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La mayor preocupación de Boaventura de Sousa Santos es encontrar un diálogo cultural basado en el reconocimiento de
los derechos humanos. Para ello, el autor acuña el término “hermenéutica diatópica” que dado el carácter incompleto de
cada cultura, ayudaría al diálogo entre estas. Así, se podría construir un marco donde los derechos humanos sean el
motor de una política incluyente.
El primer paso en el trabajo del autor es encontrar las tensiones que afectan la modernidad y el diálogo cultural.
1. Entre la regulación social y la emancipación social. Donde la emancipación ha dejado de ser el otro de la
regulación para pasar a ser el doble de ésta.
2. Entre el Estado y la sociedad civil. Si los derechos humanos surgen como un freno a un Estado violador de
éstos, la tensión aparece cuando el Estado ahora tiene que ser un garante del cumplimiento de los mismos.
3. Entre el Estado Nacional y la globalización. La autoridad del Estado erosionada por el avance de la
globalización plantea la duda del desplazamiento de los derechos humanos.
¿Cómo concebir a los Derechos Humanos? El autor planeta conceptualizarlos como una forma de cosmopolitismo, un
proyecto cosmopolita y no como formas de localismo globalizado, que fomenten choques culturales. No obstante, esta
tarea no resulta sencilla en la medida que la búsqueda de universales es una tendencia occidental y en donde el discurso
sobre derechos humanos obedecen a intereses económicos y políticos. Ante esta coyuntura, también se han desarrollado
marcos alternativos, concepciones no occidentales de derechos humanos que busquen un dialogo intercultural.
El diálogo intercultural pone énfasis en la diferencia. Y sólo a partir del reconocimiento de la diferencia se producen e
intercambian argumentos. La hermeneutica diatópica apunta justamente a desnudar la cultura, mostrarle tan incompleta
como sus argumentos. Sólo a partir de este reconocimiento de la falta, se puede dar el diálogo y la comunicación.
“elevar la conciencia de la incompletud a su máximo posible participando en el diálogo, como si estuviera con un pie en
una cultura y el otro en la restante. Aquí yace el carácter diatópico”.
Resumiendo los argumentos que el autor plantea respecto a la hermenéutica diatópica, ésta permitiría hablar desde la
concepción de los derechos humanos occidentales o desde una posición religiosa hindú, pues todo discurso como ya
hemos visto se presenta inherentemente vacío e incompleto. No existe una idea de verdad total y por tanto, cada una
puede tomar algo de la otra, no para completarse sino para reformular su propio discurso.
“El reconocimiento de la incompletud y debilidad recíproca es una condición sine qua non para un diálogo intercultural”.
Respecto a los derechos humanos, es pertinente resaltar que las reivindicaciones emancipadoras son contextualizadas
para cada cultura local en clara alusión a evitar la canibalización cultural de los sectores hegemónicos. Un ejemplo muy
interesante, lo da respecto a la posición de la religión islámica frente a los derechos humanos. Luego de una tensión de
ideas, se concluye que la dimensión religiosa es necesaria vindicarla y no renunciar a ella, y la posición cosmopolita de los
derechos humanos sólo puede darse dentro de un marco religioso ilustrado. En líneas generales, la conclusión es que la
hermenéutica diatópica requiere de un saber colectivo y participativo. “Conocimiento como emancipación más que
conocimiento como regulación”.
Entre los principales contratiempos para un adecuado debate multicultural, podemos señalar la necesidad de una
contemporaneidad simultánea de las culturas. Con ello, se alude a qué tan difícil es que dialoguen dos culturas cuando
entre ellas existe una relación de subordinación, colonialismo o similares, que afecten el diálogo cross-cultural. Esto
derivaría a que ciertas partes del diálogo sean impronunciables, que ciertas demandas de una de las partes no sea tomada
por la otra.
Otro aspecto a tomar en cuenta, es la incompletud necesaria para empezar el debate cultural. Algunos arguyen que sólo
una “cultura completa” puede entrar al dialogo intercultural sin el riesgo de ser absorbida o totalmente silenciada. Por
ese camino, se entiende la lectura que sólo esta cultura hegemónica puede darse el lujo de verse incompleta sin el peligro
de ser diluida en el diálogo. No obstante, si una cultura se ve a sí misma como completa, ¿qué necesidad tendría en el
diálogo? Una solución posible sería elevar los estándares del diálogo al punto que no sea posible una conquista cultural,
pero no tanto, como para que sea imposible dialogar.
Pero además, son necesarias al menos unas coordenadas, unas condiciones, que hagan plausible que este diálogo
intercultural se lleve a cabo. El autor los resume de la siguiente manera: