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Presentación 7
La historia y la acción
Jesús Reyes Heroles 127
Reseña 202
Recomendaciones editoriales 209
5
6 Revista Mexicana de Cultura Política NA
Presentación
Presentación
9
En el mismo tenor, se recupera la conferencia de Alfonso Reyes “Ho-
milia por la cultura” donde analiza la división artificial entre el cono-
cimiento científico y la cultura, que existe –afirma Reyes– sólo para fines
de estudio, pues la cultura tiene una función unificadora que permite
el intercambio permanente entre los distintos tipos de conocimiento.
Esta universalidad es la que alimenta al ser social o al político. Gracias a
este ir y venir de conocimientos, siempre engarzados, señala, –como lo
hiciera Jesús Reyes Heroles–, que sus encargos públicos se nutrían y se
enriquecían de la afición personal por la cultura.
Un hecho estudiado largamente por la ciencia social ha sido la religión
y sus representantes como un factor político que incide diferenciadamente
en la vida de las sociedades. Esta relación religión-política tuvo recien-
temente un episodio relevante en la visita que el Papa Francisco realizó
a Estados Unidos, donde, entre los varios actos que protagonizó destaca
su presencia en el Congreso. Una decena de visitas papales a Estados
Unidos precedieron a la del Papa Francisco, pero en ninguna estuvo un
Papa en un foro tan marcadamente político. Por otro lado, a diferencia de
sus antecesores, el abordaje de temas estrechamente relacionados con las
políticas públicas de un gobierno es materia común de las disertaciones
del actual Papado. La alocución pronunciada en el Congreso estadou-
nidense puede ponerse a debate –según las ópticas políticas con que se le
mire– sin embargo es una pieza importante que recupera valores liberales
sobre los que ha venido tejiendo en distintos documentos y que demuestra
el aserto de los analistas del pensamiento liberal en el sentido de que a lo
largo de su historia se identifican diversos liberalismos.
Los textos seleccionados –que resaltan figuras y valores liberales o
que hacen análisis, desde distintas ópticas, de la acción política– resultan
significativos en la celebración del décimo aniversario de Nueva Alianza.
Nuestra organización política, que se ha comprometido con el debate de
las ideas y las propuestas ciudadanas o de grupos como los jóvenes, el
magisterio y los defensores del medio ambiente, se ha empeñado también
en poner en manos de la militancia, de los simpatizantes o de cualquier
lector atento o interesado, planteamientos teóricos, conceptuales o regis-
tros de la práctica política –como la contenida en RMCP– para acrecentar
y enriquecer ese debate.
10 Revista Mexicana de Cultura Política NA
Jesús Reyes Heroles
y la reforma política*
José Woldenberg
Abstract
The 1977 Political Reform was an inauguration, a change that envisaged the
future. The principal proponent of such an innovation in the electoral legal
framework was Mr. Jesús Reyes Heroles, at the time Secretary of the Interior,
who initially conceived it as an “escape valve” to give course to a political
pluralism that, silenced by an authoritarian system built on a single-party
rule, was already flaring in union conflicts, urban and rural guerrilla, strikes
and agitation in universities and elsewhere. The main changes brought
about by this Reform –that would give way to more profound transforma-
tions– were the constitutional rank as entities of public interest assigned to
political parties, the conditioned register as a formula to access the electoral
scenario and the modification of the formula for organizing the Chamber of
Deputies that gave representation to minority groups. These transformations
go beyond a legal instrument. It was a memorable Reform that opened new
political horizons. For this, Jesús Reyes Heroles is worthy of praise inasmuch
as he “opened the way for harmony in the midst of brutal differences”.
E
l primer día de abril de 1977, en el marco del segundo informe de
gobierno que rendía el gobernador de Guerrero, Rubén Figueroa,
el secretario de Gobernación, Jesús Reyes Heroles (JRH) pronunció
un importante discurso. Dijo:
…El país se enfrenta a una situación económica difícil… Partiendo de
esta situación difícil, hay quienes pretenden un endurecimiento del go-
bierno, que lo conduciría a la rigidez. Tal rigidez impediría la adaptación
de nuestro sistema político a nuevas tendencias y a nuevas realidades;
supondría ignorarlas y desdeñarlas. El sistema, encerrado en sí mismo,
prescindiría de lo que está fuera en el cuadro social y reduciría su ámbito
de acción al empleo de medidas coactivas, sin ton ni son, canalizando al
fortalecimiento de la autoridad material del Estado recursos que deman-
dan necesidades económicas y sociales. Es la prédica de un autoritarismo
sin freno ni barreras.
Endurecernos y caer en la rigidez es exponernos al fácil rompimiento
del orden estatal y del orden político nacional. Frente a esta pretensión,
el presidente López Portillo está empeñado en que el Estado ensanche
las posibilidades de representación política, de tal manera que se pueda
captar en los órganos de representación el complicado mosaico ideoló-
gico nacional de una corriente mayoritaria, y pequeñas corrientes que,
difiriendo en mucho de la mayoritaria, forman parte de la nación.
La unidad democrática supone que la mayoría prescinda de medios enca-
minados a constreñir a las minorías e impedirles que puedan convertirse
en mayorías; pero también supone el acatamiento de las minorías a la
voluntad mayoritaria y su renuncia a medios violentos, trastocadores
del derecho.
Quiere esto decir que el gobierno de México sabrá introducir reformas
políticas que faciliten la unidad democrática del pueblo, abarcando la
* Este escrito recupera la primera parte del libro de José Woldenberg, Historia mínima de la
transición democrática en México, El Colegio de México, 2012. Sin embargo, el apartado sobre
las lecciones es inédito. El texto fue leído en El Colegio de México el 24 de marzo de 2015
en conmemoración de los 30 años del fallecimiento de don Jesús Reyes Heroles. RMCP NA lo
publica gracias a la autorización generosa de su autor.
Jesús Reyes Heroles y la reforma política
José Woldenberg 13
pluralidad de ideas e intereses que lo configuran. Mayorías y minorías
constituyen el todo nacional, y el respeto entre ellas, su convivencia
pacífica dentro de la ley, es base firme del desarrollo, del imperio de las
libertades y de la posibilidad de progreso social.
…Cuando no se tolera se incita a no ser tolerado y se abona el campo a
la fratricida intolerancia absoluta, de todos contra todos. La intolerancia
sería el camino seguro para volver al México bronco y violento” (Reyes
Heroles, 1977).
¿Qué había propiciado una toma de posición como esa?
La campaña presidencial
Unos meses antes, en 1976, México estaba envuelto en una campaña
para renovar en su totalidad el Congreso y “elegir” al nuevo presidente
de la República. El PRI había postulado a José López Portillo y, como si
lo requiriera, también el Partido Popular Socialista y el Auténtico de la
Revolución Mexicana se habían sumado a esa candidatura. Aunque el
destape oficial se realizó el 22 de septiembre de 1975, desde el 17 de ese
mes JLP sabía que sería el próximo presidente.
Así lo narró el propio López Portillo:
El 17 de septiembre fui llamado a Los Pinos… Echeverría estaba de buen
humor y tuvimos frente a la mesa de trabajo un breve acuerdo… Después
me invitó a sentarme en los sillones coloquiales de recia factura colo-
nial, junto a la vitrina de la Bandera y brusca, aunque no inesperadamen-
te, me dijo algo como esto: “Señor licenciado López Portillo, el Partido
me ha encomendado preguntarle si aceptaría usted la responsabilidad
de todo esto”, y con un gesto envolvió el ámbito del Poder Ejecutivo,
concentrado allí, en el despacho de Los Pinos.
Si, señor Presidente. Acepto.
Bien. Entonces prepárese usted, pero no se lo diga a nadie, ni a su esposa
ni a sus hijos... (López Portillo, 1988: 398-399).
Por su parte, el Partido Acción Nacional en esa ocasión no postuló
candidato a la Presidencia porque en su asamblea ninguno de los precan-
El México convulso
México vivió en 1976 una elección presidencial sin competencia alguna.
No obstante, como si se tratara de una secuela del movimiento estudian-
til de 1968, en muy diferentes ámbitos se produjeron agudos conflictos
sociales y políticos.
En el mundo laboral, la Tendencia Democrática de los electricistas
se movilizó en varias ciudades de la República, primero en protesta por-
que al Sindicato de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana
(STERM), se le había despojado de la titularidad de su contrato colectivo
para entregárselo al Sindicato Nacional de Electricistas (SNE); y luego
cuando el propio gobierno promovió la unidad de ambos sindicatos en
el Sindicato Único de Trabajadores Electricistas (SUTERM), volvió a rea-
El éxito
Bien vistas las cosas, las recurrentes movilizaciones eran en buena me-
dida fruto del éxito económico del país. El crecimiento había forjado un
México más urbano que agrario, más alfabetizado que analfabeta, más
educado, con más industrias. En una palabra, un país más moderno. Y
esa modernidad se expresaba en sensibilidades muy distintas que a su vez
se traducían en reclamos para tener un país más abierto, menos vertical,
más democrático, menos autoritario.
De 1932 a 1977 la economía había crecido a tasas importantes. “Du-
rante los años que van de 1940 a 1954, la economía mexicana creció a
un ritmo acelerado. En conjunto, el PIB lo hizo a una tasa media anual de
6%, en términos reales y el PIB por persona en algo más de 3%”. En los
años sucesivos el PIB per cápita siguió incrementándose. “3.2% de 1953
a 58, 3.4 de 1959 a 64, 3.5 de 1965 a 70, 3.0 de 1971 a 76 y 3.3 de 1977 a
1982” (Tello, 2007: 297 y 361).
18 Revista Mexicana de Cultura Política NA
Este crecimiento que nunca fue igualitario, cuyos frutos jamás se
repartieron con equidad, sin embargo, sí lograba que la inmensa mayoría
de los hijos acabaran viviendo mejor que sus padres. Son años en los que
se expande la industria, el sistema educativo y crecen las ciudades. Y
fue el caldo de cultivo del reclamo democratizador. Los “nuevos” mexi-
canos de entonces no se resignaron a verse representados por un solo idea-
rio, un solo partido político, una sola plataforma ideológica. La diversidad
que cruzaba al país empezó a manifestar su hartazgo con el entramado
vertical de gobierno que se había tejido a lo largo de las décadas.
Las reformas
Las principales reformas fueron tres.
a) Se llevó a la Constitución a los partidos políticos. A pesar de que
desde 1917 la llamada Carta Magna diseñó una fórmula de gobier-
no democrática, representativa y federal, no existía disposición alguna
en relación a los partidos políticos. En 1977 se estableció en el texto
constitucional que los partidos serían considerados como “entidades
de interés público”, cuyo carácter sería nacional. Y por ello serían suje-
tos de una serie de derechos y prerrogativas, entre otros tener acceso a
los medios electrónicos de comunicación y recibir financiamiento público.
20 Revista Mexicana de Cultura Política NA
Es decir, desde 1977, la Constitución no sólo protegería a los partidos
sino que los asumía como los conductos imprescindibles para organizar
y ofrecer voz a la diversidad política que cruzaba al país.
b) Se estableció el registro condicionado como fórmula para el in-
greso de nuevos partidos al escenario electoral institucional. A partir de
la reforma, una organización política podría solicitar su registro como
partido político ante la Comisión Federal Electoral si contaba con una
declaración de principios, un programa de acción y unos estatutos;
además debía acreditar “que representaba una corriente de opinión,
expresión de la ideología política característica de alguna de las fuerzas
sociales que componen la colectividad nacional” y demostrar que había
realizado actividades políticas durante los cuatro años anteriores a su
solicitud de registro. Y su permanencia en la lid electoral dependería
de que lograra obtener por lo menos el 1.5% de la votación nacional.
Hay que señalar que hasta entonces todas las fórmulas para el registro
de nuevos partidos suponían la entrega de listas de afiliados. Pero, según
contó en su momento Gilberto Rincón Gallardo, el Partido Comunista
Mexicano se negó a entregar dicha información, temiendo posibles re-
presalias, de tal suerte que la Secretaría de Gobernación primero (otra
vez, Don JRH), y luego el presidente y el Congreso, aceptaron la creación
de un nuevo registro que no suponía dar la información mencionada a
las autoridades.
Cabe también mencionar que durante largos treinta años, desde
1947, la puerta para la entrada de nuevos partidos políticos se mantuvo
cerrada, por lo que la reforma suponía una vía relativamente sencilla
para la incorporación de aquellas organizaciones a las que se mantenía
artificialmente marginadas del escenario institucional.
c) Se modificó la fórmula de integración de la Cámara de Diputados.
Como se sabe desde la primera constitución republicana, la de 1824,
el método para la conformación de la llamada Cámara Baja siempre
había sido la de dividir el territorio en circunscripciones (o distritos)
y en cada uno de ellos elegir un representante. Esa fórmula acarrea de
manera “natural” que la mayoría alcance una sobrerrepresentación en
Lecciones
De la actuación de Don Jesús Reyes Heroles y de aquella reforma pueden
obtenerse varias lecciones:
1. En la historia hay momentos plásticos. Coyunturas en las cuales
aparece la posibilidad de modelar el futuro. Se trata de momentos carga-
dos de incertidumbre pero también de posibilidades. Los conflictos son la
expresión de un modo de operar que resulta inadecuado, rebasado, ten-
sionado por nuevas realidades y que demandan algún horizonte inédito.
Pero la edificación del futuro no se da por inercia. El momento puede ser
desperdiciado. Se requiere de un espíritu reformador para ofrecer cauce
a lo nuevo, lo inédito. Y siempre existe la posibilidad del inmovilismo,
de la degradación, de la descomposición.
2. Como ya apuntaba, en la historia no existe una sola lógica. Son
las lógicas en plural las que la modelan. La reforma diseñada por Don
Jesús Reyes Heroles tenía un carácter preventivo, era una especie de
válvula de escape a la creciente tensión política y social, pero desde las
oposiciones la lógica era otra. La reforma podía y debía ser aprovechada
para crecer, tender puentes con la sociedad, convertirse en fuerzas políti-
Referencias
Fiesco Martínez, José René (2011). La reforma electoral de 1977: las audiencias y los
debates, Tesis de Licenciatura, México: FCPS-UNAM.
López Moreno, Javier (1987). Elecciones de ayer y de mañana, México: Costa-Amic.
López Portillo, José (1988). Mis tiempos, Primera parte, México: Fernández Editores.
Molinar Horcasitas, Juan (1991). El tiempo de la legitimidad, México: Cal y Arena.
PRI (1972), “Revolución y desarrollo político”, en Análisis ideológico de la Revolución
Mexicana 1910-1971, México: PRI. Comisión Nacional Editorial.
Reyes Heroles, Jesús (abril 1977) “Discurso pronunciado por el Lic. Jesús Reyes Heroles,
Secretario de Gobernación, en la sesión solemne en que el C. Ing. Rubén Figueroa,
Gobernador Constitucional del Estado de Guerrero, rindió su segundo informe de
gobierno ante la H. XLVIII Legislatura de esa entidad”, en Reforma Política, Gaceta
Informativa de la Comisión Federal Electoral, No. 1, México: SEGOB-Comisión Federal
Electoral, pp. IX-XIII.
SEGOB (abril-agosto 1977) Comunicación del Presidente, Lic. José López Portillo al se-
cretario de Gobernación y presidente de la Comisión Federal Electoral, Lic. Jesús
Reyes Heroles el 14 de abril de 1977 en Reforma política: Gaceta informativa de la
CFE, México: SEGOB, Tomo I.
Tello, Carlos (2007). Estado y desarrollo económico: México 1920-2006, México: UNAM.
Facultad de Economía. p. 297 y 361.
Abstract
“In the Mexican populace’s eye, the most sophisticated and respected thinker
in President Miguel de la Madrid’s Cabinet”. Such is the way the author des-
cribes Jesús Reyes Heroles, an undisputed landmark in Mexican liberalism
studies and political pundit not only because he was a student of politics,
but because –unusual case– he held office on different levels. Otto Granados
gives us a view of Jesús Reyes Heroles’ transit in the Ministry of Education
where albeit some setbacks he managed to introduce changes and policies
that became milestones in the history of Mexican culture and education,
such as the National Researchers System and the editorial collection Lec-
turas Mexicanas (Mexican Reader). Granados’ account also allows for a
day-to-day portrait of Reyes Heroles as a high-ranking civil servant who
gave himself time for intellectual endeavor.
1
Conocí a Reyes Heroles prácticamente el día que entré a trabajar con él
a la Secretaría de Educación Pública (SEP), el 3 de diciembre de 1982.
En los años previos, don Jesús no había ocupado cargo alguno tras su
dimisión de la Secretaría de Gobernación en mayo de 1979 y se dedi-
caba a leer, viajar y escribir. Aunque había trabajado para él un tiempo
en un curioso centro de análisis que lo abastecía de informes, reseñas
bibliográficas y traducciones, y alguna vez conversamos brevemente en
un restaurante español de la colonia Roma, a propósito de un artículo
sobre el ejército mexicano que yo había publicado en la revista Nexos
(http://www.nexos.com.mx/?p=4011) y que por alguna causa, supongo
que el tiempo de sobra, le había interesado, ser llamado a mis 26 años por
el gran santo laico de la política mexicana fue casi una epifanía. Me recibió
en su oficina de Argentina 28, a la que acudía por las mañanas pues por
las tardes trabajaba en otra muy cerca de su casa, en la calle Vito Alessio
Robles, y, parado detrás del legendario escritorio que José Vasconcelos
llevó consigo en 1921 a la SEP tras concluir su rectorado en la Universidad
Nacional Autónoma de México, sin más protocolo preguntó si quería ser
Reyes Heroles, una memoria
Otto Granados 31
su secretario. No formuló indicación alguna respecto de lo que esperaba
de mí pero, al despedirme, lanzó una admonición muy propia de su estilo
personal: “Aquí no viene a descansar: viene a chingarse”.
