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Didier Eribon

Michel Foucault
Traducción de Thomas Kauf

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BARCELONA
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Título de La edición original:
Michel Foucault (1926-1984)
© Edítíons Flammaríon
París, 1989

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Publicado con la ayuda drl Ministerio Jran_cés de la Cultura y la Comunicación

Portada: Para Olivier Séguret


Julio Vivas
Ilustración: Photo ·gamma

© EDITORIAL ANAGRAMA, S.A., 1992


Pedró de la Creu, 58
08034 Barcelona

ISBN: 84-339-0771-9
Depósito Legal: B. 2687-1992

Printed in Spain

Líbergraf, S.A., Constitució, 19, 08014 Barcelona


Segunda parte
El orden de las cosas
- ..-
1. EL TALENTO DE UN POETA

«Iniciado durante la noche sueca». y terminado <<al sol grandioso


y testarudo de la libertad polaca», 1 Folie et déraison se convirtió en
un manuscrito volumino.s o de casi rriil páginas. Exactamente no-
vecientas cuarenta y tres, precisa Georges Canguilhem, a las que
hay que añadir los ¡i.péndices y la bibliografía. El prefacio, redacta-
do después del texto propiamente dicho, lleva la fecha siguienti:
«Hamburgo, 5 de febrero de 1960.>> En aquella época, li obtención
del doctorado de Estado exigía la presentación de dos tesis, y dicha
obra constituye la tesis principal. La traducción de la Antropología
de Kant, anotada y precedida por una extensa introducción de
ciento veintiocho cuartillas dactilografiadas, servirá de tesis comple-
mentaria.
Antes inch~so de instalarse nuevamente en Francia, Foucault
buscó un «jefe» que estuviera dispuesto a asumir el papel de «direc-
tor de investigaciones», en este caso meramente el de «ponente»
para la lectura de la tesis, ya que no queda nada que dirigir: ambos
trabajos están ya concluidos. Durante un corto viaje a París, va a vi-
sitar a Jean Hyppolite y le pide que le apadrine. Jean Hyppolite, en
aquel entonces director de la Ecole Normale Supérieure, acepta en
lo referente a la tesis complementaria, conoce bien el pensamiento
alemán y la historia de la filoscifía, es su especialidad. Pero en
cuanto a la tesis principal, que lee «con admiración»,2 prefiere man-
dar a su antiguo alumno a Georges .Canguilhem. Este da clases de
historia de las ciencias en la Sorbona desde hace algunos años e
Hyppolite considera que está en mejor situación para poner bajo su
tutela universitaria ese extenso fresco sobre la locura a través de los

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tiempos, que apenas guarda parecido con lo que se entiende por ·santi, «un organizador de la tribu filosófica». Apenas publica nada;
una tesis clásica de filosofía. A Canguilhem debería interesarle: nada de libros gordos, sino contribuciones perfectamente delimita-
¿acaso no defendió él una tesis de medicina sobre Le Normal et le das; va const~_µ yendo a pinceladas lo que sólo posteriormente com-
pathologique (Lo normal y lo patológico)? Así pues, Michel Fou- pondrá unos volúmenes que acabarán siendo basta-nte célebres en
cault irá a ver al hombre que ya ofició durante los dos primeros ri- los ambientes profesionales: La Connaissance de la vie, Etudes
tos de tránsito que marcaron sus principios en la carrera universita- d'histoire et de philosophie des sciences, Idéologie et rationalité dans
ria: la oposición para ingresar en la Ecole Normale Supéúeure y el les sciences de la vie ... Michel Fou,cault citará a Canguilhem como
examen oral de la agregación. El encuentro se desarrolla en el ves- uno de sus maestros, en el prefacio de Folie .et déraison, Y· retirará
tíbulo de un aula de la vieja Sorbona, donde Canguilhem se dispone este homenaje en su lección inaugural en el College de France, en
a impartir su clase dentro de unos momentos. Foucault le expone a diciembre de 1970. Pero en el fondo, la influencia de Cangúilhem
grandes rasgos lo que ha querido hacer: mostrar cómo se instauró la se ejerció principalmente entre esos dos momentos, así pues, más
parti~ión que puso fuera de juego a la locura en el advenimiento del bien sobre El nacimiento de la clínica que sobre Folie et dé_raison.
racionalismo clásico, y cómo el saber psiquiátrico inventó, moldeó, Así parece expresarlo, en una carta dirigida a Canguilhem en juniq,
p~rfiló su objeto, la enfermedad mental. Canguilhem le escucha y de 1965: «Cuando empecé a trabajar, hace diez años, no le conocía a
comenta con una sola frase lacónica, en ese tono hosco que suele usted, ni sus libros. Pero lo que he hecho desde entonces no lo ha-
adoptar: «Si fuera verdad, ya se sabría.» Pero lee la obra, que le pro- bría hecho, qué duda cabe, si no le hubiera leído. [Mi obra] lleva,
duce el efecto de «un auténtico mazazo». Está convencido de que grabada, su marca. No sé decirle muy bien de qué manera, ni en
tiene ante los ojos una obra de primerísima magnitud y acepta sin qué lugares precisos 1 .ni en qué aspectos puntuales · de "método";
vacilar encargarse de la ponencia. Se limita a sugerir a Foucault que pero debe usted darse cuenta que incluso, y sobre todo, mis "contra-
modif¡.c{~e o suavice algunas expresiones que considera demasiado posiciones" -respecto al vitalismo por ejemplo- sólo resultan posi-
pere~torias. Pero Foucault, que parece tenerle mucho apego a la bles partiendo de lo que usted ha hecho, de ese estrato analítico que
forma literaria que le ha dado a su libro, prefiere no cambiar nada. usted ha introducido, de esa "eidética epistemológica" que usted ha
La tesis será leída y la obra publicada bajo esta forma inicial que . inventado. Realmente, la Clínica y lo q~e viene después salen de
Canguilhem acaba de leer. ahí y tal vez caben en ello por entero. Algún día tendré que llegar a
Tal vez haría falta detenerse unos instantes sobre el personaje _c aptar exactamente esta relación.» ·
que va a examinar y a juzgar de nuevo a Foucault, en .e l momento Para «captar exactamente esta relación» y, quizá, comprender la
del postrer obstáculo de ese recorrido institucional que conduce al influencia de este profesor discreto sobre toda Una generación de fi-
rango de «catedrático de universidad». Foucault estaba· algo resen- lósofos, hay que remitirse al extenso prefacio que Foucault redactó .
tido con el «Cang», que así era como le llamaban en la Ecole Nor- para la edición americana de. Le Normal et l,: pathologique, en 1977.
male, tras sus dos primeros encuentros, peto de todos modos aca- En este texto insiste sóbre el papel desempefiado_ por Canguilhem
bará por leer sus obras y sacarles algún provecho. ¿Cómo habría en las controversias que surcaron el pensamiento francés en las dé-
podido ignorarlas por completo cuando Althusser no desaprove- cadas de los sesenta y de los setenta: «Este hombre, cuya obra aus-
chaba ninguna ocasión para llamar la atención de sus alumnos hacia tera -escribe- voluntariamente delimitada y cuidadosamente consa-
ese heraldo de la filosofía de las ciencias, en una época en que grada a un ámbito particular dentro de una historia de las ciencias
triunfaban los existencialistas? Así pues, Foucault se sobrepuso a su . que, de todos modos, no está considerada una disciplina muy espec-
fastidio personal y leyó Le Normal et le pathologique, o los artículos tacular, estuvo presente de hecho, en alguna medida, en las -contro-
que Canguilhem publicaba de tanto en tanto en revistas especializa- versias en las que él, por su parte, procuró no figurar jamás.»3 Sin
das. Pues Canguilhem ·- es ante todo un profesor y, como dice De- embargo, figurará en ellas, una vez, sólo una: cuando comente Las

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palabra~ y Las cosas, en un artículo muy enérgico y que .llamó mucho pel del error en la investigación de la «verdad», noción sobre la que
la atención. 4 «Porque estaba harto de las crít\cas de los sartria- también plantea un interrogante ... Y haciendo esto, como explica
nos contra Foucault», recuerda hoy Canguilhem. Tras la muerte de muy bien Fou~.ault en su texto de ·1977, se ha inscrito en esa estirpe
Foucault, rendirá homenaje a su amigo desaparecido en un artículo de filósofos del concepto, encarnada por Bachelard, Cavailles y
magnífico que recoge la coherencia del pensamiento foucaldiano, Koyré, que se opone fundamentalmente, y desde la noche de los
desde la Histoire de la folie hasta los últimos volúmenes de la Histo- · tiempos, a la estirpe adversa de la filosofía de la experiencia y del
ria de la sexualidad. 5 En enero de 1988, presidirá también el colo- sentido, encarnada por Sartre y por Merleau-Ponty, los existencia-
quio que se llevará a cabo en París y aglutinará a investigadores listas y los fenomen6logos.
venidos del mundo entero alrededor del tema «Foucault filósofo». Canguilhem ha servido pue~ de punto de reunión, su nombre se
Georges Canguilhem nació en 1904 en Castelnaudary, en el su- ha convertido en µna especie de eslogan, en una consigna militante,
roeste de Francia. Formó parte de la famosa promoción de 1924 de para todos los que intentaban salirse de los caminos trillados de la
la Ecole Normale Supérieure, junto a Aron, Sartre y Nizan. Después filosofía del sujeto, es decir, para todos los que, desde la década de
de pasar la agregación de filosofía, se volcó en los estudios de medi- los cincuenta hasta la de los ochenta, ha tratado de renovar el dis-
cina y defendió su tesis en 1943. Es decir, en plena guerra y durante curso teórico de la filosofía, de la sociología o d,el psicoanálisis ...
la ocupación de Francia. La Universidad de Estrasburgo, donde da Canguilhem, nos atreveríamos a decir, es un poco un precursor del
clases, en aquel momento está · replegada en Clermond-Ferrand. estructuralismo o, mejor dicho, ha aclimatado a buen número de in-
/ · Canguilhem imparte sus clases con normalidad, y al mismo tiempo vestigadores noveles a lo que iba a convertirse en el estructura-
participa activamente en la red de la Resistencia. Después de la Li- lismo, exponiéndoles lo que podríamos denominar una historia es-
beración, vuelve a dar clases en Estrasburgo, antes de convertirse tructural de las ciencias.
en inspector general de la educación nacional. Durante este pe-
riodo se granjeará la profunda hostilidad de los profesores de ense-
ñanza secundaria cuyas competencias pedagógicas tiene la misión
de valorar. Sus violentos enfados, sus modales destemplados hacen En aquella época, para que una tesis pudiera. ser leída tenla que
que inspire temor, incluso aversión. Cuántas historias poco amenas haber pasado primero por la imprenta. Y el decano de la facultad
circulan, todavía hoy, sobre sus comportamientos y sus palabras en que debe otorgar el título de doctor tenía que conceder la aíitoriza-
el ejercicio de ~sta función de «inspector», cuya simple de.nomina- ción para ello. Canguilhem se encarga pues de redactar «el informe
ción inspira ya la desconfianza. Pero, en 1955, es nombrado en la para la obtención de la autorización de imprimir como tesis princ::i-
Sorbona, donde toma el relevo de Gaston Bachelard, y no cabe pal en el doctorado de letras». El 19 de abril de 1960, escribe varias
duda de que es a partir de esta fecha cuando su influencia marcará cuartillas a máquina, de texto muy denso y apretado, para resumir
profundamente con su ~mpronta en el panorama filosófico francés: la obra, sobre la cual formula una apreciación sumamente elogiosa.
una influencia soterrada, casi invisible; una influencia que perma- Juzguen ustedes mismos, a la vista de este extracto del extenso texto
necerá en la sombra hasta que precisamente Foucault la ponga de que conservó en sus archivos personales: «Se desprende cuál puede
manifiesto a la luz del día. Pues Canguilhem ha estado reflexio- ser el interés de es'te trabajo. Como el señor f oucault nunca ha pe,:--
nando durante toda su vida sobre los problemas de la práctica cien- dido de vista la variedad de los usos que la loc\,Jra, desde el Renaci-
tífica, en la línea trazada por Bachelard, pero concentrándose.por su miento hasta nuestros días, ofrece al hombre 'fuoderno, ni cómo se
parte en las ciencias de la vida, dejando a un lado la física. Su' inte- · refleja en los espejos de las artes plásticas, de la literatura y de la fi-
rés se ha centrado principalmente en las relaciones entre la ideolo- losofía; como tan pronto ha desmarañado, como ha enmarafiado
gía y la racionalidad, en los procesos del descubrimiento, en el pa- una diversidad de hilos conductores, su tesis se presenta como un

