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PALABRAS CLAVE
ABSTRACT
This article has two different parts. The first part talk about some historic
precedents of self-help movement and about features of self-help, making
differences between self-help groups and support groups. The second part
talks about the self-help paradigm based on Reissman's thoughts and about
methodological suggestions for professional intervention with support groups
based on a self help approach.
KEY WORDS
1. INTRODUCCION
La autoayuda y la ayuda mutua es, en esencia, tan antigua como los seres
humanos. Aprendemos a cuidarnos y a ayudarnos unos a otros desde muy
pequeños y este aprendizaje está integrado y es parte esencial de toda nuestra
vida. Lo que si es novedoso es el hecho de que los profesionales de salud y de
servicios sociales estemos tan interesados actualmente por los beneficios de
los grupos y programas encaminados a potenciar la autoayuda y en general los
sistemas informales de ayuda. Entre otros factores creo que este interés está
relacionado con el gran crecimiento de las organizaciones de autoayuda en el
Estado español, con el cansancio y los límites que los profesionales de los
servicios sociales y de salud estamos experimentando y con la no creencia de
que la ayuda profesional puede dar respuestas a todas las situaciones de
dificultad y promoción de distintos grupos de la población con los que
trabajamos. Pienso que también nos influye la cantidad de literatura
proveniente de EE.UU., que con mayor o menor rigor científico, expone los
beneficios de las organizaciones de autoayuda incluidas los llamados «grupos
de ayuda mutua». Entre los investigadores y profesionales de la intervención
psicosocial de nuestro país cada vez son más los estudios y publicaciones
sobre los beneficios de los grupos de apoyo y la autoayuda en general
integrados en la literatura de Psicología Comunitaria y más específicamente
sobre Apoyo Social. A partir de esta literatura podemos identificar una
variedad de grupos de apoyo que ya existen o que podemos impulsar en la
comunidad y los beneficios que producen en las personas que participan en
ellos. A lo largo del artículo iremos viendo los objetivos, las funciones y los
aspectos más importantes a tener en cuenta de estos grupos en el contexto de
la colaboración entre los sistemas de ayuda profesionales e informales.
También veremos alguna literatura que avala la importancia de esta
colaboración y la necesidad de que los profesionales nos asomemos a conocer
el llamado movimiento de autoayuda y ayuda mutua y logremos diseñar
estrategias comunitarias para el impulso de grupos de apoyo. En el artículo
intentaré exponer las diferencias existentes, según los autores, entre grupos de
autoayuda y grupos de apoyo puesto que pueden conllevar metodologías
diferentes entre ambos.
Esta misma autora define los grupos de autoayuda como «personas que
comparten unas ideas, unas situaciones de vida o unas enfermedades, se
agrupan para ofrecerse mutuamente apoyo emocional y otros tipos de apoyo a
través de la acción de compartir sus experiencias personales vividas y de
intercambiar otros recursos». La definición clásica de Katz y Bender (1976)
entiende estos grupos como «estructuras grupales voluntarias y pequeñas de
ayuda mutua que tienen como fin conseguir un determinado objetivo». Ese
objetivo puede ser:
En el campo de la salud física y mental es donde más han crecido los grupos
de apoyo, sobre todo en personas afectadas por enfermedades crónicas y
adicciones (Alzheimer, Sida, Cáncer, Esquizofrenias, Depresiones ... ).
Normalmente están compuestos por los propios afectados o por familiares y
cuidadores de éstos. Algunos investigadores consideraron la proliferación de
los grupos de autoayuda en el campo de la salud como un movimiento social
semi organizado que competía con los profesionales. Otros autores como
Back y Taylor (1976) y Katz (1981) citados por Riessman (1995) vieron los
grupos de autoayuda como un medio de fortalecer los recursos naturales en
tiempos de escasez económica y demanda alta. Los grupos de personas con
enfermedades o con circunstancias de vida similares pueden ayudarse uno a
otros de maneras que ofrecen una alternativa más humanizada a la atención
que a veces se recibe en los servicios sanitarios y sociales. A pesar de que la
mayoría de los estudios que se han hecho sobre los efectos de los grupos de
autoayuda reflejan numerosos beneficios sobre los participantes, Yoak y
Chesler (1985) expresaron la preocupación que tanto los profesionales como
los investigadores tenían sobre los peligros potenciales de los esfuerzos
voluntarios no profesionales. Algunos de ellos como Tracy y Gussow (1976)
citados por Riessman (1995) sugirieron incluso maneras en las cuales algunas
actividades pudieran realizarse de la misma forma que los servicios sanitarios
tradicionales.