Era un jefe tremendamente complicado –gruñón, malhablado, muy
exigente, a veces intratable– pero, a cambio, era por igual una fuente de
aprendizaje riquísima, magistral, abundante e ilustrada, que disfruté a ple-
nitud. Verlo en acción era un privilegio. Hombre honesto, culto, erudito,
especialmente en el campo de las ciencias sociales, políticamente sagaz,
al menos para los usos del México de entonces, bibliómano seguidor de
Louis Barthou –el legendario ministro francés de la III República a quien
admiraba y autor, como el propio Reyes Heroles, de un ensayo sobre Mi-
rabeau–, sibarita, de buen vestir, fumador empedernido y con un agudo
sentido del humor…cuando quería. En aquellos días sin internet ni redes
sociales, que eran aún los de un México muy presidencialista, con un
PRI en el poder pero una hegemonía languideciente, una sociedad civil
perezosa y medios de comunicación dóciles, don Jesús podía ejercer de
patriarca ante políticos, empresarios, intelectuales y periodistas mayores
y menores –a muchos de los cuales despreciaba–, desvelarse leyendo de
manera compulsiva (y por tanto iniciar la jornada cuando ya el sol em-
pezaba a calentar), dedicar días enteros a preparar algún discurso muy
importante (que él mismo se encargaba de triturar al pronunciarlo porque
era un pésimo orador) y destinar horas, sólo con quienes él seleccionaba,
a la conversación inteligente.
Si bien tosco y con frecuencia irascible, había que encontrarle el
“modo” y en ese sentido se volvía razonablemente predecible y hasta
simpático. Era desconfiado, de escasos amigos en la acepción sustantiva
del término, refractario a la intimidad y poco adicto a la vida social. Tenía
ingenio y frases, propias y prestadas, para todo, y pescaba rápidamente
las dobles intenciones de sus interlocutores. Le irritaba ver llegar a sus
colaboradores, incluido yo, con pilas de papeles (de hecho nos echaba
antes de acercarnos siquiera a su escritorio) y sobre todo si eran temas
administrativos o irrelevancias burocráticas –“el que se ocupa de los de-
talles no puede ser estadista”, prevenía–, y detestaba los estilos afectados
y melindrosos con que algunos lo trataban. Fue conocido cómo, tras una
3
Desde el punto de vista político don Jesús se convirtió, durante el gobier-
no de De la Madrid, en una especie de oráculo del ala modernizadora del
gabinete y esta, a su vez, cultivaba intensamente su trato con él porque
Reyes Heroles, una memoria
Otto Granados 37
conocía los laberintos y mañas de la política real, porque tenía cierto
ascendiente sobre el Presidente y eso era muy útil, y porque era un gran
conversador. Pero además, como don Jesús había sido secretario de Go-
bernación y presidente nacional del PRI, el grupo compacto cercano a
De la Madrid (Carlos Salinas, Francisco Rojas, Emilio Gamboa, Manuel
Alonso, etc.) lo utilizaba para equilibrar el peso natural del secretario
de Gobernación, Manuel Bartlett, al que siempre vieron como un com-
petidor potente, y en realidad el único que podía ser considerado como
tal. De hecho, muchos de los mensajes políticos más interesantes de ese
momento en torno al laicismo, la separación Estado-iglesia o la corrup-
ción del sexenio anterior, vinieron de Reyes Heroles y no de Bartlett.
Pero, al mismo tiempo, ese círculo influyente era pragmático, tenía ya
la mira puesta en la sucesión presidencial, trabajaba todo el tiempo para
ella, y calibraba, con cierto tino, que no podía alienarse la complicidad
política del SNTE y de Jonguitud en especial si querían alcanzar el po-
der, por lo cual le pavimentaban el acceso a Los Pinos, escuchaban sus
quejas contra don Jesús y a veces le hacían caso, y eso mandaba una señal
confusa porque el cacique sabía que contaba, en última instancia, con el
Presidente o con sus validos, en caso de que los conflictos con el titular
de la SEP llegaran a niveles inmanejables. Esta, por cierto, es una lección
plenamente vigente.
4
Por lo menos entre finales de los años 60 y hasta su muerte en 1985, no
hubo un político como Reyes Heroles que produjera una elaboración
intelectual, histórica y política que le diera legitimidad –o por lo menos
tratara– al régimen del PRI y que, por la vía de cambios dirigidos y ad-
ministrados, buscara prolongar su hegemonía. No actuaba, hablaba o
escribía desde la academia –a la cual miraba con algún desdén–, o desde
la oposición, a la cual quería controlar, sino desde la élite gobernante
de la que formaba parte con una plataforma influyente. Probablemen-
te Reyes Heroles llegó a la política por los caminos de la Historia y, por
tanto, hizo de esta el basamento teórico que dotara a aquella de un princi-
pio racional y orgánico. “Por vocación o equivocación –dice Reyes Heroles
Abstract
* Este artículo apareció originalmente en el año 2002 en el libro Gladly to Learn and Gladly to
Teach. Essays on Religion and Political Philosophy in Honor of Ernest L. Fortin, A. A., editado
por Michael P. Foley y Douglas Kries, Nueva York: Lexington Books. Harvey C. Mansfield
autorizó generosamente su traducción al español a Revista Mexicana de Cultura Política NA y
su publicación por vez primera en este idioma.
Quisiera agradecer a Bryan Garsten y a Kathryn Shea por su ayuda para preparar este artículo.
1
Ver su ensayo, “Gladly to Learn and Gladly to Teach: Why Christians Invented the University”,
2
en CE I: 223-34.
Lo políticamente correcto
Harvey C. Mansfield 47
acusación evidencia que alguien piensa que está siendo excluido y este es
un aserto que debe ser acreditado, pues de acuerdo a los promotores de
la diversidad, la evidencia de la inclusión es la sensación de que se está
incluido. La mera oportunidad de incluirse a uno mismo no es suficiente
para aquellos que exigen “inclusión” porque, dicen, eso significa confor-
marse a lo que otros quieren que seas. Por su propio estándar de sentirse
incluidos y no tener que conformarse, sus oponentes conservadores no
están incluidos. Lo políticamente correcto, entonces, es necesariamente
una exageración y necesariamente una verdad –lo cual no es lo que nin-
guna de las partes desea escuchar.
Lo políticamente correcto no es completamente nuevo, pues ya llegó
a las páginas del diccionario universitario Webster Random House donde
se define torpemente como “marcado por o adherido a una ortodoxia
típicamente progresista en cuestiones que involucran especialmente raza,
género, afinidad sexual o ecología.” (Notemos la ausencia de “clase,” que
sin duda refleja el colapso del marxismo y la ascendencia de la “cultura.”)
Ahora es una acusación en Estados Unidos que típicamente, si no siempre,
va de derecha a izquierda, así contraargumentando el “racismo” y el “se-
xismo”, los cuales van en la dirección opuesta, de izquierda a derecha. Yo
escuché por primera vez el término “políticamente correcto” a estudiantes
de Harvard a mediados de 1980 para expresar un desdén sarcástico por
la izquierda, pero la frase tiene su origen en la izquierda, de comunistas
en 1930 o antes que la usaban originalmente, según parece, directamente
como elogio y sarcásticamente como crítica3. Se usaba “políticamente
correcto” como elogio cuando quería decir seguir la línea del partido
y como crítica cuando uno la seguía servilmente, o cuando la línea del
partido era considerada demasiado conservadora4. Podemos encontrar
ejemplos más recientes de ambos usos en la izquierda feminista. En 1970,
Ver Ruth Perry (1992). “A Short History of the Term Politically Correct,” en Beyond PC; Towards
3
a Politics of Understanding, ed. Patricia Aufderheide, St. Paul, Minn: Graywolf, 77.
En este punto, las dos posturas opuestas están de acuerdo: Dinesh D’Souza (1992). Illiberal
4
Education: The Politics of Race and Sex on Campus, Nueva York: Vintage, p, xiv; y John Wil-
son. The Myth of Political Correctness, Durham, N.C.: Duke University Press, p. 4. Ver (1995)
también Paul Berman (1992). Ed., Debating PC: The Controversy Over Political Correctness on
College Campuses, Nueva York: Dell.
Para estos ejemplos, ver Perry, “A Short History of the Term Politically Correct,” 77.
5
Todd Gitlin es una excepción; ver (otoño de 1995), “The Democratization of Political Correct-
6
* N. del T. En inglés “deaf and dumb”, en donde “dumb” se traduce como “mudo” o como “tonto”
o “retardado”.
Sara Evans (1979). The Roots of Women’s Liberation in the Civil Rights Movement and the New
8
Left, Nueva York: Knopf, 175-9, 189, 212-13; Gloria Steinem, (diciembre 1979) “The Way We
Were - and Will Be,” Ms. 80.
Ver, por ejemplo, Deborah Cameron (1992). Feminism and Linguistic Theory, 2a ed., Nueva
9
10
El término “crear conciencia” parece haber sido usado primero por las Redstockings, un grupo
feminista radical; ver Kathie Sarachild (1978). “Consciousness Raising: A Radical Weapon”,
en Feminist Revolution, ed. Kathie Sarachild, Nueva York: Random House, 145. Ver también
Catherine MacKinnon, “Feminism, Marxism, Method and the State: Toward a Feminist
Jurisprudence”, Signs 8(4): 519-20 para una discusión de la diferencia entre la creación de
conciencia feminista y el marxismo. La frase no aparece en el libro fundador del feminismo
de Betty Friedan (1963). The Feminine Mystique Nueva York: Bantam pero sí aparece en un
prefacio a la tercera edición “Twenty Years After,” en 1983.
56 Revista Mexicana de Cultura Política NA
de las primeras feministas fueron marxistas de algún tipo, y con razón
ya que Marx fue el más grande crítico de la división del trabajo, viéndolo
como la fuente de todo mal. Él y su asociado Engels tomaron nota de
la diferencia sexual que, antes que cualquier sistema económico, parece
legitimar la división del trabajo, y decían que la división del trabajo tenía
su origen en la diferencia sexual e implicaba que podía ser superada. El
feminismo hace funcionar esa implicación con, o –en nuestros tiempos,
claro– sin el comunismo.
Hay otros abuelos no marxistas del feminismo estadounidense:
Freud, quien argumentaba que el sexo es un ejercicio de poder más que
de atracción; y Nietzsche, quien proclamaba la necesidad de crear, cons-
truir la identidad propia. También fue influyente para establecer la idea y
reputación de la sensibilidad, una corriente de psicología social auspiciada
por Kurt Lewin después de la segunda guerra mundial, promoviendo el
grupo T o grupo de encuentro.11 Este fue un método de administración
parecido a la terapia en la cual los hombres de negocios se encontraban
en un grupo que empezaba por ignorar toda jerarquía existente entre sus
miembros. Después procedía a establecer democráticamente una nueva
jerarquía (o, más bien, confirmar la antigua), y en el proceso enseñar
sensibilidad el uno al otro. Ser sensible quería decir tomar conciencia
de la tendencia de uno a querer llevar las riendas y lastimar a los demás,
especialmente lastimar sus sentimientos. Se proponía que los comentarios
en el grupo T fueran personales más que abstractos o teóricos, porque lo
abstracto ofende y reduce la intimidad. Sin embargo, si se respetan los
sentimientos personales, se vuelven inmunes a los juicios morales y no
tienen que enfrentarse a desafíos críticos. Aquí tenemos un incremento de
la democracia a través de denunciar y purgar la agresividad. Lo único que
se necesita es notar el hecho obvio de que los hombres son más agresivos
que las mujeres, y el entrenamiento de la sensibilidad se vuelve disponible
para el feminismo como una manera de crear conciencia en los hombres.
El libro fundador del feminismo estadounidense, La mística femenina,
de Betty Friedan, publicado en 1963, es un ejercicio en crear conciencia
11
Ver Kurt W. Back (1987). Beyond Words: The Story of Sensitivity Training and the Encounter
Movement, 2ª ed., Nuevo Brunswick, N.J.: Transaction.
Lo políticamente correcto
Harvey C. Mansfield 57
(aunque no utilice el término). Pero ese libro está basado en otro libro
más serio de la existencialista francesa Simone de Beauvoir, El segundo
sexo, cuya primera edición estadounidense apareció una década antes
que el libro de Friedan.12 Beauvoir tampoco habla sobre crear concien-
cia, pero su análisis lleva a ello. Ella rechaza la noción “lógica” de que
hay una femineidad basada en la naturaleza de la mujer. Su premisa es
que el hombre no es una especie natural sino una idea histórica: por lo
tanto el hombre y la mujer pueden ser cambiados. ¿Por qué, se pregunta
ella, en toda sociedad en cualquier momento de la historia las mujeres
han sido inactivas en la vida pública y han estado confinadas a trabajo
que se considera menos valioso, convirtiéndolas en el segundo sexo?
Para responder, Beauvoir se pregunta por qué los seres humanos son
superiores a los animales, y responde que los humanos, al contrario de
otros animales, arriesgan su vida en vez de meramente vivirla o reprodu-
cirse. Los seres humanos valoran la razón de vivir más que la vida misma,
lo cual les da la capacidad de trascender, con la cual transforman lo dado
de acuerdo a un plan de vida. Aquí vemos más que un indicio de la críti-
ca de Hegel a la burguesía, cuya vida está animada por el miedo a la muer-
te. La trascendencia se muestra en las actividades masculinas como la caza,
la construcción, la guerra y la política, en contraste con el trabajo de las
mujeres que muestra solamente inmanencia en seguir, no transformar,
los preceptos de la naturaleza. Irónicamente para el hombre, uno podría
decir, el trabajo masculino de emplear a la naturaleza ha hecho posible a
las mujeres controlar o escapar su vida de reproducción, de dejar el hogar
y trabajar fuera, por lo tanto ganando trascendencia.
Sin embargo esta dificultad surge del libro de Beauvoir: ¿es humana la
trascendencia o es solamente masculina? ¿Si es humana, por qué la han
practicado solamente los hombres hasta ahora? ¿Por qué no ha habido
una sociedad en alguna época dominada por mujeres? ¿Por qué las ama-
zonas son sólo míticas? ¿Si la trascendencia es sólo para los hombres, por
Ver Simone de Beauvoir (1989). The Second Sex, ed. H.M. Parshley, Nueva York: Vintage; y los
12
comentarios de Sharon R. Krause, “Lady Liberty’s Allure: Political Agency, Citizenship, and
the Second Sex,” Philosophy and Social Criticism, 26 (2000): 1-24.
13
Friedan cita el trabajo de Erik H. Erikson en la “crisis de identidad” de la juventud en creci-
miento como parte vital de su entendimiento; The Feminine Mystique, 77-78, 334.
Lo políticamente correcto
Harvey C. Mansfield 59
Los héroes o heroínas del feminismo no han sido grandes emprendedores
como la Reina Isabel o Catalina la Grande. La mujer más poderosa de
nuestro tiempo, Margaret Thatcher, no es un modelo para las feminis-
tas. Su creación de conciencia funciona a través de la manipulación del
lenguaje y la presión social.
Ahora, el liberalismo tradicional parece interponerse a la manipu-
lación necesaria. El liberalismo está basado en derechos que requieren
una distinción entre gobierno y sociedad por la cual el gobierno protege
los derechos sin prescribir cómo deben ejecutarse por grupos e individuos
en una sociedad. Por ejemplo, el gobierno protege tu derecho a la liber-
tad de expresión, y cómo lo ejecutas ya está en tus manos. Pero sucede que,
de hecho, algunas personas tienen más confianza en sí mismos y tienen
más habilidad como oradores; otros son tímidos y se les traba la lengua.
Los anteriores se hacen escuchar; hacen válidos sus derechos mientras
que otros los dejan sin usar. Y parece que muchos más de los oradores
seguros de sí mismos son hombres; aunque las mujeres son buenas para
hablar, los hombres son mejores para alardear. Si lo mismo sucede con
otros derechos, uno debe concluir que los derechos del liberalismo favo-
recen a los hombres. El liberalismo pretende ser universal ya que intenta
decir que los derechos del hombre son los derechos de los seres humanos.
De hecho, nuevamente, su formalidad derrota su universalidad. Como
el existencialismo, es una filosofía masculina, una que recompensa, si no
es que requiere, agresividad.
Para remediar el defecto, las feministas encontraron que tenían que
modificar el liberalismo añadiendo un elemento del pensamiento de
Nietzsche, concretamente la posibilidad de autodefinirse. Aquí buscaron
la manera de superar los límites de la tradición y la naturaleza. Una vez
más, esta modificación por sí sola mantiene al liberalismo aún demasia-
do masculino, ya que los varones son los mejores para autodefinirse. El
sobresalir en alardear, como hacen los varones, es la mejor preparación
para la tarea de la autodefinición. Por lo tanto fue necesario diluir a
Nietzsche con Hegel, y especificar que la autodefinición viene a través
de reconocer al otro. Las feministas se han enfocado en la relación del
ser con el otro, utilizando el lenguaje abstracto de Hegel y obligándolo
14
La posibilidad fue anticipada por Beauvoir: “Algunos pasajes en el argumento utilizado por
Hegel para definir la relación de amo y esclavo funcionan mejor a la relación entre hombre y
mujer.” Beauvoir. The Second Sex, 64.
15
Para la importancia de la fórmula, ver MacKinnon. “Feminism, Marxism, Method and the
State”, 534. Y ver Steinem. “The Way We Were - and Will Be,” 89.
Lo políticamente correcto
Harvey C. Mansfield 61
en estándares de competencia, oposición, confrontación y peleas. Las
feministas quieren ser reconocidas, pero no quieren pelearse.
Dentro de su nueva identidad, justo como en la vieja, las mujeres
son más democráticas que los hombres. Tienen menos ego, entonces no
compiten con los demás y no los juzgan. En la obra de Aristófanes, Las
asambleístas, las mujeres de Atenas se disfrazan de hombres y llegan a la
Asamblea temprano por la mañana, votan por echar a los hombres y para
instalar a mujeres como gobernadoras. Su propósito es el mismo de las
feministas hoy en día, salvar a la democracia haciéndola más democrática.
El medio es distinto: las mujeres de Aristófanes quieren que las muje-
res gobiernen, mientras que las feministas de hoy quieren que los hombres
dejen de excluir a las mujeres. Las mujeres de Aristófanes se encuen-
tran con la dificultad de que algunas mujeres son más bellas que otras.
