Você está na página 1de 23

RESUMEN

Este artículo consta de dos partes. En la primera se habla de los antecedentes


históricos del movimiento de autoayuda y de las características de los grupos
de autoayuda, diferenciando éstos de los grupos de apoyo. En la segunda parte
se exponen las bases del paradigma de autoayuda fundamentado por Riessman
(1995) y una propuesta metodológica para poner en marcha grupos de apoyo
basados en la perspectiva de autoayuda desde la intervención profesional.

PALABRAS CLAVE

Grupos de autoayuda. Grupos de apoyo. Metodología de intervención.

ABSTRACT

This article has two different parts. The first part talk about some historic
precedents of self-help movement and about features of self-help, making
differences between self-help groups and support groups. The second part
talks about the self-help paradigm based on Reissman's thoughts and about
methodological suggestions for professional intervention with support groups
based on a self help approach.

KEY WORDS

Self-help groups. Support groups. Methodological intervention.

1. INTRODUCCION

La autoayuda y la ayuda mutua es, en esencia, tan antigua como los seres
humanos. Aprendemos a cuidarnos y a ayudarnos unos a otros desde muy
pequeños y este aprendizaje está integrado y es parte esencial de toda nuestra
vida. Lo que si es novedoso es el hecho de que los profesionales de salud y de
servicios sociales estemos tan interesados actualmente por los beneficios de
los grupos y programas encaminados a potenciar la autoayuda y en general los
sistemas informales de ayuda. Entre otros factores creo que este interés está
relacionado con el gran crecimiento de las organizaciones de autoayuda en el
Estado español, con el cansancio y los límites que los profesionales de los
servicios sociales y de salud estamos experimentando y con la no creencia de
que la ayuda profesional puede dar respuestas a todas las situaciones de
dificultad y promoción de distintos grupos de la población con los que
trabajamos. Pienso que también nos influye la cantidad de literatura
proveniente de EE.UU., que con mayor o menor rigor científico, expone los
beneficios de las organizaciones de autoayuda incluidas los llamados «grupos
de ayuda mutua». Entre los investigadores y profesionales de la intervención
psicosocial de nuestro país cada vez son más los estudios y publicaciones
sobre los beneficios de los grupos de apoyo y la autoayuda en general
integrados en la literatura de Psicología Comunitaria y más específicamente
sobre Apoyo Social. A partir de esta literatura podemos identificar una
variedad de grupos de apoyo que ya existen o que podemos impulsar en la
comunidad y los beneficios que producen en las personas que participan en
ellos. A lo largo del artículo iremos viendo los objetivos, las funciones y los
aspectos más importantes a tener en cuenta de estos grupos en el contexto de
la colaboración entre los sistemas de ayuda profesionales e informales.
También veremos alguna literatura que avala la importancia de esta
colaboración y la necesidad de que los profesionales nos asomemos a conocer
el llamado movimiento de autoayuda y ayuda mutua y logremos diseñar
estrategias comunitarias para el impulso de grupos de apoyo. En el artículo
intentaré exponer las diferencias existentes, según los autores, entre grupos de
autoayuda y grupos de apoyo puesto que pueden conllevar metodologías
diferentes entre ambos.

2. BREVE REFERENCIA A LOS ORIGENES Y EXPANSION DEL


MOVIMIENTO DE AUTOAYUDA

Los grupos de autoayuda organizados como tales surgieron en EE.UU., en el


período histórico de entreguerras, en los años 40, a partir de la publicación del
libro de Alcohólicos Anónimos en 1939 por dos ex alcohólicos, uno de ellos
médico, que decidieron reunirse y apoyarse mutuamente para mantenerse
abstinentes. La gran atracción de este libro fue la ayuda que brindaba con un
programa compuesto de 12 pasos a seguir en grupo para la rehabilitación de
personas adictas al alcohol y la filosofía de que quien puede ayudar mejor a
una persona alcohólica a rehabilitarse es otra que ya haya pasado por la misma
experiencia. La gran expansión que tuvieron los grupos de Alcohólicos
Anónimos permitió que otros colectivos, empezando por adolescentes y
familiares de personas alcohólicas (Alateen y Alanon), adaptaran el programa
de los doce pasos a sus propias necesidades de recuperación. Así surgieron los
grupos de Codependientes Anónimos, Cocainómanos Anónimos,
Heroinómanos Anónimos, Jugadores Anónimos... y un sinfín de grupos
basados en la misma filosofía y guiados por el programa de los doce pasos
adaptado según el tipo de situación que se tratara. Los inicios del movimiento
de autoayuda y del trabajo de redes, sin embargo, lo podemos situar a
principio de siglo con las acogidas y apoyo mutuo que las distintas
comunidades organizaban para recibir y situar a las oleadas de inmigrantes
que llegaban continuamente a EE.UU. Por otro lado en los años sesenta y
principios de los setenta el movimiento de mujeres también jugó un
importante rol en la promoción y la defensa de la autoayuda. Tanto en EE.UU.
como en Europa aparecieron numerosos pequeños grupos de mujeres que
reflexionaban sobre la toma de conciencia de la identidad femenina. Muchos
de estos grupos se basaban en los principios de la autoayuda. Esta modalidad
se extendió dentro del movimiento de salud de las mujeres y quedó reflejado
en el libro del Colectivo de Salud de las Mujeres de Boston titulado «Our
Bodies, Ourselves» cuya primera publicación fue en 1969. También el
movimiento de los derechos de las personas con discapacidades y el
movimiento gay defendieron un modelo orientado hacia la autoayuda que
actualmente se manifiesta en grandes organizaciones como la Alianza
Nacional de Enfermos Mentales. Desde los años setenta las bases de la
autoayuda han sido utilizadas también en la intervención comunitaria e
incorporada a los programas sociales. En 1978, por ejemplo, la Comisión de
Salud Mental del gobierno estadounidense propuso la autoayuda como la
principal base de las intervenciones comunitarias en Salud Mental. Si
observamos las publicaciones existentes sobre el movimiento de autoayuda,
hasta los años setenta no empieza un interés profesional por estos grupos
coincidiendo con el interés por los sistemas de apoyo social y sus efectos
positivos en la salud basados sobre todo en los trabajos de Caplan (1974) y las
aportaciones de Cassel (1974-76) y Cobb (1976). El libro de Silverman (1980)
«Mutual Help Groups» fue una publicación clave en aquellos momentos
puesto que definió por primera vez lo que eran las organizaciones y los grupos
de ayuda mutua y todo el proceso de selección y desarrollo de actividades
dentro de ellos.

