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Rodríguez Gastélum

UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE BAJA CALIFORNIA

Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales

Lic. Lengua y Literatura de Hispanoamérica

Rodríguez Gastélum Daniel

172/Grupo Vespertino

Seminario de Trabajo Recepcional

Rasgos de identidad, expresión cultural fronteriza del norte de México, contexto histórico-
cultural de producción y transculturación narrativa en “Misa fronteriza” de Luis Humberto
Crosthwaite.

Impartida por el Dr. Hugo Salcedo Larios


Rodríguez Gastélum

Índice

1.- Identidad cultural en “Misa Fronteriza” de Luis Humberto Crosthwaite. ............... 3


1.1 Acercamiento al concepto de identidad cultural. ..................................................... 3
1.1.1 Sentido histórico. .................................................................................................. 4
1.1.2 Sentido de comunidad. ......................................................................................... 6
1.1.3 El “yo” de Giddens. .............................................................................................. 9
1.2 Manifestaciones de identidad cultural en el espacio fronterizo del norte de
México. ............................................................................................................................. 12
1.2.1 Integración y desintegración nacional. ............................................................. 12
1.2.2 Migración ............................................................................................................ 15
1.2.3 Entorno globalizado ........................................................................................... 17
1.2.4 Religión................................................................................................................ 20
Bibliografía Comentada ..................................................................................................... 23
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1.- Identidad cultural en “Misa Fronteriza” de Luis Humberto Crosthwaite.

1.1 Acercamiento al concepto de identidad cultural.


El término “identidad” proviene del latín identitas, que se conformó, a través del desarrollo
de la lengua, de la palabra ídem que significa “lo mismo”, se manifiestala condición de
reflexividad de la identidad, como una reafirmación y una diferenciación del “yo”, como
aparece por primera vez en Giddens ante el Otro, entendiéndose ese Otro desde distintos
niveles, ya sea el individual, el colectivo o el que corresponde a la interacción con otras
culturas, en ese último, se habla de identidad cultural, que corresponde al conjunto de
rasgos culturales compartidos dentro de un grupo social, tales como las creencias, los
valores y las costumbres (Molano 73). Como otros elementos de la cultura, la identidad
cultural no se mantiene en estado fijo, sino que se recrea en tanto las circunstancias sociales
se van modificando, así como a partir de su retroalimentación con culturas externas a través
de procesos de “transculturación”.

Hay distintos referentes que sostienen dicha identidad, entre los que se encuentra el
territorio al que ésta se encuentra frecuentemente vinculada, como en el caso de las
identidades nacionales y regionales que sostuvieron los estudios sobre la cuestión
identitaria en sentido general, especialmente durante el siglo XIX, con el auge de los
nacionalismos y la conformación de los Estados nacionales. Para Ignacio González Varas
“la identidad cultural de un pueblo viene definida históricamente a través de múltiples
aspectos en los que se plasma su cultura, como la lengua, […] las relaciones sociales, ritos
y ceremonias propias” (43), en la anterior definición podemos encontrar algunos de dichos
rasgos, relacionados especialmente a cómo funcionan las interacciones de los individuos
dentro del sistema denominado como grupo social, como la música (parte del ritual y las
ceremonias), la lengua y otras prácticas de convivencia que brindan el sentido de
pertenencia a los individuos, aun cuando no necesariamente dicha comunidad esté
localizada geográficamente en un solo punto, tal es el caso de las migraciones o los
refugiados (Molano 73), donde, en varias ocasiones, la necesidad de arraigo y de establecer
conexiones con los referentes fundamentales de identidad acentúa dichas prácticas, como
en el caso particular de la frontera México-Estados Unidos.
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1.1.1 Sentido histórico.

En 1999, el historiador español, Ignacio González Varas publicó Conservación de bienes


culturales: teoría, historia, principios y normas, donde se reflexiona acerca del estado que
guarda el patrimonio cultural de una comunidad a través del tiempo; en dicho documento,
González Varas establece las diferencias entre los bienes inmateriales de la cultura y los
monumentos conocidos como históricos, argumentando que a pesar de que los rasgos
inmateriales pertenecen a la colectividad, son los monumentos históricos los que condensan
mejor los valores de una comunidad debido a su presencia material cargada de una valencia
icónica especialmente establecida (43); sin embargo, ambos tipos de referentes culturales
comparten (cada uno en una dimensión distinta) el rasgo histórico.

Para la consultora internacional en temas culturales, Olga Molano, “la identidad


cultural no existe sin la memoria, sin la capacidad de reconocer el pasado” (74), de ahí que
en varias ocasiones la identidad corresponda al conocimiento de la Historia, entendida
como la serie de procesos que contribuyeron a la conformación de un determinado
“pueblo” analizada a través de la hermenéutica particular de la mirada del individuo hacia
el pasado. En ese sentido, la práctica identitaria consiste en asumir, de manera afectiva los
resultados de las tendencias históricas; en el caso particular de la identidad mexicana se
podría analizar como en la “narcocultura” el elemento histórico del bandolerismo
revolucionario se retoma a través de la música regional como expresión popular para
generar identidad dándole características propias de su tiempo al hecho, es decir, adaptando
la verdad histórica a la forma de asumir los acontecimientos de su actualidad.