Pasan una ley que obliga a los hombres jóvenes a satisfacer primero a las
mujeres más viejas y más feas, antes de fijarse en las mujeres por las que
se sienten atraídos. Algunas feministas modernas tienen una alternativa
más afable a esta forma primitiva de acción afirmativa.16 Niegan cualquier
fondo a la distinción entre mujeres bellas y mujeres feas: dicha distinción
es falsa y antidemocrática. Es un estereotipo.
Las feministas se oponen a los estereotipos más que a cualquier otra
cosa, ya que los consideran (con algo de verdad) identidades impuestas.
Ya que no hay fundamentos en la verdad o en la naturaleza para la iden-
tidad propia –siendo la identidad trascendente a la naturaleza más que
una aceptación de la naturaleza– cualquier identidad impuesta o siquiera
sugerida desde afuera no puede pertenecer a uno mismo, no puede ser una
“identidad”. Una identidad externa no puede ser jamás el verdadero “yo”,
así que la verdad entra después de todo. Un estereotipo es una visión del
otro que lo hace a él o a ella parecer extraño y amenazador, por lo tanto
forzándonos a declarar una diferencia y emitir un juicio. La verdad de
los estereotipos está juzgada por su efecto y su supuesto motivo; causan
discriminación y con frecuencia se expresan con enojo o desdén. Algunas
feministas radicales consideran el uso de la razón para proyectar iden-
tidades en los otros un ejemplo de agresividad fálica. Otras feministas,
Ver Naomi Wolf (1992). The Beauty Myth, Nueva York: Anchor Books.
16
17
Carol Gilligan (1982). In a Different Voice, Cambridge, Mass: Harvard University Press.
18
Alexis de Tocqueville. Democracy in America, II 4.6.
Lo políticamente correcto
Harvey C. Mansfield 63
hay necesidad sentida por el lenguaje de la virtud cuando se construye
uno mismo la autoestima ni cuando se disfruta.
La autoestima es el objetivo final, el finis ultimis, del feminismo y el
multiculturalismo. Las metas del liberalismo de vida, libertad y la bús-
queda de la felicidad son inadecuadas. Son demasiado abstractas y dejan
demasiado al azar. Uno no debe dejar la autoestima a la probabilidad de
recibir un talento natural o de tener éxito en un logro individual. El multi-
culturalismo es un seguro social contra el riesgo de una carencia o falla en
tales asuntos. No pide grandes logros o ciertamente ningún logro; así que
tiende a atarse a lo convencional, lo mediocre y lo superficial. Una cultura
no tiene que alimentar grandes pensamientos o llevar a cabo grandes
hazañas, como los personajes emblemáticos universales de Hegel. En la
comunidad de culturas todo pueblo puede ser emblemático y universal.
Para ser una cultura basta con tener una cocina. En el primer discurso
inaugural del presidente Clinton en enero de 1993, el Washington Mall
se utilizó como sede de un festival de cocina multicultural.
El multiculturalismo depende de las culturas. La noción de cultura
corresponde al siglo diecinueve, cuando reemplazó la noción de civiliza-
ción del siglo dieciocho. De acuerdo a esa idea, los pueblos iluminados
eran civilizados y los no iluminados no lo eran. Eran retrógrados, salva-
jes y bárbaros porque no estaban progresando hacia la Ilustración en las
ciencias y libertades. Pero la noción de cultura pone en duda el progreso
moderno, una crítica que en nuestros tiempos se llama postmodernismo.
Postmoderno significa, obviamente, “después de lo moderno”, pero
de tal manera que lo moderno está “aún presente mientras se deja atrás.”
Nada ha pasado después de la modernidad para justificar un nuevo
nombre ni un principio nuevo ni una nueva época. Con el progreso mo-
derno, por ejemplo, los días de carruaje y caballo han sido reemplazados
por el automóvil, y quedan como objeto de nostalgia. Lo postmoderno,
en su estilo casual y negligente, ofrece una justificación de nostalgia, a
falta de una palabra mejor; niega cualquier “prerrogativa” al progreso. El
progreso es meramente un punto de vista, el punto de vista de la razón o
el control racional. Todo tiene un punto de vista, una perspectiva, aun la
razón, aun la filosofía. Ninguna de estas tiene el punto de vista. Pero lo
19
Conor Cruise O’Brien (1995). On the Eve of the Millenium, Nueva York: Free Press, 150.
Lo políticamente correcto
Harvey C. Mansfield 65
debido al reconocimiento de los fundadores de Estados Unidos del po-
der del egoísmo y el permiso que le dan a su funcionamiento en la política.
En la política, el egoísmo es combustible para la disensión, y un gobierno
libre puede controlar la disensión pero no deshacerse de ella por completo.
En nuestros términos, los fundadores de Estados Unidos entendieron la
permanencia de la otredad. Por supuesto, el egoísmo estaba lejos de ser
su doctrina completa, pero su reconocimiento muestra un liberalismo
sobrio dedicado al progreso y aún así receloso de la naturaleza humana.
El liberalismo sobrio no está tan alejado de la sabiduría vista en la
imagen de la caverna de Platón. Platón representa toda sociedad como
una caverna, un mundo artificial del cual pocos pueden escapar siguien-
do una luz natural que lleva al exterior. En dicha imagen él nos dice que
la opinión política y la filosófica jamás coincidirán, así que nunca habrá
un solo régimen ilustrado que refuerce una sola y verdadera corrección
política. Siempre habrá varios regímenes en una pluralidad de verda-
des parciales. Cada sociedad, para estar seguros, cree en sus propios
principios y en lo que es “políticamente correcto” en un sentido gené-
rico. Para Platón, sin embargo, siempre hay una manera de escapar de
cualquier principio particular a través del cuestionamiento filosófico,
y toda sociedad particular tiene que competir contra otras sociedades
contrastantes y sus principios.
Lo que es inquietante sobre nuestra corrección política postmoderna
no es tanto la imposición de la armonía, ya que toda sociedad lo hace de
alguna manera, sino la creencia en la armonía. Cada desafío a un punto
de vista es solamente otro punto de vista, y será absorbido por la con-
formidad que llamamos “diversidad.” Entender a los otros no requiere
esfuerzo por parte del que entiende pero sofoca al que está siendo enten-
dido. Bajo este régimen todo el autoentendimiento genera autoestima que
no se ha ganado a través de pensamiento u obra, sino que es automática
e insignificante, poco exigente, e innoble.
Abstract
The Spanish translation of Machiavelli's Istorie fiorentine (1525) provides
an excellent occasion to reconsider a fundamental yet widely neglected work
by the Florentine secretary which was to be essential in the thought of such
remarkable authors as Montesquieu, Rousseau and Constant. Three key ideas
are put forward in this work. Firstly, the idea of History as a means to acquire
political knowledge, an idea based on the categories of the ascent and the de-
cline of nations borrowed from Polybius (divergent, though, from the ancient
Greeks' idea of history as a «closed circle»). From this perspective, «decline»
(or «decadence») is conceived as a phenomenon associated with corruption,
viewed, in turn, as a social, collective process of law degradation in which
«him who departs from what he does to do what he must do, seeks his own
ruin instead of his own benefit». Finally, from Machiavelli's point of view, the
history of Florence is considered as an example of what should never be done,
an anti-example: since Florence was corrupted both internally (civilly) and
externally (military), any form of self-government based on the participation
of all civil forces was impossible, which accounts for Florence's loss of freedom.
E
s posible que Historia de Florencia1 sea el libro que menos interés
suscite entre los estudiosos actuales de Nicolás Maquiavelo. Sin
embargo, no se trata de una obra menor, ni por la temática que
le sirve de argumento, ni por las expectativas que el propio secretario
florentino cifró en su aparición. Antes al contrario, conviene señalar que
tanto las complejas implicaciones subjetivas que rodearon su elaboración,
como el papel que le corresponde en el conjunto del pensamiento de
Maquiavelo, nos sitúan ante un ensayo crucial para su autor, de enorme
repercusión en clásicos posteriores de la talla de Montesquieu, Rousseau
o Benjamín Constant.
Aunque no parezca un sinsentido sugerir que el propósito de escribir
la historia de Florencia debió rondar en la cabeza de Maquiavelo desde
los gozosos tiempos de la República de Piero Soderini (1498-1512), lo
cierto es que este libro surge fruto de un encargo efectuado en 1520 por
Julio de Medici, futuro Papa Clemente VII, en el marco del Studio Fio-
rentino. Nos hallamos, por consiguiente, ante una encomienda pública
que procede del adversario, de los hombres que ocho años atrás habían
arrojado a nuestro personaje de la política activa y prohibido su acceso
a Palazzo Vecchio.
Es sabido que Maquiavelo nunca se resignó a la desgracia. Hasta el
final de sus días retuvo el recuerdo de las cosas perdidas y luchó por
recuperar su lugar entre aquel mundo para el que había nacido. Y la
prueba más elocuente estriba en que, su primer libro tras el despojo, El
Príncipe (1513), fue dedicado a Lorenzo de Medici, en la vana esperanza
si no de recobrar el poder, sí al menos de ser escuchado por quienes lo
ocupaban. Ahora, gracias a incesantes ruegos a los contados amigos que
*
El presente artículo apareció en la revista Quaderns d᾿Italià, No. 15 de 2010, editada por la
Universidad Autónoma de Barcelona, la Universidad de Barcelo y la Universidad de Girona.
Revista Mexicana de Cultura Política NA lo publica con autorización de su autor.
1
Nicolás Maquiavelo (2009). Historia de Florencia, traducción de Félix Fernández Murga, estudio
de contextualización Felix Gilbert, Madrid: Tecnos.
Istorie fiorentine de Maquiavelo: una primera definición moderna de corrupción
Eloy García 69
le restaban en el entourage gobernante, ante Maquiavelo se abría por fin
una oportunidad que no quería ni debería desperdiciar.
Pero la chance conllevaba un desafío personal e intelectual de primera
magnitud. ¿El republicano que en los Orti Oricellari leía a sus correligiona-
rios capítulos escogidos de los Discorsi2, podría acaso narrar la historia de
una ciudad vencida y dominada por los Medici? ¿Traicionaría Maquiavelo
sus ideales para acercarse al poder, o sabría aprovechar la ocasión que le
brindaba la fortuna para instruir al poderoso en la disciplina de la virtù?
Las opiniones al respecto discrepan. Hay quien, tras las soflamas
de los enemigos de los Medici que se reiteran en las páginas del libro,
cree detectar sentimientos de hostilidad encubierta del autor hacia su
benefactor3, lo que, sin pretenderlo, quizá equivalga a dar pábulo a
tesis que habrían hecho las delicias de Leo Strauss y sus seguidores: el
carácter secreto y pseudocriptográfico de la escritura de Maquiavelo.4
Pero con independencia de que en determinados pasajes el recurso a
semejante uso se encuentre de sobra acreditado,5 la propia existencia
del dilema está supeditada al significado que se atribuya al mensaje que
encierra el discurso de Maquiavelo. Así, mientras que para quienes,
como Meinecke, tienen en el florentino al teórico de la razón de Estado6,
F. Gilbert (1949). “Bernardo Rucellai and the Orti Oricellari. A Study on the Origen of Modern
2
(Historia, cit., lib. IV, cap XXVII, p. 223-224), el discurso dirigido al duque de Milán (ibidem,
lib. V, cap. VIII, p. 247-249), o los discursos de los expatriados florentinos al Doge (ibidem, lib.
V, cap. XXXI, p. 266-268).
L. Strauss (2009). La persecución y el arte de escribir, Madrid: Amorrortu (el original de 1952),
4
En este mismo sentido también, ver la cuidada ambigüedad de una frase de la dedicatoria: «Y,
aunque bajo esos ilustres hechos [de los Medici] se hubiera escondido, como algunos dicen,
alguna ambición contraria al bien común, como a mí no me consta eso, no tengo por qué
hablar de ello» (ibídem, p. 20).
F. Meinecke (1952). La idea de razón de Estado en la Edad moderna, Madrid: Centro de Estudios
6
Constitucionales, (original de 1924). Una crítica no sospechosa que deja al descubierto que
en el Maquiavelo de Meinecke, por paradójico que pueda parecer, no hay vestigio alguno de
la tesis de la razón de Estado, en Carl Schmitt (1926). Zu Meínecke idee Staastraison, reeditado
en Positionen und Begriffe 1923-1939, Berlín: Duncker & Humblor, 1940.
La primera presentación de esa lectura en España, Miguel Ángel Granada (1981). Maquiavelo,
7
Barcelona: Barcanova.
G. Sasso (1993). Niccolo Machiavelli, Bolonia: II Mulino. El segundo volumen está dedicado a
8
la historiografía
F. Gilbert (1972). «Machiavelli's Istorie Fiorentine», incluido ahora en la traducción española
9
citada.
10
H. Puigdomenech, «Estudio preliminar», en N. Maquiavelo (2008). La Mandrágora, Madrid:
Tecnos, p. XLVIII-XLIX.
Istorie fiorentine de Maquiavelo: una primera definición moderna de corrupción
Eloy García 71
II.1. La Historia: una lectura de La Política
en el tiempo que depara enseñanzas
Resulta ilustrativo que a punto de formalizar el encargo de la Historia,
y poco antes de enfrascarse en la gestación de un trabajo que iba a ser
laborioso, prolijo y extenso, Maquiavelo se distrajera redactando La vita
de Castruccio Castracani (1520), un breve y delicioso opúsculo que no
siempre ha sido correctamente ponderado. Todo se explica en la me-
dida que Castruccio estaba destinado a servir de ensayo de redacción y,
lo que todavía apunta más pistas, de taller de prueba en que depurar los
supuestos teóricos que luego manejaría en la Historia y que le permitirían
dar un formidable salto en su argumento. Y es que Castruccio no es otra
cosa que El Príncipe de Maquiavelo en acción: un héroe emplazado en
un relato, real o fabulado, que trascurre en movimiento, es decir, en la
Historia. Un protagonista medio recreado, al que la fortuna impide ter-
minar bien. En la reflexión maquiavélica, Castruccio se perfila, por tanto,
como puente de tránsito en el camino que, por mediación de Historia de
Florencia, conduce a la Historia.
En eso se distinguen las dos obras iniciales de Maquiavelo de esta
tercera, y hace que también ella sea una auténtica labor de madurez en su
época, a años luz de cualquiera de su género.11 Si El Príncipe versa sobre
el hecho del héroe solitario (el ser excepcional) que domina lo nuevo
dándole forma según valores que le son privativos, y los Discorsi es una
exploración inconclusa de los factores constitutivos de una república
formada en la virtù, la Historia narra la existencia política de su Ciudad
en el lenguaje del tiempo secular. Lo dinámico sustituye a lo estático, la
construcción del arquetipo cede paso a la reflexión sobre el movimiento
y sus reglas, la preocupación por captar los fenómenos de lo contingente
remplaza a la indagación sobre la gobernabilidad.
La superación de la visión de la existencia como eterna recurrencia
circular donde cabe movimiento pero no la novedad, es el punto de arran-
11
Maquiavelo desde el principio establece en el proemio distancias con sus predecesores, Leonardo
Bruno y Poggio Bracciolini, que van más allá de lo que expresamente les imputa: limitarse a
conocer de los conflictos externos de la ciudad, olvidando la narración de sus querellas internas.
15
Francisco Javier Conde (1976). El saber político de Maquiavelo, Madrid: Revista de Occidente,
p. 91 y s.
16
«Como la naturaleza no ha dado a las cosas terrenas el poder detenerse, cuando estas llegan a la
cima de su perfección, al no tener ya de llegar más alto, no les cabe otro remedio que declinar»
Historia, cit., lib. V, cap. I, p. 237.
17
N. Maquiavelo, El Príncipe, cap. XV. Traducción libre del autor de este trabajo desde el texto
establecido por Giorgio Inglese. Para consultar el texto de Inglese, véase la edición francesa
de Fournel y Zancarini (2000) París: PUF. Una versión diferente en la excelente traducción
española de Helena Puigdomenech (1988). EL Príncipe, Madrid: Tecnos, p. 61.
18
Historia, cit., lib. IV, cap. 1, p. 191.
19
“Si alguna lección resulta útil a los ciudadanos que gobiernan las repúblicas es la que expone los
motivos de los odios y las rencillas de una ciudad, a fin de que, escarmentados en el mal ajeno,
puedan dichos ciudadanos mantenerse unidos. Si el ejemplo de cualquier república es capaz
de mover, mucho más mueven y mucho más útiles son los que se refieren a la propia patria
[...] ningún otro ejemplo demuestra tan claramente la fuerza de nuestra ciudad como el que
se desprende de esas mismas divisiones”, ibidem, Proemio, p. 24. “Y si al describir los hechos
ocurridos en este mísero mundo no podrá hablarse de fortaleza en los soldados, ni de la virtù
en los capitanes, ni de amor patrio en los ciudadanos, podrá verse en cambio de qué astucias
y artimañas se sirvieron tanto los príncipes como los soldados y los jefes de las repúblicas para
conservar el prestigio que no se habían merecido. Conocer todo esto quizás sea no menos útil
que conocer las glorias antiguas, pues si estas estimulan a los hombres generosos para que las
imiten, lo otro les estimulará a evitarlo y corregirlo”, ibidem, lib. V, cap. I, p. 239.
20
Ibidem, lib. II, cap V y VI, p. 85-86.
21
Gisela Bock en su «Civil Discord in Machiavelli's Istorie Fiorentine» incluido en Bock Skinner,
Viroli (eds.) (1990). Machiavelli and Republicanism, Cambridge: Cambridge University Press,
no insiste en que la idea de autosuficiencia política que informa a la Ciudad, y que fundamenta
el deber de ciudadanía, es la víctima final de este proceso de exclusión. Algo que deja muy
claro Maquiavelo en el discurso del ciudadano que movido por el amor a la patria pretende
poner fin a los desórdenes posteriores a 1366. Cfr. Historia, cit., lib. III, cap. V, p. 146-149.
22
“Hay divisiones que son perjudiciales para las repúblicas, pero hay otras que son beneficiosas.