El movimiento de autoayuda creció de forma muy rápida en EE.UU. Jacobs y


Goodman (1989) realizaron un estudio en 1979 en EE.UU. y descubrieron que
el 3,2 por 100 de la población norteamericana participaba en grupos de
autoayuda. También identificaron que los miembros de estos grupos
pertenecían a la población que actuaba como voluntaria en otras
organizaciones en su comunidad. En 1982 Langton y Petersen estimaron que
existían más de 250.000 grupos de autoayuda diferenciados, con un total de 15
millones de participantes. El mayor segmento de grupos de autoayuda lo
constituían los grupos basados en el Programa de los 12 pasos de Alcohólicos
Anónimos. En aquellos años ya existían grupos de autoayuda para todas las
categorías de enfermedades descritas por la OMS. «Hubo un gran aprendizaje
de ayuda mutua de forma organizada y se podía ver en los estudios que se
hicieron cómo los miembros de estos grupos incorporaban a sus redes sociales
compañeros de los grupos y organizaciones donde participaban» Langton y
Petersen (1982). En el libro de Alan Gartner y Frank Riessman (1984) «The
self help revolution» se describen y evalúan, entre otros aspectos de la
autoayuda, varios tipos de grupos que llevaban funcionando algún tiempo y se
da una perspectiva internacional de la autoayuda que no sólo se extendió en
EE.UU. sino también en Canadá y Europa. Gottlieb y Peters (1991) en un
estudio que realizaron en 1987 en Canadá identificaron el número y las
características demográficas de las personas que participaban en los grupos de
autoayuda. Descubrieron que el 2 por 100 de la población canadiense estaba
afiliada a estos grupos.
Sánchez Vidal (1991) expuso varios factores originantes de este movimiento a
partir de los trabajos de Jacobs y Goodman (1989), Levine y Perkins (1987) y
Schure y cols. (1982) y que resumiré en:

A) Afiliación social como tendencia básica motivacional del comportamiento


humano visto desde la perspectiva psicosocial.

B) Desintegración social y rupturas o cambios en las redes sociales naturales


paralelas al proceso de industrialización y cambio de vida del campo a las
ciudades que se concretaría en una serie de efectos psicosociales como:
ruptura y desaparición de grupos primarios de referencia normativa y afectiva.
permanente, movilidad geográfica y ocupacional, declive de redes relacionales
y sociedades de ayuda mutua tradicionales.

C) Insuficiencias y fallos y éxitos de los sistemas de ayuda profesional, que al


mismo tiempo que no son capaces de responder a las necesidades
psicosociales de las personas en dificultad con los servicios tradicionales,
colaboran con éxito en que la esperanza de vida cada vez sea mayor en los
países occidentalizados.

AUTOAYUDA Y AYUDA MUTUA. DOS PROCESOS


COMPLEMENTARIOS

La autoayuda y la ayuda mutua se consideran dos procesos de ayuda


complementarios que ocurren en los grupos de apoyo al mismo tiempo. La
autoayuda implica asumir la responsabilidad personal en el cuidado de uno/a
mismo/a y en las acciones y decisiones que hacemos para responder a las
situaciones de la vida. Simultáneamente o complementariamente podemos
ayudarnos unos a otros de forma recíproca e igualitaria, lo que serían procesos
de ayuda mutua. Desde el punto de vista de la complementariedad de estos
procesos los grupos de apoyo deberían orientarse para favorecer ambos
procesos.

A lo largo del artículo usaré el concepto de autoayuda para referirme al


movimiento social y a los grupos que otros autores llaman indistintamente de
autoayuda o de ayuda mutua.

3. ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LOS GRUPOS DE


AUTOAYUDA

A partir de 1976 apareció un número importante de literatura sobre grupos de


autoayuda en la que se apreciaba una gran confusión terminológica: Katz y
Bender, 1976; Caplan y Killilea, 1976; Gartner y Riessman, 1977; Lieberman
y Borman, 1976, 1979. También existe una confusión terminológica a la hora
de referirse los autores a organizaciones de autoayuda y grupos de autoayuda
identificando ambos conceptos la mayoría de las veces. En relación a la
definición y comprensión de los grupos de autoayuda Borkman afirmaba en
1991 (Actualmente, 15 años más tarde, existe menos variedad y confusión de
términos pero todavía estamos lejos de llegar a una unanimidad
terminológica». (Borkman, 1991).

Esta misma autora define los grupos de autoayuda como «personas que
comparten unas ideas, unas situaciones de vida o unas enfermedades, se
agrupan para ofrecerse mutuamente apoyo emocional y otros tipos de apoyo a
través de la acción de compartir sus experiencias personales vividas y de
intercambiar otros recursos». La definición clásica de Katz y Bender (1976)
entiende estos grupos como «estructuras grupales voluntarias y pequeñas de
ayuda mutua que tienen como fin conseguir un determinado objetivo». Ese
objetivo puede ser:

a) satisfacer una necesidad común

b) superar un obstáculo común o problema que perturba seriamente la vida

c) conseguir cambios sociales o personales deseados

Ejemplos de grupos de apoyo organizados son grupos de divorciados, de


madres solteras, de padres adolescentes, de viudas, de familiares y allegados
de enfermos mentales, grupos de exadictos, de personas que han
experimentado hospitalización psiquiátrica, grupos de cuidadores de personas
dependientes...

