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El arte textil en la contemporaneidad

Desde el principio la humanidad la indumentaria y el textil se han transformado en una segunda piel.
Su uso, formas y conceptos, cambian de acuerdo a las necesidades ambientales, a los cambios en la
concepción del gusto, al desarrollo tecnológico, a los diversos contextos culturales, religiosos,
simbólicos y sociales en que brotan. El textil protege, viste y decora, invade todos los ámbitos de
nuestra vida de manera omnipresente ¿Será por esto que pasa inadvertido como forma de arte?

Su importancia como expresión estética se evidencia en cómo en las más diversas


civilizaciones ancestrales, las deidades que rigen las artes tienen al textil bajo su protección en un
mismo complejo creativo junto a la escultura, la pintura, la música, el teatro, la escritura.

El textil en muchas culturas tiene un significado cosmogónico y ético, como el caso de los Kogí de
Sierra Nevada de Santa Marta, y de los Desana de las selvas tropicales colombianas. Para estos
últimos la tierra es una gigantesca tela de araña, visión que se traduce en términos éticos como la
búsqueda de la perfección, pues hay que caminar entre la trama de la vida sin perder el equilibrio.
Para los Kogí, el origen del cosmos está íntimamente vinculado a la creación de los tejidos y sus
diversos diseños.

Para la civilización occidental clásica la visión arquetipal de la tejedora se vincula a la


personificación del destino y al tiempo. De ahí, la concepción griega de las Moiras (Átropos, Cloto y
Laquesis), llamadas Parcas entre los romanos. Concepción que también se hace presente en la figura
mítica de Penélope, quien teje y desteje el tiempo.

En el modernismo, si bien el textil no fue uno de los ejes de atención, artistas como Matisse pintaron
sobre alfombras y otros tejidos para transmitirles un ritmo que rompiera con su composición y creara
un sincretismo entre lo tradicional y lo considerado en ese entonces contemporáneo. De igual
manera, artistas rusos como Delaunay, Klee “…amaban el lenguaje textil: primacía de la estructura y
del color sobre el dibujo, contenido hermético, serialización, repetición, importancia del
fragmento…En las obras de estos pintores los tejidos ya no formaban parte de la composición, es
decir, el pachtwork o el bordado ya no estaban en una habitación o en la blusa de una chica: eran el
tema. Esto lo hicieron sin apartarse un ápice del arte como meta.”(Lanceta, Teresa. Tomando Caña,
Revista Arte y Aparte, N 14, España. Edic. Limón, 1998, p.40).

En la contemporaneidad crece el número de propuestas que hacen del textil y el ropaje su eje. En
ellas se une el pasado, el presente y el futuro. Propuestas innovadoras que plantean un retorno a las
raíces, convierten a la indumentaria en habitáculo, fetiche, metáfora. Influidas por tendencias
plásticas tan diversas como el pop art, el arte conceptual, el arte povera, el arte ecológico, el land art,
el neo expresionismo, lo digital, que tienen a su vez una fuerte raigambre en lo ancestral y popular.
Por tanto, la técnica del textil propicia un arte sincrético o híbrido, crea continuamente un puente
entre el pasado y el presente post industrial. Estos lenguajes plásticos parecieran recordarnos que la
humanidad está volviendo, paradójicamente, gracias a los avances tecnológicos, a ser una
civilización dominada por categorías aparentemente superadas como la revalorización de la relación
del trabajo artesanal con el arte, que tiene antecedentes en la Bauhaus. El retorno a nuevas formas de
nomadismo, ya sea a través del tiempo y el espacio real o del virtual, se proyectan en el arte desde
diversas perspectivas, recordándonos las dramáticas consecuencias de alejarnos de nuestras raíces y
de nuestro origen cósmico.
En muchas de las propuestas artística contemporáneas existe una clara posición ante el destino
sustentada en la metáfora del tapiz como anudamiento del tiempo, como hechizo para transformar
nuestro horizonte, que tiene sus raíces en un sentido crítico y utópico. De ahí la diversidad de
deidades y rituales que vinculan el textil al origen del universo, al tiempo y al destino. Al arte, eco de
estas dimensiones, se transforma en una a toma de conciencia que profundiza en nuestra interioridad
y sentido de trascendencia.

Tanto en el lenguaje plástico como en la moda, las barreras entre lo funcional y lo artístico se
empiezan a desmoronan. En este sentido encontramos figuras paradigmáticas como la del diseñador
japonés Issey Miyake, quien hizo de la moda una vía de experimentación, llevándola a lo
escultórico, al crear texturas, colores y volúmenes a través del tejido; y la artista Regina Frank, que
recrea las diversas connotaciones del vestido como habitáculo e información de la esencia de una
cultura. “Relaciono muy de cerca la existencia con la creación de una base intelectual que
podríamos llamar hogar. Un vestido es al mismo tiempo una dirección, una forma de identificación,
un recipiente para la auto definición. Mis vestidos se convierten en capullos hechos a medida,
segundas pieles para protegerme de ser perforada por los mensajes de los medios de
comunicaciones modernos.”(Regina Frank)