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trabajo simultáneo de análisis y de síntesis cuyo rigor no siempre obras de Dumézil. Pero las colecciones que había lanzado se fue-
hace gue resulte de fácil lectura, pero que siempre recompensa la ron a pique, debido a su poca venta.; ¿Será el recuerdo de ese fra-
inteligencia.» Canguilhem afí.ade: «En cuanto a la documentación, caso lo gue h3:c::e desconfiar a Brice Parain de todo lo que presenta
el señor Foucault, por un lado, ha releído y revisado, y, por el otro, el menor parecido con un trabajo universitario? Lo cierto es que
ha leído, y sacado provecho, por vez primera, de una cantidad con- a principios de los años cincuenta rechazó la colección de artícu-
siderable de archivos. Un historiador profesional no dejará de sentir los que quería publicar un etnólogo, entonces autor d e un único
simpatía por el esfuerzo realizado por un joven filósofo para acceder libro titulado Estru cturas elementales del parent_esco. Claude Lévi-
a los documentos de primera mano. Y a la inversa, ningún filósofo Strauss, pues efectivamente se trata de él, tuvo que esperar varios
podrá reprochar al sefíor Foucault gue haya supeditado la autono- años antes de poder conseguir que se publicara este libro, en Plon,
mía del juicio filosófico a la sumisión a las fuentes de la informa- con un título que acabaría s.Íendo famoso: Antropología est'ructu-
ción histórica. En la elaboración de su considerable documentación, raL.8 De la m isma forma, y a pesat; de la benévola protección de
el pensamiento del sefior Foucault ha conservado de principio a fin Dumézil, que sigue acompañando a Foucault en. todas las etapas
un rigor dialéctico gue en parte proviene de sus inclinaciones hacia de su carrera, Brice Parain rechazará el libro que ·el joven filosófo
la visión hegeliana de la historia y de su profundo conocimiento de le propone. «No publicamos tesis», .le viene a decir_, en sustancia,
la Fenomenología de la mente. La originalidad de este trabajo con- al autor, que se lleva un buen chasco y que, durante años, contará
siste principalmente en la recuperación a un nivel superior de la re- a menudo la historia a sus amigos en los siguientes .términos: «No
flexión filosófica de un material abandonado, hasta ese momento, querían mi libro porque llevaba notas a pie de página.» Sin em-
por los filósofos y por los historiadores de la psiguiatrfa, a merced bargo; ese rodeo por la editoríal Gallimard no habrá resultado inú-
únicamente de aquellos psiquiatras que profesaban interés, las más til, pues se ha consultado a otro lector de !a casa: a Roger Caillois.
de las veces por razones de moda o de convencionalidad, hacia la El también mantiene relación con Dumézil. Ha sido alumno suyo
historia o la prehistoria de su especialidad.» Y Georges Canguilhem en la sección quinta de la Ecole Pratique des Hautes Etudes. Cai..,
termina su informe con una formulación que responde a los requi- llois forma parte del jurado del Premio de la Crítica y decide ha-
sitos oficiales: «Así pues, creo que puedo concluir, convencido cerle leer a otro . miembro del jurado este manuscrito imponente.
como estoy de la importancia de las investigaciones del sefíor Fou- Le gustaría conocer su opinión: ¿tiene una obra de semejantes ca-
cault, que su trabajo merece llegar a ser leído y defendido ante un racterístícas alguna posibilidad de recibir el galardón? Maurice
tribunal de la Facultad de Letras y propongo al ·s eñor decano que Blanchot no tiene tiempo de leer toda la obra, pero lee· lo _sufi-
autorice su }:91presión.»6 ciente para medir su alcance. Manifiesta su entusiasmo a Cailiois.
Se concede la autorización, ni que decir tiene. Pero todavía hay Y volverá a manifestarlo púb!ic~mente cuando se publique el li-
que encontrar un editor. Michel Foucault ya tiene hecha su elec- bro, al año siguiente.
ción desde hace mucho tiempo: sueña con que le publique Galli- La opinión favorable de Blanchot no bastará para que obtenga
mard, que ha ·editado. a los grandes nombres de la generación ante- el Premio de la Crítica. El juicio de Caillois no · ha bastado para
rior, y a Sartre y a Merleau-Ponty en particular. Propone pues su que el libro sea aceptado por Gallimard. Qué más da. Foucault en-
manuscrito a Brice Parain, que forma parte del comité de leétura de contrará una solución. Jean Delay le ha propuesto ya incluir el li-
la rue Sébastien-Bottin. Brice Parían es un amigo de Georges Du- bro en una colección que dirige en las Presses U niversitaires de
mézil. Ambos hombres se conocieron en la rue d'Ulm, desp~és de France. Pero a Foucai.llt, precisamente, le gustaría que su libro no
la Primera Gu~rra Mundial, cuando todas las promociones se en- · se circunscribiera al gueto de las tesis. El éxito de Claude Lévi-
contraron mezcladas en la Ecole, una vez reanudada la paz y des- Strauss le ha dejado impresionado, cosa que no tendrá reparos en
movilizados los soldados. Entr~ 1941 y 1949, Para in editó varias confesar más adelante: le llenaba de admiración el modo en que

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éste había sabido hacer estallar en pedazos la frontera que separa evidentemente muy poco ren.tables. Aries planta cara. Y se sale
al público especializado de los trabajos universitarios del gran pú- con la suya. Folie et déraison se publicará con el sello de la librería
blico cultivado. Ahora bien, después de la negativa de Gallimard, Plan:
Lévi-Strauss había encontrado cobijo en la casa Plan, donde había Foucault f~ quedará siempre inmesamente agradecido a este
publicado Tristes trópicos en 1955, y luego Antropología estructural hombre, al que todo parecía predisponer para serle hostil, pues el
en 1958. encuentro entre ambos personajes no es común. Son como el día y
Resulta que Michel Foucault conoce bien a Jacques Bellefroid, la noche, Dios y el diablo. Aries es católico, integrista, . durante
consejero literario de la librería Plan. Le conoció en Lille. Belle- mucho tiempo fue monárquico, y anda siempre pregonando sus
froid era entonces alumno de lycée y estaba muy vinculado a Jean- ideas ·derechistas, por no decir de extrema derecha. Cuesta imagi-
Paul Aron. Después de aquella época, Bellefroid se instaló en Pa- nar a alguien más tradicionalista. ¡Y sin embargo! Este historiador
rís, donde empezó una carrera editorial y literaria. Le sugiere a sin cátedra, este hombre marginal, y marginado de las instituciones
Foucault que someta su manuscrito el editor que dio a conocer la universitarias, que se define a sí mismo como un «historiador do-
labor de Lévi-Strauss. El propio Foucault relató este episodio más minguero», era, quizá, y pese a _las ~pariencias; precisame.n te el
de veinte años después: «Siguiendo los· consejos de un amigo, llevé más apto para reconocer la fuerza innovadora que recorre esa obra
mi manuscrito a Plon. Al cabo de unos meses, fui a recogerlo. Me inclasificable, reacia a las categorizaciones universitarias que le aca-
dieron a entender que para devolvérmelo, primero tenían que en- ban de someter a su consideración.
contrarlo. Y luego, un día, lo encontraron en un cajón, e incluso Con motivo de la muerte de Aries, Foucault escribirá: «Phi-
se dieron cuenta de que era un libro de historia. Se lo dieron a lippe Aries era un hombre al que habría sido difícil no amar: se
leer a Aries. Fue así c?mo le conoci.»9 empeñaba en asistir a la misa en su parroquia, pero tomando la
En efecto, Philippe Aries dirige una colección titulada «Civili- precaución de ponerse tapones de .cera en los oídos para no tener .
_sation d'hier et d'aujourd'hui» (Civilizaciones de ayer y de hoy). La que toparse con los trapicheos litúrgicos del Concilio Vaticano JI.»
librerfa Plan había querido renovarse y promover colecciones de Y añadía, hablando de los libros del historiador: «Estudió, sucesi-
prestigio: así pues, Eric de Dampierre se encarga de la sociología y vamente, los hechos demográficos, no en tanto que segundo plano
publica, en especial, traducciones de Max Weber. Jean Malaurie ha biológico de una sociedad, sino . como un modo de comporta-
lanzado la colección «Terre humaine>> (Tierra humana). Por su miento con respecto a si mismo, a la propia descendencia, '~l por-
lado, Aries se dedica al ámbito histórico. En su colección ya se venir; después, la infancia, que encamaba para él una figura de la
han publicado Classes laborieuses, classés dangereuses (Clases traba- vida que la actitud y la sensibilidad del mundo adulto perfilan, va-
jadoras, clases peligrosas) de Louis Chevalier, y un libro cuyo autor lorizan y moldean; finalmente, la muerte, que los hombres rituali-
es el propio Aries, que trata de L'Enjant et la Jamille sous l'An_- zan, escenifican, exaltan y a veces, como hoy, neutralizan y anu-
cien Régime (El niño y la familia en el Antiguo Régimen). Y lan. "Historia de las mentalidades" -él mismo empleó este térmi-
luego, un buen día -escribe en su libro de recuerdos- «llegó a mis no-. Pero basta con leer sus libros: escribió una· "historia de las
manos un voluminoso manuscrito: una tesis de filosofía sobre las prácticas", tanto de las que se presentan bajo forma de costumbres
relaciones entre la locura y la insensatez en la época clásica, de un humildes y pertinaces como de las que son capaces de -c rear un
autor que me era desconocido. Me quedé deslumbrado al leerlo. arte suntuoso; y trató de desentrañar la actitud, el modo de hacer,
Pero necesité Dios y ayuda para imponerlo». 10 Pues los vient.os de de ser, de actuar o de sentir que podía constituir el fundam:ento de
apertura que han soplado en la editorial Plan han durado poco y unas y de otras. Atento al ademán mudo que se perpetúa des-
los nuevos duefíos que han empuñado las riendas de la editorial de hace milenios, así como a la obra singular que duerme en un
ven• con malos ojos esas colecciones, sin duda prestigiosas, pero museo, ha fundado los principios de una estilística de la ex1s-

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tencia; me refiero a un estudio de las formas mediante las cuales el France. Pero, aun así, la sala está llena, lo que significa casi un cen-
hombre se manifiesta, se inventa, se olvida o se niega en su fatali- tenar de personas, y todos han acudido a sabiendas de que iban a
dad de ser vivo y mortal.>i 11 asist,ir a un pequeño acontecimiento.
Este texto, escrito en :febrero de 1984, traduce evidentemente el Henri Goúhier preside el tribunal. Es historiador de la filoso~
sentimiento de Foucault. en un léxico particular: el de la obra que fía, catedrático de la Sorbona desde 1948 y ha sido nombrado
está acabando en aquel momento sobre el arte de gobernarse a sí «presidente» porque, entre los miembros del tribunal, es «el titu-
mismo, sobre la estética de sí mismo, una obra que quedará plas- lar con mayor antigüedad en el escalafón más alto». Es la. norma.
mada, cuatro meses después, en vísperas de su propia muerte, en los Gouhier es un hombre afable,. abierto, un erudito de competencia
dos volúmenes titulados El uso de los placeres y La inquietud de sí. polifónica y siempre minuciosa. Es famoso por sus trabajos sobre
Pero también se pueden detectar en él los motivos que presidieron Descartes, Malebranche y Maine de Biran, pero · también por sus
la relación duradera y, a primera vista, insólita entre ambos hom- volúmenes de Auguste Comte et la naissance du positivisme. Tam-
bres. Se aprecia sobre todo cuán auténtica, sincera y fiel era la ad- bién se le conoce por su pasión por el teatro. En . 19 52 publicó el
miración que Foucault profesaba a Aries, y lo mucho que le impor- ensayo Le Théatre et l'existence, y . en 19 58, L 'Oeuvre thérÍtrale.
taba reiterar, una y otra vez, la <<deuda personabl que tenía «con- Además, en aquella época era responsable de la crítica dramática
traída>) con él. 12 en la revista La Table Ronde. A ~u alrededor están reunidos
y
Georges Canguilhem, por supuesfo, Daniel Lagache, con quien
Foucault estudió psicología, y que .ahora es el titular de la cáte-
dra de psicopatología de la Sorbona. Canguilhem y Lagache son
Sábado 20 de mayo de 1961: «Para hablar de la locura, habría viejos compinches desde antiguo. Se conocieron en la rue d'Ulm,
que tener el talento de un poeta», concluye Michel Foucault, trás y no sólo son ambos docentes en la Sorbona, sino que también
haber deslumbrado a su tribunal y al auditorio con la brillantísima lo fueron durante la guerra. Lagache fue movilizado como mé-
presentación de su obra. «Pues lo tiene usted, señorn, le responde dico forense en 1939. Cuarido fue apresado, se fugó y se incor-
Georges Canguilhem. He transcurrido poco más de un afio desde el poró a la Universidad de Estrasburgo, replegada en Clermond-Fe-
momento en que ambos hombres se encontraron para hablar de la rrand. En esta ciudad, vuelve a encontrarse con Georges Can-
lectura de esta tesis en el vestíbulo de. un aula de la Sorbona, y esta guilhem, que acude a sus dases y a sus presentaciones éle en-
tarde de primavera durante la cual el sustentante expone, como fermos. Cuando Canguilhem publica su tesis de medicina, Laga-
exige el ritual, las líneas maestras de su investigación a los miem- che escribe una reseña en el Bulletin de la faculté des lettres
bros del tribunal, antes de que éstos le sometan al juego de un in- de Strasbourg, un artículo que se vuelve a publicar unos meses
terrogatorio meticuloso. La sesión ha dado comienzo a la una y más tarde en la Revue de métaphysique et de morale. 13 En 1946
media, en la sala Louis-Liard: el lugar reservado para las tesis leyó su tesis de Estado Los celos amorosos, con-lo. que, al año si-
importantes, de aspecto solemne e impresionante, con su tarima so- guiente, como hemos visto más arriba, fue nombrado en la Sor-
breelevada y la larga cátedra de madera que la domina recorrién- bona. En 1953 fue uno de los fundadores de la Sociedad Fran-
dola de un extremo a otro, el revestimiento de madera ancestral de cesa de Psicoanálisis junto a Jacques Lacan, a pesar de las diver-
sus paredes, las hileras de bancos descendentes a ambos lados; como gencias que, ya entonces, enfrentan a ambos hombres. En 1958
en el anfiteatro de un teatro a la italiana, la iluminación mortecina publica La Psychanalyse et la structure de la personnalité y pone
y aterciopelada, casi a oscuras... La afluencia es considerable. Evi- . en marcha un amplio proyecto de «Diccionario del psicoanálisis»,
dentemente, no se trata todavía de la multitud que se amontonará · para el cual recurre a dos jóvenes colaboradores: Jean Laplanche
dentr~ de diez afios durante la lección inaugural en el College de y Jean-Bertrand Pontalis.