Es necesario analizar la forma en que dicha memoria histórica actúa en la


conformación de la identidad de un grupo social específico. Para el historiador mexicano
Julio Bracho, el sentido identitario se manifiesta fundamentalmente a través de una
concepción primordialista (69), que relaciona al ser con su parecer primigenio y su
condición esencial, es decir, en la revisión del pasado en contraposición o conexión con el
presente, con la actualidad del individuo que está consciente (de modo parcial) del
desarrollo de su comunidad; dicha conciencia implica valores y vínculos afectivos que
determinan no sólo los conceptos fundamentales que se tienen sobre una realidad, sino las
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prácticas sociales (rituales y de convivencia) que son producto de la interacción de las


subjetividades de los individuos pertenecientes al conjunto. En el poema litúrgico “Misa
Fronteriza” del escritor tijuanense, Luis Humberto Crosthwaite, están incluidas una serie de
referencias directas e indirectas a los procesos históricos del pueblo mexicano, del que se
deriva la comunidad fronteriza, a quien está dirigido el texto:

Oremos. Nos quitaron mucha tierra, luego nos echaron de esa tierra.
Quisimos regresar y todavía lo estamos haciendo. Nos golpean, nos dicen
puercos mexicanos, váyanse de aquí. Pero seguimos cruzando. Nos dicen
frijoleros grasosos, nada tienen que hacer en la tierra de la libertad. Pero
seguimos cruzando. Construyeron un muro de metal y dijeron con esto ya no
van a cruzar los puercos mexicanos. Pero seguimos cruzando. Levantaron
detrás de ese muro otra gran muralla de concreto y dijeron ahora sí, ahora sí
los vamos a detener. Pero seguimos cruzando (39).
En el fragmento anterior, que tiene la estructura de una liturgia católica, encontramos
referidos de modo poético-narrativo diferentes acontecimientos históricos en la relación
política entre ambos países, como la anexión en 1848 de gran parte del territorio mexicano
a los Estados Unidos tras la firma del Tratado de Guadalupe-Hidalgo, que puso fin a la
guerra entre ambos países y que determinó las características de la división geopolítica que
tendría una obvia influencia sobre la vida social, especialmente entre las propiedades de
alteridad y otredad que se desarrollarían en la Historia de dicha interacción, he ahí la
dimensión simbólica del espacio geográfico fronterizo que se profundizará con mayor
detalle en el capítulo 4. Sin embargo, la reflexión que se hace dentro del texto trasciende a
otros elementos del sentido histórico, que refiere a la conciencia crítica y analítica de las
problemáticas sociales (y sus determinadas consecuencias) del espacio limítrofe binacional,
que se desarrollan debido a dichos acontecimientos, como los abusos de parte de la patrulla
fronteriza que se acentuaron tras el ataque al World Trade Center de Nueva York en
septiembre del 2001 y la construcción y el reforzamiento del muro fronterizo; en esa línea
de ideas se denota el análisis literario de las implicaciones de la Historia sociopolítica de la
región el sentir de la comunidad fronteriza producto de ello, es decir, el vínculo afectivo y
de valor que conformará un elemento fundamental de la identidad de los individuos.

Desde una perspectiva marxista se puede entender a la Historia de las naciones y de


los pueblos como una lucha entre dos clases sociales: la burguesía y el proletariado
(Hobsbawn 9), sin embargo, con fines prácticos de revisión analítica se podría llevar a ese
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dualismo a otras dimensiones y a otros espacios específicos, de ahí que el aspecto dialéctico
de dicha alteridad sea aplicable a la relación entre el grupo social provisto de poder
económico y político y el que, carece de él: el estadunidense y el migrante mexicano,
especialmente el que no tiene documentos legales para residir en los Estados Unidos; por
ello, dentro del poema el carácter militante está presente durante toda la “liturgia” cuando
invita a la comunidad a cruzar a los mexicanos la frontera aún en contra de la legalidad
estadunidense: “Y si alguien les impide el paso, ustedes crucen” (Crosthwaite 47), es decir,
el carácter de la lucha entre dos arquetipos sociales se hace presente, constituyendo así
nuevas vías para el devenir de los acontecimientos, o para participar en la reafirmación de
ciertas tendencias. En ese sentido en la lógica del texto el sentido histórico tiene dos
funciones: la analítica que conforma visiones e identidad entre un grupo social específico y
la dialéctica que a través de la función ideológica del discurso literario a formar parte activa
del proceso histórico.

1.1.2 Sentido de comunidad.

Se ha mencionado que parte esencial de la identidad se encuentra adherida al sentido de


pertenencia a un grupo social; es decir, a una comunidad específica, que comparte rasgos
culturales específicos, tales como la lengua, los rituales y las prácticas sociales, se ha
expuesto que dicha comunidad no corresponde necesariamente a una entidad homogénea,
sino que está conformada por individuos que interiorizan de modo particular los procesos
sociales objetivos (Flores 41), tales como la existencia de las clases sociales (y las prácticas
que éstas implican), y de esa manera constituir significados propios; dicha interiorización
particular está determinada por las diferencias entre las distintas experiencias que posee
cada individuo dentro del sistema social. Lo que aumenta la importancia de los estudios de
caso dentro del marco de los estudios culturales, desde la perspectiva sociológica o
antropológica que aborde a una determinada circunstancia sociocultural.

La identidad cultural también corresponde a una conciencia cultural del “yo” dentro
y fuera del grupo social en cuestión, estableciendo distinciones de los miembros de una
comunidad entre sí y en relación a otros grupos sociales, ya sean estos de índole regional,
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nacional o transnacional; por lo tanto dicha conciencia cultural implica más que un
reconocimiento del “yo” en el entorno, representa, entre otras cosas, la creación e
instalación de fronteras culturales (Flores 43), fronteras entendidas como espacios de
interacción con regiones culturales en los que las prácticas sociales del entorno inmediato
no pertenecen a la normatividad propia.

En “Misa Fronteriza” dicho sentido de comunidad es uno de los ejes rectores del
texto, el pueblo mexicano destinado a cruzar (y a asumir de modo personal, como lo
expresa Giddens a través del desarrollo del “yo” en la modernidad, época histórica en la
que se circunscriben las circunstancias descritas en el poema) la frontera, que puesta de
modo tangible e intangible respectivamente constituye un muro y un reto; es decir,
utilizando la alegoría del “pueblo de Israel”; el autor expresa de distintas maneras cómo la
colectividad debe cruzar la frontera; a través de los símiles discursivos con la Biblia, es
decir, como los israelitas deben liberarse del yugo egipcio y cruzar el desierto, en esa
unidad se manifiesta el sentido de fraternidad que el rito católico parodiado expresa.

