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Apoyo de los padres

¿CÓMO AYUDA USTED A SUS HIJOS?

Sería ideal que los niños, en el momento de nacer, incluyeran un instructivo con
indicaciones tales como: “Precauciones al manejar este producto”,“Cómo ponerlo en
funcionamiento”,“Qué debe hacerse en caso de que no tenga un correcto
desempeño”. Sin embargo, en la realidad no es así. Los niños nacen desnuditos, inermes
y portadores de una serie de incógnitas, que la mayoría de las veces los padres no
saben cómo afrontar.

Además, ningún bebé nace con una torta bajo el brazo, como comúnmente se dice.
Por lo menos, no con una torta de abundancia y prosperidad, sino con un paquete de
interrogantes, dudas y desconciertos.

Y es que, en términos generales, los padres, sobre todo si son primerizos, ignoran cómo
tratar a esa personita que únicamente se comunica por medio del llanto. ¿Por qué está
llorando el bebé?, ¿tendrá hambre?, ¿estará mojado?, ¿se siente incómodo?, ¿estará
enfermo?, ¿le dolerá algo? Estas preguntas llenan a los padres de un mar de confusiones,
impotencia e inseguridad.

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Apoyo de los padres

Este capítulo incluye una serie de recomendaciones que los maestros podrán hacer
a los padres para informarles de lo que deben y lo que no deben hacer para
apoyar a sus hijos, tanto si se trata del primero de ellos como del segundo o tercero,
ya que todos los niños son diferentes, aunque sean hermanos.

LAS EMOCIONES
En primer lugar debe aceptar que los buenos
padres aman a sus hijos y que, por lo tanto, quieren
lo mejor para ellos, satisfaciendo sus necesidades,
sobre todo las que tienen que ver con sus emociones.
A este respecto, si usted decide apoyar a su hijo
desde sus primeros años, se dará cuenta de que
crecerá seguro de sí mismo y de quienes
forman su mundo, y que asimilará los
conocimientos escolares con alegría y
mayor facilidad.

Así pues, la primera recomendación es


que, si usted ama a su hijo, debe
hacérselo saber de diferentes maneras:

Acarícielo, pero no sólo en contadas


ocasiones, sino siempre que pueda,
sobretodo cuando algo le duela o
cuando se sienta triste.

Sonríale. De esta forma le demostrará


que se siente feliz con él.

Por lo general háblele suavemente,


aunque a veces deba gritarle.

Diríjale palabras y expresiones cariñosas,


así él comprobará que es querido y
necesitado.

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Apoyo de los padres

Posiblemente alguna vez hemos deseado que nuestros hijos no


fueran víctimas de la obesidad, o que tuvieran una nariz más
pequeña, o que hubieran sido más altos, o incluso, del sexo
opuesto.

Sí, queremos al hijo perfecto, pero perfecto según nuestra visión


de la perfección.

Sin embargo, muchas veces no es así; pero ahí está, y es una


realidad que no podemos cambiar ni eludir.

¿Qué hacer en este caso? Muy sencillo: aceptarlo y


amarlo tal como es. ¿Por qué? Simplemente porque
es nuestro hijo, un niño merecedor de toda nuestra
comprensión, de todo nuestro cariño y de todo
nuestro apoyo.

En búsqueda del mundo

Muchas veces también quisiéramos que se portara


mejor, que no hiciera tantas travesuras, pero hay que
recordar que tales travesuras no son maldades: son
únicamente la expresión de un niño en la búsqueda
y el conocimiento del mundo que lo rodea. Por eso,
cuando esta búsqueda lleva al
niño a destruir sus juguetes
porque quiere saber de qué
están hechos, no se moleste;
simplemente hágale ver que
ahora ya no podrá utilizar ese
juguete, y que debe cuidar
sus cosas en lo futuro.

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Dar apoyo es dar seguridad

Para que un niño se sienta apoyado por sus padres, es indispensable hacerle sentir
que vive protegido en un ambiente seguro y confortable. Para ello se recomiendan
estos principios:

Proporciónele la mayor cantidad posible de nuevas experiencias, ya que


mientras más conozca en la misma proporción, aumentará su seguridad.

Apóyelo en su relación con otros niños y haga que conozca a otras personas.

Evite avergonzarlo cuando sienta temor; por ejemplo, cuando teme a la


oscuridad. Los miedos son parte del crecimiento y de las experiencias de
un niño.

Háblele con la verdad. Si le pregunta si la cucharada para la tos sabe mal,


contéstele que sí, que sólo un poco, pero que es buena para su salud.

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Apoyo de los padres

Cumpla siempre lo prometido, tanto si se trata de un premio


como de un castigo. Si no lo hace, estará actuando con
irresponsabilidad, y el niño sólo recibirá mensajes de inseguridad
y debilidad.

Evite sobreprotegerlo, porque entonces se volverá dependiente,


y la dependencia es una de las manifestaciones del temor.

Apoyar es imponer límites

En muchas ocasiones, los padres, en su afán de demostrar el amor que sienten por
su hijo, se vuelven consentidores y permiten que el niño haga lo que quiera, como
quiera y cuando quiera; sólo que un niño carente de límites se vuelve agresivo,
demandante e inconforme, y lo peor es que siente que no le importa a sus padres,
por lo que crece inseguro y desmotivado. Por tal razón hay que tomar en cuenta lo
siguiente:

Que entienda la diferencia entre lo que se puede y lo que no está permitido;


esto es, no dejar que haga lo que se le venga en gana sólo porque así se le
antojó en ese momento. A este respecto, los padres deben ser firmes y no
claudicar nunca.

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Apoyo de los padres

Hágale ver el porqué no debe hacer todo lo que quiera, ya que hay cosas que
no son convenientes y que hasta pueden poner en riesgo su seguridad.

Enséñele a que controle sus impulsos de gritar, golpear o proferir palabras


insultantes.

Cuando el niño nos descontrola y nos hace


enojar, y le llamamos la atención en forma
brusca y alterada, debemos explicarle
que no queremos ofenderlo, que lo
sentimos, pero que es difícil soportar
su desobediencia.

Este reconocimiento no es signo


de debilidad; antes bien, incrementará
el respeto que nuestro hijo siente por
nosotros.

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Apoyo, sí; pero respetando su independencia

Una forma ideal se apoyar al niño es hacer que se sienta independiente. Esto no
quiere decir que se le permitirá hacer todo lo que quiera sólo porque así lo desea,
pero sí puede dejar que realice algunas labores productivas de acuerdo a su edad
como bañarse, lavarse los dientes o vestirse, aunque siempre bajo la vigilancia y la
ayuda de usted, como padre.

Algunas recomendaciones para estimular la independencia del niño son:

Permita que haga el intento. No siempre podrá hacerlo correctamente y


la madre o usted tendrán doble trabajo, pero ambos estarán conscientes
de que en un futuro su hijo logrará hacerlo, y hacerlo bien; pero, sobre
todo, habrán permitido que experimente por sí mismo, y con ello estará
incrementando su seguridad y su autoestima.

Haga que entienda el concepto


del trabajo. Para un niño ayudar
a su papá a arreglar la cafetera
descompuesta no es trabajar, sino
divertirse; sin embargo, debe
hacerle sentir que, junto con
usted, su hijo está trabajando, y
cuando el niño ayude a su
mamá a secar los platos, también
es conveniente hacerle ver que
la está ayudando en su trabajo.

Pídale que realice


algunas tareas
domésticas, que
guarde sus juguetes
y su ropa, que
sacuda, tire la
basura, barra o ponga la mesa. No importa si lo hace bien o mal, el niño se sentirá
importante y útil.

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Evite que se olvide de terminar alguna tarea. Es muy importante que no deje
las cosas a medias. Con ello le inculcará un saludable sentido de responsabildad,
y una vez finalizado el trabajo, felicítelo para que se sienta orgulloso de la
actividad que ha realizado.

¿Cómo se siente su hijo?