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Gouhier, Canguilhem, Lagache. Ya se habrán dado cuenta: la menor», los entremeses de la ceremonia. A partir de ahora podemos
justa no va a ser de lo más descansada para el candidato que ha de pasar al plato fuerte: la «tesis mayor».
afrontar a este terceto de especialistas eminentes. Sobre todo, te- Tras un ent~eacto de unos minutos, se reanuda el espectáculo.
niendo en cuenta que la ·lectura y defensa de una tesis son tributa- El presidente del tribunal cede la palabra al candidato. La voz de
rias tanto del rito iniciático, con sus pruebas obligatorias y sus tram- Foucault se eleva, tensa, nerviosa, desplegándose en secuencias rít-
pas necesarias, como del de arte intelectual. micas, entrecortadas; las oraciones están talladas como diamantes:
Pero el público tendrá que esperar antes de deleitarse con las en el origen de esta investigación, explica, se me ocurrió primero
alocuciones y los intercambios sobre Folie et déraison. Foucault ha la idea de un libro que tratara más de los locos que de sus médi-
de responder primero sobre 1a Antropología de Kant, pues una lec- cos. Pero era imposible hacer este libro, ya que la voz de la locura
tura ha de empezar por la «tesis menor». Y, para la ocasión, tiene ha sido sofocada, reducida al silencio. Así pues, había que descu-
que enfrentarse a Jean Hyppolite y a Maurice de Gandillac, catedrá- brir los signos de un debate perpetuo entre la razón y la insensa-
tico de la Sorbona, gran especialista de la Edad Media y del Renaci- tez, darle la palabra a lo que todavía carecía de lenguaje, de térmi-
miento, y traductor de muchos textos alemanes. Foucault explica lo nos para poderse decir; de ahí la necesidad de bucear en los
que ha pretendido hacer e indica que, para comprender este texto archivos. Y esta evidencia, descubierta bajo el polvo de los docu-
de Kant, escrito, corregido y transformado durante cerca de veinti- mentos, que «la locura no es un hecho de naturaleza», sino un «he-
·= ;·
cinco años, es necesario recurrir a un cruce de análisis estructural y cho de civilización». La locura, en· una sociedad determinada, ~s
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de análisis genético. Cómo se elaboró esa obra terminal, de qué se.- siempre «una conducta otra», «un lenguaje otro». Por consiguiente,
dimentos sucesivos se fue nutriendo: análisis genético. Cuál es el no puede haber una historia de la locura «sin una historia de las
estatuto de esta obra dentro de la disposición global e interna del culturas que la califican de tal y que la persiguen». Y Foutault
sistema kantiano, cuál es la relación de esta Antropología con el afiade: para llevar a buen término esta investigación, primero ha-
movimiento «crítÍCO>) desplegado por Kant: análisis estructural. En bía que desprenderse de los conceptos de la psiquiatría actual, ya
esta exposición oral -y en el texto mismo de su tesis- Foucault uti- que la ciencia médica interviene sólo como «una de las formas his-
liza a saciedad un vocabulario que se hará famoso. Habla de hacer tóricas de la relación entre la razón y la locura». Y para concl~ir,
la «arqueología del texto kantiano», se interroga sobre los «estratos» Foucault plantea la cuestión: se trata de ·ver lo que una cultura
de su «geología profunda», etc. Esta «tesis menorn no se publicará arriesga en su debate con la locura.
nunca. Sólo se publicará la traducción del texto de Kant en la edito- Tras esta exposición preliminar, se inicia la discusión. Se ha
rial Vrin en 1963, a pesar de que Foucault declarara, para respon- evocado a menudo, desde entonces, las objeciones plante.atlas por
der a determinados reproches del tribunal, que no estaba pensada Lagache. Actualmente, se suele ironizar acerca de Ja incomprensión
para ser publicada, que era simplemente el punto de anclaje de un que manifestó el representante de la tradición francesa de la medi-
planteamiento general sobre la posibilidad de una antropología filo- cina psiquiátrica, confrontado, en los albores de los afios sesenta
sófica. Por lo demás, FÓucault preferirá dejar que las ciento treinta con el dinamitero de las certidumbres del saber y de la institució~
páginas de su introducción duerman en los archivos de la Sorbona, psicopatológica. Canguilhem, en su informe preliminar, en muchos
donde permanecen todavía. Pero que nadie se engañe al respecto: aspectos premonitorio, había subrayado ya este 'punto: «La recusa-
no serán papel mojado. Más adelante veremos cuál es la importan- ción de los orígenes del estatuto científico de la psicología no re-
cia real de este ensayo y todo lo que iba a derivarse de él. Pues tal presentará una las sorpresas menores que provocará este estudio.»
vez es ahí donde haya que buscar el origen de muchos párratos que Y, efectivamente, Lagache planteó muchas objeciones y manifestó
figurarán más tarde en Las palabras y las cosas. muchas reticencias. Pero hay que recordar también que mostró de
Mas, de momento, estas páginas tan sólo representan la «tesis principio a fin una extrema prudencia, si damos crédito a los apun-

156 157
tes tomados por Henri Gouhier durante la discusión. Sus. cr!ticas rechazando la interpretación de Foucault, según la cual el escarnio
versaron principalmente sobre detalles puntuales, sus ob¡eciones de la locura habría ocupado el lugar de la muerte en las representa-
nunca fueron agresivas y, en el fondo, hay que reconocer que en ciones literarias o pictóricas. «La razón es evidente, para usted
ningún momento puso en tela de juicio de verda~, y todaví~ ~enes existe una continuidad filosófica; la locura es, una vez· más, la
condenó, el proyecto de Foucault. Sus intervenciones ~e hm1tar_o n muerte. Y usted transpone; continuidad en la historia del arte.» Y,
finalmente a denunciar las deficiencias de la información espec1fi- en su opinión, no sucede así en absoluto. Tampoco está de acuerdo
camente médica, psiquiátrica o psicoanalítica del libro, y también a con la descripción de los cuadros del Bosco. Y le sorprende.o ta.m -
destacar que el autor no consiguió desprenderse totalmente, como bién algunos olvidos: «Cita usted a Shakespeare, pero también ha-
pretendía, de los conceptos contemporáneos. Pero no parece. haber bría que citar a John Ford, la locura de Pentea· en El corazón lace-
impugnado abiertamente la visión global de Foucault, que stn em- rado.» Recusa la lectura, a su e~tender abusiva, que Foucault
propone de El sobrino de Ram eau: .l o que el candidato pone en
bargo debía resultarle del todo ajena. . . .
Hay que recordar, sobre todo, que el principal ~positor dur~nte boca de los personajes de Diderot constituye según él .una manipu-
aquella sesión memorable fue, quizá, _el prop~o pr~s1dente d~l tn~u- lación del texto. Lo mismo en cuanto a Descartes, y ése es µno de
nal. No por hostilidad hacia el candidato, ni hacia su traba¡o, sino los puntos más desarrollados de la argumentación de Gouhier. Por
meramente por escrúpulo intelectual y profesional. «Me h~bí_an ~e- ejemplo, sobre la hipótesis del «Genio maligno» en las Meditaciones:
dido que formara · parte del tribunal en calidad de especialista Üe «El genio maJigno simboliza la hipótesis de un mundo absurdo, en
historia de la filosofía -explica en la actualidad- y ése era el papel el cual yo vería 2 + 3 = 5 y esto. fuese un error. Pero en ello no veo
que tenía que presentar.» Así pues, Gouhier _tenía que cumplir_ .u na de ningún modo un simbolismo. de la locura; usted ha fabricado
función bien determinada dentro de la realización del ceremomal, Y esta idea asociando la noción de malignidad con la noción de omni-
lo cierto es que se esmeró representando su papel. Multiplica las potencia. La psicología del personaje está esbozada al principio de
preguntas, las observaciones. Recusa determinadas interpretaciones la cuarta Meditación: es la idea de la omnipotencia, sugerida por
de los textos o de las obras («Hay que saber si se está facilitando la una imaginería teñida de maquiavelismo, que se encuentra en el
filosofía de un texto o si se está haciendo filosofía sobre un texto», principio de la existencia. Usted ve en ello la amenaza de la insen-
le espeta al candidato), rectifica la información histórica... No re- satez. No, se trata sólo de la posibil~d,ad de una razón otra. En ·e sto
sulta posible referir aquí todas las obje_ciones pla~teadas por el .p_r~- reside el fundamento metafísico de esta hipótesis.» Gouhier ·s e' niega
fesor ni mencionar todas las referencias que su mmensa erudicion · también a ver en la fórmula de Descartes, en la primera Meditación,
moviliza para contradecir a su interlocutor, cuyos talento, elegancia «Y qué, se trata de locos>>, ·el gesto instaurador de la gran partición
de estilo y elocuencia, por lo demás, valora con agrado. Sus obser- que aislará la razón de la insensatez. Gouhier insiste sobre Desear- ·
vaciones inciden sobre todo los aspectos del libro. Sus críticas se tes porque se ha dado cuenta perfectamente de que estas páginas ·de .
ejercen principalmente sobre las ~áginas de~~cadas. a las Sagradas Foucault están e{J. el mismísimo corazón de su construcción. Pero
Escrituras: «No estoy seguro de su rnterpretacion -dice-. Los textos también reprocha a Foucault que «piense por alegorías»: «La locura
que usted cita de las Escrituras y de los coment~rios de sa1: Vicente está personificada, evoluciona a través de conceptos mitológicos: la
de Paul no dicen que Jesús se hiciera el loco, srno que quiso tomar Edad Media, el Renacimiento, la Edad clásica, el Hombre occiden-
la apariencia de ciertas pasiones, que quiso que le pudieran tomar tal, el Destino, la Nada, la memoria de lo~ hombres... Se trata de
por tal.» Y prosigue: «Creo que constituye un error haber tratado la . personificaciones que van a permitir una especie de invasión meta-
"locura de la Cruz" en el capítulo que versa sobre los insensatos, física dentro de la historia y que, en .cierto modo, van a transformar
pues la idea de una sabiduría superior está siempre presente.» Gou- ' el relato en epopeya, la· historia en drama alegórico, animando una
hier argumenta también en contra del tema de la «danza macabra», filosofía.» Y para concluir, el profesor, el presidente del tribunal de-

159
158
clara al autor: «No comprendo lo que quiere decir usted cuando de- Los dos jueces de la tesis complementaria resaltarán en ella
fine la locura comó ausencia de obra.» Seguramente Foucault admi7 la yuxtaposición de dos obras:
tirá la validez de esta última observación, ya que, poco después, es- 1) una introducción histórica que es el esbozo de un libro
14
cribirá un extenso artículo para explicitar mejor esta fórmula, que, sobre la aiúropología, más inspirada por Nietzsche que por
en la segunda edición de l¡ Historia de la locura, calificará de «frase Kant, observa el señor Hyppolite.
dicha por mí un poco a ciegas». 15 2) La traducción del texto de Kant, que, reducida al papel
La ceremonia ha concluido. Por boca de su presidente y ante la , de pretexto, debería ser revisada. El señor M. de Gandillac re-
asistencia, el tribunal concede al candidato el título de doctor en le- comienda al candidato, para la publicación, .que separe estas dos
tras, con la calificación de «muy honorable». U nos días más tarde, partes, desarrollando plenamente el libro esbozado bajo el nom-
Henri Gouhier redacta un informe oficial para dar a conocer el de- bre de introducción y ofreciendo, aparte, una edición verdade-
sarrollo de la lectura de tesis. Ofrecemos aquí este texto que mere- ramente critica del texto de Kant.
ce ser citado íntegramente ya que pone de manifiesto las primeras Los tres examinadores que se ocupan especialmente de la te-
reacciones que suscitó la obra naciente de Foucault: sis principal reconocen la originalidad de. la qb,ra. El autor ha
buscado en la conciencia de los hombres de una época la idea
«El 20 de mayo, el señor Michel Foucault, agregado de en- que éstos se hacen de la locura y determina después varias "es-
señanza en la Facultad de Letras y de Ciencias Humanas. de tructuras" mentales en la ''edad clásica", es decir -en los siglos
Clermont-Ferrand, presentó su tesis de doctorado: XVII, xvm y a principios del XIX. Resulta imposible recordar
Kant: Anthropologie. Introducción, traducción y notas. aquí todos los intert:ogantes que su obra suscita. Señalemos tan
Tesis complementaria, informada por M. Hyppolite. sólo los siguientes: ¿se trata de una dialéctica o de una historia
- Folie et déraisón. Histoire de la folie a l'áge clasique. Te- de las estructuras?, pregunta el señor Canguilhem. ¿Ha podido
sis principal informada por M. Canguilhem y por M. Lagache el autor, para definir sus estructuras y trazar su fresco histórico, ·
en segunda lectura. prescindir realmente de los conceptos acuñados por la psiquia-
También constituían el tribunal M. de Gandillac para la te- tría contemporánea?, pregunta el señor Lagache.
sis complementaria, y el presidente para la tesis principal., El presidente incita al candidato a explicarse respecto a la
La· dos obras presentadas por el se.flor Foucault son muy dis- metafísica que subyace en su investigación: cierta ''valorización"
tintas y, no obstante, los elogios y las críticas serán bastante si- de la experiencia de la locura a la 1uz de casos como el de Anto-
milares. Gran cultura, fuerte personalidad, riqueza intelectual, nio Artaud, de Nietzsche o de Van Gogh.
tales son las cualidades evidentes del señor Foucault. La lectura Lo que cabe destacar sobre todo en esta lectura es un cu-
pública de las tesis no hará más que confirmar estas valoracio- rioso contraste entre el incuestionable talento que todos y cada
nes: sus dos exposiciones destacarán por su claridad, su soltura y uno reconocen al candidato y la multiplicidad de los reparos
la elegante precisión de un pensamiento que sabe adónde va, que se formulan desde el inicio hasta el final· de la sesión. El
que avanza sin vacilaciones, que transmite la sensación de ser señor Foucault es desde luego un escritor, pero el señor Can-
dueño de sí mismo. Pero de tanto en tanto, se percibe cierta in- guilhem habla de retórica refiriéndose a algunos párrafos y el
diferencia hacia las tareas que acompañan siempre los trabajos presidente encuentra que se preocupa demasiado de buscar el
más relevantes: traducción exacta pero un poco rápida, sin "refi- "efecto".
nar" del texto de Kant, ideas seductoras pero elaboradas rápida- La erudición es indudable, pero el presidente cita algunos
mente a partir de algunos hechos solamente: el señor Foucauh casos reveladores de una tendencia espontánea a · ir más allá de
es más filósofo que exégeta o h istoriador. los hechos; se tiene la impresión de que las críticas de esta ín-