Dentro de dicho texto, se hace constantemente referencia a la frontera como entidad


actante, es decir, en la índole narrativa del poema, la frontera es un personaje que influye
sobre los que interactúan con ella de modo concreto y abstracto: “Maldita sea tu presencia
segregadora, pero bendita sea tu presencia porque nos has dado vida a nosotros, los
fronterizos” (Crosthwaite 43), en el fragmento anterior el autor manifiesta la relación con el
Otro, con el que se encuentra del otro lado del muro: el estadunidense; sin embargo es a
través de ese rechazo como se conforma un nuevo concepto dentro de la estructura interna
del poema: los fronterizos, entendidos como un solo grupo aunque de modo disperso en
ocasiones, será un elemento cohesionador a lo largo de hilo conductivo de la narración; de
ahí que esa unidad creada o recreada denote el sentido de comunidad que se entenderá
como parte de la identidad cultural específica de dicho grupo. El rasgo de reafirmación de
la unidad social actúa en la alteridad, es a través de la conciencia de una frontera que se
manifiesta la identificación con alguno de los espacios (o tiempos cuando se analiza el
aspecto histórico) adyacentes a esa zona limítrofe simbólica que nace de interacciones
concretas entre un espacio geográfico donde suceden los acontecimientos que producen,
explican y reproducen dicha alteridad.
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Partiendo de la idea de que el sentido de pertenencia constituye parte fundamental


de la identidad, es necesario determinar los elementos compartidos que lo conforman, como
la lengua, la fe (como se analizará más adelante) y el territorio, que según el sociólogo del
Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México,
Fernando Vizcaíno Guerra “constituye el ámbito de ciertas actividades de producción e
intercambio y a un tiempo una forma simbólica que da sentido de pertenencia” (234). De lo
anterior se puede decir que la cualidad figurativa del espacio físico, en el caso particular de
la frontera, reside en la interpretación que el individuo le dé a los fenómenos que sucedan
en dichos espacio, fenómenos dentro y fuera de los cuales se llevan a cabo actividades que
producen, intercambian y retroalimentan bienes materiales, económicos, políticos y sociales
que después se transforman en bienes simbólicos que conformarán el capital cultural de la
comunidad a través de lo cual adquiere una dimensión y una aplicación específicamente
literaria como queda demostrado en el texto de Luis Humberto Crosthwaite. Esa
correlación literaria entre dimensión abstracta a partir de los aspectos concretos, como la
geografía, es expresada dentro de “Misa Fronteriza” en la descripción que se hace de la
región fronteriza, es decir, en los elementos referidos a partir de la función descriptiva del
lenguaje interactúan dos categorías de elementos, los materiales y los inmateriales, que
pueden tener una carga histórica, como se analizó en con anterioridad, pero también
meramente abstracta a la hora de configurar el concepto de pertenencia a un determinado
territorio:

Creo en una sola Frontera, tierra de nadie, espacio, área, río, muro: límite norte de
México, límite sur de Estados Unidos, república de enmedio, orilla del mar que no
es del todo agua y no es del todo arena, donde la esperanza y la desesperanza son
amantes y se toman de la mano sin importar lo que diga la gente; donde ciudades,
pueblos y ranchos se casan, se divorcian y se vuelven a casar. (34)

El hecho de incluir el término “creo”, reivindica el sentido personal del texto, lo que trae a
colación el vínculo afectivo que formará parte esencial para que sociológicamente se pueda
determinar el sentido de pertenencia. Asimismo refiere a los sentimientos que dicha ruptura
fronteriza genera en la unidad social que habita dicho espacio de interacción “donde la
esperanza y la desesperanza son amantes”, en ese sentido, la disyuntiva geográfica, lo es en
sentido simbólico produciendo una carga sentimental, que funciona como hilo conductor
del discurso en ese sentido. México y Estados Unidos adquieren tres dimensiones prácticas
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en tanto que factibles de ser revisadas: la dimensión física, la simbólica y la sentimental-


afectiva, que funcionan que son aplicables para su análisis a partir de varios elementos,
principalmente el que analiza el sentido de pertenencia como catalizador de la identidad
que actúa como voz narrativa dentro del texto.

1.1.3 El “yo” de Giddens.

Anthony Giddens, sociólogo británico nacido en 1938, ganador del Premio Príncipe de
Asturias en las Ciencias Sociales en 2002, plantea, a lo largo de su obra, nociones generales
de la sociedad moderna, en las que analiza de manera específica los elementos
componentes de ésta, entre ellos, la idea del “yo” como autoconsciencia personal y la
manera en que éste se desarrolla y se configura ante el escenario moderno. En el capítulo
“Identidad del yo, historia, modernidad” del libro Modernidad e identidad del yo: el yo y la
sociedad en la época contemporánea, publicado en 1991, reflexiona acerca de la historia de
la reflexión y búsqueda del “yo”, explicando “que la búsqueda de la identidad del yo es un
problema moderno que tiene, quizá, sus orígenes en el individualismo occidental” (98). Es
decir, es precisamente en la etapa moderna de la Historia cuando el sitio del hombre ante la
sociedad, es cuestionado; elemento que reivindica el carácter personal de la identidad, y
pone en contraste la reflexión con otras etapas históricas, entre ellas, la época medieval,
donde según el autor: “el linaje, el género, el rango social y otros atributos decisivos
estaban relativamente fijados. A lo largo de los diversos estadios de la vida se producirían
cambios pero “estarían dirigidos por procesos institucionalizados y el papel del individuo
en ellos era relativamente pasivo” (98); habría que relacionar estas reflexiones al hecho de
que es también en la época moderna, especialmente durante el siglo XIX, a partir de la
Revolución Industrial y del desarrollo técnico que estableció la división del trabajo,
atendiendo a las capacidades particulares de los individuos, modificando la estructura
social, donde estos estudios adquieren su lugar dentro de las ciencias sociales. ¿Qué
implicaciones tiene esa noción evolutiva del individuo en la construcción del concepto de
identidad cultural? En que atender a esos procesos evolutivos explica parte fundamental de
la formación entre identidad e Historia además de reflexionar acerca de cómo es que el
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“yo” configura dicha identidad; cómo se fundamenta a través de la experiencia personal y


de la percepción del espacio y el tiempo vitales del individuo en cuestión, sus expectativas
en el plano temporal de su entorno inmediato y cotidiano, de ahí que para Giddens sea la
psicoterapia una herramienta fundamental del análisis científico-social moderno.