Resultan perjudiciales las que van acompañadas de sètte o partidismo, mientras que son
beneficiosas las que los evitan […] conviene saber que los procedimientos mediante los que
suelen los ciudadanos lograr fama son de dos tipos: vie publiche y modi privare [...] Se consigue
fama pública venciendo batallas, desempeñar embajadas con celo y prudencia o proporcionar
a la república sabios consejos. Privadamente [...] haciendo favores a este o aquel ciudadano,
defendiéndole de la arbitrariedad de los magistrados, socorriéndolos económicamente, con-
cediéndoles honores no merecidos, ganarse a la plebe con festejos y dádivas públicas”, ibídem,
lib. VI, cap. I, p. 352.
23
“También los florentinos se veían (sin armas propias) porque, habiendo destruido a la nobleza
con las frecuentes disensiones y quedando aquella república a merced de hombres nutricati
nella mercancía tenían que seguir las órdenes y fortuna ajena (que) se vestían no por el deseo de
gloria sino para vivir más ricos o más seguros. Todos […] se habían puesto de común acuerdo
y habían formado una coalición hábilmente organizada [...] se las arreglaban de manera que
perdieran ramo el uno como el otro contendiente. Al final redujeron a tal estado de viltà esta
profesión, que cualquier mediano capitán, en el que hubiera brotado una ligera sombra della
antica virtù, los habría puesto en ridículo.”, ibidem, lib. I. cap. XXXIX, p. 75.
24
“Tampoco pueden llamarse guerras aquellas en las cuales ni los hombres se matan ni las ciu-
dades son saqueadas ni se destruyen los Estados”, ibidem, lib. V, cap. 1, p. 238.
25
“Era tal la virtù de los florentinos, y el poder de su ingenio, y su empeño en hacerse grandes y
engrandecer a su patria, que los males conseguían exaltarla más de lo que habían conseguido
abatirla los contratiempos que la habían aquejado [...] tanto habrían abundado en ella la virtù
de las armas y la fuerza del ingenio”, ibidem, Proemio, p. 24-25.
26
Ibidem, lib. III, cap. I, p. 142.
27
Resulta significativo que la única obra publicada de Maquiavelo, en el sentido actual de dada a
la imprenta para que la adquiera el público. sea Dell’ arte della guerra. También lo es que fuera
escrita en forma de diálogo.
28
“Si el ejemplo de cualquier república es capaz de mover, mucho más mueven y mucho más
útiles son los que se refieren a la propia patria”, ibidem, Proemio, p. 24.
29
Esa es la propuesta que se defiende en su Discurso sobre las cosas de Florencia de 1520, en-
cargado por Julio de Medici a modo de informe de qué hacer para estabilizar el gobierno
de Florencia.
30
Gilbert sostiene que mientras los actuales libros II a VI fueron escritos antes de la rendición
provisional de cuentas que Maquiavelo efectuaría en el verano de 1522 ante el cardenal de
Medici, los capítulos que los introducen, junto con los títulos I, VII y VIII, más el Proemio,
serían una obra posterior.
En la dedicatoria presenta el trabajo como una recopilación, dice expresamente “trataré de
31
continuar mi empresa”, ibídem, p. 21. Se conservan, y son conocidos hace mucho, fragmentos
de lo que parece ser estaba previsto que fueran capítulos IX y X.
Abstract
Provided in the Constitution, the Electoral Court of the Federal Judiciary
is mandated to impart justice in matters concerning electoral processes.
It is not uncommon that its rulings be opposed or be openly criticized on the
verdict, its interpretation of the regulation or the time it took to arrive to a
decision. This paper brings the reader close to the judicial argumentations
that sustain the rulings in cases that had ample space in mass media –the
complaint logged against the Mexican Green Ecologist Party (Partido Ver-
de Ecologista de México) for infringement of the Electoral Law; the candi-
dature of former Federal District Governor Marcelo Ebrad; the independent
candidatures; the registration of a candidature in the Miguel Hidalgo sector
in the Federal District, and the legislative changes to protect gender equality.
E
l Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF),
por mandato expreso del artículo 99 constitucional se instituye
como “la máxima autoridad jurisdiccional en la materia (electo-
ral) y órgano especializado del Poder Judicial de la Federación”.1 Con
base en un andamiaje normativo2 derivado de la Constitución,3 el TEPJF
resuelve controversias mediante sentencias que sirven como precedentes
y, a su vez, genera jurisprudencias y tesis que fortalecen el sentido de sus
determinaciones.
No obstante lo anterior, en algunos círculos sociales o medios de co-
municación persisten las expresiones descalificadoras que ponen en tela
de juicio el sentido de alguna resolución, la interpretación de la norma
o, incluso, los tiempos de resolución de algún medio de impugnación.
Es por ello que en este trabajo se tratará de demostrar en primer lugar,
que el TEPJF es una autoridad producto de la consolidación democráti-
ca que garantiza la impartición de justicia en temas de carácter electoral.
En segundo lugar, que sus resoluciones son diligentes en términos de la
constitucionalidad y la convencionalidad y, en tercer lugar, que el TEPJF
interpreta la normativa de modo que las omisiones o resquicios son sub-
sanados en pos de fortalecer la vida democrática y ampliar los derechos
político electorales de los ciudadanos.
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos que reforma la de 5 de febrero de 1857,
1
Tomo I, p. 82-83, en: Compendio de Legislación Nacional Electoral, 2 tomos, México, INE-
FEPADE-UNAM/IIJ-TEPJF, 2014.
Entre ellas la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales, la Ley General del Sis-
2
importante, pero también deben considerarse las Constituciones locales y las leyes reglamen-
tarias derivadas de ellas.
A la salvaguarda de la contienda electoral y los derechos político electorales
Manuel González Oropeza 83
Impartición de justicia en la contienda electoral
Los siguientes casos demuestran cómo el TEPJF resuelve casos que van
más allá de la simple lectura de la norma y la sanción, pues requieren
un análisis detallado y amplio que permita la impartición de justicia. De
modo que, es evidente la tutela de un verdadero árbitro de la contienda
electoral, sancionando conductas de los actores políticos que van en
contra de los principios constitucionales, la equidad en la contienda e
incluso, el espíritu democrático.
Algunos otros temas con los que el PVEM generó polémica fueron: la distribución de boletos
4
SUP-REP- Los promoventes consideraban El asunto fue resuelto Esta decisión fue
136/2015 que la difusión de la campaña originalmente por la Sala igualmente con-
denominada "Verde sí cumple", Regional Especializada trovertida ante la
mediante diversos espectaculares, mediante el juicio SRE- Sala Superior no
anuncios en casetas telefónicas, PSC-14/2015, en el sen- sólo por los im-
autobuses de transporte público, tido de tener por acre- petrantes, sino
cartelones y revistas, así como ditadas las violaciones por el propio PVEM
la transmisión de promocionales atribuidas al PVEM, por mediante su repre-
denominados "cineminutos" en las lo que le impuso una sentante suplente
salas de cine de las cadenas Cine- sanción de $7’011,424. en el Consejo Ge-
mex y Cinépolis, en todo el país, (56/100 M.N.) neral del INE, sin
vulneraban sistemáticamente los embargo la Sala
artículos 41 y 134, párrafo octavo, Superior mantuvo
de la Constitución Política de los firme la sentencia
Estados Unidos Mexicanos impugnada.
a. Financiamiento privado
De acuerdo con la reforma electoral de 1996 se estableció que ningún partido podía establecer
5
más del 70% de candidaturas de un mismo sexo; en el año 2007 el Código Federal de Ins-
tituciones y Procedimientos Electorales (COFIPE) estableció en su artículo 219 que “1. De la
totalidad de solicitudes de registro, tanto de las candidaturas a diputados como de senadores
que presenten los partidos políticos o las coaliciones ante el Instituto Federal Electoral, deberán
integrarse con al menos el cuarenta por ciento de candidatos propietarios de un mismo género,
procurando llegar a la paridad. 2. Quedan exceptuadas de esta disposición las candidaturas
de mayoría relativa que sean resultado de un proceso de elección democrático, conforme a
los estatutos de cada partido.” (http://10.10.15.15/siscon/gateway.dll/nLegislacion?f=templates
&fn=default.htm). En no pocos casos, los partidos evadían el sentido de la ley inscribiendo
en sus listas de candidatos a puestos de elección popular a mujeres en los últimos lugares o como
suplentes; al cambiar la normativa, ahora las inscribían en lugares en donde el partido pocas
posibilidades tenía de obtener el triunfo. Esto también ya ha sido reglamentado para lograr
una verdadera equidad dentro de los partidos. En la actualidad, la reforma político electoral
de 2014 establece una paridad del 50% en las candidaturas. José Woldenberg Karakowsky,
“Fraude a la ley”, jueves, 10 de septiembre de 2009 (http://politicaderecho.blogspot.mx/2009/09/
fraude-la-ley.html).
Jorge Camil, “Las juanitas de San Lázaro”, viernes 18 de septiembre de 2009, (http://www.
6
jornada.unam.mx/2009/09/18/index.php?section=opinion&article=021a2pol); “Procede
licencia de dos juanitas en San Lázaro”, 29 de octubre de 2009, (http://www.razon.com.mx/
spip.php?article12675).
A la salvaguarda de la contienda electoral y los derechos político electorales
Manuel González Oropeza 95
Por ello resulta tan indignante lo sucedido el primer día de trabajos or-
dinarios de la Cámara de Diputados cuando ocho mujeres electas como
diputadas presentaron su renuncia para que sus suplentes ocuparan sus
lugares. En los ocho casos, casualmente diría un cínico, el suplente es un
hombre. El triste récord lo impuso el Partido Verde Ecologista con cuatro.
Una le cedería su cargo al hijo de un ex gobernador, otra a su hermano,
la tercera a un dirigente del partido y la cuarta a su esposo. Pero en el
PRI también se pretenden dos movimientos similares y en el PRD y el PT
uno en cada caso. Vergonzoso. Toda legislación implica un deber ser
que eventualmente puede ser violado. Pero cuando esa violación se hace
por aquellos que la aprobaron, que le dieron vida, que argumentaron las
bondades de la normatividad, el escándalo no puede –debe– evitarse.7
Para evitar la repetición de esta situación que lesionaba la credibilidad
del voto ejercido por el ciudadano, se hicieron adecuaciones a las leyes
electorales, en donde el TEPJF tuvo un papel fundamental; las resolucio-
nes del tribunal determinaron que en los casos de candidatas propieta-
rias mujeres, las suplencias también debían ser ocupadas por candidatas
mujeres.
Casi como una respuesta a tales determinaciones legales los partidos
políticos asignaron a candidatas mujeres propietarias y suplentes en
distritos no ganadores, pero finalmente cubrían la cuota de género esta-
blecida en la ley. De nueva cuenta, el TEPJF en sus sentencias declaró que
esa situación no era equitativa y resultaba indispensable subsanar estas
irregularidades, pero ante la ausencia de una ley reglamentaria o una re-
forma constitucional en la materia, el Tribunal tuvo que resolver algunos
casos que se fueron presentando al respecto, es decir, casuísticamente
para las elecciones del año 2012. En ese mismo año, el entonces candidato
ganador a la Presidencia de la República se comprometió a lograr una
equidad de géneros en las candidaturas a los cargos de elección popular.8
No obstante, en las elecciones de 2015, las candidatas mujeres para diputaciones federales
8
demostraron que aun en las entidades que tradicionalmente su partido había perdido, ellas
llegaron a triunfar.
A modo de conclusiones
Discurso de Venustiano Carranza en el inicio de sesiones del Congreso Constituyente en diciembre de 1916
103
ninguna especie, y fuera de la que se hace perturbadora y anárquica si
viene de parte del individuo, o despótica y opresiva si viene de parte de
la autoridad.
Mas el principio de que se acaba de hacer mérito, a pesar de estar
expresa y categóricamente formulado, no ha tenido, en realidad, valor
práctico alguno, no obstante que en el terreno del derecho constitucional
es de una verdad indiscutible.
Lo mismo ha pasado exactamente con los otros principios funda-
mentales que informan la misma Constitución de 1857, los que no han
pasado, hasta ahora, de ser una bella esperanza, cuya realización se ha
burlado de una manera constante.
Y en efecto, la soberanía nacional, que reside en el pueblo, no expresa
ni ha significado en México una realidad, sino en poquísimas ocasiones,
pues si no siempre, sí casi de una manera rara vez interrumpida, el po-
der público se ha ejercido, no por el mandato libremente conferido por
la voluntad de la nación, manifestada en la forma que la ley señala, sino
por imposiciones de los que han tenido en sus manos la fuerza pública
para investirse a sí mismos o investir a personas designadas por ellos,
con el carácter de representantes del pueblo.
Tampoco ha tenido cumplimiento y, por lo tanto, valor positivo
apreciable, el otro principio fundamental claramente establecido por la
Constitución de 1857, relativo a la división del ejercicio del poder público,
pues tal división sólo ha estado, por regla general, escrita en la ley, en
abierta oposición con la realidad, en la que, de hecho, todos los poderes
han estado ejercidos por una sola persona habiéndose llegado hasta el
grado de manifestar, por una serie de hechos constantemente repetidos,
el desprecio a la ley suprema, dándose sin el menor obstáculo al jefe del
poder Ejecutivo la facilidad de legislar sobre toda clase de asuntos, ha-
biéndose reducido a esto la función del poder Legislativo, el que de hecho
quedó reducido a delegar facultades y aprobar después lo ejecutado por
virtud de ellas, sin que haya llegado a presentarse el caso, ya no de que
reprobase, sino al menos de que hiciese observación alguna.
Discurso de Venustiano Carranza en el inicio de sesiones del Congreso Constituyente en diciembre de 1916
107
La Constitución de 1857 hizo, según antes he expresado, la declaración
de que los derechos del hombre son la base y objeto de todas las institu-
ciones sociales; pero, con pocas excepciones, no otorgó a esos derechos
las garantías debidas, lo que tampoco hicieron las leyes secundarias, que
no llegaron a castigar severamente la violación de aquellas, porque sólo
fijaron penas nugatorias, por insignificantes, que casi nunca se hicieron
efectivas. De manera que sin temor de incurrir en exageración, puede
decirse que a pesar de la Constitución mencionada, la libertad individual
quedó por completo a merced de los gobernantes.
El número de atentados contra la libertad y sus diversas manifesta-
ciones, durante el período en que la Constitución de 1857 ha estado en
vigor es sorprendente; todos los días ha habido quejas contra los abusos
y excesos de la autoridad, de uno a otro extremo de la República; y sin
embargo de la generalidad del mal y de los trastornos que constantemente
ocasionaba, la autoridad judicial de la federación no hizo esfuerzos para
reprimirlo, ni mucho menos para castigarlo.
La imaginación no puede figurarse el sinnúmero de amparos por
consignación al servicio de las armas, ni contra las arbitrariedades de los
jefes políticos, que fueron, más que los encargados de mantener el orden,
los verdugos del individuo y de la sociedad; y de seguro que causaría,
ya no sorpresa, sino asombro, aun a los espíritus más despreocupados y
más insensibles a las desdichas humanas, si en estos momentos pudieran
contarse todos los atentados que la autoridad judicial federal no quiso o
no pudo reprimir.
La simple declaración de derechos, bastante en un pueblo de cultura
elevada, en que la sola proclamación de un principio fundamental de
orden social y político es suficiente para imponer respeto, resulta un
valladar ilusorio donde, por una larga tradición y por usos y costumbres
inveterados, la autoridad ha estado investida de facultades omnímodas,
donde se ha atribuido poderes para todo y donde el pueblo no tiene otra
cosa que hacer más que callar y obedecer.
A corregir ese mal tienden las diversas reformas que el gobierno
de mi cargo propone, respecto a la sección primera del título primero de
la Constitución de 1857, y abrigo la esperanza de que con ellas y con los
108 Revista Mexicana de Cultura Política NA
castigos severos que el código penal imponga a la conculcación de las
garantías individuales, se conseguirá que los agentes del poder público
sean lo que deben ser: instrumentos de seguridad social, en vez de ser
lo que han sido, los opresores de los pueblos que han tenido la desgracia
de caer en sus manos.
Prolijo sería enumerar una por una todas las reformas que sobre este
particular se proponen en el proyecto que traigo a vuestro conocimien-
to; pero séame permitido hablar de algunas, para llamar de una manera
especial vuestra atención sobre la importancia que revisten.
El artículo 14 de la Constitución de 1857, que en concepto de los
constituyentes, según el texto de aquel y el tenor de las discusiones a que
dio lugar, no se refirió más que a los juicios del orden penal, después de
muchas vacilaciones y de resoluciones encontradas de la Suprema Cor-
te, vino definitivamente a extenderse a los juicios civiles, lo que dio por
resultado, según antes expresé, que la autoridad judicial de la federación
se convirtiese en revisora de todos los actos de las autoridades judiciales
de los estados; que el poder central, por la sugestión en que tuvo siempre
a la Corte, pudiese ingerirse en la acción de los tribunales comunes, ya
con motivo de un interés político, ya para favorecer los intereses de algún
amigo o protegido, y que debido al abuso del amparo, se recargasen las
labores de la autoridad judicial federal y se entorpeciese la marcha de los
juicios del orden común.
Sin embargo, de esto hay que reconocer que en el fondo de la tendencia
a dar al artículo 14 una extensión indebida, estaba la necesidad ingente
de reducir a la autoridad judicial de los estados a sus justos límites, pues
bien pronto se palpó que convertidos los jueces en instrumentos ciegos
de los gobernadores, que descaradamente se inmiscuían en asuntos que
estaban por completo fuera del alcance de sus atribuciones, se hacía
preciso tener un recurso, acudiendo a la autoridad judicial federal para
reprimir tantos excesos.
Así se desprende de la reforma que se le hizo, el 12 de diciembre de
1908, al artículo 102 de la Constitución de 1857, reforma que, por lo
demás, estuvo muy lejos de alcanzar el objeto que se proponía, toda vez
que no hizo otra cosa que complicar más el mecanismo del juicio de
Discurso de Venustiano Carranza en el inicio de sesiones del Congreso Constituyente en diciembre de 1916
109
amparo, ya de por sí intrincado y lento, y que la Suprema Corte procu-
ró abrir tantas brechas a la expresada reforma, que en poco tiempo la
dejó enteramente inútil.