160 161
dole habrían podido abundar más aún si el tribunal hubiera 2. EL LIBRO Y SUS DOBLES
''-: contado con un historiador del arte, un historiador de la litera-
'!·
: : !~: tura y un historiador .de las instituciones. La competencia psico-
': .i
lógica del señor Foucault es real, sin embargo, el sefior Lagache
Lff
considera que la información psiquiátrica es un poco limitada y
las páginas dedicadas a Freud uri tanto rápidas.
Así, cuanto más se piensa en ello, más se da uno cuenta de
que estas .dos tesis han suscitado múltiples y serias críticas. No
obstante, sigue siendo un hecho que nos encontramos ante una
tesis principal verdaderamente original, de un hoi:nbre cuya per-
sonalidad, cuyo "dinamismo" intelectual, cuyo talento de ex-
posición califican para ejercer la enseñanza superior. Por esta
razón, y pese a los reparos, fue concedida la calificación mlfy En la década de los setenta, Foucault se quejó en varias ocasio-
honorable por unanimidad. nes de la acogida que había merecido Folie et déraison en el mo-
mento de su publicación. Por ejemplo, en 1975, declara en una en-
Henri Gouhier, 25 de mayo_de 1961.»
trevista. «Cuando empezé a interesarme por estos temas, que eran
un poco como los bajos fondos de la realidad social, algunos ·investi-
«Pese a los reparos», como dice el informe del presidente del tri-
gadores como Barthes, Blanchot y los antipsiquiatra~ ingleses s_e
bunal, Folie et déraison obtiene también una medalla del CNRS.
mostraron interesados. Pero hay que reconocer que n1 la comum-
Cada afio, se otorga una medalla de oro al conjunto de una obra,
dad filosófica ni la comunidad política manifestaron su interés.
una medalla de plata a trabajos posteriores a la tesis, y veinticuatro
Ninguna de las revistas dedicadas a reseñar los menores sobresaltos
medallas de bronce se atribuyen a la mejor tesis de cada disciplina.
del mundo de la filosofía prestó atención a este hecho.» 1 Aquí, Fou-
En filosofía, esta medalla de bronce es concedida a Michel Fou- cault arremete cqntra Les Temps modernes y i:::ontra Esprit, por las
·cault. Y como, de ahora en adelante, Foucault es «doctor», va a po-
que nunca ha sentido especial simpatía. Y lo cierto es que estas dos
der ser nombrado «catedrático titular» en la universidad de Cler-
revistas n~ hablaron de su libro. También es cierto que la obra pasó
mont. En otofío del afio 1962, será cosa hecha. Sólo falta que este
desapercibida para el gran público culto. ¿Pero acaso Foucault espe-
libro encuentre a sus lectores, por medio de una andadura extraña y
raba de verdad llegar a él? Foucault ampliará de nuevo estis decla-
caótica; gue encuentre también su lugar, o mejor dicho sus lugares,
raciones en 1977, para explicar las razones que, a su modo de ver,
que se abra paso entre los comentarios que vendrán a posarse sobre
pueden explicar lo que él considera como un semisilencio respecto
él, y que convierta este «acontecimiento», 16 este surgimiento, en el
a su libro. Incrimina al manto de plomo que, debido al poder del
punto de partida de otros mil acontecimientos; hasta ese punto,
· Partido Comunista y de la ideología marxista, pesaba sobre los com-
poco a poco las lecturas van a ir multiplicándose, proliferando... y
portamientos· de. los intelectuales y, por consiguiente, sobre su capa-
divergiendo.
cidad de percibir la fuerza crítica de un libro que se salía de aquel
marco rígidamente delimitado. 2 · . .

Pero ¿acaso su decepción -tal vez retrospectiva- está realmente


justificada? En todo caso, resulta difícil seguirle cuando afirma que ·
sólo algun:¡i.s personalidades marginales supieron medir la }mportan-
cia de su labor. A los artículos de Blanchot3 y de Barthes a los que

162 163
alude Foucault, hay que agregar un artículo de Michel Serres 5 y un pone de manifiesto los dionisismos latentes bajo la luz apoünea.»11
extenso comentario en los Annales firmado por Robert Mandrou, el Por su lado, Barthes se complace en imaginar que a Luden. Febvre
secretario de redacción de la revista. 6 También hay que precisar que le habría gustado el libro de Foucault, «ya que devuelve a la historia
este último artículo va seguido -no deja de tener su importancia.....: un fragmento ·de "naturaleza" y transforma en hecho de la civiliza-
de una «nota>> de Fernand Braudel en la cual el papa de la nueva in- ción lo que tomábamos por un hecho médico: la locura». 12 Y aña-
vestigación histórica otorga su bendición al autor 'del libro. 7 de, un poco más adelante: «De hecho, Michel Foucault no defin~
Después de los dictámenes oficiales -y confidenciales, ya que aune.~ la locura; la locura no es objeto de un conocimiento, cuya
esos informes ni siquiera se comunicaban a1 interesado- redactados hist~ria hay que encontrar de nuevo; si se quiere, no es otra cosa
por Georges Canguilhem y ·Henri Gouhier en el momento de la lec- que este conocimiento mismo: la locura no ~s _u na enfermedad, es
tura de tesis, este hermoso abanico de reseñas que celebra la apari- un sentido variable y tal vez heterogéneo, según los siglos; Michel
ción del libro constituye la primera reacción pública ante la obra de. Foucault no trata nunca la locura como una realidad funcional, es,
Foucault y por consiguiente no carece de interés citar algunos frag- . para él, mera función de un binomi.o formado por la razón y la in- ·
mentos, pues Foucault es todavía un desconocido y las lecturas no sensatez, el que mira y el que es mirado.» 13 Pero·-~arthes sabe per-
están deformadas por el filtro de una imagen ya constituida. Miche1 fectamente, él también, que este voluminoso libro de Foucault es
Serres vincula el libro de Foucault a la obra de Dumézil: «En efecto «algo más que un libro de historia», que es «algo como una pregunta .
-escribe- , la historia de la locura nunca se entenderá como una gé- catárquica planteada al saber, a todo el saber, y no .s ólo al que se re-
nesis de las categorías psiquiátricas, como una investigación en la fiera a la locura». 14 Y concluye, refiriéndose a lo que será el otro
edad clásica de las premoniciones de las ideas positivas ... , mejor di- tema de la investigación foucaldiana en los años v enideros, colin-
cho, se describen las variaciones de las estructuras que se pueden dante, precisamente, con esta interrogación del saber, insistiendo
colocar sobre esta familia doble de espacios y que han sido coloca- sobre ese «vértigo del discurso que Mic~el Foucault acaba de e:¡¡:po-
das, de hecho, sobre ella: estructura de separación, de exclusión.>>8 ner con una luz cegadora, que no nace sólo al entrar en contacto
Pero Serres no ignora la otra fuente de inspiración del libro: «Este con la locura, sino efectivamente cada vez que el hombre, tomando
rigor de la arquitectura resultaría vano si, más allá de la compten- sus distancias, mira al mundo como a otra cosa, es decir cada vez
sión estructural, no se diera a conocer una visión más secreta, una que escribe». 15
atención más ferviente: la obra sería precisa sin ser del todo verda- Los artículos de Barthes y de Serres, con unos estilos y desde
dera. Por esta razón, en el seno mismo de la argumentación lógica, unos ángulos muy distintos, son lecturas memorables de Folie et dé-
en el seno de la minuciosa erudición de la búsqueda histórica, cir- raison, deslumbrantes por su inteligencia y su agudeza. Pero, objeta-
cula un amor profundo, no vagamente humanista sino casi devoto, rán, Barthes era amigo de Foucault, y Serres, colega suyo en Cler-
hacia este pueblo sombrío en el cual es reconocido lo infinitamente mont. Es verdad, pero no era ése el caso de Blanchot, que habla de
próximo, el otro uno mismo. Así pues, este libro es también un «libro extraordinario, lleno de contenido, insistente y, por sus nece-·
grito [...]. Así pues, esta geometría transparente es el lenguaje paté- sarias repeticiones, casi insensato» y que termina sú comentario refi-
tico de los hombres que padecen el suplicio mayor de la exclusión, riéndose a Bataille. 16 Tampoco era ése el caso de Mandrou, ni el de
de lá caída en desgracia, del exilio, de la cuarentena, del ostracismo Braudel. Mandrou en primer lugar indica un recurso para penetrar
y de la excomunión.»9 Resumiendo, «éste 'e s el libro de todas las so- en el libro. Mejor que a través de sus «frases demasiado brillantes>>,
ledades». 10 Serres tampoco se deja en el tintero la sombra de Nietzs- recomienda introducirse en él suavemente, dando un rodeo por el
che: «El libro de Michel Foucault representa, para la tragedfa clá- prefacio al libro de Binswanger, «donde el suefio es estudiado como
sica (y de un modo más general para la cultura clásica), lo mismo ·· medio de conocimiento, siguiendo un proceder paralelo, por así de-
·que la andadura nietzscheana para la tragedia y la cultura helénicas: cirlo, al de la razón vigilante... Ahora bien, al igual que el sueño, la

164 165
locura es considerada por él un medio de conocimiento, una verdad obra. El 1. º de agosto de 1961, el célebre filósofo, gue está particular-
otra y no otra; y el hecho de que no tenga cabida en nuestro mundo mente bien situado para comprender el entrecruzamiento de la histo-
contemporáneo si no es bajo una formulación lírica, de Nerval a ria de las ciencias y de fa visión «poética», le escribe: «Hoy acabo de
Artaud, es efectivamente lo que choca a nuestro autor. Toma par- terminar la lectura de su gran libro ... Los sociólogos van muy lejos
tido violentamente contra esta exclusión». 17 Y Mandrou se refiere para estudiar a las tribus extranje·ras. Usted les demuestra que somos
también a Dumézíl, recordando la mención que Foucault hace de él un revoltijo de salvajes. E s usted un auténtico explorador. -H e tomado
en su entrevista a Le Monde, y cita esta frase de Ja Historia de la lo- buena nota de su proyecto (pág. 624) de ir a explorar .el siglo XIX ... »
cura, que tiene una tonalidad particularmente dumeziliana: «La in- Termina su carta con esta invitación. «Me ver,é obligado á mar-
sensatez seria la gran memoria de los pueblos, su mayor fidelidad al charme de este maravilloso París, pero en octubre tiene usted que
18
pasado.» Concluye su artículo con este juicio sobre el propio Fou- venir a verme. Quiero felicitarle de viva voz, decirle una y otra vez
cault: «Su libro le coloca ·a la cabeza de las investigaciones que le todo el gozo y las sutilezas que me ha proporcionado.la lectura de su
apasionan y nos apasionan.» 19 libro, en suma mi · más sincera estimá.» 21 Entre las _reacciones, hay
Sigue la «nota» de Braudel: «Agrego unas líneas a la reseña que que dar un tratamiento especial a la de un filósofo muy.joven, que fue _
precede para destacar -escribe- la originalidad, el carácter pionero alumno de Foucault en la rue.d'Ulm, y que se ha convertido mientras
del libro de Michel Foucault. No sólo veo en él uno de esos estu- tanto en el adjunto de Jean Wahl en la Sorbona: Jacques Derrida .
dios de psicología colectiva que los historiadores emprenden en tan Darle un tratamiento especial porque tendrá unas consecuencias im-
contadas ocasiones y que, desde Lucien Febvre, deseamos y recla- portantes en el panorama filosófico francés de los años· siguientes.
mamos. Reconozco y admiro en él una aptitud singular para abor- Jean Wahl le ha pedido a .su adjunto que dé una charla en el Colegio
dar un problema de tres o cuatro formas diferentes, dentro de una de Filosofía que dirige. Derrida decide comentar Folie et déraison y, . .
ambigüedad gue a veces yerra al reflejarse en el proceso material principalmente, el fragmento de libro que se refiere a Descartes, ya
(hay que estar atento _para no perder el hilo), pero que es la ambi- que considera que «todo el proyecto de Foucault se puede concentra-r
güedad propia de cualquier fenómeno colectivo. Una verdad de ci- en esas pocas páginas alusivas y un tanto enigmátic.as» y que «la lec-
vilización se sumerge en la profundidad sombría de motivaciones tura que se nos propone de Descartes y del cogito cartesiano intro- ·
contradictorias, conscientes e inconscientes. Este libro magnífico duce en su problemática la totalidad .de esta Historfo de la locura, en
intenta rastrear, a .propósito de un fenómeno peculiar, la locura, el sentido de su propósito y en las condiciones de su posibilidad». 22 Se
cuál puede ser la andadura misteriosa de las estructuras mentales de trata de la famosa conferencia sobre «Cogito e historia de la locura»,
una civilización, cómo ha de desprenderse, de desgajarse de una que Derrida pronuncia el 4 de marzo de 1963. Desde las primeras pa-
parte de sí misma y proceder a la participación dentro de lo que le labras recuerda lo arriesgado que es lanzarse a discutir este·«libro po-
ofrece su propio pasado, entre· lo que ella pretende conservar y lo deroso en su inspiración y en su estilo» y, añade, «que me intimida
que desea rechazar, ignorar, olvidar. Para este propósito difícil, ha- tanto más cuanto guardo, por haber tenido no hace mucho la suerte
cia falta ·un espíritu capaz de ser sucesivamente, pero no sólo, histo- de recibir las enseñanzas de Michel Foucault, una conciencia de dis- ·
riador, filósofo, psicológo, sociólogo... Difícilmente se puede propo- 1 cípulo admirado y agradecido». 23 Ahora bien, ·«la conciencia del dis-

