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La responsabilidad política empresaria: Una nueva mirada al análisis

de la ética para los negocios

Introducción

En nuestros días existe un consenso generalizado acerca de que la responsabilidad social


debería ser esencial a cualquier negocio. Sin embargo, no existe un consenso
generalizado acerca del significado de la “responsabilidad social”. La mayoría de los
empresarios cree que su actividad debe ser útil para la sociedad. Qué significa ser útil
para la sociedad es una discusión que aún se mantiene. En la literatura académica sobre
ética para los negocios existe al menos un consenso generalizado de que estas
discusiones sobre la responsabilidad social atañen a los inversores, empleados,
consumidores, comunidades y al medio ambiente en general. Estas concepciones
parecen ser, al menos discursivamente, también compartidas por ejecutivos y
empresarios pequeños, medianos y grandes, sobre todo en los países desarrollados.

Vivimos en un mundo en el cual el 20 por ciento de la población posee el 86 por


ciento del producto nacional bruto, en el cual un solo país cuenta con el 23 por ciento
del consumo mundial de energía, y en el cual los Estados Unidos y Europa cuentan con
el 65 por ciento de la creación total de riqueza mundial (cfr. Mattar 2001). Vivimos en
un mundo en el cual se mide la prosperidad en términos de crecimiento económico,
siendo este posible a través de mayor productividad y producción. Con el objetivo de
mayor crecimiento viene también la demanda por más recursos naturales y la búsqueda
de costos de producción cada vez más bajos. Se hace mucho hincapié en la nueva
economía de las ideas, en la creatividad y en la innovación como condiciones necesarias
para reducir costos y ser cada vez más productivos.

Este mundo cambiante trae prosperidad para algunos y cambio para muchos.
Empero, la distribución del ingreso comparando diferentes países y dentro de un mismo
país sigue siendo desigual y éste es un tema no sólo económico, sino que atañe a
cuestiones sociales de diversa índole. La capacidad para generar industrias, para
investigar, innovar y desarrollarse está desigualmente distribuida entre los países. Aun
hoy, la vasta mayoría de las patentes se originan en países altamente industrializados,
como Japón, los Estados Unidos y Alemania.

El sector privado crea riqueza, genera empleos, utiliza recursos naturales y atrae
inversiones a niveles sin precedentes. El consumo juega un papel central aquí, el motor
de todo este engranaje y hasta una fuerte influencia en la conformación de nuestra
identidad personal. Los tipos de mercancía que consumimos y las marcas juegan un
papel tan preponderante como en su momento lo hiciera la religión o cualquier otra
ideología totalizadora. En esta línea de análisis pareciera inimaginable el fin de la
empresa como reguladora de nuestra vida cotidiana. Pero, en tanto agente social, la
empresa también exige ser controlada por el resto de la sociedad. Así, se exige que las
empresas sean más transparentes, que mejoren su política de recursos humanos, que se
establezcan relaciones justas de comercio con los proveedores y consumidores, que no
dañen el medio ambiente y que no sean cómplices de regímenes políticos dictatoriales.
A grandes rasgos, esto es lo que viene a la mente cuando se habla de responsabilidad
social empresaria.

Por supuesto, no existe una definición precisa de responsabilidad social


empresaria. Este sigue siendo un concepto abierto, sin límites precisos. El acercamiento
conceptual más generalizado es que la responsabilidad social comienza cuando termina
la ley (cfr. Davis 1973). En otras palabras, tiene que ver con lo que las compañías hacen
en relación con contribuir positivamente a la sociedad más allá de las obligaciones
legales. Existe cierto consenso acerca de que la responsabilidad social empresaria
apuntaría a promover el bien común. Pero éste no es un concepto que sea muy preciso.
Algunas compañías, entonces, se marcarán objetivos más específicos: ser honestas,
reconocer las necesidades de la sociedad en donde ejercen su negocio, mejorar la
calidad de vida de sus empleados y de la comunidad local, preocuparse por el cuidado
ambiental, etc. Pero, obviamente, estos conceptos se dicen de muchas maneras y se
entienden de muchas maneras.

Existe también un consenso generalizado de que la empresa debe tener licencia


social para funcionar. En el marco de esta idea, una organización sólo puede continuar
existiendo si sus valores y prácticas están en consonancia con los de la sociedad en
cuestión (cfr. Donaldson & Dunfee 1999).
A lo largo de este trabajo expondremos algunas críticas al enfoque tradicional de
la ética para los negocios y propondremos un abordaje diferente que creemos
superadora: el concepto de responsabilidad política empresaria.