Ese denominado “factor psicológico” al influir en la identidad cultural, y ésta, al ser


parte del fenómeno cultural en su conjunto, influye en la cultura, a partir del hecho de que
las alteraciones de esa experiencia pueden configurar procesos en los cuales no sólo la
lengua sino otros rasgos culturales se vean modificados, podría verse, por ejemplo, como
diferentes personas pueden entender un mismo ritual social; como la interacción dentro de
alguna fiesta tradicional y las modificaciones de ésta, al representar una modificación que
resulta pertinente, modifican todo el panorama cultural de un caso específico. Las maneras
en que ése denominado elemento psicológico de la identidad influye en todo el campo
cultural (término acuñado por primera vez por el científico social francés Pierre Bourdieu)
son variadas, pero entre otras, corresponden a temas de como la seguridad del individuo
ante el entorno general de la existencia y cómo la toma de decisiones ante una miscelánea
infinita de decisiones posibles (Giddens 53) implica un lugar compartido con el otro: una
práctica social. Respecto a la toma de decisiones, Giddens menciona que “no somos lo que
somos, sino lo que nos hacemos” (101); en ese punto se reivindica la responsabilidad del
ser sobre su interacción con el otro en tanto sus opciones corresponden tan sólo a las que
conforman la cultura a través de la normatividad de las prácticas que la sociedad en turno
(alterada por la escala de valores propia de la modernidad) impone. Eso es lo que interesa a
la plataforma identitaria con respecto al “yo”: la manera en que el individuo asume,
conforma y modifica la realidad del mundo, entidad imaginada compartida por otros
miembros de ese mismo grupo social.

Para muchos autores, la literatura es un fenómeno sociológico, por ello, el elemento


psicosocial del arte es determinante a la hora de comprender su relación con la
contemporaneidad en que el texto no sólo es escrito, sino reproducido y actualizado a través
de las múltiples lecturas que puedan hacerse de él, lo que en la teoría literaria se conoce
como “teoría de la recepción” cuyo personaje fundamental fue el alemán Hans Robert
Jauss, quien trató de relacionar la percepción de un texto literario a partir del devenir
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histórico y del “horizonte de expectativas” con que un lector determinado cuenta a la hora
de ejercer la lectura de un texto literario, y con ello, su actualización su renovación y
dinamismo constante de los significados que pueden encontrarse en un determinado texto.

A partir de la idea anterior, podemos establecer como base la cualidad psicológica y


personal de la interpretación en lo que a Literatura se refiere, y con ello, explicar que el
“yo” de Giddens, es un “yo” que vive y se identifica conscientemente con y en la
modernidad, cuyo estado de reflexión sobre el mundo se circunscribe al siglo XX, época
donde se gestan los acontecimientos principales que determinan las condiciones sociales
que se poetizan y si analizan en “Misa Fronteriza”, si bien, la división del territorio que
constituiría la frontera se llevó desde mediados del siglo XIX, es en el siglo XX, en la
época en que la modernidad da paso a la posmodernidad, según autores, filósofos y
sociólogo como el francés, Lyotard e inclusive lingüistas como Noam Chomsky, cuando se
desarrollan y adquieren un símbolo especifico las disyuntivas sociales producto de la
interacción entre los dos países, principalmente a través de las consecuencias políticas y
económicas del entorno globalizado, como se verá más adelante, en el que el Tercer y el
Primer Mundo entran contacto y establecen relaciones asimétricas que se critican
ideológicamente dentro del poema en tanto representa una injusticia y está inscrito dentro
de factores como la discriminación racial y el fervor nacionalista.

En ese sentido, habría que establecer que en la lógica narrativa es el “yo” moderno y
fronterizo el que establece esas críticas y el que recurre como elemento discursivo y
pragmático, es decir, según la utilidad, a hablar desde la colectividad, la comunidad con la
cual comparte rasgos culturales que desde su individualidad analiza y reproduce para
establecer nuevos criterios de identidad o explicar la condición fronteriza, en ese sentido
ambas acciones son equivalentes: “Cuando ya haya logrado cruzar ese muro, dime ¿es
segura la felicidad” (Crosthwaite 34), la felicidad entendida como el vínculo afectivo con el
que el “yo” individual, reflexionando psicosocialmente cuestiona a los miembros de su
comunidad, sin embargo, cuando la alteridad se hace presente, como en lo referido al hecho
de cruzar ilegalmente la frontera, como una ruptura que rompe con lo establecido, y hace
del discurso un acto de militancia (o de lucha de clases visto desde una perspectiva
marxista superficial), entonces el autor dice, “pero seguimos cruzando” (39), utilizando el
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verbo en la segunda persona del plural para unificar como una tipología arquetípica a los
migrantes, o al mexicano en sentido general, cuando el sólo hecho de “soñar” con la vida de
Estados Unidos ya implica una traslación de dos espacios simbólicos a partir del ejercicio
crítico, que el lector entenderá de acuerdo a su horizonte de expectativas, es decir, de
acuerdo a la experiencia particular de su “yo” moderno dentro del sistema social, ejercerá
diversos criterios para establecer conexiones entre el texto y la realidad, negando esa
conexión o complementándola dotando de nuevos significados a los hechos relativos al
poema, ya sean narrativos o meramente poéticos: “Bienvenidos todos a esta misa fronteriza.
(Haciendo la señal de la cruz.) En el norte los Estados Unidos, en el sur México; en medio,
de este a oeste, una franja.” (33), en el fragmento anterior, se utiliza, como en la mayoría
del texto, la parodia de una parte del rito católico que refiere a la bendición, que, a pesar de
no tener una estructura narrativa, en la exclusividad de la función poética del lenguaje, el
“yo” lírico que expresa ese parlamento litúrgico, está nombrando, aunque de modo
concreto, la situación geográfica que explica la problemática que se tratará durante todo el
ritual paródico-religioso, en ese sentido, el “yo” contextualiza al lector para que éste
actualice el texto a su relación con las coordenadas citadas en ese llamado que implica el
inicio del rito.

