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48°52.6’S 123°23.6’O
intuiciones
abisales
48°52.6’S 123°23.6’O
Intuiciones abisales
I
Me gustaría ser el relator de tus instantes,
hacerlos únicos, substanciales, interdependientes y
fijar esa realidad secundaria en fotografías de color azul
como quien levanta acta del futuro.
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intuiciones abisales
II
La felicidad se enroca con mi ser en ese pequeño espacio en el que
tan a gusto os expandís. No hay intrascendencia, sino polvo áureo
de dicha y gozo. Todo se concentra allí. Y allí debo permanecer.
Vigilando las caricias que se puedan escapar. Miro vuestros cuerpos y
desprenden una luz lechosa y cálida que mis ojos recogen con alegría
y júbilo pero sin desearlo intento desprenderme de ella porque su
candor provoca en mí un ánimo incontrolable. El calor del magma que
se retuerce en vuestras entrañas esparce en cada expiración un haz
de pequeños rayos de luna muerta que me subyugan. Vuestros ojos
rezuman agrias gotas de rocío que mis labios no saben interpretar
porque saben a quietud y a sosiego. Ya de noche la oscuridad se
concentra en una esquina y como una jeringuilla expulsa el líquido
que contiene. La poca negritud que os rodea sale despedida contra
mi cuerpo que la aclara con el esbozo de una sonrisa de papel. Y
así esas ondas gravitacionales que llevan millones de existencias
vagando por el vacío chocarán contra mi cuerpo mientras me travisto
en un aburrido demiurgo de salón. Después una cápsula llena de
pequeñas semillas se columpiará sobre nuestras cabezas y las lanzará
a propulsión sobre nosotros, sobre vosotras, sobre mí para dibujar un
boceto de nuestras siluetas y provocar una sombra que no se podrá
ver con los ojos abiertos. Yo solo intento rellenar de líquido amniótico
los poros de las paredes e insuflar a través de una pajita de plástico
azul la soledad en un rincón. Pero no me sale bien y destrozo el único
agujero negro que he conocido. Y mientras vosotras seguís allí. A mi 7
lado. Inabarcables, infinitas.
Intuiciones abisales
III
A veces la vida nos obliga Pero si el camino es más intenso que el final
a escaparnos por calles oscuras y la contienda supera a la insidia
para provocar estampidas de pájaros la dicha aflora como un manantial escondido
que esconden virtudes perdidas y reconforta los mundos
en los pliegues de sus alas. que escondemos en nuestras manos.
IV
Me imagino a Cimabue y a Bacon pintando sus crucifixiones. Cada uno
en su estudio, separados por un tiempo y un espacio desconocidos,
pero conectados en su universo de carne y violencia. Y desearía
estar allí junto a los dos y penetrar en lo profundo de sus imágenes
para asistir a esa liturgia de barro y oro. Transitar con desgana
entre las metáforas inciertas que esconden sus pinceles. Descifrar
sus enigmas mientras paseo entre frutas silvestres de un naranja
intenso. Entender el misterio de sus hechuras y el logos que ordena
su armonía. Rebasar el trópico de sus formas e interpretarlas con
mapas de ceniza. Compartir el furor y la rabia de sus fracasos como
quien observa una pelea de perros. Ser parte de esa epifanía iluminada
con una luz más antigua que la vida y rezar. Frente a ellos no seré
más que una presencia, un ente minúsculo. Pero es igual porque es el
momento del renacimiento, de la vida nueva y en mí crecerán virtudes
desconocidas.
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Intuiciones abisales
V
Hemos llegado hasta el mar
y hemos metido en botes de barro
la espuma azul que sueltan las olas.
Desde lejos
sin mirarnos a los ojos
10 nos han arrebatado lo único que podíamos
ofrecer a nuestros hijos.
¡Malditos sean!
intuiciones abisales
VI
CAPA 4 aplica un filtro de gelatina azul
Brotaran deseos para expulsarnos
en un árbol hinchado por la pereza de los puntos de inflexión
y los rebozaremos que hemos dejado en el camino.
con polvos de talco amarillos
porque hace falta mucha CAPA 1
pericia Síguenos mientras el niño escondido
para almacenar las pulsaciones bambolea sus cabezas
de un silencio. en el vórtice de una
espera.
Allí estaremos.
CAPA 3
Todas las vidas tendrán NUEVA CAPA
por orden, [sabemos como se llaman vuestros ancestros]
4 puntos de no retorno
y un instante en el que se desafíe el
vacío
para después ser prohibidas
por su impostura y realidad.