Janine Antoni relaciona el tejer, la tecnología digital y lo cotidiano, convirtiendo la performance, la


instalación y el textil en algo dinámico, destacando su omnipresencia. Su acción instalación
Slumber, 1994, es un encefalograma que se va tejiendo al ritmo de los impulsos eléctricos de su
cerebro. Una computadora programa a la máquina tejedora que elabora la manta donde quedan
tejidas las huellas del ritmo cerebral de la artista mientras duerme. El cerebro crea así la cobija del
cuerpo, misma que es del tamaño de los días que duró la acción. Es un tejido dominado por el
inconsciente, creando un nuevo tipo de surrealismo. “Me interesan los rituales corporales diarios
para convertir las actividades más básicas –comer, bañarse, lavarse- en procesos esculturales”
(Janine Antoni ).
Esta relación del arte textil con las sociedades tradicionales, puede ser percibida desde otros ángulos
más allá de la recuperación de un hacer que ha perdurado por milenios, como el retornar a un tejido
cada vez más arcaico, a través de formas liberados del telar o sus herramientas que repiten los gestos
manuales que determinaron los primeros tejidos como el enrollamiento, el anudamiento y el amarre,
por lo tanto, lo ancestral se esconde tras lo contemporáneo, es una búsqueda por retornar a las raíces
espirituales y culturales como reacción a la globalización. En este proceso la obra de la artista
colombiana Olga Amaral es un paradigma; incorpora elementos de lo ancestral y los fusiona a lo
contemporáneo; con fibras crea objetos tridimensionales que no esconden su estructura interna. En
Venezuela lo conceptual y lo popular unen sus extremos en obras tan dispares como Gego y Juan
Félix Sánchez. Una, atrapa en su textil el espacio en elaboradas retículas que semejan telas de
arañas, recordándonos el mito griego de Aracne, quien por la belleza de sus tapices provocó el celo
de los dioses transformándola en araña. Y el segundo llegó al extremo de inventar un telar a partir
del tradicional para poder realizar los diseños que caracterizan sus ruanas o cobijas.

En la obra de Cristina Colichón, artista peruana, la contemporaneidad se une creativamente con lo


ancestral: Su trabajo textil atrapar el tiempo a través del tejido, como si este fuera una trampa. La
estructura de su instalación posee un rasgo laberíntico, acompañado de pieles de tiempo; la tensión
entre la urdimbre y la trama está inspirada en el textil tradicional peruano.

“Archivo el tiempo y lo uno con el pasado, y el tejido se convierte en proyección de un tiempo vivido
y unido con el presente que se vuelve pasado.” (Cristina, Colichón)

La estructura instalativa tiene un tiempo mítico con un ritmo ascendente y serializado. En su obra
domina la transparencia como símbolo de la fragilidad y el vacío como metáfora de la imposibilidad
de atrapar el tiempo. La urdimbre está construida con materiales industriales como el cobre,
entramadas de algodón de diversos colores y grosores.

Tras haber pasado por un proceso de introspección la creadora se va descubriendo, así, en su


propuesta:

“Hasta ahora me dediqué a investigarme a mí, ahora que ya lo hice, me interesa conectarme con la
tradición de tejido que tenemos en el Perú.”(Cristina Colichón)

Podríamos considerar algunas de estas piezas esculturas blandas que intentan hacer visible lo
invisible y palpable lo impalpable, representan simbólicamente esta fusión de materiales y técnicas
el sincretismo cultural y espiritual del que la cultura latinoamericana es heredera.

En la obra de la artista colombiana María Fernanda Cardozo , los elementos ancestrales se unen a lo
cotidiano popular: la serialización de flores de plásticos, tusas de maíz, taparas, caballitos de mar y
otros animales, recrean el imaginario latinoamericano dando nacimiento a una rica mitología
creativa, que transmiten a sus obras e instalaciones connotaciones simbólicas y conceptuales.
Atrapar el espacio a través de tejido de alambre de acero con elementos de la construcción es uno de
los retos de la obra de Oscar Machado, con los elementos cotidianos constructivos. En el pasado la
madera y el cemento fueron el eje de su lenguaje plástico. Actualmente el artista crea tejidos con
alambre de acero y otros elementos; añadiéndoles lentejuelas, para crear un tapiz tridimensional que
se transforma en malla. Machado nos lleva a la noción de universos paralelos que nos vincula al
espacio y tiempo sideral.

En estas investigaciones visuales estamos ante una aproximación a la problemática de la estética


contemporánea, a lo ancestral y arquetipal a través de un hacer milenario representado en la historia
de las religiones en figuras míticas como las Moiras, Penélope y Aracne, o deidades prehispánicas
mayas como Chuen, el dios mono, él nos recuerda que la indumentaria es una piel cultural
transformada en alegoría cultural, manifestación del sincretismo cultural materializado en el textil.
Se establece también un acercamiento a propuestas expresionistas que recuperan el intimista
universo de lo femenino, estrechan los vínculos con la vida a través de la recuperación de una
arqueología de la cotidianidad, la interacción y una clara toma de posición ante temas tan vitales
para nuestra civilización como la crisis ecológica o la necesidad de recuperar una visión religante del
cosmos. Estas propuestas nacen de las dinámicas interrelaciones que se están dando entre el arte, la
moda y el diseño a través del vestir como proyección del presente y futuro de una civilización que
busca nuevas utopías.

Eduardo Planchart Licea

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