habremos de
vivir. Qué, cómo y cuándo aprender dependen de un instructor, un método de
presentación y un tema concreto o un formato de lección, aunque no se trata de una
dependencia exclusiva.

Ciertamente, buscar conocimiento por la fe es uno de los mayores retos de esta vida.
AnchorEl profeta José Smith resume como ninguno el proceso de aprendizaje y los
resultados que intento describir. En respuesta a una petición de instrucción por parte de
los Doce, José enseñó, “La mejor manera de obtener verdad y sabiduría no es pedirla a
los libros, sino acudir Dios a través de la oración y recibir una enseñanza divina” [3] En
Anchorotra ocasión, el Profeta explicó que “leer la experiencia de otras personas o la
revelación que éstas recibieron jamás podrá darnos una comprensión de nuestra
condición ante Dios y nuestra verdadera relación con Él” [4]

Implicaciones para los maestros


Las verdades sobre aprender por la fe analizadas hasta ahora tienen profundas
implicaciones para nosotros, los maestros. Consideremos ahora tres de ellas.

Implicación 1. AnchorEl Espíritu Santo es el único maestro verdadero. El Espíritu Santo


es el tercer miembro de la Trinidad y es el maestro y testigo de toda verdad. El élder
James E. Talmage explicó, “El oficio del Espíritu Santo en Sus ministraciones entre los
hijos de los hombres aparece descrito en las Escrituras. Es un maestro enviado por el
Padre, y revela todo lo necesario para el progreso del alma a aquéllos confiados a Su
docencia” [5]

Debiéramos recordar siempre que el Espíritu Santo es el maestro que, tras la pertinente
invitación, puede acceder al interior del corazón del que aprende. De hecho, ustedes y
yo tenemos la responsabilidad de predicar el evangelio por el Espíritu, sí, el Consolador,
como requisito previo para el aprendizaje por la fe que sólo se logra por medio de Él
(véase DyC 50:14). A este respecto, ustedes y yo nos asemejamos a esas largas y finas
tiras de fibra óptica que permiten la conducción de señales de luz a grandes distancias.
Así como la fibra de esos cables debe ser pura para conducir la luz con efectividad y
eficacia, también nosotros debemos ser conductos dignos a través de los cuales pueda
operar el Espíritu del Señor.

Pero, hermanos y hermanas, debemos recordar en nuestro servicio que somos conductos
y canales, y no la luz. “Porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de
vuestro Padre que habla en vosotros” (Mateo 10:20). No tiene nada que ver conmigo ni
con ustedes. De hecho, cualquier cosa que hagamos en calidad de maestros para llamar
a propósito la atención sobre nosotros (bien sea el mensaje que presentamos, los
métodos que empleamos o nuestra apariencia personal) es una forma de superchería que
restringe la eficacia de la enseñanza del Espíritu Santo. “¿La predica por el Espíritu de
verdad o de alguna otra manera? Y si es de alguna otra manera, no es de Dios” (DyC
17–18).

Implicación 2. Somos instructores más eficaces cuando fomentamos y facilitamos el


aprendizaje por la fe. Todos conocemos el dicho de que dar un pescado a un hombre le
ayuda con una comida, pero enseñarle a pescar le da de comer toda la vida. Nosotros,
como maestros del evangelio, no estamos en el negocio de la distribución de pescado.
Más bien, nuestra labor consiste en ayudar a las personas a aprender a “pescar” y llegar
a ser autosuficientes espiritualmente. Este importante objetivo se alcanza mejor cuando
fomentamos y permitimos al alumno que obre en consonancia con principios correctos,
permitiendo así que aprenda al obrar. “El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá
si la doctrina es de Dios” (Juan 7:17).

FíjenseAnchor en la implicación de esta práctica en el consejo de Brigham Young a


Junius F. Wells cuando éste fue llamado en 1875 a organizar a los hombres jóvenes de la
Iglesia:

“Comience las reuniones pasando lista y llamando a tantos miembros como el


tiempo lo permita para compartir sus testimonios. Comience la siguiente reunión
donde se quedaron en la anterior y llame a los siguientes hermanos a fin de que
todos participen en la práctica de ponerse en pie y decir algo. Tal vez muchos
piensen que no tienen un testimonio, pero hágales ponerse en pie y verán que el
Señor les dará facilidad para hablar de muchas verdades en las que no habían
pensado antes. Más son las personas que han obtenido un testimonio al tratar de
compartirlo que las que están de rodillas orando por recibirlo” [6]

El Anchorpresidente Boyd K. Packer nos ha dado un consejo parecido en nuestra época:


“Si tan sólo pudiera enseñar este principio: que un testimonio se encuentra
cuando se expresa. En alguna parte, en su búsqueda de conocimiento espiritual,
existe ese ‘salto de fe’, como lo llaman los filósofos. Es el momento en que uno
llega al borde de la luz y tropieza con la oscuridad, sólo para descubrir que el
camino continúa iluminado por delante uno o dos pasos más. ‘Lámpara de
Jehová’, como dice el pasaje, verdaderamente ‘es el espíritu del hombre’
(Proverbios 20:27).

“Una cosa es recibir un testimonio de lo que uno ha leído o de lo que otra persona ha
dicho, lo cual es necesario como comienzo; otra cosa es que el Espíritu nos confirme
íntimamente que lo que hemos testificado es verdadero. ¿Se dan cuenta de que este
testimonio se nos restituirá a medida que lo compartamos? Al dar lo que tenemos, esto
se nos reemplazará, ¡pero aumentado!” [7]

He descubierto una característica común entre los maestros que más han influido en mi
vida: me ayudaron a buscar conocimiento por la fe y se negaron a darme respuestas
fáciles a las preguntas difíciles. De hecho, no me dieron respuesta alguna, sino que me
indicaron el camino y me ayudaron a dar los pasos para encontrar mis propias
respuestas. No siempre aprecié este método, pero la experiencia me ha permitido
entender que no solemos recordar por largo tiempo la respuesta de otra persona, si la
recordamos en absoluto; mas la respuesta que descubrimos u obtenemos mediante el
ejercicio de la fe, por lo general la conservamos toda la vida. Las enseñanzas más
importantes de la vida no se enseñan, sino que se atrapan.

Sencillamente, la comprensión espiritual con la que se nos ha bendecido y que se nos ha


confirmado como verdadera en nuestro corazón no se puede entregar a otra persona. Es
preciso abonar la inscripción de la diligencia y la obtención de conocimiento por la fe
para recibir y “poseer” dicho conocimiento. Sólo de este modo lo que se sabe en la
mente podrá transformarse en lo que se siente en el corazón. Sólo así puede una persona
pasar de confiar en el conocimiento y las experiencias espirituales de otros y reclamar
esas bendiciones para sí. Sólo así podemos prepararnos espiritualmente para lo que
venga. Debemos “[buscar] conocimiento, tanto por el estudio como por la fe” (DyC
88:118).

Implicación 3. La fe del instructor se fortalece al ayudar a otros a buscar conocimiento


por la fe. El Espíritu Santo puede enseñarnos y recordarnos todas las cosas (Juan 14:26),
y ansía ayudarnos a aprender cuando obramos y ejercemos fe en Jesucristo.
Curiosamente, esta ayuda para recibir conocimiento divino se hace más que evidente en
el momento de enseñar, tanto en la Iglesia como en el hogar. Tal y como Pablo aclaró a
los romanos: “Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo?” (Romanos
2:21).

Fíjense como en los siguientes versículos de Doctrina y Convenios la enseñanza


diligente invita a la gracia y la instrucción celestiales: “Y os mando que os enseñéis el
uno al otro la doctrina del reino. Enseñaos diligentemente, y mi gracia os acompañará,
para que seáis [vosotros] más perfectamente instruidos en teoría, en principio, en
doctrina, en la ley del evangelio, en todas las cosas que pertenecen al reino de Dios, que
os conviene comprender” (DyC 88:77–78; cursiva agregada).
Piensen que las bendiciones descritas en estos pasajes van dirigidas concretamente al
maestro: “Enseña […] diligentemente y mi gracia te acompañará” (a ti, al maestro)
¡para que seas instruido! Idéntico principio es patente en el versículo 122 de la misma
sección de Doctrina y Convenios: “Nombrad de entre vosotros a un maestro; y no tomen
todos la palabra al mismo tiempo, sino hable uno a la vez y escuchen todos lo que él
dijere, para que cuando todos hayan hablado, todos sean edificados de todos y cada
hombre tenga igual privilegio” (DyC 88:122, cursiva agregada).

Cuando todos hablan y todos escuchan de manera correcta y ordenada, todos resultan
edificados. El ejercicio individual y colectivo de la fe en el Salvador invita a la
instrucción y la fortaleza del Espíritu del Señor.

Buscar conocimiento por la fe: Un ejemplo reciente


Todos Anchorfuimos bendecidos por el reto que nos extendió la Primera Presidencia el
pasado mes de agosto en cuanto a leer por entero el Libro de Mormón antes del fin del
año 2005. Con dicho reto, el presidente Gordon B. Hinckley nos prometió que al
observar fielmente este sencillo programa de lectura, nuestra vida y nuestro hogar
recibirían una porción del Espíritu del Señor, la determinación de ser obedientes a Sus
mandamientos y un testimonio más fuerte de la realidad viviente del Hijo de Dios. [8]

Vean como este reto inspirado es un ejemplo clásico de aprender por la fe. En primer
lugar, ni a ustedes ni a mí se nos mandó, obligó ni requirió leer, sino que se nos invitó a
ejercer nuestro albedrío como agentes y actuar de acuerdo con principios que son
correctos. El presidente Hinckley, a modo de maestro inspirado, nos instó a actuar en
vez de que se actuase sobre nosotros. En última instancia, cada uno de nosotros tuvo
que decidir cómo responder al reto y si perseveraríamos hasta el fin de la tarea.

En segundo lugar, al extendernos la invitación para leer y actuar, el presidente Hinckley


nos instaba a buscar conocimiento por la fe. No se repartieron nuevos materiales de
estudio entre los miembros de la Iglesia, y no se crearon lecciones, clases ni programas
adicionales. Cada uno tenía su ejemplar del Libro de Mormón, y un sendero hacia el
interior del nuestro corazón se ensanchó debido al ejercicio de nuestra fe en el Salvador
al responder al reto de la Primera Presidencia. De este modo fuimos preparados para
recibir instrucción del único maestro verdadero, el Espíritu Santo.

En las últimas semanas he quedado gratamente impresionado por los testimonios de


tantos miembros sobre sus recientes experiencias con la lectura del Libro de Mormón,
pues han aprendido lecciones espirituales importantes y oportunas, sus vidas han
mejorado y han recibido las bendiciones prometidas. El Libro de Mormón, un corazón
dispuesto y el Espíritu Santo; así de simple. Mi fe y la fe de los demás miembros del
Quórum de los Doce se ha visto fortalecida al aceptar la invitación del presidente
Hinckley y ver a tantos de ustedes actuar y aprender por la fe.

