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Si los cielos se abrieran hoy y Dios nos hablara, ¿no quisieran escuchar lo que Él tiene
que decir? De igual manera, ¿si un mensajero viniera en Su lugar, sería de igual interés?
Si el mensaje se escribiera, ¿no quisieran leerlo?
Muchas personas fieles han dado sus vidas para que la palabra del Señor tal como se ha
dado a Su pueblo antiguamente se preservara para nosotros. El estudio cuidadoso de
este registro será la fuente de grandes bendiciones para nosotros, mientras que el no
conocerlo sería una gran pérdida.
Tiene todo que ver con la intensidad y la consistencia con que tú estudias. No hay
atajos; no hay secretos.
No obstante, hay algunos principios básicos que son fundamentales para lograr un
entendimiento correcto de las escrituras. Quiero presentar siete de estos principios. Cada
uno trae consigo una luz adicional. Juntos pueden aumentar tu comprensión de las
escrituras siete veces y más.
Una aceptación de las escrituras como tales requiere una creencia en el principio de la
revelación. Requiere una creencia que Dios puede transmitir y sí transmite Sus
pensamientos y voluntad a nosotros. La mayoría de las escrituras se escriben solamente
en los corazones y la mente de la gente. Esta forma de escritura se conoce como la Luz
de Cristo. Es universal para los hijos de los hombres y siempre tiene el propósito de
prepararles para recibir mayor luz. Las escrituras también incluyen todo lo que se dice
bajo la influencia del Espíritu Santo. El Espíritu Santo es un revelador. Como el tercer
miembro de la trinidad, Su propósito es enseñar y testificar de las verdades de la
salvación. Por lo tanto, la voz del Espíritu Santo está reservada para un orden más alto
de verdades que las que comunica la Luz de Cristo.
Mientras que el derecho para tener la Luz de Cristo es universal, la revelación del
Espíritu Santo requiere que tengamos fe en Cristo y que vivamos conforme a los
principios de la rectitud. Nefi enseña el principio utilizando el siguiente lenguaje:
Y aconteció que después que yo, Nefi, hube oído todas las palabras de mi padre
concernientes a las cosas que había visto en su visión, y también las cosas que
habló por el poder del Espíritu Santo, poder que recibió por la fe que tenía en el
Hijo de Dios —y el Hijo de Dios era el Mesías que habría de venir [Nótese que
fue la fe en Cristo lo que permitió a Nefi el derecho a la compañía del Espíritu
Santo]— yo, Nefi, sentí deseos de que también yo viera, oyera y supiera de estas
cosas, por el poder del Espíritu Santo, que es el don de Dios para todos aquellos
que lo buscan diligentemente, tanto en tiempos pasados como en el tiempo en
que se manifieste él mismo a los hijos de los hombres.
Porque él es siempre el mismo ayer, hoy y para siempre; y la vía ha sido preparada para
todos los hombres desde la fundación del mundo, si es que se arrepienten y vienen a él.
Porque el que con diligencia busca, hallará; y los misterios de Dios le serán descubiertos
por el poder del Espíritu Santo, lo mismo en estos días como en tiempos pasados, y lo
mismo en tiempos pasados como en los venideros; por tanto, la vía del Señor es un giro
eterno. (1 Nefi 10:17–19)
Entre las revelaciones innumerables que han venido del Dios del cielo sólo unas cuantas
se han grabado como escritura. Entre su gran número aún menos han entrado en una
colección de tales textos escritos preservados para nosotros en forma de libro. Cierta
colección de textos escritos se conoce para nosotros como la Santa Biblia. La palabra
biblia viene del Griego biblia, lo cual quiere decir “los libros.” Por lo tanto, la Biblia es
una biblioteca de libros considerados sagrados o santos.
Es importante notar que los católicos, los protestantes y los judíos están en desacuerdo
en cuanto a los libros que deben ser incluidos en esta colección. La biblioteca de los
Santos de los Últimos Días que alberga los libros sagrados contiene apreciablemente
más registros de escrituras de lo que se encuentra en las bibliotecas de las otras sectas.
Mientras que las otras religiones no pueden ponerse de acuerdo en cuanto a cuáles libros
han de ser incluidos en la Biblioteca de la Fe —o sea, a la Biblia, como la llamamos—
ellos consideran nuestras adiciones a esta biblioteca como un acto de herejía.
Nosotros, en cambio, creemos que sí tenemos la misma fe que tenían los antiguos.
Recibimos revelación que se relaciona directamente con nuestra situación tal como la
tenían ellos. Los antiguos fueron edificados por la revelación dada al pueblo que venía
antes pero ellos no se limitaban a la revelación antigua. Tal como ha sido con ellos, así
es para nosotros. De hecho, este principio es fundamental para nuestro entendimiento e
interpretación de todo lo que leemos en el canon de escritura. Al romper la
comunicación con los cielos —es decir, al decir que se ha cerrado la biblioteca de la
revelación— nosotros perdemos no solamente la oportunidad para recibir la revelación
adicional sino también la clave para comprender todo lo que poseemos. Nefi explicó el
principio con estas palabras:
Y por fin, ¡ay de todos aquellos que tiemblan, y están enojados a causa de la
verdad de Dios! Pues he aquí, aquel que está edificado sobre la roca, la recibe
con gozo; y el que está fundado sobre un cimiento arenoso, tiembla por miedo
de caer.
¡Ay del que diga: Hemos recibido la palabra de Dios, y no necesitamos más de la
palabra de Dios, porque ya tenemos suficiente!
Pues he aquí, así dice el Señor Dios: Daré a los hijos de los hombres línea por
línea, precepto por precepto, un poco aquí y un poco allí; y benditos son
aquellos que escuchan mis preceptos y prestan atención a mis consejos, porque
aprenderán sabiduría; pues a quien reciba, le daré más; y a los que digan:
Tenemos bastante, les será quitado aun lo que tuvieren. (2 Nefi 28:27–30;
énfasis agregado)
Nunca en todas las eternidades ha revelado el Señor que no habría más revelación.
Hacer esto sería robarnos la habilidad de entender la revelación que Él ya nos ha dado.
Sería esconder la evidencia de Su existencia y camuflar las verdades del evangelio.
La Biblia es un libro muy diferente en las manos de alguien que rechaza el espíritu de la
revelación y en las manos de alguien que está abierto a ese espíritu. Las palabras son
iguales, pero la visión es completamente diferente. Un libro que vino por medio de la
revelación es solamente revelación para el pueblo que tiene el espíritu de la revelación.
El espíritu que tú tienes al leer un libro predetermina lo que tú vas a sacar de provecho
de ella. El Evangelio de Mateo leído por un hombre puede ser escritura, pero cuando
otro lo lee tal vez no sea escritura. Es posible que estén en el mismo salón compartiendo
el mismo libro, mas puede ser escritura para uno y no para el otro. La diferencia no es
en lo que se ha escrito sino en el espíritu con que se lee. Las santas escrituras leídas con
el espíritu de contención no son escritura; no es la voz del Señor y tampoco representa
Su Espíritu. Es sencillamente tinta negra sobre papel blanco. Si el espíritu con que algo
se lee no es correcto, entonces la interpretación de lo que se ha escrito tampoco puede
ser correcta.
Déjenme compartir dos textos clásicos de escritura que enseñan este principio. El
primero viene de una revelación dada para enseñarnos a discernir la verdad del error,
espíritus buenos de espíritus malos, doctrina correcta de doctrina falsa. Al empezar
nosotros la lectura, el Señor, el gran maestro, incentiva nuestro pensamiento sobre este
asunto de discernir los espíritus con una pregunta:
Por tanto, yo, el Señor, os hago esta pregunta: ¿A qué se os ordenó? [Entonces,
en respuesta a Su propia pregunta, el Señor dice:]
A predicar mi evangelio por el Espíritu, sí, el Consolador que fue enviado para
enseñar la verdad.
Y además, el que recibe la palabra de verdad, ¿la recibe por el Espíritu de verdad
o de alguna otra manera?
Por tanto, ¿cómo es que no podéis comprender y saber que el que recibe la
palabra por el Espíritu de verdad, la recibe como la predica el Espíritu de
verdad? (DyC 50:13–21)
¿Lo notaron? Las verdades del cielo no son verdades del cielo si intentamos justificarlas
de alguna manera que no sea por el espíritu de la revelación. Si vamos a ser “edificados
y [regocijarnos] juntamente” debemos enseñar y aprender por medio del espíritu de la
revelación.
Como una segunda ilustración de este principio, consideren las palabras de una
revelación anterior, una revelación dada al Quórum de los Doce seis años antes de ser
llamados. Hablando del Libro de Mormón, el Señor dice, “Estas palabras no son de
hombres, ni de hombre, sino mías; por tanto, testificaréis que son de mí, y no del
hombre.Anchor Porque es mi voz la que os las declara; porque os son dadas por mi
Espíritu, y por mi poder las podéis leer los unos a los otros; y si no fuera por mi poder,
no podríais tenerlas. Por tanto, podéis testificar que habéis oído mi voz y que conocéis
mis palabras” (DyC 18:34–36).
Este principio no se limita al Quórum de los Doce. Tampoco lo hace ningún principio
del evangelio. Solamente tenemos un evangelio y ha de aplicarse de igual manera a
todos aquellos que son honestos de corazón. Cuando tú o yo leemos o estudiamos las
escrituras bajo la dirección del Espíritu del Señor, estamos escuchando la voz del Señor
y podemos testificar de ello. Leer las escrituras sin ese Espíritu es un asunto
completamente diferente.
Por lo tanto, el primer principio del entendimiento de escritura es que la escritura debe
ser comprendida por el mismo espíritu por el cual se ha escrito. Sin el espíritu de la
revelación, no hay ninguna escritura. Algunos dirían que se trata de un razonamiento
circular, y así es. Hay que tener vida para dar vida. No se puede leer en la oscuridad. No
se puede ver y escuchar las cosas del Espíritu sin el Espíritu. Tal como la luz se allega a
la luz, así la oscuridad es el padre de los hechos de la oscuridad.
Yo no puedo llegar a ser tu heredero por leer tu diario y por leer las promesas que tu
padre te ha hecho. De igual manera, tú no puedes llegar a ser el heredero de Dios al leer
las promesas que Él hizo a un pueblo de una época anterior. Tu salvación y la mía
requieren una revelación que sea inmediata y personal.
“Buscad conocimiento, tanto por el estudio como por la fe” (DyC 88:118). Esta
proclamación primero afirma la importancia del estudio y entonces sugiere la necesidad
de ir más allá de nuestro estudio para adoptar el principio de la fe.
Permítanme ilustrar lo que se requiere aquí. El profeta José Smith estaba estudiando el
libro de Santiago cuando llegó al pasaje que le instruyó que pidiera de Dios y que lo
hiciera en fe sin dudar (véase Santiago 1:5–6). Cuando él dejó el libro para ir en
búsqueda de un sitio quieto para orar, su fe suplantó su estudio, y por medio de esa fe él
fue capaz de hacer lo que sus mentores bíblicos habían hecho: abrir los cielos.
Por medio del Libro de Abraham aprendo que los pueblos del Antiguo Testamento
tenían el Convenio de Abraham con su promesa de una continuación de la semilla y la
unidad familiar eterna. Por medio de la fe en la traducción del Libro de Moisés por José
Smith, aprendo que a Jesús —el Mesías— lo conocían Adán, Enoc, Noé y Abraham, y
que el plan de salvación que ellos conocían es el mismo plan de salvación que
conocemos hoy en día.
Todas las cosas se reproducen según su género, y de igual manera la fe engendra la fe.
La fe en un principio del evangelio infundirá la fe en otro. Mi fe en la resurrección —es
decir, la unión inseparable de cuerpo y espíritu (una idea que no se puede defender
científicamente)— infunde mi fe en la historia de la Creación (un asunto sobre el cual
hay un sin fin de polémicas científicas).
Cuando Él dijo, “No os afanéis por el día de mañana” (Mateo 6:34), ¿hablaba de ti y de
mí o hablaba a los Doce que habían sido llamados para un ministerio de tiempo
completo?
Cuando Él dijo, “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34),
¿estaba pensando en los soldados romanos que clavaron los clavos en Sus manos y pies,
o hablaba de todos durante la historia que han querido crucificarlo de nuevo?
Cuando Cristo dijo, “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura”
(Marcos 16:15), ¿estaba dando esta comisión a todos los que se sienten inclinados a
hacerlo, o se refería a los Doce a quienes Él había comisionado y entrenado?
Cuando el apóstol Pablo dijo, “Pero si no tienen don de continencia, cásense, pues
mejor es casarse que estarse quemando” (1 Corintios 7:9), ¿estaba sugiriendo que el
matrimonio es para las personas innatamente débiles que carecen de un carácter moral,
o estaba sugiriendo que los que obran como misioneros deben esperar hasta que hayan
completado sus misiones para casarse?
Cuando Juan advierte que si alguno añade o quita de lo que ha escrito, ¿estaba
prohibiendo a los demás alterar las palabras de su carta, o estaba anunciando que se
habían parado todas las escrituras inspiradas? (véase Apocalipsis 22:18–19)
El contexto inmediato sirve para contestar cada una de las preguntas que surgen aquí,
pero si todavía estamos confundidos, debemos depender más bien del contexto mayor
de todo lo que se ha revelado sobre el asunto en cuestión.
Cuando yo era joven, serví como un capellán militar. Siempre que nuestra unidad
recibía órdenes para entrar en combate, algunos de los soldados sentían descubrían que
eran objetores de consciencia y no podían tomar las armas. Sus afirmaciones siempre se
trataban con respeto, y entre otras cosas eran enviados a hablar con el capellán a buscar
su ayuda para establecer su caso, si realmente tenían uno. En tales casos yo les
preguntaba si habían hecho algo que podría ser citado como evidencia de su creencia
nuevamente profesada. Ninguno jamás podía hacerlo. La segunda pregunta que les
hacía era si había alguna base religiosa para sus objeciones a su nueva profesión militar.
La única respuesta a esta pregunta que puedo recordar es que Dios mandó a Moisés,
diciendo, “No matarás” (Éxodo 20:13).
Sin entrar en detalles sobre todas las conversaciones que he tenido con estos hombres
jóvenes, noto que sin excepción estaban sorprendidos al aprender que la palabra
traducida como matar en este texto viene de la palabra hebrea para asesinato. Estaban
sorprendidos al aprender que el castigo por el asesinato en los días de Moisés era la
muerte. Estaban igualmente sorprendidos al aprender que Moisés mismo era un gran
general que repetidas veces guió al ejército de Israel para pelear contra sus enemigos y
que mataban en cantidades asombrosas.
El punto aquí es que este es el contexto mayor para el sexto mandamiento. Lo pone en
un contexto completamente diferente de lo que estos jóvenes habían entendido
anteriormente.
Quiero destacar en el contexto de nuestra discusión que a veces —de hecho más a
menudo de lo que nos gustaría— los principios correctos están en conflicto el uno con
el otro. Al igual que Adán y Eva, a menudo nos enfrentamos con mandamientos
contradictorios. Como ellos, nosotros también debemos de hacer una decisión en cuanto
a lo que es más importante y lo que no es, y, tal como nuestros primeros padres,
nosotros también debemos aceptar las consecuencias de estas decisiones.
Consideren las siguientes ilustraciones. Por un lado, queremos ser honestos; por el otro
lado, no queremos ser hirientes o insensibles. Ambos deseos son virtudes, pero
cualquier virtud exagerada llega a ser un vicio. Se nos os enseña a ser comprensivos y
misericordiosos, mas como sabe cualquier buen obispo, la misericordia no puede negar
la justicia. Si se negara la justicia, se destruiría la responsabilidad personal, la doctrina
del arrepentimiento y finalmente todo el plan de la salvación.
Existe la letra de la ley y también el espíritu de la ley, y hay un tiempo y un lugar para
que cada cual asuma el escenario central. Así que hay un balance que debemos
mantener entre los principios del evangelio. No podemos permitir que la doctrina de la
gracia, por maravillosa que sea, se convierta en un matón para perseguir todos los otros
principios del evangelio fuera de la capilla. No podemos enamorarnos de un principio
tanto que empiece a eclipsar los demás. El mundo está lleno de ejemplos de esta clase
de motín doctrinal donde el barco de la fe se ha controlado por un principio y los otros o
están esclavizados o tienen que abandonar el barco.
