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ORACIONES SECRETAS DE LA MISA, EN LA FORMA ORDINARIA DEL RITO

ROMANO

Antes de leer el Evangelio

Sacerdote: se inclina ante el altar y dice: “Purifica mi corazón y mis labios, Dios
todopoderoso, para que anuncie dignamente tu Evangelio”.

Diácono: pide al obispo o sacerdote la bendición, también en voz baja: “Padre, dame tu
bendición”. Y la respuesta es: “El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que
anuncies dignamente su Evangelio en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.

Después del Evangelio

Sacerdote y diacono: “Las palabras del Evangelio borren nuestros pecados”.

Al preparar las ofrendas

Presbítero echa en el cáliz el vino y un poco de agua, diciendo: “El agua unida al vino sea
signo de nuestra participación en la vida divina de quien ha querido compartir nuestra
condición humana”.

En el Ofertorio

El sacerdote eleva un poco la patena con la hostia y dice en secreto: “Bendito seas,
Señor, Dios del Universo, por este pan, fruto de la tierra y del trabajo del hombre, que
recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos; él será para nosotros pan de vida”.
Al elevar el cáliz vuelve a decir en secreto: “Bendito seas, Señor, Dios del universo, por
este vino, fruto de la vid y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y
ahora te presentamos; él será para nosotros bebida de salvación.”.

Inclinación ante las ofrendas

“Acepta, Señor, nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde; que éste sea hoy
nuestro sacrificio y que sea agradable en tu presencia, Señor, Dios nuestro”.

rito del lavabo

“Lava del todo mi delito, Señor, limpia mi pecado”

Al echar pequeño fragmento de hostia consagrada en el cáliz (commixtio)

“El Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, unidos en este cáliz, sean para
nosotros alimento de vida eterna”.

Después del Cordero de Dios

“Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo, que por voluntad del Padre, cooperando el Espíritu
Santo, diste con tu muerte la vida al mundo, líbrame, por la recepción de tu Cuerpo y de tu
Sangre, de todas mis culpas y de todo mal. Concédeme cumplir siempre tus
mandamientos y jamás permitas que me separe de ti.”

O esta otra versión:

“Señor Jesucristo, la comunión de tu Cuerpo y de tu Sangre no sea para mí un motivo de


juicio y condenación, sino que, por tu piedad, me aproveche para defensa de alma y
cuerpo y como remedio saludable”.

Cuando va a comulgar

“El Cuerpo de Cristo me guarde para la vida eterna”. Y después, al comulgar del cáliz: “La
Sangre de Cristo me guarde para la vida eterna”.

Al purificar la patena y el cáliz

“Haz, Señor, que recibamos con un corazón limpio el alimento que acabamos de tomar, y
que el don que nos haces en esta vida nos aproveche para la eterna”.

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