1.2 Manifestaciones de identidad cultural en el espacio fronterizo del norte de México.

1.2.1 Integración y desintegración nacional.

Para el antropólogo mexicano Héctor Tejera, uno de los problemas más importantes en la
actualidad para comprender la diversidad mexicana es establecer métodos para
caracterizarla, es decir, establecer pautas para su estudio (47), planteando la necesidad, por
ejemplo, de poner especial atención, en los estudios sociales contemporáneos, del factor
regional, para analizar de manera particular fenómenos que en sí mismos se diferencian del
resto en el entorno “nacional”. Dicha pluriculturalidad, implica, entre otras cosas,
cuestionar la existencia de ese modelo nacional en tanto su supuesta homogeneidad,
abriendo la posibilidad de nuevas maneras de comprender el escenario territorial de
México, poniendo a la luz, nuevas dificultades de abordaje.
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En ese sentido, es necesario plantear que existen rasgos de la cultura cuya dificultad
para ser ubicados en el entorno nacional presenta problemas especialmente en el punto en
que se pretende delimitar la existencia de dicho fenómeno en el entorno nacional; es decir
en el reconocimiento de hasta dónde llegan los elementos, a qué dimensión tiempo-
espacial, geográfica e históricamente se cumple una cierta tendencia o una manifestación de
expresión cultural (como se verá más adelante en el capítulo 2). Ahora bien, ante ese
panorama de heterogeneidad, habría que determinar de modo operativo, según Tejera, si
existe una denominada cultura nacional, debido a que:

…pese a los intentos por construir una sociedad homogénea, México


ha emergido de manera opuesta. Su heterogeneidad es evidente, lo
que no implica la inexistencia de una cultura nacional. Al contrario,
afirmamos que ésta existe y se ha formado a través de la conjunción e
interacción de varios ‘paradigmas raíces’, como son el nacionalismo,
´lo mexicano’, ‘lo propio’ e incluso héroes y próceres (49).

De lo anterior cabe destacar la noción de “paradigmas raíces” que el autor señala; en el


entorno del norte de México el nacionalismo, “lo propio” y “lo mexicano” son tan
preponderantes en la vida social como pueden serlo en el centro y sur del país. Sólo que en
este espacio en particular el factor de la cercanía con los Estados Unidos adquiere especial
importancia, ya que dicho sentido nacionalista implica no sólo la conciencia de una
identidad particular, sino una reafirmación del “yo mexicano” frente al “yo estadunidense”,
estableciendo en esa diferenciación que los planteamientos de modos de vida y sentido
histórico distintos inclusive cuando esto implica la coexistencia dentro de un mismo
espacio. A pesar de ello, existen circunstancias, como ya se mencionó, que son particulares
de cada región dentro del territorio nacional y que contribuirán a darle una significación
diferente a los mismos fenómenos de acuerdo a que cada zona tiene un sentido histórico y
un sentido de pertenencia distintos. Uno de los elementos que marcan de mejor manera
estas diferencias internas dentro del escenario mexicano, son los factores socioeconómicos
y étnicos que determinan, entre otras cosas, las formas de vida y las prácticas sociales:
“Dicen que allá, compadre, es mejor que aquí, y aunque yo deje mi tierra, y aunque deje mi
familia por un puñado de dólares, todo será por su bienestar, todo será por darles algo de
comer, todo será por ellos.” (Crosthwaite 34); la pobreza determina la práctica social de la
migración, a través de vínculo afectivo hacia dar a los seres queridos un cierto sentido de
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estado de bienestar, sin embargo, dicha postura establece la creación de una unidad, “el
compadre” comparte el mismo sentido de identidad que el personaje que enuncia, es decir,
el mexicano se vuelve un Todo en el momento en que establece “dejar su tierra” para
migrar hacia otra, es decir, la tierra que pertenece al mexicano es México en su conjunto, y
la problemática social de la pobreza económica y moral de México también es adyacente a
una visión holística del territorio mexicano, sin embargo, a la hora de establecer criterios de
interacción o de zona de conflicto, violencia y alteridad, se referirá al conjunto social como
los residentes específicamente de la frontera, debido a que, a pesar de que el espacio
simbólico y físico al que se le da tratamiento pertenece al territorio mexicano, es la
condición fronteriza el tema explorado.