Hay que recordar que ningún principio permanece correcto cuando se usa
incorrectamente. Cualquier principio que se aísla del cuerpo de los principios se
corrompe en su aislamiento. Lo que pasa a menudo es que se nos invita a dar una
lección sobre un principio particular. Lo aislamos de sus principios que son sus
compañeros para el estudio. Entonces hacemos un trabajo tan completo de explicar su
importancia que cuando terminamos, se ha inflado hasta que ya no cabe con los otros
principios, y éstos tienen que ser desalojados para darle espacio. La receta de los
principios del evangelio no permite la omisión de un ingrediente para sustituirse con
una doble dosis de otro. Todos los principios, correctamente comprendidos, deben
permanecer en su relación correcta con todos los demás principios del evangelio.
Esta vida está llena de decisiones, y aún la mejor decisión trae sus consecuencias. De
hecho, las mejores decisiones generalmente cuestan mucho. No vinimos a esta tierra
para ver cuántas dificultades podíamos evitar o por cuánto tiempo podíamos descansar
en la sombra, sino que vinimos para ver si escogíamos permanecer en la luz y trabajar
con energía en la causa de la verdad.
Se ha dicho con frecuencia que el mejor comentario sobre las escrituras son las
escrituras mismas. Seguramente este es el caso pero no se trata de usar un versículo para
interpretar otro versículo; es ver que el Antiguo Testamento es un comentario
maravilloso sobre el Nuevo Testamento y que el Nuevo Testamento es igualmente
importante para descubrir o entender el Antiguo Testamento. Además, no es suficiente
que nosotros como Santos de los Últimos Días veamos el Libro de Mormón como “Otro
Testamento de Jesucristo”; debemos también reconocer que es una clave con que
nosotros descubrimos el significado verdadero del Antiguo y Nuevo Testamento. Es el
palo de José del que habló Ezequiel que iba a llegar a ser uno con el palo de Judá para el
propósito de recoger un Israel esparcido (véase Ezequiel 37:19).
Por lo que José de Egipto dijo: “Por lo tanto, el fruto de tus lomos escribirá, [y hablaba
a los de su propia simiente]; y el fruto de los lomos de Judá escribirá; y lo que escriba el
fruto de tus lomos, y también lo que escriba el fruto de los lomos de Judá, crecerán
juntamente para confundir las falsas doctrinas, y poner fin a las contenciones, y
establecer la paz entre los del fruto de tus lomos, y llevarlos al conocimiento de sus
padres en los postreros días, y también al conocimiento de mis convenios, dice el
Señor” (2 Nefi 3:12; Traducción de José Smith, Génesis 50:31).
El caso aquí es que el mensaje de los dos libros es el mismo. Si los entendemos
correctamente, ellos están enseñando los mismos principios, testificando del mismo
Dios y guiándonos hacia el mismo fin. El Libro de Mormón restaura nuestra
comprensión de las cosas “claras y preciosas” que se perdieron o se tomaron de los
manuscritos de la Biblia antes de imprimirse en forma de libro. Ningún libro de las
escrituras se ve amenazado por otro. Aunque sean diferentes en detalles, los Evangelios
testifican el uno del otro. Así sucede con los que llamamos textos canónicos. No son
rivales, sino compañeros.
También cabe notar que hay pocas cosas más importantes para comprender las
escrituras que el sentido común. Ningún pasaje de escritura puede resistir la mala
comprensión y ningún texto de escritura ha resistido el mal uso. Las causas malas y la
mala política a menudo se sostienen con citas de las escrituras. Los argumentos de las
escrituras se explotaron en la época de Jesucristo para rechazarle a Él. Para aquellos que
buscaban Su muerte, Cristo dijo:
Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida
eterna; y ellas [o sea, las escrituras] son las que dan testimonio de mí;
¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros, y no
buscáis la gloria que viene del Dios único?
No penséis que yo voy a acusaros delante del Padre; hay quien os acusa,
Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza.
Pero si no creéis a sus escritos, ¿cómo creeréis a mis palabras? (Juan 5:39–47)
En el libro de Moisés leemos que Adán fue creado con el “polvo” de la tierra (véase
Moisés 3:7). Algunos dirían que el primer hombre fue hecho de barro. Sin embargo, el
mismo texto dice que tú y yo hemos “nacido en el mundo mediante el agua, y la sangre,
y el espíritu” que Dios había hecho “y así del polvo habéis llegado a ser alma viviente”
(Moisés 6:59). El mismo autor que usó “polvo” para describir el nacimiento de Adán lo
usa también para describir tu nacimiento y el mío.
En este contexto leemos que Eva fue creada de la costilla de Adán (véase Moisés 3:21–
22). El texto no se preocupa por informarnos que esto es figurativo, que es una metáfora
para enseñar que el puesto de la mujer es al costado del hombre. La escritura no nos
dice esto. Debemos deducirlo. Nuestro entendimiento viene de la “doctrina del sentido
común.” Las niñas no se hacen de azúcar y especies [sugar and spice, de un poema muy
conocido en inglés], ni tampoco se crean de la costilla de su marido. Hay algunas cosas
que tenemos que comprender por nuestra propia cuenta.
Cuando estudiamos álgebra, aprendimos que podíamos tomar lo conocido y usarlo para
solucionar la incógnita. Podemos hacer lo mismo con los principios del evangelio. Si,
por ejemplo, sabemos que un pueblo tenía el Sacerdocio de Melquisedec, entonces
sabemos que también tenían el don del Espíritu Santo porque es el Sacerdocio de
Melquisedec que otorga este don.
Algunos de mis estudiantes me han pedido pruebas de que el principio del matrimonio
eterno se practicaba en los tiempos del Antiguo Testamento. ¿No es razonable deducir
que si recibimos la autoridad de efectuar el matrimonio eterno de Abraham o de alguien
de su dispensación, dicha autoridad debe haber existido en aquella dispensación? De
igual manera, podríamos deducir que si el bautismo es una ordenanza del Sacerdocio
Aarónico, entonces un pueblo teniendo el Sacerdocio Aarónico también tendría la
ordenanza del bautismo.
El conocimiento que Dios es eterno y que los principios salvadores que vienen de Él son
absolutos abre las escrituras a nuestra comprensión una y otra vez. Sirve para desafiar,
por ejemplo, la idea que había un plan de salvación para el pueblo de la época del
Antiguo Testamento y hay otro plan de salvación para el pueblo de la época del Nuevo
Testamento y todavía hay otro para la gente viviendo en la época actual. Seguramente
descarta la idea que no había ninguna Iglesia de Cristo antes de la época del Nuevo
Testamento.
La comprensión de este principio requiere un poco del sentido común del cual hemos
hablado. El Señor no quería que cada miembro recopilara un himnario, sino que todos
debemos evitar la tentación de murmurar acerca de nuestra suerte, que debemos buscar
la ayuda del Espíritu Santo en nuestro conocimiento y que debemos dejar a un lado las
cosas de este mundo para buscar las cosas de un mundo mejor, tal como se le mandó a
Emma. Al hacerlo, tenemos la misma promesa que tuvo Emma: recibiremos una
“corona de justicia” con todas las bendiciones que la acompañan.
De igual manera, el Señor dio una revelación a José Smith, padre. Es una revelación
acerca del servicio, y se encuentra en la cuarta sección de Doctrina y Convenios. Los
misioneros la citan frecuentemente cuando se reúnen, pero la revelación realmente
pertenece a todos nosotros. Es nuestra puesto que los principios que contiene se aplican
a nosotros exactamente de la misma manera que se aplicaron a José Smith, padre. Así es
como tomamos la tela de las escrituras y la adaptamos para conformarla a nuestras
circunstancias. Lo hacemos con integridad, tomando los principios eternos y dejándole a
la persona a quien la revelación iba dirigida originalmente las promesas que eran para él
o ella.
Conclusión
Esto nos lleva al punto de partida. Sirve para unir nuestros siete principios. Empezamos
con la idea de que las escrituras, es decir la revelación, realmente es revelación cuando
la acompaña el espíritu de la revelación.
José Smith y Oliver Cowdery nos dan un ejemplo notable de este principio. Después de
que Juan el Bautista restauró el Sacerdocio Aarónico a ellos, se bautizaron y el Espíritu
Santo se les confirió sobre ellos, José Smith dijo, “Encontrándose ahora iluminadas
nuestras mentes, empezamos a comprender las Escrituras, y nos fue revelado el
verdadero significado e intención de sus pasajes más misteriosos de una manera que
hasta entonces no habíamos logrado, ni siquiera pensado” (José Smith–Historia 1:74;
énfasis agregado).
Agregamos a esto un segundo principio, la idea de que los principios del evangelio son
eternamente los mismos. Toda escritura viene de la misma fuente, tiene el mismo
propósito y enseña la misma doctrina. El evangelio de Jesucristo jamás ha
evolucionado. No está sujeto al cambio; es absoluto y eterno. La doctrina por medio de
la cual Adán y Eva encontraron la salvación es una y la misma con la doctrina por la que
cada uno de sus hijos por todas las generaciones del tiempo encontrará la salvación. Se
centrará sobre el mismo Salvador, la misma Expiación y la obediencia a las mismas
leyes y ordenanzas, y requerirá el mismo sacerdocio.
Tal como hay solamente un Salvador, así también hay sólo un evangelio. Cuando el
Cristo resucitado visitó el pueblo del Nuevo Mundo, lo hizo tal como lo había hecho en
el Antiguo Testamento. Fue a Su templo, llamó y ordenó a doce hombres para ser
testigos especiales de Su nombre y enseñó el mismo evangelio que había enseñado a los
de Su propia nación. El evangelio y sus convenios y promesas permanecen
sempiternamente iguales. No había un evangelio para los pioneros y otro para nosotros,
o uno para los apóstoles y profetas y otro para el resto de la Iglesia. Solamente tenemos
un evangelio tal como sólo tenemos un Salvador. Cada uno de nosotros hace los mismos
convenios y cada uno recibe la misma promesa de bendiciones. En este contexto, las
promesas en las revelaciones son nuestras; se nos dieron a nosotros también, y podemos
colocar nuestros nombres dentro de ellas.
Nuestro tercer principio ha sido de buscar conocimiento por el estudio y la fe. Debe ser
obvio que la única manera en la que podemos verdaderamente aprender acerca de la fe
es ejercerla. La idea que debemos buscar conocimiento tanto por el estudio como por fe
sugiere que la fe no nos requiere que dejemos nuestras mentes en la puerta cuando
asistimos a la clase de la Escuela Dominical o cuando tratamos de aprender más acerca
del evangelio. Sugiere, no obstante, que sería un evangelio pequeño si no alcanzara más
allá de los límites de nuestro entendimiento y el conocimiento que hemos acumulado.
La misma revelación que nos dice que debemos buscar el conocimiento por la fe
también nos dice que Dios, no la naturaleza, es el autor de todas las leyes. Esta
revelación declara que todas la ley, la luz y la vida vienen de Dios y que Él está encima
de todos ellos. Él es su hacedor, no su compañero.
Nuestro cuarto principio notó que todo tiene su debido contexto. Todos los principios
del evangelio tienen un contexto inmediato y un contexto más general que es la plenitud
del evangelio. Ningún principio del evangelio tiene el propósito de existir solo. El
aislamiento de cualquier principio de la congregación de principios del evangelio es una
perversión de dicho principio. El evangelio no consiste de la gracia sola, el amor solo, la
fe sola o de cualquier principio solo. Los principios del evangelio se sostienen el uno al
otro.
Por eso escogimos como nuestro quinto principio el balance necesario entre los
principios del evangelio. La ignorancia no puede nutrir la fe, ni tampoco puede el
intelecto sustituirse por ella. La Biblia permanece un libro sellado a los que adoran en el
altar de su propio intelecto. Su significado y propósito también se pierden entre los que
reducen su mensaje a algunas frases que ellos citan incesantemente para justificar su
entendimiento superficial y la rapidez con que adoptan lo que no tiene ningún lugar en
la casa de la fe.
Observamos en nuestro séptimo y último principio que buscamos el mismo destino que
los fieles de épocas anteriores, y de ahí el camino que marcaron en sus escrituras es de
gran valor para nosotros. Para que nos ayude, debemos alinear el mapa que nos han
dado con los mismos principios que ellos conocían y leerlo con el mismo Espíritu que
ellos conocían.
Cada vez que alguien interpreta un pasaje de las escrituras, recibimos una medida de su
sentido común y de su integridad espiritual. Lo que ustedes hacen con las escrituras,
incluyendo el no leerlas, es una manera muy eficaz por la cual el Señor toma medidas
de las almas. Que cada uno de nosotros podamos darle una buena medida es mi ruego.
Isaías y la Restauración de Israel
Terry B. Ball
Cuando terminó de citar a Isaías, Cristo le mandó además al pueblo “escudriñar” los
escritos del profeta “diligentemente” y les aseguró “Y todas las cosas que habló se han
cumplido, y se cumplirán, de conformidad con las palabras que habló” (3 Nefi 23: 1, 3).
¡Qué maravilloso respaldo para Isaías! Y como lo ha dicho el hermano Robert J.
Matthews: “Es muy agradable poder citar las palabras del Salvador, pero es más
agradable que el Él te cite a tí.”
Así que Cristo enseñó a los descendientes de Lehi que quienes escudriñen y mediten
cuidadosamente las palabras de Isaías, entenderán mejor los planes de Dios para
cumplir Su convenio de restaurar a Su pueblo. Mediante el estudio diligente, los
estudiosos de Isaías en los últimos días podrán cosechar las mismas bendiciones, porque
Isaías contestó muchas preguntas importantes concernientes a la restauración de Israel
entre las que se incluyen las siguientes: ¿Por qué se necesitará una restauración?
¿Cuándo ocurrirá la restauración? ¿Quiénes participarán en la restauración? ¿Cómo
ocurrirá la restauración? y ¿Cuáles serán los resultados de la restauración?
Isaías supo que el Señor sería fiel a Su palabra y que castigaría y esparciría al pueblo
apóstata. Les advirtió que su tierra sería desolada, quemada con fuego, y devorada por
los extranjeros (véase Isaías 1:7-8). [2] Él profetizó acerca de la deportación de los
influyentes de su sociedad — los valientes, los jueces, los profetas, los artífices, los
consejeros — y de los soldados. Describió la anarquía que seguiría como si los niños
fueran sus gobernantes y los del pueblo se oprimirían y violentarían el uno contra el otro
mientras que los pobres y los ignorantes seguirían buscando desesperadamente un guía
(véase Isaías 3: 1-8). [3] Isaías profetizó que el ejército conquistador que los
“arrebatará” y se los llevará con “seguridad” los invadiría rápida y poderosamente, no
dando la oportunidad de escapar (véase Isaías 5: 29).
Sin una restaruración, sin un recogimiento del pueblo del convenio de regreso a su tierra
y a su fe, Israel estaría perdido para siempre, y fracasaría el convenio de Dios con ellos.
Pero Dios no fallará; por medio de Isaías les aseguró:
Con un poco de ira escondí mi rostro de ti por un momento, más con misericordia eterna
tendré compasión de ti, dice tu Redentor, Jehová.
Porque esto me será como las aguas de Noé, porque juré que nunca más las aguas de
Noé pasarían sobre la tierra; así he jurado que no me enojaré contra ti ni te reprenderé.
Porque los montes se moverán y los collados serán quitados, mas no se quitará de ti mi
bondad, ni el convenio de mi paz se romperá, dice Jehová, el que tiene misericordia de
ti. (Isaías 54: 5 - 10).
Como es natural, para ser congregado y restaurado, primero el pueblo tendría que ser
esparcido y estar perdido. Isaías indicó que tal sería el caso, puesto que en la
restauración, la gente sería congregada de todas partes del mundo. El Señor aseguró por
conducto de Isaías: “No temas, porque yo estoy contigo; del oriente traeré tu
descendencia y del occidente te recogeré. Diré al norte: Da acá, y al sur: No los
retengas, trae desde lejos a mis hijos, y a mis hijas desde los confines de la tierra”
(Isaías 43: 5 - 6; véase también Isaías 49: 12). Muchos de los que serán recogidos no
van a ser reconocidos, y ni siquiera sabrán que son parte de la familia del convenio, sino
hasta que sean restaurados a la fe.
Isaías habla de la consternación que experimentarán los de la familia del convenio pues
pensarán que Dios los ha abandonado cuando comprendan que que hay muchos
miembros de su familia que están perdidos para ellos. Cuando vean que estos hijos
perdidos y esparcidos sean recogidos y restaurados, dirán en su corazón: “¿Quién me
engendró a estos? Porque yo había perdido a mis hijos y soy estéril; estoy cautiva y
ando errante. ¿Quién, pues, crió a estos? He aquí, yo fui dejada sola; ¿dónde estaban
estos?” (Isaías 49: 21).