Tanto maestros como pedagogos, sostienen


que para un niño es más fácil aprender
cuando se siente a gusto consigo mismo. Es
más, afirman que, aunque la inteligencia
tiene mucho que ver en el proceso del
aprendizaje, decididamente son más
importantes los sentimientos, lo cual nos
llevaría a la conclusión de que sentir es más
trascendente que saber. La mayoría de los
problemas que enfrentan los niños, los
jóvenes y aun los adultos, tienen su origen no
en lo que saben o lo que ignoran, sino en
cómo se sienten consigo mismos.

Ahora bien, estos sentimientos, positivos o


negativos, no forman parte de la esencia
infantil; no nacen con ellos, sino que es una
conducta que se aprende. Se aprende
tanto en el seno familiar como en la
escuela, y son los padres y los maestros quienes tienen esta responsabilidad por
medio de su trato con el niño.

A continuación se presentan varias sugerencias para apoyar a su hijo para que


adquiera un concepto elevado de sí mismo:

Proporciónele un hogar feliz. Un hogar donde no haya pleitos, discusiones ni


desacuerdos. Un hogar donde reine la armonía, la convivencia y el amor. Un
hogar, en fin, donde el niño se sienta libre, pero dentro de determinados
principios, y seguro de que recibirá un trato amoroso pero justo.

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Haga que el niño sienta que es capaz de realizar cualquier actividad, así
tendrá más facilidad para aprender; pero no lo obligue, porque albergará el
sentimiento de que no es aceptado por sus padres y maestros y, en
consecuencia, aprenderá con mayor dificultad. Por eso, sin presionarlo,
fíjele metas acordes con su edad y sus capacidades y, sobre todo, evite
compararlo con sus hermanos o con otros niños. Ahora
bien, cuando sienta que no es capaz de realizar
alguna tarea, anímelo diciéndole que sí puede y que
tiene su apoyo.

Demuéstrele su aprobación cuando haga cosas,


aunque éstas no le salgan del todo bien. Nunca lo
critique. Si es pequeño, acepte y alabe lo que hizo;
si es mayor, diríjalo y enséñele, pero siempre aprobando
su esfuerzo. De esta forma lo apoyará y se sentirá satisfecho.

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Bríndele elogios. Puede hacerlo mediante frases cariñosas, con una caricia o
una expresión de satisfacción. Los elogios harán que su hijo sienta que es valioso
y le proporcionarán sentimientos de orgullo y satisfacción. Pero es necesario
tener en cuenta que los elogios deberán ser por algo importante, no por
insignificancias, ya que si derrochamos elogios a diestra y siniestra, éstos dejarán
de cumplir su cometido y harán que el niño deje de creerlos. Por otra parte, es
aconsejable que el elogio vaya dirigido no precisamente al niño, si no a lo que
hizo: “¡Oye, qué bien te quedó este dibujo!”.“Hoy me ayudaste mucho en la
cocina”.“Fuiste muy amable con tu tía Gertrudis”.

Dele mucha importancia al día de su santo y a su cumpleaños, para que lo


haga sentirse valioso y contento consigo mismo, todo niño necesita saber que
es tomado en cuenta, así que, al celebrar ese día tan significativo, está
apoyándolo adecuadamente. No es necesario
“tirar la casa por la ventana”; basta un regalo
sencillo y un pastel con velitas para compartirlo
con los amigos que quiera invitar.

“Es por demás: no puedo lavar los platos. ¿Por qué no los lavas tú?”. Lo
anterior quiere decir que su hijo se siente incapaz de hacer algo. ¡Qué
equivocado sería hacer el trabajo por él! En lugar de eso, habrá que decirle
que sí puede, que lo intente como él piensa que debe hacerlo, y cuando lo
haga, evite decirle que lo hizo mal, porque así sentirá que debe lavar los
platos tal como usted lo hace, y bien o mal lavados, fue él quien lo hizo.

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Apoyo de los padres

Alabe su trabajo para que experimente la sensación de que es aceptado. Su


hijo se sentirá satisfecho por ayudarla, aunque usted tenga que lavarlos
nuevamente.

Escuche a su hijo. Los resultados de escuchar a un niño son


sorprendentes. Claro, no se trata de escucharlo todo el día y
a todas horas, pero sí cuando quiera decirnos algo que para
él es importante. Si escucha a su hijo, y no simplemente lo
oye, el niño sentirá que usted se preocupa por él y que
lo que está diciendo vale la pena.