El alcance de la responsabilidad social es muy limitado

Que el salario de un CEO por tres horas de trabajo sea igual al de un trabajador por todo
un año de trabajo no parece ser una preocupación central en la agenda académica y
empresarial de la responsabilidad social corporativa. Pero debería. Este puede ser uno
de tantos ejemplos de los límites autoimpuestos de la responsabilidad social de las
empresas: no preocuparse sólo porque los salarios sean justos, sino discutir la
distribución de la riqueza. Otro ejemplo sería que la responsabilidad social empresaria
generalmente no reprocha que las compañías trasladen sus inversiones de países
subdesarrollados hacia países desarrollados, aun cuando los márgenes de ganancia sean
mayores que estos últimos. La flexibilización laboral tampoco parece ser un tema por el
que ocuparse, ni preocuparse.

La responsabilidad social debería, además, perdurar en el tiempo, y no


abandonar dicha práctica cuando se enfrentan crisis financieras. Enron es un ejemplo
ampliamente citado de una compañía que tuvo una fuerte reputación en lo concerniente
a la responsabilidad social, pero enmascarando la corrupción y la mala administración
que finalmente terminó con la quiebra de la empresa.

Otra área en la cual las compañías pueden ser criticadas es en términos de sus
prácticas comerciales y del uso de su poder para ganar mercados. Dejar fuera de camino
a pequeñas empresas, o forzar a los productores a adoptar prácticas administrativas que
en definitiva explotan a los obreros, a las comunidades y al medio ambiente natural
pueden ser perfectamente entendidas en el marco de una concepción de darwinismo
social, pero parece difícil que se puedan justificar éticamente.

En muchos casos, la responsabilidad social es el elemento marginado dentro de


los objetivos de la empresa, con poco financiamiento, y sólo se refuerza esta área por
cuestiones que tienen que ver más con la presión de los gobiernos y la sociedad civil, o
como medio de publicidad y de lavar errores del pasado, que con una verdadero interés
por el comportamiento ético y responsable.

La máscara de la propaganda y la tentación del asistencialismo

A veces sucede que la pretensión de la responsabilidad social corporativa de contribuir


al bienestar social más allá de los intereses de la firma se ve ofuscada por un interés
mayor en mejorar la imagen de la firma (cfr. Frankental 2001). Un ejemplo bastante
sugerente mostró que las compañías tabacaleras usaban mayores recursos financieros en
dar a conocer sus esfuerzos filantrópicos que lo que usaban para las actividades
filantrópicas mismas (cfr. Coalition Quebecoise Pour le Controle du Tabac, 2003). Así,
la responsabilidad social corporativa no es en muchos casos un esfuerzo que realiza la
compañía más allá de su interés por obtener ganancia. Es, más bien, parte del negocio,
un recurso para maximizar ganancias más bien que “filantropía genuina” (Frankental,
2001, p. 20). Algunas compañías, por otro lado, profesan ser medioambientalmente
sustentables sin serlo (cfr. Adler et al, 2007, pp. 144).

Existe un detalle aún más fino en las críticas a ciertas prácticas de


responsabilidad social empresaria. El asistencialismo, la idea de sólo intentar palear
ciertas situaciones sociales sin pensar en el largo plazo ni en el fortalecimiento de las
capacidades y empoderamiento del individuo, es una práctica de muy pobres resultados
en relación con desarrollo humano de las comunidades en cuestión. Una correcta visión
de la responsabilidad social radicaría, entonces, en concentrar esfuerzos para aumentar
las capacidades y opciones de los individuos para mejorar sus vidas a largo plazo; es
decir, concentrar esfuerzos para que los individuos puedan actuar o comportarse de
acuerdo a lo que decidan valorar como deseable para sus vidas (cfr. Malhotra 2003: 3).
Las ideas de Muhammad Yunus de un banco para los pobres, capacitación laboral y
asistencia técnica a pequeños agricultores y las de François Vallaeys de una integración
regional de las prácticas de responsabilidad social son sólo algunos ejemplos de lo que
pretendemos como práctica para la responsabilidad social, teniendo siempre como
objetivo el largo plazo y el desarrollo humano de los individuos a través de sus propias
capacidades y acciones.
La responsabilidad política empresaria

En esta breve nota de opinión pretendemos superar la visión de la corriente principal en


el campo de la ética para los negocios. Ir más allá del concepto de responsabilidad
social empresaria y pasar al de responsabilidad política empresaria. Mientras que la
responsabilidad social empresaria apunta a un compromiso empresarial con la sociedad
en la que residen sus inversiones, la responsabilidad política empresaria apunta a un
compromiso empresarial con la permanencia y el fortalecimiento del capital nacional.
Migraciones de empresas al exterior, inversiones en el extranjero en detrimento de las
inversiones nacionales, venta de empresas gacelas a multinacionales extranjeras
teniendo la posibilidad de construir un futuro en el país y el abuso distorsivo de los
precios que mina la propia sustentabilidad del negocio a futuro constituyen ejemplos de
prácticas que no se corresponden con la responsabilidad política empresaria.

La responsabilidad política empresaria implica un compromiso con el desarrollo


del país. Comprender y aceptar esto, además, resuelve el problema de los desafíos
teóricos planteados por Milton Friedman a la conveniencia del establecimiento y
expansión de las prácticas de responsabilidad social en las empresas.