Así que sabemos que la restauración ha de ocurrir en una época en que el pueblo esté
esparcido y muchos ya no sean reconocidos como parte de la familia del convenio. En
la época de Isaías, Israel y Judá mantenían su identidad, pero Isaías sabía que en algún
tiempo, futuro dicha identidad se perdería para una gran parte de la casa de Israel.
Parece ser que el que la casa de Israel perdiera dicha identidad sería más bien un
proceso largo y no un acontecimiento, pero un proceso que fructificaría mucho antes de
la restauración.
Isaías también indica que Dios empezaría la “obra maravillosa y un prodigio” (Isaías
29: 14) de la restauración en una época en que los hombres estarían en un sueño
espiritual, sin dirección profética. Hablando de ese día Isaías exclamó: “Deteneos y
maravillaos; cegaos y quedad ciegos; embriagaos, pero no de vino; tambaleaos, pero no
de bebida fuerte. Porque Jehová derramó sobre vosotros espíritu de profundo sueño, y
cerró vuestros ojos; cubrió a los profetas, y a vuestros gobernantes y a los videntes”
(Isaías 29: 9 - 10). Por lo que, la respuesta de Isaías a la pregunta de cuando se efectuará
la restauración es que, ésta comenzará en un día en que Israel haya sido esparcido y
muchos hayan perdido su identidad y en un día cuando muchos se tambaleen y estén
adormecidos por la muerte de la guía profética. Tal descripción llena muy bien las
condiciones de la época cuando el Señor se apareció al profeta José Smith.
Isaías aclaró que los gentiles que acepten el evangelio y trabajen para cumplir su parte
en la restauración tendrán acceso a todos los convenios y bendiciones de Dios,
incluyendo las del templo. Para los “extranjeros,” un término usado aquí para referirse
a los gentiles, que estén dispuestos a aceptar el evangelio, el Señor promete: “yo les
daré lugar en mi casa y dentro de mis muros, y un nombre mejor que el de hijos e hijas;
les daré un nombre eterno que nunca será quitado” y además “los llenaré de gozo en mi
casa de oración; sus holocaustos y sus sacrificios serán aceptados sobre mi altar, porque
mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos” (Isaías 56: 3 - 7; véase
también Isaías 2: 2). [6] El Libro de Mormón explica que, al final, estos gentiles fieles
serán contados entre la casa de Israel (véase 1 Nefi 14: 1 - 3; 2 Nefi 10: 18; 30: 2; 3 Nefi
16: 13; 21: 1 - 7, 22 - 25; 28: 27, 32; 30: 1- 2). De hecho, entre esos gentiles están los
hijos perdidos sobre los que Isaías profetizó que llegarían a ser reconocidos como parte
de la familia del convenio (véase Isaías 49: 18 -23). Ellos son los “hijos de la
desolada” (Isaías 54: 1), quienes, cuando sean reunidos a la familia del convenio, serán
tan numerosos que pedirán más espacio, exclamando: “Estrecho es para mí este lugar;
apártate, para que yo more en él” (Isaías 49: 20). Esas súplicas harán que el Señor les
diga a su pueblo: “Ensancha el sitio de tu tienda, y las cortinas de tus habitaciones sean
extendidas; no escatimes; alarga tus cuerdas y fortalece tus estacas. Porque te
extenderás a la mano derecha y a la mano izquierda” (Isaías 54: 2 - 3).
Los Santos de los Últimos Días se pueden identificar a si mismos con estos hijos fieles
que serán contados entre la casa de Israel, aunque ahora son “identificados con los
gentiles” (DyC 109: 60; véase también DyC 86: 8- 10; 103: 16-18). Aunque los Santos
sean considerados gentiles en la perspectiva de “judíos o gentiles” tanto de Isaías como
del Libro de Mormón , de hecho, muchos son una parte del Israel disperso que ha
perdido su identidad. Como lo explicó el élder Bruce R. McConkie: “José Smith, de la
tribu de Efraín, la principal tribu de Israel, fue el gentil por cuya mano salió a luz el
Libro de Mormón, y los miembros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los
Últimos Días, que tienen el evangelio y que son de la tribu de Israel por su linaje de
sangre, son los gentiles que llevan la salvación a los lamanitas y a los judíos.” [7]
Los profetas del Libro de Mormón compartían con Isaías que la restauración del Israel
disperso empezaría con la restauración a la fe. Hablando del Israel disperso Jacob dijo:
“El Señor será misericordioso con ellos, para que cuando lleguen al conocimiento de su
Redentor, sean reunidos de nuevo en las tierras de su herencia” (2 Nefi 6: 11; véase
también 2 Nefi 10: 7 - 9; 25: 16 - 17; 30: 7 - 8).
Isaías sabía que este recogimiento del Israel disperso “ uno por uno” incluiría un trabajo
para los gentiles justos, entre quienes primero sería restaurado el evangelio. El profeta
declaró:
Y acontecerá en aquel día que la raíz de Isaí, la cual estará puesta como estandarte a los
pueblos, será buscada por las naciones; y el lugar de su descanso será glorioso.
Asimismo, acontecerá en aquel día que el Señor pondrá otra vez su mano para recobrar
el remanente de su pueblo que haya quedado de Asiria, y de Egipto, y de Patros, y de
Etiopía, y de Elam, y de Sinar, y de Hamat y de las islas del mar.
Isaías sabía que la obra del Señor de “recobrar el remanente de su pueblo” empezaría con
la Restauración del evangelio de Jesucristo por medio de José Smith el profeta de los
últimos días.
Sabía además que a medida que los gentiles de los últimos días fueran llevados hacia el
estandarte, o la luz del evangelio restaurado, ellos mismos ayudarían a recoger al Israel
disperso. Isaías prometió que los gentiles “traerán en brazos a tus hijos, [de Israel] y tus
hijas serán llevadas en hombros” (Isaías 49: 22-23; véase también Isaías 66: 19-20).
Y en aquel día el resto de los de nuestra posteridad sabrán que son de la casa de Israel, y
que son el pueblo del convenio del Señor; y entonces sabrán y llegarán al conocimiento
de sus antepasados, y también al conocimiento del evangelio de su Redentor, que él
ministró a sus padres. Por tanto, llegarán al conocimiento de su Redentor y de los
principios exactos de su doctrina, para que sepan cómo venir a él y ser salvos (1 Nefi 15:
13-14). [12]
De hecho, Isaías entendió — al igual que los profetas Nefi, Mormón y Moroni— que el
mismo Libro de Mormón tendría un papel importante en los esfuerzos de los gentiles
justos para restaurar al pueblo del convenio a la verdadera fe. Él supo que este “libro
sellado” saldría a luz para “hablar desde la tierra” en una era de apostasía y confusión
(Isaías 29: 4, 9-16). Él vio que el libro sería oído por los sordos y visto por los ciegos y
que cambiaría los valores de los hombres, de manera que los bosques del Líbano, un
símbolo de orgullo y apostasía, serían transformados en un campo fértil, o sea un
símbolo de un pueblo del convenio productivo (véase Isaías 29: 17- 19). Él testificó
que el libro pondría al descubierto a los inicuos que “encubren en las profundidades sus
designios” para que el Señor no los vea, y que les enseñaría la doctrina verdadera a
aquellos “que erraron en espíritu” (Isaías 29: 4 -24; ver también 2 Nefi 27: 3; 3 Nefi 26:
6 - 8; Mormón 5: 12 - 15; Eter 3: 27 -28). [13]
Cuando los gentiles trabajen para restaurar física y espiritualmente al pueblo del
convenio, serán como sus “ayos y nodrizas”: “Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí, yo
alzaré mi mano a las naciones, y a los pueblos levantaré mi estandarte; y traerán en
brazos a tus hijos, y tus hijas serán llevadas en hombros. Y reyes serán tus ayos, y sus
reinas tus nodrizas; con el rostro inclinado a tierra se postrarán ante ti y lamerán el polvo
de tus pies; y sabrás que yo soy Jehová, porque no serán avergonzados los que esperan
en mí” (Isaías 49: 22 - 23; y también Isaías 60: 16). [15]
Nefi, el profeta del Libro de Mormón aclaró las imágenes de Isaías en este pasaje:
Y después que nuestra posteridad haya sido dispersada, el Señor Dios procederá a
efectuar una obra maravillosa entre los gentiles, que será de gran valor para nuestra
posteridad; por tanto, se compara a que serán nutridos por los gentiles y llevados en sus
brazos y sobre sus hombros.
Y también será de valor a los gentiles; y no solamente a los gentiles, sino a toda la casa
de Israel, para dar a conocer los convenios del Padre de los cielos con Abraham, que
dicen: En tu posteridad serán benditas todas las familias de la tierra.
Y quisiera, mis hermanos, que supieseis que no pueden ser bendecidas todas las familias
de la tierra, a menos que el Señor desnude su brazo a los ojos de las naciones.
Por lo que, el Señor Dios procederá a desnudar su brazo a los ojos de todas las naciones,
al llevar a efecto sus convenios y su evangelio para con los que son de la casa de Israel.
Por tanto, los sacará otra vez de su cautividad, y serán reunidos en las tierras de su
herencia; y serán sacados de la obscuridad y de las tinieblas; y sabrán que el Señor es su
Salvador y su Redentor, el Fuerte de Israel. (1 Nefi 22: 8 - 12).
Juntos, los “extranjeros” o gentiles, y los de la casa de Israel, servirán al Señor en las
tierras de promisión. “Porque el Señor tendrá piedad de Jacob, y todavía escogerá a
Israel, y lo establecerá en su propia tierra; y extranjeros se juntarán con ellos y se unirán
a la casa de Jacob. Y los pueblos los tomarán y los llevarán a su lugar; sí, desde lejos
hasta los extremos de la tierra; y retornarán a sus tierras de promisión. Y la casa de Israel
los poseerá, y la tierra del Señor será para siervos y siervas” ( 2 Nefi 24: 1 - 2; véase
también Isaías 14: 1- 2 ). [16]
El saber que los gentiles de los últimos días jugarán un papel tan significativo en la
restauración, nos ayuda a entender los comentarios del Señor cuando aprobó los escritos
de Isaías: “Pues él ciertamente habló en lo que respecta a todas las cosas concernientes a
mi pueblo que es de la casa de Israel; por tanto, es menester que él hable también a los
gentiles” (3 Nefi 23: 2).
El profeta Isaías promete que en ese día el Señor nos dará “gloria en lugar de ceniza” y
“aceite de gozo en lugar de luto” (Isaías 61: 3). Y en ese día cuando lo veamos,
confesaremos: “He aquí, éste es nuestro Dios, le hemos esperado y nos salvará; este es
Jehová; le hemos esperado” (Isaías 25: 9). Nuestro anhelo de ser parte de los que así
testifiquen, debe darnos el ánimo de seguir la amonestación del Salvador de escudriñar
diligentemente los escritos de este gran profeta. Por ese medio podremos conocer mejor
el por qué, el cuando, el cómo, y el qué de la restauración de Israel.
Notas
[1] Las siguientes son ejemplos de las enseñanzas de Isaías con respecto a las transgresiones del
pueblo. Ser orgullosos, ambiciosos y deshonestos: Isaías 1: 22-24; 2: 7, 9-11; 5: 8, 20-23; 9: 9-10; 28: 1-4, 17;
48: 4; 59: 3-5. Por rechazar a los profetas y confiar en los hombres más que en Dios: Isaías 2: 6; 8: 6-10, 19;
30: 1-12; 31: 1-3; 48: 3-8. Por ser idólatras y adúlteros: Isaías 2: 8-9; 31:7-8; 41: 22-23, 29; 44: 12-20; 46 1-8; 48: 5;
57: 3-9. Por no tener caridad y oprimirse el uno al otro: Isaías 3: 5, 15; 10: 1-4; 27: 7. Por ayunar
indebidamente y no guardar el Día de Reposo: Isaías 58: 1-14. Por amar la violencia: Isaías 59: 3-8.
[2] Isaías
compara el estado final de Israel (Biblia, versión Reina Valera 2009 ) en Isaías
1: 8 a una “enramada en viña” o como “choza en melonar” refiriéndose muy
probablemente a las chozas para las cosechas que se encuentran en los campos y que
típicamente están vacías, ignoradas y dilapidadas todo el tiempo, menos en el de
cosecha.
[4] Esta profecía fue dirigida a un hombre llamado Sebna que en esa época era un
“tesorero” en la corte real. (Véase Isaías 22: 15). Sebna era un ejemplo del pueblo
mundano y apóstata de ese tiempo. Es de interés saber que posteriormente, Sebna se
arrepintió cuando sirvió bajo el fiel rey Ezequías, y la conquista asiria predicha en esta
profecía no se efectuó. Esto fue porque Ezequías confió en el Señor y Dios los salvó de
los asirios cuando éstos los atacaron (véase Isaías 36 y 37). Tristemente, después de que
murió Ezequías, los reyes de Judá regresaron a las costumbres inicuas, y en
consecuencia, un poco más de un siglo después, Judá fue conquistado y llevado cautivo
por los babilonios. Algunos regresaron a la tierra prometida durante el período persa,
solamente para ser esparcidos nuevamente durante el período romano.
[5] La versión de Isaías 49: 1 que se encuentra en el Libro de Mormón, aclara que la
palabra “islas” es usada por Isaías al referirse al Israel esparcido. El Libro de Mormón
dice: “¡Oídme, oh casa de Israel, todos vosotros los que habéis sido separados y echados
fuera por causa de la iniquidad de los pastores de mi pueblo; sí, todos vosotros que
habéis sido separados y esparcidos, quienes sois de mi pueblo, oh casa de Israel! ¡Oídme,
islas del mar. . . ! (1 Nefi 21: 1; véase también Isaías 49: 1).
[6] Las palabras “lugar” y “nombre” en este pasaje se pueden traducir más exactamente
como “mano y un nombre.” Los traductores de la versión Reina Valera usaron la
palabra extranjero para traducir varios términos hebreos, todos ellos refiriéndose a
extraños; en cada caso significa alguien que no es de la casa de Israel, y por ende, los
hacen gentiles.
[7] Bruce R. McConkie, The Millenial Mesiah [El Mesías Milenario] (Salt Lake City:
Deseret Book, 1982), página 233. Véase también DyC 109: 60; 1 Nefi 13: 38 - 40; 15:
13-14; 22: 7 - 12. En 1 Nefi 22 leemos: “parece que la casa de Israel será dispersada,
tarde o temprano, sobre toda la superficie de la tierra, y también entre todas las naciones.
Y he aquí, hay muchos de quienes ningún conocimiento tienen ya los que están en
Jerusalén; sí, la mayor parte de todas las tribus han sido llevadas; y se encuentran
esparcidas acá y allá sobre las islas del mar” (versículos 3 y 4). Como se comentó en la
nota 5, en 1 Nefi 21: 1 sugiere que el término “islas” significaba para Nefi cualquier
lugar al cual Israel hubiera sido dispersado. Joseph Fielding Smith agregó a nuestra
comprensión de lo que pasó con esas tribus, cuando comentó acerca de los propósitos del
esparcimiento de Efraín. Entre otras cosas él declaró: “Al esparcir a Efraín. . . tenía por
objeto bendecir a las gentes de otras naciones con la sangre de Israel, entre las cuales
Efraín se “mezcló”. El esparcimiento de otros israelitas fue para el mismo propósito.”
(Joseph Fielding Smith, Doctrina de Salvación, compilado por Bruce R. McConkie [Salt
Lake City: Bookcraft, 1954-1956], vol. 3 página 237). Entonces, aparentemente,
después de haber sido llevadas cautivas lejos de la Tierra Santa, todas o al menos una
parte de las diez tribus se repartieron por sí mismas entre las naciones y fueron
asimiladas por ellas o se mezclaron con ellas. Para más comentarios acerca de este tema,
véase mi escrito “Isaías y los Gentiles” publicado en Covenants, Prophecies, and Hymns
of the Old Testament: The 30th Annual Sidney B. Sperry Symposium [Los Convenios, Las
Profecías, y los Himnos del Antiguo Testamento: El Trigésimo Simposio Anual Sidney
B, Sperry] (Salt Lake City: Deseret Book, 2001), páginas 181-184.
[8] La palabra traducida como “convertidos” es otra vez una forma del verbo hebreo šub.