Escúchelo con paciencia y mírelo a los ojos mientras


esté hablándole.

Demuéstrele a su hijo que si bien las personas con las


que trata son distintas a él, no por ello dejan de ser
valiosas y dignas de respeto y aprecio. Así, valorando
a los demás, aprenderá a valorarse a sí mismo y lo
estaremos apoyando en sus sentimientos positivos hacia
quienes le rodean.

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Apoyo de los padres

¿Es que no eres capaz de hacer bien las cosas? Por favor, eliminemos de
nuestro vocabulario expresiones de este tipo, por mucho que la
impaciencia nos invada, ya que al decir cosas como ésta el
niño sentirá que no puede aprender y que, por lo tanto, es
tonto y bueno para nada, dejará de intentarlo y
los habremos etiquetado como inútil. En
consecuencia, antes de criticar, primero
tenemos que serenarnos y comprender que
con paciencia y el apoyo adecuados, el niño
aprenderá, y aprenderá bien.

Los niños no pueden actuar como la


gente adulta, por tal razón tenemos
que admitir y tolerar que no todo
funcione de acuerdo a lo que
nosotros queramos. Por otra
parte, es muy conveniente que
reconozca ante su hijo las
equivocaciones que haya cometido. Nadie es perfecto, y
resulta muy aleccionador que su hijo lo sepa.

Hay ocasiones en las que algunos padres manifiestan su desaprobación y


disgusto mediante palabras alteradas, gestos reprobatorios o miradas iracudas.
Todas estas muestras de rechazo hacen que el niño sienta que es una mala
persona, y como piensa que realmente lo es, tratará de demostrarlo en todo
momento: “Sí, soy malo; por eso voy a portarme mal”. Lo anterior trae como
consecuencia la dificultad para aprender y una mala conducta tanto en el
hogar como en la escuela.

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La medición de los sentimientos de su hijo

Pida a su hijo que conteste el siguiente cuestionario según corresponda:

Soy capaz de hacer varios trabajos:


Aprendo cada vez más:
Siento que mis papás me quieren mucho:
Mis compañeros me caen bien:
Soy muy fuerte:
Me gusta hacer cosas nuevas:
Mis papás me apoyan para corregir lo que hago mal:
Mis papás saben escucharme:
Hago las cosas lo mejor que puedo:
Me gusta tener nuevos amigos:
A veces hago las cosas como a mí me gusta:
Me agrada ayudar en la casa:

En caso de que la mayoría de las respuestas hayan


sido afirmativas, quiere decir que su hijo se siente bien
consigo mismo y que sus sentimientos son positivos.

Por otra parte, es importante que su hijo sienta que, si


bien es lo más valioso para usted, no por ello es mejor
que otros niños, y que la valía de una persona no
está en su raza, ni en su religión ni en su posición
económica, sino en la forma como se comporta
consigo mismo y con los demás. Este sentimiento
se enseña, pero también se demuestra con
el ejemplo.

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Apoyo de los padres

Corregir es apoyar

El mundo está lleno de progenitores, pero pocos son los padres, y menos aún los
buenos padres. Claro, ser buen padre no es una labor sencilla. Constantemente
recibimos consejos de amigos y parientes:

—Con mi hijo yo hice esto, y me funcionó.

Sí, pero da la casualidad de que no hay dos niños iguales, y de que cada niño
responde de forma diferente a determinados estímulos. Incluso, especialistas como
algunos pediatras y pedagogos, nos sugieren determinados consejos, mientras que
otros nos recomiendan exactamente lo contrario.

Una cosa sí es cierta, y es que si el niño se desarrolla en medio de una familia llena de
malos humores, agresiones y conflictos, se verá fatalmente influenciado y lo manifestará
en su modo de comportarse.

Igualmente es cierto que si un niño tiene


problemas didácticos o conductuales,
tanto en el hogar como en la escuela,
no es porque haya nacido así, sino
porque ésa es su respuesta a las
actitudes negativas de los padres.

