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INSTRUCCIONES PARA

ESTORNUDAR
A Julio Cortázar

El estornudo, como se sabe. consiste en el aire comprimido que las personas


expulsamos por la boca y las narices en el instante menos esperado cuando
entramos en contacto con aquellos elementos como combustibles que nos
producen alergia. En el estornudo, como en el letargo del bostezo. los seres
humanos somos idénticos. La apariencia del uno es de fragilidad; la del otro. de
flojedad y laxitud. En ambos nos abandonamos a los instantáneos efectos de unos
fenómenos orgánicos que tienen algo de válvula de escape.

Lo que varían son los motivos. En mi caso particular, descontando las veces que lo
hago en obediencia al hambre y al hastío, cada vez que mis ojos tropiezan con la
boca abierta de Cassius Clay en una foto de arrogancia pegada a una de las paredes
de mi casa. soy incapaz de escapar a los impulsos de bostezar por contagio.

La mayor dosis de excentricidad la perciben los demás en mis estornudos. En primer


lugar, son inaguantables. Cualquier vestigio de formalismo social desaparece en mí
ante la inminente necesidad de expulsar la cosquiIleante sensación que se me
introduce por mis narices y hace de mi rostro un lamentable conjunto de repliegues
de lástima, como si tuviera ganas de llorar. En esos momentos es como si detuviera
en mi respiración el ritmo del universo y concentrara toda mi atención en la espera
de la primera emanación de aire. Antes bastó para ello el polvillo removido de una
página olvidada o el leve rayo de sol empolvecido entrando como un chorro a través
de la ventana o de la claraboya del techo.

Recomiendo en estos casos, a las víctimas de las mismas causas, salir de inmediato
de las penumbras en las que flotan y buscar con la cara en alto la plenitud del cielo
ardiente para que el estornudo suceda en seguidillas y en su más íntima explosión.
Recomiendo de igual manera no emplear esfuerzos innecesarios en sacar el
pañuelo, si se está en Bogotá, es decir, evitar la menor preocupación de parecer
formal o higiénico, pues la mínima interrupción psíquica obstruye la primera ráfaga
de aire, ni esperar que le digan "salud", si se encuentra por fortuna en México.
Cualquiera sabe que estropear unas ganas de estornudar condena a la persona a
vagar en el resto del día con una sensación de placer insatisfecho en el alma, con
una incomodidad física parecida a la que produce una piedrecita en el zapato o una
eyaculación frustrada.

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