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Es probable que los instrumentos musicales de cuerda se hayan originado en el arco del cazador,
arma favorecida por los ejércitos del antiguo Egipto. Uno de los instrumentos de cuerda más
primitivos, la nanga, se parece a un arpa de tres o cuatro cuerdas, y cada cuerda produce sólo
una nota; en el Museo Británico se encuentra un ejemplar que data de 1500 años a.C. Ahí mismo
se exhibe un arpa de 11 cuerdas, decorada en oro y con caja de resonancia en forma de cabeza
de toro, la cual se encontró en Ur en una tumba real que data de aproximadamente 2600 años
a.C. En los muros de tumbas egipcias con una antigüedad de 3000 años a.C. se hallaron pinturas
de instrumentos de cuerda semejantes a arpas.
Nuestro sistema musical actual tiene sus bases en la civilización griega antigua. Se considera que
el filósofo y matemático griego Pitágoras (582-507 a.C.) fue la primera persona que investigó el
sonido musical con una base científica (figura 1.1). Entre otras cosas, Pitágoras realizó
experimentos con una sola cuerda por medio de un aparato sencillo llamado monocordio. En el
ejemplo que se muestra en la figura 1.2, los puentes de madera 1 y 3 están fijos. El puente 2 es
movible en
tanto que la tensión en la cuerda se mantiene constante mediante el peso colgante. Pitágoras
observó que si se someten a la misma tensión dos cuerdas similares de diferentes longitudes, la
más corta emite una nota más alta; además, si la cuerda más corta es de la mitad de la longitud
de la más larga, la más corta emitirá una nota una octava arriba de la otra.
Hacia 350 a.C, Aristóteles escribió tratados sobre música y sonido e hizo observaciones como
“La voz es más dulce que el sonido de los instrumentos”, y “El sonido de la flauta es más dulce
que el de la lira”. En 320 a.C., Aristógenes, alumno de Aristóteles y músico, escribió una obra en
tres volúmenes titulada Elementos de armonía. Estos libros son quizá los más antiguos de que
se disponga sobre la música y escritos por los investigadores mismos. Alrededor de 300 a.C., en
un libro llamado Introducción a la armonía, Euclides escribió brevemente sobre la música pero
sin hacer referencia alguna a la naturaleza física del sonido. Los griegos no lograron más avances
en el conocimiento científico del sonido.
Parece que los romanos recibieron todo su conocimiento musical por parte de los griegos,
excepto Vitruvio, famoso arquitecto romano que escribió alrededor del año 20 a.C. sobre las
propiedades acústicas de los teatros. Su tratado De Architectura Libri Decem (Diez libros sobre
arquitectura), estuvo perdido durante muchos años, y se habría de redescubrir sólo hasta el siglo
xv. Al parecer, durante casi 16 siglos no hubo después del trabajo de Vitruvio ningún desarrollo
en las teorías del sonido y la vibración.
En la antigüedad, China experimentaba muchos sismos. Zhang Heng, que se desempeñó como
historiador y astrónomo en el siglo ii, percibió la necesidad de desarrollar un instrumento para
medir los sismos con precisión. En el año 132 inventó el primer sismógrafo del mundo [1.3, 1.4],
el cual estaba hecho de fino bronce fundido, con un diámetro de ocho chi (un chi equivale a
0.237 metros) y tenía la forma de una jarra de vino (figura 1.4). Dentro de la jarra había un
mecanismo que consistía en un péndulo rodeado por un grupo de ocho palancas que apuntaban
en ocho direcciones. En la parte externa del sismógrafo había ocho figuras de dragón, cada una
con una bola de bronce en las fauces. Debajo de cada dragón había una rana con la boca abierta
hacia arriba. Un sismo fuerte en cualquier dirección inclinaría el péndulo en esa dirección y
activaría la palanca en la cabeza del dragón. Esto abría la boca del d ragón y la bola de bronce se
soltaba y caía en la boca de la rana con un sonido metálico. Así, el sismógrafo permitía al
personal de vigilancia saber tanto el tiempo como la dirección de la ocurrencia del sismo.