Como dije antes, la responsabilidad de buscar conocimiento por la fe descansa en cada


uno de nosotros, y esta obligación cobrará mayor importancia a medida que el mundo se
torne más confuso y atribulado. Aprender por la fe es vital para nuestro desarrollo
personal y espiritual y para el crecimiento de la Iglesia en los últimos días. Ruego que
cada uno de nosotros tenga hambre y sed de justicia y sea lleno del Espíritu Santo
(véase 3 Nefi 12:6) a fin de buscar conocimiento por la fe.
Testifico que Jesús es el Cristo, el Hijo Unigénito del Padre Eterno, nuestro Salvador y
Redentor. Testifico que al aprender de Él, al dar oído a Sus palabras y caminar en la
mansedumbre de Su Espíritu (véase DyC 19:23), seremos bendecidos con fortaleza,
protección y paz espirituales.

En calidad de siervo del Señor, invoco esta bendición sobre cada uno de ustedes a fin de
que su deseo y capacidad para buscar conocimiento por la fe (y ayudar a otras personas
a buscar conocimiento por la fe) aumente y mejore. Esta bendición será una fuente de
grandes tesoros de conocimiento espiritual en su vida personal y familiar, y para
aquéllos a quienes enseñan y sirven. En el sagrado nombre de Jesucristo. Amén.

© Intellectual Reserve, Inc.

Notas

[1]. Joseph Smith, comp., Lectures on Faith (Salt Lake City: Deseret Book, 1895), 1.

[2]. Véase Boyd K. Packer, “La lámpara de Jehová”, Liahona, diciembre de 1988, págs.
32—36

[3]. José Smith, History of the Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, ed. B. H.
Roberts, 2nd ed. Rev. (Salt Lake City: Deseret Book, 1957) , 4:425.

[4]. Smith, History of the Church, 6:50.

[5]. James E. Talmage, Articles of Faith, 12th ed. (Salt Lake City: Deseret Book, 1924),
pág. 162.

[6]. Brigham Young, en Junius F. Wells, “Historic Sketch of the YMMIA”,


Improvement Era, junio de 1925, pág. 715).

[7]. Boyd K. Packer, “Lámpara de Jehová”, Liahona, octubre de 1983, págs. 34–35.

[8] Gordon B. Hinckley, “Un testimonio vibrante y verdadero”, Liahona, agosto de


2005, pág. 6.
Como obtuvimos el Libro de Moisés
Traducido de Kent P. Jackson, "How We Got the Book of Moses" in The Religious
Educator, vol. 3, num. 1, ed. Richard Neitzel Holzapfel (Provo: Religious Studies
Center, 2002), 127-137.

Como obtuvimos el Libro de Moisés


Kent P. Jackson

Kent P Jackson es profesor de Escrituras Antiguas en la Universidad de Brigham


Young.

El Libro de Moisés es un extracto de la Nueva Traducción de la Biblia hecha por José


Smith. Fue revelado al Profeta en 1830 y al inicio de 1831, no mucho después de la
organización de la Iglesia. Este artículo es una introducción breve al origen del Libro de
Moisés y a la traducción de la Biblia de la cual se deriva. [1]

A principios de junio de 1830, José Smith comenzó a leer la Biblia de manera minuciosa
para revisarla y hacer correcciones de acuerdo con la inspiración que recibiera. Como
resultado vino la revelación de muchas verdades importantes y la restauración de
muchas de las "cosas claras y preciosas" que Nefi predijo que se quitarían de la Biblia
(ver 1 Nefi 13:23-29). En un proceso que duró cerca de tres años, el Profeta hizo
cambios, correcciones y agregó cosas según le fueron dadas por inspiración divina
mientras cumplía su llamamiento de proporcionar una traducción mas correcta para la
Iglesia. [2] En su conjunto se conoce como la "Traducción de José Smith" (TJS), o la
"Nueva Traducción," que es como José Smith se refería a ella. [3] El títuloVersión
Inspirada se refiere a la obra editada e impresa en Independence, Missouri, por la
Comunidad de Cristo (antes la Iglesia Reorganizada de Jesucristo de los Santos de los
Últimos Días). El Libro de Moisés en la Perla de Gran Precio es el principio de la
Nueva Traducción, y corresponde en la Biblia a Génesis 1:1 al 6:13.

La traducción
La primera revelación de la TJS fue la que ahora tenemos como Moisés 1. Es el prefacio
al libro de Génesis. Este es el principio del manuscrito mas antiguo de la Nueva
Traducción, nombrado como Manuscrito 1 del Antiguo Testamento (OT1 [por sus siglas
en inglés]). [4] Quienes sirvieron como escribientes para lo que ahora est en el Libro de
Moisés fueron:

Oliver Cowdery Moisés 1:1-5:43 Comenzando en junio de 1830

John Whitmer Moisés 5:43-6:18 21 de octubre, 30 de noviembre de 1830


Emma Smith Moisés 6:19-52 1 diciembre de 1830

John Whitmer Moisés 6:52-7:1 Diciembre de 1830

Sidney Rigdon Moisés 7:2-8:30 Diciembre de 1830, febrero de 1831

Al dictar a estos escribientes el texto de la Nueva Traducción, el Profeta llegó a Génesis


24:41, que es cuando dejó Génesis para empezar a traducir el Nuevo Testamento según
se lo instruyó el Señor el 7 de marzo de 1831 (ver D. y C. 45:60-62). El y sus
escribientes continuaron trabajando en el Nuevo Testamento hasta que lo terminaron en
julio de 1832, y entonces volvieron a trabajar en el Antiguo Testamento. [5]

Un segundo manuscrito del Antiguo Testamento, nombrado como Manuscrito 2 del


Antiguo Testamento (OT2), empezó como una copia del primer manuscrito (OT1). John
Whitmer había hecho la copia en marzo de 1831 cuando José Smith y Sidney Rigdon
empezaron a trabajar en el Nuevo Testamento. Después de empezar el OT2, se usó
como el manuscrito para continuar la traducción de todo el resto del Antiguo
Testamento. El primer manuscrito (OT1) ya no se usó y quedó como una copia de
respaldo. La traducción del Antiguo Testamento se reanudó en julio de 1832 y continuó
por cerca de un año. Al final del manuscrito del Antiguo Testamento, después del libro
de Malaquías, est escritas en letras grandes las siguientes palabras: "Terminado el 2 de
julio de 1833" (OT2, p. 119). Ese mismo día el Profeta les escribió a los miembros de la
Iglesia en Missouri y les dijo, "Hoy terminamos la traducción de las Escrituras y por eso
le dimos las gracias a nuestro Padre Celestial." [6]

Moisés 1:1-19, en Manuscrito 1 del Antiguo Testamento, pagina 1, "Una Revelación


dada a José el Revelador." Este es el principio de la Nueva Traducción de la Biblia por
José Smith. Fechada en junio de 1830, escrito por Oliverio Cowdery. (Cortesía de los
Archivos de la Comunidad de Cristo, Independence, Missouri.)

Durante el curso del trabajo del Profeta en la Biblia, se hicieron cambios en


aproximadamente 1300 versículos del Antiguo Testamento y en mas o menos 2100
versículos del Nuevo Testamento. [7] La mayoría de los cambios son reacomodo de
palabras de la actual Versión del Rey Santiago. Pero otros cambios involucran la adición
de nuevo material-en algunos casos cantidades considerables. Presumiblemente se
revisaron todos los libros de la Biblia, pero en trece de ellos no se hicieron cambios
(Ester, Eclesiastés, Cantares, Lamentaciones, Abdías, Miqueas, Nahúm, Habacuc,
Sofonías, Hageo, Malaquías, 2 Juan, y 3 Juan). En los manuscritos se identifican los
libros que no recibieron correcciones con anotaciones breves como "Miqueas-Correcto"
(OT2, p

. 118). Eclesiastés es el único libro que no se menciona. Con respecto a otro libro, el
manuscrito indica, "El Cantar de los cantares de Salomón no son escritos inspirados"
(OT2, p. 97).
La mayoría de los pasajes en la Nueva Traducción se revelaron con claridad desde la
primera vez y muestran la necesidad de muy pocos ajustes posteriores. Pero en algunos
pasajes se nota que el Profeta batalló con la redacción hasta que quedó satisfecho de que
era aceptable al Señor. Su esfuerzo cuidadoso va de acuerdo con las instrucciones que
había recibido previamente de que debemos "estudiarlo en [nuestra] mente" mientras
escuchamos al Espíritu y aplicar nuestro mejor esfuerzo, después de lo cual vendras una
confirmación si es lo correcto (ver D. y C. 9:7-9).

En muchas de las paginas de los manuscritos, hay revisiones que se hicieron algún
tiempo después del dictado original. Estas son de dos tipos: (1) Algunas son puramente
mecanicas tales como la inserción de signos de puntuación, la numeración de los
versículos, o cambios a minúsculas o mayúsculas. Es muy probable que dichas
revisiones se hicieran al tiempo de preparar el manuscrito para su publicación. (2) En
muchos otros casos, se agregaron palabras al texto o se revisó la redacción. [8] Algunas
de estos cambios son simplemente para corregir errores en el registro original, por
ejemplo, cuando el Profeta se saltaba palabras al dictarlas o cuando su escribiente las
escribió incorrectamente. Pero en algunas de las inserciones se revisa la redacción o se
añaden palabras o frases para producir significados distintos a los registrados en el
dictado original. Por este proceso, se hicieron muchas revisiones importantes al material
del Libro de Moisés. No sabemos cuando hizo el Profeta estos cambios finales. Algunas
personas creen que él trabajó en la traducción periódicamente durante el resto de su
vida; pero la evidencia muestra que la mayoría o todas las revisiones hechas por José
Smith se habían efectuado para el verano de 1833 o no mucho después.

