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¿En la actualidad, qué tanta influencia tiene la religión cristiana/católica en Colombia?

Felipe Higuera Garcia


En la última década el desarrollo de las nuevas tecnologías está conformando una serie de
cambios estructurales a nivel económico, político, profesional, social, educativo y más aún
en la forma de comunicarnos. Se ha venido desarrollando una nueva forma de manejar el
conocimiento en donde la información aparece como el elemento central convirtiéndose
en un bien muy preciado y alrededor del cual giran las actividades del ser humano.
Afortunadamente los tiempos del oscurantismo y la inquisición terminaron hace ya unos
añitos y casi cualquier persona tiene la posibilidad de estar informado sobre casi cualquier
tema. El conocimiento ya no se reserva para unos pocos y ahora cualquier persona puede
acceder a él. Pero, ¿qué tanto provecho se le ha sacado a dicho banco de información que
parece ser infinita (internet)? En Colombia, a mi parecer, no tanto como el que desearíamos.
Hace dos años (2016) la comunidad colombiana, en especial los miembros de iglesias
cristianas, evangélicas y sectores ultraconservadores, fueron participes de un suceso en el
que se vio afectada una población a la que se busca proteger de numerosos peligros: la
niñez. Todo empezó cuando salió a la luz un documento de 97 páginas, producto de un
convenio entre el MEN y el Pnud, el Unfpa y la Unicef (organismos de la ONU), con el
propósito de “brindar elementos para fomentar los procesos de sensibilización, reflexión y
transformación de los imaginarios existentes, con respecto a los roles de género” en
ambientes escolares. En otras palabras, el documento en forma de cartilla permitía a los
colegios establecer si sus manuales escolares promovían o admitían conductas
discriminatorias por razones de género, credo, condición social, raza o identidad sexual,
entre otros.
Hasta ahí todo muy bien, pero cuando la cartilla llego a manos de los mencionados
miembros de las iglesias se produjo un desacuerdo que dio pie a numerosas protestas en
todo el país, debates, polarizaciones y lo más grave, desinformación en redes sociales
(circulación de cartillas falsas). Los que estaban en contra de la implementación de estas
cartillas argumentaban que se estaba propiciando una “colonización homosexual”. La
cartilla, entre otras cosas sugería la restricción de demostraciones de afecto entre
heterosexuales o entre parejas del mismo sexo, la libertad de que los estudiantes usen el
uniforme que les haga sentirse a gusto con su identidad de género y en general que se
empezara a tener en cuenta en los manuales de convivencia condiciones, costumbres y
actitudes de la comunidad Lgbti. Lo que me parece importante es como se usó el internet,
no solo para generar espacios de reflexión y de intercambio de ideologías, sino también
como herramienta para personas que cegados por sus ideales se propusieron desinformar
a las personas y tergiversar completamente el contenido y la intención de las cartillas
modificándolas y haciéndolas circular por diferentes redes sociales. Evidenciando el arma
de doble filo que puede llegar a ser el internet y lo inconveniente que puede llegar a ser
algunas veces la religión.

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