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Serie de Literatura y Cultura Raditor General: Greg Dawes alitora a eargo de Ia serie: Ana Foreinito Otros titulos publicados por Editorial A Gontracorriente: Marisol Montaio, Alejandro Solomianskiy Sofia Wolhein (eds.), Otras voces. ‘Nuevas identidadles en la frontera sur de California (Testimonios) ‘Ana Pelutfo (ed), Pensa el siglo XIX desde el siglo XT. Nuevas miradas y lecturas Andrea Matallana, Bl Tango entre dos Américas. La representacin del tango ‘en Estados Unidos, 1910-1939 Brantley Nicholeon y Sophia MeClonnen (ods), The Generation of 72: Latin “America’s Forced Global Citizens Carlos Aguirre (ed), Miltantes, intelectuales y revolucionarios. Fnsayos ‘sobre marxismo e izquierda en Amérien Latina Carlos Aguirre y Javier Villa-Flores (eds), From the Ashes of History Loss ‘and Recovery of Archives and Libraries in Modern Latin America Teorizando las literaturas indigenas contemporaneas Editado por Emilio del Valle Escalante University of North Carolina—Chapel Hill Editorial BN Contra) Raleigh, NC © Emilio det Valle Escalante Revervados todas los derechos de esta edicién para: © 2015, Editorial A Contracorriente All rights reserved for this edition for © 2015, Editorial A Contracorriente ISBN: 978-0-9909191 [Ninguna parte de este libro, incluido el disefio de In cubierta, puede reprodueirse sin permiso del editor [No part of this book, including the cover, may be reproduced without expressed permission from the eto, Library of Congress Control Number: 2015939123 Library of Congress Cataloging-in-Publication Data: pending ISBN 10: 0990919102 ISBN 13: 978-0-9909191-0-0 Foto de la cubierta: “Ka’k Ijata’ / Nuevas semillas” (2019). Cortesia de David Sacach (Kagehikel Maya, Iximulew). DiseBio de interioryeubiertas: 8. F. Sotilo Dibujosen pégs. 29 117:"Tres figuras hikutuve” por Al2. Bajo licencia de dominic piblico via Wikimedia Commons. Esta obra se publica con el auspicio del Departamento de Lenguas y Literaturas Extranjeras de la Universidad Estadal de Carolina del Nort. ‘This work is published under the auspices of the DEPARTMENT OF FOREIGN LANGUAGES AND LITERATURES at NORTH CAROLINA STATE UNIVERSITY. ConTexiD0 ‘Teorizando las literaturas indigenas contempordneas: Introduecién Emilio del Valle Bscalante de una mismidad étnica cala literatura chilena Maribel Mora Curriao Peruvian Quechua Poetry (1993-2008): Cultural Agency in the Central Andes Ulises Zevallos Aguilar Oralituras y literaturas indigenas en Colombia: de la constitucién de 1991 a Ja Ley de Lenguas de 2010 ‘Miguel Rocha Vivas Parte II Indigenous Women at War: Discourses on Revolutionary Combat Arturo Arias Counter-Foundational Histories from Native Brazil: On Violence and the Aesthetics of Memory Tracy Devine Guzman Uppaajtalil maaya ko'olel: Briceida Cuevas Cob's.Je’ bix k’in and the Rights of Maya Women Paul Worley 3t 65 85 119 149 175 El rescoldo del tlicuil: Visceral Resistance and Generational 205, Tension Among Contemporary Nahua Authors ‘Adam W. Coon ‘América Latina y los Pueblos Indigenas. Para un critieade 233 Ja razén latinoamericana ‘Armando Muyolema Contribuidores Augnica Larina ¥ Los PursLos INDIGENAS. PARA UNA CRETICA DE LA RAZON LATINOAMERICANA, Armando Muyolema Universidad de Wisconsin—Madison Este trabajo argumenta que la idea de América Latina lejos de ser un topénimo vasto, singular y neutral, encarna un proyecto cultural de afirmacion y prolongacién historica del régimen cultural del colonialismo y, como tal, es el lugar de una compleja disputa po- Iitiea @ histériea que involuera a actores eoleetivos en prolongadas luchas asimétricas. En este sentido, me propongo un doble propé- sito, Por un lado, analizo la problemética significacién histérica y cultural de la “invencién de América Latina” para los pueblos in- digenas. Por otro lado, expongo de manera seminal algunas lineas de reflexién eritica sobre esa misma construceién cultural desde las experiencias colectivas de estos pueblos. Pero América Latina es ahora mismo una regién mareada por un discurso politico “progre- sista” y de gobiernos que se identifican dentro de una heterogénea tendencia del socialismo del siglo XI; unos con mayor intensidad que otros, proclaman que vivimos no sélo una época de cambios sino la utopfa de un “cambio de época”. éQué puede significar en este contexto politico e histérico reflexionar sobre la denominacion de un lugar, “América Latina”, establecido, asumido y celebrado més alld de su problemitica genealogia y de su fuerza modelado- ra de identidades, formas de vida, historias y expectativas eolecti- vas? éCudl ha sido y sigue siendo la naturaleza de la relaci6n entre Jos pueblos ind{genas y el proyecto cultural que enearna la idea de América Latina? éCémo contar la emergencia histérica de la “razon ‘atinoamericana” desde las experiencia colectiva de los pueblos in- Aigenas? ‘234 | Armando Muyolema ‘Un modo de responder a estas preguntas es que en el debate que produjo esta idea se re-articularon de manera sistemética las herencias coloniales y, por lo tanto, las politicas del nombrar, lo que produjo la emergencia de lo que lamaré la “raz6n latinoamerica- na”, eurocéntrica en su. mundo de referencias que, por fuerza de esa ‘misma raz6n, representa un poderoso locus de enunciacién politien y un proyecto cultural, sostenido hist6ricamente, de colonizacién/ intervenci6n, asimilacién o negacién de otras formas de ver y repre~ sentar el mundo, a lo largo de una extensa geografia. En la primera linea de anélisis, demostraré eémo el desa- rrollo de esta categoria ~América Latina— implicé no solo un posi- cionamiento politico-cultural dentro de las disputas imperiales por repartirse el mundo. Siendo esta una verdad bastante estudiada (Mignolo, La idea de América Latina; Santos; Ardao, América La~ tina y la latinidad), el objetivo aqui es explorar c6mo este posicio- namiento implieé la cristalizaci6n de un proyecto que proporcioné los elementos ideot6gicos y espirituales globales para re-articular las herencias coloniales en torno a un denso proyecto cultural de dimensiones regionales y transnacionales de intervencin/coloni- zaci6n, asimilacién y negacién de las culturas indigenas. La segunda linea de andlisis, que se despliega como una tra- ma paralela, como un contrapunto plasmado en el mismo acto de escribir, sittia las emergencias de las voces indfgenas, sus demandas, historicas y contemporneas, que relativizan y cuestionan Ta uni- versalidad homogénea que invoca esta denominacién continental. ‘Argumento que tal pretendida universalidad no es sino la voluntad de poder para imponer un régimen cultural, en cuyo centro como trincheras culturales— estan las institueiones de la “ciudad letra~ da” (Rama, La ciudad letrada) desde la cual lo “latino” se despliega ‘como fuerza colonizadora expansiva, que ha eondicionado y imita- do la produccién cultural de los pueblos indigenas. Genealogia de ta América Latina ‘Amediados del siglo XIX, a escasas tres 0 cuatro décadas de Ja fundacién de los estados nacionales, una pléyade de intelectuales de los paises recién independizados del mando politico de las me- ‘trépolis europeas participaron en la articulaci6n dela idea de Amé- rica Latina. Radicados en su mayorfa en las metrépolis europeas, desarrollaron un diseurso desde fuera de sus lugares de origen. El OOS... América Latina y los Pueblos Indigenas | 235 agar desde donde intervienen en el debate cultural es un lugar des- centrado desde el punto de vista de sus pertenencias nacionales. Esto nos coloca ante una formacién discursiva con un doble esta- ‘to ontolégico y un doble