¿Se terminó la traducción? Contrariamente a lo que se cree, la traducción se terminó en


lo general. Aun en su forma mas completa, la Biblia nunca tuvo los registros completos
de quienes se mencionan en ella. Por ejemplo, el libro de Génesis fue una revelación
dada a Moisés en la cual se le dieron resúmenes de vidas y acontecimientos importantes.
Ciertamente existen otras verdades que pudieron haber sido reveladas en la Nueva
Traducción y otros agregados que pudieron haber sido insertados para hacerla mas
completa. Tal parece que José Smith la consideró terminada a partir de julio de 1833 en
adelante. El ya no habló de traducir la Biblia sino de imprimirla, el cual él quiso e
intentó hacer lo mas pronto posible. El buscó los medios para publicarla como libro, y él
y los otros líderes de la Iglesia con frecuencia animaban a los Santos para que donaran
dinero para hacer posible su publicación. Pero debido a la falta de fondos y a otras
prioridades de los Santos, nunca se imprimió durante su vida. [9] Algunos extractos
fueron publicados en los periódicos de la Iglesia y en otras partes, de manera que unos
fragmentos estuvieron al alcance de los primeros miembros de la Iglesia. [10] Aún así,
cuando fue martirizado en 1844, José Smith no vio realizado su deseo de que toda la
Nueva Traducción estuviera impresa. [11]

En las décadas posteriores a la muerte del Profeta, los Santos de los Últimos Días en
Utah no tuvieron acceso a los manuscritos de la Nueva Traducción y sabían muy poco
acerca de cómo fue que se efectuó. Ninguno de los participantes en la traducción estaba
con la Iglesia cuando los Santos se fueron al oeste en 1846. [12] Esta y otras
circunstancias relacionadas resultaron en ideas equivocadas acerca de la traducción que
finalmente han llegado hasta nuestra cultura. Entre estas ideas erróneas es ten las
creencias de que el Profeta no terminó traducción y que no intentó publicarla durante su
vida. Una investigación minuciosa hecha por el profesor de la Universidad de Brigham
Young Robert J. Matthews muestra que estas ideas son refutadas por las mismas
palabras de José Smith. [13] ¿Estaba lista para la imprenta la Nueva Traducción el día
que murió José Smith? El profesor Matthews ha dicho: "Parece que la conclusión basica
es que el trabajo de la traducción era aceptable de acuerdo a lo que el Señor le pidió al
Profeta en esa época, pero el manuscrito no estaba totalmente listo para ser impreso."
[14]Aún se necesitaba mucho trabajo para refinar la división por versículos y para dar
una ortografía y puntuación consistentes. Adem algunos de los cambios particulares
resultaron en una redacción desigual que debía refinarse. En breve, aunque José Smith
había terminado la obra inspirada de la traducción, cuando él murió, el texto aún
necesitaba una buena revisión,

Tipo de cambios
José Smith tuvo la autoridad para hacer cambios en la Biblia según lo dirigió Dios. En
una revelación se le llama un "vidente, revelador, traductor" (D. y C. 107:92), y en
varios pasajes de la Doctrina y Convenios, el Señor confirmó su trabajo de la traducción
(D. y C. 35:20; 43:13-13; 73:3-4; 90:13; 93:53; 94:10). El Profeta le llamó a su revisión
una "traducción," aunque ésta no incluyó el crear una nueva presentación basada en los
manuscritos hebreos o griegos. En lo que se refiere a la traducción de la Biblia, él nunca
dijo haber consultado un texto distinto al de su biblia en ingles, pero él la "tradujo" en el
sentido de presentarla en una forma nueva.

Parece que hubo varios tipos de cambios hechos en este proceso, pero es difícil saber
con certeza el origen o naturaleza de un cambio en particular. Propongo las siguientes
categorías de revisiones:

1. Restauración de texto original. Ya que Nefi nos dice que "muchas cosas claras y
preciosas" serían "quitadas" de la Biblia (1 Nefi 13:28), podemos tener la certeza de que
la TJS incluye la restauración de cosas que una vez estuvieron en los manuscritos
originales. El Señor le predijo a Moisés que algunas cosas de su registro iban a ser
quitadas y restauradas en los últimos días: "Tu escribir las cosas que yo hablaré. Y en el
día en que los hijos de los hombres menosprecien mis palabras y quiten muchas de ellas
del libro que tú escribas, he aquí levantaré a otro semejante a ti, y de nuevo existir entre
los hijos de los hombres, entre cuantos creyeren" (Moisés 1:40-41). José Smith fue el
hombre semejante a Moisés a quien el Señor levantó para restaurar el material perdido
del Libro de Moisés, y también el de otros escritores de la Biblia. Pero José Smith no
restauró las palabras precisas de los textos perdidos porque estaban escritos en hebreo o
griego (o en otras lenguas antiguas) y porque la Nueva Traducción iba a ser en inglés.
De esta forma, su traducción, en el idioma inglés de su propia época, restauraría el
significado y el mensaje de los pasajes originales pero no necesariamente las palabras y
los adornos literarios que los acompañaban cuando fueron escritos por primera vez. Este
es el porqué su obra puede ser llamada una "traducción." Algunas partes del Libro de
Moisés-incluyendo la visión de Moisés en el capítulo 1 y las visiones de Enoc en los
capítulos 6 y 7-no tienen equivalente en la Biblia. Es muy probable que estos pasajes
son la restauración de material que alguna vez estuvo en los manuscritos antiguos.

2. Restauración de lo que alguna vez se dijo o se hizo pero que nunca estuvo en la
Biblia. José Smith declaró: "Por lo que podemos aprender de las escrituras con respecto
a las enseñanzas del cielo somos inducidos a creer, que desde el principio se han dado
muchas instrucciones al hombre las cuales no tenemos." [15] Quiz la TJS incluye
enseñanzas o eventos en los ministerios de profetas, apóstoles o de Jesús mismo que
nunca se registraron antiguamente. Es probable que la TJS incluya que los escritores de
la Biblia no conocían, que decidieron no incluir, o que por descuido lo omitieron
(comparar con 3 Nefi 23:6-13).

3. Revisión para hacer la Biblia mas comprensible para los lectores modernos. La
mayoría de los cambios en la TJS caen en esta categoría. Hay muchas instancias en las
cuales el Profeta reacomodó el orden de las palabras para que el texto fuera mas facil de
leer o para modernizar el idioma. Unos ejemplos de modernización del idioma incluyen
los muchos cambios (en el inglés) de palabras: de wot (palabra en desuso) a know
(saber, conocer), [16] el artículo a en lugar de an si antecede a una palabra que empiece
con h, de saith a said (dijo), de that (ese, esa) and which (cual) to who (quien), y de
ye(vosotros) and thee (vos) to you (tú y ustedes). [17] En muchas instancias José Smith
agregó expresiones cortas para que el texto fuera menos ambiguo. Por ejemplo, para
aclarar el significado del pasaje hay varios lugares en donde la palabra él es
reemplazada por un nombre personal. Tal es el caso en Génesis 14:20 (KJV "Y él dio" =
TJS "Y Abram dio"), y en Génesis 18:32 (KJV "Y él dijo . . . Y él dijo . . ." = TJS "Y
Abraham dijo . . . Y el Señor dijo . . ."

4.- Correcciones para poner el lenguaje bíblico de acuerdo con las verdades que se
hallan en otras partes de la Biblia o en otras revelaciones. José Smith dijo: "[Hay]
muchas cosas en la Biblia que, como est ahora, no concuerdan con la revelación que
recibo del Espíritu Santo." [18] Donde hubiera cosas inexactas en la Biblia, sin importar
su origen, por virtud de su llamamiento le correspondía al Profeta cambiar lo que
tuviera que ser cambiado. En donde la revelación moderna había dado una explicación
mas clara de una doctrina contenida en la Biblia de manera menos adecuada, era
apropiado que José Smith agregara una corrección-aunque dicha corrección no refleje lo
que se encuentra en los manuscritos antiguos. El Profeta también tenía la autoridad para
hacer cambios cuando un pasaje no era consistente con la información de otras partes de
la Biblia misma. El siguiente ejemplo quiz ayude a entender este tipo de corrección: El
evangelio de Juan declara, "A Dios, nadie le vio james" (Juan 1:18) y eso contradice la
experiencia de José Smith (José Smith-Historia 1:17-20) así como varios ejemplos en la
misma Biblia de profetas que han visto a Dios (por ejemplo, 24:9-11; 33:11; Números
12:6-8; Isaías 6:1; Amós 9:1). La TJS de Juan 1:18 aclara el texto y lo hace consistente
con lo que sabemos de otras fuentes reveladas.

Historia posterior
Cuando murió José Smith, los manuscritos de la Nueva Traducción no estaban en
posesión de la Iglesia, sino que los tenía su familia; quienes permanecieron en Illinois
cuando los líderes de la Iglesia y la mayoría de los santos se fueron al oeste. En 1867,
La Iglesia Reorganizada de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días publicó la
Nueva Traducción bajo el título Las Santas Escrituras, Traducidas y Corregidas por el
Espíritu de Revelación, por José Smith hijo, el Vidente. El nombre Versión Inspiradapor
el cual se le conoce comúnmente, se agregó en la edición de 1936, pero no es incorrecto
referirse a ella con ese nombre desde su primera publicación en 1867. Al momento de la
muerte de José Smith, la puntuación y la numeración por versículos en los manuscritos
aún necesitaban ser refinados. La puntuación y la división por versículos de la Versión
Inspirada la proporcionó el Comité de Publicaciones RSUD durante 1866-1867.
En el año 1851, el élder Franklin D. Richards del Quórum de los Doce Apóstoles estaba
sirviendo como presidente de la Misión Britanica, en la ciudad de Liverpool. Sintiendo
la necesidad de poner a disposición de los Santos algunas de las revelaciones de José
Smith que ya se habían publicado en los Estados Unidos, compiló un folleto misional
titulado La Perla de Gran Precio. [19] Su intención era que su "pequeña colección de
verdades preciosas" pudiera aumentar la capacidad [de los santos] para sostener y
defender la santa fe." [20] En ella él incluyó entre otros textos importantes, trozos de la
Nueva Traducción de la Biblia hecha por el Profeta que ya se habían publicado en
algunos periódicos de la Iglesia y en otras partes: los primeros cinco capítulos y medio
de Génesis y Mateo 24. El élder Richards no tuvo acceso a los manuscritos originales de
la TJS, y la Versión Inspirada de la RSUD aún no había sido publicada. Para los
capítulos de Génesis, él sacó el texto principalmente de trozos que se habían publicado
en los periódicos de la Iglesia en los años de los 1830 y los 1840. Esos extractos se
originaron en OT1 y no incluían las revisiones finales de José Smith que estaban
registradas en el OT2. El material de Génesis estaba en dos partes: "Extracts from the
Prophecy of Enoch . . ." [Extractos de la Profecía de Enoc] (Moisés 6:43-7:69) y "The
Words of God, which He Spake unto Moses . . ." [Las Palabras de Dios, las Cuales
Habló a Moisés] (Moisés 1:1-5:16, 19-40; 8:13-30).

Con el paso del tiempo, La Perla de Gran Precio llegó a ser un artículo literario de
importancia entre los miembros de la Iglesia. Siendo que la mayoría de los santos
britanicos eventualmente emigró a los Estados Unidos, pasó lo mismo con la
popularidad de la Perla de Gran Precio. En los años de los 1870 se tomó la decisión en
la Cabecera de la Iglesia de prepararla para distribuirla en toda la Iglesia. El élder Orson
Pratt del Quórum de los Doce Apóstoles fue asignado para preparar la edición, la cual
fue publicada en 1878. Como sabía que José Smith había hecho correcciones posteriores
a la Nueva Traducción, el élder Pratt no sacó los capítulos de Génesis de la Perla de
Gran Precio original publicada en Liverpool, sino que los obtuvo de la edición impresa
de la Versión Inspirada RSUD , los cuales copió exactamente para el Libro de Moisés.
Otra vez, el material estaba en dos partes, aunque esta vez se llamaron "Visions of
Moses" [Las visiones de Moisés] (Moisés 1) y "Writings of Moses" [Los escritos de
Moisés] (Moisés 2-8).