En el campo de la salud física y mental es donde más han crecido los grupos
de apoyo, sobre todo en personas afectadas por enfermedades crónicas y
adicciones (Alzheimer, Sida, Cáncer, Esquizofrenias, Depresiones ... ).
Normalmente están compuestos por los propios afectados o por familiares y
cuidadores de éstos. Algunos investigadores consideraron la proliferación de
los grupos de autoayuda en el campo de la salud como un movimiento social
semi organizado que competía con los profesionales. Otros autores como
Back y Taylor (1976) y Katz (1981) citados por Riessman (1995) vieron los
grupos de autoayuda como un medio de fortalecer los recursos naturales en
tiempos de escasez económica y demanda alta. Los grupos de personas con
enfermedades o con circunstancias de vida similares pueden ayudarse uno a
otros de maneras que ofrecen una alternativa más humanizada a la atención
que a veces se recibe en los servicios sanitarios y sociales. A pesar de que la
mayoría de los estudios que se han hecho sobre los efectos de los grupos de
autoayuda reflejan numerosos beneficios sobre los participantes, Yoak y
Chesler (1985) expresaron la preocupación que tanto los profesionales como
los investigadores tenían sobre los peligros potenciales de los esfuerzos
voluntarios no profesionales. Algunos de ellos como Tracy y Gussow (1976)
citados por Riessman (1995) sugirieron incluso maneras en las cuales algunas
actividades pudieran realizarse de la misma forma que los servicios sanitarios
tradicionales.

3. 1. Aspectos básicos de los grupos de autoayuda

Sánchez Vidal (1991) hizo un resumen, basado en los trabajos de varios


autores, de los aspectos básicos integrados en el concepto y funcionamiento de
los grupos de autoayuda que son, a mi juicio, bastante aclaratorios de la
importancia de este tipo de grupos. Estos aspectos son:

1. La mutualidad y reciprocidad.

2. La experiencia común de los miembros como criterio específico de


pertenencia al grupo.

3. El compromiso individual de cambio y de estar dispuesto a implicarse


como igual en el grupo.

4. La autogestión o autogobierno del grupo ya que tanto el programa como la


filosofía del grupo son decididos por los propios miembros.

5. El control social que ejerce el grupo sobre sus miembros como mecanismo
que facilita el cambio actitudinal y conductual a través del compromiso
individual con las normas definidas por ellos.

6. Importancia de la acción que se realiza después de las sesiones de grupo y


que, en realidad es, el aspecto más importante del cambio de los miembros del
grupo.

7. La información, guía y orientación, y en general la percepción de apoyo


social implícita en la dinámica igualitaria y recíproca de estos grupos.

3.2. Funciones que cumplen los grupos de apoyo

Aquí se usa el concepto grupos de apoyo no sólo porque están implicados


profesionales sino también porque se tienen en cuenta estas funciones desde la
perspectiva del apoyo social que ofrecen estos grupos a sus miembros.

Ana Barrón (1996) desarrolló este punto en su libro Apoyo Social haciendo
referencias a autores, algunos ya citados, como Gottlieb, 1988; Taylor y cols.,
1988; Barrón y cols., 1988; Levine y Perkins, 1987 y Riessman, 1990.
Tomando como referencia las funciones expuestas por Levine y Parkins
(1987) voy a comentar lo que a mi parecer sería más importante de cada una
de ellas.
3.2.1 Promueven el sentimiento psicológico de comunidad

El hecho de que una persona esté sentada frente a otras que están pasando por
circunstancias similares a ella o que tienen características comunes disminuye
la percepción de fracaso, de aislamiento, de no comprensión y la
autoevaluación negativa. El proceso de comparación social que se provoca en
este tipo de interacción grupal también aumenta la competencia personal y la
capacidad de generar respuestas saludables a través de un programa personal y
grupal y del apoyo mutuo

3.2.2. Proporciona una ideología que da significado a las circunstancias


particulares de la vida diaria que no se ajustan a la norma ideal

Los grupos de apoyo posibilitan un sentido de identidad personal normalizado


y reducen los sentimientos de incertidumbre, temor, rechazo y ambigüedad
generados a partir de cómo sienten que les trata la sociedad. La ideología del
grupo y las creencias sobre las situaciones que están viviendo se pueden
reflejar en programas como el de los doce pasos de los grupos de Alcohólicos
Anónimos.

3.2.3. Proporcionan una oportunidad para la autorevelación y la crítica


mutua

El clima de igualdad y solidaridad que se debe crear en los grupos de apoyo


ayuda a los participantes a compartir sus sentimientos y experiencias, les
anima a hablar y reconocer sentimientos de fracaso, culpa, temor...
relacionado con las experiencias que tienen en común. Este proceso puede
considerarse como una toma de conciencia que sirve como base para
proponerse y aprender respuestas individuales nuevas y que a la vez podrán
ayudar al resto de los miembros del grupo.

3.2.4. Proporciona modelos de conducta

Las actitudes y conductas positivas que los participantes expresan a lo largo


de las sesiones de los grupos de apoyo sirve de modelo a los demás miembros
del grupo. Como no hay distinciones formales entre los participantes, una
persona nueva en el grupo puede identificarse fácilmente con una más
experimentada o una mayor puede tener de modelo de conducta a uno más
joven. A veces, algo que ha podido ser motivo de vergüenza para una persona
se puede transformar en una experiencia de gran valor para otro miembro del
grupo. Cualquier implicación de posiciones inferiores o superiores se reduce
porque cada miembro puede desempeñar los roles de dar y recibir ayuda a lo
largo de las sesiones de grupo.

3.2.5. Enseña estrategias efectivas para afrontar las situaciones cotidianas


Al compartir las experiencias cotidianas, los miembros descubren y comparten
también estrategias adecuadas y eficaces para afrontarlas. Como estos grupos
son para personas que están viviendo experiencias similares normalmente sus
problemas se repiten y las respuestas adecuadas que adoptan o aprenden los
miembros suelen ser adecuadas para el resto en circunstancias similares. Por
otra parte el contexto grupal facilita experimentar nuevas reacciones,
apoyando a los miembros ante cualquier fracaso y mostrando alegría y
refuerzo ante los éxitos de sus miembros, aunque estos sean pequeños.

3.2.6. Proporciona una red de relaciones sociales

Aumentan las redes sociales de las personas que participan en estos grupos al
ir creando vínculos sólidos entre ellas basados en la confianza y en la
comunicación y escucha de situaciones personales e íntimas. Las personas que
están pasando una crisis o que están afectadas por una enfermedad, adicción,
sobrecarga de cuidados.... si estas situaciones son crónicas, tienden a perder
miembros en sus redes sociales (Biegel, 1991). Las relaciones sociales que se
facilitan a través de los grupos de apoyo no suelen ser asequibles para estas
personas en su vida cotidiana. En algunos grupos los miembros se apoyan
fuera de las sesiones utilizándose a ellos mismos como recurso en el caso, por
ejemplo de descanso de cuidadores de enfermos crónicos.