El pueblo mexicano está ya tan acostumbrado al amparo en los juicios
civiles, para librarse de las arbitrariedades de los jueces, que el gobierno
de mi cargo ha creído que sería no sólo injusto, sino impolítico, privarlo
ahora de tal recurso, estimando que bastará limitarlo únicamente a los
casos de verdadera y positiva necesidad, dándole un procedimiento fácil
y expedito para que sea efectivo, como se servirá ver la Cámara en las
bases que se proponen para su reglamentación.
El artículo 20 de la Constitución de 1857 señala las garantías que todo
acusado debe tener en un juicio criminal; pero en la práctica esas garantías
han sido enteramente ineficaces, toda vez que, sin violarlas literalmente,
al lado de ellas se han seguido prácticas verdaderamente inquisitoriales,
que dejan por regla general a los acusados sujetos a la acción arbitraria y
despótica de los jueces y aun de los mismos agentes o escribientes suyos.
Conocidas son de ustedes, señores diputados, y de todo el pueblo mexi-
cano, las incomunicaciones rigurosas, prolongadas en muchas ocasiones
por meses enteros, unas veces para castigar a presuntos reos políticos,
otras para amedrentar a los infelices sujetos a la acción de los tribunales del
crimen y obligarlos a hacer confesiones forzadas, casi siempre falsas, que
sólo obedecían al deseo de librarse de la estancia en calabozos inmundos,
en que estaban seriamente amenazadas su salud y su vida.
El procedimiento criminal en México ha sido hasta hoy, con ligerísi-
mas variantes, exactamente el mismo que dejó implantado la dominación
española, sin que se haya llegado a templar en lo más mínimo su dureza,
pues esa parte de la legislación mexicana ha quedado enteramente atra-
sada, sin que nadie se haya preocupado en mejorarla.
Diligencias secretas y procedimientos ocultos de que el reo no debía
tener conocimiento, como si no se tratase en ellos de su libertad o de su
vida; restricciones del derecho de defensa, impidiendo al mismo reo y
a su defensor asistir a la recepción de pruebas en su contra, como si se
tratase de actos indiferentes que de ninguna manera podrían afectarlo
Discurso de Venustiano Carranza en el inicio de sesiones del Congreso Constituyente en diciembre de 1916
111
Pero la reforma no se detiene allí, sino que propone una innovación
que de seguro revolucionará completamente el sistema procesal que
durante tanto tiempo ha regido en el país, no obstante todas sus imper-
fecciones y deficiencias.
Las leyes vigentes, tanto en el orden federal como en el común, han
adoptado la institución del ministerio público, pero tal adopción ha sido
nominal, porque la función asignada a los representantes de aquel, tiene
carácter meramente decorativo para la recta y pronta administración de
justicia.
Los jueces mexicanos han sido, durante el período corrido desde
la consumación de la independencia hasta hoy, iguales a los jueces de la
época colonial: ellos son los encargados de averiguar los delitos y buscar
las pruebas, a cuyo efecto siempre se han considerado autorizados a em-
prender verdaderos asaltos contra los reos, para obligarlos a confesar, lo
que sin duda alguna desnaturaliza las funciones de la judicatura.
La sociedad entera recuerda horrorizada los atentados cometidos por
jueces que, ansiosos de renombre, veían con positiva fruición que llegase
a sus manos un proceso que les permitiera desplegar un sistema com-
pleto de opresión, en muchos casos contra personas inocentes y en otros
contra la tranquilidad y el honor de las familias, no respetando, en sus
inquisiones, ni las barreras mismas que terminantemente establecía la ley.
La misma organización del ministerio público, a la vez que evitará ese
sistema procesal tan vicioso, restituyendo a los jueces toda la dignidad y
toda la respetabilidad de la magistratura, dará al ministerio público toda
la importancia que le corresponde, dejando exclusivamente a su car-
go la persecución de los delitos, la busca de los elementos de convicción,
que ya no se hará por procedimientos atentatorios y reprobados, y la
aprehensión de los delincuentes.
Por otra parte, el ministerio público, con la policía judicial represiva a
su disposición, quitará a los presidentes municipales y a la policía común
la posibilidad que hasta hoy han tenido de aprehender a cuantas personas
juzgan sospechosas, sin más méritos que su criterio particular.
Discurso de Venustiano Carranza en el inicio de sesiones del Congreso Constituyente en diciembre de 1916
113
mal un correctivo pronto y eficaz, porque, de lo contrario, no tardaría
el territorio nacional en ir a parar, de hecho o de una manera ficticia, en
manos de extranjeros.
En otra parte se os consulta la necesidad de que todo extranjero, al
adquirir bienes raíces en el país, renuncie expresamente a su nacionali-
dad, con relación a dichos bienes, sometiéndose en cuanto a ellos, de una
manera completa y absoluta, a las leyes mexicanas, cosa que no sería fácil
de conseguir respecto de las sociedades, las que, por otra parte, consti-
tuyen, como se acaba de indicar, una amenaza seria de monopolización
de la propiedad territorial de la República.
Finalmente, el artículo en cuestión establece la prohibición expre-
sa de que las instituciones de beneficencia privada puedan estar a cargo
de corporaciones religiosas y de los ministros de los cultos, pues de lo
contrario, se abriría nuevamente la puerta al abuso.
Con estas reformas al artículo 27, con la que se consulta para el ar-
tículo 28 a fin de combatir eficazmente los monopolios y asegurar en
todos los ramos de la actividad humana la libre concurrencia, la que es
indispensable para asegurar la vida y el desarrollo de los pueblos, y con
la facultad que en la reforma de la fracción 20 del artículo 72 se confiere
al poder Legislativo federal, para expedir leyes sobre el trabajo, en las que
se implantarán todas las instituciones del progreso social en favor de la
clase obrera y de todos los trabajadores; con la limitación del número de
horas y trabajo, de manera que el operario no agote sus energías y sí tenga
tiempo para el descanso y el solaz y para atender al cultivo de su espíritu,
para que pueda frecuentar el trato de sus vecinos, el que engendra simpa-
tías y determina hábitos de cooperación para el logro de la obra común;
con las responsabilidades de los empresarios para los casos de acciden-
tes; con los seguros para los casos de enfermedad y de vejez; con la fijación
del salario mínimo bastante para subvenir a las necesidades primordia-
les del individuo y de la familia y para asegurar y mejorar su situación;
con la ley del divorcio, que ha sido entusiastamente recibida por las di-
versas clases sociales como medio de fundar la familia sobre los vínculos
del amor y no sobre las bases frágiles del interés y de la conveniencia del
dinero; con las leyes que pronto se expedirán para establecer la familia
Discurso de Venustiano Carranza en el inicio de sesiones del Congreso Constituyente en diciembre de 1916
117
establecerá el poder electoral sobre bases racionales que le permitirán
cumplir su cometido de una manera bastante aceptable.
De la organización del poder electoral, de que se ocupará de manera
preferente el próximo Congreso Constitucional, dependerá en gran parte
que el Poder Legislativo no sea un mero instrumento del Poder Ejecutivo,
pues electos por el pueblo sus representantes, sin la menor intervención
del poder central, se tendrán Cámaras que de verdad se preocupen por
los intereses públicos, y no camarillas opresoras y perturbadoras, que
sólo van arrastradas por el afán de lucro y medro personal, porque no
hay que perder de vista ni por un momento, que las mejores instituciones
fracasan y son letra muerta cuando no se practican y que sólo sirven,
como he dicho antes y lo repito, para cubrir con el manto de la legalidad
la imposición de mandatarios contra la voluntad de la nación.
La división de las ramas del poder público obedece, según antes ex-
presé, a la idea fundamental de poner límites preciosos a la acción de los
representantes de la nación, a fin de evitar que ejerzan, en perjuicio de
ella, el poder que se les confiere; por lo tanto, no sólo haya la necesidad
imprescindible de señalar a cada departamento una esfera bien definida,
sino que también la hay de relacionarlos entre sí, de manera que el uno
no se sobreponga al otro y no se susciten entre ellos conflictos o choques
que podrían entorpecer la marcha de los negocios públicos y aun llegar
hasta alterar el orden y la paz de la República.
El Poder Legislativo, que por naturaleza propia de sus funciones, tiende
siempre a intervenir en las de los otros, estaba dotado en la Constitución
de 1857, de facultades que le permitían estorbar o hacer embarazosa y
difícil la marcha del Poder Ejecutivo, o bien sujetarlo a la voluntad capri-
chosa de una mayoría fácil de formar en las épocas de agitación, en que
regularmente predominan las malas pasiones y los intereses bastardos.
Encaminadas a lograr ese fin, se proponen varias reformas de las que,
la principal, es quitar a la Cámara de Diputados el poder de juzgar al pre-
sidente de la República y a los demás altos funcionarios de la federación,
facultad que fue, sin duda, la que motivó que en las dictaduras pasadas se
procurase siempre tener diputados serviles, a quienes manejaban como
autómatas.
118 Revista Mexicana de Cultura Política NA
El Poder Legislativo tiene incuestionablemente el derecho y el deber
de inspeccionar la marcha de todos los actos del gobierno, a fin de lle-
nar debidamente su cometido, tomando todas las medidas que juzgue
convenientes para normalizar la acción de aquel; pero cuando la investi-
gación no debe ser meramente informativa, para juzgar de la necesidad
e improcedencia de una medida legislativa, sino que afecta a un carácter
meramente judicial, la reforma faculta tanto a las Cámaras como al mismo
Poder Ejecutivo, para excitar a la Suprema Corte a que comisione a uno
o algunos de sus miembros, o a un magistrado de circuito, o a un juez
de distrito, o a una comisión nombrada por ella para abrir la averigua-
ción correspondiente, únicamente para esclarecer el hecho que se desea
conocer; cosa que indiscutiblemente no podrían hacer los miembros del
Congreso, los que de ordinario tenían que conformarse con los informes
que quisieran rendirles las autoridades inferiores.
Esta es la oportunidad, señores diputados, de tocar una cuestión que
es casi seguro se suscitará entre vosotros, ya que en los últimos años se
ha estado discutiendo, con el objeto de hacer aceptable cierto sistema
de gobierno que se recomienda como infalible, por una parte, contra la
dictadura, y por la otra, contra la anarquía, entre cuyos extremos han
oscilado constantemente, desde su independencia, los pueblos latinoa-
mericanos, a saber: el régimen parlamentario.
Creo no sólo conveniente, sino indispensable, deciros, aunque sea
someramente, los motivos que he tenido para no aceptar dicho sistema
entre las reformas que traigo al conocimiento de vosotros. Tocqueville
observó en el estudio de la historia de los pueblos de América de origen
español, que estos van a la anarquía cuando se cansan de obedecer, y a la
dictadura cuando se cansan de destruir; considerando que esta oscilación
entre el orden y el desenfreno, es la ley fatal que ha regido y regirá por
mucho tiempo a los pueblos mencionados.
No dijo el estadista referido cuál sería, a su juicio, el medio de librar-
se de esa maldición, cosa que le habría sido enteramente fácil con sólo
observar los antecedentes del fenómeno y de las circunstancias en que
siempre se ha reproducido.
Discurso de Venustiano Carranza en el inicio de sesiones del Congreso Constituyente en diciembre de 1916
119
Los pueblos latinoamericanos, mientras fueron dependencias de
España, estuvieron regidos por mano de hierro; no había más voluntad
que la del virrey; no existían derechos para el vasallo; el que alteraba el
orden, ya propalando teorías disolventes o que simplemente socavaban
los cimientos de la fe o de la autoridad, o ya procurando dar pábulo a la
rebelión, no tenía más puerta de escape que la horca.
Cuando las luchas de independencia rompieron las ligaduras que
ataban a esos pueblos a la metrópoli, deslumbrados con la grandiosidad
de la Revolución francesa, tomaron para sí todas sus reivindicaciones,
sin pensar que no tenían hombres que los guiasen en tan ardua tarea, y
que no estaban preparados para ella.
Las costumbres de gobierno no se imponen de la noche a la mañana;
para ser libre no basta quererlo, sino que es necesario también saberlo ser.
Los pueblos de que se trata, han necesitado y necesitan todavía de
gobiernos fuertes, capaces de contener dentro del orden a poblaciones
indisciplinadas, dispuestas a cada instante y con el más fútil pretexto a
desbordarse, cometiendo toda clase de desmanes; pero por desgracia,
en ese particular se ha caído en la confusión y por gobierno fuerte se ha
tomado al gobierno despótico.
Error funesto que ha fomentado las ambiciones de las clases superiores,
para poder apoderarse de la dirección de los negocios públicos.
En general, siempre ha habido la creencia de que no se puede conservar
el orden sin pasar sobre la ley, y esta y no otra es la causa de la ley fatal
de que habla Tocqueville; porque la dictadura jamás producirá el orden,
como las tinieblas no pueden producir la luz.
Así, pues, disípese el error, enséñese al pueblo a que no es posible que
pueda gozar de sus libertades si no sabe hacer uso de ellas, o lo que es
igual, que la libertad tiene por condición el orden, y que sin este aquella
es imposible.
Constrúyase sobre esa base el gobierno de las naciones latinoameri-
canas y se habrá resuelto el problema.
Discurso de Venustiano Carranza en el inicio de sesiones del Congreso Constituyente en diciembre de 1916
121
de su seno, denominada “gabinete”. En otros términos, se trata de que el
presidente personal desaparezca, quedando de él una figura decorativa.
¿En dónde estaría entonces la fuerza del gobierno? En el Parlamento.
Y como este, en su calidad de deliberante, es de ordinario inepto para la
administración, el gobierno caminaría siempre a tientas, temeroso a cada
instante de ser censurado.
El parlamentarismo se comprende en Inglaterra y en España, en donde
ha significado una conquista sobre el antiguo poder absoluto de los reyes;
se explica en Francia, porque esta nación, a pesar de su forma republicana
de gobierno, está siempre influida por sus antecedentes monárquicos; pero
entre nosotros no tendría ningunos antecedentes, y sería cuando menos
imprudente lanzarnos a la experiencia de un gobierno débil, cuando
tan fácil es robustecer y consolidar el sistema de gobierno de presidente
personal, que nos dejaron los constituyentes de 1857.
Por otra parte, el régimen parlamentario supone forzosa y necesaria-
mente dos o más partidos políticos perfectamente organizados, y una
cantidad considerable de hombres en cada uno de esos partidos, entre
los cuales puedan distribuirse frecuentemente las funciones guberna-
mentales.
Ahora bien, como nosotros carecemos todavía de las dos condicio-
nes a que acabo de referirme, el gobierno se vería constantemente en la
dificultad de integrar el gabinete, para responder a las frecuentes crisis
ministeriales.
Tengo entendido que el régimen parlamentario no ha dado el mejor
resultado en los pocos países latinoamericanos en que ha sido adoptado;
pero para mí la prueba más palmaria de que no es un sistema de gobierno
del que se puedan esperar grandes ventajas, está en que los Estados Uni-
dos del norte, que tienen establecido en sus instituciones democráticas
el mismo sistema de presidente personal, no han llegado a pensar en
dicho régimen parlamentario, lo cual significa que no le conceden valor
práctico de ninguna especie.
A mi juicio, lo más sensato, lo más prudente y a la vez lo más conforme
con nuestros antecedentes políticos, y lo que nos evitará andar haciendo
Discurso de Venustiano Carranza en el inicio de sesiones del Congreso Constituyente en diciembre de 1916
123
los que no buscan en la política la manera de cooperar útilmente con el
gobierno de su país, sino sólo el medio de alcanzar ventajas reprobadas,
con notorio perjuicio de los intereses públicos, es lo cierto que el vice-
presidente, queriéndolo o sin pretenderlo, cuando menos lo esperaba en
este caso, quedaba convertido en el foco de la oposición, en el centro a
donde convergían y del que irradiaban todas las malquerencias y todas
las hostilidades, en contra de la persona a cuyo cargo estaba el poder
supremo de la República.
La vicepresidencia en México ha dado el espectáculo de un funciona-
rio, el presidente de la República, al que se trata de lanzar de su puesto por
inútil o por violador de la ley; y de otro funcionario que trata de operar
ese lanzamiento para substituirlo en el puesto, quedando después en él,
sin enemigo al frente.
En los últimos períodos del gobierno del general Díaz, el vicepresi-
dente de la República sólo fue considerado como el medio inventado por
el cientificismo para poder conservar, llegado el caso de que aquel falta-
se, el poder, en favor de todo el grupo, que lo tenía ya monopolizado.
La manera de substituir las faltas del presidente de la República, adop-
tada en el sistema establecido por las reformas de que he hecho referencia,
llena, a mi juicio, su objeto, de una manera satisfactoria.
Es de buena política evitar las agitaciones a que siempre dan lugar
las luchas electorales, las que ponen en movimiento grandes masas de
intereses que se agitan alrededor de los posibles candidatos.
El sistema de suplir las faltas de que se trata por medio de los secre-
tarios de Estado, llamándolos conforme al número que les da la ley que
los establece, dejaba sencillamente a la voluntad absoluta del presidente
de la República la designación de su sucesor.
El sistema adoptado por el gobierno de mi cargo no encontrará nin-
guno de esos escollos; pues la persona que conforme a él debe suplir las
faltas temporales o absolutas del presidente de la República, tendrá un
origen verdaderamente popular, y puesto que siendo los miembros del
E
n agosto de 1968, cuando Jesús Reyes Heroles pronunció la conferen-
cia “La historia y la acción” con motivo de su ingreso a la Academia
Mexicana de la Historia, ya había andado distintos caminos en la
política mexicana. En el mismo año en que ingresó a la Escuela Nacional
de Jurisprudencia de la UNAM a estudiar Derecho –en 1939– comenzó sus
actividades en el Partido Nacional Revolucionario, antecesor del Partido
Revolucionario Institucional. Apenas concluidos sus estudios universitarios
fue contratado como asesor en la Secretaría del Trabajo, cargo que después
tendría en la Presidencia de la República, lo cual retrata un desempeño
sobresaliente si se considera el escaso tiempo que había transcurrido después
de terminar sus estudios profesionales. El presidente Adolfo López Mateos
le asignó un alto encargo en el Instituto Mexicano del Seguro Social y en
1961 fue electo diputado federal. Era director general de Petróleos Mexicanos
cuando le fue otorgado el sillón número 10 en la Academia Mexicana de la
Historia, en reconocimiento a una larga trayectoria académica que siguió
en forma paralela a su actividad en los cargos públicos; de entre su extensa
obra, la más destacada es sin duda El liberalismo en México.