Desafortunadamente, el texto de Génesis en la Versión Inspirada de 1867 no siempre era


consistente con las intenciones de José Smith. Aparentemente el comité de
publicaciones RSUD no entendió la relación entre OT1 y OT2 y excluyeron de la
Version Inspirada una cantidad significativa de las correcciones del Profeta. Como
resultado, a nuestro Libro de Moisés actual, le faltan correcciones importantes hechas
por José Smith. [21]

En la conferencia general de octubre de 1880, se presentó a la membrecía allí reunida


para su sostenimiento como escritura canonizada y aceptada como obligatoria para la
Iglesia. Desde esa fecha la Perla de Gran Precio ha sido uno de los libros canónicos, y
los pocos capítulos de la Traducción de José Smith (en el Libro de Moisés y José Smith-
Mateo) han sido reconocidos no sólo como revelación divina-lo que siempre han sido-
sino también como partes integrales de nuestra doctrina y escrituras.

Las ediciones posteriores de la Perla de Gran Precio han hecho cambios menores al
material de Génesis. La edición de 1902 fue la primera en usar el nombre "El Libro de
Moisés" y la primera en poner capítulos, versículos y notas de referencias al pié de las
paginas. Se hicieron algunas revisiones menores en el texto. La edición de 1921 fue la
primera en ser impresa en paginas de dos columnas. El nombre actual "Selecciones del
Libro de Moisés," se cambió en la edición de 1981. Dicho nombre reconoce que la Perla
de Gran Precio contiene solamente parte del registro de Moisés.

Debido a que los Santos en Utah sabían muy poco acerca de la Traducción de José
Smith y tampoco tenían acceso a sus documentos originales, no tuvo un uso
generalizado dentro de la Iglesia, con excepción de los trozos que son parte de la Perla
de Gran Precio. Durante las décadas de 1960 y 1970, el profesor Robert Matthews
efectuó una investigación exhaustiva de los manuscritos. [22] Su estudio confirmó la
integridad en lo general de la Versión Inspirada impresa y nos enseñó muchas cosas
relativas a la Nueva Traducción y como se realizó. [23] Durante ese proceso, el profesor
Matthews trajo la TJS a la atención de los miembros de la Iglesia. [24]

En 1979, cuando la Iglesia publicó una edición SUD de la Biblia en el idioma inglés, se
incluyeron en ella, en las referencias y en un apéndice, grandes cantidades del material
de la Nueva Traducción. En años subsecuentes, se incluyeron trozos de la TJS en la
"Guía para el Estudio de las Escrituras" que es una combinación de concordancia y
diccionario de la Biblia publicado con las escrituras SUD en idiomas distintos al inglés.
Un aspecto significativo de estas publicaciones es que han hecho accesible la TJS a un
grado como nunca antes. Ahora, las Autoridades Generales, los escritores de los cursos
de estudio, los eruditos, y los estudiosos pueden usarlas con liberalidad en sus
investigaciones y escritos, y así colocarla en su justo lugar junto a las otras grandes
revelaciones del Profeta José Smith. Los Santos de los Últimos Días saben que José
Smith fue designado por el Señor para proporcionar una traducción correcta de la Biblia
(ver D. y C. 76:15). Dios la apoyó en palabras fuertes: "y se daran las Escrituras, tal
como se hallan en mi propio seno, para la salvación de mis escogidos" (D. y C. 35:20).
La Nueva Traducción es, según lo comentó el élder Dallin H. Oaks del Quórum de los
Doce Apóstoles, "un miembro de la familia real de escrituras" y que "debe ser
reconocida y honrada en cualquier ocasión en que esté presente." [25]

Notas:
[1] La mayor parte de este artículo ha sido condensada y actualizada del capítulo "What
is the Joseph Smith Translation" [En Que Consiste la Traducción de José Smith], en
Kent P. Jackson, The Restored Gospel and the Book of Genesis [El Evangelio
Restaurado y el Libro de Génesis] (Salt Lake City: Deseret Book, 2001), p. 25-42.

[2] A la fecha, el tratado comprehensivo de la Traducción de José Smith es el libro


editado por Robert J. Matthews, "A Plainer Translation": Joseph Smith's Translation of
the Bible-A History and Commentary [Una Traducción Mas Clara: La Traducción de la
Biblia por José Smith-Historia y Comentario] (Provo, Utah: Brigham Young University
Press, 1975). Investigaciones mas recientes han aclarado muchos asuntos comentados
en el libro de Matthews, en que se incluyen identificación de los escribientes, fechas y
el proceso de la obra del Profeta. Ver la obra de Scott H Faulring, Kent P. Jackson y
Robert J. Matthews, Joseph Smith's New Translation of the Bible: Original Manuscripts
[La Nueva Traducción de la Biblia por José Smith: Manuscritos Originales] (Provo,
Utah: Religious Studies Center, Brigham Young University, 2002).
[3] Ver Doctrina y Convenios 124:89; Times and Seasons 1, num. 9 (julio 1840): p. 140.
Ver también José Smith,History of the Church of Jesus Christ of Latter-Day Saints,
editada por B. H Roberts, 2a ed. Rev. (Salt Lake City: Deseret Book, 1957), 1:341, 365;
4:164.

[4] Todos los manuscritos de la TJS se encuentran en los archivos de la Comunidad de


Cristo en Independence, Missouri. Nótese que en el libro de Matthews, "A Plainer
Translation," [Una traducción mas clara] y otras distintas publicaciones, se usó en los
manuscritos un antiguo sistema de numeración de archivos, lo que dio por resultado una
antigua mala interpretación acerca del orden en el cual se escribieron los manuscritos.
OT1 fue designado previamente como OT2, y OT2 previamente fue designado como
OT3. Matthews fue el primero en cuestionar la exactitud del sistema de numeración. Ver
Matthews, "A Plainer Translation," pags. 67-72; Richard P. Howard, Restoration
Scriptures: A Study of Their Textual Development [Las Escrituras de la Restauración:
Un Estudio del Desarrollo de su Texto], rev. y aum. (Independence, Missouri: Herald,
1995), p. 63, nota 1.

[5] En una carta fechada el 31 de julio de 1832, el Profeta declaró: "Hemos terminado la
traducción del Nuevo Testamento . . . , estamos haciendo grandes avances en el viejo
libro (Antiguo Testamento) y con la fuerza del Señor podemos hacer todas las cosas de
acuerdo con Su voluntad." De José Smith para W.W. Phelps, 31 julio 1832, Ms 155,
Caja 2 legajo 3, de la Colección de José Smith, Archivos de la Iglesia de Jesucristo de
los Santos de los Ultimos Días. Publicada en Dean C. Jessee, ed., The Personal Writings
of Joseph Smith [Los Escritos Personales de José Smith] (Salt Lake City: Deseret Book,
1984), p. 248.

[6] Sidney Rigdon, José Smith, y Frederick G. Williams a los Hermanos en Sión, 2 julio
1833, Libro de Cartas de José Smith 1, 51 (Ms. 155, Caja 2 legajo 1), de la Colección de
José Smith, Archivos de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
Publicada en José Smith, History of the Church 1:368.

[7] Matthews, "A Plainer Translation," p. 425.

[8] Algunas de estas inserciones requerían mayor espacio del que había entre los
renglones del texto y se escribieron en pedazos de papel y se agregaron sujet doles con
alfileres-el equivalente del siglo XIX-a las grapas o los sujetadores para papel.

[9] Las evidencias se encuentran en Matthews, "Joseph Smith's Efforts to Publish His
Bible Translation" [Los esfuerzos de José Smith para publicar su traducción de la
Biblia], Ensign, Enero de 1983, p. 57-64.

[10] The Evening and Morning Star 1, num. 3 (agosto 1832); pgs. 2-3 (Moisés 7); 1, en
el núm. 10 (marzo 1833): 1 (Moisés 6: 43-68); 1, en el núm. 11 (abril 1833): 1, (Moisés
5:1-16); 1, en el núm 11 (abril 1833): 1-2 (Moisés 8:13-30); La Doctrina y Convenios
de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (Kirtland, Ohio: F. G.
Williams & Co., 1835). "Primer Discurso," 5 (Hebreos 11:1); "Segundo Discurso," 13-
18 (Moisés 2:26-29; 3:15-17, 19-20; 4:14-19, 22-25; 5:1, 4-9, 19-23, 32-40); Times and
Seasons 4, núm. 5 (16 enero 1843); p. 71-73 (Moisés 1); Pedro Crawley, A Descriptive
Bibliography of the Mormon Church, Volume 1, 1830-1847 (Provo, Utah: Religious
Studies Center, Brigham Young University, 1997), p. 60-61 (Mateo 24).
[11] Ver Matthews, "A Plainer Translation," p. 40-48, 52-53.

[12] José Smith (murió en 1844), Oliver Cowdery (excomulgado en 1838), John
Whitmer (excomulgado en 1838), Emma Smith (no fue al oeste), Sidney Rigdon
(excomulgado en 1844), y Frederick G. Williams (excomulgado en 1839, y murió en
1842)

[13] Ver Matthews, "Joseph Smith's Efforts"

[14] Ibid., P. 64; el énfasis est puesto en el original.

[15] The Evening and Morning Star 2, num. 18 (marzo 1834): p. 143.

[16] El manuscrito para texodo 32:1 cambia wot a know con una nota indicando que
know "debe ponerse en lugar de 'wot' en todos los lugares".

[17] Estos cambios no son totalmente consistentes en los manuscritos.

[18] José Smith, The Words of Joseph Smith: The Contemporary Accounts of the
Nauvoo Di-courses of the Prophet Joseph Smith,[Las Palabras de José Smith: Una
Relación Contempora de los Discursos de José Smith en Nauvoo], comp y ed. Andrew
F. Eaht y Lyndon W. Cook (Provo, Utah: Religious Studies Center, Brigham Young
University, 1980), p. 211; se modernizó la ortografía y el uso de las letras mayúsculas.

[19] The Pearl of Great Price: Being a Choice Selections from the Revelations,
Translations, and Narrations of Joseph Smith, First Prophet, Seer, and Revelator to the
Church os Jesus Christ of Latter-Day Saints [La Perla de Gran Precio: Una selección de
las Revelaciones, Traducciones y Narraciones de José Smith, el Primer Profeta, Vidente
y Revelador de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días] (Liverpool: F.
D. Richards, 1851).

[20] Prefacio, La Perla de Gran Precio, 1851 (pagina [v]).

[21] Algunas de estas se anotan en el libro de Matthews, A Plainer Translation", p. 145-


161; y en "What is the Book of Moses?" [¿Qué es el libro de Moisés?] por el mismo
Matthews del libro de Robert L. Millet y Kent P. Jackson, editores Studies in Scripture
Vol. 2; The Pearl of Great Price (Salt Lake City: Randall, 1985), p. 35-36.
Investigaciones mas recientes han hecho posible que entendamos el proceso mejor que
como lo hicimos en el pasado.

[22] Robert J. Matthews, "A Study of the Doctrinal Significance of Certain Textual
Changes Made by the Prophet Joseph Smith in the Four Gospels of the Inspired Version
of the New Testament" [Un Estudio del Significado Doctrinal de Cambios a Ciertos
Textos, Hechos por el Profeta José Smith en los Cuatro Evangelios en la Versión
Inspirada del Nuevo Testamento] (Tesis Magisterial, Brigham Young University, 1960),
y "A Study of the Text of the Inspired Revision of the Bible" [Un Estudio del Texto de
la Versión Inspirada de la Biblia] (Disertación de Doctorado, Brigham Young
University, 1968). El libro "A Plainer Translation"fue publicado en 1975.