Lo que hace que los grupos de apoyo puedan cumplir estas funciones sena
según Katz y Hermalin (1987):

a) un contexto grupal no clínico

b) una estructura grupal igualitaria compuesta por personas que están


experimentando situaciones vitales (circunstancias de vida o características
individuales) similares

c) un sentido de pertenencia al grupo no restringido al tiempo de las sesiones

d) la interacción grupal directamente cara a cara entre los miembros y no


dirigida a un líder o Conductor grupal

e) coherencia entre la ideología y sistema de creencias de los miembros del


grupo y la orientación del plan de acción del mismo

9 autorresponsabilización en el proceso de toma de decisiones tanto


personales como grupales

g) lo económico que son estos grupos a los que sólo hay que aportar una cuota
para gastos mínimos (hojas divulgativas, carpeta de grupo, café o refrescos...).
4. DIFERENCIAS ENTRE GRUPOS DE APOYO Y GRUPOS DE
AUTOAYUDA

Siguiendo la perspectiva tan amplia que Reissman da al concepto de


autoayuda podemos considerar, como hemos visto antes, que tanto los grupos
de apoyo como los de autoayuda propiamente dichos son formas diferenciadas
de desarrollar la autoayuda.

Gottlieb (1988) hizo una diferenciación bastante clara entre grupos de apoyo y
grupos de autoayuda. Los grupos de apoyo se diferencian de los grupos de
autoayuda en que los primeros están dirigidos por un profesional combinan
conocimiento de experto y de experiencia, están limitados en el tiempo, el
número de miembros es fijo y normalmente no se dirigen a la acción social.

Serían un punto intermedio entre los grupos de terapia y los grupos de


autoayuda propiamente dichos. Los grupos de autoayuda, por el contrario,
suelen funcionar autómamente, al margen de los profesionales y no estarían
limitados en el tiempo. El ejemplo más claro de grupos de autoayuda sería
Alcohólicos Anónimos que conserva una forma muy sistematizada de
autoayuda entre sus miembros.

Barrón (1996) plantea un debate sobre la rigidez de esta distinción y defiende,


apoyándose en la visión de Taylor y col. (1988), una postura en la que los
grupos de autoayuda y los grupos de apoyo podrían considerarse no como dos
clases de grupos sino como fases en el desarrollo de los grupos basados en el
apoyo social, Barrón (1996, pág. 88) expone que:

«al ponerlos en marcha es necesario que un profesional se encargue de


formarlos y asuma las tareas de dirección y liderazgo. Posteriormente esas
funciones deberían delegarlas poco a poco en los miembros del grupo,
fomentando que ellos mismos asumieran la responsabilidad personal en la
solución de sus problemas y que su papel fuera quedando reservado para
tareas de consejo u orientación».

Estoy de acuerdo con esta idea pero creo que existen varias dificultades en
nuestra cultura para que los grupos de apoyo impulsado desde profesionales
lleguen a funcionar de forma autónoma y como grupos de autoayuda aunque
se proceda a una desimplicación gradual de aquellos. Los profesionales de la
intervención psicosocial estamos empezando a tener en cuenta los sistemas
informales de los usuarios con los que trabajamos, estamos empezando a
conocer, valorar y cuidar sus redes sociales con estrategias profesionales.
Progresivamente estamos asumiendo roles de asesoramiento, orientación y
colaboración con grupos de usuarios. Cada vez tenemos más conciencia de la
necesaria cooperación entre los sistemas formales e informales de ayuda. De
todas formas tendríamos que reflexionar sobre la falta de contacto,
conocimiento y formación que todavía tenemos sobre los sistemas informales
de los usuarios y sobre la filosofía y las organizaciones de autoayuda
proveedoras de todo tipo de apoyos, fundamentalmente emocional. Ya sea por
estas razones o porque realmente no hayamos evaluado los beneficios de la
autoayuda en nuestra práctica profesional el deseo de control, a veces sutil,
puede dificultar el impulso de grupos de apoyo basados en la perspectiva de
autoayuda. Por el contrario, a veces nos cuesta colaborar cuando el grupo está
liderado por alguno de sus miembros y sólo nos solicitan el apoyo indirecto en
su proceso (información, asesoramiento puntual, colaboración ... ). Otra
dificultad se puede manifestar cuando el grupo se vuelve dependiente del
profesional y no permite la retirada progresiva de éste/a. Desde mi punto de
vista en estos casos es importante situarse en el paradigma de la autoayuda y
tener en cuenta las bases teóricas y metodológicas de este enfoque de trabajo,
que iremos viendo a lo largo del artículo, y transmitirlo así permanentemente
a los participantes del grupo desempeñando un rol informativo y educativo
con ellos.

5. LA AUTOAYUDA COMO PARADIGMA Y NUEVA PERSPECTIVA


DE TRABAJO PARA LOS PROFESIONALES DE LA
INTERVENCION SOCIAL

Riessman (1995) defiende que la autoayuda es un enfoque, un paradigma que


ofrece nuevas perspectivas para responder a un número cada vez mayor de
personas que necesitan algún tipo de apoyo. Es una perspectiva que potencia,
redefine y reestructura los procesos de ayuda sin grandes incrementos de
costes y que englobaría los llamados «grupos de autoayuda o grupos de apoyo
como una de sus formas». Según este autor «El paradigma de la autoayuda
tomado desde los sistemas profesionales cambiaría el objeto de intervención
"persona en necesidad de ayuda" y transformaría éste en "persona que puede
ayudar", reconvirtiendo la experiencia personal de sufrimiento o rehabilitación
en un potencial de ayuda para sí misma y para otros». Esta perspectiva vería
en los usuarios y colectivos con los que trabajamos un recurso a potenciar en
vez de una «situación-problema» que cambiar. El ejemplo que pone Reissman
es el siguiente: «En vez de centramos en que tenemos once millones de
diabéticos que necesitan ayuda podemos analizar qué segmentos de esta
población pueden hacerse su propio seguimiento individual y recibir y dar la
ayuda de forma colectiva en grupos». El atractivo de este paradigma está
haciendo posible en EE.UU. y países europeos que programas y servicios
profesionalizados colaboren regularmente con participantes dé organizaciones
y grupos de autoayuda. En este sentido «en California, por ejemplo, el 83 por
100 de los grupos de autoayuda incluyen profesionales que desempeñan una
gama amplia de roles» (Riessman, 1995 pags. 5-15). Este enfoque se basa en
lo que sería la «ayuda paradójica» o la afirmación de que «dar ayuda es más
beneficioso que recibirla». Se basa también en la importancia de potenciar los
recursos internos de las personas ayudándoles a fortalecer sus capacidades
para favorecer y mejorar la interacción con el exterior. No podemos olvidar
que el paradigma de autoayuda planteado por Riessman como un enfoque
global de trabajo está ubicado en la sociedad norteamericana donde el sistema
político y económico así como los valores culturales promueven la
autorresponsabilización ciudadana y la iniciativa privada e individual
trasladando la mayor parte de la acción social a la sociedad civil. El
individualismo, por una parte y la solidaridad, por otra, son valores integrados
en el sistema de vida estadounidense que favorecen la búsqueda de control
interno y el deseo de colaborar y transmitir las estrategias que se utilizan para
superar las situaciones de rehabilitación de alguna adicción, o de superación
de pérdidas importantes, o de actitud hacia una enfermedad...