A continuación expondremos algunas


recomendaciones que ayudarán a los
padres a ser mejores padres de
mejores hijos.

¿Cómo corregir a su hijo?

Para empezar, una aclaración: corregir no es regañar ni castigar. Corregir es apoyar, es


enseñar. Es importante, además, comprender que los niños no solamente necesitan
disciplina, sino que la piden a gritos, ya que sin ella se sienten inseguros; pero, por otra
parte, la disciplina excesiva puede generar aborrecimiento y empeorar su conducta.

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Apoyo de los padres

Para corregir sin regañar es necesario:

Sea consistente en lo que dice y lo que hace con respecto a la


educación del niño. No sólo imponga límites, sino también explique el porqué
de ellos. Cuando el niño haya realizado bien su trabajo, debe elogiarlo
calurosamente.

En lugar de regañarlo, compórtese con firmeza, pero amablemente.


Demuéstrele todo el amor que siente por él, pero que esto no signifique que
puede hacer lo que él quiera. Y hágale entender que lo corrige precisamente
porque lo ama.

La virtud está en medio de dos defectos

O como reza el dicho popular: “Ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo
alumbre”. Pero, ¿cómo saber cuándo es mucho y cuándo es insuficiente? Porque tanto
la carencia como el abuso de correctivos pueden generar situaciones conflictivas en el
hogar y la escuela.

Veamos las siguientes recomendaciones:

Que el comportamiento de usted, como padre, sea siempre un ejemplo a


seguir. Tanto si tiene un año como si ya es mayor, su hijo debe saber por qué se
le permite hacer ciertas cosas y por qué otras no.

Evite reprenderlo con algo así como: “Te portas muy mal. No debes hacer eso.”
Cuando haga algo indebido, es mejor decirle:
“Siempre te portas muy bien, pero no es
conveniente que hagas eso”.

Y constantemente dígale lo feliz que es por tener


un hijo como él.

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Apoyo de los padres

¿En qué quedamos, sí o no?

—El otro día mi mamá me dejó salir a jugar al parque, pero hoy dice que no me dará
permiso.

¿Por qué el otro día sí y hoy no? Simplemente porque a usted, que es quien tiene el
mando, hoy no le han salido las cosas como hubiera querido, está de mal humor y
convierte esa autoridad en autoritarismo. Pero esto no lo entiende el niño, y es
entonces cuando se siente frustrado, inseguro e injustamente tratado.

Por esta razón es tan importante la consistencia. Y en este


caso, consistencia no sólo quiere decir que sea usted
consistente con sus decisiones, sino que sus decisiones
también sean consistentes con las de su pareja.

Padres permisivos y madres restrictivas, o viceversa, tienen


la virtud de sumir en un mar de dudas a sus hijos.

Las palabras mágicas: "Por favor" y "Gracias"

Los niños, por el hecho de ser niños, no son un


dechado de cortesía y buenos modales. Nunca dicen “por favor” y jamás
dan las gracias; hacen gestos, se burlan de la gente, no contestan si están de malas o
contestan con un berrinche si están de peores.

De acuerdo, pero los buenos modales pueden


enseñársele, y mientras más pronto, mejor; y antes
que nada, con el ejemplo. Un niño que se
comporta con urbanidad tendrá más y mejores
amigos, y un niño con amigos será más feliz
porque sabrá que lo aceptan y lo quieren.

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El chantaje de las lágrimas

—¡Al fin que todo lo arreglo con una rabieta!

En efecto; hay niños que cuando no pueden obtener de


inmediato lo que quieren, empiezan a llorar, y si las lágrimas no
funcionan, entonces arman una pataleta de miedo.

Y papá y mamá, en beneficio de la paz y el silencio, acceden sin


remedio y el niño habrá aprendido cómo manipular a sus padres.

Por eso, cuando su hijo llore sin causa justificada aparente, no


corra a consolarlo y menos a satisfacer su capricho. Déjelo que
llore. Ya se le pasará.

Pero también tenemos que conocer suficientemente a nuestro hijo


para saber si llora porque tiene sueño o porque algo le duele.