[11] Victor L. Ludlow, Isaiah: Prophet, Seer, and Poet [Isaías: Profeta, Vidente y Poeta]
(Salt Lake City: Deseret Book, 1982),páginas 170-174; y Parry, Parry, y Peterson,
Understanding Isaiah páginas 120-121.
[13] Por lo general, los eruditos entienden que la primera parte del capítulo 29 de Isaías
es una profecía acerca del sitio y destrucción de Jerusalén (Ariel) y que la última parte
del capítulo es una profecía de restauración, pero con frecuencia batallan para identificar
“el libro sellado.” Una explicación sugestiva (que hace reflexionar) es que el libro es
como lo que se comenta en Jeremías 32: 9 - 15, en donde el profeta compró un terreno e
hizo que los documentos de compra se hicieran en duplicado. Una copia fue sellada y la
otra se dejó abierta, aparentemente con la idea de que si la copia abierta fuera alterada o
se pusiera en duda, entonces se podría consultar la copia sellada para establecer o validar
los términos de la transacción. Esa explicación les queda bien a la Biblia y al Libro de
Mormón — siendo la Biblia el libro “abierto” y siendo el Libro de Mormón “el libro
sellado”— que se ha de consultar en los últimos días para aclarar y establecer la verdad
del libro abierto (véase también 1 Nefi 14: 38 - 42).
[14] Para el uso de la palabra “extranjeros” en este contexto, véase más arriba la nota 6.
[15] Comentando acerca de esta profecía, Jacob el profeta del Libro de Mormón, aclaró
que los gentiles que “lamerán el polvo de sus [de Israel] pies” no son los que estén
ayudando a nutrirlos sino más bien son “los que luchen contra Sión y contra el pueblo
del convenio del Señor” (2 Nefi 6: 13).
[16] El texto de Isaías citado en 2 Nefi 24: 1- 2 contiene información adicional y
redacción que clarifica que los gentiles se unirán con Israel como siervos del Señor en las
tierras de promisión, en lugar de solo indicar que son siervos de Israel. El texto del Libro
de Mormón usa la frase “tierras de promisión” porque sus autores entendieron que había
tierras prometidas para el pueblo del convenio tanto en el Viejo como en el Nuevo
mundo.
Albedrío y libertad
Traducido de Dallin H. Oaks, "Agency and Freedom" in A Book of Mormon Treasury:
Gospel Insights from General Authorities and Religious Educators (Provo and Salt Lake
City: Religious Studies Center and Deseret Book, 2003), 32-46.
Albedrío y Libertad
Élder Dallin H. Oaks
Los términos doctrinales son albedrío y libre. Cuando hablamos de albedrío, algunas
veces combinamos ambas palabras y decimos libre albedrío. Pero algunas veces usamos
el término cuando nos referimos a la libertad así como al albedrío. En las escrituras, el
término libre algunas veces significa albedrío y otras veces significa libertad.
En vista de esta confusión, necesito definir los términos que usaré. Cuando digo
albedrío, me refiero a un ejercicio de la voluntad, el poder de escoger. Cuando digo
libertad me refiero a la capacidad y el privilegio de llevar adelante nuestras decisiones.
Esto incluye todo, desde los pensamientos, tales como el odio, hasta las acciones, tales
como el correr.
Doctrina
Mi mejor crítico es la hermana Oaks. Me dice que cuando hablo de doctrina mis
discursos son algo áridos, y que probablemente se entienden mejor si se leen que si se
escuchan. Quizás ayudaría si empezara con un bosquejo de los nueve temas de las
escrituras que trataré.
5. Cuando Dios rechazó el plan de Satanás, éste y los que lo siguieron fueron
expulsados del cielo.
6. Adán y Eva, siguiendo el plan de Dios, tomaron la decisión que ocasionó la caída,
haciendo que, en este mundo, la humanidad quedara sujeta a la muerte y al pecado.
7. Estamos aquí para ser probados, y esto no puede suceder sin oposición en todas las
cosas.
8. Para que se dé esa oposición, se le permite a Satanás que trate de persuadirnos a usar
nuestro albedrío para escoger el mal.
Para apreciar la importancia del mayor conocimiento del evangelio cual ha sido
restaurado en esta dispensación, por favor noten cuántas de esas verdades esenciales han
sido reveladas en el Libro de Mormón, especialmente en el Segundo Nefi, y en la
Doctrina y Convenios y en la Perla de Gran Precio.
El profeta José Smith definió el albedrío como "la libertad de pensamiento que el cielo
tan graciosamente ha conferido a la familia humana como uno de sus dones mas
estimados." [1] La palabra libre se usa también para describir el albedrío en el himno
que los Santos de Los últimos Días han cantado desde que se imprimió nuestro primer
himnario en 1835:
Satanás se presentó ante Dios con esta propuesta: "Heme aquí, envíame a mí. Seré tu
hijo y redimiré a todo el género humano, de modo que no se perderá ni una sola alma, y
de seguro lo haré; dame pues tu honra" (Moisés 4:1). Pero el Hijo Amado, nuestro
Salvador, quien fue "escogido desde el principio" (Moisés 4:2), le dijo al Padre: "Heme
aquí, envíame" (Abraham 3:27), y "Padre, hágase tu voluntad, y sea tuya la gloria para
siempre" (Moisés 4:2).
"Pues, por motivo de que Satanás se rebeló contra mí, y pretendió destruir el
albedrío del hombre que yo, Dios el Señor, le había dado, y que también le diera
mi propio poder, hice que fuese echado abajo por el poder de mi Unigénito;
"Y llegó a ser Satanás, sí, el diablo, el padre de todas las mentiras, para engañar
y cegar a los hombres y llevarlos cautivos según la voluntad de él, sí, a cuantos
no quieran escuchar mi voz" (Moisés 4:3-4).
El método de Satanás de asegurar "que no se perderá una sola alma (Moisés 4:1) sería el
"destruir el albedrío del hombre" (Moisés 4:3). Bajo su plan, Satanás habría sido nuestro
amo, y nos habría llevado "cautivos según la voluntad de él" (Moisés 4:4). Sin el poder
de escoger, habríamos sido como robots o como marionetas en sus manos.
5. Cuando Dios rechazó el plan de Satanás, éste y los que lo siguieron se rebelaron y
fueron expulsados del cielo. El enfrentamiento de lo que las escrituras llaman "la batalla
en el cielo" (Apocalipsis 12:7) tenía que ver con los intentos de Satanás de usurpar el
poder de Dios y de destruir el albedrío de los hijos de Dios. Una tercera parte de las
huestes del cielo usaron su albedrío para seguir a Satanás. La Biblia la describe con
algunas referencias veladas a los intentos de Lucifer por ensalzarse a sí mismo y a una
guerra en la cual el dragón y sus agentes fueron arrojados del cielo (ver Isaías 14:12-15;
Apocalipsis 12:7-9; Abraham 3:28). Ese acontecimiento se describe más claramente en
la revelación moderna:
El brillo de su rostro
Se llene de vida;
De sentarme en tu Trono."
6. Adán y Eva, siguiendo el plan de Dios, tomaron la decisión que ocasionó la Caída,
haciendo que en este mundo la humanidad quedara sujeta a la muerte y al pecado. "Mas
del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás [eso les dijo el Señor a Adán y
Eva], no obstante, podrás escoger según tu voluntad, porque te es concedido; pero
recuerda que Yo lo prohíbo, porque el día en que de él comieres, de cierto morirás"
(Moisés 3:17). Adán y Eva pudieron efectuar la Caída por su decisión, porque tenían
alternativas y tenían el albedrío, cuya esencia se explica en estas palabras: "Podrás
escoger según tu voluntad, porque te es concedido".
Así vemos que lo que llamamos "la Caída," y "la transgresión de Adán," era un paso
necesario y que vino como resultado de que nuestros padres hicieron uso de su don del
albedrío. Lehi explicó: "Porque he aquí, todas las cosas han sido hechas según la
sabiduría de aquel que todo lo sabe, Adán cayó para que los hombres existiesen y
existen los hombres para que tengan gozo" (2 Nefi 2:24-25).
Con la Caída vino la muerte y la oportunidad para ser probados. El Señor proclamó que
a los hijos de Adán les es concedido "discernir el bien del mal, de modo que son sus
propios agentes" (Moisés 6:56). Alma enseñó que con la Caída, los hombres habían
"llegado a ser como dioses, discerniendo el bien del mal, colocándose, o siendo
colocados, en condiciones de actuar según su voluntad y placer, ya para hacer el mal, ya
para hacer el bien" (Alma 12:31; ver también Alma 42:7).
De igual manera, el profeta Samuel enseñó: "Pues he aquí, sois libres; se os permite
obrar por vosotros mismos; pues he aquí, Dios os ha dado el conocimiento y os ha
hecho libres" (Helamán 14:30). Nótese que en esta enseñanza, la palabra libres se
refiere al albedrío.
7. Estamos aquí para ser probados, y esto no puede ocurrir sin oposición en todas las
cosas. El segundo libro de Nefi aumenta nuestro entendimiento sobre este tema. El
padre Lehi enseño a su hijo Jacob: "Porque es preciso que haya una oposición en todas
las cosas. Pues de otro modo, mi primer hijo nacido en el desierto, no se podría llevar a
efecto la rectitud ni la iniquidad, ni tampoco la santidad ni la miseria ni el bien ni el mal.
De modo que todas las cosas necesariamente serían un solo conjunto" (2 Nefi 2:11).
Y porque son redimidos de la caída, han llegados a quedar libres para siempre,
discerniendo el bien y el mal, para actuar por sí mismos, y no para que se actúe sobre
ellos, a menos que sea por el castigo de la ley en el grande y último día, según los
mandamientos que Dios ha dado.
Así pues, los hombres son libres según la carne; y les son dadas todas las cosas que para
ellos son propias. Y son libres para escoger la libertad y la vida eterna, por medio del
gran Mediador de todos los hombres, o escoger la cautividad y la muerte, según la
cautividad y el poder del diablo; pues él busca que todos los hombres sean miserables
como él. (2 Nefi 2:26-27)
"Libres . . . para actuar por sí mismos" y "libres para escoger" se refieren al albedrío.
"Libres según la carne" se refiere a la libertad como lo ilustraré más adelante.
Primero, a causa de que el albedrío es una pre-condición dada por Dios para los
propósitos de la vida mortal, ninguna persona u organización nos puede quitar el
albedrío en la vida.
Segundo, lo que se nos puede quitar o reducir según las condiciones de la vida es
nuestra libertad, la capacidad de actuar sobre nuestras decisiones. El albedrío es
absoluto, pero en las circunstancias de la vida, la libertad siempre está restringida.
La libertad puede quitarse o restringirse (1) por las leyes físicas, que incluyen las
limitaciones físicas con las cuales nacemos, (2) por nuestras propias acciones y (3) por
las acciones de otros, incluyendo los gobiernos.
Lehi enseñó a su hijo Jacob que "los hombres son libres [que tienen libertad] según la
carne" (2 Nefi 2:27). Por ejemplo, en la carne estamos sujetos a la ley de la gravedad. Si
me cuelgo de las vigas del techo del Marriott Center en la Universidad de Brigham
Young y me suelto, no soy libre de tener una caída suave. Tampoco puedo elegir
atravesar corriendo una pared de ladrillos.
Una pérdida de libertad reduce el grado con que podemos actuar sobre nuestras
decisiones, pero eso no nos priva del albedrío que Dios nos dio. Una mujer que ha
pasado gran parte de su vida confinada en una silla de ruedas expresó esa idea en un
poema. Annie Johnson Flint escribe:
Muchas pérdidas o limitaciones de libertad nos son impuestas por otros. La ciencia de
gobernar es el considerar los procedimientos y el alcance por los cuales los
representantes oficiales de un grupo de ciudadanos pueden imponer limitaciones a la
libertad de otro grupo. Las decisiones por las cuales el poder gubernamental debe
limitar la libertad de los individuos, son de las más difíciles que enfrentamos en una
sociedad organizada. ¿Cuánta limitación pueden imponer las leyes que gobiernan el uso
del suelo al derecho de una persona para usar su propiedad? ¿Cuántos impuestos
podemos cobrar y qué funciones obligatorias debe realizar el gobierno con ellos? ¿Hasta
cuánto daño a sí misma puede permitir la sociedad que se infrinja una persona por
medio de la auto-mutilación o el abuso de las drogas? Todas éstas son preguntas acerca
de la libertad.
Las interferencias con nuestra libertad, no nos privan de nuestro albedrío. Cuando el
Faraón encarceló a José, le quitó la libertad a José, pero no le quitó su albedrío. Cuando
Jesús corrió del templo a los cambistas, interfirió con su libertad de desarrollar una
actividad particular, en un lugar particular y en un tiempo específico, pero él no los
privó de su albedrío.
Tercero, nuestra doctrina nos da la certeza de que a Satanás, quien buscó quitarnos el
albedrío en la pre-existencia, no se le permite quitárnoslo en esta vida. El profeta José
Smith enseñó que el diablo no puede obligar al hombre a obrar iniquidad, ya que sólo
tiene "poder sobre nosotros sino hasta donde se lo permitimos." [6] El Élder James E.
Faust amplió este tema cuando dijo, "Ciertamente él puede tentar y él puede engañar,
pero no tiene más autoridad sobre nosotros que la que le hayamos dado." [7]
Cuarto, de acuerdo con estas enseñanzas, Satanás aún está intentando quitarnos el
albedrío, persuadiéndonos a que voluntariamente sujetemos nuestra voluntad a la suya.
Este tema tiene una fascinación morbosa para la humanidad. La antigua leyenda
alemana de Fausto trata de un hombre que vendió su alma al diablo a cambio de tener
conocimiento y poder. Ese también es el tema de la obra "El Diablo y Daniel Webster"
de Stephen Vincent Benet. Una gran variedad de prácticas modernas nos incitan a este
fin, y todas ellas acarrean peligros eternos. Y como el Élder Faust nos advirtió: "La
maldad de la adoración al diablo, la hechicería, los encantamientos, la brujería, el vudú,
la magia negra, y todas las otras formas de satanismo, debemos evitarlas como si fueran
la plaga." [8]
Quinto, también debemos evitar cualquiera de las prácticas por las que una persona trate
de entregar aunque sea una parte de su voluntad a otra persona, o que otra persona trate
de quitársela. Tales intentos, ya sea por medios químicos, de conducta, electrónicos, u
otros aún no conocidos, son contrarios al plan celestial, y por otra parte, adelantan el
plan del adversario. El albedrío, el poder de escoger, y dirigir nuestros pensamientos y
nuestras acciones, es un don de Dios, y debemos resistir cualquier cosa que lo ponga en
peligro.
Sexto, debemos evitar cualquier conducta que sea adictiva. Cualquier cosa que sea
adictiva compromete nuestra voluntad. Someter nuestra voluntad a los fuertes impulsos
impuestos por las adicciones sirve a los propósitos de Satanás y trastorna los de nuestro
Padre Celestial. Esto es aplicable a las adicciones a las drogas (tales como los
narcóticos, el alcohol, la nicotina, o la cafeína), la adicción a los juegos de azar, y
cualquiera otra conducta adictiva. Podemos evitar las adicciones al obedecer los
mandamientos de Dios.
Séptimo, debemos reconocer que algunas personas son más susceptibles que otras a las
adicciones. Quizás esa susceptibilidad sea de nacimiento, como la dolencia sin nombre a
la que el apóstol Pablo llamó "un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me
abofetee, para que no me enaltezca sobremanera" (2 Cor. 12:7). Una persona que tenga
gusto por la nicotina más fácilmente se hace adicta a fumar. Otra persona no puede
tomar un trago de vez en cuando sin ser impulsada al alcoholismo. Otra persona prueba
el juego y muy pronto se convierte en un jugador compulsivo.
Quizás estas personas, como dice el dicho, "así nacieron." Pero, ¿Qué significa eso?
¿Quiere decir que las personas susceptibles o con fuertes tendencias no tienen elección
o albedrío en estos asuntos? Nuestra doctrina nos enseña de manera diferente. Sin
importar la susceptibilidad o tendencia, su voluntad no está restringida, su albedrío está
completo. Lo que está limitado es su libertad. Otras personas son más libres, porque
cuando imprudentemente prueban las tentaciones, parecen ser inmunes a las adicciones.
Pero sin importar el grado de libertad, todos somos responsables por la manera en que
ejercemos nuestro albedrío.