CAPA 2
Nos convertiremos en trasunto 11
de un Dios que incrustado en nuestro mundo
Intuiciones abisales
VII
1.- Hace mucho calor en este hotel de Gijón. 6.- Una voz me sugiere borrar los trazos
Llevo tres días encerrados intentando salir y no inconclusos que manchan mi melancolía e
lo consigo. Enciendo el ordenador y escribo. intento buscar una explicación a la velocidad a
la que se mueve mi sonrisa.
2.- Mi habitación se enfría con los soplidos
de un aire acondicionado que expele un aire 7.- En el techo un espectro viejo y débil se pasea
cansino y azul. Una explosión de pompas murmurando por la sombra que esconden sus
de jabon puntiagudas secan el sudor de mis nudillos. No puedo hacerle caso, es demasiado
pensamientos. tarde para mí.
3.- La televisión esconde la oscuridad con 8.- Canto una canción y pido vino. El camarero
destellos constantes de películas viejas y es mi padre. Charlamos un rato. Le pregunto
programas ajados. Sus imágenes se congelan qué tal está y me dice que bien y que tenía
entre el plasma y mi retina. ganas de verme.
4.- Fuera las gaviotas picotean con fruición 9.- Reliquias olvidadas en una esquina de la
el frescor que escapa de mi cama y luego cama dibujan espirales infinitas. Su orden me
descansan en un columpio herrumbroso hecho hipnotiza y lo celebro brindando con una mujer
con retales de versos impares. que pasa bajo mi ventana.
5.- Me afeito bajo una tenue luz amarilla y en 10.- Enciendo el ordenador. Abro el procesador
el lavabo peces rojos nadan entre la espuma. de textos. Selecciono la letra Arial de cuerpo 12
La cuchilla se enroca en la entropia de mis y escribo: Hace mucho calor en este hotel de
pensamientos dibujando poligonos. Gijon...
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intuiciones abisales
VIII
Al final del verano un rayo de sol travieso se reflejaba perezoso
entre los huecos que dejaban las sombras de nuestras manos
y jugueteaba con desgana entre los árboles
IX
En el bar de la esquina a las 7 de la mañana Mientras sus ojos se van acostumbrando a la
las conversaciones son azules y puras, como el claridad miran fotos de un desierto rojo que se
cielo a 40 metros del suelo. forjó a golpe de desesperanza e inexactitud.
A esas horas el local se llena de gentes que En el suelo unas franjas azules juegan a ser
esconden miradas tersas y profundas y gestos fronteras y ellos las saltan con disgusto y
opacos e indescifrables. admiración cuando van con desgana al WC.
Examinan con atención lo que son, y lo que van Luego hay oferta y aceptación. Y dificultades y
a ser y toman decisiones de las que nunca se cumplimiento.
arrepienten.
Allí mismo mi padre me enseño a manejar un
Luchan contra pensamientos que se cierran calibre, creo que nunca se imaginó la alegría
herméticamente en su inmediatez y huyen de que aquello me produjo.
la capilaridad de un humo pegajoso y gris que
rezuma por las paredes.
X
Juntos buscábamos versos que horadaran nuestros anhelos, gestos que simularan grutas
anegadas de suspiros, momentos que violentaran la quietud de nuestros sentimientos, libros
ennegrecidos y oxidados que explicaran nuestro amor.
Pero aunque una y otra vez chocábamos con mandamientos imposibles de cumplir, siempre
encontrábamos ese instante en que un secreto impenetrable disipaba nuestros pensamientos más
atávicos y los proyectaba sobre paredes desnudas pintadas de azul.
Nuestros abrazos se convertían en un silencio agudo y se dejaban entrever por una grieta dibujada
en la piel de una mañana, luego robábamos caramelos de colores que alguien había dejado
encima de un televisor encendido.
La ciudad jugaba a construir edificios con patrones extraños que rodeábamos agarrados de la
mano. Allí, entre gentes desconocidas, un rio flaco y cansado se estrellaba contra la península que
formaban nuestras miradas.
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Intuiciones abisales
XI
Todos los amaneceres desaparecían
detrás de una tenue línea otoñal
que dibujábamos con acuarelas de luz.
XII
Tumultos para contemplar la pintura de Goya
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Intuiciones abisales
XIII
Marcábamos los lugares donde hacíamos el amor
con líneas paralelas peleadas entre si
y los besos los guardábamos en el asfalto
como los meteoritos se esconden en el desierto.
Retazos de luz
descubrían nuestros cuerpos desnudos
18 tan sólo unos segundos.