. 1:
ner este método como modelo a seguir: no está al alcance de
cualquiera, hace falta para ello algo más que talento.»20
¿Un libro que pasó desapercibido, Folie et déraison? Se podría
l
j.
d.pulo, c;uando éste empieza no diré a discutir, pero sí a dialogar con
el maestro, o más bien a pronunciar el diálogo interminable y silen-
cioso que le constituía en discípulo, la conciencia del discípulo es en-
mencionar otros testimonios todavía, que traslucen una ~cogid_¡i
más bien cordial. Por ejemplo, la carta sumamente amable que Ba-
ll tonces una conciencia infeliz». 24 Y prosigue evocando «la inacabable
desdicha del discípulo» que no puede entablar este diálogo sin que
¡
chelard dirigió a Foucault, que le había mandado un ejemplar de la ! .
_¡ .
«se lo entienda -erróneamente- como un intento de refutación». 25

166 167
:fl

Erróneamente, tal vez, pero es muy difícil hacerlo de otro modo: el rierido, en su calidad de miemhrQ del consejo de redacción, no pro-
tono de la conferencia es bastante brioso, duro a ratos. A pesar de la nunciarse sobre un artículo que le c'pncierne. El artículo se publicará.
admiración que dedica al libro «monumental»,26 el «discípulo» no Y poco despué_~, Foucault redactar_á una réplica sumamente violenta
está demasiado dispuesto a tratar con contemplaciones al «maestro». a la conferencia pronunciada pt.o.>t Derrida en 1963. Foucault publi-
Como Henri Gouhier durante la lectura de tesis, Derrida se niega a cará esta réplica en 1971~ en la revista Paideia con el título: «Mon
ver en la exclamación de Descartes: «Y qué, se trata de locos», la bru- corps, ce papier, ce feu» (Mi cuerpo, ese papel, ese fuego), antes de
tal afirmación de un ostracismo expresado en contra de la locura. A reproducirla alfinal de la nueva edición de la Historia de la locura en
su ~oda de ver, es una lectura muy <<ingenua» del texto cartesiano. 1972. 31 Foucault envía la nueva edición de ·su_libro a Derrida, con
Pero también una lectura peligrosa, que pretende inscribir de nuevo unas palabras de dedicatoria: «Perdona por haber tardado tanto en
un texto en una «estructura histórica», en un «proyecto histórico to- contestarte.» ¡Al cabo de nueve años! El final del texto de Foucault
tal», y que, a su vez, cometerá una violencia «para con los racionalis- suena como una declaración de guerra. Se han· invertido los papeles y
tas y el sentido, el sentido "común''». 27 Tomando algunas precaucio- ahora le toca al maestro el turno de juzgar a su antiguo alumno: «Por
nes oratorias, Derrida se atreve incluso a formular lo siguiente: «El lo menos en una cosa estoy de acuerdo: no se debe en absoluto a su
totalitarismo estructuralista operaría en este caso un acto de delimita- falta de atención que los intérpretes clásicos tacharan, a_n tes de-De-
ción del cogito que sería del mismo tipo que el de las violencias de la rrida y al igual que éi, este pasaje de Descartes. Es por sistema. Un
edad clásica.»28 ¿Qué pudo sentir Foucault al oír estas palabras? ¡Pues sistema cuyo representante más destacado es, actualmente, Derrida,
estába presente en la sala! Al parecer, según cuentan varios testigos, en su postrer resplandor: reducción de las prácticas discursivas a los
en aquel momento su legendaria susceptibilidad no se desper:ó y indicios textuales, elisión de los aconteCÍmientos que en ellas se pro-
Foucault no se tomó a mal ese ataque argumentado de su antiguo ducen con la finalidad de conservar tan sólo unas marcas para una
alumno. El texto de la conferencia se publicará unos meses más tarde lectura; invenciones de voces detrás de los textos para no tener que
en la Revue de métaphysique et de morale, dirigida también por Jean analizar los modos de implicación del sujeto en los discursos; asigna-
Wahl. 29 En esta ocasión, Foucault tampoco parece acusar el golpe. ción de lo originario como dicho y no dicho en el texto para no vol-
Como tampoco lo hará cuando Derrida vuelva a publicar este texto, ver a situar las prácticas discursivas en el campo de las transformacio-
°
en 1967, en L 'Escriture et la différence. 3 Foucault incluso le enviará nes en el que se efectúan.»32 Y Foucault termina emitiendo este
una carta sumamente amistosa como acuse de recibo del ejemplar. veredicto final: «No voy a decir que lo que se esconde en esta "tex-
Sin embargo, el incidente estallará. Pero de una forma diferida. ¿Por tualización" de las prácticas discursivas es una metafísica, la metafí-
qué razones? Es muy difícil saberlo. ¿Acaso Foucault acabó por sen- sica o lo que la delimita. lré mucho más lejos: diré que se trata de tina
tirse exasperado al ver reeditar en un libro esa conferencia que hasta pequefia pedagogía, históricamente bien determinada que, de un
entonces había estado dirigida a un público bastante restringido? Al- modo muy visible, se manifiesta. Una pedagogía que enseña al
gunos emiten una hipótesis. Limitémonos a darla a conocer sin más, alumno que nada existe fuera del texto [...]. Una pedagogía que
sin intentar determinar si basta por sf sola para explicar lo que se pre- otorga a la voz de los m aestros esa supremacía sin límite que le per-
senta como un cambio de comportamiento repentino de Foucault. mite repetir indefinidamente el texto.»33 He aquí la «desconstruc-
Cuando se publica L 'Escriture et la différence, Foucault y Derrida ción» derridiana reducida a una actividad de «restauración» de la
pertenecen ambos al consejo de redacción de la revista Critique. En l_a tradición y de la autoridad. Los floretes no llevan zapatilla en la
sede de la revista se recibe un artículo de Gérard Granel sobre el h- República de las Letras. A partir de ese momento, la ruptura entre
bro de Derrida. Muy elogioso para con Derrida, pero muy insidioso ambos filósofos será total, absoluta y radical, y durará casi diez años.
para con Foucault, que se siente ultrajado y pide a Derrida que im- Para que se reanuden relaciones entre ellos será preciso que Derrida
pida la publicación del artículo. Derrida se niega a intervenir, prefi- sea arrestado en Praga, en 1981, acusado de «tráfico de drogas»,

168 169
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cuando había ido a participar en· un seminario organizado por unos Cooper. Laing y Cooper están inventando la «antipsiquiatría», cuya
disidentes. En Francia, el revuelo será considerable, y mientras los historia empieza en Londres, a principios de la década de los se-
medios gubernamentales intervienen ante las autoridades checas, senta. Un grlJpo de psiquiatras, de clínicos, de psicoanalistas con-
los llamamientos de protesta se multiplican en los ambientes inte- frontan sus experiencias. Para ellos, la esquizofrenia, entendida de
lectuales. Foucault se contará entre los primeros firmantes e irá a la forma extensiva, es la consecuencia de todo el dispositivo represivo
radio para manifestar su apoyo a la acción de Derrida. De regreso a desplegado por la familia y por la sociedad. A esta «violencia origi-
París, unos días más tarde, Derrida telefoneará a Foucault para naria» siguen los procesos de confinamiento que conducen a la
darle las gracias. Entonces volverán a verse en varias ocasiones. institución psiquiátrica. Y, a su modo .de ver, la psiquiatría clásica
representa la culminación de la cadena, la ultrarrepresión. Las
Pero volvamos a la Historia de la locura, o mejor dicho a Folie referencias de los antipsiquiatras: Nietzsche, Ki~rkegaard, Heideg-
et dérairnn, ya que es ton este título como se publica la obra -en ger, pero también y principalmente. Sartre, a quien Laing y Cooper
mayo de 1961. Además de las reseñas que acabamos de mencionar, van a consagrar un_libro. Coope.r es el primero en intentar una. ex-
34
hay que añadir que Foúcault será entrevistado por Le Monde y que periencia en el ámbito psiquiátrico tradicional. T rábaja en un hospi-
incluso merecerá los ho nores de un artículo en · el Times Literary tal del norte de Londres y está empezando a juntar a todos sus pa-
Supplement. 35 Ahora. bien, el libro, de todos modos, resulta difícil cientes en un solo pabellón. Pero se ve obligado a interrumpir la·
de leer. Todos los lectores, incluso los que lo acogen cálida y cor- experiencia bastante pronto debido a la hostilidad del ámbito hospi-
dialmente, destacan su aspecto farragoso, complejo, a veces rebus- talario. A partir de ese momento, los antipsiquiatras van a fundar la
cado, cuando no hermético. El propio Foucaulr dirá a Claude Mau- Philadelphia Associatio;, con el objeti;o de poder crear centros de
riac, en el momento de la reedición de 1972:.«Si tuviera que volver acogida originales. Abrirán pues varios «households», entre ellos e1
36 famoso Kingsey Hall, en 1965. Al mismo tiempo, los psiquiatras
a escribir este libro hoy en día, metería menos retórica.» Evidente-
mente, las ventas no fueron masivas. La tirada inicial fue de tres han desarrollado una reflexión política claramente inclinada hacia
mil ejemplares en mayo de 1961, con una reedición de mil doscien- la izquierda, que culminará, por ejemplo, con la organización, en
tos ejemplares en febrero de 1964. Pero en esta misma fecha, se pu- 1967, de un «Congreso internacional de dialéctica de la liberación».
blica una edición de bolsillo, considerablemente abreviada que, sin Laing y Cooper se cuentan entre los organizadores. Pero participan
duda, para muchísimos lectores a lo largo de los ocho afios que pre- también Gregory Bateson y Herbert Marcuse... 37 En cualqui~r caso,
ceden la reedición del texto integral constituirá una de las puertas el libro de Foucault no pasó desapercibido para Laing y Cooper. Y
de acceso a la obra de Foucault y alcanzará el éxito, sobre todo des- será como si iluminaran la obra con un nuevo reflector, .impregnán-
pués de la publicación de Las palabras y las cosas en 1966 y de la dola de un significado harto diferente del q ue se desprendía de la
sorprendente repercusión de esta obra. .. lectura· que se había llevado a cabo hasta entonces en Francia. ¡Y
Desgraciadamente, será esta edición abreviada la que se tradu- también de la forma en que había sido concebido! Pues si el libro,
cirá al inglés en 1965, con el t ítulo de M adness and Civilizatión. en el momento de su publicación, no tuvo acogida en las esferas
Pero en cualquier caso, esta publicación en el idioma .inglés mues- políticas, cosa que Foucault lamenta en los años setenta, se debe, en
tra, tal como evidencia el propio Foucault en las manifestaciones en gran medida, a que no había sido escrito con esta perspectiva. Así
las que se queja del débil eco que ha tenido su libro en Francia, el lo afirma Robert Castel con mucha vehemencia en el artículo que
interés que los ·«antipsiquiatras» le dedicaron desde el . prim~r mo- dedicó al destino de la Historia de la locura: «El papel de portaes-
mento. En efecto, la obra se publica en la colección que dirige tandarte dentro de un movimiento de protesta contra determinadas
Ronald Laing, titulada, lo que no deja de tener su gracia; «Studies prácticas institucionales atribuido a Michel Foucault se inscribe en
in existentialism and phenomenology», con un prólogo de David primer lugar en un progreso histórico. ·No fue un efecto inmediato

