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Lupicinio Íñiguez-Rueda
Autonomous University of Barcelona
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FORMATO DE CITACIÓN:
Lupicinio Iñiguez
Así, del mismo modo que actuamos de acuerdo con lo que las personas o las
cosas significan para nosotros/as, nuestra identidad se va conformando
distintivamente de acuerdo con aquellos valores o creencias que vamos
incorporando en nuestra definición. Es en este sentido que se afirma que
somos y actuamos de acuerdo con aquello que narramos sobre nosotros
mismos y eso más que de acuerdo con una hipotética determinación natural u
objetiva.
Ni más ni menos, aceptar este punto de vista socio-histórico implica asumir que
la identidad/self es una teoría cultural, un conjunto de creencias sobre lo que es
ser una persona. En una feliz expresión de Harré (1985:262): “ser un self no es
ser cierta clase de ser, sino estar en posesión de una cierta clase de teoría”.
Diferentes culturas generan distintas teorías (Heelas y Lock, 1981; Gertz, 1973)
y la nuestra tiene una que describe a la persona como continente de algo
interior de carácter mental. La teoría encierra también supuestos sobre las
conexiones entre ese interior y el comportamiento explícito, a veces de tipo
causal y siempre primando la coherencia, por ejemplo. En efecto, en nuestra
cultura es esperable una consistencia entre los sentimientos internos y los
comportamientos, pero otras han definido una enorme independencia entre
ambos. Para nosotros hay una clara y definida frontera entre el yo y el no-yo,
coincidente con los límites de nuestro cuerpos, pero otras han generado límites
más borrosos o, directamente, no ven tal distinción.
Aunque solo fuera por eso, el argumento ya vendría a debilitar cualquier sostén
a una concepción de la identidad como determinada, sustentada o guiada por
un sustrato natural-biológico. Pero es que además, por esas mismas
propiedades de los seres humanos, sólo a través del lenguaje podemos entrar
en contacto con la experiencia individual y/o social que llamamos identidad con
la carga de ser nosotros y nosotras mismas como investigadores/as elementos
idénticamente producidos.
a) uno estrictamente lógico, es decir, algo (no tendría por qué referirse
necesariamente a la persona) o alguien relacionado consigo mismo
Pues bien, la *identidad puede ser vista como formando parte del mismo
proceso: cada “cierre operacional” en el sentido de la autopoiesis, cada
identidad individual lo es en tanto que producto colectivo definido en la
multiplicidad de acciones conjuntas que establecen la inteligibilidad de ser una
persona. En cada acción, se realiza para un sistema social dado, la concepción
de identidad pero, al tiempo, la transforma. No sabemos, como ya se ha dicho,
en cuanto pero sí que sin su contribución tal experiencia sería imposible. Esas
concepciones son discursos, es decir, prácticas que producen relaciones: la
posición y el rol, las normas que lo guían, las condiciones que hacen posible su
experiencia subjetiva, individual si se quiere, están estructuradas por la
comprensión conjunta que el discurso posibilita. No es por ello estático, sino e
sentido estricto dinámico, cambiante.
*IDENTIDAD
Memoria colectiva
+
Discurso
+
Elaboración conjunta de significados