sentido de pertenencia. Por un lado, un conjunto de discursos “fuera de lugar”, en su sentido geogratico; For otro, un discurso compacto que define un “dentro” cultural en el mismo proceso de su produccién. Escribir desde Paris, implieé una distancia del lugar natal y, al mismo tiempo también un imaginarse dentro de un universo cultural amplio en cuya produeci6n discur- siva tuvieron una notable partieipacién. ste complejo movimiento discursivo permite visualizar un posicionamiento antagénico global frente a la voluntad expansiva de la cultura anglosajona. Este an- tagonismo cultural global ha sido bien caracterizado desde varias perspectivas.' Lo que si llama la atencién es el lado ciego de la eri- tica al ignorar los efectos de esta suerte de militancia cultural en la escala nacional; es decir, la manera como la raz6n latinoamericana se tradujo en un discurso autoritativo en la generacién de politicas calturales de intervencién en los territorios indigenas y afroameri- ‘canos. Bl cardcter de estas intervenciones nos lleva de regreso a las, politicas culturales del colonialismo. La colonizacién es un acto de poder fundacional. No solo es ocupacién del espacio y produccién del lugar como espacio so- cialmente significativo (Tuan; Lefebvre). La colonizacién no es solo desplazamiento y negacién del otro; es también, paulatinamente, una impostura politica. Segin el Oxford Dictionary of Difficult ‘Words, una impostura es “An instance of pretending to be someone eke in order to deceive others” (Hobson 220). Esta pretensin de ser alguien diferente de lo que realmente es para engafiar a otros, estd en el centro mismo de las narrativas de la conquista donde los conquistadores no son conquistadores sino divinidades cuya pre- sencia fue entendida, segiin imaginan los narradores, dentro del mito del retorno de los dioses. Por tanto, el acto de ocupacién de las espacios politicos fue representado no como un acto de fuerza a secas sino como un posicionamiento legitimado, en gran media, por Ia fuerza profética del mito. No vamos a profundizar aqui la genealogia de los discursos miticos abundantes desde las crénicas, ms tempranas; pero si es necesario enfatizar que esto es verdad no sclo en el sentido misionero que asumié la empresa colonial des- 4 Vg, en Mignolo, La idea de América Latina; y Ardao, América Latina y la latiniad. 296 | Armando Muyolema de el mismo momento de su articulacién institucional, sino, sobre todo, por el papel civilizador y salvador con que se representaron a si mismos los “descubridores”. Las narrativas del “descubrimien- to”, definen otro rasgo caracteristico de impostura polftica al arti- cular intrinsecamente una relacién de poder. Boaventura Santos, describe aceriadamente esta relacion: “Apesar de ser verdade que nao hi deseaberta sem descobr descobertos, o que hé de mais intrigante na descoberta é que em abstracto nao é possivel saber quem & quem. Ox seja, 0 acto da descoberta é necessariamente reefproco: quem descobre é tam- bbém descoberto, e vice-versa. Porque é ento to fii, em conere- to, saber quem é descobridor e quem é descoberto? Porque sendo adescoberta uma relagio de poder ede saber, é descobridor quem tem mais poder e mais saber e, com isso, a capacidade para decla- rar o outro como descoberto, Ea desigualdade de poder ede saber que transforma a reciprocidade da descoberta na apropriagio do descoberto. (6.p.) Estos son legados profundamente arraigados en los regime nes culturales en virtud de los cuales perdura, hasta la actualidad tuna fuerte jerarquizaei6n social y cultural y una actitud misionera y civilizadora en las instituciones del Estado y en las interacciones sociales de la vida cotidiana, Las imposturas politicas consisten en posicionamientos de poder que permiten hablar por los otros sin ‘otra legitimidad que el poder cultural derivado de los legados colo- niales. Implica no solo la suplantacién de la vor y el agenciamiento del sujeto subalterno sino la colonizacién activa del mundo de los deseos y expectativas colectivas de las sociedades oprimidas. Como ‘veremos més adelante, es este legado politico que subyace a las na- rrativas y pricticas de intervencién indigenistas. La colonizacién implied no solo el despojo dela palabra sino también un acto de impostura politica en virtud de la cual se articul6 una nueva narrativa sobre la experiencia colonizada de los otvos. La ‘ocupacién y despojo del espacio no fue solo una apropiacién fisica de la geografia sino el acto politico de ocupacién del lugar del otro ignorando su presencia previa. La toma de posesién del espacio y el desplazamiento de la experiencia y la ocupacién previa fueron actos simulténeos de despojo sistemitico y suplantacién politica La palabra del conquistador tendra su eficacia: hasta hoy se habla de “descubrimiento”, 0 sea, desde el punto de vista del invasor; de los relatos del conquistador nace el nombre de América y, siglos ‘América Latina y los Pueblos Indigenas | 237 més tarde, América Latina. Debemos también a este punto de vista elnombre de “indios” y toda la taxonomfa social que se elabors alo largo de los siglos. Las nociones de “descubrimiento” 0 del “nacimiento” del ‘Nuevo Mundo, suponen la idea de una geografia deshabitada, Esta idea se convertira luego en el nticleo de un violento y perdurable proceso discursivo que “con el inicio del colonialismo en América comienza no s6lo la organizacién colonial del mundo sino la consti- tucién colonial de los saberes, de los lenguajes, de la memoria y del, imaginario [...] por primera vez se organiz{6] la totalidad del espa- cioy del tiempo ~todas las culturas, pueblos y territorios del plane- ‘a, presentes y pasados— en una gran narrativa universal” (Lander )que hasta la actualidad perdura en las estructuras institucionales, enelorden cultural, en las “estructuras de sentimiento” y que, para hablar con Raymond Williams, subyacen a las interacciones soci lesy a las relaciones entre comunidades. Un sistema de percepci6n, representacién y valoracién se sobrepuso a los ya existentes en los, mundos colonizados. Sus habitantes fueron nombrados genérica- mente como “indios”, Estos iltimos viven la experiencia del despla- zamiento. En virtud de la suplantacién politica, un orden simbélico cextraiio se instala en su seno en abierta confrontacién con sus ho- rizontes culturales, Bl actor foréneo elabora con sus instrumentos hermenéuticos una versi6n del mundo en el que es subsumido como objeto, un mundo largamente habitado y conocido. La radicalidad de lo extrafio se tradujo en experiencias que afectaron a aquellos hombres concretos ya sus mundos. En esa violenta relacién, el acto politico del conquistador-narrador por el cual nombra las cosas, no inauguré el mundo sino una disputa por la representacién del mun- do que se libra desde entonces en el ambito simbélico del lenguaje yen la arena de las luchas politicas, La raz6n latinoamerieana consiste en una politica del nom- brar eurocéntrico. Desde esta perspectiva, los territorios y las len- guas se convirtieron en escenarios de lucha. Nombrar es Iuchar. América primero y més tarde América Latina, resultan de aquellas paliticas del nombrar y de las luchas imperiales por la hegemonia politica y cultural en las tierras conquistadas. Hacia adentro, el proyecto cultural latinoamericano, se si- ‘tia dentro de tradiciones culturales divergentes de distintos modos, inclusivos. Tales divergencias han merecido histéricamente solu- ciones deferentes. Entre la asimilaci6n y la negacién, José Marti, 238 | Armando Muyolema imagin6 una convergencia cultural en términos de la metifora del injerto. Dice