[23] Ver Matthews, "A Plainer Translation" p. 141-161.


[24] Ver Tom E. Sherry, "Changing Attitudes Toward Joseph Smith's Translation of the
Bible" [Las Actitudes Cambiantes Hacia la Traducción de la Biblia por José Smith] en
Robert L. Millet y Robert J. Matthews, Plain and Precious Truths Restored: The
Doctrinal and Historical Significance of the Joseph Smith Translations [Verdades Claras
y Preciosas Restauradas: El Significado Doctrinal e Histórico de la Traducción de José
Smith] (Salt Lake City; Bookcraft, 1995), p. 187-226.

[25] Dallin H. Oaks, "Scripture Reading, Revelation, and Joseph Smith's Translation of
the Bible", [La Lectura de las Escrituras, La Revelación y la Traducción de la Biblia por
José Smith] en Millet y Matthews, Plain and Precious Truths Restored, p. 13.
El Libro De Mormón una Gran Respuesta a la "Gran
Interrogante"
Élder Neal A. Maxwell

El Élder Neal A. Maxwell (1926-2004) fue miembro del Quórum de los Doce Apóstoles

El Libro de Mormón brinda grandes y profundas respuestas a lo que Amulek llamó “el
gran interrogante” — a saber:¿ realmente ha de haber un Cristo?— (Alma 34: 5-6). El
Libro de Mormón con claridad y con evidencia dice: “¡Sí! ¡Sí! ¡Sí!” Es más, en su tema
central el libro declara que “todas las cosas que han sido dadas por Dios al hombre,
desde el principio del mundo, son símbolo de [Cristo]” (2 Nefi 11: 4). ¡Cuán
sorprendentes son sus respuestas, si consideramos todo lo que Dios pudo haber escogido
para decirnos! Él, ante quien se encuentran todas las cosas — pasadas, presentes y
futuras— continuamente (véase DyC 130: 7), ha decidido decirnos acerca del
“evangelio” (3 Nefi 27: 13-14, 21; DyC 33: 12; 39: 6; 76: 40-41) — las trascendentales
“buenas nuevas,” — las resplandecientes respuestas a la “gran interrogante.”

Asombrosamente, también, Dios, quien ha creado “incontables mundos” (Moisés 1: 33,


37-38; véase también Isaías 45: 18) decidió confirmarnos en este “granito de arena” que
“Él no hace nada a menos que sea para el beneficio de [este] mundo; porque él ama a
[este] mundo” (2 Nefi 26: 24). y “porque, he aquí, ésta es mi obra y mi gloria: Llevar a
cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre” (Moisés 1: 39).

No debe sorprendernos que este glorioso mensaje del evangelio sea más perfecto que
cualquiera de sus mensajeros, salvo Jesús solamente. Ni debería sorprendernos que el
mensaje del evangelio sea más comprensible que la inteligencia de cualquiera de sus
portadores u oidores, salvo Jesús solamente.

Al parecer, José Smith lo tradujo a un promedio de ocho de sus páginas impresas cada
día, por tanto, el significado completo del Libro de Mormón no pudo ser apreciado de
inmediato y por completo por el Profeta José. El profesor Jack Welch ha dicho, que
según este promedio solamente se habría utilizado un día y medio en traducir los
primeros cinco capítulos de Mosíah, un extraordinario sermón sobre el cual se
escribirán libros.

Al salir a la luz, como pasó con el Libro de Mormón, en el ‘Cinturón de la Biblia’ (en la
región sureste de EEUU) y en las condiciones del resurgimiento religioso en los
primeros días de esta dispensación, nosotros los de la Iglesia hemos sido lentos en
apreciar su relevancia especial hacia la condición erosiva de nuestra época, la parte final
de esta dispensación. Aunque la duda y la incredulidad han crecido entre algunos
eruditos y clérigos con respecto a la realidad histórica de Jesús; esas, no eran las
condiciones en los Estados Unidos de 1830. Por lo tanto, hablando demográficamente,
la mayor parte del “ministerio” del Libro de Mormón está sucediendo en una época de
malestar e incertidumbre profundas con respecto a la “gran interrogante;” la gran
pregunta, ya que para contestarla ¡fue creado el Libro de Mormón!

Otra impresión fuerte es la forma en que el Libro de Mormón predice la salida, en los
útimos días, de “otros libros” de escrituras (1 Nefi 13: 39), de los cuales forma parte,
“probando al mundo que las Santas Escrituras son verdaderas, y que Dios inspira a los
hombres y los llama a su santa obra en esta edad y generación, así como en las
antiguas” (DyC 20: 11).

Con respecto a las omisiones de la preciosa Santa Biblia, solamente en un capítulo de 1


Nefi, el capítulo 13, aparecen varias frases: se han quitado, aparece cuatro veces, se han
suprimido aparece dos veces, se han suprimido de aparece dos veces, ha despojado está
una vez, fueron suprimidas está una vez, que se quitaron aparece una vez. ¡En un solo
capítulo aparecen once indicaciones de omisiones causadas por deficiencias en la
transmisión ! Más aún, como lo indicó Nefi, fueron las “cosas claras y preciosas” las
que se han perdido. Se acordarán que la traducción de José Smith de Lucas 11: 52
muestra a Jesús criticando a quienes, en aquella época, habían “quitado la llave de la
ciencia, la plenitud de las escrituras” (TJS Lucas 11: 52).

Aunque no sabemos precisamente que es lo que “se ha suprimido” o “se ha quitado”


(véase 1 Nefi 13: 40) lógicamente, en la Restauración , habrá una gran representación de
tales verdades claras y preciosas. Por tanto, los “otros libros” proporcionan
precisamente lo que Dios más desea que “se tengan otra vez” entre los hijos de los
hombres, para que podamos conocer la verdad de las cosas, como en la frase feliz de
Jacob, “de las cosas como realmente son” (Jacob 4: 13).

La convergencia de estos “otros libros” de escritura con la preciosa Biblia es parte del
ritmo de la Restauración. El ritmo hubiera sido imposible de no ser por los esfuerzos de
personas devotas y heróicas, incluyendo a los profetas judíos y al pueblo judío de la
antigüedad que, en las palabras del Libro de Mormón, tuvieron “afanes,” “trabajos,” y
“aflicciones” a fin de preservar la Biblia para nosotros. Lamentablemente, como fue
previsto, los judíos, como pueblo, no han recibido el agradecimiento por esa
contribución y en vez de eso han sido “escarnecidos,” “desdeñados” y se “han burlado
de ellos” (véase 2 Nefi 29: 4-5; y 3 Nefi 29: 4, 8). Muchos años después se ve
reflejada, también de manera simbólica, otra expresión del ritmo de la Restauración en
las tumbas de algunos miembros de la Iglesia de los años 1830 sepultados en Ohio e
Indiana. Descubiertas recientemente, hay un rastro de lápidas que testifican pues
representan en piedra, réplicas de la Biblia y del Libro de Mormón. Estos miembros se
sintieron doblemente bendecidos y quisieron que el mundo lo supiera.

Las escrituras existentes nos avisan de más de veinte de esos “otros libros” que deben
salir [1] (véase 1 Nefi 19: 10-16). De hecho, algún día, “se revelarán a los hijos de los
hombres todas las cosas jamás habidas entre ellos, y cuantas habrá” (2 Nefi 27: 11). Por
eso, el noveno artículo de fe es ¡una declaración tan impresionante! Sin embargo, mi
opinión personal, es que no obtendremos escrituras adicionales hasta que aprendamos a
apreciar por completo las que ya tenemos.

Los “otros libros” particularmente el Libro de Mormón, cumplen —y me tendrán que


perdonar los abogados de la constitución — con la “cláusula de establecimiento” de
Nefi: “estos últimos anales. . . establecerán la verdad de los primeros, los cuales son los
de los doce apóstoles del Cordero” (1 Nefi 13: 40). Lo que José Smith, el vidente de
los últimos días, trajo a la luz, en realidad ayudará a que algunas personas acepten la
palabra de Dios que ya había salido, a saber, la Biblia (véase 2 Nefi 3: 11), al
convencerlos de “que los escritos de los profetas y de los doce apóstoles del Cordero
son verdaderos” (1 Nefi 13: 39). ¡Existe un gran drama en lo futuro!

Mientras tanto, aunque las críticas acerca del Libro de Mormón sigan intensificándose,
el libro sigue testificando y diversificando sus muestras de consistencia interna, de su
riqueza conceptual, y de sus conexiones con la antigüedad.

La plenitud de la Restauración continuó tal como fue prevista por Amós al decir que
habría: “hambre a la tierra, no hambre de pan ni sed de agua, sino de oír la palabra de
Jehová” (Amós 8: 11). El fin de ese hambre se marcó con la llegada del Libro de
Mormón y de los “otros libros”.

Tales libros han sido, y siguen siendo, los medios del Señor para preservar la memoria
espiritual de siglos pasados. Sin memoria moral, pronto llega la tragedia espiritual:
“Aconteció que había muchos de los de la nueva generación. Que . . . no creían lo que
se había dicho tocante a la resurrección de los muertos, ni tampoco creían lo
concerniente a la venida de Cristo” Mosíah 26: 1- 2).

Y en otra ocasión: “Y en la época en que Mosíah los descubrió. . . . y no habían llevado


anales consigo, y negaban la existencia de su Creador” (Omni 1: 17).

La creencia en la Deidad y en la Resurrección, usualmente son las primeras cosas que se


pierden. Irónicamente, aunque aceptamos con gratitud a la Biblia como la palabra de
Dios, el proceso mismo de como surgió ha causado, desafortunadamente, en algunas
personas una innecesaria pérdida en la fe cristiana. Debido a que las fuentes existentes
de la Biblia no son originales sino que representan derivaciones y traducciones
posteriores; se aprecian mejor los “otros libros” de escritura que nos han llegado
directamente de los registros antiguos y por medio de la revelación moderna.

Por ejemplo, Pablo escribió su primera epístola a los Corintios aproximadamente en el


año 56 d.C. Por supuesto, no tenemos el pergamino original. En su lugar, el documento
más antiguo relativo a la primera epístola a los corintios fue descubierta en los años
1930 y está fechado cerca del año 200 d.C. En comparación, el sermón del rey
Benjamín se pronunció aproximadamente en el año 124 a.C. por un profeta. A finales
del siglo IV d.C. fue seleccionado por otro profeta — Mormón— para ser parte del
Libro de Mormón. El sermón del rey Benjamín fue traducido al inglés en el año 1829
d.C. por José Smith, otro profeta. Por lo tanto, hubo una cadena ininterrumpida de
colaboración en un proceso asombroso; de un profeta originador, un profeta editor, y un
profeta traductor.