“La historia y la acción” es un texto peculiarmente relevante porque
no sólo fue su conferencia en la ceremonia que marcaba su inicio como
miembro de la Academia sino porque representa algo parecido a una de-
finición de sí mismo. Aborda los dos elementos en los que transcurrió su
pensar y su hacer: la historia y la acción. Reyes Heroles analiza el sentido
de la historia como una memoria colectiva o una ausencia de ella que defi-
ne la acción de los individuos y de los grupos sociales. De allí pasa a revisar
un problema que revestía y reviste una gran complejidad: “los hombres
que en dos campos se mueven, que a dos amos, a cual más celosos, sirven,
aquellos que se dedican a investigar, conocer y, simultáneamente, hacer,
o que aprovechan el conocer para el hacer”... se refería al intelectual y al
político y, en realidad, a la conjugación de estas dos tareas.
* Discurso pronunciado por Jesús Reyes Heroles el 7 de agosto de 1968, con motivo de su ingreso
a la Academia Mexicana de la Historia, discurso que fue respondido por Arturo Arnáiz y Freg,
miembro de número de la Academia.
128 Revista Mexicana de Cultura Política NA
¿Quién, en la historia de México, más representativo de este tipo de
hombre sino él mismo? Analiza las posturas que rechazan la idea de que
un intelectual pueda ser un político o que los políticos puedan ejercer el
intelecto en beneficio de su acción política, porque en ambas hay represen-
tantes que presentan con solidez sus argumentos. Su análisis se centra en
Ortega y Gasset, defensor de una dicotomía irreconciliable, para apoyar,
por contraste, sus argumentos, pues el escritor y político pensaba que “la
actuación requiere del pensamiento y que el pensamiento se amplía con
la actuación ligera o profunda”.
Esta convicción que llevó a la práctica a lo largo de su vida, fue lo que
colocó a Jesús Reyes Heroles en un puesto que, hasta ahora, no le ha podido
ser arrebatado: el ideólogo de la posrevolución y, en síntesis, el pensador y
político cuyo desempeño y obra marcaron buena parte de la actuación del
Partido Revolucionario Institucional en su momento. Reyes Heroles encarnó
una afortunada combinación de profundidad teórica y académica y notable
ejercicio de la praxis política. Hoy sigue siendo reconocido por haber sido el
autor del cambio democrático en México gracias a la iniciativa de Reforma
Electoral que instrumentó en 1977.
El pensador y el político. El pensar y la acción. Temas complejos que
analiza con profundidad en “La historia y la acción”, donde demuestra
que era poseedor de una amplia formación teórica que incluía lo mismo
a los autores conservadores que a los de izquierda que, conjugados con su
propia experiencia, daba como resultado conceptos propios y atingentes
sobre la historia y la política mexicanas. Reyes Heroles, hombre de pensa-
miento y de acción, sintetizó de manera coloquial lo que había teorizado
largamente sobre la relación de estos dos polos en una frase que solía decir
entre la clase política al autocalificarse como un “intelectual político o un
político con ideas”.
La historia y la acción
Jesús Reyes Heroles 129
Ú
nicamente a la benevolencia debo el acceso a este recinto y en-
cuentro justificación en la posible y modesta utilidad que pueda
prestar.
Suplo, que no sustituyo, a don Ángel María Garibay. Aminoro, si
acaso, su ausencia en este Cuerpo, aunque para mí tengo que su sitial
permanecerá vacío. Lo conocí como lector de sus obras y por amigos
comunes que lo describían como un hombre leyenda, a quien más grande
se veía, mientras más cerca de él se estaba. No creo que el conocimiento
indirecto pueda deparar frutos similares a los del trato personal. Pero si
lo que queda son las letras, en ellas encuentro motivos que superan la
admiración. Ilustre hombre que nos dio la llave para franquear la pesada
puerta de la cultura náhuatl, revelándonos en ella “virtudes muy hondas,
encubiertas por símbolos”. Exponer esa cultura simbólica en su esencia
fue, más que ardua tarea, clarividencia, intuición, estilo. Descubrió joyas
literarias de nuestro pasado y, al conectarlas, dio un nexo espiritual más
a nuestra historia. Gracias a él podemos leer a un Sahagún pulcro, sin
notas dispendiosas ni interpretaciones dudosas y gozar su obra póstuma
–la alusiva a la crónica de Diego Durán, otra fuente indudable de nuestra
historia– con todo el sabor que el vocabulario de palabras indígenas y
arcaicas permite obtener.
Interrogó el pasado; todo lo que tortura, atosiga o vivifica y alienta,
lo vio en los códices, en las ruinas, en los ajados y apolillados papeles.
Dialogando con nuestro pretérito, don Ángel María Garibay se mantenía
en el presente de tinta fresca, brindando breves notas bibliográficas ame-
nas y ricas, certeros comentarios que inducían a leer, o que, no obstante
la innata bondad de su autor, invitaban a prescindir de alguna lectura,
si no mala, innecesaria. Supo estar cerca de su pueblo, pasándole senci-
llamente su sabiduría y aprendiendo de su penetración. Porque estuvo
al día, comprendió el pasado, y esta comprensión del pasado lo inci-
tó a estar al día. Lejanía o alejamiento frente a lo contemporáneo, impide
profundidad para conocer el pasado. Estuvo sumergido en el presen-
te, razón adicional para que el fervoroso tributo que le rendimos sea
necesariamente pequeño ante la medida de sus méritos.
***
La historia y la acción
Jesús Reyes Heroles 131
parte de un pensamiento que produce y conduce a la acción o que procede
de ella1. Ciencia y experiencia, saber y hacer, praxis para usar el térmi-
no de nuestros días.
Si en algún terreno esta vinculación se da, es en el de la teoría política.
Maquiavelo, al presentar la primera teoría del Estado, racional, no su-
bordinada o subalterna de otro conocimiento, da lugar con su obra, mal
comprendida, pero bien aprovechada, a una intensa y extensa literatura,
que bajo el signo del antimaquiavelismo se dedica a extraer y destilar de
la experiencia humana, de la práctica de los gobernantes, consejo para
los gobernantes.
La razón de Estado, al surgir su contrarrazón, se convierte en razones,
con la obvia interpenetración de los opuestos. De esta directriz emana
una serie de máximas, de consejos, de principios, que se proporcionan
a los príncipes en libros y que muy pronto un afán de reducir la sapien-
cia a ciencia, desecha y si no quema es porque la antigua barbarie estaba
superada y la nueva aún no había surgido. Se da una amplia gama de con-
signas, que van desde las formas covachuelistas hasta el barroco literario.
Pocas obras se salvan y permanecen, y estas, más que por su contenido
en cuanto a consejo o máximas de gobierno, por sus intrínsecos méritos
literarios. Junto a un Saavedra Fajardo, un Gracián o un Quevedo que
perduran, hay, con la misma preocupación esencial –extraer de la expe-
riencia y de los ideales normas para la acción, conciliar la práctica con
la teoría que se profesa– infinidad de textos perdidos.
Hoy se ve cuánto en su fondo había de válido en esa tendencia. La
política, forma de actividad que, si bien no encierra o comprende toda la
acción, sí condensa y concentra parte de la acción realizada en casi todos
y la política del barroco, Madrid: Instituto de Estudios Políticos, p. 62 y sigs. Ella no exclu-
ye totalmente ciertos aspectos de la realizada por Leopoldo Eulogio Palacios cuando distingue
razón especulativa o teorética de operativa o práctica, y cuando, dentro de lo operable, habla
de dos aspectos: lo factible y lo agible, dirigidos por dos grandes manifestaciones normati-
vas del pensamiento práctico: el arte y la prudencia. Palacios hace varias distinciones entre
factible y agible y, al paso que ve lo factible por su rendimiento, a lo agible lo dota de valor
intrínseco, humano y moral. (1946). La prudencia política, Madrid: Instituto de Estudios
Políticos, pp. 4.9 y sigs. y 71 y sigs.
***
Diego Saavedra Fajardo. Idea de un príncipe político-cristiano, Cartas Latinas, Empresa Y. Diego
2
La historia y la acción
Jesús Reyes Heroles 133
continuo de interacción entre el historiador y sus hechos, un diálogo sin
fin entre el presente y el pasado”, diálogo no entre individuos aislados,
de hoy y de ayer, “sino entre la sociedad de hoy y la sociedad de ayer”.4
Un erudito que, de creer a Toynbee, constituyó con su vida una prueba
palpable de baldía erudición, Lord Acton, citaba el refrán de que a un
historiador se le ve mejor cuando no aparece.5 Por mi parte, puedo afirmar
que no he leído una historia en que el autor no aparezca. En crónicas, en
artículos, en memorias, en libros, nunca he dejado de encontrar al autor
y pienso que, aun cuando la historia en que este no aparezca es imposible,
de realizarse el milagro, seguramente estaríamos ante una historia muerta
y aburrida. Pero creo que el hecho de que aparezca el autor; no implica
la carencia de perspectiva ni de objetividad, hasta donde estos conceptos
son válidos en el desentrañamiento o en la interpretación del acontecer
histórico. Provistos de la mayor serenidad, encaminados al logro de la
mayor objetividad, siempre se interpone el demonio del subjetivismo. En
la elección del material y la elaboración de la hipótesis de trabajo, este
indomeñable demiurgo se adueña de buen trozo de nuestra perspectiva.
De aquí que sea condición para escribir historia, estar consciente de que
se desconoce más de lo que se conoce; de que, además, se está en un
mirador que elimina, reduce u oscurece el material histórico, y por últi-
mo, de que quien busca el material total, irrebatible, siempre se dedica a
buscarlo y nunca escribe historia. Resignémonos o vanagloriémonos de
que esta gran ciencia no sea exacta.
Ahora bien, cualquier planteamiento que postule la influencia de la
historia en la acción, tiene que partir de las tendencias, sea cual fuere
su orientación primordial, que niegan la posición historicista. Vemos el
historicismo en sus grandes rasgos como una concepción que, sin abjurar
de la búsqueda de lo universal, tiende a afirmar el carácter individual del
hecho histórico y, por consiguiente, la no existencia de leyes del desa-
rrollo histórico, ni siquiera la de causalidad. Los hechos individuales, así
“Pero por otra parte, hay una cierta virtud en el refrán de que a un historiador se le ve mejor
5
cuando no aparece”. John Emerich Edward Dalberg-Acton (1959). Ensayos sobre la libertad y
el poder, Madrid: Instituto de Estudios Políticos, p. 48.
ca, p. Tz. “Por historicismo se entiende, en general, una dirección del pensamiento que hace
consistir la realidad en un proceso espiritual dinámico que durante su curso realiza valores
universales en formas individualizadas que nunca se repiten”. Guido de Ruggiero (1959). El
retorno a la razón. Buenos Aires: Editorial Paidós, p. 23. Empleamos el término historicismo
en su sentido originario. En nuestros días, tal modo de pensar se quiere denominar historis-
mo. David Easton (1964). The political system, Nueva York: Alfred A. Knopf. El historismo, para
Easton, se caracteriza por sugerir la hipótesis del condicionamiento de las ideas a la historia y
su naturaleza relativa, por negar verdades universales, salvo la de que las ideas corresponden
a un determinado periodo histórico que no pueden trascender (Cap. Décimo). Se reserva
la palabra historicismo para aquellas concepciones que tienden ya a sostener la existencia de
leyes inexorables del desarrollo histórico o del cambio, lo que, según Karl R. Popper, impli-
ca la pretensión de que existe una “teoría científica del desarrollo histórico que sirva de base
para la predicción histórica” La miseria del historicismo (1961). Madrid: Taurus, p. 12, subrayado
nuestro. Lo curioso es cómo Popper, al negar toda posibilidad de predicción y de leyes, cae en
una especie de historicismo, en el sentido originario.
Benedetto Croce (1950). Historia de Europa en el siglo XIX, Buenos Aires: Ediciones Imán, pp.
7
51-52.
Guido de Ruggiero, op. cit., p. 31.
8
La historia y la acción
Jesús Reyes Heroles 135
En una u otra forma se niegan los absolutos situados más allá o por
encima de la historia, la tabla de valores para medir y enjuiciar el acon-
tecer. Desde el punto de vista histórico, la pregunta de quién tuvo razón,
si la Inquisición o sus adversarios, para Croce carecía de sentido, dado
que la historia “incluye y supera ambas instancias”.
Numerosos intentos se han dado para negar o superar al historicis-
mo. Si por alguno me inclino es por aquel esbozado por Guido de Rug-
giero, que quiere superar por igual el dogmatismo racionalista y el con-
formismo, consecuencia del historicismo. De Ruggiero dispuso del más
válido ejemplo a la mano: Croce, su historicismo y su actuación. Aun en
aquel libro9 en que Croce rebate las acusaciones al historicismo –fatalismo,
disolución de los valores, santificar el pasado, conformismo, disminuir
la fe en la acción creadora y embotar el sentido del deber– no se elimi-
na la servidumbre ante el acontecer ni se erige el andamio espiritual que
rompa la sumisión al acaecer. Se reduce el hombre a lo retrospectivo, a dar
rienda suelta a la historia, en desmedro de la personalidad, que encuentra
en la lucha por lo que considera bueno o en contra de lo que conside-
ra malo, una razón de la propia existencia. En resumen, no se construye
el “puente entre la historia hecha y la historia que se hace”.
De Ruggiero puede, sin temeridad alguna, dar la prueba: Croce luchó
contra el fascismo en que le tocó vivir, no por su historicismo, sino a
pesar de él, por sus energías espirituales y su criterio del bien y del mal.
Reiteramos que entre las muchas tendencias antihistoricistas quizás
se encuentre una brecha a seguir, en el propósito de De Ruggiero de si-
tuarse más allá del historicismo, fundiendo “en un solo molde la razón
histórica y la razón metahistórica”, poniendo la razón en la fluencia mis-
ma de la historia y logrando, de esta manera, que no se sacrifique la his-
toria hecha a la historia que se hace o a la inversa, es decir, manteniendo
la continuidad entre las distintas fases del proceso histórico y la innova-
ción o transformación proveniente de un voluntarismo que, por tener en
Benedetto Croce (1945). La historia como hazaña de la libertad, México: Fondo de Cultura
9
Económica.
***
10
De Ruggiero, op. cit., pp. 23-58. Únicamente indicamos este afán de síntesis como una in-
clinación, como una incitación a explorar un sendero, y bajo ningún concepto como una
definición. El propio autor en su Storia della filosofía (Editori Laterza, Bari) proporciona un
valioso material para proseguir su orientación, sobre todo en L’etὰ dell’illuminismo, (1960). Da
Pico a Kant (1964), L’elcí del romanticismo (1957) y Filosofi del novecento (1963). El esquema
de la Storia della filosofía, de De Ruggiero (1948), se encuentra en su Sumario de la historia de
la filosofía, Buenos Aires: Editorial Claridad.
11
Louis Althusser (1959). Montesquieu; La politique et l'histoire, Presses Universitaires de France,
pp. 44-46. Jesús Reyes Heroles (1962). Rousseau y el liberalismo mexicano, sobretiro de México:
Cuadernos Americanos, p. 29.
La historia y la acción
Jesús Reyes Heroles 137
conciencia individual; otras, en cambio, insertándola y postulando valores
de la historia hecha para la historia por hacer. En contraste con aquellos
que en su utopía encontraban la negación radical de la historia, se dieron
los que, afirmando el pasado, veían la realización revolucionaria como
culminación del proceso histórico.
En el siglo XIX el debate vuelve a surgir, pero predominan las variantes
revolucionarias que ven la revolución como perfeccionamiento y culmi-
nación del proceso histórico, sobre la base de que lo avanzado, el proceso
en sí, constituye el pie para la transformación, para el revolucionar. Se
supera la actitud “refractaria” frente al concepto histórico y se invierte
aquella frase siempre exagerada de que: “El revolucionario no puede, no
debe ser historiador”;12 el revolucionario no sólo puede, sino que debe
ser historiador o, al menos, estar al tanto de la historia.
El extremo de las corrientes que consideran la revolución como final
del proceso histórico, incurre en la noción elemental de pensar en leyes
inexorables del desarrollo histórico, imbuidas de un determinismo que
apriorísticamente marca el curso del futuro, supuestamente con funda-
mento en el ocurrir anterior, y su, a la vez, catastrófico y jubiloso desenlace.
Un fatalismo histórico que paraliza la acción tanto como el historicismo.
***
12
La frase es de Giusseppe Ferrari. La recuerda Rodolfo Mondolfo en un libro en que, con sin-
gular acierto, explica y estudia el cambio de mentalidad: Espíritu revolucionario y conciencia
histórica, (1955). Buenos Aires: Ediciones Populares Argentinas.
***
13
Antonio Gramsci (1964). Note sul Machiavelli sulla politica e sullo Stato moderno, Tormo: Giulio
Einaudi Editore, p. 161. (Existe versión en castellano: Notas sobre Maquiavelo, sobre política y
sobre el Estado Moderno, Argentina: Lautaro, 1962).
La historia y la acción
Jesús Reyes Heroles 139
proceso histórico proporciona un prolífico terreno para la influencia de
la historia en la acción, para el mismo actuar de la historia.14
***
***
14
“…un historiador que es el político mirando hacia atrás” (John Emerich Edward Dalberg-
Acton: op. cit., p. 67). “Puo esistere politica, cioe, storia in atto, sensa ambizione?” (“¿Puede
existir política, es decir, historia en acto, sin ambición?”), Antonio Gramsci. Passato e presente,
Tormo: Giulio Einaudi Editore, 104, p. 67.
***
16
0p. cit., p. 160.
La historia y la acción
Jesús Reyes Heroles 143
recibieron influencias y se salvaron de imitar, logrando darle fisonomía
a nuestra patria. Su acción no sólo constituyó un antecedente, una razón
de nuestra Revolución, sino también un ejemplo de cómo, sin amura-
llarse, sin aislarse del mundo y sus vientos, era posible encontrar una
pauta política original que respetara e incorporara nuestra peculiaridad.
