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Desde el principio la humanidad la indumentaria y el textil se han transformado en una segunda piel.
Su uso, formas y conceptos, cambian de acuerdo a las necesidades ambientales, a los cambios en la
concepción del gusto, al desarrollo tecnológico, a los diversos contextos culturales, religiosos,
simbólicos y sociales en que brotan. El textil protege, viste y decora, invade todos los ámbitos de
nuestra vida de manera omnipresente ¿Será por esto que pasa inadvertido como forma de arte?
El textil en muchas culturas tiene un significado cosmogónico y ético, como el caso de los Kogí de
Sierra Nevada de Santa Marta, y de los Desana de las selvas tropicales colombianas. Para estos
últimos la tierra es una gigantesca tela de araña, visión que se traduce en términos éticos como la
búsqueda de la perfección, pues hay que caminar entre la trama de la vida sin perder el equilibrio.
Para los Kogí, el origen del cosmos está íntimamente vinculado a la creación de los tejidos y sus
diversos diseños.
En el modernismo, si bien el textil no fue uno de los ejes de atención, artistas como Matisse pintaron
sobre alfombras y otros tejidos para transmitirles un ritmo que rompiera con su composición y creara
un sincretismo entre lo tradicional y lo considerado en ese entonces contemporáneo. De igual
manera, artistas rusos como Delaunay, Klee “…amaban el lenguaje textil: primacía de la estructura y
del color sobre el dibujo, contenido hermético, serialización, repetición, importancia del
fragmento…En las obras de estos pintores los tejidos ya no formaban parte de la composición, es
decir, el pachtwork o el bordado ya no estaban en una habitación o en la blusa de una chica: eran el
tema. Esto lo hicieron sin apartarse un ápice del arte como meta.”(Lanceta, Teresa. Tomando Caña,
Revista Arte y Aparte, N 14, España. Edic. Limón, 1998, p.40).
En la contemporaneidad crece el número de propuestas que hacen del textil y el ropaje su eje. En
ellas se une el pasado, el presente y el futuro. Propuestas innovadoras que plantean un retorno a las
raíces, convierten a la indumentaria en habitáculo, fetiche, metáfora. Influidas por tendencias
plásticas tan diversas como el pop art, el arte conceptual, el arte povera, el arte ecológico, el land art,
el neo expresionismo, lo digital, que tienen a su vez una fuerte raigambre en lo ancestral y popular.
Por tanto, la técnica del textil propicia un arte sincrético o híbrido, crea continuamente un puente
entre el pasado y el presente post industrial. Estos lenguajes plásticos parecieran recordarnos que la
humanidad está volviendo, paradójicamente, gracias a los avances tecnológicos, a ser una
civilización dominada por categorías aparentemente superadas como la revalorización de la relación
del trabajo artesanal con el arte, que tiene antecedentes en la Bauhaus. El retorno a nuevas formas de
nomadismo, ya sea a través del tiempo y el espacio real o del virtual, se proyectan en el arte desde
diversas perspectivas, recordándonos las dramáticas consecuencias de alejarnos de nuestras raíces y
de nuestro origen cósmico.
En muchas de las propuestas artística contemporáneas existe una clara posición ante el destino
sustentada en la metáfora del tapiz como anudamiento del tiempo, como hechizo para transformar
nuestro horizonte, que tiene sus raíces en un sentido crítico y utópico. De ahí la diversidad de
deidades y rituales que vinculan el textil al origen del universo, al tiempo y al destino. Al arte, eco de
estas dimensiones, se transforma en una a toma de conciencia que profundiza en nuestra interioridad
y sentido de trascendencia.
Tanto en el lenguaje plástico como en la moda, las barreras entre lo funcional y lo artístico se
empiezan a desmoronan. En este sentido encontramos figuras paradigmáticas como la del diseñador
japonés Issey Miyake, quien hizo de la moda una vía de experimentación, llevándola a lo
escultórico, al crear texturas, colores y volúmenes a través del tejido; y la artista Regina Frank, que
recrea las diversas connotaciones del vestido como habitáculo e información de la esencia de una
cultura. “Relaciono muy de cerca la existencia con la creación de una base intelectual que
podríamos llamar hogar. Un vestido es al mismo tiempo una dirección, una forma de identificación,
un recipiente para la auto definición. Mis vestidos se convierten en capullos hechos a medida,
segundas pieles para protegerme de ser perforada por los mensajes de los medios de
comunicaciones modernos.”(Regina Frank)
“Archivo el tiempo y lo uno con el pasado, y el tejido se convierte en proyección de un tiempo vivido
y unido con el presente que se vuelve pasado.” (Cristina, Colichón)
La estructura instalativa tiene un tiempo mítico con un ritmo ascendente y serializado. En su obra
domina la transparencia como símbolo de la fragilidad y el vacío como metáfora de la imposibilidad
de atrapar el tiempo. La urdimbre está construida con materiales industriales como el cobre,
entramadas de algodón de diversos colores y grosores.
“Hasta ahora me dediqué a investigarme a mí, ahora que ya lo hice, me interesa conectarme con la
tradición de tejido que tenemos en el Perú.”(Cristina Colichón)
Podríamos considerar algunas de estas piezas esculturas blandas que intentan hacer visible lo
invisible y palpable lo impalpable, representan simbólicamente esta fusión de materiales y técnicas
el sincretismo cultural y espiritual del que la cultura latinoamericana es heredera.
En la obra de la artista colombiana María Fernanda Cardozo , los elementos ancestrales se unen a lo
cotidiano popular: la serialización de flores de plásticos, tusas de maíz, taparas, caballitos de mar y
otros animales, recrean el imaginario latinoamericano dando nacimiento a una rica mitología
creativa, que transmiten a sus obras e instalaciones connotaciones simbólicas y conceptuales.
Atrapar el espacio a través de tejido de alambre de acero con elementos de la construcción es uno de
los retos de la obra de Oscar Machado, con los elementos cotidianos constructivos. En el pasado la
madera y el cemento fueron el eje de su lenguaje plástico. Actualmente el artista crea tejidos con
alambre de acero y otros elementos; añadiéndoles lentejuelas, para crear un tapiz tridimensional que
se transforma en malla. Machado nos lleva a la noción de universos paralelos que nos vincula al
espacio y tiempo sideral.