Aún así, muchos desacreditan al Libro de Mormón porque no pueden ver las planchas
de las cuales fue traducido. Además, dicen que no se sabe mucho del proceso de la
traducción. Pero la promesa de Moroni a todo lector sincero, de la cual hablaremos en
breve, incluye el leer y orar acerca del contenido del libro, no acerca del proceso de la
traducción. Por lo tanto, estamos por “traspasar lo señalado” (Jacob 4: 4), cuando,
hablando figurativamente, estamos más interesados en las dimensiones físicas de la cruz
que en lo que Jesús logró en ella. O, cuando rechazamos las palabras de Alma acerca de
la fe porque estamos más fascinados por el sombrero que usó José Smith para evitar la
luz durante parte del proceso de la traducción del Libro de Mormón. [2]

Más que todo, al volver a leer y meditar el Libro de Mormón, me ha impresionado


especialmente la manera en que, para el lector serio, el libro da una respuesta muy
significativa para lo que se podría llamar las necesidades arquitectónicas del hombre
moderno; esto es, nuestra profunda necesidad de distinguir algún diseño, propósito,
modelo, o plan concerniente a la existencia humana.

El Libro de Mormón usa, en no menos de quince veces, la palabra plan en conexión


con el plan de salvación o sus componentes. El uso mismo de la palabra plan es
impresionante. Al restaurar esta verdad “clara y preciosa” — a saber, Dios no
solamente vive sino que tiene un plan para la humanidad— el Libro de Mormón es muy
relevante para nuestro tiempo y época. No existen en el Antiguo Testamento las frases
concernientes a la planificación de Dios desde la “fundación del mundo,” solamente
aparecen diez veces en el Nuevo Testamento y tres veces con más frecuencia en los
otros libros. [3] Fundación, por supuesto, denota así una creación supervisada por un
Dios amoroso y planificador.

El Libro de Mormón pone un énfasis más fuerte en la forma en la que el evangelio ha


estado con la humanidad desde el tiempo de Adán. Apenas en seis páginas desde el
principio del libro, leemos las palabras de todos los profetas “desde el principio del
mundo” (1 Nefi 3: 20); cinco páginas después está una narración que indica las palabras
de “los santos profetas desde el principio” (1 Nefi 5: 13). El siguiente versículo es
representativo de muchos: “Pues he aquí, ¿no les profetizó Moisés concerniente a la
venida del Mesías, y que Dios redimiría a su pueblo? Sí, y aún todos los profetas que
han profetizado desde el principio del mundo, ¿no han hablado ellos más o menos
acerca de estas cosas? (Mosíah 13: 33; también 2 Nefi 25: 19).

Es muy probable que habrá descubrimientos adicionales de registros antiguos que


pertenezcan al Antiguo y al Nuevo Testamento, reduciendo aún más el tiempo entre el
origen de esas escrituras y la documentación disponible más antigua. Sin embargo, esta
reducción no necesariamente conducirá, en algunos, a un aumento de la fe. Los futuros
descubrimientos de documentos antiguos “que dan mayor claridad a [Su] evangelio”
(DyC 10: 45) puede que se enfoquen en partes del evangelio de Jesús que existieron
antes del ministerio terrenal de Jesús. Desafortunadamente, unos pocos pueden usar sin
justificación tales descubrimientos para disminuir la divinidad del Redentor, infiriendo
que Jesús no es su autor, como se creía antes. Sin embargo, el evangelio restaurado,
incluyendo el Libro de Mormón, nos da una lectura clara de la historia espiritual de la
humanidad, mostrándonos “las entrañables misericordias” de Dios (véase 1 Nefi 1: 20;
Eter 6: 12) desde Adán en adelante. Por lo tanto, no hay necesidad de que estemos
ansiosos por encontrar una porción fidedigna del evangelio de Cristo anterior al
ministerio mortal de Cristo. El evangelio fue conocido y predicado desde el principio
(véase Moisés 5: 58-59).

Es maravilloso contemplar la relación interna y detallada del Libro de Mormón; en


realidad de todas las escrituras verdaderas. Siglos antes del nacimiento de Cristo, el rey
Benjamín profetizó: “Y se llamará Jesucristo, el Hijo de Dios, el Padre del cielo y de la
tierra, el Creador de todas las cosas desde el principio” (Mosíah 3: 8).
Siglos después, Jesús resucitado se presentó a los nefitas con palabras similares muy
impresionantes: “ He aquí, soy Jesucristo, el Hijo de Dios. Yo creé los cielos y la tierra,
y todas las cosas que en ellos hay. Era con el Padre desde el principio” (3 Nefi 9: 15).

Regresemos al plan envolvente de Dios: Alma, después de los comentarios acerca de la


Caída, declaró que “era necesario que éstos supieran acerca de las cosas que [Dios]
había dispuesto para ellos; por tanto, [Dios] envió ángeles para conversar con ellos. . . .
y les hizo saber del plan de redención que se había preparado desde la fundación del
mundo” (Alma 12: 28-30). Ese es el mismo proceso que se siguió, por supuesto, en la
primera mitad del siglo diecinueve en Norteamérica por medio de las visitas de
ángeles a José Smith.

En el centro de esta sensibilidad arquitectónica, se encuentra el mensaje del Libro de


Mormón acerca del propósito de la vida y su énfasis en las dispensaciones, con su tema
constante basado en Cristo. Jacob escribió: “sabíamos de Cristo. . . . muchos siglos
antes de su venida . . . también todos los santos profetas que vivieron antes de nosotros.
He aquí, ellos creyeron en Cristo y adoraron al Padre en su nombre. . . [guardando] la
ley de Moisés, dado que orienta nuestra almas hacia él” (Jacob 4: 4-5). Jacob fue muy
enfático: “ninguno de los profetas ha escrito. . . . sin que haya hablado concerniente a
este Cristo” (Jacob 7: 11).

Dios nos da testimonio de muchas maneras: “sí, y todas las cosas indican que hay un
Dios, sí, aun la tierra y todo cuanto hay sobre ella, sí, y su movimiento, sí, y también
todos los planetas que se mueven en su orden regular testifican que hay un Creador
Supremo” (Alma 30: 44; véase también Moisés 6: 63).

Un científico británico, que es creyente, ha observado que nuestro planeta está situado
de forma muy especial: “Solamente un poco más cerca del sol, y los mares del Planeta
Tierra pronto estarían hirviendo; un poco mas lejos, y todo el mundo se volvería un
desierto congelado.” Este científico indicó: “Si nuestro planeta tuviera su órbita en la
forma equivocada. . . entonces, de forma alterna una vez cada año nos congelaríamos
como Marte y nos freíriamos como Venus. Afortunadamente para nosotros, la órbita de
nuestro planeta es casi un círculo.” [4]

“Otro número importante es el 21 porciento de oxígeno. Los animales tendrían


dificultad para respirar si el contenido de oxigeno cayera muy abajo de ese valor. Pero
un nivel de oxígeno más alto que este, también sería desastroso, puesto que el oxígeno
extra actuaría como material inflamable. Los bosques y los pastizales se incendiarían
cada vez que cayera un rayo durante una sequía, y la vida sobre la tierra sería
extremadamente peligrosa:” [5]

Por tanto, cuando conocemos la respuesta afirmativa a la “gran interrogante,” podemos,


según la frase de Amulek, “[vivir] cada día en acción de gracias” (Alma 34: 38) por las
muchas condiciones especiales que hacen posible la vida diaria en esta tierra.

Los planes totales de Dios se expresan al final del Libro de Mormón. Moroni
proporcionó un método preciso de estudio y verificación el cual, si se sigue, mostrará
entre otras cosas lo misericordioso que ha sido el Señor con los hijos de los hombres
“desde la creación de Adán” (Moroni 10: 3). La predicción , junto con el recordar,
también puede ser convincente, para mostrar el alcance del amor de Dios.
“Hablándoles de cosas que en breve se verificarían, para que supieran y se acordaran, en
el día de su cumplimiento, que se las habían hecho saber de antemano, a fin de que
creyeran” (Helamán 16: 5; véase también Mormón 8: 34-35).

Cada época necesita este mensaje arquitectónico, pero ninguna tan desesperadamente
como la nuestra, que está preocupada con el escepticismo y el hedonismo. “Porque
¿cómo conoce un hombre al amo a quien no ha servido, que es un extraño para él, y se
halla lejos de los pensamientos y de las intenciones de su corazón?” (Mosíah 5: 13).

Sin embargo, si uno se deja atrapar por los relatos de guerra en el Libro de Mormón, o si
está demasiado preocupado con el proceso de aparición del libro, las verdades
trascendentales como las que hemos visto, pueden pasar inadvertidas.

Aún la portada del libro [6] declara, entre otras cosas, que el Libro de Mormón era para
mostrarle a la posteridad “cuán grandes cosas el Señor ha hecho por sus padres.” Esa
misma falta de memoria espiritual una vez causó la declinación del antiguo Israel: “Y se
levantó después de ellos otra generación que no conocía a Jehová ni la obra que él había
hecho por Israel” (Jueces 2: 10).

¿Por qué fue tan difícil para un pueblo entero — o para Lamán y Lemuel— el mantener
la fe? Porque no estaban informados y no creían en la “manera de proceder de aquel
Dios que los había creado” (1 Nefi 2: 12; 2 Nefi 1: 10). Se hicieron muchos esfuerzos:
“yo, Nefi, les enseñé estas cosas a mis hermanos . . . les leí muchas cosas que estaban
grabadas sobre las planchas de bronce, a fin de que supieran acerca de los hechos del
Señor en otras tierras, entre los pueblos de la antigüedad” (1 Nefi 19: 22)

Es por eso que ¡es tan pertinente! el énfasis profético sobre el Libro de Mormón.

Aún las críticas acerca del libro terminarán teniendo utilidad en los planes futuros de
Dios. De acuerdo, las grandes respuestas que contiene el libro no van a ser aceptadas
ahora por los no creyentes. Tales personas no creerían en las palabras del Señor — ya
sea que vengan por medio de Pablo o de José Smith— aunque tuvieran el pergamino
original de Pablo o el acceso directo a las planchas de oro. En una ocasión el Señor
confortó a José Smith al decirle que tales personas “no quieren creer mis palabras . . .
aunque les [mostraras] todas estas cosas” (DyC 5: 7)

Por eso, algunos menosprecian al Libro de Mormón, Sin embargo, para quienes tienen
oídos para oír, representa un evocador e informativo “[clamor] desde el polvo” ( 2 Nefi
3: 20). Es la voz de un pueblo caído enviada para levantarnos. Descrito como un habla
que “ susurrará desde el polvo” (2 Nefi 26: 16) viniendo de “aquellos que han
dormido” (2 Nefi 27: 9), este sonido desde el polvo es el clamor coral de muchas voces
angustiadas que tienen un solo y simple mensaje. Sus luchas espirituales se extienden
por varios siglos pero tienen que ver con el mensaje de todas las edades; ¡el evangelio
de Jesucristo! Los pueblos del Libro de Mormón, no estaban en el escenario central de
la historia secular. En comparación el suyo fue un teatro pequeño. Aún así presentaron
el más grande mensaje de la historia.