En otras ocasiones, su hijo puede llegar con usted llorando y


diciendo:

—Mamá, me caí y me pegué en la cabeza.

Y usted responde:

—Vamos a ver. ¿Dónde dices que te pegaste?

—Aquí, aquí merito. ¡Ay!

—Pues yo no veo ningún golpe. No te pasó nada.

Entonces el niño llora con más ganas. En este caso está claro que su hijo quiere que lo
consuelen. Hágalo, y dígale algo así como:

—Sí, mi hijito. Esos golpes duelen mucho; pero, ¿sabes?, vamos a curarlo con unos
cariñitos y un beso. Santo remedio. El niño ha obtenido la atención que buscaba y
deja de llorar.

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Apoyo de los padres

Póngase en el papel de víctima

Ser la víctima de la conducta de su hijo da muy buenos resultados, por lo que se


recomienda ampliamente esta actitud.

En los momentos en que es necesario corregir el comportamiento del niño, procure


referirse a lo que usted siente, no a lo que él ha hecho. Con esta forma de corregir, logra
que la situación se convierta en un problema suyo, y no de su hijo.

"Con este comportamiento harás que deje de


quererte"

¡Qué gran error es decir algo como eso! Cuando los padres
realmente aman a su hijo, lo quieren siempre, sin importar la
forma en que se comporte. Es muy importante que el niño
esté consciente de ese cariño incondicional, pero también de
que hay ocasiones en las que, si se porta mal, es natural que
muestre su desaprobación.

Si su hijo siente que se le quiere, aumentará su autoestima


porque sabrá que se le necesita y que, pase lo que pase,
siempre será un ser valioso para sus padres. Esta seguridad en
sí mismo le ayudará a aprender más y a comportarse mejor
en la escuela y en el hogar.

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Apoyo de los padres

Respetemos sus miedos

Por su desconocimiento de la vida, y porque es un niño, frecuentemente su hijo sentirá


miedo. A usted le parecerá un miedo absurdo, como el temor a los relámpagos, a una
falla en el suministro eléctrico, al viento, a los animales, al doctor y, en general, a casi
todo lo que se sale de su experiencia cotidiana. Y como es normal que su hijo sienta
miedo, no trate de reprimirlo ni de hacer que sus temores desaparezcan con expresiones
tales como:

—¡Pero mira que tenerle miedo a ese gatito!... ¡Si no hace nada: sólo quiere jugar! Tal vez
el gatito quiera jugar, pero el niño no. El niño tiene miedo porque nunca ha tratado con
gatos, y tenemos que respetar ese miedo. Lo que debe hacer, como padre responsable
y amoroso, es consolarlo:

—Hijito, ya me di cuenta de que tienes miedo, pero no te preocupes, aquí estoy a tu


lado para protegerte.

Las travesuras

¿Por qué un niño hace travesuras? Bueno, básicamente existen dos causas: la primera es
porque desea investigar, entender el mundo que lo rodea; pero realmente éstas no son
travesuras, porque su hijo las comete sin intención de causar algún daño. Las verdaderas
diabluras se presentan cuando el niño sabe que está haciendo algo mal.

¿Pero hace travesuras porque es malo? No. Hacer travesuras es la forma que ha
encontrado para captar su atención, lo que constituye la segunda causa. Es entonces
cuando debe examinar su propio comportamiento y concluir que su hijo está pidiendo
que usted lo tome en cuenta. Así pues, hágalo. Alabe aquellas cosas que hace bien y
póngale más atención.

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Apoyo de los padres

Ésta es una actitud de estímulo-respuesta que muchos maestros conocen muy bien.
Cuando un alumno se la pasa platicando, rayando bancas, olvidando la tarea o sus
útiles escolares, no es que sea un mal alumno; simplemente está gritando:

—¡Mírame!... ¡Aquí estoy!... ¡Hazme caso, aunque sólo sea para regañarme!

El maestro puede solucionar el problema, haciendo que ese


alumno de mal comportamiento sea su ayudante. Le pedirá,
por ejemplo, que borre el pizarrón, que reparta las hojas de
los exámenes, o que anote a quienes hablan en clase.