Como Lehi enseñó, en esta vida solamente somos "libres según la carne" (2 Nefi 2:27).
La mayoría de nosotros nacemos con aguijones en la carne, algunos más visibles,
algunos más serios que otros. Parece que todos somos susceptibles a un desorden u otro,
pero cualesquiera que sean nuestras susceptibilidades, tenemos la voluntad y el poder
para controlar nuestros pensamientos y nuestras acciones. Esto debe ser así. Dios ha
dicho que él nos tiene por responsables de lo que hagamos y pensemos, de manera que
nuestros pensamientos y acciones deben ser controlados por nuestro albedrío. Una vez
que llegamos a la edad o la condición de responsabilidad, la expresión "así nací" no
disculpa las acciones y los pensamientos que no se ciñan a los mandamientos de Dios.
Debemos aprender a vivir de forma tal, que una debilidad de la carne (que es mortal) no
nos evite alcanzar la meta que es eterna.
Dios ha prometido que consagrará nuestras aflicciones para nuestro provecho (ver 2
Nefi 2:2). Los esfuerzos que hagamos para vencer cualquier debilidad heredada,
construyen una fuerza espiritual que nos servirá por toda la eternidad. Así que cuando
Pablo rogó tres veces que su "aguijón en la carne" le fuera quitado, el Señor le
respondió "bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad".
Obediente, Pablo concluyó: "de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades,
para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en
las debilidades; en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque
cuando soy débil, entonces soy fuerte" (2 Cor. 12:9-10).
Octavo, cuídense del argumento de que a causa de que una persona tiene un impulso
fuerte a un hecho particular, ya no tiene la facultad de decidir y por lo tanto, ya no es
responsable de sus actos. Esta idea es contraria a las premisas más fundamentales del
evangelio de Jesucristo.
Me supongo que es inevitable que quienes se han rendido a sus impulsos tratarán de
usar la defensa del "impulso irresistible," pero en las cortes celestiales, dicha defensa
será transparente para el Gran Juez, que ve nuestros hechos "y conoce todos los
pensamientos e intenciones del corazón" (Alma 18:32).
Hay mucho que no sabemos acerca del grado de libertad que tenemos a causa de los
aguijones en la carne que nos afligen en esta vida. Pero esto sí sabemos: Todos tenemos
nuestro albedrío y Dios nos tiene por responsables por la forma en que lo usemos ya sea
en pensamiento o en hecho. Eso es fundamental.
Dios nos ha mandado en la revelación moderna que no nos enredemos en el pecado (ver
D. y C. 88:86). él ha dicho: "Y salid de entre los inicuos. Salvaos. Sed limpios, los que
lleváis los vasos del Señor" (D. y C. 38:42). Este principio de la responsabilidad
individual y los mandamientos de salir de entre los inicuos y de ser limpios se aplica a
una gran cantidad de circunstancias. Hablando de albedrío y libertad, les invito a que
apliquen estos mandamientos así: Si tiene una debilidad o es susceptible a un pecado en
particular, en especial uno que pueda ser adictivo, usen su albedrío y su libertad para
marcar un camino que los aleje de las circunstancias de ese pecado particular.
Que Dios nos bendiga para que vivamos nuestras vidas de forma que evitemos
enredarnos en el pecado y poner en peligro nuestro precioso don del albedrío. Que
aceptemos la responsabilidad por nuestros pensamientos y nuestras acciones y que
podamos usar nuestro albedrío para tomar decisiones rectas y para actuar en base a ellas
ya que tenemos la libertad de hacerlo así.
Para concluir, regreso a las palabras de Nefi en 2 Nefi 33 que es el capítulo final:
Notas
[1] José Smith, Enseñanzas del Profeta José Smith, comp. Joseph Fielding Smith (Salt
Lake City: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los últimos Días, 1954), pág. 52.
[2] "Sabed que el Hombre Libre Está," Himnos de Sión (Salt Lake City: La Iglesia de
Jesucristo de los Santos de los últimos Días, 1978) núm. 92.
[3] Ver José Fielding Smith, Doctrinas de Salvación, Vol.1 (Salt Lake City, Utah:
Bookcraft 1954), págs. 61 y 66.
[4] Orson F. Whitney, "Imanuel-a Christmas Idyll," en The Poetical Writings of Orson F.
Whitney (Salt Lake City: Juvenile Instructor Office, 1889), págs. 136-39.
[5] Annie Johnson Flint, "My Wants," copia no publicada en posesión del autor.
[6] José Smith, Enseñanzas, pág. 216; ver también 225, 227.
[7] James E. Faust, "'The Great Imitator'" Ensign, November 1987, pág. 35.
Este discurso fue transmitido a los educadores de religión del Sistema Educativo de la
Iglesia el 3 de febrero de 2006.
Expreso mi amor por ustedes y les transmito la gratitud de los Doce y de la Primera
Presidencia por la recta influencia que ejercen en los jóvenes de la Iglesia en todo el
mundo. Gracias por bendecir y fortalecer a la nueva generación. Ruego que el Espíritu
Santo nos bendiga y edifique durante este momento especial que pasaremos juntos.
Me temo que recalcamos y sabemos mucho más sobre ser un maestro que enseña por el
Espíritu que ser un alumno que aprende por la fe. Obviamente, los principios y procesos
de la enseñanza y el aprendizaje son espiritualmente esenciales; sin embargo, al
vislumbrar el futuro y prever el mundo cada vez más confuso y atribulado en el que nos
tocará vivir, creo que resultará esencial que todos aumentemos nuestra capacidad de
buscar conocimiento por la fe. En nuestro diario vivir, en nuestras familias y en la
Iglesia podemos recibir, y recibiremos, las bendiciones de la fortaleza, la dirección y la
protección espirituales mientras con fe procuramos obtener y poner en práctica el
conocimiento espiritual.
Nefi nos enseña: “Cuando un hombre habla por el poder del Santo Espíritu, el poder del
Espíritu Santo [...] lleva [el mensaje] al corazón de los hijos de los hombres” (2 Nefi
33:1). Fíjense en que el Espíritu lleva el mensaje al corazón, pero no lo introduce
necesariamente en su interior. Un maestro puede explicar, demostrar, persuadir y
testificar con poder y eficacia espirituales; sin embargo, el contenido de un mensaje y el
testimonio del Espíritu Santo penetran el corazón sólo cuando lo permite el receptor.
Hermanos y hermanas, aprender por la fe abre el camino que conduce al interior del
corazón. Esta noche nos centraremos en la responsabilidad personal que tiene cada uno
de nosotros de buscar conocimiento por la fe (véase DyC 88:118) y consideraremos las
implicaciones que este principio tiene para nosotros los que somos maestros.
Las enseñanzas de Pablo, Alma y Lectures on Faith resaltan tres componentes básicos
de la fe: (1) la fe es la certeza de cosas que se esperan y que son verdaderas, (2) es la
convicción de lo que no se ve y (3) es el principio de acción en todos los seres
inteligentes. Describo estos tres componentes de la fe en el Salvador como la
representación simultánea de mirar hacia el futuro, contemplar el pasado y actuar en el
presente.
La fe es la certeza de lo que se espera, ya que mira hacia el futuro. Esta certeza se basa
en la correcta comprensión de la confianza en Dios y de cómo ponerla en práctica, y nos
permite “[marchar] adelante” (2 Nefi 31:20) en situaciones inciertas y a menudo
complejas al servicio del Salvador. Por ejemplo, Nefi confió precisamente en este tipo
de certeza espiritual en cuanto al futuro cuando regresó a Jerusalén para obtener las
planchas de bronce, “sin saber de antemano lo que tendría que hacer. No obstante,
[siguió] adelante” (1 Nefi 4:6–7).
“Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está
muerta” (Santiago 2:26; cursiva agregada).
En la gran división de todas las creaciones de Dios, existen cosas que actúan y cosas
sobre las que se actúa (véase 2 Nefi 2:13–14). Como hijos e hijas de nuestro Padre
Celestial, hemos sido bendecidos con el don del albedrío, que es la capacidad y el poder
de obrar con independencia. Al estar investidos del albedrío, somos agentes, por lo que
debemos actuar y no sólo dejar que se actúe sobre nosotros, en especial cuando
procuramos recibir y aplicar conocimiento espiritual.
El alumno que ejerce su albedrío para actuar en consonancia con principios que son
correctos abre su corazón al Espíritu Santo e invita tanto al poder de Éste para enseñar y
testificar como a su testimonio confirmador. Aprender por la fe requiere un esfuerzo
espiritual, mental y físico, y no simplemente una recepción pasiva. Mediante la
sinceridad y la constancia de las obras inspiradas por la fe, indicamos a nuestro Padre
Celestial y a Su Hijo Jesucristo nuestra disposición para aprender y recibir instrucción
del Espíritu Santo. Entonces, aprender por la fe implica el ejercicio del albedrío moral
para actuar con la certeza de lo que se espera e invita a la convicción de lo que no se ve
y que procede del único maestro verdadero, el Espíritu del Señor.
Consideren cómo ayudan los misioneros a los investigadores a aprender por la fe. El
concertar y observar compromisos espirituales, como son leer el Libro de Mormón,
asistir a las reuniones de la Iglesia y guardar los mandamientos, requieren que el
investigador ejerza la fe y actúe. Una de las obligaciones fundamentales de un
misionero es ayudar al investigador a contraer compromisos y honrarlos, es decir, obrar
y aprender por la fe. A pesar de la importancia que tiene el enseñar, exhortar y explicar,
esos puntos jamás podrán transmitir al investigador el testimonio de la veracidad del
evangelio restaurado. El Espíritu Santo sólo podrá comunicar la confirmación de su
testimonio cuando la fe del investigador inicie la acción y despeje el camino que
conduce a su corazón. Los misioneros deben aprender a enseñar por el poder del
Espíritu, pero igual importancia tiene su responsabilidad de ayudar al investigador a
aprender por la fe.
“Había sido mi objeto recurrir al Señor para saber cuál de todas las sectas era la
verdadera, a fin de saber a cuál unirme. Por tanto, luego que me hube recobrado lo
suficiente para poder hablar, pregunté a los Personajes que estaban en la luz arriba de
mí, cuál de todas las sectas era la verdadera y a cuál debía unirme” (José Smith—
Historia 1:10, 18).
Fíjense en que las preguntas de José se centraban en lo que él necesitaba saber, pero
también en lo que precisaba hacer. Su primera pregunta se centró en la acción, ¡en lo
que debía hacer! Su oración no se limitó a preguntar qué iglesia era la verdadera, sino
que preguntó a qué iglesia debía unirse. José fue a la arboleda a aprender por la fe y
tenía la intención de actuar.
Ciertamente, buscar conocimiento por la fe es uno de los mayores retos de esta vida.
AnchorEl profeta José Smith resume como ninguno el proceso de aprendizaje y los
resultados que intento describir. En respuesta a una petición de instrucción por parte de
los Doce, José enseñó, “La mejor manera de obtener verdad y sabiduría no es pedirla a
los libros, sino acudir Dios a través de la oración y recibir una enseñanza divina” [3] En
Anchorotra ocasión, el Profeta explicó que “leer la experiencia de otras personas o la
revelación que éstas recibieron jamás podrá darnos una comprensión de nuestra
condición ante Dios y nuestra verdadera relación con Él” [4]
Debiéramos recordar siempre que el Espíritu Santo es el maestro que, tras la pertinente
invitación, puede acceder al interior del corazón del que aprende. De hecho, ustedes y
yo tenemos la responsabilidad de predicar el evangelio por el Espíritu, sí, el Consolador,
como requisito previo para el aprendizaje por la fe que sólo se logra por medio de Él
(véase DyC 50:14). A este respecto, ustedes y yo nos asemejamos a esas largas y finas
tiras de fibra óptica que permiten la conducción de señales de luz a grandes distancias.
Así como la fibra de esos cables debe ser pura para conducir la luz con efectividad y
eficacia, también nosotros debemos ser conductos dignos a través de los cuales pueda
operar el Espíritu del Señor.
Pero, hermanos y hermanas, debemos recordar en nuestro servicio que somos conductos
y canales, y no la luz. “Porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de
vuestro Padre que habla en vosotros” (Mateo 10:20). No tiene nada que ver conmigo ni
con ustedes. De hecho, cualquier cosa que hagamos en calidad de maestros para llamar
a propósito la atención sobre nosotros (bien sea el mensaje que presentamos, los
métodos que empleamos o nuestra apariencia personal) es una forma de superchería que
restringe la eficacia de la enseñanza del Espíritu Santo. “¿La predica por el Espíritu de
verdad o de alguna otra manera? Y si es de alguna otra manera, no es de Dios” (DyC
17–18).
“Una cosa es recibir un testimonio de lo que uno ha leído o de lo que otra persona ha
dicho, lo cual es necesario como comienzo; otra cosa es que el Espíritu nos confirme
íntimamente que lo que hemos testificado es verdadero. ¿Se dan cuenta de que este
testimonio se nos restituirá a medida que lo compartamos? Al dar lo que tenemos, esto
se nos reemplazará, ¡pero aumentado!” [7]
He descubierto una característica común entre los maestros que más han influido en mi
vida: me ayudaron a buscar conocimiento por la fe y se negaron a darme respuestas
fáciles a las preguntas difíciles. De hecho, no me dieron respuesta alguna, sino que me
indicaron el camino y me ayudaron a dar los pasos para encontrar mis propias
respuestas. No siempre aprecié este método, pero la experiencia me ha permitido
entender que no solemos recordar por largo tiempo la respuesta de otra persona, si la
recordamos en absoluto; mas la respuesta que descubrimos u obtenemos mediante el
ejercicio de la fe, por lo general la conservamos toda la vida. Las enseñanzas más
importantes de la vida no se enseñan, sino que se atrapan.
Cuando todos hablan y todos escuchan de manera correcta y ordenada, todos resultan
edificados. El ejercicio individual y colectivo de la fe en el Salvador invita a la
instrucción y la fortaleza del Espíritu del Señor.
Vean como este reto inspirado es un ejemplo clásico de aprender por la fe. En primer
lugar, ni a ustedes ni a mí se nos mandó, obligó ni requirió leer, sino que se nos invitó a
ejercer nuestro albedrío como agentes y actuar de acuerdo con principios que son
correctos. El presidente Hinckley, a modo de maestro inspirado, nos instó a actuar en
vez de que se actuase sobre nosotros. En última instancia, cada uno de nosotros tuvo
que decidir cómo responder al reto y si perseveraríamos hasta el fin de la tarea.
En calidad de siervo del Señor, invoco esta bendición sobre cada uno de ustedes a fin de
que su deseo y capacidad para buscar conocimiento por la fe (y ayudar a otras personas
a buscar conocimiento por la fe) aumente y mejore. Esta bendición será una fuente de
grandes tesoros de conocimiento espiritual en su vida personal y familiar, y para
aquéllos a quienes enseñan y sirven. En el sagrado nombre de Jesucristo. Amén.
Notas
[1]. Joseph Smith, comp., Lectures on Faith (Salt Lake City: Deseret Book, 1895), 1.
[2]. Véase Boyd K. Packer, “La lámpara de Jehová”, Liahona, diciembre de 1988, págs.
32—36
[3]. José Smith, History of the Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, ed. B. H.
Roberts, 2nd ed. Rev. (Salt Lake City: Deseret Book, 1957) , 4:425.
[5]. James E. Talmage, Articles of Faith, 12th ed. (Salt Lake City: Deseret Book, 1924),
pág. 162.
[7]. Boyd K. Packer, “Lámpara de Jehová”, Liahona, octubre de 1983, págs. 34–35.
A principios de junio de 1830, José Smith comenzó a leer la Biblia de manera minuciosa
para revisarla y hacer correcciones de acuerdo con la inspiración que recibiera. Como
resultado vino la revelación de muchas verdades importantes y la restauración de
muchas de las "cosas claras y preciosas" que Nefi predijo que se quitarían de la Biblia
(ver 1 Nefi 13:23-29). En un proceso que duró cerca de tres años, el Profeta hizo
cambios, correcciones y agregó cosas según le fueron dadas por inspiración divina
mientras cumplía su llamamiento de proporcionar una traducción mas correcta para la
Iglesia. [2] En su conjunto se conoce como la "Traducción de José Smith" (TJS), o la
"Nueva Traducción," que es como José Smith se refería a ella. [3] El títuloVersión
Inspirada se refiere a la obra editada e impresa en Independence, Missouri, por la
Comunidad de Cristo (antes la Iglesia Reorganizada de Jesucristo de los Santos de los
Últimos Días). El Libro de Moisés en la Perla de Gran Precio es el principio de la
Nueva Traducción, y corresponde en la Biblia a Génesis 1:1 al 6:13.