él: “Injértese en nuestras repiblicas el mundo; pero el ‘tronco ha de ser el de nuestras repéblicas” (Marti 54). Al proponer entender las influencias culturales como un injerto en el tronco cul- tural “propio”, Marti privilegia la capacidad de agenciamiento, el rol activo de las sociedades locales. El énfasis est en los procesos de apropiacién y en los procesos de articulacién de sentidos y sig- nificados locales. Sin embargo, la hispanizacién se volvié en proceso hege- ménico, Tustra elocuentemente esta trayectoria una revisién del origen y el proceso de configuracién conceptual, cultural y politico de América Latina; pues, como veremos a continuaci6n, desde sus inicios resulta ser un proyecto de tajante exclusién de los pueblos originarios del continente que, para empezar, fueron lamados ge- néricamente indios o indigenas. Las siguientes citas que las tomo de Arturo Ardao,* muestran un espiritu colonial intrinseco al proceso constitutivo de lo que se conoce hoy como América Latina, Veamos: José Maria Torres Caicedo, cuando busca una “denominacién cien- tifica” para designar el conjunto de las Américas espafiola, francesa y portuguesa encuentra que “latina” es la adjetivacién adecuada y aiiade: “Claro es que los Americanos-Espafioles no hemos de ser latinos por lo indio, sino por lo espaiiol” (74). El chileno Santiago ‘Arcos, en 1852, anuncia proféticamente que ya viene la luz “para la ‘América Espafiola, para las razas latinas que estén llamadas a pre- dominar en nuestro continente” (69). En esta misma perspectiva, en 1853, el dominicano Francisco Mufioz del Monte, refiriéndose ala situacién del Nuevo Mundo, en la efervescencia de los nacio- nalismos emergentes, razona de la siguiente manera: “Dos razas diversas lo pueblan principalmente, la raza latina y Ja raza anglo- ‘germana, prescindiendo de la indigena y la africana, euya inferio~ ridad fisica e intelectual las subordina necesariamente a la accion ‘mis poderosa y civilizadora de las primeras” (70). En el mareo de esta tradicién, a simple vista, América Latina se descubre enredada desde sus orjgenes en una trama ideologica de naturaleza colonial; ‘deja de ser una convencién nominal neutra y pierde su inocencia politica y cultural. América Latina es més que una idea; represen- ta un conjunto de ideales, acciones y representaciones del mundo que, relacionadas entre sf, encarnan un proyecto cultural de largo 2 Véase Ardao, Génesis de la idea y ef nombre ce América Latina. ‘América Latina y los Pueblos Indigenas | 239 aliento que se formula en términos de una lucha que se libra en dos frentes: en confrontacién con la expansi6n cultural anglosajona y, casa adentro, como continuidad del proyecto “civilizador” hereda~ do de la colonia frente a los pueblos originarios. Esta representa un deseo, un proyecto utdpico que ha buscado fundir la diferencia para fundar la unidad. Bs a esta construceién ideolégica de matri- ces coloniales, consciente y plenamente asumida por una pléyade de intelectuales que gustan llamarse latinoamericanos, que llamaré latinoamericanismo. En esta perspectiva, el latinoamericanismo se refiere a una formaci6n discursiva que nada tiene que ver con los ddiscursos imperiales del “Area studies”. Frente a la raz6n latinoamericana que encarna el latinoa- mericanismo, es pertinente recuperar los discursos emergentes que se ven representados en nominaciones alternativas. En lo que sigue de este ensayo recuperamos para nuestro continente el nombre de Abya Yala, nombre asumido por las organizaciones indfgenas de va- rios pafses desde la década de los 80 y que en lengua kuna quiere decir “tierra en plena madurez”. Recupero esta nominacién en dos sentidos: como posicionamiento polftico y como lugar de enuncia- cién. Como lugar de enunciacién no pienso solamente en la geogra- fia; pienso sobre todo en la experiencia historica y las sensibilidades desde las cuales pensamos y actuamos. Si esto da la apariencia de cereania a las tensiones politicas y académicas entre intelectuales metropolitanos (que hablan sobre América Latina) y aquellos que hablan desde América Latina, admitimos que esto es asi solamente en el sentido de que la posicionalidad y los argumentos de quienes (suponen que) hablan desde América Latina,’ pueden ser tomados para pensar el modo cémo metropolitanos y periféricos han en- trado en relacién con nosotros: pues, si los metropolitanos miran como objeto de estudio a América Latina, los intelectuales “perifé- ricos” (en relaci6n con el pensamiento europeo), casa adentro, nos han mirado con los mismos lentes y la misma actitud metropoli- tanas: como objeto de estudio. Desde la recuperacién de este otro lugar, que dice también de nuestra posicién politica ¢ intelectual, realizamos una primera aproximacién erftiea al proceso de emer- 4. Sobre esta tension intelectual y politica, véase Nelly Richard, “Intersectando Latinoamérica con el latinoamericanismo, Discurso aeadémico y rica cultural"; 4 Hugo Achugar, "Leones, cazadores ehistoriadores. propésito de las politicas de Jamemoria y del conocimiento”. Los dos ensayos estén ineluidas en Castro-Gémez yMendieta ‘240 | Armando Muyolema ia y constitucién de Latinoamétiea como un proyecto cultural Se oceidentalizacin, y su articulacién ideol6gica con ciertaslineas el indigenismo y el mestizaje. El desarrollo interpretativo del pen- samiento disidente de Dolores Cacuango seré el marco de referen- cia simbélica y conceptual a partir del cual articularemos muestra perspectiva critica, 1. Debates politicos, trams ideolégicas e imposturas politicas. ‘Como sefialé anteriormente, la idea de América Latina como proyecto cultural, tiene articulaciones nacionales y por tanto elabo- raciones teéricas y pricticas situadas. En este contexto amplio, en su libro, El indio ecuatoriano. Contribucién al estudio de la socio- logia indo-americana, el influyente sociélogo liberal ecuatoriano, Pio Jaramillo Alvarado (1894-1978), postulé lo siguiente: “No es al Indio a quien solo hay que redimir, es al pats al que es preciso re~ dimir también del indio” (164, énfasis en el original). Semejante tesis redentorista plantea una problematica de singular trascenden- cia politica. Su sentido polémico queda consagrado en el siguiente enfitico sefialamiento: "Esa es la cuestion’” (164, énfasis afiadido). Retengamos esta idea: la cuestién es redimnir al pais del indio.® Es- tas proposiciones son significativas, por lo menos en un triple sen tido: primero, porque muestran que la idea de una “grandiosa ci- vilizaci6n” es un proyecto hacia el futuro que se constituiria en el campo politico ¢ ideol6gico de América —segiin su decir; segundo, los sujetos colectivos, denominados genéricamente como “indios", son vistos como una “cuestion” o “problema” a ser resuelto desde el accionar de este proyecto y, por tiltimo, la “cuestién del indio” se inscribe necesariamente dentro del torrente ideol6gico que se pro~ pone desembocar en una civilizacién futura. El proyecto subyacente y el horizonte orientador es la asimilacién a la civilizaci6n latinoa~ ‘mericana ya establecida en las expectativas nacionales. tL caueesennaes er ee aaa inet cane ‘América Latina ylos Pueblos Indigenas | 241 Dentro de esa civilizaci6n futura, ¢l“indio” tieneasignado un destino: “el eamino de la civilizacién latina”. Pio Jaramillo Alvarado ita la autorizada voz de José Vasconcelos para proclamar luego, que es el mestizaje la nica salvacién de los “indios” (El indio ecua toriano 1922). En el hilo argumental de Jaramillo dice Vasconcelos que “el indio no tiene otra puerta hacia el porvenir que la puerta de Jeeultura moderna, ni otro