170 171
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1

de ·su obra [... ]. .La Historia de La locura tuvo un primer destino, el .publica, y constituye un acontecimiento ínfimo, un objeto peque-
de una obra académica que planteaba cuestiones académicas. No ño · y manejable. Desde ese momento, se ve atrapado en un juego
entendemos por ello nada peyorativo, ni nada que ponga en entre- incesante de 1:~peticiones; sus dobles, en su entorno inmediato, y
dicho la originalidad de la obra. Pero su novedad se inscribe pri- muy lejos de él, empiezan a proliferar; cada lectura le otorga, por un
mero en el marco de un planteamiento epistemológico perfecta- instante, un cuerpo impalpable y único; circulan fragmentos del
mente trazado por el tei:ritorio intelectual de su época. La tradición m ismo a los que se valora en lugar del texto completo, en los que,
universitaria que Foucault prosigue (Brunschwicg, Bachelard, Can- se considera, está contenido casi por entero y en los ·cuales a veces
guilhern) plantea un interrogante sobre la pretensión de verdad de encuentra cobijo; los comentarios lo desdoblan, en otros d iscursos en
los discursos científicos y sus condiciones de posibilidad sin llegar al los que, por fin, ha de parecerse a sí mismo, confesar lo que se ha
umbral de reflexividad a partir del cual la historia clásica de las negado a decir, despojarse de lo ·que con bombo y platillos simulaba
ciencias se desarrolla corno una sucesión de puras producciones ser,» Y, por consiguiente, más vale no intentar· {<justificar ese viejo
mentales.»38 Y Castel añade: «Así pues, tan ·sólo en un registro no libro ni reinscribirlo en la actualidad; la serie de acontecimientos
práctico pudieron los análisis de Foucault tener un impacto sobre la a los que pertenece y que son su ley verdadera está lejos d~ estar
41
forma en que uno podía representarse, a principios de la década de concluida>). ¿Acaso es más apropiado decir que un libro cambia?
los sesenta, la psiquiatría y la locura.» 39 Castel resume muy bien en ¿Y que, en todo caso, éste ha cambiado?
qué consistió la primera acogida del libro, y cuáles habían sido, se- Igual que cambió, por lo demás, la acogida que le dispensaron
guramente, para Foucault, los registros de inspiración: «Así se podía los médicos psiquiatras franceses. Pues en el momento de su publi-
leer la Historia de la locura a mediados de los años sesenta: a 11n cación no fue_ron unánimes a la hora de reprobado y de condenarlo
tiempo como una tesis universitaria en la línea de los trabajos epis- a la hoguera. Oigamos lo que el propio Foucault dijo al respecto:
temológicos de Bachelard y de Canguilhem y como una evocación «Entre los médicos y los psiquiatras se produjeron reacciones diver-
de los poderes sombríos de lo prohibido, al estilo de Lautréamont o sas: de un cierto interés manifestado por algunos, de orientación li-
de Antonio Artaud. Este montaje paradójico daba a la obra su esta- beral y marxista, de rechazo total, por el contrario, por parte de
tus único, fascinante para unos, irritante para otros, o ambas cosas a otros, m ás conservadores.» 42 Foucault, ya lo hemos visto, había ·en-
la vez. Pero la adhesión a la tesis de la obra no implicaba una op- trado en contacto, cuando era estudiante, con los círculos de esta
ción política precisa, ni un proyecto de transformación práctica.>>4º psiquiatría progresista que trataba, desde los años de la posguerra,
Así pues, fue sólo después de 1968 y del incremento de las «luchas de renovar discursos y prácticas. Pero su libro, por supuesto, -apenas
sectoriales» como se decía en aquella época -centros penitenciarios, coincide con ese intento. Como observa también R obert Castel, <dos
psiquiatría, etc.- cuando este libro fue literalmente captado por psiquiatras más progresistas de la época disponían, o creían dispo-
unos movimientos sociales que iban a .imponer una lectura total- ner, de su propia fórmula para renovar sus prácticas. Llevando ·a
mente diferente y a darle un alcance político del que carecía en el cabo la "política sectorial", pretendían operar "una tercera revolu-
momento de su publicación: Foucault era perfectamente consciente ción psiquiátrica" (tras la de Pine1 y la de Freud) que reconciliaría
de ello. Cuando reedita su obra en 1972, suprime el prólogo escrito la psiquiatría con su siglo, derribando los muros del manicomio y
en 1960 y tras haber dudado durante mucho tiempo sí esc~ibe uno reorganizando la asistencia de los enfermos mentales en la comuni-
nuevo para analizar la situación respecto al movimiento antipsi- dad conforme a las necesidades expresadas por la población». 43 Se
quiátrico, decide finalmente sustituirlo por un «no prólogo>\ muy trata de una concepción que resulta incompatible ·con las tesis de
breve, y justifica su negativa a actualizar sus p alabras preliminares Foucault que, por el contrario, ve en semejante optimismo progre-
por el hecho de que un autor no tiene por qué prescribir cuál ha de sista un nuevo avatar del positivismo, empeñado siempre en negar
ser el uso de un libro: «Un libro -dice en este texto soberbio- se la alteridad fundamental de la locura, en reducirla al silencio. Pero,

172 173
·y,¡
. !

en cualquier caso, los médicos del grupo Evolution psychiatrique pa- quienes, precisamente, sólo se enfrentan por sus ideas.»44 También
recen haber acogido más bten con simpatías Folie et déraison. Su caerán sobre Foucault las iras del profesor Baruk. El eminente espe-
condena iba a produ,_cirse llegada la hora, es decir precisamente en cialista no cei;l.rá en su denuncia, en libros y artículos, en coloquios
el momento en que e(libro empieza a adquirir un sentido comple: y conferencias, del papel nefasto · de Foucault, al que en adelante
tamente distinto y a servir de «caja .de herramientas», como acos- sólo considerará como el instigador, el padre fundador de la antipsi-
tumbrará a decir Foucault, para unos movimientos que, justamente, quiatría, de toda una corriente de gente «incompetente», que se
buscan en ella y de ella toman los instrumentos de una crítica radi- afana en destruir la medicina humanista y liberadora que estructura
. l 45
P tne. ..
cal de las instituciones psiquiátricas. A partir de entonces, incluso . . . ..- ,
los que habían mostrado simpatía por los trabajos de Foucault van a Michel Foucault asumirá la captación de la que es objeto su H- ·
revisar su opinión. Cuando desde Inglaterra, y con varios afios de bro. Se irá aproximando a los movimientos antipsiquiátricós .des-
retraso, irrumpe la ola antipsiquiátrica, los que· se sienten aludidos pués de 1968, a veces lindará con .ellos. Incluso ·~ pesar de que a
se envaran en una actitud hostil y la emprenden contra el libro que menudo se harta del infantilismo de algunos de .sus representantes
les es presentado como el dinamitero de sus certidumbres y de sus más extremistas. Por lo demás, este acercamiento se realizará esen-
actitudes. Es el caso de Lucien Bonnafé, miembro de! Partido Co- cialmente dentro de la lfhea marcada por otra pi:eocupación · de
munista, citado por Foucault precisamente como uno de los que ha- Foucault: cuando haya fundado el Grupo de Información sobre las
bían reaccionado correctamente ante su libro en el momento de su Cárceles, en 1971. Pero su compromiso con el activismo militante,
publicación, y que sin embargo participará en las Jornadas Anuales que se desarrollará en torno al manicomio, jamás tomará las pro~
de la Evolución de la Psiquiatría que transcurrirán en Toulouse los porciones que adquirirán sus intervenciones sobre la cuestión pe-
días 6 y 7 de diciembre de 1969 para excomulgar literalmente la nitenciaria. No participará de verdad en los movimientos y se
«'concepción idológica de la Hist oria de la locura». Pero Foucault no limitará a ácompafiarlos desde una cierta distancia, a alentarlos,
46
acude a la cita que sus detractores, sin embargo, le han fiíado. Entre todo lo más. De todos modos, se relacionará con gente como
ellos, en lugar destacado, Henri Ey, que declara: «Se trata de una Cooper o Basaglia. En 1976, hará invitar a Cooper al College de
posición psiquiatricida con tan graves consecuencias para la idea France para una serie de conferencias. También participará en uri
misma del hombre que nos habría gustado mucho contar con la debate con él, en 1977, organizado por Jean-Pierre Faye, bajo los
presencia entre nosotros de Michel Foucault. Para rendirle el mere- auspicios de la revista Change. 47 Apoyará las traducciones fr·a ncesas
cido homen~je de nuestra admiración por los procesos sistemáticos de los libros de Thomas Szasz, formará parte de un grupo de crí-
de su pensamiento y, a la vez, cuestionar que la "enfermedad men- tica institucional fundado por unos psiquiatras radicales italianos y
tal" pueda ser considerada la manifestación maravillosa de la locura escribirá una contribución para el libro colectivo Crimini di pace
o, más excepcionalmente, la chispa de! genio poético, pues es algo para apoyar a Basaglia durante sus devaneos con la justicia italiana.
que no tiene nada que ver con un fenómeno cultural. Si alguno de Otros participantes en este libro: Sartre, Goffman, Chomsky, Cas-
48
nosotros, molesto por la vulnerabilidad de sus propias posiciones o tel... En cualquier caso, incluso a pesar de responder a min íma,
seducido por las brillantes paradojas del señor Foucault, hubiera como dice Robert Castel, a los requ.e rimientos que conciernen la
preferido no afrontar este debate, yo, por mi parte, lamento no po- acción antipsiquiátrica, 49 de todos modos Foucault se reconoció
der celebrar esta confrontación cara a cara. Michel Foucault, al que parcialmente en semejantes luchas, ya que unos años ~ás tarde, a
me he encargado personalmente de invitar, lo lamenta tanto.como la hora de los balances, podía anotar en el haber de unas «luchas
nosotros, como me ha manifestado por escrito, dísculpándose de no locales y específicas» los «resultados importantes alcanzados en psi-
poder estar en Toulouse estos días. Haremos pues como si estuviera quiatría».50 ·
;
--~i
aquí. E n un debate de ideas importa poco la presencia física de

174 175
...., ...
De esta captación se pueden destacar varios efectos. En primer 3. EL DANDY Y LA REFORMA
·''
J
lugar, con Robert Castel, se la puede «interpretar como un empo~
brecimiento» del libro. Este ponía en juego un amplio abanico de
registros y, en ese sentido, se la podía calificar de «historia estructu-
ral»: relacionaba unos con otros elementos de distinto orden, eco-
nómicos, institucionales, políticos, filosóficos, científicos, que co-
braban su sentido de este modo. Helo aquí reducido a ser una mera
denuncia de las fuerzas opresoras: «La amplitud de las circunvolu-
ciones teóricas y la sutileza de los análisis de situaciones se reducen
a algunas fórmulas simplificadas y la argumentación de los epígonos
se vuelve repetitiva: por doquier y en todo momento tan sólo hay
represión, violencia, arbitrariedad, limitación y parcelación, segre-
gación y exclusión.»51 Así pues, empobrecimiento, pero también, La tesis de Michel Foucauit no esperó a estú impresa para en-
quizás, punto de anclaje de la unidad que Foucault dará a su investi- contrar lectores atentos. El m anuscrito circuló primero en el ámbito
gación en aquellos años y en los siguientes, en torno a la noción de de los amigos y, entre ellos, Louis Althusser fue, evidentemente,
«poder» y del binomio · «saber-poder». Bajo esta unidad colocará, uno de los primeros en impregn·a"rse de su contenido. Lo leyó, le
después de 1970, sus libros más antiguos: «Todo esto -dice a Dudo gustó, y lo aprobó. Así que prestó la obra a Jules Vuillemin, que en
Trombadori- emergía como algo escrito con tinta simpática que aquella época dirigía el departamento de filosofía de la Universidad
empieza a surgir en una hoja cuando se le pone el reactivo ade- de Clermont-Ferrand. Althusser y VuHlemin se conocen desde hace
j
cuado: se trataba de la palabra PODER.»52 mucho. Pertenecieron a la misma promoción de la Ecole Normale
!...~ Supérieure, la que aprobó en 1939. Su encuentro fue muy breve en
aquella ocasión, ya que Althusser, que tenía dos afios más; fue mo-
vilizado inmediatamente y pasó cinco años en .un campo de concen-
tración alemán. Pero ambos hombres se volvieron a encontrar des-
pués de la guerra. Y cuando Althusser asumió las funci6nes· de
caimán, invitó en varias ocasiones a VuiUemin a dar conferencias.
Como hemos visto, Foucault había conseguido su puesto en Lille
gracias a esta amistad entre Althusser y Vuillemin. Est~ último es
un allegado de Merleau-Ponty. Hasta principios de los afios cin-
cuenta, fue afín al existencialismo y al marxismo. Sus dos tesis, leí-
das en 1948, llevan el sello de esta doble influencia, ya que se titu-
lan: Essai sur ta signification de la mort (Ensayo sobre el significado
de la muerte) y L 'Etre et Le traveil (El ser y el trabajo). Colaboró en
L es Temps modernes, donde publicó unos estudios sobre la estética.
Desde aquella época, aunque permanece unido a Merleau~Ponty,
Vuillemin ha cambiado mucho. En primer lugar, intelectualmente:
ha empezado a interesarse de cerca por la filosofía de las ciencias,
por las matemáticas, por la lógica ... Políticamente también ha cam-

176 177
ANEXO I

·''
EN LOS ORÍGENES DE LA HISTORIA DE LA° LOCURA ·

Una carta de Michel Foucault á Jacqueline Verdeaux, sencilla-


mente fechada «a 29 de diciembre», y probablemente del año 1956,
escrita en el transcurso de una estancia fugaz en París, durante las
vacaciones de Navidad, nos permite presenciar casi en directo el .
nacimiento del proyecto de la Historia de la locura y parece indicar
que no estaba contemplado, en un principio, que la obra fuera a
convertirse en una tesis leída ante la Universidad de Uppsala. Res-
pondiendo a la propuesta de remitirle una cantidad determinada de
obras procedentes de la biblioteca del hospital Sainte·,Anne que le
había hecho Jacqueline Verdeaux, Foucault explica: «Libios de
Sainte-Anne: gracias, tendré sin duda dos o tres cosas que pedirle,
pero existe allá una biblioteca magnífica.» Y añade, acto seguido:
«He redactado unas 175 páginas. Cuando llegue a las 300 me pa- ·
raré. Finalmente, tengo la impresión de que no se puede decir nada
útil -al margen de la anécdota- sobre los zulúes y los nambikwaras.
Entonces, por qué no abordar el tema dando un rodeo: la locura y
la experiencia de la Insensatez en el espacio abierto por la reflexión
griega. A fin de cuentas, Europa en los parapetos de la Antigüe-
dad ... Más especialmente, este deslizamiento, en la experiencia de la
insensatez, entre el Elogio de la locura y la Fenomenología de la
mente (Elogio de la insensatez) -:-entre el Jardín de las Delicias y la
Quinta del Sordo~, cómo Occidente, al cabo de su racionalismo y
de su positivismo, se topó con sus propios límites, bajo la forma am-

