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A lo largo de este texto no espero responder la pregunta del encabezado. Sin embargo,
cabe preguntarse si los fines a los que se llega a la muerte tienen una razón de ser o si los
hombres realmente tenemos una razón para morir mas allá de la que se nos impone.
¿Cómo se sabe que la vida valió la pena lo suficiente como para morir? Tal vez, al
nosotros estar vivos, las respuestas a estas preguntas y todas la que tengan que ver con la
muerte y el acto de morir trascienden más allá de lo que concebimos como humanos y los
límites de nuestra imaginación, al final no hay mortal vivo que sepa lo que es morir y
quedarse muerto. La única forma que tenemos para hablar sobre la muerte es precisar y
sentir la que no es nuestra, hacer duelo y catarsis cuando alguien más muere.
Mientras esa persona muere uno inevitablemente piensa en su vida y de que fue
útil el en ella. Sus logros, fracasos y a que sirvió en vida humana. Mas allá de eso el sujeto
en cuestión no ha muerto del todo, porque aún no ha sido olvidado, su recuerdo es lo que
lo mantiene presente de otra manera. Y por medio del recuerdo también se puede llegar a
la catarsis. Mas sin embargo sabemos que existen personas que murieron y no pueden ser
recordadas, son el recalco del anonimato y de un desaparecido. En países tan marcados
con la guerra civil como Colombia, la abundancia de desaparecidos a través de décadas
de guerra nos ha desangrado en el colectivo general, al punto que nunca pudimos hacer
catarsis del recuerdo de la guerra y tampoco pudimos conocer y concientizarnos
totalmente de la muerte del desconocido, por la misma razón, de que es un desconocido,
y por serlo se le excluye del colectivo social. Nadie conoce al muerto.