6. COLABORACION ENTRE PROFESIONALES Y GRUPOS DE


AUTOAYUDA

Yoak y Chesler (1985) manifestaron que las relaciones profesionales con estos
grupos se han descrito tanto desde el punto de vista de la colaboración
(Borman, 1979; Lenrow y Burch, 1981) como desde el punto de vista de la
confrontación (Katz, 1981). Estos autores piensan que los profesionales
contamos con recursos que podrían aumentar las capacidades de apoyo de
estos grupos, la información sobre enfermedades y tratamientos, habilidades
sociales y de liderazgo y acceso a recursos organizacionales, como lugar de
reuniones, publicidad y divulgación del grupo... Desde mi punto de vista, y
estando de acuerdo en parte con los autores, pienso que es difícil potenciar la
autorresponsabilización en el propio proceso de cambio individual inherente a
los grupos de autoayuda cuando existen profesionales liderando los grupos
con una implicación importante en su coordinación. Creo que el papel de los
profesionales con estos grupos ha de ser de asesoramiento, formación y apoyo
de líderes y no de liderazgo o coordinación de los mismos.

En EE.UU., Gran Bretaña, Canadá y países europeos se ofrece formación a


profesionales para capacitarlos como líderes e impulsores de estos grupos,
consultores, facilitadores de discusiones grupales para aquellos grupos que
quieran la colaboración profesional.

Los grupos de autoayuda que tienen actitudes antiprofesionales suelen


funcionar completamente autónomos.

7. ALGUNAS LINEAS DE INVESTIGACION SOBRE GRUPOS DE


AUTOAYUDA

La comunidad científica de los grupos de autoayuda y apoyo está compuesta


por investigadores del movimiento de autoayuda, de redes de apoyo social,
por psicólogos, sociólogos y trabajadores sociales que impulsan -o participan
en- estos grupos y por líderes comunitarios colaboradores. La participación
conjunta de investigadores, profesionales y líderes de grupos de autoayuda se
ha extendido fundamentalmente en EE.UU. donde existen centros de
investigación conjunta asociados a universidades. Parece que la investigación
sobre grupos de autoayuda ha pasado por dos etapas. La primera etapa
empezó a partir del año 1976 con la publicación de numerosos artículos sobre
historia y bases teóricas de la autoayuda. Borkman (1991) afirma «En aquella
fecha la investigación en grupos de autoayuda estaba en la infancia. La
mayoría de los artículos basados en investigación empírica fueron estudios de
caso de un sólo grupo. Lo que si fue evidente entonces y continua siendo así
hoy es la naturaleza interdisciplinar de la investigación en esta área en la que
cada grupo profesional contribuye desde su especificidad».

En la segunda mitad de los años setenta y primera de los ochenta hubo una
tendencia fuerte a comparar los grupos de autoayuda con los grupos de
psicoterapia, en cuanto a participación, efectos y métodos. A partir de la
década de los noventa el esquema dominante implícito es la visión de los
grupos de autoayuda como servicios comunitarios alternativos a los que
derivar usuarios de los servicios sociales y de salud. Riessman (1990)
explicitó este paradigma usando un esquema de los grupos de autoayuda como
un sistema alternativo de servicios sociales en los que se podían ofrecer
programas similares a los ofrecidos por profesionales de los servicios formales
o se podían estudiar y comparar los procesos que se daban en la participación
en estos grupos y en los programas de los servicios sociales. En este sentido se
observaron, por ejemplo, que en ambos sistemas existían dificultades de
participación y retención de minorías étnicas. Otro foco de interés importante
sobre los grupos de autoayuda lo tienen los investigadores y profesionales del
Apoyo Social quienes nos interesamos por el potencial de apoyo de estos
grupos y el aumento de recursos en las redes sociales de sus miembros aunque
no existen muchos estudios comparativos entre personas que participan o no
en estos grupos y el aumento de sus redes sociales y también que tuvieran
menos hospitalizaciones o afecciones. En el campo de salud mental si existe
un volumen importante de estudios sobre las funciones de apoyo de estos
grupos. Aparte de la función de apoyo social que cumplen estos grupos sobre
las personas que participan en ellos, los estudios que se han empezado a
realizar en la década de los noventa van dirigidos, entre otros aspectos, a
conocer actitudes profesionales hacia estos grupos (Meissen, Mason y
Gleason, 1991) y métodos y técnicas avanzadas para investigar los procesos
de apoyo que se dan en los grupos de autoayuda como: sistema de
observación conductual (Roberts, L. et al., 1991), inclusión de recogida de
datos cualitativos de varios tipos dentro de un contexto de diseño
experimental (Kraemer y Tebes, 1991) y paradigma de la investigación acción
participativa propuesto por Chesler (Chesler, 1991).

8. LOS GRUPOS DE APOYO COMO ESTRATEGIA DE


INTERVENCION EN APOYO SOCIAL
8.1. Fundamentos de las intervenciones basadas en apoyo social

A partir de los años ochenta, los autores relevantes del campo de la psicología
social y el trabajo social que investigan y evalúan estrategias de apoyo social
están proponiendo el impulso de los grupos de apoyo desde los profesionales
(Gottlieb, 1983, 1988, 1992; Froland et al, 1981, Cameron, 1990). No es
casualidad que estos autores formen parte de sociedades en las que el
movimiento de autoayuda y los grupos de apoyo han tenido una gran
proliferación en todos los ámbitos de la intervención social (salud mental,
infancia y familia, vejez, mujeres ... ).