En ese sentido, los estudios culturales se encuentran con la dificultad de la


diferenciación y el dinamismo que dificultan su categorización y la definición de las
características del sentido nacionalista. Sin embargo, según Tejera, el análisis debe residir
en el estudio de los símbolos y en cómo estos se jerarquizan en un espacio determinado,
para, con ello, definir a grandes rasgos cuáles son los intereses o las ideas dominantes
dentro de un espacio particular: una región específica (50). En el caso particular del norte
de México, queda claro que es complicado definir las tendencias culturales; sin embargo,
éstas pueden tomarse a través de lo concreto: de sus fenómenos, como la migración interna
y externa, y la manera en que se suele asumir la influencia de la cultura de los Estados
Unidos en la cotidianidad y en la experiencia personal de cada individuo, es decir, como el
campo cultural se construye a través de fenómenos sociales dados, como la creciente
influencia del narcotráfico en la vida social de las comunidades fronterizas debido a que, al
igual que los bienes simbólicos, también la mercancía ilícita tiene a la frontera como zona
de traslado hacia el país del norte: “Caminito del narcotráfico, tú que pasas por mi Frontera,
dime una cosa, ¿cómo le haces pa’ seguir cruzando?” (Crosthwaite 45), el narrador
pregunta a la situación en sí, como si se tratase de un personaje que actúa no sólo
modificando la vida social de la región, sino compartiendo el rasgo migrante con otros
elementos de la mexicanidad (lo que pone de manifiesto un recurso metafórico en el
quehacer literario); dicha reflexión expone relación que existe entre el dominio del espacio
geográfico de parte del narcotráfico, en tanto se cuestiona la capacidad para “seguir
cruzando”, debido a que la frontera es vista, en ese sentido, como un espacio en que los
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mexicanos ejercen su capacidad de asombro ante el muro que se construyó para dividir dos
territorios geopolíticamente (en ese asombro se ve representada la valencia icónica de un
monumento físico, como el muro fronterizo, para establecer rasgos que se adscriban a los
sentidos histórico y de pertenencia a un determinado grupo social).

Para ampliar el panorama de la integración y la desintegración nacional en México


especialmente en el caso de la frontera, habría que analizar que la frontera no representa
necesariamente una ruptura con el territorio en general desde el punto de vista de la
composición del espacio, es precisamente la delimitación de fronteras, las que generan la
conciencia plena de que existe un territorio bien conformado, en tanto éste se haya
delimitado geopolíticamente (Gímenez 18); es importante resaltar ese punto porque de esa
manera se plantea a la frontera ya no vista como un espacio de interacción y/o choque
ambiguos y determinados por la experiencia personal de cada uno de sus habitantes, sino
como la reafirmación de una conciencia nacional, y más aún, de la existencia de un
territorio nacional definido en la cultura, en ese punto los integrantes de esa interacción se
reafirman, y en dicha reafirmación (identitas, ídem) existe un sentido de identidad cultural.

1.2.2 Migración

Resulta congruente con el análisis integral de la composición de una determinada


“condición fronteriza” la mención de que dentro de “Misa Fronteriza”, Crosthwaite no sólo
se dirija a los fronterizos que, como ya se mencionó están ubicados en el espacio
geopolítico de la frontera (el norte de México y el sur de los Estados Unidos), sino que
también dirige su carta a los michoacanos a quienes introduce dentro de la taxonomía
correspondiente al ser fronterizo, debido a la constante migración de estos hacia Estados
Unidos por lo que comparten no sólo una condición social con los norteños, sino también
rasgos de índole cultural, como la reafirmación de su identidad cultural (lo que representa
una adición al sentido de comunidad y junto con ello a un mismo campo cultural) ante el
ser que composicionalmente es distinto, el de los Estados Unidos: “Carta del apóstol san
Luis Humberto a los michoacanos. De Luis Humberto, llamado por voluntad del señor a ser
apóstol de la Música Norteña. A los michoacanos que, consagrados por ser migrantes, serán
llamados también fronterizos” (45). Los michoacanos comparten un rasgo de sentido de
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pertenencia a un mismo espacio simbólico: la migración, es decir, el traslado de un lugar a


otro establece lugares comunes.

Para analizar el tema de los procesos migratorios binacionales y su relación con la


alteridad y la identificación como elementos esenciales en la conformación de las
identidades, es necesario primero establecer principios básicos del aspecto transnacional
(Rodríguez 3), como los que refieren a condiciones de intercambio y/o vinculación de
individualidades y colectividades a través del espacio geográfico de las fronteras; en ese
sentido, la condición transfronteriza crea nuevas formas de interacción humana que se
explican a través de la expresión cultural, como se verá en el siguiente capítulo. En el caso
particular de la región mexicoamericana, la transmigración responde a la asimetría
socioeconómica y cultural entre ambos países, y que constituye uno de los procesos
sociales más determinantes de la vida social de la región y que motivará la Literatura que se
adscribe a dicha temática.

Resulta interesante que el paradigma raíz de “lo mexicano”, es decir, la


reivindicación de lo propio, sea uno de los catalizadores de la focalización narrativa en
“Misa Fronteriza”, puesto que Luis Humberto, personaje que enuncia los acontecimientos y
genera las evocaciones poéticas elementales, lo hace desde el lado mexicano de la frontera,
es decir, expresa de modo recurrente los valores propios de la condición mexicano-
fronteriza y su relación con la alteridad, es decir, la identidad se refuerza en tanto se tiene
conciencia de la ruptura simbólica que implica una frontera cultural:

Entonces los golpes fueron para él, uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete...
los tres migras se turnaron entre ellos. Y le dijeron todo tipo de vilipendios
en inglés. Lo golpearon hasta el cansancio, porque se decían entre ellos:
"¿Cómo vamos a dejar que un mexicano, un simple mexicanito se burle de
nosotros?". Y no dejaron de golpearlo hasta que llegó el silencio. Hasta que
el Chuy no respiró más. Sus compañeros creyeron que sufrirían el mismo
destino, pero la sed de los migras estaba colmada. Los subieron a una
camioneta, de esas que llaman perreras, y los retacharon para México (43).