415
biguade un pathos, que es a la vez el elemento de su patetismo y el . AL"\JEXO II
lugar de nacimiento de la patología. De Erasmo a Freud, del huma-
nismo a la antropología, la locura ha tocado el fondo de nuestro fir-
mamento: ésta es la desviación que hay que medir, ¿con qué com-
pás? Va a llevarse usted una decepción: usted que esperaba algo de
tragedia griega, y algún efluvio mágico procedente de los hervide-
·ros de Macbeth. Pero qué le vamos a hacer, como nada, al parecer,
se ha llevado a cabo en este sentido, hay que pormenorizar un poco
las cosas para no decir demasiadas tonterías: Trescientos años, que
son el génesis de nuestra locura, ya está bien.»
Después Foucault pregunta a su amiga si el libro concebido de
este modo puede encajar con el encargo que le habían hecho de un
libro sobre los locos: «¿Cree usted que el editor aceptará un libro de Informe de M. Canguilhem sobre el manuscrito .presentado· por
esta índole, al final del cual habrá de 25 a 30 páginas de notas eru- M . . M_ichel Foucault, director del Insti_tuto Francés de Hamburgo,
ditas en latín? Al fin y al cabo, la insensatez es algo serio.» para la obtención de la autorización de imprimir como tesis princi-
Y concluye su carta con esta pregunta: «Me gustaría someter a pal de doctorado en letras.
su criterio lo que tengo hecho, pero menudo galimatías. Hay que
reescribirlo para la mecanógrafa. ¿O el magnetófono? Si está listo Folie et Dérq.ison. Histoire de la folie a l'époque classique, éste es
en junio o en septiembre próximo, ¿podría publicarse en diciembre el tema que M. Foucault trata a lo largo de una obra tan .extensa
[del 5 7] o en enero del 58?» como densa (943 páginas mecanografiadas, más de 40 páginas de
apéndices de documentación y de bibliografía). A pesar de la im-
portancia de la documentación utilizada (documentos de archivo,
testÍmonios, obras de referencia doctrinaria), las ideas maestras de
esté ~abajo siempre resultan expuestas con rigor. El estilo es inci-
sivo, ·sin recurrir a la frase lapidaria por sí misma, pero tampoéo re-
trocede cuando el caso lo requiere. Nos encontramos realmente
ante ,una tesis que no sólo renueva las ideas, sino también las técni-
cas de aprehensión y de presentación de los hechos en materia de
histori¡i de la psiquiatría.

*
Por edad clásica, M. Foucault designa, en la historia de Europa,
los siglos XVII y xvrn, o más exactamente el periodo que abarca·
desde las postrimerías del siglo xv1 hasta la constitución, en el pri-
mer tercio del siglo XIX, de una medicina mental y de una práctica
psiquiátrica_ que se proponen alcanzar la dignidad de la ciencia la

416 417
primera, y la eficacia de la .aplicación de una teoría la segunda. nueva distribución del espacio de internamiento. La época anterior
Como M. Foucault retrocede más allá y llega más acá de los límites había confundido la locura incluyéndola en la insensatez. En el es-
extremos del período estudiado con el fin de captar los significados pacio de esta primera qistribución efectuada por la razón, la insen-
de instituciones, de actitudes y .de conceptos a través de las diferen- satez se escinde, delimitando el espacio específico de la locura.
cias y los contrastes, su cuadro d_e las estructuras sociales y su análi- También en la medida que nuevas estructuras económicas y nuevas
sis de las estructuras mentales · acaba cubriendo desde el Renaci- exigencias de orden demográfico (asentamientos de población en
miento de las Letras hasta· el nacimiento del psicoanálisis. las colonias) conducen a la revisión de los conceptos de pobreza y
M. Foucault trata esencialmente de poner _de manifiesto que la de asistencia, la evidencia masiva, e ilusoriamente incondicionada,
locura es un objeto de percepción dentro de Ull «espacio social» es- del internamiento se resquebraja y, en el espacio indiferenciado de
tructurado de forma diversa en el transcurso de la historia un ob- la reclusión, la locura surge como un problema social específico en-
jeto de percepción suscitado por unas prácticas sociales, mu~ho más tre muchos más. Resumiendo, han sido necesarias unas prácticas
que aprehendido por una sensibilidad colectiva, mucho más sobre policiales y de justicia y la constitución histórica de una experiencia
todo que descompuesto analíticamente por una inteligencia especu- social del internamiento para que surgieran, como -f ealidades a· par-
lativa. La locura ocupó primero el espacio social que había dejado tir de ento_nces abiertas al conocimiento, diversas categorías de
vacante una plaga que se había ido reduciendo progresivamente. La anormalidad. El conocimiento médico, de intenciones científicas, .
percepción de la locura al principio era tributaria del terror inspi- de la locura se asienta, sin saberlo, sobre una experiencia activa de
rado por el mal que se aparcaba en las leproserías, cuando éstas fue- segregación social basada en el anatema.
ron ~estinadas al internamiento de los insensatos. La «invención» Toda la historia de los inicios de la psiquiatría i:noderna se pre-
propia de la edad clásica es la del internamiento (1657, en Francia) senta falseada por una ilusión de retroactividad según fa cual la lo-
donde el loco, porque no es apto para el trabajo, es asimilado al cura ya estaba· incluida -aunque no percibida- en la naturalew. hu-
mendigo, al vagabundo y al parado, que se intentan recuperar para mana. La verdad, según M. Foucault, es que la locqra tuvo primero
un trabajo obligatorio, cuando la crisis económica les deja sin tra- que ser consti_tuida como una forma de la insensatez, mantenida a
bajo libre. Esta práctica administrativa y policial también constituye distancia por la razón, condición necesaria para que finalmente pu- ·
una conducta ética. El internamiento confunde en el interior de los diera ser contemplada como objeto de estudio. Esta mirada de la ra-
mismos limites espaciales de reprobación a los ociosos, a los pródi- zón, fría, imparcial, objetiva, cree ella, está por lo tanto de ,hecb.o
gos y a los libertinos. La locura pierde aquí su individualidad en la dirigida secretamente por una reacción de apartamiento. Esta reac-
1
•J indiscriminación de Jo que la razón clásica (valor indistintamente ción que no le pareció razonable a la psiquiatría naciente, disciplina
.J
1 lógico y social) se opone a sí misma bajo el nombre colectivo de in- positivista y actitud filantrópica, constituye la razón profunda del
j

. sensatez. Durante mucho tiempo el internamiento de los «insensa- interés científico por la locura. En la historia de la civilización; el
tos» no se propone más finalidad que la de su neutralización o de su miedo ha recortado el objeto de la observación. Entre ia locura del
«enmienda», pero no su curación. No obstante, a partir de ~ediados Renacimiento -síntoma de la escisión ontológica, de la aparkión
del siglo xvm, y mucho antes de las reformas de Tuke en Inglate- de la nada en e1 interior mismo de la existencia (y ya no en su final,
rra, de Pinel en Francia, d_e Reil en Alemania, la locura reconquistó como en Ja muerte)-, y la locura del estado positivo - fenómeno
una cierta especificidad. No hay que considerar sin embargo la apa- empírico de enfermedad mental- se intercala un proceso histórico
rición de las instituciones de internamiento reservadas para los lo- de moralización. La ética social es lo que lleva a cabo la transición
cos como una aprehensión precientífica de la locura en tanto que ob- entre el concepto mágico y el concepto científico de la locura.
jeto de la psicopatología. Se desprende más bien que es la protesta
de determinadas categorías de internos la que desemboca en una

418 419
* locura, en la primera mitad del siglo XIX: parálisis general, moral
inrnnity, monomanía, disimulan mucho más de lo que la recubren
Pero no se puede resumir ni tan sólo simbolizar toda la expe- la estructura de una experiencia de la locura que b época positivista
riencia clásica de la locura a través de la práctica del internamiento. hereda, sin darse cuenta de ello, del siglo XVIII.
M. Foucault no puede ignorar que la locura siempre ha constituido, Así pi:ies, lo que M. Foucault pone en tela de juicio en su trabajo
en un grado u otro, objeto de la preocupación médica. Sin embargo es el significado de los inicios de la psiquiatría positivista -antes de
esta preocupación médica no gozaba , de autonomía. Aunque el in- la revolución freudiana-. Y, a través de la psiquiatría, lo que resulta
ternamiento se producía de resultas de una decisión administrativa, revisado es el significado del surgimiento de la ,psicología positiva.
casi nunca basada en un reconocimiento médico, no quitaba que los Y la empresa de volver a colocar en su sitio los orígenes del esta-
problemas jurídicos de la privación de derechos, que no recubren tuto «científico» de la psicología no constituirá sin duda una de las
los del internamiento, obligaban a la definición médica de unos cri- sorpresas menores que deparará este estudio.
terios cuya elabo~ación anticipa sobre los análisis ulteriores de la
psicopatología. En la prehistoria de la psiquiatría, el hombre como
sujeto de derecho es más importante que el hombre débil o en-
fermo. La medicina se ha ido aproximando al conocimiento de los *
aspectos y de las formas de la alienación a través de la vía de la alíe-. Resulta manifiesto cuál puede ·ser el interés de esta investiga-
nación jurídica. De tal modo que, hasta el siglo XIX, el conocí- · ción. Como M. Foucault jamás ha perdido de vista la v ariedad de
miento médico respecto a la locura no podía ser una conciencia rostros que la locura, desde el Renacimiento hasta nuestros días,
autónoma, en la medida exacta en que aceptaba del mundo del de- presenta al hombre moderno en el espejo de las artes plásticas, de la
recho sus pautas de puntos de referencia. La nosología mental por literatura y de la filosofía; como ha ido. ora desenmarañando, or;i.
lo tanto empezó primero enredándose y perdiéndose en una em- enmarañando una multiplicidad de hilos conductores, su tesis se
presa de clasificación cuyas pautas eran a imitación de las clasifica- presenta como un trabajo simultáneo de análisis y de síntesis cuyo
ciones de los naturalistas, pero cuyo contenido a fin de cuentas pro- rigor hace que su lectura no resulte siempre fácil, pero que siempre
venía de la experiencia social. La locura seguía encontrándose recompensa el esfuerzo intelectual.
dividida entre la naturaleza y la sociedad. No es por lo tanto de ex- Respecto a la documentación, por una parte M. Foucaulf ha re~
trañar que en el momento de la «liberación de los internos», en la leído y revisado, pero por la otra también ha leído y explotado; por
época de la Revolución francesa, cuando por fin están consolidadas primera vez, una cantidad considerable de documentos de archivo.
las instituciones y las técnicas del internamiento meramente «asi- Un historiador profesional no podrá contemplar sin simpatía el es-
lar», la locura, convirtiéndose en objeto teórico para el entendi- fuerzo realizado por un joven filósofo para tener acceso a documen-
miento médico, haya continuado siendo objeto de comportamiento tos de primera mano. Por el contrario, ningún filósofo podrá repro-
ético, y que el binomio enfermo-médico haya seguido resultando char a M. Foucault el haber alienado la autonomía del jui.c io
más de una «situación» existencial que de una relación de conoci- filosófico en la sumisión a las fuentes de la información histórica.
miento. En la utilización de su documentación considerable, el pensamiento
Las reformas y las ensefianzas de Tuke y de Pinel expresan más de M.' Foucault ha conservaqo de un extremo al otro un vigor dia-
una evolución en la actitud práctica de la razón respecto a la locura léctico que en parte procede de su simpatía por la visión hegeliana
que una revolución conceptual que por fin haría surgir, en la ver- de la historia y de su familiaridad con . la Fen omenología de la
dad de la naturaleza, lo que los siglos XVII y XVIII ocultaban bajo las ·mente. ,
costumbres de una sociedad. Y los tres aspectos fundamentales de la La originalidad de este trabajo radica esencialmente en el hecho

420 421
. .,
;

de haber retomado, al más alto nivel de la reflexión filosófica, una ANEXO III
materia abandonada .hasta ahora por los filósofos y por los historia-
dores de la psicología a la discreción exclusiva de aquellos psiquia-
tras que demostraran algún interés -por cuestiones de moda o de
convencionalismo las más de las veces- por la historia o la prehis-
toria de su «especialidad>>.
Habiendo ampliado su cultura filosófica de agregado mediante
estudios ulteriores de psicología, mediante la enseñanza de la psi-
cología (ha sido adjunto de psicología en la Facultad de Letras de
Lille, y monitor de psicología en la Ecole Normale Supérieure),
M. Foucault siempre ha sentido electivamente interés por la psico-
patología y su historia.
Ignoro si M. Foucault, mientras escribía su tesis, tenía la menor TÍTULOS Y OBRAS DE MICHEL FOUCAULT
intención o la menor conciencia de estar contribuyendo a una his-
toria de lo que se podría llamar hoy en día «la psicología social de
lo anormal». Tengo sin embargo la impresión de que eso es lo que Memoria redactada para la candidatura al College d~ France
ha hecho. También tengo la impresión de que, con ello, ha contri-
buido a reanudar un diálogo fructuoso entre la psicología y la filo- En la Historia de la locura en la época clásica traté de ~stablecer
sofía, en un momento en el que muchos psicólogos están dispuestos cuál era el conocimiento que se podía tener de la enfermedad men-·
a aceptar introducir en sus técnicas una interrogación sobre los orí- tal en una época concreta. Un conocimiento de esta índol~ se mani-
genes y el sentido de estas técnicas. fiesta por supuesto en las teorías médic~s que nombran y clasifican
Creo por lo tanto estar en condiciones de poder concluir, . con- los diferentes tipos patológicos, y que tratan de explicarlos; surge
vencido como lo estoy de la importancia de las investigaciones de también en fenómenos de opinión -en ese temor ancestral que sus-
M. Foucault, que su trabajo merece ser leído ante un tribunal de la citan los locos, en el juego de las creencias que existen .en torno a
Facultad de Letras y de Ciencias Humanas y recomiendo al señor ellos, en la forma de representarlos en el teatro o en la literatura.
Decano, por lo que a mí respecta, que autorice su impresión. Por doquier, los análisis efectuados por otros historiadores podían
servirme de guías. Pero hay una dimensión que me parecía inexplo-
GEORGES CANGUILHEM rada: había que investigar cómo eran reconocidos, marginados, ex-
a 19 de abril de 1960 cluidos de la sociedad, internados y tratados los locos; qué insútu-
ciones estaban destinadas para acogerlos, y para retenerlos, para
tratarlos algunas veces; qué instancias decidían su locura y según
qué criterios; qué métodos se empleaban para someterlos, castigar-
los o curarlos; resumiendo, en qué entramado de instituciones y de
prácticas se encontraba cogido y definido a la vez el loco. Y resulta
que este entramado, si uno examina su funcionamiento y las justifi-
caciones que se aducían en su época, se presenta como .algo muy co-
herente y perfectamente ajustado: existe todo un saber preciso y ar-
ticulado que se inscribe en él. Un propósito se perfiló entonces para