camino que el camino ya desbrozado de le civilizacion latina” (333). El Portico Ia entrada al argumento del libro de Jaramillo— recoge casi ritualmente nombres prestigiosos de su horizonte cultural: Sarmiento, Lastarria, Rod6, Blanco Fom- bona y Garefa Calderén como pensadores paradigmaticos en cuyo seno inscribe el suyo propio. La raz6n latinoamericana, asumiendo el rol de definir lo que es bueno para los otros, se posiciona como una suplantacién politica que ocupa la voz del otro, De esta mane~ 1 el indigenismo militante de Jaramillo, representa lo que hemos definido como una impostura politica en virtud de la cual habla por las sociedades indigenas. Las sociedades indigenas no hablan a tra~ vés de esta voz ajena, sino que son habladas por una voz que evoca elorden politico colonial, el cardcter misionero y mesianico que se auto-justifie6 con el orden colonial. Salvando las distancias ideolégicas, geogréficas e historicas, cesta tesis sera suscrita ficilmente por una legién de intelectuales y politicos latinoamericanos contemporaneos y sucedneos de Ja~ ramillo Alvarado y Vasconcelos. No estamos sin duda, ni de lejos, frente a un argumento deseriptivo: lo que tenemos enfrente es un mensaje profético, un deseo explicito, histéricamente compartido, con relacién al destino manifiesto de aquellos que son lamados “in- dios”, Sélo para ilustrar la vitalidad de esta tradicién, veamos algu- nas tesis fundamentales formuladas desde las mAs dispares pers- pectivas ideolégicas y politicas, en contextos histéricos también distintos: José Carlos Maridtegui dice, “La reivindicacién capital de nuestro vanguardismo es la reivindicacién del indio [...] Traducido en lenguaje inteligible [‘el problema del indio”] se presenta como el problema de la asimilacién a la nacionalidad peruana de las cua- ‘tro quintas partes de la poblacién del Per” (Peruanicemos al Perit 7%, énfasis afiadido); Roberto Ferndndez. Retamar, “frente a esta pretensién de los conquistadores, de los oligarcas eriollos, del im- perialismo y sus amanuenses, ha ido forjandose nuestra cultura ge~ nina, la cultura gestada por el pueblo mestizo, esos descendientes, de indios, de negros y de europeos que supieron capitanear Bolivar 242 | Armando Muyolema y Artigas” (65, énfasis afiadido); Angel Rama, preguntado si hay un lugar en el futuro para los pueblos indigenas, dice: “Sin duda, pero no de la cultura indigena sino de la cultura mestiza porque ta cul- tura india ya no tenfa sentido” (Diaz Caballero, énfasis afiadido); Leopoldo Zea, “La sangre y cultura ibera, integradas en la sangre y caltura india, africana y asiética, se mestizaron [...] Se espera ast el inicio de un posible nuevo Orden Universal que recoja la experien- cia de la Espaiia bajo el dominio musulmén y la de la Espafia que tolerantemente se mezcl6 con las razas y culturas de la antes desco- nocida regién del mundo: América” (“El mestizo como utopia” 30, , énfasis afiadido). Por su parte, Vargas Llosa arguye: If forced to choose between the preservation of Indian cultures and their great sadness I would choose modernization of the In- dian population, because there are priorities .. [MfJodernization is possible only with the sacrifice ofthe Indian cultures. (Beverley 281) Proyectos intelectuales y filiaciones politicas, sin duda, dis- pares, pero, paradéjicamente, comparten y se tocan los supuestos de los que parten y sus objetivos politicos y culturales: el genérico “indios” debe ser sacrificado en nombre de la civilizacién, primero y, luego, de la modernizacién (promesa del porvenir); proceso y fi- nalidad que encuentran en el mestizaje su viabilidad posible. En su ‘momento germinal, América Latina brota a la conciencia como un signo de identidad en constituci6n, taxativamente excluyente de lo *indio"; el indio no es ignorado sino exchuido. Por consiguiente, no hay silencios sino un discurso profuso y denso que vuelve al indio en objeto de redencién mediante un acto sacrificial de destruecién de su cultura, de su proceso civilizatorio y de sus sentidos de comu- nidad. Sacrificio de la cultura y redencidn del hombre como tabula rasa, como sujeto sin memoria, solo es posible sin culpa en virtud de ocupar el lugar del otro, $i miramos a través de esta explicita finalidad, de este telos de raigambre colonial, el acto sacrificial de redencién debe entenderse como el trabajo operativo que trascien- de el mundo de las representaciones discursivas para ~trabajando con ellas~ traducirse en politicas y aeciones cotidianas de presion cultural sobre los pueblos de Abya Yala y sus procesos culturales. ‘Nuevamente resulta paradigmitica la politica educativa vasconce- liana, impulsada desde el ministerio de educacién mexicano duran- te los afios 20. Para Vasconcelos, la politica educativa es un “ideario en accién”. Desde esta perspectiva imagin6 para los indigenas un América Latina y los Pueblos Indfgenas | 243 modelo de educacién basado en los métodos coloniales de evange- izacién, a tal punto que profesores y funcionarios asumieron expli- citamente el papel de, y fueron nombrados como, “misioneros” de lacivilizacién.* En este contexto histérico, cultural y politico, si nos fuera permitido enunciar la pregunta fundamental que histéricamente subyace al pensamiento politico e intelectual Intinoamericanista can relacién a los indios, esta seria sin duda muy seneilla: équé ha- cer con los indios? Esta pregunta remite al dilema fundamental y no resuelto todavia de la distinei6n entre la independencia politica y el in del colonialismo. Mientras que a los eriollos y sus descen- diantes contemporéneos les gusta contar la biografia de la nacién como una ruptura del orden colonial, a los pueblos indigenas les, resulta imposible pensarse en ese “nosotros” que logré emancipar- sepoliticamente. El reverso de los procesos de independencia es la continuidad del colonialismo, el reverso de la historia nacional es la “memoria profética” (Postema), desde la cual los pueblos indigenas reeuerdan la contintidad del colonialismo en distintos érdenes de lasociedad y de sus instituciones. La memoria profética consiste en Ta experiencia historica de la colonizacién que al ser narrada no s6lo ccuestiona la linealidad histérica de la comunidad nacional, sino que postula un horizonte de liberacion, el tiempo hist6rico postcolonial. Esen el contexto de este dilema politico donde las relaciones indio/ no indio propician la emergencia de un pensamiento en el que el indigena se vuelve problema; pero tal operacién es posible cuan- do tales relaciones pasan de la interaceién social a la abstraccién. Raissner estudia este proceso en el contexto mexicano y dice lo si- guiente: Que las relaciones entre indios y no indios puedan pasar de la rea- lidad a la abstraceion hace posible, para el observador, el estudio y clandlisis de una situaei6n conflictual y permite el surgimienta de ‘una nueva categoria capaz de definir Ia relacién de los dos grupos. (Lauer 27) Y afiade en seguida que “Admitir que el problema no es el indio en cuanto tal, sino las relaciones indio/no indio es una inter~ pretacién que el no indio jamés podr aceptar pues ello significaria, el in de sus privilegios”’ y, por tanto, el fin dela impostura politica 6 Véase al respecto Fell 7. Fellcitado on Lauer 27. 