El impulso de grupos de apoyo en la comunidad junto con las intervenciones


en redes sociales constituyen estrategias claves basadas en apoyo social.
Gottlieb (1988, 1992) es uno de los autores que más ha evaluado los
beneficios de las intervenciones basadas en apoyo social. Basándome en este
autor es importante recordar que las intervenciones de apoyo social tienen
como objetivo principal la creación u optimización de los procesos de
interacción entre las personas y sus entornos sociales cercanos y que este
enfoque implica un rol indirecto de los profesionales en estas intervenciones.
Por otra parte, las intervenciones que fomentan el apoyo social pueden ser el
resultado de dos tipos de procesos descritos por Cameron (1990): el
incremento de los recursos personales y sociales que capacitan a las personas
para afrontar problemas y acontecimientos estresantes y el incremento de los
sentimientos de afiliación y validación personal que producen relaciones
sociales estables y positivas. El apoyo social ejercería un efecto protector al
mantener la autoestima y la autoconfianza cuando se confrontan situaciones
problemáticas, al proporcionar acceso a recursos personales y sociales, útiles
en el proceso de afrontamientos y al mejorar la capacidad de evaluar las
situaciones problemáticas o estresantes de forma más realista y responder a
ellas de acuerdo a esa evaluación (Gottlieb 1983). Las intervenciones basadas
en apoyo social tienen también ventajas ecológicas puesto que se desarrollan
en los contextos sociales naturales.

Dentro de las intervenciones basadas en apoyo social, los procesos de ayuda


mutua responsabilizan a las personas sobre el control de sus propias vidas y
promueven sentimientos de autoconfianza y competencia así como favorecen
la acción colectiva. Todo esto genera un potencial de cambio positivo en la
salud y los ajustes psicosociales de las personas que participan en estos
procesos y en sus respectivos contextos. No podemos olvidar que desde una
perspectiva ecosistémica la intervención comunitaria puede llevarse a cabo
desde varios niveles mutuamente influyentes: individual, diádico,
microsistémico, de red social, propiamente comunitario, donde se ubicarían
los grupos de apoyo.
Dentro de las estrategias de colaboración entre los sistemas formales e
informales de apoyo, Froland et al. (1981) expone cinco estrategias de
colaboración entre los sistemas formales e informales de apoyo: intervención
en la red personal, conexión con el voluntariado, Redes de Ayuda Mutua,
Fuentes de apoyo en el vecindario y Potenciación de la comunidad, situando
los grupos de apoyo en un nivel intermedio, en las estrategias de Redes de
Ayuda Mutua dirigidos a usuarios con problemas similares dentro de la
comunidad. Gottlieb (1988b) expone las estrategias de apoyo social en cinco
niveles de intervención: individual, diádico, grupal, sistema social y
comunidad, situando los grupos de apoyo en la comunidad como una
estrategia grupal.

Gracia Fuster et al. (1995) exponen tres tipologías de intervenciones basadas


en apoyo social: la tipología de Cameron (1990), el modelo de Rook y Dooley
(1985) y la tipología de Gottlieb (1988b) mencionada anteriormente. Los tres
autores consideran el impulso de grupos de apoyo como una estrategia de
apoyo social.

8.2. Propuesta metodológica para la intervención profesional con grupos


de apoyo

La propuesta que expongo a continuación está elaborada a partir de algunas


reflexiones metodológicas sobre mi propia experiencia en la puesta en marcha
de grupos de apoyo en la comunidad, asesoramiento a profesionales que lo
llevan a cabo y mi propia experiencia como participante en un grupo de
apoyo. Dada la variedad de grupos y de estilos de colaboración profesional
con estos que existen actualmente, esta propuesta sólo pretende ofrecer una de
las posibles líneas de intervención y colaboración con grupos de apoyo
basadas en la perspectiva de la autoayuda.

8.2.1 Destinatarios prioritarios de los grupos de apoyo

1. Grupos de personas que viven o pueden vivir situaciones de aislamiento


social (viudas/os, padres/madres solos/as, inmigrantes ... ).

2. Grupos de personas adictas (al juego, a la comida, la compra, el sexo... en


proceso de rehabilitación.

3. Grupos de personas afectadas por una enfermedad física o mental o por


algún otro tipo de discapacidad.

4. Grupos de personas cuidadoras principales de personas afectadas por


enfermedades físicas o mentales o adicciones.
5. Grupos de personas familiares y allegados de personas afectadas por
enfermedades físicas o mentales o adicciones.

6. Grupos de personas supervivientes de catástrofes, accidentes, atentados...

7. Grupos de personas que sufren estigmatización social en relación con su


identidad y/o su opción de vida (prostitutas, transexuales, homosexuales,
transeúntes, enfermos mentales crónicos, deficientes mentales ... ).

8.2.2. Objetivos

A) Conseguir una autorresponsabilización de los participantes en sus propios


procesos de cambio a través de compromisos cotidianos establecidos por ellos
mismos de una sesión a otra.

B) Ayudar, mediante el encuentro del grupo, a tomar conciencia de los


recursos y déficits individuales relacionado con el tema común del grupo.

C) Incrementar la calidad de apoyo emocional e instrumental a través de una


estructura de sesiones que posibilite la expresión, la escucha y la posibilidad
de dar y recibir feedback en todos los participantes del grupo.

D) Aumentar las redes sociales de los participantes en el grupo a través de la


periodicidad de los encuentros y la permanencia de los miembros en el grupo.

8.2.3. Duración del grupo

El acompañamiento de un grupo de apoyo creo que no debe durar menos de


seis meses ni más de un año. Estas fechas son siempre aproximativas ya que
no es lo mismo que un grupo se vea una hora o una hora y media cada semana
que se vea cada quince días. Este es uno de los acuerdos que se debe
establecer entre el profesional que va a impulsar el grupo de apoyo y los
participantes del mismo.