Al saberse necesitado y útil, el alumno sabrá que es


importante, que le están prestando atención, y que por lo
mismo se sentirá apoyado y ya no necesitará hacerse
notar con su mal comportamiento.

La culpa por trabajar

Hace algunos años las mujeres casadas no trabajaban, y


menos si tenían hijos; pero en la actualidad las cosas han
cambiado. Hoy en día el que la mujer tenga un trabajo
remunerado no sólo es lo más normal del mundo, sino que incluso su
aportación a la economía familiar es muy necesaria. Pero cuando
una madre trabaja, necesita dejar solos a sus hijos o bien pedir ayuda
a algún familiar o a una nana o sirvienta. De esta forma, sus hijos no
estarán solos, pero tampoco estarán acompañados por ella.

Esta situación acarrea conflictos: en primer lugar para los hijos, pero
también para la madre quien, automáticamente, empezará a
desarrollar un abrumador sentido de culpa, ya que sentirá que no está apoyando
suficientemente a sus hijos.

¿Qué hacer? ¿Dejar el trabajo? Ni pensarlo. ¿Que la conciencia siga remordiéndole?


Acabará echa trizas, porque además de llegar diariamente a casa cansada y fastidiada,
tendrá que escuchar el rosario de las travesuras que cometieron sus hijos durante su
ausencia.

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Apoyo de los padres

La respuesta, entonces, es dejar de sentirse culpable, porque transmite a sus hijos ese
sentimiento de culpa y agregará a las tensiones de su trabajo el sentimiento de que no
está siendo una buena madre.

Para desechar ese devastador sentimiento de culpa, tiene que darse cuenta de que sí
es una buena madre, precisamente por eso está trabajando en lugar de pasar más
tiempo con sus hijos.

Además, una madre que trabaja fuera del hogar, debe hacerse consciente de que ese
sentimiento de culpa trae como consecuencia lógica el que se vuelva más tolerante
con el mal comportamiento de sus hijos, tanto en el hogar como en la escuela, y que,
para compensar de alguna manera sus ausencias, los malcríe llenándolos de regalos.

¿Trabaja porque lo desea o porque lo necesita? No importa. Hágalo de todas formas,


pero sustituya la cantidad por calidad. Es mil veces mejor una madre que está con sus
hijos un corto tiempo, que la que los desatiende aunque permanezca en casa todo el
día.

En lugar de regalos, deles amor, escúchelos, interésese por ellos. Amar a sus hijos y
decírselo constantemente, es el mejor remedio para eliminar las culpas y para
apoyarlos positivamente.

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Apoyo de los padres

Pleitos entre hermanos

Existe una forma de evitar que los hermanos se peleen, y es conformarse con tener un
solo hijo; pero, según las estadísticas, por lo menos en Latinoamérica, las parejas tienen
dos o más hijos. ¿Qué hacer para que los hermanos dejen de pelearse? Nada. Por más
que les digamos que no lo hagan, seguirán haciéndolo. ¿Por qué? Simplemente porque
son hermanos en constante competencia por el amor y la atención de los padres.

—¡Recuérdenlo!... ¡Son hermanos!...


¡Deben quererse y respetarse como tales!

Consejos inútiles, porque sería tanto como


pedirles que aceptaran que uno merece
más que el otro. ¡Y nunca va a ocurrir!

El amor que sentimos por los hijos no tiene


número ni fronteras, pero este es un concepto
abstracto que los niños no entenderían. Ellos
sólo comprenden, concretamente, que al
hermano le dieron más que a él; por lo
tanto, es al hermano a quien sus padres
quieren más. Ante esta lógica infantil, lo
único que le resta, como padre, es
actuar con estricta justicia.

Cuando mis hijos eran pequeños y


los llevaba de paseo, los tres
querían ir tomados de mi mano, sin importarles que yo sólo tengo dos, así que llegué a
un acuerdo con ellos: a cada uno le tocarían 15 minutos, y se alternarían en el orden.

—Bueno... ¡pero yo primero!

Claro, nadie quiere ser el segundo. Entonces les dije que lo decidieran con una
moneda lanzada al aire.