1. La mutualidad y reciprocidad.
5. El control social que ejerce el grupo sobre sus miembros como mecanismo
que facilita el cambio actitudinal y conductual a través del compromiso
individual con las normas definidas por ellos.
Ana Barrón (1996) desarrolló este punto en su libro Apoyo Social haciendo
referencias a autores, algunos ya citados, como Gottlieb, 1988; Taylor y cols.,
1988; Barrón y cols., 1988; Levine y Perkins, 1987 y Riessman, 1990.
Tomando como referencia las funciones expuestas por Levine y Parkins
(1987) voy a comentar lo que a mi parecer sería más importante de cada una
de ellas.
3.2.1 Promueven el sentimiento psicológico de comunidad
El hecho de que una persona esté sentada frente a otras que están pasando por
circunstancias similares a ella o que tienen características comunes disminuye
la percepción de fracaso, de aislamiento, de no comprensión y la
autoevaluación negativa. El proceso de comparación social que se provoca en
este tipo de interacción grupal también aumenta la competencia personal y la
capacidad de generar respuestas saludables a través de un programa personal y
grupal y del apoyo mutuo
Aumentan las redes sociales de las personas que participan en estos grupos al
ir creando vínculos sólidos entre ellas basados en la confianza y en la
comunicación y escucha de situaciones personales e íntimas. Las personas que
están pasando una crisis o que están afectadas por una enfermedad, adicción,
sobrecarga de cuidados.... si estas situaciones son crónicas, tienden a perder
miembros en sus redes sociales (Biegel, 1991). Las relaciones sociales que se
facilitan a través de los grupos de apoyo no suelen ser asequibles para estas
personas en su vida cotidiana. En algunos grupos los miembros se apoyan
fuera de las sesiones utilizándose a ellos mismos como recurso en el caso, por
ejemplo de descanso de cuidadores de enfermos crónicos.
Lo que hace que los grupos de apoyo puedan cumplir estas funciones sena
según Katz y Hermalin (1987):
g) lo económico que son estos grupos a los que sólo hay que aportar una cuota
para gastos mínimos (hojas divulgativas, carpeta de grupo, café o refrescos...).
4. DIFERENCIAS ENTRE GRUPOS DE APOYO Y GRUPOS DE
AUTOAYUDA
Gottlieb (1988) hizo una diferenciación bastante clara entre grupos de apoyo y
grupos de autoayuda. Los grupos de apoyo se diferencian de los grupos de
autoayuda en que los primeros están dirigidos por un profesional combinan
conocimiento de experto y de experiencia, están limitados en el tiempo, el
número de miembros es fijo y normalmente no se dirigen a la acción social.
Estoy de acuerdo con esta idea pero creo que existen varias dificultades en
nuestra cultura para que los grupos de apoyo impulsado desde profesionales
lleguen a funcionar de forma autónoma y como grupos de autoayuda aunque
se proceda a una desimplicación gradual de aquellos. Los profesionales de la
intervención psicosocial estamos empezando a tener en cuenta los sistemas
informales de los usuarios con los que trabajamos, estamos empezando a
conocer, valorar y cuidar sus redes sociales con estrategias profesionales.