422 423
- ~- ~~

9. Jean Barraqué, art. cit., pág, 80. 6. Texto inédito.


10. Michel Foucault, Maladie mentale et personnalité, PUF, 7. Michel Foucault, «Roland Barthes, · 1915-1980», Annuaire
1954, pág. 12. du College de . France, año 1979-1980 (80.º afio).
11. La Nouvelle Critique, abril de 1951. 8. Etienne Burin des Roziers, «Une recontre a Varsovie», Le
12. Maladie ... , págs. 100-101. Débat, n. 0 41, septiembre-noviembre de 1986, pág. 133.
13. Ibíd., pág. 86. 9. Ibíd., pág. 134.
14. Ibíd., pág.· 104. 10. !bid., pág. 136.
15. Ibíd., pág. 83 11. Conversación con Michel Foucault, Bonniers Literara Ma-
16. Ibíd., págs. 108-11 O. gasin, Estocolmo, marzo de 1968, pág. 204.
17. Ibíd., págs. 23-26. 12. Ibíd.
18. Para un análisis del libro de 19 54 y de las transformaciones 13. Michel Foucault, Fo.líe et déraison, prefacio, págs. I-V.
entre ambas ediciones, ver el artículo de Pierre .fyfacherey, «Aux 14. Ibíd., pág. IX. . .
Sources del' Histoire de la folie, une rectificatíon et ses limites», Cri- 15. Histoire de la folie, GaUimard; 1972, págs. 58-59. Para uni-
tique, n .º 471-472, agosto-septiembre de 1986, págs. 752-774, y el ficar las referencias, cito de la . edición de Gallimard, excepto
prefacio de Hubert Dreyfus a la «edición californiana» de Mental cuando se trata del primer prefacio, que sólo existe en la edición de
Illnéss ·and Psychology, University of California Press, Berkeley, Plon de 1961. ·· ·
1987. 16. Ibíd., pág. 100.
19. Jean Hyppolite, Figures de la pensée philosophique, PUF, 17. Ibíd., pág. 96.
tomo II, págs. 885-890. 18. Ibíd., págs. 1.17-119.
20. Cf. Elisabeth Roudinesco, I·fotoire de la psychanalyse en 19. Ibíd., págs. 523-525.
France, tomo II, págs. 310-311. 20. Ibíd., págs. 549-557.
21. Michel Foucault, «La Recherche scientifique et la psycholo-
gie», in Des chercheurs fanfais s'interrogent, Privat-PUF, 1957, pág.
SEGUNDA PARTE
201.
22. !bid., pág. 193.
Capítulo 1
23. Ibld., pág. 201.
1. Folie et déraison, prefacio, pág. XI.
2. Cf. Georges Canguilhem «Sur l'Histoire de la folie en .tant
Capítulo 7
qu'événement», Le Débat, o.º 46, pág. 38.
1. Entrevista, Ethos, n.º 2, otoño de 1983, pág. 4. 3. Michel Foucault, «La vie: l'expérience et la sdence», Revue
2. Michel Foucault, Folie et déraison, Plan, 1961. Prefacio, de métaphysique et de morale, enero-marzo de 1985, pág. 3.
pág. X. 4. Georges Canguilhem, «Mort de l'homme ou épuísement du
3. Le Monde, 22 de julio de 1961. cogito», Critique, n.0 242, julio de 1967, págs. 599-618.
4. L 'Ordre du discours, pág. 73. 5. Georges Canguilhem, «Sur l'Histoire de la folie en tant
5. Estas clases jarriás fueron publicadas. Es por culpa ~e un qu'événement», art. cit.
desdichado gazapo por lo que el artículo de Georges Dumézil, en 6. Texto inédito.
Le Nouvel Observateur, a 1a muerte de Foucault, alude a unas «cla- 7. Georges Dumézil, Entretiens avec Didier Eribon, Galli-
ses publicadas». Canguilhem había escrito i<clases públicas». mard, Folio-Essais, 198 7, págs. 9 5-97.

452 453
"'I1
!

8. Claude Lé"vi-Strauss, D idier Eribon, De pres et d e Loin, ed. 10. Ibíd.


Odile Jacob, 1988, págs. 100-101. 11. Pág. 178.
9. Michel Foucault, «Le Style de l'histoíre», entrevista, Le Ma- 12. Roland Barthes, Essais cr itiques, Points-Seuil, pág. 168.
tin, 21 de febrero de 1984. 13. Ibíd.
10. Philippe Aries, Un historien du dimanche, Seuil, 1982, 14. Pág. 172.
pág. 145. 15. Pág. 174.
11. Michel Foucault, ;<Le Souci de la vérité», Le Nouvel Obser- 16. Maurice Blanchot, op. cit., p ágs. 291.
vateur, 17 de febrero de 1984. 17. Robert Mandrou, art. cit., págs. 762. .
12. Ibíd. 18. l bíd.
13. Recogido in Daniel Lagache, Oeuvres, tomo I, PUF, 1977, 19. Ibíd., p ág. 771.
págs. 439-456, . 20. Fernand Braudel, art. cit., págs. 771- 772. ·
14. Michel Foucault, «La Folie, l'absence d'oeuvre», La Tab le 21. Reproducida en M ichel F ouéault, une histoire de la vérité,
Ronde, mayo de 1964, recogido en el apéndice de Histoíre de la fo- ed. Syros, 1985, pág. 119. . ·
lie, 2• edición, Gallimard, 1972, págs. 575-582. 22. J acques Derrida, «Cogito et hi.stoire de la folie>~, in L 'Ecrí-
15. Michel Foucault, Histoire de la folie, 2ª edición, Gallimard, ture et La di}Jéren ce, Points-Seuil, 1967, págs. 52~53. ·
1972, prefacio, pág. 8. 23. Ibíd., pág. S1.
16. En el sentido en el que Georges Canguilhem habla de 24. Pág. 52.
«l'Histoire de la folie en tant qu'événement», art. cit. 25. Pág. 52.
26. Pág. 95.
Capítulo 2 27. Pág. 95.
28. Pág. 88. ·
1. Les Nouvelles littéraires, 17 de marzo de 1975. 29. R evue de métaphysique et de morale, 1963°, n." 4, o ctubre-di-
2. «Vérité et pouvoír», L'Arc, n .º 70, 1977, pág. 16. ciembre.
3. Maurice Blanchot, «L'Oubli, la déraison)), NRF, octubre de 30. L 'Ecriture et la di}Jéren ce, op. cit. .>
1961, págs. 676-686. Recogido en L 'Entretien injin i, Gallimard, 31. M. F oucault, Histoire de La folie , págs, 583-603. (E inicial-
1969. mente: Paideia, septiembre de 1971).
4. Roland Barthes, «Savoir et folie», Critique, n. 0 17, 1961, 32. Pág. 602.
págs. 915-922. Recogido en Essais crit iques, Seuil, 1964. . 33. Ibíd.
S. Michel Serres, «Géométrie de la folie», M ercure de Fra.ñce, 34. L e Monde , art. cit.
n .º 1188, agosto de 1962, págs. 683-696 ·y n. 0 1189, septiembre de 35. Richard Howard, The Story of Unreas on, TLS; 6 de octubre
1962, págs. 63-81.. Recogido en H ermes ou la commu n ication, Mi- de 1961 , págs. 653-654. . ·
nuit, 1968. 36. Claude M auriac, Et comme ['esperan ce est violen te, Grasset,
6. Robert Mandrou, «Trois Clés pour comprendre l' Histoire d e 1977, pág. 375. . ·
la foli e a l'époque classique», Annales, ESC, 17º afio, n.º 4, julio- 37. Cf. el n úmero especial de La Nef, dedicado a la antipsiqufa-
agosto de 1962, págs. 761-771. tría, n.º 42, enero-mayo de 19 71.
7. Fernand Braudel, Not e, ibíd., págs. 771 : 772. 38. Robe rt Castel, «Les Aventures d e la prauque», L e Débat,
8. Michel Serres, H ermes.. ., op. cit. p ág. 167. n.º 41, págs. 42-43.
9. Pág. 176. 39. Ibíd.

454 455
Capítulo 4
40. Pág. 44.
41. Michel Foucault, op. cit., Prefacio, págs. 7-8.
1. Conversación con Charles Ruas para el postfacio de la edi-
42. Dudo Trombadori, Colloqui con Foucault, pág. 39.
ción americana de Raymond R oussel, recogida en Le Magazine litté-
43. Robert Castel, art. cit., pág. 43.
raire, n.º 221, julio-agosto de 1985.
44. «La Conception idéologique de l' Histoire de la folie de
2. En Raymond Roussel, Comment j'ai écrit certains de mes
Michel Foucault», Journées annuelles de l'évolution psychiatrique,
livres, 10/ 18: ·
6 y 7 de diciembre de 1969, Evolutions psychiatrique, Cahiers de
3. Michel Fouéault, «Pourquoi réédite-t-on Raymond Roussel?
psychopathologie générale, 36, n.º 2, 1971.
Un précurseur de notre littérature moderne», L e Monde, 22 de
45. Cf. en particular: Henri Baruk, La Psychiatrie sociale,
agosto de 1964.
PUF, 1974.
4. Michel Foucault, Raymond Roussel, · Gallímard, 1963,
46. Robert Castel, art. cit., pág, 4 7.
pág. 71. .
4 7. «La Folie encerclée. Dialogue sur l'enfermement et la ré-
5. Michel Leyris, R oussel l'ingénu, Fata Morgana, 1988.
pression psychiatrique», Change, n.º 32-33, 1977.
6. Alain Robbe-Grillet, «Enigmes et transparence chez Ray-
48. Einaudi, 1973 (traducción francesa: PUF, 1980).
mond Roussel», Critique, diciembre de 1963, págs. 1027-1033.
49. Robert Castel, art. cit., pág. 4 7.
7. Maurice Blanchot, «Le Ptobleme de Wittgenstein», NRF,
50. Michel Foucault, Verité et pouv oir, art. cit., pág. 25.
n.º 131, 1963. Recogido in L'Entretien infini, Gallimard, 1969, pág.
51. Robert Castel, art. cit., pág. 45.
493.
52. Dudo Trombadori, Colloqui con Foucault, págs. 77- 78.
8. Michel Foucault, «Préface a la transgression», Critique, n. º
Cito de la versión original francesa.
195- 196, agosto-septiembre de 1963, pág. 758.
9. Ibíd., pág. 768.
Capítulo 3 10. Ibíd., pág. 767.
11 . Michel Foucault, «Présentation», en Georges Bataille, O eú-
1. La lista de aptitud se divide en dos categorías: la «lista
v res completes, tomo I, Gallimard, 1970, pág. 5. .
restringida~>, para los puestos de profesores, reservados a candida-
12. Michel Foucault, «La Pensée du dehors», Critique, ·n.º 229,
tos que ya han presentado sus tesis. Y la «lista amplia», para las
junio de 1966. Reeditado en Fata Morgana con el mismo título en
plazas de adjuntos.
1987. Cito esta edición: pág. 15.
2. Etienne Burin des Roziers, «Une rencontre a Varsovie»,
13. Estas cartas se publican en Pierre Klossowski. Cahiers pour .
art. cit., pág. 135-136.
un temps, Centre Georges-Pompidou, 1985, págs. 85-90.
3. Jean-Claude Passeron, «1950- 1980, L'université mise a la
14. Michel Foucault, «Nietzsche, Marx, Freud», Cahiers de
question: changement de décor ou changemente de cap», en J.
Royaumont, Nietzsch e, Minuit, 1968, págs. 182-192. La discusión se
Verger (ed.), Histoire des universités en France, Privat, 1986,
halla en las páginas 193-200, y las palabras que cito aquí en la pá-
págs. 373-374.
gina 199.
4. Luc Ferry y Alain Renaut, La Pensée 68, Gallimard,
15. Michel Foucault, «Teatrum philosophicum», Critique, n .º .
1985.
282, septiembre de 1970, pág. 908. ·
5. En Gératd Courant, Werner Schroeter, Goethe Institut
16. Michel Foucault, Naissance de la clin iqu e. Une archéologie
Cinématheque Fran~aise, 1981.
du regard médical, PUF, 1963. Prefacio, pág. V.

4.57
456

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