—Está bien... ¡pero yo la echo!

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Apoyo de los padres

—Ni tú ni tus hermanos: la echo yo.

Y si se trataba de comprarles una paleta, tenía que escoger tres paletas iguales... ¡y
dárselas al mismo tiempo!

Pero hay veces en las que los problemas entre hermanos no se solucionan de esta
sencilla manera. No siempre puede equilibrarse la balanza; por ejemplo, cuando es el
cumpleaños de uno y se le hace una fiesta que incluye regalos.

—¿Por qué a él sí y a mí no? Sí, ya sé que él es el consentido.

Entonces se le explica que cuando él cumpla años, también tendrá una fiesta y
recibirá muchos regalos.

—¡Pues yo quiero que mi cumpleaños sea hoy!

Peticiones y argumentos (aunque sean absurdos) no le faltarán, pero los apoyará


contestándoles de forma razonable y con amorosa paciencia.

El hermano mayor

El nacimiento de un nuevo hermanito representa una


serie de problemas existenciales para el hermano
mayor. Él era el único. No tenía competencia en
recibir el amor de los padres. Pero ahora tiene un
rival, y es ese pequeño ser quien recibe toda la
atención y todos los cuidados.

—¡Eso no es justo!

Y sí, para él quizá no lo sea, pero la


labor de usted, como padre, es que
prevalezca esa justicia, haciéndola
sentir al hermano mayor que ahora
lo quiere y lo necesita más que
nunca.

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Apoyo de los padres

El hermano menor

Aun entre los reyes, no era nada satisfactorio ser el hermano menor, el segundón; y hoy
en día, aunque los reyes casi han desaparecido, el hecho de ser el hermano menor
acarrea problemas.

Por ejemplo, a nadie le gusta tener que ponerse los repelos de su hermano, ni heredar
sus patines bastante maltratados, o descubrir que mientras hay un sinnúmero de
retratos del hermano mayor, al él lo han fotografiado en raras ocasiones. Los padres
festejaron con bombo y platillo el primer diente del mayor; pero con el menor las cosas
fueron diferentes:

—Mira, ya te salió un diente —y nada más.

El hermano menor, sobre todo en la infancia, se sentirá opacado por el mayor; pero
por ser el más pequeño, casi siempre llevará ventaja en las discusiones. No obstante, es
el hermano mayor quien afronta el hecho de que le han arrebatado la corona. Por otra
parte, cuando nació el primer hijo, los padres —que nunca lo habían sido— experimentaron
con el pequeño su recién adquirida paternidad y cometen muchos errores; en cambio,
con el segundo ya tienen experiencia, por lo que su forma de educar y apoyar será
más “profesional”.

En esta problemática fraterna, nada tiene que


ver la justicia de los padres: es un hecho de la
existencia y punto. Los hermanos seguirán en
conflicto. Es normal, aunque muchas veces
haga daño esta situación.

Pero, el que sea normal no significa que


permanezca cruzado de brazos como
simple espectador. Debe cuidar la forma
en que se comunica, las palabras que
profiere y los temas que trata. En síntesis,
debe cuidar, manifestar e incrementar
sus propios valores.

Actualmente mis hijos ya son adultos y...


¡se llevan de maravilla!

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Apoyo de los padres

Cambios en el diccionario

Las expresiones que dirige a sus hijos pueden apoyar u ofender. Aquí está una muestra:

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Apoyo de los padres

CONCLUSIÓN

Como se habrá dado cuenta, son notables las desigualdades entre la primera y la
segunda listas, ya que marcan la diferencia entre padres restrictivos, dominantes y
agresivos, y padres comprensivos, amables y consecuentes.

Ahora conteste la pregunta del principio: ¿Qué tanto apoya usted a sus hijos?

Si no lo ha hecho, o lo ha llevado a cabo en forma deficiente, seguramente que todo


esto le servirá de guía. Pero no se limite a leerlo y exclamar: “¡Sí, es muy cierto!”, y
después se olvide de ello para siempre. Lo importante es llevarlo a la práctica.

Sus hijos serán los primeros en beneficiarse y en mostrarse agradecidos.

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