No siendo agradable a los que buscan otros tipos de historia, el Libro de Mormón
complace a quienes están buscando genuinamente la respuesta a la “gran interrogante”
(Alma 34: 5). En contra de la triste conclusión a la que ahora muchos han llegado, el
Libro de Mormón nos declara una y otra vez que el universo no se compone de lo que
ha sido llamado “espacio geométrico sin dios.” [7]

De acuerdo, otra vez, “Los instruidos no las leerán porque las han rechazado” (2 Nefi
27: 20). Esto no se refiere solamente al profesor Anthon, puesto que se usa el
pronombre ellos en plural. La referencia sugiere un proceso mental fijo entre la
mayoría de los instruidos del mundo, quienes, por lo general, no toman en serio al Libro
de Mormón. Y aún cuando lo leen, no lo leen realmente, excepto con la idea de excluir
los milagros, incluyendo el milagro de la aparición del libro por el “don y el poder de
Dios.” Su enfoque equivocado les evita que escudriñen su contenido. Algunas veces,
como se ha dicho, ciertos mortales tienen tanto miedo de ser “tomados,” que no pueden
ser “sacados” de sus ideas erróneas. [8]

Por tanto, cuánto depende la humanidad de la revelación emancipadora: “¡He aquí,


grandes y maravillosas son las obras del Señor! ¡Cuán inescrutables son las
profundidades de sus misterios; y es imposible que el hombre descubra todos sus
caminos! Y nadie hay que conozca sus sendas a menos que le sean reveladas; por tanto,
no despreciéis, hermanos, las revelaciones de Dios” (Jacob 4: 8).

Ahora a la promesa de Moroni, la cual es una promesa que se basa en una premisa, una
promesa con varias partes. El lector debe (1) leer y meditar, (2) y recordar las
misericordias de Dios desde Adán hasta ahora, (3) orar en el nombre de Cristo y
preguntarle a Dios, con verdadera intención, si el libro es verdadero, (4) teniendo fe en
Cristo, y entonces (5) Dios le manifestará la verdad del libro. El proceso contrario,
examinar con dudas, es el lado opuesto del método de Moroni y produce conclusiones
frívolas. Con certeza, muchos lectores o examinadores de este libro, no siguen el
proceso de verificación de Moroni. Esto lleva a malos entendidos, tales como el
etiquetar al rumor, con sus miles de lenguas, ¡como el don de lenguas!

Por tanto, no debemos ser engañados y creer que estos “otros libros” van a ser bien
recibidos, especialmente por aquellos que expresan su sentido de suficiencia así: “no
puede haber más” libros y “no necesitamos más” de tales libros (2 Nefi 29: 3, 6).

Otra fuerte impresión, que tuve al volver a leerlo, es la forma en que los pueblos del
Libro de Mormón, aunque eran cristianos, estuvieron atados, hasta que vino Jesús, mas
estrictamente a la ley de Moisés de lo que nosotros en la Iglesia hemos entendido. “Y a
pesar de que creemos en Cristo, observamos la ley de Moisés, y esperamos
anhelosamente y con firmeza en Cristo, hasta que la ley sea cumplida” (2 Nefi 25: 24).

Las personas de ese entonces, debían “mirar adelante hacia el Mesías y a creer en su
venida como si ya se hubiese verificado” (Jarom 1: 11). Moisés, en efecto, profetizó
acerca del Mesías, pero no todas sus palabras están en el atesorado Antiguo Testamento.
¿Recuerdan la caminata del Jesús resucitado con dos discípulos en el camino a Emaús?
Su recorrido cubrió probablemente unos doce kilómetros y le dio tiempo suficiente a
Jesús para citar no solamente tres o cuatro profecías, sino muchas profecías, de Moisés
y de otros, concernientes al ministerio terrenal de Cristo (Lucas 24: 27).

Las escrituras que testifiquen de la divinidad de Jesús son vitales en todas las edades.
De otro modo, como lo profetiza el Libro de Mormón, Él sería considerado “como
hombre” (Mosíah 3: 9) o como una persona “de ningún valor” (1 Nefi 19: 9). A lo largo
de las décadas, la que ha sido llamada “la reducción de la cristiandad desde su interior”
[9] ha causado que un cierto número de teólogos no solamente haya reducido su respeto
por Cristo sino también por la Resurrección al considerarla solamente como “una
expresión simbólica de la renovación de vida del discípulo.” [10] Una vez más vemos la
importancia divina de los “otros libros” de escrituras: confirman la realidad de la
Resurrección, en especial el otro evangelio del Libro de Mormón en donde se narra la
visita y las instrucciones del Jesús resucitado. También ocurrió la resurrección de
muchos otros y, por instrucción específica de Jesus, se hizo un registro de ello (véase 3
Nefi 23: 6-13).

Así, el Libro de Mormón contesta la “gran interrogante” de forma resonante, hermosa y


grandiosa. Estoy de acuerdo de que en nuestro día, la era post-cristiana, muchos de los
que se preocupan ya ni siquiera están haciendo esa gran pregunta, al considerar a la
cristiandad como “no verdadera o siquiera impensable, sino simplemente irrelevante,”
[11] al igual que algunos en los tiempos de Benjamín y Mosíah (véase Mosíah 28: 1-2;
Omni 1: 17).

Si la respuesta a la “gran interrogante” fuera “no,” muy pronto habría un surgimiento


violento de lo que el Profesor Hugh Nibley ha llamado “las preguntas terribles”.

Aún el escenario político, histórico y geográfico para la aparición del Libro de Mormón
fue especial. El Presidente Brigham Young muy claramente dijo: ¿Podría el libro haber
salido y ser publicado al mundo bajo alguno de los otros gobiernos de no haber sido el
Gobierno de los Estados Unidos? NO. [Dios] ha gobernado y controlado la colonización
de este continente. Él guió a nuestros padres desde Europa hasta esta tierra . . . e inspiró
la libertad garantizada en nuestro Gobierno, aunque dicha garantía sea ignorada con
mucha frecuencia.” [12]

En medio de este drama que se está desarrollando, unos cuantos miembros de la Iglesia,
y lamento decirlo, están abandonando la causa; son comparables a quien abandona un
oasis para buscar agua en el desierto. Algunos de ellos, sin duda, nos criticarán, y serán
bienvenidos en el “grande y espacioso edificio.” Sin embargo, de aquí en adelante, en
lo concerniente a sus alojamientos religiosos, están en un hotel muy grande pero de
tercera categoría. Todos bien vestidos, como dice el Libro de Mormón, con ropa
“excesivamente fina” (1 Nefi 8: 27). No tienen otro lugar a donde ir; excepto,
esperamos que algún día, a casa.

Por tanto, las grandes respuestas a la “gran interrogante” repetidamente nos enfocan en
la realidad del “gran y postrer sacrificio.” “Y he aquí, éste es el significado entero de la
ley, pues todo ápice señala a ese gran y postrer sacrificio; y ese gran y postrer sacrificio
será el Hijo de Dios, sí, infinito y eterno” (Alma 34: 14) Estas grandes respuestas
reafirman que no tiene que existir la mortal melancolía, no importa cuan patética o
frecuentemente la expresen.

Además, lo que recibimos en el Libro de Mormón no es un cúmulo de aforismos, y


tampoco son unos pocos individuos ofreciendo sus opiniones filosóficas. En vez de eso,
recibimos los testimonios acumulados de profetas, especialmente de los que fueron
testigos oculares de Jesús, incluyendo a Lehi, Nefi, Jacob, Alma, el hermano de Jared,
Mormón y Moroni. Al relato bíblico de los quinientos hermanos que fueron testigos del
Jesús resucitado (1 Cor. 15: 6) se le une la muchedumbre de dos mil quinientas que
atestiguó en la tierra de Abundancia (3 Nefi 17: 25). Todos estos pues, se agregan a la
creciente nube de testigos sobre la que escribió el apóstol Pablo (Hebreos 12: 1).

El Libro de Mormón, por supuesto, pudo haber sido otro tipo de libro. Pudo haber sido
dedicado a la marea y el flujo de la historia gubernamental, o sea, “Príncipes vienen y
príncipes van, una hora de circunstancia, una hora de espectáculo.” Sin embargo, tal
cosa no habría eliminado los muchos libros desesperantes ni la literatura de la
lamentación, de los cuales ya tenemos demasiados, cada uno parecido de una forma u
otra a la desesperanza expresada en estos versos de Shelley:

. . . Dos grandes piernas de piedra sin cuerpo

Se yerguen en el desierto. Cerca de ellas, en la arena

Medio hundido, yace un semblante destrozado. . .

Y en el pedestal, aparecen estas palabras:

“Mi nombre es Ozymandias, rey de reyes:

¡Vean mis obras, tu Poderoso, tu desamparado!

Nada más permanece. Alrededor de las ruinas

De esa colosal destrucción, se extienden estériles

Y sin límites, las solitarias y planas arenas. [13]

Debido a que la edición del Libro de Mormón, con su evangelio de esperanza, se


efectuó bajo dirección divina, tiene un enfoque que es esencialmente espiritual. Aún así
algunos critican al Libro de Mormón por no ser lo que nunca se intentó que fuera, es
como si uno pudiera criticar justificadamente al directorio telefónico por no tener una
trama.

Algunos versículos en el Libro de Mormón son de una tremenda importancia salvadora,


otros no tanto. El libro de Eter tiene un versículo de historia de linajes: ” Y Jared tenía
cuatro hijos” ( y los nombra) (Ether 6: 14). Sin embargo, Eter tiene también otro
versículo de tremenda importancia salvadora:

“Y si los hombres vienen a mí, les mostraré su debilidad. Doy a los hombres debilidad
para que sean humildes; y basta mi gracia a todos los hombres que se humillan ante mí;
porque si se humillan ante mí, y tienen fe en mí, entonces haré que las cosas débiles
sean fuertes para ellos” (Eter 12: 27).

Leemos de una batalla en la que “. . . durmieron sobre sus espadas . . . estaban ebrios de
ira, así como el hombre que está borracho de vino; . . . y cuando llegó la noche
quedaban treinta y dos de la gente de Shiz, y veintisiete de la gente de Coriántumr”
(Eter 15: 20-26). Sin embargo, esos son de menor importancia espiritual para el
desarrollo de nuestro discipulado que las líneas siguientes, las cuales contienen la
explicación más completa en todas las escrituras, del mandato de Jesús de que seamos
como niños pequeños (véase Mateo 18: 3): “. . . y se vuelva como un niño: sumiso,
manso, humilde, paciente, lleno de amor y dispuesto a someterse a cuanto el Señor
juzgue conveniente imponer sobre él, tal como un niño se somete a su padre” (Mosíah
3: 19).

Una razón para “escudriña[r] las escrituras” es la de descubrir estos repentinos prados
de exuberante significado, estos pastos mas verdes para que nos nutran en nuestros
tiempos de necesidad. Ciertamente, El Libro de Mormón contiene su parte, y más, de
estos. Inmediatamente después de las palabras acerca de las condiciones económicas en
la ahora desaparecida ciudad de Helam, encontramos una verdad duradera y vigorizante:
“Con todo, el Señor considera conveniente castigar a su pueblo; sí, él prueba su
paciencia y su fe” (Mosíah 23: 20-21; véase también DyC 98: 12; Abraham 3: 25).