No debemos, sin embargo, creer, negándolos, que nos dotaron de una
fórmula perfecta e inmutable, sino de un modo de hacer y proceder que
permite y facilita la actualización y el enriquecimiento de nuestras normas
de convivencia y progreso. La vitalidad histórica de México radica en la
constante revisión que de sí mismo puede hacer. Es la sabiduría histórica
que induce a sacar fuerzas de la debilidad, que aconseja negociar en vez
de pelear; es la sabiduría histórica de un pueblo que hizo una Revolución
que nunca intentó rebasar sus fronteras y que defendió estas precisamente
para afirmar el derecho a buscar su propio camino. Es la sabiduría de un
pueblo que no es adorador del triunfo.
Como pueblo viejo y joven que somos, el pasado, que ayudó al pre-
sente, hace que este, que pronto será pasado, contenga en sí los gérmenes
del futuro.
***
18
Se trata de Paul-Louis Courier cuando en la Biblioteca Laurentina, de Florencia, encuentra un
fragmento del manifiesto de Dafnis y Cloe, de Longus, que no contenían las ediciones de la
obra. Collection complete des pamphlets politiques et opuscules litteraries de Paul-Louis Courier.
Bruxelles: Chez tous les libraires, 1826, p. xxii. Paulo-Louis Courier (1936). Panfletos Políticos
(1816-1824), Madrid: Revista de Occidente, p. XII.
19
“Sois como todos esos ambiciosos de gloria, como todos esos avarientos de fama que no te-
niendo más que un talento, aspiran precisamente al que les falta y pierden uno sin alcanzar el
otro” (La Tribuna de I. de Lamartine o sus estudios oratorios y políticos. Traducida por Francisco
Zarco. México: Imprenta de Ignacio Cumplido, 1861, p. XXV).
La historia y la acción
Jesús Reyes Heroles 145
***
Charles Maurras (1954). Oeuvres capitales, 11, Essais Politiques, París: Flammarion, p. 118.
20
La experiencia nos ha demostrado siempre, hasta ahora que nuestras revoluciones invocan
21
la razón de Estado, desde el momento en que llegan al poder; que emplean entonces los
procedimientos de policía, y consideran la justicia como un arma de la que pueden abusar
contra sus enemigos”. Georges Sorel (1950). Réflexions sur la violence, Paris: Librairie Marcel
Riviere et Cie., pp. 156-157.
22
Obras de José Ortega y Gasset (1943). Mirabeau o el político, Madrid: Espasa-Calpe, S. A., p.
1123 y sigs.
La historia y la acción
Jesús Reyes Heroles 147
¿No inspira un sentimiento lastimoso este querer que el político sea
un poco tan siquiera, intelectual? A mí me lo inspira, y me rebelo ante
la expresión de dos imaginarias dimensiones: la figura del intelectual,
ofuscado o no por sus ideas, e inepto para ejecutarlas por mera profe-
sión, y la imagen desmedrada de un político sin ideas, sólo apto para la
transacción oportunista, en el más miserable o valioso de los sentidos.
En contraste con esta tesis, afirmamos que la actuación requiere del
pensamiento y que el pensamiento se amplía con la actuación ligera o
profunda, pequeña o grande; que, en fin, pensar y actuar se robustecen
al comunicarse.
***
23
“Se podrá decir que todos los hombres, por el solo hecho de serlo, son intelectuales; pero
no todos los hombres tienen en la sociedad la función de intelectuales”. Antonio Gramsci
(1964). Gli intellettuali e l’organizzazione della cultura, Torillo: Giulio Einaudi Editore, p. 6. (Hay
traducción al español: Los intelectuales y la organización de la cultura, Argentina: Lautaro,
1960, p. 14).
24
En la literatura política italiana el tema de la clase política surge, en realidad con Maquiave-
lo. Gaetano Mosca rastrea la doctrina de la clase política, nacida, a su parecer, cerca de un
siglo antes de su época y fundamenta su método y doctrina en la existencia de la clase política
(Elernenti di Scienza Politica, Gius Laterza 45, Figli, Bari, 1939, Tomo 4, p. 83 y sigs.; Tomo 11,
p. 5 y sigs.). El tema aparece, sin embargo, en numerosos autores como preocupación teórica
o investigación concreta aplicada al campo italiano. Notas parciales sobre la materia pueden
encontrarse en casi toda la obra de Gramsci. Por su parte, De Ruggiero se ocupa expresa-
mente de la clase política incisivamente y de la relación clase y partido y técnica y política
(De Ruggiero. El retorno a la razón, cit., pp. 129-145). Encontramos un evidente acierto en De
Ruggiero, cuando, al respecto, establece: 1o. Que fueron los fisiócratas quienes en primer lugar
se esforzaron en determinar con exactitud científica el concepto de una clase política que, en
virtud de hallarse libre de la necesidad material, por estar constituida por propietarios, estaba
disponible para cumplir funciones públicas y gratuitas. 2o. Se trataba de una clase disponible
o clase general apta para asumir la defensa de los intereses generales. 3o. Esta clase operaba
como clase política y no como clase económico-social; actuaba para todos. 4o. Al fraccionarse
la propiedad agraria y reducirse a complemento subsidiario de otras actividades, los intereses
agrarios pasaron a segundo término y la clase industrial, así como el proletariado agrícola y
urbano, hicieron que la clase política, que era general, se fraccionara en clases particulares,
“las cuales justamente por eso, perdían toda verdadera calificación política”. 5o. Dejó, pues, de
haber una clase mediadora, sujeta a servir al bien común, y a ello contribuyó la clase industrial,
cuyos miembros “Casi siempre fueron adoradores de la técnica y denigradores de la política,
y trataron de dominar esta última con medios indirectos y por interpósitas personas”. 6o. “En
conclusión, la vieja clase política está en crisis y la nueva no logra aún emerger con caracteres
bien definidos”. Tómese en cuenta la época en que De Ruggiero escribe. No creemos, sin
embargo, que ella, la nueva clase política, haya surgido todavía con caracteres bien definidos.
No lo es la pintada por Burnham en la revolución de los gerentes, que en su sentido primitivo
convertiría a la clase política en administradores de los negocios de la burguesía confirman-
do el aserto marxista. Tampoco en el derivado, representado por las actuales tendencias tecnó-
cratas, con su copiosísima literatura que exalta el valor de la técnica y degrada al político con
las acusaciones tradicionales y, en el fondo, se convierte en una ideología con la voluntad de
La historia y la acción
Jesús Reyes Heroles 149
Olimpo sin riesgo”, de tal manera que el pensamiento únicamente posee
en él voluntad ofensiva “como medio de ejercer un poder absoluto, sin
peligro y sin responsabilidad, justificando o trastornando el mundo ante
su tintero”.25
El intelectual, por su parte, se abroquela frente al político con dos
argumentos: la obligación que este tiene de salvaguardar la pureza de
las ideas, de ser intransigente en su persecución. Situado en el mundo
etéreo de las ideas, el intelectual condena el más mínimo repliegue y el
menor apartamiento de la totalidad de las ideas que el político profesa.
Cuando este recurre al gradualismo y evita acumular por su acción fuerzas
y resistencias e intensificar su agresividad, el intelectual se cierra en la
idea del todo o nada, y repliegues y acomodos le permiten ver al político
como un hombre carente de posiciones doctrinales y que se exime ante
las grandes opciones espirituales.
Si consideramos que la ineficacia en la política se siente y se ve y la
eficacia ni se siente ni se ve, y que al político no se le juzga exclusivamente
por el ejercicio de su profesión, sino que se le exige que llene cualidades
al margen de esta; y recordamos que al artista se le juzga por su obra,
sin importar su vida personal, que puede ser degradante o enaltecedo-
ra, pero irrelevante para su obra, nos percatamos de que se da una dis-
reducir la política a la técnica, sobre la base de que esta resuelve objetivamente los problemas
en atención al interés general. La definición de interés general ya implica una apreciación y
juicio político. (Jean Meynaud (1960). Technocratie et politique, Lausanne: Etudes de Science
Politique, Por otra parte, nuestra época obliga a la especialización, que ignora el todo, aun-
que sea muy en lo general, y que es necesario conocer para la decisión política. Como se ha
dicho, al político toca moderar los rigores de los técnicos, teniendo en cuenta los obstáculos
humanos, lo cual da lugar a una función que debe considerar la totalidad de los factores del
hombre: ideológicos, morales, religiosos, económicos. (Op. cit., p. 78 y sigs.). No dudamos
que los técnicos puedan constituir otra clase, pero sí que constituyan la nueva clase política.
Giacomo Perticone, en un libro que es modelo de investigación en su género (La formazione
della classe politica nellflalia contemporanea, Firenze: Edizioni Leonardo, Casa Editrice G. C.
Sansoni, 1954), da una clave cuando pone cuidado en no confundir la clase política (p. VIII).
Tampoco encontramos la clase política en la descripción de Djilas: dominio de una burocracia
privilegiada del capitalismo o socialismo de Estado, pues burocracia no es clase política. Las
dificultades para definir la clase política radican más que en su existir, en el concepto de clase.
Emmanuel Mounier (1965). Manifiesto al servicio del personalismo. Personalismo y cristianismo,
25
***
26
Benedetto Croce (1952). Ética y política, Buenos Aires: Ediciones Imán. p. 747 y sigs. Corres-
ponde este texto, en que se ocupa de la honradez política, a Fragmentos de ética, publicados
en 1922. Ortega y Gasset, en su ensayo sobre Mirabeau, de 1927, coincide sustancialmente
con Croce en que no hay que exigir al político las pequeñas virtudes; no hay que medirlo con
el rasero que se aplica al mediocre. El “hombre de obras” no puede ser considerado “bajo la
perspectiva moral y según los datos psicológicos del hombre menor, sin destino de creación”
(Obras completas, Tomo III, Mirabeau o el político, Revista de Occidente, Madrid, 1962, pp.
603-611).
La historia y la acción
Jesús Reyes Heroles 151
por esta, la capte y exprese sin desprecio, aquilatándola como fuente de
cultura, y el político se mantenga vinculado con el mundo de las ideas,
procure racionalizar su actuar y encuentre en el pensar una fuente in-
soslayable de la política.
Es indispensable tener esa que Max Weber considera cualidad psico-
lógica decisiva del político, mesura; “capacidad para dejar que la realidad
actúe sobre uno sin perder el recogimiento y la tranquilidad, es decir,
para guardar la distancia con los hombres y las cosas”. La combinación
es “pasión ardiente” y “mesurada frialdad”. La política requiere pa-
sión para ser auténtica y no frívola; más “se hace con la cabeza y no con
otras partes del cuerpo o del alma”.27
He querido en estas notas proporcionar alguna explicación sobre la
acción de la historia y sobre los hombres dedicados al conocer, al hacer
o a ambas cosas. Numerosos esclarecimientos, exigidos por los temas
tratados, han quedado pendientes para un estudio que algún día procu-
raré realizar.
Señoras y señores: La historia hecha y la historia por hacer constituyen
tarea vital. Ranke escribió que el historiador debe hacerse viejo, lo que
da lugar al comentario de que el tiempo parece ser más considerado con
los que a desentrañarlo dedican sus vidas: “Y estas parecen henchirse y
madurar a medida que pasa el tiempo por ellas. Como si el saber histórico
fuese resultado no sólo del esfuerzo personal sino del tiempo mismo”.28
Hacer historia exige años y ayuda a tenerlos. La historia, que ayuda
a la longevidad, parece ser que la demanda. Los años dotan de altura
para el juicio histórico; obligan a poner entre interrogaciones lo que se
aseguraba; otorgan capacidad de duda e imponen, a veces, el recurrir a
los puntos suspensivos.
Vivimos época de tiempo rápido. Hemos sido testigos de muchos
cambios; preparémonos a ser protagonistas o cronistas de muchos cam-
27
Max Weber (1967). El político y el científico, Madrid: Alianza Editorial, pp. 153-156.
28
Luis Diez del Corral (1959). Estudio preliminar a La idea de la razón de Estado en la Edad
Moderna, por Friedrich Meinecke. Madrid: Instituto de Estudios Políticos, pp. VII, VIII y IX.
La historia y la acción
Jesús Reyes Heroles 153
154 Revista Mexicana de Cultura Política NA
Respuesta a
Jesús Reyes Heroles
Arturo Arnáiz y Freg
L
a Academia Mexicana de la Historia, recibe esta noche, en sesión
solemne, a un nuevo miembro de número.
Esta institución, que desde hace cerca de medio siglo ha cultiva-
do las Ciencias Históricas en todos sus ramos, enriquece ahora la lista de
sus miembros con el nombre y la colaboración de uno de los intelectuales
más distinguidos del México Contemporáneo. Al licenciado don Jesús
Reyes Heroles le será impuesta hoy, como símbolo de su nueva jerarquía,
la venera correspondiente al sillón número 10 de esta Academia que, a
partir del año de 1919, ha sido ocupado por otros dos mexicanos emi-
nentes.
Fue el primero don Federico Gómez de Orozco, sabio historiador,
bibliófilo siempre generoso, y profundo conocedor de la vida histórica
de México, particularmente en la extensa etapa que, desde la Conquista,
se extiende hasta el fin de la dominación española. Muchos de los aquí
presentes recordamos todavía con admiración las lecciones de Paleo-
grafía que le escuchamos dentro de las aulas de la Facultad de Filosofía
y Letras, y sus investigaciones que iluminaron algunos de los capítulos
más intrincados de la Historia de México en el Siglo XVI.
Al término de la larga y fecunda vida de don Federico Gómez de
Orozco, la Academia tuvo el acierto de elegir para substituirlo al Dr. don
Ángel María Garibay.
***
***
***
***
***
***
***
Veo reunidas en esta sala algunas de las inteligencias más preclaras del
México contemporáneo. La Academia Mexicana de la Historia agradece
de manera muy especial la presencia en esta sesión del ciudadano que
preside la República, y de algunos de sus colaboradores más cercanos.
P
or onceava ocasión un Papa visita Estados Unidos, pero por primera
vez pronuncia un discurso ante el Congreso de ese país. La presencia
del Papa Francisco ante los legisladores estadounidenses no hace más
que corroborar que la religión, como un fenómeno social, está implícita en
la vida política de una nación. Cuatro visitas papales ocurrieron cuando
formalmente estaban rotas las relaciones diplomáticas entre El Vaticano y
el gobierno de Estados Unidos; en las siguientes seis, que incluyeron cinco
visitas del Papa Juan Pablo II y una de Benedicto XVI, hubo distintos foros,
pero ninguno tan marcadamente político como el que le fue concedido al
actual Papa de la iglesia católica.
Se puede decir que también es el primer Papa que manifiesta de mane-
ra tan abierta la relación entre la política y los presupuestos de la religión
católica, porque asocia la responsabilidad individual y la misión del indi-
viduo con la responsabilidad social, del mismo modo en que señala que el
encargo de la política es la búsqueda del bien común, como la que realizan
los legisladores estadounidenses.
El discurso papal parte de derechos humanos que tradicionalmente
ha defendido la iglesia católica, pero que también han sido la bandera de
lucha del liberalismo como la libertad y la justicia, pero actualizando la
situación en el conflictivo contexto mundial actual. Así, el representante de
la iglesia católica, se refirió a la violencia que genera el sistema económico
capitalista –sin llamarlo como tal–, el narcotráfico, las formas de combate
a la migración, la violencia generada en nombre de las religiones, la pena
de muerte, así como la venta y tráfico de armas.
El Papa Francisco tejió su discurso apoyándose en cuatro figuras emble-
máticas para el pueblo estadounidense: Abraham Lincoln, Martin Luther
King, Dorothy Day y Thomas Merton, dos políticos y dos religiosos, y cita,
además, extensamente las propuestas que ha realizado previamente en la
* Discurso pronunciado por el Papa Francisco ante el Congreso de los Estados Unidos de Amé-
rica el 23 de septiembre de 2015. La versión en español de la alocución papal fue tomada de
la página oficial de la Santa Sede, w2.vatican.va
Señor Vicepresidente,
Señor Presidente,
Distinguidos Miembros del Congreso,
Queridos amigos:
Les agradezco la invitación que me han hecho a que les dirija la pa-
labra en esta sesión conjunta del Congreso en “la tierra de los libres y
en la patria de los valientes”. Me gustaría pensar que lo han hecho porque
también yo soy un hijo de este gran continente, del que todos nosotros
hemos recibido tanto y con el que tenemos una responsabilidad común.
Cada hijo o hija de un país tiene una misión, una responsabilidad
personal y social.
La de ustedes como miembros del Congreso, por medio de la actividad
legislativa, consiste en hacer que este país crezca como nación. Ustedes
son el rostro de su pueblo, sus representantes. Y están llamados a defender
y custodiar la dignidad de sus conciudadanos en la búsqueda constante y
exigente del bien común, pues este es el principal desvelo de la política.
E
s difícil imaginar al hijo de un activo militar porfirista converti-
do en un erudito, a la manera en que se entendía hace cincuenta
o sesenta años la erudición, la intelectualidad o la cultura, como lo
fue Alfonso Reyes, miembro prominente del Ateneo de la Juventud que
vislumbró, de manera temprana, los riesgos de la perspectiva positivista,
la cual reverenciaba el grupo porfirista de Los Científicos, que en su afán
cientificista y modernizador relegaba a la cultura.
Hoy, no habría figura pública que tuviera el atrevimiento de subestimar
la cultura como ingrediente fundamental de la vida social. Sin embargo,
se ensalza una visión limitada de cultura, reduccionista y enciclopédica,
animada por la parcelación del conocimiento que legitima la universi-
dad, quizá la misma que rechazaba Alfonso Reyes en la década de los
treinta. Se oculta la sobrevivencia de esta perspectiva de la mejor manera
posible: colocándola a la vista de todos con ayuda de la construcción de
un discurso complejo, debajo del cual se puede encontrar la raíz de ese
positivismo fundacional que nos puso a reverenciar sólo el conocimiento
cuantificable y verificable.