8.2.4. Normas del grupo

Las personas que quieran constituir un grupo de apoyo y se pongan en


contacto con un profesional que les ayude a iniciar el grupo deberían empezar
a escribir una serie de normas para el funcionamiento correcto de ese grupo.
Las normas básicas para el buen funcionamiento de los grupos de apoyo están
relacionadas con los compromisos de no hablar fuera del grupo sobre lo que
allí se expresa, de no dar los nombres de las personas que están en el grupo, de
regular las entradas y salidas de las personas del grupo, de hacer una
coordinación rotatoria por la que pasan todos los miembros del grupo, de
establecer una cuota mínima para gastos de material, local, refrescos... y de
establecer los períodos de tiempo para hacer balance individual y grupal de la
ayuda que está suponiendo la participación en el grupo.

8.2.5. Metodología de las sesiones

Las sesiones deberán durar como máximo una hora y media y quien coordine
el grupo debe encargarse de que se empiece y se termine puntualmente. La
coordinación del grupo será rotativa. Cada día coordina un miembro del
grupo. Por ello todos los participantes deberán conocer la metodología de las
sesiones. A lo largo de la sesión de grupo parece conveniente que se den tres
momentos diferentes: el primero sería una ronda inicial de cada uno de los
participantes donde expresan al grupo como se encuentran y algún hecho
importante que les ha ocurrido durante la semana o los quince días
transcurridos desde la última sesión de grupo. En un segundo momento y una
vez que han hablado todos los participantes, se puede elegir uno de los temas
que hayan salido en la primera ronda y profundizar en cómo viven cada uno
de los miembros situaciones cotidianas relacionadas con ese tema o también
se puede dejar un tiempo para que cada miembro exprese lo que más le ha
resonado en su carácter o en su vida sobre lo que el resto de miembros ha
expresado en la primera ronda. También en esta segunda parte del grupo se
puede introducir algún tema informativo y educativo que previamente haya
solicitado el grupo. Si esto fuera así debería ser algún miembro del grupo,
asesorado por el profesional, quien se preparara la información a compartir.
Después de este espacio central de la sesión se pasaría al tercer momento de la
misma donde cada miembro del grupo expresa un compromiso concretado en
una tarea a realizar en el intervalo de tiempo entre una sesión y otra. En todo
momento quien coordine la sesión, ya sea un miembro del grupo o un
profesional, deberá invitar a los participantes a la interiorización, la no
teorización de los temas que se tratan, la escucha respetuosa y la participación
sin actitud de imposición de criterios a los demás miembros del grupo.

Algunas pautas desarrolladas desde enfoques gestálticos están dando buenos


resultados en la dinámica y aprovechamiento de estos grupos. Desde este
enfoque podemos destacar las siguientes pautas siguiendo a Cá, K. y Wainer,
A. (1994): 1ª) Cuando una persona participa en un grupo de apoyo es porque
siente necesidad de compartir su historia o circunstancias con personas que
viven situaciones parecidas. Esta historia puede contarse desde el pasado pero
lo que importa en los grupos de apoyo es el presente, la experiencia del ahora
aunque sea un recuerdo o un hecho pasado. La persona que esté coordinando
el grupo de apoyo ha de invitar a los participantes a hablar desde la vivencia
presente, lo que en Gestalt se llama «aquí y ahora». Es más importante para la
persona en cuestión y para el grupo la comprensión actual de la experiencia
más que un relato detallado de los hechos que a veces puede ser demasiado
racional y llegar a aburrir. 2ª) Es importante que las frases que se digan se
personalicen. La formulación impersonal tiende a exteriorizar y a desvincular
a la persona de sus actos y emociones y en los grupos de apoyo se tiene que
fomentar la autorresponsabilización en el proceso personal de cambio. Por
ejemplo en vez de decir «cuando una se asusta lo pasa mal» es mejor decir
«cuando me asusto lo paso mal». 3ª) La tercera pauta consistiría en ayudar a
los participantes a que conviertan los adjetivos y sustantivos en verbos. Por
ejemplo es mejor aprender a decir «a veces me entristezco, o a veces me
alegro» que afirmar «soy una persona triste o soy una persona alegre». Las
primeras afirmaciones son más abiertas y ofrecen posibilidad de exploración
de las situaciones. 4ª) la cuarta pauta es no hablar de nadie que esté ausente
del grupo. Esto también debe considerarse una norma como hemos visto
anteriormente. Tampoco hay que hablar del grupo fuera del grupo. En nuestra
cultura este es un tema de difícil manejo puesto que estamos acostumbrados a
conversar en el encuentro con amigos y conocidos. Por otro lado si el grupo
de apoyo está compuesto por personas de un mismo pueblo o un mismo
barrio, que se encuentran en otros lugares o tienen conocidos en común esta
pauta ha de quedar muy clara. 5ª) La quinta pauta recomienda no forzar a los
participantes a decir algo que no quieren decir y por tanto respetar el proceso
de cada persona a la hora de comunicar lo que le pasa y cómo lo vive. El
apoyo emocional y la confianza en el grupo se crea, entre otras cosas, con la
escucha atenta, el respeto y el no juicio de valor ante lo que se expresa en el
grupo. 6ª) La sexta pauta se refiere a proporcionar la ayuda recurriendo a los
propios medios que poseen los participantes del grupo. Para esto se establece
una ronda final de expresión de compromisos personales hasta la próxima
sesión de grupo. Ni la persona que coordine la sesión ni los otros miembros
del grupo deben erigirse en «terapeutas» o «consejeros» de otros puesto que la
verdadera ayuda consiste en que cada miembro del grupo aprenda a
autoabastecerse al implementar un cambio y no aumentar su dependencia.