La traducción
La primera revelación de la TJS fue la que ahora tenemos como Moisés 1. Es el prefacio
al libro de Génesis. Este es el principio del manuscrito mas antiguo de la Nueva
Traducción, nombrado como Manuscrito 1 del Antiguo Testamento (OT1 [por sus siglas
en inglés]). [4] Quienes sirvieron como escribientes para lo que ahora est en el Libro de
Moisés fueron:
. 118). Eclesiastés es el único libro que no se menciona. Con respecto a otro libro, el
manuscrito indica, "El Cantar de los cantares de Salomón no son escritos inspirados"
(OT2, p. 97).
La mayoría de los pasajes en la Nueva Traducción se revelaron con claridad desde la
primera vez y muestran la necesidad de muy pocos ajustes posteriores. Pero en algunos
pasajes se nota que el Profeta batalló con la redacción hasta que quedó satisfecho de que
era aceptable al Señor. Su esfuerzo cuidadoso va de acuerdo con las instrucciones que
había recibido previamente de que debemos "estudiarlo en [nuestra] mente" mientras
escuchamos al Espíritu y aplicar nuestro mejor esfuerzo, después de lo cual vendras una
confirmación si es lo correcto (ver D. y C. 9:7-9).
En muchas de las paginas de los manuscritos, hay revisiones que se hicieron algún
tiempo después del dictado original. Estas son de dos tipos: (1) Algunas son puramente
mecanicas tales como la inserción de signos de puntuación, la numeración de los
versículos, o cambios a minúsculas o mayúsculas. Es muy probable que dichas
revisiones se hicieran al tiempo de preparar el manuscrito para su publicación. (2) En
muchos otros casos, se agregaron palabras al texto o se revisó la redacción. [8] Algunas
de estos cambios son simplemente para corregir errores en el registro original, por
ejemplo, cuando el Profeta se saltaba palabras al dictarlas o cuando su escribiente las
escribió incorrectamente. Pero en algunas de las inserciones se revisa la redacción o se
añaden palabras o frases para producir significados distintos a los registrados en el
dictado original. Por este proceso, se hicieron muchas revisiones importantes al material
del Libro de Moisés. No sabemos cuando hizo el Profeta estos cambios finales. Algunas
personas creen que él trabajó en la traducción periódicamente durante el resto de su
vida; pero la evidencia muestra que la mayoría o todas las revisiones hechas por José
Smith se habían efectuado para el verano de 1833 o no mucho después.
En las décadas posteriores a la muerte del Profeta, los Santos de los Últimos Días en
Utah no tuvieron acceso a los manuscritos de la Nueva Traducción y sabían muy poco
acerca de cómo fue que se efectuó. Ninguno de los participantes en la traducción estaba
con la Iglesia cuando los Santos se fueron al oeste en 1846. [12] Esta y otras
circunstancias relacionadas resultaron en ideas equivocadas acerca de la traducción que
finalmente han llegado hasta nuestra cultura. Entre estas ideas erróneas es ten las
creencias de que el Profeta no terminó traducción y que no intentó publicarla durante su
vida. Una investigación minuciosa hecha por el profesor de la Universidad de Brigham
Young Robert J. Matthews muestra que estas ideas son refutadas por las mismas
palabras de José Smith. [13] ¿Estaba lista para la imprenta la Nueva Traducción el día
que murió José Smith? El profesor Matthews ha dicho: "Parece que la conclusión basica
es que el trabajo de la traducción era aceptable de acuerdo a lo que el Señor le pidió al
Profeta en esa época, pero el manuscrito no estaba totalmente listo para ser impreso."
[14]Aún se necesitaba mucho trabajo para refinar la división por versículos y para dar
una ortografía y puntuación consistentes. Adem algunos de los cambios particulares
resultaron en una redacción desigual que debía refinarse. En breve, aunque José Smith
había terminado la obra inspirada de la traducción, cuando él murió, el texto aún
necesitaba una buena revisión,
Tipo de cambios
José Smith tuvo la autoridad para hacer cambios en la Biblia según lo dirigió Dios. En
una revelación se le llama un "vidente, revelador, traductor" (D. y C. 107:92), y en
varios pasajes de la Doctrina y Convenios, el Señor confirmó su trabajo de la traducción
(D. y C. 35:20; 43:13-13; 73:3-4; 90:13; 93:53; 94:10). El Profeta le llamó a su revisión
una "traducción," aunque ésta no incluyó el crear una nueva presentación basada en los
manuscritos hebreos o griegos. En lo que se refiere a la traducción de la Biblia, él nunca
dijo haber consultado un texto distinto al de su biblia en ingles, pero él la "tradujo" en el
sentido de presentarla en una forma nueva.
Parece que hubo varios tipos de cambios hechos en este proceso, pero es difícil saber
con certeza el origen o naturaleza de un cambio en particular. Propongo las siguientes
categorías de revisiones:
1. Restauración de texto original. Ya que Nefi nos dice que "muchas cosas claras y
preciosas" serían "quitadas" de la Biblia (1 Nefi 13:28), podemos tener la certeza de que
la TJS incluye la restauración de cosas que una vez estuvieron en los manuscritos
originales. El Señor le predijo a Moisés que algunas cosas de su registro iban a ser
quitadas y restauradas en los últimos días: "Tu escribir las cosas que yo hablaré. Y en el
día en que los hijos de los hombres menosprecien mis palabras y quiten muchas de ellas
del libro que tú escribas, he aquí levantaré a otro semejante a ti, y de nuevo existir entre
los hijos de los hombres, entre cuantos creyeren" (Moisés 1:40-41). José Smith fue el
hombre semejante a Moisés a quien el Señor levantó para restaurar el material perdido
del Libro de Moisés, y también el de otros escritores de la Biblia. Pero José Smith no
restauró las palabras precisas de los textos perdidos porque estaban escritos en hebreo o
griego (o en otras lenguas antiguas) y porque la Nueva Traducción iba a ser en inglés.
De esta forma, su traducción, en el idioma inglés de su propia época, restauraría el
significado y el mensaje de los pasajes originales pero no necesariamente las palabras y
los adornos literarios que los acompañaban cuando fueron escritos por primera vez. Este
es el porqué su obra puede ser llamada una "traducción." Algunas partes del Libro de
Moisés-incluyendo la visión de Moisés en el capítulo 1 y las visiones de Enoc en los
capítulos 6 y 7-no tienen equivalente en la Biblia. Es muy probable que estos pasajes
son la restauración de material que alguna vez estuvo en los manuscritos antiguos.
2. Restauración de lo que alguna vez se dijo o se hizo pero que nunca estuvo en la
Biblia. José Smith declaró: "Por lo que podemos aprender de las escrituras con respecto
a las enseñanzas del cielo somos inducidos a creer, que desde el principio se han dado
muchas instrucciones al hombre las cuales no tenemos." [15] Quiz la TJS incluye
enseñanzas o eventos en los ministerios de profetas, apóstoles o de Jesús mismo que
nunca se registraron antiguamente. Es probable que la TJS incluya que los escritores de
la Biblia no conocían, que decidieron no incluir, o que por descuido lo omitieron
(comparar con 3 Nefi 23:6-13).
3. Revisión para hacer la Biblia mas comprensible para los lectores modernos. La
mayoría de los cambios en la TJS caen en esta categoría. Hay muchas instancias en las
cuales el Profeta reacomodó el orden de las palabras para que el texto fuera mas facil de
leer o para modernizar el idioma. Unos ejemplos de modernización del idioma incluyen
los muchos cambios (en el inglés) de palabras: de wot (palabra en desuso) a know
(saber, conocer), [16] el artículo a en lugar de an si antecede a una palabra que empiece
con h, de saith a said (dijo), de that (ese, esa) and which (cual) to who (quien), y de
ye(vosotros) and thee (vos) to you (tú y ustedes). [17] En muchas instancias José Smith
agregó expresiones cortas para que el texto fuera menos ambiguo. Por ejemplo, para
aclarar el significado del pasaje hay varios lugares en donde la palabra él es
reemplazada por un nombre personal. Tal es el caso en Génesis 14:20 (KJV "Y él dio" =
TJS "Y Abram dio"), y en Génesis 18:32 (KJV "Y él dijo . . . Y él dijo . . ." = TJS "Y
Abraham dijo . . . Y el Señor dijo . . ."
4.- Correcciones para poner el lenguaje bíblico de acuerdo con las verdades que se
hallan en otras partes de la Biblia o en otras revelaciones. José Smith dijo: "[Hay]
muchas cosas en la Biblia que, como est ahora, no concuerdan con la revelación que
recibo del Espíritu Santo." [18] Donde hubiera cosas inexactas en la Biblia, sin importar
su origen, por virtud de su llamamiento le correspondía al Profeta cambiar lo que
tuviera que ser cambiado. En donde la revelación moderna había dado una explicación
mas clara de una doctrina contenida en la Biblia de manera menos adecuada, era
apropiado que José Smith agregara una corrección-aunque dicha corrección no refleje lo
que se encuentra en los manuscritos antiguos. El Profeta también tenía la autoridad para
hacer cambios cuando un pasaje no era consistente con la información de otras partes de
la Biblia misma. El siguiente ejemplo quiz ayude a entender este tipo de corrección: El
evangelio de Juan declara, "A Dios, nadie le vio james" (Juan 1:18) y eso contradice la
experiencia de José Smith (José Smith-Historia 1:17-20) así como varios ejemplos en la
misma Biblia de profetas que han visto a Dios (por ejemplo, 24:9-11; 33:11; Números
12:6-8; Isaías 6:1; Amós 9:1). La TJS de Juan 1:18 aclara el texto y lo hace consistente
con lo que sabemos de otras fuentes reveladas.
Historia posterior
Cuando murió José Smith, los manuscritos de la Nueva Traducción no estaban en
posesión de la Iglesia, sino que los tenía su familia; quienes permanecieron en Illinois
cuando los líderes de la Iglesia y la mayoría de los santos se fueron al oeste. En 1867,
La Iglesia Reorganizada de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días publicó la
Nueva Traducción bajo el título Las Santas Escrituras, Traducidas y Corregidas por el
Espíritu de Revelación, por José Smith hijo, el Vidente. El nombre Versión Inspiradapor
el cual se le conoce comúnmente, se agregó en la edición de 1936, pero no es incorrecto
referirse a ella con ese nombre desde su primera publicación en 1867. Al momento de la
muerte de José Smith, la puntuación y la numeración por versículos en los manuscritos
aún necesitaban ser refinados. La puntuación y la división por versículos de la Versión
Inspirada la proporcionó el Comité de Publicaciones RSUD durante 1866-1867.
En el año 1851, el élder Franklin D. Richards del Quórum de los Doce Apóstoles estaba
sirviendo como presidente de la Misión Britanica, en la ciudad de Liverpool. Sintiendo
la necesidad de poner a disposición de los Santos algunas de las revelaciones de José
Smith que ya se habían publicado en los Estados Unidos, compiló un folleto misional
titulado La Perla de Gran Precio. [19] Su intención era que su "pequeña colección de
verdades preciosas" pudiera aumentar la capacidad [de los santos] para sostener y
defender la santa fe." [20] En ella él incluyó entre otros textos importantes, trozos de la
Nueva Traducción de la Biblia hecha por el Profeta que ya se habían publicado en
algunos periódicos de la Iglesia y en otras partes: los primeros cinco capítulos y medio
de Génesis y Mateo 24. El élder Richards no tuvo acceso a los manuscritos originales de
la TJS, y la Versión Inspirada de la RSUD aún no había sido publicada. Para los
capítulos de Génesis, él sacó el texto principalmente de trozos que se habían publicado
en los periódicos de la Iglesia en los años de los 1830 y los 1840. Esos extractos se
originaron en OT1 y no incluían las revisiones finales de José Smith que estaban
registradas en el OT2. El material de Génesis estaba en dos partes: "Extracts from the
Prophecy of Enoch . . ." [Extractos de la Profecía de Enoc] (Moisés 6:43-7:69) y "The
Words of God, which He Spake unto Moses . . ." [Las Palabras de Dios, las Cuales
Habló a Moisés] (Moisés 1:1-5:16, 19-40; 8:13-30).
Con el paso del tiempo, La Perla de Gran Precio llegó a ser un artículo literario de
importancia entre los miembros de la Iglesia. Siendo que la mayoría de los santos
britanicos eventualmente emigró a los Estados Unidos, pasó lo mismo con la
popularidad de la Perla de Gran Precio. En los años de los 1870 se tomó la decisión en
la Cabecera de la Iglesia de prepararla para distribuirla en toda la Iglesia. El élder Orson
Pratt del Quórum de los Doce Apóstoles fue asignado para preparar la edición, la cual
fue publicada en 1878. Como sabía que José Smith había hecho correcciones posteriores
a la Nueva Traducción, el élder Pratt no sacó los capítulos de Génesis de la Perla de
Gran Precio original publicada en Liverpool, sino que los obtuvo de la edición impresa
de la Versión Inspirada RSUD , los cuales copió exactamente para el Libro de Moisés.
Otra vez, el material estaba en dos partes, aunque esta vez se llamaron "Visions of
Moses" [Las visiones de Moisés] (Moisés 1) y "Writings of Moses" [Los escritos de
Moisés] (Moisés 2-8).
Las ediciones posteriores de la Perla de Gran Precio han hecho cambios menores al
material de Génesis. La edición de 1902 fue la primera en usar el nombre "El Libro de
Moisés" y la primera en poner capítulos, versículos y notas de referencias al pié de las
paginas. Se hicieron algunas revisiones menores en el texto. La edición de 1921 fue la
primera en ser impresa en paginas de dos columnas. El nombre actual "Selecciones del
Libro de Moisés," se cambió en la edición de 1981. Dicho nombre reconoce que la Perla
de Gran Precio contiene solamente parte del registro de Moisés.
Debido a que los Santos en Utah sabían muy poco acerca de la Traducción de José
Smith y tampoco tenían acceso a sus documentos originales, no tuvo un uso
generalizado dentro de la Iglesia, con excepción de los trozos que son parte de la Perla
de Gran Precio. Durante las décadas de 1960 y 1970, el profesor Robert Matthews
efectuó una investigación exhaustiva de los manuscritos. [22] Su estudio confirmó la
integridad en lo general de la Versión Inspirada impresa y nos enseñó muchas cosas
relativas a la Nueva Traducción y como se realizó. [23] Durante ese proceso, el profesor
Matthews trajo la TJS a la atención de los miembros de la Iglesia. [24]
En 1979, cuando la Iglesia publicó una edición SUD de la Biblia en el idioma inglés, se
incluyeron en ella, en las referencias y en un apéndice, grandes cantidades del material
de la Nueva Traducción. En años subsecuentes, se incluyeron trozos de la TJS en la
"Guía para el Estudio de las Escrituras" que es una combinación de concordancia y
diccionario de la Biblia publicado con las escrituras SUD en idiomas distintos al inglés.
Un aspecto significativo de estas publicaciones es que han hecho accesible la TJS a un
grado como nunca antes. Ahora, las Autoridades Generales, los escritores de los cursos
de estudio, los eruditos, y los estudiosos pueden usarlas con liberalidad en sus
investigaciones y escritos, y así colocarla en su justo lugar junto a las otras grandes
revelaciones del Profeta José Smith. Los Santos de los Últimos Días saben que José
Smith fue designado por el Señor para proporcionar una traducción correcta de la Biblia
(ver D. y C. 76:15). Dios la apoyó en palabras fuertes: "y se daran las Escrituras, tal
como se hallan en mi propio seno, para la salvación de mis escogidos" (D. y C. 35:20).
La Nueva Traducción es, según lo comentó el élder Dallin H. Oaks del Quórum de los
Doce Apóstoles, "un miembro de la familia real de escrituras" y que "debe ser
reconocida y honrada en cualquier ocasión en que esté presente." [25]
Notas:
[1] La mayor parte de este artículo ha sido condensada y actualizada del capítulo "What
is the Joseph Smith Translation" [En Que Consiste la Traducción de José Smith], en
Kent P. Jackson, The Restored Gospel and the Book of Genesis [El Evangelio
Restaurado y el Libro de Génesis] (Salt Lake City: Deseret Book, 2001), p. 25-42.