244 | Armando Muyolema {que le permite hablar por el indio. Sin embargo, como es bien sabi- do, “la cuestién indigena” seré el nécleo ideoldgico hegeménico que articularé historicamente un amplio espectro de reflexiones, deba~ tes y acciones que buscan recreaciones estéticas y soluciones politi- cas desde iniciativas ajenas a los propios indigenas. Por otra parte, “la cuestién indigena” involuer6 en su formulacién misma y en sus implicaciones politicas y culturales una trama discursiva en la que confluyen un conjunto de imagenes y representaciones procedentes no s6lo del campo artistico y literario, sino también de diferentes ‘campos diseiplinarios. Ahora bien, es ampliamente aceptado que el indigenismo es un movimiento o una corriente fundamentalmente artistico-literaria y politica de reivindicacién del/lo indigena, con una larga tradicién que se constituye al calor de los debates sobre la “euestion indigena’. Es dificil participar eriticamente en el debate sobre el indigenismo sin que por lo menos mencionemos que den- tro de esta tendencia existen visiones no solamente diferentes sino muchas veces contrapuestas y antagonicas en relacién a los pueblos indigenas y de sus procesos culturales, No es posible, por ejemplo, ponerlos dentro de una perspectiva aparentemente compartida a sTorge Teaza y José Maria Arguedas, o a Jestis Lara y Alcides Ar- guedas, Aunque cierta critica los coloque en el deseo comin del mestizaje, es enteramente posible recuperar a Lara y José Maria Arguedas, en sus experiencias y en sus filiaciones afectivas, para la construccién de un proyecto cultural diferente. Pero nuestro obje~ tivo aqui es sin duda muy acotado. Lo que sf es relevante en el hilo argumental de este trabajo es resaltar la intrinseca relacién ideo- logica entre los discursos indigenistas y aquel compulsivo y pro- {ético latinoamericanismo que se expande por el continente como una promesa homogeneizante que testa autonomia y relativiza la especificidad y el cardcter militante de aquellos. ‘América Latina encarna un proyecto de matriz colonial y ha involucrado en sus estrategias simbélicas y politicas ciertas ten- dencias del indigenismo. Me gustaria invitar aqui a Leopoldo Zea, entre otras cuestiones, porque nos permite un ilustrativo y paradig- ‘mitico acceso al indigenismo en su intima relaci6n con el latinoa- ‘mericanismo 0, lo que es lo mismo, porque inscribe explicitamente al indigenismo dentro de las politicas coloniales de los proyectos nacionales apuntalados en la celebracién de la latinidad como ntt- leo cultural y civlizador, politicas éstas que estuvieron destinadas ‘a afianzar y sostener su expansion y hegemonia cultural entre los Ainérica Latina y los Pueblos Indigenas | 245 pueblos indigenas. En efecto, en su ensayo Negritud e indigenis Leopoldo Zea, observa que el indigenismo: bts fe No tiene su origenen el propio [..J indo de Améri deal enarolan los no ingens los que henelgioe aa al formar parte consciente de una comunidad nacional en kati américa. Bs parte de un programa para ineorporar al indleoncy esto es al indio, a dicha comunidad; una comunidad creada por el roll mestizo. Es este ef que lamaremos latinoamericano. (6 cursiva afadida) ‘ Zea clabora esta caracterizacin del indigenismo en con- traste con el movimiento cultural de la negritud; por tanto, es cons- ciente y conoce los origenes culturales y politicos de cada uno de clos. Aunque a todas luces su concepeién del indigenismo no es in- genua, sorprende el artificio ideologico en virtud del cual establece una homologia entre indigenismo y negritud. En efecto, para Zea la toma de conciencia sobre la situacién de dominaci6n y discriminacién es un elemento comiin en la emer- sgencia del indigenismo y de la negritud. La idea central que articula su andlisis es la idea de mestizaje. Tanto el indigenismo como la aegritud implican en su perspectiva actitudes y procesos culturales que favorecen el mestizaje. Pero difieren entre sf porque el indi- sgenismo “no tiene su origen en el propio indigena” mientras que lia negritud es un concepto que nace de la conciencia del hombre negro. Zea es muy ilustrativo en su razonamiento sobre el mestizaje como afirmacién de la negritud, pues, en este easo: “Se trata”, dice 4,,“no de ser incorporado, asimilado, sino de incorporar y asimilar” (17). EI negro es el sujeto que asimila y el que ejerce control sobre su proceso cultural y sobre su definicién como sujeto y su insercion cultural. La negritud no se funde en el latinoamericanismo. El fi- lbsofo mexicano establece més bien un paralelismo entre negritud xy mestizaje latinoamericano mostrando sus coincidencias en tanto ‘nantienen un rol protagénico en sus procesos de producciéncul- ral Empero, volviendo a la cita, ésta nos muestra paradéjica~ mente las contradicciones de sus propios argumentos. De entrada, una problemtica que salta a la vista es la cuestién de la represen~ tacién politica y mimética: el indigenismo es un proyecto de los no indigenas o de aquellos que han dejado de serlo, por tanto los indigenas no tienen voz propia; son hablados a través de voceros ajenos a su mundo y a sus aspiraciones. EI indigenismo es un acto 246 | Armando Muyolema de suplantacién que leva a los indigenistas a representar a los in~ ‘igenas desde un “exterior” cultural y social. Sin embargo, esta cuestién no parece ser relevante para Zea; por consiguiente, aquel celebrado principio de la negritud, de asimilar y no ser asimilado, no es vélido para los indigenas. Estos deben ser asimilados por los latinoamerieanos, aquellos que crearon una comunidad nacional criolla y mestiza, “ya que es a partir de esta asimilacién que el hom- bre latinoamericano pueda establecer la necesaria unidad de su ser” (7). Ser participe de dicha comunidad tiene como condicién no ser indio o dejar de serlo. Curiosamente, siguiendo esta linea de argu- mentacién, Zea inscribe en la lucha revolucionaria americanista a ‘Tapae Amaru para afirmar que “el indigenismo se transforma asi en latinoamericanismo” (14). En una mirada retrospectiva Tapac Amaru seria, segiin Zea, Ia figura politica que propicia tal transfor~ macién. Esta eufemistica articulacién ideol6gica, sin duda, escamo- tea el proyecto politico subyacente a la rebelién tupamarista que tuvo varias expresiones a lo largo de los andes asi como también el significado politico que ha tenido para los indios el pro-latino-ame~ ricanismo. No discutiremos aqu{ los detalles de esta problemstica inseripeién. Por el momento nos conformaremos con la siguiente cita de José Carlos Mariétegui, porque refuta licidamente, desde dentro de la misma tradici6n, el eufemismo eseamoteador del filé- sofo mexicano: Un attificio historico clasifica a Taipac Amaru como un precursor de la independencia peruana. La revolucién de Tpae Amaru la hicieron los indigenas; la revolucion de la independeneia la hicie- ron los criollos. Entre ambos acontecimientos no hubo consangui- nidad espiritual e ideologica. (Maridtegui total 280) No obstante, si bien nosotros suscribiriamos la tesis maria~ teguiana, también estamos de acuerdo parcialmente con el pensa~ dor mexicano, Maridtegui nos harfa pensar en dos dimensiones de la experiencia politica colectiva: en las contradicciones politicas y culturales vividas cotidianamente en nuestras relaciones con los no indios, por un lado, y, por otro, en la memoria hist6rica (oral y es- crita) que vive en la tradicién. Unas y otras son parte de la subj vidad individual y colectiva de quienes sentimos la presién ejercida sobre nuestra cultura, sobre nuestros cuerpos y sobre nuestra sub- jetividad. Por su parte, Leopoldo Zea produce un argumento admi- rablemente ejemplar en el que hermana indigenismo y latinoameri- ‘canismo, Recordemos que él define al indigenismo como una parte ‘Aimérica Latina y los Pueblos Indigenas | 247 del programa de incorporacién del indio i creat po el roll mestizo. Para Ze, eiollo mastizoylatinonat Feano son concepts intercambiables, designan