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El genio del futuro es mestizo

La gran transición/1 - Cuatro (o más) economías distintas,


nuevas alianzas.
Luigino Bruni
Publicado en Avvenire el 4/01/2015

¿Cómo salvaréis al mundo? ¿Dónde encontraréis


el camino, hombres de ciencia y de industria,
partidarios de los seguros, de los salarios y de
todo lo demás? ¿En el crédito? ¿Y qué es el
crédito? ¿A qué os conducirá el crédito?
Fiódor Dostoyevski (El idiota)

Mientras sufrimos por una crisis que parece (y


es) demasiado larga, si queremos cultivar una
esperanza que no sea vana, necesitamos ver pulular en el bosque de nuestra
economía nueva vida, empresas, trabajo e innovación. Porque realmente existen.
Pero la calidad de la nueva fase de nuestro capitalismo dependerá de qué tipo de
economía sea capaz de “atraer”, absorber y valorar toda la energía joven,
intelectual y tecnológica que se está produciendo dentro y fuera de “la red” (web).

Hoy, el capitalismo financiero y globalizado parece ser, con mucho, el más preparado
para llevarse de su lado a la parte más creativa de nuestra sociedad. Gracias, por
supuesto, a los poderosos medios financieros de que dispone, pero también a la gran
fascinación que sus símbolos ejercen sobre los mejores jóvenes. Su capacidad de
englobar y reciclar la parte más creativa de cada generación es lo que ha decretado,
hasta hoy, el gran éxito del capitalismo en el siglo XX, tal y como nos muestran Eve
Chiapello y Luc Boltanski en su libro “El nuevo espíritu del capitalismo”.

Debemos adquirir conciencia de que nuestra economía está formada, al menos, por
cuatro economías distintas (aunque los que diseñan la fiscalidad, los incentivos y las
políticas industriales sigan pensando que el capitalismo es uno solo). La primera, a la
que podemos seguir llamando “capitalismo”, está compuesta por empresas, bancos,
aseguradoras y fondos de inversión que nacen únicamente para aprovechar
oportunidades de beneficio o, cada vez más, de renta. Son, casi siempre, grandes
organizaciones, con una propiedad muy fraccionada, dirigidas por ejecutivos pagados
muy por encima de lo que dictaría el sentido común, que operan a nivel global y
eligen los lugares donde ubicar la sede fiscal y las unidades productivas con el único
objetivo de minimizar la carga tributaria y maximizar los beneficios. Y lo logran,
porque tienen suficiente dinero para pagar excelentes asesores fiscales, verdaderos
“santos” de los paraísos fiscales y sindicales. Este capitalismo crea eficientes
organizaciones filantrópicas, esponsoriza con dosis homeopáticas de beneficios
incluso la investigación científica y social. Pero su objetivo, el único objetivo que de
verdad le mueve, es ganar el mayor dinero posible en el menor tiempo posible. Las
multinacionales de los juegos de azar son el tipo más puro de este capitalismo, que
incluye a muchas otras empresas compradas por fondos de prívate equity, que en
estos años de grave carestía de liquidez y de crédito están comprando, a un precio
excelente, miles de empresas con problemas. A veces las “salvan” financieramente,
pero muchas veces no salvan el trabajo y casi siempre el proyecto del fundador se
queda sin alma, aunque se mantengan, con ánimo de lucro, el antiguo nombre y las
viejas marcas. Un proceso que se está produciendo a amplia escala y que a veces se
entrecruza con la economía ilegal, que busca las mismas empresas en crisis de
capitales. Un fenómeno de incorporación amplio y profundo que está
desnaturalizando buena parte de nuestro “made in Italy”, y que está ocurriendo ante
el desinterés general. Los capitales que se atraen en tiempos de crisis no son (casi)
nunca buenos. «¿Cuántas empresas del “primer capitalismo” hay en Italia?», le
pregunté hace unos meses a un amigo mío, gran conocedor de la economía
italiana. «El 90% de las grandes empresas anónimas no vinculadas a una familia
propietaria», me respondió.

Hay una segunda economía, hecha de empresas que sólo se parecen a las del primer
capitalismo en la forma. Nos damos cuenta de ello en cuanto ponemos un pie dentro
de sus instalaciones y hablamos con los empresarios, directivos y trabajadores. Les
mueve otra cultura y su horizonte es más profundo y amplio. Es el “capitalismo” de
las empresas familiares. Aquí, detrás del proyecto empresarial está la presencia de
una persona concreta y de una familia, que marca una primera diferencia radical. El
capitalismo familiar no es por sí mismo garantía de honradez, buena gestión y
comportamiento ético (como vemos todos los días). Pero la presencia de una familia
en la dirección de una empresa muchas veces es garantía de que a los propietarios
les interesa durar en el tiempo y no maximizar los beneficios a muy corto plazo. Si el
eje del tiempo y el horizonte del futuro no están bien visibles en la empresa, el
trabajo no puede ser amigo de los capitales ni de los “patrones”. Esta segunda
economía es todavía el muro de carga de nuestro sistema económico y civil.