En el pasaje anterior se narra el cruce fronterizo ilegal, en donde no sólo se expresa el


problema social de la discriminación racial y nacionalista procedente de la utilización de la
brutalidad de parte de los integrantes de la patrulla fronteriza, que se conocen dentro de la
lógica discursiva como “los migras” sino que se parodia al personaje bíblico de Jesucristo
Rodríguez Gastélum 17

(más adelante se verá la conexión de la fe, como un sistema de símbolos que genera
identidad) adscribiéndole un mote que refiere a un símil con el habla mexicana: Chuy, de
ahí que la identidad también a esté anclada a principios de asimilación lingüística, como la
utilización del verbo “retachar”; la focalización está expresada desde el lado mexicano,
como una confrontación dentro del espacio conceptual de la alteridad, como una
confrontación que tiene en su haber la identidad del grupo social que es asimétricamente
atacado dentro de los acontecimientos del proceso de migrar hacia Estados Unidos, es
decir, están conscientes de que ese territorio les es ajeno, y establecen pautas para reforzar,
durante el traslado, su identidad, refiriéndose al “sacrificio” Chuy, y de cómo sus
seguidores fueron “retachados para México”, recibiendo los golpes de los migras utilizando
el recurso de la similitud con los mártires cristianos contra el Imperio Romano, en ese
sentido, el traslado migratorio refuerza la identidad particular, debido a que se reconocen
los espacios simbólicos que se cruzan, se categoriza a los habitantes de cada uno y se
establecen formas relacionadas con “lo propio”, en este caso “lo mexicano”.

Es necesario destacar que la alteridad y la confrontación también tienen una


dimensión histórica (Gímenez 21), que se extiende y se modifica en tanto las circunstancias
y los procesos sociales se van modificando a lo largo del tiempo. En el siglo XIX, la
disputa era ejercida para dominar grandes espacios de territorio, sin embargo, tras la
anexión de dicho territorio hacia Estados Unidos, la violencia está relacionada ahora con la
asimetría económica de la globalización, y las políticas públicas del país del norte, como la
militarización del espacio fronterizo, que a través de las medidas regulatorias y de vigilar
de manera férrea la actividad de la población migrante que intenta cruzar o que vive en los
Estados Unidos, práctica la violencia física y la cultural en contra de dicho sector de la
población mexicana, como queda de manifiesto en el poema, esa alteridad dentro del
proceso de transición física hacia territorio “gringo”, explica cómo la migración y los
procesos que derivan de ella y en ella configuran lugares y rencores comunes que se ponen
de manifiesto cuando se analiza la identidad cultural del mexicano fronterizo.

1.2.3 Entorno globalizado


Rodríguez Gastélum 18

Considerando que la globalización es un fenómeno que interviene en la vida política,


económica, social (Gímenez 26), también es necesario que se desarrolle el concepto
operativamente en tanto influencia cultural, y por ende en la identidad cultural; sin
embargo, según la perspectiva sistemática del análisis culturalista, es necesario definir, en
primera instancia, qué es la globalización y de qué forma influye en la vida social. La
globalización es un proceso económico, tecnológico y sociocultural relacionado a la
interacción e interdependencia entre los distintos países del mundo, es decir, a la
transacción entre elementos de distinta índole para establecer distintos valores de los
capitales culturales y sociales, y establecer formas de vida en cada una de las regiones en
los cuales se desarrolla.

Para Esther Kravzov Appel, investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de


México, el proceso globalizante “nos arrastra, en un mismo movimiento hacia dos
realidades opuestas, la universalidad y la uniformidad” (242), es decir, establece dos
criterios el de interacción con elementos que se encuentran fuera de la cultura de origen, y
el que constituye la noción de que esos elementos en combinación transnacional se asumen
como una unidad en el que prevalece una serie de formas específicas de ser. En el caso
particular de “Misa Fronteriza”, dichos procesos de globalización quedan registrados a
través de dos vertientes: la condición referencial y la condición crítica.

Dentro del poema el conflicto de lo cosmopolita y lo nacional se hace presente a


través de la música, debido a que Luis Humberto, denominado “apóstol de la música
norteña”, es en primera instancia se refiere a sí mismo un amante del “rock” de origen
estadunidense o inglés, mofándose de sus conocidos con intereses rituales más arraigados al
espacio en donde se circunscribe la narración, la frontera norte de México:

Yo era uno de esos rocanroleros ortodoxos, a la antigua usanza, rudos e


implacables. Usaba pantalones de mezclilla raídos y deslavados, camisetas
con la efigie de Jim Morrison o John Lennon. Tenía el cabello largo y me
cepillaba los dientes con bicarbonato de sodio. Me deleitaban los Beatles, los
Rolling Stones, Santana, los Who y todo aquel buen rock que, según yo,
circulaba en el aire antes de la llegada de la música disco, que había
mandado todo a la mierda (45).
Rodríguez Gastélum 19

La referencia a grupos musicales de la época de la globalización de los medios de


comunicación masiva (como la televisión), expresa el rasgo histórico de un periodo en
particular, donde la cultura popular se transmitía a miles de personas durante los años 80,
implica también la revisión del estado que guarda la identidad regional ante ese flujo de
información constante que permea y modifica las formas de asumir la realidad social, así
como establecer nuevas pautas entre los dos criterios elementales de la identidad, el rasgo
histórico y el sentido de pertenencia.

En ese sentido, es necesario analizar la condición crítica que se hace del fenómeno
dentro del texto, a través de explicar las asimetrías sociales y económicas que de esas
prácticas políticas se deriva, explicando entre otras cosas, que las dificultades a las que
estos mexicanos y fronterizos (como una reafirmación de la mexicanidad en sentido
general) se enfrentan para terminar decidiendo migrar hacia Estados Unidos, estableciendo
una miscelánea de fenómenos sociales alrededor de una misma región: “Fronteras entre
Estados Unidos y el resto del mundo, rueguen por nosotros. Fronteras de la pobreza, de la
necesidad, del olvido, rueguen por nosotros. Todos somos la misma frontera. Pero la mía
es la madre de todas ellas” (44). Es decir, se analiza a los Estados Unidos en su relación con
el mundo ante las circunstancias propias de un entorno globalizado y sus consecuencias, la
pobreza, la necesidad y el olvido, para después generar esa unidad internacional producto
de una forma de entender de modo crítico la condición fronteriza y sus implicaciones
(como se analizará con más especificidad en el capítulo 4):

Líbranos de todos los líderes que, buscando la bendición y el apoyo


económico de la Casa Blanca, le entregan su país y el trasero al gobierno
norteamericano, y concédenos la paz que tanto anhelamos. Salva a los países
árabes de las botas gringas, que las familias de allá son como las familias de
acá y su sangre derramada es como nuestra sangre derramada. Sálvalos a
ellos porque así, sólo así, nos salvaremos nosotros (44).