una mista identi dad en constituci6n, El eriolle mestizo o latinoamericano vendrla ‘ser aquel que no es indigena o ha dejado de serlo y, eomo tal, es el creador y participe consciente de una comunidad nacional. Con relacién aio indigena, el eriollo mestizo es el sujeto que disefia un programa de incorporacién de aquel a su comunidad nacional. Por consiguiente, para los llamados indios, lo latinoamericano es un punto de Tlegada que supone un proceso de conversion de s{ mismo, un proceso de despojo cultural para asumir una nueva vestidura referida a la latinidad y ala tradicién colonial de corte europeo. La conversién forzada del llamado indio tiene un eufemismo politico ymoral en un concepto muy utilizado en el discurso indigenista: la redencién. Como afirma Rodrigo Montoya refiriéndose a las polit cas culturales impulsadas por los sectores hegeménicos del Pert, “se trataba de redimir al indio por medio de la edueacién, entendida, directamente como la desindianizacion’: la redencién del indio a tuavés de su eliminacién (16). ‘A estas alturas, podemos afirmar entonces que el indige- nismo en sus vertientes artistic y disciplinarias, es una respuesta prictica a la “cuestion indigena”: busca produeir argumentos, imé- genes y representaciones con una supuesta validez epistemoldgica para justficar compulsivas politicas de intervenci6n y asimilacion cultural de los pueblos indigenas, bajo la consigna moral de “esta- blecer la necesaria unidad del ser latinoamericano” (Zea, Negritud ¢ indigenismo 7) o, en una versién refrescada en las brisas del neo- liberalismo, porque la “[MJodernization is possible only with the sacrifice of the Indian cultures" (en Beverley 281). Desde esta mis- tna perspectiva, alos ojos de los letrados latinoamericanistas, los ‘ndios” son vistos como “extrafios ala vida nacional’, “carentes de cultura” por no estar “incorporados a la vida nacional” y, por tanto, “sin posibilidades de ser militantes conscientes de las flas del pro. sreso nacional”.* Latinoamérica se constituye, entonces, como un concepto que excluye tajantemente a una muy amplia gama de pueblos de- nominados genéricamente “indios”, Bl ltinoamsicanismo cobija al ‘indio” sélo cuando éste ha sido culturalmente vaciado y no aso- 8. Estas son expresiones de Pio Jaramillo Alvarado, pero, sin duda, hace coro con {esis muy econocidas de afamados pensadores Iatinoamerieanietas, 248 | Armando Muyolema ‘ma como tal a los ojos de sus intérpretes letrados. El indigenismo, heterogéneo en sus percepeiones, representaciones y expresiones de lo “indio", aparece, sin embargo, como una vertiente ideolgica y préctica de’expansién del latinoamericanismo, Ya sea como un ‘programa de incorporacién y asimilacién del “indio” al desbrozado ‘camino de la cultura nacional creada por el criollo mestizo o como “movimiento a favor del indio”,® el indigenismo configura, asi, un lugar de enunciacién externo al/lo “indio", desde el cual se lo ob- serva e interpreta. El indigenismo como movimiento cultural cae en Jas trampas de la modernizaci6n."* Rodrigo Montoya recoge las con- lusiones del trabajo de Juan Cevallos Aguilar que ha estudiado el papel de representacién del mundo indigena asumido por el Grupo Orkopata, para decirnos que el indigenismo comparte un imagina- rio mareado por la herencia colonial, y las polaridades sociales con Jas que esta invitaba a pensar la realidad, por lo que terminé convir~ tiendo su quehacer en una suerte de acto de ventriloquia social -o més profundamente, un acto de impostura politica asumida— por ‘una burguesia que suponiendo la incapacidad de los indios para re- presentarse a si mismos, expropiaron su discurso, asumieron sus reivindieaciones y produjeron un discurso sobre los indios que, “a pesar de ser en algunos casos coetineo con el despliegue de las vas- tas movilizaciones indigenas, permanecio ajeno a ellas, discurrien- do paralelamente a la praxis histérica de los indios que pretender representar” (Montoya 19). +2, Abya-Yala / América Latina: pueblos indigenas y luchas, politicas El lejano origen de la idea de América Latina se transformé ‘en un conflictivo horizonte cultural entre los pueblos que habitan ‘Abya Yala. Para América Latina ~segtin el proyecto cultural letra~ do latinoamericano o criollo mestizo-, Abya Yala ~para el proyecto 4. Unpamicoy urn esd sabe dita tendencies aclPeaeselghe rela ka 12 Vlleses dtp et inden come l movimiento Soil, pte, eoné- ‘co'rtrls favor nde qu to su anfeactnes mis acentadar scan ous deen laos nett dl presente sig 5. <3 ra Laver de uin tomo eta iden, indigo como movimiento ei ‘arepresenta To quel dnomin ingen 2 América Latina y los Pueblos Indigenas | 249 civilizatorio de los pueblos indigenas~ el siglo XX es el siglo de sus, bisquedas, definicién o reafirmacién. En el ambito intelectual he- -geménico, como demostramos en lineas anteriores, stu nombre mis~ mo fue una respuesta al reordenamiento de la hegemonia cultural intra e internacional. Entre otros, América Latina es el nombre que se impuso en medio de las tensiones geopoliticas y eulturales mar- cadas por las dos guerras mundiales. De cara a sus procesos politi- cosy culturales internos, sin embargo, bajo el proyecto cultural que encarna América Latina se presentan los mas contradictorios pro- cesos. A mi juicio, caracterizan y definen el horizonte de sus luchas en el siglo XX: a) el peso de las herencias coloniales y las conse- cuentes relaciones de saber/poder arrastradas hist6ricamente que definen una situacién de colonialidad ~para tomar conceptos de Mignolo y Quijano-, que se expresa en la vigencia de redes de pre- Juieios raciales, de un crudo evolucionismo y los suefios nacionalis- tas; b) el deseo de modernizacién al estilo europeo inspirados en los destellos de las eorrientes politicas, cientificas y artisticas venidas de mar allende; enfrentadas a ¢) la resistencia cultural (pacffica 0 violenta) y a la creciente emergencia politica de la abrumadora ma- yoria de los pueblos minorizados y sometidos al colonialismo de un pan-nacionalismo latinoamericanista y a sus miltiples expresiones locales. El proceso constitutivo de nuestro continente y sus debates fundamentales no pueden ser entendidos sin el reconocimiento de su caracter colonial: su modernidad tiene una dimensi6n hist6rica colonial.2 4) Los “indios" entre el liberalismo y la izquierda En este contexto, mientras en el campo intelectual (latino- americano) ganaba terreno definitivo el indigenismo, una singular mujer indgena (en la perspectiva de Abya Yala), Dolores Cacuango (4881-1979), bajando a hurtadillas de los paramos de Cayambe, em- uiiaba el emblema del socialismo emergente en Ecuador. Refirién- dose a esta época, el historiador Enrique Ayala Mora sefiala que: “Desde inicios de la década de los veinte se dio un gran crecimiento de los grupos de izquierda que euestionaban el régimen oligarquico yy expresaban las demandas de los sectores populares” (Lucha po- Itica). En 1926 se organizé el ‘Partido Socialista Ecuatoriano’, el 12 Alrespeeto véase el ensayo de Lander, citado mas ariba 250 | Armando Muyolema cual se caracterizaba por ser “muy heterogéneo y sin “definiciones politicas en todos los campos” (Ayala Mora, Lucha politica 32). El socialismo fue el primer partido politico de izquierda orginicamen- te constituido en Ecuador; con posterioridad se constituyeron otras vertientes politicas de izquierda. Bajo esta tendencia politica se refrescaban viejas utopias u ofrecian nuevas (segin el lugar desde donde se mire), en una coyuntura de expansién del capitalismoy de la ret6rica modernizadora en todos los campos, a lo largo y ancho