En la literatura de la ética para los negocios, las discusiones de intereses y


responsabilidades en los negocios comienzan típicamente con una discusión entre los
argumentos esbozados por Milton Friedman, por un lado, y los defensores de una activa
responsabilidad social empresaria, por el otro. Friedman sostiene que la única
responsabilidad de un negocio es incrementar sus ganancias, y que nada más importa
realmente:

“The view has been gaining widespread acceptance that corporate officials
and labor leaders have a “social responsibility” that goes beyond serving the
interest of their stockholders or their members. This view shows a
fundamental misconception of the character and nature of a free economy.
In such an economy, there is one and only one social responsibility of
business – to use its resources and engage in activities designed to increase
its profits so long as it stays within the rules of the game, which is to say,
engaging in open and free competition, without deception or fraud.
Similarly, the ´social responsibility` of labor leaders is to serve the interests
of the members of the unions” (Friedman 1962: 133)

La lectura estándar de Friedman implica asumir simplemente que las economías


capitalistas sin regulación funcionarán bien para todo el mundo y estarán relativamente
libres de conflicto. Sin embargo, esta lectura no es tan precisa. En primer lugar,
Friedman reconoce explícitamente que el capitalismo está signado por un conflicto de
intereses entre el capital y el trabajo. En segundo lugar, Friedman no piensa
simplemente que el Estado sea una cosa mala que debería dejarse de lado, como si el
capitalismo pudiera continuar sin el Estado. Precisamente el rol del Estado sería
mantener las reglas del juego y cuidar del cumplimiento de la ley. Pero el Estado
también tiene la función de redistribución de la riqueza, la función de alivio de la
pobreza, etc., algo que el mismo Friedman reconoce. De hecho, una de las razones por
las cuales Friedman analiza las consecuencias de que los empresarios realicen funciones
de “responsabilidad social” es que estos empresarios no han sido electos
democráticamente para el propósito de la representación de la comunidad como un todo,
y por ende no pueden ver ni realizar intereses más amplios, intereses que afecten a toda
la sociedad. En definitiva, intereses públicos, en el sentido de la filosofía griega.

En la argumentación de Friedman, uno de los mayores problemas en la práctica


de la responsabilidad social empresaria es que ésta estaría interfiriendo con las acciones
apropiadas llevadas a cabo por gobiernos elegidos democráticamente. La respuesta de
Friedman es que no debería, entonces, haber responsabilidad social empresaria. Pero, el
mismo argumento puede usarse para concebir algo completamente opuesto. A concebir
que las prácticas de responsabilidad social de las diferentes empresas deberían
subordinarse a las políticas de Estado de determinado país regido por gobiernos electos
democráticamente. En esto consiste una parte de la aplicación del concepto de
responsabilidad política empresaria.

El concepto de responsabilidad política empresaria apunta también al hecho de


concebir que las empresas debieran acompañar el fortalecimiento de las políticas
públicas que tienden al desarrollo. Comprometerse con el desarrollo humano de
determinada sociedad también implica asegurar las inversiones que permitan la
continuidad en el tiempo del proceso de desarrollo.

Leandro Indavera.
Referencias bibliográficas

-Adler, P. S, L.C Forbes & H. Willmott: 2007, “Critical Management Studies”, en J.P.
Walsh & A. P Brief (eds.), The Academy of Management Annals, Vol. 1 (Lawrence
Erlbaum, Mahwah: New York)
-Coalition Quebecoise Pour le Controle du Tabac: 2003, “Tobacco Industry Donations:
How taking money from the tobacco industry helps sell more cigarettes, and cost more
lives”,http://www.cqct.qc.ca/Documents_docs/DOCU_2003/DOCU_03_05_00_DonsE
NG.PDF.
-Davis, K, 1973, “The case for and against business assumption of social
responsibilities”, Academy of Management Review, 16 (2), pp.312-22.
-Donaldson, T & Dunfee, TW, 1999, Ties that Bind: A Social Contracts Approach to
Business Ethics, Boston, MA: Harvard Business School.
-Frankental, P. 2001, “Corporate Social Responsibility – A PR Invention?”, Corporate
Communications 6 (1), pp.18-23.
-Friedman, Milton, 1962. Capitalism and freedom. Chicago: University of Chicago
Press.
-Malhotra, A, 2003, “Conceptualizing and measuring Women´s Empowerment as a
Variable in International Development”, conferencia presentada en Measurement
Empowerment: Cross disciplinary perspectives, Washington, D.C, Febrero 4-5, 2003.
-Mattar, H, 2001, “Ethical portals as inducers of corporate social responsibility”. En: S
Zadek, N Hojensgard and P Raynard (eds.), Perspectives on the New Economy of
corporate citizenship, Copenhagen: The Copenhagen Centre, pp.113-21.

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