[5] En una carta fechada el 31 de julio de 1832, el Profeta declaró: "Hemos terminado la
traducción del Nuevo Testamento . . . , estamos haciendo grandes avances en el viejo
libro (Antiguo Testamento) y con la fuerza del Señor podemos hacer todas las cosas de
acuerdo con Su voluntad." De José Smith para W.W. Phelps, 31 julio 1832, Ms 155,
Caja 2 legajo 3, de la Colección de José Smith, Archivos de la Iglesia de Jesucristo de
los Santos de los Ultimos Días. Publicada en Dean C. Jessee, ed., The Personal Writings
of Joseph Smith [Los Escritos Personales de José Smith] (Salt Lake City: Deseret Book,
1984), p. 248.
[6] Sidney Rigdon, José Smith, y Frederick G. Williams a los Hermanos en Sión, 2 julio
1833, Libro de Cartas de José Smith 1, 51 (Ms. 155, Caja 2 legajo 1), de la Colección de
José Smith, Archivos de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
Publicada en José Smith, History of the Church 1:368.
[8] Algunas de estas inserciones requerían mayor espacio del que había entre los
renglones del texto y se escribieron en pedazos de papel y se agregaron sujet doles con
alfileres-el equivalente del siglo XIX-a las grapas o los sujetadores para papel.
[9] Las evidencias se encuentran en Matthews, "Joseph Smith's Efforts to Publish His
Bible Translation" [Los esfuerzos de José Smith para publicar su traducción de la
Biblia], Ensign, Enero de 1983, p. 57-64.
[10] The Evening and Morning Star 1, num. 3 (agosto 1832); pgs. 2-3 (Moisés 7); 1, en
el núm. 10 (marzo 1833): 1 (Moisés 6: 43-68); 1, en el núm. 11 (abril 1833): 1, (Moisés
5:1-16); 1, en el núm 11 (abril 1833): 1-2 (Moisés 8:13-30); La Doctrina y Convenios
de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (Kirtland, Ohio: F. G.
Williams & Co., 1835). "Primer Discurso," 5 (Hebreos 11:1); "Segundo Discurso," 13-
18 (Moisés 2:26-29; 3:15-17, 19-20; 4:14-19, 22-25; 5:1, 4-9, 19-23, 32-40); Times and
Seasons 4, núm. 5 (16 enero 1843); p. 71-73 (Moisés 1); Pedro Crawley, A Descriptive
Bibliography of the Mormon Church, Volume 1, 1830-1847 (Provo, Utah: Religious
Studies Center, Brigham Young University, 1997), p. 60-61 (Mateo 24).
[11] Ver Matthews, "A Plainer Translation," p. 40-48, 52-53.
[12] José Smith (murió en 1844), Oliver Cowdery (excomulgado en 1838), John
Whitmer (excomulgado en 1838), Emma Smith (no fue al oeste), Sidney Rigdon
(excomulgado en 1844), y Frederick G. Williams (excomulgado en 1839, y murió en
1842)
[15] The Evening and Morning Star 2, num. 18 (marzo 1834): p. 143.
[16] El manuscrito para texodo 32:1 cambia wot a know con una nota indicando que
know "debe ponerse en lugar de 'wot' en todos los lugares".
[18] José Smith, The Words of Joseph Smith: The Contemporary Accounts of the
Nauvoo Di-courses of the Prophet Joseph Smith,[Las Palabras de José Smith: Una
Relación Contempora de los Discursos de José Smith en Nauvoo], comp y ed. Andrew
F. Eaht y Lyndon W. Cook (Provo, Utah: Religious Studies Center, Brigham Young
University, 1980), p. 211; se modernizó la ortografía y el uso de las letras mayúsculas.
[19] The Pearl of Great Price: Being a Choice Selections from the Revelations,
Translations, and Narrations of Joseph Smith, First Prophet, Seer, and Revelator to the
Church os Jesus Christ of Latter-Day Saints [La Perla de Gran Precio: Una selección de
las Revelaciones, Traducciones y Narraciones de José Smith, el Primer Profeta, Vidente
y Revelador de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días] (Liverpool: F.
D. Richards, 1851).
[22] Robert J. Matthews, "A Study of the Doctrinal Significance of Certain Textual
Changes Made by the Prophet Joseph Smith in the Four Gospels of the Inspired Version
of the New Testament" [Un Estudio del Significado Doctrinal de Cambios a Ciertos
Textos, Hechos por el Profeta José Smith en los Cuatro Evangelios en la Versión
Inspirada del Nuevo Testamento] (Tesis Magisterial, Brigham Young University, 1960),
y "A Study of the Text of the Inspired Revision of the Bible" [Un Estudio del Texto de
la Versión Inspirada de la Biblia] (Disertación de Doctorado, Brigham Young
University, 1968). El libro "A Plainer Translation"fue publicado en 1975.
[25] Dallin H. Oaks, "Scripture Reading, Revelation, and Joseph Smith's Translation of
the Bible", [La Lectura de las Escrituras, La Revelación y la Traducción de la Biblia por
José Smith] en Millet y Matthews, Plain and Precious Truths Restored, p. 13.
El Libro De Mormón una Gran Respuesta a la "Gran
Interrogante"
Élder Neal A. Maxwell
El Élder Neal A. Maxwell (1926-2004) fue miembro del Quórum de los Doce Apóstoles
El Libro de Mormón brinda grandes y profundas respuestas a lo que Amulek llamó “el
gran interrogante” — a saber:¿ realmente ha de haber un Cristo?— (Alma 34: 5-6). El
Libro de Mormón con claridad y con evidencia dice: “¡Sí! ¡Sí! ¡Sí!” Es más, en su tema
central el libro declara que “todas las cosas que han sido dadas por Dios al hombre,
desde el principio del mundo, son símbolo de [Cristo]” (2 Nefi 11: 4). ¡Cuán
sorprendentes son sus respuestas, si consideramos todo lo que Dios pudo haber escogido
para decirnos! Él, ante quien se encuentran todas las cosas — pasadas, presentes y
futuras— continuamente (véase DyC 130: 7), ha decidido decirnos acerca del
“evangelio” (3 Nefi 27: 13-14, 21; DyC 33: 12; 39: 6; 76: 40-41) — las trascendentales
“buenas nuevas,” — las resplandecientes respuestas a la “gran interrogante.”
No debe sorprendernos que este glorioso mensaje del evangelio sea más perfecto que
cualquiera de sus mensajeros, salvo Jesús solamente. Ni debería sorprendernos que el
mensaje del evangelio sea más comprensible que la inteligencia de cualquiera de sus
portadores u oidores, salvo Jesús solamente.
Al parecer, José Smith lo tradujo a un promedio de ocho de sus páginas impresas cada
día, por tanto, el significado completo del Libro de Mormón no pudo ser apreciado de
inmediato y por completo por el Profeta José. El profesor Jack Welch ha dicho, que
según este promedio solamente se habría utilizado un día y medio en traducir los
primeros cinco capítulos de Mosíah, un extraordinario sermón sobre el cual se
escribirán libros.
Al salir a la luz, como pasó con el Libro de Mormón, en el ‘Cinturón de la Biblia’ (en la
región sureste de EEUU) y en las condiciones del resurgimiento religioso en los
primeros días de esta dispensación, nosotros los de la Iglesia hemos sido lentos en
apreciar su relevancia especial hacia la condición erosiva de nuestra época, la parte final
de esta dispensación. Aunque la duda y la incredulidad han crecido entre algunos
eruditos y clérigos con respecto a la realidad histórica de Jesús; esas, no eran las
condiciones en los Estados Unidos de 1830. Por lo tanto, hablando demográficamente,
la mayor parte del “ministerio” del Libro de Mormón está sucediendo en una época de
malestar e incertidumbre profundas con respecto a la “gran interrogante;” la gran
pregunta, ya que para contestarla ¡fue creado el Libro de Mormón!
Otra impresión fuerte es la forma en que el Libro de Mormón predice la salida, en los
útimos días, de “otros libros” de escrituras (1 Nefi 13: 39), de los cuales forma parte,
“probando al mundo que las Santas Escrituras son verdaderas, y que Dios inspira a los
hombres y los llama a su santa obra en esta edad y generación, así como en las
antiguas” (DyC 20: 11).
La convergencia de estos “otros libros” de escritura con la preciosa Biblia es parte del
ritmo de la Restauración. El ritmo hubiera sido imposible de no ser por los esfuerzos de
personas devotas y heróicas, incluyendo a los profetas judíos y al pueblo judío de la
antigüedad que, en las palabras del Libro de Mormón, tuvieron “afanes,” “trabajos,” y
“aflicciones” a fin de preservar la Biblia para nosotros. Lamentablemente, como fue
previsto, los judíos, como pueblo, no han recibido el agradecimiento por esa
contribución y en vez de eso han sido “escarnecidos,” “desdeñados” y se “han burlado
de ellos” (véase 2 Nefi 29: 4-5; y 3 Nefi 29: 4, 8). Muchos años después se ve
reflejada, también de manera simbólica, otra expresión del ritmo de la Restauración en
las tumbas de algunos miembros de la Iglesia de los años 1830 sepultados en Ohio e
Indiana. Descubiertas recientemente, hay un rastro de lápidas que testifican pues
representan en piedra, réplicas de la Biblia y del Libro de Mormón. Estos miembros se
sintieron doblemente bendecidos y quisieron que el mundo lo supiera.
Las escrituras existentes nos avisan de más de veinte de esos “otros libros” que deben
salir [1] (véase 1 Nefi 19: 10-16). De hecho, algún día, “se revelarán a los hijos de los
hombres todas las cosas jamás habidas entre ellos, y cuantas habrá” (2 Nefi 27: 11). Por
eso, el noveno artículo de fe es ¡una declaración tan impresionante! Sin embargo, mi
opinión personal, es que no obtendremos escrituras adicionales hasta que aprendamos a
apreciar por completo las que ya tenemos.
Mientras tanto, aunque las críticas acerca del Libro de Mormón sigan intensificándose,
el libro sigue testificando y diversificando sus muestras de consistencia interna, de su
riqueza conceptual, y de sus conexiones con la antigüedad.
La plenitud de la Restauración continuó tal como fue prevista por Amós al decir que
habría: “hambre a la tierra, no hambre de pan ni sed de agua, sino de oír la palabra de
Jehová” (Amós 8: 11). El fin de ese hambre se marcó con la llegada del Libro de
Mormón y de los “otros libros”.
Tales libros han sido, y siguen siendo, los medios del Señor para preservar la memoria
espiritual de siglos pasados. Sin memoria moral, pronto llega la tragedia espiritual:
“Aconteció que había muchos de los de la nueva generación. Que . . . no creían lo que
se había dicho tocante a la resurrección de los muertos, ni tampoco creían lo
concerniente a la venida de Cristo” Mosíah 26: 1- 2).
Aún así, muchos desacreditan al Libro de Mormón porque no pueden ver las planchas
de las cuales fue traducido. Además, dicen que no se sabe mucho del proceso de la
traducción. Pero la promesa de Moroni a todo lector sincero, de la cual hablaremos en
breve, incluye el leer y orar acerca del contenido del libro, no acerca del proceso de la
traducción. Por lo tanto, estamos por “traspasar lo señalado” (Jacob 4: 4), cuando,
hablando figurativamente, estamos más interesados en las dimensiones físicas de la cruz
que en lo que Jesús logró en ella. O, cuando rechazamos las palabras de Alma acerca de
la fe porque estamos más fascinados por el sombrero que usó José Smith para evitar la
luz durante parte del proceso de la traducción del Libro de Mormón. [2]
Dios nos da testimonio de muchas maneras: “sí, y todas las cosas indican que hay un
Dios, sí, aun la tierra y todo cuanto hay sobre ella, sí, y su movimiento, sí, y también
todos los planetas que se mueven en su orden regular testifican que hay un Creador
Supremo” (Alma 30: 44; véase también Moisés 6: 63).
Un científico británico, que es creyente, ha observado que nuestro planeta está situado
de forma muy especial: “Solamente un poco más cerca del sol, y los mares del Planeta
Tierra pronto estarían hirviendo; un poco mas lejos, y todo el mundo se volvería un
desierto congelado.” Este científico indicó: “Si nuestro planeta tuviera su órbita en la
forma equivocada. . . entonces, de forma alterna una vez cada año nos congelaríamos
como Marte y nos freíriamos como Venus. Afortunadamente para nosotros, la órbita de
nuestro planeta es casi un círculo.” [4]
Los planes totales de Dios se expresan al final del Libro de Mormón. Moroni
proporcionó un método preciso de estudio y verificación el cual, si se sigue, mostrará
entre otras cosas lo misericordioso que ha sido el Señor con los hijos de los hombres
“desde la creación de Adán” (Moroni 10: 3). La predicción , junto con el recordar,
también puede ser convincente, para mostrar el alcance del amor de Dios.
“Hablándoles de cosas que en breve se verificarían, para que supieran y se acordaran, en
el día de su cumplimiento, que se las habían hecho saber de antemano, a fin de que
creyeran” (Helamán 16: 5; véase también Mormón 8: 34-35).
Cada época necesita este mensaje arquitectónico, pero ninguna tan desesperadamente
como la nuestra, que está preocupada con el escepticismo y el hedonismo. “Porque
¿cómo conoce un hombre al amo a quien no ha servido, que es un extraño para él, y se
halla lejos de los pensamientos y de las intenciones de su corazón?” (Mosíah 5: 13).
Sin embargo, si uno se deja atrapar por los relatos de guerra en el Libro de Mormón, o si
está demasiado preocupado con el proceso de aparición del libro, las verdades
trascendentales como las que hemos visto, pueden pasar inadvertidas.
Aún la portada del libro [6] declara, entre otras cosas, que el Libro de Mormón era para
mostrarle a la posteridad “cuán grandes cosas el Señor ha hecho por sus padres.” Esa
misma falta de memoria espiritual una vez causó la declinación del antiguo Israel: “Y se
levantó después de ellos otra generación que no conocía a Jehová ni la obra que él había
hecho por Israel” (Jueces 2: 10).
¿Por qué fue tan difícil para un pueblo entero — o para Lamán y Lemuel— el mantener
la fe? Porque no estaban informados y no creían en la “manera de proceder de aquel
Dios que los había creado” (1 Nefi 2: 12; 2 Nefi 1: 10). Se hicieron muchos esfuerzos:
“yo, Nefi, les enseñé estas cosas a mis hermanos . . . les leí muchas cosas que estaban
grabadas sobre las planchas de bronce, a fin de que supieran acerca de los hechos del
Señor en otras tierras, entre los pueblos de la antigüedad” (1 Nefi 19: 22)
Es por eso que ¡es tan pertinente! el énfasis profético sobre el Libro de Mormón.
Aún las críticas acerca del libro terminarán teniendo utilidad en los planes futuros de
Dios. De acuerdo, las grandes respuestas que contiene el libro no van a ser aceptadas
ahora por los no creyentes. Tales personas no creerían en las palabras del Señor — ya
sea que vengan por medio de Pablo o de José Smith— aunque tuvieran el pergamino
original de Pablo o el acceso directo a las planchas de oro. En una ocasión el Señor
confortó a José Smith al decirle que tales personas “no quieren creer mis palabras . . .
aunque les [mostraras] todas estas cosas” (DyC 5: 7)
Por eso, algunos menosprecian al Libro de Mormón, Sin embargo, para quienes tienen
oídos para oír, representa un evocador e informativo “[clamor] desde el polvo” ( 2 Nefi
3: 20). Es la voz de un pueblo caído enviada para levantarnos. Descrito como un habla
que “ susurrará desde el polvo” (2 Nefi 26: 16) viniendo de “aquellos que han
dormido” (2 Nefi 27: 9), este sonido desde el polvo es el clamor coral de muchas voces
angustiadas que tienen un solo y simple mensaje. Sus luchas espirituales se extienden
por varios siglos pero tienen que ver con el mensaje de todas las edades; ¡el evangelio
de Jesucristo! Los pueblos del Libro de Mormón, no estaban en el escenario central de
la historia secular. En comparación el suyo fue un teatro pequeño. Aún así presentaron
el más grande mensaje de la historia.