de la regién. El capitalismo y la izquierda, dos vertientes fundamenta- les del pensamiento occidental, pugnaban a su manera, por con quistar nuevos militantes para sus doetrinas: el interés capitalista apuntaba a la constitucién de una burguesfa y al desarrollo de un mereado interno, y la izquierda, por su parte ~en una suerte de telos revolucionario-, deseando también el desarrollo capitalista como condicién necesaria del advenimiento de procesos revolucio- narios, intervenfa de manera creciente en el campo intelectual, en Ja difusion de las ideas y en la organizacion sindical, proletarizando siervos, dentro de estructuras de dominacién que denunciaban la vigencia del colonialismo y el peso del “yugo feudal”, bien entra~ do ya el siglo XX. Desde sus antag6nicos intereses, el capitalismo y la izquierda, atacaban al feudalismo y a las instituciones que lo Sustentaban, aunque el trasfondo de corte colonial no fue cuestio- nado (en el marco del latinoamericanismo, como dejamos sefiala- do més arriba, desde divergentes proyectos politicos, la redencién de los llamados indios es planteada en términos de civilizarlos con los contenidos de la cultura de tradicién latina). Las dos tendencias estaban interesadas en el cuerpo de los “indios”; es decir, en la li- beracién de su fuerza de trabajo aprisionada en los grandes feudos, cl establecimiento de relaciones laborales basadas en el salario. La vertiente capitalista demandaba la conversién del “indio” siervo en consumidor 0 pequefio propietario, funcionalizéndolo a los intere- ses de expansi6n del mercado interno. El socialismo demandaba en cambio la conversién del “indio” siervo en proletario a través del establecimiento de relaciones salariales y la sindicalizacion dentro 13 Aqui usaré el término “izquierda”, en singular, para referirme al eonjunto de ‘tendeneias politcasidentificadas con el socilismo y/o el comunismo. 14. Véase Cueva, El desarrollo del capitalismo en América Latina. 45. Elconcepto de “yugo feudal” fue introducido por Jaime Galarza Zavala; véase Galarza Zavala en la Bibliografia América Latina y los Pueblos Indigenas | 251 de las haciendas. El contacto comunista con los indios se plasmé en Ja constitueién de sindicatos agricolas dentro de las haciendas. Ra- quel Rodas da cuenta de este proceso del siguiente modo: “En 1944, [Dolores Cacuango] junto con Jestis Gualavist...dirigente de la ¢0- munidad de Juan Montalvo, también de la zona de Cayambe, fundd Ja Federacién Ecuatoriana de Indios (FED, primera organizacién nacional indigena del Ecuador” (Mama Dult 18). Estos pasos eran vistos como las condiciones necesarias que Hevarian hacia la revo- Jucién. No obstante hay que seffalar que: La iaquierda abocé la tarea le organizar a la clase proletaria bajo ‘formas sindicales desplazindose, de inmediato, a aquellas zonas rurales donde una rica tradicién de Incha [indigena] aerisolaba sa posibilidad... En este empefio se habian canalizado, funda- mentalmente, las demandas salariales de los huasipungueros se- rranosy las de los finqueros y sembradores costefios. (En Almeida ‘Vinueza 175, enrsivas del autor) En este contexto, el indigenismo fue explfcitamente vin- eulado con la recepcién, difusién y la lucha politica del socialismo particularmente en los Andes. José Carlos Mariétegui, para men- cionar un nombre importante que particip6 de este debate, sostuvo “la consanguinidad del movimiento indigenista con las corrientes revolucionarias mundiales” (Maridtegui total 339). Aunque es notorio una mayor cercanfa con las intereses indigenas, el indige- nismo no deja de ser un “hablar por” los indigenas. La hegemonfa cultural, politica y social sigue siendo el producto de las relaciones de poder articuladas sobre la base de las herencias coloniales. La ncipiente participacién politica de los indigenas en aquellas zonas de contacto que vinieron a ser los sindicatos y los partidos politicos de izquierda, no fue capaz de cambiar el cardcter de las relaciones de poder que regian esos espacios de encuentros y desencuentros politicos. El discurso del mestizaje oper6 no solo como una simula~ cién del consenso y la convergencia cultural sino como una posicion de sujeto que surge en contra del sujeto indigena. b) Mestizaje / mestizo: la falacia de la miltiple herencia cultural Es pertinente sefialar, entonces, que el debate intelectual de/en América Latina estuvo mareado por el fervor del mestizaje. El mestizaje se erigié desde entonces como una ideologia que pro- 252 | Armando Muyolema ‘metia al destino de Abya-Yala / América la utopia del “hombre li- bre”. Las vertientes mayores del pensamiento latinoamerieano no solamente reflexionaron sobre la naturaleza de la cultura en esta regi6n, sino que su lectura permitié, simulténeamente, operar un giro hacia lo politico: del mestizaje como proceso cultural factico se pasa al mestizo como sujeto politico. Lo mestizo designa una ca~ tegoria social. La reivindicacién del mestizaje como identidad de sujeto es muy importante de tener en cuenta, porque marca una ‘excepcionalidad identitaria en la regién que, en términos compara~ tivos, es Giniea, Pensar Abya-Yala / América no s6lo fue un esfuerzo por comprender su realidad; a mi entender fue también el modo como se produjo a si mismo el sujeto mestizo; esto es, como distan- ciamiento y como negacién de lo “indigena”. ‘Asi, en el marco del indigenismo, para Mariétegui, el suje~ to de la enunciacién es el mestizo. En su ensayo “El proceso de la Literatura’, él establece claramente una separacién de aguas en- tre lo mestizo y lo “indigena”, cuando afirma que el indigenismo: “Bs todavia una literatura de mestizos” que no descarta, empero, el advenimiento de “una literatura indigena” (Maridtegui total 335, ‘énfnsis afiadido), El no caracteriza explicitamente al mestizo, pero hay que entenderlo como aquel que asimilado 0 seducido por la cultura occidental ocupa, sin embargo, un lugar problematieo en Ja estructura social, al no ser reconocido por los blancos ni por los indios. No obstante, Mariategui usa este concepto para referirse a Jos letrados no indigenas que eseriben sobre indigenas. Asi, la no- ciGn de mestizo, al constituirse en una forma de autopercepeién y autodenominacién como sujeto social, se desplaza del ambito pu- ramente cultural al campo politico. Deja de ser s6lo una categoria epistemolégica de anilisis cultural para enearnar un cuerpo y una vor que pugna —en su emergencia misma~ por la hegemonfa cultu- ral, en un contexto fuertemente condicionado por la presencia de pueblos que ~sin negar el mestizaje como fenémeno y proceso eul- tural no se autodenominan ni se reconocen como mestizos. Aun- que se haya afirmado que, basicamente, el mestizaje resulta del cru- ce de las culturas europea occidental y la “indigena’, resulta claro, sin embargo, que lo definitorio de lo mestizo no es, precisamente, su parte “indigena’; es decir, como deseo y como actitud celebra- toria es notorio que hay una afinidad afectiva y una apuesta por la asuncién expresa de una identidad politica que se diga mestiza. Lo ‘mestizo como categoria social, como asuncién de una conciencia de ‘América Latina y los Pueblos Indigenas | 253 identidad que posiciona politica y eulturalmente a un sujeto en una scala superior alo indigena, nos muestra como operan las estrate- gias coloniales de “control del imaginario” de los dominados (Costa Lima). La negacion y ta ruptura intima con lo indigena vendrian a ser el produeto de lo que Antbal Quijano caracteriza como una colo- nizacion del imaginario (“Colonialidad” 438). Convertida la forma de la racionalidad occidental en un sistema