XIV
Entre las avenidas, escondidas, Pero aquel maldito skyline
escrutando un horizonte pleno de paradojas, seguía produciendo en nosotras
buscábamos una alegoría temores inconfesables.
que nos ayudara a resolver
nuestro miedo a la ciudad. La ciudad infinita, la ciudad vacía
nos empapo con sus jugos de cristal
Trayectos que se borraban al instante y ya solo nuestras hijas pudieron hacerle frente.
sugerían direcciones infinitas
que acababan en estaciones Fuimos una generación perdida.
infectadas de hierbas mecidas
por vientos implacables.
XV
La tendencia era permanecer equidistante
del lugar donde se esconden los deseos y las verdades,
punto alejado de caricias
y de recuerdos erróneos,
para inventariar la empatía
a través de un contrapicado salvaje.
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intuiciones abisales
XVI
Los acontecimientos se precipitaron gracias a la mezquindad de un actor
mentiroso que intentó gobernar el mundo con la ayuda de un simulador virtual
de sombras. Los pájaros comenzaron a esconderse en los recovecos que dejaba
el tiempo. Las esquinas de las ciudades desaparecieron entre telas de araña
metálicas para fundirse con la soledad de los instantes. Y comenzó a forjarse el
único lenguaje que tiene silabas azules. Sus palabras se leyeron en voz alta y los
presentes las escribieron en tablillas de barro. Pequeños meteoritos redondos y
suaves nos obligaron a olvidar la ética de nuestros gestos. Y nos escondimos allí
porque era el único lugar desde el que observar a los narvales que aparecieron
con los cuernos rotos por el cansancio que acumulaban los icebergs. Un
poco más allá, en una tierra llena de castillos, unos cangrejos gigantes nos
amenazaron con sus pinzas. Descasamos unos instantes. Y pudimos consultar la
cartografía inconclusa de nuestro tiempo. Y revolcarnos en un campo abonado
por las redes de la poesía y de la religión. Todo ocurrió muy rápido. Tan rápido
que solo pudimos registrarlo en las retinas de los niños. La metamorfosis había
comenzado y no sabíamos si era nuestro final o el principio de algo más.
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Intuiciones abisales
XVII
La luz de la mañana por las rendijas de una espiral
ya no alumbra dibujada en tu frente
el nacimiento de cada día. ni se esfuerza en cortar
Está desprovista de poder y de humildad, con un cuchillo de besos
encerrada en túneles de palabras, la oscuridad
que desconectan su fulgor que existe entre nosotros.
en la noche imaginada
de una generación vacía.
Su claridad
se desvanece en el reflejo
de un lago perdido entre desiertos
donde gotas de agua salada
intentan escapar
de la insalubre geometría
de una repetición,
para cobijarse
en las negruras
que habitan en sus orillas.
XVIII
Tierra pegada a mi cuerpo.
Arena de lagrimas, argamasa de flores.
El cristal sucio de una máquina expendedora de mundos.
Perspectivas de una voz cálida.
Tortugas rugosas.
El travelling inconcluso de un aprendiz de entomólogo.
Imagenes que se proyectan en la superficie de un mar esquilmado.
La velocidad de la luz.
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Besos.
Intuiciones abisales
XIX
Te recuerdo encima de una roca,
entre guijarros gastados por el mar,
desnuda,
extraviada.
Al atardecer tu sexo húmedo
se escondía entre jirones de espuma
y se decantaba en miles de fractales
que yo rescataba de las olas.
Tu cuerpo se convertía en un alboroto de actinias,
y tus pechos en un remanso de poesía y salitre.
Yo me sumergía en un limbo de deseos,
peleaba con enormes criaturas luminiscentes
que cegaban mis ansias,
tatuaba con rayos de sol
líneas onduladas en tu piel
y me perdía en la isla sin palmeras
que habitaba en tu cuello
Pero aunque un horizonte de rituales y olvidos
se interponía entre nosotros,
enseñábamos a los peces
nuestro amor
y nos convertíamos en vida.
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intuiciones abisales
XX
[destrucción, ruina, imaginación, creación]
XXI
Buscamos lo enigmático de la vida en un sueño tenue que se refugia en el
fuselaje de un avión hundido en lava negra.
La arena de una duna levantada por el viento choca contras nuestras caras y
avistamos las antenas rotas que asoman entre los edificios.
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intuiciones abisales
XXII
Meteoritos azules
alumbran espacios
que ya nadie frecuenta.
Niños clonados
violentan la geografía de la ciudad
perdidos en un laberinto de luz.
Imágenes borrosas
se replican en la pantalla
tratando de explicar
algo que nunca fue.
En las autopistas
se leen poemas
a cambio de sexo.