Hay después una tercera economía, llamada por algunos precisamente ‘Tercer
Sector’. Está formada por muchas entidades de economía cooperativa y social,
organizaciones sin ánimo de lucro, instituciones de finanzas éticas y territoriales,
empresas con “motivación ideal” y todo un hervidero de actividades económicas
germinadas del corazón de la comunidad cristiana y de la sociedad civil organizada.
Es la economía que florece de ideales más grandes que la economía. En tiempos de
crisis esta tercera economía sigue creciendo, pero también está viviendo una crisis
de cambio de época, que depende sobre todo del agotamiento del humus ético de su
terreno. La segunda y la tercera economía son las que más están sufriendo por el
deterioro de los capitales de virtudes civiles que hicieron florecer a estas empresas
en décadas pasadas. En cambio, el primer capitalismo está creciendo muy bien en
terrenos pobres en humus civil. Basta pensar de nuevo en las multinacionales de los
juegos de azar que proliferan en los desiertos de las instituciones y las familias.

Existe también una cuarta economía (nos detenemos aquí, aunque podríamos
continuar con la economía pública, la criminal, la sumergida…). Está creando trabajo
e innovando en el campo de la llamada economía del compartir (sharing economy),
que busca la financiación para las nuevas empresa no en los circuitos tradicionales
sino en la red (crowd-funding), y que crece a un ritmo exponencial. Es el trabajo
naciente del variado mundo del consumo crítico y de buena parte de la agricultura
biológica de última generación, donde el perfil del empresario agrícola suele ser
cada vez más el de una mujer joven, licenciada, que habla cuatro idiomas y que
reparte su tiempo entre el cuidado de su empresa y los viajes internacionales. Aquí
se encuentran muchos de los nuevos trabajos que florecen alrededor del cuidado de
los bienes culturales, el arte, la música o los antiguos molinos de agua restaurados
para producir energía, trabajo y soberanía energética. Y mucha belleza, una belleza
que verdaderamente nos puede salvar. Esta es otra economía, no obvia, hecha de
actividades muy distintas entre sí pero que tienen como común denominador una
idea de economía tendencialmente colaborativa, donde el trabajo y la riqueza no
nacen primeramente de la competencia, sino de la cooperación y de la búsqueda del
mutuo provecho. Una economía con una alta intensidad de jóvenes, muchos de ellos
inmigrantes, donde la búsqueda del máximo beneficio no es la primera motivación,
porque las prioridades están en la sostenibilidad ambiental, la dimensión estética, el
gusto por la creatividad colectiva, la alegría de ver reflorecer territorios enfermos y
envenenados, de inventar Apps (aplicaciones) que gestionen, y no es un ejemplo
casual, el producto “fresco” de los supermercados, de caducidad inminente,
transformando residuos en la piedra angular de las casas de muchos pobres. Una
nueva economía donde la gratuidad y (cierto) mercado conviven y crecen juntos.

El capitalismo financiero-especulativo está entrando con fuerza no sólo en la segunda


economía de las empresas familiares, sino que, con potentes medios y con una
excelente retórica, está ocupando también el Tercer Sector. La única posibilidad de
que estas economías que todavía son distintas, puedan salvarnos y crecer, pasa por
dar vida a una gran alianza con la cuarta economía, joven y creativa, que se mueve
en otros “ambientes”, habla otros “lenguajes”, y piensa, actúa e imprime en tres
dimensiones.

Hoy, las economías distintas a la del primer capitalismo deben conseguir que la
cuarta economía vaya a su terreno. Y mientras tanto actuar también en las zonas
limítrofes con el primer capitalismo, en las zonas mestizas de frontera. Dentro de
ciertos límites, variables y cambiantes según las épocas, también el primer
capitalismo puede producir buenos frutos. Todas las épocas lo han experimentado.
Cuando desborda sus cauces e inunda casas y campos es cuando el primer capitalismo
se convierte en enemigo de la economía, del trabajo y del bien común. Los
encuentros inesperados e improbables son los más creadores. Es la biodiversidad, en
todas sus formas naturales y civiles, la que nos nutre y nos enriquece a todos.

Para superar este desafío que hoy nos parece imposible, es esencial dar un viraje
simbólico, lingüístico y comunicativo. La economía civil (la segunda y la tercera
economía) no debe recurrir sólo al vocabulario de la ética, las virtudes, el altruismo,
el don y la solidaridad. Es necesario utilizar el registro semántico de la participación,
la excelencia y la creatividad para aplicarlas a objetivos más grandes que la mera
obtención de beneficios. Pidiendo cosas difíciles y presentando retos que requieren
esfuerzo es como se atraen personas excelentes, sobre todo cuando son jóvenes. El
mundo de la economía civil no atrae todavía suficientes jóvenes creativos e
innovadores porque no ha sido capaz de renovar adecuadamente su propio código
simbólico, ni de traducir sus grandes palabras (gratuidad, fraternidad, bien común)
en otras palabras y en nuevos signos capaces de entusiasmar a las personas mejores
en las fases mejores de su vida, transformando después el entusiasmo en proyectos
de trabajo y de vida. Todavía estamos a tiempo, al menos, de intentarlo.
 

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