normativo, ésta llevd a las pueblos colonizados a “la degradacion de asumir como imagen propia lo que no era més que un reflejo de la visién europea del mundo, [asi como también] su carga de conceptos, preconceptos e idiosincrasias referidos a sf misma y al resto del mundo” (63). Al opetar en la interioridad del imaginario colonizado, la cultura eu- ropea se convirtié en una seduecibn en tanto daba acceso al poder. Represi6n y seduceién funcionan como dos estrategias de poder y de control del imaginario (Quijano, Los conquistados). La ideologia de] mestizaje ha sucumbido ante tal seduccion y ha convertido a la cultura europea, y a sus sistemas de representacién del mundo, en una aspiracién, que opera, por otro lado, como horizonte cultural que debe ser deseado por quienes no proclaman ser mestizos. La imaginaria Iinea divisoria que traza Maritegui cuan- do delimita la literatura indigenista, no s6lo deja ver una distan- cia entre el sujeto del enunciado y el sujeto de la enunciacién, sino también las determinaciones culturales que pesan sobre cada uno de ellos; sus lejanias y cercanfas; sus filiaciones y desafiliaciones. Los mestizos que reconocen, retéricamente, en su ser una herencia indigena” son, paradéjicamente, sujetos que s6lo pueden produ- una literatura “estilizada” e “idealizada”. El indigenismo, segin ‘Maridtegui, uno de los pensadores mas fecundos de esta tendencia,, pero no limitado a ella, observa que al ser “literatura de mestizos” no puede dar “una versién rigurosamente verista del indio”, ni ex- presar su “propia énima’. Mira lo “indigena” desde un afuera cul- ‘tural y de abf la imposibilidad de traducir el “4nima” indigena. Este deslinde permitiré a Antonio Cornejo Polar visualizar una profunda problemética subyacente en la narrativa indigenista: su dualidad sociocultural. Esto llevaria al eritieo peruano a formular la nocién de heterogeneidad como un concepto analitico para el andlisis del doble estatuto de las formaciones literarias en los Andes. Para nuestro argumento, este deslinde es importante por- que demuestra que el sujeto mestizo se constituye sobre una suerte de amnesia cultural, un olvido de la herencia indfgena, que pasa- ee lc i ll a lel ls! rE Ee lS 254 | Armando Muyolema ria antes por una etapa de represién, inconclusa todavia ~pues, es ‘moneda de circulacién corriente escuchar en la vida cotidiana, por Jo menos en Ecuador: que hay que cuidarse de que a uno “le salga el indio”—,* en virtud del cual lo indfgena asoma a sus ojos como alteridad que impone un limite cognoscitivo y espiritual a las po- sibilidades de representacién mimétiea de la “cultura materna”. A todas luces, no resulta imposible, en cambio, representar el mundo paterno y representar politicamente a los indios. : Es significativo, por otra parte, el modo como se hace inter- venir a las culturas en la constitueién del mestizaje. Las figuras del padre yla madre representan la arménica fusion cultural, En el ho- rizonte ideol6gico de Ecuador, Rendn Flores Jaramillo, en su libro Jorge Ieaza. Una visién profunda y universal del Ecuador, recoge en una cita lo que opina Ieaza sobre el mestizaje. El autor de Hua~ sipungo, hablando en primera persona del plural dice lo siguiente: Cada uno de nosotros siente que dos sombras nos rodean, nos im- pulsan: la del abuelo, el conquistador espatiol ya de la abuela, la mujer india, Es ungente reconciliar estas dos sombras..Hay que aprender a amar ambas aportaciones. Amar lo uno como lo otro, para que della fusion completa y total de las razasy de sus culturas hazea tna civiizacién nueva, un hombre nuevo que es y serd el hombre libre de América (Flores Jaramillo 11). Llama la atencién que Teaza evita poner nombre a esa “ci- vilizacién nueva’, Pero, Flores Jaramillo, luego de hacer diserepar 1 Teaza con Maridtegui sobre el lugar de lo indigena en la cultura nacional (para Mariétegui la base de la reconstruecién peruana es ¢lindio), ubica al primero dentro de lo mestizo: “[leaza] se inclina ~ ice Jaramillo— hacia el mestizaje de esos dos fuertes componentes de su patria: el indigena y el hispanoamericano” (11). El mestizaje resulta de la fusién de indfgenas y latinoamericanos. Retomando la opinién de Ieaza, hay varios puntos que pueden ser traducidos en ccuestiones, No siendo este el lugar para desarrollarlas con profun- didad, quisiera sin embargo tentar algunas lineas de refiexién. En primer lugar, resalta la armoniosa y metaférica vela- cién hombre/mujer como fundamento del mestizaje, olvidando de 16 Bin el eontexto ecuatoriano es muy usual que cuando una persona que no se identifica como indigena estalla de furia o pierde el control de sus emociones se tiga que “le salé el indo", En cada uno habita un indio reprimido que se manifies- tanegativamente de vez en cuando como irracionalidad y como un estallido d: ‘como péttdida de control de los comportamientos propios, ‘América Latina y los Pueblos Indigenas | 255 Plano las relaciones de dominacién colonial que se establecieron con la conquista y colonizacién de Abya-Yala, asi como también la cominacién patriarcal sobre la mujer; ideologema que, a pesar de sus pies de barro, es muy difundido y persistente en ciertos efreu- lbs intelectuales y politicos de América Latina. En relacién con la cuestién anterior, la conciliacién se basa en un acto de amor a las os fuentes culturales, a las “dos sombras” de las euales Ieaza se siente “perseguido”; hay que hacer notar sin embargo, que no es precisamente el amor en abstracto el que puede reivindicar las dos “sombras”, El peso de la dominacién colonial la sentimos en la Jen- gua que usamos, en la fe que profesamos y en lo ereemos que somos yen lo que pretendemos ser. éAcaso no se siente interiorizada la dominacién cuando se repite el discurso colonizador en virtud del caal se ve en la espiritualidad “indfgena” expresiones de brujeria o-en el uso de nuestra lengua, vestido y tradiciones~ vestigios ar- caicos que deben ser “sacrificados”? La situacién de colonialidad no una abstraccidn: su objetividad se hace sentir en el qué, a quién ye6mo amamos. La imagen de la persecuci6n introduce la figura de un sujeto gue huye, mientras las sombras disputan por aleanzarlo. La ima- gen coneciliadora se diluye para mostrar la conflictiva relacion entre aquellas sombras y el dilema del perseguido que desea quedar bien con las dos sombras que no es otra cosa que el reconocido origen dual de la identidad del sujeto latinoamericano, el doble origen del sujeto mestizo, En ese juego de poder, no queda duda sin embargo, ‘que es la seduceién” del conquistador la que habla a través de Teaza y de ese “nosotros” mestizo, que “es” y pretende erigirse como “el hombre libre del maiiana”, La invocacién de la sombra de la madre se reduce a un ar- tificio ret6rico en el sentido que no muestra elementos culturales objetivos que prueben tal reivindicacién, En su sentido conceptual, la sombra describe admirablemente el lugar que en realidad se le hareservado a la madre en su doble sentido, como madre-cultural y como madre-mujer: como algo privado o disminuido de luz por in- 17. Sobre ia seduecién como elemento constitutivo de Ia colonialidad, Anibal Qui- avo dice lo siguiente: [Ja cultura europea se convirtié ademés en una sedccién; ada acceso al poder. Después de todo, més allé de la represién, el instrument principal de todo poder es su seduccién, La europeizacin cultural se conviris ‘enuna aspiracién. Era un modo de partcipar en el poder colonia... La cultura ‘europea paso a sor un modelo cultural universal” (Quijano, “Colonialidad’ 3o),

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