Y los libros
se programan
con un código defectuoso.
XXIII
Saco la mano suave, mientras hacemos
por la ventanilla del coche tranquila. la cena.
y juego con el viento. Cuando te vas Por la noche,
En la radio noticias cambios sutiles, nuestras hijas
tristes casi imperceptibles, saltan en la cama,
de lugares remotos. mutan nuestro espacio. nos abrazábamos,
Llego a casa Y me siento abandonado. y tu me acaricias la espalda.
con el brazo dormido. El hastío Luego dormimos.
Os beso, se apodera de mi.
una a una, Y ellas duermen.
en un ritual En la tele veo
que demoro programas de mujeres
con placer. que cocinan
Los rayos de sol en fogones de leña.
entran hasta la cocina. Y pienso que
Alli dentro una vez estuvimos
hace calor. en una isla
Te sientas de lava negra
a mi lado, y playas níveas.
me abrazas, Pero solo puedo recordar
mientras yo tu cuerpo desnudo
te beso los hombros. entre las olas.
Te preparo un café, El sol que se reflejaba
y me pregunto en tus pechos.
cuanto tardará en deshacerse Nada más.
el terrón de azúcar Cuando vuelves
que acabas de echar. me cuentas
28 Me enciendes
un cigarro
como te había ido.
Yo te preparo
y me besas una copa de vino
en los labios, y nos reímos
intuiciones abisales
XXIV
La ciudad se había convertido en un lugar oculto
donde los puentes no llegaban a ninguna parte.
Un espacio rodeado de niebla negra
que solo se disipaba con los suspiros de los niños.
Las calles simulaban conexiones neuronales cansadas y viejas,
por donde deambulaban espectros
en una especie de resurrección infinita.
Humanoides con caras de plástico nos vigilaban
y falsificaban sin pudor nuestras ilusiones
y las guardaban en discos duros de cristal.
La vida era una naturaleza muerta de besos y caricias,
una función sin valor dibujada en los salientes de la sinrazón.
Solo las alimañas se ceñían a aquellas soledades,
ofuscadas en escalar los círculos concéntricos del infierno.
Proyectabamos películas
en las arrugas de una bestia ridícula,
historias sobre querencias rotas,
apegos deshilachados, afectos vanos.
La simetría de un sueño ataviado con rosas blancas fue nuestro refugio.
Aquello nos convirtió en personas que amaban.
Solo por eso mereció la pena volver a vivir.
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Intuiciones abisales
XXV
La ciudad se había convertido en un lugar oculto
donde los puentes no llegaban a ninguna parte.
Un espacio rodeado de niebla negra
que solo se disipaba con los suspiros de los niños.
Las calles simulaban conexiones neuronales cansadas y viejas,
por donde deambulaban espectros
en una especie de resurrección infinita.
Humanoides con caras de plástico nos vigilaban
y falsificaban sin pudor nuestras ilusiones
y las guardaban en discos duros de cristal.
La vida era una naturaleza muerta de besos y caricias,
una función sin valor dibujada en los salientes de la sinrazón.
Solo las alimañas se ceñían a aquellas soledades,
ofuscadas en escalar los círculos concéntricos del infierno.
Proyectabamos películas
en las arrugas de una bestia ridícula,
historias sobre querencias rotas,
apegos deshilachados, afectos vanos.
La simetría de un sueño ataviado con rosas blancas fue nuestro refugio.
Aquello nos convirtió en personas que amaban.
Solo por eso mereció la pena volver a vivir.
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intuiciones abisales
XXVI
Hay que destruir el presente,
separarlo en mil verdades
y enrocarlas con una mentira,
deconstruirlo en mil teselas
y después lanzarlas al mar.
Hay que hacerlo finito
dejar que dure solo una era
para convertirlo en rio y en camino.
Volver a interpretarlo,
travestirlo de mañana,
leerlo desde su simetría
y disfrazarlo de un después.
Devorarlo con falsas intuiciones,
interpretarlo como lo interpreta un niño,
contarlo como se cuenta una mentira.
Y olvidarlo cubierto de espirales secas.
Abandonarlo en el borde del camino
creciendo entre amapolas,
esconderlo en un pentagrama dibujado en la arena.
XXVII
Estoy sentado de espaldas a la ventana.
Por sus rendijas entra
una leve corriente de aire
que me acaricia la espada.
Y se me eriza la vida,
igual que cuando mi hija me da un beso.
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48°52.6’S 123°23.6’O
Fuente:
https://es.wikipedia.org/wiki/Polo_de_inaccesibilidad_del_Pacífico
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