Cuando aparecen estos dilemas, se puede volver a figuras como Alfonso
Reyes, poseedor de un extenso conocimiento y de un problematizado con-
cepto de cultura, cuando no había un debate a la altura de sus propuestas,
las que quizá sólo compartía con algunos de sus pares en el Ateneo de la
Juventud, porque sus reflexiones continúan vigentes. La Homilía por la cul-
tura es uno de los ensayos más complejos de Reyes y totalizador, donde hace
un análisis muy personal de la vorágine capitalista, del lugar que ocupaba
América Latina y la conjunción entre ciencia y cultura. La cultura, afirma
Reyes, es una función unificadora. Era el universo en el que procesos de todo
tipo –políticos, sociales, económicos o estéticos– tienen un sitio; se les aísla
sólo como un ejercicio de estudio y abstracción, pero es el todo cultural el
que nos define. Los 78 años que han transcurrido desde que Alfonso Reyes
presentó la Homilía por la cultura, no le han restado brillantez a sus ideas
y a su enorme legado.
H
onra a esta asociación el propósito de fomentar en su seno los
estímulos de la cultura. Esta conciliación entre la Económica y
las Humanidades contenta ciertamente nuestros viejos anhelos
platónicos, acariciados desde la infancia, y hasta nos convida a soñar
en un mundo mejor, donde llegue a resolverse la antinomia occiden-
tal entre la vida práctica y la vida del espíritu. Todo empeño por partir
artificialmente la unidad fundamental del ser humano tiene consecuen-
cias funestas: arruina a las sociedades y entristece a los individuos. Por
encima de todas las especialidades y profesiones limitadas a que nos obliga
la complejidad de la época, hay que salvar aquella que Guyau y Rodó han
llamado la “profesión general de hombre”. Aparte de que el hombre de
varios recursos está mejor armado para los vaivenes de la suerte; porque
el que sólo tiene un recurso, es como el ratón de un solo agujero que de-
cía, hace cuatro siglos, la Celestina: “No hay cosa más perdida, hija, que
el mur que no sabe sino un horado; si aquél le tapan, no habrá dónde se
esconda del gato”. Stendhal, llamado a escalar las tempestuosas monta-
ñas de la novela romántica, en cierto momento de su vida cuelga la espa-
da de subteniente y se hace especiero en Marsella. Y el más alto poeta vivo
de mi país, Enrique González Martínez –que por cierto fue Ministro en
la Argentina hace pocos lustros– para sobrellevar el naufragio cuando lo
azotó la fortuna y tenía, como dice la gente, “el santo de espaldas”, abrió
tranquilamente un expendio de jabón y otras mercancías humildes,
pero limpias, al que puso como nombre y enseña el título de su más
famoso soneto: La Muerte del Cisne.
Querer encontrar el equilibrio moral en el solo ejercicio de una ac-
tividad técnica, más o menos estrecha, sin dejar abierta la ventana a la
circulación de las corrientes espirituales, conduce a los pueblos y a los
hombres a una manera de desnutrición y de escorbuto. Este mal afecta
al espíritu, a la felicidad, al bienestar y a la misma economía. Después de
todo, economía quiere decir recto aprovechamiento y armoniosa repar-
tición entre los recursos de subsistencia. Y el desvincular la especialidad
de la universalidad equivale a cortar la raíz, la línea de alimentación.
Cuando los especialistas, magnetizados sobre su cabeza de alfiler, pier-
Homilía por la cultura
Alfonso Reyes 185
den de vista el conjunto de los fines humanos, producen aberraciones
políticas. Cuando los hombres lo pierden de vista, labran su desgracia
y la de los suyos. El otro día, en el film Tiempos Modernos, Chaplin nos
daba la caricatura, más trágica que risueña, de la psicosis a que conduce
la continuada ocupación de apretar tuercas en las máquinas. Cuidemos,
sí, cuidemos de apretar la tuerca que representa nuestro oficio práctico,
pero no olvidemos la otra tuerca, la que nos prende al universo. Si el uni-
verso –decía Pascal– nos contiene por el espacio, nosotros contenemos
al universo por el espíritu. Como “hay tiempo para llorar y tiempo para
reír”, debe haber tiempo para la acción y tiempo para la contemplación.
Un baño frecuente en los universales devuelve su elasticidad a nuestra
acción limitada y le presta nuevo vigor. Dicen que basta ver una vez al día,
de pasada y aun sin darle importancia, la imagen del Gran San Cristóbal,
para evitar accidentes y desgracias. Los chauffeurs suelen llevar consigo
una imagen del milagroso santo. Nuestro Gran San Cristóbal debe ser
este sentido de lo universal que se llama la cultura: un vistazo diario al
reino de la cultura, desde nuestra humilde ventanita, nos libertará de
accidentes y desgracias.
Platón, en uno de aquellos diálogos que varias veces han dado la
vuelta al mundo, destaca, bajo la apariencia de un símbolo poético, una
profunda verdad ideal. Asegura que los humanos no fueron siempre lo
que hoy son: que eran unos seres mixtos –hoy decimos mixtos o dobles,
pero habría que decir completos– en que la pareja hombre y mujer estaba
fundida en una sola unidad biológica que se bastaba a sí misma. Otro
símbolo nos ha dicho que Eva estaba intrínseca en el cuerpo de Adán:
brotó de su costilla, como el retoño brota en el tronco. Y la historia na-
tural nos enseña que esta partición o bifurcación es uno de los modos
elementales de reproducirse los seres. Así, en la célula viva –examinada
al microscopio– acontecen revoluciones muy semejantes a los cismas
políticos: el núcleo engorda y se rompe, y cada pedazo se va a su rincón,
convertido, a su turno, en pequeño sol de un diminuto sistema planetario
de puntitos y bastoncitos; hasta que la célula original se divide en varias
células nuevas. De igual modo el ser andrógino de Platón se partió un
día en sus dos elementos, el masculino y el femenino. Y aquí comienza
el gritar y el rechinar de dientes, porque cada fragmento se acuerda (esto
* Por los días en que se leyeron estas páginas, un fuerte viento occidental produjo una bajante
en el río de La Plata, perjudicando por algunas horas los servicios de agua en Buenos Aires.
Homilía por la cultura
Alfonso Reyes 189
No necesitamos retroceder en los siglos para encontrar yerbas adven-
ticias de antropomorfismo en el campo de la matemática. Los ejemplares
sociales de todas las épocas conviven en las distintas capas humanas
de cada época. Hay quien vive todavía en la Edad Media, y hay todavía
gente primitiva. Ciertos pueblos africanos de hoy en día sólo tienen
nombre numeral para las decenas, y completan las unidades sobran-
tes con gestos de la cara y señas de la mano. En la oscuridad, no pueden
comunicarse un cómputo. Para decir: “He visto cuatro cabras cruzar el
arroyo”, tienen que decir: “He visto cruzar el arroyo ¿cuántas cabras?”, y
aquí la mímica, el gesto o el ademán que corresponden al cuatro en un
como lenguaje de sordomudos.
Para quien vive en el nivel contemporáneo de la cultura, hoy la mate-
mática es lo que es y parece ya del todo higienizada, pasteurizada contra
toda influencia antropomórfica. No estamos, sin embargo, muy seguros
de que nuestra matemática parezca igualmente pura a la humanidad del
año tres mil. Entre los mismos sabios de nuestra época se nota una pugna
de criterios, pugna que precisamente se resuelve en una fundamenta-
ción más humana de las ciencias exactas. De un lado, aquella tradición
que arranca de Descartes (cuyo Discurso del Método está recordando la
gente universitaria de nuestros días, al cumplirse el tercer centenario de
su aparición) y que remata con los logísticos contemporáneos, tiende a
considerar la matemática como una disciplina formal, como una síntesis
lógica, lo que hace decir a un matemático de la otra escuela que también
hay arquitectos que, por usar del cemento para juntar sus materia-
les, quieren construir todo su palacio con cemento. De otro lado, hay otros
que consideran que en la matemática hay un acto de invención humana,
el cual puede representarse simbólicamente en el instante de elección
de las fórmulas, de que han de resultar las teorías y las conclusiones, y
que es este punto de vista el que ha permitido los grandes adelantos del
siglo pasado y del presente. Como veis, la matemática vive del cambio
con el estado general de la mente, con la cultura. Aun la invención y la
imaginación tienen que ver con ella. Y cuando la célebre manzana cae
sobre la cabeza de un hombre, se desata, dentro de esa cabeza, un pro-
ceso de asociaciones que lo llevan hasta la formulación de algunas leyes
II
Reseña 205
Influencia en la economía, con las reformas de 1995 el Poder
el derecho y las Judicial se hizo autónomo; en 1997
instituciones la oposición arrebató al partido
oficial la mayoría de la Cámara de
La cuarta sección está compues- Diputados y con ello activó los me-
ta por cinco ensayos dedicados canismos del equilibrio de los po-
de manera central a analizar las deres; en el año 2000 la alternancia
relaciones entre la economía, el en la Presidencia de la República
derecho y las instituciones. El descentralizó recursos y poder ha-
artículo de José Ramón Cossío cia los gobernadores y alcanzaron
descubre uno de los argumentos mayor relieve los poderes fácticos,
que revelan la gran fuerza del entre ellos el crimen organizado.
pensamiento liberal. El individuo,
dice, deber ser entendido como En este nuevo contexto, señala
un fin en sí mismo y, por ello, sus Elizondo, no se logró crear un
ámbitos de realización no pueden aparato funcional para impartir
ser interferidos por la autoridad y justicia. El ejemplo paradigmá-
deben recibir el apoyo de esta para tico es la utilización del amparo,
no enfrentar limitaciones por parte un recurso surgido en las leyes
de otros individuos. mexicanas y que hoy en día –dice
el autor– “ha terminado por ser
Cossío subraya que con el libe- un instrumento para que los más
ralismo “el hombre fue entronizado poderosos eviten muchas de las
en su individualidad y la razón de regulaciones estatales comunes en
ello se hizo consistir en su propia países democráticos”. En México,
ontología, en el hecho mismo de concluye, el dinero otorga poder
ser hombre. Con ello se afirmaba para casi todo.
un estatus de algún modo auto-
rreferente, sumamente sólido y, Rezagos de la democracia
prácticamente, inexpugnable”. mexicana
La colaboración de Carlos Eli- El artículo de Luis Carlos Ugalde
zondo describe, entre otras cosas, amplía los avances y deficiencias
la dispersión del poder y el surgi- de la democracia liberal mexicana:
miento de poderes fácticos que hoy “Hay elecciones libres y periódicas,
amenazan la libertad y el bienestar pero sin un Estado de derecho
individual. El autor recuerda que que garantice el acceso universal
206 Revista Mexicana de Cultura Política NA
y equitativo a la justicia; los ciu- que dependen del poder político
dadanos eligen a sus gobernantes, y un acceso desigual a la justicia.
pero estos rinden pocas cuentas de Cuatro, la partidocracia, que surgió
sus actos; cada voto vale lo mismo con la desaparición de los poderes
en las urnas, pero la influencia de metaconstitucionales del Presi-
los poderes de facto es mayor para dente y la multiplicación de los
definir políticas públicas; existen dadores de favores: partidos, legis-
tribunales que deben aplicar las ladores, líderes sindicales y gober-
leyes, pero persiste el uso selectivo nadores. Y quinto, el clientelismo
del derecho por razones políticas. regional, el cual se expresa en la
Tenemos más votos, pero no más existencia de gobiernos estatales
ciudadanos”. y municipales con recursos cada
vez más cuantiosos y la insuficien-
En el núcleo de esta problemá-
cia de un marco normativo y una
tica se encuentra el clientelismo y
cultura de rendición de cuentas.
la tradición corporativa del Estado
mexicano. En opinión de Ugalde La ruptura del clientelismo, a
es posible identificar cinco grandes decir de Ugalde, se logrará a par-
factores que explican la dureza de tir de la reforma del sistema fiscal,
este núcleo: uno, el Estado rentista, la reducción del tamaño y la re-
el cual se caracteriza por el uso de composición del gasto público,
recursos públicos y los contratos apoyo a mercados más competiti-
de obra pública para cooptar sin- vos y la fundación de un verdadero
dicatos, militares desempleados Estado de derecho.
y opositores al régimen. También
se distingue por ser un sistema Liberalismo igualitario
fiscal que recauda poco y gasta
La quinta y última sección de esta
mucho, con regímenes fiscales de
obra se titula “Zonas de comba-
excepción y que no cobra IVA en
te: el debate en la prensa”. Aquí
alimentos y medicinas.
se incluyen cuatro artículos, un
Dos, el Estado capturado, el cual fragmento del amparo promovido
se refiere al poder e influencia que por intelectuales contra la reforma
tienen los grandes corporativos constitucional que prohibió la con-
empresariales y los sindicatos. Tres, tratación de propaganda partidista
la impunidad política, caracteriza- en radio y televisión, así como un
da por la persistencia de tribunales debate sostenido por Aguilar Rive-
Reseña 207
ra, Jesús Silva Herzog-Márquez y La respuesta del liberalismo
Luis Villoro en torno a los derechos igualitario, dice López Guerra,
indígenas. es que una distribución justa es
aquella que otorga oportunida-
Claudio López Guerra destaca
des iguales a todos: “cualquier
en su colaboración que la tradición
liberal protagonizó el aconteci- factor que inicialmente ponga a al-
gunas personas en desventaja debe
miento intelectual más importante
compensarse. Derivar sólo liberta-
del siglo pasado en materia políti-
des formales del principio de igual
ca: el nacimiento del liberalismo
consideración y respeto es una
igualitario.
traición a los principios liberales”.
El autor sostiene que la libertad Entonces se clarifica el horizonte
e igualdad de los hombres implica y objetivos del liberalismo, el cual
entre otras cosas que todos tene- pretende construir una sociedad
mos el mismo derecho a concebir con un sistema robusto de dere-
y llevar a cabo un proyecto de vida. chos sociales, civiles y políticos, a
Sin embargo, por la finitud de los fin de garantizar a todos la misma
recursos materiales y la diversidad oportunidad de controlar el curso
de proyectos personales, no es po- de su existencia.
sible que todas las personas tengan
la vida que idealmente quisieran.
Orfandad.
El padre y el político.
Federico Reyes Heroles
Editorial Alfaguara,
México, 2015.
Eloy García
Doctor en Derecho (1985) y Catedrático de Derecho Constitucional,
Universidad Complutense de Madrid. Director Académico del Doctorado
de la Universidad Sergio Arboleda de Bogotá (Colombia). Técnico de
Administración Civil en excedencia, y director de la colección Clásicos
del Pensamiento de la editorial Tecnos.
Autor de diferentes artículos entre los que destacan: “El derecho cons-
titucional como compromiso permanentemente renovado. Entrevista a
Joaquim Gomes Canotilho” (1999), “Poder público y operadores privados
en los modelos de sistemas de transportes del siglo XXI” (1999), “El Poder
Constituyente Evolutivo en la crisis de la modernidad política” (2010),
“La corrupción como problema jurídico y como estadio jurídico-moral”
(2013), “El Rey Neutral. La plausibilidad de una lectura democrática del
art. 56.1 de la Constitución” (2014), “Derecho a decidir y Democracia”
(2015). Autor entre otros libros de: Inmunidad parlamentaria y Estado
de Partidos Tecnos, Madrid, 1989. El problema de la Irrelegibilidad en
la Democracia Contemporánea Universidad del Rosario, Bogotá, 2009.
Benjamin Constant: Una Constitución para la República de los Modernos.
Estudio de contextualización, Tecnos, Madrid, 2013.
Acerca de los autores 217
Ha editado y traducido los libros de Guglielmo Ferrero, Poder. Los
genios invisibles de la ciudad (1992), William Hamiltom, La lógica parla-
mentaria o de las reglas del buen parlamentario (1996), John G. Pocock,
El momento maquiavélico (2002), Quentin Skinner, El artista y la filosofía
política. Ambrogio Lorenzetti y los frescos del buen gobierno (2009). Ha
introducido en castellano la llamada Escuela de Cambridge.
Harvey C. Mansfield
Académico estadounidense ligado a la Universidad de Harvard desde
sus días de estudiante a la fecha. Obtuvo la licenciatura en 1953 y el
doctorado en 1961. Un año después ingresó como docente y en la ac-
tualidad ostenta la cátedra William R. Kenan sobre gobierno y filosofía
política. Entre 1973 y 1977 fue director del Departamento de Estudios
de Gobierno de la universidad, y presidente de la Asociación de Cien-
cia Política de Nueva Inglaterra en el periodo 1993-1994. Ha recibido
numerosos reconocimientos académicos a lo largo de su carrera, en-
tre ellos la Beca Guggenheim en 1970 y la Medalla Nacional para las
Humanidades en 2004. Es autor de 14 libros, entre ellos Una guía de
la filosofía política para estudiantes (2001) en el que analiza la historia
de la filosofía política a través de las contribuciones de pensadores como
Platón, Aristóteles, Locke, Rousseau y otros y Domesticando al Príncipe:
La ambivalencia del poder ejecutivo moderno (1989) donde enlaza la mo-
derna doctrina del poder ejecutivo con Nicolás Maquiavelo. Ha traducido
al inglés tres obras del pensador florentino así como el texto clásico de
Tocqueville, La democracia en América.
José Woldenberg
Doctor en Ciencias Políticas, maestro en Estudios Latinoamericanos y
licenciado en Sociología por la UNAM. Tiene una larga y reconocida tra-
yectoria sindicalista y partidista. Fue presidente del Instituto de Estudios
de la Transición Democrática y consejero ciudadano del Instituto Federal
Electoral del que después fue consejero presidente. Su trabajo acadé-
mico, de investigación, periodístico y en los cargos públicos ha estado
vinculado al tema político-electoral de México. Es profesor e investigador
en la UNAM, director de la revista Nexos entre 2009 y 2011, y desde 2008
consejero de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal.
Columnista del diario Reforma y conferencista en diversas instituciones
de educación superior y autor de artículos, ensayos y libros, entre los
que destacan La construcción de la democracia (2002), El cambio demo-
crático y la educación cívica en México (2007), Cultura mexicana: revisión
y prospectiva (coord.) (2008), El desencanto (2009) e Historia mínima de
la transición democrática en México (2012).