8.2.6. Desarrollo del acompañamiento del grupo por fases

El acompañamiento del profesional al grupo no debe programarse para un


período superior a seis meses si realmente se pretende que el grupo llegue a
funcionar de forma autónoma y con las bases de la autoayuda. Si el grupo de
apoyo se enfoca también hacia el aspecto informativo y educativo conviene
que sean algunos miembros del grupo, asesorados por el profesional, los que
se preparen para informar o exponer algún tema previamente elegido por el
grupo. Para eso puede servir de guía las siguientes fases donde podemos
explicitar los objetivos, las funciones del profesional, los roles y la duración
de cada una de ellas

PRIMERA FASE

En esta primera fase el objetivo fundamental es dar a conocer a los miembros


iniciales del grupo de apoyo las bases históricas y teóricas de la autoayuda y la
metodología de las sesiones, incluidas las normas iniciales del grupo. La
función del profesional será sobre todo reunirse con los miembros que están
más motivados para empezar el grupo y tener al menos cuatro sesiones de
trabajo donde se forme a estos miembros sobre las bases de la autoayuda, las
funciones de los grupos de apoyo, la historia y la metodología del grupo. Ya
en esta primera fase algunos miembros pueden que se autoexcluyan porque su
idea inicial era montar una asociación o estar en un grupo de terapia o en un
taller de autoestima etc. Por eso es importante dejar muy claro desde el
principio en que consiste un grupo de apoyo. En esta fase el profesional hace
el contrato con el grupo inicial. Todo debe quedar por escrito en una carpeta
del grupo. El rol del profesional en esta fase es fundamentalmente informativo
y formativo. La duración de esta fase puede ser de un mes, una sesión por
semana. La disposición física del profesional sería la siguiente:

SEGUNDA FASE

La segunda fase del acompañamiento consistiría en estar presente en las


sesiones del grupo de apoyo al menos durante tres meses, lo que equivaldría a
unas doce sesiones de grupo. El objetivo fundamental de esta fase es entrenar
en la práctica la metodología de autoayuda enseñando a cada miembro y al
grupo en general a comunicarse con las pautas descritas en el punto 8.2.5. Esta
fase es la más delicada de todo el acompañamiento puesto que el grupo puede
esperar del profesional respuestas que le corresponden a ellos mismos, o tener
expectativas de terapia de grupo o de crear una asociación. Todo ello diferente
de lo que sena una grupo de apoyo. También pueden aparecer conflictos
manifiestos entre algunos miembros del grupo así como conflictos de roles y
actitudes de prejuicio, estereotipo etc. El que el grupo esté formado por
personas que están experimentando situaciones similares no significa que no
se produzcan las mismas dinámicas que en cualquier grupo pequeño. El rol
principal del profesional en esta fase es también formativo pero utilizando
técnicas de Yo auxiliar y modelaje. La disposición física del profesional debe
ser «estar detrás de la persona que habla», poniendo o no las manos sobre sus
hombros dependiendo de si percibimos que esta actitud de cercanía física le
puede o no a ayudar en su comunicación. El «estar detrás de la persona que
está hablando» se hace con un sentido de apoyo a este miembro del grupo y
también para dejar claro al grupo que el profesional que acompaña no es un
miembro ni un coordinador del mismo sino un asesor y colaborador. Durante
esta fase el profesional puede interrumpir a la persona que esté hablando y
orientarle sobre su manera de comunicar al grupo. Por ejemplo puede decirle
que personalice más, que no hable de personas ausentes, que no sea racional,
que hable un poco más o que de tiempo para hablar a los otros. Cuando se está
comunicando los compromisos individuales es muy importante que el
profesional de acompañamiento ayude a los miembros a explicitar de forma
concisa y concreta las tareas que cada uno se va a proponer. La disposición
física sería la siguiente:
TERCERA FASE

La tercera fase puede durar un mes y consistiría en estar presente en la sala


sólo como observador/a tomando nota sobre algunas desviaciones de las
pautas establecidas, observando si hay una tendencia marcada al liderazgo o a
la exclusión de algún miembro y sobre todo observando al miembro que está
coordinando ese día la sesión porque esta persona es la que tiene que controlar
el tiempo y estar pendiente de que todos los miembros hagan la ronda inicial y
final y que la tarea del grupo no se desvíe hacia teorizaciones o
generalizaciones. El objetivo fundamental de esta fase es que el grupo esté
llevando la sesión sin la presencia cercana ni la participación del profesional
de acompañamiento. El rol principal del profesional en esta fase es de
supervisor. Igual que en la fase anterior, al finalizar las sesiones debe hacer
algunos comentarios sobre lo que le ha parecido tanto el contenido como la
metodología de la sesión prestando especial atención al miembro que ha
coordinado el grupo. La disposición fisica sería la siguiente:

CUARTA FASE

La cuarta fase, que duraría otro mes, consistiría en que el grupo hace las
sesiones sin la presencia en la sala del profesional y la única relación que
mantiene con este es la de supervisión de la marcha de las sesiones. Estas
supervisiones pueden hacerse con la persona que haya coordinado la sesión o
con todo el grupo si se acordara de esa manera. El objetivo de esta fase sería
que el grupo se entrenara a funcionar completamente por sí mismo. El
profesional desempeñaría fundamentalmente el rol de supervisor externo y
asesor para pasar a ser figura de apoyo en lo que sería el período posterior al
acompañamiento grupal. La disposición física sería la siguiente:
En un gráfico general podríamos dibujar las fases de acompañamiento
profesional a los grupos de apoyo de la siguiente manera:

9. CONCLUSIONES

Como hemos visto a lo largo del artículo hace más de cuarenta años que
existen organizaciones de autoayuda. En España el movimiento de autoayuda,
como se concibe en la literatura sobre el tema, es todavía reciente aunque
incrementándose cada día con nuevas asociaciones de afectados o familiares y
con una gran proliferación de grupos de apoyo. Las nuevas estructuras de
autoayuda, usadas ya por ciudadanos y profesionales, conviven con las
organizaciones comunitarias tradicionales (hermandades, clubs, peñas,
parroquias ... ) y los programas de servicios sociales y de salud como
elementos de un sistema amplio de provisión de apoyos e intercambios en la
comunidad.

Los profesionales de la intervención social necesitaríamos tener más contacto


y colaboración con los grupos y organizaciones de autoayuda, sobre todo con
aquellos que están coordinados por afectados o exadictos y se mantienen más
al margen del contexto profesional. Sería importante conocer distintos tipos de
metodologías y distintas formas de colaboración entre los dos sistemas, el
profesional y el de la autoayuda organizada para poder derivar, orientar o
proponer a los grupos de usuarios a los que les beneficiaría estas estrategias.

Los profesionales necesitaríamos entrenarnos y formarnos en la perspectiva de


la autoayuda y en la metodología de los grupos de apoyo basados en la
autoayuda, sus limitaciones y beneficios.

BIBLIOGRAFIA

Você também pode gostar