Progresivamente estamos asumiendo roles de asesoramiento, orientación y
colaboración con grupos de usuarios. Cada vez tenemos más conciencia de la
necesaria cooperación entre los sistemas formales e informales de ayuda. De
todas formas tendríamos que reflexionar sobre la falta de contacto,
conocimiento y formación que todavía tenemos sobre los sistemas informales
de los usuarios y sobre la filosofía y las organizaciones de autoayuda
proveedoras de todo tipo de apoyos, fundamentalmente emocional. Ya sea por
estas razones o porque realmente no hayamos evaluado los beneficios de la
autoayuda en nuestra práctica profesional el deseo de control, a veces sutil,
puede dificultar el impulso de grupos de apoyo basados en la perspectiva de
autoayuda. Por el contrario, a veces nos cuesta colaborar cuando el grupo está
liderado por alguno de sus miembros y sólo nos solicitan el apoyo indirecto en
su proceso (información, asesoramiento puntual, colaboración ... ). Otra
dificultad se puede manifestar cuando el grupo se vuelve dependiente del
profesional y no permite la retirada progresiva de éste/a. Desde mi punto de
vista en estos casos es importante situarse en el paradigma de la autoayuda y
tener en cuenta las bases teóricas y metodológicas de este enfoque de trabajo,
que iremos viendo a lo largo del artículo, y transmitirlo así permanentemente
a los participantes del grupo desempeñando un rol informativo y educativo
con ellos.
Yoak y Chesler (1985) manifestaron que las relaciones profesionales con estos
grupos se han descrito tanto desde el punto de vista de la colaboración
(Borman, 1979; Lenrow y Burch, 1981) como desde el punto de vista de la
confrontación (Katz, 1981). Estos autores piensan que los profesionales
contamos con recursos que podrían aumentar las capacidades de apoyo de
estos grupos, la información sobre enfermedades y tratamientos, habilidades
sociales y de liderazgo y acceso a recursos organizacionales, como lugar de
reuniones, publicidad y divulgación del grupo... Desde mi punto de vista, y
estando de acuerdo en parte con los autores, pienso que es difícil potenciar la
autorresponsabilización en el propio proceso de cambio individual inherente a
los grupos de autoayuda cuando existen profesionales liderando los grupos
con una implicación importante en su coordinación. Creo que el papel de los
profesionales con estos grupos ha de ser de asesoramiento, formación y apoyo
de líderes y no de liderazgo o coordinación de los mismos.
En la segunda mitad de los años setenta y primera de los ochenta hubo una
tendencia fuerte a comparar los grupos de autoayuda con los grupos de
psicoterapia, en cuanto a participación, efectos y métodos. A partir de la
década de los noventa el esquema dominante implícito es la visión de los
grupos de autoayuda como servicios comunitarios alternativos a los que
derivar usuarios de los servicios sociales y de salud. Riessman (1990)
explicitó este paradigma usando un esquema de los grupos de autoayuda como
un sistema alternativo de servicios sociales en los que se podían ofrecer
programas similares a los ofrecidos por profesionales de los servicios formales
o se podían estudiar y comparar los procesos que se daban en la participación
en estos grupos y en los programas de los servicios sociales. En este sentido se
observaron, por ejemplo, que en ambos sistemas existían dificultades de
participación y retención de minorías étnicas. Otro foco de interés importante
sobre los grupos de autoayuda lo tienen los investigadores y profesionales del
Apoyo Social quienes nos interesamos por el potencial de apoyo de estos
grupos y el aumento de recursos en las redes sociales de sus miembros aunque
no existen muchos estudios comparativos entre personas que participan o no
en estos grupos y el aumento de sus redes sociales y también que tuvieran
menos hospitalizaciones o afecciones. En el campo de salud mental si existe
un volumen importante de estudios sobre las funciones de apoyo de estos
grupos. Aparte de la función de apoyo social que cumplen estos grupos sobre
las personas que participan en ellos, los estudios que se han empezado a
realizar en la década de los noventa van dirigidos, entre otros aspectos, a
conocer actitudes profesionales hacia estos grupos (Meissen, Mason y
Gleason, 1991) y métodos y técnicas avanzadas para investigar los procesos
de apoyo que se dan en los grupos de autoayuda como: sistema de
observación conductual (Roberts, L. et al., 1991), inclusión de recogida de
datos cualitativos de varios tipos dentro de un contexto de diseño
experimental (Kraemer y Tebes, 1991) y paradigma de la investigación acción
participativa propuesto por Chesler (Chesler, 1991).