De igual manera, el Libro de Mormón nos brinda conocimiento para el que todavía no
estamos listos para manejar completamente. De manera asombrosa, Alma incluye
nuestros dolores, aflicciones y enfermedades, junto con nuestros pecados, entre los que
Jesús “tomará sobre sí” (Alma 7: 11-12). Que experimentara esas cosas, “según la
carne.” fue parte del perfeccionamiento de la misericordia de Cristo. Cuando Nefi
exclamó “¡Oh cuán grande es el plan de nuestro Dios!” (2 Nefi 9: 13) también declaró la
forma en que Jesús sufriría “los dolores de todos. . . tanto hombres, como mujeres y
niños, que pertenecen a la familia de Adán” (2 Nefi 9: 21). El alma tiembla con esas
implicaciones. Uno se aleja llorando de esos versículos, ahondado en su adoración de
nuestro Redentor.

Dada tanta riqueza, no debe sorprendernos que los profetas nos animen a leer el Libro
de Mormón. Al cerrar sus escritos hacia aquellos que no acepten (1) las palabras de
los judíos (la Biblia), (2) sus palabras (como se encuentran en el Libro de Mormón), y
(3) también las palabras de Jesús (en el futuro Nuevo Testamento), Nefi simplemente
dijo: “me despido de vosotros para siempre” (2 Nefi 33: 14).

Mormón es igualmente enfático con respecto a esta interacción entre la Biblia y el


Libro de Mormón (véase Mormón 7: 8-9). Jesús dio testimonio de la interacción y el
apoyo cruzado de las santas escrituras: “Porque si vosotros le creyerais a Moisés, me
creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero si no creéis a sus escritos, ¿cómo creeréis
a mis palabras? (Juan 5: 46-47).

Mientras tanto, a los que digan: “tenemos bastante, les será quitado aun lo que tuvieren”
(2 Nefi 28: 30). Obviamente, esto no se refiere a la pérdida física de la Biblia, la cual
podrá estar en el librero o podría ser usada como sujeta libros, sino a que algunos
perderán su convicción acerca de ella, cuando “escudriña[mos] las escrituras,” la
luminosidad de algunos versículos de los diversos libros se enfoca, como un rayo laser.
Esta iluminación se arquea y luego converge, aunque estamos tratando con autores,
pueblos, lugares y épocas diferentes: “Por tanto, hablo las mismas palabras, así a una
como a otra nación. Y cuando las dos naciones se junten, el testimonio de las dos se
juntará también” (2 Nefi 29: 8).

Sin embargo, el creer, no es asunto de tener acceso a la antigüedad con todas sus
evidencias, aunque son bien recibidas dichas evidencias. Tampoco depende de la
acumulación de las evidencias históricas, las cuales también son bienvenidas. Más bien
se trata de creer en las palabras de Jesús. La fe real, como la humildad real, se
desarrolla “a causa de la palabra” y no debido a las circunstancias que la rodean (Alma
32: 13-14).

¡ Qué adecuado es que esto deba ser así! La prueba se enfoca en el mensaje, no en el
mensajero; en los principios, no en el proceso; en las doctrinas, no en la trama. El
énfasis se pone en la creencia, en sí, “a causa de la palabra.” Como Jesús le dijo a
Tomás en el Hemisferio Oriental: “bienaventurados los que no vieron y creyeron” (Juan
20: 29). Él les dijo a los nefitas: “más bienaventurados son aquellos que crean en
vuestras palabras por razón de que testificaréis que me habéis visto” (3 Nefi 12: 2).

Por lo tanto, la verdadera fe, llega mediante una intervención divina abrumadora e
intimidante. El Señor, nos dice el Libro de Mormón, es un pastor con una voz suave y
agradable (véase Helamán 5: 30-31; 3 Nefi 11: 3); y no un pastor con voz fuerte y
áspera. Algunos otros pueden, si les dejan elegir, exigir una “grabación” de la “voz del
Señor,” pero aún si se les pudiera dar, de igual forma, no aceptarían Sus doctrinas (véase
Juan 6: 66). Las cosas del espíritu se deben “buscar por la fe;” y no ser vistas a través
de los ojos rasgados del escepticismo.

Sin una fe real, los individuos, tarde o temprano, encontrarán una cosa u otra que les
sirva de piedra de tropiezo (Romanos 9: 32). Después de todo, es una cosa muy difícil
mostrar las cosas orgullosas que ellos “no habían supuesto nunca”, especialmente las
cosas que en realidad no quieren conocer. Cuando Jesús estaba hablando de Sí mismo
como el pan de vida, una doctrina poderosa llena de implicaciones que cambian la vida,
se suscitaron algunas murmuraciones, y Jesús les preguntó: “¿Esto os escandaliza?”
(Juan 6: 61). “Bienaventurado es el que no halle tropiezo en mí” (Lucas 7: 23).

Como si todo esto no fuera suficiente, el espléndido Libro de Mormón nos advierte que
un tercer testimonio de escrituras aún está por venir de parte de las tribus perdidas
(véase 2 Nefi 29: 12-14).

Es muy probable que su venida sea más dramática que la aparición del segundo
testamento. Quienes dudan o desdeñan el segundo testamento de Cristo tampoco
aceptarán el tercero. Pero los creyentes tendrán una tríada triunfal de verdad (véase 2
Nefi 29: 12-13). De no ser por el Libro de Mormón, ni siquiera sabríamos de este tercer
grupo de registros.

No sabemos cuando o como ocurrirá, pero podemos estar seguros al asumir que ese
tercer libro tendrá el mismo enfoque fundamental del Libro de Mormón” “para que. . .
el resto de la posteridad [también]. . . sea, llevado al conocimiento de mí, su Redentor”
(3 Nefi 16: 4). Si hay una portada en ese tercer grupo de registros sagrados, es
probable que nosea diferente en su propósito que la portada del Libro de Mormón
excepto por su enfoque en otros pueblos que de igual forma, recibieron una visita
personal del Jesús resucitado (véanse 3 Nefi 15: 20-24; 16: 1-4)

Por tanto en la dispensación del cumplimiento de los tiempos no hay solamente un


“encadenamiento” (DyC 128: 18) de las llaves de todas las dispensaciones, sino que
también habrá un “encadenamiento” de todos los libros sagrados de escrituras dadas por
el Señor a lo largo de la historia humana. Entonces, según se ha profetizado, “mi palabra
se reunirá también en una” (2 Nefi 29: 14) Entonces habrá un rebaño, un pastor, y ¡un
impresionante testimonio escrito para el Cristo!
Dado todo lo anterior, es conmovedor que José Smith, estando encarcelado, en su última
noche en la tierra, el 26 de junio de 1844, haya dado a los guardias un “fuerte
testimonio de la autenticidad divina del Libro de Mormón, la Restauración del
evangelio, la ministración de ángeles” [14] véase Alma 12: 28-30). Aparentemente, los
guardias no escucharon más de lo que la mayoría del mundo escucha ahora. Sin
embargo, lo escuchen o nó, el Libro de Mormón tiene una cita más que cumplir: “Por
tanto, estas cosas irán de generación en generación mientras dure la tierra; e irán de
acuerdo con la voluntad y deseo de Dios; y por ellas serán juzgadas las naciones que las
posean, según las palabras que están escritas” (2 Nefi 25: 22).

Por mi parte, estoy contento porque el libro estará con nosotros “mientras dure la tierra”
Necesito y quiero tiempo adicional. Para mí, hay torres, patios y alas que esperan
inspección. Mi gira por ella nunca ha sido completa. Aún tengo que entrar en algunas
habitaciones, y hay chimeneas ardiendo listas para calentarme. Aún las habitaciones a
los que le he dado un vistazo contienen más muebles y ricos detalles que se deben
disfrutar. Hay paneles incrustados con diseños, decoración y conocimiento que datan
desde Edén. También hay mesas de banquete preparadas muy afanosamente por
antecesores que nos esperan a todos. Pero, nosotros como miembros de la Iglesia,
algunas veces nos portamos como turistas apresurados, que rara vez se animan a ir más
allá del pasillo de entrada de la mansión.

Que como pueblo entero nos sintamos invitados a ir más alla del pasillo. Que podamos
entrar lo suficientemente lejos para escuchar claramente las verdades susurradas de
aquellos que han “tropezado,” y cuyos susurros despertarán en nosotros, en lo
individual y como nunca antes, la vida del discipulado.

NOTAS
[1] Las Batallas de Jehová, Jaser, las crónicas de Samuel vidente, los Hechos de
Salomón, los libros de : Natán, Semaías, Ahías, Iddo, Jehú; las Palabras de los
Videntes, cuando menos dos epístolas de Pablo, los libros de Enoc, Ezías, el Libro de
Memorias de Adán, y Gad el Vidente. Por lo tanto, estamos hablando de más de veinte
libros perdidos. También tenemos ciertas profecías de Jacob, o Israel, y profecías
extensas de José el de Egipto, de las cuales solamente tenemos una parte (véase 2 Nefi
3: 1-25; 4: 1-3; la traducción de José Smith (TJS) de Génesis 50: 24-37; Alma 46: 24-
26).

[2] Además, muy pocas personas se sientes inclinadas a seguir el consejo de Moroni con
respecto al contenido del libro: “No me condenéis por mi imperfección, ni a mi padre
por causa de su imperfección, ni a los que han escrito antes de él; más bién, dad gracias
a Dios que os ha manifestado nuestras imperfecciones, para que aprendáis a ser más
sabios de lo que nosotros lo hemos sido” (Mormón 9: 31).

[3] Veintidós veces en el Libro de Mormón, diez veces en la Doctrina y Convenios, y


tres veces en la Perla de Gran Precio.

[4] Alan Hayward, God Is [Dios Existe] (Nashville: Thomas Nelson, 1980) páginas 62-
63.

[5] Alan Hayward, God Is, página 68.


[6] José Smith, Enseñanzas del Profeta José Smith, compiladas por Joseph Fielding
Smith (Salt Lake City: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, 1954),
pág. 1

[7] Michael Harrington, The Politics at God’s Funeral: The Spiritual Crisis of Western
Civilization [La Política en el Funeral de Dios: La Crisis Espiritual de la Civilización
Occidental] (Nueva York: Holt, Rinchart, and Winston, 1983), página 114.

[8] C. S. Lewis, The Last Battle [La Última Batalla] (Nueva York: Collier, 1970) pág.
148.

[9] Michael Harrington, The Politics, página 153.

[10] Michael Harrington, The Politics, página 164.

[11] Penelope Fitzgerald, The Knox Brothers [Los Hermanos Knox] (Nueva York:
Coward, McCann, * Geoghegen, 1977), páginas 106-107).

[12] Brigham Young, en Journal of Discourses [El Diario de los Discursos] (Londres:
Latter-day Saints’ Book Depot, 1854-1886), 8: 67

[13] Percy Bysshe Shelley, “Ozymandias,” Norton Antology of English Literature


(Nueva York: W. W. Norton & Company, 1986), 2: 691.

[14] José Smith, Enseñanzas, página 487.

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