No siendo agradable a los que buscan otros tipos de historia, el Libro de Mormón
complace a quienes están buscando genuinamente la respuesta a la “gran interrogante”
(Alma 34: 5). En contra de la triste conclusión a la que ahora muchos han llegado, el
Libro de Mormón nos declara una y otra vez que el universo no se compone de lo que
ha sido llamado “espacio geométrico sin dios.” [7]
De acuerdo, otra vez, “Los instruidos no las leerán porque las han rechazado” (2 Nefi
27: 20). Esto no se refiere solamente al profesor Anthon, puesto que se usa el
pronombre ellos en plural. La referencia sugiere un proceso mental fijo entre la
mayoría de los instruidos del mundo, quienes, por lo general, no toman en serio al Libro
de Mormón. Y aún cuando lo leen, no lo leen realmente, excepto con la idea de excluir
los milagros, incluyendo el milagro de la aparición del libro por el “don y el poder de
Dios.” Su enfoque equivocado les evita que escudriñen su contenido. Algunas veces,
como se ha dicho, ciertos mortales tienen tanto miedo de ser “tomados,” que no pueden
ser “sacados” de sus ideas erróneas. [8]
Ahora a la promesa de Moroni, la cual es una promesa que se basa en una premisa, una
promesa con varias partes. El lector debe (1) leer y meditar, (2) y recordar las
misericordias de Dios desde Adán hasta ahora, (3) orar en el nombre de Cristo y
preguntarle a Dios, con verdadera intención, si el libro es verdadero, (4) teniendo fe en
Cristo, y entonces (5) Dios le manifestará la verdad del libro. El proceso contrario,
examinar con dudas, es el lado opuesto del método de Moroni y produce conclusiones
frívolas. Con certeza, muchos lectores o examinadores de este libro, no siguen el
proceso de verificación de Moroni. Esto lleva a malos entendidos, tales como el
etiquetar al rumor, con sus miles de lenguas, ¡como el don de lenguas!
Por tanto, no debemos ser engañados y creer que estos “otros libros” van a ser bien
recibidos, especialmente por aquellos que expresan su sentido de suficiencia así: “no
puede haber más” libros y “no necesitamos más” de tales libros (2 Nefi 29: 3, 6).
Otra fuerte impresión, que tuve al volver a leerlo, es la forma en que los pueblos del
Libro de Mormón, aunque eran cristianos, estuvieron atados, hasta que vino Jesús, mas
estrictamente a la ley de Moisés de lo que nosotros en la Iglesia hemos entendido. “Y a
pesar de que creemos en Cristo, observamos la ley de Moisés, y esperamos
anhelosamente y con firmeza en Cristo, hasta que la ley sea cumplida” (2 Nefi 25: 24).
Las personas de ese entonces, debían “mirar adelante hacia el Mesías y a creer en su
venida como si ya se hubiese verificado” (Jarom 1: 11). Moisés, en efecto, profetizó
acerca del Mesías, pero no todas sus palabras están en el atesorado Antiguo Testamento.
¿Recuerdan la caminata del Jesús resucitado con dos discípulos en el camino a Emaús?
Su recorrido cubrió probablemente unos doce kilómetros y le dio tiempo suficiente a
Jesús para citar no solamente tres o cuatro profecías, sino muchas profecías, de Moisés
y de otros, concernientes al ministerio terrenal de Cristo (Lucas 24: 27).
Las escrituras que testifiquen de la divinidad de Jesús son vitales en todas las edades.
De otro modo, como lo profetiza el Libro de Mormón, Él sería considerado “como
hombre” (Mosíah 3: 9) o como una persona “de ningún valor” (1 Nefi 19: 9). A lo largo
de las décadas, la que ha sido llamada “la reducción de la cristiandad desde su interior”
[9] ha causado que un cierto número de teólogos no solamente haya reducido su respeto
por Cristo sino también por la Resurrección al considerarla solamente como “una
expresión simbólica de la renovación de vida del discípulo.” [10] Una vez más vemos la
importancia divina de los “otros libros” de escrituras: confirman la realidad de la
Resurrección, en especial el otro evangelio del Libro de Mormón en donde se narra la
visita y las instrucciones del Jesús resucitado. También ocurrió la resurrección de
muchos otros y, por instrucción específica de Jesus, se hizo un registro de ello (véase 3
Nefi 23: 6-13).
Aún el escenario político, histórico y geográfico para la aparición del Libro de Mormón
fue especial. El Presidente Brigham Young muy claramente dijo: ¿Podría el libro haber
salido y ser publicado al mundo bajo alguno de los otros gobiernos de no haber sido el
Gobierno de los Estados Unidos? NO. [Dios] ha gobernado y controlado la colonización
de este continente. Él guió a nuestros padres desde Europa hasta esta tierra . . . e inspiró
la libertad garantizada en nuestro Gobierno, aunque dicha garantía sea ignorada con
mucha frecuencia.” [12]
En medio de este drama que se está desarrollando, unos cuantos miembros de la Iglesia,
y lamento decirlo, están abandonando la causa; son comparables a quien abandona un
oasis para buscar agua en el desierto. Algunos de ellos, sin duda, nos criticarán, y serán
bienvenidos en el “grande y espacioso edificio.” Sin embargo, de aquí en adelante, en
lo concerniente a sus alojamientos religiosos, están en un hotel muy grande pero de
tercera categoría. Todos bien vestidos, como dice el Libro de Mormón, con ropa
“excesivamente fina” (1 Nefi 8: 27). No tienen otro lugar a donde ir; excepto,
esperamos que algún día, a casa.
Por tanto, las grandes respuestas a la “gran interrogante” repetidamente nos enfocan en
la realidad del “gran y postrer sacrificio.” “Y he aquí, éste es el significado entero de la
ley, pues todo ápice señala a ese gran y postrer sacrificio; y ese gran y postrer sacrificio
será el Hijo de Dios, sí, infinito y eterno” (Alma 34: 14) Estas grandes respuestas
reafirman que no tiene que existir la mortal melancolía, no importa cuan patética o
frecuentemente la expresen.
El Libro de Mormón, por supuesto, pudo haber sido otro tipo de libro. Pudo haber sido
dedicado a la marea y el flujo de la historia gubernamental, o sea, “Príncipes vienen y
príncipes van, una hora de circunstancia, una hora de espectáculo.” Sin embargo, tal
cosa no habría eliminado los muchos libros desesperantes ni la literatura de la
lamentación, de los cuales ya tenemos demasiados, cada uno parecido de una forma u
otra a la desesperanza expresada en estos versos de Shelley:
“Y si los hombres vienen a mí, les mostraré su debilidad. Doy a los hombres debilidad
para que sean humildes; y basta mi gracia a todos los hombres que se humillan ante mí;
porque si se humillan ante mí, y tienen fe en mí, entonces haré que las cosas débiles
sean fuertes para ellos” (Eter 12: 27).
Leemos de una batalla en la que “. . . durmieron sobre sus espadas . . . estaban ebrios de
ira, así como el hombre que está borracho de vino; . . . y cuando llegó la noche
quedaban treinta y dos de la gente de Shiz, y veintisiete de la gente de Coriántumr”
(Eter 15: 20-26). Sin embargo, esos son de menor importancia espiritual para el
desarrollo de nuestro discipulado que las líneas siguientes, las cuales contienen la
explicación más completa en todas las escrituras, del mandato de Jesús de que seamos
como niños pequeños (véase Mateo 18: 3): “. . . y se vuelva como un niño: sumiso,
manso, humilde, paciente, lleno de amor y dispuesto a someterse a cuanto el Señor
juzgue conveniente imponer sobre él, tal como un niño se somete a su padre” (Mosíah
3: 19).
Una razón para “escudriña[r] las escrituras” es la de descubrir estos repentinos prados
de exuberante significado, estos pastos mas verdes para que nos nutran en nuestros
tiempos de necesidad. Ciertamente, El Libro de Mormón contiene su parte, y más, de
estos. Inmediatamente después de las palabras acerca de las condiciones económicas en
la ahora desaparecida ciudad de Helam, encontramos una verdad duradera y vigorizante:
“Con todo, el Señor considera conveniente castigar a su pueblo; sí, él prueba su
paciencia y su fe” (Mosíah 23: 20-21; véase también DyC 98: 12; Abraham 3: 25).
De igual manera, el Libro de Mormón nos brinda conocimiento para el que todavía no
estamos listos para manejar completamente. De manera asombrosa, Alma incluye
nuestros dolores, aflicciones y enfermedades, junto con nuestros pecados, entre los que
Jesús “tomará sobre sí” (Alma 7: 11-12). Que experimentara esas cosas, “según la
carne.” fue parte del perfeccionamiento de la misericordia de Cristo. Cuando Nefi
exclamó “¡Oh cuán grande es el plan de nuestro Dios!” (2 Nefi 9: 13) también declaró la
forma en que Jesús sufriría “los dolores de todos. . . tanto hombres, como mujeres y
niños, que pertenecen a la familia de Adán” (2 Nefi 9: 21). El alma tiembla con esas
implicaciones. Uno se aleja llorando de esos versículos, ahondado en su adoración de
nuestro Redentor.
Dada tanta riqueza, no debe sorprendernos que los profetas nos animen a leer el Libro
de Mormón. Al cerrar sus escritos hacia aquellos que no acepten (1) las palabras de
los judíos (la Biblia), (2) sus palabras (como se encuentran en el Libro de Mormón), y
(3) también las palabras de Jesús (en el futuro Nuevo Testamento), Nefi simplemente
dijo: “me despido de vosotros para siempre” (2 Nefi 33: 14).
Mientras tanto, a los que digan: “tenemos bastante, les será quitado aun lo que tuvieren”
(2 Nefi 28: 30). Obviamente, esto no se refiere a la pérdida física de la Biblia, la cual
podrá estar en el librero o podría ser usada como sujeta libros, sino a que algunos
perderán su convicción acerca de ella, cuando “escudriña[mos] las escrituras,” la
luminosidad de algunos versículos de los diversos libros se enfoca, como un rayo laser.
Esta iluminación se arquea y luego converge, aunque estamos tratando con autores,
pueblos, lugares y épocas diferentes: “Por tanto, hablo las mismas palabras, así a una
como a otra nación. Y cuando las dos naciones se junten, el testimonio de las dos se
juntará también” (2 Nefi 29: 8).
Sin embargo, el creer, no es asunto de tener acceso a la antigüedad con todas sus
evidencias, aunque son bien recibidas dichas evidencias. Tampoco depende de la
acumulación de las evidencias históricas, las cuales también son bienvenidas. Más bien
se trata de creer en las palabras de Jesús. La fe real, como la humildad real, se
desarrolla “a causa de la palabra” y no debido a las circunstancias que la rodean (Alma
32: 13-14).
¡ Qué adecuado es que esto deba ser así! La prueba se enfoca en el mensaje, no en el
mensajero; en los principios, no en el proceso; en las doctrinas, no en la trama. El
énfasis se pone en la creencia, en sí, “a causa de la palabra.” Como Jesús le dijo a
Tomás en el Hemisferio Oriental: “bienaventurados los que no vieron y creyeron” (Juan
20: 29). Él les dijo a los nefitas: “más bienaventurados son aquellos que crean en
vuestras palabras por razón de que testificaréis que me habéis visto” (3 Nefi 12: 2).
Por lo tanto, la verdadera fe, llega mediante una intervención divina abrumadora e
intimidante. El Señor, nos dice el Libro de Mormón, es un pastor con una voz suave y
agradable (véase Helamán 5: 30-31; 3 Nefi 11: 3); y no un pastor con voz fuerte y
áspera. Algunos otros pueden, si les dejan elegir, exigir una “grabación” de la “voz del
Señor,” pero aún si se les pudiera dar, de igual forma, no aceptarían Sus doctrinas (véase
Juan 6: 66). Las cosas del espíritu se deben “buscar por la fe;” y no ser vistas a través
de los ojos rasgados del escepticismo.
Sin una fe real, los individuos, tarde o temprano, encontrarán una cosa u otra que les
sirva de piedra de tropiezo (Romanos 9: 32). Después de todo, es una cosa muy difícil
mostrar las cosas orgullosas que ellos “no habían supuesto nunca”, especialmente las
cosas que en realidad no quieren conocer. Cuando Jesús estaba hablando de Sí mismo
como el pan de vida, una doctrina poderosa llena de implicaciones que cambian la vida,
se suscitaron algunas murmuraciones, y Jesús les preguntó: “¿Esto os escandaliza?”
(Juan 6: 61). “Bienaventurado es el que no halle tropiezo en mí” (Lucas 7: 23).
Como si todo esto no fuera suficiente, el espléndido Libro de Mormón nos advierte que
un tercer testimonio de escrituras aún está por venir de parte de las tribus perdidas
(véase 2 Nefi 29: 12-14).
Es muy probable que su venida sea más dramática que la aparición del segundo
testamento. Quienes dudan o desdeñan el segundo testamento de Cristo tampoco
aceptarán el tercero. Pero los creyentes tendrán una tríada triunfal de verdad (véase 2
Nefi 29: 12-13). De no ser por el Libro de Mormón, ni siquiera sabríamos de este tercer
grupo de registros.
No sabemos cuando o como ocurrirá, pero podemos estar seguros al asumir que ese
tercer libro tendrá el mismo enfoque fundamental del Libro de Mormón” “para que. . .
el resto de la posteridad [también]. . . sea, llevado al conocimiento de mí, su Redentor”
(3 Nefi 16: 4). Si hay una portada en ese tercer grupo de registros sagrados, es
probable que nosea diferente en su propósito que la portada del Libro de Mormón
excepto por su enfoque en otros pueblos que de igual forma, recibieron una visita
personal del Jesús resucitado (véanse 3 Nefi 15: 20-24; 16: 1-4)
Por mi parte, estoy contento porque el libro estará con nosotros “mientras dure la tierra”
Necesito y quiero tiempo adicional. Para mí, hay torres, patios y alas que esperan
inspección. Mi gira por ella nunca ha sido completa. Aún tengo que entrar en algunas
habitaciones, y hay chimeneas ardiendo listas para calentarme. Aún las habitaciones a
los que le he dado un vistazo contienen más muebles y ricos detalles que se deben
disfrutar. Hay paneles incrustados con diseños, decoración y conocimiento que datan
desde Edén. También hay mesas de banquete preparadas muy afanosamente por
antecesores que nos esperan a todos. Pero, nosotros como miembros de la Iglesia,
algunas veces nos portamos como turistas apresurados, que rara vez se animan a ir más
allá del pasillo de entrada de la mansión.
Que como pueblo entero nos sintamos invitados a ir más alla del pasillo. Que podamos
entrar lo suficientemente lejos para escuchar claramente las verdades susurradas de
aquellos que han “tropezado,” y cuyos susurros despertarán en nosotros, en lo
individual y como nunca antes, la vida del discipulado.
NOTAS
[1] Las Batallas de Jehová, Jaser, las crónicas de Samuel vidente, los Hechos de
Salomón, los libros de : Natán, Semaías, Ahías, Iddo, Jehú; las Palabras de los
Videntes, cuando menos dos epístolas de Pablo, los libros de Enoc, Ezías, el Libro de
Memorias de Adán, y Gad el Vidente. Por lo tanto, estamos hablando de más de veinte
libros perdidos. También tenemos ciertas profecías de Jacob, o Israel, y profecías
extensas de José el de Egipto, de las cuales solamente tenemos una parte (véase 2 Nefi
3: 1-25; 4: 1-3; la traducción de José Smith (TJS) de Génesis 50: 24-37; Alma 46: 24-
26).
[2] Además, muy pocas personas se sientes inclinadas a seguir el consejo de Moroni con
respecto al contenido del libro: “No me condenéis por mi imperfección, ni a mi padre
por causa de su imperfección, ni a los que han escrito antes de él; más bién, dad gracias
a Dios que os ha manifestado nuestras imperfecciones, para que aprendáis a ser más
sabios de lo que nosotros lo hemos sido” (Mormón 9: 31).
[4] Alan Hayward, God Is [Dios Existe] (Nashville: Thomas Nelson, 1980) páginas 62-
63.
[7] Michael Harrington, The Politics at God’s Funeral: The Spiritual Crisis of Western
Civilization [La Política en el Funeral de Dios: La Crisis Espiritual de la Civilización
Occidental] (Nueva York: Holt, Rinchart, and Winston, 1983), página 114.
[8] C. S. Lewis, The Last Battle [La Última Batalla] (Nueva York: Collier, 1970) pág.
148.
[11] Penelope Fitzgerald, The Knox Brothers [Los Hermanos Knox] (Nueva York:
Coward, McCann, * Geoghegen, 1977), páginas 106-107).
[12] Brigham Young, en Journal of Discourses [El Diario de los Discursos] (Londres:
Latter-day Saints’ Book Depot, 1854-1886), 8: 67