A partir de los años ochenta, los autores relevantes del campo de la psicología
social y el trabajo social que investigan y evalúan estrategias de apoyo social
están proponiendo el impulso de los grupos de apoyo desde los profesionales
(Gottlieb, 1983, 1988, 1992; Froland et al, 1981, Cameron, 1990). No es
casualidad que estos autores formen parte de sociedades en las que el
movimiento de autoayuda y los grupos de apoyo han tenido una gran
proliferación en todos los ámbitos de la intervención social (salud mental,
infancia y familia, vejez, mujeres ... ).
8.2.2. Objetivos
Las sesiones deberán durar como máximo una hora y media y quien coordine
el grupo debe encargarse de que se empiece y se termine puntualmente. La
coordinación del grupo será rotativa. Cada día coordina un miembro del
grupo. Por ello todos los participantes deberán conocer la metodología de las
sesiones. A lo largo de la sesión de grupo parece conveniente que se den tres
momentos diferentes: el primero sería una ronda inicial de cada uno de los
participantes donde expresan al grupo como se encuentran y algún hecho
importante que les ha ocurrido durante la semana o los quince días
transcurridos desde la última sesión de grupo. En un segundo momento y una
vez que han hablado todos los participantes, se puede elegir uno de los temas
que hayan salido en la primera ronda y profundizar en cómo viven cada uno
de los miembros situaciones cotidianas relacionadas con ese tema o también
se puede dejar un tiempo para que cada miembro exprese lo que más le ha
resonado en su carácter o en su vida sobre lo que el resto de miembros ha
expresado en la primera ronda. También en esta segunda parte del grupo se
puede introducir algún tema informativo y educativo que previamente haya
solicitado el grupo. Si esto fuera así debería ser algún miembro del grupo,
asesorado por el profesional, quien se preparara la información a compartir.
Después de este espacio central de la sesión se pasaría al tercer momento de la
misma donde cada miembro del grupo expresa un compromiso concretado en
una tarea a realizar en el intervalo de tiempo entre una sesión y otra. En todo
momento quien coordine la sesión, ya sea un miembro del grupo o un
profesional, deberá invitar a los participantes a la interiorización, la no
teorización de los temas que se tratan, la escucha respetuosa y la participación
sin actitud de imposición de criterios a los demás miembros del grupo.
PRIMERA FASE
SEGUNDA FASE
CUARTA FASE
La cuarta fase, que duraría otro mes, consistiría en que el grupo hace las
sesiones sin la presencia en la sala del profesional y la única relación que
mantiene con este es la de supervisión de la marcha de las sesiones. Estas
supervisiones pueden hacerse con la persona que haya coordinado la sesión o
con todo el grupo si se acordara de esa manera. El objetivo de esta fase sería
que el grupo se entrenara a funcionar completamente por sí mismo. El
profesional desempeñaría fundamentalmente el rol de supervisor externo y
asesor para pasar a ser figura de apoyo en lo que sería el período posterior al
acompañamiento grupal. La disposición física sería la siguiente:
En un gráfico general podríamos dibujar las fases de acompañamiento
profesional a los grupos de apoyo de la siguiente manera:
9. CONCLUSIONES
Como hemos visto a lo largo del artículo hace más de cuarenta años que
existen organizaciones de autoayuda. En España el movimiento de autoayuda,
como se concibe en la literatura sobre el tema, es todavía reciente aunque
incrementándose cada día con nuevas asociaciones de afectados o familiares y
con una gran proliferación de grupos de apoyo. Las nuevas estructuras de
autoayuda, usadas ya por ciudadanos y profesionales, conviven con las
organizaciones comunitarias tradicionales (hermandades, clubs, peñas,
parroquias ... ) y los programas de servicios sociales y de salud como
elementos de un sistema amplio de provisión de apoyos e intercambios en la
comunidad.
BIBLIOGRAFIA