La alteridad queda de manifiesto ya no en el entorno fronterizo sino que adquiere matices


globales, en tanto que se hace una reflexión acerca de la intervención de Estados Unidos en
el Medio Oriente, donde después del ataque a Nueva York en 2001, aumentó el
intervencionismo militar, y con él, abusos que el autor de “Misa Fronteriza” equipara a los
que suceden en el entorno de México en tanto que el intervencionismo político de Estados
Rodríguez Gastélum 20

Unidos genera problemas económicos que afectan la vida social de diversas regiones del
interior del país, pero especialmente de la zona fronteriza; en ese sentido se puede decir que
el “ser de Medio Oriente”, adquiere una similitud discursiva con el “ser mexicano”, en
tanto son víctimas del imperialismo estadunidense, de acuerdo a distintitas vertientes, que
pueden ir de lo militar hasta lo socioeconómico. En ese sentido, la identidad se fragmenta
en distintos elementos, compartiendo ese rasgo dos poblaciones distintas, reforzando esa
parte de la identidad y estableciendo conexiones entre ambos para reafirmar el sentido de
pertenencia a un espacio simbólico en tanto que comparten los motivos de crítica.

1.2.4 Religión

La aparición del elemento religioso en “Misa Fronteriza” se manifiesta en dos niveles, el


estructural y el temático, es decir, por un lado la forma misma del texto es litúrgica,
parodiando el ritual católico y por otro lado la utilización de la religión como un elemento
cohesionador de México, país fundamentalmente cristiano católico. En ese sentido el
análisis se hace atendiendo a una relación forma-contenido del texto literario. El texto en
cuestión tiene la estructura de una liturgia católica: el credo, la predicación, las lecturas, los
distintos evangelios la utilización del género epistolar, como en el caso de la carta del
apóstol Luis Humberto a los michoacanos, lo que genera un interés estético por las
características de la emulación discursiva con el aspecto católico. Es decir, determinar el
nivel de efectividad literaria es la utilización de referencias del campo cultural fronterizo a
partir de formas prácticas de la religión:

Yo confieso, ante la Frontera todopoderosa y ante ustedes, hermanos, que he


pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión, y que seguiré
haciéndolo por los siglos de los siglos. Por tu culpa, por tu culpa, por tu
grande culpa, Frontera entre México y Estados Unidos. Por eso ruego a
todos los santos, y a los que se dicen santos, que intercedan por mí ante
ustedes y que tengan misericordia de estas palabras (33).

Utiliza la expresión de la confesión, la culpa y la santidad para emular el efecto de


purificación que se tiene en el rito original, sin embargo lo adiciona con la carnavalización
expresada a través de la culpar a la Frontera de los males personales, acerca de los males
Rodríguez Gastélum 21

correspondientes también a la experiencia personal del “yo” moderno fronterizo y religioso;


en esa crítica se haya la dimensión del contenido simbólico que tiene la utilización de
religión a través de varias vertientes dentro de un texto literario. En términos prácticos de
análisis antropológico, la dimensión subjetiva de la fe, determina el alcance que el elemento
religioso tiene dentro del grupo social desde el punto de vista cultural; puesto que es ese
factor de “lo desconocido” el que constituye lugares comunes entre los miembros de un
mismo grupo social.

Desde el punto de vista meramente del sentido de pertenencia a un territorio o


espacio simbólico particular, la religión es considerada como uno de los rasgos culturales
que conforman la identidad debido a que puede ser compartida con otros grupos sociales,
puesto que al instituir la perspectiva acerca de temas de índole universal, conformaba
lugares comunes que en muchas ocasiones implicaba la interacción y el intercambio de
individuos que aunque lingüísticamente o socioeconómicamente son distintos construían
conexiones basados en ese enfoque común. En “Misa Fronteriza”, de Luis Humberto
Crosthwaite, es utilizado el término paródico en sustitución de la figura de Dios por la del
cantautor mexicano José Alfredo Jímenez: “Lectura del evangelio según Luisumberto.
Donde se habla de la música como pista sonora de la vida. Amén. En el principio fue José
Alfredo Jiménez. Y José Alfredo estaba junto a Dios, y José Alfredo era Dios. Que se me
acabe la vida frente a una copa de vino y que te diga el destino que vas a vivir sin mí
(Crosthwaite 35).”, allí se utiliza esa sustitución con una intención humorística, o de exaltar
los valores propios de la mexicanidad en un texto que narraba a la frontera y las distintas
formas de abordarla, es decir, ante las problemáticas derivadas de la vida fronteriza, se
refuerza lo mexicano al darle “dotes” de divinidad a un personaje clave de la música
mexicana, introduciendo en la narración fragmentos de canciones que reivindicaban el
arquetipo del “charro sentimental”. Es decir, existe en el texto de Crosthwaite una dualidad
entre la utilización el discurso religioso como una plataforma de asimilación paródica-
humorística de dicho planteamiento con dotes realistas, así como el aspecto propiamente
espiritual donde el personaje narrador se confianza y comienza con los ritos de purificación
que constituye parte esencial de la cultura mexicana, debido a que es el sincretismo
religioso, uno de los comunes denominadores de la identidad y la cultura nacional. En el
capítulo siguiente se abordará el tema de la expresión cultural derivada de la identidad
Rodríguez Gastélum 22

cultural aplicada en distintas vertientes, como la música, los ritos y las prácticas de
interacción social.
Rodríguez Gastélum 23

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